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Los principales problemas ambientales y su

incidencia en la naturaleza y el medio humano


(Según PNUMA, 2000 y Azqueta, 2002)

1. El cambio climático y el “efecto invernadero”


• Aumento del nivel del mar, que obligará a desplazarse a millones de
personas que habitan las zonas costeras y desembocaduras de fluviales.
Probablemente implicará la desaparición de ciertos pequeños Estados
insulares
• Mayor producción agrícola en las altas latitudes de los hemisferios
septentrional y meridional, pero reducción en los trópicos.
• Eventual incremento en la biomasa forestal, que se contrarresta por medio
de una mayor vulnerabilidad a plagas y una mayor frecuencia de los
incendios.
• Probable alteración del ciclo hidrológico, afectando al régimen de las
corrientes y a los niveles de agua en lagos, ríos y zonas pantanosas,
intensificando y agravando incluso las consecuencias de las inundaciones y
de las sequías, con el consiguiente incremento del nivel de riesgo de las
primeras y de hambrunas por las segundas.
• Expansión de las zonas calientes, que puede propiciar la ampliación de la
acción de poblaciones de mosquitos y de otros insectos, aumentando el
riesgo de enfermedades erradicadas de las zonas templadas (ej., malaria en
Europa) y otras.

2. El adelgazamiento de la capa de ozono


• Aumento de las radiaciones ultravioletas de onda media (UV-B), que,
verosímilmente, provocará incremento en la incidencia y gravedad de
diversos efectos nocivos sobre la salud humana (ojos, sistema autoinmune,
piel, etc.) y del ganado.
• Desequilibrio en los ecosistemas al incidir sobre la competencia de las
plantas superiores, el grado en que éstas son consumidas por los insectos y
la susceptibilidad de las plantas a los elementos patógenos.
• Probable participación en los procesos de cambio climático: la pérdida de
ozono provoca un enfriamiento de la baja estratosfera, y porque el
carbono es un elemento importante en la absorción de radiaciones UV.

3. Alteración del ciclo del nitrógeno


• El aumento de la cantidad de nitrógeno (y de fósforo) ha sido la causa del
proceso de eutrofización, que se traduce en una pérdida de oxígeno para
otras especies y en una pérdida de fitodiversidad. Ello puede determinar
incluso pérdida de recursos pesqueros por las denominadas “marea
marrón”, “marea roja”, de algas, etc.
• También, alteración de la calidad del agua potable, exigiendo costosos
sistemas de depuración o, en su ausencia, afectando negativamente a la
salud de la población.
• El óxido nitroso es un poderoso gas de efecto invernadero, que refuerza el
calentamiento global. Además, participa también del agotamiento del
ozono estratosférico. Pero al ser un factor limitante en el crecimiento de
las plantas, ayuda a la fijación fotosintética del carbono atmosférico,
contribuyendo a reducir, aunque parcialmente, el problema del
calentamiento global.
• Los oligogases de base nitrogenada emitidos durante la quema de
combustibles fósiles (automoción) constituyen un elemento fundamental
en la contaminación atmosférica. Los óxidos de nitrógeno (NOx), junto con
los de azufre (SOx), y el amoníaco (NH3) son los principales causantes de la
acidificación del medio, cuyas perniciosas consecuencias son más sensibles
en los ecosistemas boscosos y húmedos, así como en las tierras cultivadas
(merma o desaparición de especies piscícolas, aumento de la acidez
edáfica, pérdida de nutrientes, etc.). Además, en combinación con los
hidrocarburos (esencialmente el metano, CH4), y bajo el efecto de fuerte
insolación, da lugar a la aparición de agentes oxidantes (ozono, O3) y a la
aparición de las “nieblas fotoquímicas”, muy nocivas para la salud y para la
producción agrícola.
• Concentraciones elevadas de nitrógeno en los suelos aumentan la
lixiviación de metales como el potasio y el calcio, fundamentales para el
crecimiento de las plantas y como barrera contra la acidez. Precisamente,
la acidez moviliza el aluminio, que puede dañar las raíces de los árboles y
causa la muerte de los peces cuando este metal llega a las vías acuáticas.

4. La pérdida de diversidad biológica


• Amenaza al equilibrio de los propios ecosistemas, que puede influir, a su
vez, en la pérdida por parte de éstos para proporcionar productos y
servicios esenciales.
• Ya que las fuerzas que impulsan la pérdida de la biodiversidad están ligadas
a la pobreza, al crecimiento de la población y al propio crecimiento
económico, el avance de este problema incide severamente en el
incremento de la pobreza en sí, así como en los problemas en cadena que
ésta favorece (desertización, hambruna, enfermedades, etc.).
• Ello determina, además que las “políticas y sistemas económicos” que
sustentan este estado de cosas “no valoran adecuadamente el ambiente y
sus recursos”, y los “sistemas jurídicos e institucionales” (…) “promueven
una explotación insostenible”, favoreciendo “la desigualdad en materia de
propiedad y acceso a recursos naturales, incluidos los beneficios obtenidos
de su utilización” (PNUMA, 2000, pág. 40).
• Un problema estrechamente relacionado con la pérdida de la biodiversidad
es el de la seguridad biológica (Azqueta, 2002, pág. 8), recogido en el
Protocolo de Bioseguridad (Cartagena, 1999).
5. La contaminación atmosférica
• La contaminación exterior. Afecta a millones de personas especialmente en
el mundo subdesarrollado y se suelen deber a la sobreexposición a
partículas en suspensión y al plomo: unos 1300 millones de personas vivían
en los años ochenta en ciudades de los países en desarrollo con niveles de
partículas superiores a los niveles guía establecidos por la OMS, y más de
600 millones en ciudades con niveles de SO2 superiores a los establecidos
como tolerables. Esta contaminación causa entre 300.000 y 700.000
muertes prematuras al año (un 2-5 % del total de las muertes en esas
zonas). Las fuentes fundamentales de esta contaminación son los vehículos
a motor, las calefacciones, la producción de energía eléctrica y la quema de
residuos.
• La contaminación interior. Es la generada en el interior de los hogares.
Procede del humo generado por la combustión de biomasa utilizada como
combustible (leña, paja, excrementos). El nivel de riesgo es superior al de la
contaminación exterior, y afecta, especialmente a las mujeres y a los niños:
sus efectos, según World Bank (1992) sobre la salud son a menudo
equivalentes a los que ocasionaría el fumarse varios paquetes de cigarrillos
al día. Según el Ministerio de MMAA (1996) afecta de 400 a 700 millones
de personas. En el mundo desarrollado, los responsables son el gas radón,
el tabaco, las pinturas de paredes y muebles, el uso de ambientadores,
pesticidas y repelentes que desprenden COV.
• No obstante, en tanto que estos problemas tienden a mejorar en los países
desarrollados, la situación empeora rápidamente en los subdesarrollados:
“dada la diferencia de nivel entre unos y otros, así como las pautas de
crecimiento demográfico y la pobreza, tampoco aquí existen razones para
el optimismo” (sic. Azqueta, op. cit.).

6. La contaminación hídrica y el acceso al agua potable


• Sobre la salud de la población. Se valoran dos situaciones: la de la
población que tiene dificultades para acceder al agua potable y la de la que
ve deteriorarse progresivamente la calidad del agua disponible hasta
niveles incompatibles con el mantenimiento de su salud. Según el PNUMA
(2000), en el mundo se estima que las aguas contaminadas influyen en la
salud de aproximadamente 1200 millones de personas y contribuyen al
fallecimiento de 15 millones de niños cada año. Además, se señala el
incremento de la morbilidad generado por el consumo de productos
tratados con o colectados en aguas contaminadas.
• Sobre la salud de los ecosistemas. Se plantean riesgos de eutrofización y de
aparición de mareas diversas (rojas, marrones) que puedan afectar a la
estabilidad y preservación de la diversidad biológica de estos ecosistemas
húmedos.
• Sobre la riqueza pesquera. Tiene efectos negativos al introducir substancias
químicas que tanto pueden producir daños directos sobre las especies
afectadas, como en el resto de la cadena alimenticia (incluyendo a las
personas), a la vez que pueden intervenir en el ciclo de los nutrientes,
pudiendo terminar destruyendo los equilibrios propios de los ecosistemas
productores de alimentos.
• Sobre los acuíferos. La sobreexplotación de estos recursos no sólo hace
disminuir decenas de metros la superficie freática, pudiendo contribuir al
desencadenamiento de procesos subsidentes (hundimientos del terreno),
sino que disminuye la capacidad de dilución de los contaminantes,
incrementando su presencia. Además, esta situación refuerza el proceso de
intrusión del agua salada, desplazando hacia el interior la cuña salina, que
no sólo contamina el agua de los pozos para el consumo humano, sino que
degrada la calidad de las tierras agrícolas costeras, llevando a su pérdida
total.
• Atención a los consumos por sectores y su influencia definitiva en este
problema.

7. La contaminación y pérdida de suelo: erosión, deforesta-


ción, desertización
• Son problemas que tienen una raíz común: pérdida de cobertera vegetal y
de capacidad de protección del suelo frente a la erosión hídrica (y/o
eólica).
• La desaparición de los bosques tropicales se produce a un ritmo de 0’9 %
anual (¡16 millones de ha/año!), lo cual determina la destrucción del medio
de subsistencia para unos 140 millones de personas.
• Este hecho, unido a los incendios por quema incontrolada (la mayor parte
de las veces, intencionada) conduce también a incrementar los efectos del
cambio climático, acarreando una mayor gravedad de las sequías y, por
ende, de las hambrunas.
• El ritmo actual de pérdida del horizonte superficial de los suelos es de
25.000 millones de Tm, que afecta a 3.000 millones de Ha/año, implicando
unas pérdidas económicas del orden de los 360.000 millones de euros/año.
Como estas superficies representan el 40 % de la superficie terrestre, su
degradación amenaza directamente a 250 millones de personas, e,
indirectamente a más de 1.000 millones; en total 110 países: sabanas de
África, grandes llanuras y pampas de América, estepas de Europa
sudoriental y Asia, territorios despoblados de Australia y márgenes de la
cuenca mediterránea.
• Lejos de pensar que ahí acaba todo, el siguiente paso es favorecer,
multiplicándolos, los efectos de la erosión hídrica y/o eólica.
• También, el uso creciente e indiscriminado de biocidas y fertilizantes, el
vertido incontrolado de residuos y la propia contaminación atmosférica
incrementan el riesgo para la salud del suelo, medio fundamental para la
producción de alimentos de los ecosistemas subaéreos.

8. La generación de residuos
• Los metales pesados. Su presencia, sus efectos y su persistencia en las
cadenas tróficas son argumentos que determinan la adopción de medidas
de control (plomo, mercurio, cadmio, berilio, etc.).
• Los Contaminantes Orgánicos Persistentes. Son un conjunto de doce
productos (aldrín, clordano, DDT, dieldrín, dioxinas, endrín, furanos,
heptacloro, hexaclorobenceno, mirex, policloribifenilos –PCB- y toxafenos),
generan cada vez impactos mejor conocidos y cada vez más graves sobre la
salud de las personas (Protocolo de Aarhus, 1998 –52 países-, para la
erradicación de diez de ellos –se excluía el DDT-).
• Los residuos radiactivos. Suponen un problema no resuelto aún y que
probablemente se agravará con el cierre de las próximas centrales
nucleares, principal fuente de estos residuos.
• Los residuos urbanos. Suponen la necesidad de un tratamiento adecuado
de los mismos, pues requieren recursos, terrenos, energía, etc. crecientes:
más del 60 % de las basuras de Europa Occidental y EE.UU. son
depositados en vertederos; en Japón, Suecia y Suiza, el 50 % de estos
residuos son incinerados. En cualquiera de los dos casos ello supone bien la
contaminación directa de los suelos, de los acuíferos o de la atmósfera, o
ambas a la vez.
• Una situación sobrevenida al respecto tiene que ver con el tráfico bien para
reciclado, bien para el simple abandono de residuos de todo tipo, lo que ha
sido abordado por el Convenio de Basilea (1989).

9. La contaminación de los mares y la sobreexplotación de los


recursos pesqueros
• El papel de las concentraciones urbanas, de los aportes de los ríos, etc. se
traducen en que los mares y océanos reciben todos los años más de 20.000
millones de Tm de materiales disueltos y en suspensión, de los que el 75 %
son de origen terrestre.
• Frente a ello se destaca el papel inhibidor de la llegada de estos materiales
por las presas reguladoras de los ríos. Ello tiene efectos perniciosos en los
humedales costeros (marismas, manglares, estuarios, bahías,…) y en los
arrecifes, que al desaparecer se pierden zonas de transición
particularmente ricas y protectoras, incrementando la vulnerabilidad de
estas áreas frente al paso de las tormentas y a la erosión.
• La sobrepesca (afectando al 60 % de los caladeros marinos) y el desarrollo
descontrolado y no planificado de la acuicultura, completan el panorama
de degradación de estos ambientes. Ello afecta al 16 % del consumo
mundial de proteínas de la dieta humana, de la que dependen al menos
1.000 millones de personas en Asia, regiones costeras de África y naciones
insulares.
• Los mares interiores, lejos de estar al margen, se ven envueltos en una
espiral de degradación que está conduciendo a su desaparición definitiva
(lago Chad, mar de Aral).
• Otra situación: derrames de crudo provocados por accidentes o por lavado
incontrolado de tanques en alta mar y su influencia en los ecosistemas
marinos y terrestres, así como en la captura de alimento y en la economía
mundial y/o local.
10. Contaminación acústica
• Problema emergente en el marco de las agresiones ambientales (en el
futuro, ¿la contaminación luminosa?).
• En la UE, el 17 % de la población está sometida a un nivel de ruidos de más
de 65 dB –límite aprobado por la OMS para señalar el umbral que
comienza a ser peligroso para la salud-.
• Necesidad desde el año 2000 de elaborar mapas de ruido para las
aglomeraciones humanas de más de 250.000 personas, para vías de
circulación de más de 6 millones de movimientos anuales, de vías férreas
con más de 60.000 y de aeropuertos con más de 50.000 movimientos.

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