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Revista Javeríana • Junio 2000 Revista Javenana • Junio 2000

ENTRET'EkAS (mini- relatos) nos mosrró orra de sus víctimas (¿un trapo. trópico adormilado y las oleadas de perfu­ dificultad, padeciendo el despojamiento de
Por Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz un perro muerto?), el cielo se desplomó y me-sal con que aún el mar penetraba mi cada prenda; se quitó las pesrañas postizas y
no se escuchó nada más que el ruido de los nostalgia y mi tristeza; todo eso, fertilizó la las guardó en el estuche. lo mismo hjw con
UN INSTANf.E DE SU PIEL truenos celestiales. Corrí a refugiarme y posibilidad de nuestro amor; un amor in­ las uñas; echó las cajas de dientes en el vaso
desde la poncrfa del edificio contemplé el tenso, pero ficticio, porque, cuando óal con agua colocado sobre la mesa de noche.
Su piel demasiado blanca, al comienzo cegó
deterioro final de su figura. Pensé: "vendrá finó el sol ocultó sin piedad su mirada, el arrancó la máscara que cubría su rostro,
mis ojos. A !rdvés de aquella transparencia,
a escampar jumo a.mí", pero no lo hizo. De bus quedó en penumbras y el espejo se colgó la piel de su cuerpo en el gancho
cruzada por cordones azules, vi correr su
sus pies broló la sangre. En una sola masa se transformó en un ojo ciego, ocioso y cruel. dispuesto en el envés de la puerta y luego
sangre y vi fluir (ambién, el pequeño río
fundió el rojo, el café y el negro y luego el Pese a todo, ninguno de los dos arriesgó la decidió arroparse apenas con la sábana,
acanalado que cOlllemplábamos desde el
dorado de sus cabdlos. Grité: 'corre,corre', certeza del ouo y la oscuridad y el silencio de pues el ahogo era ya insoportable.
pueme. 'Quisiera quedarme en esta paz, en
pero Se quedó enganchada a su momento. la noclle acabaron por emerrar el espejismo.
esta paT....', dijo, y enmudeció enseguida.
Cuando desperté, decidido a buscarla, la ODISEA CON MISHIMA.
Pcnst: 'la vida no es otra cosa que el deseo
ESPEJISMO nifia ya no emba en su sitio: algún pueblito Sucedió asl:

de estos instames, ipor qué, cnronces, no


Ha sido cllímite más próximo al umbral de perdido de la ruta, durame la noche. habla
somos capaces de agarrarnos a uno de ellos Acababa de pasar por una crisis emocional

la alteridad al que he podido llegar: reclamado su posesión.


hasta el final ?' El arroyuelo trajo en sus muy fuerte cuando, por asumas de trabajo,

aguas un cuerpo extraño (¿un trapo, un perro Por costumbre y (ambién por necesidad. Las horas que escoltaron después mi sole­ tuve qw; viajar por aire. Ya acomodado en

muerto?) y su piel emitió un sobresalto. levanté los ojos hacia el espejo retrovisor del dad provocaron la amargura insoporrable el inreriC?r dd avión, ajusté mi cinturón de

autobús donde viajaba de regreso a la ciu­ en un viaje que demoró mucho más que lo seguridad, saqué el libro que había compra­

Me alejé unos pasos para dejarla. sola. Su


dad. Entonces la vi: la imagen de su rostro esperado. Pero no era la tardanza lo que do hada unos dlas y me hundl en su lectura.

cabello rubio, esponjoso, lastimaba el gris


joven y fresco desrro7.ó las intenciones de laceraba mi alma; en realidad habría prefe­ Nada más coincidente con mi escado de

de una (,Irde que moría de ganas por llover.


dormir con que había planeado aliviar Ull rido no llegar. ánimo de entonces que esa novela: El pabe­

A unos merros, el irlfierno de las caIJes


atemaba contra nuestra tierna tranquilidad poco el largo itinerario que me esperaba. La llón de oro de Mishima que. en un rono

yen la base del puente alcancé a derec(ar la percepción de su freme confirmó la bellC7..l. VERANO depresivo, narra la historia personal de

oscura presencia de una rata. Volvl mis ojos presclllida en su primer perfil. Pero hubo Aunque extenuada por el calor y por una Mizogguchi. un muchacho torpe y tarta­

hacia su cabel<1 y la encontré coronada de algo extraordinario: sus ojos descubri eron agotadora jornada de trabajo. Gloria no mudo óa causa de un traumatismo psicoló­

mosquiros de invierno: miles de ellos la mi reflejo con una familiaridad que yo al violó la costumbre de redactar los sucesos gico-, afligido por un complejo de inferio­

sobrevolaban. Un auto cruzó la calle y se comienzo me figuré equivocada. ln(crué del dla y se encaminó hacia el cuarto de ridad tan parecido al que yo sufría que en

internó en el garaje de uno de los edificios revolver en mi mente para enconrrar el esrud io antes de acostarse. Las frases insulsas mi alma empezó a resonar esa imagen del

del secror. Sus ojos lloraron silenciosos. Oí indicio de algún recuerdo, pero no conse­ fluyeron como las gOtas de sudor sobre su joven japonés arrodillado en el monas[erio

un grufiir de Ilalllas y luego un ínsulro. Su guí otra cosa que el desconcierto. frente. Tras concluir, quiso repasar la pági­ de Rokuonji como si hubiese sido extraída.

cabello dejó de ondular. Una gota grande Se inició una comunicación muda. pero na, pero sintió de nuevo los rigores del de mi propia memoria.

manchó el pavimento. sonó alguna alarma feliz, ba5ada apenas en el sutil dom inio del , cansancio. Cerró el diario, dejó el escrimcio Tal vez por eso, ni siquiera me percaté del

y, al [iempo. la piel de sus mejillas secomra­ gesro. Lo dijimos todo en aquel corro idilio y se dirigió a la alcoba. Adentro. comprobó momento en que. ya completo el cupo. el

jo con violencia. Cuando los pitos de los luminoso. De alguna manera, el paisaje de que la ventilación artificial no funcionaba. avión decoló y mucho menos del tipo de

carros chillaron con más fuerza, vi v~rias la ca rrerera, el aroma a (ierra caliente OptÓ por laapada. MecánicamelHe, colocó personas que lo hablan abordado. Afuera.

raras alrededor, royendo sus zapatos. El río succionado por las ventanillas, el color del su peluca sobre el rocador; se desvistió con la noche parecía haberse adelantado, el

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tiempo estaba terrible, los avisos de adver­ que ahora hao!a empezado a arder por obra PROCEDIMIENTO ecos de su pasado imentaron romper la
tencia no se apagaban y el avión se vio de Miwggudli, de modo que confundí las resistencia por el flanco más débil de su
Evita el mediod!a. Si encuentras el pow
sacudido varias veces por los embates de un llamas que lamían la ventanilla con las personalidad: la nostalgia. La imagen de sus
apropiado ya hecho, deslfzate por él. Una
viento tormentoso que amenazaba cons­ danzantes Icnguas de fuego que empezaban padres y de sus hermanos - sobre todo del
vez ahajo y en la oscuridad, permanece un
tantemente la estabilidad de la aeronave. a consumir el santuario, y el calor y el mayor, en quien se fiaba con una creencia
tiempo (el que sea necesario, el que tú
En el salón, sin embargo, no se escuchaba ni estremecimicnto que empezaron a apode­ ciega-; los rosrros de antiguos amores ­
quieras) contemplando el fenómeno. El
un suspiro. Inmerso en la lectura, yo ni rarse de la nave con el quc .~intj6 Miwgguchi algunos de los cuales reposan aún, papel
momentO del ascenso será tu prerrogariva.
siquiera me inmutaba y los demás pasaje­ tratando de huir, y hasta losí como el chitcado, en bolsillos interiores de su bille­
Si, cn cambio, no has descubierto alguno
ros, adiestrados en el arre de la inamovili­ muchacho que ahora. se lanzaba en una tcra-; el recuerdo de los amigos de infancia
que sea apropiado, dispólHe a consrruirlo y
dad, no emitieron ni un sonido, ni una desati nada carrera ... y de adolescencia y luego de trabajo; el
recuerda quc no hay nada más emocionan­
seílal de pánico por lo que, en cualquier Sólo cmonces, alcé la vista, y vi a mi lado, barrio, las ficstas, el estudio, el periódico
t(!, para nuestra conciencia urbana, qU(:
otra circunstancia, se habrla asumido como casi sin sorpresa, a Tsurukawa; miré hacia donde componía la página de avisos de
horadar la rierra. La herranlÍema es lo de
una situación de real emergencia. atrás y reconocí a Kashiwagi y más allá a defunción. Toda una vida imerrumpida,
menos. Ojalá puedas hacerlo acampo abier­
Cuando los truenos se hicieron más fre­ Mariko y a Yokobutu y al Prior: ¡todos de promo, sin atenuantes ni pesadumbre,
ro: la presencia de edificios puede estropear
cuemcs y la lluvia empezó a rasguñar con se empeñaba en desfilar por su memoria,
esraban allí! En ese momemo me asusté de el experimemo. Erige la excavación de tal
furia el fuselaje del avión, yo estaba en veras, alcancé a pensar que la lectura me disfrazada de sueño o de cara conocida en la
manera que su diámelro sea al menos el
medio del Monaslerio, acompañando a había rransportado hasta el lugar de los calle o 'de llamado insólito. Luchó contra
triple de tu propia circunferencia (estO faci­
Tsurukawa y a Mizogguchi en alguna se­ hechos, y entonces intenré pararme, pero el todo eso y, aunque no pudo evirar la prc­
lilará el descenso y también la observación)
sión de ensefianza. A esa ahura me encon­ cimurón me haló de nuevo al asiento. Re­ sencia de aquellos embates imprevisibles, se
y su profundidad alcance lo necesario para
traba absoJmamente idemificado con el cobré asf la conciencia, aunque sólo por un hizo más fuene cn.su propia convicción.
que la luz del sol ya no ilumine el interior.
terrible dolor del muchacho, quien ya no instante, porque enseguida me desmayé y Luego, asegúrate de inundarlo hasta que se Aquella tarde de tragos me confió su gran
podía amar y se sentía molesto por la per­ no pude por eso ser testigo del forzoso forme un embalse estable que puedas go­ secrero: del archivador de su cuarto de
versa ironía de su amigo Kashiwagi. Había aterri7.aje quc, gracias a la pericia del piloto, bernar. Entonces deslízate por el espacio y estudio sacó un obiruario. El nombre no
comenzado ya a manifestar esa paranoia se IIcvó acabo, alli, en medio de una trodu. conrempla la maravilla. me dijo nada y el texto no podía ser más
enfermi7.a que lo llevaría a destruir su ídolo, cerca dc la montaña, a pocos kilómetros del convencional. "Ese era yo". me aseguró y
Esrc procedimiento, si has comprendido, o
en una desesperada tcntativa por zafarse de aeropuerto; ni del rescate que se efectuó a comenzó a llorar. No me explicó nada más.
cualquier OHO esencialmente equivalente,
su paralizadora influencia, que le impedía los pocos minutos, con el cual pudo poner­ tampoco volvió a mCllciona.r el tema y
te servirá para mirar estrellas en el dfa.
scr libre de verdad. se a salvo la misión japonesa quc visitaba la eva.dió siempre mi curiosidad.
Así, en ese eSlado. imposiblc at.ender el zona, )' que había abordado, por pura De vez en cuando lo veo allí, scntado en su
EL OTRO silla, freme a la máquina de escribir, y su
llamado del piloro a permanecer alma (que coincidencia, el mismo avión que yo.
tampoco los demás pasajeros parecían con­ Despené en el hospiral, acompañado por Lejos de su pensamiento la ideade retornar. piel se templa, su VOl, se ahoga. Entonces
siderar). Cualquiera que observase la escena mis hijos y por mi mujer, quienes mc , Al principio había asumido su nueva con­ puedo imaginar su desarraigo. ~I lo sabe:
habría creído que en el avión no había contaron lo sucedido y también que el dición (no tan nueva cuando me relató su conozco su historia , la he indagado, pero
pasajeros, sino muñecos, quizás maniquíes, único enser que pudieron recuperar de mi hisroria) con tal entusiasmo, que, por un tanlbién sabe que además de estas Hneas
dispucsros para algún simuJacro. Cuando equipaje fue c1libro de Mishima, del que, tiempo, los primeros años, logró olvidarlo inéditas. ninguna otra cosa se ha dicho... ni
el primer mOtor se incendió, yo estaba en aún en mi inconsciencia, no quise despren­ todo y habituarse a los inconvenientes ob­ se dirá... Sabe rambién que ya no puede
realidad abismado en medio del rempl.o derme. vios generados de su osadía. Pero, después. rcnunciar a su otredad.

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AROMA Abrí los ojos de nuevo y vi cinco ancianos desbocado. No tengo otrO medio, ni olra
Mieouas dormía, un aroma enrareció el alrededor de mi cama, sonrientes e inquie­ manera de llegar hasta LÍ , más que esta
espacio de mi cuarro. Los efluvios de un ros. Entonces compren di: sólo yo falraba. botella lanzada al oc¿'ano de las ilusiones,
sueño, me dije, pues comenzaron a desfilar este golpe de dados, eSle artificio, este im­
imágenes jugueronas parecidas a los recuer­ MITSUKU pulso irracional de haCerle rea l :J pe~~r de la
dos. Una de ellas mosrró a Claudia desnu­ realidad. con la esper:lJlza de UI1 n~llI l r;¡gio
El recuerdo de tu cuerpo me atormenra,
da, sobre una playa extrafia, pero infinira­ cerca de 11I isla.
sobre todo porque lo presienm irreru,
meme hermosa. Fresca y bella como en sus
inalcanzable y Inisr.erioso. No creas que soy
mejores años; me tendió los brazos, invi­
ingenuo o ton to, no: cuando me selHé en
tándome a sus misterios, como sólo ella
la silla del teatro sabía con tOda claridad
sabia hacerlo. Sonrió y desapareció sin dar­
qué deseaba, pero, al abandon ar la sala
me tiempo para indagar por la triSteza que
no tuve ya ninguna cenC7.a. Me sentí
habla en sus ojos.
burlado y ya no supe qu ién de los dos
Má~ [arde, desde un rincón de la alcoba, habla desempeñado un papel, si yo el de
surgió Francisco. Al comienzo, sólo escu­ espectador de cine, o tú el de ángel orien­
ché sus carcajadas, pero después lo vi cerca tal, o si había asistido al rda lO de una
de la cama y pude apreciar su rostro, joven mentira o a la ficción de una ficción.
y enérgico todavía. Me contó chistes y Entonces tuve una esperanza (esta espe­
anécdoras de su nuevo repeflorio y se des­ ranza) : si menos por menos da más. es
pidió con un nos vemos chico que rebotÓ posible que tÚ exiSTas. En realidad tam­
en las paredes como un cco enloquecido. poco eslOy seguro de sem ejante probabi­
Enseguida entró Mana y me atendió con lidad , pero es la única que rengo y a dla
un vaso de agua. Se sentó al borde de la me aferro con la ilusión de romper el
cama y musitó sus cternas palabras cariño­ círculo y de poseer asl tu cuerpo , de
sas. Luego me besó con ternura, con esa saborear el color de tus latuaj es. de be­
ternura que siempre brotó de su mirada. ber, algún día , del manantial de tu sexo
Cuando ella se levamó y se dirigió a la misterioso. No vayas a creer que estoy
puerta, quise correr para alcam.arla, pero loco, no. Sé medir muy bien cada paso de
emonces aparecieron Miguel y Clara toma­ la realidad, sobre lOdo si ella penetra con
dos de la mano. Habían regresado, hada el absurdo Curor de la guerra. Sé también
poco, según dijeron, de modo que habla­ que el li empo ya no cuema, que IU ser 110
mos largo rato de su vida de tantos años en se altera, pues tu edad no juega a la lógica
Europa. T ras su despedida, el cuartO quedó lineal de las mentiras, que lOdo ha cam­
sumido en un silencio absoluto ysólo podía biado para mí, desde aquel aCCaire maravi­
percibirse el aroma empotrado en alguna lloso: cobraste vida y te enraizaste en mi
parte. mundo subterráneo con la Fuerza de un do

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