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Trifulca 9

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Número de dictamen previo:


04-2008-062512191300-01

Diseño y arte

Inés Estrada

inechi.com
Índice
Abigail Rodríguez Contreras
Autobiografía de la hipérbola .......................................................................... 6

Rita Dahl
San Antonio .............................................................................................................. 7

Rosario Loperena
El corte ....................................................................................................................... 9

Sebastián del Pino Rubio


La confesión de María Magdalena ................................................................ 10

Davo Valdés de la Campa


Restaurant ............................................................................................................... 12

Luis Arnulfo Medina Lira


Tu cadera.................................................................................................................. 15

Aurora Zúñiga
Acto fallido .............................................................................................................. 16

Elena Medel
Árbol genealógico ............................................................................................... 18

José Miguel Casado


Presbiopía ................................................................................................................ 19

Juan Carlos Urtaza Abarca


K.O ............................................................................................................................. 20

María Teresa Irazaba González


Sin hacer ruido ....................................................................................................... 24

4
Rafael García Godos
Noche irreversible ................................................................................................ 26
Oráculo impresora ................................................................................................ 27

Joselin González
En reversa (fragmento) ....................................................................................... 29

Álvaro Manuel Concha Díaz...


Diez terribles presagios ...................................................................................... 33

Tino Quiroz
Orla, Cenefa ............................................................................................................ 36

Diana Ferreyra
Lo que debería ser la escopeta ........................................................................ 39
Siglos de los demás siglos (...) .......................................................................... 42

Carlos Jasso
Suspender la noche ............................................................................................. 40

Fernando Pérez Alarriba


Decorados con billetes y pulpos ..................................................................... 43

Augusto Enrique
La inteligencia de la piel ..................................................................................... 46

Antonio Calera-Grobet
Oración (camino al colegio) .............................................................................. 48

5
Abigail Rodríguez Contreras
Puebla, México, 1990

Autobiografía de la hipérbola

Yo nací obligada a mirar a los ojos a las bestias, acostumbrada


a lidiar con todo aquello, que por salud mental se da la espalda.

Yo comprendo las suturas, el origen de los malestares, el dolor de


moverse. Comprendo a las bestias, porque yo soy una de ellas.
Inmersa en el desastre, suplico el final, pero una plaga del cielo fastidia
nuestros planes; con su poder indeseable pudre cada soga atada al
cuello, y todos los suicidios se frustran; las bestias ya no podemos
decidir ni la hora de nuestra muerte.

Negado todo, recluidos en el derrumbe de nuestras ambiciones,


padecemos el hecho de colocarnos todos, entre tus dedos estalactita.
Las caricias hacia nosotros nos obligan a devolverte mordidas como la
única señal de amor que conocemos, esas heridas que ves, simbolizan
la necesidad de estar contigo, ahogando súplicas, atragantándonos de
dolor, cada vez más dolor, cuantas veces sea posible multiplicarlo.
Yo no deseo apartarme, pero en la ecuación de la hipérbole, está
descrita la grafía de nuestra separación, la ley finalista de este destino
inalterable. En cuanto al lenguaje; sólo estoy exagerando. Tú ya sabes,
tú ya conoces cómo somos las bestias.

6
Rita Dahl
Finlandia

San Antonio

Cuando Bosch frotaba sus anteojos un rayo los partió en


dos. Al nublársele la vista los mamíferos terrestres y subacuáticos
aprovecharon la situación. Los leones se agolparon en sombreros, los
peces en zapatos, los sapos en medias y macetas rotas.

Los cadáveres de los animales caminaban atravesados por estacas


buscando equivalentes humanos. Las carabelas de las grullas avanzan
en el cielo hacia un destino desconocido, la otra orilla. Montado en
un pez un campesino y su esposa están protegidos por el diablo que
los persigue con su lanza. Un lisiado jorobado está a poco de entrar
en la protección de las ruinas, pasando con sus cascos, para llegar
a la mesa, al pez caminante, al santo con un cáliz en la mano. Bajo
los cimientos hay una cueva con una ventana arqueada. El mundo
se desliza sobre arena movediza tambaleándose como la cría recién
nacida de la grulla, piernas demasiado largas, difíciles de controlar. La
caballería está cruzando el puente, pero los techos de paja del pueblo
que esperan detrás ya echan llamas y así llamearán, por siglos, quizás
para siempre?

(del poemario Elämää Lagoksessa)

7
8
Rosario Loperena
Ciudad de México, 1985

El corte

Fui a cortarme el pelo.

Pensé en los monos,


en cómo se acicalan
unos a otros.

El peluquero hizo volar


gajos de pelitos
caían como granizo negro.

Pensé en las frutas


en una piña,
en una zanahoria pelada.

Las tijeras astutas


modelaban
yo, temía
la integridad de mi corona.

Mi cáscara siendo recortada


al placer indeciso
del reflejo.

Pensé en la fortuna
de que el pelo
no doliera,
y en lo caro
del arreglo.

9
Sebastián del Pino Rubio
Puente Alto, Santiago de Chile, 1987

La confesión de María Magdalena

El peso de la historia me ha sentenciado


la realeza de mi sangre ha sido variada hacia una vida disoluta
Gregorio Magno miente al identificarme con la ramera de los
Evangelios
el título de penitente nunca estuvo tan mal usado

soy una reina, no una cortesana

Añoro ocupar el lugar del discípulo amado


compartir el lecho con el Mesías
generar una estirpe salvadora para la raza humana
ser el cáliz que contenga el semen dorado
la perpetua vasija de la divinidad más humanizada
ser por fin la emperatriz del universo
tomar al sol y la luna como cetro y estrado
deseo ser la corredentora y no me importaría morir clavada en el árbol de la vida
siempre que la recompensa fuera el amor del Maestro
pero el trono del consorte lo ocupa el discípulo amado
en tanto me consumo en un fuego interno
condenada a ser el humo y la ceniza de una obsesión
celosa de las letras que escribió san Juan en el otero
(yo debería ser la paloma)
La virginidad es el silicio atado en mi clítoris
es la paradoja de la veneración que se me brinda
el eco de cristal que retumba en mis paredes ardorosas
que genera el hambre de ser accedida por el varón que añoro
No temo arder en el infierno a causa de las flamas de mi pecho

acaso éste ya no es un infierno

10
pues cualquier condena es irrisoria ante el desprecio de Cristo
No soy la adúltera que contempló al Mesías escribir en el suelo
aunque conozco el mensaje que ha borrado el tiempo
soy la princesa de Magdala que renunció a su corona por creer en ese
mensaje olvidado
soy la santa ramera que gusta del desprecio.

11
Davo Valdés de la Campa
Córdoba, México, 1988

Restaurant

Llego a un restaurante de segunda lo que sea que eso signifique

Las mesas están vacías

Se escucha esa música de fondo que sabe a eternidad en los elevadores

Veo frente a mí sobre el techo seis ventiladores girando

Vuelvo la vista y veo cinco ventiladores girando


extendiéndose hasta el infinito

Escucho una cuchara chocar contra una taza de porcelana tin tin tin

Huele a café

Una mesera de cabello negro y fleco se acerca a mí

Es hermosa

Parece ángel de esos ángeles que tienen los minutos contados

Su mirada mortal su mirada que contiene la muerte

Pido un café y prendo un cigarro

Me siento veo la calle: no hay coches, ni personas, no hay nada sólo silencio
12
Esta soledad es distinta a cualquier soledad

Esta soledad tiene un café y un cigarro que se consume en un


cenicero

Esta soledad tiene una erección bajo la mesa y una mesera muerta de
tanta belleza

Tiene música de fondo y cucharas que chocan con la inmensidad

Esta soledad no es una elección

Esta soledad es inexorable

Estoy en el fin del mundo y tengo una cámara polaroid en mis manos

Puedo retratar el descenso de los Jinetes

Una estrella roja cae sobre el mar

Estoy en el fin del mundo

y nada me importa

Sólo quiero terminar de beber mi café

Caminar una última vez por estas calles tan absurdas

en donde caminé tantas veces sin rumbo

sin rumbo

como esos fantasmas que cruzan hacia el limbo

como esas flores que crecen y se mueren

13
como esas paredes que escuchan y se condenan a callar

los ventiladores siguen girando

la máquina del café seguirá encendida hasta que el sol se devore a la


tierra

los semáforos y los fantasmas

el vacío

mis pasos que retumban en esta soledad y

las ventanas que miran la oscuridad tan espesa


tan pesada
llueven rocas

sobre los coches

sobre los trenes

sobre el cuerpo de la mesera

en la banqueta

me recuesto en la barra del restaurante cierro los ojos

y apago la música

es tiempo de nacer.

14
Luis Arnulfo Medina Lira
Ciudad de México, 1984

Tu cadera

Después de una curva estrecha


de piel ajustada y suave,
como las alas de un ave
se ensancha una fina brecha

capaz de volverme mecha


como unos tragos de agave,
por eso ni Dios lo sabe
no sabe cómo estás hecha.

Ahí, al final de tu espalda,


te rindo mi pleitesía
como si fuera tu falda,

si lo fuera entendería
sin que nada hiciera falta
la forma de la poesía.

15

15
Aurora Zúñiga
Ciudad de México, 1988

Acto fallido

No era esto lo que hubiera deseado para ti.


Juro que cuando me dije adiós desde tus labios
no era yo esta suerte de anémonas rotas
asidas al entresueño de la voracidad de tus ojos.
Tuve miedo.
Tuve miedo del único rostro cálido que me diste.

El esqueleto que se fotografió


ese instante que no advertías a mi sed abriéndose
como la flor que se entrega a las abejas
me persigue ahora con su estruendo de huesos
y pedazos de carne colgando.

Y anhelaba tanto el paseo por los botones de tu camisa,


arrojarte dentro de mí con el sobretodo puesto
-el sobrenada en las cadenas
que desde mí se engendran-.
He muerto tanto en todos los hombres
como tanto repetí no ensombrecerte conmigo.

Desde mi sueño la simetría de tu mirada era la hora


la luz y el ocaso de las ciudades mudas.
Y podría desnudarme a cada palabra que dices,
desangrarme en un mar de hijos que heredan de ti
la distancia,
y de mí obtienen el espectro de la constelación de mi madre.

16
He despertado a la mesa en la celebración de tu cumpleaños.
El nacimiento de tus ojos en la soledad de mis senos
y el acento tuyo en el arete de mi vientre;
la Voz que me prohibió abandonarme entre tus brazos.
El beso que no te dí se muere de ausencia,
muere de insolación en el baúl de los amores
que por la luz del sol nunca florecieron.

17
Elena Medel
Córdoba, España, 1985

Árbol genealógico

Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable.


Cuando una de nosotras muere
exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan para curiosear
en su garganta de hojalata, se celebran festines con moscas
y gusanos, me cae mal porque me hizo sonreír a mí, que soy tan triste.
A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza
se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos
del alma de las mujeres sobrenaturales,
chocan contra vuestras paredes, sus empastes
y sus uñas agujerean vuestras ventanas
hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces.
Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior,
rebuscan entre las vísceras el mapa del tesoro,
sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado
dentro con los años.

Un espectáculo.

Pertenezco a una raza desarrollada más allá de los púlpitos.


Soy una de ellas porque mi corazón mancha al tomarlo entre
las manos, porque coincide en tamaño con el hueco
de un nicho;
fresco y dulce como el de un animal, chupad mi corazón para que,
al morir, sepan que hemos estado juntos.
Soy una de ellas porque mi corazón será abono. Porque mi sangre,
que es la suya, sube y baja por mi cadáver como
por escaleras mecánicas;
porque el fundamento de mi carácter, al descomponerse, se incorpora
a una especie salvaje
que ladra y que hiere y que te lleva a su terreno, que ignora las afrentas,
que jamás se extinguirá.

18 De Tara (DVD, 2006)


José Miguel Casado
Caracas, Venezuela, 1985

Presbiopía

la NASA
enviaba una misión
multimillonaria al espacio

para arreglar el Hubble


y poder ver cercanas
las estrellas

mientras
el niño las observaba
desde su ventana
rectángulo escapado de la miseria

y pensaba que eran

tan inútiles

19
Juan Carlos Urtaza Abarca
Santiago de Chile, 1982

K.O
Knock Out

I
Mientras la cuerda va girando
Como un aura de rápidos movimientos
El boxeador repasa lo que ha sido su vida
En un par de segundos
No sabe si la conclusión es alegre
O triste
La cuerda gira alrededor de su cuerpo
Como el mundo
Como una imagen devastada del mundo
Y como tantas cosas que giran
Sin sentido

20
II
Este largo y angosto país
no es más que un ancho y hondo cuadrilátero
donde no existen reglas
y se puede golpear por la espalda
-con secreta inmunidad-

Un cuadrilátero mide lo que mide un país


que se puede llamar Chile
o se puede llamar olvido

Que se mide lo que mide un Arturo Godoy


que se puede llamar Víctor Nilo
Godfrey Stevens
Martín Vargas

¿Cuántas generaciones serán capaces de sostener sus rostros?


¿Cuántos años en la memoria de un hombre?
¿Cuántas horas en la mente de un niño?

El mismo boxeador sobre la misma escena


un hombre que sangra con aplausos de fondo

Un hombre que no pestañea –memorízate eso-


no puede perder ni ganar

Un boxeador hasta el cansancio como una anáfora


Hasta el delirio
Hasta el desquicio

21
Después
el gran estadio como un ojo asfixiante
va quedando vacío
las luces se apagan (reflejos y pupila)
y ese hombre
que no pestañea
-recuerdas-
No puede ganar ni perder

Un boxeador sale del cuadrilátero


Como de su vida

III
A Manuel

Mi hermano boxeador quiere ganar a Joel Louis


pero Louis murió invicto hace muchos años
dice que cobrará revancha por la chanchada que le hicieron
a Godoy.
Él prometió que golpearía a Bush
-que es un hijo de puta-
Yo le conté lo que hicieron con Marilyn
que la dejaron desnuda
con un teléfono en la mano.
¡Mi hermano golpea la mesa
y dice que le sacará la lengua por el cogote
como los Gurkas cuando atacaron las Malvinas!

Yo sueño que cumple esa promesa.

22
23
María Teresa Irazaba González
Ciudad de México, 1970

Sin hacer ruido

Mi madre en la cocina

sólo mira

cómo caen lentamente

las gotas de la leche caliente

y para sobrevivir

enfría su propia soledad

En su fragilidad

soñó con ser moderna

y sin protestar

se mordió los labios

En mi casa lo único

que tenía permitido

hacer ruido era la licuadora

Mi perro para esconder sus ladridos

se fugó

24
Y yo giré

prendida de mi triciclo

Una vez

y otra

otra vez

sin lograr escapar

25
Rafael García Godos
Lima, Perú, 1979

Noche irreversible

a medianoche
esta vez en el sueño

el anciano que se hacía llamar noche


(porque en realidad) era el poema
había dejado a su perro tuerto
(porque en realidad) era solo un perro
al cuidado de mis pequeños huesos deshechos
recostados alrededor de la caja que
guarda el corazón

quizá esté loco pero estoy seguro de lo que hablo hermanos míos. esa
NOCHEIRREVERSIBLE aparecieron las heridas. por más que traté de
ocultarme encontraron mi corazón y las heridas sabían muy bien del
único consejo. venían tras él. se habían acercado cuatro veces antes de la
última iluminación. eso lo sé porque pude verlo escrito en la lengua de la
máscara de barro. las heridas tomaron el único consejo que he atendido y
dejaron la caja junto a mis huesos casi deshechos.las heridas tomaron mis
pies. salieron corriendo. eso es todo lo que pude ver. antes de que el perro
me pusiera a dormir de un ladrido.

luego desperté y no sé qué significa eso


era de día y no sé qué significa eso
los 4 soles aún brillaban y no sé qué significan
ellos me hablan de las heridas y no sé qué es una herida
no sé qué significan pero en la caja LA POESÍA HA MUERTO ESCRITA
no sé qué significa pero no sé que es la noche

CON LA MÁSCARA SE ENTERRARON LAS PALABRAS

en la caja LA POESÍA HA MUERTO ESCRITA


y no sé qué significa
26
Oráculo impresora

de mañana el oráculo impresora me ha despertado tirando


letras a la casa me ha dicho que este lenguaje posee gran significación
en sí solo y por sí solo: es el lenguaje visto como un castillo

DECÍA que esto ocurrió durante el último bimestre —cuando


aún contábamos—
de aquel año en que habíamos comenzado a olvidar cómo soñar y
comenzábamos escribir nuestros primeros poemas o los que podíamos
recordar

esa mañana
las máquinas comenzaron a trasmitirnos sus propias ficciones
las máquinas ensayaban junto a todos nosotros un libreto que no escribieron

los maestros quemaban los mensajes


se habían quedado sin lenguas
las matemáticas habían sido prohibidas
y así todos los campos de lo real
eran consumidos desde sus restituciones puras y perfectas
los maestros nos hablaban
de una patria que recordaban

los maestros no esperaron demasiado


se retiraron a las montañas
y entre los gritos de las piedras
escondieron en el barro todas las lenguas
para que no pudiéramos entender a los nuevos profetas

EL ORÁCULO IMPRESORA ME HA DESPERTADO ESTA MAÑANA

entonces quise
cerrar los ojos por cincuenta días y que los peces de fuego regresaran
quise cerrar los ojos y ver que regresabas
27
NO VOLTEES
LAS RESTITUCIONES DE LA ILUMINACIÓN
EMPEZARON POR LOS CUERPOS AUNQUE EN REALIDAD
HACE MUCHO TIEMPO
HABÍAN COMENZADO POR LAS MENTES

28
Joselin González
Canelones, Urugay, 1975

En reversa
fragmento

¡Cosa de mandinga no!


¡Andar apagados con tanta luz escondida!.
Oleajes caros de pagar.

Coartados corazones miedosos de saberse,


hundidos en la miseria misma del horror;
con tantos miedos y temblores
solo corren tras el montón de cuerpos
que creen
pero no ven.

Al ser humano se le ha perdido


la historia Real,
no la que es;
camuflajes, mentiras
no ha lo vivido
“Historicismo”
llámenlo así.

Y nos comparan con los enfermos


esquizofrénicos, paranormal.
Por una falta; la de sabernos
¡ en un pasado que fue inventado!
¿ para seguir ?
¿ para durar ?

29
El devenir… como un bebe creyendo estar seguro
sintiendo la mirada de
brazos conocidos de:
Sombras desmembradas
de copas embrujadas
de furias acabadas
de penas masticadas
de glorias venideras;
de
ganas de nacer.

Si
simples y sencillos
como la flor
a la que dejamos vivir.

▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲

¿ Dónde está el engaño ?


¿ Tú lo sabes vida ?

Las termas taladran


el estante ,la madera…
Me veo linda, adyacente
al ras de ese crujir.
El bicho que depreda; el pecho las entrañas
me amarra a ese deseo.
El frío de mis dedos;
los mocos al caer.

El pedazo obscuro
sonriendo siempre
de que nuestras uñas
¡ muertas igual crezcan!.

Saltan los instintos

30
armoniosos suenan;
con gritos chulecos
con llantos quemados,
vomitando todo lo que allí vivía…
¿ Has estado triste ?
Que pregunta ¡no!

Si a pesar de todo
aquí estamos vivos
sintiendo al que escucha
sintiendo al que escucha.
Así debe ser.

▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲

Duele como una palabra

Destajo

Suena en el aire y duele

Espera que delira / Ira

Parte punta en la noche y duele

Escoliosis múltiple
tristeza infinita
nostalgia

tardecitas

31
Puñadito pobre…

sombras de la sangre sin humanidad.

▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲▲

¡El viento ha arrasado las frutillas!


¿Cómo pueden escaparse sin notarlo?
Cuasimodo que andan por ahí
congelando alguna muela; las postizas.

¡ Alcanzadme ! Las alforjas


traen gránulos
sinuosos, ¡ ondulantes !
Dejad mi vientre está diciendo:
“ Rodará onírica
tinaja
será la cumbre
mañana
y desaparecerá
la lucha de esta raza ”

Come cruzando rayas engrasadas en el vidrio.

Come, come bien


y el bien no come nada.

¿Qué dirán sin saber?


¿Qué no dicen?

El aire huele mal y somos postigos en el viento

32
Álvaro Manuel Concha Díaz
Quintana Roo, México, 1992

Diez terribles presagios

I
Sé bien que hay un edificio gris de paredes sucias y grises.
Sé que alguien camina por sus pasillos con plantas sardónicas y sátiras
bajo los vidrios inmensos sobre polvo. Sé las canciones que las puertas
cantan cuando lloran. Sé los graves himnos que los pies aluden. Pero
no sé qué vidrios empolvados, qué edificios tristes o llantos invisibles
estará escribiendo un loco desde ese manicomio.

II
De todos los días de mi vida, de los que al final no recordaré un
carajo, pretendo retener a cierta niña que ha recogido una flor esta mañana.

III
Leyendo algún libro de Historia he descubierto sucesos extraños y
grises que golpean los relojes y detienen el tiempo, como la pureza
terca en el cuello de una mujer, como la aproximación de una mano, tal
vez, terrible y voraz acercándose al rey. Pero qué más son. Yo diría que
no distintos ángulos y terraplenes que los demás fragmentos eternos
del tiempo.

33
IV
Como andar oscuros páramos de tierras secas y olvidadas…
Hortelanos muertos, vergeles quemados,
tertulias ardientes que se retuercen una sobre otra
de una vez y para siempre,
de una vez y para siempre…

V
¿Quién demonios va a poblar con su aliento esta noche?
¿Quién, de manos limpias, puede demostrar que la vida vale? Y sin
embargo, pablo neruda creía que podía escribir los versos más tristes;
pero no, él no sabe un carajo, él no podría escribir una mierda.

VI
El aroma doloroso de la leña, tal vez el rumor del río y su
incansable verbo; una estrella deprimida de la madrugada o quizá
el más callado de los inviernos… Verbigracia de saber quién me ha
besado la frente mientras dormía.

VII
Encerrado quince años en el laberinto, por fin he encontrado
una variación particular de un habitación respecto de las millones que
he revisado en estos años. Todas, en general, están cubiertas de un
denso y pegajoso polvo, y para abrir la puerta de una habitación es
necesario que las demás en todo el laberinto estén cerradas. Ésta, en
cambio, tiene dos terribles virtudes; primero, puedo abrir una puerta
aunque la de este cuarto también lo esté, es decir, de los tres lustros
que llevo aquí jamás tuve la fortuna divina o fatal de encontrar dos

34
puerta abiertas. Lo otro, es que al entrar he descubierto, deprimido
y viejo, un espejo en el que he podido reflejar mis ropas y mi lámpara,
pero en el que no he acertado con mirar mis manos ni mi rostro.

VIII
Frenesí, belleza perpetua del mar.

IX
-¿Por qué has escrito de aquella forma tan cruel y tan siniestra
los poemas que debieron ser encantos de proezas y el folclor?- Preguntaba
mi viejo Maestro a un discípulo de lo más callado y taciturno.
-Ha sido Dios quien ha mandado a una gigante a pisar la
poesía para hacerla breve y significante. Mi culpa no es otra que haber
coincidido con él para escuchar decir de su ronca voz que Dios está
harto de la literatura y de ti, Maestro.

X
…Y es que el amor, según la religión católica, es el mayor
acto de odio posible.

35
Tino Quiroz
Mazatlán, México, 1988

Orla, Cenefa
A Moisés Vega

quítate de ahí
muévete al sur o al este
levántate de aquí,
hay una gotera sobre tus poemas
ve hacia la izquierda, o en aquél rincón

¡levántate de aquí!

boxea con tu sombra


busca un lugar donde a tus palabras no las levante el viento
camina como reptil
frase sucia con una herida en el estómago

cerrazón de cada letra


de cada endecasílabo
de cada pierna

muerte
hastío
persecución
lástima

lágrimas sobre la tierra


en las hojas
en un signo

envuelve tus poemas en una nube amarrilla


en un amanecer dorado
en un techo de caracoles
en el latir del corazón de un tigre

36
pronuncia mi nombre
tu nombre
su nombre
haz que cada lengua vibre con un recuerdo
con un recuerdo lúgubre, hambriento, ojeroso
viejo, malhumorado

-suspiros de pus verde y viciada-

pálido con cada memoria vista


visiones blancas
soplos ambarinos
mareos anestésicos
desmayos de proporciones homéricas

cada sílaba

uno... dos... tres


contra la lona
mientras caes; un recuerdo, una palabra al oído, una sopa caliente,
un salón de clases, un juego, un baile, un charla

viene por ti
aquél reflejo viene por ti
¿ya lo viste?
taciturno, fumando tabaco negro en la mesa de la esquina,
con un café bien cargado,
sin nada, ni leche ni azúcar,
ni compasión, sin-nada
cruza las piernas,
espera a que cierres los ojos
a que digas ya no puedo, me rindo
esto es todo, dices
mi cuerpo exhausto ya no soporta un día, una hora, un aliento
no queda nada para los perros,
tenías hambre

37
dices y rezas

un párpado a la mitad del ojo,

piensas y no planeas

el ojo derecho se cierra


caminas sin moverte
aúllas en el interior de tu garganta
te quedas con medio ojo para la vida
o para el minuto que aún no sueltas.

38
Diana Ferreyra
Morelia, Michoacán, 1990

Lo que debería ser la escopeta

Debería la escopeta exigir recompensas.


Eso de ser paño de lágrimas
no deja dinero.
Si dice la escopeta
shoooooooooot
es porque tiene sinusitis. No puede
con la alergia. Si dice la escopeta
kapuuuuuuuuuuuuum
no controla
el pulso
cardiaco.
La escopeta se arrima
porque siendo el que
manda-y-mandado-a-hacer
no goza eso que se llama
cacería
y que nadie se queja.
Quién sabe lo que planee.
Prefiere quedarse en los años cuarenta
donde era silencio
o tierra sumergida.

39
Carlos Jasso
Ciudad de México, 1991

Suspender la noche

Tender la cama siempre se vuelve un problema. Las esquinas nunca


terminan por estar bien dilatadas y hay que llamar a alguien, o bien,
dejarlas en aquel estado ajado. Asir la sábana de un extremo y dejarla
caer de modo que disfrace la otra orilla, se vuelve pesadísimo cuando
tiene resorte en el borde (se ha dado por llamarles bajeras ajustables).
Hay que ayudarnos del delicado viento; con pulso de prestidigitador
doblar las muñecas de modo que se cree una onda hasta el otro lado.
Si se falla, recomenzar. Y así hasta anidar un temblor en las manos.
Luego de que la sábana bajera ajustable esté parcialmente en
su posición, se debe rodear la cama, estirar en cada esquina el resorte
(éste siempre le da un aspecto reducido, como si no fuera del tamaño
de la cama). A veces, al tensar una de la esquinas, la contra esquina se
desprende y se tiene que iniciar de nuevo. Es preferible rodear la cama
e ir al sitio en que se quiera ajustar el resorte, puesto que si se sube en
el medio, la rodilla marca una profundidad que es difícil de quitar y
sólo reiniciando se puede sobreponer en el espacio.
Una vez puesta la sábana bajera ajustable sucede la cobija.
Ésta, aunque en un principio parece fácil, resulta contumaz. Su
dificultad no radica en extenderla en la superficie del colchón, sino
en los sobrantes que siempre quedan a los lados. Nunca termina por
quedar simétrica y esto es un inconveniente. Yo, por ejemplo, tengo
sólo un colchón en el piso, y los sobrantes derruyen mi paciencia,
porque los tengo que meter debajo del colchón, pero se ensucian y
terminan siempre crespos por el polvo. Algunos pensarán en doblar
los bordes encima del colchón, sin embargo no es viable, porque la
orilla sobresale como una víbora debajo de la colcha, cosa que resulta
molesta a la hora de acostarse a leer. Para los que tienen base hay dos
posibilidades, una es meter los sobrantes entre el colchón y la peana;
la otra, es dejar los holanes flotando… Esto último se recomienda si, y
sólo si, la colcha es más larga que la cobija.

40
41
Diana Ferreyra
Morelia, Michoacán, 1990

Siglos de los demás siglos (…)

Imaginemos que Dante tiene una bazuca


y piensa usarla entre los anillos
infernales. Si acaso le atinará
a Edipo o a Ulises el fuerte pero
no los derribará. Lo usará para
abrir ese muro donde estuvieron
los-innombrables-papas
y encontrar a Beatriz-Luz-de-Día. Imaginemos
a Virgilio tapándose los oídos
para evitar el rugir de la bala.
En una rueda sobre otra
y la mirilla
queda en blanco
un (.) en (medio)
empieza la nueva coordenada
por los siglos de los demás siglos (…)

42
Fernando Pérez Alarriba
Mazatlán, México, 1983

Decorados con billetes y pulpos

Gabriela avanza con torpeza sobre la acera roja. La noche guarda cantos
de grillos y ronquidos de ancianos en su silencio. Por la tarde llovió
mucho, la carretera estaba empapada; las luces de los automóviles
y semáforos se mezclan para escurrirse hasta los ojos de Gabriela. A
su derecha, el océano se arrastra con pesadez: venía avanzando con
paso firme al medio día, pero sintió hambre, sueño, náuseas y hastío;
decidió estancarse en una franja plateada para estar entre huellas,
miradas, sombras y orines.

Gabriela se detiene frente a unas escaleras, mira sobre sus hombros,


salta lentamente sobre un pie y rasca su nariz durante dos segundos.
Despertó con los tobillos inflamados, la boca seca y la piel erizada;
entre golpes de cazuelas contra la pared, gritos, martillazos y ladridos.
Su mano derecha guardaba una extraña sensación, algo que se
confundía entre frío y dolor, ardor y pesadez. A cada uno de sus pasos,
la habitación avanza hacia la nada; se encorva y sonríe al recordar las
sombras de cromo que derramó durante seis horas en el vientre de su
protectora, dice adiós y se detiene.

Su madre está afuera, sentada sobre su trasero de cuarenta años,


fumando, haciendo hilos azules con el humo, vertiendo lágrimas y
saliva, mirando al sol. Gabriela recuerda el extraño olor que bramó en
la sala durante toda la noche: pesado, semejante a un toro negro o a
un conejo de algodón rojo, con olor a vinagre y lodo. John, el amigo
de Sofía, su madre, lo llevaba tatuado bajo su ombligo. Al pensar en
ese lugar, Gabriela muerde sus labios y siente que una lombriz de
hielo surca su hígado y llega a las costillas para reventar lentamente;
después escupe y se talla los ojos con la mano izquierda.

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Da un salto, luego otro y luego otro; escucha el berrido del mar, ese
extraño sonido que escuchó al nacer. Cada salto la acerca y aleja, no
sabe si está entrando o saliendo. Escucha y no ve nada. El mar, en sus
once años, siempre la ha desilusionado por las noches. Nunca ha visto
el color blanco que tanto le gusta tiñendo el mar: un cielo negro y un
mar muy blanco con olas que estallen y se revuelquen vestidas de
blanco; con la arena espesa que surja de las entrañas rocosas y muera
en un grito blanco; con sus ojos partiéndose en la eternidad blanca;
con su cuerpo brincando, sudando y emborrachándose en esa extraña
leche acuosa. El mar siempre la ha desilusionado por las noches. Ha
visto muertos sobre un mar amarrillo, perros en las olas cafés, ha olido
a su madre y a John en medio de una soledad azul o verde; ha sido
gris, rojo e incluso negro, pero jamás, y mucho menos por la noche,
será blanco.

Escucha algo que le es familiar: el murmullo de su habitación por las


tardes, cuando es golpeada por el sol de las 4, entre viento seco y
silencio urbano. Sigue escuchando y no ve nada.

- Acércate niña – brotan palabras en la oscuridad- ven, ven.


- No puedo verte, ¿En dónde estás?, – pregunta Gabriela entusiasmada-
tampoco puedo olerte ¿En dónde estás?
- La arena me está ocultando, patéala para que se vaya.

Gabriela lanza seis pataditas y un extraño olor irrumpe en la noche.

- Me llamo Jonás.
- ¿Tienes la garganta quemada o cortada Jonás?, ¿Por qué hablas así?
- Por esto- Jonás muestra una botella a Gabriela- no me gusta mi voz;
huye, escapa, también cambia.
-A veces yo tampoco quiero escuchar mi voz – dijo Gabriela mientras
lanzaba arena sobre su cabeza.

Jonás le pasó la botella a Gabriela, ella dio dos grandes tragos.


-¿Sigues escuchando tu voz Gabriela?
- Siempre Jonás, siempre.

Ella ve las manos de John pasando por sus nalgas, sonríe y trata de
seguir viendo el televisor. Siempre ha sentido asco al comer aguacate,

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al ver un espejo o al mirar agua estancada; siempre ha detestado su
reflejo. Él ve a su madre, sonríe y trata de seguir viendo el televisor.
Siempre ha sentido asco al ver el televisor, al escuchar a Bach, o al
dirigirse al banco.

Luna amarilla; un paseo sobre el cementerio con sus cruces y claveles


golpeados por el viento y el llanto; los senos, vagina y rodillas de su
madre; un rifle o un ojo rojo: Gabriela tiembla y agacha la cabeza, pero
todo esto sigue allí, como un enorme buitre azul marino. Jonás tiembla
y cierra los ojos cada doce segundos: un golpe, una sonrisa, una abeja
en su cráneo, piedras bajo sus ojos, un papalote sobre el tejado o
jeringas; Jonás escucha una ola cada doce segundos.

Se ilumina la enorme alfombra vieja. Una infinidad de alfileres de


cabezas escarlata, los primeros destellos del sol, caen sobre el océano;
un azul pálido y denso se apodera del cielo. Los automóviles han
abandonado las calles. Gabriela y Jonás dejaron de reír hace media
hora; suben las escaleras, él cruza la calle y ella vuelve sobre sus pasos,
avanza sobre la acera roja para volver a casa. Piensa en Jonás, en las
historias que le contó, en su voz dislocada y sola, en los primeros
destellos del sol sobre el océano.

Al llegar a casa ve a su madre sobre el trasero de cuarenta años, percibe


el olor de John y escucha el ladrido de un perro. Recuerda a un gatito
que encontró bajo una banca; lo llevó a casa, lo alimentó y lo bañó, le dio
un beso en la cabeza y se fue a dormir. Ese día permaneció media hora
rezando por el gato y por el mundo, al día siguiente el gato escapó.
Gabriela lleva lágrimas volando en sus mejillas. La habitación está de
vuelta, entra en su cama, sonríe, y cierra los ojos.

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Augusto Enrique
San Miguel, Argentina, 1977

La inteligencia de la piel

Yo te llamo, te llamo desde un pequeño barco


desde un ataúd que flota sobre las aguas del río.
Había enterrado tu imagen bajo la tierra del recuerdo.
Sin embargo en el espacio negro de la inocencia
tus ojos hablaban como unas pequeñas figuras
de color azulado.
La inocencia me había atrapado.
Tenemos que aprender a usar la inteligencia de la piel.
Me habían dicho que soy una serpiente
pero yo no me arrastro.
Un gato azul caminaba sobre los techos metafísicos
del misterio.
Pequeñas calaveras brillaban como diamantes
bajo la mirada de la luna.
Yo buscaba el hueso que me faltaba
para completar mi esqueleto.
Respirar entre la belleza me asfixia y me envenena.
Solo las cenizas de un pájaro habían quedado
como vestigio del vuelo.
No está y sin embargo vino,
vino como un lenguaje que naufraga
porque el salvavidas de la palabra está pinchado.
¿Por qué esta condena a hurgar en el silencio?.
O será una bendición que todavía no comprendo.
Aún si me cortara la lengua mis ojos
seguirían hablando.
Nada puedo hacer si me desplomo, nada.
Por eso construyo los caminos que unen
las ciudades que existen en el país de mi alma.
Algunos te condenan por tener cara de niño.

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Otros simplemente por ser un niño.
El amor te inmuniza, es cierto, el amor te inmuniza.
Aunque tu cuerpo vibre y respire
confuso como un fugitivo.
Ya no imitaba los gestos aprendidos
ahora empezaba a crear los míos.
Inventaba nuevas formas para luego caer
hacia el fondo del pozo conocido.
Necesito una mujer con la piel inteligente
porque la verdad
a veces estoy harto de la poesía.

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Antonio Calera-Grobet
Ciudad de México, 1972

Oración
(camino del colegio)

a Samantha

Muy al principio fue el verbo, el verbo, me dicen, bregar. Se levantaba


el pueblo muy de temprano, con su orden y progreso bajo el brazo,
a dar sobre la tierra de mazazos, sol a sol, desoladoramente. Luego
sobrevino la fiebre, del Oro, el Vino y la Muerte, y aquel pobre pueblo
se convirtió en otro, desordenada y progresivamente, ladino de otros
por no decir más. Entonces se empecinaron en decir de cosas, un tanto
si se quiere (¡y vaya si se quiere!) sin sentido (porque vaya que se nos
da, que se nos da naturalmente la valla), perdiendo la mente, la pista
original, de veras lamentablemente. Desde ahí se cuenta que todo
dista, se nos cayó la vista, la cara en el lodo de la vergüenza mundial.
Aunque cabría mencionar aquí que, aunque bastante crudo el derrame
cerebral (contra lo que se ha venido diciendo en el noticiero estelar),
hubo alzados dando tubos por doquier, en busca de afinar el rumbo,
el bienestar, aunque se haya canjeado la Paz por el Joder. Y duelen por
supuesto las palomas, mensajeras del amor que da más, que yazcan
nuestras obras en zozobra a la vera de la Cosa Nuclear. Por eso es que
ruego a ti madrecita tierra, abras tu boca de roca, revientes de verdad,
que tu vientre ilumine a los de armas tomar, brigadas de alma dura,
madera integral. A ti mi madre ingente, de belleza sideral, que llames a
tu gente a la plaza a librar, por ahora y por siempre la Batalla Universal:
por el mundo nuevo, el porvenir, el soñar, tan bendito que vendrá,
infinito como el mar.

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