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Metodología de la Ciencia Aplicada al Diseño. Arq. – D.G.

FAU UNNE 2011


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METODOLOGÍA DE LA CIENCIA.

Representaciones, de la palabra a la imagen

En documentos anteriores abordábamos la problemática del signo desde su con-


formación como tal, dotado de significado, significante e interpretante. Nos queda
ahora cumplir la misión de arrojar más claridad sobre el asunto del signo como
unidad básica de un código y su transformación gradual hacia otro código.
Para simplificarlo diremos que aún tenemos la pretensión de echar luz, tanto como
sea posible, sobre el funcionamiento de las representaciones, compleja red de ope-
raciones a la que el diseñador se enfrenta: convertir uno o varios conceptos que
constituyen el mensaje, en imágenes… de manera que sean lo suficientemente en-
tendibles para el público al que van dirigidas…

Retomando…
Puede decirse que desde antaño lo tradicional ha sido ver al signo como una réplica de un
objeto “de la realidad”.
La dupla “significado-significante” propuestos por Saussure obliga a poner en considera-
ción un tercer aspecto propuesto por Charles Peirce: ser algo para alguien o para algún
sistema de conocimiento (toda forma perceptiva puede ser portadora de un concepto para
alguien). Esto elimina la vinculación biunívoca entre el signo y el referente poniendo en
escena un tercer elemento: Alguien que interpreta: Lo que Charles Morris1 caracteriza
como “la dimensión pragmática del signo” planteándola del siguiente modo: “el intérprete
de un signo es un organismo, mientras que el interpretante es el hábito del organismo de
responder, a causa del signo vehículo frente a objetos ausentes que son relevantes para
una situación problemática presente, como si estuvieran presentes”2

¿En qué consiste entonces esa “idea” que el signo recorta del objeto y de lo que se hace
sustituto, es decir, que re-presenta en ausencia del primero?
Peirce afirma que esa idea que el signo toma del objeto no está en el objeto mismo, sino
en el pensamiento del sujeto interpretante, y se trata por lo tanto, de otro signo más des-
arrollado.
En definitiva… podríamos preguntarnos ¿Cuál es el referente de un signo? Pues otro sig-
no…

1
Charles Morris (1903 – 1979) norteamericano, importante sistematizador de la semiótica. Clasificó la
semiótica en tres ramas: la sintaxis, la semántica, la pragmática.
2
Morris, Charles (1971): Foundations of the Teory of Signs, en Foundations of the Unity of Science, V.I,
Chicago. USA.

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Entonces puede suponerse que todo, absolutamente todo es signo y la cuestión se cierra
aquí mismo… pero no es así.

Peirce afirma que debe presuponerse algún conocimiento sobre el objeto para que se
genere relación alguna con un signo que lo represente (que lo re-presente a la mente del
sujeto)
“Porque si hubiera algo que aportase información y no tuviese relación ni referencia con
algo acerca de lo cual la persona a la que se aporta a esa información de modo que pue-
da comprenderla no tuviera el menor conocimiento directo o indirecto (…) al vehículo de
dicha información no deberá llamársele signo”3.

Esto significa que un signo como tal y para la mente de un sujeto está condicionado por el
cúmulo de conocimientos que haya interiorizado el sujeto.
En relación al conocimiento, éste tiene siempre por objeto a otro conocimiento anterior y
nunca a la “realidad pura” (si la hubiere) en tanto no modificada todavía por el pensamien-
to.
Es aquí donde entra en acción el lenguaje y la importancia que éste tiene en la configura-
ción de nuestro pensamiento.
Sin lugar a dudas el lenguaje articulado es el sistema de signos más importante de todos
aquellos utilizados por el hombre. Los signos lingüísticos no sólo se destacan por su va-
riedad y complejidad, sino porque es “a través de ellos que se estructura nuestro pensa-
miento y nuestro mundo, a punto tal que naturalmente les atribuimos (al pensamiento y al
mundo) la misma forma o estructura lógica que funciona como andamiaje de nuestro len-
guaje” 4.

Ese mundo, el entorno en que vivimos es tan rico en matices, tan subjetivo y complejo
que, podríamos decir, no hay código en el universo que sea capaz de expresar fielmente
todos los matices. Los recursos, los giros, el vocabulario preciso, la imagen que más se
aproxima a ese entorno, sumado a los gestos, modulaciones de la voz… permiten
aproximar la expresión a las vivencias, pero siempre resultan insuficientes. Sin embargo,
el dominio y riqueza del lenguaje proporciona un nivel cultural que le permite al hombre
expresar todo aquello que de otro modo no podría ser expresado…
El lenguaje, que es un hecho social, está sujeto a normas que se imponen al hablante
condicionando y limitando sus posibilidades expresivas.

Podemos afirmar que pensamos y conocemos en función de nuestras competen-


cias lingüísticas. Aprender a hablar y/o escribir condiciona nuestro “aprender a
pensar”.

3
Peirce, Charles S. (1931) Speculative Grammar, en Collected papers, Cambridge, Massachussets. En caste-
llano: La ciencia de la semiótica (1974), Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina.
4
Strycek, Ludmila (2005): “Introducción al Problema de las Representaciones
El Signo. La Semiótica.” Documento para la Cátedra Metodología de la Ciencia. FAU – UNNE.

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¿Cómo está construido el signo?

Siguiendo la Teoría Peirceana “Un signo o representamen es algo, que está para al-
guien, por algo, en algún aspecto o disposición”.5
Esta definición, por vaga que parezca, constituye la columna vertebral de la teoría de
Peirce. Paso a paso iremos desmenuzando y analizando estas palabras, para introducir-
nos en la complejidad que las mismas soportan.
“…estar en lugar de, es decir, situarse en una relación tal respecto a otro (otra cosa) que
para ciertos fines, pueda considerársele en algún modo, como si fuese ese otro…”
Reducido a una forma esquemática, tenemos el siguiente modelo o concepto de signo:

SIGNO es… ALGO (a) Para… ALGUIEN (1)


En… ALGUNA RELACIÓN (2)
Por… ALGO (3)

Y agrega: “… el signo se dirige a alguien, crea en la mente de esa persona un signo


equivalente, o quizás, un signo más desarrollado. A este último lo denomino Interpretante
del primer signo, y al signo que está por algo, su objeto”.6

Es la totalidad del signo (a) la que se dirige a alguien (1) y crea en él otro signo: el “inter-
pretante” del primero.
Llevándolo al campo del lenguaje, para su producción se requieren dos signos: el repre-
sentamen y el interpretante: el primero en el sujeto emisor y el segundo en el sujeto re-
ceptor. Ahora bien, el ejemplo dado es sólo un caso.
Para comprenderlo mejor, hemos de recordar las palabras de Peirce cuando expresa que
un signo (a) crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o quizás, un signo
más desarrollado.
Todo signo(a) es el sustituto de algo, a lo que denomina “su objeto”. El signo está por tal
objeto no en todo sentido, sino en un tipo de idea que ha denominado “fundamento” del
representamen.
Se enriquece el esquema anterior de la siguiente manera:

SIGNO es ALGO (a) Para ALGUIEN (1) INTERPRETANTE


En ALGUNA RELACIÓN (2) REPRESENTAMEN
Por ALGO (3) FUNDAMENTO (o IDEA)

5
Peirce,Charles: parágrafo 2.228

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La definición que formula Peirce del signo debe contener la posibilidad de relación en los
tres aspectos que requiere su existencia: el “por algo”, el “en alguna relación” y el “para
alguien”.
- Mediante el primer aspecto el signo captará lo que de idea (fundamento) le interesa del
objeto para su re-presentación.
- Mediante el segundo aspecto, se establecerá a sí mismo como forma perceptible y so-
porte sustitutivo del objeto (representamen).
- Mediante el tercer aspecto, proporcionará la posibilidad de modificación que en un de-
terminado sistema o sujeto afecta al conocimiento de dicho objeto (interpretante).

Una clasificación de las representaciones

La clasificación propuesta por Charles Peirce en icónicos, indíciales y simbólicos, remite


al signo a su objeto, y trata de describir cual es la relación y de que naturaleza es la mis-
ma. Ahora bien, en cuanto a las representaciones propiamente dichas, las que nos ocu-
paban en el documento anterior eran especialmente las Icónicas.

Pero si tomamos esta información y tratamos de establecer cual es la relación de las re-
presentaciones con el PROCESO de diseño, entonces, no nos queda mas remedio que
tratar de observar como se comportan y que aportes al conocimiento del proceso realizan.
Es decir, que estaríamos afirmando, que las representaciones dentro del un proceso de
diseño, son instrumentos para el entendimiento de la realidad, y del proceso en si mismo.

En este sentido, emergen, a modo de procedimientos “encadenados” (es decir que de una
representación “surge” la otra y así sucesivamente), tipologías de representaciones que
tienen que ver con la relación de SEMEJANZA que guardan con su objeto, convirtiéndose
las representaciones en “objeto” de la representación siguiente.

1)Relación isomórfica entre signo – objeto, cuya razón de ser o de existir esta única-
mente ligada a la de dar cuenta, o referirse al objeto tratando de que su represen-
tación sea lo más cercana posible en cuanto a aspecto y forma del mismo. Casi
siempre podemos encontrar este tipo de representaciones en piezas de diseño
que solamente deban ser "explicativas" del objeto, y su lenguaje visual esta supe-
ditado a la necesidad de re-producir lo mas fielmente posible sus características.
En este tipo de representación la "estructura" que subyace es evidente y directa y
no aporta mayor carga de sentido que la de "maquetar" al objeto en un nuevo ob-
jeto (signo). Es una representación de tipo “especular”.

Ejemplos de estas representaciones son: fotografías del DNI, esquemas de fun-


cionamiento de manuales de artefactos eléctricos, manuales de imagen corporati-
va, vistas y cortes de un edificio, maquetas, etc.

2)Relación icónica, cuya razón de existir radica en “hacer referencia" de la existencia


de un objeto, sin necesidad de completar su descripción. Así, esta “síntesis de la
forma”, aporta una más rápida interpretación del objeto al que se hace referencia,

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pero en su contexto de uso (pragmático) esta representación aporta una carga de


sentido que está "construida" por el interpretante del signo, es decir, que aquellos
rasgos que fueron omitidos o descartados, son ahora reintroducidos por el inter-
pretante. Esta categoría estaría en el "término medio" entre las representaciones
de tipo isomórficas y las homológicas (que describiremos más adelante).

Como hemos descrito antes, es el "uso" o la necesidad de “re-presentación” la que


condiciona la generación de signos de relación icónica.

Veamos algunos ejemplos: pictogramas de sistemas de señalización urbana, íco-


nos de displays de menús de televisores, celulares, cámaras fotográficas, etc., cu-
ya simple función esta determinada por limitaciones de tipo espacial y temporal en
relación a la percepción-interpretación del signo.

3)Relación homológica o simbólica: el objeto es representado por otro objeto-signo


que contiene las mismas características estructurales, pero no así formales. En es-
tos casos la carga de sentido está limitada a la capacidad de "articular la relación"
entre la "estructura" del objeto y su signo, y requiere de operaciones más comple-
jas (en ocasiones, no es viable relacionar objeto y signo isomórfica o icónicamente
porque el objeto de referencia "no se deja" representar tan fácilmente, y requiere
de una representación suficientemente cercana a su estructura lógica y no a sus
características morfológicas). Su razón de ser o de existir está supeditada a la ne-
cesidad de representar cosas que no son factibles de ser "materializadas" sino
mediante descripciones complejas; como por ejemplo los conceptos, ideas etc.

Son ejemplos de estas relaciones: aludir al funcionamiento del cerebro mediante


su comparación con una computadora; de preservativos a través de salvavidas; de
amor con un corazón.

La imagen: signo representacional

Como perceptores de una imagen, sea ésta un cuadro, una película o un afiche, experi-
mentamos la necesidad de reconocer, de identificar los objetos que ella representa.
Cuando es figurativa, la imagen propone, a partir de sí misma, objetos a reconocer.
Cuando no lo es, se trata de “objetos” que no podemos reconocer, que no sabemos nom-
brar o clasificar. He aquí la cuestión:
Vivimos en un mundo de objetos y nuestra percepción inmediata es una percepción de
objetos. Tal es así que en el caso de las imágenes no figurativas, es llamativo que el es-
pectador tienda por defecto a introducir en ellas conceptos correspondientes a lo que sí
puede reconocer, nombrar y clasificar en su entorno. Tal es el caso de quien frente a un
cuadro de formas vagas, difusas, intente descubrir o identificar “una bailarina entre luces”
o “una arboleda al amanecer” o cosas semejantes. Este fenómeno sucede porque como

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perceptores tenemos una muy fuerte tendencia a la representación para comprender


nuestro entorno… “somos lo que sabemos”.

Diversas disciplinas nos han enseñado que la identificación de los objetos y su denomina-
ción lingüística están estrechamente relacionadas entre sí, esto es, que el mundo sensible
y el lenguaje están en múltiples y profundas interacciones estructurales; e ntérminos de
Christian Metz, “relaciones intercódicas”7.
Las llamaremos entonces interacciones estructurales entre diferentes códigos, dado que
la relación del lenguaje (verbal y escrito) y la vista no puede ser entendida como una “co-
pia fiel” de un código con respecto al otro y/o viceversa. Lo que sucede es que la lengua
da denominación a las “cosas” que los sentidos perciben, mientras que la vista, entre
otras cosas, nutre a las configuraciones semánticas de la lengua y a su vez se nutre de
ella.

Esta articulación entre palabra e imagen es el centro de nuestro interés. El estudio de


esta articulación no pretende abarcar todo aquello concerniente a las relaciones entre lo
lingüístico y lo perceptivo, puesto que tal propósito sería de hecho imposible, sino concen-
trarnos sobre uno de sus aspectos para intentar arrojar algo de claridad sobre el asunto.

Entre la palabra y la imagen existe toda una compleja serie de representaciones confluen-
tes tan interiorizadas por la cultura y el individuo que no somos capaces de distinguirlas,
es decir, que se producen espontánea e inconscientemente.

“El ‘reconocimiento’ debe ser comprendido como una operación que articula algunos sec-
tores de la actividad lingüística sobre algunos sectores de la actividad perceptiva, y no
directamente la lengua entera sobre la percepción entera.”

Reconocer, identificar un objeto del entorno percibido en una imagen, no es comprender


la imagen, aunque sea su comienzo. Se trata únicamente de un primer nivel de aprehen-
sión del sentido y ni siquiera por completo.
Para intentar comprenderla de modo completo, es esencial saber a qué unidad lingüística
corresponde el objeto ópticamente identificable, es decir “cómo se llama, “qué es”, cuál es
la “palabra” con la que se lo denomina… no siendo con esto suficiente es esencial tam-
bién saber “qué conlleva en sí misma” tal palabra o “conjunto de palabras”, puesto que la
palabra es una unidad lingüística constituida por un significado, un significante y un inter-
pretante que establece esa relación.

El paso de un código a otro

7
Metz, Christian (1975): “Lo percibido y lo nombrado”. Francia.
Este interesante texto (por momentos de difícil lectura, con cerrado tecnicismo), nos hace recorrer la psico-
logía de la percepción, el sentido común y la fenomenología. Utiliza como herramientas conceptuales, en el
análisis de un tema no demasiado estudiado: las interacciones estructurales entre el mundo visible y el idio-
ma.

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El hecho de nombrar a los objetos visibles es un caso más de trans-codificación (por lla-
mar de alguna manera al “tránsito” de un código a otro) entre muchos otros tipos, y en
toda transcodificación el único tránsito más o menos directo es el que pasa por los dos
respectivos significados puesto que entre un árbol propiamente dicho y la palabra “árbol”
no es concebible ninguna correspondencia directa y ésta es la característica fundamental
de lo arbitrario del signo lingüístico.

Entonces:
1) No es la materia tangible del árbol propiamente dicho y la emisión de la voz humana o
la palabra escrita lo que se articula en la transcodificación, sino los significados los que se
articulan el uno sobre el otro: el objeto reconocido (en “la realidad”) y el sentido de la pa-
labra.
2) En otro nivel de transcodificación, serán el sentido de la palabra y el objeto reconocido
en la imagen representacional los que se articularán. Para que ello suceda, los códigos (si
bien heterogéneos) habrán de compartir características estructurales comunes al indi-
viduo y a la cultura; es decir, habrán de interactuar estructuralmente y de establecer rela-
ciones intercódicas. 8.
He aquí el objetivo del diseñador gráfico: el de re-presentar conceptos con imágenes de
manera unívoca (o casi unívoca) apelando a esta articulación estructural entre la palabra
y la imagen.

Este continuo transcodificar no preexiste a la actividad social y a las características de


cada cultura. Está determinado por ellas, formando parte de éstas al mismo tiempo. Es
por ello que nos adherimos al postulado que afirma que el pensamiento está condicionado
por el lenguaje de cada civilización.
Para ilustrarlo, hemos de tomar un ejemplo de Shaff 9:

Se sabe que los esquimales disponen de una decena de términos diferentes (y por ende
de significados diferentes) para designar la nieve, según sea desmenuzable, endurecida,
deslizante, amontonada, etc. mientras que las lenguas de Europa occidental están obliga-
das -para designar los “objetos” correspondientes- a formar un sintagma nominal que
combine cada vez el adjetivo apropiado (Ej. derretida, etc.) con el sustantivo nieve como
invariante. De este modo, nuestras culturas ven un único objeto con determinaciones va-
riables allí donde los Esquimales ven diez objetos distintos. Esta diferencia de organiza-
ción del léxico está evidentemente en relación con una diferencia de percepción de la nie-
ve, que es más fina y diferenciada en los esquimales.

8
Las estructuras lógicas compartidas serán significativas para ambos códigos. Concepto y
representación gráfica se relacionarán y articularán según relaciones, jerarquías y fun-
ciones. Se trata de una transducción de un código a otro con preservación estructural de
componentes y relaciones.
9
Shaff, Adam (1965): “Lenguaje y realidad” en “Problemas del Lenguaje”. Págs. 153-175.

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Una sociedad nombra, clasifica, percibe y rescata de los objetos los atributos esenciales
según las necesidades más urgentes que se le presentan en su entorno, del mismo modo
se expresa y piensa en función de tales necesidades.
Si no fuere así… ¿Cómo se explica que las representaciones esquematizadas de los ob-
jetos, donde la mayor parte de las características sensibles ha sido deliberadamente su-
primida (íconos, por ejemplo), sean tan reconocibles -y a veces mucho más- que las re-
presentaciones más fieles y análogas a la realidad (relaciones isomórficas)?
¿Cómo se explica que representaciones tan diversas, y sólo por dar un burdo ejemplo,
como el color rojo, y conceptos como “vibrante, pasional, amor” puedan ser vinculados por
la mente del sujeto?

La correspondencia entre visión y lenguaje se establece entonces por un lado entre


los objetos ópticamente identificables y su significado (visual) y por otro entre los
rasgos pertinentes de reconocimiento visual y su significado (conceptual).

Gracias a los rasgos pertinentes del significado formal, el sujeto identifica el objeto, es
decir, establece el significado visual; de ahí, pasa al significado lingüístico correspondien-
te en su lengua materna. Éste es el momento en que se produce el paso de un código a
otro: se puede pronunciar la palabra o sea que se puede producir el significante verbal (la
palabra) del código lingüístico. Éste es un primer momento de transcodificación, pero…
¿sabemos realmente que sucede en ese tránsito…?

Entonces, ¿cómo estará dado el pasaje desde la palabra hablada hasta una repre-
sentación visual (léase un afiche, por ejemplo)?

En su estudio, Metz intenta mostrar que el objeto perceptivo es una unidad socialmente
construida (signo visual), y también una unidad lingüística socialmente construida (signo
verbal).
Para cerrar esta primera aproximación al estudio del signo desde la perspectiva peirce-
riana, puede decirse que en la estructura misma del signo se encuentra su propia historia:
“representante de lo conocido, se proyecta hacia formas originales del conocimiento; pro-
ceso de transformación que se cumple por la integración de tal signo en un texto junto con
otros que muestran, o pueden llegar a mostrar, lo que dicho signo poseía como posibili-
dad desconocida”10.

BIBLIOGRAFIA:

• Peirce, Charles S.: “Escritos lógicos” Alianza Editorial (1988) Madrid, España.
• Shaff, Adam (1965): “Lenguaje y realidad” en “Problemas del Lenguaje”. Págs. 153-
175.

10
Peirce, Charles S.: “Escritos lógicos” Alianza Editorial (1988) Madrid, España.

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• Metz, Christian (1975): “Lo percibido y lo nombrado”. Francia

• Peirce, Charles S. (1931) “Speculative Grammar”, en Collected Papers, Cambridge,


Massachussets.

• Strycek, Ludmila (2005): “Introducción al Problema de las Representaciones


• El Signo. La Semiótica.” Documento para la Cátedra Metodología de la Ciencia. FAU –
UNNE.

• Arq. Burgos, Carlos: “Hacia una teoría del diseño desde una perspectiva representa-
cional: El rol del método de ensayo y error”.

• Morris, Charles (1971): “Foundations of the Teory of Signs”, en Foundations of the


Unity of Science, V.I, Chicago. USA.

• Magariños de Morentin, Juan A. (1983): “El Signo. Las fuentes teóricas de la semiolog-
ía: Saussure, Peirce, Morris”. Editorial Hachette, Buenos Aires, Argentina.

*Este documento se terminó de redactar en junio de 2005 en Resistencia Chaco. Revisa-


do en febrero de 2009. Compilación y redacción: D.G. Cecilia Roca Zorat. Edicion y apor-
tes mayo de 2010: Ludmila Strycek. Derechos reservados a la Cátedra de Metodología de
la Ciencia Universidad Nacional del Nordeste.

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