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1 UNA INTRODUCCIÓN.
Hablar de los Salmos no es una cosa sencilla pues, aunque estamos familiarizados
con ellos, considerando que representan el culmen de la experiencia religiosa de un
pueblo1, la oración dictada por el mismo Dios, la poesía y el canto religioso de una
comunidad creyente y, definitivamente, una lengua y un uso de la misma, ajenos a
nuestra cultura occidental, los Salmos, su consideración y su estudio son difíciles de
digerir.
a) Es una obra compuesta integrada por 150 poemas individuales muy distintos
en su contenido. Casi la mitad de ellos tienen un encabezado que parece
darnos la pista de supuestas autorías (David, Asaf, Etán, etc.), dato que ya de
por sí hablaría de un origen plural; en la misma línea se puede mencionar un
dato, puesto también al comienzo de algunos poemas, que indica el tipo de
salmo (sir, mizmor, miktam, maskil, etc.). Algunos salmos se refieren a la
piedad individual, otros ofrecen características más bien de piedad colectiva;
algunos parecen poemas escolares (por su estructura mecánica y formal), otros
parecen piezas poéticas hechas por cantores o escritores que sólo pretendían
el reconocimiento de sus cualidades artísticas (por ejemplo Sal 45,2) y,
finalmente, cabe señalar que hay numerosos salmos en los que se notan
huellas de reelaboración, principalmente debido a su falta de uniformidad (Sal
19; 22; 29; 50; 108; 133; 136).
b) Es poesía cultual por excelencia. El Sal 102 declara que se trata de una plegaria
del afligido cuando desfallece y derrama su queja ante Yahvé. Se percibe como
una nota litúrgica en un caso particular, como si se tratara de una pieza de un
1
A. González afirma: “Los salmos, en efecto, son la cima religiosa y literaria del genio de Israel”. A. González,
El Libro de los Salmos (Barcelona 1984) 9.
muestrario litúrgico. Por su parte el autor del Sal 40 nos informa de la
sorprendente liberación de que fue objeto como respuesta a su plegaria y de su
deseo de proclamarla (vv. 2-4). La proclamación es definida como “canto nuevo
de alabanza”, cuyo contenido se contagia a quienes acompañan al orante
(“muchos al verlo”), provocando su confianza en Yahvé. La mención que se
hace en el v. 7 de un “libro” (manuscrito, rollo) parece hacer referencia a la
presentación de un documento que habla de su propia experiencia de
salvación y que contendría el himno compuesto para ser recitado por el orante
y sus acompañantes. Es probable que estos documentos se conservaran en el
santuario sea como memorial o bien para ser utilizados por otras personas en
situaciones semejantes a la descrita, o con ambas finalidades. Con esta misma
intención (poemas sálmicos para el culto) podemos encontrar numerosas
referencias, como: Sal 5,8; 35,18; 42,5; 43,4; 51,18; 66,13; 69,31s; 101,7, etc.
c) Son fruto de una experiencia religiosa. Notamos como los Salmos hacen una
continua mención del Señor (o de Dios) que ponen de manifiesto su carácter
religioso, muchas veces lleno de ternura (Sal 131). Sin embargo, no somos
capaces de captar la naturaleza de dicha experiencia religiosa ya que se trata
de la experiencia de unas personas que tenían una visión del hombre, del
mundo y de Dios ciertamente muy distinta a la nuestra. Por lo demás hemos de
decir que el campo de la piedad del salmista no sólo se refiere a la divinidad,
sino que abarca múltiples aspectos, como la Ley (Sal 1; 119), el cosmos (Sal 8),
la ciudad santa y su templo (Sal 122); la fraternidad (Sal 133); el ungido real (Sal
2; 72), etc. Además se trata de una experiencia religiosa bastante heterogénea
pues a lo largo del salterio descubrimos poemas que reflejan una experiencia
dolorosa para cuya solución se solicita la presencia o la ayuda de Dios (Sal 5;
57); a veces el salmista percibe la ausencia de Dios (Sal 10; 22); en ocasiones se
descubre culpable (Sal 50) o inocente (Sal 73,13). También existen salmos en
los que la experiencia religiosa se expresa mediante una alegría incontrolable
(Sal 18), o la contemplación (Sal 8; 19) o también la confianza (Sal 23; 27; 42).
Podemos decir que todos los sentimientos humanos (tristeza y alegría, temor y
confianza, desasosiego y serenidad, introspección y contemplación cósmica)
están presentes en los salmos y son signo de esa multiforme experiencia
religiosa.
2 CARACTERÍSTICAS GENERALES.
2.1 EL NOMBRE DEL LIBRO.
TM LXX
1-8 1-8
9-10 9
11-113 10-112
114-115 113
116 114-115
117-146 116-145
147 146-147
148-150 148-150
La lengua original de los salmos es el hebreo. Los manuscritos son más bien
tardíos, hacia finales del primer milenio d.C. El texto de numerosos salmos refleja un
complicado proceso de transmisión que no siempre es fácil detectar. Podemos mencionar:
las dudas que nacen de la misma lectura del texto consonántico, las alteraciones
voluntarias o negligentes de algunos copistas, la transmisión oral en un primer momento
(de 6 a 8 siglos) que dio lugar a cambios en el texto.
Por lo que se refiere a las versiones, la traducción más antigua es la griega de los
LXX, de finales del siglo II a.C., cuyo valor reside en ser el testigo más significativo de un
primitivo texto hebreo, no tanto por su calidad de traducción. Al decir de algunos
estudiosos es una traducción muy servil al original hebreo y al parecer los traductores no
conocían bien ni el griego ni el hebreo. Sin embargo, los desajustes de los LXX respecto del
TM se pueden explicar pensando que el texto hebreo utilizado por los traductores era un
poco diferente del TM. Las grandes recensiones del texto de los LXX, en torno al 300 d.C.
fueron obra de Luciano en Antioquía y de Hesiquio en Alejandría. Otras versiones griegas,
según citas de algunos Padres, sobre todo de San Jerónimo, fueron: la de Aquila (primera
parte del s. II), la de Teodoción (segunda parte del s. II) y la de Símmaco (por el año 200).
La primera traducción latina a partir de los textos originales fue hecha por San Jerónimo y
es conocida como Psalterium juxta hebreos o Salterio de San Jerónimo.
Antes del comienzo de un salmo, nos encontramos con una serie de indicaciones que
pueden concentrarse en cinco apartados: términos referentes a colecciones, términos
técnicos musicales y melódicos, instrucciones para el uso litúrgico, nombres propios y
datos históricos.
Sin mucho esfuerzo podemos ver que el Salterio ni constituye la obra de un solo
autor ni es fruto de una sola recopilación, sino que se trata de una colección de
colecciones. Es imposible prácticamente reconstruir las etapas de formación del Salterio
que es el resultado de un largo y complicado proceso en el culto sinagogal y que dio
comienzo en torno al año 200 a.C. Se pueden dar las siguientes razones: hay una amplia
serie de duplicados (P. ej. Sal 14 y 53; 40,14-18 y 70; etc.). Sorprende el uso no
indiscriminado del nombre de Dios: Yahvé y Elohim; así: en el bloque Sal 42-83 se usa casi
exclusivamente Elohim (200x; Yahvé solo 43x), mientras que en el resto del Salterio se usa
con toda naturalidad el nombre de Yahvé (642x; Elohim sólo 29x). Esto, desde luego, no es
accidental; algunos opinan que se debe a una revisión elohísta del Salterio; otros suponen
(y es lo más probable) la existencia de al menos dos colecciones, una yavista y otra
elohísta, pues es incomprensible que la revisión elohísta afectase sólo al bloque 42-83. La
nota de Sal. 72,20 (“Aquí terminan las plegaria de David”) significa que el editor no
conocía otros salmos de David o que esa colección en concreto acababa ahí; de cualquier
forma debe tenerse en cuenta que otros salmos catalogados después (p. ejemplo 86; 138-
145) también se atribuyen a David. Otro dato está en relación con los títulos de los
salmos: mientras que el bloque 90-150 es anónimo en su mayor parte, en 1-89 los poemas
son atribuidos a David,Asaf, Etán, los hijos de Coré. Estos datos mencionados confirman
que el Salterio es una gran colección de colecciones menores.
Se puede decir que la evolución del Salterio es una progresiva unión de otras
colecciones a 3-41, que sería la más antigua. Se trata de poemas relacionados en su mayor
parte con las necesidades del individuo, más que con intereses comunitarios. Se supone
que junto al bloque mencionado circulaba una segunda colección davídica (51-72) con una
historia distinta e independiente a la anterior. Con el paso del tiempo se añadió a ésta el
grupo asafita (74-82, enmarcados por 73 y 83); el salmo 50 sería el poema introductorio a
la unión de esas colecciones menores. En un tercer momento se incluyó el bloque coraíta
(42-49). Los salmos 84-89 constituyen una especie de apéndice, y el 2 un prólogo.
No hay duda que, con anterioridad a David, se cultivaba la poesía religiosa en Israel
(Ex 15,1-18; Jue 5). Además, debemos decir que la mayor parte de los salmos son, al
menos en su origen, poemas cultuales; algunos ejemplos de los mismos pueden
remontarse a los comienzos de la institución del culto en Jerusalén con David y Salomón.
También hemos de notar que otros salmos nos hablan del destierro en Babilonia (Sal
137). Otros tienen mucha relación con la literatura sapiencial que nos hacen pensar en el
avanzado periodo postexílico. Como consecuencia el Salterio es una colección de poemas
compuestos en un arco de tiempo de varios siglos. Como término ad quem de la primera
recopilación de los salmos habrá que pensar en los siglos III-II a.C.
Pero hemos de tener en cuenta que la poesía del AT es distinta de cualquier otro
tipo de poesía, por lo menos de nuestra cultura occidental y, desde luego, de nuestra
tradición castellana. Hemos de decir que la rima es virtualmente inexistente; el ritmo se
fundamenta en un extraño sistema tonal; puede decirse que lo fundamental de la poesía
hebrea está constituido por el paralelismo entre versos o entre hemistiquios
(parallelismus membrorum), conocido también como paralelismo semántico, ya que se
trata de correspondencia de contenidos más que de formas.
a) Paralelismo interno.
Con unos ejemplos podemos ilustrar esta clase de paralelismo. Adviértase que los
hemistiquios están separados por una barra; los versos, por barra doble.
No litiga eternamente/
Litigar = tener rencor; eternamente = para siempre; tratar = pagar; pecado = culpa.
He invocado al Señor/
Y me encuentro a salvo de mis enemigos// (Sal 18,4).
Ya hemos dicho que la poesía hebrea carece de rima, sin embargo, es tal su fuerza
en sonidos e imágenes que no se percibe este supuesto defecto. El poeta hebreo tenía un
oído finísimo para apreciar la textura de las palabras y sabía cómo utilizar éstas para
provocar efectos brillantes. No nos detendremos en esto, ya que supone un elevado
conocimiento de la lengua hebrea, simplemente mencionamos que utiliza la aliteración
(consonancia de sonidos al comienzo de palabras o sílabas); la asonancia
(correspondencia de sonidos en las vocales acentuadas); la paronomasia (juegos de
palabras); la onomatopeya (una palabra o grupo de palabras suena como aquello que
describe).
b) LAS SÚPLICAS: Para designar este género se emplea con frecuencia el término
de lamentaciones. Las suplicas pueden ser colectivas (44; 79; 80; 83; etc.) o individuales
(3; 5; 13; 22; 25; etc.). Este género manifiesta la reacción del creyente en presencia de los
enemigos o de las desgracias que le asaltan. Perseguido o probado duramente, el salmista
se vuelve a Dios para describirle sus desgracias y solicitar su ayuda. Su estructura es muy
parecida a la de los himnos. Tiene una introducción, apenas esbozada; es un llamamiento
a Dios, reducido en ocasiones a un simple vocativo. El desarrollo es siempre concreto y
personal; se trata de describir una situación, de confesar la propia impotencia; para ello el
orante se pone en primer término, hablando en primera persona, describiendo su
desgracia, juzgando a sus enemigos, entremezclando sus gritos de angustia. Lo que
pretende el salmista es obtener la intervención de Yahvé en su favor. La conclusión
expresa casi siempre la confianza, la certeza de ser escuchado y, en ocasiones, se cierra
con palabras de acción de gracias.
d) SALMOS REALES: Son oraciones de buen augurio e imprecatorias a favor del rey;
o también celebraciones de alegres acontecimientos reales, como bodas o grandes
empresas (2; 20; 21; 45; 89; 110; 132). Entra también en esta designación los salmos que
cantan la realeza de Yahvé, subrayando que Él es rey sobre toda la tierra y sobre todos los
pueblos (47; 93-99;).
Dios, por su grandeza y perfecciones es el objeto principal del salterio. Todos los
salmos se dirigen a Dios; hasta se puede decir que sólo se dirigen a Dios y sólo hablan de
Dios. Todos los demás temas son referidos a Él: el mundo que le debe su existencia y
canta su gloria; Israel al que Dios ha escogido; el hombre, objeto de la cercanía amorosa
de Dios.
Podemos enunciar las siguientes ideas sobre Dios que aparecen en los salmos:
Todos los salmos fueron introducidos en la liturgia, de forma que todos fueron,
tarde o temprano expresión de la vida cultual de Israel; pero, cuando hablamos de culto,
notemos que no puede tratarse más que de Jerusalén y de su templo; la unidad de
santuario aparece como una ley absoluta en el salterio; esto no excluye que los salmos se
compusieran y emplearan antiguamente en otros santuarios. Algunos son especialmente
interesantes.
Ante todo debemos mencionar los salmos de peregrinación que evocan para
nosotros los que los israelitas piadosos sentían cuando subían a Jerusalén para adorar a
Yahvé. Así se expresa la alegría que se apoderaba del peregrino a la vista de Jerusalén
(122) y las manifestaciones litúrgicas que lo acompañaban (134). Algunos salmos se
consideran como adaptados para festividades precisas, por ejemplo, los salmos 81 y 118
para la fiesta de los Tabernáculos; otros para la Pascua (114 y los salmos del hallel: 113-
118).
Dios conoce lo interior del hombre, sus pensamientos más secretos, nada se le
escapa (7; 44; 64; 139); el salmista, tomando conciencia de esto, vive una especial relación
de piedad con Dios. Algunos salmos nos revelan la actitud tradicional del fiel israelita
frente a su Dios. Los dos caminos que se abren ante él y entre los que tiene que elegir (1;
15; 16; 92; 112) y la recompensa que Dios le tiene reservada de acuerdo a su conducta
(49; 94; 129). El hombre no tiene más objetivo, más alegría, que buscar a Dios y descansar
en Él (63).
Para Ustedes que tienen ese cometido de hacer hermosa y viva la Liturgia con este
ministerio de la música y, ahora que tienen la oportunidad de aplicar su arte y su
experiencia a la Liturgia de las Horas, en donde los Salmos ocupan un lugar privilegiado,
podemos hacer algunas sugerencias:
7.1 Esforzarnos por conocer cada día más el salterio dentro de la Historia de la Salvación
que se hace viva en la Liturgia.
7.2 Tener en cuenta lo referente a la interpretación celebrativa de los Salmos. Conviene
recordar aquí lo que dice la OGLH en el N° 103: “Los Salmos no son lecturas ni preces
compuestas en prosa, sino composiciones poéticas de alabanza… Con razón se les llama en
hebreo Tehillim, es decir, cánticos de alabanza, y en griego Psalmoi, es decir, cánticos que
han de ser entonados al son del salterio…”. De aquí que, la interpretación celebrativa de
los salmos en la liturgia ha sido y sigue siendo un campo amplio de investigación para los
pastores y para los especialistas en la música litúrgica en orden a encontrar las formas
musicales más adecuadas a los diversos tipos de comunidades y a las diversas
celebraciones; por eso, se deben revitalizar y dar a conocer las melodías propiamente
sálmicas.
7.3 Buscar nuevas melodías siempre acordes con la espiritualidad de los salmos, teniendo
en cuenta el género de cada uno.
BIBLIOGRAFÍA.