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De la piedra pómez a la permeabilidad social

Rafael Ángel Gallegos Castro

LÍDER DE INVERSIÓN SOCIAL DE PDVSA


EXPLORACIÓN, PRODUCCIÓN Y MEJORAMIENTO

La evidente similitud idiomática, religiosa, de mestizaje y sobre todo de concepción de la


vida, existente en América Latina y más específicamente en el mundo hispano
americano, no ha sido utilizada hasta ahora, salvo contadas excepciones históricas,
para desarrollar acciones conjuntas que, como un todo, nos faciliten el camino hacia la
prosperidad.

Por el contrario y cabalgando ampliamente por encima de las semejanzas, la división a todos
los niveles parece haber sido un sino en América Latina.

Mientras lo que hoy es los Estados Unidos se transformaba en un inmenso país de siete
millones de kilómetros cuadrados a partir de un proceso de liberación en un territorio de
menos de un millón de kilómetros, lo que es hoy Hispanoamérica se subdividió a partir
de la independencia. Así, asistimos a la división de la Gran Colombia, a la creación de
Bolivia, a la división de Centroamérica, a la separación de Panamá y paremos de
contar.

A pesar de los esfuerzos de nuestros libertadores hemos resultado un subcontinente


dividido. ¿ Hasta que punto influyó en nuestra manera de ser colectiva la tendencia
histórica a dividirnos?.

Las tribus más exitosas ante la conquista fueron las que estaban más dispersas. A los Incas
y los Aztecas los acaban más fácilmente debido a que actuaban como un sólo equipo
mientras que los Caribes, dispersos por las costas de todo el mar que hoy lleva su
nombre, se constituyeron en un permanente dolor de cabeza para ser aplacados.
¿ Hasta dónde se incorpora a los paradigmas del inconsciente colectivo
latinoamericano la acción de los Caribes como éxito del individualismo?. Este aspecto
se refuerza si observamos el enfoque con que construimos tanto nuestras galerías de
prohombres como de antihéroes, con un inmenso porcentaje personajes aislados. Por
ejemplo, tendemos a vislumbrar a nuestros grandes literatos como genios en soledad y
a los dictadores como personajes de generación espontánea, cuando la realidad es que
ambos son producto de la educación, de las costumbres y de los aplausos de sus
colectivos.

De alguna manera nos hemos desarrollado en solitario. O mejor, nos hemos


“subdesarrollado” en solitario. Y este modo de ser social ha abarcado todos los niveles.
Desde los Estados nacionales, regionales y locales, pasando por las empresas públicas
y privadas hasta llegar a cada uno de los individuos.

Un poco tarde, aunque todavía estamos a tiempo, se está fomentando con cierto éxito la
conciencia del trabajo en equipo. Sin embargo seguimos siendo un continente de
grandes individualidades que no hemos podido aprehender como los premios
mundiales de ciencia son en buena parte colectivos, al igual que los buenos gobiernos,
y que las más exitosas empresas.

Hasta ahora, con las valiosas individualidades encabezando nuestros procesos de


conocimiento, hemos sido como la piedra pómez en contraste con la humilde esponja
de las cocinas de las amas de casa de toda América Latina.

La piedra pómez, hermosa, con cierta simetría (belleza) y tamaño en sus huecos es la mejor
representación de nuestros procesos sociales, como decíamos en contraste con la
esponja fea y de huecos pequeños e irregulares.

Si a la piedra pómez se le agrega agua por arriba se puede observar que esta no fluye a
través de ella, es decir, no permea. Y no lo hace porque sus hermosos y dilatados
huecos, no están interconectados. Es decir, la piedra pómez es porosa(porque tiene
huecos) y no permeable (porque esos huecos no están interconectados), mientras que
la esponja es porosa y permeable, por lo que fluye el agua a través de su estructura.

El agua es el conocimiento, los huecos los cerebros y la permeabilidad representa la


capacidad de hacer que el conocimiento permee por el cuerpo social y se haga
reproductivo para así reflejarse como calidad de vida de las comunidades.

Esta interconexión de ideas y su posterior transformación en calidad de vida, debe ser


conceptuada como un proceso. En referencia a estos, algún pensador del cambio dijo que
los consultores esperaban que los procesos de cambio se comportaran como un carro
nuevo, que al prenderlo arrancara, cuando la realidad es muy diferente y esos procesos se
parecen más a las mulas, que hay que tenerles paciencia, comprenderlas, esperar que estén
dispuestas a avanzar y sobre todo, tener mucho cuidado con las patadas.

Por lo tanto se requiere paciencia y comprensión con estos procesos, sin embargo lo más
importante es ir en la dirección correcta, es decir desarrollar y aplicar las estrategias
adecuadas para lograr los objetivos.

Y si de estrategias se trata, la más adecuada para el caso que nos ocupa es, sin sombra
alguna de duda, el desarrollo del trabajo en equipo. Equipos sociales como la forma más
efectiva para generar permeabilidad social, es decir para que las ideas puedan transmutarse
en productos y los productos en beneficios sociales y los beneficios sociales nuevamente en
ideas y esas ideas en productos, cual círculo virtuoso de un alquimista del sXXI, que se
diferencia de los alquimistas tradicionales en que además de buscar un oro diferente
( transforma el conocimiento en calidad de vida) establece como piedra filosofal un círculo
virtuoso que garantiza la sustentabilidad de su proyecto. Igualmente logra el elixir milagroso
que cura todas las enfermedades y prolonga indefinidamente la juventud, la salud y la vida...
de las comunidades.

Para ello, a diferencia de los alquimistas que mezclaban los conocimientos con la magia, en
este caso se trata de mezclar el conocimiento con el trabajo en equipo.

Antes de hacer las interconexiones es necesario mentalizarse acerca del valor del trabajo en
equipo. Internalizar la frase juntos somos capaces de lograr más de lo que podemos
soñar individualmente, es decir, es necesario estar convencidos de que el primer valor de

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una comunidad es el trabajo en equipo.

Por supuesto, no se debe confundir el trabajo en equipo con trabajo en cambote, es decir, así
como el cambio exitoso no es ir en una dirección diferente sin saber para dónde se va, el
trabajo en equipo no es un “ todos haciendo de todo”, sino más bien un conjunto de
actividades, por encima de todo orquestadas, donde los individuos interactúan tras el logro
de objetivos comunes. Es decir, el equipo es orquestado, organizado. He allí una de las
claves de su éxito.

El equipo debe ser orquestado y alinearse con el logro de los objetivos. Cada movimiento
debe tener un sentido. Es decir, debe estar asociado a una dinámica. No es lo mismo
dinamismo que hiperactividad. Del gato de Alicia en el país de las maravillas aprendimos
alguna vez que para quien no sabe para donde va, es indiferente el camino que elija.
Modestamente agregaríamos que quien que camina por caminar, aparte de no llegar jamás a
ninguna parte, es el hiperactivo que no se debe confundir con el dinámico, que sabe hacia
donde se dirige. Los equipos deben canalizar la energía difusa que los denota como
hiperactivos, hacia un dinamismo creativo y sobre todo, estratégico.

Tal vez el primer trabajo del equipo sea romper las cadenas. Las viejas creencias que nos
han sujetado durante tantas décadas y siglos.Paradigmas, en buena parte improductivos,
que hemos consolidado en nuestro devenir histórico y que tal vez sean herederas de la
concepción de la vida de aquel país rentista que nos conquistó y consiguió el oro y la plata y
la importó y vivió de su renta mientras los holandeses, los alemanes y los ingleses
aceleraban su cultura de trabajo para intercambiar esos metales preciosos por mercancías
ganadas con el sudor de sus frentes.

Tal vez sea lo expuesto y tal vez haya más razones, lo cierto es que como sociedades
hemos sido incapaces de relacionar el trabajo con la calidad de vida. Más bien hemos
relacionado gobiernos con calidad de vida, o peor aún gobernantes y hasta Mesías con
calidad de vida, o clientelismo y hasta loterías con calidad de vida. Hemos estado sujetados
a cadenas inconclusas.

Por ello la primera cadena de prosperidad debe ser RELACIONAR EL TRABAJO CON LA
CALIDAD DE VIDA. Es decir aceptar que para que haya calidad de vida debe haber empleo
y para ello deben existir empresas y para que las empresas se implanten o se expandan,
debe haber inversiones nacionales y principalmente extranjeras y que para ello e debe existir
un clima de seguridad legal y política, así como planes rectores que indiquen la dirección a
seguir.

Por otra parte, hemos elaborado una inmensa lista de culpables para justificar nuestros
fracasos. Los ricos, el imperialismo, la guerra fría, las guerras calientes, los excesos de las
revoluciones, la falta de revoluciones y muchos etcéteras.

Claro que esos aspectos han significado serios obstáculos para nuestro desarrollo; pero hay
que estar claro que esa filosofía no puede servir de punto de arranque para los equipos
sociales.

Otra cadena de prosperidad debe ser ACEPTAR LA RESPONSABILIDAD DE NUESTRO


DESTINO, por lo tanto, asumir que la prosperidad debe ser un producto de nuestros valores,
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nuestras actitudes, nuestro esfuerzo y, por supuesto, de nuestras capacidades. Claro, es
muy importante agregar una sólida estrategia, es decir desarrollar un cómo estratégico- que
detallaremos más adelante- que nos facilita el cumplimiento de los objetivos.

Por otra parte es importante señalar que al igual que un edificio, es necesario CONSTRUIR
LA PROSPERIDAD DE ABAJO PARA ARRIBA Y DE ARRIBA PARA ABAJO.

En un continente que ha sido tratado de construir – he ahí porque el realismo mágico refleja
nuestra realidad- de arriba para abajo, tal como un edificio que comenzáramos a construir
desde el pent house, es difícil aceptar que el desarrollo no es un aguacero y mucho menos
un maná, sino más bien una fuente, o siendo más riguroso, una armónica mezcla de ambos.
Como la construcción de un edificio, que se inicia desde abajo; pero con unos planos y una
maqueta donde ya el arquitecto ha visualizado lo que quiere y el ingeniero ha realizado los
cálculos.

No se trata de voltear el paradigma. Cambiar de arriba para abajo por abajo para arriba.
Sería peor el remedio que la enfermedad. Un trabajo comunitario que no sea el foco de una
estrategia política y no esté respaldado por un sistema legal, tiene altas posibilidades de
fracaso. Es decir, si alguna palabra define la interacción es armonía entre los flujos, los que
suben y los que bajan.

Se trata, y en esto hay que ser muy claro, de una nueva manera de hacer las cosas. De
contribuir a diseñar un sistema que opere de manera diferente a los que parecen generar
marginalidad como subproducto.

Tenemos que aprender a pensar. A pensar en formas de operar que generen calidad de vida.
Aprender a aprender y aprender a pensar. Individualmente, empresarialmente, socialmente.
Tenemos que aprender a construir sociedades inteligentes que incrementen su capital social
en la medida que operen.

Por ello hemos desarrollado, bajo la premisa de que juntos podemos lograr más que lo
que pudiéramos soñar solos, las cadenas de prosperidad para:
• Relacionar el trabajo con la calidad de vida.
• Aceptar la responsabilidad de nuestro destino.
• Construir la prosperidad de abajo para arriba y de arriba para abajo.

Antes de hacer las interconexiones es necesario preguntarse, ¿quiénes deben participar en


los equipos?.

Y la respuesta es... depende.

Sí, para nada hay respuestas absolutas. Cada proyecto tiene sus particularidades, sus
objetivos, sus dimensiones, su ciclo de tiempo. Sin embargo, en forma genérica se puede
plantear que en cada equipo social debe haber miembros de la comunidad (son los
dueños y dolientes de los procesos), representantes de las asociaciones de vecinos,
de las Juntas Parroquiales, de los Poderes Locales y de los regionales. Todo depende
de las dimensiones, de lo que se esté abarcando. Igual, debe haber un grupo de
asesores, personas con mucho conocimiento accesibles al equipo para orientar en la

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dinámica, metodologías, obtención de recursos, asesoría de proyectos, etc.

Una vez conformado el equipo social, el primer paso consiste en hacer la Visión. Establecer
cómo se quiere ver el equipo en el futuro. Este es un paso fundamental. No hay que olvidar
que quien no sabe para donde va no llega a ninguna parte y si llega... no se da cuenta.

La visión es el blanco hacia donde apuntarán todas las ideas, metodologías y acciones del
equipo. Esa visión debe ser compartida por cada uno de los miembros. Es la mejor manera
de lograr que todos se dirijan al mismo punto, sin desgaste, sin solapamientos, sin efectos
contrarios y obviamente participando en una competencia de puros ganadores. Lo contrario
es halar la cuerda en sentidos contrapuestos. Es como subir una montaña, si no apartamos
la vista del pico, será mucho más difícil que nos perdamos. La visión debe ser corta,
impactante, retadora. Cuando hablamos de nuestros libertadores decimos que son unos
visionarios. Eso no es casual, ellos visualizaron países democráticos, sin castas,
independientes y soberanos y, por lo menos en el papel, eso nos legaron y hacia allá
tratamos de ir. Igualmente los equipos sociales deben tener calidad de visionarios.

Una vez determinada la visión, es necesario que el equipó sepa cual es el rol que le
corresponde jugar para lograr llegar a ella. Que sepa cuál es su razón de ser. Para qué está
reunido el equipo. Es decir, es necesario que determine su Misión. El mejor ejemplo de lo
que es una misión es una historia harto conocida en América, el famoso Mensaje a García.
En la medida que se aclare más la misión de los equipos, estos deben producir más Garcías,
indetenibles en el desempeño de su rol y hacia la consecución de sus objetivos.

Los Objetivos y las Metas conforman los siguientes pasos, que reforzados con un plan de
acción y permiten afirmar que se está en presencia de un equipo social estructurado con
altas probabilidades de éxito.

Con toda razón, es necesario preguntarse ahora, cómo se van a desarrollar todas estas
labores en las comunidades, de las cuales algunas son tan marginales, que impera el e
analfabetismo funcional y no funcional y escasean la comida y la educación.

La respuesta es, precisamente, como dijo Simón Rodríguez, uno de los maestros del
Libertador Simón Bolívar, “o inventamos o erramos”.

Precisamente, debemos inventar nuevas formas de hacer las cosas. Sería absurdo siquiera
pensar que estas comunidades tan elaboradas pudieran surgir por generación espontánea.
Las cadenas de prosperidad, cuya internalización implica ni más ni menos que golpear
severamente el sistema de creencias de los individuos, el trabajo en equipo, que implica
operar casi de manera contraria a como se ha hecho siempre y el establecimiento de la
Visión, Misión, Objetivos, Estrategias, Metas y Planes requiere un trabajo coherente y
orquestado.

No es fácil; pero el éxito de las cosas no consiste en que sean fáciles o difíciles. Más bien
radican en que sean necesarias y además, esto es muy importante, además, es fundamental,
que se hayan desarrollado cómos estratégicos para su implantación.

Antes de definir que es un cómo estratégico es fundamental pasearse por un aspecto común
a los latino americanos. Tenemos cierta aversión a la palabra estrategia. La pensamos como
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inherente a los alemanes o a los japoneses y en el caso más nacional, la asociamos a los
militares y a las guerras. Y como no somos ni alemanes ni japoneses y estadísticamente
hablando, tampoco militares y además no estamos en guerra, nos es extraña la palabra
estrategia. O sea, el cómo se deben hacer las cosas. Si la visión es cómo nos vemos, la
misión nuestra razón de ser, los objetivos el qué, las metas el cuanto, los cronogramas el
cuándo y los planes la concatenación de acciones, el cómo estratégico refleja el cómo hay
que hacer para lograr los objetivos planteados. Pudiera parecer una redundancia; pero la
estrategia no tiene sentido si no está orientada al cumplimiento de los objetivos.

Este modelo de interacción con las comunidades ya se está desarrollando en muchos de


nuestros países. Afortunadamente, parece ser la concepción en uso. Para muchos, ya no
tiene sentido construir o dotar o refaccionar una escuela en una comunidad si no se sigue
una metodología similar a la expuesta, tendente a hacer participar a la comunidad en el
proyecto y luego responsabilizarla por su mantenimiento. Y no tiene sentido, no porque haya
pasado de moda, sino por la pobreza de los resultados. No basta construir una escuela o un
ambulatorio, hay que generar la sustentabilidad del proyecto y hacerlo con las comunidades
ha resultado de lo más eficiente. Así como en las escuelas, sucede con los ambulatorios, las
infraestructuras, las microempresas, las cooperativas y en general con todas las mejoras
quieran adelantar de manera realmente efectiva.

Cómo nada es gratuito y la generación espontánea fue descartada hace muchas décadas,
para lograr esa interacción con la comunidad es necesario desarrollar un entrenamiento
previo que contemple la motivación de la participación, la efectividad personal que incluya el
rompimiento de paradigmas improductivos y su sustitución por cadenas de productividad, la
identificación de metodologías de trabajo comunitario, la dotación de herramientas para el
diagnóstico, la elaboración y la ejecución de proyectos, así como sistemas de evaluación y
seguimiento. Una vez entrenada la comunidad, se pueden desarrollar los proyectos a partir
del establecimiento de la visión, misión, objetivos, metas, cómos estratégicos, plan y
relaciones con otras comunidades y órganos de gobierno.

Se trata de desarrollar el capital social en las comunidades. Enseñarlas a pensar y a hacer.


El pensador venezolano Luis Alberto Machado, planteó en su excelente libro “La revolución
de la inteligencia” que en la escuela nos enseñan matemáticas, historia, biología y muchas
cosas más; pero que no nos enseñan lo más importante que es pensar. Modestamente yo
agregaría que a cada uno de nosotros le pagan en su trabajo por hacer y fundamentalmente,
por pensar. En las empresas esos actos se resumen en el verbo gerenciar. Somos por
encima de todo, gerentes de nuestros conocimientos. ¡ Y a quién lo enseñaron a gerenciar
en la primaria o en el bachillerato?. Nos pagan fundamentalmente por hacer algo que nadie
nos enseñó. Por pensar, por gerenciar. Está harto demostrado que las empresas más
exitosas son las mejor gerenciadas.

Los biólogos dicen que el mundo no es de los más fuertes, sino de los que tienen mayor
capacidad de adaptación. Esa capacidad se aprende aprendiendo a gerenciar. Gerenciar
nuestras vidas, gerenciar nuestras empresas y, ahora llegamos al punto, gerenciar nuestras
comunidades.

De eso se trata todo lo que hemos expuesto, de cómo enseñar a las comunidades a pensar.
Desarrollar comunidades inteligentes y hasta ¿porqué no?, comunidades genios. El todo está
en enseñar, antes de desarrollar proyectos, a pensar para qué, qué, cómo, cuando, etc.
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En la medida que las comunidades se acerquen a su “genialidad” se darán cuenta de la
necesidad del trabajo en equipo más allá de la retórica, de las frases bonitas y de las buenas
intenciones.

El fondo del planteamiento del mencionado Luis Alberto Machado era que todos podemos
ser genios. Que el genio no nace, se hace. Igual sucede con las empresas y las
comunidades, el capital social se hace.

Ahora viene la pregunta que se puede llamar de aterrizaje, quién lo hace?. Sí, hemos
hablado de qué, para qué, cómo, cuándo; pero no hemos mencionado el quién.

En lo personal, me parece obvio que una estrategia fundamental de todos los gobiernos
nacionales, regionales y locales de América Latina debe ser el fortalecimiento de las
instituciones. Es más, si la estrategia fundamental es la Educación, esta debe incorporar el
trabajo en equipo y enseñar a pensar, por lo que hemos expuesto, individual y
comunitariamente. Sin embargo, parece un camino muy fácil dejar sólos a los gobiernos con
esta responsabilidad. En realidad sería un proceso de fuga. Sería huir de la responsabilidad
de todos. Más allá de los gobiernos, cuya incorporación es imperativa en esta fundamental
estrategia, nos corresponde a todos interactuar con las comunidades. Quiero aclarar que no
estoy hablando de filantropía, sino de sobre vivencia. Sí, so-bre-vi-ven-cia. Ya el gran
maestro Aristóteles exponía que el hombre es un animal social y ejemplarizaba que los
demás seres humanos eran tan importantes para nuestras individualidades como los brazos
y las manos y los pies y todo nuestro organismo para cada uno de nosotros. Es decir, todos
nos necesita mutuamente y lo bueno y lo malo que pase en la sociedad nos afecta. Un buen
ejemplo para adaptar lo que dijo Aristóteles a nuestro sXXI es analizar como se han
incrementado, aparte de nuestro estrés, nuestros gastos de seguridad por el incremento de
la pobreza en los últimos años.

Por ello el quién va más allá de los gobiernos y abarca individualidades, empresas,
organizaciones no gubernamentales. La responsabilidad social de las empresas se ha
incrementado significativamente en los últimos años. Cada día se hacen más comunes los
balances sociales de las empresas, tan importantes como los balances financieros. Hoy la
responsabilidad social empresarial es una herramienta que va más allá de la filantropía.

Es una herramienta gerencial, una herramienta de competitividad. Es decir, en la medida que


las empresas desarrollen una política social más agresiva serán más competitivos. Los
empresarios modernos son de la idea de que la responsabilidad social incrementa la
viabilidad del negocio. En la medida que las comunidades donde operan los negocios sean
más prosperas estos serán más rentables. Además, la aceptación de los negocios por parte
de las comunidades pasa por el beneficio social que rinda el negocio.

En América Latina y en el mundo es común observar las migraciones desde países más
pobres a países con más posibilidades, dicho en otras palabras, se observa como la calidad
de vida de algunos países se ve afectada por la pobreza del entorno.

Algunas naciones han incorporado la prosperidad del entorno como herramienta de su


viabilidad socio económica, por ejemplo, Japón. No es casual que en los años sesenta
muchos artículos de consumo masivo decían Made in Japón y en los setenta decían Made in
Taiwan y la etiqueta se fue corriendo hacia Hong Kong y luego hacia Corea. Hoy es las
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etiquetas dicen Made in China y posiblemente mañana digan Made in Viet Nam o made in
Camboya.

El fenómeno no obedece una estrategia de desarrollo en espiral, de manera que conceptuar


el desarrollo del país como desarrollo del entorno. Es decir, en la medida que Japón iba
superando etapas de industrialización, transmitía su industria liviana a sus vecinos como en
una onda expansiva. En realidad estaba transmitiendo prosperidad, haciendo socios de su
desarrollo a los países cercanos.

Del ejemplo de Japón, paradigma de prosperidad, se pueden extraer muchas lecciones, tal
vez la más relevante sea la cerrada correlación entre su prosperidad y la del entorno. Se
trata de un análisis integral de los procesos socioeconómicos.

Al igual que el Japón y que todas las empresas y países, nuestro bienestar guarda cada día
mayor relación con el de nuestras comunidades. En la era de la globalización lo peor que se
puede hacer es aislarse, sería como retornar a un feudalismo fuera de época. La creciente
complejidad del entorno hace imperativo el rescate de las comunidades. Y ese rescate debe
ser en equipo y a partir del desarrollo del capital social, y eso se aprende. Debemos ir hacia
las comunidades inteligentes, es decir, capaces de aprender a ser prósperas.

Es necesario interconectar los conocimientos. Como la esponja de la cocina. Debemos todos


interactuar para enriquecer lo que sabemos con el conocimiento y las acciones de los demás.
Es la manera de convertir el conocimiento, más allá hermosos y valiosos adornos de la
personalidad de la gente, en espirales de prosperidad.

Es necesario establecer redes sociales donde las comunidades más avanzadas enseñen a
las nacientes y menos prósperas. Lo ideal es que los gobiernos nacionales, regionales y
estadales avancen en la misma dirección con las redes. Para ello es fundamental la
elaboración de planes rectores que alineen a la comunidad con los poderes locales y
regionales, haciendo énfasis en el logro de victorias tempranas que estimulen la acción.
También es necesario establecer maneras de medir los logros.

La tecnología debe jugar un papel de gran habilitador. Al lograr interconectar virtualmente a


las redes, el proceso se potencia. Se podrá compartir experiencias, verificar las mejores
prácticas, enriquecer los conceptos, disminuir los costos. En este proceso las redes deben a
su vez estar relacionadas. Las organizaciones neuronales, redes de gente que copian la
organización cerebral, pueden constituir una forma de relacionarse muy exitosas para
potenciar el uso de las tecnologías.

¿Qué tal si se logra traspasar el concepto de sociedades de conocimiento a nuestras


comunidades?. Podrá sonar utópico pero el mundo se ha convertido en una relación de
velocidades; pero lo que debemos hacer es acelerar los procesos de cambios y la mejor
manera para lograrlo es inventar y reinventar formas distintas de hacer las cosas. El que
desarrolla sus actividades como siempre las ha hecho, simplemente obtendrá los mismos
resultados de siempre. Y eso es lo que nadie quiere. Es necesario revisar los esquemas de
creencias y desarrollar nuevos modelos. Hemos expuesto tan solo una manera de interactuar
para fortalecernos desde adentro, desde lo más hondo de nuestras comunidades.
Tal vez un ingrediente fundamental para la integración de América Latina provenga del
fortalecimiento e integración de sus comunidades. Nada tendría de extraño que la integración
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sea efectiva sólo a partir de una simbiosis estrategias de desarrollo y acción comunitaria.
Para ello debemos interactuar en equipo, equipos sociales que logren que nuestros
conocimientos permeen y se transformen en prosperidad. Interconectar los huecos de la
piedra pómez para incrementar la permeabilidad social.

BIBLIOGRAFÍA

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MELVIN / CARACAS, VENEZUELA/ 1990.
LUIS ALBERTO MACHADO/ LA REVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA / CARACAS,
VENEZUELA.

CURRICULUM:

Ingeniero de petróleo, Universidad Central de Venezuela 1979.


Experiencia en PDVSA: Supervisor de taladros, ingeniero de producción, ingeniero de
yacimientos, petrofísico en campos operacionales de Oriente, Occidente y Sur de Venezuela
(1980- 86. Jefe de Sección Planificación Sur (1986-91). Coordinador de Mejoramiento
Continuo Sur (1991). Consultor Gerencial de Mejoramiento Continuo (1991-1996). Analista
Mayor de Asuntos Públicos (1996-97). Líder de Inversión Social de PDVSA EPM (1998-).
Gerente (e) de Asuntos Públicos Sur (agosto-diciembre 1998).
Dictado de 120 cursos de Productividad y Reingeniería en Venezuela (Nacionales e
Internacionales). Publicaciones en diversa revistas internas de PDVSA y especializadas
nacionales de reportajes de diversos temas entre los que destacan Productividad e Inversión
Social.
TELÉFONO: 9082012- CARACAS- VENEZUELA.
EMAIL: GALLEGOSR@PDVSA.COM

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