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Historiografía griega

Por historiografía griega se entiende aquella realizada en la Antigua Grecia, desde el siglo V a. C. hasta el siglo IV
d. C., desde Heródoto hasta Zósimo, pasando por Tucídides, Posidonio, Polibio, etcétera. En total, Jacoby, en
Fragmente der griechischen Historiker, diferenció a 856 historiadores griegos, incluidos los mitógrafos y cronistas
locales.

El concepto de historiografía nació en Grecia, aunque se acepta que anteriormente ya existía una concepción
histórica en Oriente, un deseo de permanencia de todo lo que se ha hecho. Ahora bien, esa concepción histórica
primitiva es una mera transmisión de datos históricos que, como las listas reales del Antiguo Egipto, carecían de
análisis histórico, por lo que no se trataban de historiografía, sin negar por ello su valor documental.

Se considera a Heródoto el primer historiador, tanto en la actualidad como en la antigüedad. Tucídides estableció
posteriormente la base racional y metodológica de una historiografía nacida como reacción ante lo irracional de la
mitología griega. Previamente, ya Hecateo de Mileto había atenuado lo sobrenatural, pero la separación total no se
produce hasta Tucídides. Heródoto concibió su Historia como un medio de evitar el olvido de aquello que merecía ser
recordado. En la Antigua Grecia se veía también la historia como medio de mostrar ejemplos, aunque no modelos de
acontecimientos futuros. Asimismo desde Heródoto los historiadores realizan un examen crítico del pasado y de los
hechos supuestamente acaecidos. El padre de la historiografía, Heródoto, así lo expresa en IV, 195, 2: "realmente,
ignoro si esto es verdad, simplemente consigno lo que cuentan".

En cuanto a las fuentes, existía una preponderancia de las fuentes orales sobre las escritas. En los orígenes de la
historiografía era casi obligado el uso de fuentes orales, pues a diferencia de los historiadores actuales, que se basan
sobre todo en la investigación de textos, los griegos antiguos no disponían la mayor parte de las veces de suficiente
material archivístico o bibliográfico. Sin embargo, cuando ya sí era posible trabajar con los fondos de las bibliotecas,
los historiadores siguieron prefiriendo la tradición oral; e incluso criticaron a los que sólo trabajaban con fuentes
escritas como, por ejemplo, Timeo. Además, hay que tener en cuenta que los griegos no solían conocer lenguas
bárbaras, por tanto, Heródoto no podía entender por sí mismo las crónicas orientales, aunque tampoco mostró interés
en conocerlas. La elección de la tradición oral conllevaba la necesidad de las primeras reflexiones en cuanto al
método histórico, como es la crítica de las fuentes, su relación y graduación según el valor de los testimonios
recogidos. De ahí por ejemplo su empeño en mostrar todas las versiones reconocidas, aunque considere algunas
erróneas. Asimismo, la tradición oral obligaba a establecer una cronología que ordenase los hechos aislados tras su
recopilación. Las fuentes escritas quedaron relegadas a los arqueólogos o antiquaria, es decir, para el estudio de los
tiempos remotos.

Historia

El descubrimiento del otro, el exotismo, más que alguna especie de conciencia nacional, están en el origen de las
primeras reflexiones históricas.
Roussel, Denis. Los historiadores griegos.

La historiografía griega nace en el siglo V a. C. de la mano de Heródoto. Para algunos autores, se trata de un
nacimiento tardío por el mayor peso del mito y la falta de interés por descubrir unos orígenes más racionales. Antes
ya había textos de carácter histórico pero según Bravo, entre otros, no son fuentes historiográficas al carecer de
espíritu crítico. Para Burrow, estas primeras descripciones históricas se centraban en historias locales sobre sus
supuestos orígenes. Schrader determina tres elementos básicos y definitorios de la historiografía griega:

 El mito y la literatura arcaica. La historia primitiva arcaica la constituían los relatos legendarios, siendo
Homero el mayor exponente de ese periodo. Aunque se rechaza que sea un "primer historiador", algunos
autores lo consideran el "posibilitador" de la historiografía posterior. Otros reducen su importancia,
considerándolo el precursor de la cronografía y de que en él nace la concepción de sucesión cronológica. La
presencia del mito solo empezó a reducirse con Hecateo de Mileto al constatar la larga historia oriental en
comparación con la historia griega.
 El afán explorador e investigador que daría origen a los periplos.
 El nacimiento de una concepción racional del mundo que llevó por un lado al surgimiento de una geografía
representativa o cartográfica. Por otro lado, posibilitó la sustitución del mito por esquemas racionales,
surgiendo los logógrafos. Además, ayudó al nacimiento de la historiografía una necesidad de afirmación
personal, creando genealogías que rastreaban los antepasados de las familias. Entre los logógrafos
destacaron Cadmo de Mileto, Helánico de Lesbos y especialmente Hecateo de Mileto. Además se realizaron
anales rudimentarios, como la relación cronológica de los vencedores de los juegos olímpicos realizada por
Hipias.

Otros autores señalan como fundamental para el nacimiento de la historiografía griega la influencia oriental. El
contacto con el imperio persa vuelve conscientes a los griegos de lo que les rodea y de su herencia cultural, siendo
un estímulo para contar su historia. Por tanto, se deja en un segundo grado la importancia de una conciencia nacional
para el surgimiento de la historiografía.

Heródoto

Fue considerado por sus sucesores tanto el "padre de la historia" como el "mayor embustero". En la actualidad está
mejor considerado y, aunque con reservas, se le considera fiable. Sus críticos en la antigüedad lo creían amigo de los
bárbaros, considerando sus escritos historias interesantes pero ajenas a la verdad.

Heródoto nació entre los años 490 y 480 a. C., en una familia de notables de Halicarnaso. Implicado en una conjura,
debió exiliarse marchando primero a la isla de Samos y posteriormente a recorrer el mundo conocido, quedando
reflejado ese peregrinaje en su obra. El lugar de su muerte, acaecida en 425 a. C., no es seguro, aunque en la Suda
se fija en Turios.

Hay una serie de características que convierten a Heródoto en algo nuevo, diferente a todo lo anterior: se trata de un
autor personal claramente definido y no cuenta ninguna historia narrada por musas, sino el resultado de una
investigación. Además su obra narra los sucesos del hombre; los dioses dejan de tener cabida en la historiografía, al
menos de forma directa o personal. Para Schrader, la obra de Heródoto está integrada por una Historia de Lidia, una
Historia de Persia y una Historia de las Guerras Médicas. Su Historia, dividida en nueve libros en la biblioteca de
Alejandría, se articulaba según un criterio ternario. Asimismo, cada pasaje se articula en tres partes: una introducción,
una digresión y la narración del episodio de que se trate pudiendo haber digresiones adicionales en algunas partes.
La propia investigación de Heródoto tenía un criterio ternario.

La Historia se basa principalmente en las fuentes orales y en caso de obtener distintas versiones, exponía las que
más fundamento tenían para que cada uno eligiera. En cuanto a las fuentes escritas, destacaron por su uso tres
grupos: los datos aportados por poetas; inscripciones, listas oficiales y administrativas así como oráculos; las
informaciones de logógrafos y literatura de su época. El desconocimiento del idioma de algunas inscripciones y listas
oficiales hacía que en ocasiones Heródoto cometiera errores en su interpretación por una mala traducción. En cuanto
a influencias de autores anteriores, la crítica distingue unos treinta pasajes basados en Hecateo de Mileto. En su obra
destacan también sus descripciones geográficas y etnográficas, en mayor parte fruto de su propia experiencia como
viajero.

Otros historiadores menores

Las únicas obras que pueden ser consideradas históricas en el principio y mediados del siglo V a. C. provienen de los
logógrafos. Se conocen gracias a la labor compiladora de Dionisio de Halicarnaso y a otros autores como Plutarco en
los que se encuentran fragmentos de las obras de los logógrafos. En este siglo destaca entre ellos Helánico de
Lesbos. Su importancia se observa también en el hecho de que es mencionado por Tucídides y aunque sea una
mención crítica, sólo a él y a Heródoto tiene la consideración de mencionarlos. Tucídides destaca que Helánico es el
único que trata la historia de Ática reciente, aunque sin exactitud cronográfica y de forma demasiado breve. Helánico,
quien escribió sobre la historia de Atenas, fue un precursor de las crónicas locales de historia contemporánea,
superando además a Heródoto en cuestiones de cronología. Su labor la continuaron en el siglo siguiente los
atidógrafos. El último logógrafo conocido fue Ferécides de Leros, que murió en el año 400 a. C., siendo más
mitógrafo que historiador. Es suya la versión más antigua que se conoce del mito de Procris.

Tucídides

Tucídides nació en torno al 460 - 455 a. C. en Atenas, en una familia noble con concesiones de minas. Es posible
que al iniciarse la guerra contra Esparta, Tucídides prestara servicio en su ciudad. En el año 424 a. C. fue elegido
estratego y ante una derrota militar fue considerado el culpable, teniendo que exiliarse. Su muerte acaeció
probablemente en el 398 a. C.. Esa fecha está en consonancia con la afirmación de Marcelino (Vita, 34) de que
Tucídides murió en la cincuentena. Algunos investigadores modernos niegan su condición de exiliado, viéndolo como
una muestra de la intromisión posterior de Jenofonte en la obra de Tucídides.

Su trabajo ha llegado a la actualidad sin nombre definido y dividido en ocho libros, pero se suele conocer como la
Historia de la Guerra del Peloponeso. La obra quedó inacabada, al sorprender la muerte a Tucídides. El momento en
el que se realizó la obra ha generado un intenso debate historiográfico, denominado la "cuestión tucidídea". La
discusión se centra en dos teorías: analítica y unitaria. La primera propone que la obra se escribió en diversas fases,
mientras que la segunda, que se ha impuesto en la actualidad, expone que toda la obra se escribió de manera
continuada, debatiéndose entonces en qué momento empezó Tucídides a escribir la obra.

Su obra supone un avance al diferenciar las causas políticas de la guerra en causas "superficiales" y "verdaderas o la
razón profunda". Además, rechaza cualquier intervención divina, distanciándose así de Heródoto. Tucídides quiso
mostrar la guerra como inevitable siendo para él la razón profunda el temor de Esparta al poderío ateniense. Algunos
investigadores consideran que el estudio de las causas de Tucídides era aún poco elaborado y se limitaba a señalar
los sentimientos profundos de las poblaciones. Tucídides apenas influyó en los historiadores inmediatamente
posteriores, pero con el paso de los siglos se convirtió en un modelo y con él se iniciará el lenguaje histórico, con su
jerga particular, que luego imitarán historiadores romanos como Suetonio o Tácito.

En cuanto a las fuentes, al igual que Heródoto usa principalmente fuentes orales, aunque también hace uso de
inscripciones para conocer cifras exactas, que en caso de que no conociera no se inventaba. Él mismo asegura hacer
una selección crítica de los informes orales, aprovechándose además de haber vivido muchos de los acontecimientos
como testigo directo.

Historiadores del siglo IV a. C.

Pese a que en este siglo se cuentan más de un centenar de historiadores, apenas se han conservado fragmentos o
algunas citas de la mayoría de ellos. Sólo de Jenofonte se ha conservado su obra completa, por la alta consideración
que tenían sus escritos en la antigüedad, lo que contrasta con el poco reconocimiento de los investigadores actuales.
En este siglo tuvo mayor éxito la filosofía, que no prestó interés por los trabajos históricos ni metodologías rigurosas.
En este contexto quedan los trabajos históricos de Platón en los que desdibuja la separación entre realidad y mito,
inventando incluso toda una región como la Atlántida. Otros historiadores de este siglo son Teopompo, Éforo, Ctesias
y los atidógrafos.

Jenofonte y la Helénicas de Oxirrinco

Nació el 431 a. C. en Atenas, en el seno de una familia acomodada. De entre sus obras destaca la continuación de la
obra inacabada de Tucídides, las Helénicas. También hizo una biografía de Ciro II el Grande, la Ciropedia y diversas
obras sobre el proceso que se instruyó contra Sócrates. Además escribió la Anábasis donde narra la expedición
militar de Ciro el Joven contra Artajerjes II. El propio Jenofonte participó en esa expedición. La Anábasis contrasta
con las obras anteriores sobre la historia griega al centrarse en un periodo corto y en un sólo personaje, el propio
Jenofonte.

Sus diferencias con Tucídides son notables; por ejemplo, recupera las influencias divinas en las Helénicas. El estilo
de Jenofonte es decadente y pesimista, con mucha influencia retórica y poca metodología histórica. Aunque se le
considera un historiador menor, su estudio es fundamental por la conservación de todas sus obras, siendo la base de
muchas teorías historiográficas sobre esa época.

Jenofonte no fue el único continuador de la obra de Tucídides. Además de unas Helénicas poco conocidas de
Teopompo, destacan las denominadas Helénicas de Oxirrinco. A lo largo del siglo XX se fueron descubriendo en
Oxirrinco unos papiros que contenían esta historia. Según Lérida, su principal característica es la falta de estilo, pero
se conjuga con una correcta objetividad y presentación de los hechos, que los hacen una fuente más fiable que
Jenofonte. La identidad del autor de estos papiros no está clara, aunque para muchos investigadores podría tratarse
de un tal Cratipo de Atenas. También se piensa en Teopompo, aparte de otras opciones menos plausibles como
Éforo de Cime, Androción, Anaxímenes o Démaco.

Teopompo

Nacido en Quíos en 380 a. C., se lo considera el mejor historiador de este siglo. Aunque se ha perdido toda su obra,
quedan muchos fragmentos copiados por otros autores. De su obra más temprana, las Helénicas, apenas quedan
fragmentos. Es una continuación de la obra de Tucídides, considerada de poca importancia y propia de la
maduración como autor de Teopompo. Desde sus inicios, se aprecia la influencia de Heródoto, Isócrates y
Antístenes.

Su obra más importante son las Filípicas, conocida por los numerosos fragmentos en obras de otros autores.
Teopompo fue el primer historiador que apreció el agotamiento de las tesis de Tucídides y el cambio de escenario por
el acceso al poder de Filipo de Macedonia, desapareciendo la principal lucha entre Esparta y Atenas. En sus Filípicas
combina la crítica moral a Filipo por su comportamiento, que le llevó a su asesinato, con alabanzas a sus acciones
políticas como defensor del panhelenismo. Asimismo muestra su odio por la democracia y las instituciones
atenienses, considerándolas culpables de la degeneración de las sociedades.

Siete Sabios de Grecia

La denominación de Siete Sabios fue el título dado por la tradición griega a siete antiguos sabios griegos (alrededor
del 620 — 550 a. C.), renombrados por su sabiduría práctica que consistía en una serie de aforismos memorables.
Merecieron dicho nombre debido a que sus enseñanzas o frases son una guía de la vida de los hombres. Este
conjunto incluye tanto a filósofos como a estadistas o legisladores.
La tradición de los Siete Sabios se mantuvo a lo largo de los siglos. Por ejemplo, Plutarco compondría un Ágape para
siete sabios.

Relación de sabios

El mundo antiguo nos ha dejado varias relaciones de los Siete Sabios. Una la presenta Platón en el diálogo
Protágoras (Prot. 343a). Otra, la que aquí sigue, procede de Estobeo (que no incluye en la lista a Misón de Quene,
mencionado por Platón, y pone en su lugar a Periandro).

 Cleóbulo de Lindos: se le atribuye la máxima La moderación es lo mejor. Gobernó como tirano de Lindos, en
la isla griega de Rodas, c. 600 a. C. También se conoce su aforismo Aceptar la injusticia no es una virtud,
sino todo lo contrario.

 Solón de Atenas: acuñó la máxima Nada con exceso, todo con medida para guiar el comportamiento práctico
de los hombres. Solón (640 a. C. - 559 a. C.) adquirió fama como legislador y reformador social en Atenas.
Otro aforismo atribuido a él es No tengas prisa en buscar nuevos amigos, pero una vez encontrados no
tengas prisa en deshacerte de ellos.

 Quilón de Esparta: autor de la máxima No desees lo imposible. Político del s. VI a. C., intenta mejorar los
sistemas para controlar mejor a los más altos funcionarios del estado. Asimismo, se le atribuye la
militarización de la vida civil de Esparta y las primeras medidas para la educación castrense de la juventud.

 Bías de Priene: La mayoría de los hombres son malos, indica la máxima atribuida a este político griego que
alcanzó gran fama como legislador en el s. VI a. C.

 Tales de Mileto: Filósofo y matemático, destacó gracias a su sabiduría práctica, a su notable capacidad
política y a la gran cantidad de conocimientos que poseía. La máxima que se le atribuye, que figuraba en el
frontón del templo de Apolo en Delfos, es Conócete a ti mismo.

 Pítaco de Mitilene: fue un estadista griego (c. 650 a. C.) que gobernó en Mitilene (Lesbos), junto con el tirano
Mirsilo. Pitaco intentó restringir el poder de la nobleza, y ejerció el poder apoyándose en las clases populares.
El aforismo por el que se le conoce es Debes saber escoger la oportunidad.

 Periandro de Corinto: como tirano de Corinto, intentó mantener la estabilidad política interna y propició la
prosperidad del país durante el período entre los s. VII-VI a. C. Se ocupó de reglamentar y humanizar el
trabajo de los esclavos, protegió a la clase social de los campesinos pobres y obligó a la nobleza a reducir la
suntuosidad de sus gastos. También llevó a cabo una sistemática política colonial de conquistas. La larga
estabilidad de que gozó Corinto bajo su mandato contribuyó a que fuera incluido en el grupo de los sabios de
Grecia. Es autor de la máxima Sé previsor con todas las cosas.

El relato de los Siete Sabios

Sócrates se refiere indirectamente a un cuento de los Siete Sabios que apunta a que la humildad es la madre de la
sabiduría:

Según relata Diógenes Laercio, unos pescadores de la isla de Cos encontraron entre sus redes el trípode de Helena
de Troya, la cual lo echó al agua en su viaje de retorno desde Troya a Esparta. Los pescadores habían vendido por
anticipado el contenido de sus redes a unos viajeros de Mileto, pero al encontrar el trípode se negaron a dárselo a los
viajeros de Mileto. De esta forma, estalló una guerra entre Cos y Mileto. Viendo que la guerra no tenía fin, los
combatientes acudieron al Oráculo de Delfos, para saber qué hacer con el trípode. El oráculo mandó que el trípode
fuese entregado al hombre más sabio, así que aquel fue entregado a Tales de Mileto. Sin embargo, modestamente
rechazó el título y mandó el trípode a Bías de Priene, el cual también rechazó el honor y se lo envió a otro miembro
del grupo. Al final, el trípode fue dedicado a Apolo.

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