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EL RÉGIMEN CHAVISTA, UNA APROXIMACIÓN Y

DESARROLLOS RECIENTES

Por: Carlos Hermoso

Lo que anunciamos como el inicio de una situación revolucionaria que podía conducir a
una salida radical, ha devenido en una farsa que, de no ser tan trágica, pudiésemos considerarla
como una parodia. Una parodia de revolución cuyos dirigentes, lejos de presentarse como gente
sencilla, sobria y sacrificada, ostentan riquezas mal habidas, ignorancia, espíritu de revancha
mientras buscan preservar el poder a toda costa, propio de quienes protegen un tesoro de oscuro
origen. Mientras, el país se hace más dependiente y las grandes mayorías más pobres. No
podemos, por tanto, siquiera citar la celebre máxima de Marx, recordando a Hegel, sobre aquello
de la repetición de los hechos históricos. Este es único, no es repetición de algún hecho
trascendente que en términos relativamente recientes haya dejado huella. Aunque de raíces
enlazadas con el pensamiento filosófico y político más aberrante y reaccionario, se trata de un
evento específico, fruto de un conjunto de circunstancias difíciles de ser asumidas con base en
patrón histórico alguno.
Por lo pronto, parecen estancarse las potencialidades revolucionarias en la sociedad
venezolana, al menos nos encontramos en una disyuntiva en la que el régimen cuenta con una ya
importante experiencia y se apresta a erigir una “obra de gobierno”, basada en una política social
—en esencia continuista pero dándole un perfil particular, al utilizarla como mecanismo de control
y cohesión social—, y en la declaratoria de que se ha comenzado la construcción del socialismo,
articulando lo anterior, más bien presentando la política social como emblema del proceso de
construcción del socialismo bolivariano. Mientras, la alternativa de esta coyuntura cada vez se
hace más débil habida cuenta de que aún la oposición democrática, particularmente las fuerzas
revolucionarias y de izquierda, no logran articular una estrategia política unificada y coherente,
una política de desenmascaramiento del régimen y una propuesta programática alternativa, capaz
de convertirse en esperanza de las grandes mayorías.
Así, los últimos desarrollos del régimen profundizan la preocupación de mucha gente sobre
el qué hacer para enfrentarlo y cómo desenmascararlo. Más que eso, los eventos electorales de
finales de 2004 y la ofensiva política de los primeros meses de 2005 por parte de Chávez, y las
elecciones de agosto de 2005 para elegir concejales, crean una circunstancia que hace difícil, desde
diversas perspectivas, el enfrentamiento a las políticas que viene adelantando así como el discurso
que enarbola. Esto ha tenido tal efecto en la oposición que prácticamente ha enmudecido a buena
parte de los factores políticos que la integran.
Podemos afirmar que este es el resultado, en muy buena medida, de que aún no se asume de
manera definitoria la caracterización rigurosa de lo que vivimos, del régimen y de su liderazgo,
cuestión presente en el desarrollo de todo este período, donde la oposición sufrió derrotas que han
dejado una secuela en amplios sectores políticos y sociales, en los cuales impera el desconcierto, el
escepticismo y la desmoralización.
Algunos han considerado, en distintos momentos, que el tiempo transcurrido no era el
suficiente como para delinear de manera precisa y desde una perspectiva científica los perfiles de
este momento histórico y del régimen implantado.
En otros revolotean, como bandadas de aves sin rumbo, ideas que resumen conceptos
peregrinos que, lejos de resquebrajar el “proceso”, lo consolidan o, en todo caso, conducen a
políticas definitivamente ineficaces para enfrentarlo. Desconocen muchos la naturaleza del
régimen, su carácter de clase, toda vez que se ubican, en esencia, en la misma perspectiva real de
la “obra” “del gran líder del proceso”, pero que, frente al discurso de Chávez, se aterran, toda vez
que son defensores de una tradición que les hace incapaces de ubicar la esencia de la política
económica y social implantada durante estos 6 años.
Otros, pretendidamente críticos del proceso, en verdad cuestionadores de lo que vivimos
sin alcanzar mayores niveles de rigurosidad, no atinan a establecer su naturaleza, toda vez que
impera cierto desconocimiento sobre algunas categorías a estas alturas vitales para desenmascarar
al chavismo.
La implantación de un nuevo régimen de dominación en Venezuela, a raíz del triunfo de
Chávez en las elecciones de 1998, ha conducido, entre muchas cosas, al desarrollo de un gran
debate en torno de lo que éste significa, cuál es su naturaleza, a qué intereses obedece, entre otros
aspectos. Cuestión que se desprende, como es de suponer, del hecho de que se trata de una
experiencia única en nuestro país y en América Latina, llena de una tremenda demagogia y
grandilocuencia verbal, que ha logrado resquebrajar la ofensiva política de sus adversarios o, más
bien, que ha colocado a sus adversarios en permanente defensiva, mientras practica la estrategia de
la ofensiva permanente para enfrentar a sus enemigos reales, creados e inventados.
En los primeros tiempos señalamos que se trataba de un nuevo régimen. Cuestión inscrita
en la nutrida polémica que despertó el novel gobierno entre los distintos sectores políticos y en el
seno de las fuerzas revolucionarias, particularmente dentro del partido. Muchos fueron quienes
señalaron que se trataba de la continuación del régimen bipartidista, sin lograr ubicar los rasgos
que anunciaban una nueva forma de ejercer la dominación burguesa, oligárquica y proimperialista.
Más adelante, en la medida en que el chavismo alcanzaba relativos niveles de
consolidación, y, buscando ampliar su base social levanta un discurso cada vez más “radical” y de
izquierda, hemos insistido en que se trata de una nueva expresión del revisionismo. Del
revisionismo de estos tiempos. En términos más generales, que se trata de un régimen despótico
que se expresa políticamente como revisionista de izquierda. Categoría que de igual manera
encuentra resistencia.
Entendemos que popularizar la categoría revisionismo de izquierda resulta bastante difícil.
Sin embargo, pensamos que el manejo científico de estos asuntos fuerza a ser lo más rigurosos
posible, sin hacer concesiones de ningún tipo. Esto es, entendemos que se trata de una categoría
que supone cierta cultura política, propia del mundo revolucionario y de la tradición doctrinaria
marxista leninista. En todo caso, no pretendemos que tal manejo sea popularizado de buenas a
primeras, o que deba ser condición sine qua non que, para ubicar el tema que nos ocupa, debamos
recurrir permanentemente a su uso. Pero estamos obligados a ubicar los hilos que engarzan esta
experiencia con la tradición revisionista e irracional, cuya base material la encontramos en la
formación capitalista y más específicamente en las condiciones del imperialismo, de la derrota del
socialismo y lo limitado de los avances de las fuerzas comunistas a escala planetaria, circunstancia
que, junto a la ideología de la globalización y la influencia del posmodernismo, siembran el
escepticismo por todos lados, afianzando una perspectiva filosófica y política que busca “salidas”
distintas al socialismo y al capitalismo. Se repite una circunstancia histórica que hace de esta
corriente filosófica una alternativa que sustenta diversas experiencias políticas.
Asimismo, hemos de reivindicar la tesis según la cual, en condiciones como las que ha
vivido nuestro país, por la influencia que tienen eventos internacionales en la vida política
nacional, tales como la invasión a Irak, entre otras, son muchas las cosas susceptibles de ser
asimiladas por las amplias masas. Esto es, existen condiciones que permiten una elevación de la
subjetividad de las masas Recordemos la resistencia que oponía alguna gente de izquierda y del
campo revolucionario y marxista leninista, al manejo de la categoría imperialismo, relaciones
imperialistas, etc., señalando que se trataba de un término no manejado por el común de la gente.
Sin embargo, fue precisamente Chávez quien hubo de lograr la popularización de este término, que
siendo fundamental para el análisis de la circunstancia del capitalismo de estos tiempos, desde la
perspectiva del fraude chavista, de la impostura del presidente, le ha resultado eficiente para
alcanzar dos objetivos de no poca significación: el amalgamiento en torno suyo de las fuerzas
políticas que lo apoyan y de las fuerzas sociales populares que le sirven de sustento, y para
identificar como enemigo todo aquél que esté en su contra, toda vez que se coloca, desde esta
lógica, al lado del “enemigo” principal. Cuestión que, a su vez, se convierte en subterfugio de
primer orden para los oportunistas de toda ralea que se ubican bajo el mandato del líder del
proceso. Bajo este “argumento” se configura un “principio ético” que les permite medrar dentro
del régimen chavista.
Seguramente los comunistas siempre han contado con esta circunstancia, esto es, siempre
han debido de asumir la política acuñando categorías que terminan siendo códigos de gran
significación política. En última instancia, a la hora de realizar un análisis científico de una
situación concreta, hemos de despojarnos de cualquier chantaje y atender las cosas por su nombre,
así debamos de crear algún concepto o término político.
Dentro del campo revolucionario, a pesar de que ha sido un problema planteado, por ser
una determinante de primer orden para establecer las definiciones políticas en correspondencia,
este asunto no ha sido abordado con la profundidad del caso. En todo caso no hemos sido lo
suficientemente precisos en su atención. De allí la presencia de algunas ambigüedades a la hora de
definir el régimen, o, en otros casos, de cierta angustia ante el vacío que se produce.
Impera aquello de que muchas veces existe cierto temor a la hora de abordar algunas
cuestiones desde una perspectiva que para algunos resulta un tanto sofisticada. Aunque
consideramos que el factor principal ha sido la perplejidad que se ha creado, de la cual no estamos
exentos, ante la contundencia del avance chavista, sobre todo luego de las derrotas sufridas por el
movimiento opositor. Pero de igual manera, en algunos sectores la subestimación del chavismo y
del régimen imperante, aun a estas alturas, ha sido una constante, descartándose del análisis,
cuando se realiza, aspectos fundamentales de la conformación de algunos rasgos estructurales que
le dan sostén y solidez relativa al régimen, incluso se ha llegado a subestimar, por parte de estos
sectores, el significado político de los ingresos extraordinarios que por el incremento del precio del
crudo en el mercado internacional ha tenido el gobierno durante los últimos años. Desde esta
última perspectiva se ha llegado a afirmar que el régimen chavista es prácticamente nada, que no
cuenta con sustento filosófico alguno. Sin embargo, los perfiles que viene adquiriendo el régimen
son de tal tenor que ya resulta un simplismo afirmar que el chavismo es nada, que es un pastiche, o
que se trata de una circunstancia histórica en la cual quienes se han entronizado en el poder,
apenas logran hilvanar algunas respuestas, fundamentalmente desde el discurso de Chávez, para
mantener el engaño de la gente.
Desde nuestra perspectiva, es una necesidad de primer orden realizar un análisis lo más
riguroso posible, que permita establecer la categoría que sintetice de manera clara la naturaleza de
este régimen. Cuestión que nos permitiría, junto a otras definiciones y análisis, ubicar algunas
tendencias y establecer algunas variantes tácticas, cuando sea necesario, que permitan mayor
eficacia política desde la perspectiva revolucionaria. Además, es de suponer, que una mejor
caracterización del régimen, nos permitirá el desarrollo de un discurso más contundente en función
de su desenmascaramiento.
Desde la ideología burguesa difícilmente podamos encontrar una categorización del
régimen que resuma rigurosidad científica. Podemos sí, en alguna circunstancia, copiar alguna
categoría que nos sirva para ubicar alguna determinación del acontecer político, económico, social,
etc, e incluso, en relación con cuestiones más densas, para poner el caso, donde la teoría
económica o las disciplinas jurídicas y políticas, desde la perspectiva burguesa, a momentos atinan
a la hora de describir algún fenómeno. Desde la perspectiva del comunismo científico,
principalmente en la primera etapa de su desarrollo, en pleno proceso de descubrimiento de una ley
o fenómeno, este pensamiento se ha valido de algunas categorías acuñadas por la jerga que en
algún momento estuvo imperante. Más allá de eso, es difícil pedirle a la perspectiva burguesa que
brinde rigurosidad al análisis del régimen chavista. Por el contrario, desde la consolidación del
imperialismo, todas las teorías burguesas, dada esta etapa de desarrollo del capital, buscan no otra
cosa que hacer apología del sistema imperante, sembrar escepticismo entre las masas, buscan
convertir la metafísica en una especie de cartabón absoluto. Por lo que difícilmente puedan
producir más que eso, acuñar algún que otro término que, al hacerse vulgar, de manejo
generalizado, termina por imponerse, tal es el caso de la ideología de la globalización.
De tal suerte que somos de la idea de que esta tarea nos compete a los comunistas por
distintas razones, desde aquella que obedece al análisis científico de un proceso inédito, hasta el
hecho de que sólo desde la perspectiva del comunismo científico es que podemos configurar un
programa político capaz de convertirse en la base para la unidad de las fuerzas sociales y políticas
interesadas en salir del régimen chavista. De igual manera, es desde la perspectiva del comunismo
científico que podremos diseñar una estrategia y táctica capaz de derrotar el régimen farisaico de
Chávez, y que a su vez sirva para la continuidad del desarrollo del proceso revolucionario
venezolano.

Una breve historia, algunas aproximaciones y una revaloración

En lo fundamental, en primera instancia, debemos ubicar de manera precisa las


circunstancias que permitieron el ascenso de Chávez al poder. A partir de allí, también un asunto
esencial, debemos establecer las determinaciones que condujeron a que el régimen personal de
Chávez deviniese en lo que hoy es, esto es, que se haya configurado un régimen de una naturaleza
bastante peculiar, por decir menos, pero que al dar cuenta de múltiples asuntos, tanto en el
escenario nacional como internacional, busca ir creando una base para convertirse en paradigma de
otras experiencias, aun cuando se trate de una farsa de dimensiones de difícil parangón.
Esta tarea es relativamente compleja toda vez que los acontecimientos se han sucedido de
una manera tal que encubre aspectos esenciales de la vida social y política, al punto “que vela la
lucha de clases y la peculiar fisonomía de este período”1[1] Destaca el hecho de que, como es
dable en la historiografía burguesa y en general en la cultura dominante en las sociedades clasistas,
pero sobre todo cuando dominan las tendencias fascistas de todo tipo, se presente a Chávez y de
allí el chavismo, su ascenso al poder, como fruto del carisma y la voluntad de su personalidad. Se
trata de hacer ver que ha sido el liderazgo del presidente el factor fundamental de su entronización
en la primera magistratura. En cualquier caso, la “magia” que despierta el espíritu de las masas,
principalmente de los sectores más preteridos y atrasados de la sociedad, el influjo sobre
importantes sectores medios, principalmente durante la campaña electoral de 1998 y en la primera
etapa de gobierno, así como el apoyo recibido por importantes sectores de la intelectualidad
progresista, entre otros aspectos, terminan por crear una tremenda confusión, lo que abona el
terreno para que florezcan criterios e ideas erróneas a la hora de ubicar el problema de manera
objetiva. De allí que debamos asumir ese reto de la manera más densa, precisa y científica posible.
En principio, resulta básico para comprender las determinaciones que condujeron al actual
período histórico, establecer algunos rasgos de la situación política imperante en el país luego del
llamado “sacudón” de febrero de 1989 y de los pronunciamientos de 1992 y la caída de Carlos
Andrés Pérez en 1993. Podemos señalar que estos eventos resumen una situación revolucionaria
que trató de ser sorteada por parte del bloque de la dominación con la alternativa que brindó
Caldera pero que en esencia no fue superada. La raíz de la crisis estaba presente y de una manera
clara y profunda. Las circunstancias económicas, tanto internacionales como nacionales, los
problemas sociales y con ello la circunstancia política, seguían estando presentes.
La recomposición de un bloque dominante resultaba, y aún resulta, bastante difícil, toda
vez que las contradicciones que genera entre las clases y sectores de las clase dominantes la
política neoliberal, son de tal magnitud, que fracturan a la burguesía de manera noble, quedando
los sectores menos competitivos en condiciones casi moribundas, al menos en condiciones de ser
absorbidos por los capitales financieros, cuya competitividad se desprende de su naturaleza

1
internacional, articulada a la oligarquía financiera internacional. A su vez, esta circunstancia
merma las posibilidades para configurar una aristocracia obrera como en los tiempos en los cuales
la renta petrolera, así como la estrategia capitalista, lo permitieron. En general, la burguesía
venezolana ha estado muy sujeta al traspaso que le hacían los gobiernos de la democracia
bipartidista de buena parte de la renta, cuestión que sigue presente sólo que ahora se privilegia de
manera clara a la oligarquía financiera y a los sectores vinculados al régimen. De allí el carácter
poco emprendedor que caracteriza a la burguesía nativa, muy sujeta a una protección que no
supuso mejor calidad, ni reconversión correspondiente con las posibilidades del momento dadas
las ventajas de esta tendencia, circunstancia que sigue estando presente, sólo que circunscrita a los
sectores oligárquicos.
Mientras, el desempleo y la masa de hambrientos y desamparados seguían creciendo de
manera dramática. La clase obrera, por su parte, no daba muestras de una posición de vanguardia,
ante la orientación que brindaban, y aun brindan, las fuerzas económicas y políticas hegemónicas.
La incertidumbre de buena parte de los sectores burgueses, las contradicciones entre la
oligarquía y los sectores vinculados a la producción, minan el orden político imperante. Todo
devino en una tendencia al caos que fue amainada por el segundo período de Caldera en la primera
magistratura, pero todo anunciaba la creación de un nuevo cuadro que podía conducir a nuevos
estallidos sociales y políticos. Es esta la circunstancia que fue abriendo paso a la figura de Chávez.
Es así como encuentra terreno abonado para irse entronizando como alternativa burguesa para
paliar la crisis política.
Sin embargo, “no basta con decir, como hacen los franceses, que su nación fue sorprendida.
Ni a la nación ni a la mujer se les perdona la hora de descuido en que cualquier aventurero ha
podido abusar de ellas por la fuerza”2[2] Fueron muchos los factores políticos de todo orden
quienes creyeron en la alternativa Chávez, muchos, desde la perspectiva de izquierda y
“revolucionaria”, ubicaron en esta opción, y muchos aún la ubican, una salida progresista a la
crisis. El fiasco, en general, ha afectado a sectores diversos, unos por el engaño temprano, algunos
esperanzados por la oferta, otros no; mientras, otros sectores, que nunca confiaron en el “proyecto
político” enarbolado, no lograron ubicar la naturaleza de los “cambios”; los factores tradicionales,
por su parte, ya desplazados del poder, subestimaron las posibilidades y capacidades del nuevo
régimen. Pero fueron muchísimos y diversos los sorprendidos.
Ya instalado en el poder, desde las primeras de cambio, vamos a vivir un período lleno de
una política que perturba a mucha gente, menos al sector hegemónico de la burguesía, esto es, al
capital financiero, particularmente a la gran banca y a las petroleras. En eso ha sido absolutamente
consecuente el “proceso”, al punto que es dable afirmar que durante el gobierno chavista, la gran
banca ha obtenido beneficios ni siquiera alcanzados durante la llamada IV República.
Por ello el factor hegemónico, al margen de lo que viven sus socios menores, ha visto con
mucha simpatía la política económica de Chávez, independientemente de que en algún momento
hayan “roto” con algunas de sus posiciones políticas, pero siempre ubicados en la posibilidad de
una situación llena de verdaderos peligros por lo que optó por seguir aquélla enseñanza según la
cual: “¡Sólo el jefe de la Sociedad del 10 de diciembre puede ya salvar a la sociedad burguesa!
¡Sólo el robo puede salvar a la propiedad, el perjurio a la religión, el bastardismo a la familia y el
desorden al orden!”3[3]. En cualquier caso debemos ubicar que el chavismo se ha afianzado dentro
de la perspectiva histórica de convertirse en el capitalista total ideal, al menos para el segmento
hegemónico del capital, por lo que, rompiendo con la clase en conjunto, pero asumiendo su
proyecto, sustentado en el lumpemproletariado, Chávez se inscribe en la perspectiva histórica de
cancelar la salida revolucionaria.
La periodificación desde este momento resulta relativamente sencilla, dada la cantidad de
eventos políticos que coparon la escena. La lucha cruenta e incruenta, donde la subestimación de
2
3
Chávez y su proyecto, por parte de la mayoría de las fuerzas opositoras fue de tal magnitud que le
fue permitiendo, y en algunos casos entregando, hacer uso de las fuerzas políticas y económicas
del Estado, concentrando cada vez más poder.
Podemos sintetizar en los siguientes aspectos algunos de los errores cometidos por la
oposición:
1.- El error fundamental que comete el conjunto de la oposición es no poder ubicar la
naturaleza del régimen. Mientras que se le acusa de comunista, de revolucionario, se afianza ante
las grandes mayorías como una alternativa real frente a sus condiciones, sin temor, las grandes
mayorías, al socialismo o al comunismo que propaga tanto el régimen como muchos de sus
opositores.
2.- La inexperiencia en un combate político en el cual el contrincante sustenta su política en
la ofensiva permanente, por lo que levantar cualquier cotraofensiva requiere de su articulación
tanto al desenmascaramiento del régimen como de una propuesta alternativa que despierte
simpatías entre las grandes mayorías.
3.- La oposición burguesa y pequeñoburguesa, preñadas de las ideas neoliberales y
posmodernas, no logran percatarse que buena parte de las demandas del capital financiero eran
cumplidas por Chávez. En esto la pléyade de sus economistas, sembraron tal grado de confusión,
que terminaron por favorecer a Chávez. Al acusarlo de no querer cumplir con la lógica de la
política económica de estos tiempos, Chávez adelantaba una ofensiva que favorecía de manera
clara a la oligarquía financiera. Fiel cumplidor de las demandas del FMI, del BM, de la OMC,
promulgando el cuerpo jurídico que ni siquiera los gobiernos anteriores fueron capaces de
producir, era acusado de aplicar políticas económicas y sociales, de corte centralista, socialista,
entre otras.
4.- Un sector importante de la oposición de derecha, subestimó la política de Chávez en el
seno de la FAN, de allí el estímulo de salidas golpistas muy bien aprovechadas por el régimen,
sobre todo luego de la experiencia de abril de 2002. El montaje de la plaza Altamira, los discursos
inmediatistas, que buscaban estimular una respuesta desde la FAN, terminó siendo un circo de baja
estofa. Amén de la desconfianza que se afianzaba entre los pobres sobre estas opciones.
5.- No tener capacidad, el conjunto de la oposición, de que Chávez se había convirtió en la
alternativa real para el sector hegemónico de la burguesía, de la oligarquía financiera, así como del
imperialismo estadounidense, y en general del sistema capitalista semicolonial venezolano, frente a
la eventualidad de una salida de otro signo que presentaba el peligro, o bien de una radicalización
del proceso político hacia la izquierda, o de una creciente anarquización social y política que iba a
demandar una salida de fuerza al estilo tradicional, esto es, al estilo de las dictaduras gorilas con la
secuela de muertos y la descomposición económica, política y social a la que conducen. A tal
punto logra Chávez ser aceptado como opción que recibió el plácet de parte del Departamento de
Estado y de la oligarquía para cometer el fraude para el Referendo de agosto de 2004, cuestión que
hoy día es acallada por los grandes medios, hoy adocenados frente al régimen.
Luego de los eventos electorales, las cosas se tornan más difíciles para las fuerzas
opositoras. La dispersión, la desmoralización, el escepticismo, han minado las bases de las fuerzas
de la oposición. Otros, han preferido la negociación y mediante “reflexiones” han vuelto
nuevamente por las vías del “proceso”. Sin embargo, las masas opositoras aún conservan
potencialidades que seguramente volcarán sus fuerzas contra el régimen y pugnarán por una
alternativa, como quedó demostrado en el proceso electoral de diciembre de 2005.

Algunas consideraciones sobre el chavismo como despotismo revisionista de izquierda

En primer lugar, el despotismo parece ser la categoría que de manera más sustancial
caracteriza al régimen chavista. Pesa en esta caracterización el hecho de que existe una relación
entre la base material que sustenta la economía del país y esta tendencia política que ha encontrado
en el chavismo una realización bastante clara, al conjugarse varias determinaciones, siendo la
personalidad carismática de Chávez una de las más importantes. La concentración y centralización
del poder en torno de una figura carismática no es el resultado de la mera voluntad de quien lo
ejerce. Por el contrario, para que ello sea posible se requiere de condiciones objetivas y subjetivas;
de las circunstancias políticas del momento, una de cuyas características es la inexistencias de una
vanguardia política progresiva en medio de momentos de cambio; y de una base material objetiva
que le de sustento.
De allí la pertinencia de analizar en primera instancia el principal factor objetivo de la
realidad venezolana: el recurso petrolero, tanto en las circunstancias específicas como generales;
esto es, tanto en las circunstancias que condujeron a la entronización de Chávez en el poder, como
en el desarrollo del proceso político del país en las últimas décadas. A fin de cuentas, es esta base
material la que ha sustentado la tendencia al despotismo en la sociedad venezolana,
independientemente de que analicemos el período bipartidista o el régimen actual.
El despotismo antiguo tiene una base concreta, más allá del débil desarrollo de las fuerzas
productivas. Así, en la antigüedad, la propiedad del subsuelo se realiza mediante un: “…
propietario superior o como el único propietario… Dado que la unidad es el propietario y el
supuesto efectivo de la propiedad colectiva, ésta misma puede aparecer como algo particular por
encima de las muchas entidades comunitarias particulares y efectivas y, en consecuencia, el
individuo resulta en ellas desprovisto in fact de propiedad… aparece mediada para él por una
franquicia que la unidad global —unidad que se realiza en el déspota como padre de las muchas
entidades comunitarias— [otorga] al individuo por intermedio de la comunidad particular. El
plusproducto —que además se ve determinado legalmente como consecuencia de la apropiación
efectiva a través del trabajo— pertenece entonces de por sí a esta entidad superior”4[4]. En nuestro
caso, si bien es cierto no se trata de una propiedad del suelo del cual se arranca un producto por
medio del trabajo participativo de la comunidad, existe la propiedad colectiva sobre la riqueza del
subsuelo, que absorbe una proporción de trabajadores muy reducida, pero que brinda una renta
muy importante, mediante el comercio internacional del recurso petrolero, que es redistribuida por
el estado venezolano, quien aparece como esa unidad global, o propietario superior. La naturaleza
del Estado, en nuestro caso, determina entonces la función de ese plusproducto, su destino.
Podemos afirmar, con base en esta consideración que la base material, objetiva, por tanto, de esta
tendencia despótica del estado venezolano, tiene que ver con la existencia de una riqueza concreta
y con la manera como es apropiada y usufructuada. Ello explica las formas ideológicas que buscan
legitimar al Estado, en nuestro caso, mediante su presentación como órgano supremo, un tanto
similar a aquella circunstancia en la cual: “… las condiciones colectivas de la apropiación real a
través del trabajo, [[p. ej,]] sistemas de regadío, muy importantes entre los pueblos asiáticos,
medios de comunicación, etc., aparecen como obra de la unidad superior, del gobierno despótico
que flota por encima de las pequeñas comunidades”5[5].
Una de las características del régimen de producción capitalista es su capacidad para
articular distintas formas de producción en torno del modo de producción hegemónico; de igual
manera, el régimen burgués logra articular formas de propiedad diversas en torno de la propiedad
capitalista y del proceso de acumulación de capitales. Ello explica, por ejemplo, la llamada
economía mixta. Formas de propiedad estatales se articulan en torno de la acumulación, sobre todo
cuando aquellas asumen las tareas de creación de las condiciones generales para la reproducción
del régimen. Asimismo, algo demostrado en las distintas experiencias revisionistas, en el régimen
burgués se puede establecer una clara diferenciación entre propiedad posesión y usufructo. De esta
manera, en las experiencias revisionistas, mientras impera la forma de propiedad colectiva, la
posesión de igual manera colectiva, y el usufructo del producto social termina siendo privado.
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En nuestro caso, en que la propiedad sobre las riquezas del subsuelo es del Estado, son
usufructuadas de manera desigual. Una parte se va por la vía de elevados sueldos para la casta que
asume parte del proceso de producción, de administración del recurso, etc., corrupción, entre otros
mecanismos. Pero, en general, buena parte de la renta va a parar a manos de la clase burguesa,
principalmente la oligarquía financiera, mediante diversos mecanismos de redistribución, siendo
uno de ellos, durante el régimen chavista ha adquirido dimensiones extraordinarias, la deuda
pública interna. Otra parte de los recursos obtenidos del negocio petrolero sirve para la creación de
las condiciones del régimen capitalista, una de las cuales se resumen en las condiciones de
reproducción de la fuerza de trabajo, expresadas en las políticas sociales.
En nuestra historia ha pasado en forma un tanto inadvertida la circunstancia que para la
política y las formas de ejercicio del poder burgués resume la propiedad de la nación sobre el
subsuelo, al menos los análisis no aciertan a ubicar el problema de la concentración del poder, una
de cuyas bases materiales objetivas, en nuestro caso, es precisamente la forma de propiedad de las
riquezas del subsuelo. En concreto, siendo que la explotación del recurso petrolero llegaba como
bondad a la nación en forma de renta, su redistribución ha conducido a un usufructo desigual, a
partir de mecanismos de redistribución que han favorecido de manera clara al capital financiero,
pero de igual manera han alimentado la condición del estado venezolano como unidad superior,
usufructuario directo de la renta, alcanzando un nivel superlativo durante el gobierno chavista. De
manera general, desde la óptica del capital, la redistribución de esa renta ha beneficiado al capital,
esto es, ha permitido márgenes de acumulación concretos para la burguesía y ha garantizado las
condiciones de reproducción del orden capitalista. Pero, de igual manera han colocado al Estado en
condiciones concretas que le permiten afianzar su condición de unidad global. De allí la idea
paternalista y las condiciones materiales efectivas para la realización del populismo.
La experiencia política de las últimas décadas, desde la nacionalización que, siendo
chucuta, ha permitido la centralización de grandes masas de capital y la formación de una casta
llena de privilegios que, en conjunto, se fue convirtiendo en un “trofeo” nada desdeñable. La
profundización de esta circunstancia, en medio de la crisis de la forma de dominación bipartidista,
facilitó la entrada en escena de la personalidad carismática. Ello condujo al nuevo régimen a ubicar
a Pdvsa como una entidad a la cual debía echarle mano para ejercer un control directo de sus
recursos para colocarlos al servicio de las “nuevas políticas”.
De allí que uno de los objetivos del régimen chavista haya sido precisamente hacerse de tan
preciado espacio. La historia reciente y la manera como se viene manejando Pdvsa son harto
demostrativas de esta afirmación. Esa es precisamente la base material fundamental del nuevo
régimen. Podemos decir que esta tendencia siempre estuvo presente en la modernidad venezolana,
por lo que el manejo del negocio petrolero, desde que adquiere tanta relevancia económica, se haya
convertido en aspecto fundamental para las clases dominantes y sus distintas expresiones políticas.
Ello explica que, al lado de formas democrático burguesas, esta determinación haya sumado para
que siempre estuvieran presentes rasgos de despotismo propios de la alta concentración de
capitales que supone el negocio petrolero sustentado en esa manera particular de propiedad.
Los intereses que despierta el recurso petrolero ya de por sí son suficientes como para
despertar una fuerza poderosa dentro del chavismo en función de controlar de manera absoluta el
negocio. Hacerse de Pdvsa se convierte en un objetivo clave del régimen. La ofensiva inicialmente
resultó tímida, pero fue dando paso a iniciativas cada vez más claras hasta, hasta que se conjuga la
severa crisis política que hizo tambalear las bases del régimen, con la mayor de las torpezas
políticas.
De allí que el paro petrolero, más que cualquier cosa, resulto ser una estupidez política. La
ingenuidad expresada por la dirigencia de esta jornada deja como saldo real, el traspaso de la
empresa al régimen de manera sui generis. Se trataba de un problema en el cual estaban en juego
intereses de una gran significación. Por un lado una burocracia, más bien tecnocracia, que se
resistía a ser desplazada de los codiciados espacios que brinda la petrolera estatal. Por otro, quienes
ven en ella, además de un espacio lleno de privilegios, la posibilidad de obtener los recursos
capaces de satisfacer la voracidad rampante de los nuevos tiempos. Resume este episodio esa
tendencia propia de la sociedad burguesa en la cual “los partidos que luchaban alternativamente
por la dominación, consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el
botín principal del vencedor”6[6], y Pdvsa era la principal bolsa, muy codiciada por la naturaleza
de clase de importantes capitostes de la nueva forma de dominación.
En adelante, la política petrolera ha resultado coherente con lo anterior. De tal manera que,
mientras profundiza la entrega del recurso petrolero al capital petrolero internacional y se sigue su
política en la materia, se nos presentan los lineamientos como expresión de una política nacional.
El fariseísmo, la farsa y el engaño, también se ponen de manifiesto en la materia.
Ahora bien, la forma como se expresa el despotismo chavista está claramente inscrita
en el revisionismo de izquierda.
Cuando hemos señalado que se trata de un régimen despótico y, en su forma, revisionista
de izquierda, se contraponen algunos criterios. Destaca aquél que alude a que con ello se le da una
relevancia al chavismo y al “pensamiento” chavista más allá del que se merece. Que se trata de una
sobrevaloración del chavismo. No se ubica, desde esta perspectiva, que el chavismo encuentra sus
raíces filosóficas en el irracionalismo y esta corriente supone una lógica en el comportamiento
político que va más allá de las voluntades y cultura de quienes lo asumen.
Las actuales circunstancias, sobre todo a raíz del afianzamiento económico del régimen —
mediante un control aún más directo sobre Pdvsa y del incremento de los precios del crudo en el
mercado internacional, afianzados por la política implantada en la OPEP, nada contradictoria con
el que imponen las grandes corporaciones del petróleo—, han facilitado el desarrollo de políticas
que crean mayor confusión en sectores diversos y afianzan la superestructura política sustentada en
el discurso revisionista, que se traducen en una concentración y centralización superlativa del
poder.
La expresión: socialismo de palabra, pro oligarquía de hecho, resume la naturaleza del
régimen.
A eso ha llegado el engaño chavista. Las evidencias son muy claras, tanto del discurso,
como de los resultados de la política. Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. La
oligarquía bancaria en 2004, para ubicar un elemento por demás emblemático, percibió ingresos
que representaron el 11% del PIB nacional. Por su parte, una somera revisión de la política
petrolera refleja la entrega de la riqueza petrolera a las grandes corporaciones del petróleo,
principalmente a Chevron. Mientras, los niveles de miseria, hambre y desempleo, en el mejor de
los casos, se mantienen en los niveles heredados del régimen bipartidista, muy a pesar de las
manipulaciones estadísticas por parte del régimen.
Así, el engaño encuentra perspectivas en la manera como esta corriente revisionista
primitiva, ubicada en la perspectiva agnóstica y metafísica, se sustenta en los sentimientos y
emociones como base para el quehacer político, contando con una relativamente sólida base
material. Cuestión que fue madurando desde el momento mismo en que Chávez aparece en la
palestra política como alternativa, de cambio para las grandes mayorías y como factor de
contención social desde la perspectiva de los sectores dominantes.
El afianzamiento de esta práctica da como resultado la realización de la tesis o principio de
la autoridad carismática. Concepto bien recreado por el chavismo en torno del personaje en
cuestión. Ello es lo que a fin de cuentas permite, junto con la explotación del resentimiento social,
la manipulación de la conciencia de las mayorías explotadas y oprimidas, y la relativa unidad entre
los sectores chavistas. Aunque llena de fragilidad, esta unidad se ve alimentada de manera muy
diversa, convirtiéndose la corrupción generalizada en uno de sus pilares.

6
Se une a esto la utilización del mito como palanca fundamental en la entronización del líder
del proceso. Ello explica la apropiación por parte del líder del proceso de la mitología venezolana,
tanto de Bolívar y los patriotas más importantes de la guerra nacional de independencia, como de
la lucha revolucionaria latinoamericana, sin dejar a un lado a figuras fundamentales del
movimiento comunista internacional. Asimismo, al hacerse expresión genuina de la idiosincrasia
criolla, convierte en mito la propia venezolanidad. Pero de igual manera asume a cualquier
connotado liberal burgués como mentor de cualquier idea o política. De allí el engarce del régimen
y su líder con el planteamiento soreliano. No señalamos con esto que Chávez tenga cultura al
respecto, simplemente que existe una coincidencia con alguien que le dio piso teórico y político a
la tendencia política irracionalista, convirtiéndose en un precursor importante del pensamiento
fascista. Quien no era “Ni metafísico, ni sociólogo, ni historiador, pero sí «filósofo» en la acepción
que el término adquiere en el siglo XVIII, tal es el Sorel que se sentirá fascinado, desde su primera
obra, por el papel de los mitos en la historia de las civilizaciones y que elaborará, al final de un
largo proceso de fermentación intelectual y de compromiso político, una idea auténticamente
genial: la teoría de los mitos heroicos y de la violencia creadora de moral y de virtud”7[7]. De allí
“… una de las claves del enfoque soreliano: la lucha de clases y la catástrofe final —esos dos
pilares de la interpretación del marxismo elaborada por el autor…— se explican en términos de
sentimientos, de mitos y de imágenes, se invita a los socialistas a que tengan en cuenta la historia
de la iglesia y a que de ella extraigan lecciones de esperanza y de consuelo”8[8]. Chávez, igual que
Sorel, “Progresivamente… toma conciencia de la fuerza del mito y del papel que éste puede llegar
a desempeñar como motor de la acción social” 9[9]. Por ello pensamos que “Este revisionismo
revolucionario, antirracionalista y mítico…”10[10], sin que ello suponga conciencia al respecto,
encuentra en el líder del proceso y en el proceso mismo, una expresión bastante acabada. Otra
coincidencia importante es que así como “Los sorelianos y los libelistas coinciden perfectamente
en los principios del liberalismo económico más salvaje”11[11], el régimen ha resultado
consecuente con la política del capital financiero de estos tiempos.
La tesis según la cual “Todos esos elementos de darwinismo social y de nietzcheísmo
primitivo, comunes a los liberales más extremistas y a los revisionistas revolucionarios,
indudablemente excluyen cualquier compromiso, tanto con la democracia política, como con la
democracia social”12[12], resume otra importante coincidencia del chavismo con los precursores
del fascismo europeo. Ello explica la imbricación entre el despotismo chavista, el revisionismo
izquierda que rezuma el líder del proceso y los rasgos fascistas que se expresan tanto en el
irracionalismo como en el sectarismo. De igual manera, todo ello sustenta la tendencia autoritaria
del régimen, tanto en relación con la sociedad, como en las relaciones a lo interno de sus
instituciones.
Venezuela no es una nación imperialista de alto desarrollo industrial. No se trata de un país
imperialista que lucha por mayores espacios en el mercado internacional. En definitiva, cuando
señalamos que el régimen presenta rasgos fascistas, no estamos afirmando que sea esa su
naturaleza, dado que no se trata de una nación imperialista sometida a determinaciones como las
señaladas líneas atrás. Apenas somos un país semicolonial, dependiente y sometido a los designios
del imperialismo estadounidense. Por tanto, sólo se trata de rasgos, una de cuyas expresiones más
claras la encontramos en el irracionalismo, el espíritu de revancha presente en sectores lumpen,
presente incluso en la alta jerarquía del régimen, y la utilización del mito y los sentimientos como
base de la política.
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En otro orden de ideas, quienes consideran que caracterizar al régimen chavista como
revisionista supone darle una connotación que no merece, olvidan que el revisionismo es un
pensamiento vulgar, que se aparta de la teoría científica del desarrollo social y de la revolución
socialista, para caer en la realización de un pensamiento que busca desviar el proceso
revolucionario hacia la colaboración de clases, más claro en el caso del revisionismo de derecha, y
a reivindicar la esencia de la formación capitalista, tanto en aquél como en el revisionismo de
izquierda. Ello supone, en las condiciones como la venezolana, la vigencia de la tesis según la cual
“la forma más adecuada de penetración de la ideología burguesa… es la forma del revisionismo, el
cual no es más que la ideología burguesa enmascarada con fraseología marxista y socialista”13[13],
lo cual en el caso que nos ocupa se viene poniendo en total evidencia en los últimos tiempos
cuando el chavismo viene asumiendo la política de llevar el engaño al extremo posible,
propagando la especie de la construcción del socialismo del siglo XXI.
Alguna gente analiza el revisionismo en la etapa en la cual fue dominante su expresión
reformista y de derecha desde el poder, esto es, se analiza el revisionismo desde la época de
Jruschev en adelante, o desde la época de Tito en Yugoslavia. Sin embargo, hemos de periodificar
el revisionismo desde sus orígenes, o sea, desde el momento en el cual aparece la revisión del
marxismo en la época decimonónica, desde finales de ese siglo en adelante, desde una perspectiva
desviacionista. Lejos estaba el revisionismo de hacerse del poder, en cualquiera de sus variantes de
izquierda o de derecha reformista. La incidencia del revisionismo reformista en el seno del
movimiento obrero y su profusa producción teórica motivaron respuestas desde el marxismo que
coparon en buena medida el combate a esta corriente ideológica como expresión de la ideología
burguesa en el seno del movimiento obrero y de buena parte de sus partidos. Pero el combate
contra el revisionismo de izquierda no se desarrolló en la misma magnitud. Así lo reconoce Lenin
en una oportunidad al referirse al “revisionismo de izquierda” estableciendo que: “no podemos
detenernos a examinar aquí el contenido ideológico de este revisionismo, que dista mucho de estar
tan desarrollado como el revisionismo oportunista y que no se ha transformado en internacional, ni
afrontado una sola batalla táctica importante con el partido socialista de ningún país”14[14] No fue
sino en la década del veinte del siglo pasado, cuando esta expresión del revisionismo, se convierte
en alternativa de significación, sobre todo en Italia cuando Mussolini pugna por alcanzar el poder,
desarrollando una política inspirada en las tesis soreliana, de Labriola, entre otros pensadores
irracionalistas.
Por otra parte, el análisis del revisionismo de izquierda desde la perspectiva revolucionaria
marxista, se ve opacado ante la problemática que representaba el fascismo ascendente en Europa, a
pesar de ser esta la desviación principal, de cara a la naciente ideología fascista y de haberse
colocado de manera brutal en contra de los intereses del movimiento obrero. Todo lo cual desvió
su análisis en el sentido de que más allá de sus orígenes, se asumió que sus manifestaciones
formaban parte de las corrientes fascistas, tanto en Europa como en otras latitudes. Sin embargo, la
experiencia latinoamericana, llena de una carga indigenista, en el caso de países como Perú, esta
corriente va a expresarse de manera clara en distintas tendencias y partidos políticos, dentro de los
cuales podemos ubicar el indigenismo en varios países andinos y en México.
Son muy pocas las experiencias en las cuales el llamado revisionismo de izquierda se ha
convertido en vanguardia de un proceso político. De allí que Lenin advirtiera lo antes dicho. Por
otra parte, como señalamos líneas atrás, el revisionismo de izquierda bien puede ser considerado
precursor del pensamiento fascista, por lo que su análisis ha quedado pospuesto a un ulterior
período histórico. Dicho de otra manera se tiende a analizar la realización plena de este tipo de
revisionismo al convertirse en fascismo, por lo que termina siendo analizado es su realización
como tal régimen en países imperialistas, no sus prolegómenos. En el caso que nos ocupa, las
cosas tienden a ser distintas, toda vez que la consolidación del régimen político chavista se
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sustenta en el pensamiento irracional revestido de socialismo del siglo XXI, por lo que, al no
contar con la base material y objetiva propia de las naciones imperialistas, apenas puede realizar
algunos de los rasgos del fascismo.
Por su parte, se esgrimen argumentos para negar que Chávez tenga filosofía alguna,
olvidándose quienes así concluyen que esta posición, más bien algunas de sus ideas filosóficas,
supone su inscripción en alguna corriente o doctrina filosófica. No somos, por tanto, de los que
consideran a Chávez un castrado filosófico, toda vez que ello es un absurdo. En toda sociedad de
clases, las ideas capaces de generalizar, esto es, las ideas filosóficas, se inscriben dentro de una
corriente determinada, general o doctrinaria.
Podemos afirmar que todo aquél que responda a cuestiones generales, esto es, a lo atinente
al mundo filosófico, resume una postura en tal sentido. Más específicamente, más allá de su
ubicación en el campo idealista o materialista, las ideas generales enarboladas por quien asume la
política de manera clara, lo inscribe en alguna doctrina, aun cuando sea ignorante de la misma. De
manera más acabada, todo aquél que encuentra cierto ordenamiento en las cuestiones generales,
sobre el mundo y la sociedad, se aproxima a una doctrina filosófica específica. Pero ello no supone
que el personaje en cuestión sea un filósofo, o que asuma una corriente determinada de manera
consciente. Por el contrario sus ideas, vulgares en general, apenas le permiten sustentar alguna que
otra aproximación teórica y filosófica, más cuando su política es en extremo farisaica, por lo que
debe recurrir a ideas aisladas, muchas de ellas inscritas o aisladas de determinados contextos.
Sin embargo, son muchas las consideraciones que permiten ubicar una relación entre el
proyecto chavista y el irracionalismo del revisionismo de izquierda soreliano. No afirmamos con
esto que Chávez tenga cultura al respecto. Por el contrario, son evidentes sus carencias culturales
en general y en particular del asunto que nos ocupamos. Sólo que hay que ubicar que existen
condiciones objetivas y subjetivas que han permitido tal circunstancia, cuya primera aproximación
la encontramos en la asunción que hace del irracionalismo. Más aún, al ubicar claramente la base
social a la cual se debe, que unifica los extremos de la sociedad, termina por convertirse
claramente en el jefe del lumpemproletariado, mientras ejecuta la política a favor de la oligarquía,
esto es, termina siendo un agente del capital financiero.
Podemos encontrar estas raíces en el proceso político venezolano, que arropan, tanto a
Chávez como a buena parte de quienes insurgieron en la década del sesenta y setenta. Chávez no
es más que un conspirador que bebe en primera instancia de tesis alejadas del marxismo, y que, por
el contrario, se basan en “búsquedas” en las raíces históricas autóctonas, por lo que fácilmente
fueron cayendo, quienes asumieron tales ideas, en la más burda propuesta, desconociendo la
naturaleza del capitalismo contemporáneo y de las condiciones del capitalismo dependiente y
semicolonia de Venezuela.
Asimismo, podemos afirmar, sin lugar a dudas, que, siendo el pensamiento marxista en
Venezuela una suerte de enclave doctrinario un tanto exquisito, al menos en sus orígenes y
partiendo de la extracción de clase de quienes lo asumieron, es fácil de concluir en que su
aplicación fuese dogmática, muy sujeta a “principios” aplicados sin la profundidad del caso. El
marxismo, en general, fue asumido de manera escolástica, sobre todo a partir del período del
revisionismo jrushoviano en adelante. Este elemento explica, tanto la suerte chavista, como la
posición asumida por buena parte de los sectores de “izquierda”.
Por su parte, así como señalamos líneas atrás, que la base material con que cuenta este
proyecto, no es otra que la renta petrolera, su base social es el lumpemproletariado. En estos
asuntos puso el chavismo todo su empeño, desde un principio, pero sobre todo a raíz de la crisis
política de 2002, cuando se conjugó de manera clara, tanto la política social basada en un
populismo ramplón, como el inicio del control más directo de Pdvsa.
A diferencia del fascismo, la base social del régimen chavista no es la pequeña burguesía, sino el
lumpenproletariado. No puede ser de otra manera, toda vez el mayor freno al desarrollo de nuestras
fuerzas productivas, dada la naturaleza semicolonial y dependiente de la sociedad venezolana, que
conduce a un crecimiento inusitado de los sectores lumpen, mientras empobrece a cada vez más
amplios sectores sociales. Sin embargo, el irracionalismo y el revanchismo no sólo prenden en
sectores medios. Aquél, el de los sectores medios de los países imperialistas, alude a la revancha
de la nación frente a otros imperialismos, éste, el de un país como el nuestro, alude a una
circunstancia más genérica o primitiva, la revancha social. Así, más allá de consideraciones
psicológicas, Chávez parece imitar a “… Bonaparte, que se erige en jefe del lumpemproletariado,
que sólo en este encuentra reproducidos en masa los intereses que él personalmente persigue, que
reconoce en esta hez, desecho y escoria de todas las clases, la única clase en la que puede apoyarse
sin reservas, es el auténtico Bonaparte, el Bonaparte sans phrase. Viejo roué ladino, concibe la
vida histórica de los pueblos y los grandes actos de gobierno y de Estado como una comedia, en el
sentido más vulgar de la palabra, como una mascarada, en que los grandes disfraces y las frases y
gestos no son más que la careta para ocultar lo más mezquino y miserable”15[15].
Pero de igual manera Chávez parece imitar a Luís Bonaparte, en el sentido de que “…
quisiera aparecer como el bienhechor patriarcal de todas las clases. … Quisiera robar a Francia
entera para regalársela a Francia, o mejor dicho, para comprar de nuevo a Francia con dinero
francés, pues, como jefe… tiene necesariamente que comprar lo que quiere que le pertenezca. Y en
institución del soborno se convierten todas las instituciones del estado:… En medio de soborno se
convierten todos los puestos del ejército y de la máquina de gobierno”16[16]. Lo cual resume el
proceso de lumpenisación de la sociedad y del régimen chavista.

Un proyecto personal deviene en régimen despótico revisionista de izquierda

Es sumamente claro el hecho de que el régimen despótico, revisionista de izquierda,


descansa en una sola figura, sin la cual su vida sería efímera, se haría polvo en un período bastante
breve. Pero no creemos que se trate del simple caudillismo, o, en todo caso, se trata de una versión
redomada, más rocambolesca, heredero de esta tradición venezolana y latinoamericana, pero con
elementos nuevos, tales como el discurso y la base material en la que se sustenta, y los perfiles que
se le van dando al régimen instaurado. De allí que uno de los problemas a afrontar sea que estamos
tratando sobre un régimen que enarbola reivindicaciones y consideraciones sobre las grandes
mayorías en general justas, de allí parte el engaño, toda vez que adelanta la política más perniciosa
para esos intereses que dice defender, como ha quedado totalmente evidenciado. A diferencia de
los proyectos caudillistas tradicionales, que por lo regular se han entronizado en el poder con un
discurso reaccionario y de derecha.
Esta circunstancia lleva a concluir a alguna gente en la tesis según la cual se trata de un
mero proyecto personal que se vale del engaño para sostenerse en el poder. Somos de la idea
distinta, que se trata de un proyecto personal que devino en régimen concreto.
Creemos necesario puntualizar lo siguiente al respecto, el devenir no supone que no
existieran tendencias que, de hecho así fue, pudieran apuntalar el proyecto personal de Chávez y
con ello el de la oligarquía, pero que en el devenir hubo de perfilar un régimen que va más allá de
la aspiración meramente personal. Sin embargo, esta coincidencia nos fuerza a determinar cuál de
los dos aspectos que se entrelazan, el proyecto personal y las tendencias favorables a la oligarquía
jugo el papel fundamental. Creemos en tal sentido que se trata de una relación dialéctica que
alimentó ambas corrientes, pero a nuestro juicio, definitivamente el peso específico se encuentra
del lado del proyecto personal de Chávez quien se ha sabido aprovechar del espíritu de cambio de
los menesterosos para sustentar un régimen cuyos perfiles se han venido dibujando con el
desarrollo de los acontecimientos, amarrando, por así decirlo a la oligarquía financiera.

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Así, el desarrollo del régimen ha tenido como punto de partida la aspiración personal de un
personaje mediocre y grotesco como señalara Marx a propósito de Luís Bonaparte, quien logra
entronizarse en el poder fruto de las circunstancias concretas antes señaladas. Sin embargo, esta
aspiración va siendo realizada en medio de acontecimientos, circunstancias y determinaciones, que
la llevan por un camino que hace que devenga en un régimen concreto. Ello no es fruto de la
conciencia de quienes de alguna manera, incluyendo al personaje grotesco en cuestión, hayan
tenido al respecto, lo cual supondría una prefiguración de un programa y un proyecto político
concreto por su parte. Por el contrario, son esas circunstancias y determinaciones, entre las cuales
hay que contar con el azar y el papel de la oposición, las que van conduciendo a darle forma a tal
régimen concreto. Esto es, no necesariamente existe una idea preconcebida para que esto se vaya
desarrollando y realizando.
Venezuela cuenta con algunas determinaciones absolutamente objetivas que hacen posible,
o facilitan, un proyecto de esta naturaleza y un régimen, en consecuencia, que se va edificando
producto de ellas. Por ejemplo, como hemos visto, la cuestión petrolera abona en esa dirección.
Otra de las determinaciones más importantes para que esto sea así, obedece a la
inexistencia de una vanguardia capaz de colocarse al frente de las luchas populares y nacionales en
función de dirigir un movimiento a todas luces maduro para acometer tareas de transformación
revolucionaria de la sociedad. Ello le facilitó a Chávez el camino para hacerse de las simpatías de
las amplias masas que aspiraban a cambios profundos en la sociedad.
Imperando una circunstancia que refleja la existencia de condiciones que resumen aquello
de que las relaciones sociales, junto a las relaciones internacionales, se convierten en un freno para
el desarrollo de las fuerzas productivas, con lo que se abre un período de revolución social; que
ello se expresaba en el hecho de que los de abajo no estaban dispuestos a ser gobernados a la vieja
manera y que los de arriba ya no podían seguir gobernando a la vieja usanza; existiendo esas de
terminaciones, era imprescindible la existencia de una vanguardia verdaderamente revolucionaria
en términos reales, esto es, capaz de colocarse al frente del movimiento popular levantado en las
calles. Mientras, los sectores dominantes, bajo la hegemonía de la oligarquía financiera, que no
salían de la perplejidad, no lograban configurar un bloque de la dominación capaz de enrumbarse
hacia la conformación de una nueva forma de ejercer el dominio sobre los oprimidos y explotados.
Por lo que “En un momento en que la misma burguesía representaba la comedia más completa,
pero con la mayor seriedad del mundo… y ella misma obraba a medias engañada y a medias
convencida de la solemnidad de sus acciones y representaciones dramáticas, tenía que vencer por
fuerza el aventurero que tomase lisa y llanamente la comedia como tal comedia. Sólo después de
eliminar a su solemne adversario, cuando él mismo toma en serio su papel imperial y cree
representar, con su careta napoleónica, el auténtico Napoleón, sólo entonces es víctima de su
propia concepción del mundo, el payaso serio que ya no toma a la historia universal por una
comedia, sino su comedia por la historia universal”17[17]. Así, se repite aquello de que “…La idea
fija del sobrino se realizó porque coincidía con la idea fija de la clase más numerosa de los
franceses”18[18]
Esta, en definitiva, es la principal circunstancia que permitió que el proyecto personal de
Chávez se hiciera realidad, luego, las circunstancias van perfilando un proyecto que va más allá de
la mera aspiración personal, aunque no la niega.
Los perfiles que viene adquiriendo el régimen, que van más allá del proyecto personal, los
podemos observar tanto en la asunción del revisionismo de manera cada vez más clara, como en el
relativo afianzamiento de las instituciones, en el marco de un proceso en el cual se afianza la tesis
según la cual “el poder ejecutivo, por oposición al legislativo, expresa la heteronomía de la nación

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18
por oposición a su autonomía”19[19], esto es, la cada vez mayor concentración de la centralización
del poder en manos del déspota, anula la llamada autonomía de los poderes.

Qué permite una categorización científica del régimen chavista?

Para alguna gente la profundización en torno de la naturaleza del régimen chavista resulta
un asunto insustancial. Académico, en el mejor de los casos. Les resulta un ejercicio meramente
teórico. De igual manera, les resulta también académico el abordaje de las distintas etapas que
vivimos desde una óptica lo más rigurosamente científica
Por el contrario, consideramos que ha sido fundamental la caracterización del régimen de la
manera más rigurosa posible, desde un principio. Aun cuando somos de la idea de que nos hemos
quedado cortos en algunas consideraciones a nuestro juicio fundamentales. Por su parte, el análisis
de cada período nos ha permitido ubicar algunas tendencias, a partir de lo cual hemos estado
prevenidos ante las maniobras y desarrollos de la política chavista. Aparte, las distintas etapas que
ha transitado este proyecto, que obedecen tanto a la ofensiva política del chavismo como a las de la
oposición, resumen cambios importantes en lo económico, estructural, político y social, cuestiones
que han sido fundamentales para definir una correcta política de alianzas.
Así, ubicar el comportamiento de las clases sociales en Venezuela durante este ya largo
período, sigue siendo un elemento básico para darle rigurosidad científica al análisis político de
esta experiencia. Sin ello veríamos el proceso como un devenir de acontecimientos políticos
producto de la confrontación entre el régimen y la oposición. Uno de los aspectos que más ha
incidido en la política, por ejemplo, ha sido el comportamiento de sectores burgueses en la
confrontación con el régimen. Por una parte, en general, la burguesía menos articulada a la
oligarquía se ha visto afectada por las políticas neoliberales, muy a pesar de lo cual, estos sectores,
siguen asumiendo la “doctrina” económica del capital financiero, por lo que afianzan ideas
erróneas de cara a la definición de una alternativa frente al régimen. En general, por su parte, la
pequeña burguesía se ha visto afectada desde hace lustros por la política económica neoliberal.
Durante el gobierno de Chávez esto no ha sido distinto. Por lo que la asunción de parte de este
sector de actitudes políticas extremos ha estado a la orden del día, en general, este sector ha
asumido una posición de vanguardia de los sectores opositores. La clase obrera, mientras tanto, ha
sido un ausente de la confrontación política, cuyas luchas se han circunscrito a reivindicaciones
parciales, sin poder ser articuladas en torno a las luchas de la oposición y la generalización siquiera
a un sector de la economía, salvo las luchas de los petroleros previo a la gran ofensiva opositora
durante el año 2002.
De este cuadro podemos apreciar la composición de las clases en pugna. mientras que del
lado de la oposición se han colocado sectores burgueses y de la pequeña burguesía, junto a sectores
populares no articulados orgánicamente, del lado del régimen se han colocado los sectores más
empobrecidos de la sociedad, sobre todo aquellos que han recibido prebendas del gobierno a partir
de la política social. La oligarquía financiera, en el desarrollo del conflicto, ha asumido una
posición bastante acomodaticia, sobre todo porque recibe los principales beneficios de la política
económica del régimen.
Indiscutiblemente que durante los últimos meses este cuadro ha cambiado, sobre todo por
la neutralización de importantes sectores burgueses que, a raíz de la política económica del
régimen, se han visto proclives a buscar espacios en los negocios gubernamentales, lo cual se
traduce en un chantaje con repercusiones políticas de significación.
En tanto, el barniz conque se pinta la figura de Chávez, es de tal fuerza, que muchos
sectores de las masas terminan asignándole propiedades que nada tienen que ver con la realidad,

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cuestión que de alguna manera es alimentada desde la oposición, que terminan concediéndole al
déspota posiciones que más bien forman parte de la farsa. Este ha sido uno de los elementos que
nos hacen concluir en que debemos profundizar el análisis del régimen en función de contar con
más elementos para su desenmascaramiento. Ello, de igual manera nos permitiría poder incidir de
mejor manera en el resto de la oposición en función de orientar mejor el desenmascaramiento y el
diseño de ofensivas políticas más acertadas hasta alcanzar el objetivo de derrotarlo.
Las actuales circunstancias vienen abonando el camino para la consolidación relativa del
régimen. Aunque su unidad se ve seriamente afectada, tanto desde el punto de vista político como
social. Las demandas populares apenas son paliadas por la vía del uso dispendioso de los recursos
extraordinarios provenientes del negocio petrolero. De allí las posibilidades del resquebrajamiento
del apoyo que reciben de los sectores populares. A su vez, la unidad política encuentra se
seriamente lesionada, tanto producto de las contradicciones sociales, como resultado de las
contradicciones a lo interno del chavismo, donde algunos sectores aún pugnan por cambios,
mientras que la unidad apenas se ve soldada a partir de la apertura de espacios a los distintos
sectores políticos que apoyan al gobierno y a la estructura del régimen, como de la rampante
corrupción.
La inmensa mayoría de los venezolanos, mientras tanto, aspira a cambios profundos. Tanto
sectores que apoyan a Chávez, más que al chavismo, como amplios sectores de la oposición
pugnan por cambios, buscan salir de Chávez sin volver al pasado.
Las perspectivas en muy buena medida dependen de las capacidades que desarrolle la
oposición. Existen algunas debilidades del régimen que bien pudiesen ser utilizadas por la
oposición. La cuestión de la corrupción, de la ineficacia, entre otras, son elementos que facilitan el
desenmascaramiento, pero se requiere de una fuerza orgánica capaz de orientar a las masas,
brindando una alternativa política cuyo sustento no sea otro que un programa progresista que
despierte simpatías y apoyo en amplios sectores populares. Ese es el reto para la oposición,
principalmente de los sectores progresistas y revolucionarios.
Hemos vivido un período en el cual los actos heroicos no son precisamente el sustento
principal de los liderazgos, ni del que resume Chávez ni del de los líderes de la oposición. De allí
que las posiciones de avanzada, las posiciones de vanguardia, deben asumir tareas, precisamente
que suponen actos heroicos, no en el sentido de acciones que impliquen sacrificios que separen a
estos sectores políticos del nivel alcanzado por el movimiento, pero sí en el sentido de que
marquen el rumbo que deben seguir las luchas.
El desarrollo acelerado de las condiciones objetivas y subjetivas puede facilitar el
desarrollo de esta política. De allí que los sectores avanzados deben aprovechar los resquicios y
circunstancias del momento, una de cuyas características lo resume el vacío político dejado desde
el 5 de diciembre.
Estamos en presencia de un régimen que ha logrado frenar la esencia revolucionaria del
pueblo venezolano, de una especie de engendro capaz de producir la confrontación entre hermanos
para sostenerse en el poder. Por tanto, se trata de poner lo mejor de la vanguardia revolucionaria al
servicio de la causa popular, lo cual pasa por el desenmascaramiento del régimen. Debemos poner
todo nuestro empeño en derrotar la avanzada chavista, mostrando al mundo y al pueblo la
capacidad y el talento para desenmascarar al régimen, en primera instancia, hasta alcanzar el
objetivo de quitar del medio ese muro de contención en que se ha convertido el régimen chavista.
Talento y capacidad que deben expresarse en la mayor profundización teórica para desnudar la
naturaleza del régimen y de definir las políticas que garanticen la mayor eficacia política, una de
cuyas líneas centrales debe ser ponernos al lado del pueblo, de los trabajadores, del proletariado y
de todos los explotados y sectores dispuestos a salir de Chávez.
Debemos enfrentar la tendencia natural que conduce a que sectores del movimiento
opositor caigan en posiciones anticomunistas, confundidos por el régimen que, al presentarse como
revolucionario y socialista, al adelantar una política en esencia continuista en lo económico y
sectaria y excluyente en lo político, en general autoritaria y fundamentalmente despótica. Esos son
parte de los retos del momento político actual.

20
[1] Marx. P. 48
21
[2] Marx, Carlos, Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte, …, p. 22.
22
[3] Marx, p.142
23
[4] Marx, Carlos, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (grundrisse) 1857~1858, Siglo
veintiuno editores, s. a. de c.v., 2001 editorial siglo XXI, p. 435
24
[5] Ibidem. P. 436.
25
[6] P.132
26
[7] Sternhell, Zeev, Mario Sznajder y Maia Asheri, El nacimiento de la ideología fascista, Siglo veintiuno de España
editores S.A., Madrid, 1994, p. 50.
27
[8] Ibidem, p. 68.
28
[9] Ibidem. P. 82
29
[10] P. 66.
30
[11] P. 64.
31
[12] P. 64.
32
[13] Hoxha, Enver, Obras escogidas, T. 4, Casa editora “8 Nentori”, Tirana, 1983, p. 197
33
[14] Lenin, Obras completas, t. 15, Ediciones Salvador Allende, p. 33.
34
[15] Marx., Carlos, op- cit, p. 80.
35
[16] Ibidem, p. 144.
36
[17] Marx. Op.cit. p.80.
37
[18] Marx, op. Cit. P. 134
38
[19] Marx, op. Cit. P. 130.

20
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22
23
24Carlos Hermoso
Secretario General (adj)
Bandera Roja
25
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