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Editorial

¿Humillarme? ¿Yo?

“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los
de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se
convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”

(Stg 4:8-10)

¡Cuán difícil es humillarse! Nunca estamos dispuestos a bajar la cabeza ante


nuestras autoridades. Muchas veces cuestionamos las órdenes de nuestros
jefes laborales y líderes. Muchas veces faltamos el respeto a nuestros padres.
En repetidas ocasiones luchamos por el poder y la autoridad entre hermanos.
¡Cuán difícil es humillarse!

El orgullo humano llega a ser tan grande y soberbio que no estamos dispuestos
a humillarnos ni aún ante Dios. ¿Cuándo fue la última vez que oramos a Dios
por lluvias? Generalmente pensamos que Dios no está a cargo de eso, sino el
servicio nacional de meteorología. ¿Cuándo fue la última vez que fuimos a orar
por los enfermos? También pensamos: Los doctores se encargan de curarlos,
no Dios. ¿Cuándo olvidamos que nuestro Dios es el Dios creador de los cielos y
de la tierra? ¿Que El nos creó del polvo y que le pertenecemos? ¿Que si
dormimos y nos levantamos es “porque Dios nos sustentaba”?

Hermano, hermana: nunca olvidemos quién es el Dios a quien servimos y a


quien venimos a alabar. Nuestras vidas están en sus manos. ¡Alabemos con
gozo y con profundo respeto a este poderoso y amante Dios! Humillémonos y
seamos agradecidos por las inmensas promesas que nos dio y por su obra en
la cruz en nuestro favor. Démosle gloria en la congregación de los justos.

Raúl Salazar

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