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Guillem Guimerà Carbonell 1r

Batxillerat CT-1

INTENTO FORMULAR MI EXPERIENCIA DE


LA GUERRA
Fueron, posiblemente,
los años más felices de mi vida,
y no es extraño, puesto que a fin de cuentas
no tenía los diez años.

Las víctimas más tristes de la guerra


los niños son, se dice.
Pero también es cierto que es una bestia el niño:
si le perdona la brutalidad
de los mayores, él sabe aprovecharla,
y vive más que nadie
en ese mundo demasiado simple,
tan parecido al suyo.

Para empezar, la guerra


fue conocer los páramos con viento,
los sembrados de gleba pegajosa
y las tardes de azul, celestes y algo pálidas,
con los montes de nieve sonrosada a lo lejos.
Mi amor por los inviernos mesetarios
es una consecuencia
de que hubiera en España casi un millón de muertos.

A salvo de los pinares


-pinares de la Mesa, del Rosal, del Jinete!-,
el miedo y el desorden de los primeros días
eran algo borroso, con esa irrealidad
de los momentos demasiado intensos.
Y Segovia parecía remota
como una gran ciudad, era ya casi el frente
-o por lo menos un lugar heroico,
un sitio con tenientes de brazo en cabestrillo
que nos emocionaba visitar: la guerra
quedaba allí al alcance de los niños
tal y como la quieren.
A la vuelta, de paso por el puente Uñés,
buscábamos la arena removida
donde estaban, sabíamos, los cinco fusilados.
Luego la lluvia los desenterró,
los llevó río abajo.

Y me acuerdo también de una excursión a Coca,


que era el pueblo de al lado,
una de esas mañanas que la luz
es aún, en el aire, relámpago de escarcha,
pero que anuncian ya la primavera.
Mi recuerdo, muy vago, es sólo una imagen,
una nítida imagen de la felicidad
retratada en un cielo
hacia el que se apresura la torre de la iglesia,
entre un nimbo de pájaros.
Y los mismos discursos, los gritos, las canciones
eran como promesas de otro tiempo mejor,
nos ofrecían
un billete de vuelta al siglo diez y seis.
Qué niño no lo acepta?

Cuando por fin volvimos


a Barcelona, me quedó unos meses
la nostalgia de aquello, pero me acostumbré.
Quien me conoce ahora
dirá que mi experiencia
nada tiene que ver con mis ideas,
y es verdad. Mis ideas de la guerra cambiaron
después, mucho después
de que hubiera empezado la postguerra.

Gil de Biedma

El autor nos cuenta que la gente piensa que los niños son las víctimas más
tristes pero en realidad se equivocan porque su experiencia le dice que eran
felices porque jugaban a guerreros y se podían sentir personas adultas,
importantes. Pero después de la guerra todas esas ideas cambiaron ya que
se dio cuenta que eso no era felicidad tan solo una bella imagen de la
guerra, si es que la puede haber, claro.

Tema: Este poema trata de la experiencia de un niño (el propio Jaime Gil) en
los años en los que tuvo lugar la Guerra Civil Española.

Métrica:
Poema libre de 61 versos, 39 de arte mayor, 22 de arte menor. Son versos
libres o blancos y sin rima:

Fueron, posiblemente, (7)


loa años más felices de mi vida, (11)
y no es extraño, puesto que a fin de cuentas (14)
no tenía los diez. (7)

Las víctimas más tristes de la guerra (11)


los niños son, se dice.(7)
Però también es cierto que es una bestia el niño: (14)
si le perdona la brutalidad (10)
de los mayores, él sabe aprovecharla, (12)
y vive más que nadie (7)
en ese mundo demasiado simple, (11)
tan parecido al suyo. (7)

Para empezar, la guerra (7)


fue conocer los páramos con viento, (11)
los sembrados de gleba pegajosa (11)
y las tardes azul, celestes y algo pálidas, (14)
con los montes de nieve sonrosada a lo lejos. (14)
Mi amor por los inviernos mesetarios (11)
es una consecuencia (7)
de que hubiera en España casi un millón de muertos. (14)

A salvo en los pinares (7)


-pinares de la Mesa, del Rosal, del Jinete!-, (14)
el miedo y el desorden de los primeros días (14)
eran algo borrosos, con esa irrealidad (14)
de los momentos demasiado intensos. (11)
Y Segovia parecía remota (11)
como una gran ciudad, era ya casi el frente (14)
-o por lo menos un lugar heroico, (11)
un sitio con tenientes de brazo en cabestrillo (14)
que nos emocionaba visitar: la guerra (14)
quedaba allí al alcance de los niños (11)
tal y como la quieren. (7)
A la vuelta, de paso por el puente Uñés, (14)
buscábamos la arena removida (11)
donde estaban, sabíamos, los cinco fusilados. (14)
Luego la lluvia los desenterró, (11)
los llevó río abajo. (7)

Y me acuerdo también de una excursión a Coca, (14)


que era el pueblo de al lado, (7)
una de esas mañanas que la luz (10)
es aún, en el aire, relámpago de escarcha, (14)
pero que anuncian...

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