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Maltrato Manual básico

para su detección
Infantil y primer abordaje

APOYA:

Embajada de Canadá
en Uruguay

Canelones 1164 - CP11100 – Montevideo – Uruguay Montevideo


Telefax: (5982) 901 73 06 – proarco@adinet.com.uy Noviembre, 2003
www.sai.org.uy
PRESENTACIÓN

El Programa Arcoiris desde el inicio de sus actividades en junio de 1992, viene


desarrollando diferentes líneas de trabajo que permitan responder adecuadamente a
las situaciones de vulneración de los Derechos del Niño en el ámbito familiar, que
afectan a gran parte de la infancia del Uruguay. En este largo proceso de más de diez
años de actividades, aunadamente Estado y Sociedad Civil, hemos venido construyendo
mecanismos de actuación eficaces frente a a esta compleja y multicausal problemática,
que permitan garantizar el cumplimiento del Art. 19 de la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño, ratificada por nuestro país en 1990.

Hoy día nos encontramos abocados a llevar adelante estrategias de abordaje del tema
desde lo comunitario, desde lo local, intentando disminuir la generalizada construcción
punitiva de la demanda de atención, lográndose así una menor re-victimización del
niño(a), tratamientos breves, desjudicialización de las situaciones y en épocas de
escasez de recursos, intervenciones menos costosas.

Es en el marco del proyecto “Fortaleciendo Redes Sociales para el Buen Trato


Infantil”, implementado con el apoyo de la Embajada de Canadá, que se elabora el
presente manual, permitiéndonos llegar a las escuelas y organizaciones sociales de
base, para construir juntos una propuesta de intervención que optimice los resultados
de la misma. Han participado de la elaboración del manual los siguientes integrantes
del equipo técnico del programa Arcoiris: Marti dalgalarrondo, Roberto Fernández,
Laura Ferreira, Andrea Gil, Clyde Lacasa, Nora Mille, Edh Rodríguez y Mariella Varela.

Esperamos que esta publicación arroje un poco de luz sobre una realidad
sistemáticamente silenciada y olvidada como lo es el trato que recibe la infancia por
parte de los adultos responsables de su cuidad, y conspire para que podamos
prontamente consolidarnos como sociedad más respetuosa y garantista de los
Derechos Humanos de niños y niñas.

Gabriel Rebollo
Coordinador Gral.
Programa ARCOIRIS

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MALTRATO INFANTIL:
MANUAL BASICO PARA SU DETECCION
Y PRIMER ABORDAJE

INDICE: Pag.

Capítulo 1. Perspectiva histórica de la violencia y del maltrato infantil. 4

Capítulo 2. Algunas conceptualizaciones acerca del maltrato infantil. 8


Definición
Maltrato Físico
Síndrome del bebe sacudido
Síndrome de Münchausen por poderes
Maltrato prenatal
Maltrato Emocional
Negligencia
Abuso Sexual
Indicadores
Consecuencias

Capítulo 3. Análisis del maltrato infantil desde el modelo ecológico. 24


Modelo Ecológico
Macrosistemas
Microsistemas
Exosistemas
Mesosistemas

Capitulo 4. Premisas básicas para el abordaje del maltrato infantil. 37


Resiliencia
Prevención Primaria
Prevención Secundaria

TEXTOS: Gabriel Rebollo

Se permite la reproducción total o parcial de este manual siempre que sea sin fines de
lucro, revistas, folletos y diarios con la condición de mencionar la fuente y enviar una
copia al Programa ARCOIRIS

©ISBN 9974-7579-0-8

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Perspectiva histórica de la violencia y del maltrato infantil

Al hacer un recorrido sobre la historia de la humanidad vemos que la violencia ha sido


una constante siempre presente. Gilles Lipovetsky (1988), nos dice al respecto:
“...durante milenios, a través de las formaciones sociales más diversas, la violencia y la
guerra siempre han sido valores dominantes, la crueldad se ha mantenido con tal
legitimidad que ha podido funcionar como <ingrediente> en los placeres más preciados.”
Según este autor las relaciones entre seres humanos en las sociedades primitivas
estaban regidas por los códigos de honor y venganza, y estos articulados por la ley de
reciprocidad, que tiene como corolario el mantener en una sociedad holista, el
equilibrio entre los vivos, pero también entre muertos y vivos.

Cuando surgen los estados premodernos, con sus primeros sistemas judiciales los
cuales también estaban impregnados de los códigos de honor y venganza, no se percibe
un suavizamiento de las costumbres sino que por el contrario la crueldad se
transforma en un divertimento público (p.ej. circo romano). En esta época el ejercicio
de la violencia por la fuerza pasa a estar legitimado en el Estado manteniéndose así
hasta hoy.

Más tarde, a partir del siglo XVI, en que comienza un lento proceso de
individualización de la sociedad llegándose a su máxima expresión en nuestros días,
comienzan a desaparecer los códigos de honor y venganza de los discursos políticos y
sociales constructivos de la sociedad (p.ej. abolición del duelo). No obstante esto, las
relaciones interpersonales aún están lejos de dejar a un lado éstos dos códigos de
comportamiento, visualizado claramente en las vendettas que por esa época mantenían
a familias enteras en pugna durante varias generaciones.

A pesar del proceso de suavización de las costumbres que experimenta la humanidad a


partir del siglo XVIII, del cual nuestra época actual es heredera, muchos de estos
valores primitivos se han perpetuado hasta nuestra sociedad posmoderna en forma de
ideologías, mitos y creencias sobre educación, género, crianza y convivencia, develando
los antiguos códigos de honor y venganza. Podemos percibirlo fácilmente en la calle, en
el tránsito, en el trabajo, en la escuela, en la familia, donde se observan reacciones
frente al honor mancillado similares a las que podría tener un individuo primitivo para
quien, como diría Lipovetsky: “La venganza es el contrapeso de las cosas, el
restablecimiento de un equilibrio provisionalmente roto, la garantía de que el orden del
mundo no va a sufrir cambios.”

La niñez no ha escapado a estos códigos; los niños y las niñas sujetos/as a la


dependencia estructural del adulto han sido víctimas y reproductores/as de éstas
construcciones. “La historia de la infancia es una pesadilla...”, así se refiere Lloyd De

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Mause (1994) haciendo referencia a las situaciones de abandono, mutilaciones, filicidio
y abuso sexual que se han infligido sobre niños y niñas.

Un largo camino, “... una pesadilla de la que hemos empezado ha despertar poco a
poco...” nos dice De Mause, un largo sueño que abarca a la Grecia de los tiempos
homéricos, 800 años AC., donde se educaba a los niños para ser guerreros honorables.
Los niños aprendían estos códigos de honor, los privilegiados claro esta, los otros
nacían en el campo o en la esclavitud, destinados al trabajo de la tierra u otros oficios
para el amo que había vencido en combate.

Sin olvidar lo que sucedió en la Esparta del siglo VI y V AC., los niños eran formados
como soldados, sometidos a la ley de sobrevivencia del más fuerte desde un comienzo.
A su vez, aquellos niños nacidos deformes eran arrojados al monte Taigeto,
condenados a una muerte temprana; los sanos se veían sometidos al entrenamiento
militar desde los seis años, alejados del hogar, conviviendo con soldados que les
enseñaban a luchar, cazar, soportar el clima y endurecer el espíritu y el cuerpo
necesarios para el ejército. El soldado espartano lo era desde los seis años. Los ilotas,
esclavos, eran arrojados cada tanto en campos donde estos “soldaditos” los perseguían,
cazaban y mataban desde los 13 años para terminar de conocer el sabor de la sangre.

Mientras tanto, el ateniense niño de la misma época se iniciaba en el dominio de la


escritura y en el arte de la oratoria y el debate con su paidos, su pedagogo, con quien
establecía una relación de convivencia en la que el amor físico no estaba ausente. Se le
preparaba para lidiar con la palabra frente a sus iguales en la plaza de la primera
democracia. Esto era para aquellos ciudadanos privilegiados, para los otros, los
esclavos, su destino era otro, ser la mano de obra que sostenía esta forma de vida.

Llegando a la edad media encontramos relatos de las hambrunas y de los villanos que
ocultos en el bosque seducían con manzanas o pan a los niños que se comerían. La ley
del más fuerte sigue primando. Aún hoy leemos como Pulgarcito y sus hermanos son
abandonados por unos padres hambrientos, como Hansel y Gretel deben escapar de la
bruja dispuesta a comerlos luego de engordarlos. Los cuentos de hadas, así como
pinturas a lo largo de la historia y mitos nos muestran al niño oculto y privado de su
historia, de su cuerpo y de su identidad como ser en crecimiento y desarrollo. “Entre
los siglos XV y XVIII, el niño disfrazado de adulto es una constante en la pintura.” …
“De la Edad Media a la época clásica, el cuerpo del niño es verdaderamente
encarcelado, ocultado. Solo se descubre para zurrarlo. Lo cual debería ser una gran
humillación, porque se trataban de las partes que tenían que estar ocultas.” (Dolto,
1994)

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Heterogénea y universal, la violencia hacia niños/as ha estado presente en diferentes
sectores económicos y culturales.

Nos encontramos frente a un complejo entramado socio-histórico-cultural, en el que a


través de prácticas sociales, económicas y militares, la crueldad ha sido convalidada a
lo largo de la historia de la humanidad, cuyas consecuencias han afectado y afectan a
aquellos actores sociales más vulnerables, y de los que poco se ha escrito: niños y
niñas.

Sin ir muy atrás en la historia, en el Uruguay de fines del siglo XIX, cuando en 1875 la
reforma Vareliana intenta hacerse extensiva a todos los niños, E. Méndez Vives (1993)
apunta en este sentido: “Muchos padres creían tener un derecho de propiedad sobre
sus hijos, derecho que el Estado no debía limitar haciendo obligatoria la enseñanza
primaria. Algunos intelectuales, como Prudencio Vázquez y Vega, basaban su posición
en la defensa a ultranza de los derechos individuales.”

En la misma línea, J. P. Barran (1994) nos ilustra con relación al trato que recibía la
infancia en el Uruguay de principios del siglo XX de esta forma: “Médicos alemanes, -
era de esperarse en 1913-, trataron incluso de combinar el culto a la salud con el
castigo correctivo de los niños. Ese año, el Cuerpo Médico Escolar uruguayo publicó
estos consejos prusianos: ‘si un niño requiere castigos corporales, se respetará la
cabeza: esto podría ocasionar trastornos graves; las bofetadas pueden provocar el
desgarro del tímpano’.”

En nuestro país, hace tan solo ocho años que el Art. 313, referido al Infanticidio
Honoris Causa, es derogado de nuestro Código Penal por la ley 16.707 de Seguridad
Ciudadana. Hasta 1995, nuestra legislación penal contenía este artículo 313, el cual
absolvía de responsabilidad penal en aquellas situaciones donde el asesinato de un
recién nacido, se hacía por causas de honor. Lo mismo sucedió con el artículo 331,
derogado por la misma Ley de Seguridad Ciudadana, el cual también por causa de honor
justificaba el abandono de niños.

Las sociedades se producen y se reproducen a lo largo de la historia ya sea


respondiendo a ideologías imperantes o intentando transformarlas. Saber de donde
venimos y hacia donde vamos es fundamental a la hora de pensarnos como sujetos de
transformación social.

Frente a la historia de la niñez, apenas esbozada en párrafos anteriores, no es de


extrañar que el Maltrato Infantil sea una conceptualización relativamente nueva,
aunque su existencia sea de vieja data. Su abordaje como problema social comienza
entrado el siglo XIX. Su primera visión nos proviene de la medicina, coincidiendo con

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el avance de esta ciencia y por ser el más fácilmente visible. El primer tipo de maltrato
que se estudia es el físico, accediendo con posterioridad a las otras formas y al
estudio de las posibles causas, medidas de protección y tratamiento específico.

Médicamente el maltrato fue descrito por primera vez en 1868 por Ambroise Tardieu,
Catedrático de Medicina Legal de Paris, quien se basó en los hallazgos realizados en
autopsias descubriendo treinta y dos niños golpeados y quemados hasta producirles la
muerte. En ese mismo año Athol Johnson, del Hospital de Londres, llamó la atención
sobre la frecuencia de fracturas múltiples en los niños, atribuyéndolas al estado de los
huesos ya que en aquella época el raquitismo era general entre los niños.

El primer antecedente en el trabajo del Maltrato Infantil que hay en el mundo lo


encontramos en 1871 en Nueva York con la niña Mary Ellen, víctima de maltrato físico
y emocional severos, y negligencia. Esta niña sensibilizó a una persona, quien solicitó
ayuda a "La Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales” ya que no
había en ese entonces ningún organismo de protección a la infancia que pudiera
hacerse cargo de la situación. Esta Sociedad que atendió su solicitud se transformó a
partir de allí en la "Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Niños".
Comenzó un registro sistemático de casos, investigación, promoción de cambios a nivel
jurídico, dando lugar a los "Movimientos para el Bienestar del Niño".

Siguiendo la misma línea, en 1946 John Caffey informó sobre las primeras
observaciones relativas a la hasta entonces no explicada asociación entre hematomas
subdurales y alteraciones radiológicas anormales de los huesos largos, dilucidando y
postulando prontamente junto con Frederick Silverman, el origen de dichas lesiones
por malos tratos en 1953. Ya en 1961 se oficializa la temática; Henry Kempe organizó
un simposio interdisciplinario en la reunión anual de la Academia de Pediatría
Norteamericana sobre "Síndrome del Niño Golpeado", producto de un trabajo
interdisciplinario donde aparece el punto de vista pediátrico, psiquiátrico, radiológico y
legal. A partir de este momento, paulatinamente el tema cobra mayor interés por
parte de profesionales de distintas disciplinas.

Desnaturalizar mitos y supuestos ideológicos que toman forma de verdades absolutas,


cambiar la lógica de pensamiento para abrirse a la riqueza de la diversidad constituye
una tarea ardua que implica la modificación de instituciones, leyes, costumbres y de
nosotros mismos. Somos nosotros los adultos quienes como actores sociales aún
mantenemos esta deuda con nuestra infancia, por cierto inmerecida, en esta pesadilla
que han vivido para llegar a despertar como sujetos de derecho.

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Algunas conceptualizaciones acerca del maltrato infantil.

DEFINICIÓN:

En el Programa ARCOIRIS hablamos de Maltrato Infantil, cuando nos referimos a


toda acción u omisión realizada por los adultos responsables, instituciones y sociedad
en general, que menoscabe el potencial desarrollo físico, emocional, intelectual y social
del niño o la niña. El Maltrato Infantil amenaza, vulnera y/o restringe los Derechos
Humanos inherentes a la infancia.

No obstante lo amplio de la definición enunciada, ya que engloba múltiples formas de


violencia que viven niños y niñas en nuestra sociedad, justamente intenta dejar en
evidencia el trato inadecuado que recibe una gran proporción de la infancia del mundo.
Cada situación de malos tratos hacia la infancia, sea cual sea su ámbito o quien lo
ejerza, amerita el desarrollo de políticas y estrategias de intervención sin exclusiones
de ningún tipo. Priorizar una en desmedro de otras atentan contra los principios
básicos de la doctrina de la protección integral contemplada en la Convención sobre los
Derechos del Niño aprobada por las Naciones Unidas en 1989. (CDN, UNICEF, 1999)

En el entendido que la transformación de las estructuras sociales, políticas,


económicas e ideológicas que sustentan el maltrato infantil, también debe ser tenida
en cuenta como eje de trabajo para lograr la erradicación del mismo, a partir del año
1998, desde ARCOIRIS estamos abocados a la promoción de una cultura del Buen
Trato Infantil, entendiendo por ésta a una cultura verdaderamente garantista de los
Derechos Humanos de niños y niñas.

J. De Paúl Ochotorena (1963), distingue los diferentes ámbitos donde se realizan y


los distintos tipos de maltrato proponiendo la siguiente clasificación:

Negligencia
Abandono
Físico
1. INTRAFAMILIAR: Psíquico o emocional
Sexual
Síndrome de Münchausen por Poderes
Prenatal

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2. EXTRAFAMILIAR:

Sanitario
Escolar Laboral
Jurídico b) Explotación:
a) Institucional: Fuerzas de seguridad Sexual
Servicios sociales
Medios de comunicación

c) Consumismo

Nosotros agregaríamos una categoría más dentro del maltrato infantil extrafamiliar
que es la exclusión social. En cualquier sociedad, todo niño o niña que pertenezca a los
sectores sociales excluidos es plausible de ser considerado en situación de maltrato
según la definición dada ya que sufre las consecuencias directas del maltrato social a
través del hambre, las guerras, la venta o trata de personas, la discriminación, la
persecución y el exterminio, la explotación, el analfabetismo y la pobreza cultural,
sumado a la gran negligencia social que no les ofrece iguales oportunidades.

En el marco del presente manual, haremos referencia específicamente al análisis del


Maltrato Infantil Intrafamiliar, es decir aquel que se da en el contexto de crianza
del/a niño/a, el cual es ejercido por un adulto responsable de su cuidado y por ende
con quien el/la niño/a tiene un estrecho vínculo afectivo, sea en una familia o dentro de
una institución social que cumpla esta función.

El Maltrato Infantil se nos presenta como el resultado de un entramado de factores


de diversa índole por lo que es imprescindible su abordaje interdisciplinariamente. Es
un problema social de causas múltiples; lo atraviesan variables personales, sociales,
económicas, culturales, institucionales e ideológicas como:

Historia personal del adulto y su particular momento actual.


La situación del niño/a en la dinámica familiar/institución.
Situación económica, histórica, social y cultural de la familia/institución.
Lo afectivo.
El relacionamiento con la comunidad en general y otras instituciones en
particular, como la escuela, el centro de educación inicial, el club de niños, la
parroquia, etc.
El entramado ideológico y el sistema de ideas propio de nuestra actual cultura.

Estos aspectos serán abordados con mayor profundidad en el Capítulo 3.

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El Maltrato Infantil es posible encontrarlo en todos los sectores socioeconómicos, ya
que no es patrimonio exclusivo de la población más desfavorecida socialmente. Sin
embargo es importante tener en cuenta que las condiciones de vida en las que existen
necesidades básicas insatisfechas son un factor de alto riesgo para desencadenar el
maltrato infantil (Pelton, 1994). Sí varía levemente en cada sector social la forma en
como se presentan los malos tratos o la violencia. En los niveles socio-económicos más
bajos, predomina el maltrato físico, emocional, y las conductas negligentes; en los más
altos el emocional con abandono afectivo y/o sobre-exigencia. El abuso sexual suele
darse con igual frecuencia en un sector y otro.

FORMAS DE MALTRATO INFANTIL:

MALTRATO FISICO:

Comprende cualquier acto no accidental que provoque daño o sufrimiento físico,


realizada con la intención de corregir una conducta en el niño o la niña, o para
satisfacer exclusivamente una necesidad del adulto sin tener en cuenta al otro
(niño/a). Ya hemos visto que esta forma de maltrato ha sido la primera en ser
visualizada por sus características particulares y fácil detección, pero no podemos
olvidar que generalmente se presenta asociada a otras formas de maltrato. En el caso
de señales de daño físico hay que prestar atención a tres aspectos básicos: al
argumento de la causa de la lesión que da el niño y el adulto responsable, si se
desconocen las causas que lo provocaron y a sí hubo o no más testigos de lo ocurrido.

Podríamos identificar los diferentes tipos de maltrato físico de la siguiente forma:

Golpes en las piernas, la cabeza, la cara, los glúteos, la zona abdominal, hechos con
la mano abierta (pudiendo reconocer los dedos en la región golpeada), el puño, u
otro objeto como vara, palo, cinto, zapatilla, o cualquier objeto que aleatoriamente
se encuentre en ese lugar. Pero lo frecuente es un estilo para el castigo y un objeto
reservado para ese fin. Éstos golpes pueden provocar fracturas diversas, lesiones
con secuelas física de diversa índole, retardo mental, e incluso la muerte.
Quemaduras que pueden ser con cigarrillos (generalmente encontradas en manos y
pies), con fuego o artefactos calientes como cocinas, plancha, estufas, parrilla, con
el objetivo de que el niño aprenda a no tocar. También se pueden dar quemaduras
con agua caliente especialmente en glúteos como forma de educación para el control
de esfínteres.
Intoxicaciones con psicofármacos, jarabe para la tos, bebidas alcohólicas, drogas,
etc.
Mordeduras especialmente en extremidades

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Tirones de pelo, del lóbulo de la oreja hasta producir un desgarro de ésta
Empujones y sacudones. Medidas habituales para que los niños "tomen conciencia",
de lo que los adultos esperan de ellos, generalmente están asociados a otras formas
de maltrato. Constituyen las formas menos grave, pero cuando los niños son muy
pequeños las consecuencias resultan importantes.

Aparte de lo anterior, existen tres modalidades particulares del maltrato físico:

Síndrome del bebé sacudido: de consecuencias graves a corto y largo plazo por las
lesiones irreversibles que produce. Lo padecen niños de entre 0 y 2 años y presentan:
desgarro de la retina ocular, hematoma subdural, y hemorragia subaracnoidea
interhemisférica (estas dos últimas son lesiones a nivel cerebral). Está asociado en
general a otras fracturas de costillas y/o cráneo, hematomas debajo de los brazos que
corresponden a las manos de los adultos al sostenerlos. En general ocurre con padres
jóvenes que reaccionan de ésta forma ante el llanto de los niños, y los sacuden con tal
intensidad que les producen las lesiones específicas ya nombradas.

Síndrome de Münchausen por Poderes: es provocado en general por las madres y


consiste en la simulación de enfermedades físicas del niño, que implique múltiples
ingresos hospitalarios, por ingestión de variadas sustancias vía oral o alteración de
resultados de análisis extra-hospitalarios. Tal manipulación resulta por la necesidad de
una madre de ser reconocida por el cuerpo médico como abnegada y preocupada por su
hijo.

Maltrato prenatal: se da cuando la madre gestante, a pesar de contar con las


condiciones personales y ambientales para desarrollar normalmente su embarazo, se
expone a situaciones que ponen en riesgo la prosecución de un exitoso embarazo, por
ej. escaso control médico del embarazo y de enfermedades crónicas, exceso de
ejercicio y trabajo, abuso de sustancias psicoactivas, etc.

MALTRATO EMOCIONAL:

Refiere a actos o conductas que por acción u omisión se dirigen hacia el/la niño/a para
degradarlo/la, controlar su comportamiento y decisiones sin caer por ello en
agresiones físicas. Se sitúa en el núcleo mismo del maltrato (J. Garbarino, 1999)
pudiendo darse aislado de otras formas de maltrato (físico, sexual, negligencia) y sin
embargo, como contraposición estas tres formas de manifestarse el maltrato infantil
sí aparecen siempre asociadas al maltrato emocional.

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Su riesgo radica en la frecuencia e intensidad en que se da. Se perciben distintas
formas de ejercer este tipo de maltrato las cuales tienden a coexistir varias de ellas o
incluso todas:

⇒ Aislar: Es no permitir que el niño o la niña mantenga lazos sociales con la excusa
de que el mundo es hostil y peligroso (sobre protección). Privarlo de jugar con sus
pares. Cuando lo ponen en un cuarto oscuro por mucho tiempo, o más grave aún,
atarlo o tenerlo bajo llave permanentemente. Menoscabar intencionalmente los
vínculos con otros ámbitos de socialización (familia ampliada, amigos, la escuela).

⇒ Aterrorizar: Continuamente amenazar al niño con palizas o castigos


desproporcionados a su conducta, o amenazarlo con echarlo del hogar u abandonarlo.
Obligarlo/a a presenciar peleas y escenas violentas entre adultos. Destruir juguetes
importantes, dañar o matar mascotas, incluso delante suyo.

⇒ Corromper: Esta consiste en la exposición del niño a modelos de conducta que


son desviantes y disocializantes. Cuando se aplauden conductas que tienden a
disminuir a los otros, estimulan preconceptos raciales, enseñan a reaccionar con
agresividad ante cualquier adversidad. Se refuerzan estereotipos de género -niña
dócil y débil, varón fuerte, agresivo y dominante; niña recatada, varón impulsivo y
sexualmente explícito.

⇒ Degradar: Consiste en desvalorizar al/la niño/a, exponiéndolo/a muchas veces a


la humillación pública. Atribuirle sobrenombres despreciativos, ridiculizar alguna
particularidad física, expresar verbal y continuamente que no se cree en ella,
llamarla de "abombado/a", “idiota”, “bobo/a”, etc. y decirle que no sirve para nada.
Controlar y exigir excesivamente su obediencia.

⇒ Descuidar: Consiste en negar al niño o a la niña del cuidado sensible y de la atención


necesaria para un saludable desarrollo emocional, mental y social. Este se configura
como una de las formas de maltrato más grave, ya que se trata de la propia negación
de la relación cuidador/a-niño/a. La negligencia como forma de maltrato la
analizaremos en forma específica por ser la que mayor daño social produce.

⇒ Explotar: En su grado máximo sería el uso del niño para beneficio de terceros,
tanto en actividades sexuales como aquellas que traspasan los límites de la dignidad
del trabajo. También se da cuando le son atribuidas responsabilidades exageradas.

⇒ Manipular: Inducir la opinión y los sentimientos del/la niño/a con fines propios de
manera de sacar ventaja o venganza de terceros, sobre todo en disputas conyugales.
Utilizarlos/as como intermediarios/as para controlar a otro/a.

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⇒ Rechazar: El no reconocimiento de su condición de sujeto. No tener en cuenta su
opinión. Sus pedidos de ayuda no son oídos. Su limitación como persona en desarrollo
no es considerada. Los castigos con indiferencia, los “silencios” por horas, días y
meses. Cuando se lo/la trata diferente que sus hermanos/as. Se da tanto antes
como después del nacimiento.

Reafirmamos que el maltrato emocional a pesar de ser el de más difícil detección,


sobre todo en contextos donde están más naturalizados los relacionamientos violentos,
está presente en todos los estratos sociales y es el que se da en forma más difusa
pero intensa por el daño que ocasiona. Es frecuente constatarlo a menudo en aquellos
hogares donde la formación moral de la familia no acepta la agresión física, optando
por esta forma más fina, pero no menos cruel de sometimiento.

NEGLIGENCIA:

Falta de higiene, de alimentación adecuada y cuidados indispensables para la


conservación de la salud en un amplio sentido: físico, mental y social. Es así que
negligencia es por ejemplo, la falta de control médico, de escolarización, de
protección, la indocumentación (registro civil, documento de identidad, carne de
asistencia) y en general la ausencia de actitudes y medidas que protejan al niño de
situaciones de riesgo que podrían haberse evitado, que responden más a un descuido
por falta de atención necesaria, que a una situación económico - social desfavorable.
También se da en el descuido de las necesidades afectivas del niño o la niña.

Isabel Cuadros (1999) distingue tres clases de negligencia:

⇒ Negligencia emocional - Se da cuando el adulto fracasa en darle sostén afectivo,


siendo inaccesibles emocionalmente para el niño o la niña. Se da también cuando la
infancia es testigo de violencia conyugal o doméstica.

⇒ Negligencia educativa - Sería la incapacidad de proveer una educación adecuada


al/la niño/a. Y también obligarlo a asumir otras actividades (mendicidad, explotación
laboral) impidiéndole ir a la escuela.

⇒ Negligencia física - Implica la incapacidad de los padres (o adulto responsable) de


proteger al/la niño/a de lesiones, de satisfacer necesidades básicas de alimento,
abrigo y vestido, de no proveer atención médica a tiempo ni adecuada,
abandonarlo/a sin prever sustitución transitoria para su cuidado, expulsarlo/a del
hogar implícitamente.

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La negligencia o el descuido, contraponiéndose a lo que mucha gente se imagina, es la
forma de maltrato que ocasiona mayor daño social (Garbarino, 1999), estudios afirman
que proporcionalmente causa mayores muertes de niños/as (muerte accidental
prevenible y que sucede por descuido del adulto responsable) que el propio maltrato
físico.

ABUSO SEXUAL:

De las formas de maltrato infantil, el abuso sexual (y sobre todo si es intrafamiliar)


tiene características específicas diferentes a las demás manifestaciones del maltrato,
generando sentimientos ambivalentes de gran intensidad en quien lo sufre; éstos hacen
bastante difícil para la víctima poder discernir que lo que esta viviendo le hace daño, y
sucediendo así que en general, el abuso se devele después de pasar largo tiempo de
haberse iniciado. Hay que tener en cuenta que el abuso sexual no es producto de un
conflicto como el maltrato emocional o el físico, los cuales se justifican muchas veces
en la intención de educar; por el contrario el abuso sexual se da en general como
resultado de un proceso de sexualización de los relacionamientos cotidianos, donde la
violencia física no siempre se utiliza para someter al otro. El abuso sexual coexiste y a
veces es consecuencia de otros tipos de maltratos.

Veamos algunas definiciones de abuso sexual infantil:

• “La implicancia de niños/as u adolescentes, dependientes e inmaduros, en cuanto


a su desarrollo, en actividades sexuales que no comprenden plenamente, y para
las cuales son incapaces de dar un consentimiento informado.” (Kempe y Kempe,
1985)

• “Una conducta sexual forzada, engañosa, coercitiva, entre una persona de mayor
edad y de otra de menor edad, entendiéndose que la fuerza está siempre
presente en cualquier abuso sexual.” (Conte, 1988)

• “Todo acto en el que una persona, en una relación de poder - entendido éste tipo
de relación como aquella que nace de una diferencia de fuerza, edad,
conocimiento, o autoridad entre la víctima y el ofensor -, involucra a un menor
en una actividad de contenido sexual que propicia su victimización y de la que el
ofensor obtiene gratificación.” (Fundación Paniamor, 1999)

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Podríamos agregar una lista muy amplia de definiciones de abuso sexual, pero vamos a
encontrar siempre como constante la gratificación sexual del ofensor o victimario a
través de un abuso de poder.

El abuso sexual implica indudablemente un hecho antisocial dado dentro de una


relación asimétrica de poder, poniendo a la persona afectada en condición de objeto.
Este tipo de actividades son impuestas bajo presión, ya sea en forma de violencia,
amenaza y/o seducción, transgrediendo tabúes sociales en lo que concierne a roles
familiares. Aquí no hacemos juicio de valor sobre lo positivo o no de la existencia de
tabúes en una sociedad, pero sí es importante tener en cuenta que en este caso, el
tabú sexual como tal, aumenta la vulnerabilidad de las víctimas. El ejercicio abusivo del
poder en la que se basa toda relación de abuso sexual, traiciona la confianza básica de
toda persona, chantajea utilizando el afecto y el conocimiento para favorecer al
secreto. El silencio frente al tabú social conspira junto al secreto para perpetuar la
situación de abuso, entorpeciendo su revelación a la sociedad y por ende la aceptación
de su existencia.

El abuso sexual es un problema social cuya magnitud sólo comienza a ser reconocida
tenuemente y aún encuentra fuertes obstáculos para su plena aceptación por la
sociedad en su conjunto, principalmente por lo que ya mencionamos referente al tabú
social que rodea el tema y por su ocurrencia en el ámbito privado de la familia,
tradicionalmente espacio inviolable de su intimidad por parte del Estado.

Diferentes tipos de abuso sexual:

En general se asocia abuso sexual a la penetración, a la violación como se le llama


comúnmente, la cual incluso vinculamos a determinada imagen física del abusador (feo,
desagradable) y del contexto donde ocurre (calle oscura, desierta, terreno baldío,
monte, bosque).

Todo lo contrario, generalmente el abusador es alguien agradable, en quien se confía y


a quien se quiere. Sucede en los ámbitos cotidianos donde el/la niñ/a se siente más
seguro. Y la penetración se da en bastante menor proporción que otras formas.

Los distintos tipos de abuso sexual según J. R. Conte (1988) podrían describirse de la
siguiente manera:

• Exhibicionismo: cuando un adulto muestra sus genitales a un/a niño/a, en forma


explícita en algunos casos (abriendo sus pantalones para mostrar sus genitales o
masturbarse frente a ellos/as). Una forma menos explícita sería exhibir sus

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genitales mientras se baña o se está vistiendo. Con respecto a la forma menos
explícita vale la pena hacer la aclaración de ser cuidadosos y ver dentro de qué
contexto se produce, pues muchas veces dentro de la privacidad de la familia la
desnudez es una situación que puede considerarse normal entre sus miembros.
• Voyeurismo: cuando un adulto, para gratificarse sexualmente, mira a un niño/a
desnudo, bañándose, o usando el baño. Igual que la conducta anterior observar el
contexto es muy importante y poder determinar así si existe intencionalidad.
• Beso: cuando un adulto da besos prolongados e íntimos, especialmente en la boca.
Para decidir si esta conducta es abusiva o no es importante tener información
acerca de las conductas familiares, pues algunas prohíben el beso sobre los labios y
otras lo permiten.
• Manoseo: cuando se acaricia, frota, roza o toca los genitales o el pecho de un
niño/a, o el abusador pide que lo toquen a él con la intención de estimularse
sexualmente.
• Fellatio o Cunnilingus (sexo oral): cuando el adulto estimula los genitales del
niño/a con la boca u a su vez lo/la obliga a estimular sus órganos genitales
oralmente.
• Penetración anal o vaginal: Cuando existe por arte del adulto penetración del ano
o la vagina de un niño/a con el dedo, el pene u otro objeto.
• Pornografía: cuando se utiliza a niños/as para la realización de fotos, videos o
películas con escenas sexuales explícitas. Hoy día difundido masivamente a través
de internet. También es abuso el mostrar material pornográfico a niños/as.
• Explotación sexual infantil (prostitución infantil): cuando se utiliza a niños/as
para satisfacer sexualmente a adultos a cambio de remuneración en especie o en
efectivo, en donde otros adultos a veces ofician de intermediarios. Actualmente se
le suma el negocio de la pornografía infantil en internet como ya mencionáramos.

Es bueno hacer la aclaración que en aquellas conductas donde se nos pueden plantear
dudas, para determinar el abuso, debemos tener en cuenta lo que el niño o la niña
sienta ante ellas.

Dinámica del abuso sexual:

En general el abuso sexual infantil no se da como un hecho aislado, casual o


momentáneo, sino que se da a lo largo de un proceso gradual de acercamiento a la
víctima traspasando paulatinamente los límites de la integridad física y sicológica
del/la niño/a. “Los profesionales llaman ‘proceso de preparación’ a esta lenta y
progresiva sexualización de la relación a través del tiempo. Este proceso tiene un
efecto pernicioso en el niño, más allá del acto sexual en sí, ya que hace que crea en su
complicidad en la actividad y, por lo tanto, le resulte más difícil contar lo que sucede”.

16
(J. Garbarino, 1999) Esto implica que antes de develarse el abuso puedan haber pasado
años de haberlo sufrido, e incluso nunca poder llegar a hacerlo y mantener el secreto
toda la vida.

Debemos siempre tener en cuenta que la participación con adultos en una relación
sexual, no implica que el niño o la niña hayan consentido su propio abuso. Aún bajo el
aparente consentimiento sea por exponerse, no haber contado a otros el abuso o
hacerlo tardíamente (luego de años), no significa que han consentido en ser
abusados/as. El abuso sexual es siempre un abuso de poder, la fuerza que se utiliza no
es necesariamente física, sino que hay otras formas más sutiles de violencia, frente a
la cual los/as niños/as no tienen ni el poder ni la autoridad de un adulto para
defenderse y negarse. El abusador siempre tiene la intención de gratificarse
sexualmente, atribuirle responsabilidad en el hecho al niño o la niña es un error; el
secreto y el chantaje emocional son los pilares de los que se vale el abusador para
perpetuar el abuso.

Podemos hablar de mayor o menor gravedad de los abusos sexuales, teniendo en cuenta
interrelacionadamente tres variables: según el tipo de contacto que el niño/a haya
tenido, según el grado de conocimiento (vínculo) del agresor y según el tiempo que lleva
dándose el abuso.

El abuso puede darse a niveles intrafamiliares o extrafamiliares.

• Abuso Sexual Intrafamiliar:

Este tipo de abuso se da cuando el abusador es parte del núcleo familiar (padre,
madre, padrastro, madrastra, hermanos, tíos, abuelos, etc.), constituyendo la
categoría de abusos sexuales incestuosos, siendo la que más temores causa en la
sociedad por transgredir el tabú más fuerte de la cultura occidental y a su vez la
salida a la luz del incesto implica en la mayoría de los casos el riesgo de la
desintegración de la familia.

Dado el contexto en el que se produce este tipo de abuso (la familia), representa para
la víctima un grave daño psicológico y social, siendo muy compleja la intervención ya
que en estos casos la revinculación de la víctima con el victimario es un posible eje de
trabajo a mediano plazo, debiéndose en estos casos partir de dos premisas básicas: la
aceptación por parte de la víctima a vincularse con el abusador y la aceptación por
parte del abusador de haber cometido el abuso, sino están dadas ambas premisas,
seguramente la revinculación redundará en una revictimización del niño o la niña.

• Abuso Sexual Extrafamiliar:

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Existe un porcentaje mínimo de los abusos extra familiares que son cometidos por un
desconocido para el/la niño/a; en estos casos el abusador goza sometiendo a la víctima
por la fuerza y el terror, haciéndola sufrir.

La gran mayoría de las veces en los abusos sexuales extrafamiliares, el abusador es


conocido por el niño/a y su familia, manipula la confianza que éstos le dieron, las
percepciones, emociones y juicios, logrando distorsionar la realidad como más le
conviene. Se valen del cariño, de la persuasión, de la mentira y de la autoridad y
confianza que gozan. Se identifican plenamente con sus víctimas, adaptándose a sus
comportamientos y ofreciéndole relaciones gratificantes y sin frustraciones. En estos
abusos la reacción familiar se caracteriza por sentimientos de dolor, rabia, culpa y
venganza, pero por lo general, luego de un primer momento de gran intensidad
emocional se tiende a caer en olvidar lo sucedido. Se subestima así la asistencia
adecuada del/a niño/a, aunque mantengan temores para el futuro desempeño sexual de
la víctima: si será homosexual, abusador/a, si tendrá problemas de pareja, para tener
hijos, etc.

Indicadores específicos del abuso sexual infantil:

Si consideramos que el indicador de abuso considerado como el más valido es el mismo


relato del niño/a que ha sido victimizado/a, es importante no olvidar que muchas veces
por lo que implica el abuso en sí, quien lo sufre se siente confundido y temeroso, no
hablara, o si lo hace lo hará tardíamente y también es muy probable que pueda
retractarse si ve que las consecuencias afectaran a seres queridos, no olvidemos que
en general el abusador se encuentra en este grupo. (Rozanski, 2003); (Paniamor, 1996)
Principalmente hablará su cuerpo a través de los síntomas y signos que presenta como
indicadores físicos, emocionales y de conducta. Estos indicadores debidamente
observados y relacionados a un contexto determinado reafirmaran lo que el/la niño/a
no puede expresar verbalmente, al menos en un principio.

De acuerdo al momento traumático que pueda estar viviendo el niño/a, estos


indicadores presentan diferentes características. Si el abuso es reciente o recién
comienza es más fácil detectar signos y síntomas relacionados con la situación,
mientras que en una fase crónica se reconocerán conductas que se asocian al síndrome
de adaptación a la victimización reiterada (Summit, 1983) o sea cuando niños y niñas
sobrellevan la situación de abuso, adaptándose a su medio en donde deben convivir con
el abuso sexual.

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El/la niño/a víctima de abuso sexual puede presentar los siguientes indicadores físicos
los cuales deben tenerse en cuenta junto al resto de indicadores de carácter y
comportamiento que se detallarán más adelante y que también corresponden a otras
formas de maltrato:

Indicadores Físicos Específicos:


Lesiones en zona genital/anal
Sangrado por vagina y/o ano
Infecciones genitales o de trasmisión sexual
Dolor en área genital
Picazón anormal en área genital
Embarazo temprano, de 9 a 14 años sin pareja conocida
Dificultad para caminar o para sentarse
Secreción en pene o vagina

Indicadores Físicos Inespecíficos:


Infecciones recurrentes en el tracto urinario
Ropa interior manchada o rota
Trastornos psicosomáticos (dolores de cabeza, de estómago, etc. sin causa
orgánica)
Trastornos de la alimentación (bulimia y anorexia nerviosa)
Hallazgo de objetos pequeños en el ano o en la vagina
Fenómenos regresivos como encopresis (defecación en la ropa o en lugares
inadecuados) o enuresis (emisión involuntaria de orina)

CONSECUENCIAS:

La primera y más grave consecuencia de los malos tratos es la muerte. El homicidio de


niños por sus padres (en el sentido de adulto cuidador) constituye un importante hecho
social. La muerte por abuso no es en sí un fenómeno intencional (Steele, 1970),
constituyéndose a partir de una espiral ascendente en intensidad de los malos tratos
perpetrados que culmina en homicidio. Se le suma a esto la muerte a causa de
accidentes domésticos previsibles.

Las segundas consecuencias en la jerarquía decreciente de gravedad son el retardo


mental y el daño psíquico irreversible. Sabemos que una proporción alta de niños
violentados sufre daño cerebral irreversible, en consecuencia sobretodo, de una
hematoma subdural. El desarrollo intelectual, sin evidencia de lesión cerebral, está
alterado en niños que sufrieron malos tratos, principalmente en su expresión verbal,
como retardo en la adquisición del lenguaje.

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El maltrato ya sea por acción o por omisión afecta al niño en su desarrollo afectivo,
mental, físico y moral, produce una interrupción grave en su desarrollo psico-sexual,
compromete su educación y su desenvolvimiento social. Castigar al/la niño/a y a sus
conductas positivas propias de su correspondiente etapa evolutiva entorpece y limita
el desenvolvimiento de las competencias individuales y sociales del niño/a.

El menosprecio y la humillación proveniente de los adultos importantes desvaloriza su


propia estima y desalienta el desarrollo de las capacidades interpersonales necesarias
para el rendimiento e interacción adecuada en los demás contextos sociales
llevándolo/a a un emprobecimiento de su capital social. La frustración y la ira
reprimida que sienten los/as niños/as frente a las situaciones de maltrato que viven o
han vivido, los/las vuelven proclives a la violencia, observándose serias dificultades en
el relacionamiento con figuras de autoridad.

“Las personas a las que desde un principio se les permitió, en su infancia, reaccionar
adecuadamente a los dolores, ofensas y rechazos que se les infligiera de manera
consciente o inconsciente, conservarán esta capacidad para reaccionar adecuadamente
también en la edad madura. De adultos, sentirán el mal que se les haga y podrán
expresarse verbalmente sobre él, pero apenas tendrán necesidad de saltarle al otro al
cuello. Esta necesidad se presentará sólo en la gente obligada a vigilar siempre que
sus diques de contención interna no se resquebrajen. Cuando esto ocurre, todo se
torna impredecible.” “...Un ser humano capaz de comprender e integrar su ira como
parte de sí mismo, no será violento. Sólo tendrá necesidad de golpear a los demás
precisamente cuando no pueda comprender su ira, cuando de niño no le permitieron
familiarizarse con este sentimiento y no pudo vivirlo como parte integrante de sí
mismo porque aquello era totalmente impensable en su entorno.” (Miller, 1992)

Este hecho importante en relación al presente y futuro de niños/as maltratados/as, ha


sido comprobado por numerosos estudios (Bender y Curran, 1940); (Lewis, 1985); (King,
1975) que muestran la relación entre el maltrato y conductas violentas en jóvenes. Es
decir que alertan sobre la consecuente aparición de varias sociopatías en niños y niñas,
conductas antisociales que irán agravándose con la llegada de la adolescencia: abuso en
el consumo de drogas y alcohol, conductas delictivas, vandalismo, violencia, robo, fugas,
piromanía, promiscuidad sexual, abuso sexual a otros/as, prostitución infantil (Seng,
1989), crisis de identidad sexual agudas, homofobia.

La mayoría de los niños y niñas que sufren el maltrato, presentan constantemente


retraso en la escuela (O’keefe, 1995). Esto se explica fundamentalmente por su
inadaptabilidad a la convivencia con sus compañeros (precariedad en las relaciones
interpersonales, sumisión, agresión) y a su propia apreciación del sistema escolar. La

20
escuela no se vive como un espacio de construcción de conocimientos y de aprendizaje
de su sociabilidad, sino que la vive estrictamente como el lugar seguro, su refugio.
También podemos encontrar una explicación en el hecho que seguramente estos/as
niños/as han sufrido un déficit importante en su desarrollo cognitivo y del lenguaje
desde la perspectiva de la teoría del aprendizaje de Vigotsky (1977).

Paradojalmente, en menor cantidad niños y niñas también pueden presentar sobre


adaptación, es decir un excelente desempeño escolar, ser niños/as modelo, buscando
interminablemente una mayor aprobación por parte de su adulto referente, con la
consecuente carga de estrés que esta conducta pueda implicar para él o ella.

Se constatan también trastornos de conducta como ser: dificultades de sueño,


trastornos en la alimentación -bulimia, anorexia, obesidad-, tics nerviosos, enuresis y/o
encopresis.

Como ya se ha dicho el desenvolvimiento social juvenil y adulto de una persona víctima


de maltrato en su niñez se ve comprometido. Es de destacar que estas personas
tienden a vivenciar en forma acrítica modelos de dominación económica, reproduciendo
relacionamientos de sumisión y dominación en su vida cotidiana. En ellos/as se ve
afectada la construcción de relacionamientos interpersonales fuertes y duraderos,
primando la desconfianza y la aprensión. Si bien se comprueba que la reproducción del
círculo de violencia hacia los/as hijos/as no siempre se cumple (Kaufman y Zigler,
1989), la predisposición latente producto de una naturalización de las conductas
violentas va a estar presente, tornándose en un factor de riesgo importante.

Particularmente, las víctimas de incesto presentan más intensamente dificultades en


sus relaciones más cercanas, por ejemplo miedo a sus esposos o parejas sexuales.
Estas mujeres son sumamente vulnerables y proclives a ser revictimizadas,
constatándose disfunciones sexuales tales como inhabilidad para relajarse, disfrutar
de la experiencia sexual, abstinencia o deseo sexual compulsivo, anorgasmia, utilizando
la promiscuidad como una forma de obtener afecto y atención. También en el varón la
consecuencia del abuso en general es una disfunción sexual.

Los efectos en la salud mental y social de las víctimas de abuso sexual pueden ser más
traumatizantes cuando la duración y la frecuencia del abuso son mayores, cuando el
abusador es un familiar cercano, y mayor trauma aún se genera cuando el agresor es el
padre e involucra contacto genital.

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INDICADORES:

Para la mayoría de las personas, expresar lo que sienten, no siempre es fácil; para los
niños/as víctimas de malos tratos es aún más difícil. Sus sentimientos no han sido
considerados, así como tampoco la expresión de los mismos; el temor y el miedo a la
represalia, así como el afecto que sienten muchas veces por quienes les inflingen el
maltrato, los llevan a guardar silencio sobre lo que viven e incluso lo justifican
sintiéndose responsables de haberlo provocado.

Las situaciones de maltrato se nos revelan a partir de diferentes síntomas en el


cuerpo del niño o la niña que pueden incluir trastornos psico-somáticos, fatiga, fobias,
trastornos del sueño, de la alimentación o de la conducta. También puede comunicarse
a través del carácter y el estado emocional que vivencia el niño o la niña (angustia,
depresión, irritabilidad, cambios repentinos de humor, hiperactividad, ira, enojo).

La expresión directa mediante la palabra que el/la niño/a haga sobre las situaciones
que ha sufrido o sufre, dependerá de múltiples factores dentro del que se incluye
como fundamental, un vinculo de confianza.La siguiente lista de indicadores nos puede
ser útil a la hora de establecer hipótesis presuntivas de la presencia de una situación
de maltrato. Es importante tener en cuenta el contexto familiar o educativo donde se
observan, las situaciones particulares que puedan estar viviendo y la edad o fase del
desarrollo que atraviesa:
⇒ Abuso en el consumo de alcohol, fármacos o drogas ilegales. (*)
⇒ Actitudes de abierto sometimiento
⇒ Alteración de la alimentación (anorexia o hiperfagia, negarse a comer o provocarse
el vómito)*
⇒ Alteraciones del sueño (insomnio, pesadillas, hipersomnia)
⇒ Angustia
⇒ Apatía y aletargamiento
⇒ Ausencia sin razón aparente a la escuela o centro infantil (especialmente los lunes)
⇒ Baja autoestima
⇒ Cambios bruscos en la conducta para bien o para mal
⇒ Comerse las uñas, los dedos, los labios, rascarse hasta provocar lastimaduras
⇒ Comportamiento desafiante y hostil
⇒ Comportamiento extremadamente tímido
⇒ Comportamiento muy seductor u obsesivo con relación al sexo, en conversaciones
dibujos, televisión, bromas, películas(*)
⇒ Comportamiento regresivo, propio de un niño de menos edad
⇒ Comportamiento seudomaduro o sobreadaptado
⇒ Comprensión detallada e inapropiada para la edad de comportamientos sexuales
⇒ Conducta autodestructiva

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⇒ Conductas agresivas con tendencia a externalizar la culpa del conflicto
⇒ Conductas incendiarias
⇒ Demanda excesiva de atención
⇒ Desconfianza, en especial hacia figuras significativas
⇒ Deseo de establecer pareja o salir de la casa muy precozmente (*)
⇒ Dificultad de concentración
⇒ Dificultad para jugar solo o en grupo
⇒ Encopresis
⇒ Enuresis
⇒ Evade o teme a alguien en particular, o a un lugar, o dice querer pasar demasiado
tiempo con esa persona en especial
⇒ Fallas de memoria
⇒ Falta de participación en actividades escolares y sociales
⇒ Fugas del hogar
⇒ Hematomas, contusiones y lesiones diversas inexplicables
⇒ Hiperactividad
⇒ Homofobia marcada en varones (*)
⇒ Ideación suicida
⇒ Inhabilidad para tornarse independiente
⇒ Involucramiento en pornografía o prostitución(*)
⇒ Ir temprano y retirarse tarde de la escuela o centro infantil.
⇒ Juegos sexuales compulsivos, persistentes e inadecuados con niños de la misma
edad, con juguetes o con sus propios cuerpos, o conductas sexualmente agresivas
hacia los demás.
⇒ Llanto fácil o lamentos sin razón aparente
⇒ Mala auto imagen, habla de sí mismo en forma despectiva
⇒ Mala relación con sus pares y dificultades para entablar relaciones
⇒ Masturbación excesiva, generalmente hasta lastimarse
⇒ Mentir
⇒ Problemas de higiene y aseo personal, usan a veces doble ropa interior o ninguna (*)
⇒ Promiscuidad (*)
⇒ Rendimiento escolar mucho peor o mejor que lo usual
⇒ Robar
⇒ Sentimientos de suciedad, necesidad de ducharse varias veces al día y cambios
constantes de ropa interior. (*)
⇒ Somnolencia diurna
⇒ Temor a la oscuridad u otros temores
⇒ Temor hacia los adultos en general
⇒ Tics nerviosos
⇒ Vergüenza de su propio cuerpo o de cambiarse frente a los demás
Los ítems marcados (*) se observan fundamentalmente en adolescentes.

23
Análisis del maltrato infantil desde el modelo ecológico.

MODELO ECOLOGICO:

Para analizar el tema de la violencia familiar y específicamente del maltrato infantil,


tomaremos como marco referencial el enfoque ecológico de desarrollo humano de U.
Bronfenbrenner (1979), quien estudia científicamente el modo en que los individuos
nos desarrollamos en interacción con nuestro medio social, al que define como una red
de sistemas en diferentes niveles e interrelacionados entre sí, cuyas influencias son
mutuas y circulares. Este modelo de análisis es sumamente consistente y abarcativo,
ya que permite entender las múltiples causas que generan el maltrato dentro del
ámbito familiar. Para explicar este complejo fenómeno social ha sido usado también
por otros autores como J. Garbarino (1999) en Estados Unidos y J. Corsi (1994) en
Argentina por citar solo algunos de ellos.

El enfoque de Bronfenbrenner nos muestra la interdependencia de los individuos, la


familia y la sociedad, como se influyen entre sí y reaccionan de acuerdo a como sean
sus contextos (contenedores, moderadores o de riesgo) pudiendo éstos propiciar y
avalar la manifestación de conductas violentas y/o maltratos. El desarrollo del niño
está afectado entonces por la existencia de cuatro diferentes tipos de sistemas: a)
Macrosistema, b) Microsistema, c) Exosistema y d) Mesosistema. El orden en que se
enumeran aquí responde a la utilización que le daremos para analizar las causas de la
violencia hacia niños/as dentro del ámbito familiar y la necesidad del abordaje en red
tanto para la detección como para el tratamiento de estas situaciones.

Además en este capítulo, identificaremos aquellos factores de riesgo y protectores


que aparecen en cada uno de los cuatro sistemas que intervienen en el desarrollo de los
individuos. Los factores de riesgo son aquellos que pueden incidir para que sé de o para
agravar una situación de maltrato infantil. Los factores protectores son aquellos que
existiendo o no el maltrato, inciden para lograr tanto evitar la aparición como
minimizar el daño producido por una situación abusiva.

a) MACROSISTEMAS:

Representan los valores culturales construidos históricamente, manifestados en


amplios esquemas ideológicos e institucionales que comparten y avalan simbólicamente
el conjunto de una sociedad en determinado momento temporo-espacial.

Estas valoraciones, en nuestra sociedad actual, parten de un modelo que jerarquiza a lo


masculino, occidental, adulto, blanco, heterosexual, patrón y que desde allí lo diferente

24
a este modelo, es considerado inferior, no completo, de menor jerarquía. La
persistencia de este modelo patriarcal que hemos heredado, en su lógica de superior e
inferior, de dominador y dominado, donde lo diferente es valorizado como inferior,
deja fuera y en condiciones de ser sometidos a aquellos grupos de personas sub-
valorados socialmente como: mujeres, niños/as, personas de la tercera edad,
discapacitados, personas pertenecientes a minorías étnicas y personas pertenecientes
a sectores sociales de pobreza. Es así como podemos observar aquellas construcciones
sociales que sustentan ideológicamente la violencia simbólica ejercida sobre niños y
niñas, aunque paradójicamente, se contrapongan a la sensibilidad de nuestra sociedad
posmoderna que rechaza toda manifestación de crueldad.

La violencia se presenta así como una manifestación de dominio de unos en detrimento


de otros, es decir, por un mal uso o abuso de poder. Una desigualdad de posiciones
donde, unos arremeten contra los derechos de otros, percibidos como de menor
jerarquía. En donde el concepto de poder es asimilado no como poder de sino como
poder sobre el otro, como forma de dominación. Percibiéndose la concepción de un
arriba y un abajo en las relaciones sociales humanas, avalada por la existencia
tácitamente consensuada y pocas veces explicitada, de un determinado modelo de
persona. Es un problema también de Derechos Humanos que involucra a los marcos
jurídicos normativos de la convivencia humana, los cuales muchas veces responden a
estos supuestos ideológicos. No olvidemos que el pacto social inaugurado con la
modernidad contradictoriamente a su proyecto de universalidad, se trato de un pacto
entre una minoría de iguales, del cual se ven excluidos niños y niñas. (Baratta, 1995)

Podemos inferir que no es casual el hecho que, en nuestro país, a pesar de haberse
ratificado CDN, la cual recoge como ya hemos mencionado en otro capítulo la doctrina
de la protección integral del niño como sujeto de derechos, nuestro Código del Niño
vigente data del año 1934, sustentado en la vieja doctrina tutelar de la situación
irregular.

La relación niño/a–adulto es naturalmente asimétrica, encontrándose en el maltrato


infantil la supremacía del adulto sobre el niño o la niña, en el sentido de que uno domina
y el otro es dominado, es decir que debe obedecer. En éstas situaciones el énfasis por
parte del adulto esta puesto en el sometimiento de la voluntad del niño o la niña y en
ocasiones llegan al extremo de anularla.

En nuestra cultura, las relaciones humanas atravesadas por estas asimetrías de poder
son reproducidas acríticamente de generación en generación en la vida cotidiana a
través de creencias, mitos y expectativas de como se debe criar a un/a niño/a. (A.
Heller, 1987) Generalmente quienes trabajamos con la infancia y sus familias

25
escuchamos frases elocuentes expresadas como verdades absolutas en lo referente a
educación, autoridad y disciplina:

“Le hace falta una buena paliza” / “Cuando venga tu padre vas a ver” / “Los trapos
sucios se lavan en casa” / “Lo hice por tu bien... ¡ya me los vas a agradecer cuando seas
grande!” / “Yo soy tu padre (madre) y tenés que obedecerme” / “El castigo endurece el
carácter” / “Vos no sos mi padre (madre) para pegarme” / “Me pegó porque me lo
merecía” / “La letra con sangre entra” / “En la Biblia autorizan a darle una paliza
cuando se lo merece”

La violencia hacia la infancia por la simple diferencia de edad se sustenta en las


creencias y supuestos ideológicos que aún persisten sobre niños y niñas, siempre en
relación al adulto y no a sí mismo, situándolo/a en un lugar de desvalorización además
de en riesgo social. Tenemos pendiente aún, desde los adultos, construir una visión
particular del niño que contemple sus distintos momentos evolutivos. La propia CDN en
su artículo 1. es muy imprecisa en este aspecto identificando niño/a a todo ser humano
menor de 18 años. No es lo mismo un bebé, un preescolar, un escolar o un adolescente.
Puede parecer obvio, pero muy frecuentemente se cae en generalizaciones tratando a
un adolescente como si fuera un preescolar y a un bebe como si fuera un escolar. Esta
visión generalizante del niño no favorece el desarrollo progresivo de su autonomía, ya
que asociada a la conocida y totalitaria frase: “Los niños son propiedad de sus padres y
estos tienen derecho a criarlos como quieran”, conspiran para que el adulto paute la
educación de su hijo o su hija en forma violenta y autoritaria, sin tener en cuenta las
necesidades del niño o la niña en cada fase de su desarrollo. Nuestro Código Civil
vigente expresa textualmente en su artículo 261: “Los padres tienen la facultad de
corregir moderadamente a sus hijos, y cuando esto no bastare, podrán ocurrir al Juez
para que les imponga la pena de detención hasta por un mes en un establecimiento
correccional”. La cursiva es nuestra ya que lo moderado queda a juicio del observador
del hecho.

La violencia se manifiesta también en la no aceptación de la diversidad. En la


intolerancia frente a lo que contradice el modelo hegemónico de ser y estar en el
mundo. En nuestra cotidianeidad, podemos observar los rasgos que se le atribuyen a
hombres y mujeres según estereotipos de género.

Varón Mujer
Duros, poco emotivos, no lloran, no Frágiles, emotivas, lloronas, muy
susceptibles, firmes, agresivos, susceptibles, inseguras, maternales,
reflexivos, independientes, valientes, irreflexivas, dependientes, temerosas,
rebeldes, aptos para dirigir, callados, obedientes, no aptas para dirigir,
inteligentes y realistas. conversadoras, intuitivas e idealistas.

26
Estas construcciones nos hablan de los lugares que se espera que ocupen hombres y
mujeres dentro de una categorización de las relaciones, de lo esperable y lo aceptable
en lo que a genero se refiere, transmitiéndosele a la infancia como un deber ser.
Comienza así desde el nacimiento un proceso de fragilización en las niñas, por
pertenecer a un género devaluado social e históricamente. Las niñas son socializadas
para seducir, educar (juego de muñecas, a la maestra), cumplir con las tareas
hogareñas y cuidar de los demás, distribuyendo afecto y promoviendo el desarrollo de
los demás a costa de su propio desarrollo (tareas maternales o de extensión del rol
maternal). Y para los varones comienza un proceso de endurecimiento del carácter, el
valor de sus compromisos (“palabra de hombre”), con énfasis en la fuerza, la
inteligencia y el éxito económico, además de proveedor económico de otros y protector
o defensor, aún sin la necesidad de visualizar las reales necesidades sentidas por los
demás, ya que lo que vale es solo su propia percepción.

Afortunadamente en los últimos años se han acentuado transformaciones sociales que


posibilitan a niños y niñas alternativas frente a estos estereotipos; pero aún nos
sorprende la gran aceptación social que aún tiene la diferenciación de colores para
nenas y nenes, a que se puede o no jugar según el sexo, mayor tolerancia a los varones
para las malas palabras y para las conductas violentas, la estimulación de la homofobia
y la propia respuesta despreciativa entre niños y niñas cuando no cumplen con lo que se
espera por ser varón o mujer.

Por otro lado, como ya hemos visto también en la retrospectiva histórica (Cáp. 1.),
pertenecemos a una cultura que desde las sociedades primitivas ha legitimado y
legitima aún la crueldad y la violencia, no siempre justificada por la lucha de la
sobrevivencia de la especie o de determinado grupo social. En el caso de esta última (la
lucha por la sobrevivencia), ha dado paso en las sociedades modernas a la violencia
social, materializada hoy día en modelos y políticas económicas, sustentadas en
ideologías que no logran cumplir la promesa de resolver la situación de grandes masas
de seres humanos que viven en condiciones de pobreza extrema a lo largo y ancho del
planeta. En nuestras sociedades latinoamericanas podemos ver como: “... la falta de
humanidad de los ajustes y de las ‘reingenierías’, la exclusión y la prescindibilidad, la
precarización del empleo, las privatizaciones que nos privan de los servicios sociales, el
debilitamiento de los sindicatos como órganos de defensa de los trabajadores, la
economía del apartheid emergente de las diferencias abismales de remuneración que
existen entre quienes están en la cima y en la base de la pirámide organizacional...”
(Schvarstein, 1998), viene siendo parte de un modelo de desarrollo que más que
soluciones, ha dado como resultado que valores como el individualismo, la ambición, la
competencia desleal, el consumismo exacerbado y el egoísmo emerjan imperantes

27
sobre otros valores como la solidaridad, el respeto, la equidad y la ternura en las
relaciones humanas.

La violencia social producto de la inseguridad social que mencionamos en el párrafo


anterior irrumpe en las familias y las instituciones quedando el/la niño/a por su
condición de vulnerabilidad en situación de riesgo. Es decir que el riesgo que atañe a
los macrosistemas es: “...una política económica nacional que tolere y hasta estimule el
disloque económico y la pobreza de las familias con niños pequeños. ...Es un esquema
que no brinde apoyo a los padres, tolerando o aún aceptando expresamente los
conflictos que se plantean entre el papel de progenitor y el de trabajador. ...En
general, es riesgoso cualquier esquema o fenómeno social que menoscabe la capacidad y
disposición de los adultos para cuidar a los hijos, y de los hijos para aprender de los
adultos.” (Garbarino, 1999)

Factores de riesgo en los Macrosistemas:

◊ Políticas económicas y sociales desfavorables para el desarrollo del individuo y la


familia.
◊ Sistemas de ideas y construcciones sociales que favorecen asimetrías de poder
vinculadas al género, edad, estatus económico, etnia o capacidad diferente.
◊ Modelos de socialización en los que se naturaliza y legitima el aprendizaje de
conductas violentas, como el concepto de relacionamiento igual a sometimiento del
más débil.

Factores protectores en los Macrosistemas:

◊ La prosperidad económica, pleno empleo.


◊ Normas culturales opuestas al uso de la violencia y que legitimen el protagonismo
infantil, campañas de concientización, celebración de fechas alusivas.
◊ Cumplimiento de acuerdos nacionales e internacionales acordados en relación a la
infancia y la problemática en cuestión.
◊ Reformas jurídicas que regulen el castigo físico y emocional.
◊ Elaboración y ejecución de políticas sociales destinadas a grupos vulnerables y en
riesgo que incluyan la atención de las familias dentro de sus contextos y que
aseguren la participación ciudadana de niños, niñas y adolescentes.

28
b) MICROSISTEMAS:

Para el modelo ecológico de Bronfenbrenner, el microsistema que afecta al individuo en


desarrollo, tal como se infiere del propio término sería el sistema más inmediato a él.
Para el caso de un niño o una niña representa el medio a través del cual experimenta y
recrea la realidad y está dado al principio por aquellas relaciones con otros seres
humanos desde el momento de su nacimiento, al principio de a uno por vez. Y que
paulatinamente a medida que crece va a aumentar el número de relacionamientos que
componen su microsistema, tanto mediante el relacionamiento simultáneo con más de
una persona, observando relacionamientos entre dos o más personas, como también
relacionándose con personas fuera de su hogar (familia ampliada, amigos de la familia).
De esta forma su microsistema va tornándose cada vez más complejo, intensificándose
aún más con su futura concurrencia a ámbitos de socialización secundaria como la
escuela, el centro infantil, el club, donde construirá nuevos relacionamientos afectivos
y duraderos.

Desde las primeras interacciones el niño o la niña construye el conocimiento de sí


mismo/a, aprende su propio valor, obtendrá su seguridad emocional, su capacidad
afectiva y empática, un saludable desarrollo sexual, del lenguaje, la apropiación de
normas y valores, la base de su propia sociabilidad, es decir iniciará el aprendizaje de
determinadas competencias sociales, intelectuales y emocionales que le deberían
permitir apropiarse paulatina y autónomamente de la cultura de su tiempo en pleno
ejercicio de sus derechos como ser humano.

De ahí la importancia en como se da la construcción del microsistema en cada niño/a.


La familia o la institución que vive como su primer lugar de socialización, donde inicia
su aprendizaje afectivo y relacional, se encuentra inmersa en determinada situación
económica, histórica, política, y social (macrosistema). Pudiendo entonces el
microsistema del/a niño/a verse condicionado desfavorablemente por determinados
factores de riesgo dados por el macrosistema, es decir que el grado de afectación que
el macrosistema tiene en los adultos y niños/as que integran su microsistema va a
incidir en forma positiva o negativa en su desarrollo. Incidiendo también en las
condiciones ambientales en que éste se da, por ejemplo cuando existen situaciones de
familias que presentan desempleo, subempleo, multiempleo y/o exclusión social. En
este sentido tanto la historia de vida de los adultos, sus convicciones en cuanto a
patrones de relacionamiento y educación, las características de otros/as niños/as con
quienes sé interactúa, como las condiciones materiales en que se vive, incidirán en la
riqueza del microsistema de un niño o una niña.

Del mismo modo, la familia (o el internado), como institución que reproduce y re-crea
las pautas culturales propias de cada contexto social histórico (macrosistema), porta

29
en sí misma una determinada carga ideológica, explícita o no, del modelo de familia
nuclear patriarcal, en donde el pater pautaba jerárquicamente las expectativas y
conductas apropiadas para cada miembro; lo deseado y lo temido, lo inamovible y lo
negociable, los amores y los odios, las palabras y los silencios, incluso por aquella época
decidía sobre la vida, la muerte o el abandono de los miembros de la familia.

El sostén que el microsistema reciba frente a estos factores de riesgo sociales va ser
decisivo para el desarrollo ulterior del/a niño/a y para evitar situaciones de maltrato
infantil.

Factores de riesgo en los microsistemas:

Como ya hemos visto en la familia como primer y más importante grupo al cual
pertenecemos los seres humanos, dentro de la cual tenemos contacto con las primeras
personas que conformarán nuestro microsistema, donde cada uno establece contacto
con gran variedad de expresiones y valores que van conformando su subjetividad,
idealmente tiene como función primordial cuidar de todos sus miembros, asegurar a
sus personas menores de edad el pleno goce y desarrollo de sus facultades psíquicas e
intelectuales, guiarles con afecto de un estado natural, de dependencia e inmadurez, a
uno de progresiva independencia, madurez social y emocional.

Estos factores de riesgo constituyen lo que adultos y niños traen al sistema. Cabe
aclarar que por sí mismos no determinan el maltrato, siendo que aún en presencia de
varios de ellos asociados el maltrato puede no darse.

En los adultos:

Historia de malos tratos y/o desatención Inmadurez.


severa.
Rechazo emocional. Carencias afectivas en la infancia.
Haber sido víctima de abandono. Ser madre/padre joven y sola/o.
Ignorancia sobre las características y Ausencia de experiencias en el cuidado
necesidades evolutivas del niño. de niños/as.
Estrés socio-económico. Estar en situación de aislamiento social.
Historia de desarmonía y ruptura Escasa capacidad empática.
familiar.
Baja tolerancia al estrés. Síntomas depresivos.
Alteraciones de personalidad. Abuso de drogas legales e ilegales.
Enfermedades mentales. Padres/madres que sienten rechazo y les
cuesta comunicarse.
Retardo mental. Antecedentes de delincuencia.

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Como factores de riesgo en los adultos para que particularmente pueda ocurrir un
abuso sexual a un/a niño/a agregaríamos a los anteriores:

Malas relaciones con sus parejas. Madres ausentes o enfermas.


El o la concubino/a no es el padre/madre Alejados/as o poco protectores.
biológico del/la niño/a.
Con mecanismos fallidos de inhibición de Dominados/as, abusados/as por sus
dinámicas incestuosas concubinos/as.

En los/as niños/as:

Ser hijo/a no deseado/a. Ser prematuro/a.


Ser hijo/a de una unión anterior. Tener capacidades diferentes.
Ser hijo/a ilegítimo. Ser el primogénito.
Estar en el primer año de vida. Ser hiperactivo.
Ser sumamente demandante. Ser adoptado.
Estar en una fase del desarrollo particularmente problemática, por ejemplo el
lactante que presenta “llanto del bebé”, cuando comienzan a caminar, cuando
presentan dificultades en el logro del control de esfínteres, etc.
No estar en condiciones de satisfacer las expectativas de los padres.

Como factores de riesgo para ser particularmente víctima de abuso sexual


agregaríamos a los anteriores:

Ser menor de 5 años. Ser víctimas de abuso anterior.


Haber sido separado/a temprana y Estar en hogares o familias sustitutas.
prolongadamente de su madre.
Estar institucionalizados/as. Niños/as en situación de calle.
Estar desinformados/as. Inseguros/as o con baja autoestima.

Factores protectores en los microsistemas:

Desde los adultos:

Elaboración de experiencias de maltrato Paternidad y maternidad elegida.


en la infancia
Historia de relaciones positivas con una Habilidades interpersonales adecuadas,

31
figura parental. fluidez en la comunicación.
Como pareja adultos se relacionan de Mantienen relacionamiento fluido con
forma amorosa, respetuosa y se amigos/as, con el resto de la familia y/o
complementan en sus responsabilidades con la comunidad barrial.
familiares.
Capacidad de autosostén familiar, Roles familiares claros, flexibles y
necesidades básicas satisfechas, establecidos democráticamente.
seguridad económica y laboral.

Desde los niños/as:

Experiencias gratificantes con otros adultos que funcionan como apoyo, sintiéndose
amado/a sin condiciones.
Desarrollo de la capacidad de superar la adversidad del/la niño/a que le permite
tolerar situaciones traumatizantes y recuperarse creativamente.
Tener amigos y amigas que representan un relacionamiento estimulante y positivo.
Niños/as que al adulto le reviven experiencias con adultos significativamente positivos
para ellos en su propia infancia.
Mantener relacionamiento fluido con el resto de la familia.
Estar informados, con buena autoestima y seguros/as de sí mismos/as.
Estar escolarizado y/o participar en alguna institución deportiva, recreativa, cultural,
religiosa, etc.

c) EXOSISTEMAS:

Los exosistemas comprenden aquellos ámbitos donde se dan procesos mediadores


entre los macrosistemas y el microsistema del individuo (en este caso el niño o la niña).
Estos corresponden a espacios donde se dan sucesos en los cuales el niño o la niña en
general no tiene una incidencia directa, aunque si van a incidir en él o ella a través de
adultos que forman parte de estos exosistemas y con quienes sí interactúa al
incorporarlos a su microsistema de desarrollo.

Los exosistemas va a incidir en todos aquellos espacios de socialización secundaria


como la escuela, el club de baby-fútbol, el centro infantil, el merendero, la policlínica
de salud, el centro comunal zonal, la plaza de deportes a través de decisiones políticas,
administrativas, de gestión y funcionamiento que afectarán el desenvolvimiento de la
dinámica de dichos espacios.

32
Pero también inciden en otros ámbitos en los cuales el/la niño/a no interactúa
directamente, pero si lo pueden influir a través de sus padres como por ejemplo el
ambiente de trabajo de éstos.

La importancia de estos exosistemas radica en las decisiones y modelos que se


imparten desde ellos, o que actúan sobre ellos, ya que suelen estar impregnados de la
ideología dominante adultocentrista (macrosistema) y que efectivamente van a afectar
directamente el desarrollo del/a niño/a. Por tomar un ejemplo, la escuela supone una
serie de procesos que en distintos niveles, van desde la política educativa que se
resuelve a nivel de autoridades (exosistema), la cual atraviesa los cuerpos de
inspectores que dan determinadas directrices (exosistema), las que a su vez son
discutidas y puestas en práctica por la dirección de la escuela y la coordinación
(cuando la hay) de los docentes (exosistema) y que finalmente supone reorganizar el
funcionamiento de la escuela y el aula. En todo este proceso tal vez el único espacio de
incidencia que pueda tener el niño ó la niña sea en la interacción con su docente
(microsistema) y no tenga posibilidad de incidir en los demás niveles.

Asimismo, las diferentes instituciones vinculadas a la niñez como ámbitos de


socialización secundaria son testigos de las pautas de relacionamiento violento que
niños y niñas han aprendido en el ámbito familiar; éstas se manifiestan en conductas,
juegos con sus pares y la relación que establecen con el lugar y otros adultos. La forma
en que en estas instituciones se administre la justicia y el poder, se resuelvan
conflictos y se construya la autoridad, reforzarán o no los patrones de relacionamiento
violento y autoritario que trae el niño o la niña.

También los medios masivos de comunicación se encuentran comprendidos dentro de


los exosistemas. La creciente importancia en los procesos de socialización que han
adquirido en los últimos años producto del desarrollo tecnológico y la falta de
regulación de los mensajes que emiten los tornan muchas veces más riesgosos que
provechosos para la infancia. La publicidad y los programas (incluidos los que son
dirigidos a niños/as) naturalizan conductas violentas, pautan determinada forma de
vestirnos, relacionarnos y de vivir, construyendo y hegemonizando modelos que no se
corresponden con la verdadera diversidad de nuestro mundo, desvalorizando y
subestimando lo diferente. Vemos también como en publicidad se erotiza el cuerpo
desnudo del niño/a y se explota la sensualidad de las adolescentes como si fuesen
mujeres adultas, aceptado y validado todo esto por una doble moralidad de la sociedad.
Desde los medios de comunicación (principalmente la televisión) se forman también
potenciales y futuros o actuales consumidores (niños y niñas presionan sobre los
adultos para adquirir ciertos bienes de consumo), generando necesidades donde no las
hay y provocando una sensación de permanente insatisfacción.

33
Uno de los riesgos que radica en los exosistemas es justamente la falta de
participación de la infancia en la toma de las decisiones que surgen en estos ámbitos.
Si bien los discursos políticos actuales sobre infancia sostienen que la participación
infantil es parte fundamental del proceso de construcción de la ciudadanía y de la
consolidación de nuestras democracias, en este sentido A. Cussianovich (2002) insiste
en que: “Es preciso contribuir a la vigencia del respeto al derecho a una imagen positiva
de la infancia en la opinión pública, en el imaginario social. Todo lo que refuerce
visiones que consideran al niño incapaz, víctima, sin criterio, etcétera, no abonan a
favor de su derecho a participar con personalidad propia, a que su opinión tenga peso
social, a ser escuchado”. Sigue siendo un déficit muy importante en los distintos
exosistemas que inciden en la vida de niños y niñas la generación de verdaderos
espacios para la participación, no solo escuchándolos, también tomando en cuenta sus
opiniones en todos los temas que les afecten y actuando en consecuencia. (Art. 12 de la
CDN)

Dentro del modelo ecológico se sitúan también como exosistemas el Sistema Policial y
Judicial que en sí mismos conllevan prácticas institucionales que responden a modelos
normativos de tutelaje de larga tradición, dejando en evidencia muchas veces
prácticas y resoluciones más respetuosas de los derechos de los padres (y madres) que
el de hijos e hijas.

Factores de riesgo en los exosistemas:

Principalmente el riesgo en los exosistemas son el grado de permeabilidad que tienen


para con los factores de riesgo de los macrosistemas (ya contemplados más arriba). Es
decir que en la mayor o menor medida que estos factores de riesgo en los
macrosistemas afecten o condicionen la forma en que se desarrollan y desenvuelven los
exosistemas, siguiendo la lógica del modelo ecológico, incidirán positiva o
negativamente en la emergencia y perpetuación de situaciones de maltrato a la
infancia. Ya mencionamos pero es preciso destacar el riesgo que implica la falta de
participación ciudadana de niños y niñas en los exosistemas de manera de ejercer su
derecho a opinar en aquellos asuntos que les afecten y a que sea respetada su opinión.

Factores protectores en los exosistemas:

Del mismo modo, en la medida que se den los factores de protección en los
macrosistemas, los exosistemas que inciden en el desarrollo de cada niño o niña
mejorarán su capacidad protectora ante el maltrato. Lo mismo ocurre con relación a la
evolución y consolidación del protagonismo infantil (Cussianovich, 2003); en la medida

34
que la infancia logre acceder con poder de decisión a los exosistemas que inciden
directamente sobre él o ella, dichos exosistemas mejorarán su rol protector.

d) MESOSISTEMAS:

Los mesosistemas estarían dados por aquellas conexiones existentes entre los
distintos ámbitos donde niños y niñas transitan su vida cotidiana. El modelo de
Bronfenbrenner sostiene que los mesosistemas son básicos para el desarrollo del/a
niño/a. Deben tomarse conjuntamente el número de conexiones que existen en
cantidad y en calidad, y es a partir de esta evaluación que se mide la riqueza de estos
mesositemas.

El ejemplo que el citado autor da, es referente a la conexión entre los padres y la
escuela. Que el/la niño/a vaya siempre solo/a (aún el primer día), que los padres no
asistan a reuniones en la escuela, que no vayan a las celebraciones, o al revés que desde
la escuela no se tome la iniciativa de convocar a los padres, de involucrarlos en
actividades de la escuela, e incluso de visitar el hogar del/a niño/a en determinadas
situaciones particulares, dan como resultado un mesosistema pobre que va a incidir
desfavorablemente en el desarrollo de ese niño o esa niña.

La calidad de estos mesositemas, es decir la calidad de los vínculos entre los distintos
espacios cotidianos del/a niño/a, actúa tanto como factor de riesgo si es mala como
factor protector si es buena frente al maltrato infantil.

A la unión interactiva de estos mesosistemas la denominamos red social. La cual


constituye entonces, un entramado de mesosistemas que vinculan al niño/a y a su
microsistema fundamental (relaciones dentro de su núcleo de convivencia), con el
entorno que los rodea. La importancia de la red social radica principalmente en la
influencia que ejerce sobre los individuos y los vínculos que establecen entre sí,
pudiendo potenciar o reducir el impacto del trabajo social. El modelo ecológico de
desarrollo humano que estamos utilizando justamente presenta al individuo y su medio
como partes de un sistema de red, cuyas influencias son mutuas y circulares.
Mesosistemas fluidos en un/a niño/a mejoran las posibilidades de detectar e
intervenir frente a situaciones de violencia familiar y/o maltrato infantil e incluso
frenarlas o prevenirlas. El apoyo coordinado por los miembros de una red disminuye el
estrés y para una persona solicitar y recibir ayuda de su red cuando la movilidad
individual no es suficiente, resulta ser un gran alivio. Sentirse parte de un tejido social
da una gran seguridad en tiempos de crisis. En caso contrario, cuando no existen
mesosistemas o presentan baja calidad, la activación de la red social es imprescindible
para una intervención adecuada frente a una situación de malos tratos. Haremos

35
referencia a este tema con mayor profundidad enseguida cuando describamos los
factores protectores dentro de los mesosistemas.

Factores de riesgo en los mesosistemas:

♦ Inexistencia de ámbitos socialización extra familiares en determinada comunidad o


barrio.

♦ Baja o nula participación del niño o la niña en ámbitos extra familiares.

♦ Escasa o nula conexión entre los distintos ámbitos cotidianos del niño o de la niña.

Factores protectores en los mesosistemas:

Situamos aquí al apoyo social efectivo, que pueda brindar a la familia la red social de
servicios en caso de existir en el barrio o comunidad, en el nicho ecológico, como se le
denomina desde la ecología al ambiente en el que se desarrollan los individuos.
Brindando apoyo no solo frente a acontecimientos vitales estresantes como podría ser
una situación misma de maltrato, sino también como recursos eficaces que contribuyan
a la apropiación de los bienes materiales y culturales de su tiempo. La satisfacción
plena de las necesidades básicas es un factor altísimo de prevención del maltrato
infantil.

El enriquecimiento de los mesosistemas de un niño o una niña dado por el fomento de la


circulación de los adultos o pares por todos aquellos espacios donde se da la vida
cotidiana del niño o la niña, construye y potencia en él o ella el sentimiento de
pertenencia al lugar y al conjunto de la sociedad, generándole confianza en sí mismo/a
y alta autoestima que le facilita el pedir ayuda, a la vez que brindan un marco de
regulación y seguridad para evitar el maltrato o garantizar una intervención exitosa en
caso de darse. (Garbarino y Bronfenbrenner, 1976)

Las instituciones educativas, deportivas, culturales, de salud, recreativas vinculadas a


la infancia están llamadas a cumplir un rol protagónico como factores de protección en
materia de prevención primaria y secundaria lo cual desarrollaremos en el siguiente
capítulo.

36
Premisas básicas para el abordaje del maltrato infantil.

CONCEPTO DE RESILIENCIA:

La resiliencia, concepto muy conocido en las ciencias físicas, fue aplicado a las ciencias
humanas por primera vez por Emy Werner (1982) observando como se daba el
desarrollo de niños/as pertenecientes a familias con problemas en Hawai, donde
algunos de ellos/as a pesar de las circunstancias difíciles, se convertían en adultos
felices y competentes socialmente. Si bien la definición de resiliencia aplicada a los
procesos humanos no es tan mecánica como en la física, podemos decir que sería la
habilidad que cada persona puede desarrollar para influir en su propio destino,
primordialmente mediante el mecanismo de crear nuevos marcos de referencia,
confiando en la capacidad latente de superar situaciones traumatizantes.

Desde la acción, la resiliencia tendría dos componentes (Gardinier, 1994):

Ø capacidad de resistencia frente a la destrucción en situaciones difíciles, y

Ø capacidad de construir una vida positiva, a pesar de las circunstancias


desfavorables.

Todo niño o niña como seres humanos conllevan la capacidad de ser resilientes, aunque
no todos/as logran desarrollarla por sí mismos/as ya que esto no se da
espontáneamente y también depende de la interacción con el entorno. Podría afirmarse
que ésta sería una explicación posible de que muchas veces observamos grupos de
hermanos/as que reaccionan en forma dispar frente a situaciones de malos tratos
similares. Y es por ello además que si bien el maltrato infantil es un fenómeno social de
gran extensión y de larga data en la historia de nuestra sociedad, muchas veces las
personas logran sobreponerse por sí mismas a estas circunstancias de crianza
desfavorables y construir un proyecto personal de vida con felicidad.

Igualmente a pesar de la capacidad de ser resilientes que a muchos niños y niñas les
permite superar el maltrato, como sociedad tenemos el imperativo moral y jurídico de
brindar asistencia adecuada a aquellas personas que sufren distintas formas de
maltrato y que solas no logran reponerse de este tipo de situaciones. (Arts. 19 y 39 de
la CDN) Para poder efectivizar esto las instituciones de socialización secundaria
vienen a jugar un rol importantísimo, como actores integrados a la red social desde las
cuales se pueden emprender acciones preventivas en diferentes niveles y las cuales
veremos a continuación.

37
PREVENCION PRIMARIA:

La prevención primaria implica realizar acciones tendientes a apoyar aquellos/as


niños/as y sus familias que por distintas condiciones pueden estar en situación de
riesgo de desarrollar conductas de maltrato hacia sus hijos/as.

Desde las instituciones de socialización secundaria se pueden implementar acciones


que aunque no se relacionen directamente con el maltrato infantil lograran tener un
efecto preventivo. Promover la resiliencia en las personas y en la comunidad puede ser
una forma.

“El concepto de resiliencia implica fortalecer factores o condiciones positivas para


lograr el desarrollo humano” (Suárez Ojeda, 1995)

Es esencial el conocimiento de los factores que contribuyen a la resiliencia y que


pueden ser empleados en una intervención social y educativa para potenciarla, siendo
por lo tanto una herramienta de trabajo útil para utilizar con niños, niñas y sus
familias.

Los pilares esenciales de la resiliencia y que deben estimularse para potenciarla son:

♦ PERSPICACIA - Hábito de preguntarse a sí mismo y darse la respuesta honesta.


♦ MORALIDAD - Capacidad de comprometerse con valores
♦ CREATIVIDAD - Capacidad de extraer belleza, pluralidad, orden, a partir de las
propias experiencias adversas y del caos.
♦ INDEPENDENCIA - Fijar un límite entre uno mismo y el medio-problema.
Capacidad de mantener la distancia emocional y física necesaria, sin caer en
aislamiento.
♦ CAPACIDAD DE RELACIONARSE - Habilidad para establecer lazos de intimidad
con otra gente. Balancear las propias necesidades de simpatía y aptitud para
ponerse en el lugar del otro (empatía).
♦ INICIATIVA - Poder exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más
exigentes.
♦ HUMOR - Poder encontrar lo cómico en la tragedia, habilidad de poder reírnos de
nosotros mismos.

PREVENCION SECUNDARIA:

Las instituciones y quienes trabajan en ellas son parte importante en la vida cotidiana
de los niños/as constituyéndose en referentes estables para ellos/as y sus familias,

38
por lo cual éstos ámbitos se tornan privilegiados para acciones de prevención
secundaria, entendiendo por esta a la detección e intervención en situaciones de
maltrato infantil. Tanto para impedirlo como para disminuir el daño, logrando que los
niños y las niñas afectados/as por este problema reciban la atención adecuada a la que
tienen derecho. Dado los niveles de confianza y atención que se establecen con los/as
niños/as y en menor o mayor medida con los adultos, les permite a las personas que
trabajan en estas instituciones inferir a través de conductas o de relatos, posibles
situaciones de maltrato.

Es frecuente que una madre se acerque a la escuela o el centro infantil para pedir
ayuda y revele una situación de violencia domestica. Lo mismo sucede con muchos/as
niños/as, que en la relación de confianza y afecto que generan con el/la educador/a
trasladan situaciones que están viviendo.

Seguramente muchos indicadores de los que hemos visto estén presentes en varios/as
niños/as con los/as que nos relacionamos diariamente y en sus familias. Frente a una
situación de riesgo, ya sea por sospecha o revelación del maltrato, podemos sentir la
necesidad imperiosa de actuar ya. Obviamente nos motiva el proteger a ese/a niño/a
tan cercano/a. Es frecuente que muchas personas después de actuar sientan
impotencia y dolor frente a una intervención. Muchos trasladan que no sucedió nada,
que todo siguió igual o peor.

Siempre se debe actuar planificadamente, previendo las consecuencias inmediatas y


posteriores que puede acarrearle al/la niño/a. Una primera intervención adecuada,
garantiza mayor éxito frente a una acción impulsiva y ansiosa. La gravedad a valorar
para actuar de emergencia debe ser el riesgo de vida y daños irreversibles. Hemos
constatado en niños de mediana edad escolar que la mayoría de las veces han
sobrevivido al maltrato por años, de ahí nuestra recomendación a reflexionar y sopesar
diferentes estrategias previo a intervenir, consultando de ser posible a personas o
servicios con experiencia en la temática.

Saber que podemos hacer y hasta donde, es necesario reconocer frente a estas
situaciones nuestras propias limitaciones y saber que lo podemos ayudar dentro de
ciertas posibilidades. Esto nos evitará (solo en cierta medida) frustraciones y cargas
emocionales injustas y muy difíciles de sobrellevar.

Asimismo, cuando se trata de situaciones de abuso sexual, se suscitan en cada uno de


nosotros emociones y reacciones muy intensas que hacen imprescindible una especial
atención a este tema. Cuando un/a niño/a o adolescente expresa el vivir una situación
de sometimiento, esto lo hace porque una parte muy sana de sí pide que se abra hacia
afuera, esto implica buscar el alivio de la tensión que el hecho le provoca, sin

39
necesariamente llamarlo queja, porque puede que todavía no sienta esta relación como
conflicto explícito.

Cuando estamos escuchando o percibiendo conductas que nos dicen que el abuso
ocurrió, tenemos que recordar que el niño/a todavía está dentro de la relación de
poder o sometimiento y que no tiene todavía la capacidad de separarse de la situación.
Por lo tanto necesita de nuestra apertura sin juicios sobre el agresor, hasta que
ayudemos a que clarifique qué es lo que los hace sentir diferentes, incómodos o
desbordados. Siempre debemos hacerlo/a sentir orgulloso/a y valeroso/a por haberlo
dicho. Enseguida comunicar el abuso a los padres o al menos a algún referente familiar
cercano. Primariamente siempre exceptuando al supuesto abusador, ya que hay veces
que la única alternativa protectora con el/la niño/a, es dejarle claro al abusador que
sabemos o sospechamos lo que esta ocurriendo.

Si un/a niño/a nos habla de una situación de maltrato sea cual sea, debemos
escucharlo/a, creerle y actuar en consecuencia. Si por alguna razón más adelante su
relato no es verdad, podremos trabajar con el/ella la mentira. Pensemos que sucedería
dentro de ese/a niño o niña si no le creemos o desestimamos el riesgo de lo que nos
cuenta y efectivamente el maltrato existe.

Al encontrarnos frente a la sospecha de una situación cualquiera de maltrato o si el/la


niño/a nos cuenta lo que le sucede, es importante buscar un espacio adecuado para
escucharlo/a y poder conversar sin interrupciones.

Si sospechamos que algo le sucede podemos preguntarle directamente e invitarlo/a a


conversar sobre ello, debemos respetar si expresa su negativa a hacerlo y dejar
abierta la posibilidad a que lo haga en otro momento si lo desea.

Al tener la charla recordemos que para el/la niño/a el que lo escuchemos es muy
importante. No nos olvidemos que somos a quien el o ella a elegido para depositar su
confianza y pedir ayuda. Escucharlo/a calmadamente, sin interrumpirlo/a, atendiendo
que nuestros gestos no develen desagrado o alarma. Los/as niños/as suelen prestar
mucha atención a los gestos y una actitud así podría llevarlo/a a callar.

Al hacer preguntas, estas deben estar dirigidas a como se siente, que piensa que
podemos hacer, que desea y preguntarle si tiene miedo; a que y a quien si responde
afirmativamente.

Debemos permitir que responda libremente, sin pedirle detalles ni hacer comentarios
que lo/a hagan sentirse culpable. En caso de que no comprendamos claramente la
situación, debemos de decírselo con franqueza para que nos explique con más claridad.

40
Dejemos que el o ella cuente lo que necesita, no nos apresuremos ni saquemos nuestras
conclusiones; el niño o la niña nos dirá lo que considera importante para que podamos
comprenderlo/a.

Es positivo aclararle que no es su culpa, que lo vamos a ayudar y a proteger dentro de


nuestras posibilidades y que juntos trataremos de encontrar una salida a la situación.
Es necesario transmitir confianza y seguridad.

Hay que ser respetuosos de la información que nos brinda el/la niño/a, de su
privacidad, de su mundo de emociones y su dolor. Confidencialmente podemos
compartirla con nuestro equipo de trabajo o la dirección del centro y así poder referir
la situación detectada a aquellos servicios que se especializan en el abordaje de la
temática como ámbitos de denuncia o de tratamiento según el caso en cuestión.

Toda sospecha de malostratos o situación de violencia conyugal en la que un/a niño/a


se encuentra en situación de riesgo amerita elaborar la estrategia de intervención y
derivación conjuntamente entre la institución que deriva y el servicio al cual es
referido para su atención. El involucramiento de referentes adultos del/la niño/a para
resolver el problema debería ser progresivo en el aumento de la coerción. Ir desde la
persuasión a la intimación, evitando siempre caer en generalizaciones culpabilizantes y
ampliar la información con diferentes interlocutores. No olvidemos que la
construcción punitiva del maltrato, ha predominado históricamente desde su
reconocimiento como fenómeno social sobre la perspectiva de la rehabilitación, y esto
a permeado también en la actitud de las personas frente a los adultos que ejercen el
maltrato. Para el niño o la niña su familia es importante aunque le produzcan
experiencias angustiantes y debemos actuar con respeto a los sentimientos del/la
niño/a.

Nuestro marco ético y político de actuación es la CDN y establece claramente el


derecho de recibir asistencia en situaciones de malostratos tanto el niño como el
adulto que lo cuida. (CDN, Art. 19, numeral 2) De no poner distancia frente a lo que nos
narren, seguramente nuestra actuación no será del todo adecuada y efectiva, no
permitiendo una escucha respetuosa y comprometida, haciendo juicios de valor fuera
de lugar, preguntas que no corresponden y toma de decisiones apresuradas.

En casos de abuso sexual, cuando un niño o una niña necesite hablar, sin dilatarlo en el
tiempo tendremos que crear un clima de intimidad y receptividad. En estos casos la
respuesta rápida y eficaz es fundamental. Puede que este momento no se vuelva a
repetir. Lo más importante es el compromiso real con el o ella y su situación, pues si no
para él/ella seremos un adulto más que lo/la traicione. Enfatizar en que podrá salir
adelante. Demostrarle con hechos que no seremos cómplices del secreto.

41
Denunciar un delito es una responsabilidad ética, moral y jurídica. En los casos de
maltrato debemos ver con el niño o la niña, en caso de que su edad lo permita, su
consentimiento a denunciar penalmente el hecho cuando no hay una respuesta positiva
de los adultos responsables, como también poder valorar esta alternativa con algún
referente familiar adulto que actúe como factor protector. Sí es imprescindible, ante
el conocimiento de una situación de lesiones físicas o de abuso sexual, tomar medidas
de protección para la víctima coordinando con recursos sociales disponibles. En estos
casos la judicialización del hecho a veces no hay forma de evitarla.

El aspecto legal:

Específicamente no existe mayor diferencia entre una intervención judicial en


maltrato y una en abuso sexual, más que lo que se quiera hacer visible. El
asesoramiento legal en estos casos es necesario, aún cuando sugerimos denunciar,
deben valorarse los elementos que se traen para ver si es viable o no es viable, o sea
para no generar expectativas en instancias que después se frustran y hacen fracasar
el proceso terapéutico.

El dar ese paso, el paso de la denuncia, implica que la persona tenga bien claro,
explicándole el funcionamiento del sistema, la viabilidad que puede tener después, ósea
que es lo que puede pasar, y estar también para contener después frente a la posible
frustración.

¿Por qué se sugiere siempre denunciar cuando se han agotado los mecanismos de
persuasión? Porque en muchos casos permite al abusador o al maltratador que se
resiste a aceptar lo que ocurre, hacer una transacción con la realidad, al menos en un
primer momento, y es ese primer momento el que hay que aprovechar para lograr el
contexto de protección del niño o la niña.

Las dificultades para probar un maltrato son muchas, nos debemos un proceso de
transformación cultural, de cambio de mentalidad ya que no es solamente un problema
de leyes como ya lo vimos al analizar los macrosistemas.

Volviendo al principio no podemos comprometer el trabajo que se pueda hacer con el/la
niño/a quedándonos embretados en esas dificultades legales. Debemos plantearnos
trabajar con contextos, donde el primer objetivo sea trabajar apuntando a crear un
contexto de seguridad para el/la niño/a. Y posteriormente un contexto que garantice
la rehabilitación del adulto responsable y de la asistencia técnica adecuada a quien
sufre las consecuencias del maltrato.

42
¿Qué diferencia hay entre una denuncia escrita y una denuncia oral? Aquí estamos
frente a lo que es el deber ser y lo que es el ser. A la tan mentada denuncia oral, es lo
que se llama la queja, que de hecho como que ya no existe. Si se va a denunciar de
modo verbal la obligación que tiene quien la recibe es transcribirla por escrito y el
denunciante firmarla. Entonces eso constituye una denuncia. En la práctica se toma
como una queja, por eso el consejo es siempre que la denuncia vaya escrita, que la
lleven ya escrita, si se tiene firma letrada mejor, firmada por un abogado. Si se lleva
personalmente para que pase a juez le van a exigir a la persona la firma de un abogado.
En una comisaría cualquiera lo mejor es llevarla escrita y firmada por un abogado, y
sacar una copia la cual se selle, de esa forma se lleva el control del día en que entró, y
pasa de inmediato a juez.

No hay que hacer una panacea de la intervención policial o de una denuncia escrita
judicial, como cese de la situación. Si se está denunciando un abuso sexual al abusador
se lo va a detener, y al estar detenido ya se está obligando a aportar la prueba en 48
horas. Pero se puede hacer cesar la situación de otra manera, se puede apartar al niño
del abusador, crear el contexto que lo sostenga mientras se recaban las pruebas.

Una denuncia de maltrato o abuso provoca la detención y allí hay solamente una tregua
temporal finita, por lo que hay que ser muy cuidadoso al elaborar la denuncia, ésta
tiene que inducir un modo de ver el problema, en el relato lógico de los hechos,
cronológico, ordenado y encadenado, donde se proponga una manera de ver las cosas, y
que facilite la investigación.

En las comisarías tienen la orden de no interrogar a los niños, y esto lo debemos tener
muy presente. No hay un impedimento legal, pero es importante saberlo.

La magistratura está cargada de perjuicios, y lamentablemente a veces son


confirmados, o sea generalmente cuando las situaciones detonan o cuando emergen y
se hace visible en el medio de un conflicto entre adultos que está pendiente de
resolverse en el ámbito judicial, eso es un perjuicio tremendo, porque está incidiendo
en la resolución de la situación del maltrato, donde los/as niños/as se salen del foco de
atención.

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Debemos recordar que:

◊ Las únicas normas válidas de cuidado y educación son aquellas que consideran el
bienestar de la infancia, de ello depende su adecuado desarrollo.
◊ Los/as niños/as son personas con derechos y que por su grado de vulnerabilidad
debemos cuidar y velar por que éstos sean respetados.
◊ Cuanto más tiempo se prolongue la situación de maltrato o abuso, más graves serán
sus consecuencias.
◊ No estamos solos frente a esta problemática.
◊ Existe una red de instituciones públicas y privadas que cuentan con recursos y
herramientas para abordar estas situaciones.
◊ Nos pueden ayudar frente a la incertidumbre de no saber como actuar y/o a
quedarnos paralizados/as por ello.
◊ La construcción de una red social pertinente que coordine la forma de abordaje
actúa como sostén de quien es víctima de una situación de maltrato y también de
aquellos que lo detectan e intervienen.
◊ El abandono, el castigo físico y el abuso sexual son delitos.

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