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FONDO DE INVESTIGACIONES EDUCATIVAS DE FOMANORT

FINEF

ENSAYO SOBRE EL DERECHO A LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA

CLAUDIA SUSANA USCÁTEGUI MALDONADO

CÚCUTA
2009

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LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA: AL TABLERO

Es un hecho innegable que la Constitución Nacional de 1991 significó un enorme


avance para el país, al menos en la consagración de ciertos derechos y, sobre
todo, en la aceptación de que Colombia es una nación plural y la apertura de
canales para la participación de esa gran diversidad. Sin embargo, la realidad
muestra a un país cuyos gobiernos no logran construir un proyecto de nación, un
proyecto de Estado, porque se empeñan en la defensa a ultranza de sus intereses
de clase. Aún no hemos podido desprendernos de esa “herencia abominable”
(Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, 1997), española de la Conquista.

Uno de los aspectos que siente con mayor repercusión estos vaivenes del manejo
de lo público es, sin duda, la educación. Muchos de los países del tercer mundo
que lograron dar el salto al desarrollo, tienen en común el haber concebido la
educación como prioridad en inversión. Es el caso de los países asiáticos como
Singapur, Taiwán, Hong Kong y Tailandia, quienes entendieron y asumieron que
“la educación es un medio decisivo para alcanzar metas exitosas de desarrollo
político, económico y cultural (…) Hoy, Singapur es uno de los países con la
población más educada del mundo. Ostenta importantes índices de escolarización,
(…) el más alto nivel en los exámenes internacionales (TIMSS) sobre matemáticas
y ciencia, y un gran potencial en creación tecnológica y mano de obra tecnificada
para los retos del nuevo milenio” (Rodríguez, 2002).

Como afirma el texto “El derecho a la educación en Colombia” (Lerma, 2007),


surgen varias preguntas ante el hecho de que la Constitución, aunque incluyó la
educación como uno de los derechos sociales, económicos y culturales, no lo hizo
como derecho fundamental, sino como un servicio público: “¿es o no es un
derecho fundamental?; y, si lo es, ¿por qué no se incluyó en el capítulo de los
derechos fundamentales? La segunda pregunta es: aún reconociendo la
educación como un derecho fundamental, esta sólo puede garantizarse

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progresivamente; entonces, ¿cuáles serían los contenidos mínimos exigibles del
derecho? Y la tercera pregunta es: ¿cómo resolver la tensión entre la educación
como derecho y la educación como servicio público con función social? Estas tres
preguntas son apenas el marco general de diferentes discusiones que sobre el
derecho a la educación se han suscitado en la sociedad colombiana en general y,
especialmente, en los sectores relacionados con la educación”.

Existe jurisprudencia de la Corte Constitucional que consagra la educación como


derecho fundamental, argumentando que ésta es “inherente, inalienable, esencial
a la persona humana, que realiza el valor y principio material de la igualdad
consagrado en el Preámbulo de la Constitución Nacional y en los artículos 5 y 13
de la misma carta política” (Lerma, 2007). Sin embargo, en Colombia se sigue
asumiendo la educación como un servicio público y derecho fundamental sólo en
lo que respecta a los niños, niñas y adolescentes.

Existe una diferencia sustancial entre servicio público y derecho fundamental. El


primero corresponde a “toda actividad organizada que tienda a satisfacer
necesidades de interés general en forma regular y continua, de acuerdo con un
régimen jurídico especial, bien que se realice por el Estado directa o
indirectamente, o por personas privadas” (artículo 430 del Código Sustantivo del
Trabajo, modificado por el Decreto 753 de 1956), mientras el segundo es un
derecho inherente a la persona, que debe ser garantizado plenamente por el
Estado, y por lo tanto tiene pleno carácter de exigibilidad por parte de los
ciudadanos. La no inclusión de este derecho fundamental crea muchas
sospechas, si se analiza detenidamente. Una de ellas es que la amenaza de la
privatización de la educación continúa galopante, como parecen demostrarlo las
políticas educativas.

Por otra parte, los propósitos planteados en los últimos planes de desarrollo, los
cuales han girado en torno a la cobertura, la calidad y la eficiencia, acaban
quedándose en buenas intenciones. Las cifras de la asignación presupuestal a la

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educación en Colombia muestran ampliamente que el país ha incurrido en la
formulación de políticas regresivas, puesto que ha venido disminuyendo, en
valores reales, la inversión en educación. Ya la Misión de Educación, Ciencia y
Desarrollo había llamado la atención sobre la necesidad de aumentar la inversión
en educación si queríamos entrar con pie seguro al siglo XXI. “El porcentaje del
PIB dedicado a la educación debe incrementarse en un 5% en el próximo
gobierno”, (Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, 1997). En contraste,
“después de 2001, es decir, con las aplicaciones que se desprenden del acto
legislativo (No. 01 de 2001), la participación de la educación preescolar, básica y
media en el PIB empieza un camino descendente como se observa en el gráfico”
(Procuraduría General de la Nación, 2006).

Años PIB Gasto en Porcentaje


educación
PBM
1995 84.439.109 2.015.322 2.39
1996 100.711.389 2.873.969 2.85
1997 121.707.501 3.373.304 2.77
1998 140.483.322 4.169.078 2.97
1999 151.565.005 5.196.542 3.43
2000 174.896.258 5.583.410 3.19
2001 188.558.786 6.479.268 3.44
2002 204.529.736 6.750.338 3.30
2003 230.466.526 7.357.193 3.19
2004 256.862128 7.981.819 3.11

De esta manera, los programas de los últimos gobiernos han terminado


convirtiéndose en una falacia sostenida con datos estadísticos que desconocen
por completo la problemática del país. Aumentar la cobertura sin adecuar la
infraestructura física y tecnológica de manera que pueda albergar a esa nueva
población en condiciones dignas y edificantes, es someter la educación oficial a un
proceso progresivo de pauperización, y abrir más aún la brecha entre la educación
oficial y la educación privada. Pretender mejorar la calidad sólo desde la creación
de estándares y de sistemas nacionales de evaluación, sin tocar la problemática
social generada por la pobreza, calculada en 60% (DANE, citado por Narváez), el

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desempleo, el desplazamiento y el conflicto armado es del todo inequitativo e
injusto. Hablar de pertinencia en un país atravesado por la diversidad y la
vulnerabilidad, sólo desde la formación para el trabajo y desde el enfoque
mercantilista de las competencias, es desconocer la educación que
verdaderamente necesita nuestro país para salir de la barbarie y el atraso.

El panorama no es nada halagador. Sólo desde la comprensión de la vital


importancia de la educación para el desarrollo de los pueblos, sólo entendiendo
que una de las formas de salir del conflicto que nos desangra consiste en brindar
una educación acorde con nuestras circunstancias, sólo tomando la irrestricta
decisión de dar a nuestro sufrido y huérfano pueblo colombiano las oportunidades
y las garantías que ha ido perdiendo paulatinamente en temas como educación,
vivienda, empleo y salud, y construyendo una visión de Colombia a largo plazo,
podrá nuestro país empezar a transitar el rumbo hacia el desarrollo y la
recuperación de su dignidad.

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BIBLIOGRAFÍA

Constitución Política de Colombia de 1991.

Lerma Carreño, Carlos Alberto. El derecho a la educación en Colombia. Buenos


Aires: FLAPE, 2007.

Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo. Colombia: Al filo de la oportunidad.


Bogotá: Magisterio, 1997.

Narváez Tulcán, Luis Carlos. Observatorio de la economía latinoamericana.


www.eumed.net/cursecon/ecolat/

Pinilla Pacheco, Pedro Antonio. El derecho a la educación. La educación en la


perspectiva de los derechos humanos. Bogotá: Procuraduría General de la
Nación, 2006.

Rodríguez M., Rita Astrid. Educación y estándares. Marco teórico y propuestas


para una aplicación efectiva. Bogotá: Magisterio, 2002.

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