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I
A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosa
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata, amigo, la vida es dura,
eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
II
Lamparillas de la Kermesse,
títeres y titiriteros,
volver a ser niño otra vez
y andar entre los marineros
de Liverpool o de Suez.
III
Teatrillos de utilería.
Detrás de esos turbios cristales
hay una sala sombría.
Paraísos artificiales.
IV
Cien lucecitas. Maravilla
de reflejos funambulescos.
¡Aquí hay mujer y manzanilla!
Aquí hay olvido, aquí hay refrescos.
Pero sobre todo mujeres
para hombres de los puertos
que prenden como alfileres
sus ojos en los ojos muertos.
No debe tener esqueleto
el enano de Sarrasani,
que bien parece un amuleto
de la joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown
y el trala-trala-trálala
ritma en tu viejo corazón.
Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.
Y fiesta, fiesta casi idiota
y tragicómica y grotesca.
Pero otra esperanza remota
De vida miliunanochesca…
V
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire…
Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero ese momento de miedo profundo…
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
VI
Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
A LIBERTARIA (1935)
A la memoria de Aída Lafuente, muerta en la cuenca minera de Asturias, Madrid.
Estaba toda manchada de sangre,
estaba toda matando a los guardias,
estaba toda manchada de barro,
estaba toda manchada de cielo,
Estaba toda manchada de España.
Ven, catalán jornalero, a su entierro,
ven, campesino andaluz, a su entierro,
ven a su entierro, yuntero extremeño,
ven a su entierro, pescador gallego,
ven, leñador vizcaíno, a su entierro,
ven, labrador castellano a su entierro,
no dejéis solo al minero asturiano.
Ven, porque estaba manchada de España,
ven, porque era la novia de Octubre,
ven, porque era la rosa de Octubre,
ven, porque era la novia de España.
No dejéis sola su tumba del campo
donde se mezclan el carbón y la sangre,
florezca siempre la flor de su sangre
sobre su cuerpo vestido de rojo,
no dejéis sola su tumba del aire.
Cuando desfilan los guardias de asalto,
cuando el obispo revista las tropas,
cuando el verdugo tortura al minero,
Ella, agitando su túnica roja,
quiere salir de la tumba del viento,
quiere salir y llamaros hermanos
y renovaros valor y esperanza
y recordaros la fecha de Octubre
cuando caían las frutas de acero
y estaba toda manchada de España
y estaba toda la novia de Octubre
y estaba toda la rosa de Octubre
y estaba toda la madre de España.
El cementerio patagónico
A veces el viento patagónico es un cazador barbudo y alto.
Viene como la música, trae los ruidos del desierto y la montaña.
Marcha de puesto en puesto entre balleneros, entre quillangos.
Marca de pueblo en pueblo entre gin, entre pescadores, entre fulleros.
Marcha de campamento en campamento
Entre canallas enriquecidos con la sangre de los desgraciados.
Marcha de puerto en puerto entre rufianes, entre palomas heladas y garúas,
entre asesinatos, entre monedas chilenas y argentinas.
Oh, trashumante.
Las prostitutas de los climas sureros lo siguen, alucinadas.
Todas las prostitutas -en su mayoría pelirrojas- lo siguen.
Él, el viento cazador, continúa su marcha
Y v a perderse hacia quién sabe qué archipiélago,
Hacia quién sabe qué cinematógrafo,
Hacia quién sabe qué enloquecida alcantarilla.
A veces, nuevo avatar, el viento patagónico es una sirena del aire.
En los hangares de las madrugadas atrae a los aviadores.
Los pequeños mecánicos comprueban con júbilo
La velocidad del viento a ras de tierra
y cuando arriba el altímetro señala una capa favorable de aire
La sirena los lleva en su canto,
la terrible sirena los lleva con sus canto de brumas, y lloviznas y nieve,
y ellos van a estrellarse
sobre enormes malolientes colonias de elefantes y lobos marinos,
sobre plantas de petróleo, sobre columnas de asustados guanacos,
sobre los rojos galpones de las curtidas villas del Sur.
Cazador o sirena el viento manda en la Patagonia.
Cazador o sirena se detiene en el corazón de la Patagonia.
Él, cazador o sirena,
camarada de los auténticos trabajadores de la Patagonia, se detiene
y va a rendir a la ceniza de los obreros asesinados por el Gobierno,
un homenaje de silencio cargado de tormenta. Oh trashumante.
En Santa Cruz, entre el mar y los montes
yo he visto el pequeño cementerio de los huelguistas fusilados.
Unos mal enterrados, en la fosa abierta por ellos,
asoman la punta del zapato con tierra y lagartijas.
Otros, enterrados vivos quizá.
una mano de hueso implorante picoteada por los cuervos.
Y no es extraño ver a lo largo del camino
restos de otros,
curioso contenido de la intemmperie.
Las caravanas de los desposeídos de la tierra, las largas filas de linyeras forzad
os,
la multitud de todos los países que se dirige al sur de la tierra
en busca del pan y de la muerte,
la multitud de todos los países que se dirige al sur de la tierra
en busca de la nostalgia y el olvido,
se detiene ahí, donde, oasis del viento patagónico, la tierra estéril lanza sus perros
amarillos.
Allí, donde la aullante tierra reseca desafía las nubes,
viajeras de tres cielos.
Allí, donde las brújulas de los barcos perdidos, ya fantasmas,
señalan contra las costas, al fin, el rumbo de una próxima venganza.
Y es inútil, tuertos, sin pierna, todos los marineros han partido.
Todos los petroleros ha partido
y las calderas pueden estallar a la salida del gran golfo.
Todas las prostitutas han partido detrás del viento cazador.
Todos los aviadores de línea han despegado
y van detrás de la sirena viento.
Los peones del campo, las hormigas del cuero, el frigorífico y la lana han partido
.
Y los recaudadores de Tierras y Colonias han partido.
Y ellos quedaron solos ente el mar y los montes
y ellos quedaron solos sin nombres y sin cruces
y ellos quedaron solos con las blusas agujereadas
y con lo agujeros de la carne sin carne.
Únicamente el viento cazador o sirena, adormece dulcemente su muerte.
Adormece delicadamente su putrefacta muerte, esa útil muerte.
Ese violento arroyo de ceniza
Que subterráneamente ha de desembocar en la revuelta
Y en cuyas aguas, grises y calientes, mi voz templa un acero
conocido.
La pequeña brigada
Guerra del Chaco
La pequeña brigada avanza.
¿Hemos oído la guerra, hermanos?
¿Hemos visto la guerra, hermanos?
La pequeña brigada, avanza.
La cabeza quedó colgada
como una fruta en el alambre.
Somos la pequeña brigada.
Somos el sueño, la sed, el hambre.
Por el ruido de los obuses
los oídos reventarán
y nos romperán y nos sepultarán
en áridas tierras sin cruces.
Como en la noche de San Juan
se abren brazos de luz que arroja
sombreros de fuego y de hierro.
Tenemos un hambre de perro.
Nos enloquece la fiebre roja.
Del otro lado, en la trinchera
enemiga, también están
la sed, el hambre, el sueño. Espera
tu sucio pedazo de pan.
Doctores de la guerra, villanos,
la granada está por caer
y tenemos tintas las manos
en sangre del amanecer.
Vuestros hijos, también villanos,
jamás os podrán suceder.
Seremos hermanos, hermanos,
algún día tendrá que ser.
¿Nosotros hemos visto la guerra?
Avanza la pequeña brigada.
¿Nosotros hemos oído la guerra? En la maraña de la picada.
Como cadáveres afilados,
lívidos, de dos en dos,
vamos caminando sin Dios
con los cráneos agujereados.
JUNACITO CAMINADOR
murió en un lejano puerto-
El prestidigitador
poca cosa deja al muerto.
Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja,
todo, menos la canción.
Ponle luto a la pianola,
al conejito, a la estrella,
al barquito, a la botella,
al botellón, a la bola.
Música de barracón
-canción, baraja y paloma-
flor de campo sin aroma
Todo, menos la canción.
Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.
Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja,
Todo, menos la canción.
Mucha muerte a poca vida,
que lo entierre de una vez
la reina del ajedrez
y un poeta lo despida.
Truco mágico, ilusión,
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma,
todo, menos la canción.
CASA DE REMATE
Armatostes insignes! Todavía maduros,
cuánta vida a su orilla es hoy podrida muerte,
cementerio de gestos y voces y cenizas.
Armarios, mesas, cómodas, sillones,
que fueron vegetal estremecido,
aserradero y éxtasis.
Guardaron los secretos familiares,
como animales fieles y callados y lentos
¡compresivos!
El hogar, la provincia,
el adorno de los candelabros,
la represión sexual
y el deseo de los daguerrotipos.
Y cuántas frases célebres,
cuántos niños prodigio con violines,
cuánta vajilla fallecida,
cuánto termómetro,
cuánta carta con noticias que un tiempo conmovieron,
cuánto viaje que nunca realizaron
porque, a lo sumo, con los cuadros cirios
ardiendo todavía, alguien que sale,
alguien a quien se llevan
hacia la soledad y los gusanos,
hacia la nada activa.
Algo de abandonadas estaciones,
algo de teatro clausurado,
algo de recepción deshabitada,
algo de espectro real, concreto espanto,
y de naufragio sin naufragio.
LA LIBERTAD
I
De pronto entró la Libertad.
La Libertad no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.
La Libertad es feroz.
La Libertad es delicada.
La Libertad es simplemente
la Libertad.
Ella se alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.
Nosotros tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)
Hermanos, nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.
II
Hay que ser piedra o pura flor o agua,
conocer el secreto violeta de la pólvora,
haber visto morir delante del relámpago,
conocer la importancia del ajo y el espliego,
haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,
haber visto a un soldado con el fusil ardiente,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
Viva el amor, la vida poderosa,
la muerte creadora de olores penetrantes
y eso porque uno muere y resucita,
la luz sobre los techos de la aurora,
sobre las torres del petróleo,
sobre las azoteas de las parvas,
sobre los mástiles del queso y el vino,
sobre las pirámides del cuero y el pan,
la gente retornando,
una ventana con la bandera en familiar bordado
y la exacta ambulancia, con heridos,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
Hay que ser como el puente necesario,
natural como el lirio, como el toro,
saber llegar al fondo del silencio,
al subsuelo del brote y a la raíz del grito,
hay que haber conocido el miedo y el valor,
haber visto una mano que agita una linterna
de noche, hacia el distante nido de metralla,
hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
III
De pronto entró la Libertad.
Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.
De pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.
Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.
De pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.
Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.
De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.
La Libertad cerró el puño.
¡Ay! Entonces...
EL CABALLO MUERTO
MEDIA NOCHE. Sobre las piedras
De la calzada hay un caballo muerto.
Aún faltan cinco horas
Para que venga el carro de "La Única"
Y se lo lleve. Ese caballo viejo,
hedoroso de sangre coagulada,
ese pobre vencido, fue un obrero.
Un hermano del pájaro, un hermano del perro.
Fue el hermano caballo que anduvo bajo el sol,
que anduvo bajo el agua, que anduvo entre los vientos
tirando de los carros
con los ojos cubiertos.
Fue el hermano caballo. Ninguno irá a su entierro.
LOS VOLUNTARIOS
("Puente de los Franceses,
nadie te pasa,
porque los milicianos
¡qué bien te guardan!"
Qué bien te guardan, sí,
qué bien te guardan,
cubiertas de ceniza
la madrugada.)
NO PREGUNTARON
Vinieron de tierras subidas a los mapas.
Según la latitud agrias o dulces,
duras o fraternales.
Oh viajeros,
con puñales, con rosas, fotografías de jefes queridos,
de niños solos, lugares y muertes.
No preguntaron.
Así vinieron,
nadie los llamó.
Un día llegaron a morir en los muros de la ciudad
sitiada,
de la que sólo vieron sus orillas.
No preguntaron.
¡Tan delicadamente!
Qué aristocracia popular,
qué señores de la sangre y qué ilustre morir
cuya herida
explicaba el secreto de la pólvora.
No preguntaron.
Ellos,
los hombres de la primera columna voluntaria,
no preguntaron ¿cómo va el museo?
¿dónde están las mujeres y las coplas?
¿cómo se come aquí? ¿dónde está la taberna?
¿cómo se va a la catedral? ¿dónde está el cementerio?
ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero
que conoce la sed, el hambre, el mundo.
No preguntaron.
LOS OBUSES
Una muerte, la muerte,
se alimenta a la noche de cadáveres suyos.
Olor dulce, horroroso, que fermenta la pólvora,
su digestión violeta se acompaña de estruendo.
Por la mañana un viento desprevenido
lleva la muerte vomitada por la boca redonda.
Son los obuses.
Cargados de relámpagos, navajas, ambulancias,
sobre una soledad de evacuación distante
pasan rozando las últimas veletas
de enloquecidos gallos ciegos ya silenciosos,
pasan sobre negocios llenos de nadie
buscando un hospital y el corazón de un niño.
Son los obuses.
Cargados de mentira, de miseria, de metralla,
como una enorme M de miedo y muerte oscura.
Son los obuses.
Yo vi el árbol desnudo, el foco abierto,
la reventada piedra, el vidrio herido,
la sangre todavía
como no se ve nunca en los museos
ni en los teatros.
Son los obuses.
Son las panteras del aire desatadas
que vienen de la selva de acero y pólvora amarilla,
la muerte hecha pedazos buscando la inocencia
y su paloma.
Son los obuses.
Una mitad de novia contra el balcón ardido,
Sus manos, ya lejanas, estrelladas, perdidas, estrelladas;
luego la masa sola del niño y el caballo,
la muerte por la boca redonda vomitada.
Son los obuses.
EN EL PUERTO
A una señal dejaron de moverse las grúas,
el pájaro de hierro plegó sus alas grises
y en los oscuros barcos de los países
sólo se oía el pálido rumor de las garúas.
En cercanas recobas de reverberos crudos,
de ásperos impermeables y cáscaras de fruta,
comen agrios pescados los marineros rudos.
Rasca un violín insomne la joven prostituta.
Sus dulces nombres mecen las barcas de la orilla,
sin carbón, sin aceite, sin guía, sin destino.
De los amplios galpones llega el olor del vino.
La fugitiva rata corre a la alcantarilla.
Ya sus perros de niebla lanza el viento en el puerto.
Rondan los barcos mudos invisibles gaviotas.
Los mascarones sueñan con ciudades remotas.
Llueve sobre la gorra del marinero muerto.
EL ENTIERRO DE LA GAVIOTA
¡SALUD las viejas barcas! Deja el crimen que el ciego
relata junto al órgano con arañas dormidas.
Ya está podrida, muerta, la pobre estrangulada.
Eh, tú, dile al patrón que venga con nosotros.
¿Dónde enterrarla, en qué fina tumba del aire?
Ella, que amó partidas y retornos y tuvo
esa delicadeza de morir en la proa
donde los mascarones cayeron para siempre.
Allí donde están ellos descansando, entumidos,
verdes, hinchados, rígidos, de pie, como los ángeles.
En el fondo del mar donde está la botella
Con el mensaje último, de misteriosa cifra.
EDGAR POE
PETER Brueghel, Iernimus Bosch, y Patinir,
Goya y Petrus Borel lo hubieran comprendido
(¿quién dijo que el delirio de la razón
engendra monstruos?).
La sociedad de los Rotarios,
los linchadores de negros y de rosas,
los verdugos de niños y de sueños
le daban asco y él bebía, ¿para olvidar?,
cuando aún no existían
las letras de los tangos tristes.
BAUDELAIRE
FUE UN profeta y vislumbraba el siglo
en que la acción fuera hermana del sueño
y reinventó la poesía, una manera
de recordar que el poeta es un hombre
al que a veces agobian la incomprensión, el barro,
el alquiler, la luna.
Pero él fue poeta, inmenso como un río.
Un río puro impuro
que arrastró légamo y estrellas.
RIMBAUD
…¿PERO por qué murió allá en Marsella
tan cerca de la luz atrevida del muelle,
la Canabière, la sopa de pescado,
las rosadas mujeres de la feria
y el viejo olor que viene de los barcos
sin confesar dónde enterró la poesía
-como a un pájaro loco-, en qué baldío,
en qué lámpara pura, en qué ventana,
en qué lluvia crecida con violetas?
Donde el futuro está esperando
DESPUÉS DE LA MUDANZA
EL NIÑO triste mira con asombro
el patio donde había cielo.
La marca que dejó en el muro
la fotografía de la boda.
El sitio donde estuvo el piano
(su música, como la lluvia).
La ventana donde el otoño
daba su luz a los malvones.
¿Y cómo la verá un día,
vaga, distante, en el recuerdo?
La carta que cayó del mueble
como una hoja del tiempo.