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Ficha de Lectura: El nacimiento de la tragedia. Friedrich Nietzsche.

Las figuras de Apolo y Dionisio en la comprensión de la cultura griega

El nacimiento de la Tragedia De Friedrich Nietzsche marca una nueva forma en la


que se puede apreciar la cultura griega, cuando en realidad, los filólogos e
historiadores la habían comprendido o mal comprendido por medio de los
conceptos modernos. Es decir, el procedimiento para el estudio y comprensión de
la cultura griega había sido llevado acabo desde las necesidades e idealizaciones
modernas. Esto causa para Nietzsche la necesidad de una respuesta ante tales
interpretaciones. Ahora bien, Nietzsche en esta respuesta no va a hablar como
historiador ni como filólogo simplemente; aunque la formación filosófica siempre
exige el estudio de otras disciplinas para tener presente las investigaciones,
resultados y procedimientos de otras disciplinas y no pecar de
descontextualización, la crítica que elabora Nietzsche en su estudio sobre el
nacimiento de la tragedia en la Grecia antigua es filosófica.

Decimos que la crítica es filosófica porque Nietzsche se vale principalmente de dos


figuras que le sirven para situarnos ante el desarrollo, las prácticas, costumbres,
estética y pensamiento de los griegos, en especial, antes de la Grecia clásica cuyo
culmen cultural sería el siglo de Pericles. Estas figuras tienen varios “rostros” por
así decirlo, rostros que se concretan en una determinada expresión; así, mientras
los historiadores procedían mediante las formas de historia que Nietzsche
denunciaba en sus intempestivas, es decir, la historia de anticuario y la anecdótica,
los filólogos mediante la fijación de las cuestiones relacionadas con la métrica y
cosas por el estilo, Nietzsche intenta establecer una aproximación filosófica que
pretende acercarnos a la visión del mundo que tenían los griegos.

No se puede negar que la tarea es difícil, pero allí donde las otras disciplinas han
fallado al tratar el pasado como algo ya superado o bien como una forma de
idealización y norma a la cual el presente ha de conducirse, Nietzsche por medio
de las figuras del Dios Apolo y de Dionisio se encarga de mostrar en qué conflictos
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y tensiones la cultura se sostenía. Unos conflictos que subsisten en el hombre
moderno, sólo que éste no los ha tenido en cuenta o no les ha prestado la suficiente
atención. Lo interesante del tratamiento filosófico que les da Nietzsche a estas
figuras es que las considera como fuerzas, como potencias que se escapan a
determinaciones y conceptos científicos, pues, se las asimila a fuerzas vitales, a
impulsos ya regulaciones. Estas fuerzas vitales son las que han posibilitado el
desarrollo cultural de la Grecia antigua de acuerdo a las relaciones de equilibrio o
desequilibrio a la vez que transforman la visión del mundo y los valores que se
consolidan como prioritarios y de más alta estima.

La imagen de Grecia que se tenía en el contexto en el que Nietzsche era idealizada


y éste último entra en polémica por su interpretación de la cultura Griega con los
cánones mediante los cuales se contemplaba el ideal griego del hombre razonable,
sereno, civilizado y dueño de si mismo. Pero, en realidad ¿eran hombres
absolutamente razonables los griegos? ¿Sus comportamientos, su estética, sus
fiestas y expresiones obedecían a los dictados de la lógica y de la razón? Las
figuras de Apolo y Dionisio para Nietzsche muestran el conflicto en los que se
desenvolvió la cultura griega y la forma en cómo los griegos asumían el mundo y
su vida, una forma de asumirla que dista mucho de las idealizaciones modernas de
los griegos como hombres completamente racionales, es decir, que las figuras de
Apolo y Dionisio se entremezclan para consolidad una visión trágica de la vida.

Esa visión de la vida es trágica, pero en sí mismo, o más bien desde la perspectiva
de Nietzsche, esta concepción trágica de la vida es una actividad compleja y
profunda y que ha de distinguirse –por decirlo de algún modo- de una visión
”lógica” de la vida. Con esto último se quiere decir simplemente que se trata de
una actitud que intenta aplacar y neutralizar las fuerzas que devienen en el mundo
tanto en la conducta como en el pensamiento. La lucha, la tensión entre este
aspecto creativo e instintivo de la vida que Nietzsche ve en Dionisio y del aspecto
ordenador, calmado y sereno de Apolo es el que define la cultura griega

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“Mucho es lo que habremos ganado para la ciencia estética cuando hayamos
llegado no sólo a la intelección lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición
de que el desarrollo del arte está ligado a la duplicidad de lo apolíneo y de lo
dionisiaco: de modo similar a como la generación depende de la dualidad de los
sexos, entre los cuales la lucha es contante y la reconciliación” (p. 41).

Una forma de aproximación a la cultura griega para Nietzsche parece se aparece en


la estética y la intuición. Mediante la intuición se puede penetrar en las fuerzas que
dan carácter y expresión a la cultura de la que se ocupa. Ahora bien, Nietzsche
considera que esta tensión entre las fuerzas constitutivas de la cultura griega es el
arte escultórico y el arte no escultórico de la música, la primera forma artística es
expresión del espíritu apolíneo que caracteriza la medida, la forma, la armonía,
sobriedad, lo conceptual. En cambio el arte no escultórico, es decir la música se
caracteriza por lo irracional, por lo instintivo y por despertar la pasión, la
sexualidad, la embriaguez y lo aconceptual, es pues, la expresión misma de la vida
irascible. Es la lucha entre estos principios lo que determina la cultura griega y su
expresión artística, por el contrario, con el dominio del racionalismo que se gestó
desde el siglo de Pericles, la vida misma y el arte se ven sofocados por el poder de
la razón y debilitan la voluntad humana para crear valores nuevos.

La tensión que provocan estos principios se traduce en la creación de imágenes que


surgen en el sueño y con las cuales se va configurando una interpretación de la
vida, pero estas imágenes son de distintos caracteres, crean escenas dulces,
amistosas tristes, tenebrosas, comunes y solitarias, etc. Son las imágenes que
comprenden la tragedia ática en tanto que se muestra en ella la expresión de esta
tensión entre lo apolíneo y lo dionisiaco, una tensión que no para de crear estas
imágenes y escenas en donde el hombre vive y padece, ríe y llora. Los espíritus
apolíneo y dionisiaco van inseparables, pues, incluso el mismo Apolo es el que
representa la individuación (p. 60), la mesura, la calma, la ética y el controlo sobre
uno mismo para buscar armonía tanto en la vida como en las representaciones e
imágenes del mundo, pero estas representaciones son las que proyecta el instinto,
la vida misma y que luchan por sobreponerse al orden y al dominio de sí mismo.

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El arte y la vida en este sentido, no se contraponen sino que constituyen una
compleja unidad: “Aquí hay que manifestar que esta armonía, más aún, unidad del
ser humano con la naturaleza, contemplada con tanta nostalgia por los hombres
modernos (…), no es de ninguna manera un estado tan sencillo, evidente de suyo,
inevitable, por así decirlo, con el que tuviéramos que tropezarnos en la puerta de
cada cultura cual si fuera un paraíso de la humanidad” (p. 56). Esto es, que esta
unidad del hombre con la naturaleza, de la razón y el instinto, de la bondad y la
injusticia, el destino y la libertad… nos es una unidad idílica sino trágica y esta es
su esencia. De allí que Nietzsche caracterice la cultura apolínea como una en la que
se expresa la muerte de figuras titánicas por medio del sufrimiento y el sacrificio,
por el contrario, la cultura o la expresión estética dionisiaca se caracteriza por la
desmesura y el goce de ello.

La embriaguez conlleva al olvido de sí mismo (o del principio de individuación


que caracteriza Apolo) a la danza, al canto y la libertad en la unidad con la
totalidad de las cosas en un acto místico. En este estado, el ser humano ya no es un
artista sino que se ha convertido en una obra de arte. La potencia artística de la
naturaleza se revela aquí bajo los estremecimientos de la embriaguez. La
embriaguez rompe las medidas fijadas por Apolo y éste intenta contenerlas y en
esta batalla el hombre crea nuevas figuras y seres, en este caso, al aniquilar los
límites apolíneos se crea un sentimiento místico de unidad y este sentimiento es el
goce, la aceptación y afirmación de la vida.

Esta afirmación ha cobrado en la historia celebraciones y bacanales en la que los


hombres y mujeres se redimían en ciertos lapsos de tiempo, en dónde la liberación
de los instintos y la desmesura liberal al hombre del control que ejerce sobre sí
mismo, en donde los hombres podían transfigurarse, cambiar, de establecer una
ruptura respecto a las determinaciones éticas y sociales. La música se convierte en
la expresión y el vehículo para ello. Existe un elemento que constituye el carácter
de la música dionisíaca que se mantuvo apartado, como algo no-apolíneo, que
tiene que ver con la violencia estremecedora del sonido, con la corriente unitaria de

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la melodía y el mundo incomparable de la armonía. Este era impulso y expresión
de la esencia de la cultura griega.

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