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Las pruebas y el Código

Por Hecmilio Galván


Email: triunfaremos@gmail.com
31 de agosto de 2009

Después voy a regalarles a mis lectores (los que me soportan) un


análisis un poco más concienzudo sobre las Pruebas Nacionales, sus
resultados en sus 17 años de vigencia y algunos criterios sobre su
efectividad; pero por ahora quiero relacionar el fraude en las pruebas
nacionales con la discusión sobre la modificación del Código Del
Menor.

Claro que es grave que un grupo de estudiantes opten por comprar


los resultados de un examen, sobre todo, si se trata del más
importante del sistema educativo. Más grave también es que los
niños y jóvenes se involucren en hechos delictivos como asaltos,
crímenes y asesinatos.

Sin embargo considero que estamos mirando pa’ donde no es y


culpando más bien a las víctimas. La idea misma de menor de edad,
se refiere al ser humano que no cumple los criterios etarios para
considerarse en pleno uso de sus facultades mentales. Y que por lo
tanto, que no puede tomar decisiones plenamente consiente de sus
resultados (no es tanto así claro está) y aunque eso es realmente
discutible, tenemos que estar de acuerdo que los más jóvenes son
mucho más influenciables que los mayores, y que sus decisiones
están mucho más conectadas con el contexto social en que se
desenvuelven.

Niños y jóvenes no son los responsables de la situación de deterioro


institucional y familiar, de inversión moral y de empobrecimiento
económico que vive el país. Más bien, son las víctimas más
vulnerables ante una descomposición social galopante y sus
consecuencias. Son el producto de una sociedad en malas, lo cual
reproducen en sus visiones y sus acciones.

¿Qué ejemplo pueden tomar niños y jóvenes en un país donde la


única profesión remunerada es el mercenarismo político; alimentado
por ríos y ríos de corrupción, protegidos por un denso bosque de
impunidad?

¿Que pueden pensar nuestros jóvenes, si todos los que han robado
mucho al erario público o privado han sido favorecidos o con la
impunidad cruel, o bien con penas absolutamente laxas?

¿Qué ejemplo pueden tener nuestros niños, niñas y adolescentes si


las fuerzas dedicadas al orden en el país se dedican
fundamentalmente al Macuteo, el “tumbapolvismo a los políticos y
empresarios, pero también al crimen mismo, a la extorsión y al
narcotráfico?

¿Qué podemos exigirles a las y los jóvenes de los barrios, cuando lo


único que reciben del Estado, a través de la Policía, son golpizas,
torturas, balas, burlas y miedo?

¿Qué pueden esperar nuestros niños, niñas y adolescentes cuando la


Justicia, encargada de castigar las infracciones a las leyes, se hace de
la vista gorda siempre que sean poderosos quienes las cometan?

¿Qué podemos exigirles a los niños, niñas y adolescentes


dominicanos cuando lo que ven en televisión son escándalos de
corrupción y latrocinio que sólo son superados por nuevos
escándalos?

¿Qué podemos pedir de nuestros niños y niñas sino le garantizamos


una educación en valores, una vida saludable, ni la seguridad de un
futuro mínimamente garantizado?

¿Cómo podemos pedirles y castigar a los niños y adolescentes lo que


no le pedimos ni castigamos a los políticos, a los banqueros o a los
empresarios?

En vez de pensar modificar códigos o castigar a los niños y


adolescentes con penas mayores deberíamos pensar primero en
cumplirlos. Replantearnos como sociedad la construcción de una
nueva institucionalidad y una nueva democracia que incluya a las
mayorías.

En vez de exigirles a los niños, deberíamos pensar en educarlos con


el ejemplo. Garantizar un sistema de educación gratuito, obligatorio,
de cobertura total y fundamentada en los valores de una nueva
sociedad.

En vez de pensar en castigarles, deberíamos primero pensar en


garantizarles una vida digna, oportunidades de superación y de
desarrollo, además de generar un ambiente social y comunitario
saludable y digno.

Sancionar a los jóvenes estudiantes por lo de las Pruebas Nacionales


es querer culparlos de imitar lo que ven en la televisión, el
comportamiento de dirigentes políticos, periodistas, fiscales, jerarcas
de la iglesia, jueces, empresarios y generales. ¿Cómo van a
manejarse mejor los estudiantes, mientras la exSecretaria Alejandrina
Germán permitió que los envenenasen con leche mala sólo para tener
una Mansión de Ensueño en Jarabacoa?
Modificar el Código del Menor, sin primero cumplirlo, es
sencillamente apostar por el castigo, antes de la prevención. Apostar
por dejarlo todo igual.

Apostemos mejor por las y los niños y adolescentes, invirtamos en


ellos y ellas, tengamos fe en su futuro, organicémosles, para ver si se
convierten en la cantera de sueños para cambiar esta fracasada y
podrida sociedad de adultos.

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