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METÁFORA UTILIZADA POR DESCARTES PARA MOSTRAR LA UNIDAD DEL SABER HUMANO Y LA
DEPENDENCIA DE TODOS LOS CONOCIMIENTOS RESPECTO DE LA METAFÍSICA.
Logos
Principio
En los presocráticos era la esencia o constitutivo último de todas las cosas (su
"arché").
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FIN
O bien. Llamamos fin al término de una acción, al acabarse una actividad; pero en
la filosofía aristotélica el sentido más importante de este concepto es otro: fin como
aquello en virtud de lo cual se hace algo, como el motivo o finalidad de una acción. La
noción de fin es muy importante en la física y ontología aristotélica pero también está
presente con claridad en su antropología y en su ética. Así, por ejemplo, la teoría de la
virtud se construye a partir de la reflexión relativa a la finalidad propia del alma
humana y de sus partes, al igual que la concepción de la felicidad como el fin último de
la actividad humana.
Cabe dividir el fin en fin final o perfecto y fin medio o imperfecto.
Todos los seres naturales y artificiales tienen fines, fines que están definidos a
partir de lo que son en acto, a partir de su esencia y forma, y a cuya realización
aspiran.
Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros
actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen al parecer siempre por mira algún
bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido el bien, cuando
se ha dicho, que es el objeto de todas nuestras aspiraciones. Pero téngase entendido, que
esto no impide que haya grandes diferencias entre los fines que uno se propone. A veces
estos fines son simplemente los actos mismos que se producen; otras, además de los actos,
son los resultados que nacen de ellos. En todas las cosas que tienen ciertos fines que
trascienden de los actos, los resultados definitivos son naturalmente más importantes que
aquellos que los producen. Por otra parte, como existe una multitud de actos, de artes y de
ciencias diversas, hay otros tantos fines diferentes: por ejemplo, la salud es el fin de la
medicina; la nave es el de la arquitectura naval; la victoria, el de la ciencia militar; la
riqueza, el de la ciencia económica. (...)
Poco importa, por lo demás, que los actos mismos sean el objeto último que uno se
proponga al obrar, o que se aspire a otro resultado más allá de estos actos, como en las
ciencias que acabamos de citar. Si en todos nuestros actos hay un fin definitivo que
quisiéramos conseguir por sí mismo, y en su vista aspirar a todo lo demás; y si, por otra parte,
en nuestras determinaciones no podemos remontarnos sin cesar a un nuevo motivo, lo cual
equivaldría a perderse en el infinito y hacer todos nuestros deseos perfectamente estériles y
vanos, es claro, quo el fin común de todas nuestras aspiraciones será el bien, el bien
supremo. ¿No debemos creer que, con relación a la que ha de ser regla de la vida humana, el
conocimiento de este fin último tiene que ser de la mayor importancia, y que, a la manera de
los arqueros que apuntan a un blanco bien señalado, estaremos entonces en mejor situación
para cumplir nuestro deber?
Fe
ARTÍCULO DE FE
O DOGMA. RECIBE ESTE NOMBRE TODA VERDAD REVELADA AL HOMBRE POR DIOS Y EXPUESTA
POR EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.
FE
VIRTUD SOBRENATURAL GRACIAS A LA CUAL EL ENTENDIMIENTO CREE EN VERDADES
RELATIVAS A DIOS.
a. las que se alcanzan sólo por la razón: no todos los conocimientos humanos
interesan para la salvación, por lo que habrá muchas verdades que no se
ofrecen ni a la fe ni a la revelación; aquí se incluyen la mayor parte de
conocimientos científicos, por ejemplo los matemáticos;
b. las que se alcanzan sólo por la fe: el hombre no puede conocer
exclusivamente con las fuerzas naturales todo lo relativo a Dios y necesario
para la salvación, como por ejemplo que Dios es uno y trino;
c. las que se pueden alcanzar por la fe y la razón: la existencia de Dios y la
inmortalidad del alma son verdades que se ofrecen a la fe, pero también es
posible llegar a ellas mediante el ejercicio de la razón.
Dios tuvo que ofrecer a los hombres las verdades del tercer tipo también a la fe
porque son esenciales para la salvación y no todos los hombres las pueden obtener con
las meras fuerzas de su razón. Con la mera razón es muy difícil alcanzarlas, habría que
ser filósofo o teólogo, y muchos no tienen ni tiempo, ni ganas, ni capacidad para ello.
Además, el ejercicio de la razón no es muy fiable puesto que en muchas ocasiones
mezcla la falsedad con la verdad, por lo que a muchos les parecerían dudosas
verdades realmente ciertas.
Por otro lado, dice Santo Tomás, no hay incompatibilidad entre razón y fe,
entre la esfera del conocimiento natural y la esfera de conocimiento
sobrenatural. Esta última descansa directamente en Dios, pero la primera también
descansa en Él, aunque indirectamente, pues Dios mismo nos ha dado la razón y la
capacidad para comprender los primeros principios de la ciencia. Las verdades que
poseemos por revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento natural. Si se
da un conflicto entre ambas, Santo Tomás considerará que tal conflicto no es real: si la
investigación racional se enfrenta a verdades que la tradición y la revelación
consideran incontrovertibles, entonces lleva la peor parte la investigación racional pues
el error estará en el mal uso de la razón. Este punto de vista influirá en el desarrollo de
la ciencia pues tenderá a limitar la investigación científica y a ponerla bajo la tutela de
la religión.
Ver “teología”.
TEXTOS DE SANTO TOMÁS
La fe implica asentimiento del entendimiento a lo que se cree. Por un lado, asiente movido por el objeto, que o es
conocido por sí mismo, como ocurre en los primeros principios sobre los que versa el entendimiento, o es conocido por otra
cosa, como en el caso de las conclusiones, materia de la ciencia. Por otra parte, el entendimiento presta su asentimiento
no porque esté movido suficientemente por el propio objeto, sino que, tras una elección, se inclina voluntariamente por
una de las partes con preferencia sobre la otra. Si presta ese asentimiento con duda y miedo de la otra parte, da lugar a la
opinión; da, en cambio, lugar a la fe si lo presta con certeza y sin temor. Mas dado que se considera que hay visión cuando
las cosas estimulan por sí mismas nuestro entendimiento o nuestros sentidos a su conocimiento, es evidente que no se da fe
ni opinión sobre cosas vistas, sea por el entendimiento, sea por el sentido.
Según hemos ya expuesto (1-2 q.114 a.3 et 4), nuestros actos son meritorios en cuanto que proceden del libre albedrío
movido por la gracia de Dios. De ahí que todo acto humano, si está bajo el libre albedrío y es referido a Dios, puede ser
meritorio. Ahora bien, el de la fe es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la
voluntad movida por la gracia de Dios; se trata, pues, de un acto sometido al libre albedrío y es referido a Dios. En
consecuencia, el acto de fe puede ser meritorio .
...Ahora bien, el acto de la fe, como ya hemos dicho (q.2 a.1 ad 3; a.2 y 9), es creer, y es, por lo mismo, acto del
entendimiento determinado al asentimiento del objeto por el imperio de la voluntad. El acto, pues, de fe está en relación
tanto con el objeto de la voluntad -el bien y el fin- como con el objeto del entendimiento, la verdad. Además, por ser
virtud teologal, como también hemos expuesto (1-2 q.62 a.3), tiene la misma realidad por objeto y por fin. Es, pues,
necesario que entre el objeto y el fin de la fe haya mutua correspondencia proporcional.
Ahora bien, el objeto de la fe lo constituyen, como hemos expuesto (q.1 a.1 y 4), la Verdad primera, en cuanto no vista,
y las verdades a las que asentimos por ella. Según eso, la Verdad primera debe relacionarse con la fe como fin bajo el
aspecto de una realidad no vista, y esto viene a parar en la razón formal de algo esperado, a tenor de las palabras del
Apóstol en Rom 8,25: Esperar lo que no vemos. Efectivamente, ver una verdad equivale a poseerla, pues nadie espera lo
que ya tiene, y el objeto de la esperanza es lo que no se tiene, como hemos probado (1-2 q.67 a.4).
(...)
Si alguien, pues, quisiera expresar en forma de definición estas palabras, podría decir que la fe es el hábito de la mente
por el que se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al entendimiento a cosas que no ve. Con estas palabras se
diferencia la fe de los demás actos que corresponden al entendimiento. Diciendo argumento se distingue la fe de la
opinión, de la sospecha y de la duda, que no dan al entendimiento adhesión primera e inquebrantable a una cosa. Diciendo
de cosas no vistas se distingue la fe de la ciencia y de la simple inteligencia que hacen ver. Con la expresión sustancia de
las cosas que esperamos se distingue la virtud de la fe tomada en sentido general, la cual no se ordena a la bienaventuranza
esperada.
Al hombre le es necesario aceptar por la fe no sólo lo que rebasa la razón natural, sino también cosas que podemos
conocer por ella. Y esto por tres motivos. El primero, para llegar con mayor rapidez al conocimiento de la verdad divina. La
ciencia, es verdad, puede probar que existe Dios y otras cosas que se refieren a El; pero es el último objeto a cuyo
conocimiento llega el hombre por presuponer otras muchas ciencias. A ese conocimiento de Dios llegaría el hombre sólo
después de un largo período de su vida. En segundo lugar, para que el conocimiento de Dios llegue a más personas. Muchos,
en efecto, no pueden progresar en el estudio de la ciencia. Y eso por distintos motivos, como pueden ser: cortedad,
ocupaciones y necesidades de la vida o indolencia en aprender. Esos tales quedarían del todo frustrados si las cosas de Dios
no les fueran propuestas por medio de la fe. Por último, por la certeza. La razón humana es, en verdad, muy deficiente en
las cosas divinas. Muestra de ello es el hecho de que los filósofos, investigando con la razón en las verdades humanas,
incurrieron en muchos errores, y en muchos aspectos expresaron pareceres contradictorios. En consecuencia, para que
tuvieran los hombres un conocimiento cierto y seguro de Dios, fue muy conveniente que les llegaran las verdades divinas a
través de la fe, como verdades dichas por Dios, que no puede mentir .
Dios
DIOS
IDEAS
CONCEPTOS DE LA RAZÓN REFERIDOS A OBJETOS QUE NUNCA PUEDEN SER PERCIBIDOS. LOS
PROPONE LA NATURALEZA MISMA DE LA RAZÓN Y SON TRASCENDENTES PORQUE SUPERAN LOS
LÍMITES DE TODA EXPERIENCIA. SON ALMA, MUNDO Y DIOS.
LO INCONDICIONADO EN EL ÁMBITODE
lo múltiple
el todas las
del objeto en el
sujeto cosas en general
fenómeno
disciplina a la psicología
cosmología racional teología racional
que da lugar racional
tipo de
paralogismo antinomias argumentos falaces
silogismo falaz
París - 1938
VIDA
En una línea filosófica muy semejante al existencialismo de Sartre, José Ortega y Gasset señala
la esencial fragilidad y desamparo en la que se encuentra la vida humana.
Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir sin nuestra anuencia previa,
náufragos en un orbe impremeditado. No nos hemos dado a nosotros la vida sino que nos la
encontramos justamente al encontrarnos con nosotros. Un símil esclarecedor fuera el de
alguien que dormido es llevado a los bastidores de un teatro y allí, de un empujón que lo
despierta, es lanzado a las baterías, delante del público. ¿Al hallarse allí, qué es lo que halla
ese personaje? Pues se halla sumido en una situación difícil sin saber cómo ni porqué; la
situación difícil consiste en que hay que resolver de algún modo decoroso aquella exposición
ante el público, que él no ha buscado ni preparado ni previsto.
Yo creo que esta imagen dibuja con bastante pulcritud la esencia del vivir. La vida nos es
dada, mejor dicho nos es arrojada o somos arrojados a ella, pero eso que nos es dado, la vida,
es a la vez un problema que necesitamos resolver nosotros.
José Ortega y Gasset: Meditación de nuestro tiempo (Conferencias en Buenos Aires: 1928)
(Editorial Fondo de Cultura Económica)