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INTRODUCCIÓN.

Desde tiempos inmemoriales un velo de misterio y de iniciación se


teje alrededor de la sexualidad. Esto es impactante por cuanto la
reproducción sexuada depende de ella, y más aún cuando el encuentro, que
pareciera ser natural, demanda hoy de estimulaciones y de mandatos para
poder acontecer.
Es usual en nuestra práctica profesional recibir las quejas de los
pacientes a propósito de eso que no anda: el malestar y la desarmonía entre
los sexos, y que esconde una queja dirigida al otro. ¿Por qué se le pide al
psicoanálisis aportar algo nuevo sobre la sexualidad por cuanto él no deja
de atestiguar una “mal-dición” sobre el sexo? Se pregunta Jacques Lacan en
Televisión.
Muchos y muy variados han sido los esfuerzos de la ciencia para dar
una respuesta. Vemos como la promesa de curación de cualquier deficiencia
de la función sexual se sostiene en la intervención fisiológica de eficacia
garantizada, en tanto que el proceso de fecundación, de clonación, o de
reproducción sin encuentro sexual parecen dar consistencia a la hipótesis
de la omnipotencia de los medios producidos por la ciencia reduciendo al
extremo el límite impuesto por lo Real. No obstante, no hay aún píldora que
pueda suplir el deseo que guía la búsqueda y el encuentro sexual.
La condición de parlante impone al ser humano un aprendizaje de la
sexualidad que pasa por lo Simbólico alejándolo de la Etología y
transformándolo en un corpus de saber del que el sujeto puede teorizar,
pero que a veces no tiene los efectos deseados en la práctica. ¿Cómo,
donde y cuando se aprende? Eso sería también motivo de un largo análisis.
El saber y el misterio que se conjugan alrededor de esta práctica
(rito), son esos los ejes que encontramos en el cuento de Jorge Luís Borges
“La secta del fénix” y es lo que nos impulsó a elegir este relato corto como
motivo central de nuestro trabajo de análisis de la narratividad en
psicoanálisis. Veremos que podemos extraer de esta visión particular del
tema.

1
EL RELATO
“La secta del Fénix” es un relato de la segunda parte del libro
FICCIONES, nominada ARTIFICIOS y que data de 1944, y en el prólogo a esa
segunda parte el mismo Borges aclara en una postdata de 1956 que ha
“agregado tres cuentos a la serie: El Sur, La secta del Fénix y El Fin” 1
diciendo de del segundo: “En la alegoría del Fénix me impuse el problema
de sugerir un hecho común – el Secreto – de una manera vacilante y gradual
que resultara, al fin, equívoca; no se hasta donde la fortuna me ha
acompañado”2. Este hecho común quedará a cargo del lector el descubrirlo
por las referencias indirectas que irá dando el autor así como referencias
que promueven al equívoco.
El relato consta de cinco párrafos, nada más. Evidentemente es,
como mucho de lo que ha escrito Borges, una especie de broma. La secta es
presentada de manera indirecta, por el sesgo de aquellos que han escrito de
esta secta y, al leer el párrafo, eso hace pensar en las menciones - de golpe
y por algunas frases- que uno se encuentra en la literatura antigua, por
ejemplo sobre los sectarios de Jesús, porque en este primer párrafo cita a
Flavio Josefo.
La mención al saber egipcio es interesante dado que éste tiene
ciertas particularidades que en alguna medida lo oponen al saber griego, al
saber occidental, expuesto y transmitido a todos. La figura de rebus que
evoca Freud en la Traumdeutung pone en consonancia el saber cifrado del
inconsciente y el de los jeroglíficos. Su carácter enigmático 3 (hyeros) e
iniciático abona en la sectarización del saber, en tanto que la referencia a
Amenophis IV nos remite a la destrucción de la primera religión monoteísta
impuesta por su predecesor Akhnaton.
Esta aproximación indirecta, por lo que se ha dicho, lo que se ha
escrito, conviene evidentemente a la noción misma de secta, en tanto que
ella se reúne alrededor de un saber que es esencialmente secreto, un saber
que no es expuesto, un saber que es saber bajo un velo, que es un saber
supuesto, para retomar el término de Lacan. Entonces para acceder al saber
de esta secta, al saber secreto, puesto que ella misma es supuestamente
1
Borges, J. L. Obras Completas, tomo 1 Emecé Editores-1974 pag. 467
2
Ib. Idem
3
Hegel en su Estética dice a propósito del arte egipcio que los secretos de los egipcios
eran secretos para ellos mismos.

2
secreta, no se tienen más que índices fragmentarios, recogidos en todas las
literaturas, índices desfasados y eventualmente contradictorios. Hay que
decir que Borges sobresale en la evocación del saber fragmentario, aquel de
las viejas crónicas que termina por hacernos dudar si son reales o
inventadas – aunque la diferencia termine por evaporarse.
Comienza por describirnos una secta muy apartada, tal que uno
quiere aproximarse por lo que yo llamaba los índices y después, en un
desplazamiento sensacional del párrafo siguiente, él la amplía finalmente a
la humanidad entera, y revela en qué la humanidad misma es una secta.
Este término de “gente del secreto”, que está con mayúscula, es el nombre
propio de todas las sectas, el nombre de todas las sectas iniciáticas, él dice
también, “la gente de la costumbre”, y ello designa el lugar que le va a dar
en este texto a un rito misterioso.
En el segundo párrafo, hace la diferencia entre las Gentes del Secreto
y los gitanos. Las Gentes del Secreto no son como los gitanos, tampoco son
como los judíos, “los secretarios –nos dice- se confunden con los otros
hombres como lo prueba el hecho de que no han sido perseguidos”.
También los compara con los judíos, por boca de Martin Buber, diciendo que
“no son patéticos” y “hasta algunos abominan el patetismo”. En este punto
se produce un deslizamiento hacia la universalidad por cuanto no sólo se
parecen a judíos cuando están entre ellos sino que se parecen a “todos los
hombres del mundo”.
Tercer párrafo “no hay casi grupo humano en el que no figuren los
partidarios de Fénix”. He aquí una secta que está de alguna manera
omnipresente, que se mezcla con todos, tanto que “también es cierto que
no hay persecución o rigor que éstos no hayan sufrido y ejecutado”. Así se
va configurando la tendencia a la universalización que se perfecciona en el
siguiente párrafo.
.
En el cuarto párrafo sustrae imperceptiblemente a la noción de secta
todos los rasgos particularizantes de la secta; No tienen libro sagrado que
los congregue o una memoria común, ni una lengua o una distinción racial,
“solo una cosa – el Secreto – los une y los unirá hasta el fin de los días”. La
ubicación en el origen de una leyenda, o mito cosmogónico, direcciona
nuestras hipótesis hacia lo que suele ser objeto de los mitos: hechos en lo
real que no pueden ser captados por el lenguaje y a los cuales el mito da un

3
origen y una funcionalidad. Todo que Dios les pide es la ejecución de un rito,
y “el cumplimiento del rito es la única práctica religiosa que observan los
sectarios”. Aunque se trasmite de generación en generación no es tarea de
los padres, sino de los “individuos más bajos” su iniciación. Así se inicia una
serie de datos que van dando pista del Secreto, y de pequeños engaños
como la “goma arábiga” el corcho o la cera, como materiales necesarios.
El último párrafo tiene al final una mención al carácter instintivo que
alguien afirma respecto al rito, además de la caracterización que algunos
partidarios hacen de él como baladí, penoso, vulgar e increíble.
En la notable edición de La Pleyade, que es una edición científica que
no existe en español, se encuentra una nota que señala que Borges devela
el secreto en una entrevista con un americano. Supongo que el americano
le habrá dicho: “vamos, de qué se trata, es tiempo de decirlo”, y Borges
muerde el anzuelo y le dice precisamente: “la primera vez –y esto está
lleno de ecos para nosotros- que he escuchado hablar de este acto, cuando
era un niño, me escandalizaba la idea de que mi madre y mi padre lo
hubieran realizado. Era un descubrimiento estupefaciente, ¿no?, pero se
puede decir que es un acto de inmortalidad, un rito de inmortalidad, ¿no es
cierto?”.
Este es en síntesis el relato. Veamos que podemos extraer de su
presentación.

4
EL SABER, EL SECRETO Y EL RITO.
Todo el relato gira entorno a un saber, un saber que sería secreto y
que solo tendría como nexo entre sus acólitos el cumplimiento de un rito.
Cuando hablamos de saber estamos refiriéndonos a la imposición de
un aparato simbólico que responde a reglas precisas, lógica por ejemplo,
sobre una realidad, digamos, objetiva. Un saber también puede ser el
corolario de una repetición de experiencias hasta conseguir extraer de ellas
elementos comunes que den cuenta de sus causas y sus efectos. La relación
causa-efecto está presente en lo que pretenden ser manifestaciones de
saber sobre la realidad, quedando un poco velada cuando se trata de
objetos puramente simbólico, como la matemática. Ya hace mucho los
griegos comandados por un tal Pitágoras se reunían y compartían un
secreto, secreto que daba razón al caos del universo; eran una secta ya que
su saber no era de todos, sino solo de los iniciados, los sectarios. Esto
producía la simple división del mundo en dos: los que saben y los que no
saben el secreto que aglutina a la secta. Solo hay secta si hay un saber a
preservar. La secta implica una parcialidad de la verdad, una verdad que no
es para todos y eso avala su condición de secreto.
Hasta allí el planteo de Borges es claro: hay una división establecida
entre quienes poseen el saber-secreto, y por ello son parte de la secta, y
quienes no. Pero este saber-secreto deviene paradójico cuando no hay
inscripción de ese saber ni oral ni escrita. Todo cuanto resta, podemos decir,
del saber es el rito.
Esto plantea una contradicción ya que la ritualización implica la
transformación de un saber en una acción simbolizada que implica que el
sujeto presta su cuerpo a los símbolos. Pensemos por ejemplo en los rituales
de los neuróticos obsesivos ya que son evidentes en cuanto al abandono de
su función primitiva para ser repetidos a modo de conjuro, de algo que no
quiere recordarse, de un no-saber. Es un ejemplo cristalino de un rito que
viene al lugar de un saber que no se sabe, y el secreto que esconde es la
relación primitiva entre el ritual y su contenido de saber.
Este rito, único vestigio del saber, tiene asimismo sus particularidades
dado que su transmisión no está integrada a los canales habituales de
sucesión. La iniciación en el rito por vías tan diversas como un pordiosero, u
otro niño, y su “trivialidad” (tal que no requiere descripción) son elementos

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que dan su condición particular al mismo y que contradicen los postulados
de un rito. A ello se agrega su condición de “sagrado”, “un poco ridículo”,
“de ejercicio furtivo, clandestino” y que “no se habla de él”, aclarando que
“todas las palabras lo nombran, o mejor dicho inevitablemente aluden a él”.
Tenemos entonces un rito secreto, pero que se grita a cada instante
en el uso del lenguaje, y que conforme avanza el relato va dejando de ser
patrimonio de algunos para ser de todos, por cuanto los sectarios son unos
y otros, de todas razas, credos y religiones, banderas y naciones. ¿Qué clase
de secreto es universal, y que clase de rito secreto se dice
permanentemente en el lenguaje?
Como dijimos Borges en un reportaje devela el secreto y dice: “la
primera vez que he escuchado hablar de este acto, cuando era un niño, me
escandalizaba la idea de que mi madre y mi padre lo hubieran realizado”.
Así sabemos por las referencias directas e indirectas que de lo que se
trata es de la relación sexual, un hecho de la realidad, trivial y tal vez
“instintivo”. Y el cometido del postdatado del prólogo está alcanzado, por
cuanto se dice sin decir, y diciéndolo claramente a la vez, utilizando esa
elipsis que sólo el saber sobre la sexualidad permite usar, y que vemos tan
claramente expuesta en los chistes de “doble sentido”, donde encontramos
una alusión metonímica a la sexualidad escondida tras un sin-sentido de la
construcción lingüística explícita.4
Pero ¿por qué aplicar esta relación de saber, secreto y rito a la
sexualidad?

4
Al respecto ver las siete primeras clases del Seminario V “Las formaciones del
inconsciente” de Lacan.

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LA MALDICION SOBRE EL SEXO.
No es desconocido el carácter refractario de Borges hacia el
psicoanálisis, pero debemos reconocer que en sus relatos las temáticas
centrales del mismo están presentes: el tiempo; la realidad; la
especularidad; el eterno retorno, y todos ellos tienen una presentación que
condice grandemente con los postulados psicoanalíticos.
El sexo no es, sin embargo, un tema muy usual en sus relatos por lo
que “La secta del Fénix” tiene así un valor agregado, presentándonos el rito
del coito como lo que resta de un saber que agrupó a los seres humanos, de
un saber acerca del goce sexual.
Por contrapartida la sexualidad ocupa un lugar central en el
psicoanálisis, aunque ello llevará a algunos detractores a tachar de
“pansexualista” las elaboraciones de Freud, mote que no lo hizo retroceder
ante la evidencia de su clínica. Tal vez por ello se espera que él diga algo
nuevo acerca de la sexualidad. Y tal vez esta esperanza sea un poco vana,
ya que ni la Sexología misma ha podido avanzar mucho, topándose como
dijimos en la introducción con un límite, al que Lacan llamó lo Real.
El otro punto de quiebre de la teoría freudiana es el del Inconsciente,
piedra de escándalo que descentra al sujeto de la pretendida cima de la
subjetividad a la que el cogito cartesiano había trepado, arrojando a las
profundidades el control de la vida y las relaciones del hombre. Y la via
regia que encontró para penetrar estas profundidades es el lenguaje.
Los efectos del lenguaje sobre el inconsciente y la sexualidad los
encontramos planteados en los desarrollo de Lacan a lo largo de más de 20
años de su enseñanza, pero intentaremos extraer algunas premisas a fin de
ponerlas en tensión con el planteo borgeano.
Al comienzo del relato Borges plantea la intención de establecer el
origen de la secta, reconociendo que la nominación recibida, Fénix, es
mucho posterior a su establecimiento como “Gente de la Costumbre” o
“Gente del Secreto”, mencionando a artesanos que no saben del Fénix pero
si del Secreto. Gente del Secreto es el nombre de todas las sectas. La
elección del nombre de la secta ya indica cierta intención ¿qué es un Fénix?
El diccionario enciclopédico Zeta dice: Ave fabulosa que renace de sus
cenizas. II fig. lo que es exquisito y único en su especie. La primera de esta
doble significación lo sitúa en la línea del eterno retorno, destruido por las

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llamas (¿de la pasión?) y vuelto a surgir de sus cenizas, en una bella
metáfora del deseo sexual que se extingue con la detumescencia para
renacer frente al objeto que lo causa. La otra significación lo sitúa como
impar, sin par, contrapuesto al sistema simbólico que funciona por estricta
oposición de un significante a otro.
El intento por asociar a los sectarios con un credo, una raza, una
etnia, o un grupo político, económico o social se diluye ya que en todos hay
“gentes del Secreto”, convirtiéndose así en un secreto que se grita a voces
allí donde hay el ser humano. La pista de la sexualidad comienza a
perfilarse dado que no hay grupo humano donde el sexo no este protegido
como un saber secreto que necesita de una iniciática para modificar la
condición del sujeto volviéndolo activo en estas cuestiones. En nuestra
cultura moderna este tránsito iniciático ha ido perdiendo prestancia, pero
hasta no hace mucho era frecuente la iniciación de los muchachos a la vida
sexual por parte de prostitutas pagadas por su padre o padrino. Y la
elección no era azarosa, era necesario recurrir a los personajes más bajos,
es decir más alejados de los valores familiares materno-paterno, a fin de
evitar la reminiscencia de la prohibición del incesto, lo que Freud desarrolla
extensamente en “Sobre la más generalizada degradación de la vida
amorosa. (Contribuciones a la psicología del amor, II) (1912).”
¿Puede decirse que hay acumulación de saber en lo sexual? ¿Son los
grandes compendios de técnicas sexuales – Kamasutra, Ananga Ranga –
idóneos para saber “como responder al ser conjurados como hombre o
mujer? No podemos negar que la Sexología como rama de la psicología ha
intentado ganar un lugar en el espacio epistémico y como de ella surgen
esperadas promesas de curación de los grandes males del hombre
(recordaba ese pasaje de la Psicopatología de la vida cotidiana cuando
Freud recuerda al hombre que prefería morirse a quedar impotente). Unos
pocos se aprovechan del mal de muchos, de muchos que silencian su
disfunción. Allí reside el núcleo de la aporía sexual a la que el relato trata
magistralmente. La derivación del saber hacia un rito coopera para aislar el
presunto saber sobre el sexo y separarlo de su actividad fáctica, única
exigencia de los cultores del Fénix, y al modo del síntoma neurótico, el rito
pervive ya desprendido del afecto que lo inervaba, que ha sido ligado a
otras representaciones (ensayamos aquí la relación a la culpa).

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Nos es absolutamente conocida la extrañeza y aún la repulsa que los
niños expresan al imaginar a sus padres en su actividad sexual,
sentimientos que el mismo Borges expresa en el reportaje mencionado, y
esto producto del poder de la represión que extraña todos los hasta allí
poderosos sentimientos hacia sus padres. Esta extrañeza es la base de las
“teorías sexuales” necesarias para entender el nacimiento de los niños y la
supuesta participación del padre en la concepción de los hijos. Ello nos da
cuenta del modo paradójico con que va sedimentándose el pretendido saber
sobre la sexualidad en los seres humanos. Los indicios nos llevan a concluir
que todo saber que pueda escribirse sobre la sexualidad tiene siempre un
reparo escrito en el cuerpo de sus objetos de estudio, y que cuanto más rito
sea menos complicado el ejercicio, menos potencial el asalto de las
inhibiciones, menos frecuente la detumescencia condenatoria, menos
exigible la satisfacción prometida.

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CONCLUSION.
Estoy coqueteando con la idea de que las perversiones, cuyo negativo es la
histeria, son los residuos de un antiquísimo culto sexual que en el Oriente semita
quizá haya sido alguna vez una religión (Moloc, Astarté)...Por otra parte, los actos
sexuales perversos son siempre los mismos, poseen siempre un sentido y se
ajustan a un modelo cualquiera, perfectamente comprensible. Comienzo a soñar,
pues, con una primitivísima religión satánica cuyos ritos se perpetúan en secreto,
y ahora comprendo perfectamente la inexorable terapia de los jueces de brujería.

Los eslabones intermedios pululan por doquier.

Carta a Wilhelm Fliess, del 24 de enero de 1897 (nro 57).

Esta bella y romántica esperanza de Freud de encontrar en el fondo


de la sexualidad perversa un rito satánico secreto, hipótesis sostenida en la
intimidad epistolar y en los albores del psicoanálisis nos induce a
preguntarnos por la extraña similitud con las concepciones borgeanas que
subyacen el relato del Fénix. No podemos afirmar que Borges haya leído a
Freud, pero parece haberlo hecho. La estricta y eterna repetición del rito-
acto que Freud aísla en la perversión Borges la eleva a la universalidad. ¿Es
el ejercicio de la sexualidad una perversión?
Durante el curso hemos trabajado con el texto de Jensen que
también gira en torno al descubrimiento de la sexualidad y las implicancias
en la subjetividad del romántico personaje de Norbert Hanold. Pudimos
apreciar sus rodeos para llegar a aceptar el amor por una mujer, y su
transito por fantasías intermedias que la invistieran de un halo de
misticismo e interés (dicho de otro modo: que velaran su castración). Allí la
erudición hizo de puente entre un hombre y su objeto sexual, con el bello
paisaje de Pompeya por marco, en nuestro relato hay en cambio una cierta
crudeza narrativa. No se lo embellece ni se lo cubre de metáforas naturales,
al contrario se lo muestra en su crudeza y hasta diría su ridiculez.
Pero así y todo no deja de ser esa extrañeza frente al sexo con el que
todo ser humano debe enfrentarse, y aún defenderse. La literatura y el
psicoanálisis se conjugan para mostrar lo que tiene destino de oscuridad en
dos narrativas distintas pero emparentadas.
¿Saber secreto? ¿Saber o secreto? ¿Saber o rito? Queda aún mucho
por decir, y parece que ningún decir logrará nunca atraparlo. Paradójico
destino…

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BIBLIOGRAFIA
- BORGES, J. L. Obras Completas tomo 1, Emecé Editores 1974
- FREUD, S. Obras Completas Amorrortu Editores.
- LACAN J. El seminario, libro 4 “Las relaciones de objeto”

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