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Rolly Valdivia
Chávez
“Soy un periodista especializado en crónicas y reportajes de viaje. Estudié en
la Universidad de San Marcos y, a veces, vivo en Lima. El resto del tiempo mi
paradero es incierto, lo decide el camino. Así es mi trabajo... por eso me
gusta”
Entre el 2003 y el 2004, participó en la elaboración de la guía turística Trek Perú, editada
por la empresa Interactive Trek!Guides Limited (Inglaterra). Para tal fin, recorrió el sur del
Perú en sucesivas travesías (de un mes de duración), recabando la información y las
fotografías que se publicaron en un CD multimedia.
En el 2008 participó en la edición de textos del libro Espinar, la otra maravilla del Cusco,
publicado por la municipalidad provincial de Espinar y la asociación civil Ñan Perú.
No, a mis 17 años el periodismo era un pálpito. Me interesaba y presumía que me iba a
gustar, pero mentiría si dijera que estaba totalmente convencido. Al final, postulé a San
Marcos siguiendo ese pálpito y sin saber muy bien si tenía cualidades para la profesión.
Todo indicaba lo contrario: era tímido, silencioso y solo escribía para los exámenes del
colegio.
Antes de la decisión, ¿te viste influenciado por algún familiar, amigo o referente?
En mi familia y entorno cercano nadie era periodista. Mi influencia llegó por las
transmisiones deportivas que oía en aquel entonces. Me emocionaba al escucharlas y me
preguntaba si sería capaz de hacer lo mismo.
Antes de terminar la universidad comencé a practicar y publicar en la revista Sí. Fue algo
curioso, al iniciar la carrera pensaba ser periodista deportivo. En las aulas fui cambiando
de opinión. Allí quería hacer notas políticas y de investigación, por eso me pareció una
buena oportunidad empezar en ese medio.
Todo viaje tiene sus anécdotas y es difícil decir cuál es la que más recuerdo. En verdad
me ha pasado de todo un poco. Me han salido ampollas que parecían cráteres, he
sufrido calambres intensos, he dormido en establos, he acampado a más de cuatro mil
metros con una carpa y una bolsa de dormir para la playa, he comido una sopa con papas
agusanadas, en fin, no sé, son tantas cosas las que me han ocurrido. Detalles únicos que
enriquecen las travesías y las crónicas que uno escribe.
¿Has pasado por alguna situación dificultosa que haya provocado en ti cierta
incomodidad en alguna de tus colaboraciones?
No todo es color de rosas con los editores de las revistas. Cuando uno es freelancer tiene
que hacerse respetar como profesional. Lamentablemente, en nuestro país muchos
desdeñan o no valoran el trabajo del cronista viajero. Siempre quieren pagarte un sencillo
o que te conformes con la colocación de tu crédito. Otro problema es la demora en los
pagos. Estos generalmente se retrasan demasiado.
Pero sin duda lo más enojoso es cuando uno prepara un texto para una revista y, esta,
por a o b razones, no llega a salir al mercado. También causa indignación las ediciones
desalmadas que, a veces, hacen de tu texto, cortándolo sin criterio y rompiendo su unidad
y sentido.
Como freelancer uno tiene mayor libertad de movimiento. Para viajar no tengo que
coordinar un permiso con nadie. Si algo me interesa, simplemente manejo mis tiempos y
me voy. Además, puedo colaborar con diferentes publicaciones a la vez, y el material que
produzco es de mi propiedad.
Pero como nada es perfecto, el trabajar por tu cuenta tiene sus desventajas. La primera
de ellas –y quizás la principal- es la de no tener un sueldo seguro. Uno termina haciendo
malabares con sus honorarios e ingresos.
En realidad no soy muy afecto a las etiquetas, tampoco un teórico del turismo. A mí me
gusta viajar, escribir y hacer fotografías. Las definiciones son para los expertos y los
consultores. Ellos entienden como turismo vivencial a aquel en el que el pasajero se
acerca un poco más a la gente y comparte sus formas de vidas y sus tradiciones. Eso,
generalmente, es lo que hago cuando salgo de Lima. A mí, personalmente, no me gustan
las travesías en la que todo lo ves desde un bus y un guía es tu único contacto con la
población local. Desde ese punto de vista, se podría decir que practico el turismo
vivencial.
Más que los beneficios que trae ahora, habría que pensar en los que podría generar en
un futuro. Por sus características geográficas, su legado histórico y sus vastas
manifestaciones culturales, el Perú debería de convertirse en una potencia turística
mundial visitada por millones de personas, no como ahora que ni siquiera pasamos los
dos millones. Cuando el número de visitantes aumente potencialmente, la “industria sin
chimenea” serán una alternativa de desarrollo que opacarán a otras actividades
económicas contaminantes y dañinas del medio ambiente.
El país cuenta con escenarios más que propicios para la práctica de este tipo de turismo.
Lo ideal sería que las propias comunidades sean las que apuesten por estos
emprendimientos. De esa manera, la población se vería beneficiada directamente con los
ingresos y tendría más conciencia sobre la importancia de cuidar la riqueza natural de su
entorno.
¿Crees que existe interés por parte de los medios en impulsar estilos de vida
propios de un “viajero cronista”?
No, los medios están más enfrascados en los escándalos políticos y faranduleros que en
darle espacio a reportajes y crónicas de viaje. Estos temas son complementarios o como
suelen decirse van de relleno. Además, su manejo es bastante básico, casi rudimentario.
Su planteamiento casi nunca va más allá de la crónica clásica, esa que narra el viaje de
manera lineal, desde la salida hasta el retorno.
¿Cuáles serían las formas de hacer que el turismo se incremente en nuestro país?
Esto del periodismo de viajes es más que todo una pasión. No viajo para hacerme rico ni
porque busco grandes ganancias. Eso lo saben todos los que me conocen. Mi
recompensa es de otro tipo. Mis tesoros son las anécdotas, las vivencias, las amistades
que se forjan en el camino, los textos que escribo y las fotos que van nutriendo mi
archivo. Esa es mi mayor y mi única fortuna. Con eso me basta por ahora.
A estas alturas no concibo una vida estática. El viajar ya es parte de mí. Eso de ir de un
lado a otro, me ha enseñado la grandeza de nuestro país y de nuestra cultura, me ha
hecho descubrir que hay gente noble y solidaria, dispuesta a compartir lo poco que tiene.
Eso, en verdad, conmueve y te hacer ver que mienten los que dicen que la gente de los
pueblos es resentida, floja y no sé cuántas barbaridades más. El Perú no es perfecto pero
es mucho mejor de lo que uno imagina o de los que muchos creen o quieren hacernos
creer. Viajar es como quitarse una venda de los ojos. Te permite interpretar la realidad sin
intermediarios.
Animándolos a viajar siempre que puedan. Rompiendo la idea de que viajar es peligroso
o es sinónimo de desbande. Mostrándoles que un viaje no solo es diversión sino,
fundamentalmente, una lección de vida, una manera de conocer el Perú, de interpretarlo y
entenderlo. Cuando uno recorre los caminos, se da cuenta que en el país sobra la gente
buena y que nuestra tierra no tiene nada que envidiarle a ningún lugar del mundo.