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Poesía nuestra de cada día.

Sin pretensiones histórico-literarias, diremos simplemente que, sin duda, desde que los seres humanos
descubrieron las posibilidades de jugar con el lenguaje formal utilitario, nació la literatura o el arte del
lenguaje, arte que después los académicos de la lengua se han encargado de encapsular en teorías que
aparecen como interesantes, pero que corren el riesgo de provocar un disgusto por la expresión literaria a las
generaciones del siglo XXI

Particularmente, en el caso del denominado género lírico o poesía y su expresión formal, el poema escrito en
versos, los estudiantes de hoy y del siglo pasado, como fue mi caso, tuvimos un acercamiento que lindaba en
dos extremos: el primero, de la apoteosis exagerada por la declamación de una poesía previamente
memorizada del gusto de la profesora de castellano, o porque simplemente el poeta figuraba como un ilustre
y consagrado. Conclusión, terminada la tortura del acto obligatorio y conseguida la calificación, adiós poema,
poeta y hasta el nombre de la maestra. El otro extremo, teorizante, de extensas memorizaciones de
conceptos, resumidos en un largo y tedioso glosario: “hablante lírico”, “yo lírico”, “actitud lírica”, “motivo
lírico”, ”temple de ánimo”,” objeto lírico”, o otros tantos más, por cierto memorizados hoy hasta rendir la
PSU, para al día siguiente olvidarlos para siempre, y de paso, no habernos enterado, a no ser por esas
casualidades, u otras circunstancias casi mágicas, del valor de jugar y disfrutar de dicho juego incansable del
hombre por hurgar en sus sentires y visión de mundo mediante el lenguaje.

¿Cuáles pueden ser esas situaciones “mágicas” capaces de interesar al preadolescente y adolescente en un
contexto fuertemente audiovisual para acercarse al bagaje cultural literario, y en particular de la poesía?

Sugiero partir del mundo cotidiano, inmediato al joven o la joven, para inducirlos a ver desde otro ángulo, la
posibilidad de jugar, es decir, de distraerse y divertirse con el tedioso lenguaje formal de la vida común y
corriente, la posibilidad de la creación y expresión. Tomemos por ejemplo, el hecho de que hoy nuestros
estudiantes portan entre sus ropas centenares de canciones almacenadas en dispositivos electrónicos,
partamos de ahí, de la canción popular y las posibles connotaciones y evocaciones personales, íntimas, que
han provocado su elección, la selección y combinación de canciones que portan los estudiantes son la actual
metamorfosis de esa necesidad humana de comunicarse a sí mismo y hacia los demás mediante la función
poética del lenguaje. Su temática central y predominante, qué duda cabe, el amor y el desamor, la vida, la
muerte, en fin, el mundo que se abre a sus ojos pleno de contrastes está ahí, en los conciertos, en las
cantatas, en los estadios en que, no en vano, miles de voces de todas las edades corean una canción cuyo
referente claro es la vida por sobre la muerte.

La posibilidad de acceder a conocer y crear con placer, con gusto, con motivación personal más que
imposiciones pedagógicas efímeras, está a la mano : menos teorías, menos declamaciones que ponen al
borde del ridículo al estudiante, más audición y lectura de letras de canciones que él ha elegido, de ahí, un
solo paso, la comparación, el contraste, la reiteración, e incluso la crítica o juicios en torno de temas de las
creaciones de los de ayer jóvenes creadores, entre muchos, los consagrados Huidobro, Mistral, Neruda,
Parra, Violeta, Rojas, de Rokha, y tantos otros jóvenes contemporáneos chilenos que escriben hoy toneladas
de poesía en blog spot y páginas de internet.

Poesía desde los jóvenes al reencuentro con lo consagrado para potenciar no sólo el valor de la creación con
el lenguaje, sino por sobre todo para reinstalar el juego del descubrimiento de multiplicidad de sentidos en el
verbo humano cuando se articula más allá de lo meramente instrumental.

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