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Universidad Interamericana de Puerto Rico

Recinto de Guayama
Programa Graduado – Maestría en Mercadeo

Reforma Contributiva
Un enfoque crítico-analítico del Código de Rentas Internas para un Nuevo Puerto Rico, Ley
Número 1 del 31 de enero de 2011 y sus enmiendas

Oneida Delgado Fantauzzi


BADM 5070 – Política Pública con respecto a las Empresas
Reforma Contributiva 2

Término 2011 – 33 (miércoles 5:30pm)

Indice

Introducción………………………………………………………………………………… 3

Cuerpo del Proyecto………………………………………………………………………7-15

Conclusión……………………………………………………………………………….15-17

Referencias…………………………………………………………………………….……18
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Introducción
La reforma contributiva que establece la Ley Núm. 1 del 31 de enero de 2011 fue

diseñada como un mecanismo para implementar un sistema contributivo cuya aspiración es

identificar y canalizar las aportaciones tributarias de todos los sectores de la población, a la vez

que busca favorecer a los sectores sociales que tradicionalmente llevan la carga contributiva más

significativa. A esos efectos, esta pieza de legislación es de naturaleza abarcadora y muy

compleja. Sus áreas problemáticas merecen estudio y análisis particular, debido a que los retos

que tiene que enfrentar el Estado a la hora de cruzar el ámbito de la teoría al mundo real son

múltiples.

Esta reforma contributiva no nace del abstracto, pues se nutre de la experiencia práctica

de numerosa legislación previa. La primera legislación sobre contribución de ingresos en

aplicarse a Puerto Rico fue la Ley Federal de Rentas Internas del 3 de octubre de 1913, la cual

regía no solo a los estados norteamericanos, sino también a la isla. Los recaudos eran realizados

por el extinto Departamento del Tesoro local y los dineros los recibía el Gobierno Local. La tasa

contributiva establecida por esta ley fluctuaba entre el 1% y el 7% a contribuyentes cuyos

ingresos superaban los $500,000.00. En 1916 la Ley Federal de Rentas Internas fue aprobada por

el Congreso Federal y también fue de aplicación a Puerto Rico. Uno de los efectos más

significativos de esta ley fue eliminar el término “ingreso legal” para extender su ámbito

regulador a todo tipo de ingresos, incluyendo los ilegales. En 1917, la Ley Federal de Rentas del

3 de octubre, conocida como “war revenue act” en obvia referencia a la Primera Guerra Mundial,

facultó a la Legislatura insular a enmendar o derogar las leyes sobre contribución de ingresos
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vigentes en la isla. Fue mediante estos poderes que la Legislatura estatal aprobó la Ley Núm. 59

del 4 de diciembre de 1917, denominada como la Ley de Contribución sobre Ingresos de 1917.

Esta ley impuso varias contribuciones, entre las cuales se distinguen un tributo de 1% sobre los

primeros $25,000.00 de ingreso neto, luego de descontar una exención de $2,000.00, una

contribución de un 2% del ingreso neto en exceso de $25,000.00 hasta un máximo de

$50,000.00, una contribución de 3% del ingreso neto que excede los $50,000.00 hasta un tope de

$75,000.00 y un tributo de 4% del ingreso neto que excedía $75,000.00. Con posterioridad a la

creación de varias leyes contributivas en los años 1918, 1919 y 1921, la Legislatura aprobó la

Ley de Contribuciones sobre Ingresos del 1924, la cual utilizó como patrón la Ley Federal de

Rentas de 1924, estando ésta vigente hasta el 1953. En 1954 se aprobó la Ley Núm. 91, conocida

como la Ley de Contribución sobre Ingresos de 1954 que era un reflejo del Código de Rentas

Internas de 1939.

El trasfondo cronológico de la presente reforma contributiva nos lleva al 1987, año en

que se implementó la Ley de Reforma Contributiva, cuyos objetivos eran la equidad, el

fortalecimiento de la familia, ahorro, inversión y simplificación. Posteriormente, se aprobaron

varias leyes suplementarias a ésta, entre las cuales se encuentra la Ley de Exención Contributiva

Industrial del 24 de enero de 1987, la Ley de Arbitrios del 8 de octubre de 1987 y la Ley de

Amnistía Contributiva del 9 de octubre del mismo año. Durante la última década del siglo

pasado, se aprobó la Ley de Reforma Contributiva de 1994. Para integrar la multiplicidad de

leyes contributivas existentes en esa época, se creó el Código de Rentas Internas de Puerto Rico

de 1994 mediante la Ley 120 de 31 de octubre de 1994 y posteriormente enmendado mediante la

Ley 223 del 30 de noviembre de 1995. Esta pieza legislativa se divide en siete diferentes

materias, las cuales regulan las contribuciones sobre ingresos, arbitrios, impuesto sobre ventas y
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uso, caudales relictos y donaciones, bebidas, carta de derechos del contribuyente, disposiciones

administrativas, intereses y penalidades. Finalmente, la Ley de Justicia Contributiva, Ley Núm.

117 del 4 de junio de 2006 enmendó el Código de Rentas de 1994, estableciendo entre otras

cosas nuevas tasas contributivas y un nuevo impuesto sobre ventas y uso (IVU).

Algo que toda legislación tiene en común, sea de carácter económico-contributivo o no,

es el hecho de que como norma general su extensión responde a la realidad social y al momento

histórico en que es redactada. Así, las leyes redactadas durante los tiempos de guerra,

inevitablemente responden a las necesidades de los pueblos durante periodos de incertidumbre,

escasez o peligro. En ese sentido, el Código de Rentas para un Nuevo Puerto Rico es producto de

las realidades y retos que la actual administración de gobierno enfrenta una década después del

inicio del siglo XXI. A esto atribuyo el hecho de que el trasfondo de esta nueva ley es uno

caótico, caracterizado por la crisis económica, laboral, social y cultural que actualmente afecta

nuestro pueblo, y en gran manera es una reacción a ésta, en un intento por restablecer la

confianza de los ciudadanos en el aparato tributario del Estado y su capacidad para distribuir más

equitativamente la riqueza, y con el propósito de ganar el favor electoral del pueblo luego de los

despidos masivos y demás medidas “impositivas” implementadas durante los dos años

anteriores.

Otra causa de justificación para la creación de esta ley es el alto grado de evasión

contributiva que caracteriza el universo tributario puertorriqueño, el cual tiene el efecto de

mermar la captación de los dineros que necesita el Estado para funcionar de manera óptima y

cumplir con todos sus compromisos. No obstante, los mecanismos legislados dirigidos a ampliar

la base contributiva realmente son insuficientes, y los controles diseñados para identificar y

responsabilizar a los evasores son limitados, en el mejor de los casos.


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La lectura sosegada de esta ley obliga al lector a concluir que la misma responde a un

estilo de legislación diferente, que no parece estar a la par con la legislación contributiva previa

en el sentido de que los recaudos y bonanzas que promete son en gran manera especulativos, por

estar irremediablemente atados a distintas contingencias, que pudieran o no materializarse en el

futuro, siendo la más significativa la aspiración de que el arbitrio a las corporaciones extranjeras

del 4% establecido por la Ley 154 va a subsidiar la inevitable merma en los recaudos atribuible a

las nuevas exenciones legisladas. Creo que ese es uno de los problemas fundamentales de la ley.

Adicionalmente, esta ley tendrá un efecto negativo sobre la alicaída industria de la construcción

por razones que estaré elaborando en el texto.

No puedo pasar por alto comentar que la Exposición de Motivos de esta ley es como

ninguna otra que haya tenido la oportunidad de examinar. Resulta ser preocupante que los

redactores de esta pieza hayan utilizado la misma en gran medida como un tablón de expresión

pro-gobierno que francamente no solo es irrelevante, sino que desvirtúa el propósito de este

segmento de la ley, en adición a que no es el mejor ejemplo de la utilización de los recursos y la

creatividad de la legislatura, sino que más bien se asemeja a un esfuerzo propagandístico de

política partidista.

La importancia de este trabajo surge de la necesidad de analizar esta importante

legislación de manera crítica, a la luz de las realidades que nos afectan como pueblo. En la

medida en que los legisladores se desconectan con las verdaderas necesidades de la economía en

el sentido amplio, y sobre todo de las necesidades del ciudadano común y de la industria, la

legislación resultante tiende a ser una herramienta defectuosa para enfrentar los problemas que
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nos aquejan. Este Ensayo busca reconciliar la letra de la ley con el mundo real en un intento de

predecir ciertas consecuencias importantes, algunas de las cuales pueden y deben ser evitadas

mediante enmiendas a este Código.

Cuerpo del Proyecto

Según señalamos en la Introducción, el Código de Rentas para un nuevo Puerto Rico y

sus respectivas enmiendas responden a una serie de realidades cotidianas y a una sucesión de

problemas recurrentes, algunos de los cuales tienen décadas de antigüedad y otros que son de

muy reciente surgimiento, los cuales han generado estragos en las arcas del Gobierno. En lo

sucesivo, estaré analizando los problemas de esta reforma contributiva que a mi juicio son los

más significativos. Sin embargo, antes de entrar de lleno a esta tarea, creo necesario retomar

brevemente el asunto de las expresiones político-partidistas en el Exposición de Motivos de la

Ley 1 del 31 de enero de 2011. La exposición de motivos de una ley es una breve (o extensa)

relación o enumeración de las circunstancias que motivan la creación de una ley. Por su

naturaleza, esta porción de la ley es un preámbulo al texto, que sirve para interpretar la intención

legislativa, en casos donde existe ambigüedad o más de una interpretación de un texto o párrafo

en particular. No obstante lo anterior, parece sorprendente que en esta ley sus redactores se

hallan prestado para utilizar la exposición de motivos como un mecanismo de propaganda

política pro-gobierno. A esos efectos, en el referido texto encontramos expresiones como la

siguiente, que aluden a la administración del partido contrario:

Ley Núm. 1 del 31 de enero de 2011. (2011). Pero en el año 2000, antes de que las

medidas más beneficiosas de la Ley 157 entraran en vigor, cambió la administración de

gobierno. El gobierno entrante, compuesto en gran medida por los arquitectos de los

excesos de los años 80, abandonó la filosofía de que “un dólar en manos del ciudadano
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rinde mucho más que un dólar en manos del gobierno”, que tanto había fomentado a la

economía de la Isla y beneficiado a todas las puertorriqueñas y puertorriqueños. (p. 1)

Adicionalmente, el texto citado y discutido manifiesta lo siguiente, en abierta referencia a

la administración gubernamental anterior:

Ley Núm. 1 del 31 de enero de 2011. (2011). Mientras tanto, comenzando en el año fiscal

2001-2002, aumentaron vertiginosamente y sin ningún control ni mesura, los gastos del

gobierno. Esa conducta irresponsable y temeraria culminó en: (i) un déficit

presupuestario de $3,306 millones; (ii) un déficit en caja de $4,459 millones y (iii) $960

millones en cheques del gobierno emitidos sin fondos. De hecho, en el año 2006, mucho

antes de que comenzaran a sentirse los efectos de la crisis económica global, Puerto Rico

entró en una recesión, en gran medida como manifiesto del cierre del gobierno provocado

por la administración de turno de dicho año. (p. 1)

En adición a lo anterior, la Exposición de Motivos también hace referencia obras del

gobierno, como Mi Salud, Puerto Rico Verde, programas como Hogar Digno y las alianzas

público privadas, que son totalmente irrelevantes al propósito de esta ley, por lo que se

encuentran fuera de contexto y en el lugar equivocado. No puede uno menos que indignarse ante

tal uso de los mecanismos y recursos legislativos. Irrespectivamente de que puedan ser verdad o

no estas aseveraciones, me parece escandaloso que en una pieza de ley se hallan incorporado

ataques político-partidistas que se justifican en las campañas electorales y en los discursos

políticos, pero nunca en una pieza de ley de esta magnitud e importancia. Este tipo de lenguaje

destemplado y censurable no debe tener lugar en las leyes del país, ya que el único aporte que

pueden tener es dividir aún más a un pueblo polarizado y que desconfía de su liderato político. Si

la próxima administración gubernamental de Puerto Rico no se aleja de esta práctica, y si se


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continua con esta tendencia hasta sus últimas consecuencias, se habrá establecido la dudosa

costumbre de matizar las piezas de legislación con el sello político del partido en el poder,

mediante ataques de bajo calibre al contrario. Por razones obvias, tan solo la idea resulta

descabellada, cínica y primitiva.

Superado este asunto controversial, merecen atención varios asuntos problemáticos de la

presente reforma de índole más práctico, los cuales pasamos a elaborar en detalle y con

profundidad. En primer lugar, nadie puede negar que la industria de la construcción es una de las

más importantes de Puerto Rico. De hecho, es preciso reconocer que en este mundo globalizado,

esta industria es de tal importancia que representa alrededor de la mitad de las inversiones de

capital de cualquier país desarrollado. De hecho, alrededor del planeta la construcción emplea

cerca de 111 millones de trabajadores y es responsable del mejoramiento de las condiciones

físicas, sociales y económicas del ser humano como ninguna otra, pues provee vivienda,

carreteras, y toda la infraestructura que permite la convivencia civilizada-moderna.

Estadísticamente hablando, y a nivel local, la industria de la construcción genera más de 7

billones de dólares al año y es responsable de alrededor de 67,000 empleos directos. A pesar de

lo anterior, esta industria, al igual que muchas otras, está inmersa en una crisis que amenaza con

relegarla a un segundo plano. A pesar de que las causas son muchas, los expertos en la materia

han citado consistentemente que la ausencia de legislación y de incentivos contributivos

insulares que motiven la permanencia de las grandes compañías dedicadas a esta empresa

creativa, es una de las principales razones para la debacle que ha experimentado este negocio.

Siendo esta una realidad inescapable, uno esperaría que la legislación de carácter económico

actual no solo contenga disposiciones específicas dirigidas a fomentar esta industria, sino que

también se hace necesario motivar al contribuyente, que después de todo es el que mueve la
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economía con su consumo, a invertir en propiedad inmueble no solo para residencia, que es una

necesidad, sino para inversión, especulación y para otros fines. Sin embargo, es altamente

preocupante el que la Ley 171 del 15 de noviembre de 2010, misma que a su vez enmienda el

Código de Rentas Internas, contenga la siguiente disposición, en su Sección 1023, párrafo A,

letra F, inciso AA, letra I:

Ley 171 del 15 de noviembre de 2010. (2010). En general.-En el caso de un individuo se

admitirá como una deducción los intereses pagados, incluyendo intereses pagados por un

socio-partícipe en una asociación cooperativa de viviendas admisible como deducción

bajo el inciso (L), pagados o acumulados dentro del año contributivo sobre deudas

incurridas por concepto de préstamos garantizados para la adquisición, construcción o

mejoras, o refinanciamiento de propiedad, cuando dichos préstamos estén garantizados en

su totalidad con hipoteca sobre la propiedad que al momento en que dicho interés es

pagado o acumulado, constituya una residencia cualificada del contribuyente. Para años

contributivos comenzados después del 31 de diciembre de 2009, se admitirá como

deducción la cantidad total de dichos intereses pagados o el treinta (30) por ciento del

ingreso bruto ajustado según definido en la Sección 1022(k) más cualquier otro ingreso

excluido del ingreso bruto ajustado, del año contributivo para el cual se reclama la

deducción, cual sea menor. Como excepción a la limitación dispuesta en este inciso, la

misma no será de aplicación cuando los intereses descritos en la primera oración de esta

cláusula (i) no excedan el 30% del ingreso bruto ajustado del contribuyente, según

definido en la Sección 1022(k), más cualquier otro ingreso excluido del ingreso bruto

ajustado, para cualquiera de los tres (3) años contributivos anteriores al año para el cual

se reclama esta deducción. No será aplicable, a su vez, cuando el contribuyente o su


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cónyuge sea una persona de sesenta y cinco (65) años de edad o más al cierre del año

contributivo. (p. 12)

A mi juicio, esta reducción en la deducción de los intereses hipotecarios ha tenido y

seguirá teniendo un efecto devastador sobre la compraventa de las propiedades inmuebles en

Puerto Rico, ya que lo que esto implica es precisamente la perdida de un atractivo que desde

tiempos inmemoriales se le había atribuido a la compra de propiedades inmuebles. Es decir, un

contribuyente que antes del año 2009 podía reclamar como deducción $10,000.00 en intereses

hipotecarios, al presente solo puede reclamar $3,000.00. Como es sabido, en muchos casos de

familias puertorriqueñas los intereses hipotecarios representaban la única deducción de

importancia que podía reclamar un contribuyente. Inclusive, uno de los factores que

históricamente han motivado al consumidor a invertir capital y comprometer su crédito en la

compra de segundas y terceras propiedades era precisamente la posibilidad de defenderse mejor

a la hora de rendir su planilla de contribuciones reclamando los intereses pagados al banco

hipotecario como deducción. Este cambio y sus implicaciones no solo son de gran magnitud para

el mercado de compraventa de residencias y otras propiedades, sino que su efecto potencial en la

industria de la construcción no puede ser subestimado. En adición a lo anterior, la reducción en

la deducción de los intereses hipotecarios puede tener otra consecuencia negativa hacia el

contribuyente, debido a que dicha reducción verán un aumento en su ingreso neto tributable, el

cual posiblemente los catapultará a una escala contributiva superior. Evidentemente, el potencial

real de esta enmienda es que un contribuyente hipotético que antes de la reforma reclamaba el

100% de sus intereses hipotecarios estimados en $3,000.00, que gana un salario de $19,000.00 y

como consecuencia se encontraba en un nivel de escala contributiva favorable bajo la reforma,

ahora se expone a subir a un renglón superior a los $20,000 como consecuencia del cual tendrá
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que pagar impuestos que bajo la ley de la reforma no tenía que pagar, a menos que sea lo

suficientemente creativo y logre acomodar ese exceso de ingreso neto bajo alguna otra categoría

de exención. Consecuentemente, una reducción en la compra y venta de propiedad inmueble

tendrá el inevitable efecto de crear perdida y/o merma no solo en las compañías que se dedican a

la construcción, sino también en la banca hipotecaria, la banca comercial, la clase profesional

(ingenieros, abogados-notarios, arquitectos, delineantes, etc.), los materialistas, firmas de

mercadeo, los fiadores, las aseguradoras y en el empleo de obreros diestros y no diestros para las

obras de construcción. Es decir, la reducción sustancial en esta deducción contributiva por

concepto de intereses hipotecarios es de tal naturaleza, que puede generar un efecto dominó con

el potencial de estancar aún más la economía de la isla. Ante tales circunstancias, tengo que

concluir que cualquier efecto positivo que pudiera tener esta enmienda al Código de Rentas

Internas queda neutralizado por las consecuencias devastadoras que se pueden esperar en la

industria de la construcción y en la compraventa de propiedades residenciales y comerciales.

Entiendo que esta enmienda va dirigida a dificultar que los evasores contributivos reporten

ingresos menores a los recibidos, y luego reclamen cantidades en intereses hipotecarios que no

guardan proporción con los referidos ingresos. Sin embargo, las consecuencias de esta medida

son mucho más profundas que esto en el sentido de que van a ser negativas a una industria que

ya de por sí se encuentra quebrada.

Otro punto de gran importancia es el hecho de que si finalmente se concreta la propuesta

de que todos los contribuyentes cuyos ingresos no superan los $20,000.00 estarían exentos de

pagar contribuciones, el efecto neto e inmediato de este cambio sería un aumento en la capacidad

de consumo personal, lo que no se traduce necesariamente en una inyección dineraria a la

economía del país, capaz de sacarlo de la recesión en que se encuentra. Es decir, aún teniendo los
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consumidores más dinero para gastar, no existe evidencia empírica que sea sólida y robusta

indicativa de que esa realidad personal (micro) se traduzca en crecimiento a nivel a nivel de la

economía en términos generales (macro). Al respecto, se ha dicho que en Puerto Rico el impacto

del consumismo es reducido y cuestionable, ya que el coheficiente de importación local es

extremadamente alto, alrededor de un 90%, por lo que el efecto interno de esta actividad es

modesto, por razón de que el 90% de los que gastamos en nuestras compras personales, no se

queda en el país sino que se va al extranjero. A manera de comparación, una medida basada en el

incremento del consumo en los Estados Unidos, en donde solo se importa el 16% de los que se

consume, tendría efectos significativos y tangibles en la medida en que representa una inyección

de capital a las industrias locales. Inclusive, aún si en Puerto Rico fuéramos prácticamente

autosuficientes, la desigualdad en la distribución de la riqueza, donde el 60% de la población

recibe solo el 21.8% de los ingresos, tendría el efecto de que sería imposible mantener la

demanda a través del consumo, en un nivel suficiente para aumentar el ritmo de la economía y

generar los empleos necesarios.

En síntesis, las medidas contributivas que descansan en fomentar y propiciar el consumo,

bajo la teoría de que un dólar en manos del ciudadano esta mejor que ese mismo dólar en manos

del Estado, no necesariamente son las mejores para reactivar la economía, al extremo de que en

casos como el nuestro están contraindicadas. Entre los argumentos que plantea el Estado para

justificar este tipo de medidas, se encuentra precisamente la premisa de que el dinero en manos

del consumidor rinde más que en manos del Estado. Tengo reparo y serias dudas de que aún si

fuera viable el no-pago de contribuciones para un sector de la población, esta medida tendría el

efecto prometido de crear empleos e impartir vitalidad a nuestra maltrecha economía.

Finalmente, mucho se ha especulado con relación a las fuentes de financiación para los
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alivios contributivos propuestos en esta reforma. El peligro mayor que he podido identificar es la

naturaleza especulativa y altamente hipotética de dicho financiamiento. Como señalé

anteriormente, la fuente principal de dinero para poder materializar la reforma contributiva es un

impuesto de 4% producto de la Ley 154 del 25 de octubre de 2010 a implementarse contra

ciertas corporaciones que hacen negocios en el mercado internacional. El problema que se prevee

es que la efectividad del Estado para poder cobrar este nuevo impuesto es cuestionable, aún en el

mejor de los casos. Esto es así porque de lo que se trata es de intentar cobrar un arbitrio, que se

traduciría en billones de dólares, a compañías multinacionales que tiene el poder para evitarlo, o

al menos reducir sustancialmente su aplicación, modificando la manera de hacer negocios, los

términos y las condiciones de las transacciones a realizarse en Puerto Rico y entre sus afiliadas

fuera de la isla. Es decir, la incertidumbre que rodea el cobro de este impuesto es tal, que existen

serias dudas con respecto a su viabilidad, más aún cuando las entidades afectadas tienen los

recursos para reducir, cerrar y hasta evitar ampliar sus operaciones en la isla, situación que

pudiera tener serias consecuencias económicas sobre los recaudos del Estado y sobre el empleo

de los trabajadores locales.

El Estado alega que este arbitrio representa equidad contributiva, en el sentido de que se

va a exigir mayor tributación a los que más ganan, lo que tendrá el efecto de una mejor

distribución de la riqueza. No obstante, los propios industriales plantean que resulta excesivo

incrementar los arbitrios contra los que son responsables en el pago de sus contribuciones

responsablemente y de manera oportuna, por lo que tiene más sentido ir contra los evasores

contributivos. También se ha aseverado que los propios industriales sobre los cuales va a recaer

esta nueva responsabilidad contributiva no fueron consultados en la redacción de esta reforma, a

pesar de sus efectos significativos en su operación y sus ingresos.


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Entiendo que este nuevo arbitrio del 4% tiene un potencial de ser utilizado de manera

más efectiva en inversiones de obra pública, en vez de ser utilizados en alivios contributivos que

finalmente van a ser gastados en la compra de productos importados, ya que la inversión en obra

pública generaría empleos a corto plazo y produciría bienes públicos para el uso de la población.

Sin embargo, la naturaleza altamente especulativa de este impuesto ni siquiera permite estimar

cuanto realmente se va a obtener de las corporaciones afectadas.

Conclusión

Basada en la información y los recursos analizados, entiendo que el efecto práctico de

la presente reforma contributiva será uno neutro en el mejor de los casos. Esto se debe a que esta

Reforma es demasiado abarcadora y ambiciosa, en adición a que la fuente de financiamiento para

los alivios propuestos es especulativa e hipotética.

En ese aspecto, ciertas porciones de la Reforma, particularmente lo que dispone la citada

Ley 154 con relación al arbitrio del 4%, parecen superficiales, pura teoría y basadas en

contingencias de difícil realización. En ese sentido, anticipo que las corporaciones sujetas a

dicho arbitrio tienen planificado invertir recursos ilimitados para evitar en lo posible asumir este

nuevo impuesto, razón por la cual, existe un peligro real de que el dinero necesario para aliviar la

carga contributiva de la clase media nunca llegue a las arcas del gobierno. Adicionalmente,

existe una gran preocupación de que las compañías sujetas al pago de este arbitrio terminen

cerrando sus operaciones en la Isla o evitando invertir capital nuevo en expansiones o nuevas

operaciones.

En términos de la reducción de la exención contributiva correspondiente a los intereses

hipotecarios, concluyo que esta medida acabará destruyendo la industria de la construcción en


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Puerto Rico. A esto hay que añadir que existe un gran potencial de que cientos de miles de

contribuyentes ni siquiera puedan beneficiarse de los alivios propuestos para todo aquel que gane

menos de $20,000 dólares anuales, debido a que la reducción en el interés hipotecario tenga el

efecto de colocarlo en un nivel de escala contributiva aún mayor.

Sobre la posibilidad de que los consumidores-contribuyentes dispongan de más dinero

para comprar bienes de consumo, reitero que dicha posibilidad no va a tener ningún efecto sobre

la creación de empleo en la Isla. Por el contrario, esta medida amenaza con desangrar aún más la

economía, ya que el 90% de los bienes de consumo vendidos localmente vienen del extranjero.

Es decir, esta medida no pasa de ser una que fomenta la satisfacción personal-temporal del

consumidor sin efectos significativos sobre la economía a nivel macro.

Producto de la investigación realizada, sugiero que se derogue la enmienda sobre la

reducción de la deducción a los intereses hipotecarios, de forma tal que no se afecte la industria

de la construcción y todos los demás negocios que dependen o que le dan servicio a la misma. En

segundo lugar, sugiero revisitar el asunto del financiamiento de los alivios contributivos, con el

propósito de que se puedan identificar otras fuentes para financiar los alivios propuestos, que

sean reales y que no afecten significativamente a las industrias extranjeras que hacen negocios en

Puerto Rico.

Finalmente, entiendo que se debe facultar a la Comisión Estatal de Elecciones para que

regule los mensajes políticos partidistas redactados en la exposición de motivos de las diferentes

piezas legislativas, de forma tal que se pueda evitar en el futuro lo que ocurrió en la Ley Núm. 1

del 31 de enero de 2011, según lo hemos denunciado.


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