You are on page 1of 10

Análisis del discurso Sobre las ciencias y las artes

e influencia en otros autores.

Adriana Bañares Camacho.


Nada hay que cueste menos de adquirir hoy día que el nombre de filósofo; una
vida oscura y retirada, ciertas apariencias de sabiduría, un poco de lectura,
bastan para otorgar este nombre a personas que se honran en ello sin
merecerlo.

Caballero de Jaucourt. Artículo “Filósofo” de la Enciclopedia.

¿Ha contribuido el restablecimiento de las ciencias y de las artes a depurar o a


corromper las costumbres?

Jean-Jaques Rousseau. Sobre las ciencias y las artes.

2
Sobre las ciencias y las artes es el primer discurso publicado de Rousseau
(1712-1778). Lo escribió en 1750 para presentarlo a un concurso de ensayo de la
Academia de Dijon cuyo tema era si las artes y las ciencias debían considerarse
beneficiosas para la moral humana. Rousseau ganó este concurso con un
discurso en el que dejaba claro que para él las artes y las ciencias corrompen las
costumbres de los hombres. Como apunte, quiero dejar constancia del colorido
relato1 de Rousseau sobre la inspiración que le llevó a escribir este texto y el
recuerdo que guardaba Denis Diderot (1713-1784) sobre este episodio: “Debes
tomar el camino que nadie va a seguir.”

Este Rousseau joven se nos presenta como una cerilla recién encendida,
brillante, deslumbrante e inconsciente, de lo fácil que va a consumir su
combustible, muy diferente del Rousseau maduro que no pudo terminar Las
ensoñaciones del paseante solitario2. Frente al aplauso inicial de su obra,
1
En el mismo momento de leer esto, vi otro universo, y me convertí en otro
hombre. Si alguna vez ha habido algo semejante a una inspiración súbita, fue la
conmoción que esta lectura provocó en mí: súbitamente sentí mi espíritu
deslumbrado por mil luces, enjambres de ideas vivas se presentaron al mismo
tiempo con una fuerza y una confusión que me sumieron en una turbación
inexpresable; siento mi cabeza presa de un aturdimiento semejante a la
embriaguez. Una violenta palpitación me oprime, me agita el pecho; al no poder
respirar andando, me dejo caer bajo uno de los árboles de la avenida, y
permanezco media hora sumido en una agitación tal que al levantarme noté toda la
parte delantera de mi chaqueta mojada por las lágrimas, sin haber notado que
lloraba. Si hubiese podido escribir la cuarta parte de lo que vi y sentí bajo aquél
árbol, con qué claridad habría mostrado todas las contradicciones del orden social.
(...) Todo lo que pude recordar de aquellas grandes verdades que, durante un
cuarto de hora, me iluminaron bajo aquel árbol, fue débilmente esparcido en mis
tres escritos principales, a saber, el primer discurso, el de la desigualdad y el
tratado sobre la educación obras que son inseparables y forman un todo. (...) He
aquí cómo, cuando menos lo esperaba me convertí en autor casi a pesar mío. (Jean
Jaques Rousseau. Segunda carta a Malesherbes, 12 de enero de 1762)
2
Forzado a abstenerme de pensar, por miedo a pensar en mis infortunios a pesar
mío; forzado a contener los restos de una imaginación risueña aunque
languideciente, que al cabo podrían amedrentar tantas angustias; forzado a tratar
de olvidar a los hombres, que me abruman con ignominias y ultrajes, por miedo a
que la indignación me agriare finalmente en contra suya, no puedo, sin embargo,
concentrarme por entero en mí mismo, porque mi alma expansiva busca, bien a mi
pesar, extender sus sentimientos y su existencia por sobre otros seres, y no puedo
ya como antaño arrojarme a cierra ojos en el basto océano de la naturaleza, porque
mis facultades debilitadas y relajadas no encuentran ya objetos lo bastante
determinados, lo bastante fijos, lo bastante a mano para apegarse de firme a ellos,
y porque no me siento ya con el suficiente vigor para nadar en el caos de mis
antiguos éxtasis. Mis ideas no son casi más que sensaciones, y la esfera de mi
entendimiento no sobrepasa los objetos de que estoy inmediatamente rodeado.

3
Rousseau fue encontrándose cada vez con más detractores, lo cual irá
transformándole en un filósofo más complejo que no se ve obligado a seguir los
motivos de sus anteriores trabajos, pudiendo desarrollar su filosofía desde otros
frentes como la biografía más intimistas e incluso vinculada cada vez más a un
amor a la naturaleza. Sin embargo en este trabajo nos ocuparemos del Rousseau
aprendiz, ganador del concurso de ensayo de la Academia de Dijon, y cómo esta
síntesis tan polémica en su publicación sembrará el germen de las ideas de otros
autores.

En primer lugar, Rousseau establece dos polos: la sociedad docta europea del
s.XVIII y el estado natural del ser humano. Para él, antes que el Arte hubiera
dado forma a nuestras maneras (…) nuestras costumbres eran rústicas,
aunque naturales. (…) los hombres hallaban su seguridad en la facilidad de
convencerse recíprocamente, y esta ventaja, cuyo precio ya no sentimos les
ahorraba muchos vicios. Con esta sentencia Rousseau ya se posiciona a
favor del estado natural del hombre, culpando a las artes y las ciencias del
deterioro de la moral. La sociedad está viciada desde que el hombre antepone la
cultura a la virtud innata, porque eso es lo que añora este discurso: una virtud
inocente, idílica, cimentada como recuerdo de lo no ocurrido.

En contraposición a esta sociedad del vicio, Rousseau defiende la imagen que


tiene construida del mundo clásico. Parece tener una visión demasiado
romántica con respecto a la antigüedad. Para él, Grecia y Roma 3 eran una utopía
que fue pervertida por las artes y las ciencias. “La astronomía ha nacido de la
superstición; la elocuencia, de la ambición, del odio, de la adulación, de la
mentira; la geometría, de la avaricia; la física, de una vana curiosidad; todas,
la moral incluso, del orgullo humano. Ciencias y artes deben, pues, su
nacimiento a nuestros vicios”.

(Jean Jaques Rousseau. Las ensoñaciones del paseante solitario. 1776-78)


3
¿Qué vio, pues Cineas tan majestuoso? (…) Vio un espectáculo que no producirán
nunca vuestras riquezas ni todas vuestras artes; el espectáculo más hermoso que
jamás haya aparecido bajo el cielo, la asamblea de doscientos hombres virtuosos,
dignos de mandar en Roma y de gobernar la Tierra. Jean Jaques Rousseau. Discurso
sobre las ciencias y las artes.

4
No voy a decir, como dijo Jules Lemaitre (1853-1914) en su crítica a Rousseau
(disponible en http://www.gutenberg.org/files/18996/18996-h/18996-h.htm)
que este discurso sea uno de los mayores errores del siglo XVIII y XIX, pero sí
difiero casi completamente con la opinión del joven Rousseau. ¿Qué clase de
sociedad nos propone? Aquella en la que se elogie la ignorancia, donde se
desprecien nuestras vanas ciencias. ¿Qué clase de mundo sería éste donde no
hay cabida para las artes y las letras?

He de confesar que cuando leí por primera vez este tratado pensé que se trataba
de un magistral ejercicio de ironía. Entre otras cosas, porque me pareció
irrisorio cómo relaciona temas que nada tienen que ver entre sí para defender su
teoría. Por ejemplo:

“Si las ciencias depurasen las costumbres, si enseñaran a los hombres a verter
su sangre por la patria, si animasen el valor, los pueblos de China deberían ser
sabios, libres e invencibles. Pero si no hay vicio que no los domine no crimen
que no les sea familiar; si ni las luces de los ministros ni la pretendida
sabiduría de las leyes, ni la multitud de habitantes de ese vasto imperio han
podido garantizarla del yugo del tártaro ignorante y grosero, ¿de qué le han
servido todos sus sabios? ¿Qué fruto ha sacado de los honores de que están
colmados? ¿Sería el de estar poblado de esclavos y de malvados?”

La instrucción en las ciencias no tiene por qué estar reñida con, por ejemplo, el
patriotismo. Ni siquiera el mismo Rousseau expone una relación directa con
estos temas. Él habla sobre los vicios que crean en la sociedad las artes y las
ciencias, pero ¿no se darían estos mismos vicios en sociedades no instruidas?
¿No dice el mismo Rousseau que es –en sí- la sociedad, la que ha esclavizado y
corrompido al hombre (mito del buen salvaje)?

Su coetáneo John Locke (1632-1704) en su obra Segundo tratado sobre el


Gobierno Civil, dedica un capítulo al estado de naturaleza –del hombre-, donde
da otra muestra de ideales infantiles sobre la naturaleza humana, obviando
cualquier comportamiento que se observa en las sociedades tribales (que es lo

5
más cercano a lo que ellos consideran al estado natural). Locke dice que “es éste
[el estado de naturaleza] un estado de perfecta libertad para que cada uno
ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como juzgue
oportuno, dentro de los límites de la ley de naturaleza, sin pedir permiso ni
depender de la voluntad de cualquier otro hombre” pero esto sólo nos sirve
para ilustrar una vez más la inocencia de este pensamiento: no se ha
documentado sobre ninguna sociedad en la que el estado natural haya
funcionado. El ser humano es gregario y, para mantener un orden en la manada,
acepta líderes que imponen sus decisiones sobre el resto. De este modo, el
pensamiento libre, individual…, queda siempre cercenado, incluso para la casta
dirigente, que depende de la aprobación, miedo o cooperación del resto de
integrantes de la comunidad para mantener su liderazgo. Esta posición estaría
más cerca de la defendida por Thomas Hobbes (1588-1679) quien dice que el
estado de naturaleza es un estado de guerra y sólo la instauración de la sociedad
civil y de un poder absoluto puede traer paz y evitar el caos.

La idea de estado de naturaleza de Locke difiere de la de Hobbes: la visión del


primero no es tan pesimista como la de Hobbes, quien decía que "el hombre es
un lobo para el hombre". Locke tiene una concepción judeocristiana, basada en
que el hombre, desde el pecado original, es un ser caído.

Locke ve necesario instaurar la sociedad y la política, porque es en este nuevo


estado donde los hombres no se alienan, no entregan la totalidad de sus
derechos individuales. Para Locke, es el Estado quien va a tomar las decisiones
importantes por el –supuesto- bien del grupo. No obstante, Locke defiende los
derechos individuales de los hombres, y considera que han de ser respetados
por el Estado, sobre todo la propiedad. Aunque el interés colectivo establecido
por leyes debe prevalecer sobre el bien individual.

Para solucionar este debate, Immanuel Kant (1724-1804), en el capítulo Idea


para una historia universal en clave cosmopolita, incluido en su obra ¿Qué es
la Ilustración? (1784), enumera los siguientes principios:

- Primer principio: Todas las disposiciones naturales de una criatura están


destinadas a desarrollarse alguna vez completamente y con arreglo a un
fin.

6
- Segundo principio: En el hombre (como única criatura racional sobre la
tierra) aquellas disposiciones naturales que tienden al uso de su razón
sólo deben desarrollarse por completo en la especie, mas no en el
individuo.

- Tercer principio: la Naturaleza ha querido que el hombre extraiga por


completo de sí mismo todo aquello que sobrepasa la estructuración
mecánica de su existencia animal y que no participe de otra felicidad o
perfección que la que él mismo, libre del instinto, se haya procurado por
medio de la propia razón.

- Cuarto principio: el medio del que se sirve la Naturaleza para llevar a


cabo el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las
mismas dentro de la sociedad, en la medida en que este antagonismo
acaba por convertirse en la causa de un orden legal de aquellas
disposiciones.

- Quinto principio: el mayor problema para la especie humana, a cuya


solución le fuerza la Naturaleza, es la instauración de una sociedad civil
que administre universalmente el derecho.

- Sexto principio: este problema es al mismo tiempo el más difícil y el que


más tardíamente será resuelto por la especie humana.

- Séptimo principio: el problema del establecimiento de una constitución


civil perfecta depende a su vez del problema de una reglamentación de
las relaciones interestatales y no puede ser resuelto sin solucionar
previamente esto último.

- Octavo principio: se puede considerar la historia de la especie humana en


su conjunto como la ejecución de un plan oculto de la Naturaleza para
llevar a cabo una constitución interior y, a tal fin, exteriormente perfecta,
como el único estado en el que puede desarrollar plenamente todas sus
disposiciones en la humanidad.

- Noveno principio: un ensayo filosófico para elaborar la historia universal


conforme a un plan de la Naturaleza que aspire a la perfecta integración

7
civil de la especie humana tiene que ser considerado como posible y hasta
como elemento propiciador de esta intención de la Naturaleza.

Según estos principios, vemos que Kant aboga por una construcción del
individuo frente al colectivo y una construcción del colectivo a través de la
Naturaleza.

Es curiosa la relación que hace Locke entre los estados independientes y el


estado de naturaleza. Para él, los estados independientes viven en un estado
natural –o al menos similar al estado natural de los hombres-, limitado tan sólo
por las leyes divinas y humanas. Hobbes discrepa: para él, el soberano es la
representación de la voluntad de los súbditos y por eso el soberano está libre de
toda culpa. Pero, ¿no es acaso esta posición demasiado inmadura, simplista y
cómoda? Podrían rebatirse las ideas de estos tres filósofos (Rousseau, Locke y
Hobbes) con las palabras de Immanuel Kant que encontramos en su obra ¿Qué
es la ilustración?: “Ilustración significa el abandono por parte del hombre de
una minoría de edad cuyo responsable es él mismo.” Y continúa en el siguiente
párrafo: “Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres
continúan siendo con gusto menores de edad toda su vida, pese a que la
naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena
(haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros el
erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con
tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y
haga las veces de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba la dieta,
etc., para que yo no tenga que tomarme tales molestias.”

Es evidente que Rousseau reniega del conocimiento en este texto que nos ocupa,
estableciéndolo como foco de los males de la sociedad. Abraza la ignorancia
como un estado natural y de felicidad, pero este estado es imposible de alcanzar
porque siempre habrá un sujeto inquieto que necesite respuestas para su
realización personal frente a aquellos que con la erudición no han alcanzado la
felicidad. Como dice Kant (ibem.) “De ahí que sean muy pocos quienes han
conseguido, gracias al cultivo de su propio ingenio, desenredar las ataduras
que les ligaban a esa minoría de edad y caminar con paso seguro.”

8
Para finalizar, tratemos de responder la pregunta que planteó el concurso de
ensayo de la Academia de Dijon: ¿Ha contribuido el restablecimiento de las
ciencias y de las artes a depurar o a corromper las costumbres?

Aunque considero que Jean Jaques Rousseau erró en la forma de exponer su


discurso y realizó comentarios desafortunados para defender su teoría, así como
tampoco estoy de acuerdo con que todas las artes y todas las ciencias se
fundamenten en vicios, sí considero que el restablecimiento de las ciencias y de
las artes no nos han convertido en mejores hombres. La cultura, el uso de la
razón, la inteligencia, nos ha hecho libres (el lema Sapere aude! lleva implícito
que el saber nos hará libres, y así lo creo) pero la razón, el saber y el talento (lo
que quiera que sea eso) también nos corrompe. Conocer demasiado nos despoja
de la inocencia infantil que nos proporcionaba de una ávida curiosidad y
admiración por lo nuevo, y esto nos puede llevar al desánimo y al desencanto
por la vida (saber lo ruin que el ser humano es, lo injusta que es la vida, las
dificultades que se nos presentan para lograr nuestros objetivos parece absurdo
frente a la finitud de la vida). Pero el saber, la cultura y las artes también nos
pueden llevar a la posición contraria: hacia la vanidad. El falso elogio entre
poetas y artistas, el hambre de aplauso, de ser admirado, de lograr el éxito como
si esto fuera el equivalente a lograr la vida eterna. Las ciencias y las artes nos
han convertido en animales cínicos (en su acepción más vulgar), vanidosos e
hipócritas, pero no hemos de olvidar que por ellas hemos mejorado la calidad de
vida y alimentado las emociones. Me viene a la memoria la novela de de Kazuo
Ishiguro Nunca me abandones donde se muestra el arte como espejo del alma.4
Las artes y las ciencias nos hacen más humanos, menos animales, pero no por
ello mejores personas.

“Pero el Arte va aún más lejos, imitando la obra más racional y excelente de la
Naturaleza que es el hombre pues mediante el Arte se crea ese gran Leviatán
que se llama una república o Estado (Civitas en latín), y que no es sino un
hombre artificial, aunque de estatura y fuerza superiores a las del natural,
para cuya protección y defensa fue pensado”. 5

4
Nos llevábamos vuestros trabajos artísticos porque pensábamos que nos
permitirían ver vuestra alma. O para decirlo de un modo más sutil, para demostrar
que teníais alma. Kazuo Ishiguro. Nunca me abandones.

9
Bibliografía:

- Jean – Jaques Rousseau. Del Contrato social. Sobre las ciencias y las
artes. Sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres. Alianza Editorial, 2010.

- John Locke. Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Alianza Editorial,


2010.

- Immanuel Kant. ¿Qué es la Ilustración? Alianza Editorial, 2007.

- Thomas Hobbes. Leviatán o la materia, forma y poder de un estado


eclesiástico y civil. Alianza Editorial, 2009

- Sergio Rabade, J.L.F Trespalacios, J.M Benavente. Historia de la


Filosofía. G. del Toro - Editor, 1976.

- Maximiliano Fartos Martínez. Historia de la filosofía y de la ciencia. Del


milagro griego al siglo del genio. Universidad de Valladolid, 1992.

- Caballero de Jaucourt. Artículo “Filósofo” de la Enciclopedia.

- Jean – Jaques Rousseau. Las ensoñaciones del paseante solitario.


Cátedra.

5
Thomas Hobbes. Leviatán o la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y
civil. Alianza Editorial, 2009.

10

You might also like