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Error humano
“Fronteras”
─Si todo el mundo se tirara por un barranco -me decía mi padre-, ¿tú
también te tirarías?
Esto pasó hace unos años. Fue el verano en que un puma mató a un tipo
que hacía jogging en Sacramento. El verano en que mi médico se negó a
darme esteroides anabolizantes.
La única razón por la que me dejaban ir con ellos era por el contraste. Es la
vieja estrategia de buscar damas de honor feas para que la novia parezca
guapa.
Los espejos son sólo la metadona del culturismo. Hace falta un público real.
Hay un chiste que dice: ¿Cuántos culturistas hacen falta para poner una
bombilla?
Tres: uno para poner la bombilla y dos para decir: «¡Joder, tío, estás
impresionante!».
-Me di cuenta −dijo− de que aquel esqueleto de cactus era yo. Era mi
hombría, dura y áspera por fuera, pero hueca y frágil por dentro.
Todos en la terraza cerraron los ojos y asintieron. Salvo mis amigos, que
miraron a otro lado con las mandíbulas prietas para evitar que se les
escapara la risa. Con los enormes brazos cruzados sobre el pecho, se dieron
un codazo y acordaron alejarse por la carretera para ver cierta roca con
valor histórico.
-¡No! No vayáis.
Con el ponche de vino en la mano y mirando la oscuridad que se extendía
más allá del vapor de la piscina de hidromasaje y la luz de las antorchas, sin
mirarnos, dijo que había un puma merodeando. El puma había estado justo
al lado de su terraza y ella nos mostró un montón de pelos rubios, cortos y
gruesos que había entre los matorrales.
Aquel año, a dondequiera que fuéramos, durante todo el viaje, todo estaba
ya cercado y delimitado y había carteles por todas partes.
Pero las sensaciones... Los ojos se abren como platos y adquieren una
expresión alerta. Igual que las mujeres se ponen tan estupendas cuando
están embarazadas, radiantes y suaves, mucho más mujeres, el Anadrol te
hace parecer y sentirte mucho más hombre. El priapismo rampante solo
duró dos semanas. Uno no es nada más que la propiedad que tiene entre
sus piernas. Es igual que esas viejas ilustraciones de Alicia en el País de las
Maravillas, donde Alicia se come la tarta que dice «Cómeme» y crece hasta
que el brazo le sobresale por la puerta delantera. Salvo que no es tu brazo
el que sobresale, y llevar pantalones de ciclista de licra está totalmente
prohibido.
Muy bien, lo siento, les prometí a un montón de amigos que no tocaría esta
cuestión, pero aquel fue el momento crucial. Cuando lo que eran huevos de
ganso se te encogen hasta el tamaño de pelotas de ping-pong, y luego de
canicas, resulta fácil decir que no cuando tu médico te pregunra si quieres
repetir con otra tanda de Anadrol.
La anfitriona dijo:
«Mientras a este país le quede una frontera −dijo Thomas Jefferson−, habrá
un lugar para los inadaptados y los aventureros de América.»
Ahora Ed y Bill son dos adefesios gordos, pero aquel verano, joder, tío,
estaban impresionantes. Un buen chute... Mi padre... El Anadrol... Lo único
que queda es la historia intangible. La leyenda.
Y vale, eso de las fronteras tal vez no lo dijera Thomas Jefferson, pero ya me
entienden. Siempre habrá pumas ahí fuera. Es muy típico de las tías pensar
que la gente tendría que vivir para siempre.