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Valoración riesgo de Violencia. A.

 Andrés Pueyo    1   
 

El riesgo de violencia, la delincuencia violenta


y su gestión penitenciaria(*).

Dr. D. Antonio Andrés Pueyo

Grupo de estudios Avanzados en Violencia

Departamento de Personalidad. Facultad de Psicologia

Universidad de Barcelona

andrespueyo@ub.edu

(*)Este trabajo es una reflexión extendida de la conferencia que con el


mismo título tuve el honor de impartir en las V Jornadas de Almagro,
durante el mes de Octubre de 2008, organizadas por la ATIP a cuyos
integrantes agradezco su amabilidad así como a todos los asistentes.
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INDICE

1. Introducción
2. El problema de la violencia y la delincuencia violenta
2.1. Violencia: entre la justicia y la salud pública
2.2. Violencia y criminología: prevención de la delincuencia

3. Los delincuentes violentos: problemática actual en las prisiones


3.1. La delincuencia violenta
3.2. Prevalencia y reincidencia de la delincuencia violenta
3.3. Violencia intra-institucional en las prisiones

4. Valoración del riesgo de violencia: peligrosidad y valoración del riesgo


4.1. Peligrosidad y predicción de la violencia
4.2. Valoración del riesgo de violencia
4.3. Las guías de valoración del riesgo de violencia
4.4. La gestión de la violencia y los técnicos penitenciarios

5. Conclusiones

6. Referencias
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Los hombres vienen a la prisión como un castigo,

no para ser castigados en ella.

(Ruck, 1951, p. 23)

1.- Introducción
En el mes de octubre de 2001 se produjo un caso de extrema violencia a
manos de dos delincuentes “peligrosos” que se habían escapado de un
centro penitenciario de Lérida. Los dos presos estaban cumpliendo condena
por delitos violentos, uno de ellos por robo, homicidio y tenencia ilícita de
armas y el otro por varios robos con violencia. Uno de ellos tenía permisos
de salida y planeo, junto con su compañero, la fuga del centro penitenciario
de ambos. Para lograr este objetivo y mientras uno de los dos reclusos
disfrutaba de un permiso de salida el otro se autolesiono con la intención de
que lo llevaran a un hospital fuera de la prisión. Una vez fuera del centro y
utilizando un arma de fuego el recluso de permiso ataco a los agentes
policiales que custodiaban el traslado del otro recluso auto-lesionado
matando a uno de ellos e hiriendo gravemente al otro. Con la ayuda de
colaboradores y familiares los dos fugados se escondieron unos días en la
ciudad de Lérida y después huyeron a unos bosques cercanos a Barcelona,
escondiéndose de la policía que los buscaba. Durante este tiempo en el
bosque, que se prolongó por 33 días, realizaron una violenta acción al
encontrarse con una pareja de novios en una de las noches que estaban
huidos. Agredieron sexualmente a la mujer y asesinaron al hombre, les
robaron el coche y sus pertenencias y siguieron huidos aún unos días más
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hasta que la policía los capturo en la zona donde se habían escondido.


¿Eran peligrosos estos reclusos? ¿Era previsible todo este cúmulo de
sucesos violentos? Naturalmente que conocidos los hechos, a posteriori,
reafirmaríamos la idea de la “peligrosidad” de ambos delincuentes. En las
fichas penitenciarias de ambos delincuentes existían anotaciones acerca de
su historial criminal, su comportamiento en prisión y otras informaciones
socio-psicológicas. Uno de los dos delincuentes gozaba de una buena
consideración penitenciaria y obtenía permisos con regularidad en cambio el
otro, principalmente por razón del delito por el que cumplía condena, no
salía del centro penitenciario. Nadie hubiese previsto estos hechos, aún
atribuyéndoles una cierta peligrosidad (por su historial delictivo). Nadie
podría haber anticipado estos graves y violentos delitos (dos asesinatos,
una agresión sexual grave y un intento de homicidio, además de otros
delitos no-violentos).

La tarea de los técnicos de prisiones se pone en cuestión cuando suceden


casos como éste u otros similares, especialmente cuando un delincuente
reincide de nuevo. Anticipar o predecir estos hechos es fundamental para
prevenirlos pero, ¿es posible realizarlo técnicamente? Generalmente a
posteriori parece que todos los indicios apuntaban a que tenía que pasar lo
que paso. Pero la realidad es que antes de que sucedan los hechos violentos
todo parece conciliarse para no descubrir, ni a los ojos más “expertos” y
acostumbrados, lo que puede suceder.

Unos años más tarde, en 2004, otro suceso de extrema gravedad ponía en
entredicho la eficacia predictiva y la propia labor rehabilitadora de los
responsables penitenciarios. En este caso un agresor sexual crónico de 35
años y que había pasado los últimos 19 años de su vida en prisión por una
serie de agresiones sexuales, salió de permiso de la prisión y asesino y
agredió sexualmente a dos mujeres, agentes de policía en prácticas, en un
hecho que conmociono la ciudad de Barcelona. Todos los técnicos y
responsables penitenciarios que conocían a este delincuente sabían de su
“peligrosidad”, había realizado 6 agresiones sexuales sobre mujeres adultas
desconocidas para él. Era fácilmente predecible una nueva agresión sexual
pero nadie lo creía capaz de realizar un asesinato. Su comportamiento en
prisión era correcto y sin ser un preso modelo no tenía graves problemas de
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adaptación al medio penitenciario. ¿Era peligroso o no? A la luz de su


historia y del último delito quién no lo calificaría así. Pero el problema de la
predicción es estimar esta peligrosidad antes de que la conducta del interno
despeje esa duda con la claridad que nos muestran estos dos casos.

Y en 2008, a resultas de la coincidencia temporal de dos hechos, una


agresión sexual y homicidio de un niño de 5 años a manos de un pedófilo
convicto de permiso penitenciario en Francia y la puesta en libertad en
Barcelona de otro agresor sexual no-rehabilitado, se plantea un debate
público sobre la necesidad de la “castración química” de estos delincuentes
para reducir el riesgo de reincidencia y aumentar la seguridad pública. En
Cataluña, impulsada por la consejera de justicia de la Generalitat, se reunió
una comisión de expertos, presidida por un jurista de larga tradición, el Sr.
Jose Maria Mena, para tratar el tema de la reincidencia en delitos graves,
entre los que se deben enmarcar las agresiones sexuales reiterativas. Allí se
acordaron varias propuestas de medidas para el control de la reincidencia.
En concreto se propone incluir el tratamiento hormonal (mal llamado
“castración química” y que debe denominarse “supresión hormonal
reversible”) en el contexto, y con las regulaciones propias de un tratamiento
farmacológico, del tratamiento integral para el control de la agresión sexual.
Además se recomendó introducir instrumentos de evaluación del riesgo de
violencia futura de forma habitual en el contexto jurídico-penitenciario,
compartir informaciones relevantes con otros agentes preventivos, el
tratamiento penitenciario de estos delincuentes, el uso de la libertad
vigilada, etc… (ver Informe Comisión)1

Con todas las reservas de los casos “únicos”, como son los anteriores a
efectos empíricos, los casos presentados nos plantean directamente el
problema que queremos tratar ¿Podemos anticipar los delitos violentos? ¿Se
puede predecir la reincidencia violenta? ¿Existen técnicas que ayuden a los
técnicos de prisión a tomar decisiones anticipando lo que puede suceder con
los internos a los cuales se les da un permiso, se les cambia de clasificación
o se les otorga un nuevo destino en el centro penitenciario? De estos
problemas trata la valoración del riesgo de violencia. La posibilidad que un

1
http://www20.gencat.cat/docs/Justicia/Documents/ARXIUS/Comissio_Mena_cas.pdf
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interno en prisión se suicide o se produzca lesiones físicas graves, que


pueda producir daño o se comporte violentamente con otros internos o con
cualquiera de los trabajadores penitenciarios o incluso sobre su propia
pareja en una visita. Estos comportamientos violentos que acontecen en el
interior o el exterior de los centros penitenciarios, también en contextos
como en el cumplimiento de medidas de seguridad en centros sanitarios o
en los entornos donde el penado cumple sus “penas alternativas”, tanto en
adultos como en jóvenes, es uno de los objetivos de la prevención y de la
intervención penitenciaria y que hay que alcanzar por medio de la acción de
sus técnicos.

Este trabajo es una reflexión actualizada sobre el impacto que tiene la


valoración del riesgo de violencia en el contexto penitenciario y en
referencia a la tarea de los técnicos penitenciarios. Se enmarca entre tres
elementos determinantes: la violencia, la delincuencia violenta y la
predicción del riesgo de violencia en el medio penitenciario. Se presentarán
argumentos a favor de considerar la prevención de la delincuencia violenta
como uno de los apartados destacados de la prevención de la violencia en
general. Así mismo se incluye un repaso a la concepción de la violencia, en
una visión compartida jurídico-sanitaria que promueve la OMS. En el
segundo apartado se analiza el problema de la delincuencia violenta, su
prevalencia e incidencia en España incluyendo una breve aproximación a la
violencia intra-institucional que en el medio penitenciario ocupa un lugar
importante en cuanto a la tarea predictiva. Por último se propone sustituir
el diagnóstico de la peligrosidad criminal de los internos, como elemento
propio del pronóstico de la reincidencia violenta por una nueva tecnología:
la valoración de riesgo de violencia. Los argumentos centrales de esta
nueva tecnología predictiva provienen de la mayor sensibilidad predictiva de
ésta y de su modificabilidad. Atendiendo a este último factor, en los dos
apartados finales del trabajo, se presentan las guías de valoración del riesgo
de violencia y su utilidad en el marco de la gestión del riesgo de violencia
que será, a nuestro entender, uno de los nuevos retos profesionales de los
técnicos penitenciarios. La gestión del riesgo de violencia complementará a
los tratamientos psicológicos en las prisiones, permitiendo una reducción
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eficaz de los fenómenos violentos que son propios de la delincuencia más


grave y perniciosa.

2.- El problema de la violencia y la delincuencia violenta

2.1.-Violencia: entre la justicia y la salud pública


La violencia es un fenómeno interpersonal y social que afecta seriamente al
bienestar y la salud de los individuos (Reiss, 1994). En la actualidad es un
problema colectivo y social de primer orden, que tiene graves
consecuencias sobre el desarrollo político-económico y social de los grupos
humanos (Krug et al., 2002). Esta realidad ha provocado una importante
alarma social y una reacción de rechazo e intolerancia generalizada acerca
del uso de la violencia en las relaciones humanas. La mayoría de sociedades
identifican el comportamiento violento con el delito u otra forma de
comportamiento anti-normativo y antisocial (Lykken, 1995). La violencia,
sus causas y consecuencias convocan a juristas, criminólogos, sanitarios,
expertos en conducta y trabajadores sociales en estrecha colaboración a la
búsqueda de soluciones eficaces. Muchos de estos profesionales
históricamente ya se habían ocupado de estos problemas en el marco de la
Criminología (Garrido, Stangeland y Redondo, 2006) pero hoy comprender
la delincuencia violenta es un nuevo reto que debe asumir la Criminología
del s.XXI. En este momento histórico nuestra sociedad y con respecto a la
violencia, especialmente la interpersonal (delitos violentos, agresiones
sexuales, …) muestra una actitud compuesta por la combinación de tres
elementos importantes: la sensibilidad al riesgo, la obsesión por la
seguridad y la intolerancia colectiva a la violencia.

A lo largo del siglo XX la Criminología desarrolló numerosas teorías acerca


de las razones del delito (Garrido y otros, 2006). Estas teorías se ocupan
del delito en general, el delito entendido como un conjunto heterogéneo de
acciones antinormativas que tenían en las razones sociales e individuales
sus principales causas. La delincuencia violenta, en la medida en que se
caracteriza principalmente por sus dañinas consecuencias en las personas,
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tiene muchos efectos preocupantes: inseguridad, amenaza a la salud


pública ya que se convierte en un factor de mortalidad, victimización,
perdida y disminución de la productividad, miedo al delito, descenso de la
calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos, además de los costos
directos e indirectos que representa le gestión y control de estos actos
delictivos (DeLisi y Conis, 2008). Las teorías criminológicas han de mejorar
y especializarse para explicar el delito violento. Los modelos clásicos son
poco específicos para este tipo de delincuencia que no responde a las
causas clásicas (pobreza, necesidades, anomia social,..), quizás la búsqueda
de las explicaciones del delito violento se encuentren, probablemente, más
en el nivel individual que en el comunitario. Por último el delito violento
requiere nuevas estrategias de intervención y control, que van más allá de
las que aplica el sistema penal y requerirá un esfuerzo comunitario donde
los protagonistas sean los profesionales de la política criminal pero en
colaboración con los profesionales de la educación, la sanidad y los servicios
sociales.

La violencia es un problema social y de salud pública que afecta a los


humanos desde que nacen hasta que mueren. La violencia entendida como
problema de “salud pública” supera en mucho el tema de la delincuencia a
la que, naturalmente, integra. El problema de la violencia hoy en España, y
en el mundo occidental, es tanto un problema penal como de salud pública.
Es penal porque todas las acciones que incluyen violencia forman parte de
los delitos que se recogen en el código penal. Es también un problema de
salud pública porque las consecuencias de la violencia afectan notablemente
a la salud y el bienestar de las víctimas. Si hace unos cuantos años la
preocupación con los agresores sexuales, por ejemplo, era propia de los
criminólogos ahora la violencia sexual es también una preocupación
compartida tanto por el personal sanitario (especialmente interesado en
intervenir con las víctimas) como por el penitenciario (en relación con los
agresores). Como fenómeno complejo que es la violencia no se comprende
solamente desde una perspectiva única sino que requiere aproximaciones
multidisciplinarias. Los profesionales penitenciarios, como sucede con el
resto de profesionales del mundo de la justicia, abordan tradicionalmente el
problema de la violencia desde un paradigma unitario, el jurídico-
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criminológico. Ahora las aportaciones sobre este problema que vienen de


ámbitos como el sanitario o el asistencial son imprescindibles para
comprender el fenómeno complejo de la violencia. Esta afirmación adquiere
máxima significación al hablar de la prevención.

Las soluciones para evitar la violencia se reclaman a distintos profesionales.


A los psiquiatras y los psicólogos, por la creencia extendida de que la
violencia está estrechamente vinculada a la enfermedad mental, el consumo
de alcohol y otras drogas así como múltiples variables personales como el
autocontrol o la agresividad. Se pide a los sociólogos y trabajadores sociales
que aporten soluciones desde sus conocimientos para este grave problema
asociado a los factores de riesgo social tales como la marginalidad, la
pobreza, las actitudes pro-violentas, etc. También los educadores y los
maestros están llamados a esta colaboración porque la prevención escolar y
precoz puede resolver en parte la aparición de comportamientos violentos.
Pero los profesionales que se llevan la palma en esta demanda social son
todos aquellos directamente relacionados con la gestión y el control de la
delincuencia: criminólogos, juristas, policías, técnicos penitenciarios, etc. La
razón es más que evidente: las acciones violentas son una forma de
comportamiento social consideradas como delito en casi todas las leyes y
códigos penales vigentes en las sociedades avanzadas y por tanto la
conducta violenta es causa de persecución, detención, juicio y condena de
sus autores. La preocupación por la violencia ha impactado directamente
sobre la criminología y sus profesionales, ya que si bien la delincuencia
violenta siempre les había interesado, desde hace unos años ocupa un lugar
preeminente (Redondo y Andrés-Pueyo, 2007).

La violencia juvenil, la violencia familiar y de pareja y, muy especialmente


las formas de violencia criminal más extremas, como las agresiones
sexuales o los asesinatos, son problemas sociales urgentes aunque muchos
de ellos no son nuevos. Generan demandas profesionales inmediatas para
encontrar soluciones eficaces. Como las dimensiones de los problemas que
crea la violencia son diversos: políticos, jurídicos y socio-sanitarios
requieren una intervención multiprofesional coordinada. Un buen ejemplo
de esto que decimos lo vemos al analizar la lucha contra la violencia
doméstica y de pareja. Además de los expertos, muchos otros “opinadores”,
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algunos demasiado alarmistas, aportan sus reflexiones y también sus


soluciones que a veces se convierten en normas y leyes que afectan
negativamente al funcionamiento social (Larrauri, 2008; Redondo, 2009).

Entre los expertos que se ocupan profesionalmente de la violencia se


encuentran los técnicos de prisiones que, a su vez, provienen de esta matriz
variada de profesionales que agrupa la criminología. Los técnicos
penitenciarios, en tanto que piezas clave del servicio público que cumplen,
tienen encomendada una tarea que los sitúa en el “interfase” entre los
ciudadanos y los delincuentes, al recibir del Estado el encargo de custodiar
y rehabilitar a los penados, entre los cuales se encuentran los delincuentes
peligrosos y violentos de los que nos vamos a ocupar en este trabajo.

2.2.- Violencia y criminología: prevención de la delincuencia


Definimos la violencia siguiendo a la OMS (Krug y otros, 2002) como: “…el
uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o
efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños
psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. Esta definición
considera la violencia como algo más que una conducta. La violencia no es
ni una respuesta emocional, ni un síntoma psicopatológico, un instinto o
impulso irrefrenable, ni una respuesta simple, automática o irreflexiva. La
violencia es una estrategia psicológica que se pone en marcha por parte de
los individuos (o a veces por parte de los grupos) para alcanzar un fin
determinado y para ello se ejerce (Andrés y Redondo, 2007). Por ejemplo
en el caso de la delincuencia violenta organizada o en el terrorismo vemos
claramente esta concepción de la violencia como estrategia. Esto significa
que la violencia requiere, por parte del sujeto o grupo que la realiza, la
utilización de diferentes recursos y procesos que convertirán
deliberadamente esta estrategia en un comportamiento o serie de
comportamientos dirigidos a lograr un objetivo, generalmente un beneficio
a costa de dañar a otros. La violencia tiene diversas formas de expresarse
aunque casi siempre, debido a la importancia de sus efectos, consideramos
la violencia física como su modelo más representativo. Pero hay otros tipos
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de violencia, como la psicológica, económica, negligencia, etc., que forman


parte de este complejo fenómeno y que siempre comparten dos
características definitorias: la intención de dañar y la consecución de estos
daños en la víctima.

M. Rutter (1998) distingue dos tipos básicos de delitos donde la violencia


tiene un papel primordial. Los delitos violentos se pueden dividir en aquellos
en los que la violencia tiene una función instrumental y una utilidad clara
para la finalidad que persigue el delincuente (ejemplos de este tipo son el
secuestro, la violencia sobre la pareja, el terrorismo, el homicidio por
encargo..) y los delitos en que la violencia está asociada a una situación de
intenso contenido emocional (como un homicidio en el contexto de una
pelea, la agresión física entre bandas juveniles, ….). Estas categorías no son
mutuamente excluyentes ya que por lo general acontecen, con mucha
frecuencia en una secuencia interactiva o de forma complementaria, a veces
muy difícil de distinguir. No es nada infrecuente que en el curso de un
atraco, donde la situación emocional del agresor y de la víctima es de una
gran alteración, se puedan dar sucesos violentos no planificados
anteriormente y con poca “utilidad” para la finalidad del mismo, pero con
consecuencias fatales para la víctima. La mayoría de sucesos violentos
cursan con cambios emocionales intensos y por tanto la división antes
mencionada es simplemente a efectos de comprender mejor la
heterogeneidad de la naturaleza de la violencia en los delitos.

La anterior distinción propuesta por Rutter es convergente con la que ha


mantenido tradicionalmente la Psicología al distinguir dos tipos de agresión
que aparecen en la estrategia violenta. La agresión instrumental es la que
predomina en la delincuencia que más preocupa. Los intereses,
motivaciones y forma de operar están pensados y programados para
conseguir una determinada finalidad y las claves explicativas hay que
buscarlas en el plano racional de los actores que realizan las acciones
delictivas. Esta realidad nos enfrenta con el peor caso de la violencia,
aquella que no responde a “pulsiones” o “alteraciones” susceptibles de
tratamiento psicológico o que están asociadas a estados pasajeros del
sujeto. De ahí que la violencia que se ejerce de este modo sea el mejor
ejemplo de la definición de violencia como estrategia finalista. Controlar,
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prevenir y recuperar a los agresores que utilizan la agresión instrumental es


muy difícil. Estos delincuentes suelen ser, en su ejecución antisocial,
personas eficaces, competentes con unas creencias y valores
profundamente antagónicos con los valores sociales predominantes en las
sociedades humanas modernas. Entre éstos delincuentes se incluyen
personajes cercanos al “prototipo” de delincuente peligroso, representado
por el psicópata, aunque a veces esta asociación es incorrecta. No obstante
no todos los delincuentes violentos encajan en ese tipo “peligroso” ya que a
veces personas sin antecedentes o sin perfiles típicamente delictivos
también pueden cometer un acto violento.

El otro tipo de violencia es la que implica la agresión reactiva. Es la que


generalmente asociamos a los ataques de ira, de venganza por celos
pasionales o situaciones emotivas. Es una agresión instantánea, no
planificada, aunque si intencional, y además en la mayoría de los casos
fácilmente identificable. No es habitual en el tema que nos ocupa, pero
tampoco es infrecuente en la actualidad y en delitos como son los de
violencia doméstica o de pareja. Pensemos en peleas, enfrentamientos en la
calle, agresiones domésticas,... muchas situaciones que, a diferencia de la
violencia instrumental, no dejan ningún “beneficio” a los actores y que se
realizan bajo impulsos sin control. No obstante y si analizamos los sucesos
violentos en sí mismos y de forma diferenciada, nos encontraremos que en
algunas ocasiones estos actos violentos impulsivos (de ahí que se
denominen gratuitos o inútiles) acompañan acciones planificadas de forma
cuidadosa y detallada pero más como subproducto que como centro de la
acción delictiva.

Una conclusión aceptada mayoritariamente es que la mejor forma de


combatir la violencia y sus efectos es la prevención de la misma (OMS,
2006). Esta afirmación, que a veces más parece un “mantra” que una
realidad, forma parte del repertorio de medidas que las sociedades
modernas disponen para tratar cualquier problema grave que les afecta. La
prevención se propone para evitar los accidentes de tráfico, las
enfermedades coronarias, la hipertensión, los incendios, los accidentes
laborales, etc.. siempre que tratamos de evitar las consecuencias dañinas o
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lesivas de cualquier fenómeno social, natural o tecnológico, la prevención es


la mejor estrategia.

La prevención de la delincuencia violenta, uno de los apartados más


destacados de las políticas de prevención de la violencia en general, se
ocupa de identificar las formas de evitar que los delincuentes (y otros
inimputables) no vuelvan a reincidir en sus actos violentos. Esta
consideración se extiende a otras formas de violencia, como las auto-
lesiones o los suicidios y de las conductas violentas intra-institucionales.
Para que la prevención sea eficaz hay muchas estrategias variadas pero
todas confluyen en: eliminar las causas de la violencia, reducir los factores
de riesgo e incrementar los factores de protección de los agresores y,
también, mejorar las condiciones ambientales que facilitan la violencia, así
como dotar de recursos de protección (empowerment) a las víctimas
potenciales. La prevención de la violencia involucra a aquellos sectores
relacionados con la justicia criminal, la educación, el bienestar social, el
transporte, la vivienda, el comercio y los medios de comunicación, así como
a las asociaciones que representan a las víctimas y a otros grupos sociales,
es decir la prevención implica una actuación comunitaria. No obstante y por
razones obvias los técnicos de prisiones, como los policías y otros
profesionales y agentes jurídicos tienen un papel inmediato, directo y
primordial en la prevención de la delincuencia violenta.

Una reciente revisión de las políticas de prevención de la violencia en 7


países occidentales (Australia, Canadá, UK, Holanda, Alemania, USA y
España2) repasa el estado actual de esta cuestión y los autores concluyen
que deben unirse los procedimientos de prevención propios de las
respuestas jurídicas con las propias de los enfoques sanitarios y de salud
pública (Junger et al, 2007). En esta colaboración recae gran parte del éxito
de las políticas preventivas. Las estrategias y los programas preventivos
aplicables a la delincuencia violenta son variados y sus aplicaciones son
múltiples. En cualquier programa preventivo es necesario conocer a priori
la magnitud, el tipo y el riesgo de que acontezca lo que queremos prevenir.

2
En este estudio se ha constatado la ausencia de programas de prevención de la delincuencia y
específicamente de la delincuencia violenta (o de la violencia) y es un déficit que debería ser resuelto
siguiendo las directrices de la OMS (2006).
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Esta observación es fundamental porque la prevención requiere esfuerzos


(muchas veces costosos y con beneficios muy dilatados en el tiempo) a
modular en función de los riesgos reales o estimados. Consideremos por un
momento, por ejemplo, la activación de los servicios de emergencia cuando
se acerca una fuerte tormenta o en construir un edificio en zonas de alto
riesgo sísmico. Estas acciones dependen de la valoración del riesgo
existente en la meteorología o en la zona de construcción de un edificio.
Esta valoración, que no deja de ser un pronóstico de lo que podría pasar es
el primer paso en la prevención. En segundo lugar esta anticipación o
predicción debe hacerse de forma eficaz, objetiva y garantizando, en el caso
de querer predecir, ahora sí, la violencia futura, los derechos de las
personas que estamos valorando. La predicción de la violencia es esencial
en la prevención de los efectos de la misma. Pensemos en la situación en
que puede quedar una mujer víctima de la violencia de género cuando su
pareja sale de la prisión con la amenaza explícita de hacer realidad sus
deseos de venganza. La valoración precisa del riesgo que corre esta mujer
es la pieza clave para la prevención de futuras agresiones, su seguridad y
bienestar. Esta valoración del riesgo, esta anticipación de lo que puede
suceder con este agresor en el futuro, no es raro que recaiga sobre un
técnico penitenciario.

El encargo de trabajar profesionalmente con delincuentes violentos,


especialmente para los profesionales del ámbito penitenciario, se debe
incardinar las estrategias de prevención de la violencia ya que la reinserción
del delincuente, entre otros efectos, debe evitar la reincidencia y por tanto
es una tarea preventiva específica. Esta tarea presenta dos caras
contrapuestas para los técnicos. Por una parte es un reto excitante porque
ofrece oportunidades de comprender, modificar y eliminar los
comportamientos humanos más dañinos. Además se dirige al grupo de
delincuentes en que el tratamiento es más urgente y la eficacia de éste más
perentoria, por las consecuencias que tienen en comparación con otras
modalidades delictivas. Es un encargo muy difícil por la complejidad del
problema que comporta y sobre el cual se depositan numerosas
expectativas. Enfrenta a los profesionales con la responsabilidad de
proteger la seguridad pública del riesgo que representan estos delincuentes,
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con la resistencia al cambio de éste tipo de delincuentes y a veces hasta con


su propia seguridad personal y perseverancia profesional por la cronicidad
de los elementos que determinan la peligrosidad violenta de estos
delincuentes. De forma analógica el problema del tratamiento de la
violencia es, salvando las distancias, como el problema del tratamiento del
cáncer en la sanidad. Esta enfermedad (o conjunto de enfermedades) es un
gran reto para los especialistas, combatir el cáncer es excitante pero
también es descorazonador porque el resultado de este combate en
términos de eficacia no siempre es lo gratificante que debería ser.

Así pues entre las muchas demandas que reciben los funcionarios y técnicos
de prisiones se incluyen las que tienen que ver con la predicción y la
prevención de la violencia. La predicción de la reincidencia (especialmente
la violenta), la valoración de la eficacia del tratamiento penitenciario, la
propia administración del tratamiento, la clasificación, la valoración de las
condiciones para la concesión de un permiso, etc.. son numerosas las tareas
que requieren la intervención y en última instancia la decisión de un técnico
y, esta decisión analizada en clave preventiva, se relaciona con la
reincidencia y es, en cierto modo, una prueba de la eficacia de la
reinserción.

3.- Los delincuentes violentos: problemática actual en las


prisiones

3.1.- La delincuencia violenta


Una simple mirada a la realidad criminológica diaria nos ofrece un
panorama en el cual los delitos violentos más graves (homicidios,
agresiones sexuales, amenazas graves, lesiones que requieren atención
médica y que dejan secuelas permanentes, etc…), a veces extraordinarios,
los realizan reclusos de permiso o ex-carcelados; maridos, ex maridos o
novios sometidos a órdenes de alejamiento de sus parejas, jóvenes
adolescentes con precoces historiales violentos y en algunos casos, aún
menos frecuentes, enfermos mentales dados de alta de hospitales
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    16   
 

psiquiátricos o en tratamiento ambulatorio. Naturalmente que éstos no son


los únicos delincuentes violentos, pero al menos en términos estadísticos,
son los que tienen la mayor probabilidad de autoría de los delitos violentos
(Monahan y Steadman, 1996). Por ello, al menos en el imaginario colectivo,
están asociadas estas características a los autores de los delitos violentos.
Muchos de los delitos violentos como los homicidios, asesinatos de pareja,
lesiones, agresiones sexuales y robos con violencia son perpetrados por
individuos que experimentan fuertes sentimientos de ira, venganza, apetito
sexual, ansia de dinero y propiedades o desprecio hacia otras personas
(Redondo y Andres-Pueyo, 2007)

Actualmente existe un alto grado de sensibilidad y preocupación ciudadana


por la delincuencia violenta y su control. Esta realidad la muestra el caso de
la reciente libertad, y la consiguiente discusión posterior, del llamado
“Violador del Ensanche II” en Cataluña. Este caso, como hemos descrito ya,
motivo un debate importante sobre las medidas a tomar con los
delincuentes violentos que una vez acaban su condena acceden a la libertad
sin garantías de que su comportamiento delictivo futuro no se repita. Este
tema ha coincidido en el tiempo con el auto del Tribunal Supremo que dio
lugar a la llamada “Doctrina Parot” referida a la aplicación de las penas de
prisión en casos de terrorismo. De esta sentencia se ha concluido que hay
que seguir controlando penalmente a aquellos delincuentes que aún y
habiendo cumplido su pena siguen siendo personas peligrosas. A estas
medidas se les denomina post-penales. Ciertos sucesos violentos
producidos por delincuentes o exdelincuentes y una acrecentada actitud de
intolerancia colectiva hacia el riesgo de reincidencia violenta, se han
convertido, en la práctica, en una exigencia social uniforme de incremento
del control penal para la eliminación de la violencia en todas sus facetas. Al
margen de si esta exigencia es realista o está mediatizada por los medios
de comunicación, se somete a los técnicos responsables del control de la
delincuencia violenta - policías, jueces, psicólogos, técnicos penitenciarios,
trabajadores sanitarios y judiciales - a una doble exigencia: a) por una
parte se reclama una acción eficaz, y no se admiten errores ni
equivocaciones y, b) por otra parte, quizás no tan patente, se reclama a
aquellos que las decisiones que tomen sean transparentes y respetuosas
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    17   
 

con las legislaciones vigentes. Se quiere saber quien, como y porque se


tomo una decisión, como la de dar un permiso a un preso que durante el
mismo comete un nuevo delito violento, que puede afectar a la seguridad y
bienestar de las posibles víctimas futuras.

Cuando hablamos de delincuencia violenta todos sabemos a qué hacemos


referencia aunque no tengamos un término único y consensuado todavía.
De hecho a estos delincuentes se les llama también delincuentes peligrosos,
delincuentes habituales graves, sujetos peligrosos responsables de varios
delitos, entre otras denominaciones. El delincuente habitual peligroso o
violento plantea una serie de problemas especiales y por ello se discute que
tratamiento jurídico debe dársele: agravar la pena (agravante de
reincidencia) o bien como tratarlo de forma específica durante la ejecución
de la pena (cumplimiento efectivo de la pena, control post-penal..) Esta
situación refleja el recurso único y primordial a la pena como modo de
tratar la delincuencia habitual violenta cuando quizás deberíamos ampliar el
repertorio de recursos para ésta tipología delictiva que es, como veremos,
muy heterogénea.

Hemos dicho antes que la violencia es un fenómeno social pero también es


un fenómeno interpersonal. La violencia interpersonal es, también, un
fenómeno complejo, heterogéneo e infrecuente (Andrés-Pueyo y Redondo,
2007). Como tal y por sus consecuencias la violencia no ha sido, hasta muy
recientemente, objetivo de análisis y estudio riguroso aunque sí objeto de
muchas especulaciones pseudo-científicas. De hecho la violencia en general
y, en particular, algunas de sus formas más graves – como la violencia
contra la mujer o la violencia sexual – se han convertido recientemente en
un problema de interés para los científicos que está recibiendo una atención
creciente (ver Science, 28 de Julio de 2000).

La delincuencia violenta es un tipo de delincuencia que representa un


problema social de primer orden. No es el tipo más habitual ni tan siquiera
está aumentado de forma muy intensa, sin embargo son el tipo de delitos
que más preocupa y que tiene una influencia determinante en la política
criminal (Diez Ripollés, 2006). La prevalencia anual en España de los tipos
de delincuencia violenta es bastante estable en los últimos años y, como
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    18   
 

veremos después no se ha disparado de forma destacada. Esta afirmación


incluso es cierta en el caso de la delincuencia violenta juvenil (Rechea y
otros, 2008). La violencia, que identifica la delincuencia violenta, hace
referencia al uso de la agresión física (o amenaza creíble) en la comisión del
delito que produce daños, lesiones y otras consecuencias graves en las
personas y en sus propiedades. Generalmente las consecuencias de la
delincuencia violenta para las víctimas son muy graves afectando a su salud
física y mental, su desarrollo psico-social, su bienestar y por supuesto sus
derechos básicos como persona (derecho a la vida, la libertad sexual,
etc..). En términos de magnitudes hay que considerar que las agresiones
con resultado de lesiones en las víctimas son, por lo general, unas 20 veces
más frecuentes que los asesinatos u homicidios (Bartol y Bartol, 2005).

La delincuencia violenta es heterogénea. Como el resto de tipos de


delincuencia, no es una forma única y homogénea, diferente del resto de
tipos de conductas delictivas. Tampoco es una forma aislada de conducta
criminal. Muchos delincuentes violentos realizan, además, delitos de otro
tipo (contra la propiedad, la salud pública,…) y sus conductas delictivas se
rigen prácticamente por las mismas reglas que las demás acciones
delictivas. Delimitar el ámbito de lo que denominamos “delincuencia
violenta” es relativamente fácil. Incluimos todos aquellos delitos que tienen
como consecuencia el daño grave (causado por una acción física, psicológica
o negligencia) de las víctimas y su patrimonio (en algunas ocasiones).

Incluiremos como delitos violentos, a efectos de este trabajo sobre


predicción de violencia futura, aquellos delitos que se ejercen con niveles
variados, de intensidad y frecuencia, de violencia. Hay que señalar que la
violencia se caracteriza tanto por las consecuencias de la misma (lesiones,
daños, sufrimiento…) como por la intencionalidad de su origen (voluntad de
dominar, dañar, someter, etc…). Entre ellos se deben incluir los delitos
contra las personas, contra la vida, los robos con violencia, los delitos de
naturaleza sexual y todos aquellos que damos en agrupar bajo la categoría
de violencia familiar (contra la pareja, contra los hijos, contra los padres y
los ancianos). Además en algunas legislaciones también se incluyen los
llamados “hate crimes” que podríamos traducir como delitos xenófobos o
racistas ya que se trata de delitos, generalmente violentos o muy violentos,
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    19   
 

que se realizan por motivos raciales o ideológicos contra personas


individuales o grupos étnico-culturales. En cierto sentido algunos delitos de
terrorismo también se podrían incluir en esta categoría pero por su
especificidad no nos ocuparemos de ellos en este trabajo. Los delincuentes
violentos, incluso en el caso de los jóvenes, son un pequeño grupo dentro
del heterogéneo grupo de los delincuentes (Garrido et al, 2006). En general
se sitúa la delincuencia violenta en un rango inferior al 15% y en el caso de
los delitos violentos producidos por los jóvenes quizás sea inferior (Bartol y
Bartol, 2005). A las clásicas categorías de delincuencia violenta no paran
de sumárseles otras nuevas o al menos “renovadas”. La realidad reciente en
nuestro país, también en nuestro entorno internacional, se caracteriza por
la expansiva categorización de nuevos comportamientos delictivos y muchos
de ellos en la esfera de la violencia. Así la consideración de la violencia de
género y machista a lo que antes reconocíamos como delitos domésticos e
intrafamiliares, o la llamada “violencia vial” para identificar los delitos contra
la seguridad del tráfico son un ejemplo de esta tendencia a la
reconsideración de ciertos comportamientos antisociales como delitos
violentos.

Dentro del grupo de los delincuentes violentos se encuentran aquellos que


concitan el interés de los “mass media”, de la literatura “negra”, los
telefilms y las películas de terror. Son los “asesinos en serie”, los
“predadores sexuales”, los “asesinos de masas” y otros delincuentes
excepcionales más. Estos personajes que, siendo desgraciadamente reales y
que se convierten en casos de gestión penitenciaria compleja, no
representan el modelo del delincuente violento, sino casos extremos de
personas en las que la mezcla de patologías mentales, sociales y colectivas
junto con circunstancias socio-familiares muy infrecuentes, pero
concomitantes, dan lugar a estos delincuentes violentos tan impactantes
socialmente y que tanto eco mediático reciben.

¿Qué tienen en común los delitos violentos? Además de las graves


consecuencias para las víctimas es destacable que comparten una elevada
perseverancia en los criminales (a veces a lo largo de la vida), la
sensibilidad de sus disposiciones a los efectos del alcohol, las drogas y las
enfermedades mentales y la combinación compleja de factores emocionales,
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    20   
 

cognitivos y situacionales entre sus antecedentes. También es común a los


delitos violentos un nivel bajo o medio de reincidencia. Contra lo que se
cree los niveles de reincidencia de los delincuentes en prisión condenados
por delios violentos son más bajos que los del resto de delincuentes. Una
excepción es importante en este dato algo “contraintuitivo” y es el que hace
referencia a la violencia asociada a los delitos contra la propiedad que si que
muestran un nivel elevado de reincidencia. Los delitos contra las personas y
contra la libertad sexual, evaluados en clave de reincidencia penitenciaria,
son menos repetitivos que el resto (Capdevila y Ferrer, 2009). Es
destacable la baja prevalencia de este tipo de delitos como es propio de la
epidemiologia de la violencia ya que habitualmente se estima en tantos por
mil o por diez mil (ver más adelante el apartado de prevalencia). Por último
los delitos violentos se caracterizan por suceder con mucha frecuencia entre
personas conocidas y con relaciones habituales. En los USA se ha analizado
la importancia que tienen las relaciones entre agresor y víctima en los
asesinatos u homicidios. Los datos indican que uno de cada 5 sucesos de
este tipo se da entre personas relacionadas familiarmente entre ellas y, en
estos casos, el 50% de los sucesos la víctima es la mujer (Bartol y Bartol,
2005)

A pesar de que los delitos violentos son infrecuentes sirven de paradigma


de la delincuencia. Esta realidad provoca muchas confusiones y mitos, como
por ejemplo el de la elevada reincidencia de los agresores sexuales. Esta
creencia social, compartida por más del 75% de los ciudadanos encuestados
en diversos estudios es falsa, los agresores sexuales, como grupo, tienen
tasas de reincidencia medias o bajas. En general los delincuentes violentos,
incluso los jóvenes delincuentes violentos, son un pequeño grupo dentro del
heterogéneo grupo de los delincuentes. Este pequeño grupo no obstante es
el modelo del delincuente, constituye el modelo “social” del delincuente y
suele ser así porque este tipo de delitos es el que más repercusiones
mediáticas tiene en la población al ser el que produce los efectos más
graves y dañinos, a pesar de quese suele concentrar en un grupo pequeño
de delincuentes. Casos como el gravísimo triple asesinato de las
adolescentes de Alcasser, en 1993, no por infrecuente ha dejado de ser el
paradigma de esta delincuencia más peligrosa y violenta. Los delitos
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    21   
 

violentos causan un hondo impacto en la memoria social y tienen efectos en


la forma de pensar acerca de la delincuencia en cada momento histórico por
eso prevenir y evitar estos sucesos, algo factible por medio de la valoración
del riesgo de reincidencia violenta, tiene tanta importancia.

3.2.- Prevalencia y reincidencia de la delincuencia violenta


Tratar adecuadamente la delincuencia violenta, para su prevención
rehabilitación, requiere un conocimiento detallado de la misma. Este
conocimiento se consigue por medio de dos procedimientos estrechamente
relacionados entre sí: delimitar con precisión el fenómeno de la delincuencia
violenta, es decir definir sus tipos, distinguiéndola de otros tipos de
delincuencia y, en segundo lugar, estimar empíricamente su realidad
objetiva en nuestra sociedad y para un momento temporal concreto. Para
conocer esta realidad necesitamos obtener datos de prevalencia, frecuencia
e incidencia. Éstos provienen de fuentes diferentes, con fiabilidad moderada
y entre ellas se incluyen informaciones policiales, judiciales y penitenciarias.
Veamos algunos datos ya que el conocimiento empírico, “basado en la
evidencia”, es muy útil y práctico cuando nos enfrentamos a la prevención y
la predicción de la violencia. Necesitamos una aproximación cuantitativa
para conocer la realidad alejándose de ideas y “a prioris” ideológicos o
culturales. En la tabla 1 están resumidos, para los tipos de delitos violentos,
la frecuencia anual de detenciones realizadas por la policía en España entre
2000 y 2004, se muestra también la dirección del incremento/decremento
de los delitos. Además se incluyen los mismos datos, referidos al año 2006
y en la última columna una categorización estimada, por rangos, del riesgo
de reincidencia observado para cada tipo de delito. Todos los datos que aquí
se presentan provienen de informes policiales de detención de los delitos
que consideramos violentos. Es obvio que estas medidas no son una
evaluación exacta y del valor absoluto de la realidad delictiva, pero sí que
nos muestran unas cifras orientativas. Una advertencia, éstos datos hay
que analizarlos teniendo en cuenta los cambios importantes que ha tenido
la población de la que provienen, ya que en el intervalo entre los años 2000
a 2006, la población de referencia ha aumentado, por causa de la intensa
inmigración, de forma muy significativa en España (en torno a un 3%) y,
además, la mayoría de delincuentes violentos pertenecen a unos rangos de
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    22   
 

edad “sobrerrepresentada” por los inmigrantes establecidos en España en


los últimos años.

************** Insertar tabla 1 ******

¿Qué otras evidencias empíricas nos pueden informar acerca de la magnitud


del fenómeno de la delincuencia violenta? Vamos a ver una serie de datos
origen policial y penitenciario que, a pesar de ser de orígenes diversos y con
poca homogeneidad comparativa, nos permiten hacernos un esbozo de la
realidad.

En el informe de criminalidad del año 2006, publicado por el Ministerio del


Interior se indicaba, una reducción de los delitos violentos que oscilaban
entre el -4,3% para los delitos de robo con violencia hasta un -2% para los
delitos de asesinato y homicidio. No obstante en este informe, que
comparaba las tasas de 2005 con las del 2006, se observaba un aumento
del 8,4% para los delitos violentos en el ámbito familiar. En el mismo
informe de 2009, referido al año anterior el 2008, se describían los
siguientes datos. Número de infracciones penales violentas, en 2001 eran
59.737 y en 2008 un total de 105.009. La tasa de criminalidad general en
2001, según el mismo informe, era de 3,51%, prácticamente idéntica a la
de 2008. En este informe se indica que los delitos violentos tuvieron una
prevalencia anual del 0,27%, los robos con violencia un 1,75% y las faltas
con lesión una prevalencia del 0,21%.

Otro elemento empírico que nos puede orientar acerca de la magnitud de la


delincuencia violenta es el informe europeo de Criminalidad del cual se ha
publicado el III informe. Según este informe en España en 2001 la tasa de
delincuentes en prisión por delitos violentos era de 3,82% mientras que en
2008 era de 7,52%.

Veamos otros datos que ayudan a formar el esbozo antes mencionado y así
poder disponer de una visión realista de la delincuencia violenta. Se trata de
los datos ofrecidos por el Departamento de Justicia de la Generalitat de
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    23   
 

Catalunya en 2009 y referentes a los principales indicadores penitenciarios


desde 2000 hasta 2008. Creemos que, de forma general, estos datos en %
se pueden generalizar al resto de España. En las prisiones catalanas, con
datos actualizados a Diciembre de 2008, cumplían sus condenas de
reclusión aproximadamente unos 10.000 internos (un 6,98% más que el
año anterior en la misma fecha). En términos comparativos la tasa de
internos en España (excluyendo Cataluña) era de 159 x 100.000 y en
Cataluña era de 139 x 100.000 habitantes. Creemos que en cuanto a la
distribución por subgrupos de delincuentes no deben existir importantes
diferencias entre ambos entornos penitenciarios. En 2008 un 18% de
reclusos estaba en 3er. grado, un 2,1% en 1er. grado y el resto en 2º
grado.

Recientemente se ha publicado por parte del Ministerio del Interior los datos
acerca de la situación de los presos en cuanto a la duración de las penas
que tienen que cumplir. Los datos son los siguientes: Delincuentes en
prisión con condenas de más de 20 años, en el año 2001 habían 2700 con
una tasa de encarcelados de 47.034, es decir un 6,27% y en 2008, con
80.000 internos tenían condenas de más de 20 años un total de 2779, es
decir un 3,47%. Si el indicador de “años” de condena lo asociamos de forma
genérica a los delitos más graves (que suelen ser los violentos) parece que
ha habido un cierto descenso de estas penas e indirectamente de los delitos
violentos.

Asimismo son interesantes los recientes datos publicados sobre niveles de


reincidencia delictiva en Cataluña. El Centro de Estudios Jurídicos y de
Enseñanza Especializada (CEFJE) viene publicando una serie de estudios de
reincidencia penitenciaria que ya va por su tercera oleada. Se publicaron los
datos de reincidencia en el intervalo 1987-1997, en el intervalo 1997-2002
y el último hace referencia al período 2002-2007. En estas tres
evaluaciones de la reincidencia se han obtenido las tasas de reincidencia,
correspondiente a cada período, siguientes: 37,9%, 37,4% y 40,3%. Estos
datos nos indican un ligero incremento en la tasa de reincidencia
penitenciaria. En el más reciente estudio (Capdevila y Ferrer, 2009) sitúan
este nivel de reincidencia en la media europea. La reincidencia delictiva en
Europa se sitúa entre un límite inferior en el 29% y el superior en el 53%
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    24   
 

según se comparen poblaciones penitenciarias primarias, con mayor o


menor presencia de jóvenes o mujeres y de los tipos de delitos así como el
intervalo temporal en que se estima la reincidencia. En resumen podemos
considerar que el promedio de reincidencia delictiva penitenciaria general se
puede situar en torno al 40%. Este reciente estudio de reincidencia,
indirectamente, nos aporta informaciones relevantes sobre la realidad
penitenciaria de los delitos violentos. Según este estudio, que agrupa bajo
el término de “delito violento” los mismos que hemos considerado en este
trabajo, en las cárceles catalanas un 16,5% cumplía condena en 2002 por
delitos violentos y un 83,5% de los restantes delitos (contra la propiedad,
por tráfico de drogas, etc..). Las mujeres mostraban una tasa del 8,9%
mientras que los hombres mostraban una tasa del 17,20% de delitos
violentos. En la evaluación anterior, en 1997, las tasas eran 4,5% y 14,7%
respectivamente. De hecho la tasa de delitos violentos en mujeres se ha
multiplicado casi por 2 en los últimos 5 años mientras que en los hombres
ha aumentado casi un 20% aproximadamente. Un resultado interesante de
este estudio descriptivo es que de la población de reincidentes (la mayoría
por delitos contra la propiedad) únicamente un 18,1% acumula más del
85,4% de las reincidencias. Además muestra que los delincuentes en prisión
que cumplían condenas por delitos violentos apenas si volvían, una vez
estaban en libertad y durante 5 años, a reincidir. Solamente se puede
atribuir el aumento de la delincuencia violenta al elevado nivel de
reincidencia del delito contra la propiedad que se realiza con violencia.

Podemos sostener que la mayor parte de la delincuencia violenta está


producida por hombres y muy frecuentemente por hombres jóvenes. En la
actualidad se constata un incremento en la delincuencia violenta entre las
mujeres pero la diferencia entre ambos géneros sigue siendo muy elevada.
La delincuencia violenta sucede en circunstancias muy diversas que nos
puede ayudar a comprender este comportamiento. En general se reconocen
4 situaciones en las que es frecuente este tipo de delincuencia: en
concomitancia con otro delito, dentro de la familia o en el domicilio, en
lugares públicos y en instituciones. Es frecuente encontrar un elevado nivel
de repetición en algunos comportamientos violentos sobre todo si, como es
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    25   
 

el caso de la violencia familiar, los agresores conviven o tienen acceso fácil


a las víctimas.

Todos estos datos son aproximaciones más o menos rigurosas a la realidad


ya que hay que recordar, cuando hablamos de prevalencia de los delitos
violentos, el problema de la llamada “cifra negra” es muy destacado.
Muchos sucesos violentos se desconocen y por tanto los datos oficiales son
en la mayoría de los casos sub-estimaciones de la realidad. Esta era una de
las realidades más dolorosas en el caso de la violencia doméstica y contra la
mujer. Un importante estudio sobre la violencia ejercida por personas con
trastornos mentales (Estudio de valoración del riesgo MacArthur; ver Arbach
y Andres, 2007) indicó una prevalencia oficial del 4,5% de actos de
agresión física pero por medio de observaciones más precisas esta
prevalencia realmente ascendió hasta el 27,5%. Probablemente con los
delitos violentos ocurridos en el seno de la familia y otros similares las tasas
conocidas de prevalencia son estimaciones a la baja de esta realidad.

3.3.- Violencia intra-institucional en las prisiones


El tema de la violencia tiene muchas facetas en el entorno penitenciario, por
lo menos podemos mencionar tres: el suicidio y las auto-lesiones, que
agruparemos bajo el término violencia auto-dirigida, la violencia intra-
institucional y la reincidencia violenta. Generalmente se piensa en la
necesidad de prevenir y anticipar la reincidencia delictiva de los reclusos
que han finalizado su condena o que, por las razones que sean, se
encuentran fuera del recinto carcelario o en condiciones de libertad u otras
situaciones que les permiten una vida comunitaria casi normal. Sin embargo
cada día adquiere más interés otro tipo de violencia, que también muchas
veces recae en la categoría de delito, pero que acontece en el interior de los
centros penitenciarios o en aquellas fases del cumplimiento de la pena
sobre la cual las instituciones tienen responsabilidad directa. Nos referimos
a la violencia intra-institucional. Este fenómeno es bien conocido por los
técnicos y responsables penitenciarios y aunque a veces parece pasar
desapercibido es una constante preocupación en el trabajo penitenciario. Es
un fenómeno que podemos etiquetar como “mala conducta”, “agresiones y
incidentes en el interior de los centros”, “violencia intra-insitucional”, etc…
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    26   
 

En inglés lo suelen denominar “misconduct” y así lo encontramos en la


literatura científica. En nuestra opinión creemos adecuado denominarla
como “violencia intra-institucional” porque lo que la caracteriza es que se da
entre personas (principalmente internos) que están en el medio
penitenciario, tanto en medio cerrado como abierto o semi-abierto. Esta
conducta violenta se puede dar entre internos, entre internos y personal
penitenciario, entre internos y sus visitas, aunque lo más frecuente es la
violencia entre internos. Junto con este problema existe otro problema de
violencia en el interior de las prisiones y que es la violencia auto-dirigida3.
Nos concentraremos en los sucesos de violencia interpersonal y aquella en
que se ven implicados dos o tres personas agresoras y una o dos víctimas.
Los sucesos de violencia asociados a protestas, motines y similares no son
analizables fácilmente desde esta perspectiva.

La violencia intra-institucional incluye aquellas conductas violentas,


agresiones leves y graves hacia internos o funcionarios por parte de otros
internos. Se entiende por violencia el daño real o el intento de amenaza de
dañar a una o más persones. En definitiva, es la conducta que
objetivamente puede causar un daño a uno o más individuos. El concepto
incluye también los actos que pueden ser razonablemente considerados
amenazantes y las daños contra la propiedad que tengan finalidad
intimidatoria y de control.

Las prisiones son lugares en los que la probabilidad de aparición de sucesos


e incidentes violentos es elevada o muy elevada, pensemos en las
autolesiones o las agresiones físicas entre internos. Las razones son
conocidas y tienen que ver con las condiciones de la reclusión (contactos y
fricciones constantes, conflictos inevitables, personas con importantes
déficits en sus habilidades sociales, etc..) por tanto los profesionales deben
intervenir para prevenir y anticiparse a estos posibles sucesos de forma
eficaz. Para ello hay numerosas directrices, pautas de intervención, etc..
aun y así las prevalencias de los incidentes violentos en el medio
penitenciario sobresalen de las que encontramos en el medio comunitario y

3
El tema de la violencia auto-dirigida (suicidio, intentos de suicidio y auto-lesiones es clásico en el
campo penitenciario y es susceptible de estrategias de prevención y predicción, como la valoración del
riesgo de violencia. Sirve de paradigma de cooperación ente profesionales sanitarios y criminológicos.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    27   
 

se parecen a las que se encuentran en instituciones cerradas similares a las


prisiones. Por ello en general podemos considerar que el comportamiento
de los internos en los centros penitenciarios, en lo que su adecuación a las
normas se refiere, no es especialmente violento. Las medidas de control y
supervisión evitan muchos conflictos y situaciones que podían desembocar
en agresiones y alteraciones del orden carcelario. No obstante suceden
comportamientos violentos, a veces muy graves como agresiones físicas
con lesiones, intentos de asesinato, agresiones sexuales, etc… mayormente
realizadas por internos sobre otros internos, pero a veces sobre los propios
técnicos y personal penitenciario. Prevenir y anticipar estos sucesos e
incidentes violentos forma parte de la tarea de los técnicos y para ello se
dispone de un repertorio de medidas (control y seguridad, clasificación,
sanciones, etc…) que generalmente se aplican después de haber sucedido
un hecho violento pero también se anticipan otras medidas que los evitan.
Especialmente en esta última tarea la valoración del riesgo de violencia
también puede jugar un papel importante.

Muchos delincuentes que realizan conductas violentas en el interior de la


prisión no están cumpliendo condena por un delito violento
(necesariamente) así que la anticipación de estos sucesos no es tarea fácil,
se basa en criterios que muchas veces son “propios del experto” que
mediante un juicio clínico anticipado clasifica al interno en cuanto a su
“potencialidad” dañina en el centro y propone un cambio de destino o una
clasificación de mayor control (2º o 1er. grado). Esta estimación de la
conducta futura se basa en una agrupación, idiosincrática, de variables que
el experto agrupa y le sirven para tomar la decisión.

El Departamento de Justicia del Estado de Texas (EE.UU.) en su informe


anual sobre la tasa anual de comportamientos violentos intra-penitenciarios
en 2004 fue: agresiones contra otros internos 885,6/10.000; agresiones
contra funcionarios 313,8/10.000; agresiones graves contra internos
64,9/10.000; agresiones graves contra funcionarios 3/10.000;denuncias de
agresiones sexuales 39,3/10.000fugas 0,3/10.000 y homicidios de internos
0,2/10.000 (Cunningham,2006)
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    28   
 

Berk, et al. (2006) detectó, en un estudio realizado en prisiones de


California, que los sucesos violentos intra-institucionales realizados por
presos cumpliendo condenas largas en prisión, mostraban una tasa anual
del 15% considerando un rango muy amplio de estos comportamientos
violentos y anti-normativos, pero cuando eran graves (Agresiones sexuales,
asesinatos, lesiones,…) alcanzaban el 3% (en 24 meses) de la población
reclusa. En las prisiones de California existe un sistema de clasificación
cuantitativo del riesgo de “mala conducta” en prisión que se basa en la edad
y el tipo de delito del interno. Según el rango de la puntuación en este
sistema se ubica al recluso en un entorno u otro de mayor o menor
seguridad. Este sistema es un buen predictor de “cualquier”
comportamiento inadecuado dentro del centro pero no predice los sucesos
violentos graves o muy graves. Para ello Berk propone un sistema de
clasificación actuarial basado en combinar las puntuaciones obtenidas en
distintos factores de riesgo combinados.

Kellar y Hsiao-Ming en un estudio de 2005 analizaron que elementos podían


ser buenos predictores de la violencia intra-institucional de los reclusos en
régimen cerrado y abierto. Si bien afirman que la mayoría de factores de
riesgo de este comportamiento se debe buscar en elementos estructurales y
de dinámica penitenciaria, los que hacen referencia a los internos son: a)
ser miembro de un gang o grupo delictivo organizado mientras está
recluido, b) ser hombre, c) tener antecedentes de historia violenta, d) no
participar o haber sido rechazado de un programa en la prisión, e) tener
antecedentes de enfermedad mental y f) haber recibido recientemente
alguna sanción por parte del personal penitenciario. Otro estudio similar, de
Berk et al. 2006, coincide esencialmente con estos predictores.

Recientemente en un estudio sobre la valoración del riesgo de violencia en


las prisiones que nuestro grupo ha iniciado bajo auspicio de los
responsables penitenciarios de Cataluña, denominado genéricamente
Riscanvi, hemos tenido ocasión de realizar una estimación de este tipo de
comportamientos violentos en un período de 4 años con el resultado de una
prevalencia de 5,93 x 1.000 casos/internos.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    29   
 

Creemos muy importante tener en consideración a la violencia intra-


institucional como equivalente, a nivel de prevención en el medio
penitenciario, a la reincidencia violenta la pone en igualdad de condiciones
con la anterior para preparar protocolos de prevención, más allá de la
actuación a posteriori (sanciones,…) y de la clasificación del interno.
Requiere planes específicos que comienzan por la valoración individual del
riesgo, de forma continuada, y la aplicación de medidas de gestión
pensadas especialmente para reducir este tipo de violencia.

4.- Valoración del riesgo de violencia: peligrosidad y


valoración del riesgo

4.1.- Peligrosidad y predicción de la violencia


Recientemente hemos oído hablar del desmantelamiento previsto de la
llamada “cárcel” de Guantánamo (EEUU), lugar de detención de presuntos
terroristas mantenida en Cuba por los USA. En este desmantelamiento van
a colaborar diversos países aceptando internos de aquel centro y así
facilitando su cierre. Entre éstos países se encuentra España. El Ministro de
Asuntos Exteriores de España ha declarado que “admitiremos presos de
Guantánamo que no sean peligrosos”. ¿Qué significa exactamente este
calificativo? Obviamente en un lenguaje lego y popular no es necesaria
ninguna precisión, pero si queremos decidir realmente que presos, uno por
uno, vamos a admitir en España, ¿cómo los identificamos con un cierto
rigor? Probablemente aquí el calificativo de peligroso hace referencia al
historial delictivo/criminal del recluso, quizás se añadiese algún elemento
más relacionado con su rol en alguna organización terrorista, su
comportamiento en prisión o la presencia de alteraciones mentales que,
junto a su historial criminal, añadiesen una cierta verosimilitud al calificativo
de peligroso. No hay otra forma conocida, ningún procedimiento
criminológico ni de otra naturaleza (médica, moral, psicológica, etc..) que
permita distinguir con mayor precisión la peligrosidad de un delincuente.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    30   
 

La peligrosidad es un concepto acuñado en la Criminología hace más de un


siglo. Ha tenido un importante reconocimiento jurídico-legal en la mayoría
de las legislaciones penales que lo incluyen como elemento discriminativo y
relacionado con el tratamiento penal de los delincuentes violentos y su
control. La peligrosidad en España aparece por primera vez en la Ley de
Vagos y Maleantes que se publica 1933. Más adelante, en 1970 ya en época
de Franco, se dicta la “Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social” que
durará hasta 1995. La peligrosidad, con ligeros cambios, se mantiene hasta
la actualidad ocupando un lugar relevante en las decisiones judiciales que
afectan al control de los delincuentes. La permanencia secular de un
concepto de este tipo, en un período donde la Criminología ha avanzado
tanto, está a punto de concluir. Propuestas recientes lo han hecho
evolucionar hacia una nueva concepción, que llamaremos “riesgo de
violencia”, más acorde con los conocimientos actuales, de mayor utilidad y
eficacia pronóstica.

En su significado original la peligrosidad hacía referencia a “la perversidad


constante y activa del delincuente y la cantidad de mal previsto que hay
que temer por parte del mismo” (Garofalo, 1893, citado por Garrido et al.
2006). Esta concepción inicial, de claro matiz clínico, consideraba la
peligrosidad como un estado mental patológico de origen constitucional. La
peligrosidad está relacionada con una(s) propiedad(es) individual(es)
psicológica(s) de doble significado: biográfico-constitucional referida a la
biografía del sujeto y clínico-patológica referida a la presencia de un estado
mental anormal crónico o agudo. Cada uno de ellos por sí solos o la
combinación de ambos sustenta la mayor probabilidad de conducta violenta
futura que le da a la peligrosidad su sentido operacional y criminológico. El
referente conductual de la peligrosidad lo constituyen las acciones violentas
principalmente ejercidas sobre las personas, sin importar la naturaleza
física, sexual o psicológica de las mismas y su persistencia en el tiempo.

Hoy la peligrosidad se considera una categoría legal por medio de la que


operacionalizamos el riesgo de una persona, con historial delictivo o no, de
cometer nuevos delitos/actos violentos en el futuro. El concepto de
peligrosidad, como atributo disposicional inmodificable ligado a los
trastornos mentales, se sustituyo a mediados del siglo XX por el de “estado
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    31   
 

peligroso”, que atiende a la variabilidad de este atributo asociado a los


vaivenes de la estabilidad mental del delincuente, los cambios provocados
por el paso del tiempo, etc. No obstante la asociación entre patología y
peligrosidad se ha mantenido vigente y se considera íntimamente ligada a la
enfermedad mental grave y/o a la historia criminal crónica, y así pervive
todavía.

A lo largo de todo el siglo XX la base de la predicción de la violencia ha sido


la peligrosidad (Andrés-Pueyo y Redondo, 2007). La estrategia más
utilizada en la actualidad para predecir el comportamiento violento, anclada
en la tradición clínica, consiste en evaluar o diagnosticar la peligrosidad de
un individuo (Gisbert-Calabuig, 1998; Maden 2007). La identificación
judicial de este atributo individual se realiza por parte de los jueces, que
son asesorados e informados por los peritos forenses, quienes analizan el
estado peligroso del sujeto principalmente en clave psicopatológica y por
medio de métodos clínicos (Gisbert-Calabuig, 1998). Otro aspecto asociado
al de peligrosidad es su importante determinismo. Así la peligrosidad se
interpreta como una tendencia impredecible e intratable (o un grave riesgo)
de realizar acciones que causen destrucción, o graves daños a las personas
e incluso a sí mismo. Esta connotación se ha criticado con intensidad ya
que estigmatiza negativamente al interno calificado de “peligroso”. Ya
hemos descrito las connotaciones de la peligrosidad, especialmente las que
hacen referencia al efecto determinante de la violencia futura y la cronicidad
de la misma. Estas propiedades hacen que considerar a un interno como
“peligroso” se convierta en una etiqueta de efectos perniciosos para el
interno así calificado.

La concepción de peligrosidad que se define en el Reglamento Penitenciario


de 1996 va más allá de lo que se propone en los tratados jurídico-forenses,
de hecho se incluyen seis criterios que son:

a) Presencia de personalidad psicopática (gravedad, cronicidad de la


personalidad agresiva, violenta y antisocial).

b) Delitos graves y violentos reiterados en los antecedentes.

c) Pertenencia actual grupo delictivo/banda armada.


Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    32   
 

d) Participación activa en motines, agresiones físicas durante la estancia


en prisión.

e) Comisión de infracciones graves en el interior de los centros


penitenciarios

f) Introducción y/o tenencia de armas, drogas,…

La atribución de la peligrosidad a los responsables de los delitos violentos


ha servido durante muchos años como factor explicativo, y sobre todo
predictivo, de la reincidencia y la gravedad de las actuaciones de estos
delincuentes, entre los que destacan los agresores sexuales, los homicidas y
los maltratadores familiares. Sin embargo, cada vez más se cuestiona la
utilidad predictiva de esta propiedad de los agresores (Quinsey et al., 1998;
Maden, 2007). La peligrosidad, en cuanto argumento de anticipación de
reincidencia violenta y grave (u otro criterio similar) es hoy motivo de
discusiones intensas entre penalistas en referencia a las medidas legales
que se proponen para el control de aquellos delincuentes o exdelincuentes
que reciben este “diagnóstico”. La gravedad, la alta tasa de reiteración y el
relativo fracaso de las medidas punitivas en cuanto a la finalidad
resocializadora ha sido uno de los motivos por los que numerosos códigos
penales europeos y americanos han endurecido y alargado las penas de
prisión y las medidas de seguridad a los delincuentes habitualmente
peligrosos (agresores sexuales seriales, terroristas, miembros de bandas de
delincuentes...).

La peligrosidad está muy presente en numerosas legislaciones penales y ya


hemos dicho que se utiliza como un elemento de predicción futura de la
conducta violenta. Este concepto gradualmente se está sustituyendo por un
modo de operacionalizar su evaluación que se identifica como la técnica de
valoración del riesgo de violencia. Se sigue hablando de peligrosidad pero
ya no se diagnostica este estado en un delincuente sino que se evalúa el
riesgo futuro de volver a reincidir en delitos o comportamientos violentos
(ver más adelante). Países como UK, Suiza, Alemania, Holanda, Canadá
entre otros han dictado leyes penales que se utilizan estas técnicas de
valoración de riesgo de violencia para estimar la peligrosidad en sus
procedimientos penales y similares. Se basan en la clásica idea de la
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    33   
 

peligrosidad pero la formalizan operacionalmente mediante la evaluación


sistemática y continuada del riesgo de violencia de forma protocolizada.
Estas nuevas normas (ingresos en centros psiquiátricos-forenses,
detenciones preventivas post-penales, etc..) buscan la protección de las
futuras posibles víctimas de aquellos delincuentes crónicos que tienen un
alto riesgo de victimizar de nuevo al estar en la comunidad.

La creencia de que la “peligrosidad” es la causa de la conducta violenta ha


mantenido entre los profesionales una cierta quimera según la cual si se
“acertaba” en la identificación-diagnóstico de este atributo, se garantizaba
la seguridad y la prevención de la reincidencia violenta. En ciertos casos así
ha sido, pero en muchos otros casos se han cometido errores y estos son de
dos tipos. El más grave, se llama falso negativo y es el que se produce
cuando se rechaza la presencia de peligrosidad en el sujeto y éste vuelve a
cometer un acto violento. El otro tipo de error que se comete es el llamado
falso positivo y consiste en identificar la presencia de peligrosidad en un
sujeto que, sin embargo, no vuelve a comportarse violentamente en el
futuro. Este error tiene consecuencias dañinas en el individuo y a su vez
costos económicos importantes si, como estamos analizando, hablamos de
comportamientos violentos futuros de delincuentes o enfermos mentales a
los que, por la identificación de la presencia de la peligrosidad se mantiene
bajo medidas de seguridad o en tratamiento, a veces internamiento
psiquiátrico (Quinsey y Harris, 1998).

Por último queremos presentar como el uso de la “peligrosidad” como


elemento individual causante de la delincuencia violenta tiene una deriva
inadecuada en el tratamiento de la delincuencia. Se trata de mantener esta
propiedad como aspecto determinante del control de la delincuencia y para
reducir la inseguridad pública que provocan estos tipos de delitos.
Actualmente cuando hablamos de medidas de control post-penales y
similares seguimos pensado en la peligrosidad del delincuente tal y como lo
hacía Lombroso a finales del siglo XIX. Si antes hablábamos del
“delincuente nato” ahora sustituimos este término por el de sujeto
peligroso, caracterizado por su potencial dañino (peligrosidad) que es
denominado “enemigo, enemigo social” desde finales de los años 80 y es
objeto del llamado “derecho penal del enemigo” que fue definido por el
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    34   
 

penalista alemán G. Jackobs. Entre estos delincuentes se encuentran


aquellos que se desvían por convicción (terroristas) o por disposición
(agresores sexuales, psicópatas….) y todos aquellos delincuentes que no
ofrecen garantías de un comportamiento personal adaptado socialmente.
Según este enfoque el asesinato, como ejemplo de un delito violento, es un
problema de seguridad pública y no tanto la pérdida de la vida como bien
jurídico. La orientación punitiva del derecho penal del enemigo se puede ver
en las medidas de seguridad aplicables a imputables peligrosos (“three
strikes out”; custodia de seguridad indeterminada, medidas de seguridad
post-penales, incapacitación civil….). En este sentido parece que hay un giro
radical en tanto que el objeto no es la acción delictiva en sí, sino el autor de
la acción delictiva. El delincuente violento se convierte en enemigo de la
sociedad del cual hay que protegerse. Esta idea comporta la inclusión de la
peligrosidad en la “constitución” del delincuente, una revisión del concepto
original lombrosiano que hemos citado. Esta visión tan apocalíptica es
claramente contraria a numerosas evidencias acerca de los cambios en el
curso de la vida de los delincuentes, incluso los violentos (Laub y Sampson,
2003) que conviene destacar.

Las evidencias de la práctica profesional y de la investigación criminológica


sobre la peligrosidad y su relación con la conducta violenta, especialmente
con la reincidencia, son muy extensas (Quinsey et al. 1998) y podemos
resumirlas destacando unas cuantas limitaciones al concepto de
peligrosidad. La primera y más importante es la poca eficacia predictiva. La
peligrosidad es una propiedad que tiene muy baja sensibilidad predictiva, es
decir que muchos sujetos peligrosos una vez identificados como tales no
vuelven a reincidir (es decir se comete un falso positivo que, por ejemplo,
es muy frecuente en los maltratadores de pareja). Tampoco es una
propiedad que permite detectar específicamente el riesgo de ciertos delitos
violentos, ya que hay sujetos que únicamente son peligrosos para
determinados tipos de victimas y no para otras (falsos negativos tan
frecuentes entre agresores sexuales intra-familiares que no reciben un
diagnóstico de peligrosidad criminal y en cambio son muy reiterativos en
ese tipo de acciones delictivas). Otra importante limitación es lo “impreciso
y borroso” que resulta el diagnóstico forense de peligrosidad. Muchas veces
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    35   
 

creemos que los perfiles de personalidad, los síntomas psicopatológicos, la


biografía de inadaptación social y los antecedentes delictivos identifican sin
error a los delincuentes peligrosos pero esta creencia no es muy verídica.
Además el diagnóstico de peligrosidad es poco transparente ya que
incorpora una gran subjetividad en su apreciación y suele formularse de
forma categorial, lo que no permite distinguir grados de peligrosidad ni
condiciones de niveles de riesgo futuros continuos y revisables. Por último
se critica a la peligrosidad, en relación con la predicción de la violencia
futura, en que propone un modelo causal determinista y no probabilístico
como parece ser debido a que las causas de la violencia no son
exclusivamente atribuibles al sujeto. Así por ejemplo un sujeto fumador no
es peligroso en sí mismo, pero sí que lo es si está trabajando en una
gasolinera y especialmente si fuma cuando está rellenando el depósito de
un automóvil. Del mismo modo un conductor no es peligroso cuando
conduce un vehículo a gran velocidad en una pista de entrenamiento pero sí
cuando conduce en sentido contrario al permitido por una autopista. Un
pedófilo no es peligroso internado en una cárcel para adultos, pero sí lo es
en un entorno rodeado de niños. La peligrosidad es un concepto inadecuado
para la predicción de la violencia futura y para mejorar la predicción hemos
de utilizar otro referente más preciso, objetivo y fiable.

4.2.- Valoración del riesgo de violencia


El riesgo de que se produzcan ciertos sucesos que afectan a las personas,
sus bienes, el entorno, etc.. se ha convertido en una preocupación social de
primera magnitud. Lo que a simple vista nos parece una obviedad,
anticiparnos a lo que pueda suceder, es algo reciente en el campo de la
Criminología. De hecho la incorporación de las técnicas predictivas a la
prevención de la reincidencia delictiva es muy reciente y se sitúa en la
década de los años 90 (Andrews y Bonta, 2003). El problema estaba
presente mucho antes pero las técnicas solamente se han desarrollado hace
pocos años. La primera referencia histórica se remonta a los años 50. En
1959 el matrimonio Sheldon y Eleanor Glueck, pioneros bien conocidos de la
Criminología, propusieron por primera vez la predicción como técnica de
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    36   
 

intervención en la política criminal. Con ayuda de estudios empíricos


cuantitativos construyeron lo que ellos llamaron “Tablas sociales de
predicción” en las que de acuerdo a la biografía del delincuente, su edad,
sexo, nivel educativo, historial criminal y otras informaciones proponían al
Juez una tabla de opciones penales teniendo en cuenta la probabilidad de
reincidencia estimada para cada caso (Glueck et al. 1959) . Las tablas, que
no tuvieron mucho éxito, se publicaron conjuntamente en 1959 y se
construyeron por medio de técnicas matemáticas-actuariales sofisticadas
(en esta tarea colaboro la conocida empresa IBM) y representan una
primera aproximación cuantitativa al problema que hoy nos ocupa.

Los avances en el conocimiento del porqué de las cosas no ha representado


siempre una solución a problemas tales como las catástrofes meteorológicas
(tornados, ciclones, tormentas tropicales, ..) ni a los efectos devastadores
de los terremotos o los incendios. Parece que nuestros avances en el
conocimiento científico no son suficientes para eliminar estos
acontecimientos que, por denominarlos análogamente al problema que nos
interesa, se les denomina “violentos”. Si esto pasa en el terreno de los
sucesos de origen natural que decir de aquellos que tienen origen en
nosotros mismos y nuestros sistemas sociales. Los riesgos económicos (de
los cuales estamos viviendo un buen ejemplo en estos dos últimos años),
socio-sanitarios y los derivados de nuestra actividad son tan impactantes
como los naturales. La preocupación por estos riesgos y la constatación de
su importancia es relativamente reciente. Ha dado lugar a que los
sociólogos denominen “sociedad del riesgo” a nuestra sociedad actual
(Beck, 1986). Naturalmente la preocupación por el riesgo es algo más que
un simple miedo individual o colectivo a lo que sucederá es también una
importante tarea contra cuyos daños han de emplearse a fondo las
instituciones públicas y las grandes aseguradoras. La mayoría de los riesgos
naturales y sociales son, por su naturaleza multicausal, casi inevitables y
hemos aprendido a convivir con ellos. No obstante se han desarrollado dos
grandes estrategias para combatir estos sucesos y los daños que provocan:
asegurar los bienes y las personas contra los riesgos y, sobre todo prevenir
las consecuencias de los riesgos por medio de anticiparnos a éstos y
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    37   
 

protegernos de los mismos con el fortalecimiento de los elementos que


forman parte de aquello vulnerable a los efectos de los sucesos violentos.

El riesgo es “un peligro que puede acontecer con una cierta probabilidad en
el futuro y del que no comprendemos totalmente sus causas o éstas no se
pueden controlar de forma absoluta” (Hart, 2001). Este concepto es
aplicable a la violencia igual que a otros fenómenos naturales o humanos
que tienen consecuencias dañinas. Hablamos de “riesgo de violencia” como
concepto alternativo al de peligrosidad y tiene una utilidad similar para la
Criminologia. A diferencia de la peligrosidad, que hemos caracterizado por
ser una variable disposicional, determinista, dicotómica, inmodificable e
inespecífica, que lleva a decisiones “todo/nada” en el pronóstico, el riesgo
de violencia es un constructo contextual, probabilístico, continuo,
gestionable y específico (Andres-Pueyo y Redondo, 2007). Permite tomar
decisiones graduadas y reiteradas del pronóstico futuro de violencia. La
presencia de peligrosidad en el individuo concentra la estrategia de control
y gestión del riesgo en dos tipos de intervenciones: control situacional
(internamiento) y tratamiento terapéutico del sujeto peligroso. La
valoración del riesgo amplía las posibilidades de intervención porque
permite ajustar los procedimientos de control y minimización del riesgo a
los niveles individuales y contextuales del mismo, con lo que se generan
muchas posibilidades de intervención adecuadas al pronóstico más
probable.

La valoración del riesgo no es una técnica propia y exclusiva de la psicología


ni de las ciencias de la salud. Encontramos técnicas sofisticadas y de gran
aplicabilidad de valoración del riesgo en numerosas áreas de la ciencia y la
tecnología: la meteorología, la sismología, la medicina, la economía y la
ingeniería de sistemas entre otras. Al campo de las técnicas penitenciarias,
la valoración del riesgo de violencia, ha venido de la mano del problema de
la reincidencia violenta, especialmente en casos como las agresiones
sexuales y la violencia contra la pareja.

¿En qué consiste la valoración del riesgo de comportamientos violentos? No


es una técnica para adivinar el futuro, para saber que va a suceder. Estimar
el riesgo de violencia es un procedimiento para predecir la probabilidad de
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    38   
 

aparición de una conducta violenta determinada en el futuro. Es posible


predecir el riesgo de comportamientos violentos con más precisión que el
simple azar o las predicciones unidimensionales. Se puede predecir el riesgo
de cualquier elección si conocemos los determinantes de ésta y tenemos
datos sobre elecciones que anteriormente hayan sucedido y de las cuales
conocemos sus antecedentes. Esto es posible en el campo de los registros
penales, criminológicos y psiquiátricos, ya que existen datos acumulados
que pueden proporcionar este tipo de informaciones. Para predecir con éxito
son necesarios datos e informaciones acerca de varios aspectos: ¿qué tipos
de conducta violenta se producen? ¿Con qué frecuencia? ¿Bajo qué
condiciones o en qué escenarios? ¿Cuáles son las condiciones presentes?
¿Cómo se intervino? ¿Qué sucedió después? etc. Se han desarrollado
estrategias de evaluación psicológica intensivas, procedimientos actuariales
basados en test psicológicos y otras estrategias (clínicas,
epidemiológicas...) para identificar el riesgo de determinadas conductas
violentas, pero sigue existiendo un importante grado de imprecisión en tales
predicciones. Entre las estimaciones de riesgo de formas graves de violencia
más necesitadas de buenos procedimientos de predicción, debido a la
gravedad de sus consecuencias se encuentras las siguientes: riesgo de
suicidio, de homicidio por parte de menores, de los diferentes tipos de
agresión sexual, de las agresiones domésticas y familiares y otros que
constituyen la delincuencia violenta.

La valoración efectiva del riesgo de violencia es, en términos esenciales, un


proceso lógico que persigue estimar la probabilidad de que ciertos sucesos
(naturalmente comportamientos violentos) ocurran en el futuro. La
valoración del riesgo no persigue adivinar el futuro, describir de forma
anticipada qué, cómo y cuándo va a suceder un delito futuro (como en la
fantasía descrita en la película Minority Report) La valoración del riesgo
forma parte de la estrategia preventiva de la violencia que la incluye como
parte indispensable de la intervención proporcional al riesgo estimado. La
valoración del riesgo de violencia se puede definir operacionalmente como
“la formulación de un nivel de riesgo en un rango que va de bajo a alto e
inminente, resultado de la combinación ponderada de determinados factores
de riesgo y protección específicos y asociados empíricamente al riesgo de
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    39   
 

que pueda acontecer en un escenario determinado futuro un tipo concreto


de comportamiento (violento)”.

Un elemento central en la predicción del comportamiento violento futuro es


identificar con precisión qué queremos predecir. Llamamos a la variable que
queremos predecir la “variable criterio”, es decir aquello que queremos
anticipar (una agresión intra-institucional, una nueva violación,…). P. Meehl,
un psicólogo norteamericano pionero en la predicción de la conducta, decía
en 1954 que esta determinación concreta de lo que queremos predecir
forma parte del primer paso del proceso de valoración de riesgo. Por
ejemplo en UK recientemente diseñaron un protocolo de predicción de
reincidencia delictiva (el OGR asociado al OASyS) que al cabo de unos años
debieron modificar para hacer una versión propia de la valoración del riesgo
de reincidencia delictiva, esta vez de delitos violentos (el OGR3). La
reincidencia delictiva y la reincidencia delictiva violenta tienen entre sí una
relación de inclusión de la segunda en la primera pero no son lo mismo ya
que mientras que la reincidencia delictiva incluye cualquier tipo de delito, la
reincidencia violenta solamente se interesa por éste tipo de delitos. Los
factores de riesgo de una (la delincuencia general) no son los mismos que
los de la delincuencia violenta. De igual modo sucedió cuando se
propusieron los primeros protocolos de valoración de riesgo de violencia
física para enfermos mentales y delincuentes (como el VRAG), estos
protocolos no servían para predecir la violencia de tipo sexual porque no
comparten todos los mismos predictores y propusieron un nuevo protocolo
(el SORAG). Por ello desde el inicio se han propuesto protocolos de
predicción diferentes según el tipo de violencia a predecir, la población en
que se va a utilizar, etc.. en función de la “variable criterio a predecir”.

Tres elementos distintos tienen un papel decisivo en cualquier proceso de


predicción futura del comportamiento violento. Estos tres elementos son: a)
los predictores, que solemos identificar con los factores de riesgo; b)
aquello que queremos predecir, que identificaremos como el resultado o
criterio (el suceso violento); y, por último, el tercer componente, c) el
tiempo que media entre la presencia o acción de los predictores y la
ocurrencia del criterio. Por ejemplo, un factor predictor del asesinato de la
pareja (criterio o resultado a predecir) son las ideas suicidas del agresor y
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    40   
 

también la separación física y legal entre los miembros de la pareja. El


primer factor de riesgo, las ideas suicidas, son buenos predictores a medio
y largo plazo del asesinato de la pareja; en cambio, la separación física y
legal (especialmente cuando son coincidentes en el tiempo) son predictores
de corto plazo sobre el criterio descrito. La conjunción de los tres factores
(predictores, criterio y tiempo) determinan la eficacia de la técnica
predictiva. No obstante, la tecnología de la predicción es mucho más
compleja que simplemente identificar estos tres elementos; baste como
ejemplo la consideración de la prevalencia del criterio a predecir y su efecto
en la eficacia predictiva. De hecho, la epidemiología y las técnicas
actuariales se han encargado de demostrar que el nivel de aciertos y de
errores en las decisiones dicotómicas depende también de la prevalencia del
fenómeno a predecir.

Entre los factores de riesgo distinguimos tres tipos: los llamados factores
de riesgo “históricos o estáticos” (p.ej. violencia juvenil en adultos,
malostratos recibidos en la infancia,…) que por el momento en que
sucedieron (el pasado) no podremos modificar, y que tienen un papel
importante como predictores de largo plazo. Además existen los factores
dinámicos que, al contrario de los históricos, son cambiantes y de una
relativa poca duración. Estos factores dinámicos se dividen a su vez en
“agudos” que son de muy corta duración y cambiantes (por ejemplo la
intoxicación etílica o el divorcio y la separación de la pareja) y los crónicos,
que son cambiantes pero actúan de forma reiterada y permanente (el
alcoholismo o un trastorno mental grave crónico…). Naturalmente los
efectos de los factores dinámicos, que pueden ser muy importantes, son
limitados en el tiempo y son manejables (en cierto grado) a diferencia de
los estáticos. Esta propiedad hace que la valoración del riesgo, que se basa
en estimar la probabilidad de que los factores de riesgo presentes en el
pasado (en un contexto situacional específico) sigan estando o puedan
aparecer en el futuro sea variable con el paso del tiempo. A pesar de que
disponemos de numerosos estudios acerca de los factores de riesgo
asociados a los distintos tipos de delincuencia violenta conocemos poco
acerca de cómo actúan y que mecanismos los causan (Crigthon y Towl,
2008). No obstante entre los expertos en valoración del riesgo de violencia
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    41   
 

futura existe el acuerdo de que un relativo pequeño número de predictores


combinados de una forma determinada es suficiente para realizar buenas
predicciones en términos de grupo y si se aplican con rigor también en el
nivel individual.

Existe un elemento muy importante que afecta a la tarea de predecir la


delincuencia violenta y que muchas veces nos pasa desapercibido. Es la
prevalencia o probabilidad de ocurrencia de la conducta violenta.
Generalmente, cuando en la reincidencia violenta pensamos en términos
duales o dicotómicos, es decir, que un delincuente vuelva a reincidir o no, y
creemos que la probabilidad de que suceda es igual a la de que no suceda,
es decir, que la probabilidad de un acto violento es del 50%. Esta es una
simplificación errónea que cae por su propio peso ante la evidencia
empírica. La violencia (los actos violentos y especialmente los graves) es
infrecuente y rara. Por tanto, nos debemos olvidar de la ratio 50/50 de que
se dé o no se dé un acto violento. Los datos que hemos descrito de
prevalencia de los tipos de delincuencia violenta no dicen que estas
probabilidades ocurran en estas proporciones. Consideremos que la ratio es
1:9 de que suceda un acto como es una agresión física. Esta contingencia
tiene mucho efecto en la toma de decisiones y suele condicionar muchos
más errores por falsos negativos que por falsos positivos y es habitual en la
predicción del comportamiento violento. Quiere decir que de 10 casos en los
que el profesional debe decidir si el agresor se comportará violentamente en
el futuro, solamente lo va a hacer en un caso, por lo que el sesgo hacia los
falsos negativos es más habitual que hacia los falsos positivos. Este hecho
es dramático en los casos de violencia mortal o muy grave, como pasa en el
caso de los asesinos de sus parejas o ex parejas. De hecho, todas las
decisiones binarias están sujetas a este esquema de aciertos/errores y a
sus consecuencias (Quinsey et al., 1998; Maden, 2007).

¿Qué métodos o procedimientos de predicción se pueden utilizar en el caso


de anticipar y predecir la reincidencia violenta? La valoración del riesgo de
violencia ha desarrollado técnicas concretas derivadas de procedimientos
predictivos propios de disciplinas como la medicina y las ciencias
actuariales. De hecho conviven varias técnicas que podemos resumir en
este breve esquema y clasificarlas en dos grandes grupos:
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    42   
 

1.- Juicio Profesional: la probabilidad o riesgo de reincidencia la


decide el profesional siguiendo unas técnicas concretas de recogida,
análisis y selección de datos, de combinación de los mismos y de
toma de decisiones que él mismo decide. Generalmente estas
técnicas no son explícitas o forman parte de la tradición profesional.
Las técnicas más habituales de Juicio Profesional son: a)Juicio
profesional no-estructurado o clínico puro, aquí las predicciones
realizadas se basan en la “autoridad y experiencia” del profesional
que las formula; b) Evaluación por anamnesis, se organizan
mínimamente la información que se recoge, un protocolo propio de
las anamnesis habituales en contextos clínicos, las decisiones se
toman en un juicio diagnóstico individualizado y c) Juicio profesional
estructurado, que suele incluir un nivel determinado de
estructuración en la evaluación que incluye la exploración guiada de
una serie explícita y fija de factores de riesgo relacionados
empíricamente con el criterio a predecir. Para este procedimiento se
utilizan las “guías de valoración de riesgo” que veremos en el
apartado siguiente.

2.- Técnicas Actuariales. En estos métodos se sigue una


pauta/protocolo que proviene de los desarrollos técnicos de la
evaluación psicológica o de otras técnicas de estimación de riesgo de
campos afines. Por lo general corresponden a procedimientos en los
que la información que se recoge, la combinación de la misma y las
reglas de decisión pronostica vienen definidas en forma de protocolos
y algoritmos cuantitativos que el evaluador no puede modificar y que
se han elaborado en estudios epidemiológicos previos. En este grupo
distinguimos dos técnicas predominantes que son: a) Los test
psicológicos, los test tienen utilidad como instrumentos clínico-
diagnósticos, pero también pueden utilizarse como instrumentos de
predicción ya que en su inicio fueron construidos con esta finalidad.
Ellos mismos, sus instrucciones y aplicaciones definen como y quién
debe utilizarlos y, así mismo, dan unos resultados aplicables
directamente a la predicción; y b) Los “protocolos” actuariales.
Siguiendo las pautas desarrolladas por los actuarios de seguros y
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    43   
 

otros técnicos en predicción se han aplicado procedimientos


estadísticos para la valoración del riesgo. Estos protocolos incluyen
los factores de riesgo ponderados y determinados algoritmos de
cálculo específicos y tienen una gran “fidelidad” ya que están
optimizados para predecir un resultado concreto y específico, en un
período temporal determinado, para una población

Desde los años 90, especialmente en Canadá y otros países anglosajones,


se han propuesto numerosos procedimientos, protocolos y guías para la
valoración del riesgo de violencia que, inicialmente se diseñaron para
contextos profesionales psiquiátrico-forenses pero de allí se han
generalizado a entornos penitenciarios y criminológicos. Estos protocolos se
plantearon inicialmente como herramientas de uso profesional limitadas a
centros o instituciones locales, pero desde allí y dada su novedad e interés,
se extendieron a otros entornos y países. Así es como el VRAG, el Static99,
el HCR-20 o el SARA se difundieron internacionalmente. En otras ocasiones
los instrumentos fueron propuestos por destacados investigadores como
sucedió con el PCL (y sus adaptaciones específicas) diseñados por Robert
Hare, o la serie de la LSI-R de Andrews y Bonta. Por último, y más
recientemente, instituciones estatales, responsables de la gestión de la
política criminal y de las instituciones penitenciarias, como en el Reino
Unido o Nueva Zelanda, han diseñado protocolos de uso generalizado en la
gestión penitenciaria como el OASyS y el ASSET que son un referente
internacional en el momento actual. En los USA, entre otras iniciativas
privadas para esta finalidad destaca el COMPAS que se utiliza en numerosos
centros penitenciarios de diversos estados USA. Esta realidad no ha
terminado y cada día aparecen nuevas propuestas de guías y herramientas
de valoración de riesgo para su uso en ámbitos como el laboral o el de la
violencia de género. En la Tabla 2 se presentan algunos de éstos protocolos
adecuados a la valoración del riesgo de violencia.

En España el Grupo de Estudios Avanzados en Violencia (GEAV), en la


Universidad de Barcelona ha adaptado tres instrumentos, el HCR-20, el
SVR-20 y el SARA (ver Tabla 2), que sirven para valorar el riesgo de
violencia física grave en pacientes psiquiátricos y en reclusos, violencia
sexual y violencia contra la pareja. Desde hace un año este equipo trabaja,
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    44   
 

por encargo de la Generalitat de Catalunya, en un protocolo que se


denomina RISCANVI diseñado específicamente para valorar el riesgo de
comportamientos violentos en internos de las prisiones catalanas. Otros
grupos de investigación han adaptado otros instrumentos, como por
ejemplo el VRAG (Violence Risk Appraisal Guide, por el grupo de estudios
del Dr. Graña en la Universidad Complutense de Madrid), la PCL-R y sus
escalas derivadas (versionada por parte de varios grupos en España, entre
los que destacan los liderados por el Dr. R. Torrubia en la Universidad
Autónoma de Barcelona y por el Dr. V. Garrido de la Universidad de
Valencia), o el SAVRY (Scale for Assessment of Violence Risk in Youths,
adaptado por E. Hilterman en el Centro de Estudios Jurídicos y de
Formación Especializada de la Generalitat de Catalunya). En resumen,
puede afirmarse que en los últimos 20 años la creación y difusión de estas
técnicas han mejorado de forma relevante la tarea de predicción de
violencia que realizan los profesionales que trabajan en contextos
penitenciarios y de la salud mental (Hilton y Harris, 2006).

********* Insertar Tabla 2 de protocolos ******

Es conveniente recapitular y comparar los conceptos de peligrosidad y


riesgo de violencia y resumir sus diferencias más destacadas. Estas son
dos: la especificidad y la modificabilidad del riesgo de violencia en contraste
con la peligrosidad.

Una de las diferencias esenciales entre la peligrosidad y el riesgo de


violencia es que éste último es específico para cada tipo de violencia.
Cuando diagnosticamos la peligrosidad en un delincuente consideramos
implícitamente que puede realizar cualquier delito violento futuro (y sin
limitación temporal en el pronóstico), sin distinguir entre los distintos tipos
que constituyen esta categoría. Sin embargo la realidad es que cada tipo de
delito tiene sus particulares predictores de riesgo (Andres-Pueyo y Redondo,
2007), y muchos de ellos no están incluidos en el diagnostico de
peligrosidad. Por ejemplo muchos agresores de pareja no cumplen los
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    45   
 

criterios básicos de la peligrosidad: no tienen antecedentes penales o


historial delictivo, no suelen presentar trastornos mentales graves y
cronificados y tampoco son adictos recalcitrantes a las drogas o el alcohol,
sin embargo son capaces de comportamientos violentos de enorme
gravedad circunscritos a su pareja y/o entorno familiar.

La modificabilidad. La peligrosidad, especialmente cuando se haya asociada


a factores de riesgo históricos, como la historia precoz y crónica de
violencia, por ejemplo o a trastornos mentales graves de difícil
recuperación, como las esquizofrenias paranoides de larga duración, es una
propiedad individual permanente o quasi-permanente. Sin embargo la
conducta violenta no depende solo y exclusivamente de las características
del sujeto sino que también influyen en ella una serie de variables
situacionales y de relación interpersonal que son importantes en la
determinación de la conducta violenta (Reiss, 1994; Andres-Pueyo y
Redondo, 2007). Esta combinación de factores de riesgo individuales (donde
ubicamos la peligrosidad) con los situacionales (generalmente más
variables y aleatorios) es la que sustenta el riesgo de violencia. La
combinación particular del estado del sujeto (peligrosidad) y de la influencia
criminogénica situacional (factores elicitadores y potenciadores de la
violencia) son los factores determinantes probabilísticos del riesgo de
violencia. La modificabilidad, por medio de técnicas preventivas o de
control situacional, de aquellos factores dinámicos de riesgo (provocaciones,
conflictos, falta de apoyo social, consumo de drogas,…) son esenciales en la
gestión del riesgo, en la modificación de la probabilidad de que los
comportamientos violentos, en una palabra en la reducción de la
probabilidad de aparición de estos comportamientos. Los programas de
gestión del riesgo de la violencia de pareja o de la violencia sexual que se
desarrollan en contextos penitenciarios o de seguridad pública así lo
atestiguan (Redondo, 2008).

Un último comentario, y en cierto sentido otra ventaja más de la valoración


del riesgo frente al diagnostico de peligrosidad es la ausencia (o reducción)
de la estigmatización del interno que se puede derivar de estas
valoraciones. La valoración del riesgo de violencia suaviza la estigmatización
porque, por definición, la valoración del riesgo es transitoria y modificable.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    46   
 

Aún y así los críticos de la valoración del riesgo han enfatizado que ésta
también tiene un efecto “estigmatizador” y negativo para el sujeto y su
reinserción. Sin embargo, además de la definición transitoria de la
valoración del riesgo, cuando es aplicado a internos tiene otra cara,
simétrica a la anterior. La describimos a continuación. Debemos considerar
que es una buena política identificar a los internos/reclusos que se pueden
comportar con más o menos probabilidad de forma violenta. Distinguir e
individualizar a los internos es conveniente para, por ejemplo, priorizar la
asignación de tratamientos a aquellos que más lo requieren. Identificar de
forma rigurosa a aquellos internos con mayores riesgos de
comportamientos violentos les ayuda a ellos, pero sobre todo permite
aplicar reglas más livianas, de control menos rígido, a la mayor parte de los
internos que muestran bajos niveles de riesgo de comportamiento violento
que por la distribución epidemiológica sabemos que son la mayoría de los
casos (Berk, et al. 2006).

La valoración del riesgo de violencia en prisiones tiene un primer efecto,


entiendo que muy potente en un contexto de masificación y falta de
recursos humanos, permite discriminar el nivel de intervención y esfuerzo
rehabilitador que se debe aplicar a los internos en base a esta primera
distinción. Si como la evidencia empírica nos informa el riesgo bajo es
siempre mayoritario, conocer que internos son de riesgo más alto (que
serán siempre un número menor que la totalidad de internos) permite
dirigir los recursos disponibles y los esfuerzos de forma orientada por las
necesidades individuales. En un sentido positivo la valoración del riesgo
permite aumentar el número de casos que son susceptibles de recibir
medidas de control menos rigurosas (tercer grado, salidas, medidas
alternativas…) en consonancia con su nivel de riesgo bajo de reincidencia.

También hay otra ventaja añadida, sobre todo cuando se aplica la


valoración del riesgo de forma universal en los centros de internamiento y
medidas penales alternativas. Es una ventaja asociada a los procedimientos
de cribado que se utilizan en las campañas de salud pública. Hay sujetos
que cumplen condena por delitos no violentos, que generalmente son poco
considerados en cuanto a potencial violento futuro, pero que pueden tener
altos niveles de riesgo de violencia. Esta afirmación se puede avalar en los
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    47   
 

análisis de la violencia intra-institucional y los niveles de reincidencia en


delincuentes internados en prisión por delitos no-violentos. Evaluar en esta
dimensión permite individualizar mejor la intervención que guiarse
únicamente por el criterio del delito que comporta la pena, porque éste no
es siempre un buen predictor de violencia futura o de reincidencia violenta.
Esta observación, que necesita un mayor nivel de contraste, puede ser una
guía de orientación en el futuro trabajo de prevención.

4.3.- Las guías de valoración del riesgo de violencia


¿Qué son las guías de valoración del riesgo de violencia? En el apartado
anterior se han descrito los procedimientos de valoración del riesgo y se ha
destacado la técnica del Juicio Profesional Estructurado porque tiene una
buena capacidad predictiva y es de mayor versatilidad aplicativa que el
resto de técnicas. La traslación profesional de esta técnica es la razón de
ser de las llamadas Guías de Valoración de Riesgo de Violencia. Dado que el
esquema general de la técnica implica la búsqueda de factores de riesgo
para valorar su presencia en la historia, presente y futuro del agresor, en
relación estrecha con el tipo de violencia cuyo riesgo queremos valorar se
han diseñado y distribuido unas guías que sirven para este cometido.

Una primera anotación nos destaca que las guías se han diseñado para
evaluar el riesgo de distintos tipos de violencia. En general, si nos interesa
una valoración de violencia física sin más precisiones podemos utilizar guías
como el HCR-20 o la PCL-SV ya que son compilaciones de factores de riesgo
más genéricos y de valor más amplio. Sin embargo para valorar el riesgo de
violencia sexual, o de pareja o realizada por jóvenes, dispondremos de
guías apropiadas. No obstante todas tienen el mismo guión organizativo y
se usan del mismo modo.

Estas guías ayudan al técnico en todo el proceso de valoración del riesgo y


están constituidas por un manual general sobre el funcionamiento de la
guía. Allí se detalla que tipo de violencia vamos a poder anticipar, por
ejemplo en la SARA se indica que solamente es útil para la valoración del
riesgo de violencia física o sexual, en grado de amenaza o ejecución sobre
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    48   
 

la pareja, y no tiene capacidad predictiva sobre los malos tratos psicológicos


o sobre el acoso. Incluyen un listado de los factores de riesgo que
obligatoriamente se deben valorar con una justificación empírica breve y un
detalle de cómo valorar cada ítem y sus definiciones operacionales. Este
apartado es de una enorme utilidad, es crucial, ya que garantiza un nivel
mínimo de fiabilidad interobservadores al especificar como valorar cada
ítem de los que consta la guía. Por último la guía contiene un protocolo de
resumen de los factores de riesgo que sirve para realizar la valoración
global (decisión pronóstica) por parte del evaluador.

Las guías sirven para valorar el riesgo futuro de violencia y aunque tienen
una apariencia que puede recordar un test psicológico pero no lo son. Este
hecho hay que reseñarlo porque las guías no son una técnica propia y
exclusiva de psicólogos sino que la pueden emplear todos aquellos técnicos
que en su ejercicio profesional tomen decisiones que afectan al riesgo de
reincidencia violenta de agresores o delincuentes. No están diseñadas para
realizar diagnósticos de peligrosidad o de cualquier otra categoría clínica o
criminológica, simplemente nos permiten repasar los factores de riesgo que
de forma imprescindible hay que valorar para hacer una predicción de
violencia mejor que la que haríamos al azar.

¿Cómo se usan? Para realizar una valoración de riesgo es imperativo


utilizar todas las fuentes de información disponibles. Cualquier protocolo o
guía de valoración del riesgo de violencia no se ha de completar hasta que
se haya realizado un exhaustivo y detallado estudio del caso. Los factores
de riesgo a enjuiciar se deben codificar después de que toda la información
haya sido registrada y se haya contrastado adecuadamente. Si es posible, la
evaluación ha de incluir: a) una entrevista con el acusado; b) una entrevista
con la víctima o víctimas; c) entrevistas con otras personas incluyendo
amigos y familiares de la víctima; y d) análisis de informes
complementarios tales como anteriores partes policiales, denuncias de la
víctima, expedientes penitenciarios, sentencias y otros similares. Es
recomendable que los evaluadores analicen escrupulosamente cualquier
información, oral o escrita, para completar la información en la cual se
fundamentará la valoración del riesgo, así como considerar las limitaciones,
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    49   
 

si existen, relacionadas con las omisiones de información o las ausencias de


datos relevantes.

Para completar las guías de valoración del riesgo, hay que seguir la
siguiente secuencia de pasos: 1º. Completar la información básica del caso.
Cuando sea posible identificar el caso con un número de registro, los
nombres (alias) del agresor y la víctima (s) así como de las fuentes de
información consultadas. 2º. Codificar la presencia de los factores de riesgo.
Después de revisar toda la información disponible se codificará cada factor
de riesgo del protocolo de acuerdo al siguiente código de una escala,
generalmente de 4 puntos: S/D (sin datos): la información disponible es
insuficiente para codificar el factor; No (o 0): el factor está claramente
ausente, ¿? (o 1): hay evidencias posibles o parciales (por gravedad o
frecuencia) que el factor está presente y Si (o 2): el factor está claramente
presente. 3º. Calificar el riesgo de actos violentos en el futuro. Se debe
considerar el nivel de riesgo de violencia en la condición general que no se
prevé que haya ninguna intervención. Hay que decidir entre los siguientes
tipos de riesgo: a) riesgo inminente (menos de 2 meses), b) riesgo a largo
plazo (más de 2 meses y hasta 6-8 meses), y c) riesgo de agresión
extremadamente grave o de muerte o algún tipo más específico de
agresión. En cada caso los niveles del riesgo hay que calificarlos de acuerdo
a una escala de 3 niveles: Bajo (B), Moderado (M) o Alto (A). 4º. Elaborar
un plan de gestión del riesgo (seguridad). Por último hacer
recomendaciones, cuando sea necesario, de que actuaciones hay que
realizar basándose en los niveles de riesgo y los factores de riesgo
específicos presentes. En general estas acciones se clasifican en cuatro
niveles de intervención que de menor a mayor son: monitorización,
tratamiento, supervisión y planificación de la seguridad de la víctima
además de otras consideraciones.

Es importante significar que la valoración del riesgo no es un proceso


estático. El nivel de riesgo puede cambiar y fluctuar en el tiempo debido a
las circunstancias del propio agresor (y también de la víctima). Por lo tanto,
se recomienda la repetición de las evaluaciones, como mínimo, cada seis
meses. Además se deberán revisar de nuevo las valoraciones si cambia
alguna de las siguientes circunstancias críticas capaces de generar nuevos
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    50   
 

conflictos o un recrudecimiento de la violencia como por ejemplo que haya


nuevas circunstancias que aumentan la probabilidad de contacto entre el
agresor y la víctima.

¿Qué validez tienen las predicciones realizadas con la ayuda de las guías?
Responder a esta pregunta es similar a conocer la capacidad predictiva de
las guías, es decir, saber cuántas veces se acierta y cuantas se producen
errores en la predicción. Es la regla de oro para poder hablar de la utilidad
de las mismas. La validez y utilidad de las guías de valoración del riesgo de
violencia dependen de dos factores simultáneamente: la eficacia de la toma
de decisiones del evaluador y la adecuación del caso individual a los
patrones genéricos de las relaciones entre factores predictores y criterio.
Estas dos limitaciones son propias de la técnica del Juicio Clínico
Estructurado. En general la validez predictiva de las guías se sitúa por
encima de los juicios clínicos de peligrosidad y, en algunos casos
ligeramente por debajo de las técnicas exclusivamente actuariales (Hilton y
Harris, 2006).

Los evaluadores que realizan las valoraciones del riesgo de violencia con las
guías que presentamos son los responsables de asegurar que su valoración
se ajuste a las leyes vigentes, regulaciones y normativas propias de cada
contexto jurídico. Las guías no son protocolos específicos para cada país o
sociedad concreta, incluyen los factores de riesgo más comunes en los
estudios científicos sobre tipos de violencia. Estos evaluadores deberán
tener, como mínimo, las siguientes competencias:

1.- Habilidades específicas y una cierta experiencia en evaluación


individual (por ejemplo, entrenamiento profesional y/ o experiencia
relacionada con el trabajo con agresores y víctimas de violencia de
pareja); y

2.- Conocimientos técnicos concretos en el área de violencia (por


ejemplo violencia contra la pareja o violencia de género, violencia
sexual…) adquiridos en cursos de formación especializada o por el
ejercicio profesional en este ámbito laboral.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    51   
 

Hay que destacar que cuando en la valoración de algún ítem del protocolo el
responsable de la valoración no tiene la formación o competencia necesaria
para dicha evaluación, por ejemplo en los aspectos referentes a la salud
mental, pueden codificar este factor de acuerdo a informes psicológicos o
psiquiátricos realizados por otros profesionales, caso de que se dispongan.
Si no se disponen de estos informes se podrá, alternativamente: a) codificar
este factor haciendo constar que esta codificación es provisional (por
ejemplo, porque no se dispone de los resultados de un informe o de una
consulta psicológica o psiquiátrica, o bien porque no se ha realizado o no se
puede realizar en ese momento); o b) omitir totalmente este factor,
haciendo constar como una observación específica esta anotación que
condicionará el resultado de la valoración.

4.4.- Tratamiento y gestión del riesgo de violencia

En el curso de la dinámica social en el estado moderno, globalizado y del


bienestar se ha ido reconociendo al personal penitenciario como uno de los
agentes intervinientes en un servicio público importante, la rehabilitación de
los delincuentes y la prevención del delito. El personal penitenciario está en
el “interfase” de la política criminal, en cierto sentido expresión de la
voluntad social de gestionar la delincuencia y los reclusos entendidos no
solamente como penados y delincuentes sino como seres humanos con
todas sus necesidades, variabilidad y características. Así pues el abanico de
tareas que se encomiendan a los técnicos penitenciarios se ha ampliado con
el paso de los años. Primero se incluyeron acciones simplemente de control,
más tarde se incluyeron tareas educativas (al principio solamente con el
objetivo de salir del analfabetismo) y de promoción laboral (aprender un
oficio), de atención sanitaria y psicológica (salud física y mental), todas
ellas con la finalidad de rehabilitar al penado, evitar la reincidencia y
conseguir su integración social completa. Gradualmente se incluyen nuevas
tareas con los mismos objetivos antes citados, pero que se concretan en
aspectos mucho más ambiciosos: aumentar el bienestar de los internos y
colaborar con las medidas de protección y seguridad pública de los
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    52   
 

ciudadanos. Si antes la tarea del técnico de prisiones no trascendía los


muros de las prisiones ahora se proyecta en numerosas facetas de la vida
comunitaria y ciudadana. Pensemos en las nuevas formas delictivas, como
la violencia doméstica o la seguridad vial, en ambas se trata de que el paso
por la justicia penal consiga la prevención (más o menos definitiva) de esas
conductas antisociales enumeradas hoy como delitos.

Si como parece cada vez más evidente cualquier fenómeno violento es


reconocido como un delito y sancionado con penas de privación de libertad,
los técnicos penitenciarios son y lo van a ser, los expertos encargados de
gestionar y reducir este tipo de fenómenos. Para ello hasta ahora disponen
de la tecnología básica y esencial: el tratamiento psicológico penitenciario.
Pero parece que hemos llegado a un punto donde la capacidad de esta
tecnología parece limitada, siendo eficaz como lo es, para reducir la
delincuencia (Redondo, 2008). Probablemente haya que ampliar el espectro
de la intervención penitenciaria pasando del tratamiento (en sus múltiples
versiones y aplicaciones) a la gestión del riesgo de violencia.

En términos genéricos podemos decir que los programas de tratamiento


actuales y disponibles para los delincuentes violentos son útiles para reducir
el riesgo de violencia futura (Lösel y Bender, 2006; Redondo, 2008). De
hecho esta conclusión se extrae de estudios recientes donde se analiza
como las intervenciones psicológicas de tipo cognitivo-conductual, socio-
terapeúticas, multimodales y orientadas a la familia tienen un potencial
efecto positivo en los factores de riesgo que influyen en la probabilidad de la
reincidencia delictiva (Crigthon y Towl, 2008). Hoy sabemos (Andrews y
Bonta, 2003; Redondo, 2008) y está bien demostrado, que si en las
prisiones no se trabaja específicamente con los internos para su reinserción,
con programas variados y de eficacia probada, el paso por la cárcel
empeora los hábitos de comportamiento antisocial de los presos, afecta
negativamente a su salud y les añade una pesada carga para que en el
futuro sean ciudadanos adaptados y alejados de las actividades antisociales
y, en resumen, aumenta la probabilidad de conductas antisociales futuras.

El paso del diagnóstico de peligrosidad a la valoración del riesgo de


violencia, realizado por medio del uso de Guías de valoración del riesgo u
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    53   
 

otro tipo de protocolos, puede ayudar a mejorar la tarea predictiva de los


profesionales. Estas nuevas técnicas, aquí planteadas en el contexto del
trabajo profesional de los técnicos penitenciarios, no son exclusivas de éstos
sino que pueden ser compartidas por otros profesionales del campo forense,
judicial, policial, sanitario y asistencial. Sin embargo en el trabajo cotidiano
de los profesionales penitenciarios son muy necesarias. Una vez finalizada
las tareas de valoración se imponen otros pasos, a continuación, para dar
sentido a esta tarea en el contexto de la prevención de la violencia. Para
cualquiera que formule/reciba un pronóstico de riesgo de violencia “alto e
inminente” esta información es un acicate para la búsqueda urgente de
medidas que eviten que ese pronóstico de confirme. La minimización del
riesgo de violencia es el paso que sigue a la valoración del riesgo. Este
nuevo abordaje técnico se denomina gestión del riesgo y está
estrechamente relacionado con la valoración. La gestión del riesgo se basa
en comprender por qué el sujeto eligió actuar violentamente en el pasado,
en determinar si los factores de riesgo/protección que influyeron en su
elección siguen presentes y lo estarán en el futuro, y en promocionar los
factores que le pueden llevar a tomar decisiones no-violentas en tanto que
estrategias alternativas de solución de conflictos. La gestión del riesgo hace
referencia a la aplicación de los conocimientos disponibles generados en los
estudios de valoración del riesgo para minimizar la frecuencia actual de las
conductas violentas y delictivas así como sus efectos y es un campo donde
los expertos deben desarrollar nuevas estrategias de intervención en su
lucha contra el comportamiento violento.

Un ejemplo donde se ve claramente la convivencia entre la necesidad de


una valoración del riesgo de violencia preciso con las técnicas de gestión del
riesgo de ese tipo de violencia son los casos de delincuentes sexuales
reincidentes. El reciente debate acerca de la “castración química” nos pone
de manifiesto las creencias erróneas que se atribuyen a los agentes que
actúan en este tipo de delitos. Cuando acontece un delito sexual grave y
violento se reclaman soluciones urgentes para que no vuelva a suceder
nunca más. Entre estas soluciones se ha propuesto la llamada “castración
química” y recientemente se ha aprobado su utilización como elemento
coadyudante en el tratamiento de los delincuentes sexuales que así lo
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    54   
 

deseen y para los que, después de las debidas comprobaciones de


idoneidad, sean susceptibles de recibir este tratamiento químico en el
marco de un programa integral de intervención. Esta propuesta se puede
considerar un ejemplo de gestión del riesgo.

La gestión del riesgo de violencia consiste en el diseño y aplicación


individualizada de un conjunto de procedimientos que tienen como objetivo
de reducir o eliminar el riesgo existente en un individuo y para el intervalo
temporal inmediatamente posterior a la valoración del mismo. Estas tareas
no son nuevas en el campo de la intervención penitenciaria, sanitaria o
policial pero aplicadas después de la valoración específica del riesgo de
violencia adquieren un sentido renovado: son individualizadas y dinámicas e
incluyen, como en los casos de violencia contra la pareja, la intervención de
las posibles víctimas en el proceso. Para responder con eficacia al problema
que representa un determinado nivel de riesgo (pensemos en la diferente
actuación después de una valoración de riesgo bajo y de una valoración de
riesgo alto e inminente) es muy importante tener un sentido preciso y
detallado de la historia pasada y del presente del agresor (que está
recogida en los factores de riesgo valorados) y de las circunstancias donde
apareció su comportamiento violento para tratar de representarnos
mentalmente el futuro de este sujeto en nuevos (o repetidos) escenarios
donde se encontrará. La gestión del riesgo de violencia significa intervenir
para reducir los factores de riesgo e introducir nuevas habilidades para
enfrentarse a los conflictos donde antes se había utilizado la violencia por
parte del agresor (Hart, 2001, Webster, 1997). Las estrategias y
posibilidades de gestión son múltiples y se adecúan a la naturaleza de los
factores de riesgo específicos. Por ejemplo si el consumo/abuso de drogas
es un factor de riesgo potente en un caso particular o es la falta de auto-
control o la impulsividad, las estrategias de gestión serán distintas y hasta
pueden depender de diferentes profesionales su responsabilidad y no
necesariamente de personal penitenciario o policial.

Como sucede en el tratamiento de los problemas que afectan a la salud


pública, el futuro del combate contra la delincuencia violenta pasa por
prevenir su aparición y esto se puede conseguir por medio de la gestión del
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    55   
 

riesgo de violencia en aquellos individuos con serios antecedentes violentos


y especialmente en aquellos que resulten identificados como de alto riesgo.
La prevención no tiene el mismo marco legal que la pena y la sanción, se
puede aplicar a posteriori de una condena y con todas las garantías legales.
La prevención tiene que ver con las causas de la reincidencia. En esta
estrategia el papel que tienen las autoridades judiciales es limitado pero
complementario al que pueden realizar el resto de agentes implicados. Las
causas de los delitos violentos son múltiples y, en cada caso, se pueden
identificar con suficiente rigor. La Criminología y la Psicología criminal
disponen de técnicas válidas para conocer el riesgo de reincidencia violenta
de una forma individualizada y, por tanto, la prevención puede ajustarse a
cada caso particular y así no aplicar medidas universales de prevención sino
aquellas que cada caso requiera. Así por ejemplo y en este sentido la
supresión hormonal transitoria podría tener una finalidad preventiva de la
delincuencia sexual en aquellos delincuentes donde sea adecuada su
inclusión en el programa de tratamiento.

La prevención de los delitos violentos, especialmente realizados por


delincuentes crónicos, no es una tarea que deba implicar única y
exclusivamente a las autoridades judiciales. Muy al contrario en ella deben
colaborar muchos de los agentes sociales que actúan en la comunidad tales
como los servicios policiales y de seguridad, los servicios penitenciarios, los
servicios sociales, los agentes sanitarios y, en segundo lugar, otras
organizaciones sociales comunitarias (asociaciones de voluntarios,
entidades de ayuda a personas en riesgo de exclusión social, etc…) que
dispongan de recursos para la reinserción. La evitación de nuevos delitos
violentos por parte de exreclusos es una tarea esencialmente preventiva, no
únicamente penal. La prevención de nuevos sucesos violentos a manos de
reincidentes dependerá de la actuación coordinada de todos los agentes
antes mencionados, cada uno de ellos responsable de gestionar distintos
factores de riesgo que favorecen la aparición de nuevos delitos.
Probablemente esta tarea preventiva requiera crear unidades específicas de
coordinación de estas agencias que han de gestionar con sus recursos
especiales el riesgo de reincidencia, como ha sucedido en UK con la creación
de los MAPPA (Multi-Agency Public Protection Arrangements). La finalidad
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    56   
 

de esta gestión es reducir las probabilidades de aparición de nuevos delitos


violentos y anticiparse a aquellos realizables por delincuentes conocidos y
con elevado nivel de riesgo de violencia futura.

La realidad actual en el control de la delincuencia violenta sigue dos


caminos más o menos convergentes. Aquellos países que adoptan medidas
de control post-penal como sucede en Alemania y que parece ser el modelo
que se planifica para nuestro país (si atendemos a las propuestas de
modificación del código penal actual para evitar la reincidencia de los
delincuentes sexuales y los terroristas) o las medidas preventivas
comunitarias, como las MAPPA (aplicadas desde hace unos cuantos años en
UK) que han desarrollado recientemente que utilizan la valoración del riesgo
y que plantean la gestión del riesgo de reincidencia de delincuentes
violentos como algo que concierne a toda la comunidad y a los servicios del
estado, no solamente a la policía y los jueces.

El planteamiento de las medidas post-penales es someter a control judicial


a aquellos delincuentes que una vez han cumplido la pena por el delito
cometido siguen teniendo alto riesgo de reincidencia (por los motivos que
sea). El juez, la policía y los técnicos penitenciarios se encargan de
controlar, bajo la medida de la libertad vigilada, a estos individuos hasta
que su peligrosidad/riesgo de violencia haya remitido, pero pudiéndose
alargar esta situación en algunos casos hasta un total de 20 años
posteriormente al cumplimiento de la pena. Por el contrario las MAPPA son
planes de gestión del riesgo de violencia de un delincuente (penado o
liberado) en los cuales colaboran los servicios sociales, los servicios de
salud, los penitenciarios, la policía, los jueces y otros colectivos que, de
forma coordinada, se encargan de controlar aquellos factores de riesgo para
los cuales son competentes (por ejemplo si las dificultades con el empleo
son muy criminógenas entonces los servicios de ocupación gestionan este
tema) y monitorizan constantemente si la situación de riesgo se modifica (y
en que sentido) para que puedan actuar, si así es conveniente, la policía o
los servicios jurídicos. En este contexto los técnicos penitenciarios tienen un
papel destacado por el conocimiento en profundidad que tienen del agresor
y como es obvio ayudan de forma esencial en este plan de seguridad.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    57   
 

5.- Conclusiones

La violencia y la delincuencia violenta forman parte de los problemas


sociales que más actualidad social tienen en el momento actual donde,
paradójicamente, esos problemas conviven con el bienestar y la bondad
económica más notable de los últimos años de la historia reciente de
nuestro país. La gravedad de las consecuencias de la violencia en las
víctimas y el costo económico que representa su control reclaman
soluciones. En las páginas anteriores hemos querido demostrar cómo, para
alcanzar estas soluciones, se hace inevitable la colaboración de
profesionales provenientes del mundo jurídico con el socio-asistencial y
sanitario. Los profesionales que se ocupan de la violencia son múltiples pero
entre ellos destacan los profesionales de las ff.cc.ss.ee y los técnicos
penitenciarios ya que la fracción más importante de la violencia está en
manos de delincuentes.

Los delincuentes violentos, peligrosos y reincidentes son una importante


minoría en las prisiones que concitan las preocupaciones profesionales en la
medida en que son el grupo que produce la mayoría de los sucesos
violentos y, además, cuando están identificados son la diana de las acciones
de tratamiento y gestión propias del sistema penal y penitenciario. Durante
el siglo XX a todo este grupo de delincuentes se los ha tratado en base a la
naturaleza de los delitos cometidos, identificados, juzgados y penados, pero
también de acuerdo a la peligrosidad de la que eran portadores. La
peligrosidad se ha utilizado como justificación de sus comportamientos
violentos así como predictor del futuro violento de éstos delincuentes e
inimputables.

Los avances recientes en la Criminología y el estudio epidemiológico de la


violencia han demostrado la insuficiencia de esta premisa. Es más útil y
preciso valorar el riesgo de violencia futura en delincuentes que diagnosticar
su peligrosidad ya que de ese modo las predicciones son más precisas y se
puede intervenir en la gestión preventiva con mayor conocimiento de causa.
La sustitución de la peligrosidad por la valoración del riesgo se ha
beneficiado de la importación de técnicas predictivas propias de áreas de
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    58   
 

intervención social alejadas de la Criminología. Muchas disciplinas y


actividades profesionales que van desde la medicina hasta la meteorología y
la economía tienen entre sus técnicas profesionales aquellas dedicadas a la
predicción. Las ciencias sociales, médicas y físicas (y todas sus aplicaciones)
utilizan técnicas predictivas y sus procedimientos se han trasladado y
adaptado al problema de predecir la conducta violenta futura reincidente.
En este contexto a lo largo de los últimos 15 años se han desarrollado y
generalizado el uso de protocolos o guías de valoración del riesgo de
violencia que hemos presentado y analizado aquí. En general la evaluación
del riesgo de violencia, realizada por medio de los protocolos y técnicas que
hemos descrito es tan preciso como la mayoría del resto de pronósticos
tales como el meteorológico, el financiero, el industrial, el médico, etc.
(Andrés-Pueyo y Redondo, 2007).

La predicción del riesgo, en nuestro caso de sucesos violentos tanto a nivel


intra-institucional, como la violencia auto-dirigida y la reincidencia violenta,
es una renovada tarea profesional que se puede abordar con nuevas
técnicas que vienen a sustituir otras menos eficaces y que se debe realizar
de forma rutinaria. Tradicionalmente los profesionales que trabajan en torno
a la delincuencia violenta siempre se habían preocupado por anticipar el
futuro de violencia en delincuentes de este tipo (asesinos, homicidas,
agresores sexuales, maltratadores domésticos, etc..) utilizando como núcleo
central de su tarea el diagnostico e identificación de la peligrosidad del
delincuente.

La valoración del riesgo de violencia debería ocupar en la tarea de los


técnicos penitenciarios un espacio de individualización del interno más allá
del simple conocimiento “diagnóstico” de su personalidad, sus
peculiaridades clinicas y sus circunstancias socio-familiares en relación
directa a su futuro en el plano de la conducta violenta. De hecho los
comportamientos violentos que preocupan en prisión son esencialmente
tres: el más genuino, si el interno en la calle reincidirá en delitos violentos,
el segundo (no por ello menos importante) es la violencia intra-institucional
y el tercero, clásico donde los haya, el suicidio o violencia autodirigida.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    59   
 

La tarea de valoración del riesgo de violencia es compleja porque requiere


al menos tres elementos en combinación: Datos sobre el agresor,
experiencia en evaluación y formación criminológica. Los técnicos de
prisiones disponen de los tres elementos o los pueden obtener. La situación
de penado de un delincuente (cada vez más) comporta la existencia de
multitud de datos que constan en los registros y ficheros judiciales y
penitenciarios. En estos archivos existen evaluaciones de la historia criminal
(antecedentes) de la biografía personal y familiar, de su estado de salud y
situación laboral, sentencias y resúmenes de sentencias, informes diversos
que se acumulan a lo largo de su estancia en prisión y que hacen referencia
a su adaptación, clasificación, destinos, incidentes, expedientes, etc… en
resumen se dispone de muchos datos. Es verdad que pueden ser imprecisos
e incompletos pero muchos de ellos se pueden subsanar y registrar de
nuevo con veracidad. Además de los datos y las informaciones que generan
los técnicos de prisiones tienen formación y experiencia en el tema
criminológico y por último casi todos ellos a lo largo de su experiencia
profesional adquieren habilidades y competencias en evaluación y toma de
decisiones (por ejemplo: juntas de tratamiento, informes de libertad y/o de
salidas, cambio de destino, etc…). En resumen el técnico de prisiones
dispone de las competencias necesarias y de los recursos para poder
realizar evaluaciones de riesgo mediante el uso de procedimientos de juicio
clínico semi-estructurado y actuarial. Esta nueva tarea no es, en realidad,
tan nueva. Simplemente se trata de ordenar y seguir un protocolo de
valoración del riesgo que sustituye el método clínico que se utiliza en la
identificación de la peligrosidad para anticipar la reincidencia delictiva. Esta
nueva técnica además de mejorar la capacidad predictiva y asegurar un
mayor número de aciertos garantiza al técnico la justificación transparente
de sus decisiones y la revisión crítica de los errores para las posteriores
decisiones.

La realidad actual de la demanda de control sobre la delincuencia violenta


se regula entre dos polos: el control del riesgo de violencia y la garantía de
seguridad que los ciudadanos reclaman con respecto a la delincuencia
violenta. Si durante muchos años la “seguridad” era una de las razones de
ser de los servicios penitenciarios, en el futuro la garantía de esta seguridad
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    60   
 

se va a fundamentar en la valoración y gestión del riesgo de violencia que,


cada día más, se convertirá en la “piedra de toque” del trabajo con los
delincuentes.

La introducción de nuevos protocolos de trabajo, como los de valoración de


riesgo en el ámbito penitenciario, tiene un impacto que se sobrepone a
otros muchos que suceden diariamente en el mundo judicial. Se sitúa entre
los elementos que forman parte de la agenda futura de novedades
profesionales en relación con la delincuencia violenta. Por un lado hay que
mejorar las predicciones individualizadas de riesgo de violencia, generalizar
la aplicación de herramientas de valoración del riesgo de violencia entre los
técnicos, introducir la gestión del riesgo en la intervención propia del marco
penitenciario y potenciar la coordinación institucional en la detección y
seguimiento de los casos que garantice una mejor prevención de la
reincidencia violenta y otros sucesos similares.

Como en cualquier actividad laboral y profesional los tiempos actuales son


de cambio y de nuevas exigencias. Muchas de ellas no son específicas de la
profesión como técnicos penitenciarios sino en la medida en que éstos son
empleados públicos. Estas demandas son las propias de los tiempos
actuales a cualquier trabajador, especialmente si es empleado público y que
requieren: mayor nivel de formación (específica y continuada), un aumento
del control de la actividad profesional (de calidad, supervisión, eficiencia….)
y una mayor colaboración con otros profesionales en la consecución de los
objetivos (mayores responsabilidades personales…). A estas exigencias
genéricas hay que sumarles las específicas como técnicos de prisiones
enmarcadas en un contexto de cambios permanente (legales,
paradigmáticos, sociales, etc..) y de nuevos retos como son el aumento de
internos con trastornos mentales y/o de personalidad, la combinación de
recursos propios de la vida en prisión de los internos con las propias de las
nuevas medidas penales alternativas o la inclusión en el mundo
penitenciario de “nuevos” delincuentes que, aparentemente, tienen poco
que ver con los que tradicionalmente constituían el grupo más numeroso de
internos penitenciarios.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    61   
 

Después de la exposición que hemos realizado sobre aspectos diversos


relacionados con la prevención y la predicción del riesgo de violencia es
necesario recapitular en unas breves conclusiones de contenido. Este es un
tema de gran actualidad lo que significa que cada día aparecen nuevas
informaciones y precisiones del mismo. Algunas grandes esperanzas se
tornan ilusiones más prudentes pero los estudios empíricos confirman que
la eficacia predictiva de la valoración del riesgo de violencia es una
poderosa herramienta para prevenir la violencia especialmente en aquellos
contextos donde esta surge y resurge con fuerza: el ámbito de la
delincuencia y el de la salud mental.

Creo que podemos resumir lo esencial en cinco afirmaciones y una


recomendación, derivadas de la exposición anterior:

1) La violencia hoy es una amenaza grave a la salud, el bienestar


y el desarrollo y en el marco de este problema debemos ubicar la
delincuencia violenta.
2) La reducción de la violencia es una nueva demanda social ante
la cual las medidas de seguridad deben complementarse con las de
intervención psico-social preventivas.
3) La reducción de la violencia es posible y compatible con las
libertades. La estrategia jurídico-penal y las políticas criminales son
insuficientes.
4) La lucha contra la violencia pasa por la prevención de ésta y
en esta tarea es necesaria la participación de nuevos agentes
además de los propios de los cc.ff.ss.ee y similares.
5) Existen de técnicas de valoración del riesgo de violencia que
facilitan la prevención de la violencia.
6) Los profesionales penitenciarios han de colaborar en la
prevención de la violencia. La valoración del riesgo de violencia es
una tarea para la que los técnicos de prisiones están preparados y
es una de las etapas más destacadas del proceso de gestión del
riesgo de violencia futura.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    62   
 

Como reflexión final podemos decir que la predicción de la violencia es,


según Steve Hart, psicólogo de la Universidad Simon Fraser de Vancouver
(Canadá) y uno de los más destacados expertos en valoración del riesgo de
violencia: “la valoración del riesgo de violencia consiste en caracterizar
(identificar) el riesgo de que los individuos cometan actos violentos en el
futuro. La finalidad de esta evaluación puede ser clínica (intervenir,
prevenir, actuar urgentemente,...) o jurídica (tomar decisiones penales,
sobre libertad condicional, etc...). La predicción de la violencia es posible si
atendemos a que lo predecible es el riesgo de aparición de la conducta
violenta, no la conducta en sí misma. Esta predicción se puede hacer de
forma fiable y válida si la fundamentamos en procedimientos técnicos como
es el Juicio Clínico Estructurado”. No debemos olvidar que la valoración del
riesgo de violencia es un procedimiento que forma parte de una estrategia
más global, la de prevenir la violencia y es en este contexto donde adquiere
un sentido más completo.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    63   
 

6.- REFERENCIAS

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Tabla 1.- Importancia numérica de los tipos de delincuencia violenta, su evolución reciente según datos
policiales y una aproximación al nivel de reincidencia delictiva.

Frecuencia (aprox.) de delitos violentos al año según denuncias policiales (1)

Evoluc.
Reincidencia
2004 2006
(**)
Delitos violentos 2000-04 (*)

Robo con violencia 83.000 Descenso 71.000 Alta

Del. contra las personas 53.000 Aumento 66.000 Media

Del. contra lib. sexual 8.000 No cambio 8.100 Media

Violencia Domestica (2) 58.000 Aumento 62.000 Muy Alta

Del. viol. en jóvenes (3) 6.200 Descenso 5.800 Muy Alta

* Cambio entre 2000 y 2004

** Niveles de reincidencia en %

1-2: muy bajo; 2-10: bajo;10-25:medio;25-40:alto y >40:muy alto.

(1) Valores absolutos-redondeados- en una población demográficamente en aumento.

(2) Violencia de género

(3) Delitos contra personas y contra la libertad sexual

Elaboración propia a partir de Garrido et al. (2006) e Informe Policia Nacional (2007)
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    68   
 

Tabla 2.- Tabla- resumen de protocolos e instrumentos de predicción del riesgo de violencia aplicables
en casos de delincuentes violentos y en contextos penitenciarios.

Criterio
Guía o Disponible en
Predictores Refer.
Protocolo España
y aplicaciones

Ítems de desarrollo de
VRAG la personalidad, Predice para un Si, adaptación
Quinsey,
historia de conductas intervalo de 7 a 10 años experimental
Harris, Rice
Violent Risk violentas y no- el riesgo de conductas
& Cormier
violentas. violentas en enfermos UCM-Psicologia
(1998)
Appraisal Guide mentales. Forense

Ítems de desarrollo de
SORAG
la personalidad, Predice, para un Quinsey,
historia de conductas intervalo de 7 a 10 Harris, Rice No adaptación
Sex Offender
anormales violentas y años, el riesgo de & Cormier española
Risk Appraisal
preferencias y violencia sexual. (1998)
Guide
desviaciones sexuales.

Violencia sexual:
reincidencia de
pedófilos y agresores
10 factores de riesgo Hanson et No adaptación
STATIC-99 sexuales
de violencia sexual al (1999) española
Intervalo largo de
predicción

20 Factores de riesgo Si, disponible


de tipo: Histórico,
HCR-20 Predice violencia física Webster,
Clínico y de gestión del Adaptación
en poblaciones de Douglas,
Riesgo, presentados profesional por
Assessing Risk enfermos mentales y Eaves &
en un instrumento Andres y
for Violence delincuentes crónicos Hart (1997)
único en formato guía Hilterman.
protocolizada GEAV/UB

20 Factores de riesgo Si, disponible


SVR-20 de tipo: Histórico, Predice riesgo de
Boer, Hart,
Clínico y de gestión del violencia sexual. Adaptación
Kropp &
Sexual Violence Riesgo, presentados profesional por
Webster
Risk en un instrumento Gestión del riesgo de Andres y
(1997)
Assessment único en formato guía violencia sexual Hilterman.
protocolizada GEAV/UB

22 items de riesgo
tipo: historia violencia
Existe versión
RSVP sexual, ajuste
piloto.
psicologico, trastorno Riesgo de violencia
Hart et al.
The Risk for mental , ajuste social sexual y gestión de la
2003 J.C.Navarro
Sexual Violence y gestión. reincidencia
Protocol
GEAV/UB
Formato de guía
protocolizada

20 Factores de riesgo
de agresiones en
SARA contexto de parejas, Kropp, Si, disponible
Valora riesgo de
violencia especifica, Hart,
violencia física grave,
Spousal Assault ajuste psicosocial, Webster & Adaptación
sexual y amenazas en
Risk “index offense” y Eaves profesional por
el seno de la pareja o
Assessment otros. (1999) Andres y Lopez.
ex/parejas
Guide GEAV/UB
Formato guía
protocolizada.
Valoración riesgo de Violencia. A. Andrés Pueyo    69   
 
Listado de de factores
de riesgo y de
necesidades Valora riesgo de
LSI-R Adaptación
criminogénicas. reincidencia y
Andrews y experimental
Combina variables dificultades de
Level Service Bonta realizada por V.
dinámicas y estáticas. adaptación al
Inventory- 1995) Garido (Univ. de
Diseñado para tratamiento en
Revised Valencia)
gestionar el internamiento
tratamiento de
internos en prisión

20 Factores de riesgo,
Existe
SAVRY similares a HCR-20 y
adaptación
presentados en un Violencia grave en
profesional al
Structured instrumento único en jóvenes adolescentes Borum et
catalán
Assessment of formato guía al. 2003.
Violence Risk in protocolizada (12-18 años)
E. Hilterman
Youth
CEJFE

Adaptaciones
Procedimiento clínico-
españolas
actuarial, de 20 ítems
disponibles
PCL (variable) de historial
Violencia en general,
delictivo y variables de
especialmente asociada R.Hare y Dr. Torrubia
Lista de personalidad.
a Trastornos de otros UAB.
Chequeo de
Personalidad
Psicopatía Existen versiones
Dr. Garrido UV
distintas para grupos
específicos y de edad.
Dr. Luengo USC

Para evaluar el riesgo


Procedimiento de de reincidencia y
NOMS y
valoración y gestión violencia en medios
Home Office No disponible en
OASYS del riesgo de violencia penitenciarios. Además
(UK y España
en prisiones y libertad permite diseñar
Gales)
provisional. 123 items. procedimientos de
gestión del riesgo

Procedimiento quasi-
Para valorar riesgo de
actuarial (17 items) de
violencia contra la GESI DE uso exclusivo
valoración del riesgo
VPR y VPER mujer adulta en el (Ministerio en las FF.CC.SS.
de violencia contra la
contexto de las del interior) españolas
pareja y su
relaciones de pareja
seguimiento.

RASP
Procedimiento
Valora riesgo de
actuarial de 12 ítems Cunninghan
Risk violencia de los internos No disponible en
de valoración de y Sorensen
Assessment en el centro España
riesgo de violencia (2006)
Scales for penitenciario
intra-institucional.
prison

Tim
COMPAS Brennan
Paquete informático y Evalúa riesgos de
actuarial de 46 items y población penitenciaria
Correctional (Northpointe No disponible en
15 escalas para y “probation” para
Offender Institute for España
evaluar riesgo de conductas delictivas
Management and Public
reincidencia violenta violentas Management,
Profiling
Alternative 1996)
Sanctions

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