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quieres levantarte; pero estás justo a tiempo para bañarte y alistarte para la escuela... ni modo,
a la regadera. Ya toda guapa o guapo, con cada cabello en su lugar y el uniforme muy limpio y
planchado, vas a la cocina para desayunar y, ¡zaz!, en vez de huevos revueltos y chocolate
con leche o licuado de plátano y papaya picada, tu mamá te sirve un suculento plato de...
¡comida para perro!
Francisco Hinojosa, escritor, y Rafael Barajas ³El Fisgón´, caricaturista e ilustrador, fueron
los responsables de dar a conocer esta historia, que quedó impresa en un libro al que
llamaron, obviamente, È
. Pero, ¿por qué es la peor? La lista de
razones podría resultar infinita, pero te daremos algunas: les pegaba a sus hijos todo el
tiempo, por portarse bien y por portarse mal, por sacar diez, nueve, ocho, siete o cinco en
los exámenes, disfrutaba poniéndoles limón en los ojos cada ma ñana; podrías pensar que
no era tan mala si los alimentaba religiosamente cada día, pero en cada una de sus
comidas les servía latas de alimento para perro y ²quizá² de postre les daba un puñado
de croquetas... esa información no está comprobada.
No conforme con eso, está gorda señora, de uñas largas, filosos colmillos y ojos enrojecidos
tal vez por su enojo permanente o a causa de la falta de sueño, provocada por sus maléficas
maquinaciones, molestaba, acosaba y lastimaba ²ya fuera con pellizcos, pata das, mordidas y
alguno que otro codazo ² a todo aquél que cruzara por su camino... hasta que un buen día,
los habitantes del pueblo ²incluidos los insectos² optaron por huir y dejarla sola. È
despertó y no tuvo otra cosa que escuchar más que silencio; sólo una
paloma mensajera había quedado atrapada en Tarambul con ella.
È
los abrazó, fingía muy bien
al demostrarles su supuesto cariño. En cuanto el
pueblo quedó a oscuras, la mujer edificó en torno a él
una muralla que aprisionaría a todos por el resto de
sus vidas. Hombres, mujeres, niños, jóvenes,
ancianos, vacas, perros, gallinas, lombrices, etcétera, no dieron crédito a lo que veían: su
pueblo se había convertido en una inmensa prisión custodiada, ni más ni menos que por È
(
´.