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EL CONSEJO PARROQUIAL DE PASTORAL

El Consejo Parroquial de Pastoral es un grupo de cristianos, seglares y religiosos, que, junto a


los sacerdotes de la parroquia, expresan , actualizan y concretan los rasgos característicos de
la Iglesia, Misterio de Unidad, Comunión y Misión.
Es expresión privilegiada del talante comunitario de la Fe de la Iglesia. Es ámbito de participación
activa en las inquietudes y necesidades pastorales. Y signo de corresponsabilidad en la misión de
evangelizar el entorno parroquial.
En el C.P.P. deben estar representadas las distintas tareas pastorales y los diversos carismas
eclesiales. Su cometido es estudiar, reflexionar y, por supuesto, rezar, las posibilidades reales
de concretar, en el ámbito parroquial, las prioridades emanadas de la Iglesia Diocesana. El
Consejo se convierte en lugar de escucha de las líneas diocesanas y se hace eco de las
necesidades parroquiales. Debe discernir, indicar y sugerir las líneas de actuación,
proponiendo el camino a seguir.
Por supuesto, el Consejo no debe ser un ‘grupo de presión’ que asfixia la riqueza parroquial y
esclaviza la responsabilidad pastoral de los sacerdotes, creando discusiones o tensiones
innecesarias; tampoco puede ser un ‘grupo estufa’ que alimenta la vanagloria de sus
miembros y actividades; y, por supuesto, no puede ser sólo un ‘elemento decorativo’ en el
organigrama parroquial o diocesano.
Más bien, es la ‘pequeña comunidad’, el grupo de representantes de las acciones pastorales
que intentan hacer realidad la común-unión de sacerdotes, religiosos y seglares, para cumplir
adecuadamente la misión de evangelizar el ámbito parroquial.
Su función particular es ser órgano de expresión, de consulta, de estudio, de exposición de
necesidades, y de concreciones, que permita establecer propuestas y acuerdos de acción
pastoral conjuntada. Sus decisiones serán tenidas en cuenta por los responsables de la
pastoral parroquial, como líneas a seguir o acciones a realizar. Nunca como imposiciones
vinculantes u obligadas.
Para su puesta en marcha, desarrollo y buen funcionamiento es necesario alimentar actitudes
de apertura, aceptación, respeto mutuo, escucha, responsabilidad, participación, en definitiva,
caridad fraterna entre todos sus miembros; animados y fortalecidos en el espíritu de oración.

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