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LOS CENTINELAS DE RICARDO

Ricardo Alfonsín subió al escenario de la Federación de Box. 1500 personas fueron a


escucharlo aunque el acto tuvo difusión limitada. Despotricó contra el gobierno
nacional y la “derecha neoliberal y conservadora”. Lo acompañó un grupo de leales:
Raúl Borrás, hijo del ex ministro de defensa de Raúl Alfonsín, Jorge de Antoni,
gremialista radical de San Martín y Miguel Bazze, actual presidente del comité UCR de
la provincia de Buenos Aires. Al mitin no asistió ningún dirigente histórico radical y la
adhesión más importante fue la de Luis Brandoni. Hablamos de una fría noche de julio
de 2004 y el acto era del Rapaca (Radicales por el Cambio), agrupación fundada en
1999 por el hijo del ex presidente con un objetivo prioritario: disputarle al aparato
tradicional del radicalismo en la provincia de Buenos Aires, el comité partidario. Algo
que Alfonsín recién logró el año pasado venciendo a dos alfiles de su padre, Federico
Storani y Leopoldo Moreau y poniendo a Bazze a la cabeza de esa delegación. La
candidatura presidencial de Ricardo Alfonsín, oficializada por las autoridades radicales,
representa entonces también el ascenso al nivel número uno de la vida partidaria de su
gente de mayor confianza, aquellos bonaerenses que estuvieron en ese acto en 2004 y
otros que se le fueron sumando. Se menciona a Gerardo Morales, Ángel Rosas, Ricardo
Gil Lavedra, cuando se busca referirse a ricardistas prominentes, pero el ricardismo
duro, su verdadero bastión, son los bonaerenses que lo acompañaron en su larga
empresa internista.

“Bazze, Borrás, de Antoni, y pocos más son su grupo principal de referencia porque son
el grupo matriz que lo acompaña desde cuando él no cotizaba en las grandes ligas”
explica a EG el diputado alfonsinista Juan Pedro Tunessi. Y amplía la idea: “Ricardo a
fines de los años noventa intentó el camino más difícil que era ir contra nombres muy
instalados y todo el aparato, era una opción complicada y llena de acechanzas, por lo
tanto es lógico que los que creyeron en él cuando nadie lo hacía, los que estuvieron al
calor de cuando recién empezaba, hoy tengan un lugar importante junto a él”. La
primera vez que Ricardo Alfonsín desafió a los popes del radicalismo bonaerense, en
aquel entonces Moreau, Juan Manuel Casella y Storani, fue hace ya casi quince años: en
1998. “Fue como David contra Goliat” graficó en esa época. En el 99 creó el Rapaca, en
donde ya estaban Bazze, Borrás y de Antoni. Bazze es el primer caballero ricardista.
Sobre él, fuentes del entorno de Alfonsín, usan estas definiciones: “hablar con Miguel
es hablar con Ricardo, no hay diferencia; Es sin dudas su dirigente de más confianza
entre todos los dirigentes del radicalismo; Bazze es lo que se dice propiamente la mano
derecha de Ricardo”. El presidente del comité Provincia de Buenos Aires de la UCR
hizo su carrera política en la Plata y formó parte de la mítica Coordinadora, siempre de
la mano de, paradójicamente, Freddy Storani. La relación con Ricardo empieza en el 99
cuando ambos eran diputados provinciales y Bazze, que todavía jugaba para Storani (en
la línea interna provincial CON, Corriente de Opinión Nacional), empieza a sentirse
atraído por el experimento del RAPACA. Ahí empieza la huella compartida y los
embates para quedarse con la UCR provincial.

Raúl Borrás es hijo de su homónimo que fue ministro de Defensa de Raúl Alfonsín. Es
productor agrícola y vive en Carlos Casares. En el año 2000, Alfonsín padre lo nombra
como vocero durante su presidencia del Comité Nacional radical. Es en esa etapa
cuando empieza a conocerse bien con Alfonsín hijo. De ahí al RAPACA hubo un paso.
Ahora es el jefe de campaña de Ricardo. Otro de los fundadores de RAPACA es Jorge
Deantoni, hombre de consulta permanente de Ricardo Alfonsín. Deantoni, radical del
conurbano – de San Martín – es dirigente gremial bancario (trabaja en el Banco
Provincia de Buenos Aires). Justamente por eso, es una de las patas gremiales del nuevo
alfonsinismo. Al igual que Bazze participaron de la larga lucha por desplazar a las
estructuras del “viejo alfonsinismo” de la Provincia de Buenos Aires, siempre
encolumnados tras Ricardo. “Sin dudas que esta gente representa un cambio de época en
el radicalismo, los nombres nuevos oxigenan. Y eso fue lo que siempre buscó Ricardo:
una transformación” dice Carlos Pérez Gresia, Secretario General del comité
bonaerense y uno de los dirigentes que en la actualidad está más cerca de Ricardo,
aunque no proviene del RAPACA sino de las filas de Juan Manuel Casella. La
trayectoria política de Gresia es una historia aparte. De idealismo y eclecticismo. En los
setenta, militaba en una agrupación maoísta. Llegados los años de plomo, debió partir al
exilio en París. Su mujer y compañera política, fue detenida y desaparecida. Pero
sobrevivió. ¿Y cómo un adepto del modelo marxista chino se convierte en
correligionario de la UCR? “Porque en Francia vi lo que era realmente la democracia en
funcionamiento y la libertad. Y empecé a valorar eso. Y por mis charlas con Solari
Hipólito Yrigoyen que también estaba exiliado – relata Gresia – pensé que el
radicalismo era una alternativa política democrática. Me terminé afiliando allá”. Solari
Yrigoyen había sufrido dos atentados de la triple A y también fue un detenido
desaparecido, fue uno de los fundadores del Movimiento de Renovación y cambio con
Raúl Alfonsín, que estaba enfrentado a la línea de derecha de Balbín. Por cuanto Gresia
descubrió el radicalismo, desde el radicalismo progresista.

El ascenso de los centinelas de Ricardo no deja de producir fricciones internas en el


partido. No fue casualidad que detrás de las candidaturas fallidas de Ernesto Sanz y
Julio Cobos estuvieran dirigentes históricos como Jesús Rodriguez, Freddy Storani, Coti
Nosiglia, y Leopoldo Moreau, entre otros, apellidos que son sinónimo de eso que los
ricardistas denominan “el aparato”. Un importante dirigente radical cuenta como se vive
en esa dimensión de la UCR, la avanzada de los ricardistas bonaerenses: “A esta gente
la cuestiona mucho los que presienten que traen consigo el fin de su ciclo político. Por
eso Ricardo fue tan ninguneado durante años por algunos sectores del partido y este
grupo subestimado ahora tiene al que tal vez quede como el único candidato de la
oposición”. También hay quienes acusan a la camarilla ricardista de hermética,
absorbente, autoritaria y revanchista. “Con ellos no se puede hablar, todo lo deciden
entre cinco personas y no toman en cuenta a nadie más, cero dialogo con los radicales
que no los apoyaban” es la acusación de un dirigente que por décadas formó parte de las
primeras líneas del partido de Alem. En todo caso, este es el año en que los ricardistas
bonaerenses, los centinelas y los más recientes, tendrán que salir de la dinámica
internista y competir no en pos de los destinos de un partido sino de un país.

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