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Danyela Castillo

LOS HOMBRES
TAMBIÉN SON
DE VENUS

Ediciones de La Polla Literaria


Santiago de Chile, marzo de 2011

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Los Hombres también son de Venus
Primera Edición, Santiago de Chile
Ediciones de la Polla Literaria, marzo 2011

Se autoriza la copia exacta y la distribución indiscriminada de


este libro por cualquier medio, sin fines de lucro y citando clara-
mente la fuente.

Ediciones de La Polla Literaria


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Danyela Castillo

LOS HOMBRES
TAMBIÉN SON
DE VENUS

Ediciones de La Polla Literaria


Santiago de Chile, marzo de 2011

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miércoles 23 de mayo de 2001
He pensado que si yo hubiera nacido mujer todo sería
diferente. Creo que mi madre piensa igual.
Ella tenía treinta y ocho años cuando nací. Dicen que
tenía cierta dificultad para embarazarse, mientras ella lloraba
su frustración, mi padre gastaba fortunas en perfumes caros
y finas corbatas que, finalmente, luciría con cualquiera menos
con ella.
En una de las tantas visitas al ginecólogo, mi madre se
enteró que estaba embarazada. La noticia alegró a toda la
familia y mi padre inflaba el pecho cuando supo que tendría un
hijo. Aun así, las cosas no cambiaron entre ellos.
En más de una oportunidad me he preguntado: ¿Por qué
se casaron? Ella no estaba embarazada, no había nada que
los obligara a estar juntos, sin embargo, creo que a ambos les
convenía dicho matrimonio…
Pues bien, cuando nací, mi madre estaba muy contenta,
según dice, mas creo que ella esperaba una niña, quizás,
pensando que la acompañaría en su vejez.
Desde muy chico mi madre marcó casi con violencia su
homofobia. Se molestaba mucho si me veía escudriñando en
su ropa o si hacía preguntas que le recordaran que yo no fui
mujer…
Por su parte, mi padre repetía a menudo que yo era un
macho como él. Golpeaba tontamente mis brazos y eructaba
frente a mí esperando, quizás, que yo celebrara semejante
actitud. Yo lo miraba con gesto infantil y neutro.
Nunca me agradaron esas actitudes, aunque nunca se lo
dije.

viernes 25 de mayo de 2001


Recuerdo ahora mi primer día de clases. Todo se veía
gigante, los niños y niñas se encontraban muy peinados,
zapatos lustrados de tienda, un espejo de sus madres.

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Mi primera sorpresa: los niños y niñas debíamos hacer
filas, eso no parecía raro, lo que me llamó la atención es que
eran filas diferentes.
Los niños y niñas eran separados por primera vez.
Quise ir al baño, y la profesora responde: “El baño de
niños es el de puerta celeste. Ese con puerta rosada es el de
niñas ¡No debes entrar!” Me contestó con gesto serio.
¿Qué habrá ahí, que no debo ver? Me preguntaba
sorprendido.
Una tarde, aprovechando el descuido de algún adulto,
me introduje como un delincuente a este lugar de puerta rosada
que llaman “baño de niñas”, al que no debía entrar por nada del
mundo, pero estaba ahí, feliz, mirándolo todo, buscando eso
prohibido que no tenía que ver, todo me parecía muy normal. Si
en el baño de niños orinábamos todos juntos ¿por qué no podía
ver cómo las niñas orinaban? “Los adultos son muy extraños”,
pensé...

martes 29 de mayo de 2001


_¡Tienes el pelo muy largo!_ Dijo una mañana mi madre_
Pareces niña, tendremos que ir a la peluquería._
“Yo no quiero cortarme el pelo, me gusta largo. ¿Y qué
hay de malo con parecer niña? Son lindas las niñas, yo no quiero
cortarme el pelo.”
“¡Los hombres no juegan con muñecas!”_ Gritó mi padre
mientras yo terminaba de vestir la muñeca que olvidó una vez
mi prima.
No entiendo, ¿Los niños y niñas, tienen que odiarse? ¿Por
qué no puedo jugar con muñecas?
Una vez le pregunté a mi mamá “¿Por qué yo no fui niña?”
y entonces abrió unos ojos tan grandes que no cabían en su cara
desencajada.
_No digas eso, niño_ Dijo muy despacio y mirando para
todos lados, asegurándose que nadie me hubiese escuchado
decir tal barbaridad aquella vez...

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lunes 4 de junio de 2001
En ese tiempo, algo le estaba pasando a mi cuerpo,
notoriamente cambiaba. Recuerdo perfectamente el día que
desperté con el pene muy grande y duro, casi me dolía.
En aquella oportunidad, le conté lo sucedido a mi mamá
y ella volvió a poner esa cara fea con ojos grandes.
Me fui sin esperar su respuesta.
No sabía lo que le estaba pasando a mi cuerpo, cada día
lo veía distinto, incluso habían empezado a crecer los molestos
pelos de mi pelvis. Aunque se suponía que era normal, según
lo dicho por mis amigos, a mí no me gustaba, recuerdo, y mis
axilas comenzaban a oler diferente y mi voz se distorsionaba.

martes 5 de junio de 2001


Una vez entré al baño. Ahí estaba mi padre, con su cuerpo
perfecto, tenía la toalla enrollada en las caderas y sus vellos se
asomaban burlones.
Lo miré mucho rato, imaginando mi cuerpo.
_¿Qué te pasa?_ Dijo
_Me quiero afeitar, como tú._ Entonces mi padre soltó
una carcajada.
_Pero Nacho, si no lo necesitas aún, mírate. Recién tienes
doce años.
_Es verdad, no lo necesito. Respondí y salí del baño.
Mi padre siempre se supo un tipo guapo. Coqueteaba,
descaradamente, con cuánta mujer pasaba frente a sus ojos…
_Aprende cómo se hace, hijo, ya te tocará a ti._
Mi madre, en silencio, bajaba la mirada y jugaba a no
darse cuenta, pero yo veía la pena en sus ojos. Pocas veces
discutían, mi padre no tenía tiempo siquiera para discutir con
mi madre.

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Una tarde los oí pelear…
Mi madre lloraba. “Esto no tiene sentido”, decía él.
Entiende que no nos hace bien ¡Nosotros no nos amamos!
Cuando escuché esas palabras, un hielo bajó por mi
espalda. Corrí hasta mi pieza y puse la música muy fuerte. El
sonido agudo de la guitarra hacía vibrar las ventanas y lograba
también silenciar mi llanto.
Mi padre sacó su ropa y mi madre lloraba suplicándole
que no la dejara. ¿¡Qué voy a hacer de mi vida…!? Gimoteaba.
Sentí, esa vez, cerrarse la puerta fuerte. Al poco rato
sonó el teléfono. Era mi padre: “Te amo, hijo, volveré a llamar
para que hablemos.”
Desde ese día mi madre jamás volvió a ser la misma y mi
padre se demoró más de un año en llamarme para conversar…

jueves 7 de junio de 2001


Un vez, después de la clase de educación física, me
acuerdo que sentí cosas muy raras. En ese tiempo me llamaba
mucho la atención el cuerpo de mis compañeros. Me gustaba
mirarlos, incluso había veces en que miraba a niños de otros
cursos, mayores que yo.
Miguel y yo fuimos amigos desde muy pequeños, hasta
hoy es mi mejor amigo. Un día, en las duchas, me quedé solo
con él. En aquella oportunidad, comenzamos a jugar en el agua
llenando nuestros cuerpos de espuma, desnudos, como es
lógico. Mi pene volvió a ponerse duro y muy grande (Me había
pasado ya varias veces, pero estando solo). Miguel me miró
fijo, un silencio indescriptible llenó todo el lugar. Mi miembro
inexperto seguía rígido, como todo mi cuerpo. Bajé la mirada y
vi que entre sus piernas blancas se erguía su humanidad y sus
ojos se volvían cada vez más brillantes.
_Mira, el mío es más grande_ Dije con una risa nerviosa.
Él sonrió y se acercó a mí…

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_¿Puedo ver si es más duro también?_ dijo.
_Claro, tócalo_ Respondí con total naturalidad. Sentí su
mano fría que lo envolvió con una suave presión.
_Te gano, el mío es más duro, ¡Mira!_ Dijo ofreciendo su
trofeo a mis manos.
No mentía, su pene estaba más duro que el mío. Pero en
el momento de comprobarlo, pude sentir que mi afilada lanza
se erectaba aún más. Creo que él se acercó un poco más, su
cuerpo húmedo rozaba el mío. Justo cuando cerré los ojos sonó
el timbre que anunciaba la entrada a clases. En silencio, luego
salimos del agua y nos vestimos como si nada hubiese pasado…

domingo 10 de junio de 2001


Durante mucho tiempo sentía envidia por la vida de
Miguel. Él es el menor de dos hermanos. Rodrigo, el mayor,
vive hace tres años en Estados Unidos, según él, fue a estudiar,
según Miguel, vive carreteando y cuando se queda sin plata,
llama a su viejo y éste le manda dinero para sus “estudios”.
Mi amigo ha crecido al lado de la tía Gloria, su nana, una
señora de campo, que a pesar de quererlo mucho, no ha podido
reemplazar la presencia de sus padres, que se lo pasan viajando.
Recuerdo que una vez Miguel me dijo que le gustaría
tener una mamá como la mía.
_¡¿Cómo se te ocurre?! ¡Nadie puede querer tener una
mamá como la mía...!_
_Nacho, tu vieja puede ser un poco pesada, pero al
menos está presente. Hay veces en que quisiera que me reten
como lo hace tu mamá…_ Dijo esa vez. suspirando.

sábado 16 de junio de 2001


Se supone que a los hombres les deberían gustar las
mujeres. En mi curso siempre ha habido varias niñas muy lindas

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y estoy seguro que más de una se muere por mí. Pero yo sólo las
encuentro “lindas”. No me dan aquellas “cosquillitas” cuando
se acercan. En cambio, con Miguel, es como si un huracán
azotara todo mi cuerpo. Él siempre me sorprendía mirándolo
y sonreía con un gesto tierno. Después mostraba su lengua y
volvía a sonreír.
Una mañana, entrando a la sala, la inspectora dijo:
_Alumnos, el profesor de química está con licencia, por
lo tanto, les voy a pedir que hablen en voz baja y no se levanten
de los asientos._
Las miradas corrían de un lado para el otro de la sala,
evidenciando cierta agitación entre mis compañeros. El
salir de la inspectora fue el botón de partida. Rápidamente,
comenzaron a ponerse de pie, en medio de las risitas, y alguien
sacó una botella vacía.
_Aquí todos juegan._
Miguel y yo nos miramos desconcertados.
_No, yo no juego, no me gusta esa weá._
Me senté al fondo de la sala, con los ojos clavados en
Miguel.
_Yo sí, es divertido._ Dijo él desafiando mi mirada.
Ahí estaban, sentados en círculo, mientras la botella
giraba al centro, apuntando cada uno de los rostros expectantes
y ansiosos por besar los labios deseados.
Primera pareja... El beso fue corto y sin ganas, la
botella vuelve a girar y Miguel juega coqueto con el pelo de
una compañera. Sin embargo, cada cierto rato me miraba
mostrando su estilizada lengua.
En realidad, a mí no me gustaban esos juegos, nunca les
encontré sentido a besarse con cualquiera, si yo voy a dar un
beso es porque la persona de verdad me gusta...
Es el turno de Miguel, yo lo miro atento, las bocas se
juntan despacio, ella cierra los ojos. Miguel vuelve a mirarme,
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sin dar mayor importancia a la entrega de su “pareja”, el beso
se prolonga…
Me molestó tanto que haya besado a esa niña, aunque en
verdad, era normal que lo hiciera, todos lo hacían.

jueves 21 de junio de 2001


Voy a cumplir quince años y nunca he besado a alguien.
No por falta de oportunidad, sino porque aún no encuentro a
la persona indicada, motivo por el que he recibido burlas por
parte de mis compañeros.
Hay veces en que me siento muy distinto a ellos. Por
más que intento seguir sus conversaciones, no me parecen en
nada interesantes ni graciosas, y, como es lógico, para ellos soy
extraño. Sé que muchos hablan de mí, que se ríen al decirme
poeta, sin saber que, en realidad, soy yo quien se ríe de ellos.
Aun así, no siempre me gusta ser distinto.
En el recreo alguien me dijo que Miguel me estaba
buscando, yo no quería verlo, no sé bien por qué, después de
ver como se besó con esa compañera, un sentimiento muy
extraño se aloja en todo mi cuerpo.
Él me encontró al final del patio. Yo traté de esconderme
tras los versos de Girondo, pero Miguel quitó el libro que me
ocultaba…
_Estás celoso_ Me dijo mirándome a los ojos.
_No seas weón, ¿Cómo voy a estar celoso? Es que me dio
lata_
_Besa suavecito…_ Detalló.
_¡No me interesa saber cómo besa!_ Le respondí molesto.
Hubo un silencio que sólo se vio interrumpido por la voz
de la inspectora.
¡Se acabó el recreo, niños, a la sala!
_¿Te gusta, verdad?
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_¿Quién?
_La Carola, te gusta la Carola, por eso estás enojado
conmigo.
_Mira, Miguel, lo que tú hagas o dejes de hacer con la
Carola, o con quién quieras, me da lo mismo.
Caminé hasta la sala y me senté en un lugar que no es el
mío, buscando estar lo más lejos posible de Miguel.

viernes 22 de junio de 2001


Es viernes, mi cuerpo descansa inerte sobre la cama y
una música estridente hace retumbar los vidrios de mi pieza.
La pantalla de mi celular titila sin descanso. Nueve
llamadas perdidas de Miguel.
_Puta, te he llamado mil veces ¿Por qué no contestas?
_Estaba durmiendo, no lo escuché_ Mentí.
_Ya sé cuál es tu problema, voy para allá._
¿Cómo sabe cuál es mi problema, si ni yo mismo lo sé? No
quiero verlo, no quiero que sea justamente él quién lo descubra
y menos que me lo diga.
Al poco rato entró en mi casa sin parar de hablar, su voz
hacía zigzag en mis oídos. Hablaba sin parar.
_Tu problema es que todavía no has besado a alguien,
por eso nunca juegas a la botella. Te da vergüenza_ sentenció.
_¿Te enseño, es fácil?_
Su propuesta hizo que se me erizaran los pelos y que
mi pene comenzara otra vez su transformación mágica,
levantando evidentemente el pantalón. Creo que Miguel se dio
cuenta de eso, porque lo miró y sonrió como a veces lo hace.
_Pero tú eres hombre, los hombres no se besan entre
ellos._ Dije asustado.
_Sí, lo sé, pero somos los mejores amigos, así no es malo.

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Además nadie va a saber._ Me tranquilizó.
Miguel se acercó un poco a mí y dijo casi susurrando,
_Te va a gustar, no seas tonto._
Cerré los ojos, sentí su respiración rebotando en mi nariz.
Mi lanza amenazaba con salir de su escondite. El pánico me
invadió cuando sus labios se posaron en los míos. No sé cuánto
rato estuvimos así, pero me sentía muy bien…
_Abre la boca_ Me dijo.
Sentí su lengua suave y tibia juntándose con la mía, el
universo entero sacudió mis sentidos. Él tomó mi mano y la guió
experto hacia su entrepierna. Estaba duro, una gigante roca se
refugiaba en su pantalón. Su mano voló hasta mi cuerpo con
movimientos casi imperceptibles. Nuestros cuerpos seguían
pegados, un rito de lenguas danzando ocultas del mundo.
Pensé: “Los hombres no se besan entre ellos” Si es así,
entonces, ¿Por qué me siento tan bien?
_Viste que es fácil_ Dijo separándose bruscamente de
mí, caminando hacia la puerta.
_¡Ya, anda a ducharte, te espero abajo! Besas muy rico_
Sonrió y salió de la pieza.
Me vi solo, con los labios aún húmedos de su saliva sin
saber qué pensar, ni qué sentir. “Los hombres no se besan entre
ellos”, me repetía una y otra vez, pero cerraba los ojos y volvía
a sentir un cosquilleo al final de mi espalda.

sábado 23 de junio de 2001


Quiero entender lo que me está pasando, nunca había
sentido algo parecido por nadie, ni por la niña más linda del
colegio. Ni siquiera cuando vemos esas revistas que llevan, a
veces, mis compañeros.
Después de mi primer besó, salimos en bicicleta. Miguel
actuaba en forma muy natural, en cambio, yo, ya no era el

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mismo. Había dado mi primer beso ¡Me he besado con mi
mejor amigo y me gustó!
Escuchaba como las voces giraban en todas direcciones
y yo no podía cambiar mis pensamientos. Su aliento tan cerca
de mí, su estilizada lengua que, cada cierto rato, me mostraba
feliz.
_Esta noche voy a estar solo en la casa. ¡Hagamos un
carrete!_ Dijo Miguel en un momento. Sus palabras provocaron
espasmos en mi estómago.
Por la noche llegaron casi todos juntos. La música
electrónica sonaba fuerte y alguien sacó una botella de ron,
lo que provoco la euforia de varios de los presentes. Una
atmósfera desconocida para mí me envolvía poco a poco.
Me sentía muy bien, mi cabeza se desprendía del cuello
y las piernas se me movían como las de un experto bailarín.
Entonces, Miguel se acercó y casi en el oído me dijo:
_¿Ahora quieres jugar a la botella? La amiga de la Carola
quiere contigo_ Aseguró.
_Podemos terminar el carrete y nos quedamos los
cuatro... No es mala idea_ Recalcó riendo.
Otra vez la botella giraba al centro del círculo que ahora
me hacía parte del juego. Era la primera vez que jugaba con los
demás. La botella paró, premeditadamente, frente a mí. Los
ojos se me hicieron gigantes y Miguel me miró feliz, haciendo
un gesto de aprobación. La niña seleccionada para compartir
mi beso fue una compañera de curso, es muy linda y por lo
que dicen, le gusto mucho. Nos acercamos despacio, posé
mis labios sobre los de ella sin cerrar los ojos. Mi compañera,
en cambio, sí lo hizo, esperando que fuera yo quién dirigiera la
sensual operación.
Miguel no paraba de hablar y eso hacía que me pusiera
aún más nervioso. Preferí, entonces, cerrar los ojos e imaginar
que eran de Miguel los labios que estaban del otro lado.
El beso fue largo, abrí la boca y mi lengua se resbaló casi

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instintivamente entre sus dientes.
_Aprendiste rápido_ Me dijo Miguel cuando nos
encontramos en la cocina. No lo miré, seguí llenando mi vaso
con ese brebaje amargo que hacía que mi cabeza diera mil
vueltas.
_Pensé que eras tú_ Le lancé antes de salir del lugar. No
hubo respuesta de Miguel.
_¿Quién más se queda?_ Pregunté ansioso. Nuevamente,
no tuve respuesta.
Comencé a recoger los vasos abandonados entre las
plantas y sillones. Miguel se veía distinto, sus ojos brillaban más
que de costumbre. Estábamos solos y mi miedo subía fuerte
por mis pies.
¡¿Qué me está pasando, qué cresta me está pasando?!
_ Tú me gustas en serio_ Dijo Miguel cuando entró a la
pieza, sentí pánico porque yo sentía lo mismo.
_¿Te gustó?_
_¿Qué?_
_¿Te gustó besarla?_
_No lo sé, fue raro_
_Dijiste que pensabas que era yo_
_Sí, pero no debí habértelo dicho, no sé qué me pasa
Miguel_
_Nacho, weón, yo tampoco sé lo que me pasa contigo,
pero te juro que odié que besaras a esa mina, sobre todo con
las ganas que lo hiciste_
Al mirarlo veía sólo una silueta y sus palabras llegaban
como el canto de pájaros a mis oídos. No sabía qué nos estaba
pasando, pero estábamos ahí, solos en su pieza, sintiendo
cosas tan extrañas como mágicas. Sin aviso, una de sus
manos comenzó a deslizarse por mi pantalón, mientras sus
labios succionaban suavemente mi cuello, provocando la
metamorfosis de todo mi cuerpo.
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_Miguel, esta weá no está bien_ Le dije antes que
desabrochara mi pantalón.
_¿Y por qué no, si los dos queremos? ¿O no?_
Tenía razón: “¿Qué tiene de malo si los dos queremos?”
Yo lo besaba sin pudor y al parecer mi poca experiencia
en las artes amatorias no fue impedimento para que sintiera
con su cuerpo todo lo que yo sentía. Él me gusta mucho y es
algo que no puedo evitar, más aún porque él siente lo mismo y
me lo recuerda todo el tiempo. Entonces, cerré los ojos y dejé
que las cosas pasaran sin pensar.
Sentí sus labios, sus suaves y tibios labios, sobre los
míos. Quise fundirme en sus brazos como la más dulce niña.
Perderme en sus sábanas como tantas veces lo imaginé. Sus
manos acariciaban mi espalda y mis glúteos, sentía su saliva
resbalando por cada una de mis vértebras. El pánico había
desaparecido, mutando en un placer indescriptible.
“Mi aire se acaba como agua en el desierto,
Mi vida se acorta porque no te llevo dentro,
Mi esperanza de vivir eres tú, y no estoy allí…”
_Nacho, Nacho…_ Lo oí decir
Sus manos giraron mi cuerpo entregado a él. Ahora su
lengua bajaba por mi ombligo haciendo que cientos, miles,
millones de agujas atravesaran todo mi cuerpo.
Sus labios atraparon mi lanza erecta, masajeando con
su estilizada lengua las líneas que ni yo mismo conocía de mi
propio miembro. Jugaba con mis piernas, con mis labios, con
mi cuello....
De pronto, su tierno puñal me atravesó con la dureza del
metal y la ternura de sus ojos.
En un momento, dolor y placer fueron lo mismo. Su bella
daga entraba y salía por mi cuerpo como danza ritual. Los ojos
desorbitados, mis gemidos y su garganta rugiendo a mi lado
como la más salvaje de las bestias.
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Quise llorar. No de pena, tampoco de felicidad...Un
sentimiento sin precedentes apareció en mi alma, sentí que lo
amaba. Sus manos fueron el paraíso ¡¿Qué estoy haciendo…!?
Ya nada podría separarnos nunca. Después de esto, no...
Nos dormimos desnudos y exhaustos…
Cuando nos levantamos, ninguno de los dos se refirió a lo
sucedido. (Quizás debimos hacerlo)
_Puta los weones desordenados, dejaron la cagá anoche_
Reclamaba Miguel sin mirarme.
_Ya, pero si tampoco es tanto, un rato y queda todo igual
como estaba_
_Si mis viejos saben que hice un carrete me matan_
_Oye, no seas perseguido, nadie va a saber_
Cuando terminamos de ordenar, tomé mis cosas.
_ ¡Nos vemos!_ Le grité desde la puerta.
_Espera, Nacho_ Cerré la puerta haciendo suficiente
ruido... ¡”Puta, Nacho”! fue lo último que escuché

sábado 7 de julio de 2001


Han pasado los días y no logro olvidar sus manos en mi
espalda, aunque casi no hemos hablado ni nos hemos vistos
más que en el colegio.
Se siente extraña esta lejanía...
_¿Es verdad?_ Me preguntó Miguel con los ojos duros y
redondos (Como los de mi madre cuando yo preguntaba algo
que no debía, ya no pregunto).
_¿Qué cosa?_
_¿Es verdad que estás pololeando con la Kari?_
_Sí_ Articulé sin moverme.
Después de lo que pasó con Miguel decidí que no debía

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volver a ocurrir lo mismo, y para evitar cualquier contacto con
él me puse a pololear con la Kari, ella es del otro curso, es muy
linda e inteligente. Lo paso bien con ella.

miércoles 11 de julio de 2001


“¡A mí no me gustan los hombres!”, me autorecordaba
cada vez que podía, cada vez que sentía la presencia de Miguel
y mis pelos se erizaban.
Paso mucho tiempo solo o con la Kari. Hace un tiempo
que no salgo con mis amigos.
Miguel me llama siempre, me invita a carretes a los que
me encantaría ir, pero estar con él haría que mis pensamientos
se enredaran todavía más.
_No puedo, voy a salir con la Kari_
_Puta weón, ya ni nos vemos_ Criticaba Miguel cada vez.
_Sorry hermano, así es la vida._
_¿Es por lo que pasó, verdad?_ Me preguntó una vez.
_No, nada que ver, es que no tengo tiempo, nada más._
Respondí con el estómago apretado.
_Yo creo que sí es por lo que pasó_ Dijo y colgó molesto
el teléfono.
Después de esa conversación, no volvimos a hablar en
varios días. Y yo, como un idiota, esperando que mi celular
sonara, para decirle: “No puedo...”
“A mí no me gustan los hombres” volvía a gritarme,
mientras el agua caliente de la ducha laceraba mi espalda y mi
mano simulaba ser su cuerpo, haciéndome volar.
Se acercan las vacaciones de invierno y mi cumpleaños
número quince.
_Mañana vas a estar de cumpleaños, ¿Puedo ir a
saludarte, verdad?_ Lo miré queriendo lanzarme a sus brazos.

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_Claro, somos amigos, puedes ir a mi casa cuando
quieras._
Mis palabras hicieron que sus ojos se iluminaran
mirándome como a veces lo hace.

jueves 12 de julio de 2001


Mi celular sonó justo a las doce.
_Feliz cumpleaños, Nacho._
No supe qué decir, el corazón parecía salirse de mi pecho.
_Gracias, ¿Vas a venir?_ Pregunté despacio.
- ¿Quieres que vaya?_
_Sí_ Respondí sin titubear, sintiendo una especie de
espasmo.
_Nacho, te echo de menos, weón, en serio, ¿Por qué no
conversamos?_
_¿A qué hora vienes?_
_No sé, en la tarde._ Dijo serio.
La primera llamada de la mañana fue de la Kari. Ella es
muy buena y me quiere mucho. Por lo mismo nunca puede
enterarse de lo que pasó con Miguel. En realidad, nadie tiene
por qué saberlo, fue una tontera. “A mí no me gustan los
hombres”.
Durante el día, la clásica. Las tías que llegan a saludarte
y te regalan calcetines, la comida favorita preparada por la
mamá... Lo de siempre.
Al medio día, recibí una llamada de mi padre. Como en
los últimos tres años, se excusó por no venir a saludarme, a
cambio de esto, depositó una cantidad de dinero en una cuenta
que abrió a mi nombre hace algún tiempo. “Ya eres todo un
hombre”, dijo fanfarrón. Yo contesté con una risa burlona.
Al acercarse la noche estaba nervioso, sentía una
ansiedad que no me dejaba tranquilo. La hora de enfrentar a
Miguel se acercaba.
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_Te compré dos cervezas_ Me dijo orgullosa mi mamá
cuando entré a la cocina.
“¿Dos cervezas?” Pensé, no podía preocuparme por dos
cervezas.
_Nacho, te buscan afuera_ Dijo la Kari.
_¿Quién es?_
_Miguel_
A ella nunca le ha caído bien Miguel, quizás sea instinto
femenino, a lo mejor la Kari sospecha algo. Inevitablemente, el
calor subió por mis pies y mi pecho comenzó a dar saltos.
_¿Y por qué no entra ese weón? Dije tratando de ocultar
mi emoción.
_No sé, dice que quiere hablar contigo._
_Qué raro_ Comenté.
_Nacho, tu amiguito siempre ha sido raro_
Me dejó solo y yo aún con unas ganas irrefrenables de
correr a los brazos de Miguel, pero no lo hice, en cambio, salí
despacio, con la mayor calma que pude. Él estaba ahí, perfecto,
esperando por mí.
_Sabía que ibas a venir._ Dijo mientras se ponía de pie.
_Ven para acá, weón_ Abrió sus brazos, juro que evite
caer en ellos, pero fue imposible, un imán me atrajo y de pronto
me vi acurrucado en su hombro, sintiendo sus manos en mi
espalda como aquella vez.
_Feliz cumpleaños, amigo_ Y besó fuerte mi mejilla.
_Toma, me dijiste que no lo habías encontrado y lo
querías mucho._ Dijo pasándome “Hours” de Bowie, lo miré y
sonreí inconsciente.
_¿Por qué te ríes, ya lo tienes?_
_No, de verdad lo quería, gracias._

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_¿Por qué te reíste?_ Preguntó mientras caminábamos
hacia el living.
_Porque tú siempre sabes lo que quiero._
_No siempre, ahora no sé lo que quieres_
Me limité a mirarlo, asumiendo que a veces no es necesario
decir las cosas. Él sabe lo que quiero, y yo también lo sé. Pero
de esa misma forma, con la misma claridad que sé cuánto lo
extraño, sé que no puede ser, que estamos confundiendo las
cosas. Los dos somos hombres.
“A mí no me gustan los hombres”.
_¿Cómo es posible que una señorita se mueva así? Parecen
bailarinas de topless._ Cacareó mi madre escandalizada por la
forma en que bailan algunas de mis amigas..
_Ay, mamá ¿Y tú, conoces muchos topless?_ Le pregunté
riendo. Otra vez puso los ojos redondos. Esta vez no me
provoco miedo, sino que me llevó a soltar una carcajada que
ella no comprendió.
_¡¿De qué te ríes?!_ Gritó, entonces, ignorándola, salí del
lugar.
_¿Dónde estabas? Escuché.
_Karina, yo estaba en la cocina con mi vieja, no me
controles._ Dije con tono de reproche. Sé que ella no merece
que la trate así, pero tampoco quiero que se haga muchas
ilusiones conmigo. No quiero que sufra por mi culpa.
_Ya, pero no te enojes. ¿Y Miguel, dónde está?_
_¿Y por qué tendría que saber yo donde está Miguel?_
_Porque es tu cumpleaños y es tu mejor amigo..._
_Sí, pero no sé dónde está, no lo he visto hace rato, a lo
mejor se fue._ Contesté sin mirarla.
_¿Qué cresta te pasa? ¿Por qué te pones así cada vez que
te nombro a Miguel?_

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Me sorprendió la pregunta. ¿Se habrá dado cuenta de
algo? ¿Cómo podría saber ella lo que pasó con Miguel?
_Nada, no me pasa nada. Ya, vamos a bailar, no seas
enojona..._ La besé en los labios con cariño.
Miguel estaba ahí, sentado, tomando más de la cuenta.
_Ahí está Miguel_ Le dije a la Kari para disimular que
hace ya algún tiempo que vengo evitándolo. Conversamos un
rato los tres, nos reímos recordando a algunos amigos que ya
no vemos.
Los ojos de Miguel se cruzaban con los míos de vez en
cuando.
“Quiero besarlo, quiero que me bese como la otra vez...”
La fiesta llegó a su fin, los invitados y auto-invitados ya
se retiraban.
_Nacho, llego mi radiotaxi ¿Me acompañas a la puerta?_
Me preguntó la Kari. Le pedí a Miguel que me esperara.
_Quédate en mi casa_ Me dijo Miguel cuando regresé_ Y
te doy mi regalo de cumpleaños_ Rió algo borracho.
_Mamá, ¿Puedo quedarme en la casa de Miguel?_ Le
grité desde la escalera.
_¿Ya se fueron todos?_
_Sí, estamos solos._ Frase que hizo brillar sus ojos.
_Bueno, llega temprano mañana que vamos donde la
abuela._ Dijo mi madre y yo cerré la puerta.
_¿Están tus viejos?_ Pregunté con algo de temor mientras
caminábamos hasta su casa.
_No, están en Buenos Aires._
Otra vez estoy solo con Miguel, sintiendo pánico,
queriendo cerrar los ojos y despertar mañana, sin enterarme de
nada.
_Tengo unas cervezas ¿Quieres una?_

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_Bueno_
Quería cualquier cosa, lo que fuera que me sirviera para
distraer mi mente de todos mis pensamientos.
_Vamos a mi pieza_ Ordenó pasándome la botella
pequeña y fría.
_Mejor estemos aquí._
_¿Estás asustado?_
_No_ Mentí. Sentía un miedo atroz. Quería salir
arrancando, pero algo me retenía ahí, junto a él.
Miguel me incita, hay algo en su voz, en sus ojos, en su
forma de moverse que me hace sentir hipnotizado.
“A mí no me gustan los hombres”, me repetía mil veces
mientras su mano comenzaba la travesía por el mar de mi
cuerpo.
“A mí no me gustan los hombres” quise gritar, en cambio,
me entregué, sumiso.
_Te amo_ Dijo mirándome a los ojos._ Yo sé que no está
bien, que uno no puede enamorarse de otro hombre._ Siguió_
Que eres mi mejor amigo. Puta, Nacho, me pasan demasiadas
cosas contigo y no sé qué hacer para no sentir lo que siento.
Yo lo miraba atónito ante tal declaración de amor.
_Miguel..._ Intenté hablar, pero sus labios enmudecieron
mis palabras.
Sentí la piel suave de su pecho rozando el mío.
“¿Qué estamos haciendo...?” Quise preguntar mientras
él delineaba mis labios con su lengua.
_Te amo, te amo, te amo..._ Repetía Miguel sin dejar de
besarme.
Mi cuerpo parecía suspendido en el aire.
“A mí no me gustan los hombres”

23
Y a Miguel lo amaba como nunca creí que fuera posible.
¡¿Qué me pasa!? ¡¡A mí no me gustan los hombres!!
Otra vez sus manos, sus labios y mi firme balano como
un mástil de lucha, listo para atacar en el momento preciso.
Una daga de fuego me atravesaba el alma y llevaba mi
cuerpo al cielo, mientas sentía la presión entre los glúteos.
Sentía su lengua dibujando en mi espalda, al tiempo que sus
manos me acariciaban completo. “Esto me gusta mucho”,
pensaba sintiendo cómo Miguel se hacía dueño de mi cuerpo.
Ya no supe diferenciar entre lo mucho que me gustaba
sentir cómo mi amigo me penetraba de manera sutil, y el placer
inverosímil que me provocaban sus fuertes golpes contra los
glúteos. Miguel tomaba mis caderas con maestría, taladraba
mi cuerpo y yo contenía lágrimas de felicidad. De pronto, sin
aviso, separé mi cuerpo del suyo y me giré para mirarlo…
_Quiero hacerte mío_ Le dije.
Él sonrió_ Ya soy tuyo…_ Respondió mientras me dejaba
ver su espalda.
Mis manos acariciaron su cuerpo cadenciosamente y él
suspiraba sin miedo. Entré en su cuerpo abriéndome paso al
universo estrecho de su sexo. Y mi alma salía de toda órbita.
Algo se transformó para ambos, mi cuerpo y el suyo fueron
uno. Él estaba quieto mientras mi pelvis se contorneaba sobre
sus nalgas. Lo sentí profundo y tibio… No fui capaz de seguir.
Me tendí a su lado, tomé su mano y la besé. Miguel
permanecía en silencio, me miraba ensimismado. Luego se
abalanzó de lleno a mis labios. Su saliva me mojaba las mejillas
y el cuello. Después, volvió a entrar en mí con más fuerza
todavía. Entonces, justo cuando llegó a lo más profundo de
mi cuerpo, explotó con un gemido cayendo sobre mi espalda,
derrumbado. Toda mi energía pareció concentrarse y crear una
erupción mágica que regó de semen la cama.
_A mí no me gustan los hombres._ Le dije a Miguel
mientras él, a mi lado, prendía un cigarro.

24
_A mí tampoco._ Lo miré extrañado._ A mí tampoco,
sólo me gustas tú, Nacho._
Mordí mis labios casi hasta sangrar.
No entiendo, no sé por qué siento estas cosas por él. He
tratado de alejarme y no puedo, es algo más fuerte que yo.
_El domingo me voy a la playa con mi vieja._ Me miró
quieto.
_¿Cuándo vuelves?_
_En dos semanas_
_Te voy a extrañar._
_Y yo a ti._

domingo 15 de julio de 2001


El viaje fue tranquilo. Mi madre le contaba horrorizada a
su hermana lo terrible que fue “ver a unas niñitas moviéndose
como verdaderas bataclanas”, mi tía la tranquilizó riendo:
_¡Ay, Mujer! acuérdate como bailábamos nosotras y la
mamá casi se moría al vernos._
_Es que tú no las viste, si parecía que estuvieran..._
_Follando_ Dije fuerte y claro, esperando ver los ojos
gigantes de mi madre.
_¡Nacho, no digas eso ¿Qué va a pensar tu tía?!_
_Nada, pues madre._ Yo sabía que a ella le molestaba
mucho que le diga “madre”.
_¿Qué puede pensar...?¿Te molesta que diga “follar”,
tía?_
_No seas pesado con tu mamá, Nachito._ Me pidió, como
un favor. Sin duda es bastante más evolucionada que mi madre.
_¿Ves lo que te digo?_ Lloriqueó ella _Siempre es así, ya
no puedo hablar con él._

25
Qué desagradable, mejor cierro los ojos y me desconecto
un rato. Encendí mi discman y lo puse al máximo de volumen.
Mis oídos latían bajo los pequeños parlantes. Me divertía ver
como los demás hablaban y yo sólo veía como movían sus
labios, imaginando las palabras que podían salir de cada uno
de ellos.
_¡Nacho, despierta!_ Chilló mi madre_ Ayúdanos a bajar
las cosas._ insistía, y yo aún no podía abrir los ojos.
Siempre me gustó ir a la casa de la playa, cuando chico me
arrancaba al bosque y caminaba durante horas, sin importarme
si me buscaban o no (Aunque creo que nunca sintieron mi
ausencia. Nunca me dijeron nada)
_Voy a salir un rato_
_Vuelve luego, tu abuela y la Vale van a llegar para
almorzar._ Dijo mi madre.
_¡Ya!_ Grité antes de desaparecer.
Mi cabeza daba vueltas, no podía dejar de pensar en
Miguel, ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Qué mierda vamos a hacer
ahora? No quiero imaginar que pasaría si mi madre supiera mi
verdad.
“Madre, debo comunicarle que soy homosexual. Que mi
primer beso y mi primera relación sexual fueron con mi mejor
amigo, y estoy enamorado de él”. En realidad, ni siquiera puedo
imaginarlo.
Mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo. “Llamada
entrante de Miguel”, dudé si contestar y en esa duda dejó de
sonar. Me senté en el bosque que me cobijaba siempre que
necesitaba estar solo. El teléfono volvió a sonar, nuevamente
era él, esta vez contesté de inmediato.
_¿Qué onda, Nacho, otra vez te vas a esconder de mí?_
_No weón, es que no alcancé a contestar_
_Te fuiste sin decir ni chao._
_No quise despertarte, dormías como guagua._ Dije con
algo de ternura.
26
_Gracias, ¿Cómo estás?_ Preguntó.
_Bien ¿Y tú?_
_Bien_
Se produjo un breve silencio.
_Nacho, no quiero que lo que pasó sirva para que te
alejes de mí._
No le conteste...
_Weón, el día está genial, hace un poco de calor, incluso.
_Dije cambiando el tema.
_Me gustaría estar ahí, contigo._
_Ya, buena, hablamos en Santiago._
_Bueno, cuídate..._
_Miguel espera_ Me apuré en decir, pero ya había
cortado.
“Miguel, a mí también me gustaría que estés aquí ahora”
decía el mensaje de texto que le envié; el mismo que no tuvo
respuesta. (Odié haberlo mandado.)
Al regresar me senté a almorzar junto a mi familia. A mi
lado está mi prima, la Vale, tiene casi mi edad. Recuerdo que
cuando éramos chicos jugábamos mucho, ahora nos vemos en
el colegio, no hablamos mucho, pero tenemos buena onda. Ella,
a pesar de ser menor que yo por varios meses, se ve muchísimo
más grande
_Oye, Nacho ¿Y cómo está tu polola?_ Dijo la Vale en un
momento de silencio general.
_A mí nadie me dijo que estás pololeando_ Criticó mi
abuela con ese tono insoportable que usa a veces.
_Es una niña muy linda, yo la conozco_ Siguió mi prima
_Se llama Kari, va en el colegio._
La cara de mi madre se transformaba de a poco, yo preferí

27
dejar que sea mi prima quien fuera la intérprete, entonces llené
mi boca con el espumoso postre de limón.
_¿Kari? ¿Cómo alguien se puede llamar “Kari”?_ Mi
abuela volvía a la carga con sus odiosidades.
_Karina, se llama Karina, abuela._
_¡Peor! Ese es nombre de bailarina de cabaret._ Era un
comentario que ya veía venir. Quise escupirle la espuma de
limón en la cara, pero creo que mi respuesta fue más fuerte que
eso.
_Miren, mi madre frecuenta los topless, mi abuela los
cabaret... ¿Y tú tía, vas a los femeninos?_ Dije sin mirar a nadie,
esperando los gritos de mi madre que no se demoraron más de
tres segundos en llegar.
_¡Ignacio! ¡¿Cómo se te ocurre decir algo así?! ¡Quiero
que salgas de aquí ¡_ Gritó furiosa.
Es lo que debí haber hecho hace rato. Tomé mi pocillo
con la espuma de limón y salí despacio, sólo por molestar.
_Nacho, espera..._ Dijo la Vale levantándose de su silla.
_Valentina, siéntate._ Ordenó la abuela y mi prima
obedeció en el acto.
Salí de la casa con paso seguro y caminé hasta el bosque
con el pocillo de espuma aún en mi mano. Lo comí con una
calma que ni yo mismo podía entender. Después de un rato de
silencio absoluto, sentí unos pasos cerca de mí. Era la Vale.
_¿La tía sabe que fumas?_ Dijo mientras se acercaba a mí.
_¿Y tú, por qué no te vas a la mierda?_ Respondí.
_Nacho, yo no quiero pelear contigo_
_Yo tampoco, así que es mejor que te vayas..._
_Nacho, ¿Qué te pasa?_
_¿Quieres saber lo que me pasa? Me pasa que estoy
aburrido que se metan en mis weás, que si tú no hubieras

28
abierto tu bocota, me habría ahorrado todo este show._ Le dije
casi gritando.
_No lo digo por lo de hoy. Desde la fiesta de Miguel que
andas raro, ¿Qué paso en esa fiesta, primo?_ Interrogó mi
prima.
Sentí pánico, pero a la vez unas ganas locas de contarle
todo, decirle que estoy enamorado de mi mejor amigo y que
tuve sexo con él... (No lo hice.)
_Nada, ¿Qué podría haber pasado?_
_No lo sé, dímelo tú. Nacho ¿Qué onda tú con Miguel?_
Quise desaparecer del planeta.
_¡Qué mierda estás pensando! ¿Acaso crees que soy
maricón?_ Le grité furioso.
_No me grites a mí, es que en el colegio hay muchos
rumores de que tú y Miguel tienen onda. Y como tú igual has
estado extraño, preferí preguntarte de frente._
_Mira Vale, tú me conoces ¿Crees que yo puedo ser
maraco?_
_No, pero..._
_Pero nada, mira la estupidez que se les ocurrió a los
weones. Decir que Miguel y yo tenemos onda. Yo pensé que tú
me conocías, Vale, te juro que me da mucha lata que me digas
esa weá._
Ella me miraba en silencio. Prendí otro cigarro y comencé
a caminar, dejándola sola en el bosque.
El teléfono sonó en mi bolsillo,” llamada entrante: Kari.”
Respondí sin mucho ánimo.
_Hola feo_ Dijo jugando.
_Hola linda_ Seguí su juego.
_¿Cómo estás?_
_Bien._

29
_¿Qué te pasa?_
_Mierda, otra más que me pregunta la misma weá..._
Dije muy alterado.
_Disculpa, pero no tienes por qué gritarme._
_Sí, perdona, no quise hacerlo, pero ya estoy cansado de
que todos me pregunten “¿Qué te pasa?”. No me pasa nada._
_Yo creo que sí te pasa algo. ¿Te peleaste con Miguel,
verdad? Por eso estás así_ Dijo demasiado tranquila. No sé lo
que te pasa, pero lo que sea, no tengo yo la culpa.
_No, no me he peleado con él. No estoy así por Miguel._
_Nacho, no seas desagradable conmigo. No sé lo que te
pasa, pero lo que sea, yo no tengo la culpa._
Sus palabras me dieron pena; pobre Kari, es tan buena
conmigo, no se merece que le haga daño.
_Kari, yo creo que es mejor que terminemos._ Dije de
pronto y sin mucho tino.
_¿Estás seguro...?_
_Sí, mira, yo no estoy bien y de verdad te quiero mucho,
pero..._
_Nacho, no tienes que darme explicaciones, hace un
tiempo que te sentía distinto. Y yo también había pensado lo
mismo, así, no dañamos una buena amistad._
_¿Ves? Por eso te quiero tanto Kari, gracias._ Quise
besarla fuerte y sonoro en la mejilla.
_Ya, nos vemos en el colegio, entonces..._ Me respondió
tranquila.
Yo no quiero que la Kari lo pase mal por mi culpa, pero no
puedo seguir con ella si siento cosas tan fuertes por otra persona.
Sobre todo si esa otra persona es Miguel. Afortunadamente,
no me equivoqué con ella, es muy madura, mucho más que yo
(creo).

30
viernes 20 de julio de 2001
Hoy pasé casi toda la tarde en la playa, a pesar del frío
propio de esta época. El cielo estaba completamente azul.
Escuchaba el sonido de las olas que explotaban cerca de mis
pies desnudos.
“A mí no me gustan los hombres”. Me repetía una y otra
vez “A mí no me gustan los hombres”.
Tomé mi celular y le envié un mensaje a Miguel:
“Puedo dibujar tus labios de memoria. Puedo delinear tu
sombra como si fuera mía.
Nacho”
Después de enviarlo sentí en mi pecho un miedo tan
grande que congeló mis venas paralizándome.
_¡¿Qué ha pasado en mí, qué ha pasado en mí!?¡No puedo
amarlo, no puedo!_ Grité con todas mis fuerzas inundando mi
piel con ácidas lágrimas.
He intentado que mi tiempo en la playa se parezca lo más
posible a un “Retiro espiritual”. He pasado tardes enteras en el
bosque, solo. He dejado que el sol se interne en mi piel suave y
dulce…He pensado en Miguel, y en mí.

sábado 21 de julio de 2001


_¿Mami, puedo ir a andar a caballo?_ Preguntó la Vale
esta tarde, entrando en la terraza.
_¿Tú vas, Nacho?_ Dijo mi tía, la Vale me miró urgida.
_Sí, sí voy, pero no tengo ni un peso, tú me vas a tener
que invitar, Vale._ Respondí tranquilo.
_¡¿Cómo se te ocurre, Ignacio?!_ Saltó mi madre con los
ojos redondos_ Tu prima no puede pagar, tráeme la cartera._
Dijo furiosa.
_¿Cuándo se ha visto que pague una niñita?_ La escuché
refunfuñar mientras me acercaba a la puerta.

31
_Invítame más seguido frente a mi vieja_ Le dije riendo
a mi prima.
_Cuando quieras, Nachito, pero ¿qué me das tú a
cambio?_ Siguió mi prima con tono insinuante.
Yo me puse algo nervioso y decidí cambiar drásticamente
de tema.
_¿Y tú, por qué tienes tanto interés en arrendar caballos?_
_¡Ay primo, júrame que no le vas a contar a nadie...!_
_Ya, pero cuéntame_ La apuré.
_No, primero júramelo, porque si alguien se entera de
esto..._
_Ya, te lo juro, no le voy a contar a nadie_ la interrumpí.
_¿Has visto al tipo que arrienda los caballos?_ Me dijo sin
esperar respuesta. _Me encanta. Y hoy me encontré con él en la
playa, quedamos de vernos aquí._
La verdad es que sí lo había visto y al igual que ella, creo
que es muy… guapo. Aun así, dije lo socialmente correcto.
_Pero Valentina, ese tipo es mucho mayor que tú_ Le
reproché.
_Sí, lo sé, pero me encanta._
Se me lanzó a los brazos apretándose contra el pecho.
Sentía sus pezones hundirse en mi cuerpo. Mi pantalón
comenzó a abultarse (me incomodó la situación)
_Ya, si no es para tanto_ La tomé de los hombros
alejándola de mí.
_¿Qué pasa, Nachito, me tienes miedo? Dijo acercándose
tanto que podía sentir su respiración en mi cara.
_ Vale, córtala...__
_¿Por qué, acaso no te gusta?_
_No, o sea sí, o sea no sé..._

32
Mierda, no sé qué hacer ¿Por qué estoy sintiendo esto?
Su lengua humedecía mi cuello y yo creía morir...
_Valentina para..._ Le dije desesperado.
_¿Por qué, si tú también quieres?_ Contestó mientras
deslizaba su mano. Luego bajó por mi ombligo y con un vaivén
de sus dedos hizo crecer mi miembro.
_ ¿Ves que quieres?_ Se apretó aún más contra mi cuerpo.
_Pero Vale, nosotros somos primos..._Supliqué.
_¿Y qué importa? Si ninguno de los dos dice nada, nadie
se tiene que enterar.
Sus labios rozaron los míos y me vi sumergido en un
mar de dudas. No puedo dejar de pensar en Miguel, imagino
que son sus manos. Como esa noche en su casa. ¿Qué me está
pasando? ¿Por qué me gusta tanto lo que hace la Vale? ¿Y por
qué pienso en Miguel?
Sus labios se sentían agradables, recorrí con mis manos
su cuerpo. Me entregué a ella y no quise seguir pensando.
_¿Vamos al bosque, te imaginas si nos ve alguien...?_
Dijo riendo.
No sé qué pasó en ese minuto por mi cabeza. Estaba ahí,
besando a mi prima, tocándola, dejando que ella me toque.
Por un momento, creí que explotaría, sus manos se movían
expertas. “No puedo hacerle esto a Miguel” pensé, mientras
besaba sus grandes pechos, sus grandes y redondos pechos.
De pronto su mano tibia entró en contacto con mi piel,
conociendo muy bien su meta final. Sus diestros movimientos
lograban en mí un éxtasis innombrable, cerré los ojos cuando
bajó con su lengua por mi pelvis. El timbre de mensaje de mi
celular detuvo por unos segundos su recorrido.
_No vas a verlo ahora, supongo._ Dijo seria.
_No, filo con el celular ¿En qué estábamos?_ Susurré en
su oído.

33
_Así me gusta, primito_ Dijo mientras volvía a la carga
con su lengua que me estaba volviendo loco. Creo que, en un
momento, ya no pensé más en Miguel. Ella hizo desaparecer mi
lanza en su boca y yo salí de toda conciencia. Su lengua recorría
una y otra vez mi pene erecto. Ya no era capaz de pensar...
Me aferré a sus caderas y tal como Miguel lo hiciera
conmigo, la penetré haciéndola gemir. Atravesé su cuerpo casi
con violencia. Ella apoyó las manos en un gran árbol, dándome
la espalda. Tenía un cuerpo hermoso, con suaves y blancas
curvas. Escurrí mis dedos en su selva talada. Miraba sus nalgas,
recorría sus vértebras con mis dedos húmedos por sus fluidos.
Volví a penetrarla, lo hice con fuerza, el choque de nuestros
cuerpos retumbó en los árboles. Veía entrar y salir el puñal que
no la hería a ella. Fui yo quien creyó morir al penetrarla.
Una energía me subía por los pies pasando por todo mi
cuerpo. Me separé bruscamente de mi prima y una vertiente de
semen se derramó entre las hojas secas del bosque.
_No sabía que eras tan experto._ Dijo la Vale mientras se
subía el calzoncito con flores.
No le contesté, otra vez Miguel volvía a mi cabeza.
“Miguel me va a odiar por esto”, pensé.
_No le cuentes a nadie, Vale, por favor_
_¿A ver, Nacho, parece que no me conoces? Revisa tu
celular mejor._
A mí se me había olvidado, pero me apuré para ver quién
había mandado el mensaje. “Nacho, ¿Cuándo vuelves? Te
extraño. Miguel”. Me puse muy nervioso.
_¿Es la Kari?_ Preguntó.
_Sí_ Mentí.

sábado 28 de julio de 2001


Mañana volvemos a Santiago. Con la Vale casi no hemos
hablado después de lo que pasó en el bosque, no creo que
sea mala onda, pero igual es mejor así, de lo contrario, podría
volver a pasar.

34
“Llego mañana en la tarde ¿Veámonos?” Decía el
mensaje que le envié a Miguel.

domingo 29 de julio de 2001


El viaje de regreso fue más desagradable que el de ida,
mi madre repletó el auto de cosas inútiles y la Vale, tan cerca de
mí, provocaba algo de tensión.
_Cuidado con las manos por ahí..._ Dijo mi tía en broma.
_¡Ay, mamá! Si somos como hermanos._ Contestó la
Vale mirándome fijo_ ¿Verdad, Nachito?_ Preguntó.
_Sí_ Respondí nervioso, sintiéndome culpable de algún
delito.
_No digan tonteras_ Acotó mi abuela desde el otro
asiento del auto.
Por lo menos, sirvió para cambiar el tema que ya me
tenía bastante incómodo.
Pasamos frente a la casa de Miguel. A los pocos minutos,
cuando llegamos a la mía, sonó mi teléfono, era él.
_Hola ¿Cómo estás? Escuché su voz del otro lado.
_Bien_ No supe qué más decir.
_¿Qué te pasa? Te noto raro.
_Nada, estoy cansado_
_¿Y cómo lo pasaste, weón?_ Su tono cambió por
completo. Dejó de ser cariñoso y me habló como a cualquier
amigo.
_Bien, tiempo de meditación, de relajarme, pensé
muchas cosas, reflexioné de muchas otras..._
_¿Y pensaste en mí?_ Me interrumpió.
Quise decirle que sí, que no había momento en el día
en que no pensara en él y que había tenido sexo con mi prima,
pero pensando en él.

35
_¿Por qué me lo preguntas?_
_Porque yo sí pensé mucho en ti._
_Miguel, tenemos que hablar_ Sé que no es necesario
contarle lo que pasó con la Vale, no puedo quedarme callado,
no soy capaz de actuar como si nada pasara.
_¿Qué pasa, Nacho?_
_Nada grave, es que pasó algo en la playa y quiero
contarte. Nada más._
_Ya. ¿A qué hora nos vemos?_
_Yo voy a tu casa en una hora._ Terminé diciendo.
_Voy a salir mamá._
_Pero, Ignacio, recién estamos llegando. Ayúdame a
desarmar los bolsos, al menos_ Reclamó mi madre.
_Lo siento, es importante, tengo que salir_ Dije cerrando
la puerta.
Me paré frente a la puerta de Miguel, dudé si tocar el
timbre, pero la puerta se abrió y me encontré con las manos
atrás, frente a sus ojos. Miguel me abrazó fuerte.
_Te eché mucho de menos, Nacho_ Dijo mientras me
trituraba con sus brazos.
_Ya, weón, si fueron sólo unos días._ Contesté nervioso,
liberándome de su entusiasmo
_¿Vamos a la plaza?_ Me invitó como si yo fuera una niña,
poco le faltó para tomar mi mano. Me sentí extraño, tengo que
contarle lo que pasó con la Vale y no sé cómo empezar.
_Nacho, me dijiste que teníamos que hablar_
Afortunadamente, fue él quien comenzó la conversación.
_Sí, Miguel, es que pasó algo en la playa..._
_¿Conociste a alguien?_ Me interrumpió.
_No, o sea, no conocí a nadie. Miguel, estuve con la
Vale..._ Le dije cerrando los ojos.
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_¡¿Tu prima?!_
_Puta Miguel, te juro que yo no busqué lo que pasó._ Mi
voz salía casi cortada, quería enterrarme y desaparecer.
_A ver, Nacho, ¿Me estás diciendo que estuviste con tu
prima, o que te comiste a tu prima?_ Preguntó con los ojos
grandes.
_Miguel, yo no sé por qué lo hice..._
_¿Te la comiste, verdad?_
_Sí_ Respondí avergonzado.
_¿Y, te gustó?_
_¡No!_ Me apuré en contestar_ Miguel, no dejé de pensar
en ti.
_¡Pero te la comiste igual!_
Ya no me miraba, jugaba con un palo en la tierra. Yo veía
las formas que se dibujaban. “Te amo”, escribió. Una corriente
subió por mis pies, lo miré confundido.
_Miguel, tú sabes..._
_Mira, weón, si yo pudiera no sentir lo que siento, te juro
que todo sería mucho más fácil. Nacho, yo tampoco lo estoy
pasando bien._
Sus ojos se humedecieron. Me quedé inmóvil, él se
acercó a mí, preferí cerrar los ojos y nuevamente fue como
elevarme por el aire. Nos besamos sin pudor, como si fuera lo
más normal. Ni siquiera pensé si alguien nos veía. Me fundí en
sus labios, sentí su lengua tibia revolver mi saliva.
_Miguel ¡Para...! Esta weá no está bien y los dos lo
sabemos._
_Pero ¿por qué? Nacho, yo te amo, ¿Cómo no entiendes
esa weá?_ Dijo con angustia.
_Yo también te amo, pero es imposible, los dos somos
hombres

37
¿Quieres que llegue a mi casa y diga: “Madre, te presento
a mi pololo Miguel”._
_No seas irónico, Nacho_ Dijo alejándose con rabia.
_¿Es por tu prima, verdad?_
_No, no es por ella, Miguel lo que pasó con la Vale no
tiene ninguna importancia. El tema es mucho más complicado_
Le expliqué.
_En el colegio hay comentarios de que entre nosotros
hay onda._
_¿Y no la hay?_
_Puta Miguel, esta weá nos va a hacer mal a los dos._
_Nacho, estoy solo en mi casa, ¿Quieres que vayamos
para allá? Ahí estamos más tranquilos._ (Me miró como a veces
lo hace.)
Fui aun sabiendo lo que pasaría. Había cambiado algunas
cosas de su pieza, se veía más grande.
_Te quedó genial la pieza así_ Comenté sentándome
frente a su computador._ ¿Estás conectado?_
_Sí..._ Gritó desde la cocina.
Mientras yo hurgueteaba en sus archivos buscando
nada, entró en la pieza con dos vasos de bebida. Se sentó al
lado mío poniendo su mano fría en mi rodilla, acto que provocó
un estertor en mi cuerpo.
_¿Te dio frío...?_ Dijo acercándose a mí, riendo.
_Ya Miguel, no empieces..._
_Mírame a los ojos y dime que tú no quieres._ Me desafió.
_Puta, weón..._ Sólo eso alcancé a decir, los labios de
Miguel se pegaron a los míos como un imán. Traté de evitar
mi erección, pero no pude. Sus manos conocen muy bien el
camino que deben recorrer para llevarme al cielo.
¡A mí no me gustan los hombres!, pensaba queriendo

38
convencerme mientras sacaba la ropa de Miguel, sintiendo
cada movimiento, aprovechando cada segundo como si fuera
el último. Quise evitarlo, de verdad quise evitarlo, pero me vi
ahí, desnudo junto a mi mejor amigo. ¿Qué estoy haciendo? Me
pregunté mil veces antes que mi cuerpo fuera traspasado por
su tierno puñal. Cogía mis caderas con fuerza, causándome un
dolor suave y agradable.
_Te amo_ Repetía de vez en cuando. Yo me limitaba a
apretar sus manos y entregarme como una niña.
Una sensación indescriptible se apoderó por completo
de mí. Sus labios aromáticos y dulces no tenían comparación.
Nuestras lenguas se juntaban, generando un deleite de su
sabor embriagante. Nos acariciamos incansables. Miraba sus
ojos brillantes… ¡Qué bello era! De pronto un fuerte gemido de
Miguel me hizo explotar derramándome en su cama.
_¿Quieres un cigarro?_ Dijo tendiéndose exhausto a mi
lado.
_¿Como pololos?_ Contesté riendo.
_Ya, dame uno..._
_¿Te gustó?_
_Sí_ Respondí.
_Te amo_ Dijo besando mi mejilla.
“¿Qué estoy haciendo? Esto no está bien ¿Por qué no
podía enamorarme de cualquier compañera como los hombres
normales...?” Me preguntaba mientras caminaba despacio
hasta mi casa.

lunes 23 de julio de 2001


Anoche casi no dormí, cerraba los ojos, veía a Miguel e
imaginaba la cara de mi vieja si se llegase a enterar. “A mí no
me gustan los hombres” Me repetí hasta el cansancio. No sé en
qué momento me quedé dormido. De vuelta al colegio intenté
evitarlo, a él y a la Kari; en realidad evité a casi todo el mundo.
39
No quería que nadie me hablara, para no volver a pensar...
Me refugié en mis libros. Leí innumerables autores, comencé
a derramar mi alma en hojas que muchas veces terminaban
como puzzles en la basura. Le escribí a Miguel infinitas letras
sabiendo que él jamás las leería…

“Imposibles tus labios, amado ser prohibido.


Imposible corazón, latiente, doliente.
Mi cuerpo se desgarra
El alma desmembrada sin tu piel
¡Oh, Amor mío…!
¿Cuándo podré amarte?
¿Cuándo podré besar tus labios tibios
y no morir en tus ojos?”

En el recreo, Miguel me encontró solo. Casi salgo


arrancando, no quería verlo, pero me quedé ahí.
_Nacho ¿Qué onda?_ Preguntó.
_Nada, todo bien ¿Y tú?_
_Bien, ¿Y por qué tan solo?_
_Nada, todo bien..._ Respondí, pero sé que no me creyó,
me conoce demasiado.
_¿Quieres hablar?_
_¿Y de qué quieres hablar?_
_Nacho, estás muy desagradable._
Yo lo prefería así, quizás de esa forma pueda alejarlo y
no seguir con esto que no debe volver a pasar (Aunque los dos
queramos) No puedo estar enamorado de mi mejor amigo, “A
mí no me gustan los hombres”.
_Sí, estoy muy desagradable_ Dije sin mirarlo.
_Ya, chao entonces_ Contestó molesto y se fue.

40
sábado 5 de agosto de 2001
Los últimos días han sido un constante evitarlo. No
respondía sus mensajes, en el colegio hablábamos sólo lo
necesario.
_¿Qué onda, weón?_ Un compañero interrumpió mi
silencio.
_Nada ¿Por qué?_
_No sé, desde que volvimos de vacaciones que estás raro
¿Qué onda, te peleaste con Miguel?_
_No, para nada_ Con Claudio somos compañeros de curso
hace cinco años. Es un tipo simpático, a veces lo encuentro un
poco pendejo, pero cae bien, es fácil de tratar.
_Mira, Claudito..._ Le dije muy serio._ Tú sabes que la
gente cambia, crece._ Le expliqué arrogante.
_¿Te comiste a una mina...?_ Interrogó ansioso de
escuchar alguna historia erótica.
_¡Eres muy caliente, weón...!_ Contesté riendo. No le di
en el gusto.
Sé que todos comentan de mí, que estoy raro. Y la
verdad, no es mucho lo que me importa. El otro día se acercó a
mí la Kari.
No habíamos hablado desde esa vez en la playa, cuando
terminamos nuestro pololeo por teléfono.
_Hola, Nacho_ Dijo con total naturalidad_ ¿Me puedo
sentar contigo?_
_Sí, dale..._Acepté.
_¿Y cómo has estado?_
_Bien ¿Y tú?_
La conversación no tenía sentido.
_¿Sabes? Me tengo que ir_ Dije tomando mi cuaderno.

41
_¿Qué onda, Nacho, que weá te pasa?_
_Kari_ Volví con mi tono serio_ Yo siento mucho cariño
por ti y de verdad no quiero ser desagradable._
_¿Y por qué vas a ser desagradable?_
_Porque estoy hasta las pelotas que me pregunten qué
mierda me pasa. No me pasa nada... ¿Qué les pasa a ustedes?
Todos pendientes de mí ¿Es que no tienen nada más que hacer
que estar preocupados por lo que hago o dejo de hacer?_ Dije
alterándome.
_Nacho, yo te quiero mucho y los que somos tus amigos
estamos preocupados porque estás muy raro. No hablas con
nadie, pasas los recreos aquí, solo. Ya ni siquiera te juntas con
Miguel que siempre ha sido tu mejor amigo, él también está
preocupado por ti._ Explicó serena.
_¡Ay, Kari! no me pasa nada, estoy en un tiempo de
introspección, contacto con mi “Yo” interno. Ninguna mala
onda con nadie, de verdad._ Le aclaré. Sonrió con ternura, besó
mi mejilla y se fue. La Kari siempre ha sido tan buena conmigo.
No me gustaría hacerle daño.
“Voy a celebrar mi cumpleaños, me gustaría que vayas.
Miguel.” Eso decía el mensaje que recibí.

lunes 6 de agosto de 2001


Nunca he hablado de esto con nadie, mis piernas
temblaban y sentía un extraño sudor en mis manos. Tuve
pánico, estaba a punto de revelar mi secreto más profundo, ese
que juré que no revelaría a nadie, pero necesito conversar de
lo que siento con alguien que pueda sentir como yo y que no
sea Miguel, quizás, alguien mayor, como José Luis. Él está en
cuarto medio y es extrovertidamente gay, de hecho tiene una
pareja que a veces lo viene a buscar al colegio.
En un principio, cuando recién llegó, fue víctima de
muchas burlas, creo que hasta yo mismo dije alguna vez algo

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burlándome de él, pero nunca se dejó intimidar por nadie.
Una vez le dijo a un compañero que hacía mofa de él:
“Mira, weón. El ser hombre no pasa por si te gustan las minas
o los hombres. Ni si te gusta meterlo o que te lo metan. El
verdadero hombre es el que respeta a los demás, que vive en
paz consigo mismo. De qué sirve un “Súper macho”, si se es
un hijo de puta. Si no respetas a la gente, no te respetas a ti
mismo. ¿Qué importa lo que hagas con tu culo?”.
Cuando supe eso, algo quedó dándome vueltas en la
cabeza. Le encontré tanta razón. Creo que es por eso que me
atrevo a hablar con él.

jueves 9 de agosto de 2001


En la mañana cuando llegué al colegio escuché:
_¿Miren quién viene ahí, que no es el chico más guapo
del colegio...?_ Dijo irónico.
_No me wevees..._
_¡Uf, qué rudo...!_ Rió acercándose a mí_ Hola, Nachito
¿Cómo anda?_
_Aquí... José Luis, necesito hablar contigo_
_No me asustes, estás pálido_
_¿Podemos juntarnos a la salida? Tú dices…_ Le dije casi
suplicante.
_Bueno, si me lo pides así... ¿Estás bien?_
_Sí, no, es decir, no sé. Por eso quiero hablar contigo._
_Ignacio, no sé lo que te pasa, pero me estás asustando
niñito..._
Casi nadie me dice “Ignacio”, me sonó muy raro. Aun así
lo sentí extrañamente “maternal” y una agradable sensación de
tranquilidad llenó mis pulmones.
_¿Te parece que nos juntemos en la plaza a la salida?_
Pregunté.
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_OK. Pero, ¿por qué tanto misterio? Ya sé..._ Se apuró
en decir._ Lo que pasa es que no quieres que te vean conmigo
porque van a pensar que eres gay._
_No seas weón, me da lo mismo lo que piense la gente.
Es porque quiero que estemos solos para hablar tranquilos._ Le
aclaré enfático.
_Eso me da más miedo..._ Respondió entre risas e
insinuaciones_ Nos vemos a la salida, entonces, en la plaza_
Recalcó cerrándome un ojo coqueto.
Siento una ansiedad incontrolable. Miro el reloj que
cuelga en una pared de la sala. La hora no avanza. Siento la
cabeza abombada, vuelvo a mirar el reloj, nada, aún faltan dos
horas que se me hacen eternas.
_¿Qué te pasa?_ Preguntó Miguel_ Te ves pálido y estás
sudando_ Dijo pasando su mano por mi frente.
_No me siento bien_ Hablé apenas.
Miguel se paró para tomar mi mano, vi sus ojos clavados
en los míos. Quise besarlo ahí frente a todos y gritarle de una
puta vez al mundo que estoy enamorado de él, mi mejor amigo,
pero no lo hice.
_Estoy bien, weón ¡Suéltame, pareces maraco!_
_¿Qué te pasa, Nacho? ¿Por qué estás así conmigo?_
_¿Así cómo?_ Sé que siempre ha odiado que le respondan
con una pregunta.
_¿Qué hice mal, Nacho?_
Entonces, tomó mi hombro y quedamos peligrosamente
juntos, en medio del patio del colegio. Mis piernas se
debilitaban, sentí que me desmayaría en cualquier momento.
Miguel me aferró a su cuerpo afirmándome con fuerza.
_Me siento mal, Miguel_ Le dije mirándolo fijo.
_Tranquilo, yo estoy contigo. Ya va a pasar._ Sus palabras
conseguían aquietar mi sensación de muerte.

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Cuando volví a abrir los ojos, estaba tendido en la camilla
de la enfermería. Miguel había traído mi mochila y me miraba
en silencio.
_Amigos como ustedes ya casi no existen_ Sonó la voz
de la inspectora que hacía el papel de mi retiro._ Ojalá que no
cambien nunca_ Agregó con ternura.
Miguel y yo nos miramos y sonreímos cómplices.
_Miguel, necesito pedirte un favor_
_Lo que quieras “Amigo”_
_¿Puedes decirle a José Luis, del cuarto “B”, que no voy a
poder juntarme con él?_
Miguel me miró con tristeza, sus ojos penetraban
dolorosos.
_¿Es por eso que estás raro conmigo, tienes onda con
José Luis, verdad?_
_¿Cómo se te ocurre decir una estupidez así...?_ Casi le
grité.
_¿Y qué tendría de raro...?_ Preguntó intentando parecer
tranquilo.
_Mira, Miguel, que tú y yo en algún minuto hayamos
hecho algo, no significa nada. “A mí no me gustan los hombres”.
Salí del colegio con mi madre que escandalizaba como
si mi condición médica fuera terminal. Después agradeció a
Miguel por haberme ayudado. Al fin, cuando llegué me puse a
dormir, eso era todo.

viernes 10 de agosto de 2001


En la mañana me vio un doctor, diagnóstico: “Stress”.
Llegó un mensaje a mi celular mientras el doctor
escuchaba mis pulmones y ponía mi piel de gallina al pasar su
herramienta fría sobre mi pecho.

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_Vieja, ¿Me pasas el celular...?_ Le pedí mientras ella
recibía las instrucciones del médico.
“No te preocupes, Nacho, cuídate. Cuando quieras
hablamos”. Era José Luis, el siempre tan... “Delicado”.
_Vas a tener que descansar_ Sentenció mi madre.
Era la excusa perfecta para no ver a Miguel. Pero tampoco
podría hablar con José Luis. Le respondí su mensaje: “Me dieron
unos días de reposo. ¿Puedes venir tú a mi casa? “
Cerré los ojos y tapé mi cara con la almohada, intenté
dejar de respirar el mayor tiempo posible. Sentía como si la
sangre bombeaba en mi cabeza.
El sonido de mi celular me sacó de ese estado casi suicida.
“A las 18 hrs. ¿Te parece? Nos vemos.” Decía el mensaje de José
Luis.
Aún falta más de una hora, volví a cerrar los ojos. Dibujé
en mi mente letras, números, formas, símbolos, uniéndolos
entre sí, creando imágenes perfectas.
Golpean mi puerta, intenté parecer profundamente
dormido...
_Nacho ¿Puedo entrar?_ Es Miguel, su voz la reconozco a
kilómetros de distancia. Mi corazón comenzó a latir tan rápido
que temí que explotara.
_No, respondí, y seguí con mi juego del dormido. No
quería ver a nadie, menos a Miguel.
_Nacho, sé que no estás durmiendo, te conozco, weón.
Puedes engañar a quién quieras, pero no a mí._ Yo lo escuchaba
quieto, tratando de contener mis latidos.
_¿Sabes?_ Me dijo sentándose en mi cama_ Yo sé que a
ti te complica más de la cuenta la onda que tenemos, porque
quieras o no, entre nosotros hay algo más que una buena
amistad. ¿O tú crees que yo ando teniendo sexo con cualquier
amigo? Nacho, quiero que sepas que tú has sido la única
persona que con la que he estado. Te lo digo para que te des
cuenta lo importante que eres para mí._
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Yo seguía sin moverme.
_Nacho, tú eres la única persona con la que he tenido
sexo._
Mi cuerpo se estremeció entre las sábanas y me giré para
mirarlo.
_Sabía, weón, que no estabas durmiendo_ Dijo
intentando sonreír.
_Mentiroso, eres un mentiroso de mierda..._ Mis ojos
eran fuego que derretía su piel.
_Jamás te he mentido, Nacho_
_Acabas de decir que yo soy la única persona con la que
has tenido sexo, y eso es mentira..._
Tenía mucha rabia. Juro que en ese momento le habría
pegado hasta cansarme.
_No, Nacho, es verdad. Una vez te dije que había estado
con otra persona, pero no es así, lo hice de tonto, para parecer
con más experiencia. Fui un idiota._
_¿Y para qué hiciste eso?_
_No lo sé, Nacho, pero tienes que creerme, ¿Con qué
objeto te podría mentir en algo así?_
No supe qué pensar, es cierto, no tiene motivos para
mentirme, yo estuve con mi prima y se lo dije. Los amigos no
se mienten.
_Nacho, yo tampoco sé qué cresta es lo que me pasa
contigo y estoy igual de asustado que tú.
Weón, yo nunca, y entiende bien lo que te voy a decir,
nunca he mirado a nadie más que a ti. Ni hombre, ni mujer. ¿Y
sabes por qué?_ Yo lo miraba atónito, dejando que sus palabras
se quedaran en mis oídos como canción, como poema, tierno
verso de los amantes que jamás debieron ser.
_Nacho, lo que siento por ti es muy fuerte... Muy fuerte,
weón._
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Casi sin darme cuenta, estaba frente a sus labios,
sintiendo su respiración. Cerré los ojos y me entregué a él...
otra vez.
Sus labios seguían siendo tan suaves... Una sensación de
placer y calma me repletaba.
Estaba en sus brazos, otra vez en sus brazos. La serpiente
de su boca devoraba mi saliva bebiéndola a sorbos, que eran
caricias con sabor a miel. Sin embargo, unos pasos detrás de mi
puerta hicieron desaparecer la magia, de golpe.
_Nacho, te busca un compañero, José Luis. Es un poco
raro..._ Dijo con tono intrigante.
_Ay, madre, usted siempre tan... Ya, no importa, dígale
que pase._
Miguel me miró desconcertado, yo me limité a sonreír y
hacer un gesto de calma.
_¡Uy...! Se reconciliaron los pololos, qué lindo._ Miguel y
yo nos mirábamos nerviosos.
_A ver, niños_ Comenzó José Luis sentándose en mi
cama_ Creo saber lo que pasa..._
Parecía un profesor: profesor de sexualidad, pensé.
_La verdad es que no sabía que Miguel estaría aquí._
_Yo tampoco._ Dije sin pensar, Miguel me miró serio_ No
digo que me moleste_ Aclaré.
_Bueno, por lo que me doy cuenta, los del “problema”
son los dos. En realidad, yo no lo veo como un problema, al
contrario, para mí es una suerte poder demostrar amor sin
miedo a lo que puedan decir los demás.
_Nacho, Miguel. Mírense, se nota que se quieren ¿Por
qué luchar contra lo que sienten?_
Miguel y yo nos mirábamos con ternura, era innegable
que entre nosotros había bastante más que una amistad.
_Sé que no es fácil reconocerse ante el mundo como gay,
para mí tampoco lo fue..._

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_¡Yo no soy maricón!_ Dije con fuerza
¡A mí no me gustan los hombres!_
_No seas tonto, Nachito, con lo que dices vas a ofender a
Miguel y él ha sido muy paciente contigo._
_¿Y qué sabes tú que tan paciente ha sido Miguel
conmigo?_ Pregunté sin entender.
_Ignacio, Miguel y yo somos amigos hace algún
tiempo..._
_No me habías dicho nada, Miguel..._
_Sí, lo sé, tú tampoco me habías dicho que te juntarías
con él...Estamos a mano._ Dijo riendo.
_Miren el par de weones, ninguno de los dos quiere que
los demás piensen que son maricones. Si la homosexualidad
no se contagia. No porque hables con una lesbiana o un gay
serás igual. ¡Qué ignorancia! Por eso es que este país es tan
homofóbico, por ignorancia. El amor es hermoso, en todas sus
expresiones._ Sentí como mi estómago se apretaba al escuchar
sus palabras.
Nacho, lo que sientes por Miguel te complica tanto
que terminaste por enfermarte, mírate. ¿Qué es ser maricón?
¿Dañan ustedes a alguien al amarse...?
José Luis hablaba fluido y seguro, nos miraba con el rostro
excitado. Esa tarde conversamos mucho los tres. Él compartió
con nosotros su primera experiencia sexual, que fue cuando
estaba en primero medio (Como nosotros). Fue con un hombre
mayor que él, amigo de su mamá. Ella tiene muchos amigos
gay, quizás por eso no se extrañó cuando José Luis le presentó
a su “pololo”. Estaban fuera de la ciudad, con su mamá y varios
amigos de ella. José Luis se sentía atraído por todo el ambiente
que se generaba, pero al mismo tiempo le provocaba cierto
recelo. Una noche salió a fumar un cigarro y se encontró con
Andrés, un tipo, que según él mismo dice era muy atractivo, un
hippie bien cuidado: pelo largo, semicano, siempre perfumado
con los carísimos champús que traía importados desde no sé
dónde y que olían a pachulí o sándalo.

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Según José Luis, “Un caballero no tiene memoria”.
Yo opino igual, por lo mismo, no dio detalles porque no fue
necesario.
_Miguel, ¿Tú te sientes mal por amar al Nachito?_
_De ninguna manera_ Respondió seguro.
No sé por qué mis mejillas se pusieron color manzana,
intenté disimular, pero creo que no funcionó mucho.
_José Luis_ Siguió Miguel_ A mí no me complica lo que
siento, yo amo al Nacho, tú lo sabes_ Dijo mirándome con los
ojos sonrientes._ El tema es que al Nacho le complica más de
la cuenta.
_Yo les agradezco su confianza y espero que entiendan
que nada tiene de malo amar. Dios no castiga el amor, es el
ser humano el que pinta de negro y rechaza nuestra forma de
amor...
_¿Y tú, Ignacio, qué dices?_
Era el turno de mis confesiones. Mis manos sudaban,
sentía el pecho apretado. Miguel tomó mi mano y la acarició
suave dándome cierta tranquilidad.
_Es verdad, me complica porque yo no quiero ser
maricón..._
_Nacho, ¿y tú crees que los heterosexuales un día
despertaron y decidieron serlo? Nacho, entiende que los
sentimientos no se eligen.
¿Acaso prefieres pasar tu vida de manera infeliz, sólo
porque no quieres ser “maricón”?_ El tono de su voz se elevaba,
peligrosamente.
_Claro que no_ Respondí algo confundido. La mano de
Miguel seguía masajeando mis dedos.
_José Luis, yo siento cosas muy extrañas por Miguel,
cosas que no he sentido por nadie._
_A ver, Nacho, te voy a hacer una pregunta: ¿Has estado
con una mujer? Me refiero a si has tenido sexo con una mujer._

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_Sí_ se apuró en responder Miguel_
_¿Y te gustó?_
_No lo sé, igual fue algo muy confuso, sensaciones muy
contradictorias..._
_Pero, ¿te gustó?_ Insistió el experto.
_No del todo, quizás en lo físico, sí, pero internamente
sentí que me traicionaba, como si traicionara mi esencia, mi
naturaleza.
_¿Te das cuenta? ¿Y tú, Miguel?_
_¿Yo, qué?_ Preguntó ingenuo.
_Te pregunto si has estado con una mina._
_No, sólo he tenido sexo con el Nacho._
Todo esto me parecía muy extraño, jamás pensé que
tendría ésta conversación. Pero supongo que así debió ser.
Quizás así logre entender y entenderme.
_Nacho, estás en otro lado..._ Me interrumpió José Luis
de pronto, mi pensamiento cambió abruptamente.
_Chicos, ser homosexual no es un defecto, ni una
enfermedad. ¡Es hermoso!
Mírenme_ Dijo haciendo algo así como un baile “sensual”
_¿Acaso les parezco diferente a cualquier persona...? Lo
único que me hace distinto a mucha gente, es que estoy libre
de esos prejuicios. Seamos libres, es lo que más nos acerca a la
felicidad..._

lunes 13 de agosto de 2001


_¿Dónde crees que vas, Ignacio?_ Preguntó mi madre
cuando entró a la cocina.
_Al colegio ¿Dónde más puedo ir a esta hora y con
uniforme?_ (Los ojos de mi madre se pusieron redondos)

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_Tienes que descansar, Nachito_ Dijo cambiando el tono
de su voz en forma profesional.
_Ya me siento bien mamá, en serio. Además tengo
prueba de... Química_ Improvisé.
_Pero el doctor dijo que tenías que descansar unos días._
Le obedecí y volví a la cama. Quizás era mejor. Pasé la
mañana durmiendo como nunca. Aproveché de revisar mi
correo electrónico, también de entretenerme un poco con
algunos juegos que ya creía olvidados (Los sigo manejando a la
perfección). Después de saltar entre mil canales de televisión,
creo que me dormí. Al abrir los ojos vi su silueta perfecta que
se dibujaba tras el sol de mi ventana. Movía una revista en sus
manos con pocas ganas. Yo me regalé unos segundos para
mirarlo antes de mover mis pies.
_Despertó el bello durmiente..._ Pronunció Miguel.
_No me wevees_ Respondí sin ser pesado.
_¿Y cómo amaneció el enfermito?_
_Ya, weón, si no estoy enfermo._
_¿Cómo que no, parece que se te olvidó que “te
desmayaste en mis brazos”?_ Dijo y besó suavemente mis
labios.
Me sentí muy extraño, por una parte era tan perfecto,
me sentía tan bien con él. Pero cuando me pongo a pensar y
dimensiono el peso de reconocer nuestra “relación” como algo
real, me aterra.
_Miguel, te amo..._ Le revelé de pronto. Sus ojos parecían
salirse de órbita. Tomó mi mano y la puso sobre su pecho...
_¿Sientes?_ Preguntó casi sin moverse. Yo moví la cabeza
afirmativamente.
_Yo también te amo, weón._
_¿Por qué no pones el seguro a la puerta?_ Le propuse
feliz.

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_Eres muy fresco..._ Me dijo con una carcajada mientras
se paraba complaciendo mis deseos.
El aire se pintó de magia. Sus labios aproximándose a mi
ansiedad. Mi corazón rebotando en las paredes.
_Me encanta tu espalda_ Me dijo mientras la acariciaba
con una calma única y su lengua estilizada paseaba por mi
cuello.
_¿Estás seguro?_ Me preguntó antes de consumar mis
sueños.
¿Y cómo no estar seguro si, de un tiempo a esta parte, mi
cabeza no hace más que pensar en él?
Lo besé muy fuerte, lo besé con el deseo que tanto
tiempo vivió preso de los prejuicios, de las miradas acusadoras.
Ahora siento sus manos danzar en mi cuerpo y juro que olvido
que detrás de esas paredes existe un planeta que juega a la
tolerancia y condena a quienes aman diferente a la mayoría.
_¿Puedo tomar eso como un sí?_ Preguntó sin mirarme.
No alcancé a responder, su cuerpo se aproximó al mío.
Sentía sus dedos jugando con mi pelo. Con los ojos cerrados me
dejaba seducir por ese amor prohibido. Sus manos aferraron
mis caderas, sentí esas cosquillas que se sienten cuando uno
baja por la montaña rusa. Las manos de Miguel se paseaban
por mi piel que se erizaba. Él y yo nos besamos con tantas
ganas, con pasión, con amor... Lentamente, giré su cuerpo,
y sin dejar de acariciarme me penetró con dulzura. Percibía
cada movimiento, cada golpe de su pelvis contra mis glúteos
elevados. Miguel balbuceaba palabras en mi oído que hacían
subir más aún mi excitación.
_Quiero quedarme en ti para siempre...- Me dijo.
Comprendí en ese momento que él y yo estaríamos para
siempre unidos. Pase lo que pase.
_ Hazlo_ Respondí sin pensarlo.
Me preparé como en un santo ritual. Mi cuerpo fue
suyo, y mi corazón también. Cada gota de mi sangre poseía un
poquito de Miguel y viceversa.
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_ ¿Te das cuenta? Ya no hay vuelta atrás._
_ Lo sé, te amo..._ Respondí entre gemidos.
De pronto, un golpe en la puerta hizo que saltáramos
muy lejos uno del otro.
_¿Qué pasa?_ Pregunté nervioso mientras nos poníamos
los pantalones y ordenábamos la cama.
_¿Con quién estás?_ Era mi mamá.
_Con Miguel_ Respondí apurado.
_Mira Nacho, no quiero saber si están viendo esas revistas
para adultos. Sabes que no acepto esas cosas..._
_No te preocupes, mamá, no estamos haciendo nada
malo._
_Mucho cuidado, niñitos ¡Que los pille yo haciendo
alguna tontera!_
Miguel y yo nos abrazamos riendo.

domingo 7 de abril de 2002


Durante un tiempo, la “relación” entre nosotros se hizo
más cercana. Compartíamos en el colegio y a veces en las tardes
nos juntábamos a “estudiar”. Disimulábamos a la perfección
las miradas que nadie más veía... Tuvimos, cada uno, algunas
pololas, sin embargo, nuestro “Pacto de Amor” seguía intacto.
Pasamos los dos últimos veranos del colegio juntos, en la casa
de la playa. Crecimos. Es un tiempo que no dejo de recordar...
¿Y cómo podría olvidarme de quien fuera “mi primer amor”?
Pero nada es para siempre y las cosas, a medida que
crecimos, cambiaron de un modo que no me hacía sentir muy
bien. Al terminar el colegio decidí tomar un año para preparar
la PSU. Miguel, en cambio, entró a la universidad, estudia
ingeniería.

54
lunes 29 de julio de 2002
Siempre lo llamo, pero no tiene tiempo, dice que no le
queda tiempo para carretear. Yo, lo que más tengo, es tiempo.
Trabajo en un Pub en el “Barrio Brasil”.
El trabajo de garzón me permite conocer mucha gente,
tengo un espectro muy amplio de amigos. Al que Miguel no ha
querido integrarse. La última vez que estuvimos juntos lo sentí
extraño.
Sus manos ya no se deslizaban por mi espalda como
antes.
_¿Qué te pasa?_ Le pregunté incorporándome en la
cama.
_Nada..._
Lo conozco demasiado y no creí su respuesta.
_A ti te pasa algo..._ Aseguré.
Miguel se sentó a mi lado y tomó mi mano.
_Nacho, tú sabes cuánto te quiero, ¿Verdad?_
_¿A ver Miguel...? Sin evasivas ¿Qué mierda pasa?_ Dije
levantando la voz.
Sus ojos miraban el suelo, despacio levanté su cabeza
mirándolo fijo.
_Nacho, ya no somos niños. Nuestras vidas ahora son
muy diferentes..._
_¿Conociste a alguien?_ Lo interrumpí nervioso.
No me contestó, me besó en los labios y se fue.
En tardes de soledad y nostalgia, frecuento nuestros
lugares. Me interno en mí mismo y veo que todo parece como
si fuera una película ¡Tantos años nos unieron...! ¡Y tan poco
tiempo bastó para que se terminara...!

55
sábado 26 de agosto de 2006
Hoy encontré mi diario, y leyéndolo me he dado cuenta
que han pasado cuatro años desde que no veo a Miguel.
Yo estudio “arte” y aún conservo mi trabajo de garzón.
Hace unos meses me fui de casa. Mi madre ni sospecha que
el hombre con quién vivo es mi pareja. Él es mayor que yo, es
más, fue profesor mío el primer año de universidad.
En la universidad es vox populi lo de nuestra relación.
Muchos no la ven con muy buenos ojos, aun así, somos felices
juntos. Gustavo es un hombre muy inteligente y un gran
artista. Pero más que eso, me quiere como nadie y me hace
eternamente feliz.
Yo paso mis días en la universidad. Soy conocido por
todos ya que recito mis poemas en cada oportunidad que se
presenta. Gustavo, orgulloso de mí, aplaude a rabiar.
De vez en cuando pienso en Miguel ¿Qué será de su
vida...? ¿Aún pensará en mí?

sábado 2 de agosto de 2006


Anoche fuimos juntos a una comida familiar organizada
por mi madre, donde estarían todas las viejas tías, mis primos
y primas. Mi madre nos recibió en la puerta con una sonrisa
que a kilómetros se veía fingida. Gustavo toco mi espalda
demostrando su incomodidad. La Valentina fue la primera en
acercarse a nosotros.
_Hola, primito, tanto tiempo sin verte_ Dijo mientras se
colgaba de mi cuello.
Tomé sus manos para tranquilizarla.
_Vale, te presento a Gustavo._ Él hizo un gesto con la
cabeza.
_¿De verdad te quieres quedar?_ Me preguntó Gustavo
antes de entrar a la terraza, dónde aguardaban todos los buitres
para devorarnos los ojos sin piedad.
56
_Sí, Gustavo. Ya lo conversamos tú y yo._ Tomé su mano
y la apreté fuerte.
Mi corazón latía muy rápido, sentía cómo el nerviosismo
se apoderaba de mí por completo. Las viejas saludaban a
Gustavo con la mirada de quién no ha tenido sexo en años.
Nos sentamos. Mi madre entró con una bandeja repleta
de picadillos salados y servilletas aburridamente ordenadas
queriendo demostrar cierto estilo.
_Madre, ¡Qué bueno que llegó! Ahora que estamos todos
juntos, quiero que tomemos nuestras copas para hacer un
brindis...
Los ojos de mi madre comenzaban a cambiar de forma.
Mi padre, el gran ausente desde el día en que decidió irse de la
casa para seguir a una exitosa empresaria Canadiense y dejar a
la histérica de mi madre más histérica y más sola, si estuviera,
sólo podría confirmar lo que estoy seguro ha sospechado hace
tiempo. Mis primos y tíos, por su parte, tomaban sus copas y
vasos respectivos.
_Pongamos atención al Nachito que quiere hablar._ Pidió
una tía.
El silencio no se hizo esperar. Veía los ojos de cada uno,
mi madre intentando mantenerlos dentro de sus cuencas. La
Vale con mirada ansiosa y en cierta forma un poco cómplice.
Mis tías y tíos esperaban con sus copas en la mano, a que yo
declamara mi gran discurso, acostumbrados a escucharme
declamar poesía.
Gustavo, por su parte, en completo mutismo, esperaba
paciente a que la ceremonia de presentación comenzara.
_Madre, tías, tíos, primas y primos; Qué bien que
estemos todos juntos para presentarles a Gustavo._ Me
miraban extrañados, todos sabían de la existencia de él, incluso
que vivimos juntos.
_Familia, Gustavo y yo somos pareja desde hace algún
tiempo y nos amamos profundamente._ Dije fuerte y de
corrido, mientras los rostros se deformaban, y las risitas de los
más chicos se escuchaban solapadas.

57
Mi madre se paró furiosa.
_¡Para de decir estupideces, Ignacio, por favor!_ Gritó
hinchada de rabia.
_No asustes a tu mamá, Nachito, que la pones nerviosa_
Replicó su hermana.
_Lamento su malestar, madre_ Dije serio_ Pero no es
un juego, no es una broma. Soy homosexual, Gustavo es mi
pareja. Y si les digo a todos juntos, es porque no quiero que
después estén hablando a mis espaldas, si alguien tiene algo
que decirme, adelante, pero siempre de frente, sin mentiras.
Uno de mis primos chicos levantó la mano y preguntó
como en el colegio:
_¿Nacho, qué es ser homosexual?_ Una carcajada de los
más jóvenes surgió espontánea.
_Qué a mí me gustan los hombres, no las mujeres..._
Respondí seguro.
Gustavo me seguía con la vista, jamás agachó la cabeza,
ni yo lo hice.
_Ya, madre, para qué llora si no ha muerto nadie_ Dije
con tono sarcástico.
_Tú no eres mi hijo..._ Lloriqueaba.
Se acercó a mí la Vale, con los ojos fijos y sin sonrisa.
_¿Por qué no me lo habías contado?_ Preguntó como si
fuera un reproche.
_Yo creí que confiabas en mí, no entiendo por qué nunca
me dijiste nada._
Su voz, más que de espanto, era de pena, quizás debí
haberle contado a ella primero, más que mal fue “mi primera
mujer” (Y la única).
_Ya vamos a conversar los dos... Sé que tengo mucho
que explicarte_ Respondí.

58
Ella me regaló un fuerte abrazo, en el que arrastró a
Gustavo quién estuvo todo el tiempo a mi lado.
_Vengan para acá, par de maricones..._ Sus brazos nos
cubrieron amistosos.
_ ¿Y dónde seguimos el carrete? ¿O quieren quedarse
aquí...?_
_Ni cagando_ Aseguró Gustavo sonriendo.
Salimos entre risas y bromas de mi prima. Ella fue la
única que nos apoyó. Todos los demás quedaron, seguramente,
horrorizados por mi declaración pública de homosexual,
consolando a mi madre que lloraba con hipo, como si mi
condición sexual fuera una sentencia de muerte.
A partir de ese episodio, nunca más me invitaron a las
reuniones familiares. Mi “pobre madre” asegura haber perdido
un hijo. Y mi papá no hizo ningún comentario cuando lo
llamaron para contarle la desgracia. (Eso enojó aún más a mi
madre)
Yo me siento feliz. Ahora todo es diferente.

sábado 9 de septiembre de 2006


Aún siento mi cabeza como dentro de una escafandra.
Anoche viví una de las experiencias más extrañas y alucinantes
de mi vida.
Estaba trabajando en el pub, cuando vi llegar a un grupo
de hombres, para ser más exacto, eran cuatro personas que se
veían, por decir lo menos, exóticos.
Me acerqué a su mesa y de inmediato uno de ellos clavó
sus ojos en mi bragueta. Yo, que disfruto haciendo alarde de mi
piropeado físico, tomé su pedido con especial cordialidad, casi
coqueto. Desaparecí y volví a escena con los pequeños vasos
ordenados sobre la bandeja decorada con redondos limoncitos
y la infaltable sal. Distribuí los accesorios y al centro instalé la
botella de tequila, con gorrito mexicano y todo.

59
Los hombres reían, golpeaban sus vasos. Yo los miraba
desde la barra. El tipo, que me desnudó con sus ojos desde el
inicio, lamía un trozo de limón mostrándome su lengua color
sangre. Reconozco que logró ponerme bastante nervioso.
Cuando me acerqué para cambiar los ceniceros el tipo
tomó mi mano con delicadeza femenina...
_ ¿A qué hora sales?_ Preguntó mirándome fijo a los ojos.
Él era muy atractivo y se insinuaba con maestría. Rápidamente,
comenzaron las cosquillitas en mi entrepierna. Miré la hora en
el celular...
_ En veinte minutos ¿Por qué?_
Sus amigos se preparaban para partir, pero él, seguía
perfectamente sentado.
_Vayan ustedes, yo me voy a quedar un rato más. _ Dijo
guiñándome un ojo.
Uno de los hombres dijo algo que no alcancé a escuchar,
pero todos rieron y él se tapó la cara con las manos. Yo sabía
que hablaban de mí, y eso me gustó mucho. Simulaba estar
limpiando las otras mesas y lo miraba chocando siempre con
su mirada.
_Hola otra vez..._ Escuché decir cerca de mi oído_ ¿Qué
vas a hacer ahora? _ Quiso saber.
Algo me decía que la noche sería más movida que de
costumbre. No suelo aceptar invitaciones así, pero ésta vez,
sentí un extraño deseo de adrenalina y distorsión.
_Si quieres, podemos ir a otro lado, no sé, a bailar ¿Te
gusta bailar?_ Me propuso.
Sus labios eran hermosos, perfectamente delineados y
su color rojo copihue me trastornaron los sentidos.
“¿Qué tiene de malo?” me pregunté a mí mismo.
Sin contestarle, saqué mi teléfono y llamé a Gustavo
para avisarle que llegaría tarde, con la mirada puesta en mi
“nuevo amigo”. El tipo sonrió y comenzó a avanzar. Terminé la
conversación y me subí a su auto, con algo de miedo y ansiedad.
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_ ¿Cómo te llamas? _Dijo él de pronto.
_ Ignacio, Nacho ¿Y tú?_
_ Yo me llamo Erick._
_ Mucho gusto, Erick._ Respondí extendiéndole la mano,
él se acercó a mí y besó sonoramente mi mejilla.
Después de la presentación, mi amigo sacó desde abajo
de un asiento un pack de cervezas y me pasó una...
_ ¡Salud! _
_ ¡Salud!_ Repetí chocando las latas y disponiéndome a
la aventura.
Llegamos a la “Blondie”, yo había ido un par de veces
antes con Gustavo y unos amigos, pero ésta vez era diferente,
sentí como si fuera mi primera vez.
_ ¿Vamos muñeco...? _ Dijo tomándome la mano.
Sonreí y apreté un poco en señal de aceptación. Dentro
del lugar, todo era oscuridad, apenas podía distinguir las
siluetas que se movían con la voz y las imágenes sensuales de
“Madonna” proyectadas en una gran pantalla al fondo. Hacía
mucho calor y la mano que Erick aún me sostenía comenzaba
a sudar.
_ ¿Eres un chico muy ardiente? _ Me preguntó mientras
caminábamos hacia la barra.
Yo me reí tontamente, no entendí bien por qué me decía
eso, él se dio cuenta.
_ Tu mano está sudando, por eso te lo digo_ Me aclaró.
Me sentí un idiota, no le respondí.
El barman, rápidamente, puso frente a cada uno un vaso
con suficiente ron para comenzar a encender la noche. Erick se
acercó a él, hablaron al oído y luego me pidió que lo esperara
ahí mismo, que volvería enseguida. Al estar solo aproveché de
mirar el entorno y coquetear con uno que otro mariconcito que
pasaba frente a mí. De pronto, Erick tocó mi hombro, tomamos

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los vasos y nos instalamos en la pista de baile. Yo me movía
como hipnotizado, no sé si fue el ron o la música en mis oídos,
pero me sentía en otro planeta.
_ Vamos..._ Me dijo Erick y me tomó la mano.
_ ¿Dónde vamos?_
_ Al baño, acompáñame al baño. _
Lo seguí. Al momento de entrar recordé que ese lugar se
usaba no sólo para mear. Me encerré en una caseta con pestillo.
Mientras el líquido amarillo y caliente salía de mi cuerpo,
escuché unos gemidos que brotaban desde el lado. Quise
asomarme para mirar, pero no lo hice. Sacudí mi instrumento y
lo guardé antes de abrir la puerta.
Erick me estaba esperando con una gran sonrisa y polvo
blanco aun en la punta de la nariz. Los latidos se apuraron en mi
pecho, nunca había probado la cocaína y supe que éste sería el
momento de hacerlo. Él tenía una raya lista para mí. Introduje
en mi nariz el tubito e inhalé hasta que la amargura llegó a mi
cerebro. Erick hizo dos rayas más, una para él y otra para mí.
_Quiero que me lo chupes..._ Susurró antes de hacer
desaparecer el polvo de un solo respiro.
Yo lo imité inhalando profundo hasta que de un tirón
todo dejó de ser real. Me paré frente a él y lamí el polvo blanco
que se había quedado en su nariz, anestesiando la punta de
mi lengua, Erick comenzó a reír y a besarme con sus labios
amargos y dulces.
Desabroché despacio su pantalón y metí la mano,
saqué su verga y comencé a masturbarlo. Él cerró los ojos y se
entregó... Le corrí la paja mientras se lo chupaba, él gemía y
me pedía más. No me importaron las miradas que se posaban
sobre nosotros, yo ya no pertenecía a este mundo. Abrí más
su pantalón y mientras lamía su hongo, le acariciaba entre las
piernas rozando su ano con mi dedo, provocándole un temblor
que me excitaba aún más. Erick me levantó del pelo y me
besó casi violento, metiendo su lengua hasta el fondo de mi

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garganta. Nos reímos mucho, me abrazó empujándome hacia
atrás y cerró la puerta. Se bajó los pantalones hasta las rodillas
y se puso un poquito de coca en la punta del pene...
_¡Chúpalo ahora!_ Me ordenó. Yo, obediente pasé mi
lengua y saqué el polvo que cubría el enorme y rosado glande.
Mi lengua perdía sensibilidad, pero aumentaba mi
calentura. La saliva corría por mi cuello, me tenía loco. Erick se
movía despacio, disfrutando de aquel festín de lamidas. Cuando
estuvo a punto de acabar en mi boca, me alejó de golpe...
_ ¡Para! Vamos por unos tragos, me dio mucha sed_ Dijo
con la voz entrecortada.
Me alejé y me puse de pie. Él se sacó el pañuelo que
tenía en el cuello y me secó la saliva. Se subió los pantalones
y sacando una bolsita de su billetera, me ofreció otra raya.
La acepté sin pensarlo. Ya a esas alturas todo daba lo mismo,
incluso las miles de llamadas de Gustavo perdidas en mi celular.
Avanzamos hasta la barra, pedimos dos rones y sólo
una bebida. El líquido frío apagaba, en parte, el fuego que se
había apoderado de mí. Mi amante me tocaba por dentro del
pantalón sin disimular.
_ Chúpamelo tú, ahora_ Le pedí.
_ ¿Ya, pero vamos a otro lado mejor?_ Me propuso.
_ Donde tú quieras..._ Respondí y me tomé el trago al
seco.
Salimos de la disco y cuando nos subíamos al auto, volvió
a sonar el celular.
_ ¿No vas a contestar?_ Interrogó.
_ No, lo voy a apagar. No quiero que me llame nadie en
este momento, quiero estar solo contigo..._ Pronuncié con la
lengua traposa.
En el auto se lo volví a chupar mientras él manejaba con
un poco de dificultad. Entramos a un motel sin nombre. Por
el citófono la encargada nos indicó que nos estacionáramos
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junto a la cabaña siete. Erick me besó antes de bajarse del auto.
Entramos y por una pequeña ventanita en la puerta Erick pagó
la habitación.
Me tiré en la cama. Erick gateó sobre mi cuerpo,
restregándose como gata en celo. Unos golpes en la puerta
detuvieron su pasión por un momento. Cuando le devolvieron
la tarjeta de crédito se acercó a mí, y nos besamos tocándonos
desquiciadamente.
Erick me desnudó y quedé ahí, en la cama, con mi cuerpo
completamente borracho. Él también se sacó toda la ropa,
tenía la piel tan suave y perfumada, tocarlo era como tocar a
una mujer. De pronto se levantó y fue al baño, largó el agua de
la ducha y volvió a la pieza.
Sacó, entonces, otra vez la bolsita de “polvos mágicos”
que guardaba en la billetera. Esparció un poco sobre mi vientre
y acercó su nariz para inhalar de mi piel. Yo también volví a
llenarme la nariz con la “Diosa blanca” y nos fuimos a la ducha...
Ahí lamí su culo como si fuera mi última oportunidad de la vida
para hacerlo, metí mi lengua en su ano, que sabía a fruta fresca.
Él gemía y el agua caía sobre nosotros. ¡No puedo creerlo! ¡Qué
rico era el sabor de su cuerpo!
_ Métemelo, Nacho, métemelo _ lo oí musitar bajo el
agua.
Mi pene se hizo gigante al escuchar su petición. Me puse
el condón que había dejado sobre el lavamanos. Se lo metí con
furia, vi como mi pico se embetunaba al entrar y salir de su
cuerpo. Erick gritaba de placer y yo, sin poder aguantar más,
acabé dentro de su culo. Él me acarició despacio mientras yo
hervía por dentro y por fuera. Volvimos con los cuerpos aún
húmedos a la cama y nos dormimos.
Desperté en la mañana, con un dolor de cabeza
indescriptible, estaba tan confundido, no sabía qué mierda
estaba haciendo en ese lugar. Mi improvisado amante dormía a
un lado con expresión de total plenitud. Me levanté de la cama,
recogí mi ropa que estaba esparcida por toda la pieza y me

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metí al baño. Así, estando ya bajo el agua, intentaba ordenar
las ideas, los hechos. Trataba de dar coherencia a esta noche
extrema.
Al salir del baño, Erick seguía durmiendo. Saqué,
entonces, una hoja de mi croquera y le escribí una nota:
“Erick, fue una noche que jamás olvidaré, gracias por
todo. Nacho.”
La dejé sobre la almohada y me fui...
Ahora, no sé qué le voy a decir a Gustavo. Ahora, vienen
las culpas, los remordimientos. En realidad y para ser muy
honesto, no me arrepiento de nada. Lo único que necesito en
este momento es una tortilla de analgésicos. (No soporto el
dolor de cabeza).

martes 19 de agosto de 2006


Hace algunas noches vi entrar a Miguel al Pub donde
trabajo. No lo veía desde aquella vez que discutimos y él se
fue sin responder a mi pregunta. Me acerqué como a cualquier
cliente...
_¿Cómo estás?_ Preguntó mientras soltaba la mano de
una hermosa mujer que lo acompañaba.
_Bien_ Contesté desconcertado.
Siempre pensé que Miguel, al igual que yo, había definido
su sexualidad como lo que realmente era, homosexual. Pero
una vez más me equivoqué.
_Adelante..._ Les dije ceremonioso.
Ellos se acomodaron en las sillas altas del Pub se notaba
que eran más que amigos. (Aunque Miguel intentaba disimular)
_Hace mucho que no te veía, Nacho, estás... distinto_
_Claro, han pasado cuatro años, tú también te ves...
distinto_

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Estoy seguro que Miguel supo leer entre líneas. Tomé su
pedido y desaparecí. Al volver con los tragos, Miguel me miró
fijo.
_Vengo luego..._ Le dijo a su compañera, siguiéndome
hasta la barra.
_¿Podríamos juntarnos? Creo que tenemos que hablar_
_Cuándo quieras, yo tengo el mismo número de celular..._
Respondí intentando parecer desinteresado.
¿Cómo era posible que después de tanto tiempo haya
podido provocarme tantas cosas? Las mismas que sentía
cuando éramos unos niños. Sentí pánico de sus ojos.

sábado 23 de agosto de 2006


Hoy sonó mi celular muy temprano.
_Hola, ¿Te desperté?_
_¡Miguel!_ Dije muy fuerte incorporándome en la cama.
Por suerte a esa hora Gustavo ya no está en la casa y no pudo
ver mi entusiasmo.
_¡¡¡Uf, qué acogida!!!_ Comentó riendo al otro lado del
teléfono._ Si hasta parece que un fantasma te asustó_
_No digas wevadas_ Respondí serio.
_Dijiste que podía llamarte cuando quiera... Necesito
verte, tenemos que hablar._
Mi cabeza se confundía con sus palabras, como si un
tornado mezclara todos mis pensamientos.
_Miguel, ¿De verdad quieres que hablemos?_
_Ha pasado mucho tiempo y creo que te debo una
explicación_
_Bueno, juntémonos hoy, tengo todo el día libre_ Dije
casi inexpresivo.

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_¿A las nueve, en el bar de antes?
_Preferiría un lugar neutro, sin recuerdos..._
_Nacho, ¿Qué pasa? Sólo quiero hablar_ Acusó recibo de
mi comentario
_ Dime tú dónde, entonces._
_Juntémonos frente al museo, hay cerca un lugar muy
tranquilo…_
Mi día pasó agitado, todo lo que hice fue con la ansiedad
que me provoca juntarme con Miguel. Llegué al lugar un poco
antes de lo acordado. De pronto lo vi acercarse buscándome
con los ojos... Caminamos despacio hasta un bar cercano.
_¿Y a qué te dedicas ahora?_ Pregunté sin mucho interés,
la verdad es que en ese momento no era capaz de hilar una
conversación. Estaba muy nervioso.
_Todavía me quedan dos años de carrera, estudio
ingeniería..._
_Verdad, se me había olvidado, como hace tanto que nos
vemos_ Dije interrumpiendo su respuesta.
_No seas desagradable, Nacho_ Tomó su vaso repleto de
ron y muy poca bebida.
_No sabía que te gustaban las cosas tan fuertes, o sea si
lo sabía, pero lo había olvidado._
_¿Qué te pasa, Nacho?, ¿Por qué tan odioso?_
_¿De verdad quieres saber por qué estoy tan odioso,
en serio quieres saber?_ Respondí acomodándome en la silla
plástica.
_Miguel, te fuiste sin decirme nada. Te das cuenta: Un
día, sin un por qué, desapareciste de mi vida ¿Y ahora vienes y
me preguntas “qué te pasa”?_
Mi voz se elevaba y sus ojos crecían volviéndose
redondos.

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_Déjame explicarte, Nacho, por favor..._ Me pidió
suplicante...
_Yo estaba pasando por un tiempo muy extraño. La
entrada a la universidad, mi vida cambió mucho..._
_¿Y por eso decidiste que yo no calzaba en tu vida y te
fuiste? Eres muy cobarde. Podrías haber sido más honesto,
Miguel. Si descubriste que tu onda iba por el lado de las minas,
bien, yo lo habría entendido. Miguel, tiramos y ese mismo día
desapareciste. Pasaron tres años. Ahora, por casualidad nos
encontramos y me preguntas ¿Qué te pasa?_
Por primera vez, me atrevía a decir lo que realmente
estaba sintiendo, sin embargo, una asquerosa sensación de
estar haciendo todo mal no me dejaba tranquilo. El rostro de
Miguel cambiaba, constantemente, de color, de rojo sangre
a pálido cadavérico. “¿Por qué estoy haciendo esto. ¿Qué
sentido tiene ahora?” Sus ojos seguían rígidos, sin una mínima
expresión de nada. Mientras los pensamientos bombardeaban
mi cabeza, Miguel tomó mi mano besándola despacio y con
ternura.
_Miguel, nos están mirando..._ Dije sintiéndome
expuesto.
_Que miren_ Respondió acercándose hasta que nuestros
labios se juntaron. Quise congelar el segundo, en vez de eso,
me alejé.
_Miguel, yo ahora tengo una pareja..._Él me miró serio,
sentí que sus ojos se clavaban como dardos en los míos.
_¿Hombre, verdad?_
_Sí, es hombre._
De pronto me percaté que el silencio era el protagonista
de la escena. Todas las miradas estaban dirigidas hacia
nosotros. Como si todos esos imbéciles estuvieran viendo una
puta teleserie. O peor que eso, como si Miguel y yo fuéramos
uno de esos pelotudos que con tal de figurar, venderían su
alma al diablo. Y otros más weones todavía, gastan su tiempo

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en mirarlos y opinar sobre vidas que no les pertenecen. Lo que
ellos no sabían, era que esto no es un reality, que la vida real es
bastante más seria que eso.
_Miguel, ¿Por qué no vamos a otro lado?_ Le propuse.
_Cómo quieras, podemos ir a mi departamento..._
Volví a sentir el mismo pánico que aquella primera noche
en su pieza.
_¿Lo conozco?_ Preguntó mientras caminábamos hasta
mi moto, que nos llevaría directo a mi más grande debilidad, a
estar solo con Miguel... Otra vez.
_No creo, fue profesor mío en el primer año de la U_
_¿Andas con un viejo?_
_Él me quiere mucho..._ Mi voz se perdía dentro del
casco.
_¿Y tú?..._ Simulé poca audición.
_ Afírmate de mi cintura_ Le ordené casi gritando.
_¿Nacho, tú también lo quieres?_
_Si no fuera así, te aseguro que no estaría con él_
Respondí en la luz roja.
El resto del viaje hasta su departamento fue en silencio.
Al llegar, Miguel abrió la puerta y todo un mundo de recuerdos
se presentó ante mis ojos.
_Pasa, estás en tu casa..._ Me dijo afirmándome de la
espalda, como si con eso evitara de alguna forma mi huida.
Avancé despacio, mirando todo a mi alrededor.
Una de las paredes estaba repleta de fotos. Muchas
imágenes de amigos que no conozco y paseos familiares. Entre
todas y muy destacada, había una foto en la que aparecemos
los dos, muy pendejos, como de diez años, abrazados y felices.
Miguel se acercó a mí apoyando su cabeza en mi hombro.

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_¡Qué tiempos! ¿Verdad?_
Tuve ganas de llorar.
_¿Por qué te fuiste, weón? Aún no lo entiendo..._
_Nacho, siempre te he querido mucho, pero en algún
momento entendí que tu camino y el mío eran diferentes. Y
sentí miedo, yo creo que esa fue la causa de que me alejara de
ti_
Yo seguía mirando las fotos mientras escuchaba su voz
que sonaba armónica.
_Miguel_ Me giré para mirarlo_ Yo te amaba, podríamos
haberlo conversado.
Recuerda, fuiste tú quién comenzó con el juego..._Dije
melancólico.
_Cuándo te enseñé a dar besos..._ Respondió.
Vi su rostro iluminarse. Quise mandar todo a la mierda.
No podía seguir engañándome. Aún estaba enamorado de
Miguel y trataba de ocultarlo, hasta de mí mismo.
_¿Quieres tomar algo?_
_Sí, cerveza, gracias_
Su silueta se deslizaba por el pasillo, mis ojos se perdían
en su espalda. Decidí avanzar tras de él, pero deserté a mitad de
camino y me refugié en el baño entero de azul. La decoración
era casi femenina. Observaba todo intentando encontrar a
Miguel, a “Mi” Miguel.
_Lindo baño_ Dije mientras volvía al living e intentaba
parecer gracioso.
Ahí estaba él, acercándose con dos botellas de cerveza.
Sentí como las tripas se hacían nudos en mi estómago.
Estoy seguro que Miguel percibió eso, sus ojos me
miraron como a veces lo hacían.
_¿Te gusta? Lo decoré yo_ Parecía orgulloso y eso me
causó una risa inevitable.

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_¿De qué te ríes, weón, acaso no te gusta mi baño?_
_Me encanta tu baño_ Tomé su cara con ambas manos
y besé sus labios que seguían siendo suaves y tibios. No pude
evitarlo.
_¿Qué quieres escuchar?_ Dijo con admirable naturalidad.
Mis músculos estaban tensos, no era capaz de articular
palabra. Otra vez estaba con Miguel, otra vez estaba sintiendo
como mi falo se transformaba y sus ojos me miraban fijos y
tiernos. La voz gastada de Bosé decoraba la escena intentando
quizás retroceder unos cuántos años.
_¿Te acuerdas cuándo escuchábamos a Bosé...?_
Preguntó.
Miguel trajo a mi memoria recuerdos que creía ya
olvidados.
_Cómo no recordarlo, cuántas veces hicimos el amor
escuchándolo..._
_Siempre te amé, Nacho, siempre_
_¿Por qué me lo dices ahora, de qué mierda sirve que me
lo digas ahora?_
Su rostro se volvía muy rojo, las lágrimas bañaron sus
mejillas, mientras sus labios chorreantes impregnaban los míos
_¿Estás seguro?_ Preguntó como aquella vez, en su
pieza, mientras yo disimulaba mi pánico y él su alegría.
No le contesté, a cambio de eso, lo abracé muy fuerte,
mucho rato. Desde ese momento ya no hablamos más, fue
como si presionara la tecla de “mute” y sólo se vieran los
movimientos, las expresiones. Igual que las películas mudas.
Hasta mis gemidos fueron silenciosos. Sus besos en
mi espalda no emitían el más mínimo sonido, ni el roce de su
cuerpo sobre el mío provocaba alguna erótica melodía.
Derramé sobre él toda mi nueva experiencia. Sentí bajo
mis manos el cuerpo más suave que jamás ha existido.

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Mi alma retornó al cielo, el tiempo no existió, volví a
saborear el dulce de sus besos, a reflejarme en sus ojos de niño.
Podía sentirlo, profundo, casi doloroso dentro de mí.
Con el amor más sincero, más prohibido, imposible.
Esa vez Miguel besó mi cuerpo con ansiedad. Tomaba
mi espada de lucha entre sus manos y como un guerrero se
enfrentaba a su propia batalla, que era el amor que sentía por
mí.
En aquel reencuentro creo que sentí dolor, su miembro
entraba en mi cuerpo con tal adustez, que cada fibra mía se
remecía sobre la cama.
_¡Perdóname...! Pidió llorando sin dejar de penetrarme.
Yo, muriendo otra vez sobre sus sábanas, oía el llanto
de Miguel que era también mi llanto. Con sus sollozos, en mi
cabeza se mezclaban las imágenes. Sentía fuego dentro de mí,
fuego que dolía porque cada vez que Miguel entraba en mí,
cada beso suyo me hería de muerte...
_¡Te amo!_ Le grité de pronto._ ¡Te amo, weón, te amo!_
Sus manos se aferraron a mi cuerpo. Su lengua corría
humedeciendo cada rincón de mí. Lo odié, lo odié tanto “¿Por
qué no desapareció para siempre? ¡No debió haberme llamado,
no ahora! ¿¡Por qué, por qué!?” Volvió a penetrar mi cuerpo,
volvió a penetrar mi alma.
_¿Ya te vas?_
_Sí, tengo que juntarme con Gustavo_ Respondí mientras
ordenaba mi pelo frente al espejo.
_¿Te puedo llamar?_
_¿Quieres hacerlo?_
_Quiero verte de nuevo, Nacho..._
_¿Por qué?_
Quizás no debí preguntar eso. Por supuesto que yo
también quería verlo otra vez. Miguel me miró con ojos
predecibles.

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_¿Es necesario un por qué?_ Musitó en un momento.
Yo, parado aún frente al espejo observaba las imágenes
que en este se reflejaban, escuchando su voz de ultratumba.
- ¡No!_ Respondí seco.
En ese momento una luz inexplicable inundó el espacio.
Pese a la oscuridad de la noche, las cosas tenían luz propia y
cobraban una extraña vida. Me aproximé a la cama donde
Miguel se mantenía desnudo, desnudo y bello.
_Eres tan bello..._ Le dije sin aviso, su cuerpo tembló,
ligeramente.
Acaricié su rostro, sentí su pelo suave y perfumado. Mis
manos comenzaron a recorrer su cuerpo quieto, observando su
lenta metamorfosis. Con los ojos fijos en nada, Miguel emitía
casi imperceptibles gemidos mientras mis labios rodeaban su
miembro apenas erecto y lo hacían desaparecer entre la lengua
y el paladar con suaves presiones. Otra vez, como muchas a lo
largo de “Nuestra historia”, el sonido del celular interrumpió
el cuadro plástico que eran nuestros cuerpos formando una
maraña de piel.
_Contesta..._ Dijo Miguel casi como una orden.
Al mirar la pantalla titilante, vi las letras ordenadas
terroríficamente... “Gustavo”. Contesté inventando
normalidad.
_Hola, ¿Qué onda?_ Pregunté
_¿Qué onda tú, Nacho? Te estoy esperando hace casi
media hora, ¿Dónde estás?_ Reclamó Gustavo.
Mi mente se vio confundida, no supe qué decirle, sólo
ideas tontas pasaron por mi cabeza, como inventar que estaba
solo en el cine (Jamás me creería).
_Sorry Gus, es que estoy con un viejo amigo y se nos pasó
la hora conversando..._ Mentí a medias.
_Ah... Un viejo amigo, ¿Y quién sería?_

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_Es un compañero de colegio, no nos veíamos hace
muchos años..._Dudé unos segundos si decir o no la verdad, al
mirar a Miguel, un impulso me hizo responder con una mentira.
_¿Es Miguel...?_Volvió a preguntar. Miré hacia la cama y
sin alejar mi vista de su cuerpo.
_No, no es Miguel..._
_¿Vas a venir o te quedas con tu “amiguito”?_ Dijo al final
Gustavo molesto.
_Sí... Espérame, voy para allá._
Miguel, por su lado, comenzaba a vestirse y me miraba
en silencio. Al voltearme hacia él dijo sin expresión alguna en
su rostro:
_¿Por qué le mentiste? Le dijiste que no estabas
conmigo..._
_No lo sé._
_¿Será que aún sientes algo?_
_Miguel, por favor, no me confundas más..._
_Nacho, para mí el volver a verte, el estar contigo,
también hizo que todo lo que creía ordenado en mí vida se
fuera a la mierda._
_¿Como lo que tienes con esa mina?_
_Sí, como eso._
_¿Y tú crees que para mí las cosas son simples? Miguel,
yo tengo una pareja, vivo con él; Gustavo es mucho más que un
“pololito”, Gustavo es mi compañero._
El silencio nublaba reiterativo de la habitación. El tiempo
parecía estancado, los segundos no avanzaban, a mi favor, por
cierto.
_¿Y yo, qué mierda soy...?_ Preguntó Miguel enojado_
¿Soy un “pololito” más?_
_¡No...Claro que no!_

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_Ignacio, apúrate, te están esperando..._
_No me digas así, sabes que no me gusta._
_Ese es tu nombre, Ignacio._ Volvió a decir aún más
molesto.
Tomé el casco y la chaqueta acercándome a la puerta.
Cuando lo mire esperando que estuviera detrás de mí vi que no
se había movido. Yo esperaba una despedida diferente, pero lo
entendí.
_¿Me vas a llamar?_Pregunté.
_Quizás lo haga, ándate, es tarde..._
Salí del lugar con sentimientos tan confusos que dudé
de muchas cosas. Dudé del amor que siento por Gustavo. Dudé
de lo que he sentido desde que Miguel se fue hace tres años.
Todo lo que creí haber construido, se derrumbó al chocar con
sus ojos.

domingo 24 de agosto de 2006


_¿Quién es ese amigo con el que te juntaste?_ Me
interrogó Gustavo sacándose la ropa al otro lado de la cama.
_Se llama Claudio_ Mentí descaradamente, sin dar
importancia a su pregunta.
_¿Y son tan amigos que se te olvido que te ibas a juntar
conmigo?_
_Ya, no te pongas celoso. Sólo es un amigo, no tiene
ninguna importancia._ Revolví su pelo semicano y sonreí
besando su cuello.
_No respondiste lo que te pregunté._ Dijo alejándome
serio.
_A ver, Gustavo, entre tú yo no nunca han existido
secretos. ¿Tú crees que hubiera sido mejor mentirte, decirte
cualquier cosa no cierta sólo para no provocarte celos? Sí, me
junté con un amigo, se me pasó la hora, pero eso no significa
nada. Yo te amo a ti, Gustavo, más que a nadie en el mundo..._

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Al explotar mis palabras, un nudo paseaba por mis tripas
doloroso. No debí mentirle así; pero no puedo decirle que
estuve con Miguel, que hicimos el amor como antes, y que
ahora no sé lo que siento ni por él, ni por Miguel, ni por nadie..
Los días siguientes fueron algo tensos entre Gustavo y
yo. Algo me decía que él podía percibir ese sentimiento en mí y
lo hacía notar con comentarios desagradables.
_Hace días que estás raro, ¿Qué te pasa?_ Le pregunté.
Él me miraba interrogando con sus pupilas verdemar.
¿Acaso yo debía saberlo? ¿Estaría así por lo del otro día?
El sentimiento de culpa me presionaba el pecho.
Intentaba abrazarme a su cintura cada noche, como siempre
lo hice. Pero inevitablemente llegaba a mi mente la imagen de
Miguel. Yo creo que Gustavo podía sentir mi lejanía.
Nuevamente, creí estar haciendo todo mal, supe que
todo el tiempo con Gustavo se iría a la misma mierda. Miguel
ocupaba mi cabeza demasiadas horas al día.

viernes 13 de octubre de 2006


Una mañana sonó mi celular, la voz de Miguel se pintaba
del otro lado casi infantil.
_Hola, ¿Cómo estás?_ Preguntó.
_Bien..._ No sé si hablar con Miguel en este momento
sea lo más acertado, pero sigo la conversación.
_Me gustaría verte..._ Dijo.
_¿Cuándo?_
_Podría ser hoy_
Sin pensar en las consecuencias que traería juntarme con
Miguel, acepté su invitación.
_¿Juntémonos frente al museo? Como siempre_ Me
propuso._ A las seis..._
_Bueno, nos vemos en la tarde_

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domingo 15 de octubre de 2006
De verdad no sé lo que estoy haciendo, Gustavo no se
merece que le mienta así. Es tan extraño, después de hablar
con Miguel, quedé con una sensación de ansiedad muy similar
a la que sentí la primera vez que estuvimos juntos.
Tomé el celular y llamé a Gustavo...
_Hola..._
_Qué raro que me llames a esta hora._ Dijo Gustavo al
contestar el teléfono._ ¿Pasa algo?_
_No, te llamaba para avisarte que quizás llegue un poco
tarde._
_¿Me estás pidiendo permiso?_
_No, quería avisarte, sólo eso..._
_Bueno_ Cortó el teléfono molesto.
Me sentí como una niña, busqué minuciosamente la ropa
que usaría para el encuentro. Estaba nervioso y la culpa por
mentirle a Gustavo no me dejaba tranquilo, a tal punto que casi
llamo a Miguel para cancelar la cita. Pero seguí adelante.

jueves 19 de octubre de 2006


Hoy lo vi acercarse, bello y radiante. Hasta ese momento
sentí dudas si seguir con este juego.
_¡Nacho, llegaste!_ Dijo tan eufórico que lo único que
pude hacer fue respirar hondo y acercarme a él...
_Hola, ¿Cómo estás?_ Respondí estirando mi mano
derecha.
_Uy, que andas machito hoy..._
_No seas pelotudo._ Lo miré sin que su broma me
causara la menor gracia.
_¿Y, no me vas a dar un besito?_ Siguió él.

77
_Miguel, no me wevees, vamos mejor..._
Llegamos al Pub que suelo ir cuando quiero estar solo.
Una hermosa mujer nos indicó la mesa, Miguel se mantenía de
pie, esperando seguir mis pasos. Al ver que yo me sentaba un
tanto “alejado” de él. Acercó su silla y la puso prácticamente
pegada a la mía.
_¿Para qué querías verme?_ Le pregunté.
_¿Ahora necesito motivos para querer verte?_
_Mira, Miguel, ya somos grandes, no trates de jugar con
las palabras. Dime qué onda y ya._ Respondí serio.
_Nacho, no pasa nada, sólo quería verte, conversar...
Eso, ¿Por qué te pones a la defensiva? Yo no soy tu enemigo._
Nos quedamos callados, el aire se podía cortar con
cuchillo. Al fin la garzona apareció entre las sombras con dos
copas de licor dorado y hielo. Miguel la miró haciendo un guiño
coqueto...
_Tú no cambias._ Le dije
_¿Y tú, sí?_
_Claro que he cambiado, y mucho..._ Contesté mirando
hacia la ventana.
La situación era absurda y se lo hice saber.
_Miguel, creo que mejor me voy, esto no tiene sentido._
_No te vayas, tenemos que hablar, Nacho_
_¿Y para qué, Miguel? Nada volverá a ser como antes..._
_Ignacio, yo aún te amo..._Dijo interrumpiéndome
_Nacho, estos días no he dejado de pensar en ti._
Mis ojos se mantenían fijos en la ventana, queriendo
salir volando por ella. Escuchaba sus palabras y no sabía qué
sentir. Todo era tan confuso: la imagen de Gustavo, las manos
de Miguel... ¡Ya no aguanto más...!

78
_Miguel, no juegues conmigo de nuevo_ Dije apretando
su mano y mirándolo de frente.
_No estoy jugando._ Replicó serio._ Jamás jugaría con
algo así._
Por un momento tuve el impulso de decirle que yo
también lo amaba, que siempre lo he amado. Todo esto era muy
raro, estar ahí con Miguel, escuchar otra vez su declaración de
amor. Un silencio gigante nos rodeaba paralizando el tiempo.
Cubrió mis ojos de cristal y saqué un papel doblado:
_Quiero que escuches algo, por favor no me interrumpas
mientras hablo, ¿Puede ser?_
_Claro..._ Aseguró sin entender mucho.
_Esto lo escribí hace tiempo, lo hice una tarde en la
universidad. Pensando en ti..._
Él se mantenía en un obediente silencio.
“He conocido la felicidad absoluta,
vi una luz mágica delineando tu cuerpo...
Mis brazos abiertos recibieron tu mayor orgasmo.
Supe de ti y de mí como un todo inseparable,
sostuve tu reflejo danzando sobre mi sombra,
fuimos uno. ¡¡¡Juramos serlo...!!!!!

Hoy te encuentro en el fondo del sol


y dejas ciegos mis ojos, que son tuyos...
Ya no estás,
ya no estás,
ya no estás...

Caen mis parpados y espero


hasta que extiendas tus alas y decidas volver...”
Cada palabra que pronuncié fue una aguja tatuando mi
alma con tintas indelebles. Casi no me salía la voz, no podía
pensar. Pasando sobre la mesa, afirmé su cabeza con ambas
manos y bese sus labios con fuerza, con rabia, con dolor, con
amor.

79
Una pareja que hace rato nos observaba hizo un sonido
de evidente malestar.
_¡Te Aaaaaamooo!_ Le grité muy fuerte. Todas las
miradas, todos los murmullos, todas las risas, y, además, el
desagrado de los que estaban ahí apuntaban hacia nosotros. Sin
importar lo que se escuchaba decir, Miguel y yo nos abrazamos
felices, rodeándonos los dos con la alegría que tienen los niños
al recibir un regalo.
_Te amo, Miguel..._ Volví a decir ahora casi como un
susurro en su oído.
_Y yo a ti_ Dijo.
Salimos del bar de la mano. Los ojos ajenos y castigadores
ya no eran tema. Había sólo una cosa que no me dejaba ser
totalmente feliz... Gustavo, ¡cresta! ¿Qué voy a hacer con
Gustavo? ¿Qué mierda le voy a decir...?
_Nacho, ¿Cuándo vas a hablar con Gustavo?_ Lo escuche
decir como si leyera mis pensamientos.
_No lo sé, es muy difícil. No quiero hacerle daño._
_Sí, te entiendo, pero más daño le harías si se entera de
otra fuente que tú y yo estamos juntos de nuevo..._
Sentí miedo, los latidos se detuvieron en mi pecho por
unos breves segundos. Cuando volví de esa tan extraña arritmia,
me colgué de su cuello y lloré, lloré como un niño...

domingo 22 de octubre de 2006


He triturado mis neuronas de tanto pensar. No puedo
mirar a Gustavo como antes y él lo ha percibido.
_¿Qué pasa, Ignacio?_ Interrogó serio mientras
comíamos.
_Nada_ Respondí sin mirarlo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas inconsolables. Volví
a llorar, lloré con pena, con dolor, con una puta culpa que me
estaba matando.

80
_Gustavo, tenemos que hablar..._
_No creo que sea necesario._ Alegó.
_Sí, Gustavo, tenemos que hablar, es necesario que me
escuches._ Le dije entre hipos y lágrimas que me quemaban
como ácido.
Gustavo se paró de pronto y vi su rostro como el de mi
madre. Sentí miedo y mi llanto se volvió histérico.
_¡Cálmate...!_ Gritó.
Se sentó en la cama y se puso los zapatos, mudo.
_¿No me vas a preguntar nada?_
No, respondió, vació su copa de vino y salió de la pieza.
Quedé solo con el llanto atrapado en mi pecho. El cuerpo,
que parecía muerto, cayó tendido sobre la cama. No quise
escuchar las estúpidas voces que brotaban desde el televisor,
sin embargo, no era capaz de mover la mano y tomar el maldito
control remoto que reposaba sobre la cama.
No quería sentir en ese momento. Recogido como un
feto me hundí entre las sábanas y me dormí.
A la mañana siguiente, mis ojos olían a llanto y la saliva
espesa colmaba mi boca casi exigiéndome un poco de agua.
Tomé el vaso que cada noche Gustavo deja en su velador y lo
bebí sintiendo en mi lengua las burbujas que se desprendían del
cristal.
Decidí, entonces, meterme a la ducha. Otra vez el agua,
casi hirviendo, laceraba mi espalda y volvían las imágenes...
Toqué mi cuerpo, lo recorrí durante mucho rato, ahí, bajo el
agua. Toqué mis pechos, mis muslos... Acaricié con amor mis
pies sumergidos. Cuando llegué hasta mi pene que, fláccido
colgaba entre mis piernas, lo tiré muy fuerte y quise arrancarlo
desde su raíz...
¡¡Por qué, por qué, por qué!!_ Bramé ahogándome bajo
la ducha.

81
En ese momento volví a llorar, lloré hasta agotar mis
lágrimas. Salí de la ducha con el cuerpo hinchado y rojo. En
el espejo pude verme de frente. Pude mirarme desnudo,
descubrirme débil, entenderme frágil.
Tuve pena de mí.
Algo me invadió por dentro y corrí hasta la pieza y con
el cuerpo aún mojado y humeante me tiré a la cama y llamé a
Miguel.
_Hola ¿Y esta sorpresa?_
_Miguel, te amo._ Dije tan seguro como de mi nombre.
_¿Qué?_
_Tengo que verte ahora. Te necesito Miguel, por favor._
Le supliqué.
Cuando lo vi aparecer, corrí hacia él y me aferré a su
cuello intentando retrasar por unos instantes mi desconsuelo.
Miguel cogió mi cara y me besó suave la frente.
_¿Qué pasa, amor? ¿Quién te hizo daño?_ Preguntó
mientras sostenía mi nuca y con ella... Mi alma.
No podría decir, exactamente, cuánto tiempo fue que
me mantuve colgado de su cuello... De pronto, me vi entrando
de su mano en un motel. Ésta vez aislé mi sentido de la razón y
me deslicé como una sombra en ese lugar clandestino de luces
bajas y secretos infinitos e incontables...
Al entrar a la pieza alquilada por horas, la sangre dejó de
correr por mis venas, sentía una espesa sensación. Observaba
todo, con los ojos muy abiertos. De la misma forma que miré la
sala en mi primer día de clases. Miguel estaba ausente y yo no
quería estar solo...
_¿Quieres tomar algo?_ Pregunté rompiendo el silencio.
_Sí, gracias._
No era necesaria tanta formalidad. Pero seguí su juego.

82
_Yo voy a tomar cerveza, ¿Qué quieres tú?_
_Lo mismo..._
Con las dos botellas frías en la mano me acerqué a
Miguel. Él en tanto me miraba desconcertado, seguía de pie
frente a mí, o lo que quedaba de mí.
_Estás muy raro. Nacho, ¿Tomaste algo?_
_No ..._
_Te conozco desde siempre y no puedes decirme que no
te pasa nada_
_Necesitaba estar contigo, sólo eso..._
Un poder superior se apoderó de mí y de mi alma.
La electricidad volvía a subir por mis pies atravesando mi
cuerpo justo por su centro. Avancé hasta estar tan cerca de
Miguel que logré ponerlo nervioso, trató de sonreír, pero no
pudo engañarme, sé que en ese momento se sintió extraño,
quizás algo cohibido por mi atrevimiento. Saqué la botella de
sus manos con mucha delicadeza, dejándola junto a la mía,
acercándome cada vez más, acariciando su pecho tibio. Él
entendió que no podía resistirse a este amor prohibido. Besó
mis labios.
Muchos años retrocedieron en mi cabeza. Pude vernos
a los dos, teniendo quince años. Tocando nuestros cuerpos
como hoy, como siempre. Miguel abrió la boca y deslizó su
suave lengua como aquella primera vez, como ese primer y
maravilloso beso.
_Te amo tanto..._ Le susurré mientras él lamía mi
espalda.
_No existirá nadie en el mundo que te ame como yo lo
hago Miguel, nadie..._
_Lo sé, lo sé..._
_Miguel_ Le dije _Cuando yo me vaya, cuando no
vuelvas a verme, quiero que sepas que siempre te amé desde
que éramos unos niños, que cuando estuve con la Vale, weón,
estaba pensando en ti, en ti porque ya te amaba..._

83
Miguel penetraba mi cuerpo al ritmo de mis palabras. Su
miembro entraba y salía con la suavidad de la seda.
_Te adoro..._ Me decía cada cierto rato, y yo me veía en
el paraíso.
De pronto las lágrimas comenzaron a asomarse por
mis ojos, sabía que era nuestra última noche, que al abrir los
ojos todo habría terminado. Lloré en silencio, con mi llanto
silenciado por la almohada y mi espalda cubierta por su cuerpo.
Una sensación sublime comenzó a brotar por mis poros, por mi
piel, sentí que entraba en una extraña hipnosis. Los gemidos
de Miguel en mi oído prendían mi pasión. Yo danzaba bajo su
pelvis, sintiendo el roce de sus vellos crespos en mis glúteos,
abriendo cada vez más mi cuerpo entregado a él. Aferró sus
manos a mis pechos y presionó tan fuerte que sufrí un dolor
mágico. Levanté un poco más mi coxis...
_¡Te amo!_ Grité al mismo tiempo en que él propaló
un gemido que hizo temblar las paredes, mientras yo me
derramaba sobre las sábanas negras, el vertía toda su esencia
dentro de mí...
Besó mi nuca y se tendió a mi lado. Nos miramos y
comenzamos a reír. Reímos, nos abrazamos y lloramos.
Siempre he pensado que Miguel, al igual que yo, sabía
que era nuestra última noche. Habíamos tenido sexo muchas
veces, sin embargo, jamás habíamos hecho el amor de aquella
forma, entre risas de reencuentro y llantos de despedida. No
recuerdo ninguna frase dicha por ninguno de los dos en ese
momento. Tan solo aromas, formas y sonidos vienen a mi
mente al recordar aquella última noche.
Salí de la cama despacio, antes de ver salir el sol. Miguel
dormía con rostro de paz. No pude dejar de ocupar algunos
segundos para mirarlo ¡Era tan bello, tan perfecto! Me acerqué
y besé su frente.
_ Te amo, Miguel..._ Le dije
Miguel pareció moverse y yo me aleje.

84
Sin hacer ruido, me vestí en el baño y desaparecí para
siempre.
Recuerdo que caminé mucho, podría haber tomado un
taxi y así llegar rápido a mi destino. En cambio, caminé. Las
calles estaban vacías, uno que otro auto pasaba sin advertir mi
presencia.
_¿Tienes un cigarro...?_ escuché decir a mi espalda.
Me giré a la defensiva.
_¿Qué?_
_Que si tienes un cigarro, quiero fumar._ Me dijo la voz
gastada de un anciano mendigo.
_No, no fumo._ Mentí y seguí mi camino.
_¿Dónde vas tan temprano? ¿O de dónde vienes?_
Quise no escucharlo y apuré mis pasos, pero el anciano
avanzaba a mi ritmo, siempre detrás de mí y no paraba de
hablar cerca de mi oído, haciéndome oler a la fuerza su corpóreo
y desagradable “perfume”.
_¡¿Qué mierda quiere, señor?!_ Grité de pronto
deteniéndome sin aviso.
El rostro del hombre daba la sensación de no alterarse
con mis gritos, seguía mirándome con los ojos fijos.
_No sé de qué me está hablando, señor._
_Sí que lo sabes..._ Usaba un tono sarcástico que me
irritaba.
La presencia de aquel hombre me produjo pánico. Su
aspecto y fétido olor me perturbaban enormemente. Corrí muy
rápido sin mirar para atrás.
En mi mente aparecía Miguel y Gustavo. Todo se me fue
a la mierda
¡Aún sigo amando a Miguel ¡
Una triste calma llego a mí de pronto...

85
Al fin llegué a mi departamento, a la paz de mi espacio.
Sobre la mesa de comedor vi un papel :
“ Ignacio:
He preferido escribirte, porque no creo que sea capaz de
mirarte otra vez a la cara.
Quizás el error fue mío, siempre supe que si volvía Miguel,
tú me dejarías por él. En realidad, dejarías a cualquiera por él.
Siempre lo amaste.
Nacho, no creas que te odio, no podría hacerlo jamás, los
momentos en que tú y yo estuvimos juntos son lo más hermoso
que he vivido.
No te sientas culpable. Yo, en tu lugar, habría hecho lo
mismo.
Siempre tuyo, Gustavo.”
Tome la nota y la rompí en mil pedazos. Sentía rabia, él
no debía amarme, nadie debía amarme.
De pronto, me surgió un impulso por mirar fotos de mi
madre, de mi padre, de la Vale, de la abuela...
Toda mi vida parecía recuerdo.
Lloré con hipo, tranquilo, histérico, doloroso, lloré mil
formas de llanto. Todo se había terminado. Gustavo había
sacado toda su ropa y cosas personales. Comencé a recorrer
el departamento y en la paredes había demasiados espacios
vacíos. Gustavo sacó sus cuadros, sus libros, su música... Entré
a la pieza y me senté en la cama, sobre ella había un paquete de
regalo. Lo tomé como si su contenido se rompiera con cualquier
mal movimiento. Dentro encontré un disco de Miguel Bosé y
dos varas de incienso. Junto con eso, una nota:
“Ignacio, te dejo este disco, sé que te llena de recuerdos.
Los inciensos son para que los prendas cuando me extrañes.
Tienes permiso para extrañarme tan solo dos veces en tu vida...
Que seas muy feliz.
Gus.”

86
Toda la escena era irreal. Caminé hasta el living, puse
en la radio el disco recién obsequiado. Llené casi completa
una copa de vino que perfumó la habitación con dulce aroma
a frutilla. Me senté en el suelo con la copa en la mano mientras
en mis oídos entraba la incitante voz de Bosé. Bebí el vino.
No podía quedarme ahí, en cada rincón de ese departamento
había algo de Gustavo y de mí. No sería capaz de irme, tenía
tantos recuerdos dando vueltas. Encendí las varas de incienso
juntas, no quería volver a pensar en Gustavo, ni en nadie. La
música seguía sonando. El tiempo avanzaba y el sol se colaba
por el gran ventanal que entregaba una vista privilegiada de
la imponente cordillera. El celular comenzó a sonar en alguna
parte, esperé un rato y con las piernas cansadas avancé hasta
tenerlo en mis manos. Ya no sonaba... “Llamada perdida de
Miguel” anunciaba la pequeña pantalla. Pude haber devuelto la
llamada, pero no lo hice. Volví a beber de la copa frutal e instalé
el celular frente a mis ojos, sabía que Miguel insistiría hasta que
yo le contestara el teléfono. Recién comenzaba a sonar el tema
que nos pertenecía a Miguel y a mí cuando la luz se encendió
titilante y la melodía de Led Zeppelín que caracterizaba a mi
móvil sonó cada vez más fuerte.
Lo conozco desde siempre, sabía que no se rendiría y él
sabía que yo no respondería, por lo mismo me envió un mensaje
“Tomate todo el tiempo que necesites... Te amo...” Mi rostro se
sonrojó inconsciente, incluso, creo que mis labios esbozaron
una sonrisa.

martes 24 de octubre de 2006


Hoy, durante el día estuve oculto del mundo como dentro
de una burbuja... Escuche mil veces el disco que Gustavo me
había dejado de regalo antes de irse para siempre. Sabiendo
que los recuerdos que me evocaba, eran, precisamente, de
quien me había separado de su lado.
Había tomado algo más de dos botellas de vino cuando
con el sol del ocaso me venció el sueño, la borrachera, el
cansancio... Y me dormí acurrucado como feto sobre la
alfombra.

87
Desperté con el canto de mi celular, apenas abrí los ojos
para ver la pantalla colorida, Miguel volvía a insistir. No me
pareció apropiado responder su llamada. Ya bastante daño
le había causado a Gustavo como para celebrar su muerte
corriendo a los brazos de Miguel. Me paré de golpe y encendí
todas las luces del lugar, volví a hacer sonar el disco de Bosé y
aumenté su volumen.
Sin cuidado saque la ropa que aún quedaba en el clóset
que compartí con Gustavo. Puse la ropa dentro de una mochila,
algunos libros y mi compu, repleté los rincones con el máximo de
cosas que creí que podría necesitar o bien conservar conmigo.
En tanto, sobre la mesa se prendía cada cierto rato la
música de mi celular, siempre era Miguel. No contesté ninguna
de sus llamadas. Recorrí por última vez el departamento, tomé
una chaqueta gruesa y luego de abrigarme más de lo necesario,
colgué de mis hombros la gran mochila, crucé un bolso en
mi cuello guardando en el otra botella de vino (previamente
abierta) Detuve el disco de golpe, miré hacia atrás por última
vez y salí cerrando la puerta con llave. Me sentía ebrio, caminé
por el corredor en silencio viendo todo como por primera vez.
Antes de subir al ascensor escuché, nuevamente, sonar
mi teléfono, decidí responder...
_¡¿Nacho, dónde estás?!_ La voz de Miguel sonaba
agitada.
_En mi casa..._ Respondí con la lengua traposa.
_Necesito verte ¿Qué pasa ahora, Nacho?_
Miguel, voy saliendo, hablamos después_ Le dije y subí
al ascensor. El teléfono sonaba incesante y “Escalera al Cielo”
colmaba el edificio en el silencio de la noche.
Caminé desorientado, las calles se me hacían eternas y
desconocidas. Avance por el Forestal que a esa hora era algo
completamente surrealista.
De pronto, sin darme cuenta, un ser de género indefinido
se acercó a mí para ofrecerme sus “servicios”. Lo miré directo a
los ojos y pese al falso colorido que ostentaba, vi en ellos algo
especial.

88
_No, gracias_ Contesté e intenté seguir mi errante
camino.
_Lolo, espera... Dijo su voz y los tacones que golpeaban
el suelo se acercaban apurados.
_No quiero sexo, lo siento._ Le expliqué mientras me
sentaba en una banca del parque.
_No quiero sexo nunca más en mi vida_ Le dije y me puse
a llorar.
El travesti se conmovió con mis lágrimas y tomando mi
mano se sentó a mi lado...
“ Por tirar cobro, por escuchar, no...” Dijo.
Lo abracé como a mi madre y llore en su hombro,
desconsolado. De su cartera sacó un “pañuelito desechable” y
me limpió los mocos y lágrimas que chorreaban por mi nariz.
_Yo lo amo..._ Confesé entre gimoteos dolientes_
Siempre lo he amado.
_¿Quieres vino?_ Le ofrecí, tomé la botella y mi
improvisada “amiga” soltó una carcajada cuando vio que el
vino ofrecido era caro.
“Los ricos también lloran” me dijo antes del primer sorbo.
Me ofreció un cigarro que acepté ansioso.
_¿Sabes lo que pasa?_ Comencé a decir completamente
ebrio.
_Yo siempre estuve enamorado de Miguel...Desde niño_
Recalqué.
_Pero él no te ama ¿Verdad?_
_¡Sí!_ Grité. _Sí, me ama..._
Mi llanto era cada vez más intenso y con mis dedos
apretaba la mano del travesti que también lloró mi dolor.
_Y si los dos se aman, ¿Cuál es el problema?_ Quiso saber.

89
_El problema es que nunca podremos estar juntos
¡Soy un idiota! Mis bramidos despertaron al perro que
dormía bajo la banca del parque.
_No te culpes, lindo ”El tango se baila de a dos”. Seguro
que no todo es culpa tuya._
En su voz percibía también dolor. Hablé con él durante
mucho rato, le confesé mi infidelidad con Gustavo. La pena que
me provocaba mi madre, le hablé de mi padre, siempre ausente.
Mi “nueva amiga” me escuchaba con los ojos falsos y fijos. Nos
bebimos el vino y fumé más que de costumbre. Nuevamente,
el sol tibio de primavera colmaba las copas multicolores de los
árboles.
_Debo irme_ Le avisé _Gracias por escucharme._
_¿Te puedo dar un consejo?_ Dijo con sus toscos labios ya
sin pintura. _Llámalo, hablen. Mira, precioso, si se aman, si lo
amas de verdad, nada ni nadie podrá separarlos. Es como una
ley “El amor nos fortalece...”_
Justo en ese momento sonó mi celular que ya anunciaba
“batería baja”
_Respóndele_ Ordenó mi “amiga”.
Con el aparato vibrando en mi mano la mire y presioné
la tecla verde.
_Aló..._ Contesté despacio.
_¡¿Ignacio, por la cresta, qué te pasa?!_ Oí fuerte del otro
lado.
La voz no me salía, no supe qué decir y corté.
Me abracé a mi fugaz “amiga” y besé su mejilla.
_Gracias de nuevo, por todo..._
_No te preocupes, las putas no sólo servimos para follar
¿Nunca has oído eso de que las putas son las mejores sicólogas?

90
Anda hermoso, gana la pelea, dile que lo amas..._
En mis labios se pintó una sonrisa. Abrí la mochila y saqué
un libro de Gonzalo Rojas, “La Miseria del Hombre”. Durante un
rato me quedé mirándolo.
_¿Te gusta la poesía?_
_Claro, me gusta mucho._
Abrí el libro, busqué “Perdí mi Juventud” y se lo leí.
Cuando terminé de leer lo cerré. _Toma_, dije extendiendo mi
obsequio, _esto es para ti. Cada vez que abras estas páginas y
vueles con la poesía, acuérdate de esta noche._
_Gracias, así lo haré..._
Besó suavemente mis labios y yo comencé mi marcha.
_ Cualquier cosa, estoy siempre aquí, ¡Pregunta por
Afrodita!_ Gritó.
Yo levanté mi mano sin volverme para mirarla.
Subí a una micro y viendo por la ventana alejarse el
paisaje tomé mi teléfono y lo llamé...
_Miguel, escúchame_ Dije antes de que él pudiera hablar.
_Miguel, ahora voy a tomar un bus, me voy a la playa..._
_Nacho, amor..._
_Ahí voy a estar un tiempo_ Seguí interrumpiendo su
frase. _Te amo, Miguel._ Terminé sin querer oírlo.

miércoles 25 de octubre de 2006


El viaje se me fue en el sueño. De pronto el auxiliar tocó
mi hombro sobresaltándome.
_Llegamos joven_ Dijo.
Me colgué la mochila en la espalda y caminé despacio
sintiendo la fresca brisa marina sobre mis ojos hinchados.
91
domingo 29 de octubre de 2006
Hoy me he sentido extraño todo el día, me cuesta a veces
entender por qué soy como soy. Tantas veces he cuestionado
mi sexualidad. Me parece insólito que viviendo en un país que
se dice “desarrollado”, aún sigan existiendo prejuicios en contra
de los homosexuales. Me acordé de aquella conversación que
tuvimos con José Luís hace tanto tiempo atrás. ¡Qué ganas de
ser tan libre como él!
Cada cierto tiempo me da vueltas en la cabeza la idea de
que si yo hubiera sido heterosexual, como esperaban todos,
quizás las cosas serían más fáciles, pero no puedo ser quien no
soy…
La verdad es que extraño a mi madre, a mis primos,
incluso, a la odiosa de mi abuela.
¿Por qué no querrán entender que mi opción sexual
no tiene nada que ver con ellos, que soy un tipo normal, que
trabajo, estudio… que soy capaz de amar como lo hace cualquier
persona? Pero ni mi madre, ni mi abuela, quieren entenderlo.
Creen que soy gay solo por molestarlas. Incluso mis tías evitan
que tenga contacto con mis primos chicos, como si se fueran a
contagiar de algo. ¡Me da mucha rabia…mucha pena!
¿Por qué no me amarán como soy..?

jueves 2 de noviembre de 2006


La casa de la playa nunca ha cambiado, los mismos
muebles, los mismos cuadros, el mismo aroma. Puse a sonar el
disco que me regalara Gustavo. Mi cuerpo cayó agotado sobre
el sillón y derritiéndome con el calor de la música me dormí.
Al despertar, sentí como si toda la vida fuera otra.
Lavé mi rostro, me mire al espejo largo rato, acomodé
mi pelo, llené una taza de oloroso café y con la taza en la mano
salí a caminar.
La arena de la playa abrazaba mis pies, a lo lejos, una
pareja se amaba sin pudor.

92
Saqué, mi cuaderno y mi lápiz (Siempre verde, como mis
ojos) Intenté escribir algo sobre aquella pareja que gemía bajo
el ocaso. No pude, me quedé con el lápiz en la mano, inmóvil.
El sonido del mar y su canto amatorio... ¡Oh, qué
trágicamente bello es el amor!
Busqué dentro de mi billetera un pito que guardaba para
una ocasión especial. Lo encendí con dificultad a causa del
viento. Finalmente, el humo entraba en mis pulmones y subía
hasta mi cabeza como el ascensor en un edificio moderno.
De pronto la arena subió por mis piernas, como diminutos
insectos, me llevaron hasta la orilla del mar interminable y fue,
en ese momento, que logré comprenderlo todo...
Mil cantos de sirenas, que eran yo mismo, me acunaban
en un pensamiento repetitivo, como lo son todas las cosas. ¡Él
volverá, él volverá! ¡Así lo han decidido los dioses!
El agua revuelve cada una de mis neuronas, habitadas
por seres que no son yo... Con los ojos cerrados voy viendo mil
rostros que me muestran todas las caras del verdadero retorno,
el definitivo. Siento en mí una transformación celestial, mágica,
que me lleva a comprender todo lo que antes creí imposible, las
olas mecen mi cuerpo inerte, casi infantil, que se entrega al
movimiento armónico del océano, de sus recuerdos intactos y
tan perfectamente reales como lo que jamás ha de existir.
Sólo así, me tumbé en la arena aún tibia. Perdí la noción
del tiempo hasta que una sombra oscureció mi rostro. Era
Miguel.
Restregué mis ojos como para salir de un sueño. Traía
en sus manos un paquete con una gran cinta de regalo color
turquesa.
_Esto es para ti_
Me lo pasó besándome despacio. Yo no podía hablar, me
limité a mirarlo con grandes ojos.
_Nacho, esto es para siempre. Te amo._

93
Escudriñé en silencio la bolsa de papel que dentro tenía
un libro. Antes de sacarlo volví a mirar sus ojos y él sonrió “como
a veces lo hacía”.
La luz anaranjada del crepúsculo cubría a la pareja que
suspiraba con sonrisa post coital.
Era un libro pequeño. Quedé sin palabras mientras
miraba el ánfora que decoraba la portada y Miguel se sentaba
a mi lado...
_“Los hombres también son de Venus”_ Leyó.
Me colgué de sus ojos quietos.
_¿Sabes algo, Miguel? A mí sí me gustan los hombres..._
Nos besamos hasta desaparecer sumergidos en el mar
de nuestro amor, porque…

LOS HOMBRES TAMBIEN SON DE VENUS.

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Danyela Castillo Murillo

Actriz y escritora
autodidacta. Nace el
4 de enero de 1976,
en Chile. Como hija y
nieta de prestigiosos
escultores chilenos,
desde muy pequeña
se ve ligada al mundo
del arte. A los 11 años
comienza a escribir
y gana su primer
concurso literario.
El año 1999, publica
¿Dónde están nuestros
derechos?, libro de
línea educativa infantil, con más de cinco mil ejemplares
distribuidos a lo largo del país.

El 2006, publica Fabricación en serie (cuentos cortos)


y en 2009 escribe sus primeros poemas, los que agrupa con
el nombre de Descubrimientos de iniciación, los mismos que
declama en espacios públicos. Ese mismo año descubre su
interés por el erotismo en la literatura e incursiona en este
ámbito dando vida a Los hombres también son de Venus.

+info de danyela : www.lapollaliteraria.cl/danyelacastillo

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Libros Publicados por La Polla Literaria o de Pronta Aparición:

Al Revés de los Cristianos, Poemas, de Marcelo Valdés


La Puta Gana, Novela, de Gustavo Bernal
Relatos Biolentos, Bolumen 1, Cuentos, de Adrián Barahona
Dolores de Cabezas, Relato, de Pepe Calderón
Radio Manini Remixes 2009, Antología, de Varios Autores
Obscena, Literatura fuera de Escena, de Nikanor Molinares
Los Hombres también son de Venus, Novela, de Danyela Castillo
El Asco, Relatos, de Bruno Genovesio
Ron al Seco, Fotografía, de Rufino Haag
El Libro del Camino Eficaz. Tao, Poemas, de Miguel Edwards
Rabiosa, Novela, de Gustavo Bernal
Antología del Realismo Cuático, Relatos, Varios Autores
Radio Manini Remixes 2010, Antologia, de Varios Autores

La Polla Literaria es un proyecto editorial autogestivo e independiente que


surge en marzo de 2009 a partir de algunas delirantes conversaciones entre
no menos deliriosos escritores. Era necesario editar, editar y seguir editando
porque el fin de un texto no es otro sino ser leído. ¿Y cómo pasar por encima
de la industria editorial? Después de horas de infructuosa ingesta alcohólica
la respuesta descendió sobre nosotros. Era fácil. Asociándose con otro
puñado de escritores y armando una Polla, La Polla Literaria.

Contáctanos : www.lapollaliteraria.cl

Consejo Editorial de la Polla Literaria (contacto@lapollaliteraria.cl): Adrián


Barahona, Gustavo Bernal, Marcelo Valdés, Pepe Calderón. Asistente de
Edición: Pablo Véliz. Diseño Gráfico, Diagramación y Web: www.visualhost.
cl. Impresión: Carlos Fuentes Morgado, Hugo Fuenzalida, Denisse Gutiérrez
Valdebenito. Encuadernación: Liliana Quevedo. Difusión y Ventas (ventas@
lapollaliteraria.cl): Rufino Haag, Pedro de Piedra, Radio Manini, Librería
Ciudad Letrada, Librería Comuna Literaria.

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