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Tipos de conciencia

Existen dos sentidos de la palabra conciencia, y hay consenso implícito en escribirlas en


castellano de forma diferente:

Se dice: he tomado consciencia de…. En esta expresión la palabra consciencia es sinónimo de


conocimiento. Esta conciencia es la facultad de conocer. Es llamada laconsciencia psicológica.

Decimos también: Mi conciencia no me reprocha nada, Juzguen en conciencia. En estas


expresiones la palabra conciencia designa un centro de referencia interno.

Antes de efectuar una acción, reflexionamos buscando aquello que es mejor. Este algo en
nosotros es la conciencia. Ella nos indica el camino del bien. Ella es un llamado. Después de
actuar, sucede que nos sentimos insatisfechos de nosotros mismos, como si no hubiéramos
seguido una fuerza interior, aquello que nos pedía nuestro camino de crecimiento. Es la
conciencia reaccionando como un juez. Entonces es llamada conciencia moral.

Libertad, responsabilidad, conciencia


El ser humano tiene la facultad de escoger sus actos. No está librado sólo a sus instintos, como
el animal, Él es libre.
Sus actos decididos libremente favorecen o no el crecimiento de su ser. De allí las satisfacciones
o insatisfacciones, percepción vaga o clara de su responsabilidad. Quién va a indicarle los
caminos de su crecimiento y por lo tanto los buenos actos ? Quién va a indicarle los atolladeros
y por lo tanto sus malos actos ? Aquí encontramos la verdadera noción del bien y del mal:
Es bueno lo que construye el ser. Es malo lo que bloquea o frena el crecimiento del ser.¿Quién
va a marcar el camino de bien y de mal? Ya que el ser humano nace desprovisto de criterio,
consideremos la importancia que tiene el otro para ayudarnos a acceder al conocimiento del
bien y del mal.
En un principio los padres y el entorno inmediato le inculcarán las primeras nociones del bien y
del mal. Llegará el día en que él mismo será capaz de discernir entre su bien y su mal. Este
mecanismo interno que le hace llamar buenos a ciertos actos y malos a otros, es la conciencia.
En el punto de partida, éste será la conciencia de los padres. Más adelante él se dará a sí mismo
sus criterios del bien y del mal. Puede llegar el día en que él discernirá en el nivel de su ser
profundo, otra conciencia, la verdadera.

1.- Tres tipos de conciencia


Las presentaremos en su orden de aparición, En la edad adulta funcionan en forma simultánea,
pero cada uno tiende a remitirse más a una que a otra.
a) – La Conciencia Socializada
Las primeras nociones del bien y del mal que hemos conocido nos han sido inculcadas por
nuestro medio familiar. Hemos internalizado un conjunto de prohibiciones, de imperativos, toda
una constelación de nociones mentales que han constituido nuestra primera conciencia. Los
diversos grupos en los cuales hemos vivido también nos han marcado por su escala de valores.
Aún hoy estamos impregnados de esta moral aprendida en nuestra infancia y en nuestra
juventud. El mecanismo de internalización de los valores de un medio permanece durante toda
la vida. Adoptamos fácilmente el código moral de los universos sociales en los cuales vivimos y
podemos constatar en nosotros la coexistencia de diversas morales que guían nuestras acciones
dependiendo de nuestro paso de un universo a otro:
- moral de los negocios;
- moral del medio social al cual pertenecemos;
- moral profesional o ética profesional;
- moral política;
- moral sindical;
- moral religiosa;
- moral familiar.
Puede resultar de aquí una falta de unidad del ser.
De hecho uno no decide su vida por sí mismo, somos llevados por el super-ego, estamos
alienados, vivimos en un cierto infantilismo, somos como corderos de un rebaño. Vivimos una
moral colectiva.
Esta alienación es a menudo inconsciente. Ella se vuelve consciente el día en que uno decide
alejarse de esta influencia social. En ese momento tomamos conciencia del poder de los lazos
que nos ceñían.
El centro de referencia para actuar son los otros: sus principios, sus formas de actuar, sus
reglamentos, sus leyes.
En el corazón de este mecanismo de la conciencia socializada se encuentra la necesidad
imperiosa de ser reconocido, estimado, amado, de no desagradar, de no crearse problemas con
los demás. Al no encontrar solidez, seguridad en uno mismo, uno la busca en la aprobación de
los otros.
Escapar a esta conciencia socializada no es fácil ya que llevar a cabo actos que pasen por alto
las normas aprendidas del medio, provoca un sentimiento de inseguridad de inquietud, y a
veces, aun de angustia. Entonces tenemos tendencia a culpamos y nos esforzamos por volver al
camino recto.
El pedir perdón a aquellos a quienes creemos haber afligido es a menudo un medio de apaciguar
esta angustia, esta inquietud. Esto juega el papel de tranquilizante psicológico. Además es un
medio de reconquistar la estima, de la cual nos creemos privados y la que necesitamos
imperiosamente.
Es a esa conciencia a la que se refiere el escrupuloso.
La conciencia socializada se encuentra en el nivel del funcionamiento sensible, impulsivo,
espontáneo. Es en este nivel que nacen los instintos. Ella tiende a encuadrarlos, a canalizarlos
hacia lo que las sociedades – familiar, religiosa, política y económica – llaman bien y mal.
Cuando estas sociedades ya no consiguen encauzar de esta manera las presiones instintivas de
sus miembros, ya sea porque ellas mismas ponen en tela de juicio sus nociones del bien y del
mal, ya sea porque los interesados se resisten, nos encontramos frente a un vacío de
obligaciones sociales.
Aquellos que tienen una conciencia personal salen adelante. Los otros flotan de una corriente de
pensamiento a otra o se instalan en la fantasía de sus instintos.
b) – La Conciencia Cerebral
Con la adolescencia se despierta la capacidad de tener ideas personales y de decidir la vida por
uno mismo. Se produce entonces un rechazo de la conciencia socializada heredada de la fase
precedente. Al mismo tiempo se construye un código personal de moral cuyos elementos son
sacados de aquí y de allá, y reunidos en ensayos de síntesis personal.
En la edad adulta este código personal se ha vuelto relativamente estable. Es la expresión del
ideal de vida que uno ha escogido y que se esfuerza por realizar. Este funcionamiento de
conciencia es captado al nivel de la cabeza, de allí el nombre de conciencia cerebral.
Las faltas a esta conciencia crean un sentimiento de culpabilidad. Uno se siente decepcionado,
humillado, vejado, amargado. Se había apuntado más alto. Uno se creía capaz de algo mejor.
c) – La Conciencia Profunda
Existe en nosotros otra conciencia que no es la voz de los demás ( conciencia socializada), ni la
voz de nuestras ambiciones personales (conciencia cerebral). Es la voz de nuestro ser en
crecimiento, Para percibirla hay que interiorizarse al nivel de la zona profunda y preguntarse:
qué siento yo que sea bueno para mí ahora ? qué decisión debo tomar para ser fiel a lo que
siento que es lo mejor de mí ? qué iría en la dirección de la vida que siento en lo más profundo
de mí mismo ? qué es lo que anhela vivir en mí ?
Hay que dejar aflorar las respuestas, fluir las intuiciones. Hay que frenar la conciencia cerebral,
que siempre tiene las respuestas listas.
Los llamados que nacen en este nivel profundo presentan muchas características:
Son realistas. Corresponden a las capacidades reales del ser. No están más allá de las fuerzas
como lo están a menudo los llamados de la conciencia cerebral. Están en la medida de las
fuerzas de hoy y de la situación presente.
Ayudan a llegar a ser uno mismo. Construyen la personalidad de acuerdo a lo que ella es. No
piden una docilidad a los otros como aquellos que provienen de la conciencia socializada.
Parecen provenir de más allá de uno mismo, de una instancia que, a la vez, es más grande que
nosotros y que, sin embargo, coincide bien con nosotros. De allí el carácter de absoluto que se le
reconoce a esta conciencia profunda cuando se nos vuelve familiar.
El examen de conciencia hecho en este nivel para detectar aquello que anhela vivir en nosotros,
para discernir lo que sería bueno cambiar en nuestra vida, para descubrir las orientaciones
profundas que deberíamos tomar, es muy beneficioso para un desarrollo del ser y para una
construcción de la personalidad.
Allí percibimos no sólo invitaciones a ser sino que encontramos además las energías vitales que
hacen ser. Es a la vez una confrontación y una comunión con el ser de donde uno sale más
vitalizado.
Cuando uno percibe que es infiel a estas líneas de crecimiento o a estos llamados no se tiene un
sentimiento de culpabilidad como en la referencia a las otras conciencias.
Se siente una melancolía apacible. Uno se siente pobre, débil, limitado, pero no se sufre, se lo
acepta, Y se comulga nuevamente con los flujos de vida que nacen a esta profundidad.
2.- Evolución de la personalidad y niveles de conciencia
a) – Aprender o discernir nuestros funcionamientos de conciencia
A lo largo de nuestra vida hay coexistencia y funcionamiento simultáneo de las tres formas de
conciencia. Es importante poder distinguirlas, saber a cuál de ellas nos referimos más
espontáneamente y cuál predomina.
Al momento de tomar una decisión cuál es nuestro reflejo ? Qué es lo que los demás esperan
que yo haga ? Qué va a agradarles o a desagradarles? Conciencia socializada.
Qué es lo que debo hacer ? Qué es preciso que haga ? Algunas personas tienen un sentimiento
muy agudo de su deber y tienden siempre a cumplirlo. Conciencia cerebral.
En profundidad, qué es lo que siento que es bueno que haga ? Conciencia profunda.
Por cierto que en una decisión interfieren las tres conciencias. Es bueno ser capaces de
distinguir sus funcionamientos para vivir lúcidamente la vida en el sentido del cumplimiento de
sí.
Luego de actuar, uno se siente a veces insatisfecho, incómodo. Es importante pesquisar a qué se
debe esta incomodidad y ante quién nos sentimos culpables.
La inquietud, la inseguridad son el índice de funcionamiento de la conciencia socializada.
Hemos transgredido quizás ciertas reglas sociales. Aquello que está mal a sus ojos, yo lo he
hecho.
El desagrado de sí, la decepción, la amargura, la humillación, son el índice de funcionamiento
de la conciencia cerebral. Es ante el ideal de sí mismo que uno se siente culpable. Aquello que
está mal a mis ojos, yo lo he hecho.
Si no es ni uno ni otro de estos sentimientos, es quizás que hemos sido infieles a lo mejor de
nosotros mismos, a nuestro ser en profundidad y al Absoluto que encontramos allí.Aquello que
está mal a Tus ojos, yo lo he hecho.
Esta clarificación permite conocerse y readecuarse.
b) – Edad psicológica y niveles de conciencia
La evolución psicológica y moral de un ser no sigue necesariamente a la evolución biológica.
Incluso se pueden tener comportamientos infantiles o de adolescentes a los 50 años. Se pueden
caracterizar las etapas de la evolución psicológica en referencia al funcionamiento de la
conciencia predominante:
La infancia se caracteriza por el predominio de la conciencia socializada. La adolescencia
comienza por el rechazo de la conciencia socializada y el inicio de la conciencia cerebral. La
edad adulta se caracteriza por el predominio de la conciencia cerebral.
Por último el sabio es aquel que ha sabido tomar distancia respecto a los demás y a sí mismo y
que habitualmente se refiere a su conciencia profunda para actuar.
Uno puede tener una edad psicológica diferente según las etapas de su vida. Por ejemplo, se
puede ser adulto en la vida profesional, infantil en la vida religiosa y adolescente en las
relaciones familiares y políticas. Claramente la unidad no se ha realizado, no se ha alcanzado la
estabilidad, la madurez.
c) – No podemos ahorrarnos la fase adolescente.
Esta fase se caracteriza por el rechazo de la conciencia socializada y el deseo de gobernarse a sí
mismo de acuerdo al ideal de sí que uno se ha forjado entonces. Es una fase de tanteos en la
búsqueda de sí y de su idea. Vendrá una estabilización y esta será la fase adulta.
Cuando un adulto infantil toma conciencia de su dependencia de los demás y de su incapacidad
para dirigir su propia vida, pasa inevitablemente por una fase adolescente en la que rechaza las
restricciones anteriores y a aquellos que se las han impuesto.
Es importante que el entorno esté consciente de lo que sucede a fin de no dramatizar. Es preciso
entonces actuar con él como con un adolescente: no obstinarse, dejar pasar las crisis de cólera o
de agresividad, respetar la libertad que se afirma, mantenerse firme en lo que uno considera el
bien general, y sobre todo alegrarse de este progreso de personalidad, incluso si es difícil de
vivir.
d) – Conciencia profunda y desarrollo de la personalidad
Sólo la referencia a la conciencia profunda y la fidelidad a sus indicaciones aseguran un
crecimiento del ser, una consistencia personal, una solidez interior y una estabilidad en la vida.
La referencia a la conciencia socializada mantiene en la dependencia y el infantilismo y crea
seres fluctuantes, sin estructura, presas fáciles de todos los conformismos y los totalitarismos.
No obstante, a veces puede suceder que la conciencia socializada construya al ser. Este será el
caso cuando los imperativos estén en armonía con las verdaderas leyes de crecimiento de los
seres.
La referencia a la conciencia cerebral crea seres tensos, insatisfechos, fácilmente auto centrados,
rígidos, a menudo inseguros y frágiles detrás de su solidez aparente.
Aprender a discernir la conciencia profunda y serle fiel es la base de la educación. Este
aprendizaje es más necesario hoy que antes. Las restricciones sociales van en disminución. Uno
se siente cada vez menos encuadrado y estructurado moralmente, y más librado a sí mismo. Las
religiones y las ideologías ya no pueden encauzar a sus fieles como antes. La familia tiene hoy
menos influencia sobre los jóvenes y éstos están expuestos desde temprano a diversas doctrinas.
Existe el riesgo de convertirse en un corcho flotante a merced de las corrientes o en un títere
desarticulado por fuerzas opuestas. Tener un punto de anclaje, un lugar estable de referencia
para decidir sus actos y su vida, es el único medio de resistir a las diversas presiones y
construirse.
Este punto de anclaje es la conciencia profunda, voz del ser en crecimiento. Escucharla, ser fiel
a los flujos de la vida que allí se perciben, es el único medio de adquirir una personalidad sólida
y de realizar plenamente su ser.
e) – Cómo educar la conciencia de otro
Ayudando al interesado a discernir lo que está bien o mal para él en el momento. Sólo él puede
juzgar en última instancia. Es arriesgado decretar desde el exterior lo que está bien o mal para el
otro. En algunos casos se puede, y a veces, incluso, se debe hacerlo; pero sustituir así a la
conciencia del otro, debe ser excepcional.
Uno lo hace con el niño incapaz aún de discernir lo que es bueno o malo para él. Pero una
educación preocupada del crecimiento del ser, debe incitar al niño, desde que es capaz, a decidir
por sí mismo en ciertas zonas de actividad. También se hace con seres que han permanecido
infantiles en ciertos sectores de su vida.
Dejándolo hacer sus elecciones cuando lo sentimos capaz. El tratará a veces de endosárnoslas
para asegurarse. Nosotros lo enviaremos de vuelta a él mismo para que aprenda a tomar
conciencia de qué elecciones son buenas para él, en ese momento.
Aceptando los riesgos de toda autonomía responsable. Habrá pasos en falso; pero uno no puede
hacer el aprendizaje en lugar de otro.
No dramatizar los errores. Todo aprendizaje se acompaña de tanteos y equivocaciones. Alentar
es más importante que condenar. Estar ahí para ayudar a continuar la marcha hacia la autonomía
responsable.
La enseñanza de la moral es útil. Transmite la sabiduría de un pueblo o de una sociedad como
un medio de precisar el camino del bien y del mal. Informarse acerca de los imperativos de una
sociedad (leyes, costumbres), permite al interesado conocer las fronteras que no deben ser
traspasadas; pero no necesariamente enseña sobre lo que favorece o dificulta el crecimiento del
ser.
Estudiar los diferentes niveles de conciencia es esclarecedor para comprender el propio pasado
y las contradicciones internas del presente.
Aprender a decidir el bien y el mal en el nivel de la conciencia profunda es capital y permite
progresar mucho en autonomía. Esclarecer la inteligencia es bueno, pero no suficiente. Es
necesario aprender a descubrir por sí mismo lo que está bien o mal para uno. Hay que vivirlo y
consolidar o corregir la marcha en el camino.
Hablemos del bien particular y del bien general. Lo que es bueno para nosotros puede ser
nocivo para el grupo en el cual vivimos. El bien o mal para el grupo es el grupo quien lo juzga.
El bien y el mal para mí, soy yo quien lo juzgo. Incluso si un acto es bueno para mí, puede tener
repercusiones negativas para el grupo. De estas repercusiones no soy el único juez.
Por lo tanto, si un acto que yo juzgo bueno para mí es juzgado por los otros como nocivo para el
grupo, este acto es malo para mí-en-grupo. Empecinarme en esto sería perjudicarme a mí mismo
y no sólo al grupo.
En la educación de la conciencia, los educadores deben tener muy claro este mecanismo de vida
en grupo. En ciertos casos, para proteger el bien del grupo, tenderán a oponerse a un acto
preciso juzgado bueno por el interesado. Su lenguaje podría ser el siguiente: Si estuvieras solo
en el mundo podrías hacerlo, porque en última instancia eres el solo Juez de lo que es bueno
para ti. Pero vives en grupo y tu acto es nocivo para el clima del grupo. Por consiguiente, te
pido que te abstengas.
Esto también es educación de la conciencia ya que todo individuo debe preocuparse de la
repercusión que tienen sus actos en la sociedad o grupo donde los efectúa.
3.- Escuchar la Conciencia Profunda
a) – Cómo tomar una decisión a nivel de la conciencia profunda ?
Primer paso: buscar luces e información.
En sí mismo, sintiendo sus fuerzas, sus capacidades, sus deseos. Estando atento a intuiciones
fuertes o persistentes. A veces es a partir de una intuición de ese género que aparece la posible
solución al problema de que se trata. Allí uno empieza su búsqueda y su reflexión.
Luego en el exterior, reuniendo las informaciones que se puedan encontrar, consultando a las
personas capaces de ayudamos a esclarecerlas. Tener en cuenta las presiones exteriores que
imponen límites a la acción: superiores jerárquicos, reglamentos, acontecimientos, etc. Tener en
cuenta la sabiduría de vida en la sociedad en la cual vivimos.
Segundo paso: buscar una convergencia de signos.
Confrontando las luces interiores y las luces exteriores. Sopesando el todo y sintiendo la
importancia de cada cosa. Discerniendo si hay una suficiente convergencia de signos para una
decisión.
Tercer paso: decidir obedeciendo a la conciencia profunda.
Es sólo con uno mismo que uno decide en última instancia.
Para verificar el valor de la decisión se pueden utilizar dos medios:
El primero es sintiendo el movimiento interior que acompaña a la decisión. Si es un movimiento
del tipo flecha recta, un movimiento de fidelidad a sí mismo, a lo mejor de sí, la decisión va en
el sentido del crecimiento del ser y es buena. Si es un movimiento de flecha de vuelta,
movimiento de búsqueda de sí, de replegarse en sí mismo, la decisión no va en el sentido del
crecimiento del ser y es mala.
El segundo medio es anticipar la decisión. Es decir, suponer que se toma la decisión que parece
más atractiva y preguntarse: cómo me sentiría luego ? Si se experimenta un sentimiento de paz,
de calma, de satisfacción, la decisión es buena. Porque una decisión tomada en la línea del ser
hace que uno se sienta apacible, a gusto. En cambio, si se experimenta un sentimiento de
insatisfacción, de molestia, la decisión es mala porque no está en armonía con el ser.
Esto no significa que la decisión que nos deja en paz sea siempre la más fácil. Además,
debemos hacer las siguientes observaciones:
Si la conciencia duda y nada nos apresura, diferir la decisión y dejarla madurar. Continuar lo
que uno está haciendo. No cambiar de orientación hasta que no se tenga la evidencia de que hay
que hacerlo.
b) – El aprendizaje es laborioso
El método es simple. La puesta en marcha lo es menos. Al comienzo uno tantea, luego poco a
poco se adquiere seguridad y el análisis se vuelve rápido. Poco a poco, igualmente, se extiende
el uso de este método a una cantidad de actos cada vez más numerosos. Y llega el momento
donde se vuelve un reflejo para todas las decisiones. Lapersonalidad gana entonces mucho en
seguridad y estabilidad.

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