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TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO EN LA INFANCIA Y LA

ADOLESCENCIA

NOTA: ESTA ES UNA RECOPILACIÓN DE DIFERENTES ARTÍCULOS QUE


HABLAN DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA EN LA WEB.

DEFINICIÓN

La agresividad está ligada directamente a la naturaleza y origen del ser humano,


mostrándose desde sus inicios como una conducta básica para poder sobrevivir
en un entorno que le era especialmente hostil, redireccionandose hacia otras
personas y dando lugar a que determinados seres humanos sean un auténtico
peligro para la supervivencia, siendo prueba de ello el avance de las ciencias y la
tecnología y su aplicación en gran parte hacia la destrucción del mismo, más que
su propio bienestar.

El interés por el estudio de los problemas de conducta en la infancia se remonta al


siglo XIX. Tanto la medicina como la psicopedagogía se interesaron por este
problema tan acuciante, sobre todo, en las clases sociales desfavorecidas. Como
hemos descrito en algunos de los temas relacionados con la hiperactividad,
inicialmente, tanto ésta como los problemas de conducta, se englobaron bajo el
epígrafe de Niños Inestables (Bourneville), posteriormente STILL (1902) los
relacionó con defecto en el control moral de causas cerebrales y HEUYER en
1914 en su libro "Niños anormales y delincuentes juveniles" atribuye la conducta
disocial a causas fundamentalmente psicosociales. Hay que esperar hasta la
mitad del siglo XX para que comience a delimitar, desde un punto de vista clínico,
el concepto de personalidad sociopática que también se aplicó a la infancia. Se
trata de niños con un temperamento marcado por las rabietas no controlables, la
agresividad hacia los compañeros y figuras parentales, los robos, las mentiras, las
provocaciones y la crueldad. Posteriormente este trastorno de la "personalidad" se
denominó Trastorno de Conducta.

Los trastornos de conducta se manifiestan, normalmente, en etapas muy


tempranas del desarrollo y resultan especialmente disruptivos (que genera una
ruptura) para la convivencia familiar. Suelen ser niños con rabietas frecuentes e
incontrolables, conductas explosivas con agresividad que los padres no pueden
controlar. Otras veces, el problema se detecta con el inicio de la guardería o en la
etapa preescolar: en este contexto son frecuentes las peleas con los compañeros
y el no cumplimiento de las normas de clase. Son frecuentes las quejas de los
profesores. Más adelante, lo habitual son las conductas de desobediencia, tanto
en casa como la escuela, los hurtos, la falsificación de las notas, las ausencias a
la escuela y los enfrenamientos con los compañeros, así como la crueldad.

Suelen ir apareciendo en el transcurso normal del desarrollo de un niño, pero en el


momento en que persisten en el tiempo más allá de lo "esperable" y en un grado
de intensidad "llamativo" quedará determinada la conducta como problemática.
Una etapa especialmente difícil y con consecuencias, a veces desastrosas, es la
adolescencia. Suelen presentar un repertorio de conductas bastante
impremeditadas, con frecuentes agresiones físicas, mentiras, robos, consumo de
drogas. Amenazas y fugas del hogar. Suelen ser manipuladores e insensibles a
las consecuencias y consejos. Consideran a las personas que cumplen las normas
como hipócritas. La incursiones sexuales son muy precoces y de alto riesgo para
el embarazo en las chicas. En los adolescentes no es infrecuente que se
produzcan agresiones sexuales. Son adolescentes fríos, sin compasión ni piedad
y parecen no entender el sufrimiento de los demás.

Los padres se siente incapaces de modificar las conductas de sus hijos y, cuando
llegan a la consulta, ya lo han intentado todo, incluso la humillación. Sin embargo,
y a pesar de lo habitual de los fracasos terapéuticos, cabe la satisfacción de ver
como algunos salen de este torbellino emocional y conductual, algo que suele
llenar de inmensa satisfacción al terapeuta y al propio paciente y su familia.

CLASES

TABLA - I: Criterios diagnósticos del DSM-IV

A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento que viola


los derechos básicos de otras personas o normas sociales
importantes propias de la edad, manifestándose por tres (o más)
de los siguientes criterios durante los últimos doce meses y por
lo menos de un criterio durante los últimos seis meses:

 Agresión a personas y animales.

o a menudo fanfarronea, amenaza o intimida a otros.


o a menudo inicia peleas físicas.
o ha utilizado un arma que puede causar daño físico
grave a otras personas.
o ha manifestado crueldad física con otras personas.
o ha manifestado crueldad física con animales.
o ha robado enfrentándose a la víctima.
o ha forzado a alguien a una actividad sexual.

 Destrucción de la propiedad.

o ha provocado incendios con la intención de hacer


daño.
o ha destruido deliberadamente propiedades de otras
personas.

 Fraudulencia o robo.

o ha violentado la casa, el hogar o el automóvil de


otra persona.
o a menudo miente para obtener bienes o favores o
para evitar obligaciones (tima a otros).
o ha robado objetos de cierto valor sin enfrentamiento
con la víctima.

 Violaciones graves de las normas.

o a menudo permanece fuera de la casa a pesar de


las prohibiciones paternas, iniciando este
comportamiento antes de los 13 años de edad.
o se ha escapado de la casa durante la noche por lo
menos dos veces, viviendo en la casa de los
padres o en un hogar sustitutivo o solo una vez sin
regresar un largo periodo de tiempo.
o suele hacer novillos en la escuela, iniciando esta
práctica antes de los 13 años de edad.

B. El trastorno de conducta provoca deterioro clínicamente


significativo de la actividad social, académica o laboral.

C. Si el individuo tiene 18 años o más, no cumple los criterios de


trastorno antisocial de la personalidad.
Tipo de Inicio Infantil (Antes de los 10 años)

Tipo de Inicio Adolescente.

Gravedad: LEVE, MODERADO, GRAVE.

Sin embargo, es importante considerar el Diagnóstico Diferencial con otros


trastornos paidopsiquiátricos que en un momento dado pueden dar lugar a
disconductas próximas a los Trastornos de Conducta. Es un error de graves
consecuencias, ya que el tratamiento difiere radicalmente. Estos son:

I. Depresión.
II. Ansiedad.
III. Reacciones adaptativas.
IV. Trastorno por Déficit Atencional con Hiperactividad.
V. Psicosis.
VI. Trastorno bipolar.
VII. Déficits neurocognitivos: retraso mental y trastornos específicos del
desarrollo.
VIII. La epilepsia pude en algunos casos dar lugar a problemas de
conducta.

También hay que considerar la posible asociación de los anteriores trastornos con
el Trastorno de Conducta. Por ejemplo: en el retraso mental pueden aparecer
problemas de conducta en un 15-20%, síntomas depresivos en el 20%. Para
algunos autores, la asociación del Trastorno de Conducta con la Hiperactividad
sería del 50%, contraste que no ha sido abordado por estudios pertinentes.

ETIOLOGÍA

Se habla que detrás de comportamientos violentos del tipo que aquí tratamos,
existen variables individuales, familiares y sociales.

Variables individuales:

1. Genéticos:

Se cree que existe una cierta vulnerabilidad. Sabemos que en los gemelos
monocigóticos la concordancia es del 70 % y entre los heterocigóticos del 30 %.
Sin embargo, también sabemos que, si bien en los hijos adoptados con padres
biológicos disociales la presentación de conductas violentas son más frecuentes,
cuando los padres adoptivos son disociales, aunque no los padres biológicos,
también los trastornos de conducta son más frecuentes. Por tanto, vulnerabilidad
pero mediada fundamentalmente por el ambiente.

2. Neuroquímicos:

Existen una serie de neurotransmisores que intervienen en el control de las


conductas agresivas: la serotonina, dopamina, noradrenalina y el GABA. Se ha
demostrado en experimentación animal que niveles bajos de serotonina inducen
agresividad. Igualmente darían lugar a conductas agresivas la hiperfunción
noradrenérgica y dopamínica y la hipofunción gabaérgica. Hay que tener en
cuenta que la relación entre la función de distintos neurotransmisores y la
conducta agresiva no es tan lineal como pudiera desprenderse de lo dicho
anteriormente. La prueba está en que no todos los sujetos con las disfunciones
neuroquímicas comentadas van a presentar conductas agresivas. Con la
investigación en este campo se abren nuevas expectativas para el tratamiento
farmacológico.

3. Endocrinos:

El rol de las hormonas como moduladoras de la conducta es conocido desde hace


bastante tiempo. Igualmente, es conocida la función reguladora sobre la
agresividad de los andrógenos y cómo estos actúan desde la gestación. Pero no
solo la regulación va en el sentido de hormonas -conducta, sino que el ambiente,
al desencadenar determinadas conductas, también regula la secreción hormonal.
Este círculo de interacción que recogido en la FIGURA -1.

FIGURA - 1:Hormonas - conducta - ambiente.

Sabemos que las ratas embarazadas expuestas a un estrés crónico segregan


testosterona siendo las crías más agresivas. También que los niveles de
testosterona en los monos varía en función del rol social. La experiencias de
derrota - fracaso -sumisión disminuyen los niveles de testosterona e incrementan
la secreción de corticoesteroides. Sin embargo, en humanos las investigaciones
realizadas hasta el momento no son tan concluyentes como en animales. El la
FIGURA - 2 se describen gráficamente estos mecanismos.

FIGURA - 2: Rol de los andrógenos en la agresividad.


 Variables familiares y sociales.

Se ha demostrado que uno de los factores de riesgo más importantes para la


presentación de los trastornos de conducta es cuando confluyen un niño con
retraso neurocognitivo con conductas disruptivas y familias con un estrés alto. En
esta situación no es difícil el maltrato y las conductas agresivas por parte de los
padres, dando lugar a un modelo de aprendizaje coercitivo y basado en la
agresividad. Es la denominada Escalada Coercitiva. Igualmente se detectan
familias en donde la agresividad predomina en las relaciones de sus miembros,
frecuentemente, con deprivación emocional.

Por tanto, la violencia intrafamiliar, el aislamiento social, la pobreza, la incultura y


el desarraigo familiar, son variables que están detrás de bastantes problemas de
conducta. A pesar de ello, no siempre nos encontramos con situaciones de riesgo
tan evidentes.

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EVOLUCIÓN

Los casos menos graves suelen mejorar a lo largo del tiempo. Los más graves
siguen un curso crónico que "hipoteca" la vida social y laboral del paciente. En
estos casos, lo que comienza tempranamente siendo un temperamento difícil con
problemas en el ámbito escolar y familiar llega a la adolescencia con consumo de
alcohol y otras drogas, actos delictivos, incursiones sexuales con, a veces,
promiscuidad y falta de compromiso escolar y laboral.

Existen una serie de factores de mal pronóstico a tenerlos en cuenta en la


intervención terapéutica: El comienzo temprano, la gravedad y frecuencia de las
disconductas, medio familiar desorganizado y/o violento y la existencia de
comorbilidad.

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TRATAMIENTO

El tratamiento es multimodal. Comprende la prescripción farmacológica.


Últimamente han aparecido sustancias como el topiramato y otros que parecen
dar resultados ligeramente positivos. Otra intervención necesaria es la Conductual:
si bien ha tenido mucho predicamento, sobretodo, en EEUU en el ámbito
ambulatorio, si no va acompañada de la motivación al cambio por parte del
paciente, no proporciona resultados positivos, al menos, en la adolescencia. La
Intervención Familiar la consideramos importantísima y, tal vez, la que mejores
resultados proporciona.

Por supuesto, si el niño presenta algún otro problema asociado (hiperactividad,


trastornos específicos, depresión...) hay que tratarlos prioritariamente.

Trastornos Infantiles del Comportamiento

El niño que miente

El niño que roba

El niño agresivo

Se trata de las llamadas "conductas antisociales", en las que no se respetan los


derechos de los demás ni las normas sociales.

Suelen ir apareciendo en el transcurso normal del desarrollo de un niño, pero en


el momento en que persisten en el tiempo más allá de lo "esperable" y en un
grado de intensidad "llamativo" quedará determinada la conducta como
problemática.

EL NIÑO QUE MIENTE

El niño suele mentir como resultado de un sentimiento de frustración.


Hasta los 4 años, el niño suele comportarse con el fin de complacer a los padres;
de ahí, que el realizar algo que se sabe no va a gustar, se omite, no se cuenta.

Es alrededor de los 6-7 años, cuando el niño ya tiene conciencia de haber mentido
y se siente mal por ello, aunque no se le haya descubierto.

Razones por las que un niño suele mentir:

- por imitar a los adultos: El niño se da cuenta que los adultos mienten cuando les
interesa:

- para complacer a alguien

- para no hacerle daño,... Para el niño esto se va a ir convirtiendo en algo natural,


que cree poder utilizar a su conveniencia tal y como ha observado en los demás.

- por predisposición en su personalidad: encontraremos diferentes reacciones


según el carácter del niño. Si es tímido o si es un niño con muchos miedos, lo que
hará será negar las cosas. El niño exaltado, las exagerará. Precisarán diferente
trabajo terapéutico:

- al niño tímido se le estimulará más, se hablará con él para que al "conocer" esas
cosas que le producen tanto miedo se sienta con más dominio sobre ellas.

- al niño exaltado se le intentará relajar mediante ejercicios de descarga


psicomotriz o mediante alguna actividad deportiva; y se atenderá con detalle a sus
fantasías, haciéndole ver que no son más que eso o que sólo una parte de éstas
se ajustan verdaderamente al mundo real.
- para llamar la atención, pues se siente poco atendido: la mentira más frecuente
suele ser el inventar una dolencia (se trata de algo diferente a los trastornos
psicosomáticos, pues aquí el niño en realidad no sufre enfermedad alguna). Los
padres deberán intentar dar al niño el afecto que reclama y dedicarle más tiempo.

- para evitar un castigo: la mayoría de las mentiras vienen producidas por este
miedo. Suele responder a unos padres demasiado rígidos y moralizadores, y a un
hijo con miedo de perder el amor de éstos. Es conveniente averiguar qué imagen
tienen estos hijos de los padres, pues a veces es muy distinta de la que creemos.

- por vanidad o "chulería": generalmente se produce porque el niño quiere agradar


a los padres, sabiendo cuánto valoran éstos las apariencias.

- por no tener la capacidad de distinguir entre lo real y lo imaginario: este caso


precisa de psicoterapia, ya que este tipo de niños no tienen conciencia de que
están mintiendo; significa que está anclado en fases anteriores de su desarrollo o
que está perdiendo contacto con la realidad.

De acuerdo a las capacidades evolutivas del niño, es conveniente buscar la


manera de enseñarle sobre la honestidad, a identificar lo real de lo imaginado,... y
sobre todo, intentar ser un buen ejemplo.

Se felicitará siempre la veracidad de lo explicado, y una vez el niño miente , antes


que reñirle, es necesario averiguar los motivos que le han llevado a mentir.

EL NIÑO QUE ROBA

El robo también suele producirse como resultado de un sentimiento de frustración.

Cuando el niño se inicia en esta conducta, fácilmente la convierte en un hábito,


pasando de pequeños hurtos en casa a robos cada vez mayores.
Algunas de las causas por las que un niño, al que no le falta nada, roba son:

- por impulso, actúa sin reflexionar: desea un objeto y su egocentrismo no le deja


darse cuenta de que deja a otra persona sin ese objeto.

- por culpabilidad (para que le castiguen)

- para tomar protagonismo ante compañeros,...

- para compensar el sentimiento que tiene de carencia afectiva o de abandono

- por agresividad, únicamente para perjudicar al dueño de aquel objeto, aunque


despúes dicho objeto sea destruido o regalado.

En cuanto se observen indicios de esta conducta, los padres deben actuar, no


deben dejar lo sucedido en algo ignorado. No debe culpabilizarse al niño: "malo"
no es el niño, sino la acción de robar que ha realizado. Se hablará sobre lo
sucedido, sobre cómo poder reparar el daño realizado y, si es posible, pedir
disculpas a la persona afectada.

Según la gravedad o la persistencia de esta conducta se hará precisa la


intervención de un psicólogo infantil

EL NIÑO AGRESIVO

Las primeras conductas consideradas realmente como agresivas aparecen entre


el 2º y 3er año de vida cuando se siente frustrado por no ver cumplidos sus
deseos; entonces, el niño araña, muerde, pega,...

Antes de esta edad, lo que muestra el niño es rabia, mediante pataletas y gritos.
Es a partir de los 4 años, cuando esta agresividad pasa a ser expresada
verbalmente.

Esto ocurre en el desarrollo normal de todo niño. Lo que sucede es que algunos
continúan mostrándose agresivos, y esto sí que se convierte en una conducta
problemática. El grado de agresividad, la edad de aparición, así como su
permanencia en el tiempo hará determinar la intervención de un psicólogo infantil
que abarque el problema desde su globalidad.

Generalmente, tras este comportamiento hay una baja autoestima, un ser que
lucha por autoafirmarse y/o la expresión de un exceso de tensión o angustia que
no encuentra otra vía de escape. Para unos, la agresión es una forma de dominar
al grupo y para otros es imitar lo que han visto o vivido en casa,...

Para lograr algún cambio en dicho comportamiento, habrá que incidir directamente
sobre las causas que lo originan, además de educarle en el control de sí mismo.

Al hablar de agresividad nos referimos tanto a la agresividad física como a la


verbal, y tanto a la autoagresividad como a la agresividad contra los demás. Tanto
el comportamiento autodestructivo como el de agresividad contra los demás
pueden llegar a resultar muy peligrosos; de ahí, que no deben ignorarse, ni se
puede esperar a que se resuelvan por sí solos.

AGRESIVIDAD CONTRA LOS DEMAS

Cuando un niño se muestra una conducta agresiva contra los demás, se le


apartará del grupo, provocando en él una reflexión, sin reñirle ni culparle, y
haciendo que continúe su juego sólo hasta que decida volver a integrarse al grupo
con otra actitud más adecuada.
Encontramos en este grupo también a los niños que:

- juegan continuamente con fuego

- dañan a los animales .

Son casos que requieren una rápida intervención, pues están poniendo en peligro
su propia vida y la de los demás.

AUTOAGRESIVIDAD (Suicidio, Autolesionarse,...)

- El suicidio es algo poco frecuente en niños menores de 10 años; lo es más en las


edades cercanas a la adolescencia.

Signos preocupantes son:

- el mostrarse "especialmente triste"

- perder interés por las cosas que le rodean

- perder el apetito

- alteraciones del sueño (en exceso o en defecto)


- decir cosas negativas sobre sí mismo

- .....

Estos datos deben alertarnos, y hacen necesario buscar las causas (hablando con
el propio niño).

La mayoría de los casos requerirán un trabajo más profundo por parte de un


especialista infantil, e intervenir de forma rápida mediante un tratamiento.

Los niños con el trastorno de desafío y oposición

Todos los niños demuestran oposición de vez en cuando, particularmente cuando


están cansados, hambrientos, con estrés o alterados. Ellos pueden argumentar,
contestar, desobedecer y desafiar a los padres, maestros y otros adultos.

El comportamiento de oposición es a menudo una parte normal del desarrollo de


los niños de dos o tres años y cuando llegan a la adolescencia. Sin embargo, el
comportamiento de falta de cooperación y hostilidad se convierte en un asunto
serio cuando es tan frecuente y consistente que sobresale al ser comparado con el
de otros niños de la misma edad y nivel de desarrollo y cuando afecta la vida
social, familiar y académica del niño.

En los niños con un trastorno de desafío y oposición, hay un patrón de falta de


cooperación, desafío y comportamiento hostil en curso hacia la figuras de
autoridad que interfiere seriamente con el funcionamiento diario del niño.

Los síntomas del TDO pueden incluir:

 rabietas frecuentes
 discutir excesivamente con los adultos
 desafío activo y negación a cumplir con lo que los adultos le piden que haga
y a las reglas
 intentos deliberados de molestar y fastidiar a la gente
 culpar a otros por sus propios errores y mal comportamiento a menudo
ponerse quisquilloso o enfadarse fácilmente con otros
 irritación frecuente y resentimiento
 usar palabras hirientes y odiosas cuando está alterado
 buscar vengarse.
Los síntomas se pueden usualmente ver en múltiples situaciones, pero pueden ser
más evidentes en el hogar o en la escuela. De un cinco a un quince por ciento de
todos los niños de edad escolar tienen TDO.
Las causas del TDO se desconocen, pero muchos padres informan que su niño
con TDO era más rígido y demandante que sus hermanos desde su temprana
edad.

Factores biológicos y del ambiente pueden jugar un papel.

A un niño que presenta los síntomas del TDO debe de hacérsele una evaluación
comprensiva. Es importante buscar otros desórdenes que puedan estar presentes,
tales como: el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), problemas
con el aprendizaje, desórdenes del humor (depresión, desorden bipolar) y
desórdenes de ansiedad. Puede que sea difícil mejorar los síntomas del TDO sin
tratar el trastorno Los coexistente. Algunos niños pueden llegar a desarrollar lo
que se conoce como trastorno de la conducta.

El tratamiento del TDO puede incluir: programas de adiestramiento a los padres


para ayudarlos a que sepan manejar el comportamiento del niño, sicoterapia
individual para que el niño desarrolle un control más efectivo del coraje,
sicoterapia familiar para mejorar la comunicación, terapia cognoscitiva de
comportamiento para asistir en la solución de los problemas
y disminuir la negatividad, entrenamiento en las destrezas sociales para aumentar
la flexibilidad y mejorar la tolerancia de la frustración con sus pares.

Tratar con un niño con TDO puede ser muy difícil para los padres. Estos padres
necesitan respaldo y conocimiento.

Los padres pueden ayudar a su niño con TDO de las siguientes maneras:

 Siempre edifique en lo positivo, elogie y refuerce positivamente al niño


cuando demuestre flexibilidad y cooperación.
 Use tiempos de descanso (time-outs) auto-impuestos si usted va a hacer
que el conflicto con el niño se empeore en vez de mejorarse. Esto es ser un
buen modelo para su niño. Respalde a su niño si él decide que va a usar un
tiempo de descanso (time-out) auto-impuesto para evitar sobre reaccionar.
 scoja sus luchas. Ya que su niño con TDO tiene problemas evitando las
luchas por el poder, establezca prioridades en las cosas que usted quiere
que su hijo haga. Si usted le da un tiempo de descanso en su cuarto por su
mal comportamiento, no le añada tiempo argumentando. Dígale "tu tiempo
comienza cuando tú te vayas a tu cuarto".
 stablezca límites razonables y apropiados, con consecuencias que puedan
aplicarse consistentemente.
 antenga otros intereses que no sea su hijo con TDO, de manera que
controlar a su niño no le tome todo su tiempo y energía. Trate de trabajar
con y obtener el respaldo de otros adultos (maestros, entrenadores y
cónyuge) para tratar con su hijo.
 aneje su propio estrés con ejercicio y relajación. Haga uso de un programa
de cuidado temporario (respite care) cuando sea necesario.

Muchos niños con TDO pueden responder a las técnicas positivas de los padres.
Los padres pueden pedirle a su pediatra o médico de familia que los refiera a un
siquiatra de niños y adolescentes, quien puede diagnosticar y tratar el TDO y
cualquier condición siquiátrica co-existente.

El niño ansioso

Todos los niños sienten ansiedad. Es de esperar y es normal que el niño se sienta
ansioso en ciertos momentos específicos de su desarrollo. Por ejemplo, entre los 7
meses y la edad pre-escolar, los niños saludables pueden sentir ansiedad intensa
cuando se separan de sus padres o de otros seres queridos.

Los niños pueden tener temores de corta duración, (como el miedo a la oscuridad,
las tormentas, los animales o los desconocidos). Sin embargo, cuando las
ansiedades se vuelven severas y empiezan a interferir con las actividades diarias
de la infancia, tal como separarse de los padres para ir a la escuela y hacer
amigos, los padres deben de considerar el solicitar una evaluación de un
psiquiatra de niños y adolescentes y su asesoramiento.

El niño o adolescente con una ansiedad severa por la separación puede


demostrar algunos de los síntomas siguientes:

 pensamientos constantes y miedo por su propia seguridad y por la de


suspadres,
 negarse en asistir a la escuela,
 quejas frecuentes de dolores de estómago y de otros malestares físicos,
 preocupaciones exageradas acerca de dormir fuera de su hogar demasiado
apegamiento al hogar, y
rabietas y pánico al momento de separarse de sus padres
 A algunos niños ansiosos les da miedo conocer o hablar con las personas
que no conocen.
 Los niños con esta dificultad suelen tener muy pocos amigos fuera de la
familia.

Otros niños con ansiedad severa pueden tener:

-preocupaciones sobre las cosas antes de que algo suceda, y preocupaciones


constantes sobre la escuela, los amigos o los deportes.
Los niños ansiosos se ponen tensos y tiesos. Algunos pueden buscar consuelo
constante y sus preocupaciones pueden interferir con sus actividades porque
estos niños ansiosos pueden estar quietos, conformes y deseosos de complacer,
es muy fácil no darse cuenta de sus dificultades.
Los padres deben de estar alerta a los síntomas de ansiedad severa para poder
intervenir lo más pronto posible y así prevenir complicaciones.

El tratamiento a tiempo puede prevenir dificultades futuras tales como la pérdida


de amistades, el fracaso social y escolar y los sentimientos de baja autoestima.

Los problemas de ansiedad severa en los niños se pueden tratar. Los tratamientos
incluyen una combinación de lo siguiente: psicoterapia individual, terapia familiar,
medicamentos, tratamientos del comportamiento y consultas con el personal de la
escuela.

La Hiperactividad en los niños

"No siempre puedes controlar los que pasa fuera, pero sí puedes controlar
siempre lo que pasa dentro" Wayne W. Dyer

Entre un 3 y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos, niños inquietos,


impacientes, impulsivos, que no se centran en objetivos o finalidades concretas,
que saltan de una cosa a otra, que no atienden a lo que se les dice; en definitiva,
niños que no "oyen", no "obedecen", no "hacen caso".

No hay concordancia en cuanto a su definición, algunos dicen que se trata de un


síndrome (conjunto de síntomas) que tiene probablemente un origen biológico
ligado a alteraciones en el cerebro, causadas por factores hereditarios o como
consecuencia de una lesión, otros que constituye una pauta de conducta
persistente en situaciones específicas.

Para nosotros la mejor definición es la que dan Safer y Allen en 1979 " trastorno
del desarrollo concebido como retraso en el desarrollo, que constituye una pauta
de conducta persistente, caracterizada por inquietud y falta de atención excesivas
y que se manifiesta en situaciones que requieren inhibición motora. Aparece entre
los dos y los seis años y comienza a remitir durante la adolescencia
."El problema real de los niños hiperactivos se plantea ante aquellas situaciones
en las que se les exige control de los movimientos y mantenimiento de la atención.

Los síntomas definitorios del trastorno por déficit de atención con hiperactividad
según la clasificación nosológica DSM3-R son: actividad motora excesiva, falta de
atención y de control de impulsos.
En sí, se trata de niños desordenados, descuidados, que no prestan atención en
clase, que cambian continuamente de tarea y presentan una actividad permanente
e incontrolada sin que vaya dirigida a un determinado objetivo o fin.
Tienen dificultades para permanecer quietos, sentados, suelen responder
precipitadamente incluso antes de haber finalizado la formulación de las
preguntas, además se muestran impacientes y no son capaces de esperar su
turno en las actividades en las que participan más individuos.

Interrumpen las actividades o tareas de los compañeros y miembros de la familia.


Pueden fácilmente sufrir accidentes y caídas debido a que sus conductas reflejan
una escasa conciencia del peligro.
Son desobedientes, parece que no oyen órdenes de los adultos y, por tanto, no
cumplen con sus instrucciones.

Plantean problemas de disciplina por incumplir o saltarse las normas establecidas.


Su relación con los adultos se caracteriza por desinhibición, suelen tener
problemas de relación social y pueden quedar aislados del grupo de iguales.

Asimismo, dan muestras de déficits cognitivos y son frecuentes los retrasos en


habilidades motoras y del lenguaje, así como las conductas antisociales y la
carencia de autoestima.
Es frecuente que los problemas conductuales acompañen la hiperactividad.

Epidemiología y curso evolutivo de la hiperactividad

La hiperactividad se da con más frecuencia en niños que en niñas y su proporción


está alrededor de 8 de cada 100 niños escolarizados y de 2 de cada 100 niñas
escolarizadas.

Además de las diferencias cuantitativas, varios autores han señalado que en los
niños los comportamientos impulsivos, la excesiva actividad y la falta de atención,
persisten durante más tiempo, se mantienen constantes a través de sucesivos
cursos escolares y se incrementan al aumentar las exigencias escolares.
Los indicadores de hiperactividad en los distintos momentos evolutivos son los
siguientes:

De 0 a 2 años: Descargas mioclónicas durante el sueño, problemas en el ritmo del


sueño y durante la comida, períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado,
resistencia a los cuidados habituales, reactividad elevada a los estímulos auditivos
e irritabilidad.

De 2 a 3 años: Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva,


escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.

De 4 a 5 años: Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el


seguimiento de normas.

A partir de 6 años: Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar,


comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.
La evolución de la hiperactividad no se caracteriza por seguir una línea uniforme ni
específica. El pronóstico conlleva impulsividad, fracaso escolar, comportamientos
antisociales e incluso delincuencia.

Según Whalen (1986) aproximadamente un 25% de los niños hiperactivos


evolucionan positivamente, con cambios conductuales notables y sin que tengan
dificultades especiales durante la adolescencia y la vida adulta.

El DSM-III-R indica que, aproximadamente, un tercio de los individuos


diagnosticados con hiperactividad en la infancia, muestran signos del trastorno en
la edad adulta.

Los niños que son hiperactivos en todos los ambientes tienen un peor pronóstico
porque sufren con más frecuencia las consecuencias negativas que sus
comportamientos alterados provocan en la familia, colegio y grupo de amigos; de
este modo, se vuelven más vulnerables y, por tanto, aumenta el riesgo de que
desarrollen comportamientos antisociales.

La coexistencia de conductas desafiantes, agresividad, negativismo e


hiperactividad durante la infancia conlleva una evolución muy desfavorable, pues
los problemas iniciales suelen agravarse en la adolescencia.

En esta edad, el pronóstico incluye delincuencia, agresiones, deficiente


rendimiento académico y, en general, una adaptación negativa.

¿Cómo explicar la hiperactividad infantil?

Otro de los retos es determinar el origen de la hiperactividad. A pesar de que se


trata de un trastorno frecuente en la infancia, y que hace bastante tiempo es objeto
de interés por parte de médicos y psicólogos, no se han identificado de forma
precisa los factores que lo originan. Entre las causas posibles investigadas
destacan factores biológicos, retraso madurativo, factores pre y perinatales,
influencias genéticas y otras variables propias del ambiente del niño. Sin embargo,
no hay datos concluyentes que indiquen que cualquiera de estos elementos por
separado es el responsable último del trastorno.
La opinión más generalizada entre los expertos
es que múltiples factores interactuan ejerciendo
cada uno sus efectos propios pero en una
actuación conjunta.

Las alteraciones cerebrales y el retraso mental


influyen en la aparición de la hiperactividad,
pero no lo hacen de manera exclusiva y
determinante.
Sus efectos se enmarcan en el contexto de una
interacción en la que intervienen conjuntamente con factores psicológicos y
ambientales.

La influencia del medio ambiente prenatal y las complicaciones surgidas durante el


embarazo han sido destacadas como causas relacionadas con los trastornos de
conducta infantil. Los niños prematuros, con bajo peso al nacer, que han sufrido
noxia durante el parto o infecciones neonatales, tienen bastantes posibilidades de
desarrollar problemas conductuales e hiperactividad.

Entre los efectos asociados a las complicaciones surgidas durante el período


prenatal y perinatal se incluyen: retraso mental, deficiente crecimiento físico,
retraso en el desarrollo motor, dificultades en el desarrollo del lenguaje y en el
aprendizaje.

En cuanto a los factores genéticos se ha visto que un número considerable de


padres de niños hiperactivos manifestaron conductas de este tipo durante su
infancia. Las alteraciones psicológicas de los padres influyen en los niveles
elevados de actividad motora y déficit de atención observados en los niños
hiperactivos.

Según los datos de diferentes trabajos, el nivel socioeconómico, la situación


familiar y las características del trabajo u ocupación profesional de los padres se
relacionan con los problemas de conducta observados en niños y adolescentes.

Los trastornos psiquiátricos de los padres influyen en la aparición de problemas


psicológicos en los niños debido a que se alteran negativamente las interacciones
entre padres e hijos.

Otra línea de investigación sobre la etiología del trastorno se centra en identificar


la posible influencia de alteraciones bioquímicas en la aparición de estos
problemas. Aunque no existen datos definitivos, parece que la dopamina y la
norepinefrina son las dos monoaminas más claramente relacionadas con el
trastorno hiperactivo.

Desde hace algunos años se apunta la posibilidad de que la hiperactividad se vea


afectada también por factores como el plomo ambiental y los componentes de la
dieta alimenticia pero no hay pruebas fiables que demuestren una relación causal.

Evaluación de la hiperactividad

Los niños hiperactivos constituyen un grupo muy heterogéneo. No todos presentan


las mismas conductas alteradas. No coinciden en su frecuencia e importancia ni
en las situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además,
incluso difieren respecto al origen y posibles causas de sus problemas. Así, en la
evaluación del niño hiperactivo intervienen varios profesionales, médicos
(neurólogo, pediatra, psiquiatra), psicólogos y maestros fundamentalmente
buscando un criterio común para la puesta en marcha de la terapéutica a seguir.

La evaluación se concreta en las siguientes áreas:

Estado clínico del niño.

Este aspecto se ocupa de los comportamientos alterados y anomalías psicológicas


que presenta actualmente.

Nivel intelectual y rendimiento académico.

Los informes que proporciona el colegio han de referirse a cómo es la conducta el


niño y sus calificaciones académicas en el curso actual y cómo han sido en años
anteriores. En esta evaluación se tienen en cuenta tanto los aspectos positivos
como los negativos.

Factores biológicos.

Se evaluarán mediante un examen físico exhaustivo para detectar posibles signos


neurológicos, anomalías congénitas u otros síntomas orgánicos que resulten de
interés.

Condiciones sociales y familiares.

Se analizan: nivel socioeconómico, comportamientos de los miembros de la


familia, clima familiar, relaciones interpersonales, tamaño, calidad y ubicación de
la vivienda familiar, normas educativas, disciplina, cumplimiento de normas y
horarios, actitudes de los padres hacia los problemas infantiles, factores o
acontecimientos desencadenantes de los conflictos.

Influencia del marco escolar.

La evaluación de este aspecto está justificada por el papel que desempeña la


escuela tanto en la detección de las alteraciones infantiles como en el tratamiento
posterior.

El interés se centra en dos áreas:

Factores personales y organización estructural del centro.

Respecto a los factores personales, se analizan las actitudes de los maestros


cuando los alumnos violan la disciplina o incumplen las normas escolares, así
como las pautas de conducta que estos profesionales adoptan cuando han de
dirigir las clases; en definitiva, se trata de averiguar si son profesores autoritarios o
flexibles.
En cuanto a la organización del centro, interesa sobre todo los aspectos
materiales y de funcionamiento, así como la ubicación del mismo y su estructura
organizativa.

Además de los exámenes neurológicos que se apoyan en los datos


proporcionados por el electroencefalograma y la cartografía cerebral, así como de
la exploración pediátrica que insiste en ensayos de coordinación y persistencia de
movimientos, la valoración de la hiperactividad se completa con una evaluación
psicológica que tiene varios ejes: información proporcionada por adultos
significativos para el niño (padres y profesores), informes del propio niño y
observaciones que sobre su conducta realizan otras personas en el medio natural.

Tratamiento de la hiperactividad

Toda iniciativa terapéutica en el campo infantil persigue el objetivo común de


favorecer la adaptación y el desarrollo psicológico de los niños. Son numerosos
los autores que se preguntan si el trastorno se resuelve mediante una intervención
terapéutica centrada exclusivamente en el niño, o si, por el contrario, es necesario
llevar a cabo actuaciones específicas sobre la familia y el colegio para implicar a
los padres y el maestro en la terapia.

En todo caso, el tratamiento de la hiperactividad consiste, desde hace varias


décadas, básicamente en la administración de fármacos, especialmente
estimulantes, así como en la aplicación de métodos conductuales y cognitivos.

Ambas modalidades de tratamiento han obtenido éxito al mejorar el


comportamiento del niño en distintos aspectos.

Así, las terapias que combinan medicación y métodos conductuales y cognitivos


pretenden que los efectos conseguidos por los fármacos y técnicas conductuales
por separado se sumen y acumulen para lograr que el niño mejore globalmente y
su mejoría sea estable y mantenida a través del tiempo.
Vamos a analizar cada uno de los tratamientos por separado:

Tratamiento farmacológico: A corto plazo se ha observado disminución del nivel


de actividad motora, aumento de la atención y mejoría en el rendimiento de los
tests de atención en el laboratorio. Los tratamientos farmacológicos se han basado
habitualmente en el empleo de estimulantes, entre ellos, Ritalin/Rubifen
(metilfenidato), Dexedrina (dextroanfetamina) y, de posterior aparición, Cylert
(pemolina).

Los porcentajes indican que aproximadamente entre un 60-70 y 90 por 100 de los
niños tratados con estimulantes mejoran, sobre todo, en cuanto a su atención e
impulsividad. El médico suele decidir el estimulante más adecuado para cada niño
a partir de los siguientes criterios: tiempo que tardan en producirse los efectos
sobre el comportamiento infantil, duración de los mismos, efectos secundarios no
deseados, confianza que el profesional tiene en el fármaco y con el que está más
familiarizado.

Por sus escasos efectos secundarios, el estimulante más comúnmente utilizado es


el Metilfenidato. El tratamiento con estimulantes no está aconsejado en la
adolescencia por los posibles riesgos de adicción. El período crítico más adecuado
para su administración coincide entre los seis y doce años. En edades inferiores,
los resultados no son tan claros por la propia composición de los fármacos e
incluso porque el diagnóstico de hiperactividad es menos preciso. Los
estimulantes pueden ocasionar efectos transitorios que no son relevantes y se
eliminan reduciendo la dosis o distribuyéndola en distintos momentos del día.
Los efectos más comunes incluyen insomnio, dolor de cabeza, disforia, etc.
aunque el más preocupante es la pérdida del apetito porque puede originar
disminución del peso.

También pueden aparecer alteraciones del estado de ánimo, están tristes, tienen
más sensibilidad a las críticas, se muestran irritables.

Otros efectos menos frecuentes incluyen aumento del ritmo cardíaco y de la


tensión arterial. Aun cuando los estimulantes facilitan que los niños participen en
actividades cooperativas y de juego debido al aumento del control de la actividad
que conllevan, puede ocurrir que si los compañeros y amigos conocen que el niño
toma medicación lleguen a discriminarlo y marginarlo.

Por último, los expertos no olvidan los posibles efectos negativos sobre la
autoestima y competencia del propio niño. Aquellos que toman fármacos pueden
sentirse diferentes a los demás y considerar que sus éxitos en el colegio se deben
a la acción de los fármacos más que a su propio esfuerzo y habilidad.

Tratamiento conductual-cognitivo: El tratamiento conductual de la


hiperactividad se basa en el manejo de las consecuencias ambientales.

Hablaremos de dos técnicas, las operantes y las cognitivas. Los métodos


operantes se orientan hacia el control de las conductas alteradas y suponen que
éstas dependen de factores, acontecimientos o estímulos presentes en el
ambiente. Por tanto, al controlar las circunstancias ambientales es posible reducir,
alterar y mejorar el comportamiento infantil. El modelo operante hace especial
hincapié en las consecuencias que siguen a un comportamiento cuando aparece.
Según este enfoque, las conductas se emiten y mantienen por los efectos que
provocan en el ambiente.

Cuando una conducta es seguida de consecuencias ambientales favorables, se


mantiene en el repertorio de comportamientos habituales del niño. En
consecuencia, en los casos de hiperactividad, la atención diferencial que prestan
los adultos actúa como reforzador.
En aras la adaptación del niño se recompensan conductas apropiadas como, por
ejemplo, realizar las tareas escolares, prestar atención a las explicaciones del
profesor, al material escolar, concluir a tiempo y correctamente los problemas
propuestos, permanecer sentado, no hablar sin permiso del profesor, no tirar
objetos, etc. Mientras que, por el contrario, se tratan de extinguir los
comportamientos anómalos.

Es habitual que al principio del tratamiento las tareas que el niño ha de realizar
para obtener ganancias sean de escasa complejidad, que irá en aumento a
medida que progresa la terapia. El tratamiento de la hiperactividad tendrá lugar en
el ambiente natural, es decir, en casa y en el colegio con lo cual deberá contarse
con la participación de los padres y maestros quienes, en último caso y siguiendo
las instrucciones del profesional, van a administrar las recompensas tras los
comportamientos adecuados y extinguir las conductas no apropiadas.

Las técnicas operantes han demostrado mejoras a corto plazo en el


comportamiento social de los niños y en sus resultados académicos. Dentro de las
técnicas cognitivas debemos hablar del Entrenamiento en Autoinstrucciones y del
Método de resolución de problemas.

Las técnicas cognitivas parten de la base de que los niños hiperactivos tienen
déficit en las estrategias y habilidades cognitivas que se requieren para ejecutar
satisfactoriamente las tareas escolares. Por tanto, se considera que sus
perturbaciones y comportamientos alterados son secundarios a las deficiencias
cognitivas que les caracterizan. El entrenamiento en Autoinstrucciones consiste en
modificar las verbalizaciones internas que un sujeto emplea cuando realiza
cualquier tarea y sustituirlas por verbalizaciones que son apropiadas para lograr su
éxito. El objetivo de la técnica no es enseñar al niño qué tiene que pensar sino
cómo ha de hacerlo.

Así pues, el método consiste en aprender un modo apropiado, una estrategia para
resolver los fracasos y hacer frente a nuevas demandas ambientales.

En cuanto a la eficacia del procedimiento, hemos de señalar que si bien es eficaz


para modificar las estrategias cognitivas al menos en tareas sensoriomotoras, no
modifica significativamente las conductas sociales alteradas y existen serias dudas
acerca de que la estrategia aprendida se generalice y emplee para resolver tareas
de la vida real.

En cuanto al método de resolución de problemas incluiría dos técnicas, la de la


Tortuga y el Entrenamiento en solución de problemas interpersonales.

La técnica de la Tortuga que incluye además modelado y relajación, tiene como


objetivo último enseñar a los niños a autocontrolar sus propias conductas
alteradas, impulsivas e hiperactivas. De manera resumida, el procedimiento
consiste en definir y delimitar el problema actual, plantear las posibles soluciones
al mismo y elegir una vez valoradas sus consecuencias y resultados, aquella que
se considera más apropiada. Finalmente se ha de poner en práctica la solución
elegida y verificar sus resultados a partir de los cambios o mejoras que se
consiguen.

El entrenamiento en solución de problemas interpersonales aplicado con niños


impulsivos pretende reducir sus dificultades de adaptación social, mediante el
aprendizaje de estrategias cognitivas que le permitan analizar los problemas
interpersonales, buscar soluciones eficaces y aplicarlas en el marco de las
interacciones sociales.

En general, los programas basados en la aplicación de técnicas conductuales y


cognitivas han logrado resultados favorables en alguno de los aspectos deficitarios
del trastorno, como la atención, pero, sin embargo, queda pendiente la
modificación de los comportamientos antisociales y el mantenimiento de la mejoría
en períodos prolongados de tiempo.

La combinación de procedimientos conductuales y cognitivos con el tratamiento


farmacológico es una de las opciones más aceptadas y defendidas por los
especialistas.

No obstante, la decisión última sobre el tratamiento depende de factores como el


estado clínico del niño, las posibilidades ambientales de aplicar las técnicas y el
grado de aceptación de los adultos respecto a las alternativas terapéuticas
disponibles.

Orientaciones prácticas

Aunque no podamos influir decisivamente en la aparición del problema, sí


podemos contribuir a mejorar su evolución a través de dos vías de actuación.

En primer lugar, enseñando a los propios niños hiperactivos a practicar ejercicios


físicos y actividades encaminados a incrementar la inhibición muscular, relajarse,
aumentar el control corporal y la atención y, en consecuencia, adaptarse a las
areas y demandas que se le plantean sobre todo en el colegio.
En segundo lugar, actuando en el ambiente
familiar y social que ejerce en todo caso una
influencia determinante en el pronóstico de
estos niños. Estas actuaciones se concretan en
orientaciones y sugerencias específicas para
que padres y profesores adopten actitudes
positivas hacia sus hijos y alumnos, y pongan
en práctica normas de actuación correctas que
favorezcan las interacciones y faciliten la
convivencia familiar y escolar.

Los especialistas indican que las familias


consistentes y equilibradas, así como el ajuste social y emocional de los niños,
son factores que pronostican una mejor evolución. En consecuencia, el modo más
eficaz de prestar ayuda a los niños hiperactivos pasa por mejorar el clima familiar,
las habilidades de los padres y maestros para controlar los comportamientos
anómalos y eliminar las interacciones negativas entre adultos y niños y de esta
forma evitar las experiencias de fracaso y rechazo que éstos sufren habitualmente.

Sin embargo, no basta con ser más tolerantes y pacientes; los expertos coinciden
en aconsejar que los adultos, además de estas actitudes, deben adoptar normas
apropiadas de actuación que incluyen tanto establecer reglas explícitas para
regular la convivencia como administrar castigos cortos pero eficaces.

Algunas de las pautas recomendadas para favorecer las interacciones positivas


entre padres e hijos son:

 Si los padres establecen normas de disciplina es muy importante que las


hagan explícitas, es decir, que el niño sepa exactamente qué es lo que se
espera de él.
 Las instrucciones y respuestas verbales de los adultos han de ser breves,
precisas y concretas.
 La respuesta de los padres ante la violación de las normas ha de ser
proporcional a la importancia de la infracción. Es aconsejable que, antes de
responder, los adultos se detengan unos instantes a pensar y valorar
desapasionadamente lo ocurrido.
 Es conveniente que los padres respondan a los actos de indisciplina con
comportamientos concretos y previstos. No es aconsejable que lo hagan
con castigos físicos. Por el contrario, es muy efectivo en los casos de
incumplimiento de responsabilidades, como, por ejemplo, no acabar una
determinada tarea comprometida de antemano, que los niños pierdan
algunos privilegios ya adquiridos.
 Los castigos deben tener una duración limitada, no es útil prolongarlos
sistemáticamente, pues son difíciles de cumplir, pueden originar en el niño
ansiedad y sentimientos negativos.
 Tratándose de niños hiperactivos, no es aconsejable que los padres limiten
las salidas de casa y los contactos con amigos. Conviene establecer
hábitos regulares, es decir, horarios estables de comida, sueño, para ver la
televisión, hacer los deberes, etc.
 Los adultos deben estar atentos y discriminar las señales que prevén la
proximidad de un episodio de rabietas, desobediencia, rebeldía, etc.; de
este modo, les será fácil controlarlo alejando al niño de la situación
conflictiva, facilitándole juguetes que le puedan distraer, etc.
 Cuando el niño tiene que realizar tareas nuevas, es útil ensayar con él para
guiar su actuación.
 Es esencial que los adultos adopten un enfoque positivo en sus relaciones
con los niños.
Conviene no olvidar los efectos del aprendizaje social. Los niños observan
lo que ocurre a su alrededor y después reproducen los comportamientos
aprendidos.

CAUSAS

1- Introducción

Las conductas agresivas, de oposición, desobedientes o desafiantes se


encuentran a menudo en la población infanto-juvenil como parte de un desarrollo
evolutivo "normal". Establecer los límites en donde se debe acudir al profesional
de la salud es difícil de concretar. Las pistas nos las tiene que dar la frecuencia,
magnitud y perseverancia en el tiempo de la conducta en cuestión en función de la
edad del niño. El hecho de que consideremos la manifestación de dicha conducta
como trastorno leve (no clínico) o trastorno más severo (clínico), tiene una
importancia vital ya que de ello va a depender el tipo de intervención.

Cuando los problemas de comportamiento no son considerados clínicos, la


intervención psicológica se dirige a informar y asesorar a los padres (técnicas de
dominio de contingencias, refuerzo, etc...) principalmente. En el trastorno clínico,
el psicólogo además deberá trabajar directamente con el niño en tareas de
evaluación e intervención como parte del tratamiento.

En esta sección se analizaran las características generales de los trastornos


clínicos de conducta. Para ver información sobre los problemas habituales de
conducta en la infancia (problemas de conducta) pulsar sobre el enlace.

2- Los primeros signos

-Los Trastornos del comportamiento son extremadamente comunes en la infancia.


Del 2 al 7%, de los niños en edad escolar cumple los criterios diagnósticos de
T.D.H.A.(Trastorno Déficit Atencional con Hiperactividad), o bien un trastorno de
conducta.

Desde los primeros meses de vida pueden observarse en algunos casos,


conductas que a la larga se podrían convertir en trastornos del comportamiento.
Concretamente:

3- Evolución

Edad Manifestaciones o signos


6 a 12 meses Algunos autores afirman que pueden aparecer ya algunas
conductas parecidas a la agresión.

12 a 18 meses Pueden establecerse conductas de empujar o golpear para


obtener algo.

18 a 24 meses Se empiezan a observar ya conductas que pueden ser clasificadas


de hostiles o agresivas hacia otros.

30 a 36 meses Se reducen las conductas agresivas que tienen como finalidad


obtener alguna cosa y en su lugar empieza a aparecer la agresividad verbal y las
amenazas.

36 a 48 meses Repertorio de conductas obstinadas e intransigentes.

5 a 6 años Problemas de atención. Crueldad con los animales, comportamientos


de oposición, mentiras, pequeños hurtos, etc...

-Existen evidencias que los trastornos de conducta severos que presentan los
preescolares sitúan a estos niños en un alto riesgo de presentar trastornos de
conducta en edad escolar, adolescencia y edad adulta. Lo cual indica la
importancia de una detección e intervención precoz.

-Según estudios epidemiológicos, la prevalencia de trastornos de conducta


severos (clínicos) en la etapa preescolar se sitúa alrededor del 4 al 9% de la
población.

4- Características básicas de los T.C.

-Trasgresión de las normas sociales.

-Agresividad.

-Impulsividad.

-Ausencia de sensibilidad a los sentimientos de los otros.

-Carácter manipulador.

-Permanencia en el tiempo de las conductas.

-Falta de respuesta a los premios y el castigo.

-Carácter inapropiado para su edad.

5- Factores de mal pronóstico


-Comienzo de los T.C. a corta edad.

-Variedad, frecuencia y amplitud de los síntomas.

-Asociación con el T.D.A.H.

-Ausencia de pautas educativas en la familia.

-Nivel económico y socio-cultural desfavorecido.

-Presencia de violencia y maltratos en el entorno próximo.

-Historia de conducta delictiva en la familia.

6- Etilogía

-Los Trastornos de conducta no son una entidad simple, sino el resultado de la


interacción de diferentes tipos de vulnerabilidad psicobiológica y de muchos tipos
diferentes de estresores ambientales.

-Desde la bioquímica se señala el problema de la autorregulación del sistema


nervioso autónomo y, problemas del metabolismo de las sustancias
noradrenergicas, que estarían implicadas en la manifestación de agresividad. Aún
no verificado del todo, algunos investigadores apuntan a la presencia de un nivel
más elevado de testosterona en los sujetos con T.C. lo que les predispondría a
episodios disruptivos con mayor facilidad.

-Los factores ambientales son igualmente importantes. Los abusos y el maltrato se


apuntan como factores de alto riesgo para la génesis de los T.C. Las carencias
afectivas severas en la infancia apuntan hacia el mismo sentido. Finalmente
señalar la influencia de los modelos inadecuados (padres delincuentes,
maltratadores, alcohólicos, etc).

7- Comorbilidad y patologías asociadas

-Los Trastornos de Conducta aparecen frecuentemente asociados a niños con


T.D.A.H.

-Muchos de los niños afectados por T.C. presentan un Cociente Intelectual (C.I.)
límite. Esta asociación entre T.C. y C.I. límite no sería consecuencia del fracaso
escolar ya que se da a edades muy tempranas.

-Existe una alta correlación entre T.C. y problemas de aprendizaje, sobretodo en la


área verbal.

-Problemas cognitivos precederían a los trastornos de la conducta.


-La disfunción del lóbulo frontal en los T.C., implicaría problemas de memoria,
razonamiento abstracto y de concentración.

-Los T.C., pueden aparecer asociados con otros trastornos clínicos cómo
depresión, ansiedad, retraso mental, epilepsias, trastorno bipolar y dificultades del
aprendizaje en áreas específicas como la lectura, escritura o cálculo.

8- Pautas de intervención

-Los Trastornos de Conducta (T.C.), conforman un conglomerado de síntomas que


van desde la desobediencia, el insulto verbal, con menosprecio de las personas, a
manifestaciones comportamentales de agresividad física extrema. Se ha
comentado ya la multiplicidad de factores, internos y externos, decisivos en su
génesis y expresión. Hoy por hoy, el tratamiento que ha demostrado mayor
efectividad, según muchos estudios, es la combinación del tratamiento
farmacológico con la psicoterapia (en aquellos casos que la medicación está
indicada). Se han utilizado, según la gravedad, los psico-estimulantes
(metilfenidato) o anti-psicóticos. La medicación, aunque puede mejorar muchos de
los síntomas positivos (impulsividad, hipercinesia, agresividad, falta de atención...)
no mejora los aspectos relacionados con las habilidades comunicativas o sociales.
Las técnicas cognitivo-conductuales son las más utilizadas en la modificación de
comportamientos disruptivos y/o agresivos.

-La intervención es multicontextual y se aplica una vez efectuada la evaluación y el


análisis funcional de la conducta o conductas problemáticas.

-La entrevista con los padres es fundamental, en un primer momento, para obtener
información, pero ésta, no suele estar expresada en términos conductuales sino
en términos de su propia interpretación. Puede ocurrir también que haya
discrepancias entre diferentes miembros de la familia acerca del origen y/o
mantenimiento del problema. Igualmente, puede darse la situación de que el niño
sea etiquetado como "problemático", "gamberro", "rebelde", "no tiene respeto por
nada"..., sin asumir, los padres, ningún compromiso. A estas alturas ya se habrán
establecido un marco de interacciones verbales coercitivas y desafiantes entre
ambos lados que llevan sólo a la perpetuación del problema.

-El niño nos aportará su punto de vista, siendo necesaria la utilización de


autoregistros a la hora de analizar su conducta y obtener información acerca de
sus consecuencias (positivas o negativas) o su frecuencia e intensidad. Este
instrumento nos permite, además, fomentar la autoobservación y el aumento de
conciencia, por parte del niño, del problema. Otra fuente de información necesaria
es la del tutor o profesor, especialmente, si las conductas se manifiestan también
en este ámbito.
Es importante señalar también que, en algunas ocasiones, las conductas
manifiestas de los niños o jóvenes obedecen a causas de tipo emocional. El
abandono, los malos tratos, la falta de figuras de vinculación, las separaciones y
otros pueden estar en el origen de la conducta disruptiva siendo su causa principal
o acompañando a otros factores de riesgo.

Para profundizar en estos aspectos aconsejamos la lectura de nuestra página:


Trabajando el vínculo afectivo con nuestros hijos.

Los estilos conversacionales en los T.C.

-Con los niños que presentan T.C. la conversación no es fácil ni por parte de los
padres, de maestros o incluso el terapeuta. Están acostumbrados a que sus
intercambios verbales se realicen de una forma conflictiva, de oposición a los
interlocutores. En el proceso de escolarización de estos alumnos suele producirse
aquello que Tanen (1994; 2004) define como "ritualización del conflicto". Ello hace
referencia a que se da una cierta cristalización de las representaciones, actitudes
y presuposiciones que cada uno de los interlocutores tiene sobre el otro (niños
T.C./Profesores, educadores, padres). Las propias posiciones subjetivas (los
respectivos marcos de referencia personal y situacional), de los participantes los
empuja hacia la confrontación. Las representaciones que tienen de sí mismos y
del otro llevan a cada uno de los interlocutores a definir e interpretar la situación
sobre la base de sus propias sospechas y perjuicios, percibiendo que atentan a su
imagen y sentimientos. En definitiva se obstaculiza el establecimiento de bases
contextuales comunes y, en consecuencia, se imposibilita la construcción de un
marco de referencia compartido por las dos partes.

-Al hablar con un niño con T.C. siempre deberemos tener presente este substrato
subjetivo, pues, los participantes al hablar, se comportan de acuerdo con sus
interpretaciones, conocimientos y sentimientos vitales que constituyen sus marcos
de referencia personal.

-Suele ser frecuente que nos encontremos con niños o niñas que no respeten una
mínima estructura de participación. Voces superpuestas entre los interlocutores,
interrupciones, bloqueos y rupturas que se manifiestan de muchas maneras
(negativa a hablar en un primer momento, tonos de voz elevados hasta llegar a
chillar, silencios.....). De esta forma se crea y se consolida un contexto de conflicto,
hipotecando cualquier posibilidad de generar acuerdos y elementos compartidos.
Por tanto se cierra la oportunidad a la confianza mutua.
-Así pues, el reto principal para padres, educadores o maestros será encontrar las
formas y los medios mediante los cuales podamos transformar este contexto de
conflicto, donde imperan los puntos de referencia de cada una de las partes, por
un contexto mental donde la experiencia común sirve de base para establecer un
sistema de interpretación e interacción más compartido.

Algunas técnicas de intervención

-Independientemente de la utilización de la palabra para intentar llegar a


soluciones en las manifestaciones conductuales disruptivas y dependiendo
siempre, del tipo, frecuencia y magnitud de la misma, se deberá establecer un plan
de intervención concreto, determinando los pasos a seguir. En los casos que el
uso de la palabra está limitada o es imposible (retraso mental o cuadros asociados
a síndromes genéticos que cursan con déficits cognitivos severos), la intervención
será básicamente a nivel de modificación de conducta.

-Antes de proceder a la intervención se deberá haber concretado los siguientes


puntos:

1º-Cual es la conducta o conductas que deben modificarse (lo que hace y cómo).

2º- Historia de la conducta disruptiva (cuando surgió, cuando se produce,


duración....)

3º-Análisis Funcional. Conjunto de variables que intervienen en la emisión y/o


mantenimiento de la conducta (antecedentes-consecuencias).

4º-Seleccionar metas para el tratamiento (metas generales, específicas, a corto,


medio y largo plazo).

5º-Evaluar la motivación hacia el "cambio" no tan solo del niño sino también de la
familia. Sus expectativas, nivel de colaboración, habilidades y recursos
personales, etc...Hay que establecer sistemas de comunicación más eficaces
entre las partes, evitando las interacciones coercitivas.

6º-Escoger de inicio las técnicas más simples, con alta probabilidad de eficacia,
pero adaptados al funcionamiento de la familia.

7º-Plantear a la familia una explicación razonada en base a la evaluación


efectuada y los principios del aprendizaje implicados en la conducta disruptiva.

8º-Establecer reuniones periódicas supervisadas por el terapeuta para analizar los


cambios y la evolución del problema.
-A continuación se exponen algunas de las técnicas cognitivo-conductuales para la
intervención en los Trastornos de conducta. Se expondrán de forma muy general,
ya que, cada trastorno, en función de sus características, requerirá de técnicas
adaptadas a las exigencias particulares del caso.

1-Moldeamiento de la conducta.

Se utiliza para incorporar nuevas conductas positivas, no presentes en el


repertorio actual, y para afrontar las situaciones de riesgo con alternativas
deseables. El terapeuta enseña, paso a paso, mediante aproximaciones sucesivas
y refuerzo la respuesta que deseamos establecer.

2-Economía de Fichas.

Estas técnicas resultan muy útiles para el establecimiento de conductas


alternativas de colaboración en casa y actividades cotidianas. Básicamente
consiste en entregar reforzadores (puede ser algún tipo de ficha, moneda, etc...)
cuando aparezca la conducta deseada. Posteriormente y según un plan trazado
con anterioridad, se intercambiarán por un premio mayor. El principal reto de ésta
técnica es que una vez retiremos los reforzadores materiales, los propios
refuerzos naturales (respuesta positiva del entorno ante el cambio) lleguen a
mantener por sí solos las conductas en cuestión.

3-Coste de la respuesta.

Puede aplicarse conjuntamente con la economía de fichas. Consistiría en la


retirada de alguno de los reforzadores entregados contingentemente a la aparición
de la conducta no deseada y previo acuerdo por las partes.

4-Tiempo Fuera.

Contingentemente a la emisión, por parte del niño, de la conducta inadecuada, se


le retira del lugar o separa del grupo durante un tiempo breve (5 a 10 minutos). El
adulto, cuando procede a separar al niño, debe procurar hacerlo sin violencia
verbal o física y diciéndole que en cuanto corrija su actuación volverá a la
situación de inicio. Esta técnica puede provocar reacciones emocionales
colaterales y debe utilizarse con prudencia en función de la edad del niño y el tipo
de conducta.

5-Reestructuración Cognitiva - Auto-instrucciones - Autocontrol.

Mediante estas técnicas se pretende dar un nuevo significado a las situaciones


problema. Se enseña al niño a controlar y modificar las ordenes verbales
interiorizadas que pueden estar formando parte de la génesis del problema. Para
que el niño aprenda a comportarse de forma más apropiada necesita estar
convencido de que la nueva forma de comportarse le traerá mayores beneficios.

6-La Relajación.

La relajación puede ser útil, en algunos casos, como complemento del tratamiento
terapéutico. Se enseña al niño estrategias cuyos resultados contrarrestan los
elevados niveles de activación fisiológica que suelen preceder a la conducta
agresiva.

7-Contrato Familiar.

Especialmente útil para casos de adolescentes que viven en un constante conflicto


con sus padres y otros familiares (hermanos, abuelos, etc...). Cuando las cosas
están muy difíciles en las interacciones familiares, el Contrato Conductual,
establecerá por escrito una serie de acuerdos, pactados de común acuerdo por las
partes (adolescente y resto familia) y que regulará nuevas formas de interacción.
El adolescente puede obtener así una serie de beneficios (p.e. llegar un poco más
tarde el fin de semana sin recibir broncas) pero tendrá que comprometerse a
mantener limpia su habitación o a estudiar un determinado tiempo. El Contrato
debe especificar claramente todas estas circunstancias y deberá ser firmado por
las partes, entregando una copia al terapeuta.

8-Habilidades Sociales.

El entrenamiento en Habilidades Sociales es uno de los más utilizados en el


tratamiento de las conductas disruptivas y/o agresivas. Su principal objetivo es
enseñar al niño conductas más eficaces que puedan ser empleadas en distintas
situaciones sociales. Habilidades como conversar, relacionarse con sus iguales,
expresar sus ideas, sentimientos e incluso sus quejas, puede hacerse sin utilizar la
agresividad o la coerción.

9-La Intención Paradójica

A continuación se muestran diferentes enlaces de esta web que exponen


diferentes técnicas y estrategias para el control de la conducta en el aula.

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