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Jacques Revel (2005)

UN MOMENTO HISTORIOGRÁFICO. TRECE ENSAYOS DE HISTORIA SOCIAL

Presentación

La historia depende de una gama de prácticas en las cuales la teoría difícilmente se emancipa de las formas concretas de la
investigación y la escritura, lo que por supuesto no significa que esté ausente ni que se pueda permanecer desatento a las
implicaciones teóricas de nuestras actitudes. Quiere ilustrar algunas prácticas de investigación reubicándolas en los marcos de
referencia en los que adquirieron su sentido; mostrar como tales prácticas se transformaron en función del desplazamiento y la
renovación de los cuestionarios que orientaban esas prácticas. La reflexión historiográfica se dedica a comprender la escritura de la
historia como una operación, como un conjunto de procedimientos inseparablemente escriturarios y cognitivos que son movilizados
al servicio de esta actividad extraña, paradójica y sin embargo familiar: producir un discurso verdadero sobre aquello con lo que ya
no podemos tener una relación directa, y que ya no existe para nosotros en el modo de la ausencia.
Hacer historia, articular un discurso de verdad sobre el tiempo a partir de un tiempo particular, nunca es separable de una exigencia
y una producción de inteligibilidad de las huellas subsistentes de un pasado que tratamos de reapropiarnos en función de las
expectativas de nuestro presente. Esta evocación puede parecer inútil. Sin duda lo sería si la historia, y más ampliamente las ciencias
sociales no hubieran sido sometidas desde hace unos veinte años, a una ofensiva relativista y escéptica que en ocasiones cuestionó
hasta la posibilidad de un conocimiento de lo social.
No desconoce la existencia de las modas: ellas afectan a la historia como a cualquier sector de la actividad social. Pero no bastan
para dar cuenta del cambio y la innovación en estas disciplinas. No son recibidas, ni son interesantes, sino en la medida en que son
pertinentes, vale decir, que ayudan a plantear preguntas nuevas, dibujar configuraciones y lecturas inéditas, sugerir desarrollos
originales. Los ensayos del libro tienen que ver con los retornos críticos que son inseparables de la reflexión histórica. Reconoce
que pertenece a una generación de historiadores que tuvo la sensación de atravesar un período tormentoso, donde los
cuestionamientos fueron numerosos y vigorosos a la vez. Ocurre que, junto con la mayoría de las ciencias sociales, la historia entró
desde entonces en una zona de marcadas turbulencias de la que todavía no salió. Esto presenta varios aspectos que puede ser útil
distinguir. Sin duda, el primero es la erosión de los grandes paradigmas funcionalistas que, desde la segunda mitad del siglo XX
habían sostenido el programa de las ciencias sociales. Fue la idea misma de la sociedad como una totalidad o como un sistema la
que resultó desquiciada en el momento mismo en que la confianza en las posibilidades del porvenir, en las promesas del progreso se
agotaba. Evidentemente, muchas disciplinas resultaron afectadas, y sin duda eso es lo que hace comprender que, desde hace un
cuarto de siglo, hayan emprendido un retorno crítico semejante sobre sus adquisiciones, sus certezas y también sobre su historia.
Estos inventarios críticos señalan la entrada en un momento reflexivo. Ese momento en ocasiones fue vivido difícilmente en el
modo de un desencanto epistemológico o, más ampliamente, científico. Pero por otro lado, las proposiciones circulaban con una
intensidad notable: al respecto, los años 1970-1990 fueron un tiempo de intercambios historiográficos intensos, que beneficiaron a
todos, al tiempo que los transformaron y enriquecieron. Respecto de esos años más bien triunfalistas, sin duda alguna, el período
que siguió fue menos seguro, más discreto. La dinámica que resultó de esto, produjo efectos más amplios. En 1987, los Annales
necesitaban ardientemente un “giro crítico” e invitaban a los historiadores a calibrar lo que estaba cambiando en su disciplina, y
más generalmente en las ciencias sociales. Dos años más tarde renovaban su llamado a “intentar la experiencia”, reuniendo cierta
cantidad de proposiciones que daban fe de la amplitud de las transformaciones en curso.
La historia sigue siendo un arte de hacer. Es necesario que se interrogue sobre sus actitudes, sus conceptos. Pero esta exigencia
epistemológica de nada sirve si no es puesta a prueba en la práctica. Es en su práctica donde se plantean los asuntos que conciernen
a las condiciones de posibilidad y a al legitimidad de las operaciones que emprenden.
Importancia de la reconsideración de la acción y los actores en la comprensión de las dinámicas históricas, que sin embargo
estuvieron largo tiempo ausentes y como borrados de la escena. En los años 1950-1970, los grandes modelos funcionalistas no
implicaban que se apelara a ellos para dar cuenta de lo que ocurre en el mundo social. Contra esta evidencia se afirmó
progresivamente, desde los años ochenta, lo que se llamó un “giro pragmático”, que a partir de la reconsideración de las prácticas,
progresivamente desembocó en el redescubrimiento de los actores y de su papel en la producción de la sociedad. El debilitamiento
contemporáneo de las instituciones de regulación en nuestras sociedades representó un papel determinante en esta evolución mayor.
Preocupaciones semejantes por comprender la agency como una relación constantemente movible, constantemente reajustada, entre
un juego de recursos y uno de coerciones que definen a la vez posibilidades de actuar y, antes, disposiciones para la acción en una
situación determinada. Un abordaje de este tipo hace del tiempo una variable esencial de la acción. También coloca en primer plano
la relación de las normas con las prácticas. Éstas aparecen como productoras de normas y no ya solamente como sometidas a éstas.

[Jacques Revel, “Presentación”, en Un momento historiográfico. Trece ensayos de historia social, Manantial, Buenos Aires,
2005, pp. 11-18.]

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