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Los Apóstoles.

Índice
1. JUSTIFICACIÓN DEL TRABAJO....................................................................................2
2. INTRODUCCIÓN ..............................................................................................................2
3. EL TÉRMINO APÓSTOL..................................................................................................3
4. LOS DOCE APÓSTOLES ..................................................................................................3
5. IDENTIFICACIÓN. ...........................................................................................................7
6. LOS APÓSTOLES. UNO A UNO. ...................................................................................9
I. PEDRO ..................................................................................................................................................................9
II. JUAN ...............................................................................................................................................................15
III. ANDRÉS...........................................................................................................................................................18
IV. TOMÁS.............................................................................................................................................................20
V. MATEO ...........................................................................................................................................................22
VI. JUDAS ISCARIOTE ........................................................................................................................................25
VII. SANTIAGO “EL MENOR”............................................................................................................................27
VIII. FELIPE. .............................................................................................................................................................29
IX. SIMÓN EL ZELOTES. ....................................................................................................................................31
X. SANTIAGO “EL MAYOR”...........................................................................................................................34
XI. BARTOLOMÉ..................................................................................................................................................36
XII. TADEO. ............................................................................................................................................................39

7. CONCLUSIÓN. ................................................................................................................41
8. ANEXO. .............................................................................................................................42
9. BIBLIOGRAFÍA................................................................................................................43

SIGLAS Y ABREVIATURAS

HM Los Hombres del Maestro


DJN Diccionario de Jesús de Nazaret
QQB Quién es quién en la Biblia

NOTA.- Utilizaremos las abreviaturas bíblicas de la Biblia de Jerusalén (Nueva edición revisada y aumentada, Bilbao,
Desclée de Brouwer, [1998]; de esta edición tomaremos también los textos bíblicos, mientras no se indique lo
contrario).

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Los Apóstoles.

1. Justificación del Trabajo


El presente trabajo intenta acercarse al tiempo de Jesús a través del estudio de
aquellos hombres que conocieron vivieron muy cerca del Maestro. Para realizar el estudio,
esto es: identificar a los personajes, conocerlos, averiguar lo que pensaron y
experimentaron.... es necesario profundizar en el momento histórico que vivieron. Por
tanto, podemos decir que este estudio tiene un doble interés conocer a los apóstoles y el
período concreto de la historia en que existieron ya que no se puede llegar a lo primero sin
tener en cuenta lo segundo.

2. Introducción
El modo de abarcar el tema propuesta será el siguiente:

− Un primer acercamiento al término apóstol con la intención de situarnos e


iniciar lo que será el desarrollo posterior.

− Luego una pequeña síntesis, desde una lectura sapiencial de la escritura, que
trata aspectos en general sobre la llamada, institución, misión... de los doce. Es
como dar un paso más en el intento por desentrañar la trama de lo que vivieron
aquellos hombres.

− En un tercer momento pasaremos a la identificación. Esto es, extraer los doce


nombres de los apóstoles a partir de las distintas listas que aparecen en los
evangelios y en lo Hechos.

− En cuarto lugar pasaremos a un estudio más exhaustivo de cada uno de ellos.


Este apartado viene a ser la parte central del estudio.

− Por último, una pequeña conclusión.

Indicar también que la principal fuente utilizada son los estudios realizados a partir de la
Sagrada Escritura, aunque en algún momento también recurriremos a lo que dice la
tradición.

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Los Apóstoles.

3. El término apóstol1
El apóstol es un enviado, un emisario, delegado para cumplir una misión oficial (Mt
10,2; Mc 6,30; Jn 13,16). En sentido estricto y evangélico, «apóstol es el portador del
mensaje cristiano. Los apóstoles son los testigos de Jesucristo resucitado, los que testifican
que Jesús de Nazaret es el Mesías anunciado, el Hijo de Dios que muere y resucita2. El
colegio apostólico está formado por los «doce3» (Mt 10,5; 20,17; 26,14; Jn 6,66-70). La
elección de los doce está narrada de formas diferentes (Mt 10,1-4; Mc 3,13-19; Lc 6,12-16; Jn
1,35-51). En los evangelios sinópticos aparecen siempre en tres grupos: 1) Pedro, Andrés,
Santiago y Juan; 2) Felipe, Bartolomé, Mateo y Tomás; 3) Santiago el de Alfeo, Simón, Judas
de Santiago y judas Iscariote (Lc 6,1316). Los tres grupos se mantienen siempre en las listas,
pero el orden a veces varía (cf. Mt 10,2-4; Mc 3,16-19; Lc 6,13-16). Los apóstoles deben
anunciar el reino de Dios (Mt 28,18; Mc 16,15ss) en unión con Pedro, que es siempre el
primero (Mt 16,18). Son el fundamento de la Iglesia (1 Cor 15,7; 2 Cor 5,20; Gál 1,19), y, por
tanto, gozan de autoridad en ella, pero no deben olvidar que es una autoridad de servicio.
Ellos se presentan como "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Cor
4,1). Su función es, por tanto, netamente pastoral.

4. Los doce apóstoles


En primer lugar, para entender quiénes fueron estos hombres es necesario situarnos
en el contexto evangélico que no habla de ellos: Mc 3,13-19.

Cuando Cristo llevaba ya un cierto tiempo predicando el Evangelio y realizando


milagros en su confirmación, le seguían fervorosas las gentes y se había asegurado un
buen número de discípulos, «subió al monte y llamó a los que quería, y vinieron junto a
él» (v. 13).

Dividiendo en fragmentos el versículo 13, no será más fácil e intuitiva la


comprensión:

1
Para el desarrollo de este apartado como el del siguiente nos hemos centrado fundamentalmente en los artículos
MARTIN, Evaristo, “Apóstol” y PÉREZ, Gabriel, “Doce (los)”, ambos recogidos en FERNÁNDEZ, Felipe (dir.), Diccionario
de Jesús de Nazaret, Burgos, Monte Carmelo, 2001.
2
Se señalan para ser «Apóstol de Jesucristo» estos dos datos: haber recibido de Cristo la misión de predicar y haber
visto a Jesús Resucitado. Por ello San Pablo tiene que subrayar que vio a Jesús Resucitado por el camino de Damasco y
que recibió de él su misión de predicar (cf. Cor 9,1; 15,7-9; Gál c.1)
3
El número doce en la Biblia es un número perfecto, que designa el pueblo de Dios, representado en el A. T por las
doce tribus de Israel (Ex 24,4; Mt 19,28; Lc 22,30) y en el N. T por los doce apóstoles (Mt 19,28). Jesús elige a doce
para que sean los proclamadores de su mensaje (Mt 10,1; 11,1; 20,17; Mc 3,14; 4,10; 6,7; 9,35; 10,32; 11,11; 14,43; Lc
6,13; 8,1; 9,1; 18,31; 22,47); estos doce, unas veces se llaman discípulos (Mt 10,1), y otras, apóstoles (Mt 10,2; Lc
22,14). Otras veces se llaman simplemente "los doce" (Mt 26,14; Mc 3,16; Jn 6,67. 70-71). El número doce está, sin
duda, en relación con los doce signos del Zodíaco y con los doce meses del año. Como era un número perfecto, era
también un número redondo (Mt 9,20; 14,20; Mc 5,25.42; 6,43; Lc 2,42; 8,42-43; 9,17; Jn 6,13; 11,9). (cf. MARTIN,
Evaristo,”Doce”, en DJN, p.294)

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Los Apóstoles.

− «Subió al monte». Tanto en la cultura religiosa judía como en las culturas


paganas es el lugar donde habita la divinidad, la morada de los dioses. La
historia de las religiones manifiesta que el monte es un lugar teofánico por
excelencia. Marcos coloca a Jesús en la esfera divina. Y desde ella va a convocar
a sus discípulos para constituir el nuevo pueblo de Dios. Y lo realiza de una
manera que evoca la constitución del antiguo Israel en el monte Sinaí. Tenemos
un nuevo Moisés y un nuevo Pueblo.

− «Llama (convoca) a los que él quería». El verbo griego utilizado (pros-kaléomai)


no significa simplemente llamar, sino «llamar hacia sí», «convocar a su
presencia». Esta acción supone que quien convoca tiene autoridad para hacerlo.
En Mc el verbo sólo se utiliza a propósito de Jesús (ocho veces) y de Pilatos (una
vez). Algunos traducen: «a los que él quiso», en cuyo caso se presenta la elección
como un acto debido a la voluntad de Jesús. Pero el texto griego utiliza el
imperfecto (éthelen). Y el imperfecto expresa «un amor de Jesús que viene desde
siempre, que no puede decirse que ha comenzado en un momento determinado
y señala el motivo de la convocación» (J. Mateos). El amor es lo que está en la
raíz y determina la vocación por parte de Jesús. De estos datos se deduce la
siguiente conclusión: «El apóstol del NT no es un hombre escogido por la
comunidad, sino por Jesús mismo, para llevar a los hombres la gran noticia, el
evangelio»

En segundo lugar vamos a ver lo que significa la institución de los Doce.

El Colegio Apostólico estaría constituido por doce de sus discípulos. Este


número dice relación a las doce tribus de Israel. También los jefes del nuevo pueblo
deberán ser doce. Cuando falló Judas se restablece el número doce con la elección de
Matías (He 1,26). Número que sería conservado eternamente en el Cielo. «Cuando el
Hijo del hombre se siente en su trono de gloria -dice Jesús a los Doce- os sentaréis
también vosotros en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt 19,28). Y de
la Jerusalén celeste se dice que «tenía una muralla grande y alta con doce puertas; y
sobre las puertas doce Ángeles y nombres grabados, que son los de las doce tribus de
los hijos de Israel... La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras que llevan los
nombres de los doce Apóstoles del Cordero» (Ap 21,12-14). La expresión «los Doce»
aparece en Mc en doce perícopas. Fuera de los evangelios sólo aparecen tres veces: He
6,2;l Cor 15,5 y Ap 21,14.

En tercer lugar vamos a hacer una aproximación a la misión que les dio: «para que
estuviesen con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios» (Mc 3,14b-
15).

En el envío que les hará más adelante señalará también la de «curar enfermos»,
además de señalarles las «actitudes a observar» en la misión que les confía (6,7-13).

Al igual que hemos hecho antes, dividimos el texto en fragmentos para una
mejor comprensión:

− «Para que estuviesen con él». Tenemos aquí un dato histórico con una profunda
significación teológica: los Doce deberán estar con él, acompañándole

4
Los Apóstoles.

continuamente. Y desde esa comunión con él serán enviados a realizar la misma


misión de Jesús: enseñar, expulsar demonios y curar enfermos. Comunión de
vida y de destino con Jesús. «El cristianismo no es un hecho individual, sino
comunitario. Jesús crea un ámbito «contracultural» dentro de la sociedad y de la
historia, definido por un grupo de personas que se relacionan entre sí según los
valores del Reinado de Dios y no según los valores fomentados en la sociedad.
Así hay una oposición entre la comunidad cristiana y la sociedad en general. Lo
característico no es la separación sociológica, ni el hecho de aceptar una doctrina
determinada, ni unos sacramentos ni un culto. Lo determinante es vivir como
Jesús de Nazaret, con sus valores, con sus actitudes, con su «filosofía de la vida»,
con su enfoque en las relaciones humanas y de la relación con Dios. Esta es la
comunidad de vida y de destino que representan los doce, el núcleo teológico
del nuevo Israel, de la Iglesia cristiana»

− «Predicar, expulsar demonios, curar enfermos». El tema de la predicación es la


conversión. Fue el tema fundamental de la predicación de los profetas del AT.
Lo fue también de la exhortación del Bautista. Y con él comienza su predicación
Jesús (Mc 1,15). Pero la conversión a partir de ahora tendrá como término la
persona misma de Cristo. Con frecuencia se dice que Jesús expulsaba demonios.
Aparece en lucha con Satanás en el desierto y su primera acción prodigiosa fue
la expulsión de un demonio (Mc 1,23ss). Marcos dice que los Doce expulsaban
demonios (6,13). Se ve que la liberación de los hombres de los poderes
demoníacos constituía una parte importante y amplia de su ministerio. La razón
de presentar la acción salvadora de Jesús y de sus discípulos como «expulsión
de demonios», obedece al contexto ambiental. Los judíos del tiempo de Jesús
vivían bajo el temor del demonio porque le atribuían la mayoría de los males de
todo orden que tenían que sufrir. Lógico que Jesús les presentase su misión
como la liberación del demonio y los males que él ocasionaba. La unción de los
enfermos con aceite era usual entre los judíos como simple procedimiento
médico. Así también en el AT, en la literatura rabínica y en los griegos. Aquí es
símbolo del poder sobre las enfermedades que Cristo trasmite a los Doce. No
tenemos aquí el sacramento de la Unción de los enfermos, pero sí su punto de
partida. La Iglesia ha visto en esta unción una prefiguración del mismo.

− Cristo señala a los Doce las actitudes misioneras: agilidad (movilidad),


desprendimiento y confianza en Dios. Por ello sólo se les permite llevar un
bastón y unas sandalias (equipaje propio para marchas duras), y confiar en la
hospitalidad de aquellos a quienes son enviados. Un enviado a predicar el
evangelio que confía más en su equipamiento y sus dotes personales que en la
fuerza de la Palabra que predica no consigue credibilidad. A veces no serán bien
recibidos. Mateo habla de dos posibilidades: acogida o rechazo. Marcos mira
más bien al sacrificio y sufrimientos, conforme a la perspectiva de su evangelio.

Por último vamos a ver qué diferencias hay cuando hablamos de apóstoles y
cuando hablamos de discípulos.

Algunos autores: W. Burgers, R. P. Meye, J. Mateos, consideran que estamos


hablando del mismo grupo, sin embargo, consideran grupos distintos la mayoría de los
autores: C. H. Turner, V. Taylor, W. L. Lane, R. Pesch, J. A. Estrada, J. Gnilka: los Doce

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Los Apóstoles.

constituyen un grupo restringido dentro del más amplio de los discípulos. Lo que nos
parece más probable por las razones siguientes: en Mc 4,10 se distingue a los Doce de
«los que seguían a Jesús» (juntamente con los Doce); y en 3,34 se designa a «los que
estaban a su alrededor» como verdaderos discípulos. Además, hay dos características
que se aplican sólo a los Doce y no a los discípulos en general: «estar con Jesús» y
«enviarlos a predicar» (Mc 3,14s). Si bien nunca se yuxtaponen las dos expresiones: «los
Doce» y «los discípulos», ni aparece la expresión «los Doce y los demás discípulos»
(argumento para la identificación), la mención de ambos subgrupos indica que no son
equiparables.

Lucas y Juan también distinguen entre el grupo de los Doce y un grupo más
amplio de discípulos: Lc 6,13 dice: «Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos, y
eligió doce entre ellos, a los que llamó también apóstoles». Y después de enumerar a los
doce, escribe: «Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud
de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo». Sigue el sermón de la montaña
lucano. Por lo que se refiere a Juan resulta igualmente claro: Muchos de sus discípulos,
al oírle (el sermón eucarístico) dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede
escucharlo?... Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no
andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos?»
(6,60.66s, Cf. 19,38).

Mateo, en cambio, une redaccionalmente «los discípulos» con los «Doce» y


menciona los «Doce discípulos» (10,1; 11,1), o sustituye los «Doce» por «los discípulos»
(13,10). Después de la defección de Judas, dirá: «los Once discípulos» (28,16). Pero con
esta simplificación pretende contraponer los dos grupos: el antiguo pueblo de las doce
tribus y el nuevo Pueblo que comienza a formarse con la predicación de los Doce
Apóstoles.

Por último, añadir que la constitución de un grupo de «Doce» está atestiguado


por la más antigua tradición. Se remonta a Jesús mismo. En favor de ello están: la lista
que dan los Sinópticos y los Hechos, con una convergencia casi perfecta; y respecto de
Santiago y Juan conservan el «Boanerges», indicio de antigüedad. Además, la
denominación «los Doce» desaparece muy pronto en la literatura cristiana primitiva
(sólo se encuentra, como indicamos en He 6,2;1 Cor 15,5 y Ap 21,14). Debido, sin duda,
a que los Doce se dispersaron muy pronto y desaparecen como grupo. La
denominación «los Doce» es, en consecuencia, un arcaísmo en el mundo cristiano, al
que responde la institución de «los Doce» por Cristo mismo. Finalmente un dato
confirmatorio: Ante la traición de Judas, su lugar tiene que ser ocupado por otro (He
1,21 s) con el fin de conservar el número 12. Sin duda porque había sido instituido por
Cristo, enraizado en las doce tribus de Israel. «Si el grupo de los Doce hubiese sido
constituido después de la Pascua, la comunidad apostólica no hubiese pensado jamás
en relacionar con ella al traidor. Por tanto, estamos seguros de que el mismo Jesús creó
entre sus discípulos un grupo de «doce» al que concedió un significado particular».

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Los Apóstoles.

5. Identificación.
Lo primero que vamos hacer es acercarnos a las distintas listas, con distintos
nombres, que aparecen en el NT para así poder obtener una posible concordancia entre
ellas, y descifrar por tanto los doce nombres de los apóstoles. Indicar además, que éstos
son los cimientos de la Iglesia cristiana por lo que nos interesa estudiarlos y así conocer
que era para ellos ser apóstoles y qué debe de ser para nosotros ser discípulos.

Pasamos ahora a la identificación. Los nombres de los apóstoles aparecen en cuatro


lugares diferentes del NT: Marcos 3,16-19; Mateo 10,2-4; Lucas 6,14-16; Hechos 1,13. Para
poder identificarlos vamos a colocar las diferentes listas a modo de columnas, una al lado
de otra, y haremos una serie de consideraciones.

Marcos Mateo Lucas Hechos


Pedro Pedro Pedro Pedro
Santiago Andrés Andrés Santiago
Juan Santiago Santiago Juan
Andrés Juan Juan Andrés
Felipe Felipe Felipe Felipe
Bartolomé Bartolomé Bartolomé Tomás
Mateo Tomás Mateo Bartolomé
Tomás Mateo Tomás Mateo
Santiago hijo de Alfeo Santiago hijo de Alfeo Santiago hijo de Alfeo Santiago hijo de Alfeo
Tadeo Lebeo, apodado Tadeo Simón el Zelotes Simón el Zelotes
Simón el Cananeo Simón el Cananeo Judas hermano de Santiago Judas hermano de Santiago
Judas Iscariote Judas Iscariote Judas Iscariote

Consideraciones4:

Mc y Mt hablan de Simón el Cananita mientras que Lc habla de Simón el Zelotes. En los mejores
Manuscritos del griego, la palabra que representa a Cananita, no es kananités, sino kananaios. Ésta, no
describe la nacionalidad de Simón, sino su partido político: Zelotes, que era un nacionalista judío
fanático. Por lo que en ambos casos se está hablando de la misma persona.

El apóstol Judas hermano de Santiago, se refiere realmente a Judas hijo de Santiago, aunque se
tradujo de la primera forma para identificar a este Judas con el de la Epístola de Judas donde se
presenta a sí mismo como hermano de Judas.
Tadeo y Judas el hijo de Santiago deben de ser la misma persona. No era extraño que un hombre
tuviera tres nombres. Tadeo pude haber tenido como otro de sus nombres Judas, y cuando este
nombre se hizo vergonzoso, haber desaparecido para quedarse con Tadeo. O quizás, Tadeo fuera el
mismo nombre que Theudas, que pudo convertirse en Judas.

En el cuarto Evangelio aparece Natanael como uno de los doce, y sin embargo no aparece en ninguna
de las listas. Esto puede ser debido, por diversos motivos5, a que Natanael y Bartolomé sea la misma
persona.

4
Estas consideraciones, según BARCLAY, William, Los hombres del Maestro, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1988,
p.18-21, han sido hechas a partir del estudio de las distintas revisiones a las que se ha sometido a la escritura, así como
de la información que se desprende de los mejores Manuscritos.
5
Motivos: Natanael no aparece nunca en los Evangelios Sinópticos ni en cuarto Evangelio; Bartolomé no puede ser en
ningún caso un primer nombre -Bar significa hijo de y Bartolomé significa Hijo de Tolmai-; en los Evangelios
Sinópticos, Felipe y Bartolomé aparecen siempre juntos, sin embargo, en el cuarto Evangelio se conecta íntimamente a
Felipe y Natanael.

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Los Apóstoles.

Según lo anterior, la lista definitiva es la que se presenta a continuación. Para enriquecer el


estudio hemos tomada de la iconografía una pintura representativa de cada uno de ellos:

Pedro Santiago “el Mayor” Juan Andrés Felipe Bartolomé

Los doce apóstoles

Mateo Tomás Santiago el “Menor” Tadeo Simón el Zelotes Judas Iscariote

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6. Los apóstoles. Uno a uno.
I. PEDRO

ª Brevemente
Es el hombre que se convirtió en roca
Lo podemos definir como aquel que siempre que caía y fallaba, siempre
recobraba su coraje e integridad. Pudo haber tenido muchos defectos, pero tuvo
siempre la gracia salvadora del corazón que ama. Una mirada de los ojos de Jesús
siempre podía hacer volver a Pedro al camino del honor y de la fidelidad.

ª Profundizando:
Aparece el primero en las listas, y es el que mejor conocemos. En el NT tiene otros
tres nombres:

1) Simón (Mc 1,16; Jn 1,40 y 41). Es como su nombre propio (aparece 75 veces).
Mateo le llama Simón llamado Pedro (Mt 4,18; 10,2). Y como Simón permaneció
hasta el final del día. Distintas ocasiones en que el llamado de este modo:

− Ocasiones domésticas: Mc y Lc hablan de la casa de Simón y de la madre de la


mujer de Simón (Mc 1,29.30; Lc 4,38)
− Lucas habla de la barca de Simón y de los compañeros de pesca de Simón (Lc
5,3.10)
− Cuando a Cornelio le envían a Pedro le dicen que pregunte por Simón (Hch
10,5;18;11,3)
− En los momentos íntimos e importantes de su relación con Jesús.
− Cuando Jesús le ordena lanzarse mar adentro (Lc 5,4).
− En su gran encomienda en Cesarea de Filipo (Mt 16, 17).
− En su advertencia de que su lealtad no superaría la prueba (Lc 22, 31)
− En el Huerto de Getsemaní cuando Pedro se quedó dormido (Mc 14,37).
2) Simeón. Le llama así Santiago (Hch 15,14), y al principio de la carta que lleva su
nombre (2 P 1,1). Simeón es la forma hebrea original de su nombre. Fue llamado
de este modo en la Iglesia de Jerusalén y era natural que en esa Iglesia se utilizara
la forma hebrea original de su nombre. Aparece dos veces (Hch 15,14; 2P 1,1)

3) Pedro. Fue el mismo Jesús quien le dio a Simón su nuevo nombre (Mc 3,16; Lc
6,14; Jn 1,42). En el Evangelio de Juan dice: “«Tú, eres Simón, el hijo de Juan; tú te
llamarás Cefas» que quiere decir piedra” (es mencionado 154 veces con este
sobrenombre). Cefas y Pedro son formas diferentes de decir el mismo nombre
(Pedro en griego y Cefas en arameo). Simón significa paloma y Cefas significa
piedra. Por lo que Jesús, esta queriendo decir: “Hasta ahora has sido como una
paloma aleteante y asustadiza; pero si me tomas como Maestro y me das tu vida, haré de ti
una roca”. Los escritores del evangelio suelen referirse a el con los dos nombres
juntos: Simón Pedro (Mt 16,16; Lc 5,8; Jn 1,40; 6,68; 16,6.7.34.36; 18,10.15.25; 20,6;
21,2.3.7.11.15.16.17).

En el mundo antiguo casi todos hablaban griego al mismo tiempo que la


lengua nativa. Por lo que casi todos tenían dos nombres; uno era el nombre griego
(Pedro), por el que le conocían en el trabajo y en el mundo, el otro era el nombre por
el que le conocían en privado y sus amistades (Cefas). Así pues, siempre que Pablo
habla de Pedro le llama Cefas (1Co 12; 3,22; 9,5; 15,5; Gal 2,9). Sin embargo, para los
judíos Pedro era el apóstol en particular.

De Pedro se conoce más que de los otros apóstoles posiblemente por la


relación tan estrecha que tuvo con Marcos -cuando Pedro escribe su primera carta
habla de «Marcos, mi hijo» (1P 5,13)-. Papias, obispo de Hierapolis durante la primera
mitad del siglo segundo, fue un gran estudioso de la manera en que fueron escritos y
recopilados los evangelios. Nos cuenta cómo se llegó a escribir el Evangelio de
Marcos, y de ahí se deduce que este evangelio no es otra cosa que el material de la
predicación de Pedro. Pedro nunca retuvo ninguna información, nos cuenta sus
propios errores; las censuras que recibía algunas veces de su Maestro; su terrible
deslealtad. No ocultó nada por que deseaba mostrar la medida en la que había
recibido el amor de perdón y la gracia recreadora de Cristo.

Podemos decir de Pedro que fue pescador, y fue estando en la barca y con las
redes cuando Jesús lo llamó (cf. Mc 1,16). Estaba casado (cf. 1 Co 9,5). Su casa estaba
en Cafarnaún 6y pede ser que fuera la sede de Jesús cuando estuvo en esta ciudad,
porque allí acudió Jesús al salir de la sinagoga, y fue allí donde curó a la madre de la
mujer de Pedro (cf. Mc 1,29s; Lc 4,38; Mt 8,14).

Pedro era un galileo típico. Se dice de los galileos -según Josefo7- que eran
siempre aficionados a las innovaciones, por naturaliza , dispuesto a los cambios , y se
deleitaban con las sediciones… siempre estaban disponible para seguir a un dirigente
y empezar una insurrección. Eran de temperamento impulsivo y dados a las disputas,
pero también eran los más caballerosos de todos. El Talmund dice de los galileos:
«siempre ansiaban más el honor que la ganancia».

Pronto alcanzó el lugar principal entre los doce. Cuando Mateo lo nombra en
su lista «el primero, Simón» (Mt 10,2), primero es en griego protos, pero también
significa jefe, por lo que además de ser primero en la lista, Mateo podría estar
queriendo decir que era el dirigente del grupo de los apóstoles.

Pedro está también, junto con Santiago y Juan, entre los más cercanos a Jesús:
resurrección de la hija de Jairo (cf. Mc 5,27; Lc 8,51); en el Monte de la Transfiguración
(cf. Mt 17,1; Mc 9,2; Lc 9,28); en el Huerto de Getsemaní (cf. Mt 26,37; Mc 14,33). Pedro
y Juan fueron los enviados a preparar la última Pascua en Jerusalén (cf. Lc 22,8).

6
“Excavaciones arqueológicas recientes han permitido descubrir, bajo el piso de mosaico octagonal de una pequeña
iglesia bizantina, vestigios de una iglesia más antigua construida sobre esa casa, como atestiguan las inscripciones con
invocaciones a Pedro”. (BENEDICTO XVI, Pedro, «el pescador». Audiencia General (17-5-2006). Publicado en
Ecclesia 3315 (2006) 933-934)
7
Josefo, Vida, 17: Guerras de los Judíos, 3,3,2, en HM, p.26
En los evangelios aparece como portavoz de los doce. Es el que pregunta el
significado de una parábola difícil (cf. Mt 15,15; Lc 12,41). Pregunta cuántas veces
debe de perdonar (cf. Mt 18,21) y cuál será la recompensa de los que habían dejado
todo para seguir a Jesús (cf. Mt 19,27). Es quien pregunta sobre la higuera que se
había secado (cf. Mc 11,21) y sobre el significado de lo que Jesús había dicho sobre el
final próximo (cf. Mc 13,3). También fue a Pedro a quien se dirigieron los judíos para
preguntarle si Jesús pagaba sus impuestos (cf. Mt 17,24). El fue quien respondió
cuando Jesús preguntó quién le había tocado entre la multitud (cf. Lc 8,45). Pedro es
quien hace preguntas sobre el Cristo Resucitado (cf. Jn 21, 20-22).

También Pedro es el primero a quien lava los pies en la última Cena (cf. Jn 13,
6) y ora sólo por él para que no desfallezca en la fe y pueda confirmar luego en ella a
los demás discípulos (cf. Lc 22, 30-31). Esto muestra cómo el ministerio confiado a
Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial
pascual celebrado en la Eucaristía.

8El hecho de insertar el primado de Pedro en el contexto de la última Cena, en


el momento de la institución de la Eucaristía, Pascua del Señor, indica también el
sentido último de este primado: Pedro, para todos los tiempos, debe ser el custodio
de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que
la red no se rompa, a fin de que así perdure la comunión universal. Sólo juntos
podemos estar con Cristo, que es el Señor de todos. La responsabilidad de Pedro
consiste en garantizar así la comunión con Cristo con la caridad de Cristo, guiando a
la realización de esta caridad en la vida diaria.

Al estudiar la vida de Pedro, encontramos como fundamental:

1) El gran descubrimiento.

Según cuenta el cuarto evangelio, después de la multiplicación de los


panes, tomaron a Jesús por la fuerza para hacerle rey pero el no se dejó (cf. Jn
6,1-15). El resultado fue que muchos, decepcionados, dejaron de seguirle. Jesús
preguntó a sus elegidos si ellos también querían dejarle, entonces Pedro hizo
su gran declaración y su gran descubrimiento: «Señor ¿dónde vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Jn 6,66-69).

La narración de los sinópticos es más dramática ya que el tiempo de


Jesús estaba llegando al final y era esencial que supiera si había alguien que,
aunque débilmente, se diera cuenta de quién era. Por tanto, llevó a sus
discípulos hacia el norte, a Cesarea de Filipo, durante un tiempo para
descansar y para enseñarles y estar en la intimidad con ellos. Primero hizo de
la pregunta de «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» para pasar luego a
una pregunta más directa: «¿Quién decís vosotros que soy yo?», y fue Pedro el
que respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 113-16; Mc 8,
27-29; Lc 9,18-20).

2) La gran promesa.

8
La siguiente reflexión está tomada de BENEDICTO XVI, Pedro, la roca sobre la que Cristo fundó la Iglesia.
Audiencia General (7-6-2006). Publicado en Ecclesia 3315 (2006) 936-937
Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de
una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: "Y yo a mi vez te digo que tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las llaves del reino
de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la
tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19). Al ser Pedro el primer
hombre que descubrió quién era Jesús, al ser el primero que hizo la confesión
de fe que ha sido la confesión de todos los que han entrado en la Iglesia, fue el
primer miembro de la Iglesia, y por tanto el cimiento.

Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el
cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las
llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno;
por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que
considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo.
Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes
muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado
de jurisdicción".

3) La gran reprimenda

Acababa de hacer Pedro su gran confesión cuando Jesús anunció su


propia muerte (cf. Mt 16,21; Mc 8,31; Lc 9,22). Pedro se asustó, sintió horror y
protestó diciendo que nunca sucederían tales cosas. La respuesta de Jesús fue:
«Quítate de mi vista, Satanás» (Mt 16,22-23; Mc 8,32-33). Esto tiene una
explicación. La reacción de Pedro se debe, por un lado, al amor que Pedro
profesaba por Jesús, por lo que era insoportable pensar que Jesús iba a
terminar en la cruz; en segundo lugar se debe a que este anuncio de Jesús iba
contra todo lo que Pedro había pensado, conocido y creído siempre. Durante
toda su vida Pedro fue educado para pensar en el Hijo del hombre como una
figura celestial, vestido de poder y gloria, repartiendo muerte y destrucción
entre sus enemigos9. Y ahora Jesús estaba relacionando al Hijo del hombre con
la cruz. La mente de Pedro era incapaz de hacer tal conexión. Si hablamos
ahora de la dureza de la reprimenda de Jesús, podemos decir que se debe a
que le estaba presentado de nuevo las mismas tentaciones que el demonio le
había presentado en el desierto al principio de su ministerio (cf. Mt 4,1-11; Lc
4,1-13). La tentación del pan: ésa fue la tentación de pujar por la lealtad de los
hombres con la oferta de bendiciones materiales. Salta desde el pináculo del
templo: ésa fue la tentación de deslumbrar los ojos de los hombres con
sensaciones. Agáchate y adórame: ésa fue la tentación de aceptar las
condiciones del mundo. Jesús había sido tentado a seguir el camino del poder
y la gloria y lo había rechazado deliberadamente por el camino de la cruz y, en
ese momento, Pedro, por amor, le estaba enfrentando de nuevo a la misma
tentación. Además Jesús le estaba queriendo decir: No me señales tú el
camino; yo tomo mi camino y tú debes ponerte detrás de mí. Pedro aprende
así lo que significa en realidad seguir a Jesús. Es su segunda llamada, análoga
a la de Abraham en Gn 22, después de la de Gn 12: "Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque quien quiera salvar su vida,
la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 34-
35).

9
Esta conclusión la podemos obtener del libro de Enoc 46,2-5; cf. 48,2-10
4) La gran negación.

Siguiendo a Pedro en los últimos días de la vida de Jesús, nos


encontramos con que: en la sala de arriba había afirmado a Jesús una fidelidad
inquebrantable (cf. Mt 26,31-35); en el huerto de los olivos había sacado su
espada y se había preparado a vender su propia vida por su Maestro (cf. Jn
18,10.11); pero, en el patio de la casa del Sumo Sacerdote, su acento galileo le
traicionó y, cuando le preguntaron si era discípulo de Jesús, negó por tres
veces haberle conocido (cf. Mc 14, 66-72; Mt 26,69-75; Lc 22, 54-62; Jn 18,15-27).
Podemos condenar a Pedro por este último hecho, pero no hay que olvidar
que se encontraba solo y el resto de discípulos habían huido. Fue el fallo típico
del hombre valiente. También debemos recordar que esta trágica historia de la
negación de Pedro revoca sólo en él, y no tiene consecuencias sobre los demás.
Si el evangelio de Marcos consiste en el materia de la predicación de Pedro,
uno de los sermones favoritos de éste debe de haber sido la forma en que él
había fallado y cómo Cristo le había perdonado. Pedro tiene que aprender que
aprender que es débil y necesita perdón. Cuando finalmente se le cae la
máscara y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla
en un llanto de arrepentimiento liberador. Tras este llanto ya está preparado
para su misión.

5) La gran misión.

Pedro demostró un gran coraje moral al reunirse, después de la muerte


de Jesús, con los otros discípulos, a expensas de que estos supieran lo de las
negaciones. Fue el que primero entró en la tumba y la encontró vacía (cf. Jn
20,6). Fue a Pedro a quien Jesús envió un mensaje especial (cf. Mc 16,7) y a
quien se apareció de manera particular (cf. 1 Co 15,5). Y después, junto al lago,
llegó el día en que se le dio la misión de ser el pastor del rebaño de Cristo (cf.
Jn 21,15-17). El encuentro10 tendrá lugar a la orilla del lago de Tiberíades. El
evangelista san Juan nos narra el diálogo que mantuvieron Jesús y Pedro en
aquella circunstancia. Se puede constatar un juego de verbos muy
significativo. En griego, el verbo filéo expresa el amor de amistad, tierno pero
no total, mientras que el verbo “agapáo” significa el amor sin reservas, total e
incondicional.

La primera vez, Jesús pregunta a Pedro: "Simón..., ¿me amas" (agapâs-


me) con este amor total e incondicional? (cf. Jn 21, 15). Antes de la experiencia
de la traición, el Apóstol ciertamente habría dicho: "Te amo (agapô-se)
incondicionalmente". Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la
infidelidad, el drama de su propia debilidad, dice con humildad: "Señor, te
quiero (filô-se)", es decir, "te amo con mi pobre amor humano". Cristo insiste:
"Simón, ¿me amas con este amor total que yo quiero?". Y Pedro repite la respuesta
de su humilde amor humano: "Kyrie, filô-se", "Señor, te quiero como sé querer". La
tercera vez, Jesús sólo dice a Simón: "Fileîs-me?", "¿me quieres?". Simón
comprende que a Jesús le basta su amor pobre, el único del que es capaz, y sin
embargo se entristece porque el Señor se lo ha tenido que decir de ese modo.
Por eso le responde: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero (filô-se)".

10
Lo que sigue a continuación hasta el final del apartado está tomado de la catequesis de BENEDICTO XVI, Pedro, «el
apóstol». Audiencia General (24-5-2006). Publicado en Ecclesia 3315 (2006) 934-935
Parecería que Jesús se ha adaptado a Pedro, en vez de que Pedro se
adaptara a Jesús. Precisamente esta adaptación divina da esperanza al
discípulo que ha experimentado el sufrimiento de la infidelidad. De aquí nace
la confianza, que lo hace capaz de seguirlo hasta el final: "Con esto indicaba la
clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme"" (Jn 21,
19).

6) La gran realización.

Pedro se había convertido en el dirigente de la Iglesia. Jesús quiso


conferir a Pedro una posición de preeminencia y queda constatado después de
la resurrección cuando: Jesús encarga a las mujeres que lleven el anuncio a
Pedro, distinguiéndolo entre los demás Apóstoles (cf. Mc 16, 7); la Magdalena
acude corriendo a él y a Juan para informar que la piedra ha sido removida de
la entrada del sepulcro (cf. Jn 20, 2) y Juan le cede el paso cuando los dos
llegan ante la tumba vacía (cf. Jn 20, 4-6); después, entre los Apóstoles, Pedro
es el primer testigo de la aparición del Resucitado (cf. Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). En
los Hechos de los apóstoles también se ve claro como fue el primero que se
movió para elegir a otro apóstol que reemplazara al traidor Judas (cf. Hch
1,15). Fue el portavoz de la Iglesia el día de Pentecostés y quien predicó el
primer sermón cristiano (cf. Hch 2,14-40) Juan con Juan curó al hombre tullido
en la puerta del Templo llamada Hermosa (cf. Hch 3,1-11). Fue quien desafió
al Sanedrín cuando, junto con Juan, fue arrestado por predicar el evangelio.
Fue el que primero llegó a Samaría a predicar el evangelio y se enfrentó con
Simón el Mago (cf. Hch 8, 12-25). Fue el que trató severamente a Ananías y
Safira por su fraude (cf. Hch 5,1-11). Fue el que curó a Eneas y Dorcás (cf. Hch
9,32-43). Pero lo más importante fue el paso que dio al aceptar al gentil
Cornelio como miembro de la Iglesia. (cf. Hch 10,1-11.18). Aunque los judíos
eran el pueblo elegido y despreciaban a los gentiles, fue Pedro que se dio
cuenta del alcance de universal del evangelio de Jesucristo y quien en el
Consejo de Jerusalén contribuyó eficazmente a abrir la puerta de la Iglesia a
los gentiles (cf. Hch 15, 7-11).
II. JUAN

ª Brevemente
Es el hijo del trueno que se convirtió en el apóstol del amor
Es el supremo ejemplo de cómo Jesús puede tomar a un hombre como es y
utilizar sus dones naturales, temperamento y poderes para la grandeza.

ª Profundizando:

Juan era hijo del Zebedeo y hermano de Santiago. Su nombre, típicamente


hebreo, significa “el Señor ha dado su gracia”.Era un pescador comerciante y fue
mientras él y su hermano Santiago estaban ocupados arreglando sus redes en la barca
a la orilla del lago con su padre, cuando Jesús les llamó (cf. Mt 4,21; Mc 1,19). Juan y
Pedro tenían una relación especial: eran socios en el comercio de la pesca (cf. Lc 5,10);
encontramos a Juan yendo a casa de Pedro después del servicio del sábado en
Cafarnaún (cf. Mc 1,29); y los dos son enviados juntos a preparar la última fiesta de la
Pascua para Jesús y los demás discípulos (cf. Lc 22,8). En los Hechos de los Apóstoles
también podemos ver cómo en los primeros días de la Iglesia Pedro y Juan van
siempre juntos.

Es posible que Juan, antes de ser discípulo de Jesús lo fuera de Juan el Bautista.
Esto aparece en la escena del cuarto evangelio cuando Juan el Bautista señala a Jesús
como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y dos de sus discípulos
marchan tras Él. Uno se llamaba Andrés, y del otro no se dice el nombre, por lo que
se puede deducir que es el mismo Juan (cf. Jn 1, 35-40).

Juan siempre forma parte del grupo restringido que Jesús lleva consigo en
determinadas ocasiones. Está junto a Pedro y Santiago cuando Jesús, en Cafarnaún,
entra en casa de Pedro para curar a su suegra (cf. Mc 1, 29); con los otros dos sigue al
Maestro a la casa del jefe de la sinagoga, Jairo, a cuya hija resucitará (cf. Mc 5, 37); lo
sigue cuando sube a la montaña para transfigurarse (cf. Mc 9, 2); está a su lado en el
Monte de los Olivos cuando, ante el imponente templo de Jerusalén, pronuncia el
discurso sobre el fin de la ciudad y del mundo (cf. Mc 13, 3); y, por último, está cerca
de él cuando en el Huerto de Getsemaní se retira para orar al Padre, antes de la
Pasión (cf. Mc 14, 33). Poco antes de Pascua, cuando Jesús escoge a dos discípulos
para enviarles a preparar la sala para la Cena, les encomienda a él y a Pedro esta
misión (cf. Lc 22, 8).

En los tres primeros evangelios Juan aparece casi siempre junto con Santiago,
son inseparables, y actúan y hablan como si fuera uno solo. De estos tres primeros
evangelios, podemos hacer un retrato de Juan:

− Juan y Santiago surgen como los hombres de la ambición. Esto se ve cuando


Marcos cuenta cómo llegaron a Jesús con la petición de lugares principales en su
Reino y Jesús les tuvo que corregir llevándolos a la humildad (cf. Mc 10,35-45).
Mateo, cuando vuelve a contar esa historia atribuye esta ambiciosa petición a su
madre (cf. Mt 20,20-28), pero podemos creer que el relato de Marcos es la
versión correcta de lo que sucedió. Pudo haber dos razones para semejante
petición: por un lado puede que Santiago y Juan, que parece que pertenecían a
una escala social más elevada que los otros –su padre Zebedeo era
suficientemente próspero en el negocio como para emplear sirvientes-, pudieran
haberse sentido superiores a los demás; o puede ser también que estuvieran
estrechamente relacionados con Jesús11.

− Santiago y Juan eran hombres de temperamento violento. De camino a Jerusalén


Jesús y sus discípulos pasan por Samaría y deciden permanecer allí pero como
había una antigua enemistad entre judíos y samaritanos, les cierran las puertas y
rehúsan descortésmente darles hospedaje. La reacción de estos fue: «Señor,
¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma como hizo Elías?».
Y Jesús tuvo que recordarles que su misión no era la de destruir sino la de salvar
(cf. Lc 9,51-56). Santiago y Juan recibieron el apodo de Boanerges, hijos del
trueno, como Jesús les llamó (cf. Mc 3,17).

− Juan aparece también en una ocasión, en los sinópticos, como un hombre con el
corazón intolerante. Juan prohíbe continuar con el trabajo de curaciones que está
haciendo a un hombre que está expulsando demonios en nombre de Jesús y no
es del grupo de los doce. Aunque Jesús le dice que lo deje ya que el que no está
contra Jesús está a su favor (cf. Mc 9,39-40; Lc 9,49-50).

En una primera aproximación, Juan aparece como un hombre tremendamente


ambicioso, con un temperamento explosivo, con un corazón intolerante… pero se
puede añadir algo más. Así como es nombrado muchas veces en los evangelios
sinópticos, su nombre no aparece ninguna vez en el cuarto evangelio, pero aparece
un personaje llamado el Discípulo Amado. Antiguamente no había ninguna duda de
que el Discípulo Amado se correspondía con Juan, pero en la época moderna ha
habido diversas interpretaciones al respecto –son como propuestas-. Se ha dicho que:
no era una persona histórica, sino una creación exquisita de una imaginación devota;
se le ha identificado con Judas12, ya que se afirma que sólo este comprendió el
pensamiento de Jesús y que por tanto su acción fue una ayuda deliberada a Jesús
para llevar a cabo su tarea, pero esta identificación se hace imposible con el relato de
Juan (cf. Jn 13,21-30) donde los dos personajes son diferentes; ha sido identificado con
Natanael, que era muy cercano a Jesús y era querido por Él; también ha sido
identificado con Marcos, aquel joven que huyó desnudo dejando su sábana de lino en
las manos de los soldados durante el arresto (cf. Mc 14,51); ha sido identificado con
Lázaro ya que en el relato de la resurrección de este se dice tres veces que Jesús
amaba a Lázaro (cf. Jn 11,3.5.36); y también se ha identificado con el joven rico ya que
en el relato de Marcos se dice que Jesús «fijando en él su mirada le amó» (Mc 10,21).
Además de todo lo anterior, el gran argumento que se utiliza es que existe una gran
diferencia entre el Juan que aparece en los sinópticos (ambicioso, colérico,

11
Hay tres listas de las mujeres que estuvieron junto a la cruz de Jesús al final. En Marcos la lista es: María Magdalena,
María la madre de Santiago el Menos, de Joset y Salomé (cf. Mc 15,40). En Juan la lista es: la madre de Jesús, la
hermana de su madre, María la esposa de Cleofás y María Magdalena (cf. Jn 19,25). En Mateo la lista es: María
Magdalena, María la madre de Santiago y Joset y la madre de los hijos del Zebedeo (cf. Mt 27,56). María Magdalena
aparece en todas las listas, María la madre de Santiago y Joset y María la esposa de Clofás deben de ser la misma
persona. Si esto es así, la otra persona se llama Salomé, hermana de la madre de Jesús y madre de los hijos del Zebedeo.
Esto querría decir que Salomé era la madre de Santiago y de Juan y era hermana de María la madre de Jesús y que, por
consiguiente, Santiago y Juan eran primos carnales de Jesús. (cf. BARCLAY, William, HM, p39).
12
”hubo una secta gnóstica que tenía un evangelio según Judas, y que veía en Judas el gnóstico ideal, el único entre
todos los hombres que había entendido a Cristo y le había ayudado a morir” (id, p.41)
intolerante), y el Discípulo Amado que es figura del amor. A pesar de todo ello,
parece más coherente aceptar la visión tradicional que identifica a Juan con el
Discípulo Amado, y pensar que el hecho importante en la vida de Juan es el cambio
que Jesucristo realizó en él, por el que el hijo del trueno se convirtió en el apóstol del
amor.

Siguiendo lo que dice el NT sobre el Discípulo Amado, nos encontramos que:


es aquel que en la Última Cena se recostó en el pecho del Maestro (debería de estar
sentado a su derecha); fue a él a quien Pedro le hizo señas para que le preguntara a
Jesús quien era el traidor (cf. Jn 13,21-25); también fue a él a quien Jesús confió a
María, su Madre (cf. Jn 19,26s); fue el que primero llegó a la tumba en la mañana de
Pascua (cf. Jn 20,1-10); es el que estaba en la orilla del lago cuando Jesús se les
apareció y fue el primero en reconocer al Señor y en indicárselo a Pedro (Cf. Jn 21-1-
13); y sobre el futuro de éste preguntó Pedro y le costó una reprimenda y es allí
donde se dice que su autoridad respalda el evangelio que lleva su nombre de Juan (cf.
Jn 21,24).

También podemos decir que es el discípulo anónimo que aparece en Jn


18,15.16 en el que se narra que cuando Jesús fue arrestado, Pedro y este discípulo le
siguieron para ver lo que iba a pasar, y consiguieron entrar en el patio de las casa del
Sumo Sacerdote, porque éste conocía al discípulo anónimo13.

En los Hechos de los Apóstoles Juan aparece pero nunca habla, siempre se le
encuentra junto con Pedro, y este último es el portavoz de los dos: cuando el hombre
tullido fue curado en la Puerta Hermosa del Templo (cf. Hch 3,1-10); cuando los dos
fueron llevados a la prisión y cuando Pedro hizo su valiente discurso ante el Sanedrín
(cf. Hch 4,1-22); también fue con Pedro a Samaría para ver los sorprendentes
resultados de la predicación de Felipe (cf. Hch. 8,14).

El Apocalipsis hace referencia al nombre de san Juan en cuatro ocasiones (cf.


Ap 1, 1. 4. 9; 22, 8). Es evidente que el autor, por una parte, no tenía ningún motivo
para ocultar su nombre y, por otra, sabía que sus primeros lectores podían
identificarlo con precisión. Por lo demás, sabemos que, ya en el siglo III, los
estudiosos discutían sobre la verdadera identidad del Juan del Apocalipsis. En
cualquier caso, podríamos llamarlo también "el vidente de Patmos", pues su figura
está unida al nombre de esta isla del mar Egeo, donde, según su mismo testimonio
autobiográfico, se encontraba deportado "por causa de la palabra de Dios y del testimonio
de Jesús" (Ap 1, 9).

13
Dos razones da Barcklay para explicar esto: “1) Existe una carta escrita por Polícrates que fue obispo de Efeso
alrededor del año 190d.C. En ella, describe a Juan como «un sabio y un maestro», que se reclinó sobre el pecho del
Señor y que fue sacerdote y vistió la diadema sacerdotal (Eusebio, Historia Eclesiástica, 3,31). Si Polícrates está en los
cierto, entonces Juan tenía relaciones con los sacerdotes a alto nivel y la entrada a la casa del Sumo Sacerdote sería
fácil. 2) La segunda explicación pude ser la más probable. H.V. Morto en The stops of the Master nos da una
información muy interesante: «En las calles escondidas de Jerusalén hay un pequeño tugurio oscuro, ahora, creo, una
cafetería árabe, que contiene piedras y arcos que, en tiempos, formaron parte de una primitiva iglesia cristiana. La
tradición franciscana dice que esta iglesia fue erigida en el solar de una casa que había pertenecido a Zebedeo, el padre
de Juan. Esta familia, dice los franciscanos, eran mercaderes de pescado de Galilea, con una sucursal en Jerusalén,
desde la que suministraban, entre otros, a la familia del Sumo Sacerdote». Esto explicaría cómo conocía a Juan el
portero de la casa del Sumo Sacerdote…” (id., p 43-44)
Precisamente, en Patmos, "arrebatado en éxtasis el día del Señor" (Ap 1, 10), san
Juan tuvo visiones grandiosas y escuchó mensajes extraordinarios, que influirán en
gran medida en la historia de la Iglesia y en toda la cultura cristiana.

Dentro de la Iglesia de Jerusalén, Juan ocupó un puesto importante en la


dirección del primer grupo de cristianos. De hecho, Pablo lo incluye entre los que
llama las "columnas" de esa comunidad (cf. Ga 2, 9). En el libro apócrifo titulado
"Hechos de Juan", al Apóstol no se le presenta como fundador de Iglesias, ni siquiera
como guía de comunidades ya constituidas, sino como un comunicador itinerante de
la fe en el encuentro con "almas capaces de esperar y de ser salvadas" (18, 10; 23, 8).

Todo lo hace con el paradójico deseo de hacer ver lo invisible. De hecho, la


Iglesia oriental lo llama simplemente "el Teólogo", es decir, el que es capaz de hablar
de las cosas divinas en términos accesibles, desvelando un arcano acceso a Dios a
través de la adhesión a Jesús.

III. ANDRÉS

ª Brevemente
Es el hombre que presentó a los demás a Jesús.
Es aquel al que la vida le puso una situación en que había sido muy fácil haber
crecido resentido y amargado, pero que vivió alegre y feliz al aceptar el segundo
puesto y a que su único empeño fue servir a Jesucristo y no glorificarse a sí mismo.

ª Profundizando

No hay mucha información de Andrés en el AT, pero es suficiente para hacer


un buen retrato.

Andrés era de Betsaida14 (cf. Jn 1,44), era pescador de oficio y Jesús lo llamó
para ser pescador de hombres cuando se encontraba arreglando las redes (cf. Mc 1,16-
18; Mt 4,18-20).

Fue inicialmente discípulo y seguidor de Juan el Bautista, y según narra el


cuarto evangelio, fue, junto con Juan el primero que se unió a Jesús; esto nos muestra
que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería
conocer más de cerca la palabra del Señor, la realidad de la presencia del Señor. El
suceso se produjo el primer día que Juan el Bautista señaló a Jesús como el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo (cf. Jn 1, 35-39).

La Iglesia primitiva lo conoce con el título de Pròtokletòs -la liturgia bizantina


le honra con este apelativo-, que literalmente significa llamado el primero. Su nombre
no es hebreo, como se podría esperar, sino griego, signo notable de que su familia
tenía cierta apertura cultural. Nos encontramos en Galilea, donde la lengua y la
cultura griegas están bastante presentes. En las listas de los Doce, Andrés ocupa el
segundo lugar, como sucede en Mateo (Mt 10, 1-4) y en Lucas (Lc 6, 13-16), o el

14
Adjuntamos a modo de anexo un mapa de Palestina en tiempos de Jesús para ofrecer la posibilidad de situar dicho
lugar.
cuarto, como acontece en Marcos (Mc 3, 13-18) y en los Hechos de los Apóstoles (Hch
1, 13-14). En cualquier caso, gozaba sin duda de gran prestigio dentro de las primeras
comunidades cristianas.

Andrés y Pedro vivían juntos (cf. Mc 1,29) y tan pronto como Andrés
descubrió a Jesús fue a buscar a este último. Fue como un compartir el mayor
descubrimiento a lo largo de su vida.

Andrés nunca estuvo en el grupo de los íntimos de Jesús, pero debió estar
justo al margen, como cuando compartió con ellos el preguntar a Jesús sobre las cosas
que iban a suceder (cf. Mc 13,3). A Andrés, como no era muy conocido, se le describe
e identifica normalmente como el hermano de Pedro que si lo era. Aparece con ese
nombre en las litas de los doce en Mateo y Lucas (cf. Mt 10,2; Lc 6,14), y en el pasaje
que Jesús da de comer a cinco mil hombres cuando condujo al muchacho a Jesús (cf.
Jn 6,8).

Andrés debe de haber sido uno de esos dispuestos a adoptar un segundo


puesto:

− Fue uno de los dos primeros que se unieron a Jesús y no fue uno de los del
círculo interno. Juan sí.
− Fue el que llevó a Pedro a Jesús y sin embargo es Pedro el que tiene
preeminencia.
Nunca recibió el primer puesto pero fue también de ese tipo de hombres de
quien depende todo dirigente y que es la columna vertebral de la Iglesia Cristiana y
la sal de la tierra.

Andrés sale a la luz en el cuarto evangelio en tres ocasiones, y en cada una de


estas está presentado a alguna otra persona a Jesús: Andrés presenta a su hermano
Pedro (cf. Jn 1,40-42) -su trabajo misionero empezó en su propia casa; lleva a Jesús al
muchacho con los cinco panes y los dos peces (cf. Jn 6,8s); lleva a los griegos -
probablemente prosélitos o personas que tenían temor de Dios y que habían ido a la
ciudad santa para adorar al Dios de Israel en la fiesta de la Pascua- a Jesús (cf. Jn
12,20-22). Los griegos habían llegado a Felipe15 con la petición de ver a Jesús. Felipe
no sabía qué hacer con ellos, consultó a Andrés y éste no dudó en conducirlos a Jesús.
Ante estas tres ocasiones, podemos decir tres cosas sobre Andrés en su búsqueda
para llevar a otros a Cristo:

Buscaba desinteresadamente. Buscaba llevar a otros a Jesús, incluso si el


llevarles significaba la pérdida inevitable de su propia preeminencia. Sabía que
cuando Pedro estaba allí, las otras personas debían de tomar el asiento trasero.

Buscaba con optimismo. Como en el caso del muchacho con cinco panes y
cinco peces, Andrés, por lo menos esperaba que Jesús pudiera usar con grandeza
cualquier regalo que una persona le pudiera llevar. Nunca se le ocurrió que hubiera
alguien que no fuera de utilidad a Jesús.

15
Andrés y Felipe, los dos Apóstoles con nombres griegos, hacen de intérpretes y mediadores de este pequeño grupo de
griegos ante Jesús. (cf. BENEDICTO XVI, San Andrés. el primer llamado. Audiencia General (14-5-2006). Publicado
en Ecclesia 3317 (2006) 1017-1018)
Buscaba de manera universal. Aún siendo judío -y eso que los judíos creían
que la salvación era sólo para su pueblo, como pueblo elegido-, fue uno de los
primeros en ver la universalidad del evangelio. Jesús llevaba un mensaje para todos.
Con las palabras: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en
verdad os digo: si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da
mucho fruto" (Jn 12, 23-24), profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos,
la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.

También aparece en el evangelio de Marcos, en Jerusalén. Al salir de la ciudad,


un discípulo le mostró a Jesús el espectáculo de los poderosos muros que sostenían el
templo. La respuesta del Maestro fue sorprendente: dijo que de esos muros no
quedaría piedra sobre piedra. Entonces Andrés, juntamente con Pedro, Santiago y
Juan, le preguntó: "Dinos cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todas estas cosas
están para cumplirse" (cf. Mc 13, 1-4). Como respuesta a esta pregunta, Jesús pronunció
un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el fin del mundo,
invitando a sus discípulos a leer con atención los signos del tiempo y a mantener
siempre una actitud de vigilancia. De este episodio podemos deducir que no
debemos tener miedo de plantear preguntas a Jesús, pero, a la vez, debemos estar
dispuestos a acoger las enseñanzas, a veces sorprendentes y difíciles, que él nos da.

IV. TOMÁS.

ª Brevemente
Es el hombre que, dudando, se afianzó.
Tomás es aquel que su primera reacción siempre era no hacer lo que se le
había dicho, y no creer lo que se le pedía. Pero precisamente el hecho de que Tomás
creyera con tal dificultad le hizo creer con gran intensidad una vez estaba
convencido. Y nunca un argumento resolvía sus dudas; era siempre la presencia de su
Señor. Tomás hacía una y otra vez el descubrimiento que todo cristiano tiene que
hacer: que por sí mismo todo es imposible, pero con Dios nada hay imposible.

ª Profundizando:

En los tres primeros evangelios no se nos dice nada de Tomás más que su
nombre; en el cuarto es donde aparece como personaje claramente definido. Aparece
como «Tomás llamado Dídimo». Su nombre deriva de una raíz hebrea, «ta'am»,
Tomás es la palabra hebrea y Dídimo la palabra griega para mellizo. En los Hechos de
Tomás se le llama normalmente Judas, y es que en el mundo antiguo no había
apellidos por lo que era necesario añadirle un segundo nombre para no confundirlo
con otro que se llamase igual. Tomás o Dídimo es un segundo nombre distintivo de
tal modo que el nombre completo puede haber sido Judas el gemelo. En el relato del
evangelio hay un Judah o Judas que en Mc 6,3 y Mt 13,55 aparece como hermano de
Jesús. Esto vendría a significar que Jesús y Tomás estaban muy unidos.

En el cuarto evangelio aparece como un hombre con unas características muy


definidas:
1. Era un hombre de valor. Aparece por primera vez en el relato de Lázaro (cf. Jn
11,1-6). Jesús conoció la noticia de que Lázaro esta enfermo y durante tres días
no se movió del lugar en que se encontraba. Luego se preparó para ir a
Betania. Betania estaba muy cerca de Jerusalén; era realmente uno de los
pueblos en los que los peregrinos que iban a la Pascua se alojaban
normalmente. Por ese tiempo las autoridades judías de Jerusalén tenían la
determinación de que Jesús debía morir, y en dos ocasiones había estado en
peligro de ser apedreado (cf. Jn 8,59; 10,.31). Ir a Jerusalén podría considerarse
un acto temerario, había llegado la noticia de que Lázaro había muerto, y ya
no era temerario sino inútil. Jesús muestra su intención de ir a Jerusalén y los
discípulos están a punto de abandonarle, sin embargo, surge Tomás diciendo:
«Vayamos también a morir con él» (Jn 11, 16). Esta determinación para seguir
al Maestro es verdaderamente ejemplar y nos da una lección valiosa: revela la
total disponibilidad a seguir a Jesús hasta identificar su propia suerte con la de
él y querer compartir con él la prueba suprema de la muerte.

2. Tomás fue el hombre que se desconcertó. En el cenáculo, Jesús, buscaba


persuadir a los discípulos para que entendieran el significado de su entrega,
de la cruz y de lo que iba a venir después. Dijo: «sabéis a donde voy, y
conocéis el camino. Tomás le interrumpió: «Señor, no sabemos a donde vas,
¿cómo podemos saber el camino?». Y Tomás recibió la gran respuesta: “Yo soy
el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre sino por mí» (cf. Jn 14,1-6). La
repuesta de Jesús es clara. Jesús le estaba diciendo: «sé que al igual que el resto,
no entiendes lo que está pasando, pero pase lo que pase, tú me tienes a mí. Yo soy el
camino, la verdad y la vida».

3. Tomás era el hombre que no podía creer. Después de la muerte de Jesús en la


cruz y cuando parecía que, por fin, el final había llegado, el único deseo de
Tomás era estar solo. Entonces sucedió que ocho días después de la Pascua,
Jesús volvió a los discípulos, Tomás no estaba allí, y no creyó. Dijo que no
creería a no ser que realmente viera y tocara y palpara la señales de los clavos
y la hendidura de la lanza en el costado (cf. Jn 20,19-25). Tenía que ver por sí
mismo antes de creer. Tomás considera que los signos distintivos de la
identidad de Jesús son ahora sobre todo las llagas, en las que se revela hasta
qué punto nos ha amado.

4. Tomás se convirtió en el hombre de fe. Jesús volvió nuevamente donde los


discípulos e invitó a Tomás a poner su dedo en las señales de los clavos y en el
costado. Frente a Jesús resucitado Tomás pronunció la mayor confesión de fe
del NT: «Señor mío y Dios mío»16 (cf. Jn 20,26-28).

Del relato de Tomás en el NT surgen como dos verdades: Jesús no culpa a


ningún hombre por querer estar seguro y que lo más probable se que la seguridad
llegue a un hombre cuando está en compañía de creyentes.

16
“A este respecto, san Agustín comenta: Tomás «veía y tocaba al hombre, pero confesaba su fe en Dios, a quien ni
veía ni tocaba. Pero lo que veía y tocaba lo llevaba a creer en lo que hasta entonces había dudado» “(In Iohann. 121, 5,
en BENEDICTO XVI, Tomás: el final luminoso de la duda. Audiencia General (27-9-2006). Publicado en Ecclesia
3330 (2006) 1479-1480).
Tomás también estaba cuando Jesús resucitados se encontró con los discípulos
en el mar de Galilea (cf. Jn 21, 2). Ahora había aprendido la lección y estaba allí en
compañía de los creyentes.

V. MATEO

ª Brevemente
Es el hombre que fue despreciado por todos.
La gente podría haber dicho que no había otra persona menos prometedora
que Mateo, pero en las manos de Jesucristo pasó a ser el primer hombre que escribió
las enseñanzas de Jesús, un misionero del evangelio y un héroe de la fe

ª Profundizando
A nivel personal sabemos poco, pero como recaudador de impuesto podemos
saber mucho de este tipo de personas. Al comparar los relatos de la llamada de Mateo
(cf. Mc 2,14; Mt 9,9; Lc 5,27-28) según los tres primeros evangelios podemos conocer
todos los hechos que se conocen sobre él y de este modo, hacer algunas deducciones.

Se le conoce como Mateo, que significa “regalo de Dios” y puede que se lo


diera Jesús cuando le llamó, y como Leví17. Lo más probable es que Mateo tuviera un
hermano entre los doce, porque entre ellos había un Santiago, que también era hijo de
Alfeo (Cf. Mt 10,3)

Fue recaudador de impuestos, un “publicanus” que significaba un hombre que


estaba ocupado en el servicio público, y que manejaba dinero público.

Era la profesión más odiada para el hombre antiguo.Todas las provincias


romanas tenían que pagar tributo al impero, y como Palestina estaba bajo dominación
romana también tenía que pagar18. Los impuestos, en lugar de cobrarlos ellos
directamente, los solían cobrar indígenas. Era, naturalmente, enojoso pagar tributo a
la potencia extranjera dominadora. Por esta razón los publicanos eran aborrecidos y
odiados por el pueblo, incluso considerados como pecadores públicos, comparados a

17
Hacemos una aproximación al significado de este nombre dicendo: ”Leví, Hijo de Jacob y de Lía. Lía asocia a Leví
con el verbo «unir»” (KNOOPPERS, Gari, “Levi”, en METZGER, Bruce M.-COOGAN, Michael D. (ed.), Quién es
quién en la Biblia, Madrid, Acento Editorial, 2002, p237)
18
A este respecto, explica Barclay:El método romano de recaudar impuesto conducía en sí mismo al abuso. Bajo la
República, la recaudación de impuestos había sido arrendada. Grandes corporaciones financieras compraron el derecho
a recaudar impuestos dentro de una provincia por una determinada suma de dinero. Después procedían a sacar todo el
dinero que podían a los provincianos y por lo tanto conseguían una buena ganancia. Bajo la República estos
arrendadores de impuestos, a menudo, hacían la vida imposible a los infortunados provincianos. Bajo el Imperio hubo
grandes reformas, y el gobierno romano empezó a recaudar los impuestos directamente, o bien a ejercer una supervisión
mucho más estricta sobre los que lo hacían. Pero incluso bajo el sistema reformado se necesitaban agentes del gobierno
y el abuso era todavía posible y frecuente. Fue bastante sorprendente que, aún así, los mismo recaudadores de impuesto
despertaron un odio personal todavía más implacable. Bajo el antiguo sistema, las grandes corporaciones financieras a
las que se arrendaban los impuestos habían tenido su propio personal formado por escribanos cualificados, secretarios y
contables, preparados para ser enviados a cualquier provincia. Pero bajo el nuevo sistema, el gobierno empleó como
agentes a personas de las mismas provincias; y por lo tanto, se miraba a los recaudadores como colaboracionistas que se
habían vendido a sí mismos al servicio de los enemigos y opresores de su país para su propio beneficio. (cf.
BARCLAY, William, HM, p73-74)
los paganos y a las prostitutas19. Además, se les prohibía ser testigo o juez. Incluso se
les prohibía el culto, esto fue por lo que en la parábola el publicano permanecía a
distancia (cf. Lc 18,13). También el mismo arrepentimiento se veía como algo difícil
para un recaudador de impuestos.

Como había dos tipos de impuestos, había dos tipos de recaudadores:

− Gabbai. No les era posible la extorsión ya que recaudaban impuestos


establecidos. Estos impuestos eran de tres tipos:

ª Impuesto de la tierra. Esto es, la décima parte de la cosecha del grano


de una persona, y una quinta parte de su producción de vino, frutas
y aceite.
ª Impuesto de ingresos. El uno por ciento de los ingresos de una
persona.
ª Impuesto de votación. Todos, hombres entre catorce y sesenta y cinco
años y mujeres entre doce y sesenta y cinco, lo tenían que pagar por
el privilegio de existir. Probablemente ascendía a un denario20 al
año.
− Mokhes. Era la persona responsable de la recaudación de un tipo particular
de impuestos o derechos en un determinado lugar, y esos impuestos y
derechos eran legión21. Podía parar a un hombre en cualquier parte y
pedirle ver sus mercancías, podía obligarle a abrir su equipaje y despojarse
de su ropa, y entonces imponerle casi cualquier impuesto que quisiera.
Tenía derecho a buscar, excepto en el caso de las mujeres casadas. A estos
individuos se les veía como criminales, por lo que era correcto utilizar
cualquier tipo de subterfugio para escapar de sus peticiones. Eran también
equiparados a las personas contra las que Dios había vuelto su rostro y se
dice que Lv 20,5 se refiere a ellos. En el NT son clasificados como los
gentiles (cf. Mt 18,17), las rameras (cf. Mt 21,31.32) y pecadores (cf. Mt
9,10s; Mt 11,19; Mc 2,15s; Lc 5,30; 7,34; 15,1)

19
Cf. MARTIN, Evaristo,”Publicanos”, en DJN, p.1072
20
El denario era una moneda de plata que equivalía a unos nueve peniques -alrededor de 0,12 €-, y para hacer una
evaluación del impuesto se debe recordar que el salario diario de un hombre en Palestina era normalmente de un denario
al día. (cf. BARCLAY, William, HM, p74)
21
Según Barclay, había un impuesto de importación y exportación que podría ser entre el dos y medios y el doce y
medio por ciento del valor de las mercancías, o podía elaborarse según un sistema de tarifas en ciertos artículos, como
se hacía en Siria. Había un dinero que había que pagar cuando se cruzaba un puente, cuando se utilizaban los caminos
principales, cuando se entraba al puerto, cuando se utilizaba un mercado, cuando el viajero entraba en una ciudad
amurallada... La paz romana, los caminos romanos, la burocracia oficial romana, el buen orden y el gobierno romanos
gastaban dinero para su administración y el gobierno fue fecundo en descubrir diferentes tipos de impuestos que le
permitieran pagarlo. (cf. id. 75)
Mateo era uno de estos. Estaba al servicio de Herodes Antipas22, y fue en
Cafarnaún donde se sentó en el despacho de impuestos (cf. Mc 2,14). Su oficina
estaría al lado de la orilla del mar, y debe de había de haber escuchado a menudo la
predicación de Jesús. Algo en la invitación de Jesús llegó directamente al corazón de
Mateo, y el día que lo llamó Jesús salió presto tras de El. Tal y como cuenta Lucas lo
primero que hizo fue una fiesta en su propia casa para los únicos amigos que tenía,
esto es, su compañeros recaudadores de impuestos y otros proscritos de la sociedad,
para así, de algún modo, posibilitar el encuentro de estos con Jesús. Los escribas y
fariseos estaban sorprendidos de que Jesús comiera en semejante compañía, pero
Jesús les dijo: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No
he venido a llamar a conversión a justos sino a pecadores» (Lc 5,31s). Sería imposible
imaginar un hombre que tuviera menos probabilidad de ser apóstol, sin embargo, fue
Jesucristo el que vio este apóstol enterrado en el recaudador de impuestos.

La tradición antigua es unánime en decir que escribió un evangelio, y que lo


hizo en hebreo23. Según Papías (h. 130 a. C.), «Mateo realizó una ordenada
disposición del las enseñanzas en dialecto hebreo, y cada uno la tradujo como era
capaz» (citado por Eusebio, Histo. Eccl.), por lo que se puede decir que lo más
probable es que Mateo recogiera, preparara y publicara la primera colección de los
Dichos de Jesús. Ahora bien, los eruditos modernos no creen realmente que nuestro
primer evangelio sea realmente aquél. Se sostiene habitualmente que fue escrito por
un judeocristiano palestinese24, familiarizado con la exégesis bíblica, con formación
lingüística griega y perteneciente a una comunidad vinculada con el apóstol Mateo25.

Con todo lo anterior, podemos deducir, que ya bien sea de un modo directo
como indirecto, Mateo está relacionado con la redacción del evangelio que lleva su
nombre, y esto nos permite concluir quién fue este hombre: aquel que cuando dejó su
mesa de recaudador se llevó la pluma consigo; y este hombre, que una vez fue
despreciado por todos, pasó a ser el primer hombre que presentó al mundo un relato
de la enseñanza de Jesús.

22
Para llevar a cabo el gobierno, Palestina se dividió en dos: Samaría y Judea al sur, que estaban directamente bajo el
procurador romano, y Galilea al norte, que estaba gobernada por Herodes Antipas, sometido a los romanos. Lo más
probable es que el puesto de Mateo fuera fronterizo. El gran camino del Este iba desde Damasco hasta el puerto del mar
Mediterráneo de Acre. Primero pasaba a través del territorio de Iturea y Traconitis, que pertenecía a Filipo -hermano de
Herodes-, y en Cafarnaún entraba a Galilea y al territorio de Herodes. Probablemente Mateo se ocupaba del tráfico de
ese camino y en el mar de Galilea”. (cf. id. 76-77)
23
Eusebio (La Historia Eclesiástica, 2, 24, 5; cf. Ireneo, Contra las Herejías, 3, 1; Orígenes, citado en Eusebio, 6, 25,4)
dice: «De todos los discípulos del Señor sólo Mateo y Juan nos han dejado sus memorias; y se dice que ellos recurrían a
escribir sólo bajo la presión de la necesidad, ya que Mateo, que predicó anteriormente a los hebreos, cuando estaba a
punto de ir también a otros, poniendo por escrito su evangelio en su lengua nativa, compensó a aquellos de los que era
separado, por la pérdida de su presencia». Jerónimo (Sobre hombres ilustres, 3; cf. Prólogo a Mateo) dice: «Matero,
también llamado Leví, y que pasó de recuadador de impuestos a apóstol, fue la primera persona en Judea que escribió
un evangelio de Jesucristo en palabras y letras hebreas para los circuncidados que creyeran; pero no se sabe con
suficiente certeza quién lo tradujo después al griego»... (cf. id. 78)
24
Alrededor del 85 o 90 d.C. por un cristiano -judío de la segunda generación- desconocido que vivía en un iglesia
situada en Antioquía de Siria (cf. KINSGSBURY, J.D-OVERMAN, J.A., “Mateo”, en QQB, p 259).
25
Añadimos esta interesante afirmación: “Según Leon Dofour: «El evangelio de Mateo presenta los caracteres de un
escrito griego, tanto en razón del vocabulario como en razón de su estilo. Indudablemente estos helenismos no dirimen
el pleito de la traducción, por que un buen traductor sabe adaptarse al genio de la lengua a que traduce. Pero la situación
en su conjunto se pronuncia a favor de la redacción en griego. Los abundantes semitismos significan tan sólo que en Mt,
lo mismo que en Mc y Lc, hubo un fondo arameo»”. (VILLAPADIERNA, Carlos de,”Mateo, Evangelio de”, en DJN,
p.802)
Por último añadir como ya hemos dicho anteriormente que los Evangelios en
la figura de Mateo, nos presentan una auténtica paradoja: quien se encuentra
aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de
acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en
su existencia. La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece
su gracia al pecador.

VI. JUDAS ISCARIOTE

ª Brevemente
Una negación sin resolver

Es el hombre en el que pudo más el temor que el amor, la precipitación antes


que la prudencia, la eficacia antes que al esperanza.

ª Profundizando:
El nombre de Judas suscita entre los cristianos una reacción instintiva de
reprobación y de condena. El significado del apelativo "Iscariote" es controvertido: la
explicación más común dice que significa "hombre de Keriot" (ish Kerioth), aludiendo
a su pueblo de origen, situado cerca de Hebrón y mencionado dos veces en la sagrada
Escritura (cf. Jos 15, 25; Am 2, 2) por lo que debe de haber sido el único del grupo de
los apóstoles que no era galileo. Otros lo interpretan como una variación del término
"sicario", como si aludiera a un guerrillero armado de puñal, llamado en latín "sica"26.
Las versiones siriacas generalmente omiten la I inicial y nombran a Judas, Judas
Scariot. Scortya, en latín scortea, significa manto de piel27. Por último, algunos ven en
ese apodo la simple trascripción de una raíz hebreo-aramea que significa: "el que iba a
entregarlo". Esta designación se encuentra dos veces en el cuarto Evangelio: después
de una confesión de fe de Pedro (cf. Jn 6, 71) y luego durante la unción de Betania (cf.
Jn 12, 4).

Otros pasajes muestran que la traición se estaba gestando: "aquel que lo


traicionaba", se dice de él durante la última Cena, después del anuncio de la traición
(cf. Mt 26, 25) y luego en el momento en que Jesús fue arrestado (cf. Mt 26, 46.48; Jn
18, 2.5). Sin embargo, las listas de los Doce recuerdan la traición como algo ya
acontecido: "Judas Iscariote, el mismo que lo entregó", dice Marcos (Mc 3, 19); Mateo
(Mt10, 4) y Lucas (Lc 6, 16) utilizan fórmulas equivalentes. La traición en cuanto tal
tuvo lugar en dos momentos: ante todo en su gestación, cuando Judas se pone de
acuerdo con los enemigos de Jesús por treinta monedas de plata28 (cf. Mt 26, 14-16), y

26
Los sicarii eran nacionalistas salvajes y fanáticos comprometidos no sólo a guerrear contra los romanos, sino a matar
y asesinar en cualquier momento. Judas era un nacionalista judío violento, que se había unido a Jesús con la esperanza
de que por su medio se realizarían sus sueños de nacionalismo. Aunque todo esto es improbable ya que Iscariote se
llamaba también su padre: «Judas Iscariote, hijo de Simón Iscariote» (Jn 6,71; 13,26) (cf. BARCLAY, William, HM,
p91).
27
Quizá Judas vería este tipo de manto, porque esos mantos tenían bolsillos que se podían utilizar como monederos, y
Judas era el tesorero del grupo de los apóstoles. De todos modos, es mucho más probable que este nombre se refiriera a
que tanto Judas como su padres trabajasen en el comercio de las pieles.(cf. id. 91).
28
Aproximadamente unos 7€.
después en su ejecución con el beso que dio al Maestro en Getsemaní (cf. Mt 26, 46-
50).

En cualquier caso, los evangelistas insisten en que le correspondía con pleno


derecho el título de Apóstol: repetidamente se le llama "uno de los Doce" (Mt26, 14.47;
Mc 14, 10.20; Jn 6, 71) o "del número de los Doce" (Lc 22, 3). Más aún, en dos ocasiones
Jesús, dirigiéndose a los Apóstoles y hablando precisamente de él, lo indica como
"uno de vosotros" (Mt 26, 21; Mc 14, 18; Jn 6, 70; 13, 21). Y Pedro dirá de Judas que "era
uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio" (Hch 1, 17).

Se trata, por tanto, de una figura perteneciente al grupo de los que Jesús se
había escogido como compañeros y colaboradores cercanos. Esto plantea dos
preguntas al intentar explicar lo sucedido. La primera consiste en preguntarnos cómo
es posible que Jesús escogiera a este hombre y confiara en él. Ante todo, aunque Judas
era de hecho el ecónomo del grupo (cf. Jn 12, 6; 13, 29), en realidad también se le
llama "ladrón" (Jn 12, 6). Es un misterio su elección, sobre todo teniendo en cuenta que
Jesús pronuncia un juicio muy severo sobre él: "¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre
es entregado!" (Mt 26, 24). Es todavía más profundo el misterio sobre su suerte eterna,
sabiendo que Judas "acosado por el remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a
los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: "Pequé entregando sangre inocente" (Mt 27,
3-4).

Una segunda pregunta atañe al motivo del comportamiento de Judas: ¿por


qué traicionó a Jesús? Para responder a este interrogante se han hecho varias
hipótesis29. De entre todas, dos son la más interesantes -no son contradictorias sino
más bien complementarias-: una explicación de carácter mesiánico: Judas habría
quedado decepcionado al ver que Jesús no incluía en su programa la liberación
político-militar de su país30, y que consiste en pensar que Judas era un nacionalista
violento, no tenía la más ligera duda de que Jesús podía hacer ese sueño realidad, y al
ver que éste estaba siendo extraña e inexplicablemente lento en actuar forzó la mano
de Jesús creando una situación en la que este se viera obligado a desatar su poder31 (si
esto fuera así, la última cosa que desearía Judas sería que Jesús fuera crucificado).

En realidad, los textos evangélicos insisten en otro aspecto: Juan dice


expresamente que "el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el

29
Paso a resumir las hipótesis que plantea Barclay que parecen interesantes: 1) que Jesús conociera lo que estaba
pasando en su mente y corazón , en cuanto a ese espíritu traidor, y Judas decidió eliminarle al no soportar que conociese
ese interior; 2) que al considerarse como un intruso ya que no era galileo y no estaba entre los íntimos ni primeros,
viviera ciertos celos y amargura que hicieran que al final el amor se convirtiera en odio y entregó a Jesús; 3) porque vio
que el juego había terminado, y esto tiene dos interpretaciones: a) que buscara una cobarde seguridad y delatara a sus
cómplices para salvarse; b) es posible que previera el encuentro frontal con Roma y que organizara el encuentro con
Jesús no para matarle, sino, simplemente, para quitarlo discretamente de en medio y ponerle bajo control antes de que
fuera hecho el daño final; 4) es posible que Judas viera a Jesús, con sus poderes de palabra y de obra, como la persona a
través de la cual el sueño de dominación del mundo -como así pensaban los judíos- podría hacerse realidad, y sin
embargo vio fracasar su esperanza, por lo que entregó a Jesús porque el amor se había convertido en odio, al negarse el
Maestro a ser lo que él quería que fuera; 5) por pura avaricia de dinero y amor a la ganancia -es posible que en ese
momento hubieran puesto precio a la cabeza de Jesús y que Judas le traicionara para conseguir el dinero-. (BARCLAY,
William, HM, p94-97)
30
Hipótesis citada por BENEDICTO XVI, En Judas Iscariote vemos cómo Jesús respeta nuestra libertad. Audiencia
General (18-10-2006). Publicado en Ecclesia 3335 (2006) 1686-1687.
31
Hipótesis citada por BARCLAY, William, HM, p98-99.
propósito de entregarlo" (Jn13, 2); de manera semejante, Lucas escribe: "Satanás entró en
Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce" (Lc 22, 3). De este modo, se va
más allá de las motivaciones históricas y se explica lo sucedido basándose en la
responsabilidad personal de Judas, que cedió miserablemente a una tentación del
Maligno. En todo caso, la traición de Judas sigue siendo un misterio. Jesús lo trató
como a un amigo (cf. Mt 26, 50), pero en sus invitaciones a seguirlo por el camino de
las bienaventuranzas no forzaba las voluntades ni les impedía caer en las tentaciones
de Satanás, respetando la libertad humana. Es como decir que a Judas no se le va a
permitir llevar a cabo su propósito sin que Jesús le hiciera una última llamada. En el
cuarto evangelio (cf. Jn 13, 18-30) se puede ver con mayor nitidez lo que sucedió en la
última cena, y como Jesús lo trató como al anfitrión, como al favorito, para ver si
arrancaba de él el arrepentimiento32.

Una de las cosas más bonitas que se han podido decir de él, la dijo Orígenes.
Sugirió que, cuando Judas se dio cuenta de lo que había hecho, se apresuró a
suicidarse por si podía encontrarse con Jesús en el Hades, el mundo de los muertos, y
allí, con el alma al descubierto, implorar el alma de su Señor (Orígenes, Sermones
sobre Mateo, 35)

VII. SANTIAGO “EL MENOR”33

ª Brevemente
Columna de la Iglesia de Jerusalén.

Tuvo un encuentro con Jesús Resucitado y es nombrado por Pablo como


columna de la Iglesia de Jerusalén. Los judeocristianos lo consideraron su principal
punto de referencia. Se entregó hasta derramar su sangre por Cristo en el martirio.

32
Es muy interesante hacerse una idea mental de lo que allí sucedió y que nos describe Barclay: “Para visualizar lo que allí
sucedió, necesitamos intentar ver cómo estaban colocados los discípulos en la Ultima Cena. En la antigüedad, los invitados se
reclinaban en sofás bajos, apoyándose sobre el codo izquierdo y con la mano derecha libre para coger la comida y la bebida.
Generalmente en cada sofá había tres personas. Claramente Juan estaba a la derecha de Jesús, porque estaba reclinado en su pecho
(Jn 13,23). Pero la posición en la que se colocaba al invitado de honor era a la izquierda del anfitrión, para que éste reclinara su
cabeza en el pecho de la persona a su izquierda. Cuando leemos la narración de Juan, parece claro que Judas ocupaba el sitio de
honor. En una celebración de la Pascua, entre otras, debía de haber tres cosas sobre la mesa. Había lo que se llamaba charosheth, una
pasta hecha con manzanas, dátiles, granadas y nueces, y que representaba la arcilla con la que el pueblo había hecho los ladrillos
durante su esclavitud en Egipto. Había hierbas amargas, como endibias, rábanos picantes, achicoria y marrubios que les recordaban
lo amargo de la esclavitud. Y había un pan sin levadura. En un momento de la ceremonia se ponían algunas de las hierbas entre dos
trozos del pan sin levadura, se untaban en la charosheth y se comían. Eso se llamaba sopa y era un signo de honor que el anfitrión en
persona la preparara y la diera a un invitado. Jesús dio la sopa a Judas (Jn 13,26), y lo más probable es que Judas estuviera colocado
junto a Jesús. Además, todo parece indicar que la conversación de Jesús con Judas fue privada, que los otros discípulos ciertamente
no sabían, ni podían oír tan apenas, lo que estaba pasando entre ellos. Cuando Judas salió, los otros no sabían a dónde iba. Si lo
hubieran sabido, no le habrían permitido salir de esa habitación vivo. Pensaron que, como era el tesorero, se había ido a arreglar el
asunto del ofrecimiento a los pobres que era parte de la costumbre de la Pascua (Jn 13,29)” (id. p87-88)
33
En la escritura aparecen cuatro personas con el nombre de Santiago: Santiago el Mayor (apóstol, hijo de Zebedeo y
Salomé; hermano de Juan evangelista), Santiago el Menor (hijo de Cleofás y de María, la cual estuvo junto a Jesucristo
en la cruz; hermano de José y primo de Jesús), Santiago de Alfeo (apóstol, hijo de Alfeo) y Santiago padre del apóstol
Judas. Para profundizar en el estudio presente, hemos considerado -como hacen muchos autores, entre ellos
BENEDICTO XVI, Las lecciones del Santiago el Menor. Audiencia General (28-5-2006). Publicado en Ecclesia 3319
(2006) 1090-1091, que Santiago el Menor y Santiago de Alfeo es la misma persona, aunque esto obligue a identificar a
Alfeo con Cleofás.
ª Profundizando:

Forma parte de los doce Apóstoles elegidos personalmente por Jesús34, y


muchas veces se le califica como "hijo de Alfeo" (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1,
13). A menudo se le ha identificado con otro Santiago, llamado "el Menor" (cf. Mc 15,
40), hijo de una María (cf. ib.) que podría ser la "María de Cleofás" presente, según el
cuarto evangelio, al pie de la cruz juntamente con la Madre de Jesús (cf. Jn 19, 25).

Era originario de Nazaret y probablemente pariente de Jesús (cf. Mt 13, 55; Mc


6, 3), del cual, según el estilo semítico, es llamado "hermano" (cf. Mc 6, 3; Ga 1, 19).

El libro de los Hechos subraya el papel destacado que desempeñaba este


último Santiago en la Iglesia de Jerusalén. En el concilio apostólico celebrado en la
ciudad santa después de la muerte de Santiago el Mayor, afirmó, juntamente con los
demás, que los paganos podían ser aceptados en la Iglesia sin tener que someterse a
la circuncisión (cf. Hch 15, 13). Esto es, que cuando Pedro fue liberado de prisión, lo
primero que hizo fue dar la noticia a Santiago y los hermanos (cf. Hch 12,17), y al
surgir la importantísima cuestión de recibir a los gentiles en la Iglesia -integrar la
dimensión judía originaria del cristianismo con la exigencia de no imponer a los
paganos convertidos la obligación de someterse a todas las normas de la ley de
Moisés-, fue un discurso de Santiago pensado y hablado con claridad, en virtud de su
posición como dirigente de la Iglesia, lo que resolvió el asunto (cf. Hch 15,13-21).

Cuando Pablo llegó a Jerusalén con la colecta para los pobres, fue recibido por
Santiago y los ancianos (cf. Hch 21,18). En las cartas de Pablo encontramos lo mismo.
En su primera visita a Jerusalén después de su conversión, se encontró con Santiago y
Pedro (cf. Gal 1,19). En su visita catorce años más tarde, Santiago, Pedro y Juan son
los pilares de la Iglesia, y son ellos los que afirman el acuerdo de que Pablo debe de
ser el apóstol de los gentiles (cf Gal 2,9). Es Pablo también, el que le atribuye una
aparición específica del Resucitado (cf. 1 Co 15,7).

De su muerte, podemos decir que, según nos cuenta la tradición, murió mártir
por Cristo35. La información más antigua (Roma, siglo I) la ofrece el historiador judío
34
Algunos dicen que Santiago no fue uno de los doce originales aunque podemos llamarle apóstol por lo que Pablo dice
sobre él: «Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del Señor» (cf. Gal 1,19) Esto lo dice cuando
describía su primera visita a Jerusalén, ya convertido, cuenta su encuentro con Pedro. Algunos dicen que esta frase
implique a Santiago, pero lo que es innegable es que se está refiriendo a que para Pablo y para la Iglesia Cristiana,
Santiago figuraba como un apóstol, y ciertamente fue el dirigente sin discusión de la Iglesia de Jerusalén. (cf.
BARCLAY, William, HM, p99)
35
Según indica Barclay encontramos dos historias sobre la muerte de Santiago: la descrita arriba por el historiador judío
Josefo y que viene narrada en: Antigüedades de los Judíos, 20,9,1; y otra a través de Eusebio en: La Historia
Eclesiástica 2,23. Reproducimos también parte del texto de Eusebio que es el más completo:” Las autoridades judías se
alarmaron al ver la gran cantidad de gente que se convertía al cristianismo y fueron a él y le dijeron:«Te suplicamos que contengas a
la gente que anda extraviada detrás de Jesús... porque todos confiamos en ti. Debes persuadirles para que no anden por mal camino.
Por lo tanto, colócate en el ala del templo donde todo el mundo pueda oír tus palabras». Era el tiempo de la Pascua y la ciudad estaba
llena de gente. De esta manera, colocaron a Santiago en el ala del templo, pero su mensaje no fue el que esperaban o deseaban oír.
«¿Por qué me preguntáis sobre Jesús el Hijo del Hombre?», gritaba. «Está sentado ahora en los cielos, a la derecha del
Todopoderoso, y está a punto de venir en las nubes». Los dirigentes judíos se enfadaron. «Estábamos equivocados», dijeron, «al
permitir tal testimonio sobre Jesús; subamos y tirémosle abajo, que por temor puede que la gente no le crea». «¡Oh! ¡Oh!», decían,
«incluso el justo se ha ido por el camino equivocado». Así que le tiraron desde el pináculo del templo, y le apedrearon; mientras le
apedreaban, él oraba: «Yo te suplico, Dios y Padre, que les perdones, porque no saben lo que hacen». Uno de los sacerdotes intentó
detener el homicidio. «Dejad de apedrearle», gritaba, «el justo está rezando por vosotros». Pero un batanero subió corriendo y golpeó
la cabeza de Santiago con el palo que utilizaba para sacudir sus ropas. Y de esta manera murió el apóstol.”. (cf. BARCLAY,
William, HM, p101-103)
Flavio Josefo que nos cuenta que la muerte de Santiago fue decidida, con iniciativa
ilegítima, por el sumo sacerdote Anano, hijo del Anás que aparece en los Evangelios,
el cual aprovechó el intervalo entre la destitución de un Procurador romano (Festo) y
la llegada de su sucesor (Albino) para decretar su lapidación, en el año 62.
Reproducimos el texto a continuación: «De esta manera Ananías, siendo el tipo de hombre
que era, y pensando que se le presentaba una gran oportunidad, porque Festus había muerto y
Albinus no había llegado todavía, celebró un consejo judicial; y llevó ante él al hermano de
Jesús llamado el Cristo -de nombre Santiago- y algunos otros, y bajo la acusación de violar la
Ley los entregó para ser apedreados».

A él se le atribuye también la Carta que lleva el nombre de Santiago y que está


incluida en el canon del Nuevo Testamento. En dicha carta no se presenta como
"hermano del Señor", sino como "siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (St 1, 1). En el canon
del Nuevo Testamento ocupa el primer lugar entre las así llamadas "Cartas católicas",
es decir, no destinadas a una sola Iglesia particular —como Roma, Éfeso, etc.—, sino a
muchas Iglesias. Se trata de un escrito muy importante, que insiste mucho en la
necesidad de no reducir la propia fe a una pura declaración oral o abstracta, sino de
manifestarla concretamente con obras de bien.

VIII. FELIPE36.

ª Brevemente
El primer hombre llamado a seguir a Jesús.

Es el hombre de espíritu misionero y uno del grupo de los cercanos a Jesús. Se


reconoce como intermediario entre los hombres y Jesús y sabe que si queremos ver
cómo es Dios, debemos mirarlo a El.

ª Profundizando:

Los tres primeros evangelios no dan más que su nombre (cf. Mc 3,18; Mt 10,3;
Lc 6,14), sin embargo, adquiere gran importancia en el cuarto evangelio y en su
conexión con el libro de los Hechos de los apóstoles.

36
Felipe el apóstol va a estar siempre expuesto a que le confundan con Felipe uno de los siete (cf. Hch 6,5). El de los
siete fue el que tuvo la sorprendentemente exitosa campaña de Samaria (cf. Hch 8,1-25), y la persona a través de la que
se convirtió el eunuco etíope (cf. Hch 8,26-40); y también fue este Felipe con el que Pablo estuvo en Cesarea (cf. Hch
21,8). Incluso las autoridades más dignas de crédito de la Iglesia Primitiva confundían a los dos Felipes. Tertuliano
habla de que el apóstol fue arrebatado por el eunuco etíope (Tertuliano, Sobre el Bautismo, 18) e incluso el historiador
Eusebio refiere lo acontecido en Hch 21,8 al apóstol Felipe (Eusebio, La Historia Eclesiástica, 3, 31, 5). En el
calendario de las Iglesias Copta y Armenia hay una conmemoración de «Felipe diácono y apóstol». Incluso en la
antigüedad, la gente encontraba muy difícil recordar que había dos Felipes, y diferenciarlos.(cf. id. 105-106)
Era de Betsaida - una pequeña localidad que pertenecía a la tetrarquía de uno
de los hijos de Herodes el Grande, el cual también se llamaba Felipe (cf. Lc 3, 1) -, la
misma ciudad de donde eran Pedro y Andrés (cf. Jn 1,44) y si era de esta ciudad, lo
más probable es que también fuera pescador de oficio.

Según cuenta Juan, Felipe fue el primer hombre al que Jesús dirigió las
palabras: «¡Sígueme!» (Jn 1,45). A partir de ese momento aparece cuatro veces en el
cuarto evangelio:

1. Tras la llamada de Jesús, lo primero que hizo fue ver a Natanael y hablarle de
ese Jesús que había descubierto y que le había descubierto a él. Dijo a Natanael
que habían encontrado a aquel de quién hablaban Moisés y los profetas. Y
aunque Natanael parece un poco escéptico: «¿De Nazaret puede haber cosa
buena?», Felipe no discute y le responde: «Ven y lo verás» (cf. Jn 1,43-46). De
aquí podemos deducir de algún modo que Felipe tenía un espíritu misionero y
que sabía como hacer frente a los escépticos al intentar evitar la discusión.

2. La siguiente vez que nos encontramos con Felipe es cuando se da de comer a


los cinco mil. Es a él a quien Jesús hace la pregunta: «¿Dónde vamos a comprar
panes para que coman éstos?». Y Felipe responde: «Doscientos denarios de
pan no bastan para que cada uno tome un poco» (Jn 6,5-7).

Se han hecho dos sugerencias interesantes sobre esta escena. Se ha dicho que
Felipe estaba a cargo de la intendencia de los doce, y que cuando se trataba de
un asunto de alimentación, Jesús se lo pasaba a él. Otra sugerencia es que la
respuesta de Felipe fue tan inmediata y segura que debía de haber estado
calculando mentalmente cómo se podría alimentar esa multitud37.

De todos modos, aquí se puede constatar el realismo y el sentido práctico del


Apóstol, que sabe juzgar las implicaciones de una situación. Es interesante
constatar que Jesús se dirigió precisamente a Felipe para obtener una primera
sugerencia sobre cómo resolver el problema: signo evidente de que formaba
parte del grupo restringido que lo rodeaba.

3. En un tercer momento encontramos a Felipe en los últimos días de la vida de


Jesús. Unos griegos que habían ido a Jerusalén a la fiesta de la pascua y fueron
a Felipe con la petición de ver a Jesús (cf. Jn 12,20-22). Probablemente fueron a
él porque el nombre de Felipe es típicamente griego, y porque pensaron que la
mayor probabilidad de ver a Jesús sería a través de una persona con ese
nombre. La reacción de Felipe fue ir a Andrés y contárselo; y sólo entonces
Andrés y Felipe llevaron a los griegos a Jesús.

A priori, hay dos interpretaciones posibles a este hecho. La primera es ver en


Felipe un hombre que es sabio y se conoce a sí mismo, y que prefiere referir el

37
En Palestina con un denario se podían comprar normalmente doce barras de pan de trigo o treinta y seis de cebada, de
un palmo de diámetro y como una pulgada y media de altura. Por tanto, quizás Felipe estaba calculando el mínimo
irreducible necesario para dar a cada persona de la multitud que había un trocito. También podemos verlo de otra
manera: un denario era la paga diaria de un trabajador, por lo que es como si Felipe dijera: «Ni la paga de un año valdría
para comprar lo suficiente para dar un poco a cada uno de esta multitud». (cf. id. 108)
asunto a alguien que sepa que tiene un carácter más fuerte y más decisivo que
el suyo. La otra interpretación, es que nos encontramos ante el indicio de su
prestigio particular dentro del Colegio apostólico. En este caso, de modo
especial, actúa como intermediario entre la petición de algunos griegos y Jesús
—probablemente hablaba griego y pudo hacer de intérprete—. Felipe sabe que
no es el destinatario último de las peticiones de quienes se le acercan, sino el
Señor.

4. La última vez que nos encontramos con Felipe es en la Sala Superior, en la


Última cena. Jesús estaba hablando del Padre y de cómo se iba al Padre. Felipe
era un hombre para el que era difícil tener fe. «Señor», dijo, «muéstranos al
Padre y nos basta». Felipe recibió unas de las palabras más sublimes del
evangelio según san Juan -contienen una auténtica revelación-: «El que me ha
visto a mí ha visto al Padre» (cf. Jn 14,8-9). Para Felipe, creer implicaba ver.
Pero Felipe no se contuvo ni reprimió su mente llena de interrogantes. Llevó
su duda a Jesús; y aquella noche aprendió que, si queremos ver cómo es Dios,
debemos mirar a Jesús, y ésa es la verdad central de la religión cristiana.

Añadir también, que la importancia de Felipe en el evangelio de Juan debe


explicarse teniendo en cuenta lo que dice el libro de los Hechos. Aquí, Andrés es
considerado como uno de los diáconos, y podemos decir que lo fue, en el mismo
sentido que Jesús: anunciadores-servidores de la palabra. Así pues, Felipe el apóstol y
Felipe el diácono son la misma persona.

Y por último, indicar que Felipe y Andrés pertenecían al mismo grupo de


Estaban, liberales y liberadores de la Ley. Por eso fue eliminado Esteban. Los que
pensaban con él tuvieron que pasar la frontera y con ellos la pasó el evangelio. Son
los fundadores de la primera comunidad cristiana fuera de Judea. De ahí la
insistencia en su origen. Cierto que Pedro era del mismo pueblo, pero el se había
aferrado a Jerusalén. Hay que tener en cuenta que Betsaida, llamada de Galilea,
anteriormente había pertenecido a Aquilene. Eran, por tanto, así como los primeros
misiones del “clero indígena”, es decir, griegos anunciadores del evangelio a los
griegos.

IX. SIMÓN EL ZELOTES.

ª Brevemente
El hombre que empezó odiando y terminó amando.

Simón, es aquel que en un tiempo habría matado a la gente por lealtad, por ser
celoso y fiel defensor de la Ley. Después del encuentro con Jesús se convirtió en el
hombre que vio que Dios no quiere que se utilice otra Ley sino el Amor.

ª Profundizando:
Simón el Zelotes que aparece en Lucas y en los Hechos de los apóstoles y
Simón el Cananeo del que hablan Mateo y Marcos, es la misma persona38. Cananeo y

38
En Lucas es Simón, llamado Zelotes (cf. Lc 6,15; Hch 1,13) -la palabra griega zēlōtēs significa fanático- y esto no
presenta ninguna dificultad. El problema viene cuando Mateo y Marcos lo llaman Simón el Cananeo (cf. Mt 10,4; Mc
3,18). Los manuscritos griegos tienen dos interpretaciones. Unos que dicen Kananitēs y traducen por Canaanita. Esto,
Zelotes son la misma palabra, la primera en hebreo, la segunda en griego. Vienen a
significar “ser celoso” y se utilizaba para aquellos que eran celosos. Los celos son los de
los celosos de la santidad y el honor de la Ley.

Pasamos ahora a hacer una interesante crónica histórica de cómo surgieron los
zelotes39:

Los Zelotes fueron, de entre los grandes partidos judíos, el último en


surgir, y, aunque según ellos, eran los patriotas más fervientes de todos, fueron,
sin embargo, directamente responsables de la destrucción final del estado judío.
Palestina era un país sometido a las reglas romanas, y los judíos no habían
sabido nunca aceptar este hecho. Herodes el Grande había conseguido durante
muchos años mantener a la nación unida en una especie de paz. Lo hizo por su
gran personalidad y por su destreza diplomática, que le permitía trabajar con los
romanos y sacarles privilegios para los judíos. Murió en el 4 a.C. Repartió el
territorio entre sus hijos. A Felipe le dejó las regiones del noreste de Iturea y
Traconitis; a Herodes Antipas le dejó Galilea; y a Arquelao le dejó Judea y
Samaria. Estos arreglos tenían que ser ratificados por los jefes supremos
romanos y antes de que esto se pudiera hacer, Palestina estalló. La acción más
violenta tuvo lugar en Galilea. Allí, Judas el Galileo (cf. Hch 5,36) levantó una
insurrección, tomó por asalto el palacio de Seforis, irrumpió en el arsenal, armó
a sus seguidores y se embarcó en una revolución. A su debido tiempo, el poder
romano derribó rápidamente a Judas.

Los romanos ratificaron la disposición que había hecho Herodes sobre su


territorio, pero se probó que Arquelao no se acomodaba a las reglas, y los
romanos se vieron obligados a introducir un gobernador romano en Judea. El
gobernador fue Quirino (cf. Lc 2,2 donde se le llama Cirino). Quirino dio el paso
normal romano de instituir un censo para los impuestos y la administración; e
inmediatamente el país explotó en una revolución. Para los judíos, tan
inflexibles, Dios era el único rey; y Dios era la única persona a la que se podía
pagar tributo; esta revuelta no era una insurrección política sino una guerra
santa. Una vez más Judas estaba a la cabeza, pero esta vez la revuelta fue
aplastada sin piedad, y Judas fue asesinado. De su muerte surgieron los Zelotes.

con bastante seguridad es erroeno ya que Canaan en griego es Chanaan, y su adjetivo es Chananaios. Si vamos a aceptar
Kananitēs, entonces debemos de traducirlo por Cananeo, no canaaneo, como hicieron las versiones antiguas inglesas, tal
como la Biblia de Ginebra. Jerónimo en su Comentario sobre Mateo aceptó la interpretación de Kananitēs, pero la
relacionó con Caná de Galilea; y a partir de allí surgió la conjetura de que Simón no era otro que el novio de la boda de
Caná de Galilea, y la historia de que después de la fiesta se hizo discípulo y seguidor de Jesús. A pesar de ello, hay que
abandonar esta interpretación porque el adjetivo de Caná es Kanaios y no Kananitēs. La interpretación de los
manuscritos más antiguos y mejores es Kananaios, que es la palabra correcta para traducir Cananeo. Esta palabra se
deriva del verbo hebreo Kana, que significa ser celoso; y se utilizaba para aquellos que eran celosos de la Ley; zēlōtēs
es precisamente la misma palabra en griego; también significa el que es celoso.(cf. id 113-11).
39
La presente crónica histórica está tomada BARCLAY, William, HM, p114-1148. Aunque consideramos como
válidos los datos citados, hay que añadir que según indica BERNABÉ, ”Contexto”, en DJN, p.211, no todos los autores
mantienen que los zelotes fueran un grupo de resistencia armada que existió, como los Fariseos o Saduceos, durante
todo el s. I, sino que sostienen que este grupo apareció cuando ya había estallado la Guerra Judía (67 o 68 d.C.), y que
fue una coalición de grupos de bandidos campesinos que, según los romanos iban avanzando hacia Jerusalén desde el
noroeste, se fueron juntando en su camino hacia la ciudad del templo. Allí se unieron con gente de la ciudad y con
sacerdotes de la clase baja. Esta coalición tomó represalias contra la aristocracia sacerdotal y la nobleza, haciendo
grandes purgas entre ellos y robando sus posesiones.
Algunos años antes de esto, los judíos se habían enfrentado con el salvaje
intento de Antíoco Epifanio de eliminar su nación y su fe. Por aquellos días los
Macabeos se habían levantado como salvadores de su país; y cuando Matatías,
padre de los Macabeos, estaba muriendo, su mensaje al partir fue: «Ahora hijos,
mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros
padres» (1M 2,50). Así que los Zelotes40 eran patriotas judíos fanáticos celosos de
la Ley y que odiaban encarnecidamente el poder extranjero.

Así que los Zelotes eran pues nacionalistas judíos fanáticos que sentían
una heroica indiferencia por los sufrimientos que llevaba consigo la lucha por lo
que ellos veían como la pureza de su fe.

Los Zelotes, en su versión más fundamentalista evolucionaron a los


Sicarii, los Asesinos. Su nombre proviene de una pequeña espada curvada
llamada sica, que llevaban debajo de sus túnicas, y que introducían en los
cuerpos de sus enemigos en cuanto podían. Los Asesinos eran mucho más
terroristas que patriotas.

Dos cosas empezaron a suceder cuando Palestina empezó a dividirse. Los


Zelotes y los Asesinos utilizaban a la mínima oportunidad la guerra de
guerrillas para incendiar y saquear pueblos y ciudades, en parte, por una pura
pasión destructiva, y en parte como actos de bandidaje. Todavía más,
empezaron a volver sus armas y su violencia, no sólo contra los romanos, sino
incluso contra sus propios compatriotas. Si pensaban que algún judío quería
comprometerse con los romanos, o entrar en algún tratado o acuerdo con ellos, a
ese judío le marcaban para asesinarlo. Uno de los momentos más terribles de la
historia fue el último cerco a Jerusalén en el 70 d. C. Los romanos, cansados de
los problemas de Palestina, habían determinado solucionar las cosas de una vez
por todas. Cuando Jerusalén fue sitiada, y los habitantes estaban muriendo
lentamente de hambre, y cuando las perspectivas eran de una desesperanza
total, dentro de la ciudad asediada se estaba desencadenando una guerra civil y
los Zelotes y los Asesinos estaban asesinando a todo el que sugería una política
más moderada, o al que estaba dispuesto a llegar a un acuerdo antes de que la
ruina total hundiera la ciudad. Los Zelotes y los Asesinos estaban enloquecidos
por el odio a los romanos y a cualquiera que tuviera algo que ver con ellos. Fue
su odio insano hacia Roma lo que al final destruyó su ciudad.

Nada muestra mejor el fanatismo de los Zelotes que el incidente en el que


pereció el último de ellos. Cuando cayó Jerusalén, aún resistían algunas
fortalezas. La última fue Masada, donde todavía resistía un grupo al mando de
Eleazar. Cuando se vio claro que no había ninguna esperanza de escapar,
Eleazar los convocó, e hizo un brillante discurso en el que les urgió, primero, a
sacrificar a sus propias mujeres e hijos y, después, a suicidarse. Ellos le tomaron
la palabra. «Abrazaron tiernamente a sus mujeres, besaron a sus hijos y después
empezaron el sangriento trabajo. Perecieron novecientos sesenta; solamente

40
Josefo los describe: «Judas el Galileo fue el autor de la cuarta secta de la filosofía judía... Tienen (los Zelotas) una
unión inviolable con la libertad, y dicen que Dios es su único Gobernante y Señor. No les importa matar con cualquier
tipo de muerte, ni prestan atención a la tortura de sus familiares y amigos, ni tales temores les hacen llamar señor a
ningún hombre. Y como esta resolución inamovible es conocida por muchos, no hablaré más sobre el tema; porque no
temo que no se crea algo de lo que he dicho sobre ellos, sino que lo que he dicho se queda corto si lo comparamos con
la resolución que mostraban cuando padecían sufrimientos» (Josefo, Antigüedades de los Judíos, 18,1,6, en HM, p116).
escaparon dos mujeres y cinco niños escondiéndose en una cueva» (Josefo,
Guerras de los judíos, 7,8,9).

Es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento


nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la
identidad judía, por tanto, por Dios, por su pueblo y por la Ley. Si esto es así, Simón
vivió dos acontecimiento importantes:

1. Fue un milagro que Simón pudiese convivir con Mateo en el mismo grupo de
los apóstoles. Esto se dio gracias a la llamada de Jesús, y porque su amor es
capaz de superar cualquier barrera humana, social o política. En otro tiempo,
Mateo, por su condición de recaudador de impuestos y por tanto, de
implicación con Roma, habría sido uno de sus peores enemigos.

2. Después de la Cruz, Simón todavía estaba allí (cf. Hch 1,13). Esto podría ser un
dato muy significativo para deducir que aquí Simón había llegado a ver que
debía de renunciar a la daga por la Cruz. Había dedicado su vida a la reforma
por la política del poder y tenía que aceptar el camino del amor sacrificado.

X. SANTIAGO “EL MAYOR”.

ª Brevemente
El primero de los doce en ser mártir

Santiago fue un hombre acogió con prontitud la llamada del Señor dejándolo
todo. Es aquel que fue fiel Cristo y que amó hasta derramar su sangre. Y el que tuvo
que sobrellevar el vivir bajo la sombra de Juan que era más “famoso” que él. Fue
también ejemplo de optimismo divino y de una fe victoriosa al formular la petición
de ocupar los primeros puestos ya que tenía la certeza de que Jesús era Rey.

ª Profundizando:

El nombre Santiago es la traducción de Iákobos, transliteración griega del


nombre del célebre patriarca Jacob. El apóstol así llamado es hermano de Juan e hijo
de Zebedeo, y en las listas a las que nos hemos referido ocupa el segundo lugar
inmediatamente después de Pedro, como en el evangelio según san Marcos (cf. Mc 3,
17), o el tercer lugar después de Pedro y Andrés en los evangelios según san Mateo
(cf. Mt 10, 2) y san Lucas (cf. Lc 6, 14), mientras que en los Hechos de los Apóstoles es
mencionado después de Pedro y Juan (cf. Hch 1,13). Este Santiago, juntamente con
Pedro y Juan.

Para hablar de Santiago no podemos hacerlo sin nombrar a Juan ya que en


ningún momento del evangelio aparecen separados. Eran los hijos de Zebedeo por lo
que eran pescadores. En estas circunstancias, Jesús les llamó y los hizo pescadores de
hombres (cf. Mt 14,19; Mc 1,20; Lc 5,1-11). Algo que nunca habrían imaginado lo que
podría significar. Entre los momentos más significativos que aparecen en la Escritura
cabe señalar:
1. En el que serán llamados Boanerges (cf. Mc 3,17), hijos del trueno, por su
temperamento violento y explosivo -eran galileos típicamente impulsivos y de
genio vivo-, que hizo que desearan arrasar el pueblo samaritano que negó la
hospitalidad a Jesús y al resto de los que iban con él (cf. Lc 9,51-56).

2. En el que muestran su deseo de ocupar los principales puestos en el futuro


Reino de Cristo (cf. Mc 10,35-45; cf. Mt 20,20-28). Jesús les preguntó si podrían
beber el cáliz que El tenía que beber, y dijeron que sí, y Jesús dijo que llegaría
el momento en que lo harían realmente (Mt 20,22 y 23; Mc 10,37-39). Ambos
hermanos, sin ser ninguno de los dos superior al otro, bebieron ciertamente el
cáliz aunque de dos modos distintos41:

− Juan fue a Éfeso vivió casi hasta los cien años y murió en paz lleno de
años y de honor.

− La vida de Santiago fue corta, y llegó a su fin rápida y repentinamente


a través del martirio a muerte de espada.

Tanto el cristiano que muere en un momento heroico, como el cristiano que


vive una larga vida de fidelidad a Cristo, beben los dos su Cáliz.

Dentro del grupo de los apóstoles, Santiago y Juan pertenecen, junto con
Pedro, al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a
los momentos importantes de su vida. Las dos ocasiones más significativas son las
siguientes:

1. El acontecimiento de la Transfiguración de Jesús: Santiago, con los otros dos


Apóstoles, experimenta la gloria del Señor, lo ve conversando con Moisés y
Elías, y ve cómo se trasluce el esplendor divino en Jesús.

2. El momento de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní: se encuentra


ante el sufrimiento y la humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de
Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte.

Ciertamente, la segunda experiencia constituyó para Santiago una ocasión de


maduración en la fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista, de la
primera: tuvo que vislumbrar que el Mesías, esperado por el pueblo judío como un
triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria, sino también de
sufrimientos y debilidad. La gloria de Cristo se realiza precisamente en la cruz,
participando en nuestros sufrimientos42.

41
Es interesante para entender esto, acudir al símil que hace BARCLAY, William, HM, p126. Dice: “Hay una moneda
romana cuya inscripción es un buey frente a un altar y a un arado, con las palabras: «Preparado para las dos cosas». El
buey debe de estar preparado para el dramático sacrificio en el altar o la pesada rutina del arado.”
42
BENEDICTO XVI, Santiago el Mayor o la prontitud para acoger la llamada del Señor. Audiencia General (21-6-
2006). Publicado en Ecclesia 3317 (2006) 1019-1020, también lo explica así: “...podemos decir que el camino no sólo
exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la
peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio
Vaticano II. Siguiendo a Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que vamos por el buen
camino”
Esta maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo
en Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio
supremo -es la única vez en la que Santiago aparece solo-, no se echó atrás. Al inicio
de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como
nos informa san Lucas, "por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para
maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan" (Hch 12, 1-2). La
concisión de la noticia, que no da ningún detalle narrativo, pone de manifiesto, por
una parte, que para los cristianos era normal dar testimonio del Señor con la propia
vida; y, por otra, que Santiago ocupaba una posición destacada en la Iglesia de
Jerusalén, entre otras causas por el papel que había desempeñado durante la
existencia terrena de Jesús.

Una tradición sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla
de una estancia suya en España para evangelizar esa importante región del imperio
romano. En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido trasladado a España,
a la ciudad de Santiago de Compostela. Ese lugar se convirtió en objeto de gran
veneración y sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes
de Europa sino también de todo el mundo. Así se explica la representación
iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio,
características del apóstol itinerante y dedicado al anuncio de la "buena nueva", y
características de la peregrinación de la vida cristiana.

XI. BARTOLOMÉ.

ª Brevemente
Es el hombre que buscando se dejó encontrar.

Es la figura de un hombre estudioso que buscaba, un hombre fervoroso en la


oración, un hombre que renunció a todo, y que se convirtió en un hombre de acción y
en uno de los misioneros más emprendedores de la historia de la Iglesia.

ª Profundizando:

El nombre de Bartolomé únicamente aparece en las listas de los apóstoles y


nunca se encuentra en las narraciones del NT por lo que a priori, no podríamos decir
nada de el. Pero tradicionalmente se le identifica con Natanael: un nombre que
significa "Dios ha dado". La identificación de los dos personajes probablemente se
deba al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio
de san Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en
las listas de los apóstoles referidas por los otros evangelios. Algunas razones para
considerar que estamos hablando de la misma persona podrían ser las siguientes43:

− Bartolomé no es en sí un nombre de pila. Es un segundo nombre distintivo,


perteneciente a ese tipo de segundos nombres que identifica a un hombre con
el nombre de su padre. Bar significa hijo de; y Bartolomé probablemente
43
Razonamientos tomados de BARCLAY, William, HM, p127-128. Indicar también que en el punto 5, Indentificación,
ya vienen mencionados.
significa hijo de Tolmai. Bartolomé, por consiguiente, debe de haber tenido un
nombre de pila; y, por lo tanto, desde el punto de vista de la diferencia de
nombres, no hay nada que prohíba la identificación de Bartolomé con
Natanael.

− Los tres primeros evangelios nunca mencionan a Natanael, y el cuarto nunca


menciona a Bartolomé. Probablemente Natanael era un apóstol, aunque hay
quienes se han cuestionado esto. Ciertamente, en los dos pasajes donde se
menciona a Natanael en el cuarto evangelio está en compañía de apóstoles y
se habla de él de una manera que parece muy probable que sea un apóstol (Jn
1,4351; 21,2). Y si los nombres de Natanael y Bartolomé están incluidos
dentro de los doce, entonces deben de referirse a la misma persona.

− En las listas de los doce en los tres primeros evangelios y en los Hechos, los
nombres de Felipe y Bartolomé aparecen siempre juntos, como si fuera
natural hablar de ellos al mismo tiempo; y en el cuarto evangelio vemos que
fue Felipe el que llevó a Natanael a Jesús (Jn 1,45). Entonces, como Felipe está
estrechamente conectado con Bartolomé y Natanael, puede ser que
Bartolomé y Natanael sean la misma persona.

A pesar de todo lo dicho anteriormente es interesante mencionar que a


Natanael se le ha identificado con otros personajes del evangelio44, y que algunos de
los mayores padres de la antigüedad como San Agustín o San Gregorio el Grande, no
creían que Natanael fuera uno de los doce. La razón era que pensaban que Natanael
era un gran experto y erudito de la Ley y los profetas.

Por nuestra parte vamos a considerar a Bartolomé y Natanael como la misma


persona. De este modo podemos referirnos a Bartolomé-Natanael para profundizar
en su conocimiento.

Bartolomé-Natanael era de Caná de Galilea (cf. Jn 21,2). Era amigo de Felipe, y


cuando éste descubrió a Jesús, fue directamente a Natanael y le comunicó su
descubrimiento. Felipe creía que en Jesús de Nazaret, el hijo de José, había
descubierto al Mesías al que apuntaban toda la Ley y los profetas. Podemos pensar
por su actitud que Natanael era escéptico, y por tanto, encontraba difícil creer que
una figura tan grande pudiera salir de un lugar como Nazaret -Caná y Nazaret eran
prácticamente pueblos vecinos, y la rivalidad y la familiaridad habían originado
desprecio-. Felipe, sin perder tiempo, invitó a Natanael a ir a ver a Jesús por sí mismo.
Jesús saludó a Natanael con las palabras: «¡Mira un israelita de verdad en quien no

44
Se le ha identificado a Natanael: 1) Ha sido identificado con Simón el Cananeo. En algunos manuscritos del NT
llaman a Simón con el nombre de Kananitēs. Algunos lo tomaron equivocadamente con el significado de hombre de
Caná. En Juan 21,2 vemos que Natanael también era un hombre de Caná; y por eso se hizo la identificación. Esto no
puede ser así, porque Simón no era el hombre de Caná sino el Cananeo o Zelotes. 2) Epifanio, no sabemos en base a
qué, identificó a Natanael con el discípulo anónimo camino de Emaús (Lc 24,13-25; Epifanio, Herejías, 23). En esa
escena, uno de los discípulos con los que se encuentra Jesús en el camino de Emaús se llama Cleofás, y el otro
permanece anónimo. Epifanio creía que el discípulo sin nombre era Natanael. 3) Natanael ha sido identificado con el
Discípulo Amado, y, por consiguiente, con el mismo Juan. Las primeras palabras que Jesús dirigió a Natanael fueron:
«Mirad a un israelita de verdad en quien no hay engaño» (Jn 1,47). Es como si Jesús dijera: «Aquí está realmente el
discípulo perfecto para mi propósito». 4) La identificación de Natanael con Esteban. La base de esta idea es que Jesús
prometió a Natanael que vería el cielo abierto, y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre (Jn 1,51).
Cuando Esteban fue martirizado, se dice de él que vio el cielo abierto y a Jesús en pie a la diestra de Dios (He 7,56). Se
dice, pues, que heredó la promesa hecha a Natanael, y por eso los identifican. (cf. id. p.136-137).
hay engaño!» (Jn 1, 47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo:
"Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude" (Sal 32, 2), pero que suscita la
curiosidad de Natanael, que replica asombrado: "¿De qué me conoces?" (Jn 1, 48). La
respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: "Antes de que Felipe te
llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Jn 1, 48). No sabemos qué había
sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la
vida de Natanael45.

Para mucha gente en Palestina la higuera era una especie de cuarto privado.
La higuera crece hasta una altura de unos quince pies, pero sus ramas se extienden
hasta alcanzar unos veinticinco pies. Era costumbre tener una higuera a la puerta de
casa. En Palestina las casas de los más pobres tenían sólo una habitación; y, a
menudo, cuando buscaban tranquilidad para orar y meditar, buscaban la intimidad
bajo la sombra de la higuera. De hecho, Jesús le estaba diciendo a Natanael:
«Natanael, te he visto en oración, en tu devoción privada, en el único sitio privado
que tienes; y allí he visto en lo secreto y privado de tu corazón, y conozco la
búsqueda que hay ahí». Es como si Jesús como Dios mismo comprendiera el lejano
pensamiento de Natanael. A Natanael le parecía sorprendente que alguien tuviera el
poder divino de leer los secretos de su corazón. «Rabí», dijo, con asombro reverencial,
«tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel» (Jn 1, 49). En ella se da un primer e
importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael
presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido
tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su
relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del
Mesías esperado. Al momento Jesús prometió a Natanael cosas todavía mayores; le
prometió que sería testigo del triunfo último y la gloria final (Jn 1,43-51).

Con todo lo anterior podemos decir que:

1. Natanael era un investigador de las Escrituras y un buscador de la verdad.


Prueba de ello es la manera en que le hace el anuncio Felipe: «Ese del que
escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado» (Jn
1,45). Como buscaba la verdad y estudiaba la palabra de Dios, pudo reconocer
al Hijo de Dios cuando llegó.

2. Natanael era un hombre totalmente sincero. Era un israelita de verdad en el


que no había engaño (Jn 1,47).

3. Natanael era un hombre de oración. Jesús le vio debajo de la higuera (Jn 1,48);
y esto implica que pasaba muchas horas allí. A su estudio, añadía la oración.

4. Natanael era un hombre que no se andaba a medias tintas. «Tú eres el Hijo de
Dios», dijo a Jesús, «tú eres el Rey de Israel» (Jn 1,49). Cuando se entregaba, se
entregaba del todo. Cuando descubrió a Jesucristo, ningún sitio le parecía
bueno para El sino era el más alto.

45
BENEDICTO XVI, La adhesión a Jesús puede ser vivida y testimoniada nos dice el apóstol Bartolomé. Audiencia
General (4-10-2006). Publicado en Ecclesia 3335 (2006) 1682-1683, aporta esta interesante reflexión: “Él se siente
tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega ala conclusión: este hombre sabe todo
sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente.”
5. Era un hombre fiel. Permaneció con los apóstoles después de la agonía de
Jesús (Jn 21,2).

Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos


noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio, en el
siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia
de Bartolomé (cf. Hist. eccl. V, 10, 3). En la tradición posterior, a partir de la Edad
Media, se impuso la narración de su muerte desollado46, que llegó a ser muy popular.

XII. TADEO.

ª Brevemente
Es un hombre de fe plena

Tadeo vive verdaderamente la fe. Es el hombre que vive con alegría, en


confianza y en alabanza, motivado sólo por la bondad y misericordia de Dios. Es
aquel que sabe testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad.

ª Profundizando:

La tradición lo ha llamado Judas Tadeo uniendo dos nombres diversos:


mientras en Marcos se le llama Tadeo (Mc 3,18); en Mateo, Lebeo, de apellido Tadeo
(Mt 10, 3), Lucas lo llama "Judas de Santiago" (Lc 6, 16; Hch 1, 13). No se sabe a ciencia
cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se explica como proveniente del
arameo taddà', que quiere decir "pecho" y por tanto significaría "magnánimo", o como
una abreviación de un nombre griego como "Teodoro, Teódoto". En los primeros tres
Evangelios no se menciona nada sobre lo que dijo o hizo, pero en el cuarto Evangelio
aparece una vez con el nombre de Judas, no Iscariote.

En el evangelio prácticamente no aparece, sólo san Juan señala una petición


que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor: "Señor, ¿qué pasa para
que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?". La respuesta de Jesús es misteriosa
y profunda. El Señor dice: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él" (Jn 14, 22-23)47. Esto quiere decir que
Jesús quiere llevar a Tadeo a un plano distinto al que se encuentra. Se trata de ir más

46
En relación con este tema, el Papa BENEDICTO XVI, La adhesión a Jesús puede ser vivida y testimoniada nos dice
el apóstol Bartolomé. Audiencia General (4-10-2006). Publicado en Ecclesia 3335 (2006) 1682-1683 dice: “Pensemos
en la conocidísima escena del Juicio final en la capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a san Bartolomé
sosteniendo en la mano izquierda su propia piel, en la cual el artista dejó su autorretrato.”
47
BARCLAY, William, HM, p145-146, da una interpretación interesante a estas palabras. Explica que en un
manuscrito latino a este judas se le llama Judas Zelote, y esto implicaría que era un nacionalista exagerado y violento
con el sueño de que las personas elegidas conseguirían el poder y el dominio del mundo. Por tanto, con la pregunta a
Jesús estaría queriendo decir algo similar a: «Está muy bien decirnos que eres el Mesías y mostrarnos que eres el
elegido de Dios. Pero seguro que ha llegado la hora en que es necesario que lo manifiestes públicamente. Seguramente
ha llegado el momento en que debes salir a la gente y mostrarles quién eres y demostrar tu poder». Y la respuesta de
Jesús fue que cualquier manifestación suya era imposible, excepto a los corazones obedientes y llenos de amor; pero
que cuando un hombre diera a Jesús amor y obediencia, el Padre y el Hijo harían del corazón de este hombre su morada.
De algún modo, le estaba diciendo que el camino del poder nunca puede ser un sustituto del camino del amor.
allá de lo superficial, le está explicando que al Resucitado hay que verlo y percibirlo
también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros.

A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo


Testamento que se suelen llamar "católicas" por no estar dirigidas a una Iglesia local
determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige "a los que
han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo" (v. 1). Esta carta tiene
como preocupación central alertar a los cristianos ante todos los que toman como
excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a
otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la
Iglesia "alucinados en sus delirios" (v. 8), así define Judas esas doctrinas e ideas
particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras
fuertes, dice que "se han ido por el camino de Caín" (v.11). Además, sin reticencias los
tacha de "nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces
muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia
vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para
siempre" (vv. 12-13).

Y con la intención de destacar que es preciso tener muy presente que la


identidad cristiana exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del
mundo, el texto de la carta prosigue así: "Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre
vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios,
aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan
tratad de convencerlos..." (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras:
"Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con
alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria,
majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén" (vv. 24-25).
7. Conclusión.
Una vez finalizado el trabajo me parece interesante tomar como conclusiones, en
general, las siguientes ideas:

− Es posible llevar a cabo una identificación bastante clara y aproximada de lo que


podemos llamar “los doce apóstoles”.

− Se precisa conocer el contexto histórico-social, político, religioso e incluso


geográfico en que vivieron estos hombres para profundizar en su conocimiento.

− Constatar que la Escritura junto con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia son las
fuentes claras de la Relación.

− Se hace necesario una lectura sapiencial del texto sagrado para ir más allá de que el
texto dice e intentar ver, interpretar, lo que está queriendo decir.

− Hacer una aproximación a lo que vivieron, sintieron, conocieron estos hombres tan
cercanos a Jesús es siempre de gran ayuda. Por un lado porque al ser persona de
“carne y hueso” es como más fácil identificarte con alguno de ellos, y por otro lado
sus palabras y obras tienen la capacidad de interpelar, cuestionar ...
8. Anexo.

Fuente: MAY, Herbert G. (dir.), Atlas Bíblico Oxfort, Madrid, Verbo Divino, 1988, p.85
9. Bibliografía.
BARCLAY, William, Los hombres del Maestro, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1988.
FERNÁNDEZ, Felipe (dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Burgos, Monte Carmelo, 2001.
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