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DISFRUTANDO LA VIDA

Wilson Pavón

Nunca antes disfruto como ahora el ambiente que lo encerraba, Mauricio se


encuentra en el monte más alto de la comunidad. Pero es curioso que con diez
años de su vida este sentado en la rama de un árbol, disfrutando del paisaje.
Llena sus pulmones de aire con una bocanada inmensa, y suspira. Todo,
absolutamente, todo a su alrededor es vida, antes no lo había notado y en este
momento lo goza con vigor, hasta noto los animales que habitaban en el árbol;
la briza roza su piel como caricia de ángeles, y revolotea las hojas pareciendo
como si juguetean con las ramas de los arboles más grandes. Es una tarde
hermosa, que paisaje, era un ocaso soñado, el sol rojizo se despide refulgente
de cada uno de los seres de la creación, las aves vuelan con premura a su nido,
las plantas se envuelven ya hasta el amanecer. Mauricio recuerda con alegría y
nostalgia todos los momentos vividos en la comunidad conjugados entre alegría
y una extraña nostalgia, suspira como queriendo regresar a aquella época de la
viva niñez. Tan buenos momentos se atraviesan por su cabeza, revota su primer
día en la comunidad.

La comunidad de Sahuangal, parroquia Pacto, en el noroccidente de Quito-


Ecuador. Fue el lugar que la mama de Mauricio escogió para un nuevo
comienzo, había escuchado que este era el mejor lugar para hacerlo, llego con
Mauricio en brazos dormido del viaje desde la capital, ya tenía cuatro años,
pidió posada en la casita de doña María Esther presidente de la comunidad que
fue la única que se atrevió a dar lugar a un niño y su madre en aquella noche
lluviosa.

Nadie sabía a ciencia cierta la razón por la cual se escondió o se quedo en la


comunidad, tal vez para huir del cruel pasado que cuando de despierta explota
y es una caja de pandora llena de penas y alegrías. En nuestro caso, era de
tristeza por la pesadumbre de aquella mujer pobre, con su niño en brazos, aquel
pasado incierto marco el destino de Mauricio.

- Señora muy buenos días, ¿Qué hace usted, por acá?. nunca había tenido el
gusto de conocerla, ¿está de pasada? -La mama de Mauricio fue interrogada
por don Fulgencio, viejo lobo, divorciado dos veces, con un número de hijos
que no se sabía con certeza, que supo de la nueva habitante de la comunidad
y salió personalmente a recibirla.
- Buenas, me voy a quedar aquí indefinidamente.
- Pero, en donde están mis modales, puedo saber ¿Cuál es su nombre?

La mama de Mauricio no quería dar alas, porque presintió las intenciones de


don Fulgencio, pero, tenía hambre y por supuesto no tenía dinero, que se
termino en el transporte y en algo para comer el día anterior.

Días después como adivinará, ya estuvieron viviendo en casa de don Fulgencio.

Antes de ir a la comunidad la relación de Mauricio con su madre era muy buena.

- Mi madre únicamente, se ponía triste y lloraba, tal vez por el amor, pero
siempre me quiso, luchaba por que tuviera todo, a veces me decía que le
recordaba a mi padre, al cual nunca conocí, pero me imagino que debe ser
una padre excelente, cada vez que me lo decía, si gritaba un poco, me
acariciaba un poco fuerte, pero me quiere, de eso si estoy seguro.

Dos meses después de llegar a la comunidad comenzaron las clases, Mauricio


con alegría fue a la escuela que quedaba a diez minutos de camino de su casa.
Claro, después de realizar las obligaciones en la finca de su ahora padrastro,
como, ordeñar las vacas, limpiar el establo, y dar de comer a los cerdos, aquella
mañana regreso con entusiasmo y fue a clases con un uniforme que la
comunidad a través de doña María Esther su presidenta le habían obsequiado.

- Ese día conocí a mis amigos inseparables, nunca me había divertido tanto, que
hermoso- Recordaba Mauricio- aunque, no recuerdo muy bien que paso en la
tarde.

Lo sucedido en aquella tarde de regreso a su casa su madre vio que su uniforme


estaba sucio, en el primer día de clases.

- Mi madre sufrió mucho, por eso es así, recuerdo que me grito y nada más.

Mauricio aquel día fue encontrado por doña Joyce en el camino al río lleno de
sangre, con golpes y moretones; según el Doctor de la comunidad fue golpeado
fuertemente con un garrote en la cabeza por ello el desmayo. Según testigos su
padrastro también participó.

- Una semana después, regrese a clases nadie se quería acercarse a mí, pero
solo eran unos pequeñitos moretones.

Pasó el tiempo imperdonable y llegaron las lluvias, y la mama de Mauricio


estaba con barriga a punto de dar a su segundo hijo de su nuevo esposo don
Fulgencio. Después de nacer, Mauricio, que no parecía de su edad era un
estropajo de niño el más pequeño de su clase, y muy despistado. Con la mirada
triste, contrarrestaba con la alegría de la llegada de su hermanito.

- Don Fulgencio, si recuerdo, siempre fue muy bueno- pensaba Mauricio,


mientras poco a poco se ocultaba el sol, detrás de aquel paisaje, indómito – lo
que hizo de recibirnos en su casa, y yo sin ser su hijo, hasta llegue a apreciarlo.

Dos años después, su hermanito creció. Mauricio, jugaba las tardes con otros
niños de la comunidad, eran de aquellas tardes en las cuales era magnifico estar
con los amigos y jugar a la pelota. La señora Georgina, comenta:”no sé lo que
sucedió, todos los niños se encontraban felices, y es ahí cuando paso el
accidente”. Los niños corrían detrás de un balón, cuando se escucho los gritos
de Carlitos, hermanito de Mauricio, había salido de su casa, salió detrás de su
hermano, perdió el equilibrio por estar aprendiendo eso siempre pasa, pero don
Fulgencio, no lo tomo así.

- Don Fulgencio corrió a socorrer a su retoño- comentaba exaltada la señora


Georgina- al no encontrar otro culpable regreso su mirada a Mauricio, se
dirigió a él. Y lo golpeo.

Toda la tarde y noche en Sahuangal fue una bullicio de insultos y los llantos solo
hasta dos horas después, toda la comunidad escuchaba como ese pequeño
cuerpo era agredido, sin más ni más. Por la cruel realidad del destino; “Cuida a
tu hermano, inservible” fue la acusación.

Mauricio no fue visto hasta una semana después, todavía cojeando, y con su ojo
derecho morado, y en su tierna mirada, se divisaba tristeza descomunal.

Las agresiones, se tornaban aun más violentas, con el paso del tiempo
inclemente, su madre y su padrastro, incitaban a su hijo menor a que golpee a
Mauricio, por las razones más estúpidamente justas que se podían inventar, por
estar jugando ”como niño”, o no estar sirviendo a su padrastro como esclavo.
Toda la comunidad quería hacer algo, por clemencia o por que no podían dormir
cada dos noches de las palizas proporcionadas a un niño indefenso.

Una mañana a la edad de ocho años, Mauricio regresaba de las obligaciones de


la madrugada, y observo que en su casa ya no había nadie. En sus dos horas de
ausencia los otros miembros de su familia desaparecieron tal vez para siempre
sin rumbo fijo.

- Llego un vehículo y se fueron- comentaban los vecinos.


No lloro, Mauricio, no lloro. Se recostó en el portal de la casucha de palos, ya
podridos por las lluvias, cerro sus ojos y permaneció inmóvil todo el día. No
hablo, ni siquiera cambio de posición, alguien tuvo la amabilidad de ofrecer un
plato de comida, pero no obtuvo ninguna respuesta, ya por la noche ante la
preocupación de todos, se armo un grupo y a la fuerza lo llevaron al centro
médico, trataron de darle de comer, lo vistieron y curaron las heridas que
todavía no curaban de la última paliza, sus heridas del corazón eran más
grandes. Ahí permaneció al cuidado del doctor, se presumía que era la primera
vez que comía tres veces al día y que se vistió con ropa limpia.

No conversaba con nadie, su mirada se fijo en un punto, no se sabe si era


pasado desgarrador, o un futuro no prometedor. Trataban de que siempre este
acompañado, paso un mes y permaneció con la presidente de la comunidad.

Tomaron contacto con trabajo infantil, y se encargaron de llevarlo a un orfanato


en la ciudad, era un pequeño indefenso, ya sin ganas de vivir.

- No fue una muy buena época - pensaba Mauricio- lo que más me dolía de
dejar la comunidad era dejar el monte, y este lugar, que siempre permanecía
jugando con los demás niños, sus padres, reían y comentaban que cuando
muriésemos teníamos que regresar a este lugar, para permanecer aquí y
disfrutar de la vida.

Corrió el tiempo y ni un encargado del orfanato, miro ni una sonrisa de


Mauricio, hasta que llego aquella carta. Su madre, le escribió, después de
abandonar a don Fulgencio, regreso a la comunidad y no encontró a Mauricio,
había decidido tratar de buscarlo, sonrió y todo se ilumino, de veras tenía una
sonrisa hermosa.

- Mi mami regreso a buscarme. ¡Qué alegría! – sonrió mientras lo revisaba en


su memoria- no tengo ningún resentimiento hacia ella y nunca deje de querer
a mi madre.

Mauricio salió del orfanato, tomó el primer bus que viajaba a la comunidad, su
madre sabía que iba, y lo esperaba, en la carta le prometió que todo iba a ser
diferente.

El bus era un verdadero suceso en Sahuangal, dos veces al día a las nueve de la
mañana y a las cinco de la tarde, todos, absolutamente esperaban algo, en
aquellos transportes de la esperanza. Después de cinco horas de viaje de los
cuales dos tres de caminos que recordaban las hazañas de los conquistadores
para descubrir el río Amazonas.

Era una tarde estaba por llegar Mauricio de diez años a reencontrarse con su
madre, para un segundo nuevo comienzo, llovía torrencialmente, era un
verdadero diluvio, los habitantes de la comunidad, especialmente una
arrepentida mujer se asomaban por sus ventanas de caña para ver la llegada del
bus. Esa tarde no llegó.

Las lluvias causaron deslaves, y se llevo a un bus de transportes al barranco de


sus seis ocupantes no hubo sobrevivientes, después de los trabajos de rescate,
sacaron un cuerpo cuasi destruido de un niño de diez años, en cuya mochila
encontraron cartas y flores para alguien de la comunidad.

- Si tenían razón, aquí debía venir cuando deje mi cuerpo, y venga a disfrutar la
vida.

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