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Por Miguel Ángel Herrera Zgaib
Profesor Asociado, Departamento de Ciencia Política
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales
Universidad Nacional de Colombia
La genealogía de una trayectoria de clases antagónicas
Precisemos ante todo un punto importante: el Estado (y su existencia en su aparato) no tiene sentido
más que en función del poder de Estado. Toda la lucha de clases gira en torno al Estado. Entendamos: en
torno a la posesión, es decir, a la toma y a la conservación del poder del Estado, por cierta clase, o por
una alianza de clases o de fracciones de clases. Esta primera precisión nos obliga pues a distinguir el
poder de Estado (conservación del poder de Estado y toma del poder de Estado) objetivo de la lucha
política de clases por una parte y el aparato del Estado por otra parte. Louis Althusser. El Estado, en:
Ideología y Aparatos ideológicos del Estado, pp: 23‐25.
En materia de políticas públicas es mucho el trecho
que se ha recorrido, desde las experiencias pioneras que tuvieron como antecedente
las reflexiones de Lorenzo Von Stein, y la práctica del Canciller Otto Von Bismarck en la
conflictiva arena alemana marcada por la emergencia de los grupos y clases
subalternas a lo largo del siglo XIX.
Allí chocaron el proyecto de unidad nacional tardía y por arriba entre burgueses en
alianza con los Junker prusianos y la masa los obreros organizados como partido en la
Socialdemocracia que bajo las directrices y poder persuasivo de Ferdinand Lasalle,
autor de ¿Qué es una Constitución?, y la influencia crítica de Carlos Marx, en
condiciones de hecho abrazaban la causa del socialismo.
Así las cosas, el referente histórico concreto para la creación y el florecimiento de las
políticas públicas tiene que ver, de una parte, con la fortaleza y la actividad de las
masas de trabajadores organizados, y por la otra, con la construcción política y jurídica
de la forma estado moderna; pero sobre todo, con el tránsito europeo de la forma de
estado liberal al llamado estado social de derecho. Este fue una respuesta a la
creciente resistencia y demanda de los obreros agravada por el desenlace catastrófico
del capitalismo de libre competencia que devino en la carnicería humana que fue la
guerra de trincheras de la primera guerra mundial.
Bajo las condiciones del nuevo orden mundial, y la escaramuza de la Sociedad de las
Naciones que promueve el presidente estadounidense Woodrow Wilson, se crea en
Alemania la República de Weimar, después de la caída de la monarquía prusiana
1
abrumada por la pérdida de la guerra con la impronta del Estado social de derecho que
busca darle cabida oficial al partido obrero que autorizó los empréstitos para hacer la
guerra imperialista. Mientras tanto, en Rusia triunfa la revolución proletaria donde la
vanguardia bolchevique conduce una coalición estratégica entre una minoría obrera y
millones de campesinos salidos de la servidumbre feudal. Se erige una forma estatal, la
dictadura democrática del proletariado bajo las premisas de “pan, tierra y paz”.
Al mismo tiempo, en México triunfa la revolución agraria y popular de campesinos y
peones conducidos por una pequeña burguesía en rebeldía contra el manejo
dictatorial y excluyente del presidente Porfirio Díaz. El proceso concluye, por un lado,
con el asesinato de los líderes de las clases subalternas, Emiliano Zapata y Pancho Villa,
y por el otro con la promulgación de la Constitución de Querétaro en 1917, que
sanciona la defensa de los intereses nacionales, y garantiza el derecho al trabajo y al
ejido colonial.
Fue esta una conjunción de intereses que posibilitó en la América Latina una larga y
accidentada hegemonía de la nueva clase burguesa mexicana que articula y potencia
los suyos con los intereses de los obreros, campesinos y pequeña burguesía urbana, en
detrimento de la oligarquía terrateniente y de la explotación extranjera de los recursos
naturales. Así se hizo posible un proyecto estatal de república social conducido por un
partido único, el PRI. En comparación con Europa, el brevísimo ensayo de la República
social francesa de 1848, liderado por proletarios y burgueses, halló concreción bajo el
marco de una formación socio‐económica en lo esencial capitalista.
Tales experiencias de la moderna construcción política estatal rememoran el intento
revolucionario de la República social francesa, un ensayo breve de los proletarios y
burgueses radicales, defendida a sangre y fuego, al final de la primera mitad del siglo
XIX, así como el directo gobierno de los trabajadores en los pocos meses de existencia
de la Comuna de París de 1871.
Estos referentes históricos, en la apariencia dispersos, son la antesala en la que se
determina en la arena mundial, a grandes rasgos, la existencia moderna del Estado
1
Consultar, GRAMSCI, Antonio. Análisis de situaciones. Las relaciones de fuerzas, en: Los Usos de
Gramsci/ Escritos Políticos, 1917‐1933, editor Juan Carlos Portantiero. Cuadernos de Pasado y Presente
54. 1ª edición. México, 1977, pp: 342‐351.
2
como forma de dominación hegemónica,2 como quehacer político institucional
productivo, y con esta condición activa de los aparatos estatales, represivos e
ideológicos articulados,3 se dan los inicios de las después denominadas políticas
públicas.
Estado Moderno y Políticas Públicas
Detengámonos un momento a examinar los llamados derechos humanos, los derechos humanos en su
auténtica forma, en la forma que le confirieron sus descubridores, los norteamericanos y franceses. En
cierto modo, esos derechos humanos son derechos políticos, derechos que sólo pueden ejercerse en
comunidad con el resto de los hombres. Su contenido es la participación en la comunidad y
concretamente en la comunidad política, en el Estado. Carlos Marx. La cuestión judía, p. 241.
Dichas políticas públicas aparecen y desaparecen hegemonizadas en lo posible, como
un asunto de competencia de la forma Estado y los aparatos que le dan existencia
espacio temporal. Estas obran siempre en un intento de recomposición del orden
social, alterado por las revoluciones y contra‐revoluciones burguesas y proletarias
hasta el día de hoy.
La forma Estado es la invención imaginaria, anónima de una institución y una
organización de la sociedad de los individuos libres e iguales, en una palabra, de la
población, el sujeto de una nueva disciplina, la economía política, que refieren los
ilustrados escoceses, Rousseau, Marx y Foucault, como aborda el tema de la
Gubernamentalidad,4 en su investigación sobre Seguridad, territorio y población,
exposición realizada en el Colegio de Francia en enero de 1978.
2
Es sabido que Max Weber teorizó, en su doble tarea de economista y sociólogo, la experiencia de la
tardía construcción del Estado alemán bajo hegemonía prusiana a través de la fórmula teórica de la
dominación legítima, que es el modo de universalizar un tipo ideal que, de hecho, parte de la
singularidad histórica de la formación social alemana, y el modo como ésta hizo el tránsito de la
premodernidad a la modernidad capitalista.
3
ALTHUSSER, Louis. Ideologías y aparatos ideológicos del Estado. Notas para una investigación.
Cuadernos de la Oveja Negra 3. 1ª edición. Bogotá, julio de 1971, pp: 21‐43.
4
FOUCAULT, Michel. La gubernamentalidad, en: Espacios de Poder. Ediciones de La Piqueta. Bogotá, pp.
9‐26.
3
Presente la población gana centralidad la cuestión social, y Foucault lo indica en su
conferencia, cuando dice que “la introducción de la economía en el ejercicio político
será, creo, la baza esencial del gobierno. Y si lo ha sido en el siglo XVI lo será también
en el siglo XVIII…Gobernar un estado significará, por tanto, poner en práctica la
economía, una economía a nivel de todo el Estado”.5 La confluencia de poder y saber
hacen posible la reproducción de las relaciones de producción capitalistas y el
gobierno sobre los grupos y clases subalternas, derrotadas o triunfantes, entre los
siglos XVIII y XXI.
En su actividad de armonización relativa de los intereses de clase, el Estado segrega
“políticas”, dispuesto bajo presión y confrontación permanente. La madre de las
políticas públicas, de esta perspectiva, será la política social, habida consideración del
nuevo sujeto relativamente autónomo que se crea, la sociedad a secas, el sistema de
las necesidades al que le da existencia la población, que se organizará, disciplinará y
controlará a partir del mercado capitalista, el armazón de la moderna sociedad civil,
die Bürgerliche Gesellschaft, que nos conceptualiza G.W. Hegel en su Filosofía del
Derecho Público Estatal.6
Dichas políticas de cuño estatal hacen posible la existencia y garantía relativa a los
derechos sociales de ciudadanía, a los diversos modelos de bienestar, de “buena
sociedad”, primero restringidos a las clases triunfadoras y sus aliados; y extensivos
luego, paulatinamente, a las demás clases y grupos. Ello ocurre mediante la
universalidad ideológico de los derechos del hombre y del ciudadano,7 bajo el
imaginario expansivo de los derechos humanos, cuya moderna prehistoria arranca en
los finales del siglo XVIII, en las Declaraciones de la revolución francesa y americana, tal
y como lo registra, por ejemplo, de modo crítico Carlos Marx en su temprano ensayo
sobre La cuestión judía.8
5
Op. cit., p. 14.
6
KEANE, John. Recordando a los muertos, En: Democracia y sociedad civil. Alianza Editorial. Madrid,
pp.51‐92.
7
A propósito, Marx les fija a los D.H, a esta universalidad ideológica, su carácter de clase, en su ensayo
crítico sobre La cuestión judía (1843): “Ninguno de los llamados derechos humanos trasciende, por lo
tanto, el hombre egoísta, es decir, el individuo replegado en sí mismo,en su interés privado y en su
arbitrariedad privada y disociado de la comunidad. Muy lejos de concebir al hombre como ser genérico,
estos derechos hacen aparecer, por el contrario, la vida genérica misma, la sociedad, como un marco
externo a los individuos, como una limitación de su independencia originaria”. Op. cit., pp:244,45.
8
MARX, Carlos. La cuestión judía, en : Los Anales Franco‐ Alemanes. Karl Marx y Arnold Ruge. Ediciones
Martínez Roca, S.A. 2ª edición. Barcelona, junio de 1973, pp: 223‐256.
4
Esta fue una tarea que se repartieron en Europa, en los años ochenta del siglo XIX y el
siglo XX, Otto Von Bismarck, el canciller de hierro, durante la unificación nacional de
Alemania; y el Plan de Lord Beveridge en Inglaterrra, cuando el laborismo sindical y
político se afianzaba con fuerza indiscutible.9
El bienestar del que hablamos prosperó desde el final de la II Guerra Mundial haciendo
necesaria pareja con el modelo del Estado Social; pero, ahora, después que el Estado
Social colapsó y su ampliación como Estado Providencia fueron y son impactados, en
mayor o menor medida, sus regímenes por las desregulaciones y achatamiento del
Estado debido al pensamiento y la praxis neoliberal imperante en América Latina y el
resto del globo, es necesario examinar con lupa lo nuevo en la situación que vivimos
que aparece como de cambio histórico, a lo cual también corresponderá definirle su
naturaleza y sentido específicos.
La ciencia del Estado en Acción
El análisis de las políticas públicas…En pocas palabras, se concibe como la ciencia del Estado en acción o,
más precisamente, como una metodología de investigación social aplicada al análisis de la actividad
concreta de las autoridades públicas. André‐Noël Roth Deubel. Politicas Públicas, p. 15
Para hacer el recorrido teórico, y a la vez práctico,
de las políticas públicas con énfasis en su núcleo fundacional, la política social estatal,
quiero referirme de modo directo a la obra de dos autores españoles, Manuel Herrera
Gómez, y Pedro Castón Boyer, de un libro nodal para esta discusión en términos
actuales cuando la sociedad que nos es coetánea es definida como una institución y
una organización compleja.
Me referiré en particular a su libro Las Políticas Sociales en las sociedades
complejas,10que me sirve de enlace con los demás textos, desde una perspectiva
metodológica, un rumbo, y teórica, un horizonte que me sirve para estudiar la
dinámica actual y naturaleza de las políticas públicas, no sólo las sociales, con
determinadas consideraciones. Para lo cual quiero tomar como punto de arranque lo
que ha sido definido como el anarquismo metodológico, como un devenir al interior de
la propia experiencia subdisciplinar de las políticas públicas en términos de análisis.11
9
El Plan contenía dos partes: una centrada en la seguridad social (1942), y la otra en una política de
pleno empleo (1944). La seguridad social era definida entonces como “seguridad del individuo,
organizada por el Estado, contra los riesgos a que permanece expuesto…”
10
HERRERA‐GÓMEZ, Manuel, CASTÓN BOYER, Pedro. Las políticas sociales en las sociedades complejas.
Editorial Ariel. Barcelona, 2003.
11
ROTH DEUBEL, André‐Noël. Análisis de las políticas públicas: de la pertinencia de una perspectiva
basada en el anarquismo metodológico. Fotocopias, Doctorado en Estudios Políticos. IEPRI/CPolítica.
Unal, Bogotá, 2008.
5
En la parte introductoria del ensayo escrito por Roth Deubel sobre el anarquismo
metodológico, en 2007, él señalaba: “la explosión numérica de estudios y análisis
relativos a las políticas públicas de todo tipo, con gran énfasis en la presentación de
datos cuantitativos, no ha reflejado una preocupación similar para los aspectos
epistemológicos y teóricos del análisis”.12
De dicha consideración parte el estudioso para hacer un examen una disección de las
posturas epistemológicas, en concreto, de lo cual concluye, en “la defensa de la
pertinencia de una postura epistemológica anarquista –según la expresión usada por
Feyerabend‐ para abogar a favor del pluralismo metodológico o de una necesaria y
legítima “combinación de todas las formas de lucha” en las actividades relativas a a la
formación y el análisis de las políticas públicas”.13
Tal es mi punto de partida, del reconocimiento de la postura crítica sobre el saber de
las políticas públicas anterior, para desembocar de algún modo en la crítica del
pluralismo metodológico, para ir más allá de éste y del individualismo metodológico
que acompañó el nacimiento del saber de las políticas públicas, tal y como quedó
plasmado de una parte en las revistas, primero, de Emile Durkheim, en Francia, y en
Alemania, con los Anales para la Investigación Social, orientados por Max Weber.
En ambos ejercicios intelectuales, el referente manfiesto era la discusión con el
naciente socialismo de los grupos y clases subalternas, y sus teóricos radicales y
reformistas. Por lo que en ambas publicaciones periódicas también se dio pie no solo
ejercicios aplicados, sino también un rica discusión metodológica y ética bajo las
influencias del neokantismo en boga, que separaba saberes culturales/sociales y
naturales, en el interés de fundar una ciencia social wertfrei, neutral, pura desde el
punto de vista valorativa.
Aquí la perspectiva de análisis del discurso de las políticas públicas es de clase, como
ya se refirió en el excurso de la genealogía que precede este ensayo, pero no de un
modo determinístico, sino en el espíritu del enfoque compartido por Antonio Gramsci,
quien fuera un crítico del positivismo en todas sus formas, incluidas las de la especie
desarrollada por el marxismo oficial soviético en cabeza de uno de sus padres
fundadores, M. Bukharin.
Ahora bien, mi reflexión no está, ni puede estar centrada, solamente, en la ciencia del
Estado en Acción, que para otros, en particular, Michel Foucault, es analizar el hacer
del Estado de Gobierno, “ese Estado que centra especialmente sobre la población y
12
ROTH‐DEUBEL, André Noël. Análisis de las políticas públicas. Fotocopias, p. 42.
13
Op. cit., p. 44.
6
que se refiere y utiliza como fundamento el saber económico, (que) corresponde a una
sociedad controlada por los dispositivos de seguridad”.14
Este Estado de gobierno, no es cosa diferente a la versión francesa de la experiencia
original anglosajona, estadounidense, que se halla plasmada en la crítica explícita
desarrollada por David Easton y la escuela sistémica de la política al paradigma
regimentalista europeo continental, del cual fue expositor de primera línea Maurice
Duverger en lo nacional, y en lo internacional Raymond Aron.
David Easton, a partir de los años cincuenta, siendo los Estados Unidos hegemónico en
Occidente, criticó el potencial explicativo del paradigma estadocéntrico, a la vez que lo
hacía en relación con los discursos que se centraba en el poder; y en cambio, planteó
basándose en los paradigmas de la información, la comunicación y la biología,
publicitada por los trabajos de Ludwig Von Bertelanffy, y su teoría general de los
sistemas, la alternativa del sistema político, definiéndolo en el marco de la revolución
behaviorista, comportamentalista, así: “la asignación autoritativa de valores al
conjunto de la sociedad”.
Posteriormente, en los años setenta y comienzos de los ochenta, Easton se hace
receptivo y crítico a la vez de las respuestas del marxismo de cuño althusseriano
practicado por Nicos Poulantzas, y atiende a la vuelta del Estado, que tiene cultores
poderosos en Norteamérica con Theda Skocpol, Rueschmeyer y Peter Evans, para citar
algunos.
La respuesta se centra en el examen que Easton hace de los fundamentos
estructurales que subyacen a la existencia de los regímenes políticos, y los cuales en
últimas remiten al anclaje que la política tiene en las relaciones de poder
efectivamente existente, en últimas a las relaciones sociales de producción asumidas
en toda su complejidad.
A este enfoque alude el mexicano Luis Fernando Aguilar Villanueva, en el ensayo
Estado, Régimen y Sistema Político, que marca su tránsito de la filosofía política al
estudio del Estado y las Políticas Públicas, que se revela en sus estudios y en la
colección universitaria de los clásicos de este saber contemporáneo. Entonces allí dijo
Aguilar Villanueva:
“Por último, analítica, o abstractamente, el Estado como “sistema” político subraya la
materialidad social del poder, cuyas raíces se ubican terrenal y fundamental en la
materialidad del proceso de producción‐acumulación; mientras el Estado como
14
FOUCAULT, Op. cit., p. 26.
7
“régimen” subraya, la formalidad normativa (modernamente jurídico‐formal y no
religiosa o ética‐material) del poder social y de sus raíces.
Desde este punto de vista, régimen y sistema se cancelan en una separación
meramente abstracta (norma contra poder) y se recuperan en la unidad de esa síntesis
histórica de poder y legitimidad, de fuerza y consenso, que es el Estado, la sociedad
estatalizada”.15
No hay duda, es evidente en esta reflexión la resonancia implícita al legado de Antonio
Gramsci, quien había postulado la idea de estado integral, estado ampliado para dar
cuenta de la forma estado emergente antes y después de la crisis de 1929. Puesto que
él hablaba de la combinación de las superestructuras complejas, sociedad civil y
sociedad política, que cumplían las funciones de dominación y hegemonía, de coerción
y dirección sobre la moderna población, en ambos mundos el capitalista y el socialista
bajo la conducción de José Stalin.
Tal es el paradigma del Estado de Bienestar o Estado Providencia que se impondrá y
extenderá en el mundo después del fin de la II Guerra Mundial, y que entrará en crisis
veinte años después como fruto de las luchas proletarias en el mundo, y los procesos
de descolonización y liberación, que en el caso de América Latina tiene como notable
referente a la revolución cubana triunfante al final de 1958.
Lo social: Políticas Públicas y Sociedades Complejas
En particular, Willke (1991), inspirado en la teoría sistémica de Niklas Luhmann (1989,1991), propone
una clasificación de las políticas públicas en relación con la concepción del “pilotaje” jurídico de la
sociedad. El autor desarrolla su propuesta a partir del diagnóstico sobre la incapacidad del Estado y del
derecho en adecuar y garantizar la gobernabilidad de las sociedades complejas. André Noël Roth
Deubel. Políticas Públicas, p. 47
Contrariamente a esas dos grandes vertientes, aquí se propone mirar críticamente al Estado capitalista
como forma o relación social indisolublemente adherido a la extorsión propia de este modo de
producción; no puede existir independientemente ni puede ser indiferente a ella. Fernando Rojas.
Forma Estado y Regímenes Políticos, p. 89
Por lo ya dicho, antes y este epígrafe, queda claro
que la reflexión no está centrada de modo excluyente en lo que se dice en Políticas
Sociales en las sociedades complejas, sino en la interrelación específica con un cuerpo
de literatura que conecta a las políticas públicas con la participación ciudadana, no
sólo en términos de gestión sino de creación de las políticas mismas.
15
AGUILAR VILLANUEVA, Luis Fernando. Estado, Régimen y Sistema Política. Notas para una discusión
sobre la crisis del Welfare State, en: Teoría y Política de América Latina. CIDE. México, 1984, p. 205
8
Una discusión y una práctica que descentra el discurso de las políticas públicas del
quehacer exclusivo y excluyente del Estado como monopolizador de la decisión política
de carácter vinculante al conjunto de la sociedad.
El presente es un enfoque de las políticas estatales que va más allá, en el sentido de
desarrollar un cuestionamiento de la separación histórica público‐privado, que tiene
que ver con la entronización de la forma política estatal y su pareja la sociedad civil. Es
un enfoque que toma en consideración la crisis del espacio político nacional, local y
globalmente. Todo lo cual resulta de la complexión de proceso capitalista después del
desastre histórico del socialismo autoritario en 1989 y los años siguientes con el
derrumbe, pacífico, de la Unión Soviética, que había hecho su ingreso como revolución
proletaria violenta contra el orden capitalista mundial.
El modelo que separaba funcionalmente los aparatos de estado, tanto los represivos
como los de hegemonía constituye un tipo institucionalidad moderna, que permite la
reorganización de la sociedad liberal y su defensa, de la población de libres e iguales, a
través de la vigilancia y el control que garantizan, en lo posible, la reproducción de la
relación social capitalista. Tal será la edad de oro del Estado Providencia, hasta su
colapso progresivo, que se cumple en buena parte con la experiencia del desmonte del
Estado de Bienestar, y que corresponderá al modelo estatal neoclásico que partirá de
los Estados Unidos.16
Ahora, cuando asistimos al desmantelamiento de la forma estado nación, tal y como la
registraban diferentes autores, y en particular Antonio Negri, en su trabajo seminal La
crisis del espacio político, antecedente de los trabajos Imperio y Multitud, hechos en
asocio con Michael Hardt; y cuando en su lugar emerge y se consolida una nueva
forma de soberanía, la soberanía imperial, la sociedad civil también alcanzó niveles
planetarios, al modo como lo teoriza Mary Kaldor, y al hacerlo, la referencia ineludible
es a la existencia de sociedades complejas, y los enfoques de las políticas públicas y del
estado son impactados y expresados de modo diferente de cara a estas realidades.
Volviendo a Negri, se señala que estamos en presencia de “una nueva conexión entre
mundo y orden…una nueva forma de ordenar el poder político y el espacio físico en el
mundo”.17
En el escenario arriba descrito, que halla concreción en los episodios de la guerra de
Iraq y el ataque a las Torres Gemelas en New York, y la agresión al edificio del
16
NORTH, Douglass C. A Neoclassical Theory of the State, en: Structure and Change in Economic History.
WW Norton & Company. New York, 1979.
17
NEGRI, Antonio. La crisis del espacio político, en: Revista Vientos del Sur N. 17. México, Junio 15 de
1999, p. 57.
9
Pentágono en Washington, centros político y financiero del hegemón monárquico del
orden imperial, no sólo da tránsito ineludible a la existencia de una forma de soberanía
nueva, desterritorializada, para la cual no hay más ya un adentro y un afuera; y con
ello la urgencia de pensar en otro enfoque de política pública.
Ante lo dicho, no es gratuito que los autores españoles Herrera y Castrón en su libro
Las Políticas Sociales en las Sociedades Complejas, nos hablen que “la política social
(también las políticas públicas , digo yo) es la forma práctica mediante la que una
sociedad observa y busca actuar sobre sí misma desde el punto de vista del control de
los procesos que generan pobreza y marginación”∙18 A partir de esta determinación,
ellos destacan tres grandes planteamientos para operar en las sociedades complejas
de hoy.
Para intervenir sobre los problemas implementando las políticas es necesario, 1) obrar
según programas condicionales, 2) evolutivo incrementales, y 3) relacionales. Esto
último era lo que ocurría al final de los ochenta. Y la evaluación de esta acción estatal,
concluían los autores era así definida:
“Quien observe la situación con suficiente realismo crítico, está claro que las políticas
sociales sólo pueden seguir el modelo de los programas condicionales en casos
excepcionales y, por otra parte, los programas evolutivo‐incrementales, …presentan
graves inconvenientes en cuanto que son poco eficientes y eficaces…el problema no
tiene solución es concretamente su eslogan”.19
La apuesta de los autores es por el programa relacional, diciendo que “las políticas…no
pueden ya depender de uno o más actores privilegiados y perseguirse linealmente
(desde un centro hacia una periferia), sino que tiene que ser colaboradora y
combinatoria entre diversos actores y sectores, e inspirarse en intervenciones de
redes”.20
Lo dicho implica una nueva reconfiguración a partir del planteamiento relacional, que
implica el reconocimiento de un cambio de época, es la época del Imperio. Este deja a
un lado el modelo estatal que tenía a “las clases sociales definidas en relación al
mercado capitalista”.21 Ahora estamos en presencia de una ciudadanía universal, que
protesta en Seattle, y se solidariza con el EZLN en Chiapas, y se organiza en los Foros
18
HERRERA GÓMEZ, Manuel, et al, op. cit., p. 39
19
Op. cit., p. 43.
20
Op. cit., p. 44.
21
Op. cit., p. 45
10
Sociales Mundiales, y hace oposición, en lo posible, a las reuniones del Foro de Davos,
y de la OMC.
En busca de un nuevo paradigma
En particular, se trataría de develar, por un lado, las estrategias retóricas que obran tanto en los análisis
como en las políticas públicas actuales y, por el otro, proponer análisis fundamentados en definiciones
de problemas, soluciones, datos y argumentos distintos a los usualmente admitidos. De lo contrario
tiende a reforzarse sistemáticamente la visión del mundo y la teorías dominantes, es decir, actualmente
las perspectivas llamadas neoinstitucionalistas y de Public Choice. André Noël Roth Deubel. Análisis de
las políticas públicas: de la pertinencia de una perspectiva basada en el anarquismo epistemológico, p.
61.
El cambio de paradigma se centra en el modelo societario, el referente son “las
condiciones y los estilos de vida, con tendencial atención a la persona como
tal…garantizada mediante nuevos mix y combinaciones de recursos elaborados por el
Estado, mercado, esferas de solidaridad asociativa (tercer sector) y primaria (familia y
redes informacionales). El estado social disminuye su intervención en la gestión
directa, para asumir el rol de ordenador general y de guía relacional”.22
Esta derrota del Leviatán, como la denominó el abogado y politólogo Víctor Manuel
Moncayo,23 no implica la desaparición de la forma estado. Tampoco ocurre así para
Antonio Negri, y para Manuel Castells, quien postula como novedad la existencia del
Estado Red, cuyo punto de toque y realización problemática es la actual Unión
Europea.24
La novedad está dada por el proceso de subsunción formal y real del trabajo por el
capital, y en esa medida, la globalización del capital conlleva, igualmente, la del trabajo
asalariado, material e inmaterial. Ello tiene expresión en las nuevas formas de
ciudadanía legales y extralegales.
En términos más precisos de los autores españoles, al referirse al socio‐centrismo
actual de las políticas nacionales y globales, ellos indican que “Los sujetos de la
ciudadanía son las personas en cuanto pertenecientes a sujetos sociales, es decir, con
atención a las pertenencias socio‐culturales vistas no como características particulares
negativas, sino como elementos a valorar en cuanto factores de movilización de
recursos, y como esferas de cohesión social capaces de producir bienes relacionales”.25
22
Op. cit., p. 46.
23
MONCAYO, Víctor Manuel. El Leviatán derrotado. Editorial Norma. Bogotá, 2003.
24
CASTELLS, Manuel. Hacia un Estado Red?. INDES, mimeógrafo. Ponencia Seminario Sociedad y
Reforma del Estado. Brasil, marzo 1998.
25
HERRERA GÓMEZ, et al. Las políticas sociales, p. 46
11
Para la perspectiva de Roth Deubel la complejidad social en el orden global, el
“instrumento de regulación social principal, en este caso, es el dinero”.26 Y la
ciudadanía es interpelada en la sociedad del espectáculo, que tiene como contracara el
ejercicio del Estado seductor, según estudios del mediólogo Regis Debray, como una
ciudadanía consumidora universal. De esta manera toma cuerpo la concepción jurídica
reflexiva que responde a la Teoría política del estado de bienestar postulada por uno
de sus más agudos críticos, Niklas Luhmann. Se trata, en consecuencia, de construir
también programas relacionales, reductores de complejidad.
La intención política explícita es la contención de la explosión democrática global, que
para los politólogos conservadores, agrupados en la Trilateral implica una crisis de
gobernabilidad, por exceso de democracia, por exceso de participación que deberá ser
constreñida, limitada con ejercicios de poder constituido. Aconductar, en otras
palabras, a la multitud que hace la crítica práctica de todas las formas de
representación de la década de los años sesenta, antes y después de la revolución de
mayo del 68.
El modo de producción de la comunicación se coloca al comando de la reproducción
del capital, y extrema los dispositivos de sujeción como de liberación de la ciudadanía‐
multitud. La complejidad aprehendida se traduce, según Papadopoulos en la
construcción de una tipología de políticas públicas centradas en la información;27 y la
economía de la información que les corresponde, que le dio el Nobel a Joseph Stiglitz.
Cuatro son las estrategias principales: “las políticas basadas en la negociación
(convenios colectivos, participación), en la delegación (contratación externa a
empresas privadas o a ONGS, en la coordinación y la mediación y, finalmente, las
políticas que descansan sobre el saber”.28
Aquí, por supuesto no se trata de moverse con las tipologías de la información, y el
poder de autoregulación sistémica en ellas implicado, al modo como lo conciben
primero Talcott Parson, luego David Easton y Gabriel Almond, después Niklas Luhmann
y Jürgen Habermas, en su disputa en torno al entendimiento sociológico de las
sociedades complejas, y en el ejercicio exploratorio de la tercera vía de la
socialdemocracia europea, del modo como la concibió Anthony Giddens.
De lo que se trata, es de construir una tipología de la comunicación, revisando la
recuperación revisionista del materialismo histórico hecha por Habermas, a la luz de
los trabajos de Gilles Deleuze y Guattari, y la concepción rizomática de la complejidad
26
. ROTH, op. cit., p. 47
27
PAPADOPOULOS, Yannis. Complexité sociale et politiques publiques. Montchrétien. París, 1995.
28
ROTH DEUBEL, op. cit., p. 49.
12
de la sociedad. Se trata en suma de darle potencia singular y plural al modo de la
comunicación en clave de lo común, la potencia constituyente de lo diverso como guía
relacional de las asociaciones locales, nacionales y globales.
En esa dirección se ha realizado el recorrido que he cumplido en el quehacer
universitario, en un experimento teórico y práctico en curso, con el cual quiero cerrar
este ensayo.
Una experiencia personal y grupal
Todo lo dicho previamente tiene que ver con la confluencia de una reflexión que se
concreta en un primer punto de partida, el libro La Participación y la Representación
Política en Occidente (2000) que publiqué durante el tiempo que fui docente en la
maestría de Ciencia Política de la Universidad Javeriana, y que continúa en los cursos
ofrecidos en la especialización y maestría en Gobierno Municipal en la Universidad
Externado de Colombia. Luego en los cursos de extensión ofrecidos cuando estuve en
la dirección del Instituto UNIJUS, en particular, dos, Gestión Social de lo Público, y
Control Social de la Gestión Público que fueron proyectos pioneros.
Tales interrogantes y las consiguientes reflexiones, en buena parte colectivas sobre las
políticas públicas fueron potenciadas después en dos nuevos proyectos. El primero
relacionó al Grupo Presidencialismo y Participación que dirijo desde 1999, con el
Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ingeniería, IEI, dirigido por el profesor
Carlos Caicedo29. Se realizó un análisis y una propuesta de Sistema Unificado de
Información de las Relaciones Políticas Estratégicas, SUIRPE (2004‐2005).
Era aquel un proyecto contratado por la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de
Bogotá durante la administración de Luis Eduardo Garzón. Del conocimiento obtenido
en este proceso publicaremos un trabajo parcial de la investigación, que maduramos
en los siguientes años, denominado Ingeniería Política Compleja. Las relaciones
políticas estratégicas en el Gobierno de Bogotá, que aparecerá en el primer semestre
de 2009.
A partir de la anterior experiencia, inconclusa, como ya dije, porque el SUIRPE tenía en
la concepción original que ser complementado con un modelo de participación eficaz y
efectivo de la gente, y la ciudadanía en particular. Así las cosas, sin embargo, el
29
Este proyecto fue pionero en materia de articular disciplinas sociales e ingeniería, pero quedó
suspendido, entre otras razones, por el cambio de administración distrital, y la resistencia que antes y
ahora existe a los procesos participativos al interior de un modelo de ciudad‐región (ciudad global, lo
llamaría Saskia Sassens), que está montado sobre un esquema de producción‐reproducción socio‐
económico capitalista de inspiración neoliberal
13
proyecto contribuyó al diseño de un esquema de información al servicio de la sociedad
política para el gobierno de Bogotá. 30
A propósito de lo dicho, quedó de modo unilateral visto, un esquema de análisis
sistémico abierto, pero, sin que se involucrara y reconociera la sociedad civil como
variable activa, independiente en el gobierno, esto es, en la decisión colectiva de los
asuntos colectivos de la ciudad de Bogotá. Se continuaba preso del esquema de la
representación política democrático liberal. Entonces, por nuestra propia cuenta y
riesgo, avanzamos la investigación en dicha dirección, sin más limitaciones que las
propias.
El propósito era la complexión del esquema analítico de inspiración sistémica, dándole
cabida a la participación radical de las multitudes auto‐organizadas. Tal esquema ha de
permitir pensar el sistema político bogotano en su complejidad manifiesta, aunque
institucionalmente, Bogotá aparezca todavía definida en términos de régimen político.
Tal y como lo concibió el arquitecto de la reforma político‐administrativa, Jaime Castro,
formado por la universidad francesa, donde aún es hegemónico el discurso de
Maurice Duverger y sus continuadores.
En procura del objetivo inconcluso el grupo de investigación que oriento concibió un
proyecto piloto, a través de la propuesta del semillero de investigación Transpolítica,
constituido por jóvenes investigadores y estudiantes, principalmente, de Ciencia
Política de la Universidad Nacional. El nombre escogido, Transpolítica, sobre todo de
manera intuitiva,31 recogía en buena parte la experiencia epistemológica del inmediato
pasado, donde inter y transdisciplina entraban en directa y necesaria interlocución.
30
Me refiero a la sociedad política como un componente de las que Antonio Gramsci denominó
superestructuras complejas, siendo la otra la sociedad civil, esto es la red, el entramado de los
organismos privados mediante los cuales se cumple, de modo general, la función de hegemonía, esto es,
la dirección en todos los órdenes de la formación social moderna capitalista y socialista. Consultar al
respecto la selección de notas de la Cárcel, aparecida en el volumen Los intelectuales y la organización
de la cultura. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1959; así como Notas sobre Maquiavelo, sobre la
Política y sobre el Estado moderno. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires, 1973.
31
Hay una aproximación diferente a la intuición y a la filosofía, al modo como la entendía Gilles Deleuze,
esto es, como creación de conceptos, como ejercicio de la imaginación para aproximarnos al
entendimiento de lo real, que de hecho es inabordable de forma inmediata. En ¿Qué es Filosofía?
Deleuze y Guattari establecen tres condiciones de la producción de conceptos: el plano de inmanencia,
la persona conceptual, como Nietzsche, or Kierkegaard, pensadores privados antes que filósofos al
servicio del Estado, como Hegel o Hobbes; el uso de conceptos existentes como sus medios y materias
primas, porque el concepto “no tiene referencia: él es auto‐referencial, él se coloca y su objeto al mismo
tiempo cuando es creado”. Además, los conceptos filosóficos no pueden desaprobarse, sino solamente
desplazarlos o descartarlos.
14
Entonces enfrentábamos obstáculos de traductibilidad de los lenguajes científicos.
Requeríamos superar diferencias de enfoque y analfabetismo mutuo, era la tarea
inmediata para construir un lenguaje común, híbrido y mixto, por necesidad del objeto
a estudiar: las políticas públicas locales el modo en su pensamiento e implementación,
sin ninguna pretensión cientificista.
El proyecto piloto que siguió esta saga resumía la pregunta abierta por el gobierno en
la ciudad‐global latinoamericana: la gobernanza era el vocablo y el campo puesto en
lugar de la gobernabilidad.32 Porque acentuábamos el carácter democrático de la
relación gobernantes‐gobernados/dominantes‐dominados, puesto que la expectativa
era y sigue siendo ir extinguiendo la doble dicotomía que enmarca al saber político
como relación de dominio administrativo. Toda vez que se da el paso de un Estado
territorial a un Estado de población que se dedica al “gobierno de los hombres”, a la
formación de una “gubernamentalidad política”, dice Foucault, esto es, “la
participación cada vez más notable de la conducción de un conjunto de individuos en
el ejercicio del poder soberano”. 33
Con la lectura atenta del campo del saber denominado Investigación Acción
Participativa (Investigación Acción), un campo construido internacionalmente con el
concurso del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda,34 concebimos una variante del
mismo enfoque, que denominamos Investigación Acción Formativa, IAF.
Esta estrategia de conocimiento colectivo responde al hecho que la participación se
aprende en la praxis que abre cualquier proceso investigativo, antes que nada.
Denominamos al proyecto Gobernanza y Biosociedad: La Juventud en Bogotá, 2006, el
cual sirve de base a una propuesta de gestión política de lo común, con asiento y
centro en la juventud bogotana. Estas reflexiones se publicarán en el libro del mismo
nombre que aparecerá el año entrante.
32
La problemática de la gobernanza y la gobernabilidad resultó de una investigación anterior acerca del
carácter del sistema político nacional, a partir de 1991, que fue objeto de estudio en un libro que
contiene dos partes principales. El título es Seguridad y Gobernabilidad Democrática.
Neopresidencialismo y Participación en Colombia, 1991‐2003. DIB/UNIJUS. Universidad Nacional de
Colombia. Bogotá, 2005.
33
Michel Foucault nos habla de La Gubernamentalidad, es decir, del Estado de Gobierno en la época del
Neoliberalismo. A éste asunto Foucault dedicó un ciclo de su Historia de los Sistemas de Pensamiento,
en concreto, Seguridad, Territorio y Población, 1977‐1978. 1ª. edición. FCE. Buenos Aires, 2006, pp: 411‐
12.
34
Consultar “Orlando Fals Borda: Investigación y Acción”, y “La praxis de Orlando Fals Borda. Reforma y
Revolución de los saberes sociales”, en: Revista Foro N. 65. Bogotá, Octubre de 2008, pp: 15‐24.
15
Esta trayectoria colectiva y personal ha tenido una revisión puntual en el módulo de
Políticas Públicas en el doctorado de Estudios Políticos de la Universidad Nacional, del
que soy estudiante regular. He podido contrastar y complementar lo hecho en los
últimos 18 años con la literatura actual y la tradición existente en el campo de las
políticas públicas, tal y como se expresa n los trabajos y enseñanza de los profesores
Alejo Vargas y André Nöel Roth. Tales antecedentes e intercambios permiten forjar el
discurso dialógico y la temática que este ensayo/ponencia contiene.
El interés fundamental es sopesar su validez, el lugar y el peso específico del campo de
la gestión social de lo común, en el campo de las Políticas Públicas de la Ciencia
Política, desafiado hoy más que nunca, de una parte por la realidad del capitalismo
global, que trasciende la injerencia soberana de los estados nación. Y, por la otra
parte, en razón de la resistencia y despliegue creativos de las multitudes gobernadas,
quienes no confían más en la legitimidad y hegemonía de los anteriores paradigmas de
gobierno, sino que ellas se atreven a realizar ensayos cada vez más audaces de
autonomía, emancipación y liberación.
Hasta el punto que la separación entre lo público y lo privado se empieza a tornar
insostenible, inclusive la ingeniosa clasificación de Jürgen Habermas, quien nos habla
de lo público privado, lo público estatal y lo público‐público. Ahora emerge con vigor
otro horizonte social y político en el orden antagónico de lo global.
Se trata de la construcción de lo común, formal y material, más apropiado al presente
y destino de las sociedades complejas que habitamos, las cuales en mayor parte
sufrimos sujetos como estamos a sus lógicas de disciplinamiento y de control, que se
entretejen bajo el doble espejismo de la sociedad del espectáculo y la llamada
“soberanía” del ciudadano consumidor sometida a la seducción de las pequeñas
diferencias. Aquí se avanza en el reto de “inventar nuevas armas para la democracia de
hoy”, como lo reclaman Antonio Negri y Michael Hardt, en la segunda parte de
Imperio.35
Estado de Bienestar, Welfare Mix y Participación de lo Común
“El fenómeno de mayor trascendencia económica, social y política desde la segunda mitad del
siglo XX ‐ el Welfare State ‐ no puede desmantelarse, sino que debe reorganizarse tanto en sus
finalidades como en sus instrumentos”. Manuel Herrera Gómez, y Pedro Castón Boyer, Las
políticas sociales en las sociedades complejas, p. 223.
35
Hardt, Michael, Negri, Antonio. Multitud. Guerra y democracia en la era de la globalización. Random
House. Barcelona, 2004, p. 394.
16
número de años en el grupo de investigación Los Problemas sociales de Andalucía. Claro, sin
que tenga que compartir los señalamientos que hacen, y en particular, lo que tiene que ver
con el rescate del Estado de Bienestar, frente a un mal mayor, la imposición imperial que es la
cara política de la globalización capitalista, según lo esbozan e intentan demostrar Antonio
Negri y Michael Hardt en dos voluminosos trabajos, Imperio (2000) y Multitud (2004).
La periodización de las políticas públicas estatales que proponen los autores españoles
nos habla de ciclos de las políticas sociales, que yo asocio aquí de modo más general
con las políticas públicas.36 Los ciclos guardan directa referencia con la discurso de la
historia del comportamiento de la economía política burguesa, puesto que obra con
cierta regularidad tendencial, a la manera de ciclos de auge y caída industrial, como lo
registró Joseph Schumpeter en su Historia del Análisis Económico, y antes otros
autores como Parvus y Kondratiev.
Tal modo de organizar temporalmente las políticas tiene, igualmente, en términos de
los procesos políticos sus equivalentes en el discurso de Antonio Gramsci dedicado al
análisis de situaciones, en términos de relaciones de fuerzas socio‐políticas. Tal y como
quedó registrado en sus Cuadernos de la Cárcel, fruto de las discusiones de la III
Internacional sobre el carácter expansivo de la revolución rusa en la perspectiva de la
revolución mundial; y en la reflexión histórica compleja Ernest Mandel, más
decantada, quien al estudiar el “capitalismo tardío” escribió un texto específico
centrado en el materialismo histórico, acerca de las ondas largas del desarrollo
capitalista.
A propósito de los ciclos, hay entonces tres discernibles, uno que va desde los años
ochenta del siglo XIX hasta finales de la década de los cuarenta del siglo XX. Uno
segundo, que se extiende desde fines de los años cuarenta hasta la crisis del Estado de
Bienestar en la década de los ochenta del siglo XX, el cual correspondió al modelo
keynesiano‐beveridgiano, “ilustrado en la filosofía social de R. Titmuss y en la teoría de
la ciudadanía de T.H. Marshall”.37 Y un tercer ciclo, a partir de las transformaciones
sufridas por el Estado de Bienestar, que ponen en entredicho los derechos sociales
conquistados, amenazados por el desmonte del Estado. A lo cual se refieren los
mismos estudiosos, definiéndolo como “el tránsito a una sociedad postindustrial (crisis
del llamado modelo fordista), la des‐normativización de la sociedad y las
transformaciones del Estado‐nación”.38
36
En el entendido, claro está, que la política social no abarca el conjunto de la política pública, pero sí se
encuentra en la génesis de las políticas públicas estatales.
37
Herrera Gómez, Manuel, y Castón Boyer, Pedro. Las políticas sociales en las sociedades complejas.
Ariel. Barcelona, 2003, p. 16.
38
Op. cit., ídem, p. 16.
17
Es, por supuesto, este tercer ciclo, de rumbo incierto, en que se despliega una nueva
forma de acumulación capitalista, el posfordismo que implica una forma renovada de
control social, modelo que el autonomista Paolo Virno define como el comunismo del
capital. Aquí se produce un cambio entre las formas de integración sistémica
anteriores, que se hacían desde arriba, “racionales, preceptivas y estatales”, con las
formas de integración social desde abajo, que ahora tienden a confundirse de modo
equivocado con la participación tout court. En esta participación el énfasis principal
reside en “los procesos de descentralización y la responsabilidad de los actores de la
política social, sin perder de vista los problemas de justicia y equidad social”.39
Sin embargo, el cambio fundamental obra en las selecciones y formas organizativas,
esto es, el abandono de los tipos anteriores: piramidal y matricial para pasar ahora a la
organización reticular. Esta transición cambia la integración sistémica por la social, la
centralidad del estado por la pluralidad de actores que implica un ejercicio difuso de la
política y la ciudadanía misma, una autonomía de las instituciones del bienestar a
todos los niveles, las políticas públicas se vuelven un subsistema, y se reorganizan los
entes locales de modo reticular, igualmente.
En suma, los autores Herrera y Castón postulan, de modo general, el tránsito a una
configuración relacional policéntrica que contrasta con el anterior modelo normativo
unicéntrico. En este nuevo modelo la eficacia y la eficiencia tienen que ver con los
compromisos entre actores diversos, de una parte; y con la presencia de instrumentos
adecuados de interacción, de la otra.40
Definiendo las Políticas
De modo corriente, las políticas públicas modernas caben en dos corrientes inspiradas
por las concepciones liberales y socialistas, unas centradas en el individuo y las otras
en los colectivos; las unas actuaban ex post, y las otras ex ante, en prevención éstas,
las socialistas, de las necesidades de la sociedad como un todo considerada.
Ahora es corriente en insistir en una posición posideológica, que recurre al discurso
crítico posmoderno, que prefiere considerar a los individuos interactuando en red, y
no simplemente sometidos a los dictados de las estructuras económico sociales
desiguales. Sin embargo, está a la vista con el actual desastre del capitalismo
financiero que ahora afecta al conjunto de la economía mundial, qué tan
impermeables siguen siendo los grupos e individuos a las condiciones que les fija el
contexto estructural del capitalismo global.
39
Op. cit., ibídem, p. 17.
40
Op. cit., pp: 18‐19.
18
Del fracaso de las dos concepciones, liberal y socialista, se viene abriendo paso una
lectura y una apuesta alternativa, la común democrática en un sentido nuevo de
teorizar y experimentar lo común, en el que se disuelve la separación entre lo privado
y lo público que postulaba la división de competencia y funciones entre la sociedad
civil y la sociedad política como esferas autónomas, la una regida en últimas por el
mercado y la otra por el estado. Sin perjuicio, claro está, de recordar cómo un marxista
de talento, Antonio Gramsci, en la década de los treinta habló de las superestructuras
complejas del Estado ampliado, o Estado integral, esto es, la sociedad civil y la
sociedad política como una realidad existente en las formaciones capitalistas y en la
socialista soviética.
Si nos referimos en lo disciplinario al tópico de las políticas públicas, en sus inicios, de
lo que se trata es de la política social como tal. Así aparece el vocablo en la obra de W.
H. Riehl, un profesor de la Universidad de Mónaco, quien publicó en alemán La historia
natural del pueblo como base de una política social alemana (1851‐55), quien la
entendía, frente al debate con los socialistas y marxistas, como “una doctrina de re‐
integración de la sociedad”41 cuyas medidas se toman desde un centro que dirige y
controla a la periferia, el pueblo.
Es Lorenzo Von Stein, discípulo crítico de Hegel, quien después, en 1868, ofrece una
definición de política social como administración social a cargo de una burocracia
estatal autónoma que lograr manejar y conjurar los conflictos de clase. Al mismo
tiempo Von Stein era un agudo historiador, estudioso del devenir de la revolución
francesa, sobre la cual publicó un voluminoso trabajo. Pero, quien trabaja la política en
un marco normativo que la operativiza es otro alemán, Albert E. Schäffle, quien
arrancó escribiendo sobre los seguros de invalidez para los trabajadores, y logra
receptividad en el programa de la reforma de Bismarck.
A estos pioneros individuales, les da continuidad la famosa Asociación de Política Social
creada en 1873. Allí Max Weber y economistas de profesión buscaron integrar a las
clases trabajadores que venían siendo polarizadas por el discurso socialista del partido
que lideraban Ferdinand Lassalle, Bebel y Liebneckt. Y la tradición alemana de la que
hablamos tiene cierre con el trabajo de Otto von Zwiedineck, quien sucedió a Max
Weber en la cátedra, y publicó Sozialpolitik (1911), definiéndola así: “política que
pretende asegurar la continua consecución de los fines de la sociedad”.42Tarea en la
cual puede confluir tanto gobernantes como gobernados, a través de las instituciones
voluntarias.
41
Op. cit., p. 29.
42
Las políticas sociales, p. 29.
19
El otro gran laboratorio para las políticas, y en especial la social, durante el siglo XIX es
Gran Bretaña, donde por demás choca el liberalismo y los cartistas de inspiración
socialista de diversa filiación, desde fabianos hasta marxistas. Aquí la lucha se centró
en la ampliación de los derechos sociales de ciudadanía contra la anarquía del mercado
capitalista, que sin embargo no puede tomar distancia definitiva de él. Al respecto,
hubo un discurso y un intento de praxis que enfrentaba lo social y la economía, la que
singularizó a la figura de un reformador, R. Titmuss.
En síntesis, esta tradición asimila la política social a la administración social estatal. En
el marco de esta tradición anglosajona, A. Walker produce un buen colofón para su
entendimiento: “la esencia de la política social es la producción y distribución de la
desigualdad y del bienestar”. Para nuestros autores, la política social consiste en “el
conjunto más o menos coherente de principios y acciones que determinan la
distribución y el control social de una población por vía política”.43
Desde la perspectiva de las políticas sociales (públicas de modo general) es necesario
un nuevo entendimiento de la seguridad, el territorio y la población, para recordar la
exploración pionera de Michel Foucault, Se trata de responder creativamente a los
siguientes cambios radicales:
“en a) el ciclo de la vida de los individuos y de las familias, b)en los estilos de la vida
cotidiana, c) en el número y problemas de las personas que no tienen ciudadanía, y d)
en los riesgos ambientales”,44 de la llamada por Ulrich Beck, la sociedad del riesgo, es
decir, las sociedades complejas tardo capitalistas.
Se trata, en suma, de responder a la sociedad posmoderna, y la forma hegemónica de
soberanía imperial, que implica reconocer nuevos actores, y en específico, un sujeto
colectivo, la multitud, para lo cual se requieren nuevos principios‐guía y nuevas reglas.
Se trata en tomar el desafío de “regular la mayor autonomía de las formas de
protección (y seguridad) auto‐gestionadas de los diversos actores interesados en ella
con la equidad social”.45
Para ponerlo de manera resumida, el punto de bifurcación, y/o de superación de las
políticas públicas, para ser reemplazadas progresivamente por las políticas de lo
común, más allá de los modelos liberales y socialistas existentes, implica encontrar un
nuevo equilibrio entre “las formas de integración sistémica (organizaciones formales) y
43
Op. cit., p. 35.
44
HERRERA et al, Las políticas sociales, p. 219
45
Op. cit., p. 220.
20
las formas de integración social (en redes a escala de comunidad y en las relaciones
formales e informales)”.46
Para trascender en términos concreto la división público‐ privado, y el modelo
capitalista global, con formas desconocidas de comunismo democrático, aptas para
proyectar la singularidad y la pluralidad sin la pretensión hegemonista de estilos de
vida y cultura planetarias. Todo lo cual conlleva percibir, hacer y concebir lo político
más allá del paradigma estatal, y avanzar en el ejercicio de la auto‐regulación de la
sociedad civil, que haga posible la autonomía individual y colectiva, el despliegue
constituyente de la potencia democrática de los muchos.
Se trata de la creación de una nueva ciencia, resultado de la praxis colectiva en curso
en el mundo, hecha de resistencias, desobediencia civil, rebeliones e insurrecciones
contra los poderes políticos y económicos transnacionales. Esta es la ciencia de la
democracia radical al servicio de la participación decisoria de las multitudes de hoy. Tal
y como la postulan Hardt y Negri, esta ciencia parte de una provechosa hibridación de
la teoría y la praxis de Thomas Jefferson, James Madison, Lenin, a quienes le añado la
contribución de Antonio Gramsci.
46
Op. cit., p. 220
21