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Norberto

James Título del Libro

Rawlings
Los inmigrantes
-Poesías completas-

BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN

Muestrario de
Biblioteca Digital
Poesía 68 1
Coeditores:
MÉXICO
Fernando Ruiz Granados
ARGENTINA
Francisco A. Chiroleu
Los inmigrantes
Patricia del Carmen Oroño
Ángel Balzarino
Poesías Completas
Fernando Sorrentino
Claudia Martin Trazar
ESTADOS UNIDOS
Norberto James, Rep.
José Acosta Dominicana
Aníbal Rosario
José Alejandro Peña
César Sánchez Beras
ESPAÑA
Henriette Wiese
Giulia De Sarlo
Edición Digital Gratuita
María Caballero
Elena Guichot
Teresa Sánchez Carmona
distribuida por Internet
Losu Moracho
Rocío Parada
HONDURAS Editor:
Dardo Justino Rodríguez
VENEZUELA
Aquiles Julián,
Milagros Hernández República Dominicana.
URUGUAY
Marta de Arévalo
APLA Uruguay
COLOMBIA
Primera edición: Abril 2011
Ernesto Franco Gómez Santo Domingo, República Dominicana
Julio Cuervo Escobar
PERU
Luis Daniel Gutiérrez Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía
Nicolás Hidrogo Navarro por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes
Juan C. Paredes Azañero creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los
REPÚBLICA DOMINICANA derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los
Eduardo Gautreau de Windt
Félix Villalona
textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes
Cándida Figuereo calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de
Enrique Eusebio permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor
Efraím Castillo número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que
Oscar Holguín-Veras Tabar homenajeamos en la edición.
Carmen Rosa Estrada
Roberto Adames
Valentín Amaro Este e-libro es cortesía de:
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Sélvido Candelaria
NICARAGUA
Radhamés Reyes-Vásquez
CHILE
Claudio Vidal
Libros de
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Astrid Fugellie Gezan
SUIZA
Ulises Varsovia
HOLANDA
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PUERTO RICO
Mairym Cruz-Bernal
EDITORA DIGITAL GRATUITA
ECUADOR
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EL SALVADOR Escríbenos al e-mail libros.regalados@gmail.com
Manuel Sigarán
2
COSTA RICA
Ramón Mena Moya
Los
inmigrantes
Poesías completas

Norberto James Rawlings

Muestrario de
Poesía 68
3
© 2011 Libros de Regalo, editorial digital sin fines de lucro.
Colección Muestrario de Poesía.
Edición a cargo de Aquiles Julián.
1ª edición, abril 2011
Editado en Rep. Dominicana
Se autoriza la reproducción parcial o total de esta obra y su difusión.

4
A Beth y a mis herederos Malva, Ruth, Tito y mi
nieto Rey

5
6
Índice
Las Poesías Completas de Norberto
James Rawlings / Aquiles Julián 8

SOBRE LA MARCHA 23

Sobre la marcha 25
II 26
III 27
IV 28
V 29
VI 30
VII 31
VIII 32
IX 33
X 34
XI 35
XII 36
XIII 37
XIV 38
XV 39
XVI 40
Poema 1 42

7
II 44
Poema 2 45
Poema 3 46
Poema 4 47
Retorno inesperado 49
Si me ves llegar 50
Te sentí venir 51
Tendrás derecho 53
Silencio para el canto 55
Canto para ahuyentar el miedo 57
Los vencidos 59
El precio 60
Uno a uno 61
II 62
Los inmigrantes 64
Quien no recuerde 68

LA PROVINCIA SUBLEVADA 70

I 72
II 73
III 74
IV 75
V 76
VI 77
VII 78
VIII 79
IX 80
X 81
XI 82
XII 83
XIII 84
XIV 85
XV 86
XVI 87

8
XVII 88
XVIII 89
XIX 90
I 91
II 92
III 93
IV 94
V 95

VIVIR 96

Recién llegados 98
Lo recuperable del pasado 99
Quién ha de rescatar el grito 100
Noviembre 101
Ejercicio de ternura 102
A orillas del Sena 103
Pavesas 104
Bandada 105
No sé quién sea 106
Vedado 107
A un niño vietnamita 108
Fuego en que ardemos 109
Hábito de sueños 110
Tu ciudad 111
Ozama 112
Deja caer una flor 113
Aire propicio 114
Flor de fuego 115
Pequeña elegía a Joe Bass 116
Pasajera 118

LECCIONES PARA UNA AUSENCIA 119

Los márgenes del sueño 120

9
Historia propia 121
Cada noche 122
Postdata 123
Primera carta 124
Amuleto 126
De tu pelo 127
Nosotros 128
Tu habitación 129
Guardo cielo en los ojos 130
Las nostalgias también cambian de lugar 131
Oscuro mapa es mi espalda 132
Ganancias y pérdidas 133
Domingo 134
Mirada seca 135
La casa 136
De tarde en tarde 138
Imagen lejana 139

LA URDIMBRE DEL SILENCIO 140

Prioridades 143
Sparks street 144
Voluntad de luz 145
Vía Crucis 146
No olvido nada 147
Torre del deseo 148
Señal de identidad 149
En estas aguas 150
¿Quién desvía nuestra columna de luz? 151
Asta de vientos 152
Pugna interna 153
Extranjero 154
¿Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa? 155
Mano derecha 156
Apuntes para el poema 157

10
Árbol 158
Beechwood road 159
Pensar la rosa 161
Retrato 162
Esbozo de tu tristeza 163
Simple recuerdo 164
Sin título 165
Estatuas 166
Piedra de la noche 167
Genealogía 168
II 169
III 170
Árbol de mis juegos 171
Ejercicio de jardinería 173
Pike 174
Antonio Álvarez 175
Sello de agua 176
Cansancio visible 177
Jardinera 178
Siempre cercanas 180
En tus cabellos 182
(Re)posesión 183
Algo en mí 184
Conocía el mar 185
La urdimbre del silencio 186
Ante la puerta 188
Impromptu 189
II, III, IV 190
Giraldilla 192
Invierto 194
Toda mano 195
Aire verde 197
Chichigua 198
¿What do I do now? 199
Transeúnte 200

11
Si se miran los espejos 201
Negros espejos 203
Álbum familiar 204
Paisaje 205
Aire anclado 206
Mi almohada 207

OSCURO AMOR 208

Llamas de la noche 211


Retorno 212
Lo que no sabe el cuchillo 213
Silencio 214
Premonición 215
(Re)encuentro 216
Creencias de la rosa 217
Cuando te alcance 218
Otra manera 219
Desatado fervor 220
Oscuro amor 221
Lugar incierto 222
Oscura transparencia 223
Descubrimiento 225
Esos que arrastran 226
Trueque 227
Cartografía sentimental 228
Ausencia 229
Como beso fresco 230
Recuerdos que no fueron 231
Tu partida 232
Beso a beso 233
Mañana 234
Nada 235
Escudo 236
Mis manos 237

12
Reclamo 238
Excúseme señora 239
Sobrevives 240
Mitad de semana 241
Tu retrato 242
Ventana 243
Segunda ventana 245
For ever you 246
Ceremonia 247
Despedida 248
Habitar los pronombres 249
Parquecito del Cacán 250
Al principio 251
Casi haikú 252
La otra mujer 253
Nota al pie 255
La distancia 256
Estado de reposo 257
Presente 258
Valle de tus brazos 261
Mía 262
Muchacha triste 263
Como un país anclado 264
Tenue luz 265
Ahora 266
Domingo por la mañana 267

PAÍS PORTÁTIL 268

Lección 270
Encuentro 271
Bardo 272
Testamento 273
Sintaxis del olvido 274
Palabras en desuso 275

13
Da igual 276
Confesión 277
Casi biografía 278
Compañera 279
Mi calma 280
Las casas 281
Cuando hablas 282
Opción 283
Repatriado 284
Definición del miedo 285
Anécdota 286
Patría portátil 287
Animal acorralado 289
Naufrago 290
¿Qué hago? 291
En el Callejón de Regina 292
Viejo patio 293
Mambrú no fue a la guerra 294
Los primeros desterrados 295
No mienten los árboles 296
Destino final 297
Siempre tú 298
El peso del recuerdo 299
Puerta trasera 300

Norberto James Rawlings / biografía 302

14
Las Poesías Completas
de Norberto James
Rawlings

Por Aquiles Julián

“…aferrados a la esperanza
de recibir algún mensaje
que anuncie que en el país
algo ha cambiado.”
Noberto James Rawlings

Iniciamos Muestrario de Poesía


como un acto de fe en la palabra y
una misión de compartirla. Si la
cultura digital nos abría amplias
puertas: a la edición, a la difusión
allende nuestras costas, al contacto y al intercambio
¿por qué no aprovecharla para crearle a la poesía un
nuevo caballo verde cibernético? ¿Por qué no
desafiar el infeliz concepto de que la poesía no vende,
proponiéndonos, entonces, regalarla? ¿Por qué no
distribuirla, implicar a otros en esta conspiración y
desatar la poesía sobre un mundo cada vez más

15
enloquecido, atrapado en los discursos delirantes, en
la exaltación de la frivolidad y el vicio, en siniestras
matanzas y los mismos abusos de siempre?

Lo empecé también como un ejercicio del Poder de


Uno, la prueba de que no hay que esperar que otro:
una persona, una institución, el Estado, la ONU o
quien sea a quien le endilguemos la responsabilidad,
haga. Hay que proponerse y ponerse a hacer. La
voluntad puede más que la posición o el presupuesto.
Lo mejor de la cultura dominicana se ha hecho al
margen del Estado y al margen de los generosos
presupuestos públicos. ¿Por qué habría de ser
distinto hoy?

Poco a poco Muestrario de Poesía ha ido creándose


un espacio de respeto. Hemos tenido, desde el inicio,
la colaboración desinteresada de amigos como el
poeta Alexis Gómez Rosa. Y hemos hecho nuevos
amigos, como el poeta mexicano Fernando Ruiz
Granados. Acopiamos, con paciencia y amor, poemas
y reunimos en un espacio de desprendimiento y
generosidad de autores, traductores y colaboradores
las voces de poetas relevantes, en especial algunos
que no solían ser amplificados por los circuitos
editoriales impresos, que no aparecían en nuestras
librerías, que no eran conocidos más allá de sus
países.

16
Tuve la bendición, vía la mano amiga de Alexis
Gómez Rosa, de arrancar con una antología del poeta
mayor de Honduras, Roberto Sosa, quien aprobó
nuestra iniciativa. Y he recibido un desprendido
apoyo de los poetas dominicanos radicados en los
Estados Unidos y otros países. Y para más regocijo, el
gran poeta argentino Carlos Barbarito nos concedió
la primicia de un libro inédito para que lo diéramos a
conocer por este medio, que es el próximo a editar.

Hoy nos engalanamos con un número que marca un


hito: las Poesías Completas de Norberto James
Rawlings.

Norberto James fue, más que nadie, el poeta de


referencia para los que iniciábamos en los afanes del
verso para la década de los años ´70.

Tiempos feroces, marcados por el diálogo a balazos


de los extremismos: terrorismo de izquierda, que se
complacía en bombas, atracos y muertes viciosas de
infelices policías y soldados; terrorismo de Estado,
dedicado a descabezar a la izquierda, certero y letal.
Discursos seudorradicales, negación de la
democracia y el pluralismo, exaltación de la
dictadura y la fuerza, del odio y la barbarie. Fuimos
comparsas de una guerra de la que no conocíamos
sus intríngulis; simplemente nos dejamos usar,
coreamos las consignas y aportamos nuestra ración
de irracionalidad.

17
Estábamos convencidos de marchar del lado
luminoso de la Historia. Hoy sabemos que no había
lado luminoso alguno, ningún sendero luminoso,
sino crimen de un lado y del otro. Cuando no eran los
cinco clubistas del “Héctor J. Díaz” asesinados por
una patrulla de la Policía Nacional, era Miriam
Pinedo descuartizada por sus propios camaradas. O
el billetero de la esquina. Fuimos más que ingenuos,
más que comparsa, de aquella orgía de sangre.

Al final, unos salieron con grandes obras físicas y


grandes crímenes que exhibir. Otros, sólo con
crímenes: ningún aporte. Y algunos, de atracar
billeteros y cambiacheques dieron el gran salto a
atracar el presupuesto del Estado y hoy muestran las
mieles de la bonanza sin pudor alguno.

Estos juicios, aclaro, son míos. En nada


comprometen e implican a Norberto James. No los
consulto. No pido permiso a nadie para exponerlos.
Tampoco abarcan a nadie a nadie más fuera de mí.
Es mi evaluación, sólo mía, aclaro.

A Norberto se le quiso encuadrar como el “gran


poeta proletario” que el momento requería. Él
llegaba de San Pedro de Macorís, del batey, hijo de
inmigrantes negros de las Antillas inglesas venidos a
estas tierras, acicateados por la necesidad, a trabajar
en las zafras azucareras y que aquí se afincaron,

18
echaron raíces y construyeron una identidad: los
cocolos, y una historia de decoro humilde, de
paciente trabajo, de modestia y respeto que les
distinguió y apartó de la cultura local tan dada a la
molicie, los vicios y el jolgorio.

Era, lógicamente, una trampa. La


instrumentalización de la poesía para fines siniestros
por quienes asesinaron y siguen dispuestos a asesinar
a poetas, escritores, artistas y a todo el que disienta.
Y de alguna forma su razón o su instinto le permitió
escapar a ella.

Se fue a Cuba, aprovechando una beca, a concluir sus


estudios universitarios. Y se graduó en Filología en la
Universidad de La Habana, en 1978. Vio cómo los
viejos discursos caían desmantelados y las antiguas
máscaras dieron paso a otras; un nuevo viento frío
recorría la República: un viento de oportunismo y de
indecencia y de descaro.

Entonces se marchó hacia el Norte revuelto y brutal.


Allí, como sus padres acá, se afincó, hizo familia, se
dedicó a la docencia y a añorar, desde el frío de
Boston, Massachusetts, cercano a la frontera de
Canadá, la tibieza de la isla, su infancia sin bicicletas
ni libros.

Allí completó su Maestría y su Doctorado. Y allí ha


seguido escribiendo, desde la nostalgia y el amor.

19
Su poesía posee un tono lírico que alcanza, en
ocasiones, la fuerza épica de un poema como Los
emigrantes, oda a la raza de humildes braceros que
cruzaron el mar para fundar familia en nuestras
costas y hoy son tan dominicanos como el que más.
En otras se hace íntimo. Y en muchas otras cosas
escarba entre los trastos y fotos de la añoranza y la
rememoración y nos atrapa en ella.

En algunos de sus temas e imágenes se siente el


hálito, el vocabulario, los recursos de La Poesía
Sorprendida, como este título: Desatado fervor. ¿No
hay un hondo homenaje a Franklin Mieses Burgos en
esas Creencias de la rosa?

Otro de sus títulos es: Palabras en desuso, y lo quiero


emplear para decir que hay otras palabras en desuso
relativa a las esperanzas abortadas, a los sueños
frustrados, al futuro que envejeció y no fue. Esas
palabras que habitan los primeros poemarios de
Norberto siguen vivas. Y hay que recuperarlas de
quienes las instrumentalizaron.

Tenemos que seguir propiciando la democracia, la


libertad, los derechos civiles, la tolerancia, un país de
oportunidades y apego a las normas civilizadas de
convivencia, ya sin la amenaza del autoritarismo que
quería colarse usándolas, para quitarnos aún las

20
magras libertades que la acción viril de los héroes del
30 de Mayo nos legaron.

No vamos a renunciar ni a un país mejor ni a una


sociedad más justa y decorosa. Tampoco a dejarnos
manipular por quienes se apoyan en los anhelos
redentores de tantos para estafarnos y despojarnos y
devolvernos a la tiranía.

¿Y qué decir de su generosidad? Cuando le envié un


número de Muestrario de Poesía que dediqué a su
obra y le pedí su colaboración, me sorprendió
otorgándome el honor de publicarle sus Poesías
Completas para regalarlas al público. Helas aquí, el
pan de la palabra, para alimentar una época sedienta
de poesía y de sueños y de esperanzas; aturdida en
discursos estentóreos y cañonazos, en la frivolidad y
la insensatez que nos promueven y en las que nos
educan. Y nos enclaustran.

Alguien las leerá y apreciará, las atesorará en su


corazón y se enriquecerá con ellas, ampliando su
visión y nutriendo su propia voz. En alguien
retoñarán estos versos y serán la progenie de
Norberto James como lo fui yo, como los fuimos
tantos de los poetas que hacíamos nuestros pininos a
comienzos de la década de los ´70.

Gracias a ti, querido amigo, por el altísimo honor


que nos concedes.

21
22
Sobre la
marcha
Santo Domingo, 1969

23
Escribo para el pueblo
aunque no pueda leer mi
poesía
con sus ojos rurales.
Pablo Neruda

24
Sobre la marcha
Sobre la marcha
Vamos construyendo el canto
articulando lentamente
los pesados peldaños de nuestra
sangre.
(En cada caída que acontece
hay un imperceptible pero seguro
ascenso).

25
II

Sobre la marcha
vamos venciendo la angustia
derrotando pausadamente la tristeza
que antecede
la tierna
dulce
ingenua
carcajada juvenil
reprimida aun antes de nacer.

26
III

Sobre la marcha
propiciamos el hundimiento
de las oscuras rutas de la derrota.
Las persistentes posibilidades del
llanto
más allá de nosotros mismos
más acá del sueño
concluido.

27
IV

En medio de esta ambición


crecen las rígidas espigas
buscadoras de luz
peinando la brisa
caminando aun sin rastro en lo alto.

En el mismo centro de nuestro sueño


se elevan apaciblemente como
crecida esperanza
que
-sobre la marcha-
nos damos.

28
V

La tristeza nos precede.

29
VI

Siempre que intentamos cantar


la gloria de estos pueblos
compartir
la poca dulzura de los días
sonreír
junto a los niños en lo etéreo de su
mundo ingenuo
encontramos
siempre
el áspero e invisible muro de la
angustia
alzándose cortándonos el paso
perturbándonos la marcha.

30
VII

Siempre que alguien nos cobija de afecto


procura albergue a nuestras palabras
trata de aminorarnos lo escabroso de
esta marcha.
Siempre que procuramos hacer
menos pesadas
las alforjas del sueño
menos densa la oscuridad
de noches perdiéndose
perdiéndonos.
Nos sale al paso
lo triste
con sus terribles y amargas
consecuencias
para el amor que preservamos
-a pesar del llanto-.

31
VIII

Los que te soñamos paisaje amplio


creciente
de laboriosa alegría.

Los que ofrendamos osamenta y


sangre
para edificar los escalones
que ahora sirven
a la muerte
al destierro prematuro
de los defensores del sueño
somos burlados
por quienes en un momento
juntaron su canto con el nuestro.

La traición extendió sus raíces


en la débil contextura de su fe
y ya no fue suyo
el riguroso tormento
que
sobre la marcha
abolimos.

32
IX

Cada paso dado en esta marcha.


Cada caída. Cada nuevo grito.
Cada ramalazo del dolor constante
-casi doblegándonos-
llenan de sentido el huevo y torpe
vocablo.

En realidad
no es sólo una palabra. No es
sólo
la agredida y mínima geografía
de talada luz que nos sostiene
que nos recibe
es: abierto portón hacia la vida
hacia la desconocida estación del
amor
el sosiego que forjamos
a cada paso
en cada caída
en cada grito desatándose
y
esta fijo amargor.

Esta llama de adulta pena


que extinguimos
sobre la marcha.

33
X

No sé si el tiempo será capaz


de ofrendarnos
la tranquilidad que buscamos.

Sé que ahora hoy


somos como objetos de obligada
sumersión
--raíces quizás--
constantemente hundidas
en el intacto material de la angustia
y este cósmico dolor llenándolo todo.
Todo.

(Por ahora dejamos este amargo


alfabeto
con la única
permanente
y cierta explicación de nuestro
anhelo.)

34
XI

Sólo habrá final


para esta marcha
cuando cada mujer posea su sonrisa
y cada hombre
recobre su arrebatada dignidad.

35
XII

Al final
nadie echará de menos el rumbo de
las mariposas
ni la exigua alegría del niño.
Junto al hombre
liberado de la angustia
poblarán una misma estación
todos dulcemente
apaciblemente
llenaremos
la interminable estación del amor.

36
XIII

No es culpa nuestra
-Maggy-
que los niños ignoren
la casi inexplicable ternura de la flor
la ida constante de los ríos
que nuestras casas
tengamos que numerarlas
con
la vencida savia de los ausentes
para distinguirnos de los demás
porque la verdad Maggy
no es sólo la tristeza
nuestro signo.

37
XIV

Yo sé y lo sabes tú también
que no es culpa nuestra
el que nadie en el barrio
ahora
hoy
pregunte con justificada precaución:
-¿Qué tal...cómo te va?
-Ahí ahí...
Y sé como lo sabes tú también
que es justa esta ira
que no es posible la alegría
mientras exista tanta pena por
vencer
mientras no sean cumplidos
los estatutos del amor
y en el amplio e invencible corazón
del hombre
se instaure
la definitiva morada de la paz.

38
XV

El agujerado techo de zinc.


Las apretujadas paredes de madera
vieja
y este piso de tierra
muy nuestro
son
los únicos testigos reales
de nuestra nocturna derrota
ante el pan ausente
el abundante sexo.

39
XVI

Yo no soy un extranjero más.


Soy sencillamente uno de ustedes
con
la mínima diferencia
de los libros subrayados
con una sonrisa
brevemente trazada.
En mí
-como en ustedes-
no hay paz
sólo la insistente y milenaria
angustia que heredamos
sólo el aprendido miedo a las
palabras
que
sobre la marcha
vencemos.

40
41
Poema 1
Qué difícil se me hace
permanecer en calma
estar alegre
sabiéndote flagelada
por la severidad del exilio.
-Tu autoexilio-,

Te marchaste precisamente cuando


me aprendía tu voz
el calor de tus manos en mi frente
de hombre abatido por la angustia
y
es inexplicable
la dureza de esta soledad.

En este instante
- mujer -
detenido ante esta puerta
despojada de tu inalterable mirada
me propongo a entrar
a permanecer solo
con la fija presencia de
la melomanía
y
estas penas lancinantes
que casi no me advertiste.

42
Me dispongo a entrar
y sé que estará todo en orden.
Lleno de tu ausencia
repleto de tu preocupación
por nosotros
por esta ruda lucha que libramos
por esta brega que por momentos
crees
inútil.

43
II

Tengo la certeza de tu doble dolor:


de madre
de mujer exiliada.

Espera
persistente forjadora
de nuestra primitiva alegría.

Espera
que pronto iremos juntos
hombro con hombro.
Marcharemos sobre la noche
aplastaremos su oscuridad
sus innombrables bestias.

(La infinita extensión del llanto


tendrá su convergencia en la sangre).

Espera.
Pronto el sosiego en toda su
amplitud será nuestro
aprenderás a amar sabiamente esta
Patria
porque
otra no conoces.

44
Poema 2

Desde lo profundo de los altos barrios


llega tu protesta.

- Aquí -
nos levantamos
en obligado apoyo
de estas simientes
ante la amenaza del enemigo
que pretende excluir de ruta
a los seguros continuadores de la
jornada.

Nos levantamos
contra quienes te piden
que mates
el natural producto de nuestra sangre
que sumes indiferencia
a la oscuridad que combatimos
que des la espalda a nuestro grito
que es el tuyo propio.

45
Poema 3

Después del tiempo muerto


no tendremos que sumirnos en el
alcohol
para evadir la horrible amargura de
estos días
esta horrible angustia que nos fatiga.

Ya habremos dado pruebas


de la firmeza de este odio que nos
unifica.

Después
- cada mañana -
la ardorosa alegría de los niños
la apacible dulzura de la amada
todo el oro del alba.

46
Poema 4

Yo soy dolor y
primavera abierta. Contra

están los viejos
cuchillos levantados.
Andrés L. Mateo

Si en medio del fuego


ves extinguirse repentinamente
el vivo símbolo que soy.

Si a mitad de camino
me pierdes de vista
sientes que mi voz la sepulta el dolor
- amargo gajo que no he procurado -
vuelve presurosa por el tiempo
reinventa para los dos
aquella vieja alegría que
compartimos.
Busca en la amarga penumbra
de las cárceles solitarias
en los pasillos
en el escaso silencio de las aulas
en cada libro subrayado.

Busca - sobre todo -

47
en el origen de la triste calma de las
provincias.
Busca en la abulia misma
quizá allí encuentres
la razón de este silencio repentino.

48
Retorno inesperado

Tú que vienes de lejos con los pasos elásticos


y traes viejas humedades en los ojos.
Tú que llevas la boca untada de
cantos
en la vestimenta polvo de caminos
dime antes que nada
¿qué de la alegría?
Detente y responde.
¿Bajo las alas de qué mariposas
se esconden tus palabras
que hoy vienes callada y casi cansada
con tus pasos elásticos?
Mi estancia es sólo sombras
como las que ajaron tu blusa
y tu cuerpo
y cambiaron tu ruta.
Yo recuerdo el día que partiste
y las palabras que iban contigo
como agua perdida.
Hoy llegas y no sé de dónde
quizás del otro lado de la noche
y traes la inseguridad de tu palabra
ausente
cansada
ajada la blusa
manchada de llanto.

49
Si me ves llegar

Si me ves llegar
-sonriente-
con un libro bajo el brazo
beso tu niña
te pido me cuentes de tus viajes
y sonrío mientras hablas alegremente
de la primera vez que te perdiste
en Riverside
no me creas.
-Aquí-
junto a estos cuadros
y la sonora presencia de Für Elise
te siento ligada a cada objeto
y por momentos me veo obligado a
aceptar
que te he perdido
y que realmente
no eres la misma colegiala del amor
breve
que no supe buscar a tiempo.

50
Te sentí venir

Te sentí venir
con tu lento acopio de luz
cargada de alegrías
quise compartirlas
ignorando quizás tu brevedad en mi
tiempo.

No pude darte más que amor


y la limpia timidez que de niño me
acompaña
mas ¿qué puede dar
un triste muchacho sin paz
que no sea su heredada calma
su duro silencio de batey en tiempo
muerto?

De alegrías no podría contarte


porque no las conozco
sin embargo
ahora que estás ahí
-inmutable-
situada exactamente en el sitio
donde no sé si los invisibles brazos
de mi amor
pueden asirte

51
-levemente siquiera-
o sentir la discreta seda de tu cabello
anudándose a mis dedos
siento la extraña alegría
de tener la continuidad de tu afecto
que por momentos confundo con tu
amor mismo.

Ahora no sé si será mejor


resistir en silencio esta tibia agresión
de tu luz
o esperarte
calladamente.

52
Tendrás derecho

Tendrás derecho a preguntar


¿quién escribió esto?
Tendrás derecho a no llorar
-quizás-
como hacemos nosotros
en la entrada misma de las
estaciones
detrás de cualquier pared no hoyada
por las balas
no manchada por la sangre
libre de las consignas que
proclamamos
continuamente
para que después de todo este llanto
sea justa la razón de tu risa
sin el constante temor a la tristeza
que a nosotros nos ha precedido
siempre
cada mañana
cada despoblado mediodía
cada noche
pendiendo peligrosamente sobre
nuestras cabezas
sobre nuestras casas
como guardiana terrible y segura

53
de un tormentoso amanecer.
Tendrás derecho
-lo sé-
a interrogarnos
a interrogarte
no importe nuestra ausencia
no importen los años pasados
Cuando la inquietud de conocernos
en nuestra distancia
se torne preguntas en tu voz
este triste acento que nos distingue
de los demás
se habrá tornado alegre
Este odio necesario que poseemos
perderá toda su razón de ser
y el hombre no será más enemigo
de sí mismo.

54
Silencio para el canto

Pídanles que hagan silencio


es hora de iniciar el canto
y lo haremos
por esta generación irrenunciable
Que hagan silencio
Que sepan que no tienen derecho a
oírnos
o dejar de oírnos siquiera
Esta es la hora de la esperanza
la hora de fijar la mirada
y encaminarnos
como los ríos
Ya es hora de que el silencio deje de
ser
-entre nosotros-
y de que el grito nazca libremente
Pídales que hagan silencio
No tuvieron tiempo para esgrimir el
hacha
derribar el árbol
encender la hoguera
sembrar la luz
-peor aún-
se negaron a cantar
Se negaron a cantar

55
precisamente cuando nacíamos
Hoy nos sobran las palabras
y nos piden que bajemos la voz
Que callen
Es hora de iniciar el canto
y lo haremos por esta generación
irrenunciable.

56
Canto para ahuyentar el miedo

Jamás la esperanza fue tuya


No podrás adueñarte del cansancio
nuestro
ni podrás escuchar este canto
escrito en un aula de silencio
para ahuyentar el miedo

Tú jamás podrás escuchar esta nueva


voz
que me nace sangrante
cansada

Ya no tendrás esperanza
la dulce esperanza
de ver el día del triunfo
No la tendrás
no podrás tenerla
la muerte te ha cerrado el paso

Quien fuiste o quieras ser


-no importa-
para ti escribo este débil canto
en nombre de estas tierras
para ti escribo

57
y mi corazón abarrotado de
interrogantes
te sufre
mis labios
-poblados de dolor-
te nombran.

58
Los vencidos

a Ernesto “Che” Guevara

Los vencidos somos siempre


los poseedores de la esperanza
a pesar de todo.

Toda la tierra del mundo


la ineluctable sombra del sepulcro
son insuficientes para opacar
la luz de nuestro pensamiento.

Los vencidos de hoy


somos los inexorables edificadores
del nuevo orden.

Somos los mismos


con la misma trayectoria de ira
sangre
muerte
unidos por el vínculo común de la
Paz
la Emancipación
la Alegría.

59
El precio

Jamás dudaste que


el precio
sería el silencio
la eterna soledad.
No quisiste nunca el florecimiento
de las palabras
que luego fueran elogios.
Ahora estás solo
con tu pedazo de Patria sobre el
corazón
palpando por siempre
el precio.

60
Uno a uno
A Juancho Lamouth*

Uno a uno
han silenciado los perros.
Una a una se han apagado
las lámparas amargas amargas
lámparas
que rodearon tu borrascosa
existencia.

Ahora desciendes hermano.


Ahora se escapa raudo tu cuerpo
de obrero apaleado por la angustia.

Ahora cesa la oscura lluvia


que abatía tu corazón de hombre
sencillo
crece el racimo de hojas apagadas
que siempre quisiste para los
hombres
y que para ti no tuviste.

61
II

Ya no te alcanzan las sales del viento.


Ya no te alcanzan los continuos
dolores
que aquí permanecen
te ha ausentado la muerte hermano.
Estás exento del odio y lo amargo
que nos toca vencer
del largo trayecto que nos toca
recorrer.

No descanses hermano
esa que ahora tienes
no es la paz que mereces.

*Juan Sánchez Lamouth

62
63
Los inmigrantes

Aún no se ha escrito
la historia de su congoja.
Su viejo dolor unido al nuestro.

No tuvieron tiempo
-de niños-
para asir entre sus dedos
los múltiples colores de las
mariposas
atar en la mirada los paisajes del
archipiélago
conocer el canto húmedo de los ríos.

No tuvieron tiempo de decir:


-Esta tierra es nuestra.
Juntaremos colores.
Haremos bandera.
La defenderemos.

Hubo un tiempo
-no lo conocí-
en que la caña
los millones
y la provincia de nombre indígena
de salobre y húmedo apellido
tenían música propia

64
y desde los más remotos lugares
llegaban los danzantes.

Por la caña.
Por la mar.
Por el raíl ondulante y frío
muchos quedaron atrapados.

Tras la alegre fuga de otros


quedó el simple sonido del apellido
adulterado
difícil de pronunciar
la vetusta ciudad
el polvoriento barrio
cayéndose sin ruido
la pereza lastimosa del caballo de
coche
el apaleado joven
requiriendo
la tibieza de su patria verdadera.

Los que quedan. Estos.


Los de borrosa sonrisa
lengua perezosa
par hilvanar los sonidos de nuestro
idioma
son
la segura raíz de mi estirpe
vieja roca

65
donde crece y arde furioso
el odio antiguo a la corona
a la mar
a esta horrible oscuridad
plagada de monstruos.

Óyeme viejo Willy cochero


fiel enamorado de la masonería.
Óyeme tú George Jones
ciclista infatigable.
John Thomas predicador.
Whinston Broodie maestro.
Prudy Ferdinand trompetista.
Cyril Chalanger ferrocarrilero.
Aubrey James químico.
Violeta Stephen soprano.
Chico Conton pelotero.

Vengo con todos los viejos tambores


arcos flechas
espadas y hachas de madera
pintadas a todo color
ataviado
de la multicolor vestimenta de
“Primo”
el Guloya-Enfermero.

Vengo a escribir vuestros nombres


junto al de los sencillos
ofrendaros

66
esta Patria mía y vuestra
porque os la ganáis
junto a nosotros
en la brega diaria
por el pan y la paz
por la luz y el amor.

Porque cada día que pasa


cada día que cae
sobre vuestra fatigada sal de obreros
construimos
la luz que nos deseáis
aseguramos
la posibilidad del canto
para todos.

67
Quien no recuerde

Quien no recuerde que las campanas son construidas


por estas manos
las mismas que rascan con amor
la oscura cáscara del suelo
de igual modo pasará inadvertida
la alegría final del hombre.

Quien ignore siempre nuestras


ansias
el redondeo silencio del tiempo
la sencillez del guerrillero abatido
no podrá al final cantar con nosotros.

(Hablo de nosotros:
Los identificados por el silencio
los tatuados por la angustia).

Cuanto hemos amado y perdido


cuanto edificamos
a golpe de amor y ternura
y vemos destruir violentamente
regresa
a cada momento
recreando singulares imágenes
golpeando fuerte
recordándonos

68
que no hemos perdido
que es imposible llegar
desunidos.

¿Qué estandarte defender


sino el de los sencillos?
¿Qué fronteras violar
sino las del odio cotidiano?
¿Con qué luz desterrar
la oscuridad de este tiempo
sino con la del canto encendido
que descansa en las fauces del fusil?
A lo mejor no me comprendas
-lo sé-
pero más que este pan diminuto
más que este techo con su
multiplicación de agujeros
más que este sólo y único derecho a
morir
sin nada más que la angustia
-injusta heredad que combatimos-
está el amor
suma de fraternidades
ondeantes
como única bandera posible del
hombre.

69
La provincia
sublevada
Santo Domingo, 1972

70
A Marino*
Porque casi al mismo tiempo
nos fueron cerradas las puertas
hacia la infancia.

*Maximiliano Gómez (El Moreno)

71
I

En la honda ternura
de manos lavanderas.
En el insomnio
a la temprana edad
de mis noches.
Por el crecido amor a la vida.
No morirá la lumbre
que disminuye las sombras.

72
II

¿Quién con el hielo de esta angustia


no siente
la ausencia de tus manos
no advierte lejanía en tu voz
deshaciéndose
a cada momento?

73
III

Aquí arden las sales de tu presencia


en cada empresa frustrada
triunfadora.

Aquí
se levantan los cimientos más puros
con que te fundó la sangre
se renueva
-a cada momento-
la herida de la piedra
del hierro
se agiganta el dolor
crece la ausencia
de quienes preservaron tu pureza
con su sangre.

Aquí
se multiplican los metales
que defienden tu heredad.
Se alza la decidida voluntad
de fundar
-aquí-
la arrebatada paz del hombre.

74
IV

A partir de ti
empieza la vida.
A partir de ti
la inconmensurable extensión de la
patria
se encienden
los ondeantes colores de las banderas
se comprende
el amplio idioma
de tantos gestos reprobatorios.

75
V

No será jamás necesario


recuento alguno de esta historia.
El grito se eleva
a la ruidosa estatura del cañaveral
y dolorosamente recordamos
-todos -
el momento exacto
el tiempo justo
de la ausencia
sin ninguna condición previa
para el recuerdo.

76
VI

Si se estancan las aguas


a la entrada de tu puerta
si la telaraña recubre tu ventana
y la lluvia fría
hincha la madera de su marco
si se apagan tus lámparas
y aumenta tu dolor
ten fe y canta
-muchacho-
que en la sencillez de tu canto
aguarda
la necesaria muerte de todo lo triste.

77
VII

Si pudieras percibir
-como yo-
el casi invisible polvo ígneo
que riega el sol sobre la ciudad
la repentina dulzura de unos ojos
de mirada huidiza.
Si pudieras sentir aún
la tibieza de unas manos en tus
hombros
en momentos en que todo parece
inútil
será
porque heredas
lo puro del amor que defendemos.

78
VIII

Es como si regresaras
cansado.
Es como si al llegar
no te esperara nadie
y creyeras encontrarlo todo en orden
todo trastornado
todo deshecho.
Y ahora
cuando justamente buscas la salida
-el escape mejor-
te encuentras como atrapado
en la vieja foto.

Ahí permaneces.
Ahí te quedas para siempre.
Ahí te quedas por cuanto dure
por todo el tiempo que resistas verla.
Ahí estás con partituras de viejas
músicas
que casi olvidas.
¿Quién hubiera pensado
que este verdísimo césped
serviría como alfombra a la derrota
en tantos días?
Así es -muchacho-.

79
IX

Si conocierais
el reverso de nuestros toscos escudos
si tan sólo poseyéramos lo nuestro
-lo que nos arrebatáis-
algo de alegría
el sosiego que por siglos
reclamamos
pudierais compartir
la pureza de la luz que construimos
aprehender la música de los días.
Toda la tibieza de estas sonrisas
retenidas.

Si pudierais
si tan sólo pudierais
-como nosotros-
asir la dulce mano de la victoria
vuestro no sería este final
que os espera.

80
X

Insisto en reclamar para nosotros


la adolescente ternura de la flor.
El imaginado sosiego
del sitio
donde guarda el viejo río
las raíces de sus aguas.
Insisto mas no sin antes
derribar los altos muros del; odio
esta terrible mole de angustia
que nos circunda.
Insisto mas no sin antes
asegurar el dulce disfrute de la vida
libre de todo lo triste
(seguro límite
de nuestras deudas de alegrías
de amor no compartido).

81
XI

Yo no tuve libros
ni bicicleta.
Toda la poesía de los días
logré captarla
en difusos colores
de lápices ajenos
sólo fue mía
la temprana edad de lo triste
la antiquísima soledad del hombre
las tibias noches del puerto
la sal marina
la brisa
y un incansable amor a la vida
y a la música que la hace posible.

Yo para mis sueños


no tuve protección suficiente
y como hojarasca
rodaron muchos anhelos.
(Sabor de almendra tierna tuve
por muchas horas).
La angustia
fue como ineludible signo heredado
la soledad
marco permanente
de toda alegría en asomo.

82
XII

La música que yace a ras de mis dedos


esta que ahora puebla mis versos
llena mi risa de hombre triste
con algo del sabor dulce
que en ti conocimos
asciende
en medio del canto
conforma el himno final.

83
XIII

Por la vastedad del mar


que de tarde en tarde sube
como queriendo mezclar su azul
con el cielo
subieron mis ansias de niño
buscando
la tibieza no habida.
Me figuré el invierno
incierta estación
que de tiempo en tiempo
nos golpea con su viento
y su agridulce alegría.

El tiempo pasa
y no sé por qué tendrán mis manos
este permanente gesto de supinación
si me llega tu luz
si conservo lo que has podido darme
si no pido más de lo que me has
dado.

84
XIV

De mi padre conservo igual manera


de contar las cosas.
Sé buscarle música
al paso de la multitud en protesta
al crujir
de la vieja puerta de madera
al cobertor de luz
anaranjada
de cada tarde.

85
XV

Quizá no sepas nunca


que aquí no hubo grandes retratos
rígidos rostros octogenarios
abuelos almidonados. Orgullosos.
La sencillez
fue norma inviolable
como o fue el abierto amor a lo
humano.

86
XVI

¿De qué latitudes


vendrán los vientos
a borrar estas imágenes?
¿De qué desconocido cielo
caerá lluvia que lave la sal de
nuestros rostros
estos ojos
fijos en el camino
por donde sé que vendrás
porque estás entre nosotros
entre quienes pretendemos buscarte
a cada instante
en cada acto o gesto de pureza
porque te sabemos pura?
No vendrás. No. Estás aquí
-entre nosotros-
esperando tu rescate definitivo.

87
XVII

Esta estancia sin luz


-que nos confieren-
no es lo que merecemos.
Si hemos reclamado
el más alto azul de los días
no creáis tan insaciable nuestra sed.
El hombre merece más que oxígeno
le es preciso tiempo
espacio para recorrer
los luminosos trayectos de la paz
no esta fría soledad y este silencio
a que cotidianamente lo condenáis.

88
XVIII

La calamidad de no estar de acuerdo


nos cuesta bien caro.
El viento sopla a muerte
calle arriba calle abajo
a las puertas de no abrirlas
se les hincha la madera
y no hay forma ni manera de
conciliar el sueño.

Entonces
viene el recuerdo de la Biblia abierta
de la vieja piedra que reposaba en
ella
como antiguo e inmóvil corazón.
El antiquísimo pañuelo de madrás
el delantal impecable
las continuas lecturas
de aquel salmo de martilleante
número
y raudas sentencias:
“Dios de las
venganzas
muéstrate”
la mansedumbre del hombre es
pisoteada.

89
XIX

Altas columnas de garzas


surcando
lo gris de la tarde
noche cayendo
difuminado gajo de luna
ventanas que se cierran con cuidado
suave brisa marina viejo reloj de
agujas rotas
rostros tristes o alegres
tibios corazones en actitud de espera.

Ventana sur
flexible forma geométrica
por donde penetran lentos
la fría brisa
el gris de los días, el aroma
de la yerba recién cortada del parque
la agridulce risa
de la muchedumbre
que tu amor ató a mis pasos.
Altas columnas de garzas
noche cayendo
ventanas que se cierran con cuidado.

90
I

Cuando
un hombre
cercano a tu corazón
cae
pierde su sombra
es inútil que escondas
-presuroso-
entre papeles viejos
tu tristeza
o salgas a mostrarla
por la calle
como ropa recién estrenada.

91
II

Cuando
un hombre
que crecido en tu amor
se aleja
-sientes el vacío-
no lo llores
la tarea que en él termina
en nosotros
apenas
comienza.

92
III

Yo sé
que esta breve
lenta historia
podría resumirse
en una sola pregunta.
Sé que ningún ángel
puede detener la diestra sangrante.
¿Pero qué ángel da estas señales de
exterminio
cuando apenas es botón
la flor de fuego que encarnamos?

93
IV

Lo que sobre el corazón descansa


lo que el tiempo no logra explicar
esto que gravita pesadamente
sobre la frágil alegría de los días
a lo que podría renunciar a ras de
piel
es lo combatido
lo negado.

¿De qué paz


hablarían estos hombres
cuando sobre cráneos
y banderas derribadas
levantan sus monumentos al odio?

94
V

Te levantas cada día


con el mismo rostro
padeciendo la misma historia
los mismos dolores
y esperas paciente
porque nada puede doblegar
la joven espiga de tu fe.
Porque de tu amor
del mío
del nuestro
pervive la esperanza
en la esperanza del pueblo
a pesar de la ira y el odio.

95
Vivir
Santo Domingo, 1982

96
…quien quiera que seas
y en cualquier circunstancia
prepárate a vivir
como si nunca tuvieras que morir.
Nazim Hikmet

97
Recién llegados

No siempre los recién llegados


arribamos a las terminales
sobrecogidos de asombro.
En el equipaje cargamos materiales
para fundar lo que en noches y tedios
acumulados
fueron sueños.

Nuestros más recientes asombros


se solidarizan al pie de los
monumentos
en medio de larguísimas avenidas.
Se reconocen a sí mismos
en las enormes vidrieras
recreando el pasado.

98
Lo recuperable del
pasado

Lo recuperable del pasado


no es la escasa alegría. Lo triste
del momento en que dimos
-sin mediar palabras-
la otra mejilla.

Ocurre -ciertamente- que de él


permanecen objetos abandonados
ciudades de cuyos nombres
saltan imágenes
como el resplandor de la brasa.

Lo que del pasado ha de recuperarse


no son los grises metales del invierno
sino el oro que de repente encuentras
acuñando monedas entre los dedos.

Lo recuperable del pasado


no es la alegría inicial
lo premonitorio de tus trazos en la
arena
al amparo de las más antiguas
sombras del almendro.

99
Quién ha de rescatar
el grito

¿Quién ha de rescatar el grito


quebrado
de los vencidos? ¿Quién
la dignidad del héroe
aplastada por la bota enemiga?

Del pasado ha de recuperarse


lo que tiene de valor
la ira del torturado
la cólera del desterrado
la milenaria brega
las pautas del sacrificio.

100
Noviembre

Por una vez el día se viste


de igual sonido que mis ruidos
familiares
-anárquicos y dulces-
en los que ruedan invisibles
monedas con que alguna vez he
soñado
comprar nuevas alarmas
ante el eventual asalto
de la nostalgia.
Noviembre en París
se reviste de mayor penumbra
como también es mayor
en su penúltima profundidad de
niebla
mi creciente y circular
soledad de extranjero
y de poeta.

101
Ejercicio de ternura

Inicio nuevas realidades


y a diario asumo mi escondida
ternura.
La ejerzo en cada gesto posible
que cursan mis manos sobre las
cosas.
Nuevas realidades inicio
y a viva voz pido
-para mitigar lo oscuro
de mis soledades internas-
el impalpable oro del sol
que de tarde en tarde confundo
con su pelo
pese al obstinado y terco invierno
y sus múltiples grises.

102
A orillas del Sena

Tentado a regresar a mi infancia


a retrotraerla
libre de sus casi naturales
interrogantes
siento deseos de desnudarme
de correr bajo la lluvia
ver mis piedras
quebrar las ventanas del río
en lentos
repetidos
y semicirculares saltos.
Invierno.
París.
Orillas del Sena.
Releo el casi incomprendido capítulo
sin advertir
que lo poco que pudo liberarse del
fuego
se me ha extraviado en la estación de
Austerlitz
al arribo del último tren.

103
Pavesas

Siempre serán menos las llamas


que las cenizas de algún fuego
apagado.
Ellas persisten
invaden el aire
se hunden
en la débil luz de las habitaciones
orbitan las cosas
como pequeños y artificiales astros
flotan libremente
incapaces de alumbrar como llamas
que las precedieron en incierta
permanencia de pavesas
sin rumbo fijo.

104
Bandada

Cualquiera diría
que las aves
tienen deseos
de transparencia
y que por eso
vuelan contra el sol.

105
No sé quién sea

No sé quién sea esta mujer.


Llega cada noche
batiendo palabras
doblegando
-a fuerza de su feroz ternura-
mi reestrenada timidez
pidiendo que le cuente de mí
de mi tierra.

Carezco de historia
y cuento la de abril
y su crueldad. Le hablo
de mi media isla
que no es media sino
una
con la sola demarcación
de un orden en declive
y otro que emerge amorosamente.

106
Vedado

Calles
escalonadas cifras
como golpeándose.
Calles
como inmensas cintas de agua.
Luz desparramándose sobre las
casas.
Andamios que se levantan
contra el cielo.
Aquí y allá la violencia
de los colores. Aquí y allá
el aire jugueteando
brindando canciones.
Aquí y allá
-de manos con la alegría-
hombre que se tutean con la muerte
por el asfaltado alfabeto de las calles
camino a casa
cargado del blanco sosiego
de la única estrella.

107
A un niño vietnamita

Tú no tienes cielo.
Tu parcela azul
tu pedazo
lo ocupan
en constante descenso
rudos emisarios de la muerte.
Tú no tienes cielo.
Tu cielo lo harás tú mismo
-aquí-
sin la risible condena al infierno
que ya conoces
porque
no tienes cielo.

108
Fuego en que
ardemos

¿Cuál es el secreto de
tu limpia armonía?
¿Cuál la que sólo yo
encuentro?
Aterra
la inexactitud de las cosas
antes de ti. La preestablecida forma
de los días en su discurrir.
Si de repente te fueras
si de pronto no estuvieras
te buscaría primero
en la ondulante y azul llama
de este fuego en que ardemos
casi sin advertirlo.

109
Hábito de sueños

A René del Risco

Ahora es tan tuya la certidumbre


de lo circunstancial y eterno del
tiempo
nadie mejor que tú
para negarle utilidad a los badajos.

¿De qué sirve el redoblar de


campanas
ante tanta ausencia precipitada?

A lo mejor debía ser más reverente


al abordar el tema. Quizá
no debía decir nada. Pero
¿quién puede reprimir
nuestros hábitos de sueños y
esperanzas?

Después de todo
la obediencia será siempre
norma deleznable para nuestras
almas.

110
Tu ciudad

A Antonio Lockward

Grande y alegre es tu ciudad


en medio del día
Mas
si llega la noche
cae empequeñecida
y los años recientes
dejan a su paso
esta hojarasca
-como de muerte-
que a-toda-máquina la recorre.
Ahora nadie camina solo. Cada cual
va con su miedo que
a veces lo empuja
hasta la tibia boca de los callejones
cuando la oscuridad
de adueña del breve espacio
entre poste y poste.
Grande y alegre es tu ciudad de día.
Con la oscuridad empequeñece
crecen su ira
y el terror que la acordona.

111
Ozama

La ciudad puede cotidianamente


despertar y morir
en su horizontal crecimiento.
Pueden los mondos funcionarios del
régimen
multiplicar sus espejos
renovar sus roperos
sin que los líquidos de tu cólera
laven de sus solapas
los colores de la sangre.
Esa es su marca: señal convenida.

Cuando los diminutos ángeles


populares
rescaten nuestras banderas
pisoteadas
ignoro qué escondidas muertes
qué húmedas y oscuras historias
podrán retener tus aguas.

Pierden majestuosidad las lilas


en tus espejos.
Pienso que no tendrías razón de
existir
a no ser por la aleve aridez
que recorre el corazón de esta isla.

112
Deja caer una flor

Deja caer una flor


a la fosa de los caídos.
Si crees en “el poder de la oración.”
Si eres creyente reza.
Recoge al igual que los niños
en el cementerio
la cera tibia
y hazte velas que alumbren más.
Aléjate de coro
de quienes burlan a vivos y a
muertos.
Honra sencillamente la memoria de
los héroes
y espera. Yo sé
que pese al resbaladizo tramo de tu
razón
conservas tu noción de patria.

113
Aire propicio

Siempre que abres tu puerta


y suenan diminutas campanas
-como tocadas por ángeles
en descuidado cuelo-
invado tu recuerdo.
Hago mío y comparto
tu más amplia sonrisa
de aire propicio
a mi incontenible ternura.
Amiga cercana a los orígenes de mis
deseos
¿sumergida en cuáles inciertas aguas
te encuentras
que para mi sed de viandante
baste imaginar e hueco húmedo de
tus manos?

114
Flor de fuego

El apagado hueco
que en el aire se establece
por cada flor derribada
es espacio propicio
a ser llenado de amor
-hecho piedra o plomo-
para romper los cercos del odio.
¿En cuáles circunstancias
puede ser útil una flor
en tantas y tan amargas rutas del
hombre?
La sal de los caminos hemos sido
hoy somos flor de fuego
para las más puras sombras.

115
Pequeña elegía a Joe
Bass

Porque no conocí tu voz.


Porque nadie podrá retomar de su
sonido
los tristes matices de un blues
que aprendieras de tus mayores. Yo
-pequeño Joe Bass
negro no niño ni muerto aún-
digo por ti
la palabra clave
que silenció en tu garganta
el blanco escopetazo
que aún resuena en Newark.

Porque me duele tu sangre


cabalgando el oscuro asfalto.
Porque siento crisparse tus manos
como caricia
sobre las borras de algodón
no vacilan las mías
en señalar
los artífices de tu caída.
Joe Bass pequeño forjador de albas
diminuto peldaño

116
por donde ascenderá la dignidad del
hombre.
¿En qué inexistente lugar estaría
el Ángel de la Guarda
a la hora de tu muerte?
A lo mejor Dios no tuvo tiempo
para crear un ángel de la guarda
para los niños de Newark y Harlem
de Little Rock y Biafra.

117
Pasajera

Yo era como signo errante


-indescifrable-
cuando tu estremecimiento tocó
los límites de mi hastío.

Era tan sólo un viandante más


cuando tu noche me sobrecogió
y el peso del sueño me cerró los ojos.

Ahora tu voz me viene alada


color de mariposa
y la dulce tosquedad del polen
es su única huella.

Queda tu aliento.
Mueve las hojas del recuerdo
ya caídas.

118
Lecciones para
una ausencia
Santo Domingo, 1999

119
Las márgenes del
sueño

No sé realmente quién sea


esta mujer. Sé que puede
flamear en la oscuridad
y puede arder invisible su fuego
sin tocar las márgenes del sueño.
Puede su vigencia de luz
llenar los recintos intocados del día.
Puede ir río arriba
atravesar paredes
romper aguas caudalosas
confundirse con los peces.
Al doblar de la esquina
en salas de espera
en medio de la multitud
-puños alzados contra el cielo-
esta mujer existe
late y flamea sus colores
orbita dulcemente nuestras pupilas.

120
Historia propia

Carezco de historia propia


y cuento la de abril
que bien pudiera ser la misma
un horizonte de herrumbre
la carroña río abajo
el horror orbitando las pupilas
el incendio de verdor abatido en el
parque
la palabra del combatiente
sus flaquezas
su coraje
su entereza
lo palpitante de la palabra Patria.

121
Cada noche

Se cruzaron con las mías


sus interrogantes
y por momentos no supe
si contarle de más inmensa caravana
de estrellas
de este ruido que trae el mar
adherido a sus olas.
Cada noche
como quien asegura llaves
joyas o secretos
guardo signos suyos bajo mi
almohada.

122
Postdata

Releo siempre tus poemas


y siempre descubro
nuevos aspectos
de tu realidad
imposibles de explicar.
Ahora comprendo
la terrible autoridad de tu cariño
siempre ejercido a impuesto a mis
temores.
Cuánto daría por la libertad de tus
manos
por tus caricias.

123
Primera carta

Si el horror del olvido toca a tu


puerta
no vaciles en llamarme.
No entristezcas si crees verme
en medio de la multitud
y la certidumbre de tu creencia
te hace correr llamándome.
No te abismes
cuando el invierno en nieve
cabalgue tus trenzas
y no estén mis manos
-siempre aptas-
a sumergirse en ellas
despeinarte
y tejer la más efectiva red para sus
caricias.
No dejes que de tu sonrisa
se apaguen los soles.
No te canses no
ni te aísles de mis recuerdos.
No temas a la lluvia
toma para ti las múltiples y efímeras
coronas
que lanza contra el suelo
y sé siempre mi reina.

124
No reniegues tus debilidades.
Reconócelas.
Combátelas. Véncelas.
No seas como estos abuelos estériles
y conformes con su inmundicia
que muy orondos proclaman la
bondad de su tiempo
“aquel tiempo.”
No te descuides de la codicia. Yo
si tu nombre brilla entre mis cosas
lo bajaré
no sea que nos descubran el amor.
Haz tú lo mismo.

125
Amuleto

“You can connect me with


your life here
because I’ve loved being
part of it however brief.”

Jane Norling

Tu caracola de música muerta


pende de mi cuello. A veces
cuando el día toma de los ígneos
estanques
del sol
su mejor calidez
su difícil color
suelo revisar con especial febrilidad
tus diminutos papeles
tus últimos signos
tu presencia fija
apetecida.

126
De tu pelo

Supe que mis besos


cumplían su edad
en tu pelo
que la oscuridad
toma de él
su textura
de innegable manto
cada vez que
cae la noche.

127
Nosotros

Tú y yo no somos
los únicos habitantes de la tierra
aunque así me parezca
cada vez que pecho a pecho
nuestros corazones
parecen iniciar el primer y único
diálogo
hasta entonces posible.
Lo cierto es que no somos los únicos
porque los relojes marcan el tiempo
y tu tardanza o la mía
en algún lugar del mundo
llena de impaciencia
salas de espera
sobresalta corazones
funda – por así decirlo-
funda la angustia.
Amiga tú y yo
-evidentemente-
no somos os únicos habitantes de la
tierra.

128
Tu habitación

¿En qué resquicio de tu habitación


tramas la dicha para mí
la alegría para mí
tu alegría que es nuestra?
Cada vez que la noche lanza sus
redes
sobre la ciudad
yo soy el atrapado
a quien formas que no le son dadas a
elegir
se le aglomeran
al borde mismo de los sueños.

129
Guardo cielo en los
ojos

Guardo cielo en los ojos


para toda tu luz retenida.
Días en mi tiempo
para todo tu calor
de derretido sol.
Aguas en mis manos
tibias y profundas aguas
para toda tu sal
ardiente
viva.

130
Las nostalgias
también cambian de
lugar

Cuando arriban las lluvias


de la tarde
con inapreciable puntualidad
desandamos presurosos las calles
de una ciudad cualquiera.
El extranjero
el desterrado
tiene la impresión de que
sus nostalgias también han cambiado
de lugar
entonces a lo mejor
un poco tarde
al amparo de los más próximos
brazos
quien sabe en qué rincón
o esquina de barrio
pone a resguardo
la poca alegría que atesora en una
sonrisa
en un te/eché/de/menos.

131
Oscuro mapa mi
espalda

Dos pasos más


y me doy de cara
contra mi nostalgia
mi miedo o sencillamente
mi tristeza.

Reconstruyo tu imagen que se me


disuelve
entre el tiempo y la distancia.
Me imagino tendido en tu regazo
y que lees con tus manos
el oscuro mapa de mi espalda.
A estas horas ¿qué extraños mundos
qué figuras alfabetos
trazas sobre la piel del aire?
¿Quién trata de leer en tu sonrisa
-ahora-
lo que fue para mí cotidiano
alimento?

132
Ganancias y pérdidas

La soledad en este país


es mucho más que el tiempo
para vivir.
No pocos habitantes
advertimos su creciente presencia
cortejando con prolongada
insistencia
a jóvenes viudas
ilusos solterones
solteronas insomnes
agresivos dipsómanos
militares retirados
políticos viejos
quienes –sin rubor- confiesan por
ella
sus ganancias y pérdidas.

133
Domingo

Terso tenso mediodía de la isla.


Dulce y cálido estanque
al que vienen a mirarse
el sol y las invisibles estrellas
que al acecho se bañan
en la luz del día. Suave brisa
que con firmes e intactas columnas
sostiene banderas.
Con la frente entre las manos
oigo partir el domingo ahíto de
abulia
que en cuestión de horas regresará
todo lunes
apresurado
con mil asuntos.

134
Mirada seca

Las estatuas miran


y su mirada parece perdida
en no se sabe qué lugar del
horizonte.
Saben sin embargo
que lo que en realidad observan
eternamente
es su indescriptible desolación
interior.

135
La casa

La casa en que vivo


es un pequeño recinto de sombras
viejas lámparas de agotado aceite
empolvados tomos
que a ratos releo
subrayo
comento.
Las sombras que llenan la casa
que habito
son gárrulos y deleznables inquilinos
de oscuro lenguaje
que nadie logra descifrar
a no ser los antiguos habitantes.

La casa que ahora habito


llena de viejas lejanas
y ajenas sombras
está también poblada de augurios
que navegan de una a otra
habitación.
Al pasar ante los espejos
se detienen
fijan en ellos antiquísimas imágenes
se bañan en el silencio
cada vez que veo repetidos mis gestos

136
en la misma luz.
Esta casa entristece. No quiero
evocar sus antiguos ruidos
no sea que me empujen el recuerdo
hacia la infancia.

137
De tarde en tarde

Para cuando sean las cinco


puede que mi más franca sonrisa
falte
en algún lugar de la vieja Habana
y el aire opaco y frío
ablande los más firmes hombros.
bien pudiera ser
que en un ómnibus repleto de
becarios
no se advierta mi presencia
en tu mirada
en el tiempo
perdiéndose.

138
Imagen lejana

Sabía que callaba tu nombre


que no era otra sino la tuya
esta historia que reinvento
y reconstruyo. Junté madurez
y coraje para olvidar
lo que ahora tiene en mí de
angustiante
tu imagen lejana y sola.

139
La urdimbre
del silencio
Santo Domingo, 2000

Primera Mención de Honor del


II Premio Internacional de Poesía
Nicolás Guillén

140
NO AMO mi patria. ( ... )
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, ciertas gentes, ( ... )
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos).
José Emilio Pacheco

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.


Jorge Luis Borges

A scar remembers the wound.


The wound remembers the pain.
Mark Strand

141
142
Prioridades

En presurosa retirada mi memoria


abandona el campo para diseñar su
gran ofensiva. Sobre mi mesa
reposan antiguos mapas de la ciudad.
Libros, viejas cartas que exhiben el
desgaste del tiempo y de mis manos
huellas. En el televisor blanco-y-
negro Miles Davis chorrea partículas
de labios y viento negro. En medio de
los comerciales cambio el canal y
Steve Wonder narra, con cierta
tristeza, su dolor de no haber podido
cantar con los Beatles. Prioridad de
músico. Apago el televisor y se me
oscurece el recuerdo. Descubro
entonces que debo cambiar la cinta
de mi Underwood, para escribir el
poema que inicié, casi sin querer,
entre otras palabras que acentúan mi
prioridad de hoy.

143
Sparks street

En el poema se consigna que una


mañana de nieve el anciano poeta
dobló por Craigie Street, tentando
aceras y paredes con su cansada
sombra. A pocas cuadras, montan
protesta jóvenes estudiantes,
mientras algunos intelectuales se
mesan la barba y acarician
volúmenes usados de Nietzsche y
Ginsberg. Más adelante, en la
penumbra de Memorial Drive, el
verde y circular trillo de las ardillas,
los rizos del río con sus atletas, pinos
y sicomoros, la luz chata,
escasamente habitual y la extensión
de la tarde. Todos exigen lugar en
este poema, mientras en la acera
opuesta en Brattle Street, como cada
día, yo doblo por Sparks Street,
navego las profundidades de su
silencio evocando y rumiando los
versos que he de escribir.

144
Voluntad de luz

Me veo de niño jugando con el eco


que llena el vacío de estas casas. Me
veo caminar por el frío acero del tren
como quien sortea su ruta por cuerda
floja. De la sombra del jabillo, árbol
de mis juegos, imagino el nacimiento
de invisibles monstruos, tupidos
bosques, parajes y paisajes no
soñados, tierras lejanas y mías,
muertos pidiendo sepultura o
escapándose en los faroles de
luciérnagas que por las noches
construíamos. Ahora, nadie cabalga
el oscuro y dócil potro de la noche,
sólo el miedo, y nada la traspasa, a
no ser mi voluntad de luz. ¡Nada
puedo contra estas imágenes que me
asaltan!

145
Vía Crucis

Se diluye la claridad del día. Bella es


la luz nocturna que entre pinos y
abedules se filtra. Un rojo-naranja
aletea el cielo de la tarde y se desliza
sobre la ciudad. Bajo la bóveda
mortecina de las oficinas, aburridos
funcionarios en Harvard Square
esperan el tren de las siete. En el
ancho bostezo de la noche el
transeúnte beberá los aires del día
siguiente, porque entonces no estará
solo (será uno más entre la
multitud). Camino a su escritorio,
con su traje adecuadamente de
negocios y sus mentidas ansias de
soledad que nadie, excepto él mismo
(re)conocerá, podrá reinstalar su
autodesprecio, su ocioso temor,
cuando en su despacho (re)inicie su
vía crucis y empiece nuevamente a
odiar la hora de partir.

146
No olvido nada

No olvido el rastro de tus manos las


huellas de tu boca, el níveo paisaje de
tus senos obstinados, desafiantes.
¿Cómo olvidar la fibra de tus dedos,
si a cada paso me las sugiere esta
yedra indomable que permuta su
verdor por la sangre reseca de los
ladrillos? Tu recuerdo sigue adherido
a la memoria, como la sombra al
cuerpo, como el vaivén a la ola.

147
Torre del deseo

Líquido vertido sobre la cofia del día


rocío reciente.
Me conjugo en las vastas parcelas de
la memoria
y busco los embriagados mangles del
tiempo,
el escurridizo pez de tu cuerpo.
Procuro ahogar esta robusta sed
en tus más copiosas aguas.
Sed de tu voz,
algodón neutro,
felpa,
seda,
terciopelo,
discreto
ángel,
flor
encubierta,
torre del deseo,
bóveda de mis noches.

148
Señal de identidad

Me niego a habitar mi nombre en el


nombre de mi padre
y de mi propio espíritu que en él se
guarece.

Me niego a negar este rostro que


como bandera enarbolo,
esta voz que proyecto en el vacío de
mis muertos,
estos gestos que encarno
inmerso en estas raíces por las que
me nutro y soy.

Me niego a negarme desasociándome


de este mortal
que exhibe sus flaquezas.

Me niego a volver la mirada destruir


mis tambores,
impugnar mis dioses, ignorar mis
colores.
Si a mi memoria erigieran
monumento alguno,
que sea dolmen al amor que profesé,
no obelisco a la desidia o al desamor.

149
En estas aguas

Hay en estas aguas


un lugar donde saltan delfines
y vagan mansos manatíes.
Un lugar donde se confirma el valor
de la vida,
las formas del delirio,
las perplejas márgenes del miedo.
Allí reposan esencias del silencio,
envejecimiento del tiempo,
urgencia de ti
de que me completes
de que termines de forjar
esta sonora diadema de luz
que mi sed irá a calmar.

150
¿Quién desvía nuestra
columna de luz?

Perros mudos al acecho del


relámpago que los puebla.
Caracoles que en noches y sal,
descuelgan los más refinados laúdes,
escudos,
apellidos,
linajes.
Quien tiende sábanas al sol,
procura alejar toda impureza posible,
todo peligro a la labrada blancura de
tales banderas.

Nadie desciende al fondo de estos


fríos laberintos,
provoca estos perros, desentierra
estos caracoles.
¡Oscurece!

151
Asta de vientos

Al fondo de mi patio
se alza un tierno abedul,
asta de pájaros y ardillas
que se extiende entre las sedosas
cortinas.

Si llueve,
el abedul renueva la textura de su
corteza,
reinventa su blancura.

Al fondo de mi patio,
entre la seda de los días,
hay un bejuco que se mece,
allí octubre iza su amplia corona de
hojarasca
y aves migratorias
y el invierno indiscreto y voraz se
anuncia.

152
Pugna interna

Las flores que de la nada nacen,


son testigo de mi indecisión.
Viejo músico de jazz,
mi capacidad de improvisación
se pone a prueba,
siempre que como música quieta,
este camino me conduce a ella.
Casi todo me arrebata y su belleza
enorme eco sobre las aguas,
me roba la voz,
me nubla de deseos.

153
Extranjero

Ya no navega sonámbulo por los


mares interiores
buscándote, amor.
No escudriña las rayas de sus manos,
por quién sabe cuál secreto
para encontrarte.
No le sirve ya la ciega guitarra,
el herido bandoneón,
ni el piano derritiéndose en notas
lastimeras.
¿Para qué este reloj gelatinoso?
¿Para qué paraguas si no llueve ni
hace sol?
Hoy todo es diferente.
Tu silbante corazón envejece junto al
mío,
ajado de distancia y espera.
Cascada de luz,
origen del asombro.
Dulce gozne de lo irreversible.

154
¿Qué tedios
(re)cubren las
rendijas de tu casa?

Qué tedios (re)cubren las rendijas de


tu casa,
vieja y polvorienta,
de casi muertos sonidos,
en cuyo mañanero sopor pacen
exangües jarrones de aguerridos
dragones
muebles antiguos,
retratos cuyo color original permuta
el tiempo,
por esta amarillez que habita tu piel
y que de ti dice malestares que
callas?
¿Qué tiempo pierdes, que de las
estaciones
no percibes su inadvertido discurrir
por las islas,
el grácil vuelo de las aves,
las empinadas chichiguas?

155
Mano derecha

La mano que a tu puerta toca,


no es aquella del agua de los espejos
en que te mirabas,
que saltó muros,
rasgó cortinas,
para desfallecer luego entre tus
pechos.
No es esta que en lento vuelo,
llena de oscuras palabras
páginas que astutamente me irá a
copiar otro poeta.
Esta escampa sin llover,
hace descansar indescriptibles
colores al pie de tus balcones,
desatando nudos que supones
irremediables.
Esta que de izquierda a derecha
rasga, discurre,
procrea, seduce, anhela.
Esta que cae vencida,
a la altura de tus azules,
es mi siempre fiel mi bien amada
mano derecha,
que toma apuntes y dispone, con
celo,
las palabras en que me ahogo.

156
Apuntes para el
poema

Hice apuntes
para escribir un poema a la
primavera,
y de tanto (re)escribirlo,
sólo quedó de las flores,
el recuerdo de su aroma,
y mi asombro ante tanto verdor.

157
Árbol

La caída del árbol le


distingue.
José Lezama Lima

Yerta raíz de ausente savia,


tu detenido rumbo
y la oscuridad que paces
en precaria verticalidad,
se alimentaron antes
del fulgor que ahora de tu piel
rebota.
Seguirás inadvertido,
aunque en la mar del viento giren tus
ramas,
tristes aspas desheredadas,
en medio del fértil bullicio de la
noche.

158
Beechwood road

Del furtivo amor que entre vencidas


hojas yace,
oyes pasos bajo la invisible losa de
saudade.

Bajo el mismo ubicuo azul plomizo


del cielo.
Bajo el mismo sol que en obediencia
a Josué, se detuvo
en medio de la batalla,
se repiten hoy tus sueños
en todas sus formas posibles.

Como luminosa mañana de la isla,


aroma de cundeamor,
guarapo,
y desbocados ruidos,
recreas y acoges la tarde en medio
del tapón.

En los deliciosos zaguanes


de Ciudad Nueva o del Vedado,
se perciben restos de diálogos a
medias,
conversaciones truncas o por
elaborar,

159
risas no acontecidas,
planes por establecer,
citas incumplidas.
Sientes el atardecer
que asoma su húmedo y frío hocico,
con pronóstico de nieve,
“algunos chubascos dispersos a
ratos tornándose hielo que hará
peligroso el tránsito en las grandes
autopistas.”
Wellesley, Massachusetts
por las breves aceras de Beechwood
Road divagas,
desandando en el pensamiento los
restos de la tarde.

160
Pensar la rosa

En la mesa de trabajo
con todo el instrumental necesario,
planeo la rosa,
capto al vuelo sus formas,
a vuelo de pluma,
a vuelo de mano,
a mano libre,
a vistazo leve.

161
Retrato

Sin perro ni residencia fija,


en el débil rumor de los días,
sobrevivo al peso de mí mismo,
anclado en ese otro que me empuja a
ramonear
el árbol del tiempo.

162
Esbozos de tu tristeza

Trepidación, monotonía,
sombra de luz que no alumbra.
Tu orilla está repleta de invisibles
puentes.
Como diminuto y opaco sol,
la soledad brilla en el horizonte,
la tristeza es eclipsada por la alegría
de la multitud,
el ruido, la música.
Ocurre que estás sola.
Ocurre que tu alrededor es de
soledad,
tumulto, follaje, paz y fiera guerra.
Torres y estiradas sombras,
que a la vez se disputan el poco
espacio
y reconstruyen el paisaje,
edades,
ecos que se anulan,
triunfos que relegan la importancia
de ciertas alturas, sin importar
la presencia de flores o pájaros y,
pese a todo
siguen importando los callejones,
el maíz tierno, un buen trago,
un paseo por Juan Dolio.

163
Simple recuerdo

Más temprano que tarde,


en tu memoria,
yo he de asumir la forma pura
de un soberano temblor.

Todos los fragmentos de mi ser,


que durante tiempo innombrado te
buscan,
se recomponen en un pasado en que
habitas,
las agotadas provincias de la
memoria.

Más temprano que tarde,


lo palpable que soy
se tornará memoria,
mentida espuma en vaivén,
simple recuerdo.

164
Sin título

Nadie se mira
en unos ojos,
dos veces,
con igual deseo.

165
Estatuas

Las estatuas,
mueren también,
si nadie las mira.

166
Piedra de la noche

Piedra de la noche.
Luz compartida.

¿Dónde los azúcares de tu esfuerzo,


la dulce dentellada de tu voz a mis
silencios?

¿Dónde, oscura, espesa bóveda ,


estarán los ecos soñados de tus
aguas,
los tibios manotazos de la pasajera
lluvia de la isla,
los arrogantes limos,
las caracolas,
los guijarros del río,
su resbaladiza vestimenta,
su discreto monólogo por las aguas?

¿Dónde, sino sobre el pecho del día,


podría descansar
la fija ternura de mis manos?
Interrogo sin ilusión este vacío que te
nombra
y espero.

167
Genealogía

A mis abuelos ¿yorubas,


gelofes, mandingas?

Al principio todo fue foráneo,


ajeno.
Signo ajeno, ajena música.
Ajenas la omnipotencia y bondad de
los dioses.
Poca la tierra que habitamos,
ergástula,
sepulcro de guerreros,
carimbados hombres y mujeres.

Junto a la vacada cohabitamos


los boscosos llanos del norte.
Permutamos signos y tambores.
Hermanados en la anochecida
neblina del Bois Caimán,
invocamos a nuestros dioses,
sin rayas ni pirámides que nos
separaran.

168
II

Donde paren ríos y arroyos sus


líquidos puros,
en las más encumbradas cimas de la
isla,
aprenden las aves melodías de su
canto,
y ensayan los aires invisibles
piruetas,
nos refugiamos.

Lejos de las estampidas y las llamas,


bajo yagua y palma,
bajo el salobre y tibio azul del
tiempo,
guarecimos sueños y añoranzas del
Dahomey.

169
III

Desde el principio ayunamos,


donde la luz de los días,
en casi monótona repetición
inaugura la entrada de cada jornada,
ata a la corona de la mañana su
resuelta fosforescencia,
y enciende lo que de los días queda,
en sus densos habitáculos.
Ahora, árboles somos
de repartidas raíces aquí, allá
y todo nos pertenece.

170
Árbol de mis juegos

El árbol de mis juegos


se sacude la luz del día,
sobre las cúpulas de la mañana.

No da frutos
que satisfagan a los golosos.
Percute sus frágiles y acompasadas
castañuelas,
en la fragante bruma del mediodía de
febrero.

No viste de yodo y salitre,


como el vociferante y sediento
mangle o la dócil uva playera.
Exhibe la aguda parsimonia de sus
espinas,
anuncia, arrogante, la robustez de
sus sombras.
(No le conciernen pesadillas de
mobiliario alguno).

La penumbra es también fruto suyo,


sombra dulce que adormece y
disuelve sopores,
desata follajes que iluminan las
noches del trópico

171
y domeñan la fogosa voracidad del
día.

No duerme el árbol de mis juegos.


En su prudencia se establece un faro
vegetal,
que en la oscuridad vigila.

172
Ejercicio de jardinería

Sin dirección ni sombra posibles,


avanzan las raíces,
por los callados vericuetos de la
tierra.

Ríe a solas el poeta,


recordando el sermón que por
Internet
le enviara su amigo el arquitecto.

Manotazo invisible,
descuelga el recuerdo un antiguo
refrán:
“Yerba mala nunca muere.”

Descansa y advierte
que, lo que hace es eco visible de
anteriores esfuerzos,
y que pese al estival abrazo del día
no es ese su espacio definitivo,
tierra que puede amorosamente
nombrar
suya, sin embargo, cuida su jardín,
corta el césped.

173
Pike

Alguna vez anhelé


la vasta tranquilidad
de estos prados,
la anárquica simetría
de estos árboles,
su arrebatado verdor,
la robusta limpidez
de tus aguas.

174
Antonio Álvarez

Atrapado
en el estrecho círculo de luz
de la lámpara, juegas con la
proyectada sombra
de tus dedos,
mientras el pensamiento
empozado en el recuerdo,
atina sólo a reconstruir tu imagen
de hombre ante sí,
lleno de interrogantes.
¿Por cuáles calles de La Habana vieja
vagas,
rumiando versos,
o tratando de escribir
lo que crees será tu mejor poema?

175
Sello de agua

Inadvertida presencia,
tu mudez embriaga la página.
Creces a lo largo de ti misma
y en tu propio reflejo
te estableces.
En breve espacio fundas
tu discreto imperio
y soberano reinas,
sobre tu propio confín.
Sello de agua,
inadvertida presencia.

176
Cansancio visible

Hay cierto cansancio visible,


cierto hollín de modorra,
nube que cuelga interminable,
obstruyendo luces del placer.

Existen olores oscuros,


señas de identidad,
que cuelgan de la vestimenta de los
objetos,
atareados con su propio decaimiento,
zozobrantes de sí mismos
(prefiero la palabra driftwood
con sus bordes mellados)
en lo profundo de su abandono.

177
Jardinera

Entre rocas el mar y la ciudad.


En el brevísimo borde,
donde el rumor del barrio da paso al
de las olas
y las escuelas llevan nombres de tus
héroes y artistas.

Paralelo a las intocables paredes de


sal
que erige el mar ante la ciudad,
hibiscos, girasoles,
claveles, geranios y rosas,
a su cuidado se disputan las
brevísimas parcelas soleadas.

Nadie imaginaba sus destrezas,


el poder de sus manos rastreando
las profundidades del suelo,
entre acera y contén.

Nadie pudo suponer


que florecerían sus dedos,
en los tiernos pétalos de luz
que hoy iluminan su cuadra.

Existe en La Habana una cuadra

178
que se alumbra con la luz
que un día sembró esa dulce y
callada mujer.
Su nombre no recuerdo
pero poco importa.

179
Siempre cercanas

Siempre cercanas,
inexplicablemente misteriosas,
mis hijas irán a jugar entre mis
libros,
hasta el momento exacto
en que empiece yo a leer
y a descubrir que las subrayo,
como cada idea releída
o palabra memorizada,
rebuscada
en los más conspicuos diccionarios.

Tiempo vendrá
en que no tendrán que entrar al mar,
tomadas de mi mano,
como quien se aferra al más sólido
suspiro,
o como quien ata grave,
reverente,
los nudos de la driza,
con tal que su bandera dé al viento
sus colores,
los mejores estallidos de su lienzo,
sobre el invisible lomo del día
y en los fríos truenos de su ondear

180
deje perplejos los ecos de las capillas
del aire.

Tiempo vendrá,
en que se revertirá este inenarrable
cariño,
que, más que flor, es semilla.

181
En tus cabellos

En tus cabellos
anida un silencio no previsto.
Si salgo a contemplar las estrellas,
a otear con el índice
la cruz del sur...
Si en la más densa oscuridad
navego tratando de verificar
los murientes brazos
de tu lejano y leve corazón,
el ulular de la brisa
entre los abandonados anillos de la
noche,
en cenizas se anulan tus huellas,
y me pierdo en mi propia bruma.

182
(Re)posesión

Son míos esta luz chata del mediodía,


esta brisa blanda, juguetona,
los callados y extensos flamboyanes,
las guajanas enhiestas y orgullosas,
la guásima diseñadora de sombras,
el jabillo tronante,
el impávido guayacán,
acuchillando uno,
frotando el otro,
los invisibles bordes del día,
su bóveda impalpable,
su copioso esplendor.

Míos son estos pastos.


estas tierras, aquellas montañas,
su estirada y muda deposición de
siglos,
arroyuelos y ríos en su anegada
danza de burbujas,
y guijarros pulidos por la espera.
Todo es mío!

183
Algo en mí

A tientas desciendo del sueño.


La luz mañanera me escarba las
pupilas,
y se derrama en luminosos chorros
secos,
como sílabas truncas,
disimuladas entre el polvo de mis
huesos.
Muere algo en mí,
como badajo sin campana,
como lo oscuro en el resplandor
cuando acrecienta su población el
desasosiego,
y el vacío hace de la página su
dominio.

184
Conocía el mar

Conocía el mar.
De sus sales conocía
los amargos acentos,
el tintineo de sus espumas
escurridizas y breves.
No conocía la melancolía hasta
perderte.

Tu noche azul, descamisada,


se hizo tarjeta postal un buen día,
y en tus impalpables espejos me vi
distante,
dolorido,
callado.

185
La urdimbre del
silencio

Una hilera de montañas


se eleva en el traspatio,
como quien levanta la mano para
despedirse.
En la casa, las cortinas caen en forma
de lluvia tropical.
Los muebles, mi escritorio,
mis libros, el ordenador,
como corteza de árbol talado,
callados rememoran a los ausentes.

(Está sola esta casa ahora,


solos estos espacios, mas no vacíos.)
El vacío de la tarde se incrementa,
y nunca sabré con certeza
el porqué dieron nuestras vidas
estos giros bruscos.

En la urdimbre del silencio


que apuntala la ausencia,
apresadas las manos entre las
rodillas,
permanezco junto a mi hijo.

186
En su voz oteo viejas interrogantes.
En el eco de sus porqués, habitan los
míos,
sin respuestas posibles,
y tolerante espero.

187
Ante la puerta

Ves ante ti la puerta


que bien pudiera dar
al ámbito esperado,
al simple vacío o a la nada.
Ante ti está cerrada,
pero bastan tus deseos de
atravesarla,
y se transforma lo que pudiera ser,
el otro lado,
los siempre ambiguos planes de la
noche,
el aire, a veces, siniestro de calles y
callejones,
de salas de espera.
Como turista entre alborotadas
palomas,
con las manos sumergidas
en la penumbra de los bolsillos,
permaneces ante la puerta indeciso.

188
Impromptu

Yo soy el que a la vez me delato


y revelo nuestros más íntimos
deseos,
en la blanca desnudez de la página.
En mí, conmigo, se gesta un diálogo
que nos identifica.
Tú desde la densa pradera de los
días,
yo desde el carcomido dintel de la
espera.

189
II

Los discretos demonios de mis iras,


como guijarros de mis frustraciones,
lanzo contra las aguas del tiempo,
para que destrocen los líquidos
ventanales
del lago de mi colérico silencio.

III

Relámpago, vino, fuego


que del mar provienen... Luz lenta.
Miel de luz vespertina...
El rumor de la Singer sin pedal,
pespunteando canciones de silencio,
que repiten los aires tibios del
puerto.

IV

Para pillar al sol


en vespertino desliz,
saltan tejiendo redes,
los peces de mi búsqueda,
mientras
en el chinchorro de luz

190
atrapadas, como dilatadas velas,
mis manos esparcen
las cálidas sombras de su ámbar.

191
Giraldilla

Para Miguel, que


también sabe

La noche despliega
sus espesas y frías sombras
sobre todas las cosas.

El sólido aburrimiento de las rocas,


la sigilosa pasividad del Almendares
rumbo a la mar,
nada tienen que ver
con esta ciudad que nos crece en la
memoria,
y se nos agranda en lo más íntimo.
Nada tienen que ver,
los laboriosos elementos
que corroen viejos muros y edificios,
los mismos contra los que revientan
las acorraladas olas,
los maléficos nortes que apalean
pinares,
arrodillan los dóciles platanales,
despueblan barrios y calzadas,
y a fuerza de su herrumbre,

192
diluyen la desdibujada sonrisa de la
Giraldilla.
Por las alfabéticas cintas de asfalto y
números,
discurren nuestros amigos, sin
advertir
nuestro palpable deseo de presencia.
¡Cuánto quisiéramos no anhelar esta
ciudad,
sino poseerla!

193
Invierno

Sumergidos en su jaula de humedad,


los grises árboles
por donde el invierno
transita los hielos de su luz,
esparcen clorofila y un polvillo
invisible
sobre la melena del césped.

Sin mucha suerte,


recorremos calles de helados rostros
y nombres ilustres,
y se me antoja que el poema recién
comienza,
que los muros de los cementerios
no tendrían razón de ser,
si respetáramos a nuestros muertos.

194
Toda mano

“toda mano requiere ir


hasta su deseo”
Andrés Sánchez
Robayna

Toda mano endurecida debería


sublevarse.

Toda mano sublevada debería


hacer arder las aguas de su puerto,
desencadenar los aluviones de un
escalofrío inédito.

Toda mano de asombro sedienta,


debería diluirse entre temblores y
penumbras,
(re)inventar
la sequedad de la luz domeñada, que
a lomo de los días,
eclipsa los grises matutinos.

Si una mano solitaria


en amoroso rapto decide consignar
códigos y claves,
en la rígida transparencia de la
ventana,

195
y los veloces y borrosos árboles
ignoran
el húmedo brillo del día, de nada
sirven mensajes y códigos secretos,
al paso de estos trenes sin rumbo.

196
Aire verde

En el aire verde,
la sombra de cuerpo entero del
recuerdo
se extiende sobre los días.
Como cantando en la ciudad,
a oscuras,
la noche orbita y desanda.
Inspecciona jardines,
cuestiona de los edificios nuevos el
contorno.
Inadvertido desciende un oscuro
rumor,
que entre las rendijas resecas,
se cuela y se establece.

Los pinos, en coro habitual,


rasgan la piel del silencio.

Los pájaros, silfos impostores,


con silbidos y canciones
que los niños tratan de imitar,
afilan sus picos mellados por el resol.

Junio se corona de aire verde,


y sobre cada objeto,
deja el relente de su paso.

197
Chichigua

Por sobre el azul húmedo


y salobre de la isla,
entre las leves sábanas del viento,
asciende por los andamios del día
nuestra chichigua cantarina.
Cuerpo de invisibles extremidades,
desanda caminos y veredas
por el aire que la sustenta,
recreando mapas que perfila el sol.
Mapas que, mucho antes,
la luz que ahoga estas islas,
había recorrido sin obstáculos,
sin sombras posibles que la
atenuaran.

198
¿What do I do now?

En el resplandor morado y ardiente


de la mañana, las aves del bosque
(re)estrenan su trinar,
y el arroyo nuevas fórmulas
del cristal de sus aguas.
Mi vecino, como héroe anónimo,
se lanza al mercado de trabajo,
mientras sentado al borde de mi
cama,
debato conmigo mismo,
mis tareas del día. Desde el cuarto,
advierto el eco de mi hijo
negociando con su madre,
que hoy es un buen día
para quedarnos en casa,
imagino entonces su letanía de la
jornada:
“What do I do now?”

199
Transeúnte

He retrasado los relojes.


A orillas del camino,
he dejado mis zapatos,
no por el sólo placer
de la tierra como agua cálida
escurriéndose entre los dedos,
o la caricia de las dóciles briznas,
o la discreta humildad de los
hibiscos.

He querido dejar volar libres mis


pies,
apresurados potros,
piafando por todo el trayecto.

Mi ropa, paredes ondeantes


en el aire de la noche, rozan
contra las inagotables minas de
deseos
de mis manos.

No ignoro el poder blanqueador del


sol
sobre las casas,
sobre abandonados osarios,
avanzo simplemente.

200
Si se miran los espejos

Yo temo ahora que el


espejo encierre
el verdadero rostro de
mi alma, lastimada de
sombras y de culpas, el
que Dios ve y acaso ven
los hombres.

Jorge Luis Borges

Si se miran los espejos,


se retuerce y multiplica
su mirada dócil,
súbita.

Si se miran los espejos,


y el sol atina acercarse
a sus orillas,
se apoderan los destellos
de todos los sonidos
que pueda emitir la luz
en su profundo goce.

Cuando se miran los espejos,


tú y yo somos otros,
numerosos otros.
Otros y, a la vez, los mismos,
repetidos, atascados

201
en nuestra propia perplejidad.

Si se miran los espejos,


desnuda la sombra su trayecto,
se sumerge en lo más oculto de sí
misma,
abjura de sus orígenes,
si se miran los espejos.

202
Negros espejos

En los negros espejos


de las pupilas de mi hijo me veo,
quisquilloso,
perfeccionista implacable.
Inquisidor impaciente,
sumiso, dulce.
Ignora él la profunda ternura que lo
habita,
en la que nos regodeamos
tú y yo.

203
Álbum familiar

Sucesión de sollozos,
el viento piel de todo,
transcurre con los años.

Yo observo viejas fotografías


que desatan aluviones de memorias .
Me veo de niño endomingado
en mi traje de “sharkskin” y zapatos
blancos.

Marion Peters y su Singer sin pedal


en el patio de tierra liza, barrida con
escoba dulce.

En la última foto, tímida, junto al


mar,
me mira la colegiala
de risa nerviosa.

204
Paisaje

La noche desanda,
el oscuro viento del sur
cabalga el agresivo cacto del
mediodía.
Bayahondas, chivos, iguanas,
engañosamente sedientos,
repiten nombres,
señalan osamentas blanqueadas
a puro sol,
descoloridas
a olvido puro.

205
Aire anclado

En su propia sal anclado


el aire espanta los pájaros mudos
de las sombras.
Entre las nubes trazan nombres,
y en su silente lenguaje,
baten sus alas
de viejos y obtusos cuchillos.
Este aire resplandece, no canta.
No traspasa las columnas de furtiva y
lejana luz
de los vastos paisajes de la espera,
en su propia sal pervive inmóvil.

206
Mi almohada

Residen dentro de mi almohada


sueños que no cesan de invadir los
míos.
Suntuoso bosque de sueños
es mi almohada.
En su jaula de ramas atrapa al
viento,
y lo obliga a cantar.

De alguna manera,
sé que ese suave aleteo que a veces
escucho,
no es más que las alas desperdigadas
de difuntas aves
en su afán de (re)estrenar vuelo,
y gráciles planear en los cielos de mis
sueños.

207
Oscuro
amor
208
Te amo como se aman ciertas cosas obscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Pablo Neruda

Donde quiera que estés,


te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido.
Joan Manuel Serrat

La admiración mata el amor porque viene del entendimiento,


el asombro lo exacerba porque viene del alma.
Federico Fellini

209
Para Beth,
que me ha carimbado*
con el fuiego de su amor.

*Carimba. Hierro para marcar reses o esclavos

210
Llamas de la noche

EN presencia del fuego

en el ardoroso mapa de sus llamas


tu rostro asume nuevas formas
y te pareces a ti misma (re)inventada
En la indetenible
carrera del sopor otoñal
emigran las hojas a lomos del viento
Insectos de ámbar y luz
Perros mudos que afligen al poeta
ante el arribo del alba
permutan sus ladridos
por el repique de campanas
¿Quién extinguirá las llamas de la noche?
¿Qué sombras darán cobijo
a estas perennes y cambiantes luces?

211
Retorno

MEDIODÍA
puño de luz
sopor extendido
golpean como quien salda cuentas
Mediodía
luz desparramada en invisibles paredes
pospone sombras de sí misma
y anuncia tu retorno.

212
Lo que no sabe el
cuchillo

NO sabe el cuchillo
la profundidad de la herida
en que navega su filo
las oleadas de dolor
que a su paso (des)encadena
Nada sabe el dolor
de las tinieblas que lo engendran
ni de los alcoholes que destilan
sus propias sombras.

213
Silencio

SILENCIO de ataúd
Oscuridad de ataúd
El silencio diseña su propia distancia
la distancia su singular sombra
la sombra la espesura de su propia noche
No hay aguas que desemboquen
en estas rampas
No hay soledad que defina
y justifique esta angustia
La angustia florece
aunque los niños salgan a jugar
conmoviendo al día.

214
Premonición

ANTES de que se extinga


de inercia su corazón
esa mujer que hice mía
me habrá de negar repetidas veces
y en medio del sopor
de su agua de colonia
--ya lo sé—
habré de perdonarla
porque la que me invade es la misma soledad
que diluye su sonrisa y la de la Giraldilla
es la misma que colma mis días.

215
(Re)encuentro

EN alas del aire ágil


blando y frío de Nueva Inglaterra
navegan noches de febrero y octubre
confundiendo bordes
En los congelados filos del invierno
la espera articula el encuentro
Al amparo de la espera
rejuvenecen corazones maduros.

216
Creencias de la rosa

LA rosa se cree mariposa

porque ostenta colores


La rosa se cree mariposa
pero sólo viste fragancia
y es breve su color
La fragancia se cree estrella
porque refulgen sus matices
y es infinita la extensión de su alcance
¡Qué de rosas!

217
Cuando te alcance

MÁSCARA del olvido


Triste máscara del recuerdo
Asidero no le diste
a mi descarrilado amor
Sonido oscuro Cuando te alcance
te voy a llevar donde nada nos separe
ni las nubes
ni el viento
ni el filo voraz de la luz
ni las más densas sombras
ni los discretos muros que levanta el día
alrededor del viento
¡Cuando te alcance amor
cuando te alcance!

218
Otra manera

¿DE qué otra manera he de tenerte


plena mía cereal de mis días
luz vespertina que muriendo
sin saberlo
exhibe su alegría?
¿Cómo he de regresar el tiempo
si hemos partido y el torpe y desgastado
pañuelo del adiós
sigue ondeando
mientras en otros corazones hurgamos
buscándonos?

219
Desatado fervor

DESATADO fervor
Oscuro amor que me corroe la vida
Amor distante que fortalece y agrieta
los cansados cristales del día
Amor más triste que el llanto de la lluvia gris
Amor desenterrado salvaje y loco
perpetua flor de días medio acaecidos
Apodérate de cuanto queda
es tuyo
sólo tuyo.

220
Oscuro amor

OSCURO amor
que desde luminosas ventanas
deleitas y renuevas mi arrebatado corazón
Ahora que regresas a mí de distante viaje
ahora que te deshaces de las furtivas huellas
sin dejar rastro visible
ningún dios posible podrá doblegar
ni trocar mis sueños como te he soñado
mía sin límites ni ataduras
Ya no será abril el mes triste
del que hablan algunos poetas
Para nosotros será mes
de tiernos recuerdos
a puro corazón forjado
Amor en tu sangre en la mía
arden los mismos fuegos
se derraman iguales luces
El viento que guía tus naves
es el mismo que se despliega
en las sedientas sombras diurnas
de mi desfasado anhelo.

221
Lugar incierto

YA no quedan silencios
No quedan más banderas por desplegar
centros
límites por alcanzar
ni dioses celosos o neutros
Se han ausentado todos
y las indeclinables aves del adiós
no baten alas y ya no hieren inclementes
los puñales de la despedida
Adiós lugar incierto
deshabitada luz.

222
Oscura transparencia

Lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación.
Mario Benedetti

AHORA puedo caminar junto a ti


sin que estés conmigo
Puedo oírte sin que me hables
Tu signo es la oscura transparencia de la lluvia
Tu luz la de este exiguo y breve sol
de Nueva Inglaterra

Riachuelos de caliche y guarapo


nos irrigan la sangre
Provincias de olvido y recuerdo somos
Comarcas de desbocado amor
nuestras vidas

¿De qué materiales está hecha


la transparencia que te concibe
albor de mis días?
¿Cómo se construye el alba sin luz
que te contenga?
¿Cómo las espesas paredes de soledad
que te cercan?

223
Ternura salvaje
sedienta de entrega.

224
Descubrimiento

COMO pecio en aguas de su propio naufragio


como pozo seco en la noche
repitiendo los ecos de su aridez
ambula este corazón de ti sediento
y en medio de la densa tristeza
que le atribuyen al mes de abril
me diste miel de las penumbras vacías
de los tambores
me diste a beber del sonoro hueco
que escuda tu corazón errante
me diste pequeña mía
de tu amor el más ávido
el para mí reservado.

225
Esos que arrastran

ESOS que arrastran


las oscuras aguas de tus ojos
son escombros de mi pasado
desilusiones inadvertidas
duelo entre resplandor y sombra
tierno desafío
guirnalda de luz
flor de viento
sollozo reprimido
Ahora
por tus silencios trepan los míos
Todo se llena de ti
y te siento crecer vigorosa
irrepetible más allá de ti misma
como número momento
o cifra de día no vivido
como pregunta extendida
sin signos
sin fin.

226
Trueque

TÚ me das tu corazón
yo en cambio te doy las mieles
de mi alma
de poeta errante
sin singladuras (pre)establecidas
sin anclas
sin ataduras.

227
Cartografía sentimental

COMO moneda refulgente


en la vastedad de las arenas
Como luz diluida en el bosque silente del día
repaso los mapas de tus sentimientos
los croquis del adiós
que no pronunciaste.

228
Ausencia

EL sonido
alma y cáscara de lo palpable
forma que asume su dureza
repite los días y sus nombres
Repite tu agresivo y silente adiós
el eco de tu abrupta partida
Hoy lo que queda
es tu imagen de mujer herida
como empedrada orilla de mar
como el centro mismo de una estrella
de corta vida
y en lo profundo de tu mirada
leo el mapa de agua seca
que desvía tu camino
En mí pervives a tu pesar.

229
Como beso fresco

COMO beso fresco


recién dado
Como beso que no se apaga
el día recobra luz
y la brisa escala edificios solitarios
por estrenar
calles vacías de tu barrio
esquinas pobladas de risas
y recuerdos.

230
Recuerdos que no fueron

LA muerte vierte sus ecos


en metálicas copas
mientras las campanas ensayan
loas a la mudez de sus badajos
La muerte pasa sin pasar
y a su paso
sólo quedan silencios
dolorosos silencios que matan
de tu presencia
todos los recuerdos que no fueron.

231
Tu partida

LAS aguas rotas


esconden en espumas sus heridas
y lloran desolados los cangrejos
la sal que se dispersa en el aire
Las arenas repletas de silencio
se niegan a albergar más resplandor
del asignado por el día
y las aves sobrevuelan
el silencio
de tu partida.

232
Beso a beso

BESO a beso
por los invencibles andamios del encuentro
fuimos edificando las que son ahora
ruinas del recuerdo
discreto camino que desemboca
en furiosas aguas
de amor no consumido.

233
Mañana

ESTA luz estrictamente fiel


ilumina las débiles y circunstanciales aguas
que bañan la tarde
arremolinan la noche
y hacen preparativos para mañana
Mañana será muy tarde
Mañana habré optado
por otro camino
otro sendero partirá pan conmigo
Otro será mi techo
otro mi lecho.

234
Nada

NADA tengo
Nada te puedo dar
Nada puedo contra
los turbios lienzos de tu pasado
El amor que te ofrezco
nada tiene que ver
con los valores del mercado.

235
Escudo

EN la dehesa del día


donde pastan los unicornios del deseo
una sábana blanca al sol
ondea como bandera de armonía
como apacible vela henchida
En la suave y dulce caoba
se desliza Bach
con todos sus teclados
luego Vivaldi revisa el curso de las estaciones
¿Adónde irán a parar las ciguas
en el invierno de la isla?
¿Adónde irás tú
cuando tu “preciada” soledad
ya no te sirva para escudar
tu nostalgia de mí?

236
Mis manos

MIS manos sólo quieren


salir a cazar las circulares palomas
que reposan en tu pecho
inundar de tibieza los dulces cerros
de tus caderas
represar los desbocados ríos de tu pubis
y saciar los potros de su sed.

237
Reclamo

MITAD ruego
mitad demanda
esta mujer
reclama lugar
en mi vida.

238
Excúseme señora

EXCÚSEME usted señora


por haberme tardado tanto bajo su piel
por haber desatado la sed que ahora la habita
por no advertir que mi sol no se ponía
en sus cielos como creí
Fue sin querer señora
que queriéndola yo
la indiferencia inauguró distancia entre nosotros
dejó en la mesa sus mejores frutos
Excúseme usted señora
que mi frente quiera descansar
entre las opacas lunas que alberga
en su pecho
y que la sombreada isla de mis deseos
se vea nutrida de abulia.

239
Sobrevives

SOBREVIVES la transformación
de tus propias sombras
la cascada de angustia sin fin
el cataclismo de amor no correspondido
Oscuro amor en derroche
sobrevives la inundación
de tu propia luz
el vendaval despierto de tus días
la negación de ti misma

Fruta madura
pueblas de aromas la noche
del transeúnte

Fruta jugosa
te espero junto a la flor
arraigada en soledad.

240
Mitad de semana

MIÉRCOLES mitad no pensada de tiempo


Jueves y se aproxima el final
Se acerca la luz de tus cosas
al sonido exhausto de sordos badajos
Viernes última estación
anuncia el conductor
Los pasajeros del día deberían
sentir nostalgia por la noche pero
sencillamente la ignoran.

241
Tu retrato

COMO cuadro de aire y luz


tu retrato preside las densas salas
de mis recuerdos
ilumina mis pensamientos
y con su silenciosa música
distrae los restos de mis noches.

242
Ventana

Desde tu corazón me dice adiós un niño


y yo le digo adiós.
Pablo Neruda

PARA cuando te llegue este mensaje


yo tristemente me habré resignado a
recordar
que entre nosotros
no todo el amor fue consumido
que de tu ternura no pudimos
transitar todos los senderos
que aunque beso a beso
conquisté las rotundas y blancas alturas
de tus caderas y tú
mis más densos bosques de caoba
la avidez que hasta entonces
habitaba mi boca
como el azul de las noches de Cuba
que no conoces
derramó sobre mis días
fragor y luz que ahora
tu diminuta mano blanca
repentinamente clausura
silencia
con el índice del adiós
Me resignaré a recordar

243
de tus desatados placeres
sumergidos en el albor de imparciales sábanas
sus lentos y audaces salmos
el enriquecido ámbar de tus ojos
las tardías aguas de su firme y pedagógica
mirada
y tu agridulce admonición
hundida en mi silencio
“no quiero irme pero me tengo que ir.”

244
Segunda ventana

¿QUÉ hago con lo escaso que me dejas de vida


cuando en los innumerables corazones
del viento no florezca mi risa
y en mis versos no habiten
los claros y nobles sonidos de la tuya?
¿Qué haré solitario obvio
cuando mis palabras ya no te acosen
y el álgebra de mi soledad interior
se subleve contra tu silencio?
¿Qué haré cuando tu persistente transparencia
se imponga “al verso aquél
que no podemos recordar”
desborde las orillas de parques y
estacionamientos
baldíos
y reine tu imagen en urticante recuerdo
tornándose sombra de beso robado
bajo las cenizas de las tardes
de Nueva Inglaterra? Dicho de manera simple
¿Qué voy a hacer sin ti?

245
For ever you

Yo vivo […]
con tus ojos, tu cuerpo,
tus besos, sí, con todo
lo tuyo menos tú.
Pedro Salinas

MIENTRAS vivas
viviré yo por tu implicado y voraz cariño
porque yo no sólo soy
lo sabes tú
lo sé yo
tu hombre
sino tu hombre múltiple
todos los hombres habidos y por haber
en tu vida.

246
Ceremonia

SOLEMNEMENTE arrodillado
unjo de oscuros besos
los azules riachuelos de tus pies
y mientras avanzo
las invertidas campanas
anuncian la próxima estación
el centro
el núcleo mismo del placer
el ámbito breve de mi momentánea muerte
abrevadero
donde desata mi lengua
una y otra vez
sus tibias y húmedas oleadas de caricias
hasta derretir la medianoche
de tu apasionado sol.

247
Despedida

APENAS te marchas
y no es posible librarme
de tu presencia
espesa nube que sobre el día se erige
Te marchas
y se descompone mi celular
y ya no me es posible verificar la temperatura
del día siguiente
hacer cosas simples
sin que la ausencia de tu aroma
como fruta fresca
lo sobrecoja todo
neutro hibisco de mi alba
Apenas cesas de florecer en mis días
y los mellados bordes de luz
retoñan en tristes campanadas
¿Dónde estás mujer
que no me escuchas?
¿Será que “mi voz no te toca”?

248
Habitar los pronombres

ME tiembla con violencia la mano


y no te puedo escribir
No te puedo (re)tener
y en compensación
te pienso continua e intensamente
por eso
reconstruyo tu resbaladiza imagen
y te evoco entre las sonoras y dulces hendiduras
que a lomos de la tarde
abren a ritmo de jazz
Bill Evans y Stan Getz
(Ay de ti poeta
que sólo atinas a contemplar el teclado
y gritar a toda voz tu alegría
de habitar en los pronombres.)

249
Parquecito del Cacán

YERMO espacio donde la nostalgia fue


prematura La nostalgia era el presente. Espacio
preferido. Pisoteadas riveras del río donde vaga sin
rumbo el silencio y los atletas ignoran, por obvia,
nuestra presencia, nuestra risa, mi velado llanto por
tu extenso adiós, los alargados debates sobre el
empleo propicio del modo subjuntivo. Cacán, ni tú, ni
yo sabíamos que era “lengua que hablaban
diaguitas,1” como tampoco advertíamos que eras life
line de cuanto se me escapa que yo era el tuyo.

1
Indio americano que en la época de la conquista habitaban el
noroeste de la Argentina

250
Al principio

EN el principio fue la tristeza


luego viniste tú
a regar las flores de mis días
a abrir vigorosas ventanas de amor
Al principio todo era tentativo inseguro
provisional
Luego crecieron raíces y verte
bajo el velo de amor
donde siempre te he tenido
fue como quemarse
en llama de espejo ardiendo
hoja de calendario desplazándose
entre los cerros del viento
Quise entonces -tonto yo- hacerte mía
por siempre
sin conocerte.

251
Casi haikú

Y te escapas
como puño de agua
así mi alegría.

252
La otra mujer

LA otra mujer podría


sin dificultad conciliar el sueño
con la presencia de estos ruidos armoniosos
que se te agolpan en la mente
con fechas y horarios
como arroyuelo de ternura desbordado
como eco de caricias incompletas
La otra mujer se lanzaría a mis brazos
e inmóvil me escucharía repetir
como si abrigara interés en enumerar las sílabas
-I want you back
y ella ignorando la coherencia del momento
-Am not mad at you it’s your
circumstance
y se hundiría en el más compacto silencio
Esa otra mujer se niega a sí misma
en las palabras
en el armazón de la palabra misma
A esa otra mujer le sienta bien el negro
los pendientes grandes circulares
las gafas negras en contraste
con sus carnes casi transparentes
pobladas de pecas que alguna vez
han explorado mis besos
La otra mujer
te aseguro

253
sabría reconocerse
en el poema
tú no
porque no eres no podrías ser ella
eres única irrepetible
Aquella podría descifrar sin esfuerzo
nuestra madeja de códigos
DR LIB T K M/ T E M/ M H M F M A
Esa otra mujer sabría la duración
exacta de un beso
la extensión de una caricia
tú no.

254
Nota al pie

HAS sido tú la primera en recordarme a qué se


parece la soledad, cómo sentir su presencia, cuáles
son sus efectos secundarios, que el color que prefiere
es el menos osado, el más inepto gris y cómo a Elvira
Madigan nadie le advirtió que jamás bailaría este vals
porque aquella bala llevaba inscrito su nombre.

255
La distancia

LA distancia está hecha de un fino y frágil


cristal que refleja el pasado
viejo filme blanco y negro
en que discurrimos brevemente felices
La distancia es el momento en que
no consigo reconstruir los sonidos de tu voz
es el instante en que me declaro
culpable de haber espantado
las sedientas y erguidas palomas
de tu pecho.

256
Estado de reposo

PLANO
denso
como la abismal
y engañosa profundidad
de un espejo
en mi más reciente tiniebla
tus ojos se niegan a alumbrar
extienden la ancha y honda tristeza
que habita el azucarado ámbar
de tu mirada
No se dejan oír
los alegres cascabeles de tu risa
ni estremece el rock las paredes de la casa
De repente todo parece haber silenciado.

257
Presente

Ahora confirmo

que estas calles
me vuelven nostálgico
que el enfermizo cuidado
del césped
de los perros
del vecindario me enternecen
y que es hermoso releer cartas viejas
recortes,
notas
sobre todo aquellas
en las que dices que te hago falta
que tus días ya no son iguales
sin mí
sin mi risa
que no es igual la amarga penumbra
de tus noches
Ahora que sé el origen
de mis nostalgias puedo adivinar
el de las tuyas
puedo descifrar esta loca
caravana de detalles incorregibles
que pudieran ser parte
de la conquista de tus suelos

258
Recuerdo tus primeros besos
tus tímidas caricias anochecidas
tus pactos con la luz moribunda de noviembre
la acentuada exhibición de colores del otoño
los inhibidos atletas del río
y los alegres e indiscretos amantes del parque
Son demasiadas las cosas
que puedo enumerar
como causantes de esta nostalgia

Es un mundo
tu mundo atropelladamente tierno
dulce
¿o es la timidez del sol de Nueva Inglaterra
que me hace alucinar?
Te apetezco y no estás
Si estuvieras ese sonido
metálico que se desprende de la noche
sería menos hosco,
menos acre
No estás y te apetezco
Me apetece un trago
de single malt pero no puedo tomar alcohol
Me queda no obstante
el alivio de rastrear
entre mis discos
las aciagas baladas que interpretan

259
Ben Webster
Keith Jarret
o Stan Getz
que podrían menguar esta sed
colmar este vacío.

260
Valle de tus brazos

EN el tibio, diminuto
valle de tus brazos
dejé volar los ariscos pájaros
de mi imaginación y así
ha nacido el poema
Palabra a palabra
he tendido los puentes
que ahora llegan hasta ti
y que por faltarme valor
tesón
no intento cruzar.

261
Mía

“Tú no eres ajean porque vas conmigo.” Mi


pensamiento te invade, se adueña de ti y esos
suspiros desproporcionados, esos que oscilan entre
ira y desesperación no son más que inadvertidos
testigos de mi presencia que en cada latido murmura
tu afligido corazón.

262
Muchacha triste

MUCHACHA triste
yo soy el extranjero que
locamente te amó
El que bajo tu techo
ante igual espejo nombró hogar
tu casa
Hoy te invoco como poeta
que frente a las olas
adivina los múltiples
azules que crea el mar
para en profundidad igualarse
al cielo y ser
Ahora soy yo mismo
y otro a la vez.

263
Como un país anclado

COMO país anclado


en un mapa
esa mujer ha dejado huellas
y al pasar los días me ha hecho
saber que lo quiere todo
no sólo la blanca claridad
que la dimensión de mis días
le dispensan
sino la entraña de la madera
de mi vida
Ahora que cae la tarde
y el sol desdibuja la silueta
de la ciudad
ahora que los empleados
municipales se disponen
a abordar
los atestados autobuses
los estirados trenes
me asalta obsesionante su recuerdo.

264
Tenue luz

REPLETO de la tenue luz


de la noche caribeña
sigo tan triste
como el crepúsculo
La espera me entra
por los poros y no sé
si esta tranquilidad que me empuja
a recordar mi infancia
es la paz que he anhelado
o la que forjo cada mañana
al imaginarte aun dormida
en nuestra cama
No sé si el ruido de los cencerros
de las vacas carreteras
se integre al concierto de sonidos
que aguarda el discurrir del día.

265
Ahora

AHORA habitas
los sueños que aun no he soñado
como luz que se enredada
entre las ramas de la tarde
Ahora voy excavando
poco a poco
con honda ternura
los vericuetos
más sencillos de la ausencia
de tu cuerpo impalpable eres
ahora oscura sílaba que navega
el cielo de mi memoria
negándose a formar palabras
Palabras que edifican tu imagen
que se deshace
en el horizonte del recuerdo.

266
Domingo por la
mañana

ES domingo por la mañana


y al parecer la rutina será la misma
Escribiré algún boceto para un poema
leeré el suplemento cultural
de uno que otro periódico
quizás la recuerde
triste
callada
insegura de su propia desbordante ternura
que mal disimulada despliego
como sueño que no acabo de soñar.

267
Patria portátil

268
Todo país es patria para un
hombre y exilio para otro.
Donde un hombre muere
valientemente en unidad con
su destino) ese suelo es suyo.
Que lo recuerde su aldea.

T. S. Eliot

Alguna vez tuvimos un


país y nos gustaba Todavía lo
podemos ver en los atlas. Pero
ahora no podemos ir allá mi
amor ahora no podemos ir allá

W. H. Auden

Quizá mi única
noción de patria sea esta
urgencia de decir nosotros.

Mario Benedetti

269
Lección

Observa hijo como rasguña el mar las


orillas de la playa
como a dentelladas húmedas impone su
reino salobre
Cuando canta el mar
se embriaga de sol la brisa
se cuela su música amarga entre blancas
cortinas de agua y construye la distancia
con invisibles partículas
de transparencia diurna.

270
Encuentro

Bajo el mismo toldo esperando a que


escampe
en el brillo moribundo de la tarde me mira esquiva
la muerte
y yo provocador sonrío.

271
Bardo

Por calles heridas de luz la frente


bruñida por el sol
con aires de amargo acordeón va
enmudeciendo el grito que lo habita con el
dorso de la mano Estrenando sonidos salvajes
va bosquejando satisfactorios silencios
Apresurado iba sin saber hacia dónde hasta que el
ámbar de tu luz
le traza ruta.

272
Testamento

Cuando sea dueño de la


suprema carencia
y vado el corazón
no me retumbe
tal vez regrese
excavando sueños
renovando intentos
reclamando
desgastados sonidos
de resplandores diluidos
Cuando sea dueño de la suprema carencia quizá
me desprenda
de la culpa heredada
que me ondea en la sonrisa.

273
Sintaxis del olvido

Desconozco la sintaxis del olvido por eso


no logro articular
con coherencia el tuyo
Tu olvido es mi muerte si las
músicas no te entonan ni te enarbolan
las guitarras de sal y de sol
yo muero.

274
Palabras en desuso

Mi amiga la lexicógrafa colecciona


palabras
las define
las saborea
las digiere
luego las usa como dardos como
verdaderos petardos que implosionan
en la memoria
y desparraman
recuerdos.

275
Da igual

«Han cambiado las formas de mi sueño» las


orillas melladas de mis ríos
El múltiple azul de mi cielo
ha cambiado
Son más espesas mis noches y la
primavera cuando llega
se anuncia en las múltiples alergias de mi hijo
Ahora no sé y da lo mismo si los espejos de
este lago en que se disuelve
y pierde nitidez el día
son del Armington o del Enriquillo
porque sencillamente vago sin prisa
doblo esquinas que a ratos no sé
si son ajenas o mías
y da igual

276
Confesión

Nunca supe el origen de mi fascinación


con la tinta china
quizá sea
1a profunda humedad de su
negrura o quizá a los
recuerdos desenterrados
por esta mujer
en el transcurso de sus sueños
y mi congelación en su
recuerdo o del suyo
espejándose en el mío
Nunca entendí las oscuras fronteras
que trazaba Rouault delimitando las
naciones de los colores
y las texturas del sonido de las formas
captadas
quizá todo esto sólo lo sepa
adabalcácer* con sus
secretas fórmulas
para domeñar galipotes
y ciguapas.

*Pintora dominicana

277
Casi biografía

Mi infancia son recuerdos


Antonio Machado

Infancia sin julio verne ni salgari


Infancia sin infancia
Infancia de jabillo
de cañaveral y riachuelo
Infancia de chichiguas y bill elliot
Infancia que no quiero recordar.

278
Compañera

En lo más hondo de tus entrañas edifico mi


morada
lugar al que pertenezco
Levanto paredes
que habrá de garabatear mi hijo
con los vivos colores de sus canciones
En ti fundo mi hogar creo mi patria y en el
ámbar frágil de tus ojos invoco mis
despojados cielos mi arrebatado
horizonte verdemar
Mi luz
mi viento salobre
mi perenne primavera.

279
Mi calma

Mi calma indiscreta mentira que a voces grita


mis tormentos
hibisco encendido
que sólo con música disipa su ancestral dolor.

280
Las casas
La casa roja
la de ladrillos la solitaria
aguarda nuestra llegada
e1 peculiar ruido de nuestra presencia
Aquella casa
la que hunde el maderamen de sus pies en el
agua perfora los espejos del lago
se mofa de su propia imagen
La casa vieja
amarilla y
centenaria
que atesora recuerdos y retratos
la huella de algún diamante
travieso en el cristal de la
ventana
alguna fecha memorable
ruidos familiares
también
es mi casa
Las casas
cualesquiera nos
aguardan con calor
porque más que casas son para mi hogar.

281
Cuando hablas

Cuando hablas
es otro tipo de silencio el
que agobia al día
Si hablas de nosotros
cada palabra es piedra angular de
lo que será nuestra historia
Si cuentas el transcurrir de las horas
los días se estremecen de asombro Se
prolongan las noches
y el verano a la mañana cede su ardor
Nada permanece
igual después que tú lo hayas nombrado
con el oro de tus palabras
Nada.

282
Opción

Callo no porque prefiera el silencio No por


renegar de la palabra
Los árboles de mi infancia
las raíces de sus sombras
alargan en mi garganta
No culpo al jabillo a la
guásima
al almendro
al cañaveral de mi silencio Culpar
podría a la herrumbre de los molinos
de las viejas locomotoras
de machetes y azadas abandonadas a orillas
de la trocha
mas opto por el silencio.

283
Repatriado

Con casi absoluto dominio de la rutina


ensayo de tarde en tarde
mi individualidad compartida
No hay sonidos que no me conozcan
ni aires que en mi soledad me amedrenten
Cuando declina el día
suelo salir a caminar silbando viejos
boleros como quien en lo oscuro
camina próximo a cementerio
y procura espantar
sus propios demonios
sus propios temores inéditos
sus vados
su soledad labrada. Regreso sin regresar.

284
Definición del miedo

No sienten miedo los cobardes solo los


héroes los genuinos
Solo los verdaderos héroes sienten miedo el que
arruga corazones y de golpe
trae recuerdos
rostros queridos
voces
instantes
No sienten miedo los cobardes sólo los héroes.

285
Anécdota

Ya no hay ángeles
que habiten en la punta de los alfileres
Sobreviven todos en el destierro nostálgicos
insomnes canosos
obesos pendientes
de las pantallas de sus computadoras
aferrados a la esperanza
de recibir algún mensaje
que anuncie que en el país
algo ha cambiado.

286
Patria portátil

Había que olvidar las esquinas del barrio la


heladería el parque
las iglesias
la librería
los colmados la
playa
el sastre
el barbero
el zapatero remendón
Había que cultivar nuevos amores
nuevos amigos
Había que acostumbrarse a un nuevo sol a
una nueva luna
Yo inventé los míos
Invente para mí esta patria portátil
que me cuelga bien adentro
con sus ríos montanas valles
y héroes
Me busqué otra luna Seguí
adorando el mismo sol los hibiscos
los almendros
los callejones
y las palmas

287
Mi hijo
aunque desconoce del sol sus ardores y de la caña
la dulzura
que veneraban sus abuelos la reverencia
al pargo
a la ciguapa
la majestuosidad del framboyán es sacerdote de las
palmeras.

288
Animal acorralado

Animal acorralado por chorros de viento


y luz se rebela el día difumina
rostros ademanes
traza nuevas rutas a la recién estrenada estación
¿Cuál sería el destino de un día que sólo encuentre
consuelo en las horas vacías
en el ondear de los trinos?
Si el día se baña en su propio
resplandor
¿quién cuida de su pureza
quién ordena los rayos?

289
Naufrago

Naufrago en sincopados silencios y prosigo


por tu piel
como música desatada
como arpegio luminoso
del mediodía y me interrogo.

290
¿Qué hago?

¿Qué hago con estos pasos que


repetidamente
me resuenan en el corazón desatando
ventarrones?
¿Qué hago con este fuego que me
cabalga la lengua
me revienta el silencio?
¿Qué hago con esta sedienta guitarra que se niega
a ser rasgada?

291
En el Callejón de Regina

En el Callejón de Regina habita


un eco tuyo
que los ruidos del día
ni la algarabía de los niños logran
opacar
En el Callejón de Regina
una vía arroyuelo de
penumbras
ella espera en la otra orilla como
transeúnte cualquiera que mide su
sombra
al caer la tarde
sin advertir que estás ausente.

292
Viejo patio

Por ti gimen los violoncelos de la nostalgia


viejo patio despoblado
En tus agrias sombras
permanecen sueños acumulados
el cansancio de agotadas escobas
promesas no cumplidas
amores no declarados
no consumados.

293
Mambrú no fue a la guerra

Mambrú no fue a la guerra.

«Esta no es mi guerra» dijo

Concluidas las hostilidades


fijó residencia en el Alto Manhattan
Allí vendió llamadas telefónicas
ilegales fórmulas de cómo ser
residente legal
Mambrú se hizo jodedor
y eventualmente se llenó de
dolor mucho dolor
mas no de pena
Un buen día cuando el servicio meteorológico
pronosticaba tormentas de hielo y nieve
elaboró una lista y «multó» a amigos y conocidos
y regresó a combatir en su propia guerra
cargado de dolor
sobrecogido de
pena y «dicen los que lo
vieron>
que en el Callejón de Regina cada tarde
se refocila viendo estirar su muda sombra
de fatigado combatiente
rumiando palabras y expresiones
en desuso.

294
Los primeros desterrados

Los primeros desterrados Caín


Odiseo entre
ellos inauguraron
esta vasta nostalgia
No es invención nuestra
Los primeros desterrados
Hatuey
Juan Pablo no
pudieron prever todo esto
Intuyeron
no obstante la proyección de estas frías sombras.

295
No mienten los árboles

Los árboles como los días como la


luz
como los vientos
no mienten su edad
No mienten los árboles
las penumbras que esparcen
ni los fulgores
que en su interior
cobija la firmeza de sus anillos
Los árboles no mienten sus
cortezas
escudos contra el albor del invierno en medio
del abrazo
de las llamas
liberan resplandores inéditos
canciones
idilios
secretos.

296
Destino final

La piedra recién lanzada no


sospecha ni intuye
la perfección de los círculos
que su caída habrá de desencadenar
Nunca sabrá la piedra recién lanzada que
al completar su trayectoria
abrirá en los espejos del agua
heridas
e impondrá el caos
su indeseada presencia
Nadie adivina de la piedra recién lanzada
su destino final
sólo las calladas profundidades.

297
Siempre tú

Estancado el tiempo en la memoria


te veo resplandecer cada día
y en el edificio de tu presencia más breve que
un chispazo salmodia del aire
luz recalcitrante
te vuelvo a nombrar y reapareces.

298
El peso del recuerdo

Pesa más el recuerdo que el


olvido
Pesa más porque descansa su peso en
la sombra
de los días
El recuerdo pesa más porque
viven abiertas
sus ventanas hacia el mañana
y no hay forma de espantar los pájaros
de tristeza
que vienen a posarse
en los derruidos dinteles de la soledad.

299
Puerta trasera

Entre la tela metálica atrapadas


reposan sus soleados cuerpos las
sombras del día
a orillas de la invicta luz
Nadie cuestiona tu importancia cuando a
la mesa nos convocan o cuando los gatos
de la casa
deciden perseguir sus propias sombras y como
carteros sortean charcos tendidos por las lluvias
No todas las puertas clausuran limitan.

300
301
Norberto James Rawlings /
biografía

Nació en San Pedro de


Macorís el 6 de febrero de
1945. Hijo de un inmigrante
jamaiquino y una
dominicana. Poeta,
ensayista y educador.

Hizo los estudios primarios


y secundarios en su ciudad
natal. Licenciado en
Filología por la Universidad
de La Habana (1978); Maestría en Lengua y
Literatura Hispanoamericana por la Universidad de
Boston (1992) y Doctor en Lengua y Literatura
Hispánica del referido centro académico (1996).

Fue profesor de la Universidad Autónoma de Santo


Domingo (UASD) y en la Universidad de Boston, en
los Estados Unidos de Norteamérica, país donde
reside desde hace varias décadas. Editó Directory of
Dominicanists para The CUNY Dominican Studies
Institute.

Ha obtenido varios premios literarios. “Es Norberto

302
James el poeta dominicano que recoge el alma del
cocolo y lo lleva a la poesía en su poema Los
inmigrantes”, dice Orlando Inoa. Aparece incluido en
varias antologías.

OBRA:

Sobre la marcha (1969


La provincia sublevada (1972)
Hago constar (1983)
Denuncia y complicidad (1997)
Obras 1969-2000 (2000)
La urdimbre del silencio (2000, 2005 y 2007)
Patria portátil (2008)
Selected poems (inédito)
Poesías completas (2011)

303
304
Muestrario de
Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado.
8. Haikus / Matsuo Basho
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas
24. Antología esencial / Joseph Brodsky
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg
28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco

305
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis
31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth
32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz
33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert
34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas
35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda
36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo
37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa
38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska
40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney
41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo
42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull
45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan
47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero
48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi
50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres
53. Territorios Extraños /José Acosta
54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
55. La traición de los sueños / Francisco de Asís Fernández
56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-Vásquez
57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén
58. Días de Carne / César Sánchez Beras
59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises Varsovia
59ª. Elevación de los elementos / David Huerta
60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy
61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica
62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn
63. Iniciación final / José Alejandro Peña
306
64. Gente desarraigada y otros poemas / Cesare Pavese
65. La luz interrumpida y otros poemas / Luis Rosales
66. Una raya larga y roja en el polvo de la historia / Pablo Antonio Cuadra
67. El poeta regañado por la musa / Héctor Carreto
68. Los inmigrantes, poesías completas / Norberto James Rawlings

307
Colección

Muestrario de
Poesía
2011

308

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