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Causas de la Guerra Civil China

En las últimas décadas del siglo XIX, la sensación de debilidad de la China imperial, agravada por
las derrotas militares frente a las potencias extranjeras, como en las guerras del opio, llevó a
muchos sectores de la pequeña burguesía china a plantear la necesidad de reformas políticas que
permitieran a China lograr el desarrollo económico y social que habían alcanzado las potencias
occidentales y, especialmente, Japón, país asiático al que muchos chinos veían como modelo a
imitar.

Japón había logrado un desarrollo económico destacado tras la restauración Meiji, y muchos
intelectuales defendían la necesidad de que la dinastía Qing, que gobernaba China, emprendiera
también las reformas necesarias para avanzar hacia un modelo de monarquía constitucional, que
permitiría mantener la tradición imperial adoptando al mismo tiempo un sistema político
moderno, imprescindible para afrontar la revolución industrial y tecnológica en la que China se
había quedado rezagada. Frente a estas corrientes, otros reformadores, más radicales,
propugnaban la necesidad de derrocar a la dinastía Qing, a la que por su origen manchú muchos
veían como una dinastía extranjera, y proclamar una república.

El ideólogo republicano más importante de los últimos años de la dinastía Qing fue Sun Yat-sen,
quien ya en 1895, tras haber fundado la Sociedad para la Regeneración de China, intentó organizar
una revolución contra la dinastía Qing en la ciudad sureña de Guangzhou. La sublevación fracasó y
Sun Yat-sen se vio obligado a huir de China, en un exilio que lo llevaría a Estados Unidos, Canadá,
Europa y Japón en los años siguientes.

A pesar de las reformas institucionales llevadas a cabo por la dinastía Qing, el descontento con el
sistema seguía aumentando, y se haría especialmente grave en los últimos años del siglo XIX y la
primera década del siglo XX, en que China cosechó aún más reveses militares. Particularmente
grave para la conciencia china fue la derrota en la Primera Guerra Sino-Japonesa, que concluyó en
1895 con la firma del Tratado de Shimonoseki, por el que China perdía su influencia sobre Corea,
que pasaba a ser protectorado japonés, y perdía también la soberanía sobre la isla de Taiwán,
convertida en territorio japonés.

Este descontento creciente provocó el aumento del número de seguidores del movimiento
republicano de Sun Yat-sen, a la sazón exiliado en Japón, que había fundado una nueva
organización republicana, la Sociedad de la Alianza.

Guerras y tratados comerciales desiguales a partir de 1840

La primera guerra del Opio terminó en 1842 con la firma del Tratado de Nanjing. China había sido
vencida y los términos del tratado garantizaban a Gran Bretaña las prioridades comerciales que
buscaba. Durante los dos años siguientes, tanto Francia como Estados Unidos obtuvieron tratados
similares. China vio estos tratados como desagradables pues eran concesiones dictadas por
bárbaros ingobernables; sin embargo, su sumisión a las cláusulas comerciales respecto a la
expansión del comercio estaban muy por debajo de las expectativas de las potencias occidentales.
Tanto Gran Bretaña como Francia encontraron pronto ocasión para renovar las hostilidades y
durante la segunda guerra del Opio (1856-1860), aplicaron la presión militar a la capital de la
región en el norte de China. Se firmaron nuevos tratados en Tianjin en 1858, que extendieron las
ventajas occidentales. Cuando el gobierno de Pekín se negó a ratificarlos, se reabrieron las
hostilidades. Una fuerza expedicionaria franco-británica penetró hasta Pekín. Después de que el
palacio de Verano fuera incendiado como venganza por las atrocidades chinas infligidas a los
prisioneros occidentales, se firmaron las Convenciones de Pekín, en las que se ratificaban los
términos de los tratados anteriores.

Estos tratados, conocidos en su conjunto en China como los `tratados desiguales', determinaron
las relaciones chinas con Occidente hasta 1943, cambiaron el curso del desarrollo social y
económico chino y obstaculizaron de manera permanente la política de la dinastía Manchú. De
acuerdo con sus disposiciones, los puertos chinos se volvieron a abrir al comercio internacional, se
permitió la instalación de colonias de residentes extranjeros, y se cedieron de forma permanente a
Gran Bretaña los territorios de Hong Kong y Kowloon. Además se garantizó a los súbditos de los
Estados firmantes de los tratados la extraterritorialidad, de modo que casi todos los extranjeros en
China quedaban bajo la única jurisdicción de sus consulados y sólo estaban sujetos a las leyes de
sus países de origen. Todos los tratados presentaban una cláusula de nación más favorecida, bajo
la cual cualquier privilegio que extendía China a una nación era automáticamente extendida a
todos los demás Estados signatarios de los tratados. Con el tiempo se fraguó el control extranjero
sobre toda la economía china. Los tratados marcaron los aranceles sobre los bienes importados
por China en un máximo de un 5% de su valor; esta disposición hizo que China fuera incapaz de
recaudar suficientes impuestos sobre las importaciones, lo que impidió proteger a las industrias
nacionales y promover la modernización económica.

La rebelión Taiping

Durante la década de 1850 se agitaron los cimientos del imperio por la rebelión Taiping, una
revolución popular de origen religioso, social y económico. Su dirigente, Hong Xiuquan se llegó a
considerar a sí mismo hermano pequeño de Jesucristo, al que por mandato divino se le había
ordenado deshacerse del mandato manchú de China y establecer una dinastía cristiana. La
rebelión surgió en la provincia de Guangxi en 1851; hacia 1853 los Taiping se habían desplazado
hacia el norte y establecido su capital en Nanjing. Aunque no fueron capaces de ocupar Pekín,
hacia 1860 estaban firmemente atrincherados en el valle del Yangzi Jiang y amenazaban Shanghai.

La dinastía manchú, enfrentada a la realidad de tener que mantener relaciones con los más
poderosos Estados occidentales y destrozada por una rebelión interna de proporciones sin
precedentes, pretendió reformar su política para garantizar la supervivencia del imperio. Desde
1860 a 1895 se hicieron intentos para restaurar el gobierno siguiendo principios confucianos con
el fin de solucionar los problemas internos, sociales y económicos, y permitir la introducción de
tecnología occidental que reforzara el poder del Estado. Los manchúes eran incapaces de
proporcionar las directrices para tales programas, por lo que los reformistas se dirigieron hacia los
oficiales chinos de las provincias. Gracias al poder imperial que les había concedido una mayor
autoridad financiera, administrativa y militar, algunos de estos oficiales chinos habían tenido
importantes éxitos al llevar a cabo sus programas. Durante las décadas de 1860 y 1870, en gran
medida a través de los esfuerzos de los gobernadores Tseng Kuo-Fan y Li Hongzhang, se sofocó la
rebelión Taiping, se restauró la paz interna, se establecieron arsenales y astilleros, y se abrieron
varias minas. Sin embargo, los objetivos de mantener un gobierno confuciano y desarrollar un
poder militar moderno eran básicamente incompatibles. La dirección de este programa de
modernizaciones fue desempeñada por los burócratas neoconfucianos, graduados siguiendo el
sistema de exámenes para funcionarios públicos. Sin embargo, estos hombres estaban
pobremente equipados o estaban encargados de llevar a cabo programas parciales de
modernización cuyo objetivo era aumentar el poder estatal; en consecuencia, los esfuerzos de
China por fortalecerse desde 1860 a 1895 fueron inútiles.

Esferas de influencia extranjeras

En principio, los Estados occidentales tendían a consolidar sus beneficios bajo la firma de tratados
desiguales más que a buscar privilegios adicionales. Sin embargo, en 1875 Occidente y Japón
comenzaron a desmantelar el sistema chino de estados tributarios, mantenidos en el sureste de
Asia. Desde 1875 las islas Ryukyu cayeron bajo el control japonés. La Guerra Chino-francesa de
1884 y 1885 puso Tonkín bajo el imperio colonial francés y al año siguiente Gran Bretaña ocupó
Birmania. En 1860 Rusia obtuvo las provincias marítimas del norte de Manchuria y los territorios al
norte del río Amur. En 1894 los esfuerzos japoneses por anexionarse Corea originaron la Guerra
Chino-japonesa. China sufrió una derrota decisiva en 1895 y se vio forzada a reconocer la pérdida
de Corea, pagar una enorme indemnización de guerra y ceder a Japón la isla de Taiwan y la
península de Liaodong, en el sur de Manchuria.

Rusia, Francia y Alemania reaccionaron de inmediato ante la cesión de la península de Liaodong,


pues suponía otorgar a Japón una posición prioritaria en la región más rica de China. Estos tres
Estados intervinieron demandando que Japón devolviera Liaodong a cambio de una mayor
indemnización económica. Una vez que consiguieron esto, las tres potencias europeas le
presentaron a China nuevas demandas. Hacia 1898, sin poder negarse a las demandas extranjeras,
China había sido dividida en esferas de influencia económica. Se le concedió a Rusia el derecho a
construir el ferrocarril Transiberiano, la posesión del ferrocarril chino oriental, que a través de
Manchuria llegaba hasta Vladivostok, y el ferrocarril del sur de Manchuria atravesando el extremo
meridional de la península de Liaodong, así como derechos económicos adicionales exclusivos en
toda Manchuria. Otros derechos de exclusividad para el desarrollo de ferrocarriles y la explotación
de minas se concedieron a Alemania en la provincia de Shandong, a Francia en las provincias
meridionales, a Gran Bretaña en las provincias ribereñas del Yangzi Jiang y a Japón en las
provincias costeras del sureste. Como resultado de la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905), la mayor
parte del ferrocarril del sur de Manchuria y los derechos rusos de esta zona fueron transferidos a
Japón. Estados Unidos, en un intento de mantener sus derechos en China sin competir por el
territorio, inició la política de puertas abiertas en 1899 y 1900. Esa política, consentida por las
restantes potencias, estipulaba que sus nuevos privilegios en China no cambiaban en ninguna
manera la posición igualitaria de todos los Estados acogidos a las cláusulas de nación más
favorecida.

Movimientos de reforma y la rebelión de los Bóxer

Hacia 1898 un grupo de reformadores ilustrados adquirieron gran influencia sobre el joven y
abierto emperador Guangxu. En el verano de ese año, incitados por la urgencia de la situación
creada por el aumento de las nuevas esferas de influencia extranjera, aplicaron un profundo
programa de reformas diseñado para convertir a China en una monarquía constitucional y
modernizar su economía y sistema educativo. Este programa enfrentó a la oposición de la
camarilla de oficiales manchúes elegidos por la emperatriz Cixi, que se había retirado poco tiempo
antes. Cixi y los oficiales manchúes secuestraron al emperador y con la ayuda de jefes militares
leales sofocaron el movimiento reformista. Se extendió por todo el país una reacción violenta, que
alcanzó su punto álgido en 1900 con un levantamiento xenófobo de la sociedad secreta de los
Bóxer, un grupo que gozaba del apoyo de la emperatriz viuda y de numerosos oficiales manchúes,
cuyo principal objetivo era expulsar a todos los extranjeros de China. En 1902 adoptó su propio
programa de reformas e hizo planes para establecer un gobierno constitucional limitado, según el
modelo japonés. En 1905 se abandonó el antiguo sistema de exámenes para los funcionarios.

Era tarde para los manchúes. Poco después de la Guerra Chino-japonesa, Sun Yat-sen, formado
según el modelo occidental, había iniciado un movimiento revolucionario dedicado a establecer un
gobierno republicano. A mediados de 1911 tuvieron lugar levantamientos como protesta contra el
programa de nacionalización del ferrocarril Qing y en octubre de ese año estalló la rebelión en
Hankou, en China central, extendiéndose la rebelión a otras provincias, mientras Sun tomaba el
control de la revuelta. Los ejércitos manchúes, reorganizados por el general Yuan Shikai, eran
claramente superiores a las fuerzas rebeldes, pero Yuan sólo aplicó una presión militar limitada y
negoció con los dirigentes rebeldes ser designado presidente de un nuevo gobierno republicano. El
12 de febrero de 1912 Sun Yat-sen cedió su puesto de presidente provisional en favor de Yuan y
sumisamente los manchúes se retiraron del poder. El 14 de febrero de 1912 una asamblea
revolucionaria reunida en Nanjing eligió a Yuan primer presidente de la República de China.

CHINA A COMIENZOS DEL SIGLO XX.

LA REPUBLICA CHINA

La República de China mantuvo una frágil existencia desde 1912 hasta 1949. Aunque se adoptó
una Constitución y se estableció un Parlamento en 1912, Yuan Shikai nunca permitió que estas
instituciones limitaran su control personal del gobierno. Cuando el recién fundado Partido
Nacionalista, o Kuomitang, encabezado por Sun Yat-sen, intentó reducir el poder de Yuan, primero
mediante tácticas parlamentarias y luego con la fracasada revolución de 1913, Yuan respondió con
la disolución del Parlamento, la ilegalidad del Kuomitang y el gobierno a través de sus conexiones
personales con los dirigentes militares provinciales. Sun Yat-sen se refugió en Japón. Yuan, sin
embargo, se vio forzado por la oposición popular a abandonar sus planes de restaurar el imperio y
convertirse en emperador. Murió en 1916, y el poder político fue ejercido por los jefes militares
provinciales. El gobierno central mantuvo hasta 1927 una existencia precaria y casi ficticia.

Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), Japón buscó obtener una posición de supremacía
incuestionable en China. En 1915 presentó a China las denominadas “Veintiuna Demandas”, cuyos
términos habrían reducido China a un virtual protectorado japonés. China, flexible ante una
versión modificada de las demandas, accedió, entre otras concesiones, a transferir las posesiones
alemanas en Shandong a Japón. La tardía entrada de China en la guerra en 1917 estaba destinada
a conseguir participar en el futuro tratado de paz para revisar las ambiciosas peticiones japonesas.
China esperaba que Estados Unidos, de acuerdo con su política de puertas abiertas, le ofreciera su
apoyo. Sin embargo, en Versalles, el presidente estadounidense Woodrow Wilson retiró el apoyo
de su país a China en el tema de Shandong, cuando Japón retiró sus demandas de una cláusula de
igualdad racial en el Pacto de la Sociedad de Naciones, una disposición a la que se oponían
duramente en Estados Unidos a causa de la posibilidad de que hubiera una afluencia ilimitada de
mano de obra desde oriente. La delegación china, indignada, se negó a firmar el Tratado de
Versalles. Sin embargo, China obtuvo posteriormente su admisión en la Sociedad de Naciones a
partir de la firma de un tratado de paz por separado con Austria.

Los jóvenes e intelectuales chinos, que en la década precedente habían vuelto sus ojos cada vez
más hacia Occidente, en busca de modelos e ideales para la reforma de China, se sintieron
traicionados por Wilson en Versalles. Cuando estas noticias llegaron, se inició en la Universidad de
Pekín una manifestación masiva de protesta en contra de los japoneses, el llamado `Movimiento
del Cuatro de Mayo', que se extendió por todo el país en 1919.

EL MOVIMIENTO DEL 4 DE MAYO Y LA REVOLUCIÓN RUSA

Tras la experiencia de Sun, los revolucionarios chinos advirtieron que no podía darse un proceso
de liberación con el apoyo de las clases dominantes y planificar un cambio desde la
superestructura, y tal tarea correspondería únicamente a las bases. La Revolución de 1911 había
llegado a una república retórica, “representaba en realidad una forma de dominio de los
militaristas feudales. Durante la Primer Guerra Mundial la industria liviana creció en China, y
consecuentemente el proletariado, mientras que Japón había insertado sus tropas en China
aprovechando los conflictos entre los caudillos militares.

El 4 de mayo de 1919, ante los privilegios tomados por Japón tras el Tratado de Versalles, que
logró el traspaso a sus manos de la influencia alemana en Shantung, el estudiantado encabezó las
protestas en Pekín, junto con trabajadores y pequeños burgueses, lo que derivó en un estallido de
masas.

La debilidad del gobierno sólo generaba más indignación en las clases populares, ante la
concesión, se organizó en todo el país un boicot a los productos japoneses, en Shangai el
proletariado inició una huelga de enorme magnitud paralizando a gran parte del país, y pese a la
represión desatada por pedido de Japón, el pueblo chino forzó la renuncia de ministros pro-
nipones y China no rubricó lo pactado en Versailles.
En tal contexto, el triunfo de la Revolución Rusa traería consigo un duro revés al gobierno chino y
nuevos aires al pueblo chino y a los dirigentes revolucionarios: la Unión Soviética renunció a todos
los privilegios zaristas sobre China, sin mediar indemnización alguna por la retirada. Esto “produjo
un irritado enojo en todas las potencias occidentales y el Japón, pero levantó hondas simpatías en
el pueblo chino.

EL NACIMIENTO DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO

El proletariado chino había avanzado en su organización y toma de conciencia, ya que era


explotado en las industrias montadas por el capital imperialista, y aunque poco numeroso, “era
cualitativamente muy calificado y combativo, desarrollado “en un Estado semicolonial y
semifeudal.

Para 1920, representantes de la Internacional Comunista llegaron a China para entablar relaciones
con grupos nacionalistas y revolucionarios. Un año más tarde, se celebró en Shangai la fundación
del Partido Comunista Chino, donde prevaleció la postura de los “marxistas legales”, en cuanto a
avanzar en la concientización y educación del proletariado.

Se impuso la táctica de formar parte del proceso democrático siguiendo los preceptos de Sun, y
capacitar a proletariado como clase dirigente, en alianza con el campesinado; y la unánime
decisión de que el Partido y los revolucionarios debían luchar “por la conquista del poder para el
proletariado. Tampoco pasaría por alto la conformación de la fuerza armada propia, ya que “la
liberación de la case oprimida es imposible (...) sin la destrucción del aparato de poder estatal que
ha sido creado por la clase dominante.

El riesgo para el PC era alto. Apenas nacido, no estaba en condiciones de encolumnar a las masas
populares, y la escena política estaba dominada por el partido nacionalista, el KMT encabezado
por Chang Kai-shek, apoyado por la burguesía compradora, la clase terrateniente y alentado por
los imperios occidentales.

De todos modos, el KMT no era un partido homogéneo. Así como por un lado la derecha estaba
formada por un frente de la dirigencia reaccionaria con Chang a la cabeza, junto con las clases
privilegiadas y las fuerzas imperialistas, por otra parte también había en el partido un grupo de
nacionalistas permeables a la izquierda.

La principal contradicción internacional estaba por entonces entre el nacionalismo chino y el


imperialismo japonés, “mientras las otras contradicciones de la sociedad pasaban a ser
secundarias.

Ante este marco, era propicio la conformación de un frente político entre el KMT y el PC, que
estaba dispuesto y comprometido en la reestructuración del partido nacionalista enrolando dentro
del mismo a muchos de sus cuadros, en el debate en el seno del comunismo internacional, en el
que Stalin inclusive había señalado que “los comunistas deben pasar de la política del frente único
nacional revolucionario a la del bloque revolucionario de los obreros y de la pequeña burguesía
(que) puede adquirir la forma de un partido único, partido obrero y campesino, del tipo del
Kuomintang. Stalin dudaría “de que los guerrilleros fueran capaces de derrotar a Chang Kai-shek y
hasta el final reconoció a éste como el único gobernante legal de China.

Las palabras de Stalin, como máximo dirigente de la URSS, no podían tomarse a la ligera. El frente
PC-KMT debía implicar una total sumisión de los comunistas, inclusive en lo militar, tema que Mao
descartó por completo para salvar la independencia del partido. Ya en 1938 esto se profundizaría
en una fricción dentro del propio PC al regreso de Wang Min de Moscú, que marcaba una “nueva
orientación de la Unión Soviética, que consideraba que sólo Chang Kai-shek y el KMT podían dirigir
la guerra y a ese partido asistían militarmente. De hecho, Gerovitch señalaría que sobre el final de
la Segunda Guerra Mundial, “la guerra antijaponesa llegaba a su fin y los comunistas chinos salían
de ella fortalecidos, sin haber obtenido apoyo de la Unión Soviética, a pesar de las loas que hasta
hoy le dedicaran a Stalin. En tal sentido, Mao señaló en agosto del ’45 que en los ocho años
previos, el comunismo chino confrontó al invasor y a los represores sin ayuda extranjera.

En tal sentido, luego del Primer Congreso del KMT, de enero de 1924, los comunistas ingresaron
en el Comité Central con “dirigentes como Li Ta-chao y Mao Tse-tung” y “una reorientación más
izquierdista de los Tres Principios de Sun, es decir, una alianza para la lucha antiimperialista aliado
con Rusia en un movimiento de masas obrero-campesino. Uno de los resultados de vital
importancia de la alianza PC-KMT, fue la fundación de la Escuela Militar de Wam-pu, de donde
saldría la clase dirigente de la Revolución 1925-192759 y el Ejército Nacional Revolucionario (ENR).

El propio Sun anunciaría en septiembre de 1924 la Expedición al Norte, siendo la primera guerra
civil para enfrentar a los caudillos militares, prologado por el levantamiento del 30 de Mayo,
encabezado por movilizaciones obreras, estudiantiles y el inicio de las organizaciones campesinas,
contra el imperialismo británico.

Pero en los hechos políticos (...), el partido burgués de China, el KMT, tendía cada vez más a
apoyarse sobre los terratenientes y la burguesía compradora, a capitular frente al Japón, a
reprimir toda manifestación democrática de las masas chinas (imprescindible fuerza para impulsar
un proceso de desarrollo autónomo) y a descomponerse en las peores formas de corrupción. La
naturaleza burguesa demostraba su temor a las organizaciones populares, y el PC recriminaba al
KMT la preocupante demora en la organización de las masas para la lucha, hasta la muerte de Sun
en 1925, que gracias a su prestigio lograba “inclinar casi siempre la balanza a favor del ala
izquierda del KMT.

Pero Chang dio un golpe de Estado el 12 de abril de1927, y desató el terror, con el apoyo de tropas
británicas y japonesas junto a las policías extranjeras que dominaban las “zonas de influencia”
entregadas en “concesión”, imponiendo una dictadura encabezada por la derecha del KMT.

Chang, al frente del ejército aplastó con saña al movimiento obrero dirigido por el joven PC, que
no supo prever el hundimiento de la política de colaboración con el KMT. Sobre este punto, se
daría un debate sobre si había sido un error o un acierto, una aparente distracción de los
comunistas en la formación de un ejército revolucionario propio en zonas.
Lo cierto es que el período significó un notable crecimiento del PC y también un cruel aprendizaje
de las tendencias políticas y militares de la revolución, señala Vazeilles, tiempo que sirvió para la
formación, crecimiento, consolidación y maduración del PC para la futura revolución de liberación.
El PC había asistido al KMT en su reorganización ante la crisis nacional, para organizar una alianza
de obreros, campesinos y pequeños burgueses en la lucha contra el imperialismos y los caudillos
militaristas. La crisis económica agudizaría las contradicciones entre la burguesía nacional y la
pequeña burguesía ante el capital imperialista, a favor de un proceso revolucionario. Previo al
estallido del 30 de Mayo de 1925, venían creciendo las uniones campesinas. Las luchas obreras
crecían junto con las del estudiantado, que iniciaría la agitación, recibiendo la adhesión del
proletariado con huelgas solidarias a las que se plegaron (inclusive policías chinos de las zonas
internacionales) llamando a la unidad china contra el imperialismo.

Fue en un informe que escribió en 1927 donde Mao descubrió el potencial revolucionario del
campesinado chino. Mao señalaría además, que en la experiencia de la revolución 1924-27, sólo se
había progresado mientras la burguesía seguía al proletariado y la derrota fue cuando la burguesía
se puso al frente; algo que, diría, “no debe repetirse”.

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