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Ejercicio de la autoridad, afecto, disciplina y libertad

La autoridad en la famil1a

Autoridad significa incrementar, promover, hacer crecer, sostener para crecer. En el


ámbito familiar, los que promueven y hacen crecer son los padres; por lo tanto, la autoridad
la tienen y deben ejercerla los padres. Los hijos se benefician de la autoridad de los padres
si la misma está correctamente ejercida. Esto consiste en dirigir y orientar el desarrollo de
cada uno de ellos y de la familia, lo cual repercute positivamente en a mejora de la
sociedad.
El ser humano al nacer necesitará el apoyo afectivo y la guía disciplinada de su
familia para poder funcionar con plenitud tanto en la esfera familiar como en la sociedad.
La autoridad paterna cumple su función educativa cuando se ejerce con cariño, estímulo y
paciencia. Si faltan estos requisitos se convierte en autoritarismo de consecuencias tan
perniciosas como la permisividad.
Hay que distinguir entre tener autoridad y ejercer la autoridad. Tener autoridad es
necesario pero no suficiente para ejercerla correctamente. Para ejercer la autoridad
correctamente son necesarios varios pasos:
a) Que los padres luchen por conseguir en su propia vida aquello que están pidiendo a sus
hijos. Ejemplo y autoridad se complementan.
b) Prestigio. La verdadera autoridad impuesta es ineficaz; la autoridad se gana con prestigio
y este prestigio lo da:
• La coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, entre el pensar y el actuar.
• El modo de ser, el buen modo; la serenidad, la naturalidad, e optimismo, la confianza,
la flexibilidad. Por el contrario, el nerviosismo, la insensatez, el mal humor, los
gritos, el dramatismo, etc., empeoran las situaciones y, por lo tanto, desprestigian.
c) El ejercicio adecuado de la autoridad implica pensar, informarse, decidir, comunicar
claramente y hacer cumplir.
• Pensar en qué cosas es necesario ser exigente y en cuáles no, cuándo debemos ser
firmes y cuándo podemos ser flexibles. En general qué pretendemos educar con cada
exigencia. Nunca exigir por exigir.
• Informarse. Saber qué piensan y cómo piensan los hijos. Permitir una participación.
• Pensar e informarse son los pasos previos indispensables para la toma de decisiones.
• La comunicación clara facilita la obediencia. No basta dar órdenes, es necesario
comprobar que han comprendido el mensaje, que se conocen las reglas de juego.
• Finalmente hay que hacer cumplir. La autoridad no puede reducirse a dar órdenes,
hay que hacer cumplir lo que previamente y con la información necesaria, fue
pensado y decidido por los padres.
En este punto tenemos que hablar de las sanciones y castigos, que tienen también una
finalidad educativa. Las medidas disciplinarias que se aplican a los hijos deben consistir en
suprimir algo que les guste, pero NUNCA en hacerles daño físico o psicológico. El mensaje
debe ser:
“Te queremos demasiado como para dejar que te portes así”
Hay que hacerlos ver que no hay contradicción entre quererlos y exigirles. Hay que
tener en cuenta que también se demuestra la autoridad cuando se es capaz de estimular y
reforzar positivamente, haciéndolos ver las consecuencias positivas de los actos que
realizan bien. El elogio y el aliento le transmiten confianza en sí mismo; así como un gesto,
un abrazo, una mano en el hombro, pueden significar, en algunos momentos, mucho más
que palabras.
Otro aspecto que es importante destacar es la relación autoridad-obediencia. No basta
ejercer la autoridad, es necesario enseñarles a obedecer. La educación de la obediencia
forma parte de la educación de la libertad, es el principal punto de apoyo para el ejercicio
de la autoridad educativa.
Obedece libremente quien hace suyo, lo que se le manda, es decir, lo asume con la
responsabilidad de una tarea libremente aceptada. En este sentido, una interrogante que
deben formularse los padres es ¿En dónde radican mis dificultades para ejercer la
autoridad? Estas son las opciones:

• Firmeza • Rigidez
• Constancia • Incongruencia
• Serenidad • Influencias ambientales
• Indecisión • Seguridad
• Dificultad para pensar • Falta de criterios en que apoyarse.
• Improvisación
Todo lo anterior afecta la decisión y, sobre todo, la exigencia posterior a la decisión
tomada. En consecuencia, es preciso reflexionar sobre estas dificultades y contestar a las
siguientes preguntas:
a) ¿En cuál o cuáles le conviene cambiar?
b) ¿Cómo afectan en el ejercicio de la autoridad?
c) ¿Dónde afecta más, en la toma de decisión o en la exigencia?

Educación para el amor y el afecto

Consiste en mejorarla capacidad de dar y la capacidad de recibir. El amor implica darse


y busca después recibir, sentirse correspondido por el ser amado. Cuando amamos a otra
persona nos gusta servirle, tener detalles, ser complaciente, atenderla, buscar bien. Cuando
hay egoísmo, y sólo pienso en mí, no hay amor. Hay que enseñar a los hijos que amor-
afecto y libertad responsable no pueden separarse, ambos implican una toma de decisiones
y la capacidad de decidir es esencial.
El desarrollo de la capacidad de dar tiene que ver con la actitud de servicio. Que los
hijos se acostumbren a hacer, libremente, algo por os demás, con cariño, no como
obligación. Los padres enseñan a servir con su ejemplo. Crecer en el amor es servir (dar) y
aceptar servicios (recibir).
Desde esta perspectiva, se entiende como afecto todos los actos (hechos,
comportamientos) por los cuales una persona ayuda a otra, de la forma que sea,
proporcionándole protección y conocimientos, resolviéndole problemas, apoyándole en los
momentos difíciles, entre otros. En este sentido, el afecto tiene diversas manifestaciones,
como realizar un esfuerzo para el mantenimiento de la familia o conseguir las mejores
condiciones de vida para su bienestar.
Actualmente se ha comprobado que las expresiones de afecto, como las palabras
cariñosas, caricias, besos, los elogios, los actos amables, el reconocimiento de logros y
cualidades, son acciones necesarias para que niños, niñas y jóvenes crezcan
emocionalmente y puedan mantener relaciones de confianza, seguridad y respeto con los
demás. Para todas las personas el afecto es tan importante como el alimento, el vestido, la
recreación, entre otros.
Es importante proteger y dar afecto a los niños y niñas en cualquier circunstancia, por
ejemplo: cuando los acompañamos a la escuela no hay que gritarles, ni empujarlos para que
apresuren el paso; es mejor hacerles entender que se debe salir de la casa con mayor
anticipación, o bien cuando vamos a pasear juntos, hay que pedirles su opinión y asistir a
lugares que ellos propongan, para que sientan que los tomamos en cuenta.
En algunos casos los padres y madres maltratan física o emocionalmente a sus hijos e
hijas; critican su forma de vestir, la música que les gusta, a sus amigos, y llegan a ponerlos
en ridículo con otras personas. Consideran que cuando las hijas e hijos crecen, ya no
necesitan afecto como cuando eran pequeños. Sin embargo, en esta etapa es cuando los
adolescentes requieren más apoyo y comprensión por parte de sus padres.
Algunos adolescentes no aceptan o no les gustan las manifestaciones de afecto de las
personas adultas, menos si son besos y abrazos, por lo que es conveniente hacerles ver que
no se desea molestarlos. Es recomendable aprender juntos, padres e hijos, a mostrarse
cariño. Es importante también evitar agresiones físicas o emocionales que los puedan hacer
sentir mal y no resuelvan ni den solución a ningún problema y sí dañen a su persona,
creando rencores, resentimiento y temor.
En líneas generales, la capacidad de amar es resultado del desarrollo afectivo que ha
tenido el ser humano durante sus primeros años de su vida, mediante un proceso continuo y
secuencial que pasa por la infancia, adolescencia y se posterga hasta la madurez y vejez.
Por lo que, el amor en la familia no es algo que se tenga que dar porque si, esta sentimiento
tiene dos cometidos fundamentales:

a) Enseñar el amor, aprender a amar, cuidarlo y comunicarlo, así como proyectarlo a


la sociedad:

Es en el seno familiar donde se deben cultivar los valores del ser humano, enseñarlo a
pensar, a profundizar, a reflexionar, hacerle ver y sentir que el respeto es el guardián del
amor, así como la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la
gratitud, etc. Es ahí en la familia, donde nos invitan a ser creativos en el cultivo de la
inteligencia, la voluntad y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad
preparados e íntegros. El amor de la familia por tanto debe también trasmitirse a la
sociedad.
b) El amor les ayuda a cada uno de sus miembros, especialmente a los hijos, a que
desarrollen todas sus potencialidades para que logren alcanzar lo más cerca posible
sus objetivos en la vida:

La psicología afirma que el afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia


gracias a la sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla lentamente a
través de la infancia, la niñez y la adolescencia.

Educar en disciplina

Los hijos crecerán con unas u otras convicciones dependiendo de cómo los padres se
comuniquen con ellos a diario, sobre todo en los momentos difíciles. De ahí, la importancia
de saber por qué conviene corregirlos y cómo y cuándo hay que hacerlo.
Muchas veces, la disciplina es un concepto que asociamos al castigo físico o mental, a
algo que nos obligan a hacer en contra de nuestra voluntad, a un deber que aborrecemos. En
realidad, la disciplina debería consistir simplemente en enseñar a los niños a comportarse
bien para ser felices en la vida. Para hacerlo es preciso informarles cuáles, según nuestra
experiencia, son las conductas aceptables.
Una norma para conseguir que el hijo sea disciplinado es ponerle limites pero sin
coartarle su libertad ni frenar el desarrollo de su autodeterminación. Para ello, es necesario
exigirle sólo los que sean realmente imprescindibles. Lo ideal es que la educación que se le
dé al hijo vaya dirigida a conseguir que él mismo se los imponga siguiendo el ejemplo de
los padres y apoyándose en la respectiva orientación, y no atemorizándolo con castigos ni
imposiciones por la fuerza. Con todo, se verá en la obligación de corregirle. Pues el padre
que ama a su hijo le corrige.
Para ello conviene que tenga muy clara la frontera entre lo que considera tolerante e
intolerable, que reflexione sobre el porqué de sus límites y que esté dispuesto a hacérselos
respetar sin enfados, pero también sin concesiones.
A veces le costará entender las razones por las que el hijo se porta mal, pero no se
deben tomar sus acciones como un ataque sino como parte de un proceso natural de
crecimiento y de una necesidad de comprobar los límites de su tolerancia. Muchos de los
comportamientos inadecuados de los niños son pruebas a las que ellos recurren par saber si
pueden seguir haciendo algo o no, son demandas de orientación. Por eso, debe estar atento
y corregirlo tantas veces sea necesario en lugar de pasar por alto sus malos
comportamientos.
Por ejemplo, si el niño le contesta mal y no le reprende, él irrespetará a los demás y a
los mismos padres creyendo que está bien hecho. Y, además, echará por tierra la idea y
sentido de la seguridad de los padres, ya que el pequeño desea que ellos sean alguien con
fortaleza y capacidad de guía, alguien en quien confiar. Si no lo corrige, le fallará como
padre.
Pero, ¿Cómo debe corregir las conductas negativas? Se debe tener en cuenta que el
castigo vengativo no es adecuado, como tampoco lo es el ignorar las conductas infantiles
erróneas. Lo mejor es educar mediante “el aprendizaje de las consecuencias”. Si advierte a
su hijo sobre las consecuencias de su mala conducta y deja que las experimente (siempre
que su seguridad no esté en peligro), no sólo evitará que le vea como a un “enemigo” que le
impone sus caprichos a la fuerza, sino que le ayudará a entender que es su propia conducta
inadecuada la que le ha privado de algo que deseaba.
Desde el punto de vista del hijo, un castigo es algo desagradable que los padres u otro
adulto le imponen, mientras que una consecuencia es algo que él se ha buscado. Siempre
que la ocasión lo permita, se debe premiar las conductas positivas; hacerle ver la
consecuencia negativa de sus actos inadecuados y corregirle cuando sea necesario
(mostrándole siempre afecto). No olvidar que el ejemplo es lo más importante. De nada
servirá exigirle que no grite y pida el favor, si todo lo que oye en casa son malos modales y
gritos. Una de las principales tareas para educar al hijo, consiste en advertirle sobre los
efectos de sus malas conductas y, una vez hecho esto, intentar no coartar su libertad de
elección y permitirle que lleve sus acciones hasta las últimas consecuencias. Equivocándose
y llevándose un pequeño susto, aprenderá las lecciones de la vida con información de
primera mano, no se le olvidará jamás y él mismo tomará la decisión de variar sus
conductas negativas por iniciativa propia, sin necesidad de forzarle.
Educar en la Libertad

Educar en la libertad, es educar la responsabilidad. Somos libres cuando elegimos


hacer lo que debemos hacer y no cuando elegimos hacer lo que nos provoca.
Es educar a los hijos para que hagan lo que tienen que hacer, asumiendo sus
responsabilidades, queriendo sus responsabilidades. Que éstas implican esfuerzo, es verdad,
pero es muy importante enseñarles el valor del esfuerzo.
Las cosas que valen cuestan; pero también es cierto que cuando alcanzamos una meta
que nos ha costado mucho esfuerzo estamos muy cansados pero muy felices y eso que
hemos logrado después de un esfuerzo responsable y libre lo cuidamos, lo valoramos y
protegemos mucho s que lo que hemos conseguido fácilmente. Cuando educamos la
Libertad debemos:
• Enseñarlos a liberarse de los obstáculos que se les puedan presentar, tanto externos
(dificultades, inconvenientes, problemas económicos, modas, presiones ambientales)
como internos (flojera, no saber, no querer, preferir lo fácil, dejarse llevar por los
demás).
• Enseñarlos a conocer, aceptar y superar sus limitaciones, así como a esforzarse.
• La lucha personal desarrolla la libertad.
• Que aprendan a no lamentarse de lo que no tienen y a utilizar adecuadamente lo que
tienen.
• Que sepan trazarse metas, que luchen por ellas. Que sepan buscar un sentido a su vida y
luchar por alcanzado.
• Enseñarles a decidir, pues sabiendo tomar decisiones irán adquiriendo dominio de sí
mismos, y por lo tanto, serán más responsables.

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