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CLAVES PARA PRODUCIR FRUTOS

Texto del día:


Mt.13:23 “Más el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y atiende la
palabra, y da fruto, y produce a ciento, sesenta y a treinta por uno”.
Jn.15:5, 16 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mi y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque separado de mi nada podéis hacer”. Vs.16 “No me
elegisteis vosotros a mi, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y
llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidieres al Padre en mi
nombre, él os dé”.

Visión del día:


Nuestro destino es ser productivo, es llevar fruto para el Padre que es el dueño del campo
y el gran sembrador; por eso nuestra naturaleza es de multiplicación, tenemos la
capacidad de reproducirnos y multiplicarnos; lo natural es que si estamos insertos en el
Reino de Dios, nuestras vidas estén llenas de buenos frutos, esta es la marca o señal de
los que están insertos en Cristo. La palabra es una semilla poderosa, capaz de hacer de un
hombre o mujer estéril un fructífero, un ganador, un emprendedor apasionado, un
productivo, un activo para el reino. La semilla que dio fruto fue aquella sembrada en
buena tierra.
¿Cuáles eran las características de esta tierra? ¿Cuáles son las características de las
personas donde la semilla crecerá?

1) Son oidores inteligentes, prestan atención a la palabra, han educado sus oídos para
Dios, se deleitan en escuchar la palabra, por eso crecen en su fe (Rom.10:17), no se
distraen, ante una palabra de revelación, ellos la capturan, saben discernir que palabra
recibir y le dan valor eterno a la palabra de revelación, en ellos la palabra es viva y eficaz,
los guía y lleva al éxito. La clave está en ser influenciado por la palabra de Dios, porque
ella buscará hacernos unos fructíferos para el Reino.
2) Valoran la semilla: la persona “buena tierra” una vez que recibió la semilla, le prodigó
cuidado, protección, la regó, la abonó, le cantó, esperó en ella, sabía que iba a dar fruto y
no cualquier fruto sino uno glorioso; la palabra es Dios mismo, él está comprometido en
hacerla realidad, la palabra es un documento legal; tener y guardar una palabra es
involucrar a Dios y trabajar con él confiado en que se cumplirá.
3) Viven con entendimiento: Efe. 5:15 “Mirad, pues, con diligencia como andéis, no como
necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”, hay
una comisión divina de vivir con sabiduría, de ser personas sabias e inteligentes. Sabiduría
esta directamente relacionada a madurez del carácter, emociones, y pensamientos a
través del trato del Espíritu Santo. La sabiduría (Prov. 2:1-12) hace a la persona caminar
en rectitud, le enseña a tomar decisiones correctas; son personas discretas, prudentes, de
buen juicio, justas en sus conclusiones y análisis, se apartan del mal, y reconocen que es
Dios la fuente inagotable, por eso lo buscan y le obedecen; quien busca la sabiduría y
como oro la atesora tendrá una vida larga porque ella lo guiará, no vivirá distraído, sino
que será certero y llevará mucho fruto.
La capacidad productiva de la palabra hace de ella el mejor negocio del mundo, es
imposible que si la guardamos, la atesoramos, la creemos, la confesamos, la obedecemos,
no produzca a su máxima capacidad, ella nos hará gente sabia, emprendedora, veloces,
prósperos, con abundancia, con expansión, posesión, dominio y gobierno. Si la palabra
vino de Dios, El está comprometido en hacerla realidad y espera encontrar un lugar fértil
donde ella pueda crecer a su máxima capacidad.
¿Estas dispuesto(a) a ser ese lugar donde repose la semilla más poderosa del mundo? Los
grandes hombres y mujeres que han sido un depósito temporal de una palabra eterna,
experimentaron lo imposible de Dios como posible: Abraham, José, María, Pedro, Pablo,
Jesús, la palabra encontró en sus corazones libertad para crecer y producir frutos
exquisitos con sabor a gloria. Que tu corazón sea tierra fértil para la semilla que Dios está
plantando sobre esta generación. Dile ¡heme aquí, hágase tu voluntad!

Declaración de fe:
“Señor heme aquí, soy tu plantío, la semilla más poderosa del mundo ha sido sembrada
en mi corazón, la cuido, le creo, la obedezco, ella me hará un(a) triunfador(a), sabio(a),
entendido(a), prudente, diligente, fuerte, prospero(a), emprendedor(a), llevo muchos
frutos para mi Padre, hago su voluntad de ganar personas para el reino y formarlos como
discípulos, la semilla crecerá y dará a luz miles de hijos para mi Dios”.
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