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Metodología de la Ciencia Aplicada al Diseño. Arq. – D.G.

FAU UNNE 2011


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Documento # 5: Introducción al Problema de las Representaciones


El Signo. La Semiótica.

Hasta el momento, todos los abordajes de análisis acerca del funcionamiento del signo se
basaban en la idea de que un signo estaba constituido básicamente por dos dimensiones: el
significante (o “soporte” del signo que hace perceptible) y el significado cuya función es la de dar
sentido, la de trasmitir un mensaje. Pero éste en realidad posee una dimensión más, que no es
tomada en cuenta con frecuencia: la del interpretante:

“Todo fenómeno que revela otro directamente relacionado con él, se llama signo.
Un fenómeno es signo de otro cuando un ser inteligente percibe la relación entre el
significante y significado.
Pero no cabe que un signo sea de lenguaje más que cuando una inteligencia lo haga servir
de vehículo de comunicación con otra inteligencia.
Así, pues, para que una cosa sea signo, basta una sola inteligencia que perciba relación
entre significado y significante.
Más para que algo sea signo del lenguaje, se necesitan dos inteligencias: una, que
expresamente haga aparecer la cosa significante con intención de dar a conocer una
relación entre ella y la cosa significada; y otra, inteligencia perceptora de la relación.
Los signos orales están destinados al oído.
Los elementos simples de los signos orales son las vocales y las consonantes.
Lenguaje escrito es todo sistema que por medio de signos gráficos representa los sonidos
orales de que se sirve el lenguaje hablado (la parte de la Gramática que estudia los
vocablos como sonidos orales se denomina comúnmente Prosodia).
Los signos orales están destinados al oído. Los signos escritos están destinados a la vista
(no siempre los signos gráficos están destinados a la vista: los ciegos pueden leer,
utilizando es sentido del tacto, signos o figuras trazados en relieve sobre una superficie
lisa). Los signos gráficos, pues, son signos de signos.” (1)

Vale la pena aclarar, que lo que este autor llama “inteligencia” se refiere justamente a la
existencia del “interpretante” que antes había mencionado.
Considero apropiado abordar en esta etapa de análisis inicial o introductoria, la
configuración básica del lenguaje. Hasta el momento esta configuración no es tan complicada,
puesto que se podría verificar una relación bastante directa entre la “cosa” u “objeto” y su signo
correspondiente: el sonido “A” que es sustituido por la letra “A”, la forma de una casa sustituida por

el pictograma: . Sin embargo esta relación no es capaz por si misma de afirmar que se trata
de un signo (no existe), sino hasta que aparece en escena el interpretante de la relación; esa
“inteligencia” que une las dos partes.

2. SEMIÓTICA

Se llama “Semiótica” a la ciencia o teoría de los signos. Sin lugar a dudas el lenguaje
articulado es el sistema de signos más importante de todos aquellos utilizados por el hombre. Los
signos lingüísticos no sólo se destacan por su variedad y complejidad, sino porque es a través de
ellos que se estructura nuestro pensamiento y nuestro mundo, a punto tal que naturalmente les
atribuimos (al pensamiento y al mundo) la misma forma o estructura lógica que funciona como
andamiaje de nuestro lenguaje.

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Nuestros esfuerzos de análisis están destinados a determinar o descubrir como funcionan las
representaciones, puesto que el trabajo del diseñador consiste en convertir un concepto o serie de
conceptos en imágenes; es decir, que el diseñador “construye” una imagen que representa al
concepto.

“En verdad, palabra e imagen, siendo ambos signos portadores de sentido, poseen cada uno, una
forma específica de significación. El sentido de una palabra procede de la economía del código que
la alberga y la nutre, el sentido de una imagen, aunque sea ésta figurativa, está ampliamente
determinado por el contexto de su enunciación. La significación de la palabra es de naturaleza
simbólica. La relación que mantiene con su referente es arbitraria1, mientras que la relación que la
imagen mantiene con su referente es de naturaleza analógica2.
Saussure ha acentuado aquélla parte del sentido que está ligada a lo arbitrario, afirmando que los
signos inmotivados son más adecuados que los otros para alcanzar el ideal del procedimiento
semiológico o, dicho de otro modo, para crear un consenso acerca del referente.
La radical modernidad del signo saussureano se debe a la afirmación de que la materialidad del
signo no puede oponerse a la idea que conlleva.
El sentido de la palabra es inseparable de su forma e inaccesible salvo a través de ésta, incluso si
la relación entre forma y contenido es inmotivada, convencional, arbitraria. Mas allá del signo
verbal, la naturaleza arbitraria o inmotivada de las relaciones de significación caracterizan a la
actividad simbólica o, dicho de otro modo, a la actividad humana o cultural en general.” (2)
Saussure “defiende” la arbitrariedad de los sistemas semióticos, es decir que si existe una norma
que los controle, es más directo el “ponerse de acuerdo” acerca de los que el signo trata de
significar, el ejemplo mas paradigmático es el del lenguaje articulado: no hay evidencia alguna de
que la morfología y construcción (visual) del signo “A” refiera directamente al sonido “A”, de hecho,
es sumamente arbitrario, el alfabeto escrito es un diseño casi “caprichoso” y no guarda relación
aparente con el oral, exceptuando la que obligatoriamente se le asigna. Al tener una serie de
“normas” con relación a lo que cada cosa significa (según Saussure) es más directo el
“entendimiento o comprensión” del sentido del signo.

Las Dimensiones de la Semiótica

Charles Sanders Pierce (1839-1914) en su minucioso estudio de los signos, puso en relieve la
naturaleza relacional de éstos. Un signo es aquello que representa a algo o a alguien. Por lo tanto,
los signos de construyen como tales solo a partir de las relaciones que mantienen, en primer lugar,
con otros signos: en segundo lugar, con los objetos que estos signos representan; y en tercer
lugar, con el intérprete o sujeto que los usa.
Posteriormente Charles Morris, sobre una base de esta relación triádrica que es el signo, traza la
división entre las diferentes dimensiones de la semiótica: la sintaxis, la semántica y la pragmática.
La sintaxis, estudia las relaciones que los signos mantienen con otros signos sobre la base de
reglas: por ejemplo la sintaxis gramatical de una oración, identificando en sujeto, el predicado, los
artículos, los tiempos de verbo (la regla determina que es signo que funciona como sujeto coordina
con el verbo y que el artículo precede al sustantivo). Otro ejemplo en el caso del diseño sería ver
como funcionan la tipografía, la imagen y el campo en un afiche para que éste se identifique como
tal.
La semántica estudia las relaciones que los signos mantienen con los objetos que representan.
Estas relaciones se establecen a través de reglas semánticas que determinan la referencia de los

1
Se trata de símbolos no figurativos que representan sonidos y construyen palabras cargadas de significado. La
arbitrariedad radica en la relación donde no existe semejanza entre el objeto al que se hace referencia y la naturaleza del
signo que lo representa.
2
De semejanza.

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signos. Hay distintos modos de establecer esta relación entre signo y objeto. Es nuevamente
Pierce, quien nos acerca una acertada tripartición que posibilita sistematizar de manera adecuada,
estos diversos modos de relación. En primer lugar se encuentra el icono, o signo que se constituye
como tal en virtud de la semejanza que tiene con el objeto que representa. Son ejemplos de iconos
las imágenes y los diagramas. En segundo lugar se encuentra el índice, o signo que se relaciona
con el objeto en virtud de la existencia de una conexión espacio-temporal o asociación sensorial
entre ambos. En este sentido decimos que el humo es índice del fuego. En tercer lugar el símbolo
es aquel signo que se encuentra mas alejado de las cualidades sensibles del objeto. En este
aspecto es el menos “natural”, y no hace referencia al individuo sino a una clase, en función de su
carácter convencional y también social: la paloma como símbolo de la paz, y también los símbolos
de un lenguaje que representan objetos extralingúísticos.

CONCLUSIONES
Los procesos de construcción de mensajes claros y eficaces, son de hecho, el trabajo
diario del diseñador. Las operaciones que realiza para lograrlo son a menudo complicadas y
engorrosas, puesto que la mayoría de los diseñadores desconocemos como se desarrollan estas
operaciones.
Los nuevos datos con los que contamos, nos han demostrado finalmente que el análisis del
funcionamiento de los signos no sólo se centra en la relación del significado y el significante, sino
que hay que tener en cuenta que la existencia del signo requiere de la presencia del interpretante.
Hay dos cuestiones que me gustaría destacar: la primera, relacionada con las tres
dimensiones del signo; y la segunda, con las diferencias que existen en la conformación de los
sentidos de los signos verbales y las imágenes.

1). La relación triádica: el apercibimiento de un signo, requiere del “esfuerzo” del


interpretante, que por medio del significado llega al objeto. Estos tres elementos conforman
un signo. Pero: ¿quién “pone en el camino” del interpretante al significado y al objeto, para
que el primero haga la relación? Pues, solo puede ser otro signo (con sus tres
dimensiones) quien después de haber “llegado” al objeto, es capaz de poner en
funcionamiento una especie de “cadena” de signos que se va re-construyendo o re-
interpretando, en función de un marco de referencia. Así, un interpretante que ya “llegó” a
hacer la relación entre el objeto y su significado (conformando un signo) puede poner a
disposición de otro interpretante un objeto al que éste tendrá que relacionar con su
significado o viceversa; una vez que éste ultimo haya hecho la relación se conformará un
nuevo signo (con una nueva carga de sentido, dada por la nueva interpretación).
Me veo obligada a aclarar, que esto no tiene una secuencia temporal, es decir que no se
desarrolla primero una cosa y luego otra necesariamente.
Ahora bien, este análisis nos lleva a poner un poco de luz a la tarea de la “manipulación” o
construcción de signos, posicionando al sujeto “diseñador” no como un agente externo e
independiente del signo, sino como parte del mismo (es decir que NO actúa como un
“titiritero” que mueve los hilos del significante y el significado), y al público, como parte
obligada del nuevo signo que conforma al hacer la relación de los elementos que el
diseñador le pone a disposición.

2). Signos Verbales y Signos Icónicos: como ya habíamos visto antes, las palabras, el
lenguaje, están en la categoría de los signos inmotivados o arbitrarios. No solo el lenguaje
del habla, sino también los lenguajes en clave o encriptados, y los lenguajes numéricos
como el sistema binario de las computadoras.

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Pero la imagen, el icono, escapan a esa arbitrariedad porque necesariamente “necesitan”


de una referencia análoga (un “parecido” o “similitud”) con su objeto.
Para ponerlo más en claro: el significado de una letra, esta dado por una regla que
determina que el “dibujo” de esa letra pertenece o se corresponde a determinado “sonido”,
en este caso, el interpretante sólo tiene que establecer la relación (acordada de antemano)
que tienen estos dos elementos entre sí.
En el caso de una imagen, la significación se presta a más amplias interpretaciones,
puesto que no existe una convención para dicha interpretación (aunque existen
ideogramas y pictogramas arbitrarios como en el caso de la Señaletica). Así, las difíciles
operaciones de la retórica gráfica, se convierten en manejos que dependen de la habilidad
del diseñador para encontrar un “campo común” (entre su “interpretación” y la del público)
en donde el nuevo interpretante encuentre la relación entre el objeto y su significado,
(estos usos de los signos icónicos son muy usados en publicidad). Resulta compleja la
operación sobre este tipo de signos, porque su análogo no es tan directo como en el caso
del lenguaje, en la mayoría de los casos, el concepto en el que se basa la construcción de
la imagen es de distinta naturaleza, por ejemplo: hablar de tristeza por medio de una flor
marchita; en este caso la flor marchita puede pertenecer al campo de la botánica, de la
evolución natural de las plantas o del tiempo de duración de una flor antes de que libere su
polen para su reproducción, sin tener necesariamente relación directa con la idea de
tristeza.
Anteriormente había mencionado que el diseñador debía “incluirse” en las dimensiones del
signo. Quizás esa sea la manera de efectivizar su tarea de diseño, puesto que al
comprender esta premisa, añadirá la “carga de sentido” suficiente como para que el
interpretante de su signo aproxime una interpretación (valga la redundancia) parecida a la
del diseñador.

5. BIBLIOGRAFÍA

(1). Arte de Hablar: Gramática Filosófica de la Lengua Castellana. Eduardo Benot. Ediciones
Anaconda. 1952.

-DeSignis 4: Iconismo. Autores Varios. Gedisa. 2003

-Metodología de las Ciencias Sociales: Esther Díaz. Biblos. 2004

-Historia Gráfica de la Letra.

*Este documento se terminó de redactar en junio de 2005 en Resistencia Chaco. Revisado en


febrero de 2009. Revisado en febrero de 2010. Compilación y redacción D.G. Ludmila Strycek.
Derechos reservados a la Cátedra de Metodología de la Ciencia Aplicada al Diseño. Universidad
Nacional del Nordeste.

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