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a nivel pedagógico descansa básicamente sobre dos pilares. Uno, que consiste en la
resistencia creativa al modelo educativo preponderante, especialmente en la
educación pública, que posibilita en un primer momento mayor capacidad de
acción; y el otro, que se sustenta en la construcción de una educación nueva en el
sector popular de la sociedad.
La teoría educativa de nuevo tipo que debe desarrollarse tiene que contener como
uno de sus objetivos centrales el desarrollo de una capacidad de crítica que
posibilite determinar los distintos mecanismos de poder que existen en el proceso
de producción capitalista de los conocimientos y en la formación de los estudiantes.
Para ello, hay que desentrañar como los currículos transmiten los valores
dominantes, en que consiste el proceso de trabajo de los profesores y la pedagogía
predominante, y formular un marco para las luchas políticas para cambiar las
instituciones educativas y la sociedad.
Como se podrá apreciar, los entes educativos tienen que privilegiar los vínculos con
el sector popular de la sociedad, y, en el proceso, coadyuvar en la constitución de
grupos de reflexión y acción en la producción económica y política de este sector de
la sociedad. Este proceso dialéctico de análisis crítico y transformación de la
realidad social, política y cultural de los oprimidos debe tender progresivamente a
eliminar las fronteras entre la teoría y la práctica, y entre los entes educativos y el
resto de la sociedad.
Dentro del proceso de ir borrando cada vez más las líneas divisorias entre las
entidades educativas y la sociedad, es primordial que los centros de enseñanza
propicien la ampliación y/o creación de espacios públicos para que los ciudadanos
puedan discutir la problemática social y política con el fin de que las personas
tengan una voz sobre sus vidas y en el diseño de las formas sociales y políticas a
través de la cual la sociedad debe ser gobernada. A través de este proceso de
diálogo democrático de la población, la pedagogía crítica tiene que nutrirse de los
problemas que enfrentan día a día los trabajadores, así como de la cultura popular,
con el fin de dar cabida en el proceso de creación de conocimiento a las voces de
los que siempre han sido marginados.
Para desentrañar estas posiciones distintas, es primordial dilucidar la función
política de los entes educativos en términos de dominación de clase, raza y género,
para lo cual el estudio del currículo oculto que impera da un número importante de
luces de cómo se construye la hegemonía en la producción cultural. El currículo de
nuevo tipo que debe ir construyéndose de manera participativa, tiene que tener por
finalidad desarrollar en los estudiantes su capacidad de crítica, sensibilidad social y
de ligar la educación con los factores estructurales de la sociedad. Esta visión del
currículo permitirá que los alumnos sean capaces de poner en juego las categorías
que rigen el sentido común, y en base a ello, propiciar nuevas formas de ver la
realidad social y de proyectar acciones para transformar la situación existente [3].
El currículo de nuevo tipo debe incorporar la cultura popular para tomar en cuenta
los valores populares. La música popular, por ejemplo, introduce ciertos códigos
compartidos de significación musical que tienden a establecer una cierta unidad
entre el público que la escucha. Le da una forma cultural al "gusto público" y
contribuye a la definición de lo que esos gustos expresan en términos de identidad,
valores, entre otros[4].
Los profesores, que deben trabajar en los colegios del domingo, tienen que ser
aquellos que posean una gran predisposición en apoyar a los trabajadores y
marginados, y sean capaces de hacer participar a los alumnos en el proceso de
producción de los conocimientos, tomando en cuenta sus puntos de vista. Lo citado
es más importante que sus capacidades tecnocráticas y diplomas profesionales, que
son los criterios que priman en la educación formal [6]. El currículo debe contener un
conjunto articulado de conocimientos que sean alternativos a los utilizados en la
educación pública. Énfasis se debería proporcionar en el proceso participativo de la
construcción del currículo, el desarrollo de una actitud crítica hacia la educación
pública, desde la perspectiva de visualizar el proceso de producción de
conocimiento como un programa destinado a transformar la vida social imperante.
Además, en su proceso de formulación se tendrá que tomar en cuenta los serios
problemas que enfrenta la comunidad y la sociedad en su conjunto en lo relativo al
desempleo, condiciones de trabajo, trabajo de menores, destrucción de la
naturaleza, enfermedades propias de la pobreza, facilidades sanitarias, entre otros.
Debería propiciarse la difusión de conocimientos sobre formas colectivas de
organizar la producción económica, la salud, la justicia entre otros para responder
de manera creativa y cooperante a las necesidades tanto económicas como
culturales y políticas de la comunidad. Igualmente, los estudiantes deberán ser
educados de tal manera que tengan un enfoque crítico sobre la organización social
de la sociedad y del sector formal y de las relaciones internacionales de dominación
que se ejercen sobre el país. Especial énfasis tendrá que asignársele a la historia de
la clase trabajadora y la lógica de su vida cotidiana.
H.A. Giroux. Ideology, Culture and the Process of Schooling. Temple University Press.
[1]
Philadelphia. 1981.
[2]
Michael W: Apple. Cultural Politics and Education. Teachers College Press. New York. 1996
[3]
Henry A: Giroux. Theory and Resistance in Education. Bergen and Garvey. Westport. 2001
Cary Nelson and Lawrence Grossberg (eds). Marxism and the Interpretation of culture.
[4]