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Las clasificaciones literarias: ¿Cómo se han hecho?

David Perkins

[Título original: “Literary Classifications: How Have They


Been Made?”, de David Perkins (Editor), Theoretical Issues in
Literary History. Harvard University Press: Cambridge, USA,
1991, pp. 248-267.

Traducción de Ricardo J. Kaliman para los alumnos de Teoría y


Análisis Literarios, mayo de 1998]
La clasificación es fundamental para la disciplina de la historia literaria. Una historia literaria
no puede tener un solo texto como tema, ni puede describir una gran cantidad de textos
individualmente. La multiplicidad de objetos debe convertirse en menos unidades, más manejables,
que pueden entonces ser caracterizadas, comparadas, interrelacionadas y ordenadas. La más
importante de las suposiciones de la historia literaria es que uno puede hablar con sentido de
entidades supraindividuales -períodos, géneros, tradiciones, escuelas, movimientos, horizontes de
expectativa, discursos o sistemas comunicativos. Tales “temas lógicos”, como los llamaba Dilthey,
son los protagonistas usuales de las historias literarias, los “héroes” cuya elevación y declinación
narramos.
Las clasificaciones hacen un mapa del mundo cultural. La literatura de los negros en Estados
Unidos puede ser una unidad taxonómica separada, o puede ser “integrada” con la literatura de los
blancos. Langston Hughes puede ser agrupado con Amiri Baraka o con Carl Sandburg. La tendencia
en las historias literarias alemanas a demarcar un período literario con el Tercer Reich tienen, según
Alexander von Bormann, una “función perceptiblemente descargadora”. El período, al situarse “fuera
de nuestra tradición cultural como algo exótico”, deja de ser un “‘pasado presente’. Esto cambia de
golpe si uno trabaja con la tesis de la continuidad, y presta atención a las muchas líneas de
conexión”.1 Así las clasificaciones dan forma a nuestro sentido de identidad nacional y personal.
La importancia de la taxonomía literaria en el terreno profesional no se pueden sobreestimar.
Las clasificaciones son los principios organizadores de cursos (“La lírica”), estantes de biblioteca
(“Ficción - Estados Unidos - Siglo XIX”), sociedades (las divisiones de la Asociación de Lenguas
Modernas), revistas (Estudios sobre el romanticismo), antologías, colecciones de ensayos, congresos
y búsquedas de puestos de trabajo. Se usan y se combaten en las luchas por el poder institucional.
A pesar de la importancia del tópico, no mucha reflexión crítica ha enfocado recientemente,
en Estados Unidos, las clasificaciones literarias y sus problemas.2 Además, excepto en

1
Alexander von Bormann, “Zum Umgang mit dem Epochenbegriff”, en Literatur und Sprache im
historischen Prozess. Vorträge des Deutschen Germanistentages Aachen 1982, ed. Thomas Cramer. Vol. I.
Literatur (Tübingen: Max Niemaye Verlag, 1983), p. 191.
2
Para los géneros, ver Paul Hernaudi, Beyond Genre: New Directions in Literary Classification (Ithaca, N.
Y.: Cornell University Press 1972); Rosalie L. Colie, The Resources of Kind: Genre-Theory in the Renaissance,
ed. Barbara K. Lewalski (Berkeley: California University Press, 1973); J. P. Strelka, ed., Theories of Literary
Genre (University Park, Pa.: Pennsylvania State University Press, 1978); Renaissance Genres: Essays on
Theory, History and Interpretation, ed. Barbara K. Lewalski (Cambridge, Mass.: Harvard University Press,
1986); Ralph Cohen, “History and Genre” New Literary History 17/2 (Invierno, 1986) y el artículo de Cohen en
este volumen; Clifford Siskin, The Historicity of Romantic Discourse (Nueva York: Oxford University Press,
1988); y trabajos sobre géneros particulares. Para problemas de taxonomía en general ver la muy elegante
exposición sobre la taxonomía del siglo XVIII en las ciencias naturales en Michel Foucault, The Order of Things
(Nueva York: Pantheon Books, 1970). Para la taxonomía y especialmente la periodización en historia literaria
ver R. S. Crane, Critical and Historical Principles of Literary History (Chicago: University of Chicago Press,
David Perkins 2 Las clasificaciones literarias

consideraciones de género, la discusión se ha limitado a sólo una cuestión, la de si las taxonomías


literarias pueden corresponder a realidades históricas. Los términos de este debate no son exactamente
los mismos con respecto a períodos, géneros, tradiciones, movimientos y otras categorías, pero son
similares, y nuestra reflexión sobre la periodización ilustra el estado de la cuestión con respecto a las
clasificaciones literarias en general.
En Teoría de la literatura (1949), Wellek rechazaba tanto la noción de que los períodos son
entidades metafísicas como la opinión opuesta de Croce, de que los períodos son meramente
convencionales. Adaptando ideas de los formalistas rusos, Wellek argumentaba que un período se
crea por un sistema dominante “de normas, standards y convenciones literarias”. Así, Wellek
aseguraba la objetividad y la “relativa” unidad de los períodos, al tiempo que dejaba lugar para un
grado de heterogeneidad y conflicto dentro de ellos.3 Las opiniones de Wellek fueron aceptadas,
aunque no sin crítica, por Guillén, Wesstein, Japp y muchos otros que escribieron sobre la teoría de la
historia literaria. Este consenso duró, aunque fue gradualmente debilitándose, hasta comienzos de los
70.
Actualmente, tendemos a considerar a los períodos como ficciones necesarias. Son necesarias
porque no se pude escribir historia o historia literaria sin periodizar. Además, requerimos de los
conceptos de un período unificado con el fin de negarlo, y así hacer aparecer la particularidad, la
diferencia local, la heterogeneidad, la fluctuación, la discontinuidad y las luchas que son ahora
nuestras categorías preferidas para entender cualquier momento del pasado.
Nuestro postmoderno cuestionamiento de la unidad y la objetividad de los períodos se basa en
la historiografía de la escuela de los Annales y el Apéndice de Lévi-Strauss a El pensamiento salvaje,
que subrayan la intersección de hechos de larga y corta duración (estas ideas ya habían modificado la
perspectiva de Guillén de la periodización literaria); el sentido estructuralista de las oposiciones o
diferencias sistemáticas dentro de cualquier campo que discriminemos; la “genealogía” de Foucault y
su polémica contra las totalizaciones; la orientación hacia la historia de la recepción, que arroja
períodos muy diferentes de los de la historia literaria tradicional de la génesis de los trabajos;4 el
argumento de la hermenéutica de que los períodos del pasado se construyen desde una perspectiva
presente y cambia a medida que el presente avanza; y la crítica ideológica, que enfatiza que las
clasificaciones sirven a intereses ideológicos.
Además, objeciones más tradicionales todavía tienen fuerza. Según Croce, una obra de arte
encarna una intuición individual, y por lo tanto toda obra de arte difiere de todas las demás. El campo
literario -cualquier reunión de textos que queremos dividir en grupos- es siempre perfectamente
heterogéneo. Cuando clasificamos textos, continuamente ponemos objetos diferentes en unos cuantos

1971); Claudio Guillén, Literature as System (Princeton: Princeton University Press, 1971); Ulrich Weisstein,
Comparative Literature and Literary Theory: Survey and Introduction, trad. de William Riggan (Bloomington:
Indiana University Press, 1973); Fredric Jameson, The Political Unconscious: Narrative as a Socially Symbolic
Act (Ithaca, N. Y.: Cornell University Press, 1981); John Frow, Marxism and Literary History (Cambridge,
Mass.: Harvard University Press, 1986). Entre las disquisiciones más recientes sobre periodización en Alemania,
pueden mencionarse las de Uwe Japp, Beziehungssin: Ein Konzept der Literaturgeschichte (Frankfurt am Main:
Europäische Verlagsanstalt, 1980); los ensayos de varias manos recogidos en Epochenschwellen und
Epochenstrukturen im Diskurs der Literatur- und Sprachhistorie, ed. H. U. Gumbrecht y Ursula Link-Heer
(Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, 1985); Siegfried J. Schmidt, “On Writing Histories of Literature: Some
Remarks from a Constructivist Point of View”, Poetics 14 (agosto 1985), pp. 279-301; y Arthur Bethke,
“Periodisierung als methodologisches Problem der Literaturgeschichtsschreibung”, en Die nordischen
Literaturen als Gegenstand der Literaturgeschchischeibung. Beiträge zur 13. Studienkonferenz für
Skandinavische Studien (IASS) 10.-16. Agosto 1980 und der Ernst-Moritz-Arndt-Universität Greifswald
(Rostock: VEB Hinstorff Verlag, 1982).
3
René Wellek y Austin Warren, Theory of Literature (Nueva York: Harcourt, Brace, 1949)m pp. 277-278.
4
Janus Slawinski, “Reading and Reader in the Historical Process”, New Literary History, 19/3 (Primavera,
1988): 526.
David Perkins 3 Las clasificaciones literarias

palomares. Además, Croce concuerda con los formalistas rusos y con la vanguardia moderna en
general en que la calidad individual o la diferencia de una obra de arte es el locus especial de su valor.
Dado que las taxonomías se basan en rasgos que los textos comparten, ponen en primer plano lo que
es menos valioso en ellos.
Debemos especialmente a Dilthey el concepto de que los períodos son fragmentos de tiempo
espiritual o ideológicamente unificados, pero incluso a Dilthey le preocupaba que tales
representaciones eran integrales y estables, mientra que la “vida” es interminablemente diversa y
cambiante. Los períodos son “representaciones fijas de algo en movimiento, que da fijeza en el
pensamiento a lo que es en sí mismo proceso o movimiento en una dirección”.5 Cuando hablamos del
período romántico, aislamos una duración dentro de una duración más larga, y sugerimos, sin querer,
que el proceso de cambio cesa durante el “período”. Este punto ha sido notado a menudo por teóricos
de la historia literaria,6 y la misma objeción se aplica a los conceptos de escuelas o movimientos. La
frase “movimiento imaginista” suprime no sólo las diferencias entre los textos que sintetiza sino
también el desarrollo de ese estilo a través del tiempo, ya que un típico poema imaginista de los 1930
era diferente a uno de los 1910. Esta última oración misma comete el error que critica y así ilustra el
problema, que tiene su raíz en la naturaleza del pensamiento conceptual y del lenguaje.
Los teóricos han propuesto nuevas categorías taxonómicas -horizonte de expectativas,
discurso, sistema comunicativo, épisteme- que, se espera, escaparán a las objeciones de las
tradicionales. Pero el énfasis en la particularidad, la diferencia y la discontinuidad mina la confianza
en todas las clasificaciones. Al mismo tiempo, por supuesto, debemos clasificar, ya que de otra
manera nos hundiríamos en una masa de detalles sin relación y perderíamos toda posibilidad de
entenderlos. Una típica idea en este momento es, entonces, la de que debemos imponer taxonomías,
pero no debemos creer que corresponden a realidades históricas. Philippe Forget dice que al escribir
una historia literaria, hay que “aceptar una división definida” del material, pero “en el curso o al final
de la investigación tenemos que hacer que la división luzca “inapropiada” y abandonarla o
reestructurarla.7 Las interrelaciones de textos y autores en una historia literaria no están “incorporadas
en el proceso histórico” para que el historiador lo descubra, como sostenía Wellek,8 sino que son
construidos por el historiador literario. “Tenemos que admitir”, dice Siegfried Schmidt, “que tenemos
que aplicar criterios distintos a los de verdad, objetividad o confiabilidad a las historias literarias, y
que tenemos que formular funciones sociales para los historiadores literarios que no sean la de
proporcionar un informe verdadero sobre ‘cómo han sido las cosas’”.9
Pero este argumento, que reemplaza el consenso creado por Wellek, todavía se concentra en la
misma pregunta: si puede la taxonomía literaria ser verdadera con respecto al pasado. En esta ocasión
pongo entre paréntesis la pregunta para presentar otra que no hemos hecho, o que sólo estamos
comenzando a hacer, sobre las clasificaciones literarias. Estas preguntas tienen que ver con su origen
(¿quién las hizo? ¿cómo? ¿con qué intereses o motivos?), con su recepción (¿quién o qué determina su
aceptación? ¿por qué y como cambian?) y con sus funciones en la determinación de lo que leemos, en
la modificación de nuestras respuestas a los textos y de nuestras interpretaciones de ellos, en la
organización del pasado, en las carreras y la vida institucional y en la sociedad en general. Estas

5
Wilhelm Dilthey, Der Aufbau der geschichtlichen Welt in der Geisteswissenchaften, Gesammelte Werke, 2ª.
edición, sin cambios (Stuttgart: Teubner, 1958), VII, p. 157.
6
Wellek y Warren, Theory, p. 278; Guillén, Literature, p. 445; Crane, Critical and Historical Principles, p.
28.
7
Philippe Forget “Literatur-Literaturgeschichte-Literaturgeschictsschreibung: Ein rückblickender
Thesenentwutf”, en Kontroversen, alte und neue. Akten des VII Internationalen Germanisten-Kongresses
Göttinge1985. Vol. 11, Historische und aktuelle Konzepte der Literaturgeschichtsschreibung. Zwei
Königskinder? Zum Verhältnis von Literatur und Literaturwissenschaft, ed. Albrecht Schöne (Tübingen: Max
Niemayer Verlag, 1986), p. 44.
8
Wellek y Warren, Theory, p. 278.
9
Schmidt, “On Writing Histories of Literature”, p. 285.
David Perkins 4 Las clasificaciones literarias

preguntas se pueden hacer tanto sobre clasificaciones particulares como sobre el proceso de la
clasificación literaria en general.
Un breve ensayo puede explorar sólo parte de este programa. Intentaré decir cómo, en general,
han hecho los historiadores literarios las clasificaciones. Pretendo describir solamente los que han
sido y son todavía los métodos comunes y no intento sugerir que se debería hacer para superar
nuestras prácticas claramente insatisfactorias. La investigación es empírica, en el sentido de que se
concentra en casos particulares de clasificaciones de historiadores literarios. Los ejemplos están
elegidos casi al azar, y mi generalización se basa en el estudio de muchos más casos de lo que el
espacio permite analizar. Otro conjunto de ejemplos no llevaría a conclusiones diferentes.
Obviamente, los procesos de taxonomización literaria han sido contingentes y los resultados
irracionales. No son para nada como los esfuerzos de Linneo y los otros naturalistas del siglo XVIII
descriptos por Foucault en Las palabras y las cosas, porque los naturalistas, aunque miopes para los
criterios en los que basaban sus clasificaciones, eran por otra parte lógicos y sistemáticos. La
literatura no tiene sistema taxonómico, sino sólo un confuso agregado de clasificaciones que se
intersectan desde diferentes puntos de vista. Ver cómo se han hecho realmente las clasificaciones
literarias nos dice por qué.
Las clasificaciones literarias han estado determinadas por seis factores: la tradición, los
intereses ideológicos, los requisitos estéticos de escribir una historia literaria, las afirmaciones de
autores y sus contemporáneos sobre sus afinidades y antipatías, las similaridades que el historiador
literario observa entre los autores y/o los textos, y las necesidades de las carreras profesionales y la
política del poder en las instituciones. Este ensayo no analiza ejemplos de esto último, porque o bien
los motivos políticos o de carrera son transparentemente obvios o están velados bajo motivos más
aceptables, aparentemente objetivos. Contra lo que podría suponerse ingenuamente, la observación de
textos es el método menos usual de clasificación, y es también el menos efectivo si la efectividad se
mide por la aceptación. A continuación, trataré de dar a estas generalizaciones concreción y detalle a
través del estudio de casos particulares. Para mí, lo más sorprendente que estos casos revelan es el
enorme peso del papel de la tradición en el proceso de taxonomizar.
Podemos comenzar preguntando por qué la última edición de la Cambridge History of
Classical Literature (1985) clasifica a la poesía lírica griega del siglo VII al V A.C. en las siguientes
categorías: elegía y yambo, lírica coral arcaica, monodia (lírica para solo de voz) y lírica coral en el
siglo V. Quien tenga que clasificar esta poesía no es digno de envidia, ya que todo lo que ha
sobrevivido son textos o fragmentos significativos de aproximadamente unos dieciocho poetas,
ampliamente dispersos en tiempo y espacio, de los cuales tenemos poca información, en su mayor
parte poco confiable. Pero nadie que empezara en este momento de la nada a clasificar estos versos
decidiría que la mejor manera de expresar las interrelaciones históricas y de otros tipos entre estos
poetas es un sistema basado principalmente en la versificación y en el modo coral o en solo de su
ejecución. Sin embargo, este es el principio organizador adoptado en la Cambridge History, aunque el
sistema también tiene en cuenta la cronología. No refleja los diferentes dialectos en los que los
poemas fueron escritos, sus usos sociales, su origen, ni sus temas, aunque debemos admitir que si
usáramos estos criterios no nos resultaría menos difícil agrupar los poemas de maneras históricamente
significativas.
El sistema en la Cambridge History es esencialmente el mismo que el de la primera
clasificación de estos poetas, que fue hecha por los gramáticos alejandrinos en el siglo III A.C. Ellos
dividieron a los poetas de entre dos a cuatro siglos anteriores entre los que escribían en metro
elegíaco, lo que lo hacían en metro yámbico, y los poetas “líricos” (un término que ellos inventaron),
que escribían en estrofas. El “canon alejandrino” fue ampliamente conocido en el mundo antiguo y
David Perkins 5 Las clasificaciones literarias

descendió a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento.10 Cuando los primeros trabajos que
nosotros reconoceríamos como historia literaria fueron compuestos en el siglo XVIII, adoptaron
naturalmente el esquema alejandrino de clasificación. Un ejemplo es el ciclo de conferencias dado en
Halle en los 1780 por F. A. Wolf, el famoso estudioso y maestro cuyos Prolegomena ad Homerum
(1795) fueron los primeros en presentar la “cuestión homérica”. En sus conferencias, Wolf discurrió
sobre los poetas mélicos (líricos), yámbicos y elegíacos separadamente, y dentro de cada clasificación
siguió un orden cronológico. Admitió con franqueza que “no puede ni debe evitarse que un autor
posterior sea mencionado antes que uno anterior en un género diferente”.11
Los primeros intentos interesantes por romper con el esquema alejandrino de clasificación
fueron hechos por Herder en su ensayo sobre “Alcaeus und Sapho” (1795) y Friedrich Schlegel en
“Von der Schulen der Griechen und Römer” (1798), que se esforzaron por crear una taxonomía
basada en períodos y escuelas. Herder distinguió un primer período de poesía griega caracterizada por
la épica y la elegía y un segundo período de poesía del tipo asociado con Lesbos, la poesía de Alcaeo
y Safo. Schlegel intentó hacer de las diferentes tribus griegas las bases de una taxonomía y describió
una escuela jónica, una escuela dórica y así sucesivamente. En Geschichte der Hellenischen
Dichtkunst (1838-39), G. H. Bode intentó llevar a cabo la idea de Schlegel en detalle, haciendo del
patrimonio racial (Volk) el tema guía de su taxonomía. Pero este y similares intentos naufragaron en
su propia inadecuación histórica e inconsistencia interna, y los cientos de historias literarias de Grecia
en el siglo XIX en general revirtieron a la clasificación alejandrina, estableciendo cuatro categorías en
dos pares: verso elegíaco y yámbico, lírica de solo y coral.
Por supuesto, los historiadores literarios clásicos argumentaban que la versificación estaba
regularmente asociada con otros rasgos significantes, haciendo que sus taxonomías parecieran menos
arbitrarias. K. O. Müller, por ejemplo, sostenía que “los poetas griegos siempre eligieron su verso con
la atención más delicada hacia los sentimientos a ser expresados en el poema”.12 Pero su exposición
posterior mostraba que los versos elegíacos griegos podrían expresar un vasto rango de sentimientos -
guerreros, eróticos, políticos, de fiesta o de lamento. Müller se vio así llevado a buscar otros rasgos
“esenciales” compartidos por los poemas en metro elegíaco. Estos eran, dijo, la emoción fuerte,
“expresión honesta y directa”, y un uso social: las elegías se cantaban en los banquetes.13 En sus
Grundriss der Griechischen Litteratur (Halle: 1836-45), Gottfried Bernhardy, que consideraba a
Müller un superficial, aspiraba a correlacionar los versos en metro elegíaco con las características
raciales del Volk jónico que crearon el metro y con la emergencia histórica de la autoconsciencia. No
necesitamos seguir estos argumentos en detalle para ver que la clasificación por el metro está
causando embarazos. Sin embargo, todavía en 1929 el autorizado Schmid-Stählin afirmó que “la
división según géneros literarios… se corresponde en su mayor parte con la división según
patrimonios y dialectos raciales”,14 un punto que es negado en la Cambridge History de 1985.15
Así, un dudoso esquema de clasificación ha durado más de dos mil años. Podríamos argüir
que la investigación clásica es un caso especial. No mucha gente puede involucrarse. Los temas son

10
Weisstein, Comparative Literature, pp. 111, 120, resume la historia de esta taxonomía en el mudno
antiguo, aunque su información difiere un poco de la mía.
11
Friedrich August Wolf, Vorlensungen über die Altertumswissenschaft, ed. J. D. Gurtler y S. F. W.
Hoffman. Vol. II: Vorlesungen über die Geschichte der grieschischen Literatur, ed. J. D. Gurtler (Leipzig,
1839), p. 111.
12
K. O. Müller y John William Donaldson, A History of the Literature of Ancient Greece (Londres, 1858), I,
pp. 142, 147.
13
Müller y Donaldson, A History, I, p. 147.
14
Wilhelm Schmid y Otto Stählin, Geschichte der Grieschischen Literatur, Erster Teil: die Klassische
Periode der griechischen Literatur. Vol. I: Die griechische Literatur vor der attischen Hegemonie (Munich: C.
H. Beck’sche Verlagbuchhandlung, 1929), VII, i., i., 9.
15
The Cambridge History of Classical Literature, Vol. I, Greek Literature, ed. P. E. Easterling y B. M. W.
Knox (Cambridge: Cambridge University Press, 1985), p. 158.
David Perkins 6 Las clasificaciones literarias

remotos con respecto a los intereses del presente. Sin embargo la garra de la tradición es poderosa en
todos los casos.
Cuando escribimos historias literarias, un esquema de clasificación está ya usualmente en
existencia, como fue el caso para F. A. Wolf y todos sus sucesores. Si los historiadores literarios
piensan sobre clasificaciones existentes, en realidad ya han pensado con ellas. La clasificación es
previa, en un sentido, a la literatura que clasifican, porque organiza las percepciones de la literatura.
La validez de la clasificación se confirma cada vez que los textos se leen, porque la clasificación
señala qué buscar y predetermina, por lo tanto, en cierto grado, lo que se observará.
Las taxonomías impresas son también resistentes al cambio por la simple razón de que la
cantidad de ideas que uno tiene tiempo y ocasión de considerar y corregir es pequeña en comparación
con el número total de ideas que uno almacena. El contenido de la mente de cualquier persona
consiste en su mayor parte en ideas recibidas, incluyendo las taxonomías tradicionales. Para decirlo
de nuevo, toma tanta más energía, tanto más conocimiento y reflexión, complicar el sistema recibido
que aceptarlo y aplicarlo, que nadie puede revisarlo sino sólo en unos pocos puntos. Por eso, en
cualquier historia literaria comprehensiva la fuente principal de las taxonomías será la transmisión
cultural. A estas consideraciones podemos agregar la influencia conservadora de la audiencia. En la
medida en que los lectores ya conocen las taxonomías tradicionales, las esperan en las historias
literarias. Un historiador literario que proponga diferentes taxonomías tiene que hacer un argumento.
Finalmente, en tanto que proceso lógico, hacer taxonomías implica razonar en un círculo
hermenéutico. Una taxonomía literaria incluye un nombre (por ejemplo, modernismo), un concepto y
un canon de obras subsumidas bajo ese concepto. El razonamiento va del concepto al canon, del
canon al concepto. Los dos pueden modificarse, pero antes de que el proceso pueda empezar, tienen
que estar dados. En la mayoría de los casos están dados por la tradición, eso es, por una clasificación
previa, ya existente, de esos textos. Modificaciones muy grandes pueden tener lugar a través del
tiempo, pero el proceso nunca puede trascender completamente sus comienzos.
En un aspecto, sin embargo, la Cambridge History of Classical Literature difiere de todas las
clasificaciones previas de la lírica griega antigua. Incluye una categoría de Poetas Mujeres. Que las
razones son políticas e ideológicas es de lo más obvio porque la categoría tiene poco sustento de otro
modo, ya que pocos versos han sobrevivido de mujeres poetas. (Las mujeres poetas no incluyen a
Safo, que se considera bajo una categoría diferente, sino Corinna, Myrtis, Telesilla y Praxilla.) Esto
ilustra cuán rápida y agudamente incluso las taxonomías mas tradicionales son revisadas si se
involucran intereses actuales. La historia de las taxonomías literarias podría escribirse, a la Foucault,
en términos de represión y de protesta contra ella, de la lucha por el poder en la competencia de
discursos e historiadores literarios.
Paso ahora a taxonomías formadas sobre la base de lo que podemos llamar “hechos externos”
-hechos externos a los textos mismos. A diferencia de las taxonomías derivadas de la tradición, estas
presuponen y requieren estudio literario positivista. Podemos descubrir, por ejemplo, que los autores
sintieron afinidades con algunos de sus contemporáneos, o incluso se vieron o se presentaron como
miembros de un grupo en manifiestos, revistas, publicaciones conjuntas, antologías y cosas parecidas.
Clasificarlos juntos refleja su propia autocomprensión y, usualmente, las percepciones de sus
contemporáneos. Era natural para los contemporáneos asociar a Wordsworth y Coleridge, ya que
publicaron un volumen conjunto de poemas (las Lyrical Ballads) y lo introdujeron con un prefacio en
el que declaraban sus perspectivas compartidas sobre la poesía -al menos, fueron interpretadas como
perspectivas compartidas en ese momento. Además, se sabía que Wordsworth y Coleridge eran
amigos y Coleridge a menudo elogiaba la poesía de Wordsworth. Era razonable agrupar a Robert
Southey con ellos, ya que Coleridge y Southey eran cuñados y vivían en la misma casa. Como los tres
poetas vivían a unas veinte millas de distancia en el distrito de Inglaterra Lake, fueron conocidos
como la escuela Lake. Estos hechos y muchos otros, más el simple efecto de agruparlos juntos,
provocó la presunción de que sus poemas eran similares en estilo, tema y Weltanschauung, y se
David Perkins 7 Las clasificaciones literarias

encontraron similaridades. Es interesante que la escuela Lake ha desaparecido como término


taxonómico, pero Wordsworth y Coleridge todavía están íntimamente asociados en la mente de
cualquier lector.
Observaciones algo similares pueden hacerse sobre el grupo de Bloomsbury, los
prerrafaelitas, los poetas georgianos, los imaginistas, la asociación de Eliot y Pound, de Addison y
Steele y muchos otros. Los grupos de escritores también pueden sentirse unidos por la influencia del
mismo predecesor o contemporáneo. Los poetas del grupo de Auden en los 1930 son un ejemplo,
como lo son los poetas de la escuela de Black Mountain en relación con Pound y los “Hijos de Ben”
en relación con Johnson. En todos estos casos la taxonomía se ha vuelto parte de la tradición cultural,
pero estaba sustentada al principio, para decirlo de nuevo, en afinidades que los autores y sus
contemporáneos afirmaban. Generalmente nos enteramos de estas percepciones contemporáneas no
por la lectura de textos literarios, sino, en cambio, de documentos auxiliares, tales como cartas,
manifiestos y ensayos críticos.
Cuando en 1960 Donald Allen dio a la luz su antología The New American Poetry [La nueva
poesía de Estados Unidos], los poetas que deseaba incluir eran poco conocidos. Como decía en el
prefacio, el campo estaba “casi completamente sin cartografiar”.16 Sin embargo, al presentar sus
poetas, quiso dividirlos en grupos. Como cualquier taxonomista consciente, sabía que sus divisiones
eran “algo arbitrarias”, pero pensaba que las clasificaciones eran necesarias “para dar al lector un
sentido de medio ambiente y para hacer de la antología un libro más legible y no tanto otra colección
más de ‘piezas de antología’”.17 Para hacer la clasificación, confió principalmente en “hechos
externos”. Hizo un grupo a partir de personas que habían publicado en las mismas revistas, es decir
Origin y Black Mountain Review; varios de ellos también habían enseñado en el Black Mountain
College. La geografía determinó en parte otros grupos: el Renacimiento de San Francisco, y los poetas
de Nueva York. Muchos de los poetas en cada grupo tenían relaciones personales con otros en el
grupo. Por ejemplo, “John Ashbory, Kenneth Koch y Frank O’Hara, del cuarto grupo, los poetas de
Nueva York, se conocieron en Harvard donde estuvieron asociados con el Poet’s Theatre. Migraron a
Nueva York a comienzos de los 50 y allí conocieron a Edward Field, Barbara Guest y James Schuyler
y trabajaron con el Living Theatre y el Artists Theatre”.18
Otro antólogo, seleccionando un conjunto diferente de “hechos externos” hubiera producido
un diferente sistema de taxonomía. Sin embargo, la clasificación de Allen duró. Hablamos durante
muchos años de los poetas de Black Mountain. En alguna medida todavía lo hacemos. El hecho puede
dar testimonio de alguna virtud de la clasificación de Allen, pero ciertamente ilustra la inercia de la
transmisión cultural. Una vez que Allen hizo sus clasificaciones, éstas organizaron la poesía
contemporánea para otros lectores y críticos. Esta taxonomía es ahora parte de la tradición cultural y
cualquier nueva taxonomía de los mismos poetas se haría sobre la base de la que Allen ha
proporcionado.
Clasificar mediante la observación de similaridades y diferencias entre textos es, como he
dicho, muy poco común en las historias literarias. Más exactamente, tal observación se aplica con
cierta frecuencia, pero se usa para confirmar clasificaciones que se han obtenido inicialmente por
alguna otra vía. La observación y la comparación de textos casi nunca son la única base de una
taxonomía. Se ve por qué si se considera cuán vulnerables son estos procedimientos a críticas del tipo
de Croce. Ya que los textos tienen innumerables aspectos, pueden vincularse a innumerables otros
textos con los cuales comparten uno o más aspectos, aunque por otra parte los textos así vinculados
pueden ser muy diferentes. En otras palabras, si eligiéramos sólo unos pocos aspectos como base para
nuestra clasificación, dirigiéramos sólo una o unas pocas preguntas a las obras literarias (por ejemplo,

16
Donald M. Allen, ed., The New American Poetry (Nueva York: Grove Press, 1960), p. xiv.
17
Allen, The New American Poetry, pp. xii-xiii.
18
Allen, The New American Poetry, p. xiii.
David Perkins 8 Las clasificaciones literarias

¿tiene catorce versos? ¿tiene un final feliz?) y procediéramos rigurosamente, haríamos extrañas
colocaciones, agruparíamos textos que sentimos, intuitivamente, que no corresponde que estén juntos.
Y el intento de clasificar sobre la base de todos los aspectos textuales sería desesperado. No
podríamos discriminarlos en un texto, o compararlos con todos los aspectos de otro texto. Si
decidimos clasificar por medio de un conjunto de aspectos “significativos”, tendríamos que justificar
nuestros criterios de significatividad.
Las famosas observaciones de Wittgenstein sobre los “parecidos de familia” son relevantes
para estos dilemas pero no los resuelven.19 Cuando alineamos una serie de ejemplos bajo el mismo
concepto, la razón no es, dice Wittgenstein, porque compartan una “esencia”, sino porque “una
complicada red de similitudes se intersectan y se entrecruzan: a veces similitudes en lo general, a
veces similitudes en detalles”.20 Los textos se agrupan cuando exhiben una cantidad de rasgos que
pertenecen a un conjunto, incluso si también tienen algunos rasgos anómalos. Pero como Wittgenstein
claramente dice, antes de que busquemos “parecidos de familia”, suponemos que hay una “familia”:
“No busquen similitudes para justificar un concepto, sino también conexiones. El padre transmite su
nombre a su hijo aun si éste no se le parece.”21 En otras palabras, la taxonomía es anterior a nuestra
observación y comparación de individuos, y se basa en “hechos externos” de filiación.
Sin embargo, ocasionalmente, un ingenuo historiador literario intentará clasificar los textos
simplemente a través de la observación de similitudes, y los intentos ilustran las dificultades.
Podemos citar un pasaje del British Drama de Allardyce Nicoll, en el que clasifica ciertas oscuras
piezas escritas entre 1550 y 1575.22 Empieza con dramas en forma “tragicómica”, de los que hay, dice,
tres subvariedades. Los “interludios morales”, el primer subtipo, incluye “personajes con nombres
abstractos”, muchos asuntos “farsescos-cómicos” y un Vicio como figura central. El “segundo grupo
de obras muestra la mezcla de lo serio y lo cómico de otro modo”. Aunque “los argumentos están
tomados en su mayor parte de fuentes clásicas”, la “influencia de la tradición de moralidad es
evidente”. El estilo es “romántico”. Y así sigue. El tercer grupo explota las convenciones de la novela
caballeresca. En relación con cada subvariedad, Nicoll da una lista de ejemplos y estudia una obra
como paradigma.
La clasificación es necesaria para el proyecto de Nicoll, ya que carece de espacio para
estudiar cada obra individualmente y, además, quiere generalizar. Nadie ha clasificado esta particular
colección de obras antes, aunque Nicoll está abastecido, por supuesto, de un fondo de conceptos, tales
como “obra de moralidad” y “novelas caballerescas”, que puede aplicar. Armado con éstos, observa
las obras y trata de determinar cuáles se parecen más a otras. La taxonomía que hace no refleja puntos
de vista que fueran corrientes en el período que discute, esto es, los dramaturgos que agrupa no tenían
ningún sentimiento particular de pertenecer a un mismo grupo ni esos grupos existían para sus
contemporáneos. Sin embargo, Nicoll no supone, me imagino, que sus categorías son simplemente
conveniencias de la exposición, como hubiera sostenido Croce, sino que siente que están
objetivamente sustentadas en características de las obras mismas, en diferencias y parecidos que
cualquiera puede observar.

19
La metáfora de Wittgenstein es adoptada por Alastair Fowler en Kinds of Literature: An Introduction to the
Theory of Genres and Modes (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1982), p. 41, para explicar el modo
en que diferentes obras en un género están interrelacionadas. El uso de Fowler de la metáfora es criticado por
Earl Miner, “Some Issues of Literary ‘Species, or Distinct Kind’”, en Lewalski, ed., Renaissance Genres, pp. 23-
25.
20
Ludwig Wittgenstein, Philosophical Investigations, trad. G. E. M. Anscombe (Oxford: Basil Blackwell,
1968), p. 32.
21
Ludwig Wittgenstein, Remarks on the Philosophy of Psychology, ed. G. E. M. Anscombe y G. H. Von
Wright, trad. G. E. M. Anscombe (Oxford: Basil Blackwell, 1980), I, p. 923.
22
Allardyce Nicoll, British Drama, 5ª. Edición (Nueva York: Barnes and Noble, 1963), pp. 61-66.
David Perkins 9 Las clasificaciones literarias

Sin embargo, parece claro que otros estudiosos usando los mismos métodos hubieran creado
taxonomías diferentes -probablemente muy diferentes. Para mostrar esto, basta con puntualizar que
las de Nicoll no son convincentes. Los tres grupos no se distinguen uno de otro claramente. Los
primeros son “interludios morales” y las obras del segundo grupo muestran “la influencia de la
tradición de la moralidad”. Obviamente muchas obras podrían ir en cualquiera de los dos grupos. El
segundo grupo es “romántico” en su estilo; el tercero explota las convenciones de la novela
caballeresca. Los criterios que usa Nicoll para taxonomizar son de diferentes tipos. Algunos refieren
al tema (“novela caballeresca”, “fuentes clásicas”), algunos a tipos de personajes (el Vicio), algunos a
técnicas de escena (asuntos farsescos-cómicos). Obviamente Nicoll está simplemente tomando las
características que resulta que lo impactan a él, y un lector diferente hubiera sido impactado por
diferentes características. La clasificación de Nicoll es subjetiva y arbitraria.
La clasificación de los textos en géneros confía en una combinación de observaciones y
estudios positivistas que producen hechos externos relevantes, y también confía mucho en la
inferencia. Podemos seguir a Alastair Fowler, por ejemplo, cuando arguye que durante el
Renacimiento el género de la poesía geórgica floreció en Inglaterra.23 Cita a Rosalie Colie, quien
sostiene que un género renacentista evoca un sistema de valores, un “conjunto de interpretaciones” o
“posiciones” en el mundo.24 Al referirse a los libros del Renacimiento sobre jardinería y la ética del
trabajo de los reformistas protestantes, Fowler arguye que el clima de la opinión era favorable al ethos
geórgico. Dice que había entusiasmo por los poemas modelo -Hesíodo y las Geórgicas de Virgilio.
Consulta las concepciones del género en los escritos críticos del Renacimiento. De todo esto extrapola
“la idea de lo geórgico” alrededor de 1600;25 en otras palabras, decide cómo habría reconocido un
lector una geórgica y qué expectativas habría activado ese reconocimiento. Da ejemplos de muchos
poemas que según esa idea son geórgicos o en parte geórgicos, aunque no cita a ningún lector que
haya reconocido a ninguno de ellos como tal. Así, al tratar de géneros, como con cualquier taxonomía,
el historiador literario debe establecer un canon (qué textos pertenecen al género) y un concepto.
Tanto el canon como el concepto son siempre más o menos indefinidos (Fowler dice que la
concepción de geórgica del Renacimiento estaba “fuera de foco”).26 Como depende tanto de las
inferencias del historiador literario, la descripción del género puede ser no menos creativa o
constructiva que lo que es generalmente la escritura de la historia literaria.
En su Restoration Tragedy, Eric Rothstein se inclina por establecer su canon a través de un
audaz golpe, característico de este estudioso. Una obra es una tragedia, declara, si así dice en la
página del título. Pero a la vez añade, o si es “muy similar en forma y tono a las que están rotuladas
‘tragedia’”, reintroduciendo así el proceso interpretativo, constructivo, que quiere evitar.27 Porque,
¿cómo sabe Rothstein cuáles rasgos de las obras rotuladas tragedia eran realmente criterios de la
tragedia y cuáles eran irrelevantes para esta cuestión? Para hacer este juicio, debe primero conocer el
concepto de tragedia de la Restauración. Pero el excelente capítulo de Rothstein sobre “La teoría
trágica en la Restauración” muestra que se manejaban muchas y opuestas ideas de la tragedia. Tiene
que comparar las ideas, no siempre autoconsistentes, de Rymer, Dryden, Dennis, Filmer, Rowe, Rapin
y otros, para producir un concepto relativamente unificado (que es, por supuesto, necesario) que
realmente no perteneció a nadie en el período. Sopesando detenidamente un problema muy similar en
el Origin of German Tragic Drama, Walter Benjamin decide que los métodos positivistas de
taxonomía conducen inevitablemente a un abismo de escepticismo. La clasificación debe proceder
desde la “percepción de un orden superior que es ofrecido por el punto de vista de un verismo

23
Alastair Fowler, “The Beginnings of English Georgic”, en Lewalski, ed., Renaissance Genres, pp. 105-125.
24
Colie, The Resources of Kind, p. 8.
25
Fowler, “The Beginnings”, p. 111.
26
Fowler, “The Beginnings”, p. 109.
27
Eric Rothstein, Restoration Tragedy: Form and the Process of Change (Madison: University of Wisconsin
Press, 1967), p. ix.
David Perkins 10 Las clasificaciones literarias

académico”.28 Arguye que el “drama trágico” (Trauerspiel) es una idea, una esencia original, y, como
tal, existe independientemente de los textos que la manifiestan. Benjamin reconoce, sin embargo, que
este recurso a la metafísica idealista es una jugada desesperada. No puede ver otra solución.
Por supuesto, una clasificación literaria usualmente se deriva no de un procedimiento sino de
varios a la vez. La tradición, los intereses actuales, la auto-clasificación de los autores, las
perspectivas de los contemporáneos y los rasgos observados en los textos pueden todos jugar un
papel. En The Norton Anthology of English Literature, Robert Adams dice “se puede bien pensar que
los poetas metafísicos que siguieron a Donne (Herbert, Crashaw, Vaughan, Cowley, Cleveland)
trataban de arrastrar la lírica de amor y devoción tradicional, estirándola … para que abarcara nueva
unidades. … En la dirección opuesta, Jonson y sus ‘hijos’ los poetas Caballeros (Carew, Herrick,
Suckling, Waller, Davenant) generalmente trataban de comprimir y limitar sus poemas, dándoles una
elevada terminación”.29 En este típico ejemplo, los poetas se dividen en dos escuelas: los poetas de
cada escuela son listados; y rudimentarias conceptualizaciones se sugieren para cada categoría. La
taxonomía es tradicional, pero también se apoya en las afinidades que los poetas afirmaron tener. Y
Adams sostiene que cada grupo tenía su propio repertorio de características temáticas y/o estilísticas.
Por último, las taxonomías también son determinadas por los requisitos lógicos y estéticos de
la historia literaria. En los casos más simples el historiador literario intenta organizar las
clasificaciones en un sistema o estructura elegante. Los grupos de autores o textos se configuran de
acuerdo a patrones lógicos de simples antítesis, dialécticas, parte/todo y así sucesivamente. Este es el
impulso detrás de la antes común periodización en la Geitesgeschichte que, por ejemplo, definía al
siglo XVIII como la Edad de la Razón e interrelacionaba todos los textos del siglo XVIII como
momentos particulares de esta cualidad general. El período romántico podía entonces ser la edad de la
imaginación y el sentimiento, para ser sucedido por la era del realismo. R. S. Crane, que comenta con
cierto detenimiento este rasgo de las historias literarias, cita como ejemplo “la versión de Louis
Cazamian de la literatura inglesa desde 1600 hasta el presente, en el cual la evolución literaria se
trama en términos de una necesaria alteración de fases dominadas por la inteligencia con fases
dominadas por la imaginación y el sentimiento”.30 La interrelación lógica de los conceptos presenta la
sucesión de períodos como no sólo histórica sino también inteligible. En otras palabra, sobre la base
de relaciones conceptuales el historiador elabora un esquema de cambio histórico como simple
reacción, proceso dialéctico, alternancia cíclica, o lo que sea.
Las consideraciones estéticas son un factor mucho más difundido, variado y complicado en la
clasificación literaria de lo que sin embargo se tenga conciencia. Tengo espacio para considerar sólo
un ejemplo. En Fin-de-Siècle Vienna, Carl Schorske agrupa dos jóvenes escritores vieneses, Leopold
Von Andrian y Hugo von Hofmannsthal. Sus razones ostensibles para vincularlos son que eran
amigos, pertenecían al mismo círculo artístico, venían de la misma clase social y compartían la misma
“misión” artística.31
Cuando los clasifica juntos, Schorske también argumenta -y ésta es una jugada muy
importante- que Andrian y Hofmannsthal son representativos. Schorske los compara (implícitamente)
con sus contemporáneos, y afirma que su formación familiar y su ideología compartida eran
características de su época, lugar y generación. Pertenecían a lo que Edward Wechssler llama una

28
Walter Benjamin, Ursprung des deutschen Trauerspiels, ed. Rolf Tiedemann (Frankfurt am Main:
Suhrkamp Verlag, 1963), p. 25.
29
Robert W. Adams, “The Seventeenth Century (1603-1660)”, The Norton Anthology of English Literature,
4ª edición, ed. M. H. Abramet al. (Nueva York: Norton, 1979), p. 1053.
30
Crane, Critical and Historical Principles, p. 32. La obra a la que se refiere Crane es la porción de
Cazamian en Emile Legouis y Louis Cazamian, A History of English Literature (Nueva York: Macmillan, 1926-
27).
31
Carl Schorske, Fin-de-Siècle Vienna (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1980), pp. 303-304.
David Perkins 11 Las clasificaciones literarias

Altergenossenschaft,32 y compartían, dice Schorske, “los valores y problemas espirituales de la joven


generación de los 1890”.
Según Schorske, estos autores eran Estetas. Esta es, en realidad, una clasificación tradicional
de su obra en los 1890. Una vez que tiene el concepto (Esteticismo) y los textos (escritos de Andrian y
Hofmannsthal) en mente, Schorske puede razonar en un círculo hermenéutico. Como movimiento
literario, el Esteticismo, dice Schorske, no fue creado en Austria sino en Francia, Inglaterra y Bélgica.
Además, asume que sus lectores están más familiarizados con el Esteticismo en sus formas francesas
o prerrafaelitas. Así, deriva el contenido del concepto de ejemplares aceptados de Esteticismo en
Inglaterra, Francia y Bélgica y lo aplica a los escritos de Andrian y Hofmannsthal. Mientras va y
viene entre el concepto extranjero y los escritos austríacos, va puntualizando discrepancias, y así
define un Esteticismo austríaco. (Puede generalizar desde Andrian y Hofmannsthal hacia la cultura
literaria austríaca porque ha dicho que ellos son típicos escritores austríacos de su generación.) La
descripción del Esteticismo austríaco ha sido el objetivo de Schorske todo el tiempo.
Andrian y Hofmannsthal son modelos del Esteticismo austríaco, resulta, porque este concepto
está modelado en ellos. Si Schorske hubiera tenido en mente otros Estetas austríacos como Richard
Beer-Hofmann o Felix Dörmann, sus descripciones del Esteticismo austríaco hubieran sido diferentes.
De manera similar, su descripción del Esteticismo inglés está enmarcada en los términos de William
Morris y los prerrafaelitas, y si Schorske hubiera tenido en mente a Swinburne y Wilde, no podría
haber sostenido, como lo hace, que los Estetas ingleses estaban “comprometidos” con su sociedad. Su
razonamiento está controlado todo el tiempo por los ejemplos que ha elegido.
Resulta importante, por lo tanto, saber por qué eligió a Andrian y Hofmannsthal como sus
ejemplos, y la razón es formal. El tema del capítulo de Schorske es la imagen del jardín en la
literatura austríaca, y en los escritos de Andrian y Hofmannsthal esta imagen es más poderosa y
elaborada que en otros escritores austríacos de esa época. La coherencia que Schorske busca darle a
este capítulo dicta su uso de Andrian y Hofmannsthal como ejemplos, y los ejemplos, como dije, dan
forma a su concepto de Esteticismo austríaco. Así la taxonomía de Schorske está determinada por los
requisitos estéticos de su propio trabajo.
Las clasificaciones literarias han sido construidas generalmente a través de una intuitiva
síntesis de múltiples consideraciones. Pocos historiadores literarios han reflexionado sobre los
procesos mediante los cuales obtuvieron sus clasificaciones. Han trabajado ingenuamente y ad hoc, a
menudo sin una consciencia clara de la base de su clasificación, sea ésta una opinión recibida, lecturas
de textos, necesidad narrativa o estética, sus propios intereses o una combinación de éstas y otras.
Casi nunca los historiadores literarios se han preguntado a sí mismos qué consideraciones deberían
ser la base de las clasificaciones. Con raras excepciones, tales como Benjamin, no han pasado de
vagas observaciones al efecto de que todas las clasificaciones son insatisfactorias, una verdad que no
hace nada por aclarar qué podría ser más aceptable, qué menos, y según qué criterios. Tal inocencia
ya no es posible. Los historiadores literarios pueden continuar clasificando con los mismos
procedimientos y razones que en el pasado. Pero tendrán que reflexionar en sus jugadas, y tendrán que
justificarlas específicamente en sus historias.

32
Edward Wechssler, Die Generation als Jugendreihe und ihr Kampf um die Denkform (Leipzig: Quelle und
Meyer, 1930).

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