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Historia de la Ciencia del suelo 1ª parte (Salvador

González Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 26 Abril, 2007

Respondiendo a una solicitud de mi administrador, vamos a intentar hacer un poco de


historia de la Ciencia del Suelo. Seguro que a muchas personas, sobre todo a las que se
inician en esta rama del Saber, les interesará. Como no pretendo ser, ni soy un historiador
(eso es lo que quiere ser mi hijo Fran), dejemos que mis lectores mas cariñosos me hagan las
correcciones oportunas, que permitan corregir los errores vertidos en esta serie. Mi
agradecimiento por adelantado a los que lo hagan.

Los años previos al nacimiento de una nueva Ciencia.

En el siglo XVIII existía en Europa una gran efervescencia científica. Mientras que en
Francia e Inglaterra, el estudio del suelo es fundamentalmente agrícola y químico, en
Alemania y sobre las bases proporcionadas por la Geología, aparece una escuela para
estudiar, definir e inventariar los suelos. En una primera teoría sobre la génesis del suelo:
“Los suelos se originaban por alteración “in situ” de las rocas o por depósito de materiales
alterados después del transporte” los integrantes de esta escuela consideran que el suelo
es el horizonte superior de las rocas, dando a la palabra horizonte el significado de capa.

Bishof (1792) desarrolla los problemas de alteración de las rocas, poniendo de manifiesto la
importancia del CO2. Trommer en una “Bodenkunde” escrita en 1857 propone un estudio del
suelo como objeto científico sin referencia a sus posibles aplicaciones. Schmid presenta otra
“Bodenkunde” con capítulos sobre la formación, propiedades y variedades de suelos. Se
desarrollaron numerosos sistemas de clasificación de suelos basados en estos conceptos, como
el de Einhof y Crome (1812).
Sin embargo, a pesar de la difusión alcanzada por estos sistemas, y su utilización hasta el

primer cuarto del siglo XX, aún permaneció arraigada la antigua idea del suelo como soporte

del desarrollo de plantas y de los cultivos. Senft (1810-1893) describe al suelo sobre el

modelo de los perfiles geológicos, señalando la presencia de horizontes.

Sir Humphrey Davy (1778-1829), siguiendo los postulados de Albrecht D. Thaer (1752-

1828) sobre la importancia del humus, al que creía la única fuente de nutrición para las

plantas (Teoría del humus), considera al suelo como el resultado de dos procesos super-

puestos: “la alteración de las rocas y la descomposición de la materia orgánica” . Shaler

(1890) reafirma este criterio: la sola alteración de la roca no es suficiente para generar

suelos y añade que los seres vivos participan activamente en su formación.

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El alemán Karl Sprengel habla del suelo como un “ente natural e independiente”. Su obra

Bodenkunde (1837), es considerada por algunos autores como el primer tratado de

Edafología. Al definir la ciencia del suelo por su objetivo “condensar los descubrimientos

químicos relacionados con las ciencias del suelo” se le considera fundador de la misma, en el

ámbito europeo de la época. Esta visión parcial del suelo no tardaría en ser superada.

Friedrich Fallou (1794-1877) en “Pedologie oder allgemeine und besondera Bodenkunde” se

manifiesta crítico frente a la mera consideración de las propiedades químicas y propone

considerar al suelo como un ente natural. En 1859 define el suelo como: “… roca disgregada

más o menos descompuesta… en parte transformada y completamente variada, mezclada con

substancias orgánicas…” e incluye en su estudio la mayoría de los caracteres concernientes

al suelo: historia, geografía, necesidad de estudio conjunto de los constituyentes,

estructura y funcionamiento. En 1862 acuña el término “Pedologie ” para los estudios

científicos de suelos, simultáneo a otros tales como “Agricultural Geology” o “Agrogeology”.

Afirma que la Pedología es, necesariamente, una ciencia interdisciplinar, pues en aquél

momento el suelo se observaba sólo como un fenómeno geológico, independiente de otros.

Por todo ello, otros autores del ámbito americano, le consideran el fundador de la Pedología.

Desde la Geografía, el alemán Ramann (1851-1926) creador del concepto de “suelo pardo”,

definió al suelo como “la última capa de la corteza terrestre, constituida por piedras

reducidas a fragmentos minúsculos, más o menos cambiados químicamente, en combinación

con restos de las plantas y animales que viven en el suelo utilizando sus elementos ”. No

estableció la diferencia entre suelo y material rocoso, ni limitó la profundidad ni consideró

al suelo como entidad natural. Su influencia en la Edafología Española, es importante. Su

clasificación de los suelos de España y de Europa está fundada en la zonalidad climática.

En los EE.UU., Eugene W. Hilgard (1833-1916) contribuyó a perfeccionar el estudio de las

muestras de suelo en el laboratorio y definió las regiones de suelos en el estado de

Mississipi (1880) en función de diversos factores: litología superficial, configuración del

terreno y vegetación natural. En sus “cinturones de suelos“, el factor clima era muy

importante y la acumulación de carbonatos en los suelos de las regiones áridas era una

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característica significativa. También aplica el conocimiento de los suelos salinos a la

explotación agrícola de los suelos de California. Su forma de pensar supuso un cambio

cualitativo decisivo en USA al enunciar ideas novedosas sobre la formación del suelo,

alejándose de las bases meramente geológicas y sin olvidar la influencia ejercida por las

ideas de von Liebig.

En aquella época tienen suma influencia sobre el desarrollo de la Edafología, la información

suministrada por geógrafos y botánicos en sus crónicas y descripciones de viajes, que

sirvieron para el conocimiento de las interacciones paisaje-vegetación-clima-roca. Hay que

destacar los trabajos de De Candolle, intentando establecer la dependencia del mundo

vegetal respecto al suelo, y las ideas de Humboldt (1792-1859) que defendía una visión de

la naturaleza, de la cual formaba parte el suelo, y en donde todo se encontraba

armónicamente relacionado.

En Rusia, hacia 1838, la IFES (Imperial Free Society of St Petersburg) genera los primeros

mapas de suelos, pero consideraba como suelo únicamente a la superficie orgánica, de forma

independiente y separada del material geológico. Queda justificado porque muchos de sus

integrantes eran miembros de la Sociedad de Mineralogía entre los que destacan Severgin,

Kovalevsky, Koksharov, Mendeleev, Dokuchaev, Butlerov, Vernadsky, Belov, Chukhrov,

Grigoriev, Smirnov, Frank-Kamenetsky, Lyelle, de Beaumont, Humbold, Berzelius, Hauy,

Murchison, Goldschmidt, Clarke, Bowen, Dana, ó Ramdohr. Su variada formación de origen

sería vital para la aceptación de una nueva Ciencia: la Edafología.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

3
Historia de la Ciencia del Suelo. 2ª parte El nacimiento
de la moderna Edafología. (Salvador González
Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 27 Abril, 2007

En 1880, ya se considera al suelo como una entidad natural, es decir, un cuerpo de la

naturaleza, independiente y variante. Se le precisa como un ente complejo, estructurado y

dotado de regímenes cíclicos (diarios, mensuales y anuales), que evoluciona en el curso del

tiempo y cuyos caracteres están en relación con los factores de diferenciación: rocas,

clima, topografía, seres vivos y edad. Por tanto, se dota al suelo de historicidad y

geograficidad y se le coloca dentro de los conjuntos naturales, lo que contribuye al

desarrollo de la Ecología. Además, se acepta la existencia de un desarrollo (edafogénesis),

que lleva a minimizar los enormes errores técnicos que producían las aproximaciones

parciales.

La figura central de esta revolución ideológica es el geólogo-geógrafo ruso Vasili Dokuchaev

(1846-1903), de quien se dice, “no tenía conocimiento de las investigaciones realizadas por

otros investigadores europeos ó americanos”, al vivir aislado en Rusia.

En 1876 Ucrania sufrió una sequía devastadora. Mendeleev forma una comisión

interdisciplinar y da la presidencia a Dokuchaev para investigar el “Chernozem” (un material

de la tierra, particularmente importante para la agricultura y el desarrollo agrario) e

intentar resolver el problema de su baja productividad. Una sociedad cultural rusa financió

la expedición científica para estudiar sobre el terreno “los efectos del fenómeno y los

remedios que hubieran de aplicarse”. Dokuchaev pudo estudiar “in situ” los suelos y se hizo

preguntas básicas acerca de su existencia, origen y evolución.

En aquella época, los suelos raramente eran examinados más abajo de la profundidad

habitual del laboreo y Dokuchaev, por la forma de levantar los perfiles, rompe con la

concepción del suelo como manto superficial de roca suelta y alterada (de donde se obtienen

de forma dispersa datos analíticos físicos, químicos, agronómicos o forestales, sin ninguna

visión de síntesis). Dokuchaev es el primero en reconocer que el suelo obedece a leyes

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deterministas y que su estado actual se asocia a diferentes fenómenos de la naturaleza. “El

suelo es un cuerpo independiente, diferente de la roca madre, con un origen específico,

producto de la actividad combinada de: 1) organismos vivos y muertos de las plantas y

animales; 2) roca madre; 3) clima y 4) relieve”. Crea una nueva ciencia: la Pochvovedenie,

cuya metodología y contenido se corresponden a lo que hoy constituye la Ciencia del Suelo.

En 1886 evoluciona su concepto de suelo: “es un cuerpo independiente, ubicado en la parte

superficial de las rocas, diferente de la roca madre que, de un modo natural ha

experimentado cambios bajo la acción compleja del agua, aire y diferentes clases de

organismos vivos y muertos, clima y relieve”. También menciona que con la edad, las rocas

han sido objeto de procesos, pero este factor no lo emplea en su clasificación. En lugar de

estudiar aspectos parciales, comenzó por analizar la anatomía del suelo, realizando cortes

en el terreno (siempre de la misma manera), y estableciendo lo que se llamó perfiles de

suelo. En 1906, y aislado en California, también Hilgard desarrolla el concepto de perfil en

los EE UU.

En su Tesis Doctoral, Dokuchaev emplea siempre la misma metodología, concordante con la

de Hilgard, y describía al chernozem: “En las caras verticales de las zanjas que abría se

presentaba siempre el siguiente perfil en un espesor de más de un metro”:

1. En superficie, una capa u horizonte bien aireado, casi negro, rico en

humus, de estructura grumosa, en el que las raíces de las gramíneas se

desarrollaban perfectamente.

2. Debajo, una capa menos rica en humus, más clara, con manchas oscuras

(rellenando los túneles de los animales minadores) de la tierra de superficie, ó

muy claras (depósitos de caliza).

3. Finalmente la roca, a partir de la cual se ha formado el suelo.

Los campesinos ucranianos llamaban a este tipo de suelo, chernozem (del ruso chern: negro

y zemlja: tierra), nombre vernáculo que ha pasado a formar parte de la nomenclatura

científica.

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Comparando perfiles, Dokuchaev en 1883 llegó a la primera conclusión fundamental de su

tesis doctoral “El chernozem ruso”: “en esta región, la naturaleza del suelo es

prácticamente independiente de la roca madre“, pues el mismo perfil se presenta sobre

distintos tipos de roca, y su génesis se debe a la vegetación, que a su vez está determinada

por el clima. Afirma que el suelo es un cuerpo natural, independiente y variable. También

menciona que con el paso del tiempo las rocas sufren procesos de índole diversa, pero no

emplea el factor tiempo en su clasificación de suelos.

Años más tarde, el gobernador de Gorki, deseoso de repartir equitativamente los impuestos

territoriales, recurrió a Dokuchaev para que estableciera un mapa de las cualidades de las

tierras. Nuevamente tiene la oportunidad de examinar un gran número de perfiles,

comprobando que eran muy distintos a los de Ucrania, formados en un clima más meridional.

El suelo de la nueva región, llamado podzol por los campesinos (del ruso pod: debajo y zola.

ceniza) hace referencia al horizonte fuertemente blanqueado de estos suelos. La

descripción incluía los siguientes horizontes:

1. En superficie, un lecho de hojarasca y de ramitas mal descompuestas.

2. Debajo, un horizonte rico en humus, ácido y de color negro.

3. Un horizonte muy claro, casi blanco, de textura gruesa y aspecto ceniciento.

4. Un horizonte rico en arcilla, humus y hierro.

5. La roca madre, puede ser la misma que bajo el Chernozem.

La comparación del Chernozem de las estepas y del Podzol de la zona forestal, más húmeda

y fría, llevó a establecer una segunda conclusión: en ocasiones, la génesis del suelo depende

exclusivamente del clima. De esta forma se comprobó que no existe un único factor para

definir el suelo, sino muchos, que influyen, en mayor o menor grado, en la formación y

desarrollo del mismo, pero la zonalidad (concepto procedente de su formación geográfica),

quedó anclado de manera definitiva en el mundo edafológico.

Las investigaciones de Dokuchaev y su grupo, esclarecieron la posición del suelo como

cuerpo natural y de la Edafología como Ciencia en el esquema de los fenómenos naturales.

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Estas ideas se propagaron entre los círculos científicos de la época, y hallaron aceptación

general. Los trabajos de Dokuchaev tienen tres ideas fundamentales:

1.- El suelo es un sistema natural, independiente y variable. Se trata de un sujeto

nuevo, objeto de estudio “per se” y no sólo por sus propiedades agronómicas. Necesita

métodos de estudio propios y una terminología específica que es elaborada por el mismo

Dokuchaev y sus colaboradores, en especial por Nicolai Sibirtsev.

2. – Existe una interdependencia entre los fenómenos que originan los suelos, lo que

supone una visión global de la cuestión, no considerada hasta entonces.

3. – Aprecia la zonalidad de los suelos, idea esencial de la Edafología madurada por el

autor en sus últimas expediciones y publicaciones (1898-1900). Este concepto surge de

forma lógica al considerar al suelo como un cuerpo natural en relación con factores

naturales, y por tanto con regiones bioclimáticas.

Dokuchaev genera la “Russian School” ó Escuela de Discípulos entre los que destacan, entre

otros, Sibirtsev (1860-1899) y Konstantin Glinka. Divulga sin éxito sus ideas en la World’s

Columbian Exposition de Chicago (1893). Sibirtsev (1860-1899) (primer titular de la

primera cátedra en el mundo en 1894 con el nombre específico de Edafología, Universidad

de Nova Alexandría), elaboró una clasificación de los suelos naturales agrupada en clases y

tipos químicos, en la que se distinguen las siguientes categorías, que sirvieron de base hasta

1960, de muchas clasificaciones:

 Clase A: Suelos zonales o completos coincidentes con las regiones bioclimáticas.

 Clase B: Suelos intrazonales, formados por la influencia particular del medio:

salinidad, hidromorfía, etc.

 Clase C: Suelos azonales o incompletos no relacionados con las características o

factores ambientales reinantes: suelos esqueléticos, aluviales y otros.

Su forma de interpretar los suelos en su libro Pochvovedenie y en los textos de curso

donde desarrolló muchos conceptos, fue fuente de teorías, conceptos y métodos que

iluminaron el quehacer de la escuela rusa de edafólogos durante todo el siglo XX.

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La propuesta que Gorki hace a Dokuchaev sobre la evaluación de suelos por su

productividad, la difusión de la publicación “Soils” realizada por Hilgard y avalada por su

gran experiencia como geólogo, edafólogo y agrónomo y la visión productiva de Kearney,

impulsan decisivamente a finales del siglo XIX al profesor Milton Whitney (1860-1927) a

proponer en su país la creación del National Soil Survey Program y de una unidad de

investigación de suelos dentro del Departamento de Agricultura con oficinas en todo el país

(Jenny, 1941). Sus funcionarios (geólogos e ingenieros de campo) pronto encuentran que

existe un claro efecto entre la calidad de las cosechas, el uso agrícola de los suelos y

algunas de sus propiedades. Whitney enfatiza sobre la importancia de las propiedades

texturales y la capacidad de un suelo para nutrir a las plantas y cubrir sus necesidades de

agua y de nutrientes. King lo amplia resaltando el interés de las propiedades físicas de los

suelos.

Los investigadores de campo acaban aprendiendo que algunas de las propiedades

importantes de los suelos no se relacionan necesariamente con su formación del suelo ni con

el tipo de roca madre. Suelos con un mal drenaje tienen propiedades diferentes a aquellos

que lo poseen bueno, y aquellos en pendiente podían clasificarse como estos últimos. La

topografía fue relacionada con la forma de desarrollo de los perfiles. En 1902, la oficina de

supervisión de suelos de Dubuque (Iowa) incluye la descripción de la estructura del suelo, y

en 1904, la de Tama County, expone que suelos con igual material parental y distinto uso

(cereal o forestal) presentan marcadas diferencias estructurales.

Simultáneamente se realiza un gran número de trabajos sobre la física del suelo, justificada

por el desarrollo que alcanzó la maquinaria agrícola de tracción mecánica. Destacan los

trabajos de Darcy (1803-1858) sobre el movimiento del agua en el suelo y los de Jurrel

(1813- 1858) sobre la erosión hídrica generada por acción de los torrentes.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

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Historia de la Ciencia del Suelo. 3ª parte. Edafología y
Química Agrícola entrelazan sus orígenes. (Salvador
González Carcedo.).

Publicado por Juan José Ibáñez el 2 Mayo, 2007

El término Edafología (de las voces griegas edafos, suelo y logos ciencia o tratado) abarca
una ciencia que estudia la génesis, evolución, propiedades y distribución geográfica de los
suelos, las relaciones entre suelo y planta; suelo y cultura (cultivos), considerando al suelo
un como cuerpo natural, continuo y tridimensional, en equilibrio energético, e integrado en el
ecosistema del que forman parte.

A grandes rasgos, el concepto de suelo y los estudios relacionados con el mismo, se han
concebido de dos formas diferentes: una basada en la naturaleza de sus propiedades y
otra fundamentada en las orientaciones específicas o “usos” del suelo. Esta última
concepción ha sido la más empleada a lo largo de la Historia, debido al carácter utilitario de
las relaciones que el hombre establece con el suelo, y a la importancia económica de la
agricultura para todas las civilizaciones, hecho que relegó cualquier consideración analítica
del concepto de suelo hasta épocas recientes.

Dada la proximidad del día de la Madre debo de recordar, en honor a los lectores de
Iberoamérica que el culto a la Pachamama (Madre Tierra) que aún subsiste, formaba parte
de su cultura y de sus ritos más importantes. Al inicio y final de los ciclos productivos
ofrecían sus alimentos, bebidas y coca, acompañado de bailes rituales. Los habitantes que
poblaban el Centro y Sur de América practicaban una agricultura semejante a la Eurasiática
por el modo de trabajar la tierra, pero totalmente distinta en cuanto a las plantas
cultivadas y a la falta de animales para el laboreo.

Por ello, a los Edafólogos siempre nos ha salpicado una vocación, no siempre aceptada, por
las producciones agrarias que nos obliga a conocer los fundamentos por los que una planta
nace, crece, se multiplica y se recolecta, que configura un espectro complementario de
conocimiento, que en España se define como la Química Agrícola. Repasemos los hallazgos
mas importantes que conformen esta rama de la Ciencia.

La coincidencia de algunos objetos relacionados con la actividad agrícola (arados de palo,


azadas de piedra, palos y cuchillos de madera para siembra) y la similitud de ciertos
métodos de cultivo (encontrados en las Yungas o selvas del Perú y Bolivia), así como las
terrazas y andenerías de cultivo en las laderas de las montañas asociadas a los
asentamientos defensivos o Pucaras (La Puna de Atacama en Perú; Tilcara en Jujuy y
Quilmes en la Rioja Argentina), la práctica del riego (el sistema prehispánico de captación e
irrigación en Alfarcito) y el uso de abonos (bostas de camélidos), muestra, en algún tipo de
relación cultural entre los indígenas americanos y las antiguas civilizaciones europeas. Pero
no todo se cultivaba sobre suelo. Los jardines colgantes de Babilonia, los jardines flotantes
de los aztecas en Méjico y los de la China imperial, son ejemplos de cultivos hidropónicos,

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existiendo también jeroglíficos egipcios fechados cientos de años antes de Cristo, que
describen el cultivo de plantas, en agua.

Según Yarilov (1913), Hipócrates, (autor de la aproximación holística a los problemas, es


decir, de la aproximación que proporciona las soluciones a través de la síntesis de
diferentes puntos de vista), tuvo un alumno anónimo que escribe sobre el suelo:

“La tierra sería el estómago de las plantas y éstas reciben de ellas el alimento en
forma de fácil digestión. La tierra posee una enorme cantidad de fuerzas que
nutren a las plantas. La fertilidad o infertilidad de un suelo es función de la
presencia, carencia o ausencia de la humedad necesaria para las plantas. Las
características del suelo que coordinan su fertilidad varían fácilmente de un lugar a
otro”.

Este alumno anónimo, considerado el primer redactor de escritos de Edafología, parece que
tenía construido un aparato para hacer el análisis mecánico del suelo, y se habría apercibido
de la noción de estructura del suelo, de las diferencias de humedad y temperatura, de las
relaciones de la humedad con la evaporación y el nivel de la capa freática, así como de la
noción de perfil térmico del suelo. Como ven mi empeño en distinguir las estructuras
texturales y agregacionales tiene un fondo lejano en la Historia de la Ciencia del Suelo.

Sin el deseo de pasar por historiador pero recordando a nuestro Lucio Junio Moderato
Columela (70 años a. C.), en sus palabras “la tierra es la madre común de todas las cosas,
porque ella es la productora de todas y está destinada a producirlas constantemente”. sin
apercibirse que también se podían construir casas de forma mucho mas rentable a producir
alimentos, en su libro “De Re Rustica”, clasificó los suelos en función de su bondad para el
desarrollo de las plantas, agrupándolos en seis categorías: grasos y magros, húmedos y
secos, y blandos y fuertes. La mezcla de esas propiedades daba una infinita variedad de
tierras (Boulain, 1989), lo que responde a la pregunta de nuestros jóvenes lectores.

Como farmacéutico quiero recordar a Galeno (131-201), que respecto a los suelos tenía
además de sus categorías, integradoras del pensamiento Aristotélico, las siguientes y
curiosas reflexiones:

· La regeneración de los suelos es natural. “Para plantar un árbol es necesario


hacer el agujero un año antes para que la tierra se haga”.
· La montaña es la imagen de un elemento seco y frío. “Todo lo que la montaña tiene
de bueno se transporta monte abajo”. Los suelos del pie del monte y del valle son
los mejores porque los elementos están combinados en una proporción justa.
· El calor es indispensable: “la tierra madurará bajo la influencia del sol y de la
lluvia”.

Haciendo un gran salto en el tiempo, la Edad Media nos conduce al secretismo de la


Alquimia, pero los árabes influirán tremendamente en la agricultura, al mostrarnos como las
plantas podía crecer mejor con la aplicación de técnicas sencillas y un manejo racional del
agua.

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En su primera parte, en la Europa cristiana, los eruditos tradujeron y recopilaron numerosos
códices y trabajos. Algunas figuras son dignas de mención. En la España Visigoda, San
Isidoro de Sevilla (570-636) sintetiza buena parte del saber de la agricultura tradicional
en el libro XVII de sus Etimologías, al tiempo que recoge las descripciones de suelo (como
soporte sólido) y pedión (suelo en sentido rural, opuesto al urbano) ya diferenciadas en su
día por Virgilio en sus Geórgicas. Geber, en el siglo VII ú VIII, señala que “la potasa es un
constituyente de las plantas”, y que “el agua, el aceite y las sales son alimentos necesarios
para las mismas”. Ibn Wahschiad (siglo X) es el autor de una compilación de obras
anteriores denominadas “la Agricultura Nabatea”, conjunto de recetas sobre la elección de
fertilizantes y su utilización. En Bizancio, Cassius Bassus (siglo X) escribe las “Geopónicas
”, serie de 20 libros, en cuyo segundo tomo sintetiza y reproduce los conocimientos
preexistentes sobre la clasificación de los suelos.

Pero el principal impulso experimentado por la agricultura de la época, proviene del mundo
islámico, al introducir numerosos medios técnicos y mejoras en las prácticas agrícolas
respecto a las conocidas hasta entonces. Los agrónomos hispano-árabes fueron capaces de
aunar las concepciones teóricas del suelo, propias de los autores grecolatinos, con las
descripciones vivas de suelos observadas en la realidad, siguiendo su mentalidad oriental.
Estos sabios pudieron caracterizar los suelos tanto en términos de cualidad, como mediante
denominaciones globales, próximas a las descripciones de tipos de suelos. Aunque esta unión
entre lo teórico y lo experimental no fue suficiente para edificar una ciencia, los estudios
sobre el suelo y la agricultura tuvieron en el Al-Andalus (actual Andalucía) un foco
destacado, representado por eruditos tales como Abú Zacaría, Ibn Hedyuady, Ibn Basal,
Abul Kjair y otros.

Los musulmanes han dominado como nadie el manejo del agua y la ingeniería del riego
dejando una buena muestra de ello en sus casas, palacios y campos. “ El Libro de Agricultura”
de Abú Zacaría es una excelente recopilación de los conocimientos manejados en el área
mediterránea. En su capítulo 1 se ocupa del “Conocimiento de las especies de las tierras
buenas, medianas o inferiores para plantíos y sementeras por medio de ciertas señales
indicantes de estas cosas…”. Su extensa bibliografía (más de 100 autores) y el ser un
experto cultivador, hacen que este libro tenga mucho de acertado y poco de erróneo.
Aboulkhayr autor de “El libro del cultivo” describe las tradiciones agrícolas de la
antigüedad, añadiendo el empirismo andalusí. Ibn al Awan (1145) es autor de un Tratado
de Agricultura, que contiene un sumario de los conocimientos del mundo mediterráneo en
materia agrícola durante la Edad Media. En él se encuentran nociones próximas al concepto
actual de edafogénesis, de tipología de suelos, así como sobre el régimen hídrico y la forma
de realizar pruebas de diagnóstico.

Los conocimientos químicos de la China pasan a Tebas y Menfis, en donde los sacerdotes, de
un modo reservado, enseñaban en sus templos la química con el nombre de Arte Sagrado. En
Bizancio se llamará Alquimia y se extenderá por toda Europa en la Edad Media. A España
llega en el siglo VII de la mano de los árabes. Las escuelas de Córdoba, Toledo, Sevilla,
Granada y Murcia fueron las más afamadas, y desde ellas se irradió el conocimiento al resto

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de Europa. Raimundo Lulio, Arnaldo de Vilanova, Caravantes y “el Iluminado” son los
exponentes más importantes de aquella Alquimia hispana.

El periodo de recolección de información experimental se enlazó con otro, en el que el


entendimiento humano se da a lo sobrenatural, y de ahí, el origen de tantas doctrinas tan
poco razonables que emergen en la Edad Media. A aquella época le sucede el periodo actual
en que la ciencia adquiere un carácter más definido, y habla a la razón con los hechos, no
con la imaginación, “que halla deleite en la variedad de las cosas”. Ya no habrá afirmaciones
como la de Jorge Agrícola, quien suponía que “en las galerías de las minas existían espíritus
malignos que mataban a los operarios ”, sino que en ellas hay un gas irrespirable que causa la
muerte por ahogo. Aún así, este hombre es capaz de resumir sus conocimientos prácticos
sobre el cultivo de la tierra, los cuales fueron insuperables hasta la llegada del siglo XVI.

Los alquimistas europeos, perseguidos por los poderes religioso y político, se organizan en
sectas que se reunían en los claustros de las catedrales. Allí definieron las reglas de la
práctica experimental, la observación y la inducción, y las aplicaron a su trabajo (Galileo,
Bacon, Descartes, Palassy y Boyle las harían famosas siglos después). La búsqueda de la
piedra filosofal permitió conocer y manejar los ácidos minerales más importantes y multitud
de compuestos de Hg, Ag, Cu, Fe, As y S. Purificaron el alcohol y los álcalis, fijaron con
perfección los colores y obtuvieron el ácido sulfúrico.

Alberto el Magno (1193-1280), estableció que la nutrición de las plantas se basa en tres
principios: “La diversidad de alimentos, su paso a la solución y la necesidad de la corrupción,
es decir, el retorno al suelo de los restos vegetales para su descomposición” (idea que surge
posiblemente de su observación sobre el comportamiento de los estiércoles). Raimundo
Lulio (1232-1315) en su Ars Magna introduce la idea de que ninguna cosa puede ser
engendrada en ausencia de sales. Destaca un verdadero agrónomo, el italiano Pietro de
Crescenzi (1230-1320) autor de “De agricultura vulgare”. Su “Opus ruralium commodorum,
libri duodecimun,” resulta ser una de las recopilaciones medievales más leídas al condensar
los conocimientos agrícolas del mundo romano y ser uno de los primeros libros impresos. Sin
embargo su atención a los suelos es pobre, al tener solo dos páginas de referencias a los
conocimientos antiguos.

Con el Renacimiento llega el verdadero resurgir de la Ciencia. Se pone en tela de juicio los
conocimientos que fueron legados, se hace una crítica profunda de todo, y sólo se reconoce
como cierto lo que se podía confirmar con la experimentación propia. Este espíritu saca a la
Ciencia de los estrechos límites en que estaba confinada y la lanza a un camino de progreso
que ya no se detendrá. Tres químicos lideran este movimiento científico del siglo XV:
Paracelso, que aplica la Química a las Ciencias médicas, Jorge Agrícola, que lo hace a la
metalurgia y Bernard Palissy a la industria.

Paracelsus (1493-1541) es el primero en darse cuenta de que las ciencias de la naturaleza


son ciencias experimentales. Cree en la Química como método para conocer los secretos de
la naturaleza y ve en la experimentación la única vía para intentar conocer el mundo que le
rodea. Por él se conocen el Zn y el As y aplica procedimientos analíticos para determinar las
proporciones de S, Hg y sales en sus compuestos. Según su criterio, “el suelo era uniforme

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en su naturaleza y en el contenido de sus componentes: materia orgánica, agua y materia
mineral”. Bernard Palissy (1510-1590) desarrolló el arte de la cerámica, tuvo grandes
conocimientos de cristalografía física, química, y agricultura, y destacando del suelo “su
capacidad como suministrador de sales minerales para la planta”.

En España, el clérigo Gabriel Alonso de Herrera escribe en 1513, a instancias del Cardenal
Cisneros, la Obra de Agricultura. Presenta como aspectos más relevantes, los dedicados a la
calidad de las tierras, los caracteres que definen su bondad o sus defectos, etc.. Tiene
capítulos como “de los sitios y calidades de las tierras”, “de las señales para conocer la
malicia y bondad de las tierras “ y “de los defectos de las tierras“, exponentes todos ellos
del evidente pragmatismo con que aborda los temas agrícolas, casi sin conocerlos. Difundido
en letra de imprenta, fue muy leído en la época.

En el ámbito de la taxonomía vegetal, Jerome Boch (1539) clasificó las plantas por su
relación o parecido haciendo de este concepto una forma de clasificación natural. Gesner
(1541) distinguió géneros de especies y ordenes de clases en su clasificación vegetal, y con
su Opera Botánica e Historia Plantarum, influyó decisivamente sobre los taxónomos tales
como Linnaeus y Cuvier. Bauhin (1596) utilizó un sistema binomial en la clasificación de
plantas.

La alquimia, a finales del siglo XVI no llegó a encontrar la transmutación de los elementos en
oro, pero sí la piedra filosofal de las naciones cultas: la Química. Generó una legión de
tenaces experimentadores que permitieron la apertura de la Europa de las Ciencias, casi tal
y como ahora la tenemos estructurada, y una profunda sobreexcitación, en la misma medida
en que se iban alcanzando nuevos descubrimientos…

Que los dejamos para el próximo post

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

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Historia de la Ciencia del Suelo. 4ª parte. Las
discusiones productivistas en el seno de las nuevas
Academias . (Salvador González Carcedo).

Publicado por Juan José Ibáñez el 3 Mayo, 2007

La victoria de la Investigación moderna no fue completa hasta que se estableció un principio


esencial: el intercambio de información libre y cooperativa entre todos los investigadores.
Hoy no se considera como tal, ningún descubrimiento científico, si se mantiene secreto. Una
observación o un descubrimiento nuevo no tiene realmente validez, hasta que al menos otro
investigador haya repetido y confirmado la observación. La investigación no es el producto
de individuos aislados, sino de la comunidad científica.

Durante este siglo la Ciencia será tal como la entendemos hoy, con sus hombres
comprobando minuciosamente sus resultados en los laboratorios y exponiendo sus
conclusiones mediante escritos a sus respectivas Academias. En definitiva, el siglo XVII es
el del triunfo de la experimentación, cuyos cimientos habían sido puestos por Paracelso. Es
el siglo de Bacon, Galileo, Descartes, Newton, Boyle, Malpighi…

Por su amistad y relación cobra impulso la creación de las Academias o Sociedades,


instituciones exclusivamente dedicadas al cultivo de las ciencias. La primera es fundada por
Porta en Italia con el nombre de “Academia de los Secretos”. Al poco tiempo se organiza en
Florencia la “Academia de Cimento y la de Lienci”, en Alemania “la Imperial de los Curiosos
de la Naturaleza”, la de Ciencias en París, la de Estocolmo… Aparecen también las primeras
revistas científicas.

Robert Boyle (1627-1691), físico y químico irlandés, consigue reunir, a mediados de este
siglo, a un grupo de sabios para formar en 1645 la Royal Society of London for Improving
Natural Know, a partir de algunas reuniones interesadas en los nuevos métodos científicos
introducidos por Galileo. Reconocida formalmente en 1660 por Carlos II de Inglaterra,
actúa desde entonces bajo protección real. A esta sociedad perteneció Newton, que por
inducción enunció, a finales del siglo XVII, las tres leyes simples del movimiento y la ley de
la gravitación universal, basadas en las observaciones y conclusiones de Galileo, Tycho Brahe
y Kepler.

Es precisamente en su seno donde se reconoce la necesidad de establecer una clasificación


de los suelos, de alguna forma científica y definir el valor de sus propiedades para el
desarrollo de la agricultura; para ello se crea el Georgical Commitee, que envía en 1665 un
cuestionario a los agricultores ingleses al objeto de conocer los tipos y condiciones de los
suelos de una forma directa. En 1684, Martin Lister cristaliza este esfuerzo con el primer
esquema científico para la clasificación de suelos, basado en la productividad agrícola: “An
ingenious proposal for a new sort of maps of country”. Este trabajo fue continuado durante
el siguiente siglo por los geógrafos que clasifican y cartografían los suelos de Gran Bretaña
e Irlanda.

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El arranque de la agricultura científica se produce en este siglo, con la aplicación de
técnicas propias de otras disciplina. El primer tratado de agronomía en lengua francesa es
el titulado “L´Agriculture et Maison Rustique” traducción realizada por Jean Liebant de la
obra “Praedium rusticum” de Charles Estienne. Oliver de Serres (1600) escribe “Théâtre
d’agriculture et ménage des champs” en el que, si bien los suelos son tratados de forma
recopilativa, incide preferentemente sobre las propiedades físicas del suelo y considera el
estiércol como fuente de calor. Pero la preocupación principal era determinar la naturaleza
del principio nutritivo de las plantas, y como indica Russell (1973) es el “período de la
búsqueda del principio de la vegetación” que supone el inicio del cambio de la filosofía
aristotélica deductiva hacia formas de pensamiento más inductivas basadas en la
observación, experimentación y medición. Los científicos se realizan las siguientes
preguntas: ¿Cómo crecen y se desarrollan las plantas?, ¿Qué materias intervienen?, ¿Cuál es
el motor del crecimiento?, conscientes de que las respuestas aristotélicas a las mismas: el
aire, el agua, la tierra y el fuego, podrían ya no ser válidas. Comienza una serie de
investigaciones fundamento del desarrollo posterior de todas las ciencias agronómicas,
impulsadas por los grandes avances en los campos de la Física y la Química.

Si Nicholas Cusa (1450) había sugerido que las plantas crecen asimilando agua, y Sir
Francis Bacon (1561-1624) escribe “el agua era el principal alimento de las plantas”. Jean
Baptiste van Helmont (1577-1644) modifica esta opinión tras acuñar la palabra “gas” para
describir las propiedades del CO2 entre las que destaca su influencia en el desarrollo
vegetal y publicar el primer balance de materia, en su libro Ortus Medicinae. En él describe
los resultados del cultivo cuidadoso de un vástago de sauce en un cajón de tierra y sus
cálculos matemáticos, tras 5 años de experimentación. Concluye que el suelo en nada
contribuía a la nutrición de la planta y sí las substancias presentes en el agua. Sus trabajos
perciben la gran revolución que se avecina en los campos de la Química Agrícola, la Biología y
la Fisiología Vegetal.

van Helmont conoce a Glauber (1604-1668) – descubridor de la acción fertilizante del


salitre (nitrato de potasa), introductor de la palabra “nitro”” como un elemento más de la
cosmogonia aristotélica (el quinto elemento) – y ambos generan una importante ruptura en
el contexto de las explicaciones de los fenómenos vitales (discutidos ardorosamente en las
Academias), al incluir los resultados experimentales, propios a cada investigador, en los
conceptos de autores antiguos, de los que normalmente se ignoraba la justificación de los
mismos.

Sir Hugh Plat, inicia el largo camino para descifrar las razones científicas que condicionan
las buenas prácticas agrícolas del cultivo:

“Es evidente que sólo el abono que se deposita sobre suelos áridos no podría de

manera alguna enriquecerlo del mismo modo si no fuera por la sal que deja tras de sí

la paja y el heno después de su descomposición. La lluvia que cae sobre estos

estercoleros y que se escurre hacia los valles, también acarrea la sal del estiércol.

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El campo es más verde y espeso en aquellos lugares donde previamente habían

estado los montones de estiércol. De esto se puede deducir que no es sólo el

estiércol el que causa la fertilidad, sino la sal que la planta ha extraído del suelo”.

Como ven es una época marcada por las inquietudes productivas


Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

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Historia de la Ciencia del Suelo. 5ª parte. La
importancia de otras Ciencias en en el desarrollo de
la Edafología y de la Química Agrícola (siglo XIX).
(Salvador González Carcedo).

Publicado por Juan José Ibáñez el 4 Mayo, 2007

El comienzo de siglo XIX se conmociona por la aparición de la teoría atómica de Dalton en

1804. Los elementos químicos están constituidos por partículas elementales que se

denominan átomos. Avogadro enuncia la existencia de dos clases de moléculas, las

“moléculas elementales” (átomos) y las “moléculas constituyentes” (moléculas).

Durante la primera mitad del siglo XIX, la Química Orgánica está condicionada por la aún

vigente “teoría vitalista”, enunciada el siglo anterior por Bergman: las substancias químicas

son orgánicas o inorgánicas. Las primeras formando parte de los seres vivos, sólo podían ser

sintetizadas gracias a la “fuerza vital”, fuerza de carácter sobrenatural no abierta a la

experimentación de laboratorio. Mulder y Berzelius intercambian conocimientos sobre la

composición de las substancias pues, o son óxidos de radicales compuestos o son

combinaciones de dos o incluso varios óxidos de este tipo. Wöhler (1800-1882) sintetiza

accidentalmente urea en 1828: La “teoría vitalista” ha muerto.

A partir de este momento, la Química Orgánica comienza un desarrollo acelerado y paralelo

al de la Química Fisiológica (cruce entre la Química Orgánica y la Fisiología). Justus von

Liebig (1803-1873) desarrolla técnicas de análisis cuantitativo y las aplica a los sistemas

biológicos. Es el primer químico en demostrar que el calor de los cuerpos de los animales se

debe a la combustión de los alimentos ingeridos. Describe los ciclos del C y N en animales y

plantas. En 1840 puntualiza que los compuestos orgánicos vegetales se sintetizan a partir

de CO2 del aire, mientras los compuestos nitrogenados se derivan de precursores del suelo.

En 1843 especula sobre los ácidos oxálico, cítrico ó málico como intermediarios en la

síntesis vegetal de carbohidratos, que tanta importancia tienen hoy en la asimilación de

nitratos y en la aparición de los carbonatos en el suelo.

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El conocimiento sobre fotosíntesis alcanza avances definitivos. Nicholas-Thèodore de

Saussure publica en 1804 experimentos que representan el primer tratamiento del tema de

la fotosíntesis, utilizando métodos cuantitativos y una terminología química moderna.

Desarrolla la primera ecuación que define el balance de la fotosíntesis. Renè Dutrochet

expuso en 1837 que la clorofila es necesaria para la fotosíntesis. Charles Daubeny publicó

en 1836 la eficiencia de las diferentes partes del espectro lumínico en la fotosíntesis que

Wilhelm T. Engelmann completa en 1882 al describir cómo la luz del rojo era la más

efectiva. John W. Drapor (1844) muestra que las plantas que crecen en soluciones de

bicarbonato sódico pueden liberar O2 en presencia de luz. Su método experimental es uno

de los más elegantemente concebido. En 1898, Barnes propone el término “fotosíntesis”.

Von Liebig ejerció su influencia sobre numerosos alumnos (incluidos ingenieros y futuros

edafólogos), entre los que destaca Kekulé (da nombre definitivo a la Química Orgánica e

indica que la Química Fisiológica es la que se ocupa de los procesos químicos que se verifican

en los organismos, tanto plantas (Fitoquímica) como animales (Zooquímica). Kekulé formula

el anillo bencénico después de soñar con un juego infantil en el que dos grupos de niñas

(entre ellas su hija) hacían dos corros concentricos girando en sentido opuesto . Van’t

Hoff propone el desarrollo tridimensional de las fórmulas orgánicas, junto con una

observación relativa a la relación entre las capacidades de rotación óptica y complementa a

Fisher (1852-1919) en sus trabajos sobre la estructura de los azúcares, la descripción del

enlace peptídico y su papel en la estructura de las proteínas.

En el campo de la Físico-Química o Químico Física (según se desee), Mayer (1842) enuncia

la primera ley de la termodinámica y su aplicación a los seres vivos, que completa tres años

más tarde junto con von Helmholtz y que tienen una extraordinaria repercusión en todos los

campos de la Ciencia.

En Biología, Schleiden y Schwann, expresan la teoría celular (la célula es la unidad básica

estructural de todos los organismos), facilitan la transformación de la Biología desde una

ciencia observacional en una ciencia experimental y estimulan la colaboración entre químicos

y fisiólogos. Von Hoppe-Seyler, utiliza por primera vez en 1877 el término “Bioquímica” que

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con el tiempo ratifica Carl Neuberg en 1903 a la par que nos muestra el proceso

fermentativo como una ruta metabólica. En 1833, Payen y Persoz aíslan la primera

actividad enzimática -la amilásica- cuya verdadera dimensión se adquiere gracias entre

otros a Berthelot (1837), cuando sugirió que las fermentaciones consistían en la acción

catalítica que los seres vivos ejercían sobre las substancias químicas que reciben, a Theodor

Schwann, quien nos habla en 1836 de que la putrefacción y la fermentación son realizadas

por microorganismos y a von Liebig (1839), que mantiene que fermentos no vivos causan la

fermentación, y abre una controversia sobre si la fermentación es un proceso vital ó no.

Kühne (1878) acuña el nombre de enzima, Edward Buchner (1897) descubre que las

levaduras trituradas, exentas de células vivas podían transformar la glucosa en etanol y CO2

y Pasteur consigue demostrar que las fermentaciones son producidas no sólo por levaduras,

sino también por otros microorganismos, impulsando el estudio del metabolismo en los seres

vivos.

En Patología Vegetal, Bènèdict Prèvost (1807) muestra que un organismo vivo es el

responsable de la enfermedad de la hinchazón del trigo, Miles Berkeley (1845) ve que un

moho era el responsable del tizón de la patata y contribuye a la clasificación de los hongos,

y Dimitri Ivanovski (1892) descubre un agente causante de enfermedad, más pequeño que

las bacterias: los virus. Al final de siglo, otro ruso genial, Vinogradsky, da pie a la ciencia

de la Microbiología, utilizando como campo de investigación los microorganismos del suelo y

clasificando más de un millón de especies.

En otros campos, como la Histología Vegetal, Max Schultze observa en 1864 los

plasmodesmos, hecho básico en la concepción actual de la organización arquitectónica y

nutricional y funcional de los tejidos vegetales. En genética Gregor Mendel publica en 1866

sus investigaciones sobre híbridos vegetales y su subsecuente comportamiento. Sus leyes

fueron olvidadas 36 años. Ernst Charles Darwin (1844) propone la teoría de la selección

natural. Heinrich Haeckel (1866) es el primero que usa el término “ecología” para describir

el estudio de los seres vivos y sus interacciones con otros seres y con su medio ambiente.

En Matemática Aplicada, Karl Pearson (1894) publica la primera de una serie de

contribuciones a la teoría matemática de la evolución. Aporta métodos para analizar la

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distribución de la frecuencia estadística, estudiados al detalle, que fueron básicos en los

desarrollos matemáticos que hoy operan en la Edafología.

Espero de mis lectores amables me ayuden a completar la lista hombres sabios con sus
descubrimientos mas relevantes, en esta fase de la historia. Gracias.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

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Historia de la Ciencia del Suelo. 6ª parte. Edafología y
Química Agrícola en el siglo XVIII. (Salvador
González Carcedo).

Publicado por Juan José Ibáñez el 7 Mayo, 2007

Justus von Liebig, aceptado como “padre de la agricultura moderna”, aplicó el concepto de

balance propio a su “teoría de la nutrición vegetal” dando forma a su teoría mineral. Apoyó

la concepción del suelo como ente objeto, más que como ente sujeto, además de contestar

severamente a la teoría del humus de Thaer. Para Liebig, el humus divide al suelo y favorece

el desarrollo de las raíces al generar, por fermentación, ácido carbónico, de interés para

las raíces más jóvenes, y siendo su acción, sobre todo de tipo físico. Reidel patentará esta

idea en 1916.

von Liebig hace pública su teoría mineral de la nutrición vegetal, en su conferencia “La

química en sus relaciones con la Agricultura y el crecimiento de las plantas” dada en la

British Association (Glasgow, 19840) y que desarrolla en su obra Chemie Orgànique

appliquée à la Physiologie Végétale et à l’Agriculture (1841). En esta obra, punto de partida

de la Química Agrícola, desarrolló los conceptos básicos sobre la fertilización y la nutrición

mineral de los vegetales, demostró que las plantas no se nutren de humus, sino de soluciones

minerales y que el humus es un producto transitorio entre la materia orgánica vegetal y las

sales minerales, únicos alimentos de las plantas. Estos conceptos abrieron la vía de

desarrollo de la industria de los fertilizantes inorgánicos.

Según esta teoría, “las plantas se alimentaban exclusivamente de materia inorgánica,

procedente, bien de la descomposición del humus o de la atmósfera, bien de las substancias

minerales que hay en la tierra”. Considera al suelo un “almacén” estático, de donde las

plantas toman los nutrientes necesarios y que el “suelo” reemplaza con el tiempo. Su

agotamiento producía infertilidad, por lo que el agricultor debía preocuparse de forma

continua de su restitución, marcando el camino de la fertilización química moderna. Entre

los elementos que se debían de restituirse estaban: N, P, K y Ca. No obstante, “dadas las

grandes cantidades de nitrógeno que hay en la atmósfera y dada una supuesta capacidad de

las plantas para asimilarlo directamente al igual que el carbono”, y el hecho de que los

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principales cultivos fueran cereales, hace que el químico alemán recomendara al agricultor

que no se endeudara con los guanos y otros abonos nitrogenados. Para Von Liebig era más

importante restituir el P y el K, por lo que éste fue su gran fracaso.

Con la teoría mineral se consiguió explicar porqué resultaban tan útiles las prácticas de la

agricultura tradicional, tan normales en la época, como las enmiendas de calcio o yeso, las

aplicaciones de huesos en polvo y de guano. La materia orgánica en forma de estiércol no

interesaba “per se”, sino por lo que generaba en su descomposición. Por tanto, no importaba

que se substituyera por substancias minerales, pero éstas debían encontrarse en el seno de

combinaciones binarias como el agua, el CO2 o el amoníaco, para hacer más rápida su

asimilación. El principio mineralista representaba un adelanto para los agricultores, al

permitir desvincular la producción agrícola de la dependencia de los animales y de su

alimentación. Por tanto, podía dedicar una mayor superficie de su finca a cultivos más

lucrativos.

El desconocimiento del poder para retener cationes por parte del complejo de cambio del

suelo, llevó a von Liebig a proponer como fertilizantes a compuestos inorgánicos muy poco

solubles, que resultaban poco eficaces para el desarrollo vegetal al considerar a los

componentes solubles como un inconveniente por sus posibles pérdidas por lavado. Aunque

Gazzeri había percibido la capacidad del suelo para intercambiar cationes en 1816, es

Thompson, en 1848, el primero que publica la observación de que al añadir sulfato amónico a

una columna de suelo se lixivia sulfato cálcico y estudia, de forma sistemática, el

intercambio catiónico, si bien el término “intercambio de bases” fue acuñado por Way entre

1850 y 1852.

Como tesis de sus investigaciones sobre el papel desempeñado por los elementos químicos en

el desarrollo vegetal, von Liebig enunció la “Ley del Mínimo”: “Un elemento que falte, o que

se halle presente en una cantidad insuficiente, impide a los restantes producir su efecto

normal o por lo menos disminuye su acción nutritiva”; que se complementará con la Ley de la

Tolerancia Ecológica, formulada en 1913 Víctor E. Shelford. En esta línea Giovanni B. Amici

(entre 1851 y 1855) investiga los procesos de fertilización en plantas desde un punto de

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vista químico y M.E. Mitsterlich los aborda con un sentido matemático, generando su

conocida “Ley de los rendimientos menos que proporcionales” que tuvo difusión universal.

Con la introducción, por Joseph Grinnell (1917) del concepto de nicho ecológico y, por A. G.

Tansley (1935) del concepto de ecosistema, se dieron los pasos necesarios para que Robert

H. MacArthur y Edward O. Wilson establecieran en 1968 la disciplina de ecología teórica.

En la aplicación de la Química a la Agricultura tomó el relevo Jean-Baptiste Boussignault

(1802-1887), con su obra “Economie rurale dans ses rapports avec la Chimie, la Physique et

la Meteorologie“ (1843). Dividía los elementos del suelo en asimilables y no asimilables por

las plantas, limitando el interés de los datos de análisis totales, practicados hasta entonces

de forma generalizada. Demuestra la necesidad del N en plantas y animales y también, que

“las plantas superiores no pueden utilizar el nitrógeno atmosférico sino únicamente los

nitratos del suelo”. Boussignault amplia y difunde las nuevas ideas sobre nutrición vegetal

que, unidas a su visión pragmática del suelo, quedaron firmemente ancladas en los circuitos

científicos de la época. El padre de la Química Agrícola francesa, aplicó el análisis químico

al medio natural. Entre sus trabajos se suelen citar las investigaciones sobre el contenido

en Al de las aguas de drenaje, la difusión vertical y horizontal y sus resultados sobre la

nitrificación. Un agrónomo eminente, el Conde de Gasparin escribe dos obras “Cours

d’Agriculture” (1843) y “Traité de la détermination des terres arables” (1872) basadas en

los conocimientos de Boussignault que constituyeron durante muchos años las dos guías

científicas más seguidas por los agricultores en Europa.

Faltaba por resolver cómo el N2, presente en el aire, pasaba al suelo y en su caso, a las

raíces de las leguminosas. Desde 1875, Schloesing y Müntz investigaron sobre el

componente bacteriano del ciclo del N en el suelo. Berthelot (1827-1907), estudiando los

nódulos de leguminosas, explicó su papel en la nutrición de su huésped y su capacidad como

fijador de N2, al ser capaces de transformar el N libre del aire en formas ligadas

asimilables. En 1888, Beijerink aisló el Rhizobium leguminosarum de los nódulos de

leguminosas y, junto con Winogradsky (1856-1946), padre de la microbiología, definen los

géneros Aerobacter y Azotobacter. Este último realizó la primera demostración de una

quimiosíntesis trabajando con bacterias sulfurosas. Abordó el problema de la formación de

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nitratos y al aislar del suelo a los principales organismos responsables (Nitrosomonas spp. y

Nitrobacter spp.), demostró la separación entre nitrosación y nitrificación. Otras

investigaciones suyas le convirtieron en el padre de la microbiología dinámica y siguiendo

estas ideas y ya en el siglo XX, Martin Alexander y nuestro Julio Rodríguez Villanueva

implantaron el estudio microbiológico de los suelos, no como un hecho taxonómico, sino como

una forma de ver las rutas fisiológicas que permiten estudiar la evolución de los materiales

orgánicos presentes en el suelo: proteolisis, celulolisis, nitrificación, denitrificación etc.

Centrando la atención sobre la materia orgánica, en su evolución y en los productos de su

descomposición, Mitscherlisch (1794-1863) encuentra que la fermentación se debe a

levaduras y la putrefacción a los vibrios. Liebig constató que elevadas concentraciones de N

quedaban fijadas al humus, no estando disponibles para la planta. Mulder da la primera

clasificación de los productos contenidos en el humus, definiendo los términos de ulmina,

humina, ácidos úlmicos, crénicos y apocrénicos y Grandeau (1834-1911) indica que el humus

tiene otras misiones en el suelo, además de la de proporcionar N a las plantas, pues facilita

la adsorción de ácido fosfórico, ¡y tanto¡.

Correlativamente, el inglés John Bennet Lawes (1814-1900) inicia en 1843, en la finca de

Rothamsted, los célebres experimentos sobre fertilización, aún en activo, a los que pronto

se asoció John H. Gilbert (1810-1901). Estos ensayos de larga duración además de facilitar

el desarrollo de las recomendaciones sobre la aplicación de fertilizantes, han permitido

estudiar el comportamiento de los nitratos en el suelo, y su capacidad para contaminar las

capas freáticas y ello, gracias a haberse ido recogiendo y analizando sistemáticamente las

aguas de drenaje, en campos con diferentes dosis de fertilizantes nitrogenados. Hoy sigue

siendo punto de referencia de muchos expertos en las ciencias del Suelo y en las

Producciones Agrarias.

Desde estos puntos de vista, el primer norteamericano, estudioso de los suelos fue Edmund

Ruffin en Virginia. Trabajó intensamente para desvelar el secreto del encalado y

estableciendo el concepto de “calcio intercambiable”. Después de escribir un breve ensayo

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en “the American Farmer” (1822), publicó “An Essay on Calcareous Manures” (1832). Pero su

influencia fue pequeña al no circular su publicación más que en los “Estados del Sur”.

El espíritu amplio del pedólogo Hersey, en California, le permitió ponerse al servicio de los

intereses de Kearney, pionero del desarrollo agrario de suelos, que llega a ser el agricultor

más próspero de California y líder de una concepción industrial de la producción agraria,

totalmente nueva en cuanto al uso del agua, y las propiedades físicas, que aplicó a las

producciones vitícolas y hortícolas, sobre los suelos áridos del Valle de San Juaquín. En el

desarrollo de sus ideas, Kearney reúne a inversores, busca y forma a los productores, se

rodea de científicos, establece sistemas de riego revolucionarios, añade abonos a los suelos,

crea áreas de distribución de sus productos. Su legado, cedido a la Universidad de

California, se convierte en 1951 en la “Fundación Kearney para las Ciencias del Suelo“, que

permite financiar las investigaciones sobre suelos, nutrición vegetal y agua, de

extraordinaria importancia en los desarrollos que tiene actualmente la Edafología y la

Química aplicada a la Agricultura en los EE UU y en el resto del mundo.

Esta concepción de Hersey en la que el suelo es conceptualmente un objeto, en un medio


semidesértico hace que el concepto de Pedology se extienda como sinónimo de suelos, en
Norteamérica frente a las concepciones Rusas, que nos hablan fundamentalmente de los
microorganismos o la biología del suelo (Edafología). Con ello creo que te contesto JJ.

Otros trabajos habían demostrado que las plantas podían cultivarse en un medio inerte,

humedecido con una solución acuosa que contuviese los minerales requeridos. El siguiente

paso fue eliminar completamente el soporte suelo y cultivar plantas en la solución que

contuviera los nutrientes, como se hacía en los Jardines Colgantes de Babilonia. Lo

consiguieron dos científicos alemanes Sachs en 1860 y Knop en 1861, dando sus estudios

origen a la “nutricultura”. Sus técnicas se usan todavía hoy en los estudios de fisiología y

nutrición vegetal. En estas primeras investigaciones sobre nutrición vegetal demostraron

que se podían conseguir crecimientos normales sumergiendo las raíces en una solución

acuosa con N, P, S, K, Ca, y Mg, los cuales definen hoy al grupo de los macronutrientes. En

los años siguientes descubrieron que otros siete elementos se necesitaban en cantidades

más pequeñas: Fe, Cl, Mn, B, Zn, Cu y Mo. Eran los microelementos. En una secuencia

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continua se inicia la formulación de estas soluciones: Tollens en 1882, Tottingham en 1914,

Shive en 1915, Hoagland en 1919, Trelease en 1933, Arnon en 1938 y Rubbins en 1944,

muchas de las cuales se usan actualmente. Se había abierto la era de los fertilizantes

líquidos.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

26
Historia de la Ciencia del Suelo 7ª Parte. El concepto de
suelo evoluciona y la Edafología se organiza.
(Salvador González Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 10 Mayo, 2007

Grandes cambios se han operado durante el siglo XX. Si el comienzo del siglo nos permitió ver
el asentamiento definitivo de la Edafología como Ciencia, durante el transcurso de estos años,
el devenir de la Química Agrícola nos ha mostrado que el suelo no era indispensable para
producir alimentos. Al final del milenio, el suelo se ha convertido en pieza fundamental de otra
Ciencia integradora, el Medio Ambiente y la Química Agrícola ha visto nacer a otra rama de la
Alimentación: La Tecnología de los Alimentos.
Las escuelas germana (Stremme) y rusa (Glinka) por fin se comunican mutuamente los
resultados y como consecuencia de esta colaboración, Constantino Glinka (sucesor de Sibirtsev
y cofundador de la ISSS en 1924) publica en 1914 su libro “ Great Soil Groups of World”, que
añade una visión universal a sus trabajos sobre los suelos. Sin embargo, el trabajo de su
escuela rusa, los nombres que empleaban tales como chernozem, podzol, y solonetz, y su
clasificación, quedan ocultos hasta que Marbut, en 1927, tradujo el trabajo de Glinka y lo
presentó en el primer Congreso Internacional de la Ciencia del Suelo (USA). A la difusión de
los conocimientos rusos del suelo cooperó de forma definitiva Joffe (1886-1963), quien por su
origen lituano-ruso y sus relaciones personales, hace de puente entre las dos culturas y escribe
su obra “Pedology” editada en 1936 y 1949.

Los puntos vertidos por Dokuchaev y su escuela durante este siglo los resume Rozanov (1982)
en los siguientes conceptos:

 Concepto de suelo: “cuerpo natural independiente”, que se desarrolla a lo largo del


tiempo a partir de la roca madre, sometida a la influencia de los factores de formación,
fundamentalmente de los organismos vivos.
 Concepto de “factores de formación del suelo”, explicado como un complejo
interdependiente de fenómenos naturales bajo cuya acción integradora se forman y
desarrollan.
 Concepto histórico de la formación y de la sucesión de etapas de formación y evolución.
 Concepto de unidad de cuerpo de suelo, natural, interdependiente, que justifica el
análisis del perfil en su conjunto para poder realizar el estudio del suelo.
 Concepto de cubierta natural del suelo, como un estado del desarrollo global de la
cubierta de suelo en la historia de la evolución geológica de la superficie.
 Concepto de zonalidad y tipos zonales de suelos (asociación de tipos), como principal
forma de organización de la cubierta de suelo global que refleja la estructura e historia
de la evolución global de la superficie.
 Concepto de Clasificación de suelos y Sistemática, como un reflejo de las conexiones
existentes en la naturaleza entre los diferentes suelos y que pueden ser geográficas,
genéticas y evolutivas.

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 Metodología de descripción de los perfiles y nomenclatura de los horizontes.

Si Glinka concedió una gran atención a la geografía de suelos, a su formación y a los


procesos de alteración, Vernadsky (1863-1945) inició el desarrollo de la Bio-geoquímica,
rama de la Ciencia que destaca el papel del suelo como intermediario entre la materia viva y
muerta. Sajarov (1878-1949) estudió las soluciones del suelo, demostrando su importancia
en la edafogénesis. Gedroiz (1872-1933) destacó por su trabajo sobre la fracción coloidal,
sus propiedades de adsorción y los métodos de determinación de las mismas. Los trabajos
de Rode (1896-1989), respecto a la génesis de suelos y al régimen hídrico, los expone en su
libro “The Soil Forming Process and Soil Evolution“. La obra de Tyurin (1902-1962),
Materia Orgánica del Suelo y su papel en la Edafología y en la Fertilidad, es el primer
tratado centrado exclusivamente en la materia orgánica; sus métodos descritos pueden
considerarse originales para la época.

Las actuaciones de Marbut y Joffe generan un movimiento científico paneuropeo que


contribuye al avance de la Edafología en todos sus campos y al conocimiento común de los
suelos de cada país.

El húngaro Alexius de Sigmond, aporta sus notables conocimientos sobre los suelos salinos
y alcalinos, que aún hoy, sirven de esquema conceptual al haber establecido la diferencia
entre los suelos con sales solubles y los que tienen sodio en los lugares de intercambio. El
checo Joseph Kopechy (1870-1935) representa un grado más en la especialización de los
conocimientos edafológicos al ocuparse de la Física del suelo, sobre todo de los temas del
agua y el drenaje. En la Universidad de Zurich aparece G Wiegner (1883-1936). Sus
trabajos sobre el complejo de cambio de los suelos quedan reflejados en su obra “ Suelos y
formación del suelo a la luz de la química de los coloides” (1918). Del sueco Albert
Atterberg (1846-1916), quedan en nuestros días las acotaciones de los tamaños de las
partículas de suelos, al hacerlas suyas la International Society of Soil Science (ISSS), y los
conceptos de límite líquido e índice de plasticidad.

El trabajo de Kubiena (1938) merece destacarse por ser el promotor del estudio de los
rasgos macroscópicos del suelo y porque buena parte de su labor de detalle la realizó en
España. Su libro “Micropedology“ publicado en 1938 permitió que muchos investigadores
españoles siguieran sus pautas de trabajo.

En la primera mitad de este siglo, la cohabitación entre el punto de vista analítico y el


naturalista (globalista) es difícil, pues ni los hombres de laboratorio perciben la pluralidad
de los tipos de suelos, ni los agricultores saben interrogar a los investigadores, ya que
todavía tendrá que verificarse la variabilidad de caracteres simples como la textura, pH o
incluso la profundidad del suelo. Sin embargo no todo es negativo, pues los geógrafos
aciertan a popularizar el concepto de zonalidad y los climatólogos y biólogos son capaces de
mostrar la originalidad de los suelos frente a la ubicuidad de las rocas. La Agricultura
también evoluciona: las explotaciones tradicionales y rutinarias se racionalizan. Se inicia la
mecanización del campo y se desarrollan tecnologías hasta el momento desconocidas por su
rendimiento y capacidad.

28
Es entonces cuando la Ciencia del Suelo se estructura en Comisiones en las que los
conocimientos y quienes las generan, se reúnen de una forma organizada. Así, la Primera
Comisión trata el estudio mecánico y físico del suelo, la Segunda se centra en el estudio de
la Química del suelo, la Tercera en el estudio bacteriológico y bioquímico del suelo, la
Cuarta se dedica al conocimiento de la fertilidad del suelo, la Quinta desarrolla
nomenclatura, clasificación y cartografía de suelos y la Sexta, a la aplicación de las técnicas
agrícolas.

En el próximo post iremos repasando sus principales aportaciones

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

29
Historia de la Ciencia del Suelo 8ª Parte. Los aportes
de la Física a la Ciencias del Suelo. (Salvador
González Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 11 Mayo, 2007

El nacimiento de una Ciencia, inicialmente exige que, desde las otras ciencias reconocidas en
ese momento, se aporte el conocimiento que cada una es capaz de desarrollar de forma
específica. Esto ocurre porque existen una serie de científicos que aman trabajar en áreas
frontera de su propia investigación, quizás con el ánimo de ampliar el campo de actuación de su
propia ciencia, y que en principio no suelen estar bien vistos por los colegas que definen la
pureza de cada ciencia. Estos científicos, no bien reconocidos, pero con una visión aventurera,
son los que posiblemente hacen evolucionar mas radicalmente el conocimiento. Posteriormente,
en el seno de la “nueva Ciencia”, en este caso la Ciencia del Suelo, se generará un intenso
proceso de discusión e integración de los conocimientos, que permitirá dotarla de una
personalidad propia, hasta un asentamiento definitivo.

Este proceso ha ocurrido con Ciencias como la Química Orgánica o la Inorgánica y está
ocurriendo con la Bioquímica que está abriendo el camino a nuevas ramas como es la genética
molecular, la ingeniería genética, la biónica, proteómica o genómica, por poner dos ejemplos,
uno antiguo y otro actual. En mi opinión, nosotros, los de las Ciencias del Suelo, estamos todavía
en este periodo, en ramas tan concretas como la integración de los procesos de degradación de
la materia orgánica, y la participación del conjunto de los seres vivos en la formación de la
materia orgánica del suelo y de sus estructuras asociadas.

Como es de bien nacidos ser agradecidos, también obliga, por parte de los “nuevos científicos”
de la Ciencia del suelo, reconocer sus orígenes, de la misma forma que se pide respeto a los
integrantes de las ciencias “donantes” para que este nacimiento sea fructífero. Y esa es mi
intención al desgranar esta Historia de la Ciencia del Suelo, en su época mas moderna y actual
o al desarrollar los post sobre los conocimientos que voy organizando lentamente en el “Curso
sobre Bioquímica del suelo”, al recoger la información de otras ciencias, e intentar que se
integren, de forma correcta en nuestro acervo de conocimiento.

Empezando por la FÍSICA DEL SUELO, Briggs (1874-1963), estudioso del movimiento del agua
y la retención de la humedad por el suelo, distinguió tres tipos de agua, definió los conceptos
de humedad equivalente y coeficiente de marchitamiento y propuso métodos de medida para
estos parámetros. Schofield (1901-1960) introdujo en 1935 el concepto de pF y Richards
(1904-1965) desarrolló métodos de medida para el estudio de las relaciones suelo-agua.

A partir de 1945 y sobre la base de los trabajos de Richards, aplicados de acuerdo con la ley
de Darcy, se comienzan a desarrollar las bases teóricas de la dinámica del agua en el suelo en
condiciones de saturación. Gadner (1956) y Philips (1957) las estudian en condiciones de no-
saturación y Klute (1952) proporciona las bases de la difusión del vapor. Los avances en el
estudio del agua adsorbida en la interfase sólido-líquido, su peculiar estructura y su
reactividad fueron facilitadas por el avance de la microscopía, que permitió esclarecer no solo

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las características mineralógicas o determinados rasgos de los horizontes “diagnóstico”, sino
también los movimientos del agua, solutos y elementos en suspensión en el suelo, las
modificaciones de la estructura inducidas por procesos de naturaleza diversa y las alteraciones
de minerales que acaban afectando a las propiedades anteriormente citadas.

La termodinámica de las relaciones agua-suelo proporcionó los fundamentos para una


terminología uniforme de las relaciones del agua tanto en el suelo como en la planta (Taylor y
Slatyn, 1960). El empleo de células de yeso y nylon, tensiómetros y el uso de métodos de
radiación, facilitaron la medida “in situ” del contenido en agua y de la densidad aparente del
suelo. Thornwaite y Penman (1948 y 1956 respectivamente) proporcionaron la medida de la
evaporación y transpiración del agua contenida en el suelo, siendo de extraordinaria utilidad la
noción de evapotranspiración potencial introducida por el primero.

Respecto a la estructura del suelo hay que destacar de Sajarov (1927) las aportaciones
sistemáticas a la macroestructura y de Kubiena (1936) a la microestructura. El conocimiento
de los factores que influyen en la dinámica de la estructura alcanzó un grado de desarrollo
elevado a partir de los trabajos de Tiulin (1932), Bane (1934) y Russell (1934), con mención
especial a los referentes a la estabilidad de los agregados frente al agua realizados por Yoder
(1936) y Demolon & Henin (1938). Todos estos avances cristalizan en el modelo de los dominios
de Emerson (1960), que tiene en cuenta las diferentes sustancias cementantes (arcilla, materia
orgánica y otros), los posibles enlaces existentes entre las partículas gruesas y los coloidales y
la participación de los metales como elementos puente y en ello estoy personalmente
comprometido.

La mecánica de suelos fue desarrollada por Proctor (1930) y Cassagrande (1933). Las
aportaciones de Smith (1932, 1938) sobre la temperatura del suelo, se verán acrecentadas en
la misma medida en que se extiende el uso de termistores, permitiendo conocer las
características del régimen térmico del suelo y de su dinámica (Chang, 1957) y que,
acompañado de la medida de la conductividad calorífica (de Vries, 1958) y con la aplicación de
la teoría de difusión, plantean el problema dentro del contexto más general del balance de
energía del suelo y sus relaciones con la atmósfera (Glier, 1964). El color del suelo se medirá,
de forma universal, con ayuda de la clave de Munsell a partir de 1954 y creo que se
automatizará para los suelos, como ya se ha hecho en otros campos, como el de las pinturas
(abandonando el concepto de apreciación visual con el tiempo).

Hoy, los estudios de Física del suelo están incorporando los procedimientos de análisis por
computación, especialmente útiles para resolver problemas de dinámica de calor y agua en el
suelo. Las aproximaciones teóricas y experimentales al estudio, en la interfase
suelo/atmósfera a escala real, de flujos de vapor de agua en condiciones no isotérmicas, la
aplicación de las redes neuronales a la modelización de los procesos de transferencia de
materia y energía a través de la porosidad en suelos naturales y antrópicos, la estimación “in
situ” de sus características hidrodinámicas y los esfuerzos para determinar con métodos de
campo en contenido en agua y la capacidad hídrica del suelo, son campos en los que se trabaja
activamente. También tienen gran interés los estudios sobre el comportamiento mecánico del
suelo, especialmente los fenómenos de expansión y retracción.

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La aparición de la sonda de neutrones facilitó las medidas “in situ”, respetando las condiciones
naturales y la variabilidad espacial, escasamente factible en condiciones de laboratorio. La
investigación sobre el transporte de materia en solución ha permitido desarrollar modelos
teóricos de predicción utilizando la técnica de reflectometría temporal (TDR), cuyo campo de
aplicación se extiende hasta el transporte de contaminantes (Clothier y Voltz, 1998). La
puesta a punto de técnicas para la medida de la porosidad del suelo y parámetros asociados
(superficie específica, distribución de volúmenes porales, etc.) el uso de la microscopía de
barrido y análisis de imagen, junto como la aplicación de modelos matemáticos como la
geometría de fractales, permiten actualmente avanzar en el conocimiento de la estructura
funcional del suelo. (Kutilek y Rieu, 1998).

Quizás falta ampliar esta historia por la dinámica de los gases, seguro que alguien me puede
ayudar, integrando algún post. Os lo agradecería mucho.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

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Historia de la Ciencia del Suelo 9ª Parte. ¿Las
producciones agrarias necesitan siempre del suelo?
(Salvador González Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 11 Mayo, 2007

Después de haber escrito un post sobre la producción de bacterias fotosintéticas (no será el
último) creo viene a cuento hablar de los cultivos en medios nutritivos líquidos. Veamos que nos
dice la Historia.

El interés sobre la aplicación práctica de los “cultivos en nutrientes” no llegó hasta cerca de
1925, cuando la industria de los invernaderos demostró su utilidad, debido a la necesidad de
cambiar de tierra con frecuencia para evitar los problemas de estructura, fertilidad y
enfermedades.

Como resultado, los investigadores comenzaron a valorar el uso potencial del “cultivo en
nutrientes” para reemplazar los métodos de cultivo en los suelos convencionales. Coincide que
entre 1925 y 1935 tuvo lugar un desarrollo extensivo, al trasladarse las técnicas en laboratorio
para el cultivo en nutrientes a la producción en gran escala.

A comienzos de los años 30, en la Universidad de California, Gericke puso los ensayos de
laboratorio de nutrición vegetal a escala comercial, denominando a este sistema de cultivo en
nutrientes “hydroponics” (palabra derivada del griego hydro, agua y ponos, labor, trabajo).

Desde entonces, la Hidroponía se viene definiendo como la ciencia del crecimiento de las
plantas sin utilizar suelo, aunque usando un soporte o “medio inerte”, tal como grava, arena,
turba, vermiculita, piedra pómez o serrín, a los cuales se añade una solución de nutrientes que
contiene todos los elementos esenciales necesitados por la planta para su normal crecimiento y
desarrollo. Estos soportes se están ampliando constantemente como bien nos indica el profesor
Carlos Cadahía (ya jubilado) y el equipo que le continúa, en la Universidad Autónoma de Madrid,
y en otras Universidades de España. Curiosamente, las “buenas propiedades” de estos soportes,
se contraponen a las “buenas propiedades del suelo”, lo cual supuso en otra época el
establecimiento de “distancias” entre los Químicos Agrícolas y los Edafólogos, posiblemente
por la idiosincrasia de ambos grupos.

Gericke cultivó vegetales tales como rábanos, zanahorias, remolacha y patata, así como
cereales, frutales y plantas ornamentales Utilizando el cultivo en agua en grandes tanques,
obtuvo plantas de tomate de una altura tal que fue necesario utilizar una escalera para
cosecharlos.

Su utilidad fue puesta en práctica durante la guerra del Pacífico en islas incultivables, para
alimentación de las tropas con verduras frescas. A partir de los años cincuenta, los cultivos
hidropónicos se desarrollaron comercialmente en España, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania
Suecia e Israel. Ahora, el cultivador es un empresario en el sentido más clásico absolutamente
distinto al agricultor clásico que trabaja la tierra.

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La aparición de plásticos como el vinilo, el desarrollo de equipos de riego, la automatización de
los sistemas de control de tiempo, de los componentes químicos de las soluciones nutritivas, el
desarrollo de sistemas que permiten el control y ahorro de agua, la inclusión de las técnicas
informáticas y los sistemas de control “on line”, han permitido el espléndido desarrollo
presente en Almería y en Huelva como exponentes de esta realidad productiva.

Pero este desarrollo no hubiera tenido lugar sin la base científica establecida por Schwann y
Schleiden en 1838, cuando lanzan la “teoría de la Totipotencia”, la cual establece que “las
células son autosuficientes y en principio son capaces de regenerar una planta completa ”,
punto de partida del que nació el cultivo de células y tejidos. Sin los intentos fallidos de
Haberlandt (1902), pero formulador de los problemas y estrategias que posteriormente se
habían de seguir, no hubiera podido Knudson (1922) germinar, de manera asimbiótica, “in vitro”
semillas de orquídea, ni Robbins (1922) cultivar “in vitro” ápices de raíz. En todo caso,
inspiraron los trabajos de Harrison, Nurrows y Carriel (1907-1909), por los que consiguieron
multiplicar tejidos animales.

Gautheret (1934) intenta cultivar in vitro el tejido cambial de algunos árboles y arbustos,
pero no prospera por carecer de auxinas. White (1934) cultiva con éxito raíces de tomate,
pero son estos dos investigadores, junto con Nobécourt, los que impulsan de manera definitiva
este tipo de trabajos, cuando en 1939 consiguen con éxito el crecimiento continuo de callo
vegetal, en el que estaban presentes células capaces de generar auxinas.

Desde esta concepción, Gautheret (1940) reintenta con éxito el cultivar in vitro el tejido
cambial para la formación de vástagos adventicios, y Van Overbeek (1941), emplea leche de
coco (que contiene un factor de la división celular) para el cultivo de embriones de Datura spp..

Después de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo en este campo ha sido especialmente


rápido y se han publicado numerosos resultados importantes para la agricultura, silvicultura y
horticultura (Pierik, 1979; Bhojwani et al. 1986). Ball (1946) consigue las primeras plantas
completas de Lupinus spp. y Tropaelum spp. a partir de ápices del vástago y en 1959, obtiene la
regeneración de órganos a partir de callo de Sequoia sempervirens.

El cultivo de los tejidos vegetales sólo se desarrolló tras el descubrimiento de las hormonas y
los reguladores vegetales, o el uso implícito de las mismas, lo que permite a Skoog y Tsui
(1948) la formación de raíces y vástagos adventicios, determinados por la relación de
auxina/adenina y a Morel y Martin (1952) la obtención de dalias libres de virus, por cultivo de
meristemos. Estos dos investigadores consiguen la primera aplicación del microinjerto,
Tulecke (1951) la obtención de un callo haploide de Ginko biloba a partir de polen y Muir et al.
(1954) el desarrollo de una planta completa a partir de una célula aislada.

Tras el descubrimiento por Miller (1955) de la quinetina, una citoquinina que actuaba como
reguladora del desarrollo celular, los científicos se dieron cuenta de las implicaciones prácticas
que estas herramientas de trabajo convenientemente manejadas, tenían para agrónomos,
mejoradores genéticos, botánicos, biólogos moleculares, bioquímicos, fitopatólogos
moleculares, entre otros.

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Tulecke y Nickell (1956) desarrollan por primera vez los cultivos en suspensión, en recipientes
de gran capacidad, para la obtención de productos secundarios (¿les recuerda esto algo a la
producción de microalgas, para producir biopetróleo?). Skoog y Miller (1957) descubren la
regulación de la formación de órganos (raíces y vástagos) variando las proporciones de
citoquinina/auxina y años después, Murashige y Skoog (1962) desarrollan su medio que tan
buenos resultados ha dado para la multiplicación de tejidos.

Si en 1960, Cocking consigue la degradación enzimática de las paredes celulares para la


obtención de grandes cantidades de protoplastos, diez años después Power consigue su fusión
y Tabeke (1961) y sus colaboradores consiguen regenerar las primeras plantas a partir de
aquellos.

Desde entonces, los desarrollos se han ido acelerando de forma espectacular, de la mano de la
Bioquímica y la Biología Molecular, siendo Holanda el país donde por primera vez se cultivan “in
vitro” plantas superiores y su industria, la que tomó el relevo a las Universidades. Los grandes
campos de trabajo industrial se centran en el cultivo de embriones, semillas de orquídea,
cultivos de meristemos, protoplastos, microsporas, cultivos de células aisladas, callos,
explantos y ápices de vástago y todo ello, con el manejo adecuado de las formulaciones de
medios de cultivo, soluciones nutritivas minerales, manejo de hormonas y factores de
crecimiento, vitaminas y ayudado actualmente con tecnologías de transferencia genética etc.
En 1986, Jones estima que la producción americana de plantas en los EE.UU. alcanzaba los 55-
65 millones de unidades y sólo Francia producía 71 millones de unidades.

Si los cultivos en medio líquido son una faceta importante de la Química Agrícola, el
conocimiento de los soportes que se están utilizando y las técnicas de desarrollo de los mismos,
no deja de tener su importancia. Y comprender porqué trabajan con estrategias diferentes,
todavía más.

Su aceptación por parte de los Edafólogos tendrá una gran repercusión, pues desde esta
óptica, quizás podamos comprender mejor los procesos que ocurren en el suelo, y abrir nuevos
campos de trabajo a los efectos de fomentar la biodiversidad.

Como además soy padre, este fin de semana se lo dedico a mis hijos. Sus actividades también
tienen importancia. Buen fin de semana.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo.

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Historia de la Ciencia del Suelo 10ª Parte. Los aportes
de la Química a la Ciencias del Suelo. (Salvador
González Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 14 Mayo, 2007

Si las Ciencias que estudiaron aspectos del suelo relacionados con la Física, durante la primera
mitad del siglo XX, la Química del Suelo permitió la elaboración de diversas teorías sobre el
“complejo coloidal” del suelo y las propiedades con él relacionadas. Destacan los trabajos de
Wiegner y Mattson (1929) sobre el complejo coloidal y los de Helmont y Gay sobre la doble
capa, para explicar el origen de las cargas negativas, responsables de los fenómenos de cambio.
Con el tiempo, el contenido de sus empíricos desarrollos se ven sustituidos por formulaciones
más rigurosas desde el punto de vista teórico. Así, la teoría de potenciales químicos de
Schofiel (1947) se ve modificada por Bolt, (1967) y Barrow, (1987). Igualmente destacan los
trabajos sobre la reacción del suelo y sobre todo, los relacionados con el origen de la acidez o
el conjunto de los procesos redox, observables en suelos saturados, o los trabajos de Barber
(1984) sobre la disponibilidad de nutrientes en el suelo, en los que se introduce un factor que
explica las posibilidades de difusión del ion hacia la planta.

En la segunda parte de este siglo aparecen trabajos de síntesis sobre los elementos más
destacados: Aluminio (Jackson, 1964), silicio (McKeague y Cline, 1963), hierro (Segalen, 1964)
y las publicaciones de autores múltiples sobre: el fósforo (1980), potasio (1985), hierro (1985),
manganeso (1988), “metales pesados” (1986), azufre (1986), que permiten darnos una idea de
su participación en la actividad global del suelo.

Así podemos organizar las direcciones más importantes que sigue la Química del suelo durante
este periodo en:

• Elaboración de modelos sobre el cambio de nutrientes, la acidez del suelo, problemas


ambos relacionados con las carencias y toxicidad de los oligoelementos.
• Establecimiento de las relaciones entre la composición y estructura de los coloides del
suelo y las propiedades químicas.
• Estudio de los diferentes elementos químicos (metales, metaloides y radionúclidos) en
el suelo, delimitando su presencia, movilidad, especiación, dinámica y facilidad de
extracción.
• Su relación con los ciclos biogeoquímicos y su comportamiento en función de los
condicionantes del medio: pH, Eh, tiempo de residencia, temperatura, competencia
iónica, influencia de ligandos, así como y procesos químicos del suelo tales como
adsorción, desorción, disolución, complejación, precipitación y oxidoreducción.

Si Kelly, Hendricks y Fry (1929) realizan el primer análisis por Rayos X referido a los
componentes inorgánicos y en 1939 se aplica por primera vez el microscopio electrónico al
estudio del suelo, en el Congreso Internacional de la Ciencia del Suelo de 1935, Aganoff
discute la utilización del análisis térmico diferencial (ATD). La aplicación de la nueva
tecnología analítica, emergente a partir de 1945, permitió estudiar de forma aislada a los

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componentes, orgánicos, inorgánicos y los denominados inorgánicos móviles del suelo,
generándose un avance espectacular.

La espectrofotometría se introduce hacia 1950, la cromatografía en el periodo 40-50, la


absorción atómica en 1955, los radioisótopos en la década de los 50 y posteriormente la
resonancia magnética nuclear, los autoanalizadores, la sonda electrónica, cromatografía de alta
presión HPLC, etc. y con ello un incremento de la capacidad de análisis en los laboratorios. Más
recientemente fué la aplicación al suelo de técnicas microespectroscópicas (EXAFS, AFM,
Mössbauer, Raman) y de caracterización química de muestras naturales sólidas o en solución, o
la modelización matemática de los procesos con el fin de identificar y cuantificar los
mecanismos de las reacciones inorgánicas y orgánicas en los suelos.

El Nitrógeno es un elemento constitutivo de los compuestos humificados y actuante como


impulsor de la actividad biológica del suelo atribuyéndose la responsabilidad “prima“ respecto a
la productividad vegetal. Entre otras muchas, las aportaciones de Bremner y Bartholomew en
el campo del análisis y evaluación de los compuestos nitrogenados en el suelo, de G. Standford
sobre la mineralización del nitrógeno y las ecuaciones presentadas por C.G. Kowalenko y D.R.
Cameron son de gran interés.

Una de las consecuencias directas del planteamiento del paradigma de Jeny fue el estudio
específico de la materia orgánica en Edafología, como un factor de formación de suelo y
relegando a un segundo plano su concepto ancestral de la “bondad de los suelos orgánicos para
la agricultura” verdaderamente poco científico. Sin embargo, cuando el US Soil Survey
advierte que una de las causas de pérdida de fertilidad y de la erosión de los suelos están
asociadas al descenso de los niveles de materia orgánica, se reagrupan todos sus intereses.

Los trabajos de Forshyth 1941 de extracción de compuestos humificados con ayuda de sosa,
influye sobre todas las investigaciones posteriores, incluídas las de Schnitzer (1956), quien
desde su primer trabajo “Note of the extraction of organic matter from the B horizon of a
Podzol Soil” lo utiliza con sus ventajas e inconvenientes, tal y como se puso de manifiesto el
1979 en el Congreso de “Migrations des Complexes Organo-Mineraux du Sols”, en Nancy. La
modelización de su trabajo sobre la composición, y análisis estructural de los compuestos
húmicos, es impresionante. Posner (1966) da un paso más allá, al realizar la titulación
electroquímica de los compuestos “fúlvicos” y “húmicos” y relacionar sus resultados con la
capacidad de intercambio iónico de la “materia orgánica” del suelo.

Kononova y Belchikova (1971) introducen un nuevo extractante, el pirofosfato sódico por su


actividad dequelante, que reduce los problemas de hidrólisis, autolísis bacteriana y
neoformación en laboratorio evitando de esta forma los problemas de la sosa. Bruckert (1976)
aporta el tetraborato como reactivo de extracción, sobre la base de su capacidad de reacción
con los carbohidratos presentes en los componentes fúlvicos (cuya composición ya había
quedado establecida). Y junto a ellos toda una nueva gama de reactivos orgánicos,
complementarios al etanol, van a ser introducidos: dimetilformamida, dimetilsulfóxidos,
dicetonas, y otros.

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La capacidad integradora de personas como Kononova, (1961) “Soil Organic Matter”, Giessekin
(1972) “The Soil Components”, Flaig (1975) “The Soil Compounds” ó Lowe (1978) “The Soil
Organic Matter” van incrementado el acervo de conocimientos de una forma organizada. Como
consecuencia, las clasificaciones denominativas que impliquen a los conjuntos moleculares
liberados siempre quedarán bajo sospecha, son difusos y su clasificación real es arto difícil.
En casi ningún caso se atiende a lo que realmente hay y lo que se extrae, se engloba bajo
nombres genéricos y solo en pocos casos se habla de compuestos orgánicos concretos etc… En
este sentido Stevenson trabaja actualmente de forma intensa.

Al conocimiento de las moléculas húmicas dedican buena parte su vida los alemanes Martin y
Heider (1971). Stevenson y Flaig además de realizar un estudio general de estos compuestos,
desarrollan diversos modelos moleculares de los ácidos fúlvicos y húmicos y en recopilaciones
más recientes, Aiken, McKnight, Wershaw, MacCarthy, Hayes y Switt aportan entre 1985
y 1989 revisiones de gran importancia, tales como “Humic Substances in Soil, Sediment and
Water” “Humic substances II : In search of Structure”, o los escritos por Frimmel y
Christman “Humic Substances and their role in the environment”.. A la alteración de las
arcillas como tales y a la influencia del entorno edáfico específico, Jackson dedica una gran
parte de sus esfuerzos. La conformación de los complejos organominerales se estudia a partir
de la interacción de las arcillas con los ácidos húmicos y fúlvicos (Orlov y Greenland, 1965).

A estos estudios van a contribuir técnicas, degradativas o no, tales como la


espectrofotometría UV-V, IR, RMN, Resonancia de spin electrónica, análisis de difracción
electrónica y por espectrofluorescencia, medidas de viscosidad, etc. y nuevos desarrollos como
la aplicación del RMN de alta frecuencia, el uso de 13C, o la espectroscopía de masas por
ionización (Py-FIMS). No se descartan técnicas menores como la cromatografía capilar en la
determinación de los hidratos de carbono después de silitización, la cromatografía de
exclusión molecular, la electroforesis sobre gel de poliacrilamida, por poner ejemplos puntuales
de la extensa entre una variada gama de técnicas que hoy están presentes en los análisis de
este tipo de materiales.

Desde los primeros tiempos de la Mineralogía ya se diferenciaron, en el suelo, dos tipos de


materiales objeto de estudio: la fracción gruesa, mayor de 2 micras de diámetro, y la fracción
fina, inferior a dicho tamaño. Si las técnicas de estudio de la primera apenas evolucionaron,
utilizándose casi exclusivamente la petrografía microscópica, la interpretación de los
resultados empiezan a tener interés cuando se aplica a suelos policíclicos, a índices de
fertilidad potencial, en estudios de meteorización y por su utilidad en las clasificaciones de
suelos.

La fracción fina ha recibido mayor atención como consecuencia de su mayor reactividad e


influencia sobre las propiedades de los suelos. A principios de siglo, los coloides inorgánicos del
suelo eran considerados como mezclas químicas de sílice, alúmina e hierro. Por su pequeño
tamaño de partícula y por la imposibilidad de observar estructuras externas se consideraban
como amorfos. Para conocer su composición se utilizaron fundamentalmente técnicas de tipo
químico, la solubilidad en determinados reactivos o las relaciones estequiométricas entre sus
constituyentes. Esta orientación se observa en los trabajos de Mattson, Robinson, Holmes ó
McLean, entre otros. La aplicación de la DRX al estudio de la FRACCIÓN ARCILLA contribuyó

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decisivamente a demostrar su naturaleza predominantemente cristalina. Desde entonces se
realizan un gran número de estudios sobre la estructura y propiedades de los minerales
cristalinos de la arcilla (Grim, Hoffmanm, Mehmel, Correns) avanzando notablemente en su
conocimiento y catalogación.

Recientemente la Edafología ha puesto especial énfasis en el estudio de los MINERALES DE


CADENA CORTA, derivado del importante papel que estos parecen tener en determinados
tipos de suelos como podzoles, oxisoles y andosoles. Destacan los trabajos de Fripiat (1964),
van Reeuwijk (1974), Fieldes (1966), Tan (1984), entre otros.

Para el estudio de los mecanismos de las reacciones de alteración, se han utilizado dos
estrategias. Con la más clásica, Jackson y Sherman (1953) estudian la composición del suelo y
de las rocas en diferentes etapas de alteración. La segunda representada por de Pedro (1979)
consiste en provocar la alteración experimental de distintas rocas y minerales en condiciones
controladas de laboratorio. Han merecido también la atención los estudios de transformación
de minerales a los que han aplicado los principios de la termodinámica para predecir las fases
estables y el sentido de las transformaciones. Actualmente son temas de estudio de especial
atención:

• Estudios mineralógicos en ambientes especiales y extremos.


• Estudios de tipo geoquímico y termodinámico.
• Estudios de alteración experimental.
• Estudios sobre las características superficiales de los minerales y su relación con las
propiedades del suelo.

Técnicas combinadas como espectroscopía de absorción atómica por plasma de acoplamiento


inducido, RMN, FTIR, y FT-Raman, así como técnicas de estudio de la interfase (ESCA, Auger),
que han propiciado el avance de la química de superficie, fundamentada en la caracterización
precisa de los grupos funcionales de superficie, de los componentes orgánicos y minerales del
suelo, responsables de su interreactividad.

Actualmente se ha cuestionado la importancia concedida a las isotermas de adsorción y a las


constantes de intercambio, por insuficientes para conocer de modo preciso los mecanismos
implicados en reacciones de superficie como el cambio iónico, la adsorción de iones y moléculas
neutras o la isomerización de moléculas orgánicas. Como mucho, han de ser considerados
meros indicios, mientras no se demuestre por una vía alternativa el mecanismo sugerido por
estas representaciones y parámetros, vía que deberá de incluir un mayor conocimiento sobre
las características químicas de los componentes orgánicos de la Necromasa del suelo, así como
la globalizad de los procesos enzimáticos que ocurren en la interfase líquida que de forma
correcta denominamos “Solución del Suelo”. Y en ello estamos en esta Bitácora.

Saludos cordiales

Salvador González Carcedo

39
Historia de la Ciencia del Suelo 11ª Parte. Los aportes
de la Biología, Bioquímica y Metabolismo al
conocimiento de la Ciencias del Suelo. (Salvador
González Carcedo)

Publicado por Juan José Ibáñez el 15 Mayo, 2007

Los estudios sobre la Biología, Bioquímica y Metabolismo del suelo también han suscitado un
interés creciente. Al amparo del Programa Internacional para el estudio de la Biología del
Suelo (IBP), iniciado en 1970, se vienen describiendo y cuantificando los efectos de los
macroorganismos (v.g. plantas, gusanos de tierra, termitas) e integrando su actividad dentro
de los grandes procesos funcionales del suelo (Lavelle, 1997).

Estos procesos abarcan también, y subsecuentemente la regulación de la abundancia


microbiana y su actividad en relación con los grandes procesos de transformación y ¡como no!,
el turnover de la materia orgánica y de los nutrientes, así como su participación en la formación
y estabilización de la estructura del suelo (Andren et al, 1990; Coleman, 1985; Beare et al. ,
1995; Lavelle, 1997). En la mayoría de los casos, los efectos de los macroorganismos sobre las
capacidades del suelo implican interacciones directas o indirectas con los organismos más
pequeños, y en particular con los organismos más pequeños, microorganismos y virus. Estas
interacciones pueden presentarse en su función positiva (mutualismo, simbiosis) o negativa
(competencia, predación). En su conjunto, es una gran aportación de la Edafología a la Ecología,
Ciencia que la comprende.

La importancia de las interacciones directas en la regulación de los procesos del suelo, ha sido
objeto de muchas investigaciones, focalizadas en tres áreas clave y una consecuencia:

• interacciones positivas entre plantas y sus microbios simbióticos (v.g. micorrizas,


Rhizobium como exponente de fijadores de N2, ) (Allen, 1992),
• interacciones negativas entre los organismos detritívoros en su ámbito propio (Coleman
et al., 1983; De Ruiter et al., 1993). Tienen suma importancia agraria los conocimientos
relacionados con existencia y propagación de fitoparásitos de plantas,
• interacciones indirectas entre los microorganismos y el suelo, que confieren a este
último una mayor estabilidad y elasticidad funcional (Beare et al., 1995).
• Los cambios en las propiedades físicas, químicas y de las capacidades bioquímicas y
metabólicas del suelo, son una consecuencia de las actividades de alimentación,
digestión y deposición de los macroorganismos parecen ser los responsables de estos
efectos indirectos.

En general, cuanto menor sea la complejidad de las interacciones bióticas, mayor será la
probabilidad de que los efectos indirectos tengan mayor impacto regulador de las funciones
del suelo (Price, 1988). Para establecer estas interacciones es vital el conocer los factores
que condicionan la actividad biológica. Así los factores que condicionan la actividad de los

40
organismos dependen de las escalas espaciales y temporales en las que funcionan (Swift et al.,
1979).

Los microorganismos del suelo (< 0,2 mm: bacterias, hongos, protozoos y nemátodos) están
limitados por su capacidad/incapacidad para:

• distribuirse en el seno de una matriz compacta, cuya red poral suele ser insuficiente,
• captar sus requerimientos nutricionales en un ámbito en el que los recursos son
limitados e impredecibles tanto en el espacio como en el tiempo y variables tanto en
composición como en calidad nutricional y
• tolerar cambios rápidos y extremos de humedad y temperatura.

En el otro extremo de la escala, la macrofauna (de tamaño > 2 mm: termitas, gusanos y

macroartrópodos) están limitados por su capacidad para:

• moverse en el seno de un ámbito para ellos compacto,


• recibir una nutrición adecuada a partir de unos recursos difusos y de baja calidad,
• poseer una tolerancia extrema a los cambios de humedad.

Aunque las comunidades microbianas del suelo son numerosas y diversas, la mayor parte se
encuentran en situación de latencia durante extensos periodos de tiempo (Jenkinson y Ladd,
1981). La aparente contradicción entre el corto tiempo de vida de cada generación de
microorganismos (no superior a 20 h) y su relativamente lento periodo de sucesión (uno a un
año y medio) fue descrito por Lavelle et al. , (1994) bajo el nombre de “Sleeping Beauty
Paradox”. El “beso de la Bella” que despierta a los microorganismos consiste en un incremento
de la biodisponibilidad de los recursos tróficos en el seno de los microhábitats (Beare et al. ,
1995) y la causa (“Prince Charming”) puede adquirir formas biológicas y/o físicas muy variadas.

Entre las formas biológicas, el mayor énfasis se ha dado al conjunto de los “ingenieros del
ecosistema ” (Jones et al. , 1994), los macroartrópodos por su capacidad para modificar
mecánicamente el ámbito del suelo (Anderson et al., 1993), a los gusanos, por la deposición del
mucus y residuos intestinales con capacidad para estimular la actividad de los microorganismos
del suelo dada su riqueza enzimática portada (Lavelle and Gilot, 1994) y a las raíces de las
plantas, por su capacidad para establecer gradientes de humedad y nutrientes y liberar
exudados, lisados y rizodepósitos, que regulan tanto la composición como la actividad de las
comunidades microbianas (Clarholm, 1985).

La mesofauna (2-0,2 mm) contribuye también en estos procesos al ser responsable de la


fragmentación de los restos vegetales, incrementando de esta forma el área superficial
susceptible de ataque microbiano y la producción de materia orgánica fecal, en forma de
pellets, enriquecida en microorganismos saprófitos (Beare y Lavelle, 1998).

En algunos ambientes edáficos, las fuerzas físicas juegan un papel igualmente importante,
cuando no dominante, que permite despertar a los microorganismos en estado de latencia. Una

41
rápida humectación de suelos secos o la litoclastia por contraste térmico, pueden generar una
modificación mecánica del hábitat microbiano, incrementar la superficie susceptible a
meteorización química y como consecuencia, elevar el nivel de biodisponibilidad de nutrientes y
substratos orgánicos que condicionen su actividad. Esto no es un hecho aplicable
exclusivamente a los suelos. Las situaciones pre-sísmicas, asociadas a incrementos de
temperatura y movilidad de los fondos marinos de aguas someras, parece que estimula
directamente la biosíntesis de bacteria-clorofilas, incrementando la densidad de microalgas
verdes (Clorofíceas) y verde azuladas (Cianofíceas).

Las semejanzas y diferencias entre las distintas fuerzas biológicas y físicas son muy poco
conocidas, de la misma forma que la importancia relativa de los microambientes edáficos
específicos se asume frecuentemente, pero raramente se demuestra.

La construcción de sus redes tróficas es una de las estrategias más usadas para encontrar un
concepto integrador de las interacciones entre macro -, mesofauna y microorganismos en el
seno de las escalas espacial y temporal y determinar la magnitud e intensidad del factor
biológico en el suelo. A menudo estas redes se componen de los elementos de la macro y meso
fauna, estando los microorganismos asociados a otra relacionada con la naturaleza y volumen de
los recursos orgánicos.

Así se describe y cuantifica el flujo de energía y la transferencia de materia en el seno de los


ecosistemas (Coleman, 1985; Clarholm, 1985; Hunt et al., 1987; De Ruiter et al., 1993). En el
suelo, estas interacciones tróficas se asocian a la degradación de la materia orgánica y al flujo
de nutrientes, que evidentemente se encuentran regulados por otros factores formativos de
suelos como las propiedades derivadas de la naturaleza de la roca madre o la intensidad de
factores climáticos, o hechos antrópicos asociados a la calidad degradativa y nutricional de los
aportes de materia orgánica, específicamente orientados a la biodiversidad edáfica.

El empleo de modelos de simulación, que incluyen a las redes tróficas está permitiendo
cuantificar los cambios temporales de la funcionalidad biológica. Sin embargo, el asumir que
estos procesos ocurren en el seno de matrices homogéneas, limita extraordinariamente la
eficacia de esta herramienta al no tener en cuenta la variabilidad espacial presente en el suelo.
Por ello se aceptan las pocas aplicaciones sucesivas de la red a subsistemas específicos y/o
dominios funcionales del suelo. (Santos et al., 1981; Beare et al., 1992; Clarholm, 1985).

Para conocer las diferencias de tamaño, movilidad y expectativas de vida, la función


“organismos del suelo” se organiza en escalas de espacio y tiempo, en un determinado nivel
jerárquico. (v.g.: macroorganismos como gusanos de tierra o termitas). Con la composición de
las comunidades biológicas se estudia la distribución de sus recursos y los lugares físicos que
ocupan, a efectos de establecer el impacto que genera en la estructura de las comunidades
biológicas de otro nivel jerárquico (v.g. microorganismos) (Beare et al., 1995). De esta forma
Swift (1984) intenta resolver los problemas de ensamblaje entre las especies que comparten
espacio y recursos, generando el concepto de “unidades comunitarias”. La distribución en
espacio y número de cada subunidad en el concepto de “unidades comunitarias” está
permitiendo avanzar en el conocimiento de la localización y ritmo de interacciones

42
interespecíficas que afectan a las transformaciones biogeoquímicas en los suelos, factores en
definitiva, que son importantes para determinar la función del suelo (Anderson, 1988).

Beare y Lavelle (1998) introducen la definición de dominio funcional: “regiones que el suelo
origina o que unos organismos del mismo generan, modifican y extienden y que tienen influencia
sobre la actividad de otros organismos”. Como ejemplos de esta definición se incluyen:
detritusfera (residuos vegetales en superficie), rizosfera (área radicular) y drilosfera
(nicho de los gusanos de tierra). Esta concepción proporciona un principio de integración de las
funciones biológicas a diferentes escalas espaciales.

Sin embargo, los problemas que contemplan la forma en que se llevan a cabo el conjunto de los
cambios temporales y la función de estos “dominios funcionales”, aparecen como una
importante limitación de su desarrollo. Por ejemplo, los canales radiculares pueden persistir
intactos durante décadas, quizás centurias, después de muerta la raíz. Estos viejos canales
radiculares contienen a menudo restos orgánicos no biodegradables de aquellas y pueden servir
como madrigueras preferentes de los gusanos de tierra, enquitréidos y artrópodos. Otro
problema se deriva del momento de la muerte de las raíces, de tal forma que la rizosfera se
transforme en detritusfera. Quizás deba de introducirse una fusión y denominar a ambas como
rizodetritosfera. Y de la misma forma, los hábitats de gusanos y hormigas no solamente tienen
la función de permitir su estancia, sino que al cabo del tiempo son también el lugar de
acumulación de sus cuerpos y de sus residuos. Posiblemente en su estudio se encuentren claves
de los flujos de nutrientes, materia y energía, teniendo en cuenta las escalas temporal y
espacial presentes en el suelo.

Un ámbito de interés preferente en esta Universidad de Burgos desde 1972 es el de la


ENZIMOLOGÍA Y METABOLISMO DE SUELO, íntimamente ligado a la resolución de los
problemas tróficos que afectan a las unidades comunitarias del suelo, y asociado a la
biodisponibilidad y flujo de nutrientes microbianos y vegetales, ya sean biomoléculas:
(monosacáridos, aminoácidos) o iones (nitratos, fosfatos, sulfatos), a la génesis de fulvatos y
humatos y su comportamiento dentro de los perfiles, y al significado de los enzimas en el
contexto de los agregados y de la fase acuosa del suelo.

Desde que May y Gile (1909) evaluaron por primera vez una actividad (The catalase activity
of soils. Puerto Rico Agr. Exp. Sta. Circular nº 9 3-13) y Michaelis y Menten (1918)
establecieron su conocida cinética de trabajo enzimático sobre la ureasa del suelo, cada país va
aportando un número creciente de investigadores a esta área. Así en una breve relación se
indica a quienes fueron pioneros en algunos piases (perdonen si no cito a todos):

 Alemania : G. Hoffmann (1953) H. Koepf (1954) J.P. Martin y K. Heider (1956)


 Australia: R.J. Ross (1965) Ladd, Buttler y Brisbane (1968)
 Bélgica: M. Dedeken (1964)
 Canadá: B.J. Stevenson, M.G.Roberge (1968).
 España: Pinilla (1973) González Carcedo (1979) Carballas, Macías y Gil Sotres
(1984), García (1985).

43
 EE.UU.: Conrad (1944) Bremner y Douglas (1966) Tabatabai (1969) Ureasa.
McLaren (1957) Serie de “Soil Biochemistry “ a partir de 1967 J.J. Skujins (1967),
G. Stotzky (1973) W.T. Frankenberger (1975)
 Francia: Y. Dommerges (1965) y G. Durand (1965) “Les enzymes dans les sols”
 Italia: O.T. Rotini (1932) “La transformatione enzimatica dell´urea nell terreno”
Nanipieri y Sequi (1961).
 Nueva Zelanda: Ross (1965)
 Rumania: S. Kiss (1957), M, Borau (1965), M. Dragan-Boularda (1974)
 Rusia: V.F. Kuprevich (1949), J. Drobnik (1955) A. Sn. Galstyan (1958)
 Sudáfrica: Anderson, (1969)
 UK.: R.G.Burns (1972), J.W. Mc Garity (1965).

No hay duda del poder magnético que la ureasa ha tenido para los enzimólogos de suelo, quizás
porque la urea fue clave en la separación de la Química de la Bioquímica y la Química Fisiológica
o quizás ha sido su uso y abuso como un fertilizante de utilidad creciente, pero de vida edáfica
efímera. La industria de los fertilizantes siempre intentó bloquearla olvidando que cuando el
suelo recibe este compuesto, aunque sea de un animal, la comunidad microbiológica se defiende,
expresando su capacidad de síntesis y excreción ureolítica, para eliminar su toxicidad.
Posiblemente, uno de los grupos más universal en cuanto al número de enzimas investigados
haya sido el dirigido por Kiss.

En general se ha estudiado de ellos, y todavía se hace sin un rumbo claro, su presencia,


localización, distribución en las unidades de estructura, y los mecanismos de asociación a los
componentes inorgánicos y orgánicos en sus diferentes estados de evolución. Poco a poco, y a
la vista de lo que ocurre en el suelo, se están abriendo campos relacionados con su indirecta
acción hormonal (Señales), la autodepuración (falsedad respecto a lo no biodegradable), la
transmisión de señales o el incremento de la productividad de los suelos.

La aplicación de técnicas recientes como la PCR empiezan a permitir identificaciones, que hasta
ahora estaban reservadas únicamente a otros campos como el clínico.

Saludos cordiales,

Salvador González Carcedo

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Historia de la Ciencia del Suelo 12ª Parte. Los aportes
de Génesis, clasificación y uso al conocimiento de la
Ciencias del Suelo. (Salvador González Carcedo)
Publicado por Juan José Ibáñez el 24 Mayo, 2007

En USA, los conocimientos sobre génesis, clasificación y uso de los suelos se organizan a
partir del inicio de actividades del “National Soil Survey Program” dirigido por Milton
Whitney. Sus colaboradores de campo llegan impresionados por las grandes variaciones que
presentan los suelos naturales y la ausencia de relación obligatoria con el uso agrícola de los
mismos y su productividad. En un principio, Whitney enfatiza sobre la importancia de las
propiedades texturales y la capacidad de un suelo para nutrir a las plantas y cubrir sus
necesidades de agua y de nutrientes. F. H. King se da cuenta de la importancia
generalizada de las propiedades físicas de los suelos, para estos fines.

Al principio, el reconocimiento de suelos se hacía para informar a los agricultores del uso de
prácticas agrícolas adecuadas y ayudar a decidir qué producción debían de sembrar en cada
caso particular, según el tipo de suelo. Hasta 1910, la mayor parte del personal fueron
geólogos, los únicos expertos disponibles con experiencia en los métodos de campo y
capacitados para evaluar los problemas agrarios, pero cuya concepción del suelo era como un
conjunto de los productos de alteración de las formaciones geológicas definida por la forma
del suelo y la composición litológica, lo cual reflejaban en la mayor parte de sus informes.

De una forma gradual, entre 1910 y 1920 se fueron incorporando tanto los factores de
formación naturales como el antrópico y aparece un número mayor de condicionantes que los
que corresponden a los conceptos geológicos puros. Los investigadores de campo
aprendieron que algunas propiedades importantes del suelo no estaban relacionadas con el
tipo de roca o el suelo formado. Notaban que suelos con mal drenaje natural tenían
propiedades diferentes a aquellos con buen drenaje y que los suelos de ladera eran
diferentes entre sí. A partir de 1903, la “oficina de seguimiento y control de suelos” de
Dubuque County incluye sistemáticamente en sus informes la estructura del suelo y la de
Tama County, en Iowa relacionó la topografía con la diferenciación de perfiles. En poco
tiempo también se dieron cuenta que había diferencias entre los suelos bajo bosque o
pastizal, formados a partir del mismo material parental.

Un conflicto conceptual estuvo latiendo desde el comienzo del Soil Survey. En los
laboratorios primaba la teoría del Balance Nutricional en lámina de agua, usado para
interpretar la nutrición vegetal, mientras que los conceptos geológicos predominaban en los
trabajos de campo. Hasta finales de los años 20 estos dos conceptos condujeron a
clasificaciones de suelos muy dispares. Y ello a pesar de que determinados conceptos habían
sido ya desarrollados de forma aislada por Hilgard (1860) y Coffey (1912) y se comenzaban
a recibir las informaciones divulgadas por Marbut, procedentes de la escuela rusa. Desde
los trabajos de Hilgard, los conceptos más sensatos sobre clasificación de suelos fueron
planteados por Coffey, al clasificar de suelos sobre la base de un sistema jerárquico basado
sobre una única característica conceptual: “El suelo era un cuerpo natural que tenía una

45
génesis definida, una naturaleza distintiva en cada caso y un proceso de formación de sus
componentes independiente de las rocas constitutivas de la corteza de la tierra” (Cline,
1977).

En Alemania, Emil Ramann (1851-1926), profesor de la segunda cátedra de Edafología del


mundo, receptor básico de las ideas de Dokuchaev e impulsor del desarrollo de la Edafología
en la Europa del Oeste, realiza una importante actividad en el ámbito forestal, publicando
su libro “Edafología forestal y teoría de la distribución de suelos” . La traducción inglesa de
su obra “The evolution and classification of Soils“ (1928) supuso la apertura de su labor
investigadora a todo el ámbito científico. Su concepto geográfico de la clasificación de
suelos se describirá próximamente en el/los apartado(s) “Historia de la Edafología en
España”.

A partir del Congreso de Roma, las Clasificaciones se inspiraron casi exclusivamente en los
postulados de Dokouckaev. Los rusos conciben a los suelos como cuerpos naturales
independientes, resultado de unas combinaciones únicas de clima, materia viva, material
parental, relieve y tiempo (Gedroiz, 1927). Con esta doctrina, aceptada por todos,
interpretaban los conocimientos semiempíricos que sobre el suelo y sus propiedades se
habían ido acumulando. Hipotetizaban sobre qué propiedades reflejaban mejor los efectos
combinados de este conjunto de factores genéticos responsables de su formación. Más
tarde, Jenny (1941) enfatizaría la relación funcional entre las propiedades del suelo y su
proceso de formación.

Así, bajo la dirección de Marbut (1853-1935), el Soil Survey acepta los conceptos de la
Edafología rusa y los adapta a las condiciones de los EE.UU. Hacia 1925, aparecen un gran
número de trabajos sobre química y morfología que Marbut resume, interpreta y presenta
en el I Congreso Internacional Congreso de Washington (1927). Crea un sistema de
clasificación que agrupa a todos los suelos del mundo. En su esquema categoriza en el nivel
superior dos órdenes: los Pedalfers (con acumulación de hierro y aluminio) y los Pedocals
(con acumulación de carbonatos). Sólo los primeros se subdividieron en subórdenes en
función de los cocientes SiO2/Al2O3 de la fracción arcilla, en la creencia de que esta
relación reflejaba los niveles pluviométrico y térmico bajo los cuales se habían formado los
suelos. A partir de aquí y hasta el cuarto nivel de clasificación, el sistema fundamental era
climático; en el quinto nivel aparecía el desarrollo del perfil y en el sexto, el material de
partida.

Marbut afirmaba:

“el reconocimiento de los horizontes del suelo y la descripción e identificación de


los mismos se basa, en esencia, en el estudio de la composición, características,
número y disposición de los horizontes del suelo que constituyen cada perfil“.

Junto con Jacob S. Joffe (1928), definían al suelo como “un cuerpo natural de constitución
mineral y orgánica, diferenciado en horizontes, con profundidad variable, y que difiere del
material subyacente en su morfología, composición química y características biológicas”
definición aceptada actualmente por Birkeland (1974).

46
Marbut defendió que la clasificación de suelos podría asociarse a la morfología y no a las
teorías de génesis, al ser ambos conceptos dinámicos. Afirmaba que podrían preveerse ciertas
características sin examinar los suelos. En todo caso, Marbut tiene claro que el examen de los
suelos es esencial en el desarrollo de un Sistema de Clasificación y de la cartografía de uso. A
pesar de todo, el trabajo de Marbut revela su personal conocimiento de la geología y por ello,
su clasificación de 1935 depende del concepto de “un suelo normal”, que es resultado de un
equilibrio estable entre erosión y formación del suelo.

Otras clasificaciones plantearon criterios ajenos al clima e incluso a los factores de formación.
Stebutt (1930) subdivide los suelos en su primer nivel según el grado de desarrollo, mientras
que en el segundo, la subdivisión se establece ya según los factores de formación y las
propiedades de los suelos. Las clasificaciones de Gedroits (1925) y sobre todo la de Huguet
del Villar (1937), intentan ordenar los suelos exclusivamente por propiedades intrínsecas a los
mismos y sin referencia alguna a su entorno. El primero utilizó el complejo absorbente como
criterio diferenciador, y el segundo (autor del primer sistema de desarrollo en forma de
clave) utiliza todo un conjunto de propiedades ordenadas según la influencia que, según el
autor, tenían sobre la génesis de suelos.

Charles E. Kellogg (1936), continuador de Marbut, define al suelo sobre una base geográfica,
como “un cuerpo natural en equilibrio dinámico con su medio, lo que permite considerar dos
tipos de actividades durante la formación del mismo: destructivas, debidas a la alteración
física y química, y constructivas, impulsadas por fuerzas biológicas“. El sistema de
clasificación de Kellogg (The Seventh Aproximation), basado en criterios de zonalidad
climática, se mantuvo vigente hasta 1960 y es precursor de la Soil Taxonomy.

La primera edición del Soil Survey Manual (1937) presentada por Kellogg, indica que una
unidad cartografiable de suelos es “un cuerpo geográfico, cuya identidad sólo puede ser
establecida sobre la base de una repetición de ciertas características definitorias, en las que
los suelos están asociados con algún medio particular“. La segunda y tercera edición del Soil
Survey Manual (1951, 1984) supervisada por Kellogg, dio un gran empuje a la morfología
cuantitativa y es una obra muy utilizada, al normalizar la metodología de trabajo en el estudio
de los suelos en el campo.

Las clasificaciones rusas que se desarrollaron hasta la segunda II Guerra Mundial se basaban
en su principio de zonalidad de los Grandes Grupos de Suelos, (zonales, azonales e intrazonales)
(Neustrenev, 1926; Vilensky, 1927; Glinka, 1931; Gerasimov, 1939, etc.). Prescott a través
de Marbut, publica en 1931 la primera clasificación de suelos australianos, basada en el sistema
zonal ruso, clasificación que fue superada por el sistema de Northcote (1971). El inglés Milne
(1935 publica su concepto de “catena” como una entidad cartográfica y genética dentro de sus
trabajos de clasificación del Este de África.

Los conceptos de la escuela rusa fueron revolucionarios porque las propiedades de un suelo no
se basaban únicamente en las inferencias de la naturaleza de las rocas, del clima o de los
factores ambientales, considerados éstos de una forma independiente. Era más, estos
conceptos requerían que todas las propiedades del suelo fueran consideradas de una forma

47
colectiva, de tal forma que se integraran en un cuerpo natural, y la expresión de todos estos
factores podía contrastarse en la morfología de cada suelo. Así sería posible el estudio del
suelo como una Ciencia.

El entusiasmo inicial por estos nuevos conceptos y por el posible desarrollo de la nueva
disciplina de la Ciencia del Suelo, llevó a algunos a pensar que se tenían que olvidar los viejos
conceptos procedentes de la Geología y de la Química. Sin embargo esta posición, se rectificó
rápidamente, permitiendo la aparición de nuevos conceptos y estrategias cuya utilidad es
actualidad y futuro. Así la morfología del suelo proporciona bases firmes sobre dónde ubicar
los resultados procedentes de la observación y de las experiencias de laboratorio, que junto a
la práctica de campo y el desarrollo integrado de todos estos principios, puede permitir la
predicción del comportamiento futuro de los suelos.

Durante los años 30 el mayor énfasis se puso en el concepto de perfil, pero se extendió a los
estudios morfológicos desde simples muestreos hasta la aparición de series de suelos dentro
de un área determinada, y su morfología llegó a ser descrita por un conjunto de propiedades
que se evalúan cuantitativamente calculándose las desviaciones respecto de un perfil típico. El
desarrollo de las técnicas para los estudios mineralógicos de arcillas enfatiza también la
necesidad de los estudios de laboratorio.

En esta época, la formación de los suelos se explicó en términos concebidos como procesos
aislados tales como “podzolización,” “laterización,” y “calcificación.” Se presumía que eran los
únicos procesos responsables, para observar las propiedades comunes de los suelos de una
región (Jenny, 1946).

La concepción de “Factores formadores de suelos de Hans Jenny” (1941), como “un sistema
pedológico cuantitativo, concisamente sintetizado e ilustrado, base de los principios científicos
de la Edafología moderna”, obliga a avanzar intensamente en los conocimientos de la química, la
física, la mineralogía y la biología del suelo. Como consecuencia inmediata, la génesis de suelos
se basa en procesos y factores. Los procesos físicos, químicos y biológicos se interrelacionan
de tal forma que aparece una nueva dimensión del concepto de suelo y su interrelación con la
planta. Ahora hay que cuantificar cada propiedad y cada proceso, intentando conocer de qué
forma contribuye a la variación del comportamiento del conjunto y las interrelaciones que cada
variación genera.

En su libro “Factors of Soil Formation”, Jenny (1941), considera que el suelo es un sistema
cuyo estado puede ser definido por la acción combinada de una serie de variables, (los factores
de formación del suelo), definidos previamente por Dokuchaev, a los que se añade el tiempo.
De esta manera, la formación de un nuevo suelo se explica al establecerse un gradiente de
cualquiera de estas variables, por lo que el número de estados posibles del sistema suelo es
prácticamente infinito; su modelo se expresa como la función:

S= f ( cl, m, r, O, t,… )

en donde S puede representar tanto al suelo en su conjunto como a una propiedad particular
del mismo y es una función del clima (cl), material parental (m), relieve o topografía (r),

48
organismos (O), tiempo (t) y factores inespecíficos (…), entre los que incluye a las actividades
humanas. Su ecuación y su libro sintetizan el concepto del tiempo y forman un paradigma de la
Ciencia del suelo que llega hasta nuestros días.

A partir de este momento, aparecen dos tendencias claras que aún se mantienen para clasificar
los suelos: La Estadística funcional y la Genética-evolutiva. Dentro de esta primera destaca la
Soil Taxonomy, de la segunda la clasificación francesa.

Si, en la clasificación de suelos propuesta por Marbut, las clases de suelos y de sus categorías
superiores, eran descritas en términos cualitativos, basados en conceptos y teorías rusas de
génesis de suelos, a partir de 1949, Guy Smith introduce los criterios cuantitativos. Su
trabajo culminó 15 años después en un nuevo sistema de clasificación de suelos que constituyó
la Soil Taxonomy “A Basic System of Soil Classification for Making and Interpreting Soil
Surveys” (Soil Survey Staff, 1975).

A partir de ese momento, las unidades del sistema de clasificación se definen a través de
propiedades del suelo que pueden ser observadas, detectadas y medidas permitiendo definir
horizontes y parámetros de diagnóstico, lo cual da paso a un sistema objetivo. También es un
sistema dinámico, ya que su estructura permite modificaciones parciales (como las
ampliaciones realizadas recientemente), sin alterar sus contenidos básicos, en la medida que se
vayan adquiriendo nuevos conocimientos, siendo además comprensivo, (acepta clasificar todos
los suelos). La contribución más significativa proviene de definir los límites cuantitativos de
clase y de cuantificar al individuo suelo para su caracterización utilitaria.

El sistema está pensado para que la taxonomía y la cartografía sean de aplicación sencilla y
directa, ya que cada clase define cuantitativamente a los cuerpos de suelos y genera unidades
cartográficas cuantificadas, lo que permite que los mapas de suelos puedan ser interpretados
de forma rápida, precisa y universal. De esta forma, simplifica y acelera los procesos de
correlación entre suelos.

Otro factor que tuvo un gran impacto, fue la ampliación del trabajo del Soil Survey a todo tipo
de suelos, no ciñéndose únicamente a los ámbitos de producción agraria, pecuaria y forestal.
De esta forma se pretende conocer y/o predecir no sólo el impacto de las explotaciones
agrícolas o forestales sobre la evolución de los suelos; también se amplía al efecto de otros
usos del suelo, como la construcción de ciudades, autopistas, pantanos, parques de recreo,
vertederos, ferrocarriles, etc.. En este nuevo apartado, la cartografía se hace absolutamente
necesaria y los estudios de impacto también.

La precisión de los sistemas de clasificación se incrementa con la inclusión de nuevas


tecnologías de supervisión de suelos. Si el uso de la fotografía aérea (introducido al final de los
años 30) como base universal de trabajo, permitió un incremento de detalle y precisión para
quienes trazaban los mapas, lo que facilitó la transferencia de escalado cartográfico. Hoy, la
unión de técnicas y herramientas, (sistemas de información geográfica (GIS), métodos
geoestadísticos de interpolación de las propiedades de los suelos, análisis de imágenes, de
teledetección) junto con técnicas geostadísticas cuantitativas para la predicción espacial de
las propiedades del suelo, (fundamentadas en métodos no lineales, procedimientos de regresión

49
y redes neuronales, o la contribución de la geofísica a la caracterización de las variaciones
espacio-temporales del suelo, la cartografía tridimensional para representar la distribución
espacial de los suelos y las relaciones entre los suelos y los ecosistemas asociados) permiten de
forma rápida y automática superponer informáticamente mapas de todo tipo.

En la línea genética – evolutiva, la visión particular de Kubiena le llevó a proponer una


clasificación de suelos cuyo primer nivel lo realiza un factor de formación y el segundo nivel se
desarrolla mediante criterios de evolución definidos a partir de una serie de propiedades
micromorfológicas. Fue muy utilizada en España hasta comienzos de los años sesenta (”Las
claves sistemáticas de suelos” de 1952 y “The Soils of Europe“ de 1953 publicadas por el
CSIC) y su enfoque sirvió de guía a las clasificaciones de suelos en clave genética, elaboradas
posteriormente en Europa.

La clasificación Francesa (C.P.C.S., 1967), considera que la trilogía medio-proceso-caracteres,


debe de ser tenida en cuenta simultáneamente. La elección y la jerarquización de los
caracteres utilizados en los diferentes niveles no pueden estar separadas del estudio de los
procesos y de la ecología. Philip Duchaufour y G. Aubert presentaron esta clasificación en 1956
en la que los suelos jerarquizados en diez clases diferentes, en función del grado de evolución,
de las condiciones de alteración, del tipo de humus y del quimismo del complejo adsorbente.

Otras ideas procedentes de la Ecología entran en juego. El estudio del proceso evolutivo del
suelo conduce al estado “climax” o estado de máximo desarrollo de sus propiedades. Para
explicar los mecanismos de la evolución se utiliza bien la teoría de las múltiples líneas
evolutivas o bien la hipótesis del único proceso de desarrollo (Nikivoroff, 1948), que conduce a
formular la teoría del sistema residual de Chesworth (1973).

La clasificación FAO-UNESCO, ideada inmediatamente después de la II Guerra Mundial como


proyecto destinado a elaborar mapas de suelos del mundo a escala 1:5 millones, pretendía
unificar estas dos líneas. Pudo presentarse en 1968 gracias a los esfuerzos de Dulal, van
Baren, y Kovda, entre otros científicos. La primera versión, muy influida por la clasificación
americana, consideraba 106 clases de suelos, agrupados en 26 clases mundiales de suelos,
sobre la base de procesos tales como la gleificación, lixiviado, salinidad, etc. Para darle un
mayor valor pragmático se definen las clases texturales y de pendiente, así como diversas
fases con significado agronómico, además de variantes climáticas.

En 1985 se realizó una versión revisada con cambios substanciales en las definiciones de
algunos horizontes y con la adición de un tercer nivel categórico y en 1994, un nuevo borrador
(”World Reference Base for Soil Resource”). La leyenda de suelos de la FAO ofrece una
alternativa de manejo más simple que la Soil Taxonomy, ya que carece de los niveles
jerárquicos de ésta, prescinde de condiciones climáticas referidas al suelo como sistema de
clasificación, su nomenclatura está basada en términos tradicionales de fácil comprensión para
los iniciados en la materia y es particularmente útil para clasificaciones de suelos a pequeña
escala. No obstante mantiene numerosos puntos en común con la Soil Taxonomy,
principalmente en cuanto a definición de los horizontes y las propiedades de diagnóstico.

50
Hasta ayer, la Soil Taxonomy y FAO son los sistemas de clasificación de suelos más
universales, pese a que todavía existen numerosos sistemas de ámbito nacional como el del
CPCS para Francia y ultramar, Reino Unido (Avery, 1965), España (Guerra y Monturiol, 1968)
etc. así como el desarrollo de clasificaciones denominadas “coordenadas” que tratan de
representar los suelos en un sistema coordinado dentro del hiperespacio o, mejor todavía,
dentro de un sistema numérico de clasificación (Webster, 1977).

Si se hace un repaso somero a la historia reciente de cada país, también se encuentran y


justifican determinadas tendencias científicas que preocupan al mundo.

La Edafología americana se centra sobre los estudios de erosión y conservación de suelos, cuyo
enfoque inicial le proporciona Hugh Hammong Bennet (1881-1960), fundador del Soil
Conservation Service y verdadero movilizador frente al problema de la erosión. Su obra “Soil
Erosion: A National Menace“ primero, y luego su libro básico “Soil Conservation” así lo
acreditan, demostrando su aportación a un tema de tanta actualidad. El carácter pragmático
americano y la vertiente tecnológica, implícita en la práctica de la conservación del suelo,
generan un gran desarrollo de estas materias, pudiendo tomar como ejemplo la actividad de
Frevet desde la década de los 50.

En un sentido más teórico, pero con un fondo práctico, figura el establecimiento de la llamada
“Ecuación Universal de Pérdida de suelos por Erosión (USLE)” desarrollada por Walter H.
Wischmeier y Dwight D. Smith y presentada en el Congreso de la ISSS de 1960 en Madison.
Pese a las restricciones que prudentemente hay que establecer ante el empleo de esta
ecuación, constituyó un excelente punto de partida para posteriores progresos y en todo caso
un esquema conceptual y un instrumento de análisis de los procesos erosivos.

La organización de la estructura del suelo ha sido y es uno de los aspectos de mayor interés
para enfrentarse a los problemas agronómicos. Una vez hecha pública la teoría de Emerson
sobre los dominios y organización del suelo, sus conocimientos se completan con los conceptos
vertidos por Russell (1971) en su publicación “Soil Structure: Its maintenance and
improvement”, los trabajos de E. W. Hamblin (1977) respecto a la dinámica de formación de
los agregados y los criterios sobre dinámica evolutiva de los agregados bajo distintas acciones
antrópicas de Chesters y Harris.

En Francia no puede omitirse una mención a Albert Demolon, agrónomo y físico, quien, con su
obra “Dymanique du sol” ha contribuido a la formación de generaciones enteras en estos temas.
Henry Erhart cubre la vertiente del estudio de suelos tropicales y gracias a su experiencia y
estudios publica su difundida obra “La genèse des sols en tant que phénomène géologique”,
donde da a conocer su teoría de la biorresistasia, que ayuda a una mejor comprensión de
muchos procesos genéticos, sobre todo en los países de relieves acentuados. Philip Duchaufour,
como director del Centre de Pedologie Biologique de Nancy, ha dejado una importante huella en
el estudio de los suelos, con una visión mundial de los procesos edafogenéticos.

En el CPB-CNRS de Nancy, Berthelin estudia la alteración que sufren los minerales por
microorganismos, lo cual nos da conciencia de que en el suelo, los procesos de alteración del
componente mineral no tienen únicamente un ritmo geoquímico (lento) sino que presentan un

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segundo ritmo, (microbiológico). Los estudios del inglés Jenkinson, iniciados en 1948 sobre la
actividad microbiológica y descomposición de la materia orgánica, adquieren toda su
importancia, pues abren una tercera velocidad de evolución de las arcillas, derivada de la
actividad de los catabolitos orgánicos de origen microbiano. Estos conocimientos aplicados
convenientemente e imitando a la naturaleza, son el fundamento de todas las aplicaciones de
compuestos quelantes que se desarrollan en la Química Agrícola actual.

En Gran Bretaña han existido también figuras notables que han dejado una profunda huella.
Alfred D. Hall recoge el fruto de la prolongada labor realizada en Rothamsted en épocas
anteriores y se beneficia de este conocimiento para la publicación de sus dos obras principales:
“The Soils“ y “Fertilizers and manures“, con las que cubre un amplio campo de conocimientos.
John Russell ha generado una base de doctrina agronómica con su obra “Las condiciones del
suelo y el crecimiento de las plantas “ y Gilbert W. Robinson ha sido uno de los puntales más
firmes de la Edafología genética, sobre todo a través de su obra “ Suelos, su origen,
clasificación y constitución“.

Alemania presenta actualmente una manifestación muy importante de su tradición edafológica.


Las contribuciones de H. Stremme a la cartografía edafológica influyeron enormemente en
España, al apoyar a Hugette del Villar en el ambiente internacional. Su labor queda avalada por
la preparación del primer Mapa de Suelos de Europa, a escala 1:10 millones (1927). Vageler con
más de 20 años de experiencia representa a los edafólogos expertos en temas tropicales y
escribe su obra “Fundamentos del estudio de los suelos de los países tropicales y
subtropicales“.

La tradición holandesa en los estudios sobre suelos se ve confirmada en esta etapa reciente
por la presencia de notables edafólogos como Hissink experto en temas de Química del suelo y
Salinidad. El estudio de los suelos con sulfatos ácidos fue impulsado por van Beer ante la
crítica situación de los mismos y sus dificultades de utilización desarrollando sistemas de
drenaje para todo tipo de suelos hidromorfos. Su obra “Acid Sulphate Soils” es la primera que
sienta los criterios y permite un rápido diagnóstico de los mismos.

Hoy, la actitud de intercambio de conocimiento e integración que tuvo el movimiento


paneuropeo a los efectos del estudio del suelo, no se ha perdido. Un buen ejemplo de la
presencia de todos los “antiguos grupos de trabajo” es el proyecto EuroSOMNET (European
Soil Organic Matter Network) patrocinada por el programa ENRICH en la que el Prof. Pete
Smith se encuentra generando modelos en los que la materia orgánica de los suelos, sus
variaciones cuantitativas globales y los ritmos de los procesos metabólicos que en su seno
ocurren, pueden condicionar, a largo plazo, el sentido del llamado cambio climático.

Vaya por delante mis excusas por las lagunas existentes, que espero me rellenen. Yo no soy
experto en estos temas, pero JJ Ibáñez, director de esta Bitácora, sí.
Saludos cordiales,
Salvador González Carcedo

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