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En los capítulos precedentes se comentó en varias ocasiones que el alumno no aprende en solitario,
sino que, por el contrario, la actividad autoestructurante del sujeto estará mediada por la Influencia
de los otros, y por ello el aprendizaje es en realidad una actividad de reconstrucción de los saberes
de una cultura. En el ámbito escolar, la posibilidad de enriquecer nuestro conocimiento, ampliar
nuestras perspectivas y desarrollarnos como personas está determinada por la comunicación y el
contacto interpersonal con los docentes y los compañeros de grupo.
Se afirmó asimismo que el rol central del docente es el de actuar como mediador o intermediario
entre los contenidos del aprendizaje y la actividad constructiva que despliegan los alumnos para
asimilarlos. Esto ha conducido a los psicólogos de la corriente sociocultural a plantear que los
aprendizajes ocurren primero en un plano interpsicológico (mediado por la Influencia de los otros), y
en un segundo plano a nivel intrapsícológico, una vez que los aprendizajes han sido interiorizados
debido al andamiaje que ejercen en el aprendiz aquellos individuos “expertos" que lo han apoyado a
asumir gradualmente el control de sus actuaciones.
En la figura 4-1 (Cazden, 1988; Coll y Solé, 1990, p. 327) puede observarse el proceso de
construcción del aprendizaje que recoge la idea de andamiaje y enfatiza el papel mediador del sujeto
que funge como impartidor de enseñanza.
Los participantes de una situación de enseñanza parten de sus marcos personales de referencia que
les permiten una primera aproximación a la estructura académica y social de la actividad que
enfrentan. Pero es a través de la acción conjunta y los intercambios comunicativos, en un proceso de
negociación, que se construyen los marcos de referencia interpersonales que conducirán a lograr un
significado compartido de la actividad. Será entre la acción conjunta y los intercambios
comunicativos que se ubicarán los marcos materiales de referencia, que son los objetos de estudio
de la actividad educativa. Es decir, los alumnos construyen significados a propósito de ciertos
contenidos culturales, y los construyen sobre todo gracias a la interacción que establecen con el
docente y con sus compañeros.
Sin dejar de reconocer que la enseñanza debe individualizarse en el sentido de permitir a cada
alumno trabajar con independencia y a su propio ritmo, también es importante promover la
colaboración y el trabajo grupal. Como veremos más adelante, se ha demostrado que los estudiantes
aprenden más, les agrada más la escuela, establecen mejores relaciones con los demás, aumentan su
autoestima y aprenden habilidades sociales más efectivas cuando trabajan en grupos cooperativos
que al hacerlo de manera individualista y competitiva. En opinión de Arends (1994), las raíces
intelectuales del aprendizaje cooperativo se encuentran en una tradición educativa que enfatiza un
pensamiento y una práctica democráticos, en el aprendizaje activo y en el respeto al pluralismo en
sociedades multiculturales.
Asumiendo las ideas anteriores como premisa de trabajo, en este capitulo se revisará una serie de
propuestas para diseñar y conducir la enseñanza, basadas en los llamados círculos de aprendizaje o
grupos de aprendizaje cooperativo. En particular, se acentuará la función del docente y las
posibilidades que éste tiene de promover en sus alumnos una interdependencia positiva y, en
consecuencia, una mejor motivación para el estudio.
De acuerdo con Enesco y del Olmo (1992), una situación escolar individualista es aquella en la que no
hay ninguna relación entre los objetivos que persigue cada uno de los alumnos, pues sus metas son
independientes entre sí. El alumno percibe que la consecución de sus objetivos depende de su
propia capacidad y esfuerzo, de la suerte y de la dificultad de la tarea. Sin embargo considera menos
relevantes el trabajo y el esfuerzo que realizan sus demás compañeros, puesto que no hay metas ni
acciones conjuntas.
A su vez, en una situación escolar competitiva los objetivos que persigue cada alumno no son
independientes de lo que consigan sus compañeros. En la medida en que los alumnos son
comparados entre si y ordenados (del mejor al peor), el número de recompensas (calificaciones,
privilegios, halagos) que obtenga un estudiante depende del número de recompensas distribuidas
entre el resto de sus compañeros. Así, bajo un esquema de competencia, el alumno obtiene una
mejor calificación cuando sus compañeros han rendido muy poco que cuando la mayoría mostró un
buen rendimiento.
Retomando las Ideas revisadas en el capítulo sobre motivación y aprendizaje, es casi inevitable que
un esquema individualista y de competencia genere una motivación extrínseca, con metas orientadas
a obtener básicamente valoración social y recompensas externas. Ante las presiones de una situación
competitiva, es difícil que el alumno sienta el deseo de aprender como un objetivo mismo, por lo cual
las metas relacionadas con la tarea (sensación de autonomía, satisfacción intrínseca por el
aprendizaje logrado, etcétera) pasan a un segundo plano.
Ahora bien en el caso de los sujetos discapacitados, con dificultades de aprendizaje o historia de
fracaso escolar, se harán más evidentes problemas como la indefensión y la desesperanza aprendida,
los cuales ya se revisaron con anterioridad. Una situación competitiva suele poner a estos alumnos
clara desventaja, puesto que reciben constantemente mensajes y evidencias que les indican que sus
habilidades son pobres y siempre los superan los demás. Esto refuerza otro concepto ya expuesto:
los alumnos desarrollarán una percepción pesimista y rígida de sus capacidades e inteligencia,
llegando a un convencerse de no poder mejorar debido a que estos factores escapan de su control.
Otro efecto negativo del espíritu de competitividad que priva en las instituciones educativas,
evidenciado en diversas investigaciones (Enesco y del Olmo, ob. cit., p. 24), es que los alumnos que
han vivido durante años esta experiencia tienden a descalificar las ideas u opiniones de los otros, y
terminan desarrollando conductas muy poco solidarias y actitudes competitivas irracionales que los
llevan, por ejemplo, a preferir reducir sus propias posibilidades de éxito con tal de reducir las ajenas.
Incluso puede afirmarse, en el plano de las relaciones sociales y afectivas, que un sistema altamente
competitivo y autoritario produce una especie de estratificación social en el aula, donde el poder, los
privilegios y el prestigio se distribuyen en función de la manera en que se ha "etiquetado" a un
estudiante.
Cuando se trabaja con un esquema individualista y competitivo, se evalúa a los alumnos con pruebas
basadas en el criterio, y cada uno ellos trabaja sus materiales o textos, ignorando a los demás. La
comunicación entre compañeros de clase no sólo es desestimada, sino castigada.
En opinión de las autoras citadas en líneas anteriores, esta situación se agudiza en particular en el
bachillerato, y aunque muchos docentes son plenamente conscientes de ella, tropiezan con una serie
de dificultades que les impiden conseguir un ambiente cooperativo y solidario. Principalmente
enfrentan obstáculos como el número de alumnos y grupos que atienden, las normas de la
institución educativa y sus sistemas de acreditación, los contenidos curriculares e incluso las propias
presiones y expectativas de los familiares.
Al realizar actividades académicas cooperativas, los individuos establecen metas que son benéficas
para sí mismos y para los demás miembros del grupo, buscando así maximizar tanto su aprendizaje
como el de los otros. El equipo trabaja junto hasta que todos los miembros del grupo han entendido
y completado la actividad con éxito.
Cabe decir que las relaciones entre iguales pueden incluso constituir para algunos estudiantes las
primeras relaciones en cuyo seno tienen lugar aspectos como la socialización, la adquisición de
competencias sociales, el control de los impulsos agresivos, la relativización de los puntos de vista, el
incremento de las aspiraciones e incluso del rendimiento académico (Coll y Colomina, 1990).
El trabajo en equipos cooperativos tiene efectos en el rendimiento académico de los participantes así
como en las relaciones socioafectivas que se establecen entre ellos. Analizando más de 100
investigaciones realizadas con alumnos de todas las edades, en áreas de conocimiento y tareas muy
diversas, donde se contrastaban el aprendizaje cooperativo, el trabajo individual, o en situaciones de
competencia, David y Roger Johnson, codirectores del Centro para el Aprendizaje Cooperativo de la
Universidad de Minnesota, concluyen lo siguiente:
3. Tamaño del grupo y productos del aprendizaje Existen, no obstante, una serie de factores que
condicionaron la efectividad del trabajo en equipos cooperativos Un primer factor fue el tamaño del
grupo; se observó que a medida que aumentaba el número de alumnos por grupo, el rendimiento de
éstos era menor. Los investigadores citados recomiendan, por consiguiente, la conformación de
grupos pequeños de trabajo (no más de seis integrantes en cada uno). Entre los alumnos de menor
edad, la eficacia de las experiencias de aprendizaje cooperativo es mayor en grupos aún menos
numerosos. Por otro lado, se observó que el rendimiento y los logros de aprendizaje son mayores
cuando los alumnos deben preparar un trabajo final.
De acuerdo con Slavin (en Echeita, 1995), en la definición de un estructura de aprendizaje (sea ésta
competitiva, individualista o cooperativa) intervienen no sólo el tipo de actividades a realizar, sino
también la estructura de la autoridad y la del reconocimiento o recompensa.
La estructura de la autoridad "se refiere al grado de autonomía que los alumnos tienen a la hora de
decidir y organizar las actividades y contenidos escolares y, en consecuencia, al grado de control que
al respecto es ejercido por los profesores o por otros adultos" (Echeita, 1995, p. 170); es obvio que
en el aprendizaje cooperativo habrá mayor autonomía de parte de los estudiantes en la elección de
los contenidos y formas de trabajar en clase en comparación a las estructuras individualista y
competitiva.
Para Echeita, las tres estructuras de aprendizaje revisadas (cooperativa. individualista y competitiva)
movilizan distintas relaciones psicosociales en el aula; implican procesos: a) cognitivos, b) conativos y
motivacionales y c) afectivo relacionales. En particular, el aprendizaje cooperativo se relaciona con y
facilita los siguientes procesos:
Procesos cognitivos:
· Manejo de controversias.
Procesos motivacionales:
· Atribuciones.
· Metas.
· Pertenencia al grupo.
· Autoestima.
· Sentido
El docente puede utilizar el enfoque del aprendizaje cooperativo en el aula para promover que sus
estudiantes:
Se sientan involucrados en relaciones con compañeros que se preocupan por ellos y los apoyan.
Sean capaces de influir en las personas con quienes están involucrados.
Disfruten el aprendizaje.
El aprendizaje cooperativo se caracteriza por dos aspectos:
1. Un elevado grado de igualdad. Entendida esta última como el grado de simetría entre los roles
desempeñados por los participantes en una actividad grupal.
Cabe aclarar que no todo grupo de trabajo es un grupo de aprendizaje cooperativo. Simplemente
colocar a los estudiantes en grupo y decirles que trabajen juntos no significa que deseen o sepan
cooperar.
En los grupos de trabajo tradicionales, suele suceder que algunos de los alumnos más habilidosos
asumen un liderazgo tal que sólo ellos se benefician de la experiencia a expensas de los miembros
menos habilidosos. Sucede asimismo que algunos son los que trabajan académicamente (y por
consiguiente son los que si aprenden) y otros sólo cubren funciones de apoyo (fotocopian, escriben a
máquina, etcétera). Esta división inadecuada de funciones, aunada a un esquema competitivo al
interior del "grupo", llega a manifestarse en luchas de poder, conflictos divisionistas y segregación de
algunos miembros. Estos grupos se orientan no tanto por el trabajo a desempeñar, sino por la
conformidad a la autoridad, con la que establecen una dependencia inadecuada.
Partiendo de la reflexión anterior, ahora se expondrán los componentes esenciales del aprendizaje
cooperativo (Johnson, Johnson y Holubec, 1990):
Interdependencia positiva. Ésta existe cuando los estudiantes perciben un vínculo con sus
compañeros de grupo de forma tal que no pueden lograr el éxito sin ellos (y viceversa) y que deben
coordinar sus esfuerzos con los de sus compañeros para poder completar una tarea. De esta
manera los alumnos comparten sus recursos, se proporcionan apoyo mutuo y celebran juntos su
éxito.
Podríamos afirmar que el lema del trabajo en grupo cooperativo, el cual refleja lo que es la
interdependencia positiva, se encuentra consignado en la célebre frase de los mosqueteros de
Dumas: “ Todos para uno y uno para todos.”
Interacción promocional cara a cara. Los efectos de la interacción social y el intercambio verbal
entre los compañeros no pueden ser logrados mediante sustitutos no verbales (instrucciones o
materiales); más que estrellas, se necesita gente talentosa que no pueda hacerlo sola.
La interacción cara a cara es muy importante porque existe un conjunto de actividades cognitivas y
dinámicas interpersonales que sólo ocurren cuando los estudiantes interactúan entre sí en relación a
los materiales y actividades. Por ejemplo, explicaciones sobre cómo resolver problemas; discusiones
acerca de la naturaleza de los conceptos por aprender; enseñanza del propio conocimiento a los
demás compañeros; explicación de experiencias pasada relacionadas con la nueva información,
etcétera, son actividades centrales para promover un aprendizaje significativo.
Por otra parte, es sólo a través de la interacción social que se dan aspectos como: la posibilidad de
ayudar y asistir a los demás, influir en los razonamientos y conclusiones del grupo, ofrecer
modelamiento social y recompensa interpersonales. Finalmente, la interacción interpersonal permite
que los integrantes del grupo obtengan retroalimentación de los demás y que en buena medida
ejerzan presión social sobre los miembros poco motivados para trabajar.
Evaluar cuánto del esfuerzo que realiza cada miembro contribuye al trabajo del grupo.
Proporcionar retroalimentación a nivel individual así como grupal.
Auxiliar a los grupos a evitar esfuerzos redundantes por parte de sus miembros.
Asegurar que cada miembro sea responsable del resultado final.
1. Habilidades interpersonales y de manejo de grupos pequeños Debe enseñarse a los alumnos las
habilidades sociales requeridas para lograr una colaboración de alto nivel y para estar motivados a
emplearlas. En particular, debe enseñarse a los alumnos a:
identificar cuáles de las acciones de los miembros son útiles y cuáles no,
tomar decisiones acerca de qué acciones deben continuar o cambiar.
Entre otros beneficios, el conducir sesiones de procesamiento en grupo permite que los estudiantes
pasen al plano de la reflexión metacognoscitiva sobre sus procesos y productos de trabajo.
En el cuadro 4.2 se contrastan de manera sintética los rasgos esenciales del trabajo en grupo bajo las
modalidades tradicional (agrupa estructuras individualistas y competitivas) y cooperativa (traducido
de Johnson, Johnson y Holubec, ob. cit., p. 16).
Se desearía resaltar que la interacción con los compañeros de grupo permite a los estudiantes
obtener beneficios que están fuera de su alcance cuando trabajan solos, o cuando sus intercambios
se restringen al contacto con el docente.
En primer lugar, la interacción con los compañeros hace posible el aprendizaje de actitudes, valores,
habilidades e información específica, que el adulto es incapaz de proporcionarle al niño o al joven.
Adicionalmente, la interacción con los compañeros proporciona apoyos, oportunidades y modelos
para desarrollar conducta prosocial y autonomía.
En el siguiente cuadro encontrará algunos rasgos que indican cuándo no está presente un trabajo
cooperativo adecuado:
2. Tomar ciertas decisiones respecto a la forma en que ubicará a sus alumnos en grupos de
aprendizaje previamente a que se produzca la enseñanza.
5. Evaluar el nivel de logro de los estudiantes y ayudarles a discutir qué tan bien colaboraron unos
con otros.
En relación a la especificación de los propósitos perseguidos, el docente tiene que delinear dos tipos
de objetivos:
2. Los objetivos para el desarrollo de las habilidades de colaboración, donde deberá decidirse qué
tipo de habilidades de cooperación se enfatizarán. Respecto a la conformación de los grupos, se
mencionó con anterioridad la recomendación de un máximo de seis integrantes por equipo de
trabajo. El rango puede variar de dos a seis, y el docente tiene que decidir el tamaño óptimo,
valorando los principios enlistados en el cuadro 4.3.
Aunque existen claras excepciones que el docente, según su criterio, puede identificar, por lo general
se recomienda que los grupos de trabajo cooperativo sean heterogéneos, colocando alumnos de
nivel alto, medio y bajo (en rendimiento académico u otro tipo de habilidades) dentro del mismo
grupo.
En lo referente al arreglo del aula, los docentes suelen cometer errores corno los siguientes:
1. Colocar a los estudiantes en una mesa rectangular donde no pueden tener contacto visual con los
demás miembros;
2. Acomodar a los alumnos en escritorios aparte donde no pueden compartir los materiales de
trabajo ni establecer un contacto personal sin interferir con los otros grupos.
Con el fin de estructurar metas que permitan una interdependencia positiva, el docente puede
recurrir a recursos como los siguientes:
Pedir al grupo que produzca al menos un producto de trabajo conjunto (reporte, proyecto, ensayo,
maqueta, protocolo, prototipo etcétera).
Proporcionar recompensas al grupo en relación al desempeño conjunto de todos los integrantes.
No obstante, también debe evaluarse a cada integrante en lo personal, para lo cual el docente
puede, por ejemplo, aplicar algunas pruebas, preguntar al azar a varios alumnos, pedirles que
demuestren a otros lo que han aprendido, solicitar al inspector, narrador y observador del grupo que
describan la dinámica y logros del trabajo realizado, etcétera.
Por último, la evaluación requiere conjugar los aspectos cuantitativos y cualitativos del aprendizaje
logrado por los alumnos, así como conciliar los estándares planteados para toda la clase con los
criterios logrados por cada equipo. El profesor puede considerar, por ejemplo, la elaboración de un
reporte de trabajo, un conjunto de problemas o respuestas que han sido respondidas por acuerdo en
el grupo, el promedio de los puntajes individuales de los integrantes del equipo, o el número de
miembros que lograron el criterio especifico establecido de inicio. Independientemente del sistema
de evaluación adoptado, resulta imprescindible la evaluación del funcionamiento del grupo, que
implica una reflexión compartida entre el docente y los equipos de trabajo.
En el cuadro 4.5 se incluye un esquema que contrasta la acción docente efectiva y errónea respecto
al manejo de grupos cooperativos.
De acuerdo con las investigaciones del Centro de Aprendizaje Cooperativo, la probabilidad de que se
produzcan controversias es mayor en los grupo, heterogéneos, en relación, entre otros, con la
personalidad, aptitudes, conocimientos previos, estrategias de los integrantes. Los factores que
contribuyen a que las controversias se resuelvan de manera satisfactoria y sobre la mayoría de los
cuales puede intervenir el docente, son:
Siguiendo con lo propuesto en este capítulo, hemos visto que si una forma de trabajo grupal debe ser
en realidad cooperativa, tiene que reunir las siguientes características:
Interdependencia positiva.
Interacción cara a cara.
Responsabilidad individual.
Utilización de habilidades interpersonales.
Procesamiento grupal.
En la literatura psicológica reportada, son varias las técnicas que cubren con los requisitos anteriores.
A continuación se hará una breve descripción de las más significativas (Arends, 1994; Brophy, 1998;
Melero Zabal y Fernández Berrocal, 1995; Ovejero, 1991).
Se forman equipos de seis estudiantes, que trabajan con un material académico que ha sido dividido
en tantas secciones como miembros del grupo, de manera que cada uno se encargue de estudiar su
parte. Posteriormente, los miembros de los diversos equipos que han estudiado lo mismo se reúnen
en "grupos de expertos" para discutir sus secciones, y después regresan a su grupo original para
compartir y enseñar su sección respectiva a sus compañeros. La única manera que tienen de
aprender las otras secciones es aprendiendo de los demás y debe afianzarse la responsabilidad
individual y grupal.
Los estudiantes se asignan a grupos heterogéneos (edad, rendimiento, sexo, raza), de cuatro o cinco
integrantes. El profesor les da un material académico dividido en lecciones y los estudiantes trabajan
en ellas hasta asegurarse que todos los miembros las dominan. Todos los alumnos son examinados
de forma individual sobre la lección estudiada, sin recibir ayuda de sus compañeros equipo. El
profesor compara la calificación individual con sus puntuaciones anteriores, y si la segunda es
superior, recibe varios puntos que se suman a los del equipo para formar la puntuación grupal, y sólo
los equipos que alcancen cierta puntuación obtendrán determinadas recompensas grupales. Puede
verse que esta técnica incluye asimismo elementos de competición intergrupos. Se ha aplicado en
una gran variedad de materias y grados escolares.
Es similar a la anterior, pero sustituye los exámenes por "torneos académicos” semanales, en donde
los estudiantes de cada grupo compiten con miembros, con similares niveles de rendimiento, de los
otros equipos con el fin de ganar puntos para sus respectivos grupos. La filosofía de dichos torneos
académicos es la de proporcionar a todos los miembros del grupo iguales oportunidades contribuir a
la puntuación grupal, con la ventaja de que cada estudiante competirá con otro de igual nivel.
En contraste con las dos anteriores, aquí se combinan la cooperación y enseñanza individualizada, y
se ha aplicado preferentemente a las matemáticas con alumnos de tercero a quinto grado. Los
alumnos pasan una prueba diagnóstica y reciben una enseñanza individualizada, a su propio ritmo
según su nivel. Después forman parejas o tríadas e intercambian con sus compañeros los
conocimientos y respuestas a las unidades de trabajo. Se trabaja con base en guías u hojas de trabajo
personales, en la resolución de bloques de cuatro problemas matemáticos, con la posibilidad de
pedir ayuda a los compañeros y/o al docente. Los compañeros se ayudan entre si a examinarse y
revisar las soluciones a los problemas planteados. Cada semana el profesor certifica el avance del
equipo y otorga las recompensas grupales convenidas (diplomas, puntos, etcétera).
Es básicamente un programa para enseñar a leer y escribir en los grados superiores de la enseñanza
elemental. Mientras un profesor trabaja con un equipo, los miembros de los otros grupos lo hacen
con parejas provenientes de dos grupos distintos. Realizan actividades como lectura mutua o hacer
predicciones de cómo terminarán los textos -resumiéndose unos a otros la historia, escribiendo
relatos, etcétera-. La secuencia empleada en el CIRC es: instrucción del profesor, práctica por
equipos, preevaluación y examen. Un estudiante no presenta el examen hasta que los compañeros
del grupo determinan que está preparado.
Los objetivos, pasos, roles, estrategias y principios propuestos por estos investigadores ya se han
discutido a lo largo del texto. Aquí sólo mencionaremos las cuatro fases generales que proponen:
a) Selección de la actividad. De preferencia que involucre solución de problemas, aprendizaje
conceptual, pensamiento divergente o creatividad.
Es un plan de organización general de la clase en la que los estudiantes trabajan en grupos pequeños
(dos a seis integrantes) que utilizan aspectos como la investigación cooperativa, discusiones grupales,
planificación de proyectos. Después de escoger temas de una unidad que debe ser estudiada por
toda la clase, cada grupo convierte esos temas en tareas individuales y lleva a cabo las actividades
necesarias para preparar el informe grupal, donde cada grupo comunica a la clase sus hallazgos. Los
pasos para trabajar esta técnica son:
f) Evaluación.
i) Evaluación (por parte de los compañeros del equipo, de clase y del profesor).
Esta técnica se ha empleado en un formato breve (v. gr., 1O o 15 minutos para preparar una
presentación de cinco minutos), o bien en un formato más largo (v. gr., los equipos tienen todo un
periodo académico para preparar sus presentaciones).
Aunque en el libro incluimos un capitulo especial sobre el tema de la evaluación, en este apartado, a
manera de un sencillo listado, recogemos las diez fórmulas para evaluar el aprendizaje cooperativo
de los hermanos Johnson, que recopila Ovejero (1991, p. 166). Nótese que varían en la medida en
que manejan la interdependencia y el equilibrio real entre el trabajo individual/grupal. Seguramente
el lector encontrará fórmulas más convenientes a las situaciones donde se desempeña.
Antes de terminar el capítulo queremos comentar que al igual que en el caso de los otros tópicos
tratados en esta obra, el tema del aprendizaje cooperativo también se encuentra sujeto a debates
importantes. Algunos de ellos se discuten a continuación.
Por otro lado, no hay un consenso absoluto de que se beneficien por igual todo tipo de estudiantes,
independientemente de su capacidad y rendimiento previo. Aquí resurge el viejo debate sobre las
ventajas y desventajas de los agrupamientos homogéneos-heterogéneos, aunque las tendencias
apuntan a favor de los segundos, siempre y cuando se reúnan las condiciones mínimas de un trabajo
en verdad cooperativo revisadas en este capitulo.
Otra desavenencia en el campo, que ha enfrentado a los autores más sobresalientes de éste
(Johnson & Johnson vs. Slavin), se refiere a las ventajas de la productividad grupal en comparación
con el aprendizaje individualizado y, por otro lado a la polémica de si la mayor eficiencia del
aprendizaje cooperativo se desprende de la existencia de recompensas. Slavin postula que la
interdependencia se logra a través de la estructura de incentivos, y que deben considerarse los
siguientes principios (Melero Zabal y Fernández Berrocal, ob. cit., p.48):
Que la estructura de tareas sea de un tipo en la que ésta no se encuentre subdividida o repartida
entre los miembros del grupo, sino que todos ellos la acometan a la vez y conjuntamente.
Que haya recompensas idénticas para todos los miembros del grupo y no centradas en individuos
concretos dentro de los grupos.
Que estas recompensas al grupo se hagan en función del rendimiento Individual de los sujetos que
forman el grupo y no con base en una medida de rendimiento global del grupo.
Que a todos se les ofrezcan las mismas posibilidades de hacer sus aportaciones particulares al éxito
del equipo.
En síntesis, puede decirse que una estructura de aprendizaje cooperativa por definición no es más
efectiva que las otras estructuras revisadas (competitiva o individualista) si no se cumplen las
condiciones planteadas.
SUMARIO
En este capítulo se parte de la idea de que la actividad autoestructurante del alumno está mediada
por la influencia de los demás (docente y compañeros) y que la actividad interpersonal desempeña
un rol central en el logro del aprendizaje significativo. De esta forma, puede concebirse a la
enseñanza como un proceso de negociación de significados y de establecimiento de contextos
mentales compartidos, donde resaltan la colaboración y el trabajo en equipo.
La evidencia indica que las situaciones de aprendizaje cooperativo tienen efectos mucho más
favorables que las otras dos, tanto en el rendimiento académico como en las relaciones
socioafectivas.
En la última parte se ofreció una serie de principios, pasos y técnicas que permiten el diseño
instruccional de situaciones de aprendizaje cooperativo.
ACTIVIDADES DE REFLEXIÓN