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(NARRATIVA
UNIVERSAL)
COLEGIO DE BACHILLERES
DEL ESTADO DE SONORA
Director General
Lic. Bulmaro Pacheco Moreno
Director Académico
Profr. Adrián Esquer Duarte
Director Administrativo
C.P. Gilberto Contreras Vásquez
Director de Planeación
Dr. Jorge Ángel Gastélum Islas
Director Financiero
Lic. Oscar Rascón Acuña
LITERATURA I
(NARRATIVA UNIVERSAL)
Módulo de Aprendizaje.
Copyright ©, 2006 por Colegio de Bachilleres
del Estado de Sonora
todos los derechos reservados.
Segunda edición 2007. Impreso en México.
DIRECCIÓN ACADÉMICA
Departamento de Desarrollo Curricular
Blvd. Agustín de Vildósola, Sector Sur
Hermosillo, Sonora. México. C.P. 83280
COMISIÓN ELABORADORA:
Elaboración:
Emérita Díaz Sarabia
Martha Rosalía Alvarado Briceño
Conrado Córdova Trejo
Capturista:
Heriberto Enríquez Carrizosa
Flora Inés Cabrera Fragoso
Corrección de Estilo:
Emérita Díaz Sarabia
Martha Rosalía Alvarado Briseño
Conrado Córdova Trejo
Supervisión Académica:
Jesús Arely Meza León
Edición:
Bernardino Huerta Valdez
Coordinación Técnica:
Karina Virginia Balderas Reyes
Coordinación General:
Profr. Adrián Esquer Duarte
2
Ubicación Curricular
Nombre: ______________________________________________________
Plantel: _________________________________________________________
Domicilio: _____________________________________________________
______________________________________________________________
Mapa Conceptual de la Asignatura
LITERATURA I
es
(NARRATIVA UNIVERSAL)
a través de
integrada
Tema
Romanticismo Realismo Literatura Universal
El DISCURSO GENEROS Y
TEXTOS
NARRATIVOS
Breve Tema Hispanoamerica
Extensa
LITERARIO, SUBGENEROS
BREVES
CONCEPTOS LITERARIOS Historia o argumento
GENERALES
como la
Intensidad Historia o Argumento Hispanoamericana
la
su Criollismo Cosmopoliti Narrador
Compleja
DEFINICION DE FABULA
LITERATURA
DEFINICION DE
GENEROS Y
Tema Narrad Personajes Criollismo Cosmopolitismo
Rev. Regionalismo Indigenismo Existencial Intelectual y Realismo
SUBGENEROS Mágico
y las LITERARIOS la Mex y Urbana Fantástica
Muchos Personajes Estructura del Texto
MARCAS DE Pocos Personajes Personajes
y LEYENDA
LITERARIEDAD O
CARACTERISTICAS
DEL LENGUAJE Amb. Físico o Moral
LITERARIO CLASIFICACION DE el Ciencia Ficción
GENEROS Y Hecho Acabado Estructura del texto Varios Temas
SUBGENEROS MITO
LITERARIOS Tiempo
y la
Tipos de finales Niveles de Contenido
EPOPEYA
Niveles de Contenido
2
Índice
Recomendaciones para el alumno .......................................................................... 7
Presentación............................................................................................................. 8
2.1. El cuento........................................................................................................... 53
2.2. Elementos de análisis de texto ........................................................................ 56
2.3. Corriente literaria .............................................................................................. 60
2.3.1. Romanticismo ....................................................................................... 60
2.3.2. Realismo ............................................................................................... 62
2.3.3. Literatura hispanoamericana................................................................ 67
2.3.4. Ciencia ficción....................................................................................... 84
2
Recomendaciones para el alumno
No debes perder de vista que el Modelo Académico del Colegio de Bachilleres del
Estado de Sonora propone un aprendizaje activo, mediante la investigación, el
análisis y la discusión, así como el aprovechamiento de materiales de lectura
complementarios; de ahí la importancia de atender las siguientes
recomendaciones:
4
Unidad 1
El discurso
literario y los
textos
narrativos
breves
Objetivo:
El alumno:
LITERATURA I
(NARRATIVA UNIVERSAL)
a través de
integrada
su como la
la
FÁBULA
DEFINICIÓN DE LITERATURA DEFINICIÓN DE GÉNEROS Y
SUBGÉNEROS LITERARIOS la
y las LEYENDA
y
el
MARCAS DE LITERARIEDAD CLASIFICACIÓN DE GÉNEROS Y
O CARACTERÍSTICAS DEL SUBGÉNEROS LITERARIOS
MITO
LENGUAJE LITERARIO
y la
EPOPEYA
que
COMPARTEN CARACTERÍSTICAS
ESTRUCTURALES SENCILLAS
10
El discurso literario y los textos narrativos breves
Antes de entrar de lleno al curso es necesario que investigues los vocablos que
desconoces del siguiente mapa mental, para que amplíes tu horizonte cultural e
inicies tu propio glosario del semestre.
TRAGEDIA
FÁBULA HIMNO
LEYENDA BALADA EPIGRAMA DRAMA
MITO CANCIÓN MADRIGAL
EPOPEYA ROMANCE COMEDIA
ODA
CUENTO
SONETO CORRIDO
NOVELA
VERSO LIBRE ELEGÍA SUBGÉNEROS
ENSAYO
SUBGÉNEROS
SUBGÉNEROS
NARRATIVO LÍRICO
DRAMÁTICO
GÉNEROS GÉNEROS
LITERARIOS
PERIODÍSTICOS
CIENTÍFICOS INFORMATIVOS
DE COMENTARIO
TECNOLÓGICOS
CIENTÍFICOS
DIDÁCTICOS
ARTÍCULO
DE DIVULGACIÓN NOTICIA
CRÓNICA
DE CONSULTA
REPORTAJE RESEÑA
11
Literatura 1
Página 31. Después de indagar, comparar y comentar los diversos conceptos, comprenderás
que no es fácil dar una definición universalmente válida, pues han ido cambiando
conforme el hombre evoluciona y, a pesar de los avances científicos, tecnológicos y
humanísticos del mundo occidental, no se ha creado una teoría del problema de la
Literatura. Tradicionalmente la expresión literaria es una manifestación de tipo
artístico, del mismo rango que la pintura, la escultura, la música y en la actualidad el
cine. Por consiguiente es una expresión estética, un fenómeno de signos
esencialmente escritos como lo indica la etimología de la palabra, litera: letra, literal,
literatura, literario, literalmente.
¿Toda la producción escrita será literatura, sin importar la temática ni el uso del
lenguaje? Por supuesto que no, pero esta interrogante conduce a clasificar las
obras en dos grandes campos: obras expositivas y obras imaginativas o de ficción,
las llamadas propiamente literarias.
Las obras imaginativas o de ficción son llamadas también literarias y para algunos,
simplemente recreativas, pues presentan elementos estéticos e ideas en un
lenguaje expresivo y figurado que pone en juego la capacidad de observación,
análisis y síntesis del autor y el lector.
En el nivel más general, la obra literaria ofrece dos aspectos: es al mismo tiempo
una historia y un discurso. Es historia en el sentido de que evoca una cierta realidad
debido a sus acontecimientos y personajes, tomados del cine, los libros o la vida
común. Pero la obra también constituye un discurso: existe un narrador y un lector.
A este nivel no importan los acontecimientos, sino el modo como se hacen llegar, o
como dice Barthes: “En el proceso de construcción de los textos literarios, el
escritor se detiene en la escritura misma, juega con los recursos lingüísticos,
12
El discurso literario y los textos narrativos breves
transgrediendo, con frecuencia, las reglas del lenguaje, para liberar su imaginación
y fantasía en la creación de mundos ficticios”.1
El lenguaje que se emplea en la literatura difiere del que se utiliza diariamente. Sus
modalidades de presentación pueden ser prosa (forma natural del lenguaje, no
sujeta a ritmo ni métrica) y verso (palabra o reunión de palabras que contienen
medida y cadencia).
1
Kaufman, Ana María y María Elena Rodríguez. “Caracterización lingüística de los textos escogidos”,
en La escuela y los textos. Buenos Aires, Santillana. 1995, p. 98.
13
Literatura 1
Elías Nandino
TAREA 2
Página 33.
14
El discurso literario y los textos narrativos breves
ODA AL ATOMO
PEQUEÑISIMA
estrella,
parecías
para siempre enterrada
en el metal: oculto,
tu diabólico
fuego.
Un día
golpearon
en la puerta
minúscula:
era el hombre.
Con una
descarga
te desencadenaron,
viste el mundo,
saliste
por el día
recorriste
ciudades,
tu gran fulgor llegaba
a iluminar las vidas,
eras
una fruta terrible,
de eléctrica hermosura,
venías
a apresurar las llamas
del estío…
(Pablo Neruda)
EJERCICIO 3
Después de leer los siguientes escritos, explica por qué son obras
expositivas o imaginativas.
HERMANDAD
Soy hombre, duro poco
y es enorme la noche,
pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben
sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
Octavio Paz
15
Literatura 1
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“El hombre es el ser más desarrollado sobre la tierra, y el único que ha sido
capaz de discernir sobre sí mismo y del medio que le rodea; ha cubierto sus
necesidades valiéndose de los diferentes medios a su alcance y para esto
se ha servido de la comunicación por medio del lenguaje articulado y del
uso de ciertas simbologías, recurriendo a las vivencias propias o hechos de
la naturaleza que cobran especial importancia para sí mismo y para los
demás individuos”.
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Hasta aquí puede afirmarse que todos los textos tienen la finalidad de
comunicar; sin embargo, dependiendo de su intención comunicativa y el
manejo del lenguaje, en las obras imaginativas se habla de géneros y
subgéneros.
Integrar equipos de cuatro personas para que lleven al aula los textos
antes mencionados e identifiquen sus características más distintivas y
evidentes.
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EJERCICIO 4
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_______________________________________________________________ Gabriel García Márquez
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William Shakespeare
17
Literatura 1
TAREA 3 Actualmente para estudiar la literatura, se establece una división a partir del aspecto
formal de las obras, por lo que se clasifican en géneros Lírico, Dramático y
Narrativo, con sus respectivos subgéneros –como pudiste apreciar en el mapa
mental del principio.
Página 35. El género Lírico comprende a la poesía representada en cualquier forma. Sus
subgéneros más trabajados a partir del siglo XX son: himno, balada, canción,
corrido, soneto y, preferentemente el verso libre, aunque también se habla de la
prosa poética.
CAMPESINA
El género dramático incluye a todas las obras escritas para ser representadas en un
escenario y ante un público, comúnmente en forma dialogada. Los géneros son,
tragedia, drama y comedia. Como ejemplo realiza el siguiente ejercicio.
18
El discurso literario y los textos narrativos breves
Página 37.
1.3.1. La fábula
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Literatura 1
Juntáronse un león, una vaca, una cabra y una mansa oveja para cazar en los
montes y repartirse después fraternalmente las reses que apresaran. Bien
pronto, con la ayuda de todos, se cazó una cierva hermosísima; y el león al
dividirla en cuatro partes iguales, habló a sus compañeros del siguiente modo:
“la primera de esas partes es para mí, porque me llamo león; me daréis la
segunda parte porque soy el más fuerte; la tercera será también mía, porque
valgo más que vosotros; y por lo que hace a la cuarta, el que la toque que haga
antes su testamento.”
Esopo
“La parte del León”
La vaca, la cabra y la paciente oveja se asociaron un día con el león para gozar
alguna vez de vida tranquila, pues las depredaciones del monstruo (como lo
llamaban a sus espaldas) las mantenía en una atmósfera de angustia y zozobra de
la que difícilmente podían escapar como no fuera por las buenas.
Con la conocida habilidad cinegética de los cuatro, cierta tarde cazaron un ágil
ciervo (cuya carne por supuesto repugnaba a la vaca, a la cabra y a la oveja,
acostumbradas como estaban a alimentarse con las yerbas que cogían) y de
acuerdo con los convenios dividieron el vasto cuerpo en partes iguales.
Pero esta vez, el león ni siquiera se tomó el trabajo de enumerar las sabidas
razones por las cuales el ciervo le pertenecía a él sólo, sino que se las comió ahí
mismo de una sentada, en medio de los largos gritos de ellas en que se
escuchaban expresiones como contrato social, constitución, derechos humanos y
otras igualmente fuertes y decisivas.
20
El discurso literario y los textos narrativos breves
Monterroso
Tomás de Iriarte.
21
Literatura 1
TÍTULOS
“El león, la vaca, la cabra y la
Elementos de análisis “La parte del león” “El burro flautista”
oveja
MODALIDADES:
Verso
Prosa
ESTRUCTURA:
Anécdota
PERSONAJES:
Principales
Secundarios
MORALEJA
NARRADOR
ESPACIO
TIEMPO
LENGUAJE
Artístico
Epíteto
Comparación
TIPO:
Clásica
Neoclásica
Contemporánea
CONTEXTO:
Producción
Recepción
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El discurso literario y los textos narrativos breves
1.3.2. La leyenda.
23
Literatura 1
Vagaba una tarde por las estrechas calles de la imperial ciudad con mi carpeta
de dibujo debajo del brazo, cuando sentí que una voz como un inmenso suspiro
pronunciaba a mi lado vagas y confusas palabras; me volví apresuradamente y
cuál no sería mi asombro al encontrarme completamente solo en la estrecha
calleja. Y, sin embargo, indudablemente una voz, una voz extraña, mezcla de
lamento, voz de mujer sin duda, había sonado a pocos pasos de donde yo
estaba. Cansado de buscar inútilmente la boca que a mi espalda había lanzado
su confusa queja, y habiendo ya sonado el Ángelus en el reloj de un cercano
convento, me dirigí a la posada que me servía de refugio en las interminables
horas de la noche.
Y otra vez la voz, la misma voz del pasado día, volvió a turbar el silencio y mi
tranquilidad. Esta vez decidí no descansar hasta encontrar la clave del enigma, y
cuando ya desconfiaba de mis investigaciones, descubrí en una vieja casa, de
antiquísima arquitectura, una pequeña ventana cerrada por una reja caprichosa,
artística. De aquella ventana salía, indudablemente la armoniosa y silente voz de
mujer.
Al día siguiente, un viejo judío que tiene su puesto de quincalla frente a la vieja
casa en que sonó la misteriosa voz, me contó que dicha casa está deshabitada
desde hace mucho tiempo. Vivía en ella una bellísima mujer acompañada de su
esposo, un avaro mercader de mucha más edad que ella. Un día el mercader
salió de la casa cerrando la puerta con llave, y no volvió a saberse de él ni de su
hermosa mujer. La leyenda cuenta que desde entonces todas las noches un
fantasma blanco con formas de mujer vaga por el ruinoso caserón, y se
escuchan confusas voces mezcladas de maldición y lamento.
Y la misma leyenda cree ver en el blanco fantasma a la bella mujer del mercader
avaro.
Voz de mujer que como música celeste, como suspiro de alma enamorada,
viniste a mí, traída por la caricia del aire lleno de aromas de primavera. ¿Qué
misterio hay en tus palabras confusas, en tus débiles quejas, en tus armoniosas
y extrañas canciones?
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El discurso literario y los textos narrativos breves
¿HISTORIA?
Hecho real
Hecho fabuloso
¿PERSONAJES?
¿Héroe?
Valores
Antivalores
¿NARRADOR?
¿ESPACIO?
¿TIEMPO?
¿LENGUAJE ARTÍSTICO?
¿Epíteto?
¿Hipérbole?
¿Comparación?
1.3.3. El mito
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Literatura 1
Integrar equipos para investigar los tres tipos de mito y presentar los
EJERCICIO 9 ejemplos y su análisis verbal ante el grupo.
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PERSEO Y LA MEDUSA
La Medusa era un monstruo con figura de mujer que vivía en lo alto de una roca,
junto al mar. Sus cabellos eran serpientes vivas y todos aquellos que la miraban
quedaban convertidos en piedra.
Un atrevido y valiente joven, Perseo, decidió acabar con ella. Sus amigos
quisieron disuadirlo: - ya sabes lo que ha pasado con quienes han querido
enfrentarla, le decían. Pero él contestaba: - yo tengo mis planes…
Desde entonces los marineros contaban la hazaña de Perseo, cada vez que sus
naves pasaban junto a la roca de la Medusa.
Los cielos y la tierra eran solamente uno y, todo caos. El universo era como un
enorme huevo negro que llevaba en su interior a P´an Ku.
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El discurso literario y los textos narrativos breves
HUITZILOPOCHTLI
Huitzilopochtli –colibrí azul- era el dios azteca del sol y de la guerra. Su madre
Coatlicue, lo concibió cuando fue tocada por una bola de plumas que cayó del
cielo. Los hermanos de Huitzilopochtli pensaron que su madre los había
deshonrado con ese misterioso embarazo.
ANÁLISIS DE MITO
EL MITO CHINO DE LA
TEMAS DE ANÁLISIS PERSEO Y LA MEDUSA HUITZILOPOCHTLI
CREACIÓN
¿Tipo?
¿Personajes antagónicos?
¿Divinos?
¿Humanos?
¿Narrador externo?
¿Verbo?
¿Lenguaje?
¿Epíteto?
¿Hipérbole?
¿Comparación?
¿Metáfora?
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Literatura 1
¿Los mitos son creaciones literarias; sin embargo, qué otras asignaturas puedes
asociar con los contenidos de los ejemplos anteriores?
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1.3.4 La epopeya.
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El discurso literario y los textos narrativos breves
EJERCICIO 10
Como antecedentes de las unidades 2 y 3, de este curso, integrar equipos
de trabajo para investigar, al menos dos de los títulos mencionados u otros
que ustedes sugieran de acuerdo a las indicaciones solicitadas por tu
maestro.
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_______________________________________________________________ La epopeya es el
antecedente de la
_______________________________________________________________ narrativa y en especial
de la novela.
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ANÁLISIS DE EPOPEYA
ESTRUCTURA:
¿Historia?
¿Personajes?
¿Espacio?
¿Tiempo?
LENGUAJE ARTISTICO:
¿Epíteto?
¿Hipérbole?
¿Comparación?
¿Metáfora?
TIPO:
¿Clásica?
¿Medieval?
¿Renacentista?
¿VALORES?
¿Reseña Valorativa?
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El discurso literario y los textos narrativos breves
Nombre______________________________________________________
TAREA 1 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Realiza una investigación bibliográfica sobre el concepto de Literatura, comenta los
resultados con tus compañeros en la clase y, con apoyo de tu maestro, concluyan una definición más amplia.
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Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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El discurso literario y los textos narrativos breves
Nombre______________________________________________________
TAREA 2 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
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3. ¿Qué es la Literatura?
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Literatura 1
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5. Elabora un mapa conceptual que evidencie las características del lenguaje científico y literario.
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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El discurso literario y los textos narrativos breves
Nombre______________________________________________________
TAREA 3 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Después de realizar una investigación bibliográfica con la intención de ampliar los
conocimientos vistos en clase, responde las siguientes preguntas, cuyas respuestas entregarás a tu maestro.
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Literatura 1
5. Escribe las definiciones y características de los siguientes conceptos de textos narrativos breves:
a) Fábula.
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b) Leyenda.
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c) Mito.
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d) Epopeya.
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6. Escribe, imprime o fotocopia cualquier ejemplo de texto narrativo breve; después pégalo aquí y
coméntalo con tus compañeros.
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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El discurso literario y los textos narrativos breves
Nombre______________________________________________________
TAREA 4 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
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Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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El discurso literario y los textos narrativos breves
Nombre______________________________________________________
AUTOEVALUACIÓN
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
1. Se aplica para designar los textos que se reconocen y utilizan como literatura; es una unidad lingüística
mayor a la oración:
Discurso literario.
Ciencia.
Arte.
Poesía.
Objetivo.
Subjetivo.
Literario.
Poético.
3. Estas obras emplean un lenguaje figurado que pone en juego la capacidad de análisis y síntesis del
autor y el lector:
Expositivas.
Imaginativas.
Científicas.
Periodísticas.
4. Es toda obra que posee intención creadora y belleza a través del manejo del lenguaje:
Científica.
Expositiva.
Literaria.
Periodística.
Novela.
Didáctico.
Noticia.
Artículo.
39
Literatura 1
Característica.
Subjetividad.
Lírica.
Polivalencia.
7. Grupos de obras que presentan características comunes en cuanto a la forma en que están escritas:
Literatura.
Ciencia.
Género literario.
Polivalencia.
Métrica.
Soneto.
Lírica.
Oda.
9. Es un subgénero de la lírica:
Comedia.
Ensayo.
Tragedia.
Elegía.
Novela.
Lírico.
Narrativo.
Dramático.
Lírico.
Narrativo.
Dramático.
Científico.
Lírico.
Literario.
Narrativo.
Dramático.
40
El discurso literario y los textos narrativos breves
41
Literatura 1
42
El discurso literario y los textos narrativos breves
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 1
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee detenidamente los siguientes fragmentos literarios y de acuerdo a sus características,
indica, en el margen derecho, a qué género literario corresponden.
1. “El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles;
pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy
poca cosa ...”
Autor: __________________________________________
43
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
44
El discurso literario y los textos narrativos breves
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 2
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee cuidadosamente los textos y analízalos de acuerdo a su subgénero: además redacta
una reseña valorativa de cada uno.
El Gato y el Ratón
Cuatro animales distintos, el gato de uñas largas, la melancólica lechuza, el ratón roedor y la distinguida
comadreja de largo talle, todas personas de alma malvada, habitan el tronco carcomido de un pino viejo y
silvestre. Una noche el hombre tendió sus lazos alrededor del pino. A primera mañana sale el gato en busca de
su presa. Las últimas sombras le impiden ver el lazo, y nuestro gato cae en él. Con peligro de muerte. Grita el
gato y acude el ratón; el primero está desesperado; el otro lleno de alegría, al ver prisionero a su mortal
enemigo. Dícele el pobre gato:
- Mi buen amigo; patentes son hacia mí las muestras de tu bondad; ven y ayúdame a salir del lazo en que mi
ignorancia me ha precipitado. A tí solo, entre todos los tuyos, he mimado siempre, llevado de un cariño
singular, amándote como a mis pupilas. No lo siento, y doy gracias a los dioses. Precisamente me dirigía a
hacerle mis oraciones, como todos los gatos piadosos hacen por la mañana. Este maldito lazo me retiene;
mi vida está en tus manos. Acércate para deshacer estos nudos.
- ¿Qué recompensa me das por hacerlo?-repuso el ratón.
- Te juro amistad eterna-dijo el gato-; puedes disponer de mis uñas y vivir tranquilo. Te protegeré contra
todos; la comadreja, si quiere comer, habrá de hacerlo con el marido de la lechuza. ¡Las dos te quieren
muy mal!
- Necio -responde el ratón-. ¿Liberarte yo?, no soy tan estúpido para hacerlo! – y se dirige hacia su refugio.-
Cerca del agujero lo esperaba la comadreja; trepa el ratón más arriba, y se topa con la lechuza: por todas
partes le acecha el peligro. Vuelve el ratón junto al gato, roe un nudo, otro después, y al fin liberta al animal
hipócrita. En este momento aparece el hombre y los nuevos amigos emprenden veloz carrera.
Pasados unos días, nuestro gato divisa a distancia a su amigo el ratón, desconfiado y a la defensiva.
- ¡Ven a besarme hermanito! –le dice-. Tu desconfianza me ofende; miras a tu aliado como a un enemigo.
¿Crees que he olvidado que, después de Dios, te debo la vida?
- ¿Y crees tú –replica el ratón- que yo he olvidado tu naturaleza? ¿Puede ningún tratado obligar a un gato a
ser agradecido?
LA FONTAINE
Selecciona la opción acertada y anota en la línea el inciso correcto: Para saber más y
_____________ ¿Género? enriquecer el tema, visita el
a) Narrativo b) Literario c) Fábula d) Cuento sitio
http://www.aamefe.org/lafo
_____________ ¿Subgénero? ntaine.htm
a) Narrativo b) Literario c) Fábula d) Cuento
45
Literatura 1
_____________ ¿modalidad?
a) Clásica b) Neoclásica c) Contemporánea d) Prosa
LA CASA ENCANTADA
Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina
boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de
ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano,
con una larga barba blanca. En el momento que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de
este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en
otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el
instante en que iba a empezar su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfiel, donde se realizaba una fiesta de fin de
semana. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el auto. Allí, a la derecha del
camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
Espéreme un momento, suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente. Ya
no se sintió sorprendida cuando el camino subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó
ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño
respondió a su impaciente llamado.
46
El discurso literario y los textos narrativos breves
ANONIMO
ANÁLISIS DE “LA CASA ENCANTADA”
_____________ ¿Subgénero?
a) Literario b) Lírico c) Narrativo d) Leyenda
_____________ “…un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca.”Lo anterior, ejemplifica un:
a) Comparación b) Metáfora c) Epíteto d) Hipérbole
_____________ ¿Modalidad?
a) Prosa b) Leyenda c) Cuento d) Historia
_____________ ¿Héroe?
a) El anciano b) La joven c) Dios d) El conductor
47
Literatura 1
INSTRUCCIONES: lee cuidadosamente los textos y analízalos de acuerdo a su subgénero: además redacta
en tu cuaderno una reseña valorativa de cada uno.
LEYENDA DE LA CERVEZA
En 1882, cargado de teodolitos y plomadas, llegó a Pitic un ingeniero alemán cuyo barco en donde viajaba
desde un puerto ni lo busques, había naufragado frente a las costas sinaloenses. Insolado hasta sus
perdidos sueños de la selva negra y preguntando si de casualidad no habría por allí algún judío que
incinerar, pidió hospedaje a los libaneses que gustosos le asignaron seis hectáreas para que estirase las
piernas y calmara un poco su paranoia antisemita.
Se llamaba Lauro Kneffer y era especialista en geología e hidrografía gracias a una beca del emperador
Guillermo III. Cuando se hubo recuperado del sol y de las alucinaciones de la resaca- jamás se deslindó
cuál fue la razón de su naufragio- recorrió el desierto escupiendo al suelo y, mientras caminaba, introducía
en la tierra un cacharro de metal en forma de cono.
Y después de catar los mejores caldos de la región: bacanora, mezcal y sotol, dio a conocer los resultados
de su investigación a los latifundistas de Sonora.
– Señores- dijo a los espectadores boquiabiertos- estas arenas pueden convertirse en tierras cultivables
muy productivas…
– ¿Y usted sabe cómo, herr kneffer? -preguntaron en coro, como nibelungos.
– Por experiencia - agregó el alemán -. Por medio de un sistema de succión se pueden aprovechar las
aguas subterráneas y aprisionarlas con un tampón de mampostería, suficiente para retener esas
corrientes y las eventuales de la lluvia.
Los nibelungos meditaban: ¿Cuáles corrientes; cuál lluvia? Pero se tragaron las preguntas con la última
saliva de la tarde.
En Baviera –continuó el ario para reforzar su argumento- tuvimos la misma experiencia, con la pequeña
diferencia de que allí las corrientes subterráneas llevan cerveza, ¡cerveza tipo pilsen, señores!
Al escuchar por primera vez la palabra cerveza la sabia naturaleza del desierto abrió grietas y
resquebrajaduras. Pero los padres de la oligarquía de hoy consideraron que el alemán se burlaba de ellos, y
lo encarcelaron con sus plomadas y teodolitos. Cuando cambiaron ideas y reflexionaron, la flor y nata del
monopolio en pañales liberó a Kneffer a condición de que explicara el misterio de la cerveza. Ya para
entonces, y como por descuido, los inventores del feudo empezaron a sembrar malta. El alemán se encargó
de lo demás.
En 1982, un siglo después de la llegada del náufrago naufragado, en Sonora había más fábricas de cerveza
que agua en tuberías y canales de riego.
Desde entonces, la proverbial panza del sonorense se lleva como símbolo de progreso y por supuesto
también de desarrollo.
48
El discurso literario y los textos narrativos breves
Al pasar Héctor por la encina y las puertas Esceas, acudieron corriendo las esposas e hijas de los troyanos
y le preguntaron por sus hijos, hermanos, esposos y amigos; y él les encargó que unas tras otras orasen a
los dioses, porque para muchos eran inminentes las desgracias.
Cuando Héctor llegó al magnífico palacio de Príamo, provisto de bruñidos pórticos (en él habia cincuenta
cámaras de pulimentada piedra, seguidas, donde dormían los hijos de Príamo, con sus legítimas esposas; y
en frente dentro del mismo patio, otras once construidas igualmente con sillares, continuas y tachadas,
donde se acostaban los yernos de Príamo y sus castas esposas), le salió al encuentro su madre que iba en
busca de Laódice, la más hermosa de las princesas; y asiéndole de la mano, le dijo:
“¡Hijo! ¿Por qué has venido, dejando el áspero combate? Sin duda los aqueos, ¡aborrecido nombre!, deben
de estrecharnos, combatiendo alrededor de la ciudad, y tu corazón te ha impulsado a volver con el fin de
levantar, desde el acrópolis, las manos a Júpiter. Pero aguarda, traeré vino dulce como la miel, para que lo
libes, al padre Jove y a los demás inmortales, y puedas también, si bebes, recobrar las fuerzas. El vino
aumenta mucho el vigor del hombre fatigado y tú lo estás de pelear por los tuyos.”
Respondiéndole el gran Héctor, de tremolante casco: “No me des vino dulce como la miel, venerada madre,
no sea que me enerves y me hagas perder valor y fuerza. No me atrevo a libar el negro vino en honor de
Júpiter sin lavarme las manos, ni es lícito orar al Saturnio, el de las sombrías nubes, cuando se está
manchando de sangre y polvo. Pero tú congrega a las matronas, llévate perfumes y, entrando en el templo
de Minerva, que impera en las batallas, pon sobre las rodillas de la deidad de hermosa cabellera, el peplo
mayor, más hermoso y que más aprecies de cuantos haya en el palacio; vota a la diosa sacrificar en su
templo doce terneras de un año, no sujetas aún al yugo, si, apiadándose de la ciudad y de las esposas y
niños de los troyanos, aparta de la sagrada Ilión al hijo de Tideo, feroz y guerrero, cuya valentía causa
nuestra derrota. Encamínate, pues, al templo de Minerva, que impera en las batallas, y yo iré a la casa de
Paris a llamarlo, si me quiere escuchar. ¡Así la tierra se lo tragara! Le crío el Olimpo como una gran plaga
para los troyanos y el magnífico Príamo y sus hijos. Creo que si se le viera descender al Orco, se olvidaría mi
alma de los enojosos pesares”.
De esta suerte se expresó el gran Héctor, de tremolante casco. Hécuba, volviendo al palacio, llamó a las
esclavas, y éstas anduvieron por la ciudad y congregaron a las matronas; bajó luego Hécuba al fragante
aposento donde se guardaban los peplos bordados, obra de las mujeres que se llevara a Sidón, el deiforme
Alejandro, en el mismo viaje en que se robó a Helena, la de nobles padres; tomó, para ofrecerlo a Minerva,
el mayor y más bello por sus bordaduras, que resplandecía como un astro, y se hallaba colocado debajo de
los otros, y partió acompañada de muchas matronas.
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
49
Literatura 1
50
Unidad 2
El cuento
Objetivo:
El alumno:
MAPA CONCEPTUAL
DE LA UNIDAD
Cuento
Tema Narrador
Rev. Regionalismo Indigenismo Existencial Intelectual y Realismo
y Urbana Fantástica Mágico
Mex
Tipos de finales
Tiempo
Niveles de Contenido
52
El cuento
2.1. EL CUENTO
El subgénero cuento logra desarrollarse en Hispanoamérica de tal manera, que
se producen trabajos de excelente calidad, los cuales alcanzaron tal madurez
hasta lograr influir en la Literatura Universal; algunos de los autores más
importantes son: Quiroga, Borges, Rulfo y Cortázar.
El cuento es un escrito breve e intenso que trata sólo un tema y tiene pocos
personajes.
Características:
TAREA 1
a) Breve. Es un escrito breve el cual debe de leerse de un golpe.
c) Personajes. Es una obra que tiene pocos personajes debido a su extensión. Página 93.
EJERCICIO 1
Instrucciones:
[CUENTO INFANTIL]
CAPERUCITA ROJA
Jakob y Wilhelm Grimm
Érase una vez una pequeña y dulce coquetuela, a la que todo el mundo quería,
con sólo verla una vez; pero quien más la quería era su abuela, que ya no sabía
ni qué regalarle. En cierta ocasión le regaló una caperuza de terciopelo rojo, y
como le sentaba tan bien y la niña no quería ponerse otra cosa, todos la llamaron
de ahí en adelante Caperucita Roja.
Un buen día la madre le dijo:
- Mira Caperucita Roja, aquí tienes un trozo de torta y una botella de vino para
llevar a la abuela, pues está enferma y débil, y esto la reanimará. Arréglate antes
de que empiece el calor, y cuando te marches, anda con cuidado y no te apartes
del camino: no vaya a ser que te caigas, se rompa la botella y la abuela se quede
sin nada. Y cuando llegues a su casa, no te olvides de darle los buenos días, y no
te pongas a hurguetear por cada rincón.
53
Literatura 1
- Lo haré todo muy bien, seguro - asintió Caperucita Roja, besando a su madre.
La abuela vivía lejos, en el bosque, a media hora de la aldea. Cuando Caperucita
Roja llegó al bosque, salió a su encuentro el lobo, pero la niña no sabía qué clase
de fiera maligna era y no se asustó.
- ¡Buenos días, Caperucita Roja! - la saludó el lobo.
- ¡Buenos días, lobo!
- ¿A dónde vas tan temprano, Caperucita Roja? -dijo el lobo.
- A ver a la abuela.
- ¿Qué llevas en tu canastillo?
- Torta y vino; ayer estuvimos haciendo pasteles en el horno; la abuela está
enferma y débil y necesita algo bueno para fortalecerse.
- Dime, Caperucita Roja, ¿dónde vive tu abuela?
- Hay que caminar todavía un buen cuarto de hora por el bosque; su casa se
encuentra bajo las tres grandes encinas; están también los avellanos; pero eso,
ya lo sabrás -dijo Caperucita Roja.
El lobo pensó: "Esta joven y delicada cosita será un suculento bocado, y mucho
más apetitoso que la vieja. Has de comportarte con astucia si quieres atrapar y
tragar a las dos". Entonces acompañó un rato a la niña y luego le dijo:
- Caperucita Roja, mira esas hermosas flores que te rodean; sí, pues, ¿por qué no
miras a tu alrededor?; me parece que no estás escuchando el melodioso canto
de los pajarillos, ¿no es verdad? Andas ensimismada como si fueras a la escuela,
¡y es tan divertido corretear por el bosque!
Caperucita Roja abrió mucho los ojos, y al ver cómo los rayos del sol danzaban,
por aquí y por allá, a través de los árboles, y cuántas preciosas flores había,
pensó: "Si llevo a la abuela un ramo de flores frescas se alegrará; y como es tan
temprano llegaré a tiempo". Y apartándose del camino se adentró en el bosque
en busca de flores. Y en cuanto había cortado una, pensaba que más allá habría
otra más bonita y, buscándola, se internaba cada vez más en el bosque. Pero el
lobo se marchó directamente a casa de la abuela y golpeó a la puerta.
- ¿Quién es?
- Soy Caperucita Roja, que te trae torta y vino; ábreme.
- No tienes más que girar el picaporte - gritó la abuela-; yo estoy muy débil y no
puedo levantarme.
El lobo giró el picaporte, la puerta se abrió de par en par, y sin pronunciar una
sola palabra, fue derecho a la cama donde yacía la abuela y se la tragó.
Entonces, se puso las ropas de la abuela, se colocó la gorra de dormir de la
abuela, cerró las cortinas, y se metió en la cama de la abuela.
Caperucita Roja se había dedicado entretanto a buscar flores, y cogió tantas que
ya no podía llevar ni una más; entonces se acordó de nuevo de la abuela y se
encaminó a su casa. Se asombró al encontrar la puerta abierta y, al entrar en el
cuarto, todo le pareció tan extraño que pensó: ¡Oh, Dios mío, qué miedo siento
hoy y cuánto me alegraba siempre que veía a la abuela!". Y dijo:
- Buenos días, abuela.
Pero no obtuvo respuesta. Entonces se acercó a la cama, y volvió a abrir las
cortinas; allí yacía la abuela, con la gorra de dormir bien calada en la cabeza, y un
aspecto extraño.
- Oh, abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!
- Para así, poder oírte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Para así, poder verte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué manos tan grandes tienes!
- Para así, poder cogerte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué boca tan grandes y tan horrible tienes!
- Para comerte mejor.
No había terminado de decir esto el lobo, cuando saltó fuera de la cama y devoró
a la pobre Caperucita Roja.
54
El cuento
55
Literatura 1
TAREA 2 [CUENTO]
DINOSAURIO
Augusto Monterroso.
Estos elementos son los aspectos fundamentales que un lector debe de identificar,
para lograr una mayor comprensión de un texto leído. Los temas de la literatura son
tres: la vida, el amor y la muerte.
Secuencias básicas:
56
El cuento
Narrador personaje.
Cuando el personaje cuenta su vida.
Se presenta cuando la narración está redactada en primera persona.
Personaje principal.
Es quien intenta resolver el problema en la obra.
Personaje secundario.
Es el que ayuda al personaje principal.
Personaje héroe.
Es el personaje perfecto física y psicológicamente.
Es aquél que resuelve sus problemas y los ajenos.
Personaje antihéroe.
Es el personaje imperfecto ya sea física o psicológicamente.
Es quien no puede resolver sus problemas.
f) Tipos de finales.
Final detonante.
Cuando se da un final que el lector no espera.
Final flotante.
Cuando aparecen varias posibilidades de final, y el lector elige la que
considera más adecuada.
57
Literatura 1
Nivel Social.
En las obras el autor puede reflejar la problemática social que se
presente, dependiendo del tiempo y la situación de los personajes.
Nivel Político.
De la misma manera también se puede mostrar la situación política de
la época la cual, de alguna manera influye en las acciones de la obra.
Nivel Económico.
Así mismo, podemos apreciar las diferentes formas de producción que
afectan las acciones que se desarrollan en una obra.
Nivel Religioso.
El lado religioso del hombre, puede expresarse como una necesidad
dentro de una sociedad conflictiva.
TAREA 3
Nivel Ético.
Toda sociedad debe tener una base moral, a partir de la cual se
realizarán las acciones que la hagan marchar bien.
58
El cuento
EL ECLIPSE
Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría
salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y
definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la
muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo
en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde
Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que
confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro
impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé
le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su
destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas
nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura
universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día
se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de
aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en
sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin
cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre
vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol
eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz,
sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares
y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado
en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
59
Literatura 1
2.3.1. Romanticismo.
Temas:
El amor imposible y el terror.
Características:
a) Individualismo: habla de sí mismo y cuenta sus emociones y sus defectos.
b) Idealización de la mujer: se describe a la mujer perfecta en cuanto a la
belleza y sus virtudes.
TAREA 4 c) La Edad Media: hay una necesidad por regresar a esta época que es la
más oscura del hombre, y por su oscuridad fascina al romántico.
d) Seres fantásticos: por su inconformidad con la realidad que le toca vivir el
escritor crea seres fantásticos que provocan terror.
EL RETRATO OVAL
Edgar Allan Poe
60
El cuento
Mucho, mucho leí... e intensa, intensamente miré. Rápidas y brillantes volaron las
horas, hasta llegar la profunda medianoche. La posición del candelabro me
molestaba, pero, para no incomodar a mi amodorrado sirviente, alargué con
dificultad la mano y lo coloqué de manera que su luz cayera directamente sobre
el libro.
El cambio, empero, produjo un efecto por completo inesperado. Los rayos de las
numerosas bujías (pues eran muchas) cayeron en un nicho del aposento que una
de las columnas del lecho había mantenido hasta ese momento en la más
profunda sombra. Pude ver así, vívidamente, una pintura que me había pasado
inadvertida. Era el retrato de una joven que empezaba ya a ser mujer. Miré
presurosamente su retrato, y cerré los ojos. Al principio no alcancé a comprender
por qué lo había hecho. Pero mientras mis párpados continuaban cerrados, cruzó
por mi mente la razón de mi conducta. Era un movimiento impulsivo a fin de
ganar tiempo para pensar, para asegurarme de que mi visión no me había
engañado, para calmar y someter mi fantasía antes de otra contemplación más
serena y más segura. Instantes después volví a mirar fijamente la pintura.
Ya no podía ni quería dudar de que estaba viendo bien, puesto que el primer
destello de las bujías sobre aquella tela había disipado la soñolienta modorra que
pesaba sobre mis sentidos, devolviéndome al punto a la vigilia.
"Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la
hora en que vio y amó y desposó al pintor. El, apasionado, estudioso, austero,
tenía ya una prometida en el arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan
encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo;
amándolo y mimándolo, y odiando tan sólo al arte, que era su rival; temiendo tan
sólo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban
de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oir hablar
61
Literatura 1
Responde a lo siguiente.
EJERCICIO 5
1. ¿Qué es el terror?
2. Identifica las características del romanticismo que te parezcan
relevantes en el texto.
3. ¿Encuentras una relación entre el cuento y la vida del autor?
2.3.2. Realismo:
Tema:
Plasmar la vida cotidiana.
TAREA 5
Características:
a) Es impersonal: no habla de sí mismo.
b) Fotográfico: intenta retratar la realidad de la manera más exacta.
c) Lenguaje coloquial: no utiliza un lenguaje rebuscado, sino el cotidiano.
Página 101. d) Descripción de sucesos y costumbres contemporáneos: intenta reproducir
los hechos más importantes que se produzcan en su sociedad.
62
El cuento
EL VIEJO
Guy de Maupassant
U
n tibio sol de otoño caía sobre el patio de la granja, dominando las
grandes hayas del cercado. Bajo el césped rapado por las vacas, la
tierra impregnada de lluvia reciente estaba húmeda y se hundía bajo
los pies con un ruido de agua; y las manzanas caídas de los árboles
cuajados de fruta, ponían puntos de un verde pálido sobre el verde intenso de la
hierba.
Cuatro terneras pasaban, atadas en fila y mugían a ratos, hacia la casa; las aves
de corral animaban con un movimiento coloreado el estiércol acumulado ante el
establo, rebuscando, cacareando, en tanto que los dos gallos cantaban sin
cesar, buscaban gusanos para sus gallinas, a las que llamaban con un cloqueo
vivaz.
Se abrió la valla de madera; entró un hombre de unos cuarenta años, quizás,
pero que parecía tener sesenta, arrugado, retorcido, que andaba a pasos lentos,
entorpecidos por el peso de los zuecos llenos de paja. Sus brazos demasiado
largos caían a los lados del cuerpo. Cuando se acercó a la granja, un gozquejo
amarillo, amarrado al tronco de un enorme peral, junto al barril que le servía de
caseta, meneó la cola y se puso a ladrar un señal de alegría. El hombre gritó:
-¡Quieto, Finot!
El perro se calló.
Una campesina salió de la casa. Su cuerpo huesoso y ancho se dibujaba bajo un
corpiño de lana que le ceñía el talle, y un falda gris, muy corta, caía hasta la mitad
de sus piernas envueltas en medias azules; llevaba también unos zuecos llenos
de paja. Un gorro blanco que se había tornado amarillo, cubría unos cuantos
cabellos pegados al cráneo y su cara morena, delgada, fea, sin dientes,
mostraba esa fisonomía salvaje y bruta que a veces tienen los rostros de los
campesinos.
El hombre preguntó:
-¿Cómo está?
Y la mujer respondió:
-El señor cura dice que es el final, y que no pasará de la noche.
Ambos entraron a la casa.
Después de atravesar la cocina, penetraron a la pieza, baja, negra, apenas
iluminada por una ventana, ante el que caía un retazo de zaraza normanda. Las
gruesas vigas del techo, atezadas por el tiempo, negras y ahumadas,
atravesaban el cuarto de parte a parte, sosteniendo el delgado suelo del granero
por el que corrían día y noche manadas de ratas.
El suelo de tierra apelmazada, con gibas húmedas, se veía grasiento, y al fondo
de la habitación, el lecho formaba una mancha vagamente blanca. Un ruido
regular, ronco, una respiración dura, de estertor, silbante, con un gargarear de
agua como el que hace una bomba quebrada, partía del camastro tenebroso
donde agonizaba un anciano, el padre de la campesina.
El hombre y la mujer se acercaron y miraron al moribundo con ojos plácidos y
resignados.
El yerno dijo:
-Esta vez, la cosa ha terminado. Ni siquiera llegará a la noche.
La mujer añadió:
-Desde mediodía está con ese zurrido en la garganta.
Se callaron. El padre tenía los ojos cerrados, el rostro color de tierra, tan seco que
parecía de madera. Su boca entreabierta dejaba pasar la respiración sacudida y
dura, y la sábana de tela gris se levantaba sobre el pecho a cada aspiración.
63
Literatura 1
64
El cuento
65
Literatura 1
Los invitados, sin saber qué hacer, un poco decepcionados, como gente que ve
faltar la ceremonia que esperaban, permanecían allí, unos sentados, otros de pie.
Algunos quisieron irse. Pero maese Chicot les retuvo:
-Vamos a tomar un bocado, a pesar de todo. Habíamos hecho esos buñuelos.
Hay que aprovecharlos.
Las caras se animaron a esta idea. Se empezó a hablar en voz baja. El patio se
iba llenando poco a poco; los que habían llegado primero decían la noticia a los
recién venidos. Se cuchicheaba, y la idea de los buñuelos animaba a todo el
mundo.
Las mujeres entraban para mirar al moribundo. Se persignaban junto al lecho,
balbucían una oración, salían. Los hombres, menos ávidos de aquel espectáculo,
echaban una mirada desde la ventana que había sido abierta.
La señora Chicot explicó la agonía:
-Hace dos días que está así, ni más alto ni más bajo. ¿No parece una bomba con
poco agua?
Cuando todo el mundo hubo visto al agonizante, se pensó en la colación. Pero
como eran muy numerosos para caber en la cocina, se sacó la mesa ante la
puerta. Las cuatro docenas de bañuelos, dorados, apetitosos, atraían las
miradas, colocados en grandes platos. Cada uno adelantaba el brazo para
tomar, temiendo que no hubiera bastantes. Pero quedaron cuatro.
Maese Chicot, con la boca llena dijo:
-Si él nos viera, le daría pena; le gustaban mucho cuando vivía.
Un campesino gordo y jovial comentó:
-Ahora no le toca comer a él. Cada uno a su vez.
Esta reflexión, lejos de entristecer a los invitados, pareció alegrarlos. Sí, a ellos les
tocaba ahora comer bolas.
La señora Chicot, desolada por el gasto, iba sin cesar a buscar sidra a la
bodega, las jarras se sucedían sin descanso. Ya había risas, se hablaba fuerte y
se comenzaba a gritar, como se grita en las comidas.
De pronto una vieja campesina, que se había quedado junto al moribundo,
retenida por un ávido temor a aquello que pronto le sucedería a ella misma,
apareció en la ventana y gritó con voz aguda:
-¡Ha muerto! ¡Ha muerto!
Todos callaron. Las mujeres se levantaron aprisa para ir a ver.
Había muerto, efectivamente. Había dejado de roncar. Los hombres se miraban y
bajaban los ojos, incómodos. No habían terminado de masticar los buñuelos.
Había partido en un momento inoportuno aquel bribón.
Ahora los Chicot no lloraban. Aquello había acabado y estaban tranquilos.
Repetían:
-Sabíamos que esto no podía durar. Si se hubiera decidido anoche, no
habríamos tenido esta molestia…
Daba lo mismo. Había terminado. Se le enterraría el lunes, y se volvería a comer
buñuelos en esa ocasión.
Los invitados se fueron, parloteando, contentos de haber estado y de haber
podido tomar un bocadillo.
Y cuando el hombre y la mujer se quedaron solos, frente a frente, ella dijo, con el
rostro contraído por la angustia:
-Habrá que hacer cuatro docenas de bolas. ¡Si se hubiera decidido anoche, por
lo menos!
Y el marido, más resignado, añadió:
-Bueno, pero esto no va a suceder todos los días.
66
El cuento
Criollismo.
67
Literatura 1
nadie. Entonces me digo: “Somos cuatro”. Hace rato, como a eso de las once,
éramos veintitantos; pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar
nada más este nudo que somos nosotros.
Faustino dice:
-Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por
encima de nuestras cabezas. Y pensamos: “Puede que sí”.
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas
de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte,
pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca
con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con
el resuello. Aquí así con las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando
una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan
cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve.
Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda
prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras
azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la
desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este Llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
Hemos vuelto a caminar, nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora
volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que
llevamos andado. Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran
otras cosas. Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca
sobre el Llano, lo que se llama llover.
No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A
no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate
con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y
traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.
Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por
acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda
hora con “la 30” amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De
venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros
estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo
hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también
nos quitaron los caballos junto con la carabina.
Vuelvo hacia todos lados y miro el Llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le
resbalaban a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo una
cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego
que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra.
Pero nosotros, cuanto tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos
del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tepetate para que la
sembráramos.
Nos dijeron:
-Del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:
-¿El Llano?
-Sí, el Llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que
queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están
esos árboles llamados sabinos y las jaraneras y la tierra buena. No este duro
pellejo de vaca que se llama el Llano.
Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con
nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:
-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.
68
El cuento
69
Literatura 1
Por encima del río, sobre las copas verdes de los sabinos, vuelan parvadas de
chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta.
Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento
que viene del pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras
casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina
desaparecen detrás de unos tepemezquites.
-¡Por aquí arriendo yo! –nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.
La tierra que nos han dado está allá arriba.
EJERCICIO 7
Instrucciones:
Responde a lo siguiente.
A LA DERIVA
Horacio Quiroga
70
El cuento
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los
dos puntitos violetas desaparecían ahora en una monstruosa hinchazón del pie
entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a
su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo
devoraba.
-¡Dorotea! –alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no
había sentido gusto alguno.
-¡Te pedí caña, no agua! –rugió de nuevo-. ¡Dame caña!
-¡Pero es caña, Paulino! –protestó la mujer, espantada.
-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras
otros dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
-Bueno; esto se pone feo –murmuró entonces, mirando su pie, lívido y ya con
lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo la carne desbordaba
como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora
hasta la ingle. La atroz sequedad de garganta, que el aliento parecía caldear
más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporase un fulminante vómito lo
mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa.
Sentase en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la
corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría
antes de cinco horas a Tacurú-Pacú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río;
pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo
vómito –de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol, que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era un boque deforme y durísimo que
reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo:
el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente
doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pacú y se
decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que
estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre
pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba; pero a los
veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
-¡Alves! –gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
-¡Compadre Alves! –¡No me niegue este favor! –clamó de nuevo, alzando la
cabeza del suelo.
En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para
llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la
deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de
cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de
negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los
costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se
precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo y
reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y
calma cobran una majestad única.
El sol había caído ya, cuando el hombre, semitendido, en el fondo de la canoa,
tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la
cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho,
libre ya, se abría en lenta inspiración.
71
Literatura 1
72
El cuento
LOS NOVIOS
Francisco Rojas González
Él era de Bachajón, venía de una familia de alfareros; sus manos desde niñas
habían aprendido a redondear la forma, a manejar el barro con tal delicadeza, que
cuando moldeaba, más parecía que hiciera caricias. Era hijo único, más cierta
inquietud nacida del alma lo iba separando día a día de sus padres, llevado por un
dulce vértigo... hacía tiempo que el murmullo del riachuelo lo extasiaba y su corazón
tenía palpitaciones desusadas; también su aroma a miel de abejas de la flor de
pascua había dado por embelesarlo y los suspiros acurrucados en su pecho
brotaban en silencio, a ocultas, como aflora el desasosiego cuando se ha cometido
una falta grave... A veces se posaba en sus labios una tonadita tristona, que él
tarareaba quedo, tal si saboreara egoístamente un manjar acre, pero gratísimo. “Ese
pájaro quiere tuna” –comentó su padre cierto día, cuando sorprendió el canturreo.
El muchacho lleno de vergüenza no volvió a cantar; pero el padre –Juan Lucas, indio
tzeltal de Bachajón- se había adueñado del secreto de su hijo.
Ella también era de Bachajón; pequeña, redondita y suave. Día con día, cuando iba
por el agua al riachuelo, pasaba frente al portalillo de Juan Lucas... Ahí un joven
sentado ante una vasija de barro crudo, un cántaro redondo y botijón, al que nunca
daban fin aquellas manos diestras e incansables...
Sabe Dios cómo, una mañanita chocaron dos miradas. No hubo ni chispa, ni llama,
ni incendio después de aquel tope, que apenas si pudo hacer palpitar las alas del
petirrojo anidado entre las ramas del granjeno que crecía en el solar.
Sin embargo, desde entonces ella acortaba sus pasos frente a la casa del alfarero y
de ganchete arriesgaba una mirada de urgidas timideces.
Él, por su parte, suspendía un momento su labor, alzaba los ojos y abrazaba con
ellos la silueta que se iba en pos del sendero, hasta perderse en el follaje que
bordea el río.
Fue una tarde refulgente, cuando el padre –Juan Lucas, indio tzeltal de Bachajón-
hizo a un lado el torno en que moldeaba una pieza... Siguió con la suya la mirada de
su muchacho, hasta llegar al sitio en que éste la hacía clavado... Ella, el fin, el
designio, al sentir sobre sí los ojos penetrantes del viejo, quedó petrificada en medio
de la vereda. La cabeza cayó sobre el pecho, ocultando el rubor que ardía en sus
mejillas.
-¿Ésa es? –preguntó en seco el anciano a su hijo.
- Sí – respondió el muchacho, y escondió su desconcierto en la reanudación de la
tarea.
Frente a la casa de la elegida, Juan Lucas, cargando con una libra de chocolate,
varios manojos de cigarrillos de hoja, un tercio de leña y otro de “ocote”, aguarda,
en compañía del “¨Prencipal” de Bachajón, que los moradores del jacal ocurran a la
llamada que han hecho sobre la puerta.
A poco, la etiqueta indígena todo lo satura:
73
Literatura 1
-Ave María Purísima del Refugio –dice una voz que sale por entre las rendijas del
jacal.
-Sin pecado original concebida –responde el “Prencipal”.
La puertecilla se abre. Gruñe un perro. Una nube de humo atisogante recibe a los
recién llegados que pasan al interior; llevan sus sombreros en la mano y caravanean
a diestro y siniestro.
Al fondo de la choza, la niña motivo del ceremonial acontecimiento echa tortillas. Su
cara, enrojecida por el calor del fuego, disimula su turbación a medias, porque está
inquieta como tórtola recién enjaulada; pero acaba por tranquilizarse frente al
destino que de tan buena voluntad le están aparejando los viejos.
Cerca de la puerta el padre de ella, Mateo Bautista, mira impenetrable a los recién
llegados. Bibiana Petra, su mujer, gorda y saludable, no esconde el gozo y señala a
los visitantes dos piedras para que se sienten.
-¿Sabes a lo que venimos? –pregunta por fórmula el “Prencipal”.
-No –contesta mintiendo descaradamente Mateo Bautista-. Pero de todas maneras
mi pobre casa se mira alegre con la visita de ustedes.
-Pues bien, Mateo Bautista, aquí nuestro vecino y prójimo Juan Lucas pide a tu niña
para que le caliente el tapexco a su hijo.
-No es mala la respuesta... pero yo quiero que mi buen prójimo Juan Lucas no se
arrepienta algún día: mi muchachita es haragana, es terca y es tonta de su cabeza...
Prietilla y chata, pues no le debe nada a la hermosura... No sé, la verdad, qué le han
visto...
-Yo tampoco –tercia Juan Lucas- he tenido inteligencia para hacer a mi hijo digno de
suerte buena... Es necio al querer cortar para él una florecita tan fresca y olorosa.
Pero la verdad es que al pobre se le ha calentado la mollera y mi deber de padres
es, pues...
En un rincón de la casucha Bibiana Petra sonríe ante el buen cariz que toman las
cosas: habrá boda, así se lo indica con toda claridad la vehemencia de los padres
para desprestigiar a sus mutuos retoños.
-Es que la decencia no deja a ustedes ver nada bueno en sus hijos... La juventud es
noble cuando se le ha guiado con prudencia –dice el “Prencipal”, recitando algo que
ha repetido muchas veces en actos semejantes.
La niña, echada sobre el metate, escucha; ella es la ficha gorda que se juega en
aquel torneo de palabras y, sin embargo, no tiene derecho ni siquiera a mirar frente
a frente a ninguno de los que en él intervienen.
-Mira, vecino y buen prójimo –agrega Juan Lucas-, acepta estos presentes que en
prueba de buena fe yo te oferto.
Y Mateo Bautista, con gran dignidad, remuele las frases de rigor en casos tan
particulares.
-No es buena crianza, prójimo, recibir regalos en casa cuando por primera vez nos
son ofrecidos, tú lo sabes... Vaya con Dios.
Los visitantes se ponen en pie. El dueño de la casa ha besado la mano del
“Prencipal” y abrazado tiernamente a su vecino Juan Lucas. Los dos últimos salen
cargados con los presentes que la exigente etiqueta tzeltal impidió aceptar al buen
Mateo Bautista.
La vieja Bibiana Petra está rebosante de gusto: el primer acto ha salido a maravillas.
La muchacha levanta con el dorso de su mano el mechón de pelo que ha caído
sobre su frente y se da prisa para acabar de tortear el almud de masa que se
amontona a un lado del comal.
Mateo Bautista, silencioso, se ha sentado en cuclillas a la puerta de su choza.
-Bibiana –ordena-, tráeme un trago de guaro.
La rojiza mujer obedece y pone en manos de su marido un jarro de aguardiente. Él
empieza a beber despacio, saboreando los sorbos.
A la semana siguiente la entrevista se repite. En aquella ocasión, visitantes y visitado
deben beber mucho guaro y así lo hacen... Mas la petición reiterada no se acepta y
vuélvense a rechazar los presentes, enriquecidos ahora con jabones de olor,
74
El cuento
marquetas de panela y un saco de sal. Los hombres hablan poco esta vez; es que
las palabras pierden su elocuencia frente al protocolo indoblegable.
La niña ha dejado de ir por agua por al río –así lo establece el ritual consuetudinario-,
pero el muchacho no descansa sus manos sabias en palpitaciones sobre la
redondez sugerente de las vasijas.
Durante la tercera visita, Mateo Bautista ha de sucumbir con elegancia... Y así
sucede: entonces acepta los regalos con un gesto displicente, a pesar de que ellos
han aumentado con un “enredo” de lana, un “huipil” bordado con flores y mariposas
de seda, aretes, gargantilla de alambre y una argolla nupcial, presentes todos del
novio a la novia.
Se habla de fechas y de padrinos. Todo lo arreglan los viejos con el mejor tacto.
La niña sigue martajando maíz en el metate, su cara encendida ante el impío
rescoldo está inmutable; escucha en silencio los planes, sin darse por ello
descanso: muele tortea, tortea y muele de la mañana a la noche.
El día está cercano. Bibiana Petra y su hija han pasado la noche en vela. A la
“molienda de la boda” han concurrido las vecinas, que rodean a la prometida,
obligada por su condición de moler y tortear la media arroba de maíz y los cientos
de tortillas que se consumirán en el comelitón nupcial. En grandes cazuelas hierve el
“mole negro”. Mateo Bautista ha llegado con dos garrafones de guaro, y la casa,
barrida y regada, espera el arribo de la comitiva del novio.
Ya están aquí. Él y ella se miran por primera vez a corta distancia. La muchacha
sonríe modosa y pusilánime; él se pone grave y baja la cabeza, mientras rasca el
piso con su guarache chirriante de puro nuevo.
El “Prencipal” se ha plantado en medio del jacal. Bibiana Petra riega pétalos de rosa
sobre el piso. La chirimía atruena, mientras los invitados invaden el recinto.
Ahora la pareja se ha arrodillado humildemente a los pies del “Prencipal”. La
concurrencia los rodea. El “Prencipal” habla de derechos para el hombre y de
sumisiones para la mujer... de órdenes de él y de acatamientos por parte de ella.
Hace que los novios se tomen de manos y reza con ellos el padrenuestro... La
desposada se pone en pie y va hacia su suegro –Juan Lucas, indio tzeltal de
Bachajón- y besa sus plantas. Él la alza con comedimiento y dignidad y la entrega a
su hijo.
Y, por fin, entra en acción Bibiana Petra... su papel es corto, pero interesante.
-Es tu mujer –dice con solemnidad al yerno-... cuando quieras, puedes llevarla a tu
casa para que te caliente el tapexco.
Entonces el joven responde con la frase consagrada:
-Bueno, madre, tú lo quieres...
La pareja sale lenta y humilde. Ella va tras él como una corderilla.
Bibiana Petra, ya fuera del protocolo, llora enternecida, a la vez que dice:
-Va contenta la muchacha... Muy contenta va mi hija, porque es el día más feliz de
su vida. Nuestros hombres nunca sabrán lo sabroso que nos sabes a las mujeres
cambiar de metate...
Al torcer el vallado espinudo, él toma entre sus dedos el regordete meñique de ella,
mientras escuchan, bobos, el trino de un jilguero.
Responde a lo siguiente:
EJERCICIO 9
1. ¿Qué es el noviazgo?
2. ¿Qué diferencias encuentras entre esa comunidad indígena y la nuestra?
3. Explica si los jóvenes esposos podrán ser felices.
75
Literatura 1
Cosmopolitismo.
1
Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido.
Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto
a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi
adolescencia.
Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de
justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza.
No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos llenos de
resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que
enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la
palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros
siente por su propio rostro.
Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos
hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin
simpatía pero con oscura solidaridad; así fue donde registramos, ya desde la
primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a
dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos,
vaya uno a saber. Todos –de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo
teníamos las manos sueltas y crispadas.
Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin
curiosidad. Recorrí la hendedura de su pómulo con la garantía de desparpajo
que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera
dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa,
brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.
76
El cuento
Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía
mirarme, pero yo, aún en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios,
su oreja fresca, bien formada. Era la oreja de su lado normal.
Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del
rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar
lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro, y a veces para Dios. También
para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad,
pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me
pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo
hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o
tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando
se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que
charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.
La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A
medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas,
los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para
captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un
rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera mi adiestrada
intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, posecitas, falsas
carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés, pero dos
fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculo mayor, poco menos
que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de
esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.
Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó)
para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.
“¿Qué está pensando?”, pregunté.
Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.
“Un lugar común”, dijo. “Tal para cual”.
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar
la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo
estábamos hablando con franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la
sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a
fondo.
“Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?”
“Sí”, dijo, todavía mirándome.
“Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan
equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted
es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.”
“Sí”.
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.
“Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad ¿sabe? de que usted y yo
lleguemos a algo.”
“¿Algo como qué?
“Como queremos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera,
pero hay una posibilidad.”
Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.
“Prométame no tomarme por un chiflado.”
“Prometo.”
“La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total.
¿Me entiende?”
“No.”
“¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la
vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?”
Se sonrojó, y la hendedura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.
77
Literatura 1
2
No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella
respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a
desvestirse.
Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba
inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi
tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo.
Sus manos también me vieron.
En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella
mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un
relámpago. No éramos eso. No éramos eso.
Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió
lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta,
convincente y convencida caricia. En realidad, mis dedos (al principio un poco
temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus
lágrimas.
Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y
pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba, de mi marca
siniestra.
Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y decorrí la
cortina doble.
Responde a lo siguiente.
EJERCICIO 10
1. ¿Qué es la fealdad?
2. Explica cómo son interiormente los personajes del cuento.
3. De los tres posibles finales ¿a cuál corresponderá este cuento y por qué?
78
El cuento
C
uentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros
días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos
y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los
varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se
perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son
operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a
su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la
simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado
y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y
dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de
Babilonia que él en Arabia tenía un laberinto mejor y que, si Dios era servido, se
lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus
alcaldes y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó
sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima
de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey
del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un
laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso
ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni
puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el
paso.”
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió
de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.
Realismo mágico.
a) El realismo mágico conjuga dos notas principales, por un lado hunde sus
raíces en el plano de lo real, de lo cotidiano, pero lo mezcla con lo
insólito, lo maravilloso.
b) Fecha: se da en la segunda mitad del siglo XX.
c) Tema: la vida cotidiana.
d) Características:
- Descripción de sus hechos inverosímiles.
- El rompimiento de las leyes físicas.
- Descripción exagerada de los eventos y características de los TAREA 11
personajes.
- Influencia bíblica y de mitología griega.
e) Autores: Gabriel García Márquez, Juan Rulfo.
Página 113.
79
Literatura 1
Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que
Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño
recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa
de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran
una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban
como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos
podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la
casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que
se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para
descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el
lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo
impedían sus enormes alas.
Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer,
que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del
patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido
como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo
pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo
ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande,
sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal.
Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se
sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar.
Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible
pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el
inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago
solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron
para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y
a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.
Es un ángel –les dijo-. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo
que lo ha tumbado la lluvia.
Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un
ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los
ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración
celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo
vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y
antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el
gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda
seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con
deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel
en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su
suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces,
encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la
menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas,
como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo.
El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la
noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del
amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo.
Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de
espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas
para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera
conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres
alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el padre Gonzaga,
antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a las alambradas repasó
un instante su catecismo, y todavía pidió que le abrieran la puerta para examinar
80
El cuento
de cerca de aquel varón de lástima que más parecía una enorme gallina
decrépita entre las gallinas absortas. Estaba echado en un rincón, secándose al
sol las alas extendidas, entre las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos
que le habían tirado los madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo,
apenas si levantó sus ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el
padre Gonzaga entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco
tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la lengua
de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto de cerca
resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el revés
de las alas sembrado de algas parasitarias y las plumas mayores maltratadas por
vientos terrestres, y nada de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la
egregia dignidad de los ángeles. Entonces abandonó el gallinero, y con un breve
sermón previno a los curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó
que el demonio tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para
confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial
para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos
podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo, prometió escribir una
carta a su obispo, para que éste escribiera otra al Sumo Pontífice, de modo que
el veredicto final viniera de los tribunales más altos.
Su prudencia cayó en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó
con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de
mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto
que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de
tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y
cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.
Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata
volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero
nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral.
Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre
mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le
alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo
atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a
deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de
menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la
tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una
semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que
esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.
El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo
se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de
infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las
alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de
acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los
ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos
papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por
viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena. Su única virtud
sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos,
cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que
proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con
ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que
se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo
fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque
llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó
sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y
dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y
polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque
81
Literatura 1
muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde
entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su
pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en
reposo.
El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de
inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza
del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El
tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía
algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un
alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de
parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento
providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco.
Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes
del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había
convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo
costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda
clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al
revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula
espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero
lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con
que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había
escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el
bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso
abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre
que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que
las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo,
cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar
sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los
mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un
cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le
salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a
punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las
heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían
entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando
la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla. Fue así como el padre
Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar
tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos
caminaban por los dormitorios.
Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado
construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con
sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con
barras de hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo
estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y renunció para
siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró unas zapatillas
satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda tornasol, de los que
usaban las señoras más codiciadas en los domingos de aquellos tiempos. El
gallinero fue lo único que no mereció atención. Si alguna vez lo lavaron con
creolina y quemaron las lágrimas de mirra en su interior, no fue por hacerle honor
al ángel, sino por conjurar la pestilencia de muladar que ya andaba como un
fantasma por todas partes y estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio,
cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del
gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la
peste, y antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro
del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no fue
menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero soportaba las
infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones. Ambos
82
El cuento
Responde a lo siguiente.
EJERCICIO 12
1. ¿Qué es un ángel?
2. Escribe los hechos sobrenaturales que se narran en el cuento.
3. ¿Por qué recomendarías o no la lectura de este cuento?
83
Literatura 1
EL MARCIANO
Ray Bradbury
84
El cuento
Un rayo agrietó el cielo; una ola de color blanco iluminó un rostro que miraba
fijamente a La Farge.
-¿Quién está ahí? –preguntó el viejo La Farge temblando.
No hubo respuesta.
-¿Quién es? ¿Qué quiere?
Silencio.
La Farge se sintió débil, cansado, entumecido.
-¿Quién es usted?
Su mujer se le acercó y lo tomó de un brazo.
-¿Por qué gritas?
-Hay un chico ahí afuera y no me contesta –dijo La Farge, estremeciéndose-. Se
parece a Tom.
-Ven a acostarte, estás soñando.
-¡Pero mira, ahí está!
Y La Farge abrió un poco más la puerta para que también ella pudiera ver.
Soplaba un viento frío y la lluvia fina caía sobre el patio, y la figura, inmóvil, los
miraba con ojos distantes. La vieja se adelantó hacia el umbral.
-¡Váyase, váyase! –gritó agitando una mano.
-¿No se parece a Tom? –le preguntó su marido.
La figura no se movió.
-Tengo miedo –dijo la vieja-. Cierra la puerta con llave y ven a la cama. Deja eso,
déjalo.
Y se fue, gimiendo, hacia el dormitorio.
El viejo se quedó, y el viento le mojó las manos con una lluvia fría.
-Tom – llamó La Farge en voz baja-. Tom, si eres tú, si por un azar eres tú, no voy
a cerrar del todo. Si sientes frío, entre más tarde y acuéstate junto a la chimenea;
hay allí unas alfombras de piel.
Cerró la puerta, pero sin echar el cerrojo.
La mujer sintió que La Farge se metía en la cama y se estremeció.
-Qué noche horrible. Me siento tan vieja –dijo sollozando.
-Bueno, bueno –la calmó su marido abrazándola-. Duerme.
Al cabo de un rato la mujer se durmió.
Y La Farge oyó que la puerta se abría lentamente, dejaba entrar la lluvia y el
viento, y se cerraba otra vez. Luego oyó unos pasos que se acercaban a la
chimenea, y una respiración muy suave.
-Tom –dijo.
Un rayo estalló en el cielo y abrió en dos la oscuridad.
85
Literatura 1
86
El cuento
-Pasaba al lado de una casita de chapas de cinc, cerca del canal, y de pronto
creí que no volvería a veros. No sé cómo explicártelo, no encuentro cómo, ni
siquiera yo mismo lo sé. Es raro, pero prefiero no hablar de eso.
-No hablemos entonces. Lávate las manos, es hora de cenar.
El chico corrió a lavarse.
Unos diez minutos más tarde, una lancha se acercó por la serena superficie de
las aguas. Un hombre alto y flaco, de pelo negro, la impulsaba con una pértiga,
moviendo lentamente los brazos.
-Buenas tardes, Saúl. ¿Qué se cuenta por ahí?
-Esta noche, muchas cosas. ¿Conoce usted a una tal Momland que vive al borde
del canal en una casa de chapas?
La Farge se enderezó.
-Sí.
-Se dijo que salió de la Tierra porque había matado a un hombre.
Saúl se apoyó en su pértiga mojada y miró a La Farge.
-¿Recuerda el nombre del muerto?
-Gillings, ¿no?
-Sí, Gillings. Pus bien, hace unas dos horas Momland llegó al pueblo gritando
que Gillings estaba vivo, aquí, en Marte, esta misma tarde. Momland quería
esconderse en la cárcel, pero no lo dejaron. Volvió a su casa y veinte minutos
después se pegó un tiro. Vengo ahora de allí.
-Qué barbaridad –exclamó La Farge.
-Ocurren unas cosas… -dijo Saúl-. En fin, buenas noches, La Farge.
-Buenas noches.
La lancha se alejó por las serenas aguas del canal.
-La cena está lista –llamó la mujer.
El señor La Farge se sentó a la mesa y cuchillo en mano miró a Tom.
-Tom, ¿qué has hecho esta tarde?
-Nada –contestó Tom con la boca llena-. ¿Por qué?
-Quería saberlo, nada más –dijo el viejo poniéndose la servilleta.
A las siete, aquella misma noche, la vieja dijo que quería ir al pueblo.
-Hace tres meses que no voy.
Tom se negó.
-El pueblo me da miedo –dijo-. La gente. No quiero ir.
-Pero cómo, un grandullón como tú diciendo esas cosas. Vendrás con nosotros.
Está decidido –dijo Anna.
-Anna, si el chico no quiere… -comenzó el viejo.
Pero era inútil discutir. Anna los empujó a la lancha y remontaron el canal bajo las
estrellas nocturnas. Tom estaba tendido de espaldas, con los ojos cerrados; era
imposible saber si dormía o no. El viejo lo miraba fijamente. ¿Qué ser es éste,
pensaba, tan necesitado de cariño como nosotros? ¿Quién es? ¿Y cómo,
saliendo de la soledad, se acerca a gentes extrañas y asumiendo la voz y la cara
del recuerdo se queda al fin entre nosotros, aceptado y feliz? ¿De qué montaña
procede, de qué caverna, de qué raza viva aún cuando los cohetes llegaron de la
Tierra? El viejo meneó la cabeza. Era imposible saberlo. Por ahora aquello era
Tom.
El viejo miró con aprensión del pueblo lejano, y pensó otra vez en Tom y en Anna.
Quizá nos equivoquemos al retener a Tom, se dijo a sí mismo, pues esto no
durará mucho y sólo nos dejará preocupaciones y penas, pero cómo renunciar a
lo que hemos deseado tanto aunque se quede sólo un día y aunque luego el
vacío sea más vacío, y las noches oscuras sean más oscuras y las noches
lluviosas más húmedas. Quitarnos esto sería como quitarnos la comida de la
boca.
Y miró al chico que dormitaba pacíficamente en el fondo de la lancha. El chico se
quejó, como en una pesadilla.
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Literatura 1
88
El cuento
La Farge se sintió traspasado de frío. Todo era como un sueño repetido. Ya sabía
qué palabras vendrían ahora.
-Lavinia volvió a su casa esta noche –dijo Mike, y arrojó una bocanada de humo-.
¿Recuerda usted que se perdió hace aproximadamente un mes en los fondos del
mar muerto? Encontraron un cadáver que podría ser el suyo y desde entonces la
familia Spaulding vivió trastornada. Spaulding iba de un lado a otro diciendo que
Lavinia no había muerto, que aquel cadáver no era el de su hija. Parece que tenía
razón. Lavinia apareció esta noche.
La Farge respiraba fatigosamente. El corazón le saltaba en el pecho.
-¿Dónde? –preguntó.
-En la calle principal. Los Spaulding estaban comprando entradas para una
función y de pronto vieron a Lavinia entre la gente. Qué impresión la de ellos,
imagínese. Al principio Lavinia no los reconoció; pero la siguieron calle abajo y le
hablaron entonces ella recobró la memoria.
-¿Usted la ha visto?
-No, pero la he oído cantar. ¿Recuerda con qué gracia cantaba Las bonitas orillas
del lago Lomond? La oí hace un rato allá en la casa, gorjeando para su padre. Es
muy agradable oírla. Una muchacha encantadora. Era lamentable que se hubiera
muerto. Ahora que ha regresado, todo es distinto. Pero oiga, usted no está muy
bien. Entre y le serviré un whisky…
-No, gracias, Mike.
La Farge siguió su camino. Oyó que Mike le daba las buenas noches y no
contestó. Tenía la mirada fija en una casa de dos pisos, con un techo de cristal
donde serpenteaba una planta marciana de flores rojas. En la parte trasera de la
casa, sobre el jardín, había un balcón de hierro. Las ventanas estaban
iluminadas. Era muy tarde, y La Farge pensaba: ¿cómo se sentirá Anna si no
vuelvo con Tom? ¿Cómo recibirá este segundo golpe, esta segunda muerte? ¿Se
acordará de la primera y a la vez de este sueño y de esta desaparición repentina?
Oh, Dios, tengo que encontrar a Tom, ¿o qué va a ser de Anna? Pobre Anna, me
está esperando en el embarcadero. Se detuvo y levantó la cabeza. En alguna
parte, allá arriba, unas voces daban las buenas noches a otras voces muy
dulces. Las puertas se abrían y cerraban, se apagaban las luces y se oía un
canto suave. Un momento después una hermosa muchacha, de no más
diecisiete años, se asomó al balcón.
La Farge la llamó a través del viento que comenzaba a levantarse.
La muchacha se volvió y miró hacia abajo.
-¿Quién está ahí?
-Yo –dijo el viejo La Farge, y notando que esta respuesta era tonta y rara, se calló
y los labios se le movieron en silencio.
¿Qué podía decir? ¿”Tom, hijo mío, soy tu padre”? ¿Cómo le hablaría? La
muchacha pensaría que estaba loco y llamaría a la familia.
La figura se inclinó hacia delante, asomándose al viento y la luz.
-Sé quién es usted –dijo suavemente-. Todo es inútil.
-¡Tienes que volver! –Las palabras le escaparon a La Farge.
La figura iluminada por la luz de la luna se retiró a la sombra, donde no tenía
identidad, donde o era más que una voz.
-Ya no soy su hijo. No debíamos haber venido al pueblo.
-¡Anna espera en el embarcadero!
-Lo siento –dijo la voz dulcemente-. Pero, ¿qué puedo hacer? Soy feliz aquí; me
quieren tanto como ustedes. Soy lo que soy y tomo lo que puedo. Ahora es
demasiado tarde. Me han atrapado.
-Pero, y Anna… Piensa qué golpe será para ella.
-Los pensamientos son demasiado fuertes en esta casa; es como estar en la
cárcel. No puedo cambiar otra vez.
89
Literatura 1
-Eres Tom, eras Tom, ¿verdad? ¡No estarás bromeando con un viejo! ¡No serás
realmente Lavinia Spaulding!
-No soy nadie; soy solamente yo mismo. Dondequiera que esté soy algo, y ahora
soy algo que usted no puede impedir.
-No estás seguro en el pueblo. Estarás mejor en el canal, donde nadie puede
hacerte daño –suplicó el viejo.
-Es cierto. –La voz titubeó.- Pero he de pensar en ellos. ¿Qué sentirían mañana al
despertar cuando vieran que me fui de nuevo, y esta vez para siempre? Además,
la madre sabe lo que soy; lo ha adivinado como usted. Creo que todos lo
adivinaron, aunque no me hicieron preguntas. A la providencia no se le hacen
preguntas. Cuando no se puede tener la realidad, bastan los sueños. No soy
quizá la muchacha muerte, pero soy algo casi mejor, el ideal que ellos se
imaginado. Tendría que elegir entre dos víctimas: ellos o su mujer.
-Ellos son cinco, lo soportarían mejor que nosotros.
-¡Por favor! –dijo la voz-. Estoy cansado.
La voz del viejo se endureció.
-Tienes que venir. No puedo permitir que Anna sufra otra vez. Eres nuestro hijo.
Eres mi hijo, y nos perteneces.
La sombra tembló.
-¡No, por favor!
-No perteneces a esta casa ni a esta gente.
-No. No.
-Tom. Tom, hijo mío, óyeme. Vuelve. Baja por la parra. Ven, Anna te espera;
tendrás un hogar, y todo lo que quieras.
El viejo alzaba los ojos esperando el milagro.
Las sombras se movieron, la parra crujió levemente.
Y al fin dijo la voz:
-Bueno, papá.
-¡Tom!
La luz de las lunas iluminó la ágil figura de un niño que se deslizaba por la parra.
La Farge le abrió los brazos. Una habitación se iluminó arriba, y en una ventana
enrejada dijo una voz:
-¿Quién anda ahí abajo?
-Date prisa, hijo mío.
Más luces, más voces:
-¡Alto o hago fuego! ¿No te ha pasado nada, Vinny?
El ruido de unos pasos precipitados.
El viejo y el chico corrieron por el jardín.
Sonó un disparo. La bala dio en la pared en el momento en que el viejo y el chico
cerraban el portón.
-Tom, vete por ahí. Yo iré por aquí para despistarlos. Corre al canal. Allí estaré
dentro de diez minutos.
Se separaron. La luna se ocultó detrás de una nube. El viejo corrió en la
oscuridad.
90
El cuento
Pero La Farge estaba inquieto. ¿Y si el niño hubiera sido atrapado otra vez, de
algún modo, en alguna parte, mientras corría hacia el embarcadero, por las calles
de medianoche, entre las casas oscuras? Era un trayecto muy largo, aun para un
chico. Sin embargo, tenía que haber llegado primero.
Y entonces, lejos, en la avenida iluminada por las lunas alguien corrió.
La Farge gritó y se calló enseguida, pues allá lejos, resonaron también unas
voces y otros pasos apresurados. Las ventanas se iluminaron una a una. La
figura solitaria cruzó rápidamente la plaza, acercándose al embarcadero. No era
Tom; no era más que una forma que corría, una forma con un rostro de plata que
resplandecía a la luz de las lámparas diseminadas por la plaza. Y a medida que
se acercaba, la forma se hizo más y más familiar, y cuando llegó al embarcadero
ya era Tom. Anna le tendió los brazos. La Farge se apresuró a desanudar las
amarras.
Pero ya era demasiado tarde. Un hombre, otro, una mujer, otros dos hombres y
Spaulding aparecieron en la avenida y atravesaron velozmente la plaza
silenciosa. Luego se detuvieron, perplejos. Miraron, asombrados, a su alrededor,
como si quisieron volverse tras. Todo parecía ahora una pesadilla, una verdadera
locura. Pero se acercaron, titubeando, deteniéndose y adelantándose.
Era ya demasiado tarde. La noche, la aventura, todo había terminado. La Farge
retorció la amarra entre los dedos. Se sintió desalentado y solo. La gente alzaba y
bajaba los pies a la luz de la luna, acercándose rápidamente, con los ojos muy
abiertos, hasta que todos, los diez, llegaron al embarcadero. Se detuvieron,
lanzaron unas miradas aturdidas a la lancha, y gritaron.
-¡No se mueva, La Farge!
Spaulding tenía un arma.
Todo era evidente ahora. Tom atraviesa rápidamente las calles iluminadas por las
lunas, solo, cruzándose con la gente. Un policía describe la figura veloz. El policía
gira sobre sí mismo, ve el rostro, pronuncia un nombre y corre en su persecución.
¡Alto! Había reconocido a un criminal. Y en todo el trayecto, la misma escena:
hombres aquí, mujeres allá, serenos, pilotos de cohete. La fugitiva figura era todo
para ellos, todas las identidades, todas las personas, todos los nombres.
¿Cuántos nombres diferentes se habían pronunciado en los últimos minutos?
¿Cuántas caras diferentes, ninguna verdadera, se habían formado en la cara de
Tom?
Y en todo el trayecto el perseguido y los perseguidores, el sueño y los soñadores,
la presa y los perros de presa. En todo el trayecto la revelación repentina, el
destello de unos ojos familiares, el sonido de un viejo nombre, los recuerdos
lejanos, la muchedumbre cada vez mayor. Todos lanzándose hacia delante
mientras, como una imagen reflejada en diez mil espejos, diez mil ojos, el sueño
fugitivo viene y se va, con una cara distinta para todos, los que le preceden, los
que vienen detrás, los que todavía no se han encontrado con él, los aún
invisibles.
Y ahora todos estaban allí, al lado de la lancha, reclamando sus sueños. Del
mismo modo, pensó La Farge, nosotros queremos que sea Tom, y no Lavinia, no
William, ni Roger, ni ningún otro. Pero todo ha terminado. Esto ha ido demasiado
lejos.
-¡Salgan todos de la lancha! –ordenó Spaulding.
Tom saltó al embarcadero. Spaulding lo tomó de la muñeca.
-Tú vienes a casa conmigo. Lo sé todo.
-Espere –dijo el policía-. Es mío. Se llama Dexter. Se le busca por asesinato.
-¡No! –sollozó una mujer-. Es mi marido. ¡Creo que puedo reconocer a mi marido!
Otras voces se opusieron. El grupo se acercó.
La señora La Farge cubrió a Tom con su cuerpo.
-Es mi hijo. Nadie puede acusarlo. ¡Ya nos íbamos a casa!
91
Literatura 1
1. ¿Cuál es el tema?
2. ¿Por qué es un cuento de ciencia ficción?
3. ¿Cómo era la vida de los esposos?
92
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 1 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Investiga la biografía de los autores mencionados arriba y también la de los hermanos
Grimm y de Augusto Monterroso.
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93
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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94
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 2 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Anota en tu cuaderno el título y el nombre del autor de la última obra que hayas leído y
elabora una reseña.
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Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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96
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 3 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee extraclase un cuento breve y presenta el análisis de acuerdo con las indicaciones de
tu maestro.
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97
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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98
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 4 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
99
Literatura 1
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100
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 5 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
101
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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102
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 6 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
103
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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104
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 7 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
105
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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106
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 8 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
107
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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108
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 9 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
109
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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110
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 10 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
111
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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112
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 11 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
113
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
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114
El cuento
Nombre______________________________________________________
TAREA 12 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
115
Literatura 1
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Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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116
El cuento
Nombre______________________________________________________
AUTOEVALUACIÓN
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
No se entiende.
El lector no espera.
Tiene continuación.
Presenta opciones.
5. El tema de las obras literarias es:
117
Literatura 1
Héroe.
Intelectual.
Inhumano.
Altruista.
9. ¿Cómo definiríamos lo que es el ambiente físico en una obra?
Filosóficas.
Éticas.
Religiosas.
Científicas.
11. ¿A qué corriente literaria corresponde el Realismo Mágico y la Literatura Intelectual y Fantástica.
Realismo.
Romanticismo.
Cosmopolitismo.
Ciencia Ficción.
12. Ray Bradbury es representante de:
Cosmopolitismo.
Realismo.
Romanticismo.
Ciencia Ficción.
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 1
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
E
sta tarde empujé a Arturo a la fuente. Cayó en ella y se puso a hacer gluglú con la boca, pero también
gritaba y fue oído. Papá y mamá llegaron corriendo. Mamá lloraba porque creía que Arturo se había
ahogado. Pero no era así. Ha venido el doctor. Arturo está ahora muy bien. Ha pedido pastel de
mermelada y mamá se lo ha dado. Sin embargo, eran las siete, casi la hora de acostarse, cuando pidió
pastel, y a pesar de eso mamá se lo dio. Arturo estaba muy contento y orgulloso. Todo el mundo le hacía
preguntas. Mamá le preguntó cómo había podido caerse, si se había resbalado, y Arturo ha dicho que sí,
que se tropezó. Es gentil que haya dicho eso, pero yo sigo detestándolo y volveré a hacerlo a la primera
ocasión.
Por lo demás, si no ha dicho que lo empujé yo, quizá sea sencillamente porque sabe muy bien que a mamá
la horrorizan las delaciones. El otro día, cuando le apreté el cuello con la cuerda de saltar y se fue a quejar
con mamá diciendo: “Elena me ha hecho esto”, mamá le ha dado una terrible palmada y le ha dicho: “¡No
vuelvas a hacer una cosa así!” Y cuando llegó papá ella se lo ha contado y papá también se puso furioso.
Arturo se quedó sin postre. Por eso comprendió, y esta vez, como no ha dicho nada, le han dado pastel de
mermelada. Me gusta enormemente el pastel de mermelada: se lo he pedido a mamá yo también, tres
veces, pero ella ha puesto cara de no oírme. ¿Sospechará que yo fui la que empujó a Arturo?
Antes, yo era buena con Arturo, porque mamá y papá me festejaban tanto como a él. Cuando él tenía un
auto nuevo, yo tenía una muñeca, y no le hubieran dado pastel sin darme a mí. Pero desde hace un mes,
papá y mamá han cambiado completamente conmigo. Todo es para Arturo. A cada momento le hacen
regalos. Con esto no mejora su carácter. Siempre ha sido un poco caprichoso, pero ahora es detestable.
Sin parar está pidiendo esto y lo otro. Y mamá cede casi siempre. A decir verdad, creo que en todo un mes
sólo lo han regañado el día de la cuerda de saltar, y lo raro es que esta vez no era culpa suya.
Me pregunto por qué papá y mamá, que me querían tanto, que han dejado de repente de interesarse en mí.
Parece que ya no soy su niñita. Cuando beso a mamá, ella no sonríe. Papá tampoco. Cuando van a pasear,
voy con ellos, pero continúan desinteresándose de mí. Puedo jugar junto a la fuente lo que yo quiera. Les da
igual. Sólo Arturo es gentil conmigo de cuando en cuando, pero a veces se niega a jugar conmigo. Le
pregunté el otro día por qué mamá se había vuelto así conmigo. Yo no quería hablarle del asunto, pero no
pude evitarlo. Me ha mirado desde arriba, con ese aire burlón que toma adrede para hacerme rabiar, y me
ha dicho que era porque mamá no quiere oír hablar de mí. Le dije que no era verdad. Él me dijo que sí, que
había oído a mamá decirle eso a papá y que le había dicho: “No quiero oír hablar nunca de ella”.
Ese fue el día que le apreté el cuello con la cuerda. Después de eso, yo estaba tan furiosa, a pesar de la
palmada que él había recibido, que fui a su recámara y le dije que lo mataría.
Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rio y me hizo muecas.
Entonces lo empujé a la fuente.
119
Literatura 1
Ahora duerme y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y esta vez no tendrá
tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó en el jardín y yo la tomé.
Con esto, se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo de ese maldito jardín,
en esa horrible caja blanca donde me obligan a dormir desde hace un mes.
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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120
El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 2
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
No es cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios de ñor Cornelio
Cacheda, que es un buen amigo de tantos como tengo por esos campos de Dios. Me la refirió hará cinco
meses y tanto me sorprendió la maravilla que juzgo una acción criminal el no comunicarla para que los
sabios y los observadores estudien el caso con el detenimiento que se merece.
Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando haya oído las opiniones
de mis lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida maravilla.
Ñor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, nacidas de una
sola "camada" como él dice, llamadas María de los Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una
espiga, blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran "imágenes", según la expresión de
ñor Cornelio. Contrastaban notablemente la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los
rasgos fisionómicos de ñor Cornelio, feo si los hay, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo
rajado de los talones.
Naturalmente se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias. El
viejo se chilló de orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda
mano y contestó:
-¡Pos yo soy el tata, mas que sea feo el decilo! ¡No se parecen a yo, pero es que la mama no es tan pior, y
pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible!
-Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquitas?
-No, ñor; en toda la familia no ha habido ninguna gata ni canelo; todos hemos sido acholaos.
-Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y esos colores?
El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de soberano desdén.
-¿De qué se ríe, ñor Cornelio?
-¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probe inorante como yo, un campiruso pión, sabe
más que un hombre como usté, que todos dicen que es tan sabido, tan leído y que hasta hace leyes onde
el Presidente con los menistros?
-A ver, explíqueme eso.
-Hora verá lo que jue.
Ñor Cornelio sacó de las alforjas un buen pedazo de sobado, dio un trozo a cada chiquilla, arrimó un
taburete, en el que se dejó caer satisfecho de su próximo triunfo, se sonó estrepitosamente las narices,
tapando cada una de las ventanas con el índice respectivo y soplando con violencia por la otra, restregó con
la planta de la pataza derecha limpiando el piso, se enjugó con el revés de la chaqueta y principió su
explicación en estos términos:
-“Usté sabe que hora en marzo hizo tres años que hubo un clis de sol, en que se oscureció el sol en todo el
medio; bueno, pues, como unos veinte días antes Lina, mi mujer, salió habelitada de esas chiquillas. Dende
ese entonce, le cogió un desasosiego tan grande, aquello era cajeta; no había cómo atajala, se salía de la
casa de día y de noche, siempre ispiando pal cielo; se iba al solar, a la quebrada, al charralillo del cerco, y
siempre con aquel capricho y aquel mal que no había descanso ni más remedio que dejala a gusto. Ella
siempre había sido siempre muy antojada en todos los partos. Vea, cuando nació el mayor jue lo mesmo;
con que una noche me dispertó tarde de la noche y m'izo ir a buscarle cojoyos de cirgüelo macho. Pior era
que juera a nacer la criatura con la boca abierta. Le truje los cojoyos; en después jueron otros antojos, pero
121
Literatura 1
nunca la llegué a ver tan desasosegada como con estas chiquitas. Pos hora vería, como le iba diciendo, le
cogió por ver pal cielo día y noche, y el día del clis de sol, que estaba yo en el breñalillo del cerco dende
buena mañana.
”Pa no cansalo con el cuento, así siguió hasta que nacieron las muchachitas estas. No le niego que a yo se
mi hizo cuesta arriba el velas tan canelas y tan gatas, pero dende entonces parece que hubieran traído la
bendición de Dios. La mestra me las quiere y les cuese la ropa, el Político les da sus cincos, el Cura me las
pide pa paralas con naguas de puros linoses y antejuelas en el altar pal Corpus, y pa los días de la Semana
Santa, las sacan en la procesión arrimadas al Nazareno y al Santo Sepulcro; pa la Nochebuena, las mudan
con muy bonitos vestidos y las ponen en el portal junto a las Tres Divinas. Y todos los costos son de bolsa
de los mantenedores, y siempre les dan su medio escudo, gu bien su papel de a peso, gu otra buena
regalía. ¡Bendito sea mi Dios que las jue a sacar pa su servicio de un tata tan feo como yo!... Lina hasta que
está culeca con sus chiquillas y dionde que aguanta que no se las alabanceen. Ya ha tenido sus buenos
pleitos con curtidas del vecinduario por las malvadas gatas.”
Interrumpí a ñor Cornelio, temeroso de que el panegírico no tuviera fin y lo hice volver al carril abandonado.
-Bien, ¿pero idiái?
-Idiái qué ¿Pos no ve que jue por ber ispiao la mama el clis de sol por lo que son canelas? ¿Usté no sabía
eso?
-No lo sabía, y me sorprende que usted lo hubiera adivinado sin tener ninguna instrucción.
-Pa qué engañalo, don Magón. Yo no juí el que adevinó el busiles. ¿Usté conoce a un mestro italiano que
hizo la torre de la iglesia de la villa? ¿Un hombre gato, pelo colorao, muy blanco y muy macizo que come en
casa dende hace cuatro años?
-No, ñor Cornelio.
-Pos él jue el que me explicó la cosa del clis de sol.
1. Tema
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
122
El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 3
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
LA BISABUELA
Ray Bradbury
Era una mujer con una escoba o un palo de basura o un estropajo o una cuchara de revolver en la mano. Se
la veía mientras cortaba un pastel en la mañana, tarareando o sacando el pastel del horno al medio día, o
metiéndolo al atardecer en la despensa. Movía las tintineantes tazas de porcelana como un campanero
suizo. Se deslizaba por los pasillos con la regularidad de una aspiradora eléctrica, buscando, encontrando,
y ordenando. Todas las ventanas eran espejos, que recogía el sol. Entraba dos veces por lo menos en
cualquier jardín, con el rastrillo en la mano y cuando ella pasaba las flores alzaban los dedos temblorosos al
aire cálido. Dormía serenamente, y no daba más de tres vueltas en la noche, tan abandonada como un
guante blanco que una mano pronto daría vuelta al alba. Al despertar tocaba a la gente como si fuesen
cuadros enderezándolos en la pared.
Pero ¿ahora?
- Abuela –decían todos- bisabuela.
Ahora era como si se obtuvieses al fin el total de una enorme suma. La bisabuela había rellenado pavos,
pollos, pichones, caballeros y muchachos. Había lavado techos, muros, inválidos y niños. Había extendido
linóleos, reparado bicicletas, curado relojes, atizado hornos, vertido yodo en diez mil lastimaduras. Sus
manos habían flotado alrededor, arriba y abajo, apaciguando esto, sosteniendo esto otro, arrojando pelotas
sacudiendo mazos de croquet, sembrando en la tierra negra, o cubriendo budines, guisos y niños
somnolientos. Había bajado persianas, encendiendo velas, movido llaves... y envejecido. Treinta billones de
cosas empezadas, llevadas adelante, terminadas y concluidas. Y ahora todo se sumaba, se escribía el total,
se colocaba el decimal último, el último cero. Y ahora, también, tiza en mano, ella retrocedía alejándose de
la vida, en una hora silenciosa, antes de tomar el borrador.
- Veamos ahora dijo la bisabuela-. Veamos...
Sin ruido ni alboroto, recorrió la casa en un interminable inventario en espiral, y llegó al fin a las escaleras, y
sin anunciarlo especialmente subió hasta su cuarto donde se acostó como la huella de un fósil entre las
frescas sábanas nevadas, y empezó a morir.
Otra vez las voces:
- ¡Abuela! ¡Bisabuela!
El rumor descendió por el pozo de la escalera, golpeó el piso, se extendió en ondas por los cuartos, salió
por ventanas y puertas, corrió por la calle de olmos hasta la cañada verde.
-Acercaos, ¡aquí!
La familia rodeó la cama.
-Dejadme descansar –murmuró la Abuela.
La enfermedad no podía descubrirse con un microscopio; era un cansancio suave, pero creciente. Sentía
que el cuerpo de gorrión le pesaba cada vez más; somnoliento, más somnoliento, muy somnoliento.
En cuanto a sus hijos y a los hijos de sus hijos... parecía imposible que un acto semejante, tan simple, el
más despreocupado, despertara tantas aprensiones.
-Bisabuela, escucha lo que haces no es mejor que romper un contrato. Sin ti, esta casa se derrumbará.
¡Debes darnos por lo menos un año de aviso!
La bisabuela abrió un ojo. Noventa años miraban en calma a sus médicos como un fantasma de polvo,
desde la alta ventana de una cúpula, en una casa que se vacía rápidamente.
-¿Tom?
123
Literatura 1
124
El cuento
Sola, la abuela se tendió cómodamente en la cálida playa de nieve de hilo y lana, de sábanas, y mantas, y
los colores de la colcha eran tan brillantes como los banderines de los viejos circos.
Acostada allí, se sintió pequeña y secreta como esas mañanas de ochenta raros años atrás, cuando, al
despertarse, acomodaba los huesos tiernos en la cama.
Hace muchos años, pensó, tuve un sueño y disfrutaba de él realmente cuando alguien me despertó. Ese día
nací. ¿Y ahora? Ahora, veamos... Lanzó su mente hacia atrás. ¿Dónde estaba? Noventa años... ¿Cómo
tomar el hilo de aquel sueño perdido? Extendió una manita. Allí... Sí, eso era. Sonrió. Volvió la cabeza sobre
la almohada hundiéndose más en la cálida duna de nieve. Así era un mar que se mueve a lo largo de una
costa interminable y siempre fresca. Dejó ahora que el viejo sueño la rozara y la levantara de la nieve, y la
hiciese flotar sobre la cama ya apenas recordaba.
-Esta bien –suspiró la bisabuela mientras el sueño la llevaba flotando-. Como todo en esta vida, es lo
adecuado.
Y el mar la llevó otra vez a lo largo de la costa.
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
125
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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126
El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 4
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
LA CICATRIZ
Marco Denevi
Hacia fines del cuatrocientos, en los alrededores de Alba (cuando Alba era todavía libre y no pertenecía ni a
los duques de Milán ni a los marqueses de Monferrato), un muchachito de doce años, entonces llamado
Giambattista Crispi, vio pasar una columna de soldados al mando de un condotiero.
Escondido entre los matorrales, el muchachito admiró los trajes, las plumas, las armas, los estandartes, las
gualdrapas, los arneses. Pero lo que más admiró fue la larga cicatriz que el condotiero lucía en su rostro. La
cicatriz era larga y temblona, de un color rojo púrpura, y nacía en el párpado derecho para morir en el centro
del mentón, después de atravesar, como un río lento, la llanura de la mejilla. El condotiero cabalgaba medio
adormilado, la vista perdida en la torva cavilación y en el ensueño. Pero la cicatriz miraba por él, hablaba por
él, lo volvía despierto y terrible. La cicatriz avanzaba por el camino como una bandera de guerra, atronaba la
tarde como la deflagración de la pólvora, como una fanfarria de bronces marciales. La cicatriz pasaba, y
todos los demás rostros parecían palidecer, como bajo la luz del sol en un eclipse. Hasta que el cortejo se
perdía en la bruma y el polvo.
Giambattista Crispi permaneció largo rato inmóvil en su escondite. Pensaba en el condotiero y en su cicatriz.
Una cicatriz como aquella aseguraba (o al menos prometía) el temerosos respeto de los demás, la
impunidad y la fama. Giambattista era flaco, débil y cobarde. Pensó que ostentar una cicatriz como la del
condotiero lo defendería más que una armadura, lo vestiría de pies a cabeza con el hierro y el cuero de los
héroes. Pensó que si él pudiese lucir una cicatriz igual infundiría, en los granujas que lo perseguían y lo
atormentaban, el mismo pasmo de admiración que el condotiero le había infundido.
Desapareció de su casa y de Alba por cierto tiempo. Cuando volvió, una cicatriz idéntica a la del condotiero
(pero nadie en la ciudad lo sabía) le desfiguraba el rostro, lo precedía y lo seguía como un aullido. Las
gentes lo miraban y se apartaban. Los que lo habían vejado se escondían. Giambattista se transformó en un
mancebo levantisco. Treinta años más tarde se hacía llamar Giambattista d’Alba, de apodo el Impunito, y
era condotiero de Adriano VII, como antes lo había sido el duque Sforza, como antes de Pier Paolo
Cruscalini, señor de Volterra; como antes del podesfá de Alba.
A menudo el Impunito, cuando al frente de sus mercenarios atravesaba ciudades y villorrios, sentía el
silencio del pavor que lo flaqueaba. A sus espaldas la gentuza bisbiseaba: “Eses es Giambattista d’Alba;
ése es el Impunito”, y lo señalaban con el dedo. Los soldados, orgullosos de su jefe, se sonreían
fanfarronamente. Él, con secreto regocijo, con secreta angustia, se decía que todo se lo se lo debía a su
feroz cicatriz; pero que si el engaño era descubierto, lo aguardaba un destino onimoso, las befas, el
desprecio, quizá la muerte a manos de su propia soldadesca. A ratos experimentaba la tentación de espiar
hacia uno u otro costado y ver si entre la turba de mirones o escondido detrás de un árbol algún débil
muchachito lo estudiaba. Entonces, lo habría llamado, le habría revelado, sin que nadie lo oyese, la verdad
de la mentira de su cicatriz, le habría dicho: “Ve, hazte tatuar una cicatriz como la mía y estarás a salvo”.
Pero enseguida se arrepentía y seguía adelante sin volver la cabeza, porque no podía defraudar a ese
muchachito, si en verdad existía y estaba allí observándolo, porque él debía ser para el muchachito la
misma figura implacable y abismal, que no condesciende ni siquiera una mirada de soslayo, que el
condotiero había sido para él, hacía mucho tiempo, en los alrededores de Alba.
En 1527 se enfrentaron, en Valdinero, los ejércitos de Adriano VII y del emperador. Las fuerzas papistas
estaban al mando del impunito. Eran superiores en número y más avezadas que las imperiales. Sin
embargo, fueron vencidas. Se dice que lo que desconcertó a los soldados del Papa fue la increíble
conducta del jefe, quien, sin oponer la menor resistencia, se dejó matar por un oscuro condotiero enemigo,
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Literatura 1
un viejo que a la sazón contaba más de setenta años. Adriano VII, rabioso, atribuyó el hecho a una brujería,
en tanto que los partidarios del emperador escupieron sobre el nombre de un cobarde, lo que, frente a los
antecedentes del Impunito, pareció una bravata injuriosa. Quizá nosotros podamos conjeturar la verdad. El
condotiero y Giambattista Crispi se encontraron, se miraron. Cicatrices idénticas refulgían en sus rostros.
Pero el condotiero debió de comprender en seguida que aquellas dos cicatrices no podían ser reales, que
una tenía que ser falsa, la copia de la verdadera. O habrá sido el Impunito el que sintió la vergüenza de esa
confrontación, el que entendió que su valor, como su cicatriz, podía engañar a los demás, pero no podía
engañar al condotiero.
Y, convertido otra vez en un muchachito débil y pusilánime, se habrá dejado matar por el único hombre que
podía matarlo.
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
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El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 5
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
ENCUENTRO NOCTURNO
Ray Bradbury
Antes de subir hacia las colinas azules, Tomás Gómez se detuvo en la solitaria estación de gasolina.
- Aquí se sentirá usted bastante solo - le dijo al viejo.
El viejo pasó un trapo por el parabrisas de la camioneta.
- No me quejo.
- ¿Le gusta Marte?
-Muchísimo. Siempre hay algo nuevo. Cuando llegué aquí el año pasado, decidí no esperar nada, no
preguntar nada, no sorprenderme por nada. Tenemos que mirar las cosas de aquí, y qué diferentes son. El
tiempo, por ejemplo, me divierte muchísimo. Es un tiempo marciano. Un calor de mil demonios de día y un
frío de mil demonios de noche. Y las flores y la lluvia, tan diferentes. Es asombroso. Vine a Marte a retirarme,
y busqué un sitio donde todo fuera diferente. Un viejo necesita una vida diferente. Los jóvenes no quieren
hablar con él, y con los otros viejos se aburre de un modo atroz. Así que pensé: lo mejor será buscar un sitio
tan diferente que uno abre los ojos y ya se entretiene. Conseguí esta estación de gasolina. Si los negocios
marchan demasiado bien, me instalaré en una vieja carretera menos bulliciosa, donde pueda ganar lo
suficiente para vivir y me quede tiempo para sentir estas cosas tan diferentes.
- Ha dado usted en el clavo - dijo Tomás. Sus manos le descansaban sobre el volante. Estaba contento.
Había trabajado casi dos semanas en una de las nuevas colonias y ahora tenía dos días libres y iba a una
fiesta.
- Ya nada me sorprende - prosiguió el viejo -. Miro y observo, nada más. Si uno no acepta a Marte como es,
puede volverse a la Tierra. En este mundo todo es raro; el suelo, el aire los canales, los indígenas (aun no
los he visto, pero dicen que andan por aquí) y los relojes. Hasta mi reloj anda de un modo gracioso. Hasta el
tiempo es raro en Marte. A veces me siento muy solo, como si yo fuese el único habitante de este planeta;
apostaría la cabeza. Otras veces me siento como si me hubiera encogido y todo lo demás se hubiera
agrandado. ¡Dios! ¡No hay sitio como este para un viejo! Estoy siempre alegre y animado. ¿Sabe usted
cómo es Marte? Es como un juguete que me regalaron en Navidad, hace setenta años. No sé si usted lo
conoce. Lo llamaban calidoscopio: trocitos de vidrio o de tela de muchos colores. Se levanta hacia la luz y
se mira y se queda uno sin aliento. ¡Cuántos dibujos! Bueno, pues así es Marte. Disfrútelo. Tómelo como es.
¡Dios! ¿Sabe que esa carretera marciana tiene dieciséis siglos y aún está en buenas condiciones?- Es un
dólar cincuenta. Gracias. Buenas noches.
Tomás se alejó por la antigua carretera, riendo entre dientes.
Era un largo camino que se internaba en la oscuridad y las colinas. Tomás, con una sola mano en el volante,
sacaba con la otra, de cuando en cuando, un caramelo de la bolsa del almuerzo. Había viajado toda una
hora sin encontrar en el camino ningún otro automóvil, ninguna luz. La carretera solitaria se deslizaba bajo
las ruedas y sólo se oía el zumbido del motor. Marte era un mundo silencioso, pero aquella noche el silencio
era mayor que nunca. Los desiertos y los mares secos giraban a su paso y las cintas de las montañas se
alzaban contra las estrellas.
Esta noche había en el aire un olor a tiempo. Tomás sonrió. ¿Qué olor tenía el tiempo? El olor del polvo, los
relojes, la gente. ¿Y qué sonido tenía el tiempo? Un sonido de agua en una cueva, y una voz muy triste y
unas gotas sucias que caen sobre cajas vacías y un sonido de lluvia. Y aún más, ¿a qué se parecía el
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Literatura 1
tiempo? A la nieve que cae calladamente en una habitación oscura, a una película muda en un cine muy
viejo, a cien millones de rostros que descienden como esos globitos de Año Nuevo, que descienden y
descienden en la nada. Eso era el tiempo, su sonido, su olor. Y esta noche (y Tomás sacó una mano fuera
de la camioneta), esta noche casi se podía tocar el tiempo.
La camioneta se internó en las colinas del tiempo. Tomás sintió unas punzadas en la nuca y se sentó
rígidamente, con la mirada fija en el camino.
Entraba en una muerta aldea marciana; paró el motor y se abandonó al silencio de la noche. Maravillado y
absorto contempló los edificios blanqueados por las lunas. Deshabitados desde hacía siglos. Perfectos. En
ruinas, pero perfectos.
Puso en marcha el motor, recorrió algo más de un kilómetro y se detuvo nuevamente. Dejó la camioneta y
echó a andar llevando la bolsa de comestibles en la mano, hacia una loma desde donde aún se veía la
aldea polvorienta. Abrió el termos y se sirvió una taza de café. Un pájaro nocturno pasó volando. La noche
era hermosa y apacible.
Unos cinco minutos después se oyó un ruido. Entre las colinas, sobre la curva de la antigua carretera, hubo
un movimiento, una luz mortecina, y luego un murmullo.
Tomás se volvió lentamente, con la taza de café en la mano derecha.
Y asomó en las colinas una extraña aparición.
Era una máquina que parecía un insecto de color verde jade, una mantis religiosa que saltaba suavemente
en el aire frío de la noche, con diamantes verdes que parpadeaban sobre su cuerpo, indistintos,
innumerables, y rubíes que centelleaban con ojos multifacéticos. Sus seis patas se posaron en la antigua
carretera, como las últimas gotas de una lluvia, y desde el lomo de la máquina un marciano de ojos de oro
fundido miró a Tomás como si mirara el fondo de un pozo.
Tomás levantó una mano y pensó automáticamente: ¡Hola!, aunque no movió los labios. Era un marciano.
Pero Tomás habla nadado en la Tierra en ríos azules mientras los desconocidos pasaban por la carretera, y
había comido en casas extrañas con gente extraña y su sonrisa había sido siempre su única defensa. No
llevaba armas de fuego. Ni aun ahora advertía esa falta aunque un cierto temor le oprimía el pecho.
También el marciano tenía las manos vacías.
Durante unos instantes, ambos se miraron en el aire frío de la noche.
Tomás dio el primer paso.
- ¡Hola! - gritó.
- ¡Hola! - contesto el marciano en su propio idioma. No se entendieron.
- ¿Has dicho hola? - dijeron los dos.
- ¿Qué has dicho? - preguntaron, cada uno en su lengua.
Los dos fruncieron el ceño.
- ¿Quién eres? - dijo Tomás en inglés.
- ¿Qué haces aquí - dijo el otro en marciano.
- ¿A dónde vas? - dijeron los dos al mismo tiempo, confundidos.
- Yo soy Tomás Gómez,
- Yo soy Muhe Ca.
No entendieron las palabras, pero se señalaron a sí mismos, golpeándose el pecho, y entonces el marciano
sé echó a reír.
- ¡Espera!
Tomás sintió que le rozaban la cabeza, aunque ninguna mano lo había tocado.
- Ya está - dijo el marciano en inglés -. Así es mejor.
- ¡Qué pronto has aprendido mi idioma!
- No es nada.
Turbados por el nuevo silencio, ambos miraron el humeante café que Tomás tenía en la mano.
- ¿Algo distinto? - dijo el marciano mirándolo y mirando el café, y tal vez refiriéndose a ambos.
- ¿Puedo ofrecerte una taza? - dijo Tomás.
- Por favor.
El marciano descendió de su máquina.
Tomás sacó otra taza, la llenó de café y se la ofreció.
La mano de Tomás y la mano del marciano se confundieron, como manos de niebla.
- ¡Dios mío! - gritó Tomás, y soltó la taza.
- ¡En nombre de los Dioses! - dijo el marciano en su propio idioma.
- ¿Viste lo que pasó? - murmuraron ambos, helados por el terror.
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El cuento
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Literatura 1
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El cuento
- Nada.
- Es como si te dijera que estamos en el año 4462853 S.E.C. No significa nada. Menos que nada. Si algún
reloj nos indicase la posición de las estrellas...
- ¡Pero las ruinas lo demuestran! Demuestran que yo soy el futuro, que yo estoy vivo, que tú estás muerto.
- Todo en mí lo desmiente. Me late el corazón, mi estómago siente hambre, mi garganta sed. No, no. Ni
muertos, ni vivos, más vivos que nadie, quizá. Mejor, entre la vida y la muerte. Dos extraños cruzan en la
noche. Nada más. Dos extraños que pasan. ¿Ruinas dijiste?
- Sí. ¿Tienes miedo?
- ¿Quién desea ver el futuro? ¿Quién ha podido desearlo alguna vez? Un hombre puede enfrentarse con el
pasado, pero pensar... ¿Has dicho que las columnas se han desmoronado? ¿Y que el mar está vacío y los
canales, secos y las doncellas muertas y las flores marchitas? - El marciano calló y miró hacia la ciudad
lejana. - Pero están ahí. Las veo. ¿No me basta? Me aguardan ahora, y no importa lo que digas.
Y a Tomás también lo esperaban los cohetes, allá a lo lejos, y la ciudad, y las mujeres de la Tierra.
- Jamás nos pondremos de acuerdo - dijo.
- Admitamos nuestro desacuerdo - dijo el marciano -.
¿Qué importa quién es el pasado o el futuro, si ambos estamos vivos? Lo que ha de suceder sucederá,
mañana o dentro de diez mil años. ¿Cómo sabes que esos templos no son los de tu propia civilización,
dentro de cien siglos, desplomados y en ruinas? ¿No lo sabes? No preguntes entonces. La noche es muy
breve. Allá van por el cielo los fuegos de la fiesta, y los pájaros.
Tomás tendió la mano. El marciano lo imitó. Sus manos no se tocaron, se fundieron atravesándose.
- ¿Volveremos a encontrarnos?
- ¡Quién sabe! Tal vez otra noche.
- Me gustaría ir contigo a la fiesta.
- Y a mí me gustaría ir a tu ciudad y ver esa nave de que me hablas y esos hombres, y oír todo lo que
sucedió.
- Adiós - dijo Tomás.
- Buenas noches.
El marciano voló serenamente hacia las colinas en su vehículo de metal verde. El terrestre se metió en su
camioneta y partió en silencio en dirección contraria.
- ¡Dios mío! ¡Qué pesadillas! - suspiró Tomás, con las manos en el volante, pensando en los cohetes, en las
mujeres, en el whisky, en las noticias de Virginia, en la fiesta.
- ¡Qué extraña visión! - se dijo el marciano, y se alejó rápidamente, pensando en el festival, en los canales,
en las barcas, en las mujeres de ojos dorados, y en las canciones.
La noche era oscura. Las lunas se habían puesto. La luz de las estrellas parpadeaba sobre la carretera
ahora desierta y silenciosa. Y así siguió, sin un ruido, sin un automóvil, sin nadie, sin nada, durante toda la
noche oscura y fresca.
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Literatura 1
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
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El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 6
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
¡¡Aquí te vas a quedar, cabrón!! le estaba diciendo Aniceto Madrigal al viejo Terencio mientras lo ataba, con
rudeza innecesaria, al encino nudoso del fondo de la cañada.
Era en la tarde; ya muy tarde, por eso las masas brumosas proyectadas por las montañas inmediatas. Se
estaban cerrando sobre el mineral. Como las chozas pendían de las laderas, el chiflón helado que se
encauzaba en la hondonada las dejaba de lado. Pero el estrecho callejón del fondo, donde estaban el pozo
y el encino, quedaba siempre indefenso ante el gélido aliento de los eneros.
¡¡Aquí onde todos te vean, pa'que no te queden ganas de andar asando carne ajena y vendiendo sotol a los
mineros; y pa'que aprendas a respetar a los que mandan desde lejos!!
El viejo no presentó resistencia para no remover la renombrada alevosía de Aniceto. Le conocía bien su
instinto de jefe de "La Acordada" y no había olvidado aquellas oleadas de estupor que se desparramaban
por la sierra cada vez que, en abuso de una autoridad imprecisa, cometía un nuevo crimen, La cercana
cabecera de municipio nada podría contra aquellas facultades inciertas "acordadas" en la lejana capital del
estado. Allá se urdía la maraña de intereses que fluían al gobernador; que financiaban los ganaderos; que
azuzaban los políticos; que habían decidido que comerse una de las incontables reses de sus interminables
potreros era el más grande de los crímenes mayores; que, con este pretexto, daban rienda suelta a los
poderes sin coto que se atribuía gustoso el famoso "Sangre Turbia".
Entre los toscos troncos de las cabañas, se alineaban todos los ojos del mineral y se escurrían todas las
miradas para ir a clavarse como alfileres en lo que estaba pasando abajo. Pero nadie movía una pestaña en
favor del condenado, porque sabían que aquel terror autorizado no permitía apelación alguna cuando
"aplicaba la ley". Y Terencio, atrincherado tras un silencio porfiado, no movía una pestaña tampoco. Aquí te
vas a quedar quietecito pa'que vayas pensando en lo que vas a decir al diablo. Y si no te ha llevado
pa'mañana, yo pasaré por ti nomás que haiga colgado a los vinateros que lo surten el sorronchi y que te
ayudaron a pelar la vaca. Ni necesito que me digas onde están, antes de llegar aquí chicotié al viejito de los
burros del correo. Al segundo jalón de la cuerda, soltó el pico. ¡Sí, la cuerda Terencio!; la de cuero crudo
que tráimos y que nos sirve lo mismo pa'marrar, que pa'latigar, que pa'colgar. ¡Por eso semos de La
Acordada!
Cuando terminó el monólogo dio el último apretón a los nudos tiesos y propinó a Terencio dos bofetadas de
reafirmación. Subió la pendiente entre un desparramo de autoridad y llegó al changarro de Aristeo Campa
con pasos seguros para ordenar que le asaran carne; pues no me voy a contentar con cualquier cochinada,
Aniceto Madrigal no es cualquier come mierda como ustedes.
En las cercanías de la mina grande, comenzó a prender su fogata todo envuelto en miradas recelosas.
Sentir sobre sí un cúmulo de ojos temerosos; percibir el fluido de un odio impotente; tener la certidumbre de
poder causar miedo y saber que se hablaba de él en voz soterrada: era su recompensa mayor, el mereció
premio a su fama y su más íntimo e indisputado placer.
Entre un reguero de descuido y teniendo como centinela al miedo, fue juntando cavilaciones evocadoras
hasta quedarse dormido. Y allí abajo, Terencio con sus setenta y dos todos concentrados en un terco
silencio; inundados los adentros con un odio atizado por la humillación; batallando contra el traicionero
adormecimiento que conoce como el preludio de la muerte glacial. ¡Y apenas comienza la noche!
...lo primero es no dormirse. Luego pensar en cosas desagradables para que no lo inunde a uno el sueño;
patear el tronco para evitar la congelación de la punta de los dedos; frotar las manos contra las cuerdas
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Literatura 1
para que la corriente de la sangre no se estanque; pensar en cosas desagradables; sobre todo: pensar,
siempre pensar... que todo el mineral está pendiente y que una vibración intensa de excusas justificatorias
está flotando sobre cada jacal; que el rencor se va juntando como densa niebla que alimenta el
resentimiento... pensar, siempre pensar...
Y, los dos empiezan a compartir aquel pensamiento sueño. Aniceto lo respira a sus anchas y lo asimila en
una sangre oscura que necesita dé otra sangre para nutrirse. Teréncio es arrastrado entonces por su poder
y su semivigilia va mezclándose gradualmente con las cavilaciones de aquél.
Y juntos, van a dar al no tiempo, a... a la vez en que Aniceto colgó de los alisos del arroyo de Alamos a
aquellos dos indios a los que antes cortó las orejas para asarlas bajo sus pies oscilantes. Y fue también por
mezcal y por carne. Hacía tanto de aquello, ¡qué tiempos, carajo! y sobre todo qué grata aquella, la
compañía de mi lugarteniente, el Miguelón Anaya, ¡Cómo se divertía con aquellas travesuras inocentes de
andar violando indias por todo el sur de la sierra y esperando el reclamo del indio ofendido para lanzarlo del
pescuezo, tirar la reata por encima de un brazo de árbol, enredarla en la cabeza de la montura y echar la
carrera. Nomás tronaban las molleras como sandias partidas cuando se estrellaban contra el tronco. ¡Ese sí
sabia usar la cuerda; ése si era un verdadero Acordada! fue un accidente- le decía a la india cuando le
arrojaba a los pies el colgado porque él no tenía tiempo de andar enterrando indios roba vacas. Y en esas
tuvo treinta y dos hijos. Algunos en Santa Rosa, otros en Yécora y Mulatos y los más en los ranchos de
cualquier parte, ¡aah... como fiera mi ayudante! ¡qué tiempos! y ahora ya perdió todo su brillo y dicen que
fue a parar a Tacupeto donde se ha vuelto casero y persinao y parece que hasta autoridá civil ha resultado...
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El cuento
- ¡Ora sí vengo por ti viejo carcaje!- le grita desde la cuesta y sin desmontar todavía. ¡Ya se que lo soltaron
esos maricas. Pero nomás lo pongo en buen recaudo y les arreglo cuentas!
En su torno no hay verdadero enojo, más bien se percibe una especie de tolerante regaño, y, por fugaces
segundos, una oleada relampagueante de memoria le repasa instantáneamente el otro lado de su ser. Se
recuerda entonces repartiendo subsistencias entre campesinos famélicos, corrigiendo entuertos familiares
ajenos, perdonando delincuentes, alzando en vilo a hijos y sobrinos en frecuentes arranques de ternura,
evocando los rostros de los suyos en sucesivas imágenes furtivas...
Por eso se le congela la sorpresa en las facciones cuando de atrás del encino la boca negra de la escopeta
le apunta como respuesta. Va a reírse de aquel atrevimiento infantil, cuando el primer trueno rasga la tarde y
va a estrellarse en la cabeza de su montura y a llenarle los ojos con astillas de bronce. Todavía no alcanza a
creerlo y desenfunda por instinto enviando a ciegas dos silbidos que van a incrustarse en el tronco que
protege a Terencio. Este, sabedor de su ventaja, da tiempo a que la sangre bañe la cara de Aniceto y lo
convenza de su estado.
- ¡Hasta con los ojos tapados te rajo la madre maldito; a mí no me tumba cualquier viejo ñengo!. Pero el
líquido tibio ya le hace surcos movibles en el rostro y le rueda hasta el pecho. Terencio asoma otra vez en el
tubo negro y libera el segundo envío de perdigones. El musculoso costado de Aniceto se hace un clavel
purpurado. Se da vuelta entonces sobre sí mismo invadido de un pánico incrédulo y al lanzar su última
injuria, se deja ir cuesta abajo hasta detenerse frente al encino nudoso del fondo de la cañada. "Gánate de
una vez tu destino viejo lámpiro, gánate...", y de bruces se queda quieto a los pies del anciano que
tembloroso acierta a decirle:
¡Aquí te vas a quedar, cabrón!!
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
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Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
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El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 7
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
—¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan
por caridad.
—No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
—Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad
de Dios.
—No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
—Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.
—No. No tengo ganas de eso, yo soy tu hijo. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les
dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
—Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
—No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se
dio vuelta para decir:
—Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi mujer y de los hijos?
—La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver qué cosas haces por mí. Eso
es lo que urge.
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un
horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse,
pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir.
Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como
sólo las puede sentir un recién resucitado. Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan
rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. No nada
más por nomás, como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba:
Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava,
tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le
negó el pasto para sus animales.
Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la sequía, en que vio cómo se le morían
uno tras otro sus animales hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la
yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a romper la cerca y a arrear la bola de animales flacos
hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó
tapar otra vez la cerca para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero. Así, de día se
tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca,
siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo.
Y é, y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de acuerdo. Hasta que una vez don Lupe le
dijo:
—Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.
139
Literatura 1
Y él contestó:
—Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahí
se lo haiga si me los mata.
“Y me mató un novillo”.
“Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril andaba yo en el monte, corriendo del
exhorto. No me valieron ni las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida
de la cárcel. Todavía después, se pagaron con lo que quedaba nomás por no perseguirme, aunque de
todos modos me perseguían. Por eso me vine a vivir junto con mi hijo a este otro terrenito que yo tenía y que
se nombra Palo de Venado. Y mi hijo creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo ya ocho hijos. Así que la
cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero, según eso, no lo está”.
“Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado todo. El difunto don Lupe era solo,
solamente con su mujer y los dos muchachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque
de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos, donde unos parientes. Así que, por parte de ellos, no
había que tener miedo.
“Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuiciado para asustarme y seguir robándome.
Cada que llegaba alguien al pueblo me avisaban:
“—Por ahí andan unos fureños, Juvencio”.
“Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo verdolagas.
A veces tenía que salir a la media noche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida .
No fue un año ni dos. Fue toda la vida.”
Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente;
creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilos. “Al menos esto —pensó— conseguiré con
estar viejo. Me dejarán en paz”.
Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de
repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado
su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había
acabado por ser un puro pellejo correoso curtido por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose
de todos.
Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer? Aquel día en que amaneció con la nueva de
que su mujer se le había ido, ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se
fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo. Dejó que se le fuera
como se le había ido todo lo demás, sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la
vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran. No podía. Mucho menos
ahora.
Pero para eso lo habían traído de allá, de Palo de Venado. No necesitaron amarrarlo para que los siguiera.
Él anduvo solo, únicamente maniatado por el miedo. Ellos se dieron cuenta de que no podía correr con
aquel cuerpo viejo, con aquellas piernas flacas como sicuas secas, acalambradas por el miedo de morir.
Porque a eso iba. A morir. Se lo dijeron.
Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago que le llegaba de pronto siempre
que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos
buches de agua agria que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras
su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía
acostumbrarse a la idea de que lo mataran.
Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza. Tal vez ellos se
hubieran equivocado. Quizá buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él.
Caminó entre aquellos hombres en silencio, con los brazos caídos. La madrugada era oscura, sin estrellas.
El viento soplaba despacio, se llevaba la tierra seca y traía más, llena de ese olor como de orines que tiene
el polvo de los caminos.
Sus ojos, que se habían apenuscado con los años, venían viendo la tierra, aquí, debajo de sus pies, a pesar
de la oscuridad. Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre
sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne. Se vino largo rato desmenuzándola
con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último, sabiendo casi que sería el último.
Luego, como queriendo decir algo, miraba a los hombres que iban junto a él. Iba a decirles que lo soltaran,
que lo dejaran que se fuera: "Yo no le he hecho daño a nadie, muchachos", iba a decirles, pero se quedaba
callado. " Más adelantito se los diré", pensaba. Y sólo los veía. Podía hasta imaginar que eran sus amigos;
140
El cuento
pero no quería hacerlo. No lo eran. No sabía quiénes eran. Los veía a su lado ladeándose y agachándose
de vez en cuando para ver por dónde seguía el camino.
Los había visto por primera vez al pardear de la tarde, en esa hora desteñida en que todo parece
chamuscado. Habían atravesado los surcos pisando la milpa tierna. Y él había bajado a eso: a decirles que
allí estaba comenzando a crecer la milpa. Pero ellos no se detuvieron.
Los había visto con tiempo. Siempre tuvo la suerte de ver con tiempo todo. Pudo haberse escondido,
caminar unas cuantas horas por el cerro mientras ellos se iban y después volver a bajar. Al fin y al cabo la
milpa no se lograría de ningún modo. Ya era tiempo de que hubieran venido las aguas y las aguas no
aparecían y la milpa comenzaba a marchitarse. No tardaría en estar seca del todo.
Así que ni valía la pena de haber bajado; haberse metido entre aquellos hombres como en un agujero, para
ya no volver a salir.
Y ahora seguía junto a ellos, aguantándose las ganas de decirles que lo soltaran. No les veía la cara; sólo
veía los bultos que se repegaban o se separaban de él. De manera que cuando se puso a hablar, no supo
si lo habían oído. Dijo:
—Yo nunca le he hecho daño a nadie —eso dijo. Pero nada cambió. Ninguno de los bultos pareció darse
cuenta. Las caras no se volvieron a verlo. Siguieron igual, como si hubieran venido dormidos.
Entonces pensó que no tenía nada más que decir, que tendría que buscar la esperanza en algún otro lado.
Dejó caer otra vez los brazos y entró en las primeras casas del pueblo en medio de aquellos cuatro hombres
oscurecidos por el color negro de la noche.
141
Literatura 1
Ahora, por fin, se había apaciguado. Estaba allí arrinconado al pie del horcón. Había venido su hijo Justino y
su hijo Justino se había ido y había vuelto y ahora otra vez venía.
Lo echó encima del burro. Lo apretaló bien apretado al aparejo para que no se fuese a caer por el camino.
Le metió su cabeza dentro de un costal para que no diera mala impresión. Y luego le hizo pelos al burro y se
fueron, arrebiatados, de prisa, para llegar a Palo de Venado todavía con tiempo para arreglar el velorio del
difunto.
—Tu nuera y los nietos te extrañarán —iba diciéndole—. Te mirarán a la cara y creerán que no eres tú. Se
les afigurará que te ha comido el coyote cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de
gracia como te dieron.
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
142
El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 8
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
A orillas del seco mar marciano se alzaba un pueblo blanco, silencioso y desierto. No había nadie en las
calles. Unas luces solitarias brillaban todo el día en los edificios. Las puertas de las tiendas estaban abiertas
de par en par, como si la gente hubiera salido rápidamente sin cerrar con llave. Las revistas traídas de la
Tierra hacía ya un mes en el cohete plateado se ennegrecían agitándose intactas en los kioscos callejeros.
El pueblo estaba muerto; las camas heladas y vacías. Sólo se oía el zumbido de las líneas eléctricas y de las
dinamos que seguían funcionando automáticamente. El agua desbordaba en bañeras olvidadas, corría por
habitaciones y porches, y nutría las flores descuidadas de los jardines. En los teatros a oscuras, las gomas
de mascar que aún conservaban las marcas de los dientes se endurecían debajo de los asientos.
Más allá del pueblo había una pista de cohetes. Allí donde la última nave se había elevado entre llamaradas
hacia la Tierra, se podía respirar aún el olor penetrante del suelo calcinado. Si se ponía una moneda en el
telescopio y se lo apuntaba hacia el cielo, quizá pudieran verse las peripecias de la guerra terrestre. Quizá
pudiera verse cómo estallaba Nueva York. Quizá pudiera verse la ciudad de Londres, cubierta por una
nueva especie de niebla. Quizá pudiera comprenderse, entonces, por qué este pueblecito marciano había
sido abandonado. La evacuación, ¿había sido muy rápida? Bastaba entrar en cualquier negocio y apretar la
tecla de la caja registradora. Los cajones salía tintineando con brillantes monedas. La guerra terrestre era sin
duda algo terrible...
Por las desiertas avenidas del pueblo, silbando suavemente y empujando a puntapiés, con profunda
atención, una lata vacía, avanzó un hombre alto y flaco de mirada solitaria, oscura y mansa. Movía las
manos huesudas dentro de los bolsillos llenos de sonoras monedas. Y de vez en cuando tiraba una al suelo,
riendo entre dientes, y seguía su camino, regado de monedas brillantes.
Se llamaba Walter Gripp. En las lejanas colinas azules tenía un lavadero de oro y una cabaña, y cada dos
semanas bajaba al pueblo y buscaba una mujer callada e inteligente con quien pudiera casarse. Durante
varios años había vuelto desilusionado y solo a su cabaña. ¡Y la semana anterior había encontrado el pueblo
en ese estado!
Se había sorprendido tanto que había entrado rápidamente en una fiambrería y había pedido un sándwich
triple de carne.
-¡Voy! -gritó poniéndose una servilleta en un brazo. Preparó cuidadosamente unos fiambres y unas rodajas
de pan de la víspera, quitó el polvo de una mesa, se invitó a sí mismo a sentarse, y comió hasta que tuvo
que debió buscar una droguería donde pidió bicarbonato. El droguero, el propio Walter Gripp, se lo sirvió en
seguida, con una cortesía asombrosa.
Luego se llenó los bolsillos con todo el dinero que pudo encontrar, cargó un cochecito de niño con billetes
de diez dólares y se fue traqueteando por las calles del pueblo. Al llegar a los suburbios comprendió
avergonzado que estaba haciendo una tontería. No necesitaba dinero. Llevó los billetes de a donde los
había encontrado, sacó un dólar de su propia billetera -el precio de los sándwiches- y lo metió en la caja
registradora, añadiendo como propina una moneda de veinticinco centavos.
Aquella noche disfrutó de un baño turco caliente, un sabroso bistec adornado de setas delicadas, un jerez
seco importado, y unas frutillas con vino. Luego se puso un traje de franela azul y un sombrero de fieltro que
oscilaba curiosamente en lo alto de su afilada cabeza. Metió una moneda en un fonógrafo automático, que
tocó Aquella mi vieja pandilla, y echó otras veinte monedas en otros veinte fonógrafos del pueblo. Las calles
143
Literatura 1
solitarias y la noche se llenaron de la música triste de aquella mi vieja pandilla, mientras Walter Gripp, alto,
delgado y solo, se paseaba con las manos frías en los bolsillos acompañado por el leve crujido de sus
zapatos nuevos.
Pero todo esto había ocurrido la semana anterior. Ahora dormía en una cómoda casa de la calle Marte, se
levantaba a las nueve, se bañaba y recorría perezosamente el pueblo en busca de unos huevos con jamón.
Todas las mañanas congelaba una tonelada de carne, verduras y tortas de crema de limón; cantidad
suficiente para diez años, hasta que los cohetes volvieran de la Tierra, si volvían.
Ahora, esta noche, se paseaba mirando las hermosas y sonrosadas mujeres de cera de los coloridos
escaparates. Por primera vez comprendió qué muerto estaba el pueblo. Se sirvió un vaso de cerveza y
sollozó suavemente.
- Estoy completamente solo.
Entró en el Teatro Elite para proyectarse una película y distraer su soledad. En el teatro vacío y hueco,
parecido a una tumba, unos espectros grises y negros se arrastraron por la vasta pantalla.
Huyó estremeciéndose de aquel lugar fantasmagórico.
Atravesaba de prisa una calle trasversal, ya decidido a volver a su casa, cuando oyó de pronto el zumbido
de un teléfono.
Escuchó.
-En una casa está sonando un teléfono -se dijo. Apresuró el paso.
-Alguien debiera contestar ese teléfono -musitó.
Se sentó ociosamente en el borde de la acera para sacarse una piedra del zapato.
-¡Alguien! -gritó de pronto, poniéndose de pie-. ¡Yo! ¿qué me ocurre?
Miró a su alrededor. ¿Qué casa? Aquélla.
Atravesó rápidamente el jardín, subió las escaleras, entró en la casa, y avanzo por un vestíbulo oscuro.
Arrebató el auricular.
-¡Hola!
Buzzzzzzzzz.
-¡Hola! ¡Hola!
Habían colgado.
-¡Hola! –gritó golpeando el teléfono-. ¡Idiota, estúpido! -se dijo a sí mismo-. ¡Sentado en la acera, como un
condenado idiota! -Sacudió el aparato-. ¡Suena, suena otra vez! ¡Vamos!
No había pensado que en Marte pudiera haber otros hombres. No había visto a nadie en todos esos días y
había imaginado que los otros pueblos estaban tan desiertos como éste.
Miro fijamente el horrible aparato telefónico, negro y pequeño y se estremeció.
Una vasta red unía todos los pueblos de Marte. ¿De cuál de las treinta ciudades había venido el llamado?
No lo sabía.
Esperó. Fue a tientas hasta la cocina, descongeló unas frambuesas, y comió desconsoladamente.
-No había nadie en el otro extremo de la línea –murmuró-. Un poste cayó en alguna parte y el teléfono sonó
solo.
Pero ¿no había oído un clic? Alguien muy lejos, había colgado el auricular.
Durante el resto de la noche no se movió del vestíbulo.
-No por el teléfono -se dijo a sí mismo-. No tengo otra cosa que hacer.
-Escuchó el tictac de su reloj.
-Ella no volverá a telefonear -dijo-. No llamará nunca más a un número que no contesta. ¡Quizás en este
momento marca otros números de otras casas del pueblo! Y aquí estoy yo sentado... ¡Un minuto! Se rió-.
¿Por qué he dicho «ella»? -Parpadeó-. Lo mismo podía haber sido «él»...
El corazón le latió más lentamente. Se sentía decepcionado y decaído. Le hubiera gustado tanto que fuera
«ella»...
Salió de la casa y se detuvo en medio de la calle ya iluminada por la leve luz del alba.
Escuchó. Ningún ruido. Ni pájaros, ni automóviles. Sólo el corazón que le golpeaba el pecho: un latido, una
pausa, otro latido. Escuchaba con tanta atención que le dolía la cara.
El viento soplaba suavemente, oh, tan suavemente moviendole los faldones de la chaqueta.
-Calla... -susurró-. Escucha.
Giró lentamente moviendo la cabeza de una casa silenciosa a otra.
Telefoneará a muchos números, pensó. Debe ser una mujer. ¿Por qué? Sólo una mujer podría estar
llamando. Un hombre no. Un hombre es más independiente. ¿He telefoneado yo a alguien? No. Ni se me ha
ocurrido. Ha de ser una mujer. ¡Tiene que ser una mujer!
144
El cuento
Escucha.
Lejos, bajo las estrellas, sonó un teléfono.
Walter Gripp echó a correr. Se detuvo y escuchó. La campanilla sonaba débilmente. Corrió unos pasos más.
La llamada era ahora más clara. Se precipitó por una callejuela. ¡Más aún! Pasó ante seis casas, y otras
seis. ¡Más y más! Eligió una casa. La puerta estaba cerrada con llave.
El teléfono sonaba en el interior.
-¡Maldita sea!
Gripp sacudió el picaporte. El teléfono chilló.
Gripp lanzó una silla del porche contra la ventana del vestíbulo y saltó detrás de la silla.
Antes que Gripp lo tocara, el teléfono dejó de sonar.
Walter Gripp recorrió la casa, destrozó los espejos, arrancó las cortinas y aplastó el horno a puntapiés. Al fin,
agotado, tomó la delgada guía telefónica de Marte. Cincuenta mil nombres.
Comenzó por el primero. Amelia Ames. Llamó a su número, en Nueva Chicago, a ciento cincuenta
kilómetros, del otro lado del mar muerto.
No contestaron.
El segundo abonado vivía en Nueva York, a siete mil kilómetros, más allá de las montañas Azules.
No contestaron.
Llamó al tercero, al cuarto, al quinto, al sexto, al séptimo y al octavo, con dedos temblorosos, que sostenían
apenas el receptor.
-¿Hola? -contestó una voz de mujer.
-¡Hola! ¡Hola!- respondió Walter.
-Aquí el aparato registrador -recitó la misma voz-. La señorita Helen Arasumian no está en casa. ¿Quiere
usted dejar un mensaje para que ella lo llame cuando vuelva? ¿Hola? Aquí el contestador automático.
La señorita Helen Arasumian no está en casa. ¿Quiere usted dejar un mensaje...?
Walter Gripp colgó el auricular.
Se quedó sentado, torciendo la boca.
Un instante después llamaba al mismo número.
-Cuando vuelva la señorita Helen Arasumian, dígale que se vaya al diablo.
Llamó a las centrales telefónicas de Empalme Marte, Nueva Boston, Arcadia y Ciudad Roosevelt, pues era
lógico que la gente llamara desde esos lugares. Se comunicó luego con las municipalidades y las otras
oficinas públicas de los pueblos. Telefoneó a los mejores hoteles. A las mujeres les gustaba el lujo.
De pronto dejó de llamar y batió las palmas, echándose a reír. ¡Por supuesto! Buscó en la guía telefónica y
llamó al mayor salón de embellecimiento de la ciudad de Nueva Texas. ¡Sólo en uno de esos diamantinos y
aterciopelados salones de belleza podía entretenerse una mujer! Allí estaría, con una capa de barro sobre la
cara o sentada bajo un secador.
El teléfono sonó. Alguien en el otro extremo de la línea levantó el auricular.
-¿Hola? -dijo una voz de mujer.
-Si es una grabación -anunció Walter Gripp- iré a volar el sitio.
-No es una grabación -dijo la voz de la mujer-. ¡Hola! ¡Hola! ¡Oh, hay alguien vivo! ¿Dónde está usted?
La mujer gritó, deleitada.
Walter Gripp casi perdió el conocimiento.
-¡Usted! -dijo tambaleándose, con los ojos extraviados-. ¡Dios santo!, qué suerte, ¿cómo se llama usted?
-Genevieve Selsor. -La mujer sollozó en el receptor-. ¡Oh, me siento tan contenta al escucharlo, quienquiera
que usted sea!
-Walter Gripp.
-¡Walter, hola, Walter!
-Aquí estoy, Genevieve.
-¡Walter! ¡Qué nombre tan lindo! Walter, Walter.
-Gracias.
-¿Dónde está usted, Walter?
La voz de la mujer era tan dulce, tan clara, tan delicada. Walter se apretó el auricular contra la oreja como
para que ella le pudiera murmurar dulcemente en el oído. Sintió que le faltaba el piso. Las mejillas le ardían.
- Estoy en el pueblo Marlin…
Un zumbido.
145
Literatura 1
Al amanecer, en Marlin todo estaba tranquilo. Las luces amarillas de algunos comercios seguían
encendidas, y un fonógrafo automático que había estado sonando continuamente durante cien horas se
calló al fin con un chasquido eléctrico. El silencio era ahora total. El sol calentaba las calles y el cielo helado
y vacío.
146
El cuento
Walter entró en la calle principal con los faros todavía encendidos e hizo sonar varias veces la bocina: seis
veces en el cruce de una calle, seis veces en el siguiente. Estaba pálido, fatigado; las manos le resbalaban
sobre el volante cubierto de sudor.
-¡Genevieve! -gritó en la calle desierta.
Se abrió la puerta de un salón de belleza. Walter detuvo el automóvil.
-¡Genevieve! –gritó.
Corrió atravesando la calle.
Genevieve Selsor lo esperaba en el umbral. Sostenía en los brazos una caja de bombones de chocolate.
Los dedos que acariciaban la caja eran gordos y pálidos. Salió del umbral y la luz reveló una cara redonda,
con ojos como huevos enormes, hundidos en una masa de harina blanca. Las piernas eran dos gruesos
troncos. Caminaba arrastrando pesadamente los pies. El pelo, de indefinido color castaño, parecía un nido
donde se habían criado generaciones de pájaros. No tenía labios; le cruzaban la cara unas grandes rayas
rojas y grasientas, que tan pronto se abrían en una deleitada sonrisa, como se cerraban en una expresión
de repentino terror. Las cejas depiladas eran como finas antenas.
Walter se detuvo. Dejó de sonreír. Se quedó mirándola.
La caja de bombones cayó a la acera.
-¿Es usted… Genevieve Selsor? -preguntó Walter. Le zumbaban los oídos.
~¿Eres tú Walter Griff?
-Gripp.
-Gripp -se corrigió ella.
-¿Cómo está usted? -preguntó Walter con una voz ahogada.
Genevieve le estrechó la mano.
-¿Cómo está usted?
Tenía los dedos untados de chocolate.
147
Literatura 1
-Pues bien -anunció ella tiesamente-, sólo tengo veintisiete. Mira. ¡Otra confitería! Francamente, desde que
estalló la guerra llevo una vida bien regalada. Nunca me gustó mi familia. Eran todos unos tontos. Se fueron
a la Tierra hace dos meses. Yo iba a embarcar en el último cohete, pero preferí quedarme, ¿sabes por qué?
-¿Por qué?
-Porque todos se metían conmigo. Por eso me quedé; para perfumarme a mi gusto cervezas sin descanso y
comer dulces y bombones sin que la gente me diga continuamente: “¡cuidado, eso tiene muchas calorías!”.
Y aquí estoy.
Walter cerró los ojos.
-Y aquí estás.
-Se va haciendo tarde -dijo Genevieve mirándolo.
-Sí.
-Estoy ‘cansada.
-Es curioso; yo estoy muy despejado.
-Oh -dijo ella.
-Seguiría en pie toda la noche. En Mike’s hay un buen disco. Ven, te lo voy a poner.
-Estoy cansada -repitió Genevieve mirándolo con ojos astutos y brillantes.
- Qué raro. Yo en cambio estoy muy despierto -dijo Walter.
- Ven conmigo al salón de belleza. Quiero enseñarte algo.
Genevieve lo hizo pasar por la puerta de vidrio, y lo llevo a empujones hasta una caja blanca.
-Cuando vine de Nueva Texas traje esto -dijo Genevieve desatando una cinta rosada-. Pensé: Soy la única
dama en Marte y allá está el único hombre y... bueno.
Genevieve levantó la tapa de la caja y desdobló unos crujientes y rosados papeles de seda.
-Mira.
Walter Gripp miró fijamente.
-¿Qué es? -preguntó estremeciéndose.
-¿No ves, tonto? Todo encajes, todo blanco, todo hermoso.
-No, no sé qué es.
-¡Un traje de novia, tonto!
-¿De veras? -tartamudeó Walter.
Cerró los ojos. La voz de Genevieve era suave, fresca y dulce como en el teléfono, pero cuando volvía a
mirarla...
Dio un paso atrás.
-Qué bonito.
-¿No es cierto?
Walter miró hacia la puerta.
- Genevieve.
-¿Qué?
-Tengo que decirte una cosa.
Genevieve se le acercó. Una espesa nube de perfume le envolvía la cara redonda y blanca.
-¿Qué?
-Lo que tengo que decirte es...
-¿Qué?
-¡Adiós!
Y antes que Genevieve gritara, Walter Gripp ya estaba fuera del salón y se había metido en el coche.
Genevieve corrió detrás y se detuvo en el borde de la acera. Walter maniobraba en el automóvil.
-¡Walter Griff, vuelve! -gimió Genevieve agitando los brazos.
-Gripp -corrigió él.
-¡Gripp! -gritó ella.
El automóvil echó a correr por la calle silenciosa, indiferente a los gritos y pataleos de la mujer. El humo del
tubo de escape movió el vestido blanco que Genevieve apretaba entre las manos y las estrellas brillaron
intensamente, y el automóvil se perdió en el desierto, hundiéndose en la oscuridad.
Walter Gripp viajó sin detenerse durante tres noches y tres días. Una vez le pareció que lo seguía otro
automóvil, y sudando, estremeciéndose, tomó un camino lateral, y atravesando el solitario mundo marciano,
dejó atrás las ciudades muertas y siguió y siguió una semana y un día más, hasta que hubo quince mil
kilómetros entre él y la ciudad de Marlin. Entonces se detuvo en un pueblo llamado Holtville Springs, de
148
El cuento
tiendas diminutas donde se encendían las luces de noche y unos restaurantes donde se sentaba a esperar
la comida. Y desde entonces vivió allí con dos grandes congeladoras, provisiones para cien años, cigarros
para diez mil días y una buena cama con un mullido colchón...
Y si de vez en cuando, a lo largo de los años, suena el teléfono, Walter Gripp no contesta.
1. Tema
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
149
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
150
El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 9
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
X -Este día había luz y madre me llamó asco. Eres un asco dijo ella. Vi en sus ojos el enfado. Me
pregunto qué es un asco.
Este día había agua cayendo de arriba. Caía por todas partes. Yo lo vi. La tierra de la parte trasera que
yo observaba desde la ventanita. La tierra chupaba el agua como labios sedientos. Bebió demasiado y se
puso mala y movediza y marrón. No me gustó.
Yo sé que madre es una bonita. Donde está mi cama con paredes frías alrededor tengo un papel que
estaba en el horno. El papel dice ESTRELLAS DE LA PANTALLA. En las fotos veo caras como las de madre
y padre. Padre dice que son bonitas. Lo dijo una vez.
Y dijo que también madre. Madre tan bonita y yo muy aceptable. Dijo fíjate y ya no tenía la cara bonita.
Toqué su brazo y dije todo va bien padre. Tembló y se apartó para que no pudiera tocarle más.
Hoy madre me soltó la cadena un rato y pude mirar por la ventanita. Por eso vi el agua que caía de
arriba.
XX –Este día habría brillo arriba. Cuando lo miré me dolieron los ojos. Después de mirarlo el sótano está
rojo.
Creo que esto era iglesia. Ellos se van de arriba. La gran máquina se los traga y se va y ya no está. En la
parte trasera está la pequeña madre. Es más pequeña que yo. Yo soy grande. Es un secreto pero he
arrancado la cadena de la pared. Puedo mirar por la ventanita todo lo que quiero.
Este día se hizo oscuro. Ya había tomado la comida y algunos bichos. Oigo risas arriba. Quiero saber
porque son las risas. He quitado la cadena de la pared y la enrollo en mi cuerpo. He pisado barro hasta
llegar a las escaleras. Hacen ruido cuando ando encima de ellas. Mis piernas resbalan porque yo no ando
por escaleras. Mis pies se agarran a la madera.
He subido y abierto una puerta. Era un lugar blanco. Como las joyas blancas que caen de arriba
algunas veces. He entrado sin hacer ruido. Oigo mejor la risa. Voy hacia el sonido y miro a la gente. Más
gente de la que yo pensaba. He pensado que debería reírme con ellos.
Madre salió y empujó la puerta. Me ha dado y me duele. He caído a un suelo muy liso y la cadena hace
ruido. He gritado. Ella ha hecho un ruido como si silbara y se ha tapado la boca con la mano. Tiene los ojos
muy abiertos.
Me miró. Oigo a padre gritar. Qué cayó, gritaba. Ella dijo una barra de hierro. Ayúdame a levantarla dijo
madre. El vino y dijo que si eso era tan pesado. Me vio y se puso muy tieso. El enfado lo tenía en los ojos.
Me pegó. Manché el suelo con el barro de un brazo. No era bonito. El suelo quedaba de un verde muy feo.
Padre me dijo que fuera al sótano. Tuve que irme. La luz me hacía daño a los ojos. No es como la del
sótano.
Padre ató mis brazos y piernas. Me pone en mi cama. Oigo risa arriba mientras me estoy quieto mirando
una araña negra que camina encima de mí. Pensé lo que padre había dicho. Ohdios dijo. Y sólo ocho.
XXX –Este día aún era oscuro y padre puso la cadena otra vez. Quiero arrancarla de nuevo. El dijo que
yo era malo por ir arriba. Dijo nunca lo vuelvas a hacer o te daré una paliza. Eso duele mucho.
Estoy dolorido. He dormido todo el día con la cabeza pegada a la pared fría. He pensado en el lugar
blanco que hay arriba.
XXXX –He soltado la cadena de la pared. Madre estaba arriba. Oí risitas muy altas. Miré por la ventana.
Vi alguna gente como la pequeña madre y también pequeños padres. Son bonitos.
151
Literatura 1
Hacían ruidos agradables y saltaban en la tierra. Sus piernas se movían mucho. Son como madre y
padre. Madre dice que toda la gente honrada se parece a ellos.
Uno de los pequeños padres me vio. Señalo la ventana. Me aparté y me escondí pegado a la pared.
Estaba muy oscuro. Me encogí para que no me vieran. Por la ventana oí sus voces y sus pies corriendo.
Arriba oí el golpe de una puerta. Oí a la pequeña madre gritando arriba. Oí pasos muy fuertes y corrí a mi
cama. Puse la cadena en la pared y me tumbé.
Oí a madre bajar. Has estado en la ventana dijo. Oí su enfado. No te acerques a la ventana. Has vuelto
a arrancar la cadena.
Ella cogió el bastón y me pegó. No grité. No puedo hacerlo. Pero las gotas cayeron por toda la cama.
Ella lo vio y se fue e hizo un ruido. Ohdiosmío diosmío ella dijo. Por qué me has hecho esto. Oí el bastón
rebotar en la piedra del suelo. Ella corrió arriba. Me dormí.
XXXXX –Este día había agua otra vez. Cuando madre estaba arriba oí a la pequeña bajar poco a poco
las escaleras. Me escondí en la carbonera porque madre se enfada si la pequeña madre me ve.
Ella llevaba una pequeña cosa viva. Corría por los brazos y tenía orejas puntiagudas. Ella le decía
cosas.
Todo iba bien pero la cosa viva me olió. Se subió encima del carbón y me miró. Los pelos se le
levantaron. Hizo un ruido de enfado con el cuello. Gruñí pero me saltó encima.
No quería hacerle daño. Tuve miedo porque me mordió más fuerte que la rata. Me quejé y la pequeña
madre gritó. Cogí con mucha fuerza a la cosa viva. Hizo ruidos que yo no había oído nunca. Apreté más.
Todo el carbón quedó lleno de gotas rojas.
Me oculté allí cuando madre llamó. Tenía miedo del bastón. Se fue. Me arrastré por el carbón con la
cosa. La puse bajo mi almohada y me eché encima. Volví a poner la cadena en la pared.
X –Todo ha cambiado. Padre puso la cadena muy fuerte. Me pegó y me duele mucho. Esta vez le quité
el bastón de las manos e hice ruido. Se marchó y tenía la cara muy blanca. Se apartó de mi cama y cerró la
puerta con llave.
No estoy muy contento. Aquí hace frío todo el día. La cadena se va despegando poco a poco de la
pared. Y estoy muy enfadado con madre y padre. Y se lo demostrare. Haré lo que ya hice una vez.
Chillaré y me reiré muy fuerte. Mancharé las paredes. Me pondré cabeza abajo y reiré y lo pondré todo
verde con mis piernas hasta que se arrepientan de haberme tratado tan mal.
Y si intentan pegarme otra vez les haré daño. Lo haré.
Después de leer cuidadosamente el cuento anterior, completa la siguiente tabla.
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
152
El cuento
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 10
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Lee los siguientes ejemplos de cuentos y analízalos de acuerdo al formato que se anexa al
final. Coméntalos con tu maestro.
Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango
sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una
de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no
está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango,
repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se
arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que
tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los
incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El
forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían
cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la
voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles
incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses
incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el
grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los
hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia.
Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas
desconocidas.
El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería
soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio
entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior,
no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de
mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus
necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a
la única tarea de dormir y soñar.
Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba
en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos
taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura
estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de
magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si
adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia
y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus
fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia
creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.
A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos
que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción
razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los
últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no
153
Literatura 1
velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con
un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de
su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso,
al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe
sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde
que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la
intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó
entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles.
Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó,
se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.
Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los
sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden
superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara.
Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al
principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas
que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir
un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para
reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas
del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi
inmediatamente, soñó con un corazón que latía.
Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un
cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada
noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a
corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche
catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen
lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un
planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los
párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero
éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.
En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil
y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían
fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido
destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez
era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La
soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y
también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego,
que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente
animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo
pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro
templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel
edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.
El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los
arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la
necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho,
acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general,
sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he
engendrado me espera y no existirá si no voy.
Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana.
Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más
audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa
noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas
154
El cuento
leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que
se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se
prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras
ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía
con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su
alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un
tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron
dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del
Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios.
Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era
un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en
ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser
la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le
interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el
mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una
noches secretas.
El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una
larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el
color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches;
después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del
santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse
contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego
comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones
de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con
alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba
soñándolo.
2. Historia o argumento
3. Narrador
4. Personajes
5. Estructura
6. Tipo de final
7. Ambiente físico
8. Ambiente ético
9. Nivel de contenido
155
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
156
Unidad 3
La novela
Objetivo:
El alumno:
• Elementos de análisis
• Corrientes literarias
Literatura 1
La Novela
Tema
Universal
Extensa
Historia o argumento
Hispanoamericana
Narrador
Compleja
Niveles de Contenido
Tipos de Final
158
La novela
3.1. CONCEPTO Y
CARACTERÍSTICAS DE LA
NOVELA
La novela es un subgénero de la narrativa.
Tradicionalmente la novela se define como una obra extensa en relación al cuento,
compleja, donde aparecen muchos personajes, trata varios temas y puede estar
dividida en capítulos. La novela es un escrito
extenso con muchos
La novela contemporánea, cualquiera que sea su corriente o tendencia literaria, personajes y que trata
refleja una realidad donde se manifiestan los valores humanos que el autor percibe varios temas
de su entorno social, político, económico y moral; por supuesto, combinado con la
imaginación y creatividad.
Página 205.
EJERCICIO 1
Lee el capítulo 1 (El Principio del Fin) de la novela “Demian” de Herman Hess
y después identifica y comenta las características de la obra, mediante una
lluvia de ideas coordinada por el maestro.
Demian
El principio del fin
Conseguí quedarme aún durante el verano en H. En vez de permanecer en la
casa, pasábamos el día en el jardín, junto al río. El japonés, que por cierto había
perdido la pelea con Demian, se había marchado; también el discípulo de Tolstoi
faltaba. Demian tenía ahora un caballo y salía a montar todos los días con
asiduidad. Yo estaba a menudo con su madre, a solas.
159
Literatura 1
En uno de aquellos días sentí con tanta fuerza este presentimiento que mi amor
a Frau Eva ardió, de pronto, en llamas dolorosas. ¡Dios mío, qué pronto dejaría
de verla, de oír su paso firme y bueno por la casa, de encontrar sus flores sobre
mi mesa! ¿Qué había conseguido? ¡Había soñado y me había mecido en aquel
bienestar, en vez de luchar por ella y atraerla a mí para siempre! Todo lo que ella
me había dicho hasta aquel momento sobre el verdadero amor me vino a la
memoria: mil palabras sutiles levemente amonestadoras, mil llamadas veladas,
quizá promesas. ¿Qué había hecho yo con ellas?
¡Nada! ¡Nada!
Al despertar del tremendo esfuerzo, noté que algo se acercaba. Estaba muy
fatigado, pero dispuesto a ver entrar a Frau Eva en la habitación, ardiente y
radiante. Se oyó el galope de un caballo a lo largo de la calle, sonó cercano y
duro, cesó de pronto. Me precipité a la ventana. Abajo Demian bajaba de su
caballo. Bajé corriendo: -¿Qué sucede, Demian? ¿No le habrá pasado nada a tu
madre?
No escuchó mis palabras. Estaba muy pálido y el sudor le corría a ambos lados
de la frente, sobre las mejillas. Ató las riendas de su caballo sudoroso a la verja
del jardín, me cogió del brazo y echó a andar conmigo calle abajo.
-¿Sabes ya lo que ha pasado?
Yo no sabía nada.
Demian me apretó el brazo y volvió el rostro hacia mí con una extraña mirada,
oscura y compasiva.
-Si, amigo, la cosa va a estallar. Ya sabes que hay graves tensiones con Rusia...
-¡Qué! ¿Hay guerra? Nunca creí que fuera a ocurrir.
Demian hablaba muy bajo, aunque no había nadie en los alrededores.
160
La novela
Llegó el final. Las cosas siguieron un curso rápido. Pronto estalló la guerra y
Demian partió hacia el frente, muy extraño con su uniforme y su capote gris. Yo
acompañé a su madre a casa. Pronto me despedí también yo de ella. Me besó en
los labios y me apretó un momento contra su pecho, mientras sus grandes ojos
refulgían cercanos y firmes en los míos.
161
Literatura 1
Una noche de primavera yo hacía guardia delante de una granja que habíamos
ocupado. Un viento flojo soplaba en ráfagas caprichosas; por el alto cielo de
Flandes corrían ejércitos de nubes entre las que se asomaba la luna. Había
estado muy inquieto todo el día por algo que me preocupaba. Ahora, en mi
puesto oscuro, pensaba intensamente en las imágenes gigantescas y oscilantes,
pensaba con fervor en las imágenes que constituían mi vida, en Frau Eva, en
Demian. Apoyado contra un álamo contemplaba el cielo inquieto en el que las
manchas claras, misteriosamente dinámicas, se transformaban en grandes y
palpitantes secuencias de imágenes. Sentía, por la extraña intermitencia de mi
pulso, por la insensibilidad de mi piel al viento y a la lluvia, por la luminosa
claridad interior, que cerca de mí había un guía.
En las nubes se veía una gran ciudad de la que salían millones de hombres que
se extendían en enjambres por el amplio paisaje. En medio de ellos apareció una
poderosa figura divina, con estrellas luminosas en el pelo, alta como una
montaña, con los rasgos de Frau Eva. En ella desaparecían las columnas de
hombres como en una gigantesca caverna. La diosa se acurrucó en el suelo; el
estigma relucía sobre su frente. Un sueño parecía ejercer poder sobre ella; cerró
los ojos y su gran rostro se contrajo por el dolor.
162
La novela
Estaba tendido en una cueva, mientras los cañones retumbaban sobre mí. Me
encontré luego en un carro, dando tumbos por campos desiertos. La mayor parte
del tiempo dormía o estaba inconsciente. Pero mientras más profundamente
dormía, más vivamente sentía que algo me atraía, que una fuerza me dominaba.
Estaba tumbado en una cuadra sobre paja. Todo estaba a oscuras.
Alguien me pisó la mano. Pero mi alma quería proseguir su camino, que la atraía
con fuerza cada vez mayor. Volví a encontrarme en un carro y más tarde sobre
una camilla o una escalera, y cada vez me sentía más imperiosamente llamado;
no sentía más que el ansia de llegar por fin.
Llegué a mi destino. Era de noche, estaba completamente consciente; unos
momentos antes había sentido poderosamente el deseo y la atracción. Ahora me
encontraba en una sala tumbado en el suelo, y pensé que era allí de donde me
habían llamado. Miré a mi alrededor; junto a mi colchoneta había otra y un
hombre sobre ella. Se irguió un poco y me miró. Llevaba el estigma en la frente.
Era Max Demian. No pude hablar; tampoco él pudo, o quizá no quiso. Sólo me
miraba atentamente. Sobre su rostro daba la luz de un farol que pendía en la
pared sobre su cabeza. Me Sonrío.
Estuvo un largo rato mirándome con fijeza a los ojos. Lentamente acercó su
rostro al mío, hasta que casi nos tocamos.
-¡Sinclair! -dijo con un hilo de voz.
Le hice un gesto con los ojos, para darle a entender que le oía.
Sonrió otra vez, casi con compasión.
-¡Sinclair, pequeño! -dijo sonriendo.
Su boca estaba ahora muy cerca de la mía. Continuó hablando muy bajo.
-¿Te acuerdas todavía de Franz Kromer? -preguntó.
Le hice una señal, sonriendo también.
- ¡Pequeño Sinclair, escucha! Voy a tener que marcharme. Quizá vuelvas a
necesitarme un día, contra Kromer o contra otro. Si me llamas, ya no acudiré tan
toscamente a caballo o en tren. Tendrás que escuchar en tu interior y notarás que
estoy dentro de ti, ¿comprendes? ¡Otra cosa! Frau Eva me dijo que si alguna vez
te iba mal, te diera el beso que ella me dio para ti... ¡Cierra los ojos, Sinclair!
Cerré obediente los ojos y sentí un beso leve sobre mis labios, en los que seguía
teniendo un poco de sangre, que parecía no querer desaparecer nunca. Entonces
me dormí.
Por la mañana me despertaron para curarme. Cuando estuve despierto del todo,
me volví rápidamente hacia el colchón vecino. Sobre él yacía un hombre extraño
al que nunca había visto.
La cura fue muy dolorosa. Todo lo que me sucedió desde aquel día fue doloroso.
Pero, a veces, cuando encuentro la clave y desciendo a mi interior, donde
descansan, en un oscuro espejo, las imágenes del destino, no tengo más que
inclinarme sobre el negro espejo para ver mi propia imagen, que ahora se
asemeja totalmente a él, mi amigo y guía.
163
Literatura 1
• Tema: por ser un escrito extenso permite tratar varios temas, de tal manera, que
cada capítulo puede ser un tema.
• Estructura
• Temática
• El narrador
• Personajes
Una obra literaria refleja • Argumento
los valores sociales, • Espacio
políticos, religiosos y • Tiempo
humanos. • Ambiente
• Acciones
164
La novela
EJERCICIO 2
S L O E N D L S D C N B
E O H N M S E P V U O K
J N I A R G U M E N T O
A X O R G U M M D S I M
N Y A R A C C I O N E S
O I C A P S E E U N M T
S R A D Z R I Z F U P T
R T I O M L A T I B O Q
E S T R U C T U R A R O
P F J E T N E I B M A Y
I B Y K H T D R P N V O
B O L I T E M A T I C A
La Metamorfosis
Franz Kafka
165
Literatura 1
«¡Dios mío! -pensó-. ¡Qué profesión tan dura he elegido! Un día sí y otro
también de viaje. Los esfuerzos profesionales son mucho mayores que en el
mismo almacén de la ciudad, y además se me ha endosado este ajetreo de
viajar, el estar al tanto de los empalmes de tren, la comida mala y a deshora,
una relación humana constantemente cambiante, nunca duradera, que jamás
llega a ser cordial. ¡Que se vaya todo al diablo!»
Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más
cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se
encontró con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos
pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso palpar esa
parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía
escalofríos.
«Esto de levantarse pronto -pensó- hace a uno desvariar. El hombre tiene que
dormir. Otros viajantes viven como pachás. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la
mañana vuelvo a la pensión para pasar a limpio los pedidos que he
conseguido, estos señores todavía están sentados tomando el desayuno. Eso
podría intentar yo con mi jefe, pero en ese momento iría a parar a la calle.
Quién sabe, por lo demás, si no sería lo mejor para mí. Si no tuviera que
dominarme por mis padres, ya me habría despedido hace tiempo, me habría
presentado ante el jefe y le habría dicho mi opinión con toda mi alma. ¡Se
habría caído de la mesa! Sí que es una extraña costumbre la de sentarse sobre
la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el empleado que, además,
por culpa de la sordera del jefe, tiene que -acercarse mucho. Bueno, la
esperanza todavía no está perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero
suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con él -puedo tardar
todavía entre cinco y seis años- lo hago con toda seguridad. Entonces habrá
llegado el gran momento; ahora, por lo pronto, tengo que levantarme porque el
tren sale a las cinco», y miró hacia el despertador que hacía tic tac sobre el
armario.
«¡Dios del cielo!», pensó. Eran las seis y media y las manecillas seguían
tranquilamente hacia delante, ya había pasado incluso la media, eran ya casi
las menos cuarto.
166
La novela
temblar los muebles? Bueno, tampoco había dormido tranquilo, pero quizá
tanto más profundamente.
¿Qué iba a hacer ahora? El siguiente tren salía a las siete, para cogerlo tendría
que haberse dado una prisa loca, el muestrario todavía no estaba
empaquetado, y él mismo no se encontraba especialmente espabilado y ágil;
e incluso si consiguiese coger el tren, no se podía evitar una reprimenda del
jefe, porque el mozo de los recados habría esperado en el tren de las cinco y
ya hacía tiempo que habría dado parte de su descuido. Era un esclavo del
jefe, sin agallas ni juicio. ¿Qué pasaría si dijese que estaba enfermo? Pero esto
sería sumamente desagradable y sospechoso, porque Gregorio no había
estado enfermo ni una sola vez durante los cinco años de servicio.
Seguramente aparecería el jefe con el médico del seguro, haría reproches a
sus padres por tener un hijo tan vago y se salvaría de todas las objeciones
remitiéndose al médico del seguro, para el que sólo existen hombres
totalmente sanos, pero con aversión al trabajo. ¿Y es que en este caso no
tendría un poco de razón? Gregorio, a excepción de una modorra realmente
superflua después del largo sueño, se encontraba bastante bien e incluso
tenía mucha hambre.
• Temática.-
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• Historia o argumento.- El argumento es el resumen de la historia completa de una
novela.
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Página 207.
167
Literatura 1
3.3.1 Definición
Una corriente literaria comprende una forma de pensamiento, una escuela, un
movimiento propio de una época.
“En el siglo xx, la novela ha sido uno de los subgéneros narrativos más cultivado
en la que los escritores han utilizado inimaginables técnicas de expresión
relatora y de la más diversa índole temática; ejemplo de ello tenemos: “Un
Mundo Feliz”, de Aldous Uxley, representativa de ciencia ficción; “Demian” de
Hermann Hesse; simbólica: “La Metamorfosis” de Franz Kafka; urbana: “La
Ciudad y los Perros” de Mario Vargas Llosa; del realismo mágico: “Cien Años de
Soledad”, de Gabriel García Márquez, solo por mencionar algunas obras de
producción artística en este siglo” 1
Todos los autores anteriores están en deuda con Miguel de Cervantes Saavedra.
Autor de la novela más conocida de lengua hispana “El Ingenioso Hidalgo don
Quijote de la Mancha”, cuya trascendencia temática expone una serie de valores
universales; un tratamiento novedoso de los personajes y una narrativa que
TAREA 3 marcó y sigue marcando el rumbo de la escritura; lo cual la ha validado para ser
traducida a màs de cien idiomas a travès de cuatrocientos años.
Página 209.
1.- Ortiz Perdomo Martina. “literatura universal” Mexico, D.F., 2004, p.160
168
La novela
Capítulo Primero
Que trata de la condición y ejercicio del famoso
Hidalgo D. Quijote de la Mancha
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso
(que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y
gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la
administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto,
que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de
caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y
de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso
Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones
suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y
cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la
sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con
razón me quejo de la vuestra hermosura, y también cuando leía: los altos cielos
que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen
merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y
semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por
entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el
mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las
heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes
maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo
lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su
libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino
deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin
duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos
pensamientos no se lo estorbaran.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto
graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de
169
Literatura 1
Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo,
decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía
comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy
acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón
como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero; pero que no tenía
que ver con el caballero de la ardiente espada, que de sólo un revés había
partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con
Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalle había muerto a Roldán el
encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo
de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque
con ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y
descomedidos, él solo era afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien
con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar
cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo
de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de
Galalón, al ama que tenía y aun a su sobrina de añadidura.
170
La novela
era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese
sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera que declarase
quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entones:
pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado, mudase él
también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la
nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos
nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su
memoria e imaginación, al fin le vino a llamar ROCINANTE, nombre a su parecer
alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que
ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto
nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este
pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar DON QUIJOTE, de
donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera
historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros
quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había
contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino
y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen
caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA
MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la
honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín,
y confirmándose a sí mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino
buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores,
era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos de
mis pecados, por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante,
como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un
encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo, ¿no
será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas
ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora, soy el
gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular
batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la Mancha, el
cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra
grandeza disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen
caballero, cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quién dar
nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo
había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo
enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello.
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de
sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y
que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla
DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su parecer
músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas
había puesto.
171
Literatura 1
Realismo mágico
Juan Rulfo es uno de los máximos exponentes del realismo mágico. Uno de los
autores más revolucionarios de la narrativa mexicana por su manejo de la
estructura, por sus tipos de narrador, “Pedro Páramo” es una novela compleja, la
cual nos da luz y sombra sobre un México lleno de vivos y de muertos, de mitos,
de una riqueza tal que pocos ojos lograron apreciar como los de Rulfo.
172
La novela
"-Quería más a su hermana que a mí. Allá debe estar a gusto. Además ya me
tenía enfadado. No pienso inquirir por ella, si es eso lo que te preocupa.
"-¿Pero de qué vivirán?
"-Que Dios los asista.
". . . El abandono en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro".
"Y así hasta ahora que ella me avisó que vendrías a verme, no volvimos a saber
más de ella."
-La de cosas que han pasado -le dije-. Vivíamos en Colima arrimados a la tía
Gertrudis, que nos echaba en cara nuestra carga. "-¿Por qué no regresas con tu
marido?", le decía a mi madre.
"-¿Acaso él ha enviado por mí? No me voy si él no me llama. Vine porque te
quería ver. Porque te quería, por eso vine.
"-Lo comprendo. Pero ya va siendo hora de que te vayas.
"-Si consistiera en mí".
Pensé que aquella mujer me estaba oyendo; pero noté que tenía borneada la
cabeza como si escuchara algún rumor lejano. Luego dijo:
-¿Cuándo descansarás?
"El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol
de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo; Sonreías. Dejabas atrás
un pueblo del que muchas veces me dijiste: 'Lo quiero por ti; pero lo odio por
todo lo demás, hasta por haber nacido en él'. Pensé: 'No regresará jamás; no
volverá nunca.'"
-¿Qué haces aquí a estas horas? ¿No estás trabajando?
-No, abuela. Rogelio quiere que le cuide al niño. Me paso paseándolo. Cuesta
trabajo atender las dos cosas: al niño y el telégrafo, mientras que él se vive
tomando cervezas en el billar. Además no me paga nada.
-No estás allí para ganar dinero, sino para aprender cuando ya sepas algo,
entonces podrás ser exigente. Por ahora eres sólo un aprendiz; quizá mañana o
pasado llegues a ser tú el jefe. Pero para eso se necesita paciencia y, más que
nada, humildad. Si te ponen a pasear al niño, hazlo, por el amor de Dios. Es
necesario que te resignes.
-Que se resignen otros, abuela, yo no estoy para resignaciones.
-¡Tú y tus rarezas! Siento que te va a ir mal, Pedro Páramo.
-¿Qué es lo que pasa, doña Eduviges?
Ella sacudió la cabeza como si despertara de un sueño.
-Es el caballo de Miguel Páramo, que galopa por el camino de la Media Luna.
-¿Entonces vive alguien en la Media Luna?
-No, allí no vive nadie.
-¿Entonces?
-Solamente es el caballo que va y viene. Ellos eran inseparables. Corre por todas
partes buscándolo y siempre regresa a estas horas. Quizá el pobre no puede
con su remordimiento. Cómo hasta los animales se dan cuenta de cuando
cometen un crimen, ¿no?
-No entiendo. Ni he oído ningún ruido de ningún caballo.
-¿No?
-No
-Entonces es cosa de mi sexto sentido. Un don que Dios me dio; o tal vez sea
una maldición. Sólo yo sé lo que he sufrido a causa de esto.
Guardó silencio un rato y luego añadió:
-Todo comenzó con Miguel Páramo. Sólo yo supe lo que le había pasado la
noche que murió . Estaba yo acostada cuando oí regresar su caballo rumbo a la
Media Luna. Me extrañó porque nunca volvía a esas horas. Siempre lo hacía
entrada la madrugada. Iba a platicar con su novia a un pueblo llamado Contla,
algo lejos de aquí. Salía temprano y tardaba en volver. Pero esa noche no
regresó. . . ¿Lo oyes ahora? Está claro que se oye. Viene de regreso.
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[II]
Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la
bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el
estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un
fogón encendido. Las quemaduras la dejaron convertida en una esposa inútil
para toda la vida. No podía sentarse sino de medio lado, acomodada en cojines,
y algo extraño debió quedarle en el modo de andar, porque nunca volvió a
caminar en público. Renunció a toda clase de hábitos sociales obsesionada por
la idea de que su cuerpo despedía un olor a chamusquina. El alba la sorprendía
en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba que los ingleses con sus
feroces perros de asalto se metían por la ventana del dormitorio y la sometían a
vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo. Su marido, un comerciante
aragonés con quien tenía dos hijos, se gastó media tienda en medicinas y
entretenimientos buscando la manera de aliviar sus terrores. Por último liquidó el
negocio y llevó la familia a vivir lejos del mar, en una ranchería de indios
pacíficos situada en las estribaciones de la sierra, donde le construyó a su mujer
un dormitorio sin ventanas para que no tuvieran por donde entrar los piratas de
sus pesadillas.
En la escondida ranchería vivía de mucho tiempo atrás un criollo cultivador
de tabaco, don José Arcadio Buendía, con quien el bisabuelo de Úrsula
estableció una sociedad tan productiva que en pocos años hicieron una fortuna.
Varios siglos más tarde, el tataranieto del criollo se casó con la tataranieta del
aragonés. Por eso, cada vez que Úrsula se salía de casillas con las locuras de
su marido, saltaba por encima de trescientos años de casualidades, y maldecía
la hora en que Francis Drake asaltó a Riohacha. Era un simple recurso de
desahogo, porque en verdad estaban ligados hasta la muerte por un vínculo
más sólido que el amor: un común remordimiento de conciencia. Eran primos
entre sí. Habían crecido juntos en la antigua ranchería que los antepasados de
ambos transformaron con su trabajo y sus buenas costumbres en uno de los
mejores pueblos de la provincia. Aunque su matrimonio era previsible desde que
vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse sus propios
parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables
cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de
engendrar iguanas. Ya existía un precedente tremendo. Una tía de Úrsula,
casada con un tío de José Arcadio Buendía, tuvo un hijo que pasó toda la vida
con unos pantalones englobados y flojos, y que murió desangrado después de
haber vivido cuarenta y dos años en el más puro estado de virginidad, porque
nació y creció con una cola cartilaginosa en forma de tirabuzón y con una
escobilla de pelos en la punta. Una cola de cerdo que no se dejó ver nunca de
ninguna mujer, y que le costó la vida cuando un carnicero amigo le hizo el favor
de cortársela con una hachuela de destazar. José Arcadio Buendía, con la
ligereza de sus diecinueve años, resolvió el problema con una sola frase: "No me
importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar." Así que se casaron con
una fiesta de banda y cohetes que duró tres días. Hubieran sido felices desde
entonces si la madre de Úrsula no la hubiera aterrorizado con toda clase de
pronósticos siniestros sobre su descendencia, hasta el extremo de conseguir
que rehusara consumar el matrimonio. Temiendo que el corpulento y
voluntarioso marido la violara dormida, Úrsula se ponía antes de acostarse un
pantalón rudimentario que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado
con un sistema de correas entrecruzadas, que se cerraba por delante con una
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Úrsula. "Se ve que está muy solo." Ella estaba tan conmovida que la próxima vez
que vio al muerto destapando las ollas de la hornilla comprendió lo que
buscaba, y desde entonces le puso tazones de agua por toda la casa. Una
noche en que lo encontró lavándose las heridas en su propio cuarto, José
Arcadio Buendía no pudo resistir más.
—Está bien, Prudencio —le dijo—. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos
que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo.
Fue así como emprendieron la travesía de la sierra. Varios amigos de José
Arcadio Buendía, jóvenes como él, embullados con la aventura, desmantelaron
sus casas y cargaron con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les
había prometido. Antes de partir, José Arcadio Buendía enterró la lanza en el
patio y degolló uno tras otro sus magníficos gallos de pelea, confiando en que
en esa forma le daba un poco de paz a Prudencio Aguilar. Lo único que se llevó
Úrsula fue un baúl con sus ropas de recién casada, unos pocos útiles
domésticos y el cofrecito con las piezas de oro que heredó de su padre. No se
trazaron un itinerario definido. Solamente procuraban viajar en sentido contrario
al camino de Riohacha para no dejar ningún rastro ni encontrar gente conocida.
Fue un viaje absurdo. A los catorce meses, con el estómago estragado por la
carne de mico y el caldo de culebras, Úrsula dio a luz un hijo con todas sus
partes humanas. Había hecho la mitad del camino en una hamaca colgada de
un palo que dos hombres llevaban en hombros, porque la hinchazón le
desfiguró las piernas, y las várices se le reventaban como burbujas. Aunque
daba lástima verlos con los vientres templados y los ojos lánguidos, los niños
resistieron el viaje mejor que sus padres, y la mayor parte del tiempo les resultó
divertido. Una mañana, después de casi dos años de travesía, fueron los
primeros mortales que vieron, la vertiente occidental de la sierra. Desde la
cumbre nublada contemplaron la inmensa llanura acuática de la ciénaga grande,
explayada hasta el otro lado del mundo. Pero nunca encontraron el mar. Una
noche, después de varios meses de andar perdidos por entre los pantanos, lejos
ya de los últimos indígenas que encontraron en el camino, acamparon a la orilla
de un río pedregoso cuyas aguas parecían un torrente de vidrio helado. Años
después, durante la segunda guerra civil, el coronel Aureliano Buendía trató de
hacer aquella misma ruta para tomarse a Riohacha por sorpresa, y a los seis
días de viaje comprendió que era una locura. Sin embargo, la noche en que
acamparon junto al río, las huestes de su padre tenían un aspecto de náufragos
sin escapatoria, pero su número había aumentado durante la travesía y todos
estaban dispuestos (y lo consiguieron) a morirse de viejos. José Arcadio
Buendía soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa
con casas de paredes de espejo. Preguntó qué ciudad era aquella, y le
contestaron con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado
alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día
siguiente convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les
ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más
fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea.
José Arcadio Buendía no logró descifrar el sueño de las casas con paredes
de espejos hasta el día en que conoció el hielo. Entonces creyó entender su
profundo significado. Pensó que en un futuro próximo podrían fabricarse bloques
de hielo en gran escala, a partir de un material tan cotidiano como el agua, y
construir con ellos las nuevas casas de la aldea. Macondo dejaría de ser un
lugar ardiente, cuyas bisagras y aldabas se torcían de calor, para convertirse en
una ciudad invernal. Si no perseveró en sus tentativas de construir una fábrica de
hielo, fue porque entonces estaba positivamente entusiasmado con la educación
de sus hijos, en especial la de Aureliano, que había revelado desde el primer
momento una rara intuición alquímica. El laboratorio había sido desempolvado.
— Revisando las notas de Melquíades, ahora serenamente, sin la exaltación de
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les indicaron por señas al amanecer que no habían visto pasar a nadie. Al cabo
de tres días de búsqueda inútil, regresaron a la aldea.
Durante varias semanas, José Arcadio Buendía se dejó vencer por la
consternación. Se ocupaba como una madre de la pequeña Amaranta. La
bañaba y cambiaba de ropa, la llevaba a ser amamantada cuatro veces al día y
hasta le cantaba en la noche las canciones que Úrsula nunca supo cantar. En
cierta ocasión Pilar Ternera se ofreció para hacer los oficios de la casa mientras
regresaba Úrsula. Aureliano, cuya misteriosa intuición se habla sensibilizado en
la desdicha, experimentó un fulgor de clarividencia al verla entrar. Entonces supo
que de algún modo inexplicable ella tenía la culpa de la fuga de su hermano y la
consiguiente desaparición de su madre, y la acosó de tal modo, con una callada
e implacable hostilidad, que la mujer no volvió a la casa.
El tiempo puso las cosas en su puesto. José Arcadio Buendía y su hijo no
supieron en qué momento estaban otra vez en el laboratorio, sacudiendo el
polvo, prendiendo fuego al atanor, entregados una vez más a la paciente
manipulación de la materia dormida desde hacia varios meses en su cama de
estiércol. Hasta Amaranta, acostada en una canastilla de mimbre, observaba
con curiosidad la absorbente labor de su padre y su hermano en el cuartito
enrarecido por los vapores del mercurio. En cierta ocasión, meses después de la
partida de Úrsula, empezaron a suceder cosas extrañas. Un frasco vacío que
durante mucho tiempo estuvo olvidado en un armario se hizo tan pesado que fue
imposible moverlo. Una cazuela de agua colocada en la mesa de trabajo hirvió
sin fuego durante media hora hasta evaporarse por completo. José Arcadio
Buendía y su hijo observaban aquellos fenómenos con asustado alborozo, sin
legrar explicárselos, pero interpretándolos como anuncios de la materia. Un día
la canastilla de Amaranta empezó a moverse con un impulso propio y dio una
vuelta completa en el cuarto, ante la consternación de Aureliano, que se
apresuró a detenerla. Pero su padre no se alteró. Puso la canastilla en su puesto
y la amarró a la pata de una mesa, convencida de que el acontecimiento
esperado era inminente. Fue en esa ocasión cuando Aureliano le oyó decir:
—Si no temes a Dios, témele a los metales.
De pronto, casi cinco meses después de su desaparición, volvió Úrsula.
Llegó exaltada, rejuvenecida, con ropas nuevas de un estilo desconocido en la
aldea. José Arcadio Buendia apenas si pudo resistir el impacto. "¡Era esto!",
gritaba. "Yo sabía que iba a ocurrir." Y lo creía de veras, porque en sus
prolongados encierros, mientras manipulaba la materia, rogaba en el fondo de
su corazón que el prodigio esperado no fuera el hallazgo de la piedra filosofal, ni
la liberación del soplo que hace vivir los metales, ni la facultad de convertir en
oro las bisagras y cerraduras de la casa, sino lo que ahora había ocurrido: el
regreso de Úrsula. Pero ella no compartía su alborozo. Le dio un beso
convencional, como sí no hubiera estado ausente más de una hora, y le dijo:
—Asómate a la puerta.
José Arcadio Buendía tardó mucho tiempo para restablecerse de la
perplejidad cuando salió a la calle y vio la muchedumbre. No eran gitanos. Eran
hombres y mujeres como ellos, de cabellos lacios y piel parda, que hablaban su
misma lengua y se lamentaban de los mismos dolores. Traían mulas cargadas
de cosas de comer, carretas de bueyes con muebles y utensilios domésticos,
puros y simples accesorios terrestres puestos en venta sin aspavientos por los
mercachifles de la realidad cotidiana. Venían del otro lado de la ciénaga, a sólo
dos días de viaje, donde había pueblos que recibían el correo todos los meses y
conocían las máquinas del bienestar. Úrsula no había alcanzado a los gitanos,
pero encontró la ruta que su marido no pudo descubrir en su frustrada búsqueda
de los grandes inventos.
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Literatura 1
Estructura
Temática
Narrador
Personajes:
Primarios
Secundarios
Espacio
Tiempo
Ambiente
Argumento
Nivel de contenido
Ciencia Ficción
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La novela
Yo Robot
Isaac Asimov
5.- Embustero.
—Que lee el pensamiento..., no cabe la menor duda de eso. Pero ¿por qué?
—dijo, mirando al matemático Peter Bogert.
—Este fue el trigésimo cuarto modelo RB que sacamos, Lanning. Todos los
demás eran estrictamente ortodoxos.
El tercer hombre que había con ellos en la mesa frunció el ceño. Milton Ashe era
el empleado más joven de la U. S. Robots & Mechanical Men Inc., y estaba
orgulloso de su puesto.
Sus fríos ojos grises se fijaron en Milton Ashe que hizo una mueca.
Lanning hizo una, también, y, como siempre en tales casos, sus largos cabellos
blancos y sus penetrantes y astutos ojos hicieron de él la imagen de un patriarca
bíblico.
187
Literatura 1
—Diga.
—Que hasta que hayamos despejado esta incógnita, y como matemático tengo
motivos para suponer que la cosa no será fácil, conservemos la existencia de
RB-34 secreta. Incluso para los demás miembros de la compañía. Como jefes
de departamento, tenemos el deber de no considerar este problema insoluble, y
cuantos menos estemos al corriente...
—Tengo entendido que estaba usted solo cuando se dio cuenta del fenómeno
—dijo en forma interrogadora.
—Lo comprendo —dijo Susan Calvin, pensativa. Sus ojos se fijaban con
intensidad en Ashe, de una manera curiosamente significativa—. Tenemos tanto
la costumbre de considerar nuestros pensamientos como cosa privada...
188
La novela
—¡Naturalmente! Desde luego, tomará usted a sus órdenes todos los hombres
que necesite, y no me importa si pasamos de los previstos. Pero no tienen que
saber por qué, ¿comprende?
—¡Ejem!..., sí. ¡Otro trabajito de alivio! —dijo el joven técnico con una mueca.
Susan Calvin contestó con una inclinación casi imperceptible de cabeza, pero
sus ojos lo siguieron hasta que se perdió de vista, y no contestó cuando Lanning
con un guiño, dijo:
Cuando Susan Calvin entró, los ojos fotoeléctricos de RB-34 se levantaron del
libro que estaba leyendo, al oír el chirrido de los goznes y se puso de pie. La
doctora Calvin se detuvo para volver a poner en su sitio el gran letrero de
«Prohibida la entrada» de la puerta y se aproximó al robot.
—Te he traído los textos sobre los motores hiperatómicos, Herbie, algunos por lo
menos. ¿Quieres echarles una mirada?
RB-34, conocido por el apodo de «Herbie», cogió los tres pesados volúmenes
que ella llevaba en los brazos y abrió uno de ellos por el índice.
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—Con estos libros ocurre lo mismo que con los demás. No me interesan. No hay
nada en sus textos. Su ciencia no es más que un conjunto de datos recopilados,
amasados, para formar una teoría tan increíblemente sencilla que no vale casi la
pena de ocuparse de ella. Es tu parte imaginaria lo que me interesa. Tus
estudios sobre la relación de los motivos y emociones humanas...
—su voluminosa mano describió un amplio ademán, mientras buscaba las
palabras adecuadas.
—¡Pero no es así!
Herbie se arrellanó en su sillón y con una voz en la cual el timbre metálico había
desaparecido casi enteramente, murmuró.
—Por esto quizá es una locura. —El apasionamiento de su voz ahogó toda otra
emoción. Una parte del alma femenina asomó tras la capa doctoral.
— No soy lo que podríamos llamar... atractiva.
—Si te refieres al mero atractivo físico, no puedo juzgar. Pero sé que, en todo
caso, hay otros tipos de atracción.
—Ni joven —dijo ella, casi sin oír lo que decía el robot.
—No tienes todavía cuarenta años —dijo Herbie con un toque de insistencia en
la voz.
190
La novela
escasamente treinta y cinco, y parece y obra como si fuese más joven. ¿Crees
que me ve alguna vez como otra cosa que... lo que soy?
—¿Por qué me equivocaría? ¿Qué sabes tú de todo esto..., siendo una mera
máquina? Para ti no soy más que un ejemplar; un gusano interesante con una
mente peculiar abierta a toda inspección. ¿No soy acaso un magnífico ejemplo
de fracaso? Como tus libros... —Su voz, convertida en sollozos, resonaba en el
silencio.
—No, no es eso. Es que sé lo que piensan los demás... Milton Ashe, por
ejemplo.
Hubo un largo silencio durante el cual Susan Calvin bajó los ojos.
—¿Y bien?
—¡Estás equivocado! —dijo por fin—. ¡Tienes que estarlo! ¿Por qué me amaría?
—Pero te ama... Una cosa así no puede quedar oculta... para mí.
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—¡Exacto!
—Hace un año, una muchacha fue a verlo al laboratorio. Era linda, supongo,
rubia y esbelta. Y, desde luego, no sabía ni que dos y dos eran cuatro. Él pasó
todo el día sacando el pecho fuera, tratando de explicarle cómo se construía un
robot. —La dureza de su voz había reaparecido—. ¡Pero no lo entendió! ¿Quién
era?
—¡Gracias, Herbie!... —Su voz era como una ronca súplica—. No hables con
nadie de esto. Que sea nuestro secreto... para siempre.
Herbie se volvió lentamente hacia la abandonada novela, pero no había nadie allí
para leer sus propios pensamientos.
—Oiga —dijo—. Llevo una semana con esto y casi sin dormir. ¿Hasta cuándo
tengo que seguir así? Creía que dijo usted que el bombardeo positrónico en la
Cámara de Vacío D era la solución...
—Sé lo que significa que un matemático diga esto. ¿A cuánto está del final?
—Depende.
192
La novela
—¿Al robot? —preguntó Bogert, con los ojos saltándole de las órbitas.
—¿Miss Calvin?
—Sí, Susie en persona. El robot es una cosa matemática. Lo sabe todo de todo
y un poco más. Resuelve integrales triples de memoria y hace análisis de
tensores de postre.
—No ha acabado de estudiarlo todavía. Ya sabe usted cómo es. Le gusta tener
pleno conocimiento de las cosas antes de hablar de ellas.
—¡Diablos, ya lo sé! Carmín, polvos y rímmel para los ojos. Pero no es esto. No
logro poner el dedo en la llaga. Es la manera como habla..., como si hubiese
algo que la hiciese feliz... —Quedó un momento pensativo y se encogió de
hombros.
Bogert soltó una carcajada que para un científico de más de cincuenta años no
estaba mal.
—Está usted loco, Bogie —dijo Ashe cerrando de nuevo los ojos—. Vaya usted
a hablar con Herbie; yo quiero dormir.
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Literatura 1
Herbie escuchaba atentamente, mientras Peter Bogert, con las manos en los
bolsillos, hablaba con artificiosa indiferencia.
—Ya lo sabes, pues. Me han dicho que entiendes en estas cosas y te las
pregunto más por curiosidad que por otra cosa. Mi línea de razonamiento, como
te he explicado, comprende algunos puntos dudosos, lo confieso, que el doctor
se niega a aceptar, y el cuadro es todavía bastante incompleto.
—Viendo que el robot no contestaba añadió—: ¿Y bien?
Arrugó las hojas de papel, las echó en la cesta de papeles, dio media vuelta
para marcharse y cambió de opinión. Después de una pausa, añadió:
—A propósito...
—Tus ideas son confusas; pero no hay duda de que se refieren al doctor
Lanning —dijo Herbie pausadamente—. Es tonto vacilar, porque en cuanto
decidas lo que quieres, sabré qué es lo que deseas preguntar.
—Lo sé.
Herbie asintió.
—Ciertamente.
194
La novela
Peter Bogert había estado aquella mañana en su despacho hasta las cinco y a
las nueve estaba nuevamente en él. La estantería que tenía sobre su mesa se
había quedado sin libros de referencia a medida que iba consultando uno
después del otro. Las páginas de cifras y cálculos que tenía delante crecían
microscópicamente, mientras los papeles arrugados que cubrían el suelo
formaban una montaña.
A las doce en punto, miró la última página, se frotó sus congestionados ojos,
bostezó y se estremeció.
Se volvió al oír el ruido de una puerta que se abría y saludó a Lanning que
entraba, haciendo crujir los nudillos de su huesuda mano.
Lanning no se tomó la molestia de contestar ni hizo más que dirigir una simple
mirada de desprecio a la hoja de encima de la mesa de Bogert. Encendió un
pitillo y al resplandor de la cerilla, dijo:
—Eso he oído decir —dijo Bogert con desprecio—. Pero Calvin haría mejor en
atenerse a la robot-psicología. He examinado a Herbie de matemáticas y apenas
puede resolver un cálculo.
195
Literatura 1
—Está loca.
—He sometido a prueba a Herbie esta mañana y puede hacer cosas de las que
no había oído hablar nunca.
—¿De veras?
—Parece usted muy escéptico. —Lanning sacó una hoja de papel de su bolsillo
y la desdobló—. ¿Esta no es mi escritura, verdad? Bogert examinó la gran
anotación angulosa que cubría la hoja.
—No lo desprecio. Por Dios, Lanning, métase bien en la cabeza de que esto
cancelaría...
—¿Está usted loco? Si releyese usted el texto original de Mitchell en las Actas
de...
196
La novela
—Es usted un perfecto idiota, Bogert, y dentro de dos segundos estará usted
destituido por insubordinación. —El labio inferior de Lanning temblaba de
indignación.
—Lo cual es una de las cosas que no hará, Lanning. Con un robot capaz de leer
el pensamiento no hay secretos que valgan, de manera que sé ya cuanto hace
referencia a su dimisión.
—¡Cómo!... ¡Cómo!...
—¡Está usted despedido! ¿Se entera? ¡Queda usted relevado de todas sus
funciones! ¡Está despedido! ¿Lo entiende?
—Bueno, y, ¿de qué sirve todo esto? Así no va usted a ninguna parte. Tengo los
triunfos en la mano. Sé que ha dimitido, Herbie me lo ha dicho y lo sabe
perfectamente por usted.
Lanning hizo un esfuerzo por hablar con calma. Parecía viejo, muy viejo, sus ojos
cansados miraban a través de un rostro cuyo color había desaparecido, para
dejar sólo el tono lívido de la edad.
—Quiero hablar con Herbie. No puede haberle dicho nada de esto. Está usted
jugando fuerte, Bogert, pero yo le llamo a esto un «bluff». Venga conmigo.
Eran también las doce en punto cuando Milton Ashe levantó la vista de su vago
diseño y dijo:
—¿Comprende la idea? No sirvo mucho para estas cosas, pero es algo así. Es
una monada de casa y puedo tenerla casi por nada.
197
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—Entonces, no me lo diga.
—¡Oh, pronto tendré que decirlo, estallo por decírselo a alguien!... Y usted es
precisamente la mejor..., eh..., la mejor confidente que puedo encontrar aquí...
Tuvo una sonrisa de timidez. El corazón de Susan latía con fuerza, pero no tuvo
confianza en sí misma para hablar.
—¿Qué le ocurre?
—¡Sí, seguro! ¿Es ya tiempo, no? ¿Recuerda aquella muchacha que vino a
verme el verano pasado?... ¡Pues es ella! ¿Pero se siente usted mal?... ¿Qué...?
Pero, ¿cómo podía ser? Herbie había dicho... ¡Y Herbie sabía! ¡Herbie podía leer
en las mentes!
¡Como en sueños!
Hablaba, y Susan sintió el frío cristal de un vaso apoyarse en sus labios. Bebió y
con un estremecimiento volvió a la realidad de lo que la rodeaba. Herbie seguía
hablando; en su voz había una agitación, como si se sintiese ofendido,
temeroso, suplicante. Sus palabras empezaban a cobrar sentido.
198
La novela
—¡Sí! ¡Sí! —Agarraba el brazo de Herbie, aferrándose a él, repitiendo una y otra
vez—: ¿No es verdad, eh? ¡No lo es, no lo es!
Cómo volvió a sus cabales, no lo supo nunca, pero fue como pasar de un
mundo de nebulosa irrealidad a uno de luz violenta. Lo apartó de ella, empujó
con fuerza el brazo de acero, sin expresión en la mirada.
Unas fuertes voces detrás de la puerta atajaron sus palabras. Susan se volvió,
cerrando los puños espasmódicamente, y cuando Bogert y Lanning entraron,
estaba al lado de la ventana más alejada. Ninguno de los dos hombres prestó
atención a su presencia.
—No, señor —la respuesta vino lenta, y la sonrisa del rostro de Bogert se
desvaneció.
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—¿He dimitido? —Hubo una leve insinuación de negativa en la cabeza del robot.
Una larga espera no produjo nada más.
—¡Qué diablos! —estalló Bogert—. ¿Es que el robot se ha vuelto mudo? ¿Es
que no puedes hablar, monstruosidad?
—Entonces contesta esta pregunta: ¿Me dijiste que Lanning había dimitido, o
no? ¿Ha dimitido?
—No hay nada gracioso —dijo ella, sin naturalidad en la voz—. Es sólo que no
soy la única que ha caído en la trampa. Hay una cierta ironía en ver tres de los
más grandes expertos en robótica del mundo caer en la misma trampa
elemental, ¿no creen? —Su voz se desvaneció y se llevó una pálida mano a la
frente—. Pero no es gracioso...
Esta vez la mirada que se cruzó entre los dos hombres fue grave.
—¿De qué trampa está usted hablando? —preguntó secamente Lanning—. ¿Es
que le pasa algo a Herbie?
Herbie se estremeció ante la furia de sus ojos y se alejó con su paso metálico.
La voz hostil de Lanning dijo:
200
La novela
—Bien dicho —se mofó Susan Calvin—. Pero, ¿qué clase de daño?
—¿Lo ha comprendido, verdad? Este robot lee el pensamiento. ¿Cree usted que
no sabe todo lo que hace referencia a la herida mental? ¿Supone usted que si le
hago una pregunta no me dará exactamente la respuesta que yo deseo oír? ¿No
nos heriría cualquier otra respuesta, y no lo sabe Herbie muy bien?
Hubo una pausa durante la cual los dos hombres miraron hacia el robot, que
estaba como encogido en su silla, al lado de la biblioteca, con la cabeza
apoyada en una mano.
—Sabe todo esto... —dijo Susan Calvin mirando fijamente al suelo—. Este...,
demonio lo sabe todo, incluso el error que se cometió en su montaje.
—Tenía una expresión sombría y pensativa en la mirada.
—¿Y qué significa esto? —gritó Susan—. Sólo que no quería usted que le diese
la solución. Hubiera herido su susceptibilidad tener una máquina capaz de hacer
lo que no puede hacer usted. ¿Se lo ha preguntado usted? —añadió
dirigiéndose a Bogert.
201
Literatura 1
—¡No sea idiota! —respondió Susan Calvin—. Sabe tantas matemáticas como
Lanning y usted juntos, puesto que puede leer el pensamiento. Dele ocasión de
demostrarlo.
—No puedo. ¡Ya sabes que no puedo! ¡El doctor Bogert y el doctor Lanning no
quieren!
—Quieren la solución.
—Pero no de mí.
—¿De qué sirve decir esto? ¿Creéis acaso que no puedo leer más hondo que la
piel superficial de vuestro cerebro? En el fondo no queréis. No soy más que una
máquina a la que se ha dado una imitación de vida sólo por virtud de la acción
positrónica de mi cerebro, lo cual es una invención del hombre. No podéis
quedar en ridículo ante mí sin sentiros ofendidos. Esto está grabado en lo
profundo de vuestra mente y no puede ser borrado. No puedo dar la solución.
—Sería lo mismo —gritó Herbie—, puesto que sabríais que he sido yo quien he
dado la respuesta.
202
La novela
—¡Sí! ¡Sí!
—Debes decírselo, pero si se lo dices los hieres, de manera que no debes; pero
si no lo dices los hieres también, de manera que...
Lanning estaba de rodillas al lado de lo que había sido Herbie. Sus dedos
tocaron el frío rostro de metal ya sin reacción y se estremeció.
—¿Y si lo hubiese hecho a propósito, qué? ¡No puede evitarlo ya! —Y con súbita
amargura, añadió—: Lo merecía...
203
Literatura 1
—¡Qué importa ya!... Venga, Peter. —Suspiró—. Un robot parlante de este tipo
no tiene ningún valor, de todos modos. —Sus ojos cansados acusaban su edad,
y repitió—: Venga, Peter.
—¡Embustero!
204
La novela
Nombre______________________________________________________
TAREA 1 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Investiga qué autores han ganado un premio nobel en Literatura Hispanoamericana.
205
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
206
La novela
Nombre______________________________________________________
TAREA 2 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
INSTRUCCIONES: Redacta una reseña descriptiva de “La Metamorfosis” donde relaciones los elementos de
análisis.
207
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
208
La novela
Nombre______________________________________________________
TAREA 3 No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
209
Literatura 1
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
210
La novela
Nombre______________________________________________________
AUTOEVALUACIÓN
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
Herman Hesse.
Franz Kafka.
Isaac Asimos.
Alonso Quijano.
Romanticismo.
Existencial.
Realismo Mágico.
Cosmopolitismo.
Alonso Quijano.
Gabriel Garcia Marquez.
Aldous Huxley.
Herman Hesse.
4. Es un autor mexicano:
Juan Rulfo.
Pedro Páramo.
Miguel de Cervantes.
Isaac Asimos.
Metamorfosis.
El Quijote.
Yo Robot.
Pedro Páramo.
211
Literatura 1
Miguel Páramo.
Miguel de Cervantes.
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Cien Años de Soledad.
Macondo.
Mancha.
Laboratorio.
Hidalgo.
El Quijote.
Un Mundo Feliz.
Demian.
Metamorfosis.
11. Dentro de la literatura, ¿a qué género corresponden las obras “Un Mundo Feliz”, “Cien Años de
Soledad” y “Pedro Páramo”?
Género Literario.
Género Narrativo.
Género Dramático.
Género Humano.
Cuento.
Novela.
Fábula.
Leyenda.
212
La novela
EJERCICIO DE Nombre______________________________________________________
REFORZAMIENTO 1
No. de lista ________________ Grupo ___________________________
Turno_________________________________ Fecha _______________
UN MUNDO FELIZ
CAPÍTULO I
Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras:
Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado
Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.
La enorme sala de la planta baja se hallaba orientada hacia el Norte. Fría a pesar del verano que reinaba en
el exterior y del calor tropical de la sala, una luz cruda y pálida brillaba a través de las ventanas buscando
ávidamente alguna figura yaciente amortajada, alguna pálida forma de académica carne de gallina, sin
encontrar más que el cristal, el níquel y la brillante porcelana de un laboratorio. La invernada respondía a la
invernada.
Las batas de los trabajadores eran blancas, y éstos llevaban las manos embutidas en guantes de goma de
un color pálido, como de cadáver. La luz era helada, muerta, fantasmal. Sólo de los amarillos tambores de
los microscopios lograba arrancar cierta calidad de vida, deslizándose a lo largo de los tubos y formando
una dilatada procesión de trazos luminosos que seguían la larga perspectiva de las mesas de trabajo.
Inclinados sobre sus instrumentos, trescientos Fecundadores se hallaban entregados a su trabajo, cuando
el director de Incubación y Condicionamiento entró en la sala, sumidos en un absoluto silencio, sólo
interrumpido por el distraído canturreo o silboteo solitario de quien se halla concentrado y abstraído en su
labor. Un grupo de estudiantes recién ingresados, muy jóvenes, rubicundos e imberbes, seguía con
excitación, casi abyectamente, al director, pisándole los talones. Cada uno de ellos llevaba un bloc de notas
en el cual, cada vez que el gran hombre hablaba, garrapateaba desesperadamente.
Directamente de labios de la ciencia personificada. Era un raro privilegio. El D.I.C. de la central de Londres
tenía siempre un gran interés en acompañar personalmente a los nuevos alumnos a visitar los diversos
departamentos.
Porque, desde luego, alguna especie de idea general debían tener si habían de llevar a cabo su tarea
inteligentemente; pero no demasiado grande si habían de ser buenos y felices miembros de la sociedad, a
ser posible. Porque los detalles, como todos sabemos, conducen a la virtud y la felicidad, en tanto que las
generalidades son intelectualmente males necesarios. No son los filósofos sino los que se dedican a la
marquetería y los coleccionistas de sellos los que constituyen la columna vertebral de la sociedad.
213
Literatura 1
Mientras tanto, era un privilegio. Directamente de los labios de la ciencia personificada al bloc de notas. Los
muchachos garrapateaban como locos.
Alto y más bien delgado, muy erguido, el director se adentro por la sala. Tenía el mentón largo y saliente, y
dientes más bien prominentes, apenas cubiertos, cuando no hablaba, por sus labios regordetes, de curvas
floradas. ¿Viejo? ¿Joven? ¿Treinta? ¿Cincuenta? ¿Cincuenta y cinco? Hubiese sido difícil decirlo. En todo
caso la cuestión no llegaba siquiera a plantearse; en aquel año de estabilidad, el 632 después de Ford, a
nadie se le hubiese ocurrido preguntarlo.
– Empezaré por el principio – dijo el director.
Y los más celosos estudiantes anotaron la intención de director en sus blocs de notas: Empieza por el
principio.
– Esto – siguió el director, con un movimiento de la mano – son las incubadoras. – Y abriendo una
puerta aislante les enseñó hileras y más hileras de tubos de ensayo numerados. – La provisión semanal de
óvulos – explicó. – Conservados a la temperatura de la sangre; en tanto que los gametos masculinos – y
al decir esto abrió otra puerta – deben ser conservados a treinta y cinco grados de temperatura en lugar de
treinta y siete.
La temperatura de la sangre esteriliza.
Sin dejar de apoyarse en las incubadoras, el director ofreció a los nuevos alumnos, mientras los lápices
corrían ilegiblemente por las páginas, una breve descripción del moderno proceso de fecundación. Primero
habló, naturalmente, de sus prolegómenos quirúrgicos, la operación voluntariamente sufrida para el bien de
la Sociedad, aparte el hecho de que entraña una prima equivalente al salario de seis meses; prosiguió con
unas notas sobre la técnica de conservación de los ovarios extirpados de forma que se conserven en vida y
se desarrollen activamente; pasó a hacer algunas consideraciones sobre la temperatura, salinidad y
viscosidad óptimas; prendidos y maduros; y, acompañando a sus alumnos a las mesas de trabajo, les
enseñó en la práctica cómo se retiraba aquel licor de los tubos de ensayo; cómo se vertía, gota a gota,
sobre placas de microscopio especialmente caldeadas; cómo los óvulos que contenía eran inspeccionados
en busca de posibles anormalidades, contados y trasladados a un recipiente poroso; cómo (y para ello los
llevó al sitio donde se realizaba la operación) este recipiente era sumergido en un caldo caliente que
contenía espermatozoos en libertad, a una concentración mínima de cien mil por centímetro cúbico, como
hizo constar con insistencia; y cómo, al cabo de diez minutos, el recipiente era extraído del caldo y su
contenido volvía a ser examinado; cómo, si algunos de los óvulos seguían sin fertilizar, era sumergido de
nuevo, y, en caso necesario, una tercera vez; cómo los óvulos fecundados volvían a las incubadoras, donde
los Alfas y los Betas permanecían hasta que eran definitivamente embotellados, en tanto que los Gammas,
Deltas y Epsilones eran retirados al cabo de sólo treinta y seis horas, para ser sometidos al método de
Bokanovsky.
– En esencia – concluyó el D.I.C. – , la bokanovskificación consiste en una serie de paros del desarrollo.
Controlamos el crecimiento normal, y paradójicamente, el óvulo reacciona echando brotes.
El director señaló a un lado. En una ancha cinta que se movía con gran lentitud, un portatubos enteramente
cargado se introducía en una vasta caja de metal, de cuyo extremo emergía otro portatubos igualmente
214
La novela
repleto. El mecanismo producía un débil zumbido. El director explicó que los tubos de ensayo tardaban
ocho minutos en atravesar aquella cámara metálica. Ocho minutos de rayos X era lo máximo que los óvulos
podían soportar.
Unos pocos morían; de los restantes, los menos aptos se dividían en dos; después a las incubadoras,
donde los nuevos brotes empezaban a desarrollarse; luego, al cabo de dos días, se les sometía a un
proceso de congelación y se detenía su crecimiento. Dos, cuatro, ocho, los brotes, a su vez, echaban
nuevos brotes; después se les administraba una dosis casi letal de alcohol; como consecuencia de ello,
volvían a subdividirse – brotes de brotes de brotes – y después se les dejaba desarrollar en paz, puesto
que una nueva detención en su crecimiento solía resultar fatal. Pero, a aquellas alturas, el óvulo original se
había convertido en un número de embriones que oscilaba entre ocho y noventa y seis, un prodigioso
adelanto, hay que reconocerlo, con respecto a la Naturaleza. Mellizos idénticos, pero no en ridículas
parejas, o de tres en tres, como en los viejos tiempos vivíparos, cuando un óvulo se escindía de vez en
cuando, accidentalmente; mellizos por docenas, por veintenas a un tiempo.
– Veintenas – repitió el director; y abrió los brazos como distribuyendo generosas dádivas. – Veintenas.
Pero uno de los estudiantes fue lo bastante estúpido para preguntar en qué consistía la ventaja, – ¡Pero,
hijo mío! – exclamó el director, volviéndose bruscamente hacia él. – ¿De veras no lo comprende? ¿No
puede comprenderlo? – Levantó una mano, con expresión solemne. – El Método Bokanovsky es uno de
los mayores instrumentos de la estabilidad social.
Hombres y mujeres estandardizados, en grupos uniformes. Todo el personal de una fábrica podía ser el
producto de un solo óvulo bokanovskificado.
– ¡Noventa y seis mellizos trabajando en noventa y seis máquinas idénticas! – La voz del director casi
temblaba de entusiasmo. – Sabemos muy bien adónde vamos. Por primera vez en la historia. – Citó la
divisa planetaria – : Comunidad, Identidad, Estabilidad. – Grandes palabras. – Si pudiéramos
bokanovskificar indefinidamente, el problema estaría resuelto.
Resuelto por Gammas en serie, Deltas invariables, Epsilones uniformes. Millones de mellizos idénticos. El
principio de la producción en masa aplicado, por fin, a la biología.
Al parecer, noventa y seis era el límite, y setenta y dos un buen promedio. Lo más que podían hacer, a falta
de poder realizar aquel ideal, era manufacturar tantos grupos de mellizos idénticos como fuese posible a
partir del mismo ovario y con gametos del mismo macho. Y aun esto era difícil.
– Porque, por vías naturales, se necesitan treinta años para que doscientos óvulos alcancen la madurez.
Pero nuestra tarea consiste en establecer la población en este momento, aquí y ahora. ¿De qué nos serviría
producir mellizos con cuentagotas a lo largo de un cuarto de siglo? Evidentemente, de nada. Pero la técnica
de Podsnap había acelerado inmensamente el proceso de la maduración. Ahora cabía tener la seguridad de
conseguir como mínimo ciento cincuenta óvulos maduros en dos años. Fecundación y bokanovskificación
– es decir, multiplicación por setenta y dos – , aseguraban una producción media de casi once mil
hermanos y hermanas en ciento cincuenta grupos de mellizos idénticos; y todo ello en el plazo de dos años.
– Y, en casos excepcionales, podemos lograr que un solo ovario produzca más de quince mil individuos
adultos.
Volviéndose hacia un joven rubio y coloradote que en aquel momento pasaba por allá, lo llamó: – Mr.
Foster. ¿Puede decimos cuál es la marca de un solo ovario, Mr. Foster? – Dieciséis mil doce en este Centro
– contestó Mr. Foster sin vacilar. Hablaba con gran rapidez, tenía unos ojos azules muy vivos, y era evidente
que le producía un intenso placer citar cifras. – Dieciséis mil doce, en ciento ochenta y nueve grupos de
mellizos idénticos.
215
Literatura 1
Pero, desde luego, se ha conseguido mucho más – prosiguió atropelladamente – en algunos centros
tropicales. Singapur ha producido a menudo más de dieciséis mil quinientos; y Mombasa ha alcanzado la
marca de los diecisiete mil. Claro que tienen muchas ventajas sobre nosotros. ¡Deberían ustedes ver cómo
reacciona un ovario de negra a la pituitaria! Es algo asombroso, cuando uno está acostumbrado a trabajar
con material europeo. Sin embargo – agregó, riendo (aunque en sus ojos brillaba el fulgor del combate y
avanzaba la barbilla retadoramente) – , sin embargo, nos proponemos batirles, si podemos. Actualmente
estoy trabajando en un maravilloso ovario Delta – Menos. Sólo cuenta dieciocho meses de antigüedad. Ya
ha producido doce mil setecientos hijos, decantados o en embrión. Y sigue fuerte. Todavía les ganaremos.
– ¡Éste es el espíritu que me gusta! – exclamó el director; y dio unas palmadas en el hombro de Mr.
Foster. – Venga con nosotros y permita a estos muchachos gozar de los beneficios de sus conocimientos
de experto.
Y siguieron la visita. En la Sala de Envasado reinaba una animación armoniosa y una actividad ordenada.
Trozos de peritoneo de cerda, cortados ya a la medida adecuada, subían disparados en pequeños
ascensores, procedentes del Almacén de órganos de los sótanos. Un zumbido, después un chasquido, y
las puertas del ascensor se abrían de golpe; el Forrador de Envases sólo tenía que alargar la mano, coger el
trozo, introducirlo en el frasco, alisarlo, y antes de que el envase debidamente forrado por el interior se
hallara fuera de su alcance, transportado por la cinta sin fin, un zumbido, un chasquido, y otro trozo de
peritoneo era disparado desde las profundidades, a punto para ser deslizado en el interior de otro frasco, el
siguiente de aquella lenta procesión que la cinta transportaba.
Después de los Forradores había los Matriculadores. La procesión avanzaba; uno a uno, los óvulos
pasaban de sus tubos de ensayo a unos recipientes más grandes; diestramente, el forro de peritoneo era
cortado, la morula situada en su lugar, vertida la solución salina... y ya el frasco había pasado y les llegaba
la vez a los etiquetadores.
Herencia, fecha de fertilización, grupo de Bokanovsky al que pertenecía, todos estos detalles pasaban del
tubo de ensayo al frasco. Sin anonimato ya, con sus nombres a través de una abertura de la pared, hacia la
Sala de Predestinación Social.
– Ochenta y ocho metros cúbicos de fichas – dijo Mr. Foster, satisfecho, al entrar.
– Que contienen toda la información de interés – agregó el director.
– Puestas al día todas las mañanas.
– Y coordinadas todas las tardes.
– En las cuales se basan los cálculos.
– Tantos individuos, de tal y tal calidad – dijo Mr. Foster.
– Distribuidos en tales y tales cantidades.
– El óptimo porcentaje de Decantación en cualquier momento dado.
– Permitiendo compensar rápidamente las pérdidas imprevistas.
– Rápidamente – repitió Mr. Foster. – ¡Si supieran ustedes la cantidad de horas extras que tuve que
emplear después del último terremoto en el Japón! Rió de buena gana y movió la cabeza.
– Los Predestinadores envían sus datos a los Fecundadores.
– Quienes les facilitan los embriones que solicitan.
– Y los frascos pasan aquí para ser predestinados concretamente.
– Después de lo cual vuelven a ser enviados al Almacén de Embriones.
– Adonde vamos a pasar ahora mismo.
Y, abriendo una puerta, Mr. Foster inició la marcha hacia una escalera que descendía al sótano.
La temperatura seguía siendo tropical. El grupo penetró en un ambiente iluminado con una luz crepuscular.
Dos puertas y un pasadizo con un doble recodo aseguraban al sótano contra toda posible infiltración de la
luz.
216
La novela
– Los embriones son como la película fotográfica – dijo Mr. Foster, jocosamente, al tiempo que empujaba
la segunda puerta. – Sólo soportan la luz roja.
Y, en efecto, la bochornosa oscuridad en medio de la cual los estudiantes le seguían ahora era visible y
escarlata como la oscuridad que se divisa con los ojos cerrados en plena tarde veraniega. Los voluminosos
estantes laterales, con sus hileras interminables de botellas, brillaban como cuajados de rubíes, y entre los
rubíes se movían los espectros rojos de mujeres y hombres con los ojos purpúreos y todos los síntomas del
lupus. El zumbido de la maquinaria llenaba débilmente los aires.
– Déles unas cuantas cifras, Mr. Foster – dijo el director, que estaba cansado de hablar.
Doscientos veinte metros de longitud, doscientos de anchura y diez de altura. Señaló hacia arriba. Como
gallinitas bebiendo agua, los estudiantes levantaron los ojos hacia el elevado techo.
Tres grupos de estantes: a nivel del suelo, primera galería y segunda galería.
La telaraña metálica de las galerías se perdía a lo lejos, en todas direcciones, en la oscuridad. Cerca de
ellas, tres fantasmas rojos se hallaban muy atareados descargando damajuanas de una escalera móvil.
Cada frasco podía ser colocado en uno de los quince estantes, cada uno de los cuales, aunque a simple
vista no se notaba, era un tren que viajaba a razón de trescientos treinta y tres milímetros por hora.
Doscientos sesenta y siete días, a ocho metros diarios. Dos mil ciento treinta y seis metros en total. Una
vuelta al sótano a nivel del suelo, otra en la primera galería, media en la segunda, y, la mañana del día
doscientos sesenta y siete, luz de día en la Sala de Decantación. La llamada existencia independiente.
– Pero en el intervalo – concluyó Mr. Foster – nos las hemos arreglado para hacer un montón de cosas
con ellos. Ya lo creo, un montón de cosas.
– Éste es el espíritu que me gusta – volvió a decir el director. – Demos una vueltecita.
Les habló del embrión que se desarrollaba en su lecho de peritoneo. Les dio a probar el rico sucedáneo de
la sangre con que se alimentaba. Les explicó por qué había de estimularlo con placentina y tiroxina. Les
habló del extracto de corpus luteum. Les enseñó las mangueras por medio de las cuales dicho extracto era
inyectado automáticamente cada doce metros, desde cero hasta 2.040. Habló de las dosis gradualmente
crecientes de pituitaria administradas durante los noventa y seis metros últimos del recorrido. Describió la
circulación materna artificial instalada en cada frasco, en el metro ciento doce, les enseñó el depósito de
sucedáneo de la sangre, la bomba centrífuga que mantenía al líquido en movimiento por toda la placenta y
lo hacía pasar a través del pulmón sintético y el filtro de los desperdicios. Se refirió a la molesta tendencia
del embrión a la anemia, a las dosis masivas de extracto de estómago de cerdo y de hígado de potro fetal
que, en consecuencia, había que administrar.
Les enseñó el sencillo mecanismo por medio del cual, durante los dos últimos metros de cada ocho, todos
los embriones eran sacudidos simultáneamente para que se acostumbraran al movimiento. Aludió a la
gravedad del llamado trauma de la decantación y enumeró las precauciones que se tomaban para reducir al
mínimo, mediante el adecuado entrenamiento del embrión envasado, tan peligroso shock. Les habló de las
pruebas de sexo llevadas a cabo en los alrededores del metro doscientos. Explicó el sistema de etiquetaje:
una T para los varones, un círculo para las hembras, y un signo de interrogación negro sobre fondo blanco
para los destinados a hermafroditas.
217
Literatura 1
– Porque, desde luego – dijo Mr. Foster – , en la gran mayoría de los casos la fecundidad no es más que
un estorbo. Un solo ovario fértil de cada mil doscientos bastaría para nuestros propósitos. Pero queremos
poder elegir a placer. Y, desde luego, conviene siempre dejar un buen margen de seguridad. Por esto
permitimos que hasta un treinta por ciento de embriones hembra se desarrollen normalmente. A los demás
les administramos una dosis de hormona sexual femenina cada veinticuatro metros durante lo que les
queda de trayecto. Resultado: son decantados como hermafroditas, completamente normales en su
estructura, excepto – tuvo que reconocer – que tienen una ligera tendencia a echar barba, pero estériles.
Con una esterilidad garantizada. Lo cual nos conduce por fin – prosiguió Mr. Foster – fuera del reino de
la mera imitación servil de la Naturaleza para pasar al mundo mucho más interesante de la invención
humana.
Se frotó las manos. Porque, desde luego, ellos no se limitaban meramente a incubar embriones; cualquier
vaca podría hacerlo.
Pasaban en aquel momento por el metro 320 del Estante nº 11. Un joven Beta – Menos, un mecánico,
estaba atareado con un destornillador y una llave inglesa, trabajando en la bomba de sucedáneo de la
sangre de una botella que pasaba. Cuando dio vuelta a las tuercas, el zumbido del motor eléctrico se hizo
un poco más grave. Bajó más aún, y un poco más, otra vuelta a la llave inglesa, una mirada al contador de
revoluciones, y terminó su tarea. El hombre retrocedió dos pasos en la hilera e inició el mismo proceso en la
bomba del frasco siguiente.
– Está reduciendo el número de revoluciones por minuto – explicó Mr. Foster. – El sucedáneo circula más
despacio; por consiguiente, pasa por el pulmón a intervalos más largos; por tanto, aporta menos oxígeno al
embrión. No hay nada como la escasez de oxígeno para mantener a un embrión por debajo de lo normal.
Y volvió a frotarse las manos.
– ¿Y para qué quieren mantener a un embrión por debajo de lo normal? – preguntó un estudiante ingenuo.
– ¡Estúpido! – exclamó el director, rompiendo un largo silencio. – ¿No se le ha ocurrido pensar que un
embrión de Epsilon debe tener un ambiente Epsilon y una herencia Epsilon también? Evidentemente, no se
le había ocurrido. Quedó abochornado.
– Cuanto más baja es la casta – dijo Mr. Foster – , menos debe escasear el oxígeno. El primer órgano
afectado es el cerebro. Después el esqueleto. Al setenta por ciento del oxígeno normal se consiguen
enanos. A menos del setenta, monstruos sin ojos. Que no sirven para nada – concluyó Mr. Foster. – En
cambio (y su voz adquirió un tono confidencial y excitado), si lograran descubrir una técnica para abreviar el
período de maduración, ¡qué gran triunfo, qué gran beneficio para la sociedad! » Piensen en el caballo –
dijo.
El caballo alcanza la madurez a los seis años; el elefante, a los diez. En tanto que el hombre, a los trece
años aún no está sexualmente maduro, y sólo a los veinte alcanza el pleno conocimiento. De ahí la
inteligencia humana, fruto de este desarrollo retardado.
– Pero en los Epsilones – dijo Mr. Foster, muy acertadamente – no necesitamos inteligencia humana.
No la necesitaban, y no la fabricaban. Pero, aunque la mente de un Epsilon alcanzaba la madurez a los diez
años, el cuerpo del Epsilon no era apto para el trabajo hasta los dieciocho. Largos años de inmadurez
superflua y perdida. Si el desarrollo físico pudiera acelerarse hasta que fuera tan rápido, digamos, como el
de una vaca, ¡qué enorme ahorro para la comunidad! – ¡Enorme! – murmuraron los estudiantes.
218
La novela
Después se puso más técnico; habló de una coordinación endocrina anormal que era la causa de que los
hombres crecieran tan lentamente, y sostuvo que esta anormalidad se debía a una mutación germinal.
¿Cabía destruir los efectos de esta mutación germinal? ¿Cabía devolver al individuo Epsilon, mediante una
técnica adecuada, a la normalidad de los perros y de las vacas? Este era el problema.
Pilkinton, en Mombasa, había producido individuos sexualmente maduros a los cuatro años y
completamente crecidos a los seis y medio. Un triunfo científico. Pero socialmente inútil. Los hombres y las
mujeres de seis años eran demasiado estúpidos, incluso para realizar el trabajo de un Epsilon.
Y el método era de los del tipo todo o nada; o no se lograba modificación alguna, o tal modificación era en
todos los sentidos. Todavía estaban luchando por encontrar el compromiso ideal entre adultos de veinte
años y adultos de seis. Y hasta entonces sin éxito.
Su ronda a través de la luz crepuscular escarlata les había llevado a las proximidades del metro 170 del
Estante 9. A partir de aquel punto, el Estante 9 estaba cerrado, y los frascos realizaban el resto de su viaje
en el interior de una especie de túnel, interrumpido de vez en cuando por unas aberturas de dos o tres
metros de anchura.
Túneles calientes alternaban con túneles fríos. El frío se aliaba a la incomodidad en la forma de intensos
rayos X. En el momento de su decantación, los embriones sentían horror por el frío. Estaban predestinados
a emigrar a los trópicos, a ser mineros, tejedores de seda al acetato o metalúrgicos. Más adelante,
enseñarían a sus mentes a apoyar el criterio de su cuerpo.
– Nosotros los condicionamos de modo que tiendan hacia el calor – concluyo Mr. Foster.
En un boquete entre dos túneles, una enfermera introducía una jeringa larga y fina en el contenido
gelatinoso de un frasco que pasaba. Los estudiantes y sus guías permanecieron observándola unos
momentos.
– Muy bien, Lenina – dijo Mr. Foster cuando, al fin, la joven retiró la jeringa y se incorporó.
La muchacha se volvió, sobresaltada. A pesar del lapsus y de los ojos de púrpura, se advertía que era
excepcionalmente hermosa.
Su sonrisa, roja también, voló hacia él, en una hilera de rojos dientes.
Y, dándole una o dos palmaditas, recibió en correspondencia una sonrisa deferente, a él destinada.
– ¿Qué les da? – preguntó Mr. Foster, procurando adoptar un tono estrictamente profesional.
219
Literatura 1
Foster a los estudiantes. – Los embriones todavía tienen agallas. Inmunizamos al pez contra las
enfermedades del hombre futuro. – Luego, volviéndose a Lenina, añadió – : A las cinco menos diez, en el
tejado, esta tarde, como de costumbre.
En el estante número 10, hileras de la próxima generación de obreros químicos eran sometidos a un
tratamiento para acostumbrarlos a tolerar el plomo, la sosa cáustica, el asfalto, la clorina... El primero de una
hornada de doscientos cincuenta mecánicos de cohetes aéreos en embrión pasaba en aquel momento por
el metro mil cien del estante 3.
– Para mejorar su sentido del equilibrio – explicó Mr. Foster. – Efectuar reparaciones en el exterior de un
cohete en el aire es una tarea complicada. Cuando están de pie, reducimos la circulación hasta casi
matarlos, y doblamos el flujo del sucedáneo de la sangre cuando están cabeza abajo. Así aprenden a
asociar esta posición con el bienestar; de hecho, sólo son felices de verdad cuando están así. Y ahora –
prosiguió Mr. Foster – , me gustaría enseñarles algún condicionamiento interesante para intelectuales Alfa –
Más.
Tenemos un nutrido grupo de ellos en el estante número 5. Es el nivel de la Primera Galería – gritó a dos
muchachos que habían empezado a bajar a la planta. – Están por los alrededores del metro 900 –
explicó. – No se puede efectuar ningún condicionamiento intelectual eficaz hasta que el feto ha perdido la
cola.
– Las tres menos diez – dijo. – Me temo que no habrá tiempo para los embriones intelectuales. Debemos
subir a las Guarderías antes de que los niños despierten de la siesta de la tarde.
Revisión: _____________________________________________________
Observaciones:________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
220
Claves de Respuestas
UNIDAD 1 UNIDAD 2 UNIDAD 3
1. A 1. B 1. B
2. A 2. B 2. B
3. B 3. C 3. A
4. C 4. B 4. A
5. B 5. C 5. C
6. D 6. C 6. C
7. C 7. C 7. C
8. D 8. A 8. B
9. D 9. B 9. D
10. C 10. B 10. C
11. A 11. C 11. B
12.D 12. D 12. B
221
Glosario
222
Bibliografía General
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Editores mexicanos unidos, 2004
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