You are on page 1of 134

BIBLIOTECA

CORPOZULIA

UNIVERSIDAD
CATOLICA DEL
TACHIRA

FONDO EDITORIAL DEL


ESTADO TACHIRA

COLECCION SUMARIO
Pablo Ojer
Sumario Fronterizo
entre
Venezuela y
Colombia

MARACAIBO - SAN CRISTOBAL / 1983


Depósito Legal, If 83-0888

Portada / Cristina Prieto Impreso por


Editorial Arte, Caracas
LA FRONTERA ENTRE VENEZUELA Y COLOMBIA UN
PROCESO DE DEFORMACION TERRITORIAL

Si se compara el mapa actual de Venezuela por su costado occidental,


desde los Monjes hasta la Piedra de Cocuy, con el que la naturaleza —a
juicio de un geógrafo estimado en los dos países limítrofes: Agustín
Codazzi— habría conformado para nuestro país, se recibe la impresión de
que unas poderosísimas fuerzas tectónicas le hubieran producido una
colosal mutilación.
Las frases del coronel, elevado por Nueva Granada, con justos títulos, a
general, deben servir de ineludible acicate para la reflexión:
"Las fronteras que la naturaleza parece haber destinado a Venezuela,
no son las que le ha trázado la política. Una serie de montañas que
corren desde el río del Hacha se unen a las de Ocaña y Pamplona, y
van a enlazarse con la codillera oriental de los Andes Granadinos. La
continuación de esta cordillera hacia el sur, hasta el páramo de
Aponte y el Seja en las cabeceras del Guayabero, separa las aguas
que van al río Magdalena de las que bajan al Orinoco y lago de
Maracaibo. Las crestas de estas montañas parecen indicadas por la
naturaleza para partir límites entre Venezuela y la Nueva-Granada;
así como el curso total del Esequibo formará por la parte opuesta una
divisoria muy natural con la Guayana Inglesa. Cerraríase este
espacio del lado del Sur por los montes que, separando la hoya del
Amazonas de la del Orinoco, y corriendo hasta unirse con el páramo
de Aponte, parecen llamados a fijar las fronteras de Venezuela y del
Brasil" \

Este sería a juicio de un geógrafo de indiscutible mérito como una


especie de uti possidetis naturae venezo-

1. Agustín Codazzi, Resumen de la Geografía de Venezuela (Biblioteca Venezolana de


Cultura, Caracas 1940), I, pp. 5-6.
teño. Pero no siendo el principio de los límites naturales que rigió el
proceso formativo de la territorialidad venezolana en el período hispánico
(1494-1810), habrá que dar un paso en la reflexión nacional hacia la
contemplación del mapa de nuestro país, cuando las provincias de Maracaibo
—de la que se desprendió en 1786 la Comandancia General de Barinas —
Guayana, Nueva Andalucía o Cumaná, Trinidad y Margarita, quedaron
subordinadas al capitán General de Venezuela en 1777. Este ordenamiento,
lejos de sufrir modificaciones, se perfeccionó dentro de una orientación
integradora que abarcó todos los planos de la administración: en el de la
jurisdicción marítima, mediante el Real Corso (1781-85); en el plano
judicial, mediante la erección de la Real Audiencia de Caracas (1786); en el
del eclesiástico, por la elevación a Arzobispado de la diócesis de Caracas
(1803), en los ramos del comercio y afines, por la creación del Real
Consulado (1793). El proceso de integración alcanzó aun a niveles inferiores
de la administración, como fue el caso de la ingeniería militar (1784) pues
tras la dispersión de los Comandantes de Ingenieros en cada una de las
provincias, a propuesta del Capitán General de Venezuela, se creó la Jefatura
de todos los ingenieros militares de su jurisdicción, cargo que al doblar el
siglo recayó en el que Babia sido Comandante de Guayana, Don Miguel
Marmión2.

2. Sobre él proceso de integración, con énfasis en los factores marítimos tratamos en nuestra
obra El Golfo de Venezuela. Una síntesis histórica. Allí omitimos la integración
eclesiástica, marginal a las cuestiones fronterizas, pero, en cambio, destacamos una
institución olvidada aun por quienes se ocupan de las qufe denominaríamos
integradoras: el Real Corso organizado entre 1781 y 1785 como continuación del de la
Guipuzcoana (1728- 1780) del que el Gobernador de Caracas era juez conservador. La
propuesta sobre la unificación de la ingeniería militar la formuló el Capitán General
Don Manuel González Torres de Navarra a D. José de Gálvez en carta N9 176, Caracas
1-1-1784. AGI. Caracas 87. Al doblar el siglo vemos actuar como ingenieros auxiliares
de Marmión a Francisco Jacot, quien había representado al Gobernador de Maracaibo
en la delimitación de Sinamaica (1792) y a Casimiro Isaba. Expediente sobre la for -
tificación de Parauje (1800-1802). "Límites. Límites marítimos. Guajira-Maracaibo'', en
Archivo Venezolano, el cual, habiendo sido presentado a título devolutivo al árbitro
español (1883), permaneció en Madrid hasta 1977. Hoy sé halla en el archivo del MRE
de Caracas.

6
En ese lapso, definitivo tanto desde el punto ¿fcM
de la integración nacional, como de la conformaciótól
territorio venezolano (1777-1810), se produja*on''-:|
hechos de disímiles consecuencias: la incorporación!
la Villá de San Bartolomé de Sinamaica en los di\
planos administrativos: gubernativo, militar, judici
eclesiástico, a Maracaibo y Venezuela (1792-93),
pérdida de Trinidad, ocupada por Gran Bretaña en ílf
y cedida por España mediante el Tratado de AmiJ
(1802)3. Digamos de paso que las deformaciones té
toriales sufridas por el país durante el proceso format?
de su territorio fueron las pérdidas de Curazao (16
de la isla de Granada (1650), de las Guayanas al *
del Esequibo (1648) y de Trinidad (1797-802), debie
advertir que no incluyo la pérdida de inmensos espá
amazónicos a manos de los portugueses del Brasil
que el Tratado hispano-portugués de 1777, substit
del de 1750, aunque debidamente ratificado, comd $
fue ejecutado, no surtió efectos jurídicos. Fue mecí
el tratado de 1859 con el Imperio del Brasil como Ve
zuela consumó la entrega de espacios amazónicos*
gran parte ocupados desde la época colonial por los
tugueses.
Pues bien, aun con tan funestas pérdidas de la épó
colonial, el territorio venezolano presentaba en 1810 I
siguientes características: /

Sobre Jacot, a quien califica de autor del primer proyectó


carretera Caracas-Litoral, y precursor de la de Occidente/ ^
como sobre Isava o Isaba, véase Eduardo Arcila Farías,
torta de la ingeniería en Venezuela (Colegio de Ingeo
de Venezuela, Caracas 1921) 2vs. Véase también: Raúl To.
López Rivero, Fortificaciones de Maracaibo Siglos XVll
XV 111 (Universidad del Zulia. Dirección de Cultura,
caibo 1968).
3. Sobre la incorporación gubernativa, no territorial, de Sin
en 1792, tratamos en varias partes de El Golfo de V$ñ
pues de la incorrecta interpretación del hecho se derivó li
comentada línea de los Mogotes de los Frailes, impuesta l
el laudo español de la Guajira. Copia de la capitulación
Trinidad, fechada en Puerto España el 18-2-1797, certificada |
el Capitán General Pedro Carbonell con carta de éste ti Pfl
cipe de la Paz, Caracas 14-3-1797. AGI Estado 67, N* 9. 1
aducida por Venezuela en la disputa sobre la isla de PiidÉ
MRE. Gran Bretaña 1940. Exp. 87, donde se halla ttOI i
a) Una marcada orientación marítima bifronte —a la manera de la
cabeza de Jano— que iba desde el Ese- quibo hasta cubrir la mayor parte
de la Guajira, por el Oeste del Cabo de la Vela hasta una distancia aproxi-
mada de 44 kilómetros del Río de la Hacha. Cónsono con esa orientación
marítima, desde 1525 (creación de la Gobernación de Margarita) y 1528
(creación de la provincia de Venezuela), además de la masa continental
avanzaba el territorio mar adentro, desde su rosario de islas que iban desde
los Monjes hasta los Testigos. Dentro de esa área, como partes integrantes
indispensables, se incluían el que no me explico cómo no se ha
denominado Mar de Venezuela, pues lo es si apenas se excluye la
anomalía de las tres antillas holandesas, geo- políticamente vinculadas a
nuestro país, y el Golfo de Venezuela, el cual, como quiera que mantiene
la comunicación marítima constante con el mal llamado Lago de
Maracaibo, forma con éste una unidad impresionante.
Dentro de esta visión marítima de Venezuela, se ha de entender el
fracaso de todo intento de aproximación al Golfo y Mar de Venezuela, por
parte de las jurisdicciones a ellos occidentales, lo mismo las menores,
como la provincia de Santa Marta, y después la ciudad de Riohacha, que
las mayores: Audiencia y Virreinato con base en Bogotá. Los más
significativos intentos realizados desde la actual capital colombiana
fueron: la incorporación de la ciudad de Maracaibo, eminentemente
marítima, a la provincia andina de Mé- rida y La Grita dependiente de la
audiencia de Santa Fe (1676), y el intento sostenido entre 1772 y 1776 por
dominar la Guajira. El fracaso del primero fue tal, que no sólo la ciudad de
Maracaibo, sino toda la provincia andino-marítima se le desprendió para
incorporarse a Venezuela en 1777. El segundo, muy relacionado con la
pérdida de la provincia de Maracaibo que le permitía acometer el
sometimiento de la Guajira por sus dos flancos, oriental y occidental,
culminó con la transferencia de Sinamaica, y el repliegue a la estricta
ciudad de Riohacha, incapaz de dominar ni siquiera su territorio municipal
constante de ocho leguas por cada lado, según Cédula de 1547, repetidas
veces reiterada en las tres décadas siguientes. És muy significativa la des

8
cripción que hace de Riohacha el penúltimo de los virreyes anteriores a la
Independencia: Don Pedro de Mendinueta y Muzquiz, en 1803, quien
señala cómo al Este de Santa Marta "está la ciudad marítima de Rio-
hacha que es el primer establecimiento y población de este Reino por el
orden local, empezando por la part0 de Barlovento. Esta posición le daría
sin duda ventaja para situar allí un apostadero de guardacostas, pero es una
plaza abierta, sin defensa y poca proporción de facilitársela, lo que con
otros inconvenientes desvanécese esta idea. La ciudad es pequeña,
miserable, y no está fortificada... La ciudad de Riohacha nünca ha sido de
importancia, pero se mereció en otros tiempos alguna consideración por la
pesquería de las perlas que en ella se iba á hacer en el Cabo de la Vela.
Esto se ha concluido sin esperanza de restablecimiento, y nada se hubiera
perdido en abandonar la población si no fuera para hacer frente a los
Indios Guajiros no domados, y mantener ese punto en que se contengan"4,
El repliegue del Virreinato mediterráneo y sabanero, en contraste con la
consolidación de la orientación ma- rítima de Venezuela en el lapso final
del período forma- tivo de la territorialidad (1792-1810) merece mayor
atención de los estudiosos que el que hasta ahora ha tenido.
Resulta tan impresionante la constante de la vocación marítima
venezolana que si en el siglo XVI, Diego Sánchez de Sotomayor proponía
que las galeras guardacostas, teniendo como base a Cumaná, debían cubrir
hasta el Cabo de la Vela5, en 1728, en el contrato de la Real Cpmpañía de
Caracas, más conocida como Guipuzcoa- ná, a pesar de que las
actividades comerciales de esta empresa se restringían a la provincia de
Venezuela,

4. El fragmento lo tomamos de la carta inédita de Estanislao Ver- gara al Presidente de


Nueva Granada, Francisco de Paula Santander, en Bogotá 28-3-1833. Instituto de
Investigaciones Históricas. UCAB (Caracas) t sobre la que enseguida tratamos en el
texto. La parte que subrayamos, también en Contestación de Venezuela al Alegato de
Colombia (1884) reproduc. como N9 5 de la Colección "Fronteras" (MRE. Caracas
1919), pp. 411- 412.

5. "Relasión para la Magestad Real del rey Don Philipe nuestro


señor de la costa de tierra firme..fechada en Santo Domingo
24-2-1758, capítulo 37. AGI. Pat. 259 r. 69.

9
mientras la de Maracaibo dependía de la Audiencia de Santa Fe, se le
obligó a la vigilancia de las costas y lucha contra los contrabandistas en el
amplio litoral que se extiende desde el Orinoco hasta el Río de la Hacha
Igualmente, cuando fue erigido el segundo Virreinato de Santa Fe (1739),
entidad política superior creada bajo miras eminentemente militares con
ocasión de la guerra con Inglaterra, consciente el Soberano español de las
condiciones mediterráneas y continentales de Bogotá, creó
simultáneamente, y dentro de esa unidad político- administrativa, tres
comandancias marítimas que recayeron en el Gobernador-Presidente de la
Audiencia de Panamá, el Gobernador de Cartagena y el de Caracas, bajo
cuya subordinación en materia de lucha contra el "comercio ilícito" y en
defensa de las costas, se colocaron las provincias de "Maracaibo, Cumaná
y Guayana, Río Orinoco, Trinidad y Margarita"7.
Cómo era de firme, por lo ajustada a las realidades, la interpretación de
la orientación marítima de Venezuela por el soberano español, se puso de
manifiesto cuando al separar a las provincias del Virreinato de Santa Fe,
desde cuya capital sabanera, separada de las costas por imponentes
cordilleras, no se podía gobernar, con todo, mantuvo, aun contra los deseos
del gobernador de Caracas, Don Gabriel Zuloaga, esa comandancia
marítima sobre las provincias antes señaladas, las cuales siguieron

6. Capítulo I de la contrata inserta en la Real Cédula de creación de la Compañía, fechada


en Madrid 28-9-1728. Blanco-Azpú- rua, Documentos para la historia de la vida
pública del Libertador, 1, p. 63 (Caracas 1875). El cap. VII dispone que "el gobernador
que es, o fuere, de Caracas" sea el Juez Conservador para el conocimiento y
determinación de las presas. Id. p. 66.

7. Real céd. de restablecimiento del Virreinato dirigida al Presidente y Oidores de Santa Fe,
fechada en San Ildefonso 20-8- 1739- Justo Zaragoza, Documentos Justificativos de la
Memo
ria sobre la Península de la Guajira en la cuestión de límites entre las Repúblicas de
Colombia y Venezuela, Madrid 20-6- 188, N 9 58. Expediente del laudo (Archivo del
Palacio Santa Cruz, Madrid). En la céd. de información sobre el restable- ' cimiento del
Virreinato, despachada en la misma fecha, no se contiene lo relativo a las tres
Comandancias. Véase la dirigida

a los Oficiales de la Real Hacienda en Guayaquil, en Contestación, pp. 427-428.

10
dépendientes de la alta autoridad santafereña en las otras materias
gubernativas y militares8.
Fueron las especiales condiciones marítimas de la provincia de
Venezuela las que influyeron, como factor primordial, en la agrupación de
aquellas mismas provincias en los ramos específicos de su jurisdicción
bajo la Real Intendencia de Caracas (1776) la Capitanía General (1777), la
Audiencia (1786) y el Consulado (1793). Mientras que al Real Corso,
establecido tras la extensión a Venezuela de la política de libre comercio y
liquidación del monopolio comercial de la Guipuzcoana, en el lapso 1781-
85, se le adjudicaba como jurisdicción hasta el Cabo de la Vela, al de
Cartagena se le asignaba la vigilancia y protección desde ese accidente
geográfico hasta Chagres9.
El contraste que presenta Nueva Granada es tan impresionante, que,
mientras en el caso venezolano todos los ramos de la administración
terminaron por concentrarse en Caracas, en el Virreinato se produjo la
bipola- ridad entre Bogotá y Cartagena: en la primera se centralizó todo lo
relativo a lo gubernativo, militar y judicial; en la segunda, los ramos del
Comercio, mediante la creación del Real Consulado, y de la defensa
litoral, por la aún más tardía organización del Corso, a imagen y
semejanza del de Caracas. Pero, mientras en Venezuela, las provincias
terminaron por subordinarse con la docilidad propia del reconocimiento de
que las instituciones respondían a la realidad de que desde Caracas se
podía gobernarlas, en el Virreinato se manifestaron serias resistencias a
admitir la jurisdicción del Consulado de Cartagena. En 1804 se levantaba
un expediente en Bogotá promovido por los propios cabildantes
encabezados por Don Antonio de Uricoechea para pedir que se esta-
blecieran el Consulado en su ciudad, alegando que el de Cartagena "en
diez años de actuación no ha sabido cumplir con los fines de su fundación,
sin duda por desconocer los problemas del comercio interior". Asimismo

8. Real céd. en Buen Retiro 12-2-1742. AGI. Santa Fe 385. En Blanco-Azpúrua,


Documentos, I, pp. 55-57. También en Títulos de Venezuela en sus Límites con
Colombia (1876) U, p, 1-4, reproduc. en Colección "Fronteras" N9 1 (MRE. Caraos
1979).

9. Véase El Golfo de Venezuela, 10.7 y 10.8.

11
el apoderado del comercio de la provincia de Antioquia, Don José María
Camacho, exigía al año siguiente la separación dé la provincia del
Consulado de Cartagena y su agregación a Santa Fe en los ramos
específicos, petición que contó con el voto favorable del Virrey10,
La inconexión entre el centro político del Virreinato y su contorno, se
sufría cuando surgía algún conflicto bélico, hasta el punto de que los
Virreyes tenían que trasladarse de Bogotá a Cartagena para dirigir la
defensa de su territorio. El impresionante viaje por la cordillera al
Magdalena, y aguas abajo de este río, requería más tiempo para cubrir el
trayecto que desde Cádiz.
El primer geopolítico colombiano, General Julio Lon- doño, bien
observaba hace años que debido a la preferencia neogranadina por los
caminos de la cordillera sobre los del mar, se concentró la población
principal del país en el trayecto de Bogotá a Quito, por la ruta de Neiva y
Popayán, en vez de buscar la comunicación por el Pacífico: "A lo largo de
la vía terrestre aparecen primero las posadas que señalan las etapas
equidistantes unas ocho leguas unas de otras, por medio normal de una
muía. Poco a poco las posadas se convierten en caseríos, y luego las
poblaciones, que a medida que aparecen mejores comodidades, afirman el
empleo del camino y hacen que cada día se piense menos en el mar". Si a
ello se agrega, sigue observando Londoño, la influencia del clima, se
explica que la población colombiana se agrupó sobre los Andes hasta el
extremo de que aun hoy 9/10 partes de los colombianos se concentran en
150.000 kmsVes decir, en 1/8 de la superficie del país11.
El Virreinato, pues, mediterráneo, andino, inconexo respecto del litoral,
replegado en la costa norte a lá estricta Riohacha, la cual estaba
constantemente asesiada por los guajiros quienes llegaban armados hasta
la orilla misma del río, contrastaba con una Capitanía General, como la de
Venezuela, con su secular vocación marítima, con límites territoriales que
avanzaban hacia Alta Mar

10. En José María Ots Capdequí, Las Instituciones del Nuevo Reino de Granada al
tiempo de la Independencia (C.S.I.C. Madrid 1958), pp. 214-215.

11. Jülio Londoño, La influencia de la geografía en la historia de Colombia. Discurso de


incorporación a la Acad. Col. de Historia el 23-10-1956 (B.H.A., XLIII, pp. 574-
592).

12
áésde la hilera de islas que le sirvían de antemural. El Golfo de Venezuela
no sólo era íntegramente venezolano, sino que formaba parte de un
contexto marítimo superior en extensión y profundidad.
b) Una nítida precisión demarcadora del terreno municipal de
Sinamaica, el cual no terminaba en la línea de las altas cumbres, ni en la
del divorcio de aguas de Montes de Oca, sino que, rebasando la otra
vertiente, la occidental, llegaba hasta sus términos por el lado del Valle de
Upar. No se trataba de límites interprovinciales ^los que fueron acordados
entre el representante de Riohacha y el de Maracaibo, según el acta por
ellos firmada en Sinamaica el l9 de agosto de 1792, sino de los linderos
municipales de la villa, como consecuencia de que, cuando fue fundada en
1774 no se le había señalado su terreno propio. Creemos que esta
deficiencia se debió a dos causas: la primera, porque la situación de guerra
con los indios no daba tiempo a menesteres topográficos; y segunda, por la
reclamación presentada por Maracaibo, cuando Sinamaica dependía en lo
gubernativormi- litar de Riohacha, de que estaba fundada en terrenos que
le pertenecían de tiempos inmemoriales12.
c) A partir de la Sierra de Perijá y Motilones, esta cadena montañosa
se impuso sobre toda disputa entre las jurisdicciones por el dominio de los
especios, así como el Río Táchira, a pesar de que la jurisdicción de San
Cristóbal lo desbordó al occidente mediante el régimen de encomiendas
hasta fines del siglo XVII13, sirvió de indiscutible lindero con el municipio
de Pam-

12. Sobre la transferencia gubernativa de Sinamaica a Maracaibo, y la delimitación del


terreno municipal de esa villa, véase El Golfo de Venezuela 7.4 y ss. La reclamación
de Maracaibo, cuando Sinamaica dependía de Riohacha, en id. 13.18.1.

13. La erección de las parroquias del Rosario y San José de Cu- cuta es de finales del
siglo XVIII. En el XVII no se extendía hasta allí la jurisdicción de Pamplona,
dependiente a su vez del corregimiento de Tunja, sino la de San Cristóbal. En un
| comienzo lá vinculación de la margen occidental del río a Pamplona se hizo mediante la
concesión de encomienda sobre los indios al vecino de esa ciudad José de Araque
(1660), lo cual, evidentemente no introducía cambio en la jurisdicción territorial de
San Cristóbal. Reales Céds. al Arzobispo de Sta. Fe, Madrid 12-9-63, y al
Gobernador y Capitán General de la provincia de Mérida y La Grita, en la misma
fecha. AGI. Sta. Fe 540, //. 123-124; 125 v.

13
originalmente del corregimiento de Tunja14. El ¿^iernd de San
Faustino, surgido indiscutiblemente en el seno de la provincia de Mérida
y La Grita, y extendido al Este del Río Táchira, no constituye anomalía
alguna territorial, pues no pasó de ser un enclave gubernativo en la
mencionada provincia después llamada de Maracaibo. El escaso
conocimiento de las instituciones españolas fue causa de la errada
interpretación que se dio a la peculiar e interesantísima situación de ese
gobierno precario15.
d) A partir de la cabecera del Río Táchira se entraba en un corto
trayecto, algo impreciso, en cuanto se refiere a la divisoria entre las
jurisdicciones de San Cristóbal y Pamplona; pero si algo resulta de
claridad meridiana es que, tanto el Sarare, como el Oirá, pertenecían en
toda su integridad a la provincia de Mérida y La Grita de la que formaban
parte, lo mismo San Cristóbal que Barinas y Pedraza. Esa territorialidad
no la modificó la Real Cédula de erección de la Comandancia General de
Barinas (1786), pues hasta las Barrancas del Sarare el lindero de esa nueva
entidad iba por la divisoria antigua entre San Cristóbal y Barinas. Desde

14. Podríamos acumular textos de neogranadinos sobre que el río Táchira separaba las
jurisdicciones del Virreinato y la Capitanía General de Venezuela, desde el Cabildo
eclesiástico de Bogotá hasta Caldas, mas no podemos omitir el del Arzobispo-
Virrey, Don Antonio Caballero y Góngora, testimonio de especial significación, no
sólo por su cargo, sino porque habiendo emitido título de Gobernador de San
Faustino, ello revela que entendía que este hecho era irrelevante' para la cuestión
territorial. Títulos, II, p. 212.

15. El gobierno de San Faustino tiene su origen en la conducta de Capitán a guerra que
extendió a Antonio de los Ríos Jimeno el gobernador de Mérida y La Grita en 1635,
la cual fue incorporada a la capitulación de aquél con la Audiencia de Santa Fe
(1636) y confirmada con ésta por el Rey en 1640. Por todos esos textos
fundamentales se aprecia que la entidad surge en el territorio de la provincia de
Mérida y La Grita, después llamada de Maracaibo, sin límites propios, mas con
autonomía gubernativa respecto de la provincia matriz. Conducta, capitulación y
aprobación en AGI. Sta. Fe 540, lib. 1. Se incorporó al Virreinato como parte de la
provincia de Maracaibo, y ello explica que ni la cédula de erección de aquella
entidad superior (1717), ni la de su restablecimiento (1739) mencionaran al gobierno
de San Faustino, y sí a la provincia de Maracaibo.

14
las Barrancas del Sarare, la mencionadareal disposi-
ción de 1786 le trazó a la Comandancia General llanera
una divisoria astronómica constituida por una recta
qüe cortaba el Arauca en un punto situado al oeste de la
villa de ese nombre (hoy colombiana), y seguía* llano
traviesa, a terminar en un punto que los diputados de
Caracas habían fijado en 1778 sobre el Meta al Oeste de
la confluencia del Casanare. La propuesta de la ciudad
de Barinas para que el trazado de su lindero desde el
Meta al Sarare fuera por el Lipa, no prosperó, de ma-
nera que la territorialidad venezolana en la zona llanera
quedó como la había dejado la cédula de erección de la
Comandancia de Barinas. Era una línea que, vista en su
globalidad, asignaba a la Capitanía General en su inte-
gridad ríos hoy compartidos con Colombia cómo el Oirá,
el Sarare, el Capanaparo y el Cinaruco, amén de dejarle
en casi todo su trayecto el Arauca vibrador18.
e) En el último espacio —inmenso en su extensión,
transcendental por su importancia geoeconómica futura,
y crítico como zona de convergencia de varias naciones
hispanoamericanas— se hallaban suficientemente deter-
minados dos extremos: el punto fijado por los Diputados
de Caracas sobre el Meta, el cual, como hemos dicho,
se hallaba al oeste de la confluencia del Casanare, aco-
gido por la cédula de 1786, y la boca más occidental del
Yapurá o Caquetá, que en la interpretación española,
era el Apaporis, determinada por el tratado hispano-por-
tugués de San Ildefonso del l9 de octubre de 1777, o
sea, a menos de un mes de la incorporación de las pro-
vincias a la Capitanía General de Venezuela17.
Los elementos fundamentales de la territorialidad en
esos espacios eran: 1) el dominio de ambas márgenes
del Meta, desde la confluencia del Casanare hasta el
Orinoco; 2) la continuación de ese dominio fluvial no

16. ' La Real céd. de erección de la Comandancia General de Barinas fechada en El


Pardo 15-2-1786 en Títulos, II, pp. 276- 279. Ampliamente tratamos sobre la materia
en La década fundamental, cap. 7.

17, Los tratados hispano-portugueses de 1750 y 1777 en Títulos, 1, pp. 14-25 y 27-38,
respectivamente. La documentación sobre que la línea del Yapurá cubría a la
provincia de Guayan*,
en Contestación, pp. 458-486. Estudiamos el tema en La cada fundamental,
caps. 8 y 11. (■ ■

15
sólo en la dirección de los paralelos hacia el Mar, sino
en la de los meridianos, en profundidad, hasta la cuen-
ca amazónica, por la que no me fatigaré en calificar
de médula fluvial venezolana formada por el Orinoco,
Atabapo, Guainía y Negro; 3) dotaba al país de una
inmensa base amazónica.
En contraste, el Virreinato, fiel a la orientación andina
ue el propio Londoño subraya como constante histórica
3 e Colombia hasta nuestros días, mantenía sus extremas
jurisdicciones, por cierto de vida muy precaria, adosa-
das a la cordillera Oriental. Tales eran: San Juan de los
Llanos, Saa Martín del Puerto del Ariari, Santiago de
las Atalayas. La jurisdicción más avanzada por el sur
era la de Popayán y sus misiones de Sucumbíos o Río
San Miguel, afluente del Putumayo. La gran base ama-
zónica que tradicionalmente tuvo con los gobiernos de
Mainas y Quijos, dependencias propiamente tales, de
la Audiencia de Quito (hoy Ecuador), le fue substraída
por disposición expresa del soberano, en virtud de la
Real Cédula dada en Madrid a 15 de julio de 1802, por
la que aquellos dos gobiernos —exceptuado el pueblo
de Papallacta, distante cinco leguas de Quito— fueron
transferidos al Virreinato de Lima, o sea, incorporados
al Perú. Ese hecho se produjo a propuesta de uno de
los funcionarios españoles que mejor conocían los pro-
blemas amazónicos, Don Francisco Requena, Goberna-
dor de Mainas, y Primer Comisario español de la 4- Di-
visión encargada de la ejecución del Tratado de límites
de 1777, quien consideraba que esos espacios amazóni-
cos no se podían defender desde Bogotá como desde
Lima. El soberano sometió durante años la propuesta a
serias y graves consultas, antes de cercenar al Virreinato
de Santa Fe, y a la Audiencia de Quito, de sus gobiernos
amazónicos. Huelga subrayar que, de no haberse pro-
ducido ese cédula, la base amazónica venezolana habría
limitado por el oeste, no con Colombia, sino con Ecua-
dor18. Pero de atribuirle —como es mi criterio perso-
18. Los colombianos que tratan las cuestiones fronterizas, desde Francisco Andrade S.,
Demarcación de las Fronteras de Colombia (H.KC., II, XII, Bogotá 1965), hasta
José Joaquín Caicedo Castilla, Historia Diplomática (H.E.C., XVII, Bogotá 1974),
no pudiendo negar la célebre cédula, persisten en los intentos de los diplomáticos de
su país (v.g. en la Con

16
iml-4— plenos efectos en materia territorial, Venezuela, al oeste de la boca
más occidental del Yapurá o Gaquetá (término de la provincia de
Guayana) limitaba con el Perú y su gobierno de Mainas19.
Volviendo a la visión panorámica de la deformación de la
territorialidad venezolana, diríamos que sus aspectos fundamentales son:
a) A contrapelo del proceso histórico del siglo XVIII, y principios del
XIX, que condujo a la confirmación del ordenamiento primitivo del siglo
XVI con el dominio pleno, exclusivo, del Golfo de su nombre por
Venezuela, se ha traído a Colombia a donde nunca tuvo carácter

ferencia tripartita de Lima de 1894) por negarle relevancia en materia territorial.


Caicedo Castilla llega a concebir a Mainas y Quijos (exceptuado Papallacta), tras la
ejecución de la cédula, como un gigantesco enclave gubernativo en el territorio del
Virreinato de Nueva Granada. En ese caso —por mil razones inaceptable— el
territorio correspondería a la Presidencia de Quito (Ecuador).

19. En documento cuya copia lleva la firma del Ministro de Re-


laciones Exteriores de la Gran Colombia, Don Pedro Gual,
informaba Miguel Bello al Intendente Don José Félix Valdi-
vieso en comunicación fechada en Quito el 21-9-1824: "La
Provincia de Mainas, cuando se halló sujeta al antiguo Vi-
rreinato de Santa Fe, sus límites eran los siguientes: Por el
río Guayaga, por la parte Sur, por la laguna, era el término
de la Parroquia de Yurimaguas. Por el río Marañón, la Pa-
rroquia de Santiago, situada a los pies de Pongos de Manse-
rique. Por el río Pastasa, la parroquia de Andoas. Por el río
de Ñapo la parroquia de Capocuy. Navegando para el Pará,
la frontera nombrada Camuchero, con la de Tabatinga de los
Portugueses. Bajo estos límites se agregó al Virreinato de
Lima con la parroquia de Quijos que su término para esta
^ ciudad es la parroquia de Papallacta, cinco leguas distante
de esta Capital. Esta es la razón que puedo dar a V.S. en
contestación a la nota que se ha servido pasarme V.S. con
fecha 18 del corriente. Dios guarde a V.S. Miguel Bello". Ori-
ginal, propiedad del autor.
Olvidaba el funcionario de la Gran Colombia que Tabatinga era
una usurpación portuguesa en la margen norte del Marañón
que debían entregar a España, como territorio de Mainas, en
virtud del Tratado de 1777, pero se resistieron a cumplirlo
exigiendo que España les traspasara San Carlos y San Agus-
tín de Río Negro, pueblos pertenecientes a la provincia de
Guayana, que se extendía hasta la boca más occidental del
Yapurá o Caquetá. En otras palabras, los portugueses con Ta-
batinga (hoy brasileña, junto al Trapecio Amazónico colom-
biano) se interpusieron entre las provincias españolas de
Mainas y de Guayana,

17
VJif,), . . . . . . .. . ..
^tó la presencia del Virreinato; cuando la logró
roe en razón de que dependía de Bogotá la poderosa
v
provincia de Maracaibo, y definitivamente tuvo que
replegarse de él y de la Guajira hasta el terreno munici-
pal ae Riohacha, fijado y confirmado repetidas veces
en ocho leguas por cada lado, es decir sólo unos 44 ki-
'lómetros. Este ha sido el origen de múltiples problemas,
hoy agrandados por la eventual localización de depósi-
tos de petróleo en el lecho marino de esa área.
b) Se escogió un Río de Oro, a conciencia de que no
lo era pues sabían que se trataba del Intermedio o Duda,
y se dio al trazado de la frontera dos direcciones rectas:
Río de Oro-Tres Bocas-Boca del Río de La Grita, semi-
llero de interminables problemas de demarcación.
c) Además del acceso al Golfo (punto a), y de la
aproximación al llamado Lago de Maracaibo por los
ríos Zulia-Catatumbo, se le dio a Colombia una penetra-
ción en la zona poblada de Venezuela, mediante la
asignación del territorio de San Faustino convirtiendo
el que constituía una anomalía gubernativa en enclave
territorial al este del Río Táchira.
d) No se tomó en cuenta la jurisdicción de San Cris-
tóbal, sino que se atuvieron exclusivamente, y mediante
desorbitada interpretación, a la jurisdicción de Barinas
según la Cédula de 1786. En consecuencia: 1) Se llevó
la frontera por el Oirá siendo así que este río pertenecía
a la provincia de Mérida y La Grita; 2) se sustituyeron
las Barrancas del Río Sarare (lugar típico de curso supe-
rior) con el Desparramadero, fenómeno característico
de curso inferior; 3) en vez de cortar al Arauca en un
punto al Oeste de la villa de ese nombre, se llevó la
frontera a lo largo del río, convirtiendo la recta del
título primitivo en una extraña combinación de recta y
dirección irregular como el curso del río, el cual, por
su condición de llanero, está expuesto a continuos cam-
bios; 4) escogieron como término de llegada al Meta
un supuesto Apostadero, desconocido antes de 1810, en
vez de llevarla a un punto situado al oeste de la con-
fluencia del Casanare en el Meta. La consecuencia in-
mediata del trazado, es obligar a Venezuela a compartir
süs ríos Capanaparo y Cinaruco con Colombia, mientras
se deja a ésta la boca del Casanare.

18
e) Con el acceso de Colombia al Golfo de Venezuela, su aproximación
al llamado Lago de Maracaibo, y su penetración en la zona poblada de
Venezuela (puntos a, b, c), donde se produjo mayor deformación de la te-
rritorialidad tanto en extensión, como en trascendencia, fue al Sur del
Meta: 1) se le permitió compartir con Venezuela el curso inferior de ese
río desde los llamados Apostaderos hasta su confluencia en el Orinoco,
terreno donde venían convergiendo las tres direcciones expansivas, en
cuanto a ocupación de espacios indígenas, de las provincias de Maracaibo
(jurisdicción de Barinas), Venezuela o Caracas y Guayana. Ninguna de las
jurisdicciones de Nueva Granada: ni Pore, ni Santa Rosa de Chire, ni
Santiago de las Atalayas —mucho menos San Martín del Puerto y San
Juan de los Llanos —tuvieron algo que ver con el ángulo comprendido
entre la margen meridional del Meta y la occidental del Orinoco; 2) Se
trajo a Colombia, cuyo pueblo más próximo fue San Miguel del Macuco
(cerca del actual Orocué) y que apenas si avanzó unos kilómetros a fines
del siglo XVIII con Santa Rosalía de Cabapune (1794) en un avance
superior a todas las líneas Schomburgk en la Guayana Esequiba, hasta el
Orinoco, Atabapo, Guianía y Negro;
3) Se partió en sentido longitudinal la que denomino médula fluvial
venezolana: la foírmada por esos cuatro ríos, poblada a ambos lados por la
Guayana venezolana;
4) toda la base amazónica venezolana, desde Río Negro al Caquetá, fue
transferida a Colombia, y ello, a pesar de que el Soberano, habiendo
reconocido que Nueva Granada no podía defender su provincia meridional
amazónica, constituida por Mainas, frente a la expansión brasileña, la
traspasó al Perú en 1802.
Tan gigantesca deformación territorial, la cual interesó partes vitales de
Venezuela, no se produjo como resultado de una guerra de conquista
victoriosa de un rival que exigiera la rendición sin condiciones, sino me-
diante un doloroso proceso de laudos, tratados, convenciones y actos de
demarcación.
Tratando, apenas, de introducir a los lectores en el análisis personal de
la documentación básica, me permito agrupar el estudio en los siguientes
capítulos:

19
LA ETAPA PREVIA AL ARBITRAMENTO ESPAÑOL

Todo estudio de la controversia, en la etapa que ahora


nos ocupa, debería comenzar con el análisis de una
pieza de ejemplaridad histórica: la resolución del Con-
greso Constituyente de Valencia del 23 de junio de 1830,
por la que el órgano legislativo de la República rechazó
el ofrecimiento de la provincia neqgranadina de Casa-
nare de incorporación a Venezuela. "Todos se han con-
vencido —expresa el documento— y confiesan la grande
utilidad que resultaría a nuestro Estado de tan oportuna
agregación". Sin embargo, por razones de moral inter-
nacional, tras una argumentación "aere peremnius",
más duradera que el bronce", Venezuela no sólo dio
acogida a la solicitud casanareña, sino que se ofreció
para mediar con el gobierno central de Bogotá, a fin
de que los secesionistas no sufrieran las consecuencias
de su imprudente movimiento20.

20. Resolución firmada por el Presidente del Congreso, Andrés Narvarte, Cuerpo de Leyes
de Venezuela (Caracas. Imp. de Valentín Espinal, Edic. Oficial 1841), pp. 19-20.
Conviene resaltar que Casanare tenía una vinculación comercial más estrecha con la
antigua Provincia de Barinas que con el Nuevo Reino de Granada, cuya población
se resistía a establecerse en el llano. A los 26 años de la resolución del Congreso de
Valencia, informó Codazzi al gobierno de Bogotá que sólo quedaban en la
provincia de Casanare 30 familias de las antiguas casanareñas para una población
total de 17.000 habitantes compuesta, además de indios, por "algunos socorra- nos"
y muchos venezolanos, es decir, llaneros de las sabanas de aquel país,
acostumbrados a casi un mismo grado de calor y dedicados exclusivamente a la cría
del ganado". "Comisión Corográfica. Informe sobre la provincia de Casanare"
(Bogotá 28-3-1856) en Codazzi, Jeografía Física I Política de las Pro- vincias de
la Nueva Granada.. .Segunda Parte: Informes (Publicación del Banco de la
República, Bogotá 1959), p. 378. O sea que Venezuela, disponiendo de una base
para darle a la cuestión del Casanare una solución a la manera del caso Texas, tuvo
la gallardía de rechazar la petición.

21

/■„,'- * y : < ■ ' . • ■ > ■ > '


El gesto venezolano resulta tanto más meritorio cuanto que la villa de
Arauca que expresamente se sumó a la petición de los secesionistas de
Pore, Chire y demás pueblos llaneros, había sido objeto de controversia a
finales del régimen español21, y de cuya importancia estratégica, por
dominar el Paso Real de los Casanares en el Arauca, no cabía discusión.
Visto el gesto venezolano con perspectiva histórica, contrasta con la
actitud de dirigentes neogranadinos de primera fila, apenas pasado un
cuarto de siglo, cuando, según informó el plenipotenciario venezolano,
General Carlos Luis Castelli, a su gobierno, hablaban públicamente "de la
necesidad de anexar ¡a su territorio la provincia de Maracaibo y parte de la
de Mérida". Y acordándose de la resolución del Congreso Constituyente
de Valencia sobre Casanare, citaba el mismo plenipotenciario que cuando
en 1848 sufrió el General Páez, en la contienda civil de ese año la derrota
de los Araguatos, el Presidente de Nueva Granada, Tomás Cipriano de
Mosquera manifestó sin rebozo que se debía aprovechar la situación para
mandar dos mil hombres a Riohacha con el objeto de proceder a la
ocupación de Maracaibo22.
En Tomás Cipriano de Mosquera se convirtió en una obsesión la idea
de incorporar a Nueva Granada la provincia de Maracaibo, de lo cual,
como General en Jefe de su país hablaba públicamente en 1855,
haciéndose eco del resquemor que conservaron los neogranadinos por la
agregación de aquella provincia a la Capitanía General de Venezuela,
medida cuya iniciativa atribuyeron equivocadamente al que calificaron de
"funesto Virrey", Manuel Antonio Flórez23.

21. Carta del Gobernador de Casanare, Manuel de Villavicencio, al Comandante de


Barinas, Pore, 7-1-1789 solicitando un encuentro para tratar de la entrega de la villa en
ejecución de la céd. de 1786. Negociación de límites entre los Estados Unidos de
Venezuela y tos Estados Unidos de Colombia en 1874 y 1875. Apéndice, pp.
XLVlbXLVUl (1875) reproduc. en Colección "Fronteras" NQ 3 (MRE. Caracas 1979).

22. Documentos en copias fotostáticas en el Archivo de la Dirección de Fronteras del


MRE de Caracas. Serie 10, tomo IV, vol. 2, pp. 228 y 271 ss.

23. La equivocada versión de que el Virrey Flórez promovió la segregación de la


provincia de Maracaibo, y su incorporación a Venezuela, sé halla en Historia de la
Revolución de la

22
Desde luego, que ni como político, ni como autor, fue Mosquera un
dechado de honradez, hasta el punto de que inventó una Real Cédula de
1740 según la cual el soberano español habría dado al Virreinato los
límites que aquél habría deseado para la Nueva Granada independiente24.
Volviendo a la resolución sobre la propuesta de agregación de
Casanare, señalemos que fue ésta el origen de las negociaciones
venezolano-granadinas sobre la cuestión de límites, problema que surgió
tres años después dentro de un contexto más amplio en el que se
incluyeron lo mismo lo relacionado con el reparto de la deuda heredada de
la Gran Colombia, como consecuencia de su disolución en 1830, que el
tratado de amistad, comercio y navegación.
En materia de límites, los dos países habían proclamado como norma
el principio bolivariano del uti possidetis juris25, Venezuela en su
Constitución de 1830 y Nueva Granada en la suya de 1832. La ausencia
de preocupaciones fronterizas durante la corta existencia de la Gran
Colombia (1819-1830), por sobre los efectos destructores que la heroica
guerra de Independencia tuvo en sus archivos, repercutió
desfavorablemente en Venezuela en cuanto a la recopilación de sus títulos
histórico-jurídicos, de manera que, cuando en vísperas de sus
negociaciones con Nueva Granada hubo necesidad de recurrir a los
archivos de las antiguas dependencias coloniales, se hallaron aquéllos, en
el más espantoso estado de abandono y desorden, hasta el extremo de que
por las calles de Caracas llegaron a rodar cédulas reales originales que
alguna casa de abastos venía utilizando para envol-

República de Colombia por José Manuel Restrepo (en la edic de Bolsilibros Bedout,
Medellín 1969-1970), I, p. 59. La verdad es que al recibir la céd. del 8 de septiembre
de 1777 el Virrey Flórez se sorprendió con la inclusión de la provincia de Maracaibo
entre las que pasaban a depender del Capitán General y, mientras duró en el cargo
trató de recuperarla.

24. Francisco Andrade Suescun, El Tratado de 1907 (Colombia y Brasil) en B.H.A.,


XXXV, p. 330, Bogotá 1948.
25. Sobre el uti possidetis juris, enfocado desde el punto de vista del historiador, tratamos
en la Introducción de El Golfo dt Venezuela (Caracas 1982).

23
vér las compras a sus clientes26. Por lo visto, de parte de Nueva Granada sí
tuvieron mayor cuidado, a juzgar por el testimonio de José Félix Blanco
qui^n comprobó que del archivo de la parroquia de San Faustino había
desaparecido la Real Cédula según la cual el nombramiento de los
gobernadores de esa jurisdiéción por los Virreyes se hacía "sin perjuicio
de los límites señalados a la Capitanía General de Venezuela"27.
La historia de la negociación Michelena-Pombo de 1833 ya la hemos
dejado sucintamente narrada en "La Década Fundamental" como para que
aquí nos detenga

26. AGN. Interior y Justicia, CXXIV ff. 248-250. Sección C Ramo de la Biblioteca
Nacional. Marzo 10-1835.
Plantea la cuestión suscitada sobre el estado de los documentos de las diversas
dependencias coloniales a raíz de una solicitud de las Reales Cédulas del 12-4-1771,
8-9-1778 (sic), y 2-3-1791 "que hablan sobre límites de la capitanía gral. de Ven 9 y
Virreinato de Santa Fe anunciando que en la extinguida contad9 del tabaco había un
cedulario", según se había expresado el Secretario de Relaciones Exteriores en
comunicación de ese día (10 de marzo). En.el informe de la Sección sobre esa
materia, se dice: "Desde nobre. de 1832 está el gobierno trabajando en el arreglo de
sus archivos de oficinas Antiguas extinguidas; y fue su primer caso de procedimiento
"una real cédula original que como otros muchos papeles importantes que
correspondían al archivo de la extinguida capitanía general de Venezuela habían
salido envolviendo especies de una de las casas de ventas públicas de esta ciudadDe
ahí se pasó a localizar dónde se hallaba el archivo de donde procedían los volanderos
documentos, "y después de algún tiempo y trabajo —continúa— vino a saberse que
efectivamente estaba este archivo en una de las piezas de la Casa de la Corte; pero
en completo desorden, barajados los papeles sobre un piso húmedo y atacados del
comején y de la traza". Fue el 13 de julio de 1833 cuando fue expedido el decreto de
creación de la Biblioteca Nacional, a la cual, según el art. 3 9, N9 7, se agregaron "los
archivos de oficinas antiguas extinguidas".
Sobre el archivo nacional, vide: Héctor García Chuecos, El Archivo General de la
Nación (Revista de Historia de América, México, N9 29, junio 1950); del mismo:
Memoria sobre el Archivo Nacional en la obra de Germán Carrera Damas, Historia
de la Historiografía Venezolana. Textos para su estudio (UCV, Caracas 1961) pp.
201 ss.; Mario Briceño Perozo, El Archivo General de la Nación (Caracas, 1965).

27. Doc. N9 3 del legajó "San Faustino" del Archivo Venezolano. Lo mencionó A. L.
Guzmán en la conferencia con Murillo Toro del 19-12-1874. Negociación p. 65.
Según Blanco, el documento en referencia desapareció del archivo de San Faustino
entre 1833 y 1835.

24
mos en más pormenores. En sus méritos y deméritos, la
línea propuesta por Michelena, como dejamos probado,
se basaba en la concepción de Codazzi con quien el
plenipotenciario se entrevistó en Valencia, cuando se
dirigía a Bogotá, y cuyo mapa compuesto para esa ne-
gociación recibió el plenipotenciario venezolano en no-
viembre, días antes de la Conferencia 7* del 6 de diciem-
bre, fecha en la que presentó su propuesta de art. 27
sobre límites. Tomás Michelena, hijo del ilustre negocia-
dor venezolano, difundió la versión de que la oposición
que encontró el proyecto de Tratado en los Congresos
venezolanos de 1835 a 1840, se debió a bastardas moti-
vaciones de política interna y a rivalidades personajes.
Esta versión ha contribuido a concebir el instrumento
como una expresión de las concesiones neogranadinas
obtenidas hábilmente por el insigne negociador vene-
zolano. Con las pérdidas territoriales sufridas poste-
riormente por el país en virtud de laudos adversos y
desacertadas negociaciones, por una falta obvia de pers-
pectiva histórica consistente en atribuir a los congresan-
tes de 1835-40 los errores de los gobiernos y congresos
posteriores, la versión de unas supuestas concesiones
neogranadinas, muy bien explotada por los autores co-
lombianos, se ha convertido en una especie de doctrina
afecta de infalibilidad.
Es cierto que la línea Michelena-Pombo salvaba para
Venezuela en sus dos extremos las partes vitales de su
territorialidad: el Golfo y la médula fluvial. Michelena
expresamente informó a su gobierno sobre la elección
del Cabo de Chichibacoa, para el comienzo de la fron-
tera, teniendo por objetivo salvaguardar para Venezuela
la integridad de su golfo. Pero no estaba en lo cierto,
cuando creía que, tanto en la Guajira, como en los es-
pacios situados al Oeste del Orinoco, no sólo no sacrifi-
caba un solo palmo de territorio venezolano sino que ío
ensanchaba.
Cualesquiera que fueran las razones subjetivas de los
congresantes venezolanos para oponerse al proyecto de
tratado, las que no constan en documentos contemporá-
neos, antes se originaron en la publicación de la obra
"Reseña biográfica de Santos Michelena..." (Curazao
1889), las causas objetivas, debidamente documentadas,
fueron: 1) Convencimiento pleno de que los límites de

2
4
Vfenezuela comenzaban en el Cabo de la Vela según versión uniforme de
los cronistas, y conciencia dejada por el ejercicio del Corso, tanto el de la
Guipuzcoana, cómo el Real de Caracas; 2) Concepción estratégica co-
rrecta de que la línea estipulada dejaba a Nueva Granada dueña de los
únicos puertos naturales de la Guajira (Bahía Honda y Pórtete) sin cuyo
dominio era imposible sujetar a los guajiros, los cuales por su contacto con
los holandeses de Curazao y Aruba, y de los ingleses de Jamaica,
representaban un peligro constante de establecimiento colonial, y de
amenaza a la ciudad de Maracaibo, cuyo puerto era vital para todo el
occidente del país; 3) Hallazgo, en 1839, de la Real Cédula de 1786 sobre
los límites de la provincia de Barinas con la que no se conformaba, por
favorecer a Nueva Granada, la línea del proyecto de tratado. Esta llegaba
al extremo, por funesta confusión, a sancionar como término de referencia
de límite internacional lá Laguna del Término divisorio que correspondía
a una línea de división interna de la Capitanía General.
El estudio de las actas, y de la correspondencia relativa a la
negociación, llevadas a España en 1883, donde permanecieron hasta 1977
formando parte del que el Doctor Julián Viso denominaba Archivo
Venezolano '*, lleva a la conclusión siguiente: 1) Nueva Granada con-
sideraba que sólo hacía una concesión en la Guajira, pues de la línea de su
uti possidetis juris de Punta Espada estaba dispuesta a retirarse a la del
Cabo de Chichibacoa; 2) este retiro lo admitía porque apreciaba que la
remontada de Chichibacoa resultaba imposible a sus cruceros, en razón de
los vientos y corrientes marítimas contrarias; 3) porque de hecho, por
tierra se interponían los guajiros hostiles que por millares ase

28. La primera preocupación en materia de límites que se sorprende en la correspondencia


oficial de Venezuela después de la disolución de la Gran Colombia, fue la expresada
por A. Leocadio Guzmán. En 1831 se dirigió al Secretario de Estado en el
departamento de Relaciones Exteriores diciendo que por noticias del de Guerra y
Marina había sabido que en una ocasión las tropas neogranadinas se habían llevado el
archivo público de San Antonio (San Antonio del Táchira). No precisó la fecha, pero
recomendó que se preguntara al gobierno de Méridá si el mencionado archivo había
sido devuelto, o si se estaban realizando gestiones en ese sentido.

26
diaban a Riohacha desde el borde mismo del río, cómo acaba de suceder
en 1832 cuando el gobierno de Bogotá solicitó que Venezuela interviniera
en la península para someter a los indios29. En otras palabras, la Nueva
Granada reconocía que no podía, ni por mar ni por tierra, estar presente en
la Guajira Oriental. Esto lo habían olvidado nuestros historiadores, pero lo
tenían muy presente los congresistas venezolanos de 1835 a 1840 para
rechazar que fuera concesión neogranadina la línea de Chichibacoa.
En cambio, Venezuela, aun sin tomar en cuenta lo que algún
congresante ya barruntó, que los límites propiamente tales que le
correspondían al país iban al Oeste del accidente geográfico llamado Cabo
de la Vela, tal fue el caso del senador Juan Bautista Calcaño30, si" se toma
únicamente en cuenta el retiro que suponía del Cabo de la Vela a
Chichibacoa, no sólo era mayor en extensión, sino que comprendía
justamente la zona más valiosa de puertos naturales donde, desde el siglo
XVIII, pasando por la época de la Gran Colombia, y el propio año 1833,
se venía en Maracaibo proyectando la fundación de un pueblo en Bahía
Honda31.
Era Venezuela, pues, la que cedía en la Guajira, en San Faustino, en la
que he denominado frontera llanera, es decir, la que iba desde las fuentes
del Río Táchira al Meta, y, por último, en los territorios situados al Oeste
de la médula fluvial: Orinoco-Atabapo-Guainía-Negroj pues lo que le
correspondía, como consecuencia de la negociación del tratado hispano-
portugués de 1777, y de las reales disposiciones de Carlos III sobre su
ejecución, era hasta la boca más occidental del Yapurá o Caquetá.
Quien lea la correspondencia del negociador neogra- nadino Lino de
Pombo con la debida atención, no puede afirmar, como lo hace Germán
Cavelier, refiriéndose a esta negociación de 1833: "Que el Gobierno de la
Nueva Granada, no tuvo dificultad en acordar la cesión

29. Véase El Golfo de Venezuela, notas 18.5.1 a 3.


30. Voto salvado por Juan Bautista Calcaño el 1-4-1838. Títulos, II, P. 31.

31. El Golfo de Venezuela, texto y notas 18.5.1 a 3.

27
en la Güajira y en el Orinoco"Aparte de las declaraciones expresas de
Pombo en el sentido de que Nueva Granada consideraba la línea que del
Apostadero del Meta iba en Dirección Norte-Sur hasta encontrar con la
frontera del Brasil, como frontera de derecho de conformidad con el
estricto uti possidetis juris33, por el Tratado Romero-Pombo fechado en
Caracas el 23 de julio de 1842 Nueva Granada deja constancia de su re-
conocimiento dé la soberanía de Venezuela sobre ambas márgenes del
Orinoco, al suscribir esta cláusula: "Esta libertad e igualdad de derechos de
navegación se hacen extensivos por parte de Venezuela a los buques
granadinos que naveguen en las aguas del río Orinoco o del Lago de
Maracaibo en toda su extensión hasta la costa del mar".
Aun sobre la Guajira, Nueva Granada, aparte de las razones antes
señaladas para su "cesión", desde el punto de vista histórico-jurídico
carecía de fundamentos para su reclamación a Punta Espada. El Presidente
Francisco de Paula Santander había solicitado la opinión de Estanislao
Vergara, y éste, en extensa carta fechada en Bogotá el 28 de marzo de
1833, explicó cuáles eran los resultados de su investigación. Basándose en
el testimonio de Fray Pedro Simón, cuyas Noticias Historiales consultó
en el "manuscrito antiguo que poseo", como él mismo dice, en la Historia
de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de Granada, del P. Fray
Alonso de Zamora, y en la opinión de Caldas, en su discurso sobre la
Geografía de Nueva Granada, inserto en el Semanario del Nuevo Reino de
Granada N9 1 del 3 de enero de 1808, coincidentes todos en que los límites
con Venezuela iban por el Cabo de la Vela, estampa esta conclusión:
"Me parece decisiva la expresión de Caldas acerca de límites, porque
él hablaba delante del Gobierno

32. Cavelier, Memoria Histórica-jurídica sobre el asunto de Los Monjes (Editorial Kelly,
Bogotá 1977), p. 34.
33. Acta de la 7* Conferencia, el 6-12-1833. Títulos, II, pp. 7-9; Nota de Pombo del 1-12-
1837. Id. pp. 60-61; y en la del 14-1- 1842. Id. p. 62. En la del 30-4-1842 sí declaró
que a Nueva Granada correspondía en la Guajira hasta Sinamaica, y al sur hasta la
margen del Orinoco. Id. p. 67. Sin embargo después suscribió el tratado de ese año
que comentamos en el texto.

28
Español, de magistrados que tenían interés en que
no se acortaran los límites de su gobernación y juris-
dicción, y en un año en que se tenían ya bastantes
conocimientos de la Costa y del Interior que habían
visitado hombres inteligentes como Arévalo, Nar-
váez y otros, y en que estaba trabajando, o había
trabajado ya. su carta del Virreinato el Ingeniero
Talledo, carta que debe hallarse en la Secretaría y
sería de mucho auxilio en la materia. Es, pues, indu-
dable que el Virreinato, así como la antigua gober-
nación de Santa Marta no han llegado sino hasta el
cabo de la Vela" (2a. hoja vto.).

Luego elucubra en el sentido de que no debía enten-


derse, bajo el término de Cabo de Chichibacoa, el punto
de ese accidente más avanzado hacia el mar "sino toda
la tierra que lo compone y hasta donde termina éste y
comienza el de Chichibacoa que parece ser una bahía
ensenada o surgidero que los Virreyes en su relación
de mando dan el nombre de Pórtete". Y, tras citar ma-
pas que llevan los límites desde un punto intermedio
entre los dos cabos, recoge el aserto de Don Andrés
Rodríguez, a quien considera autoridad en materia de
límites de Nueva Granada, en el sentido "de que el
Virreinato llegaba hasta el Cabo de Chichibacoa, es
decir hasta donde éste empieza". Y agrega, "midiendo
la costa en un mapa con una escala proporcionada podrá
deducirse desde dónde empezaba a contar Caldas sus
350 leguas, y se acabará de aclarar este punto" (3- hoja).
Mas, después de haber llegado a esta conclusión, pasa
revista a las relaciones de mando de los virreyes: Guirior
(1776), Caballero y Góngora (1789), Ezpeleta (1796) y
Mendinueta (1803), y transformando una situación tran-
sitoria, como fue el intento de sometimiento de la Gua-
jira que los españoles llamaban "pacificación" (1772-
1776) cuando el Virreinato, que entonces contaba con
la provincia de Maracaibo, estableció sobre la península
rebelde los pueblos de Pedraza, Sinamaica, Santa Ana
de Sabana del Valle y Bahía Honda, en permanente y
definitiva hasta 1810, terminó por concluir: "Que la
población de Bahía Honda, el Pórtete, Taroa, etc., per-
tenecen a la misma provincia [Riohacha] y que de ella
son Pedraza y Sinamaica, y más allá de ésta se encon-

29
traba eL confín con Maracaibo después de separado éste del Virreinato"34.
Tal proceder de Vergaía resulta tanto más extraño, cuanto él mismo
reproduce de la relación de mando de don Pedro Mendinueta y Múzquiz el
texto que arriba reprodujimos sobre la situación de Riohacha como ciudad
extrema del Virreinato que sólo justificaba su sostenimiento como medio
de contener allí —en la propia Riohacha— a los guajiros. Parece increíble
que Vergara no hubiera observado el repliegue del Virreinato, y con él la
desaparición de los pueblos que menciona, exceptuada Sinamaica la cual
subsistió por haber sido transferida a Maracaibo35. En otras palabras,
Vergara no entendió cómo compaginar la versión de los límites del Cabo
de la Vela (la provincia o comarca, no el accidente geográfico) conservado
por la tradición colonial hasta llegar a Caldas, cuya autoridad era
incontestable en Nueva Granada, con los intentos de conquista de la
Guajira por los Virreyes, los cuales, por haber sido frustráneos, carecieron
de eficacia jurídica para modificar él ordenamiento establecido, y
confirmado en diversas ocasiones por el Soberano en el siglo XVI. Sin
embargo la carta de Vergara a Santander explica cómo Nueva Granada,
aparentando cesión territorial, en realidad vino a aceptar la propuesta de
Michelena sobre el Cabo de Chichibacoa convencida de que Caldas, su
autoridad máxima en materias de Geografía, trazaba los límites por el
Cabo de la Vela. Igualmente consideraba el territorio de San Faustino
dentro de la Capitanía General de Venezuela, señalando que el límite iba
por el Río Táchira36.

34. Carta ya cit. existente en el Instituto de Investigaciones His~ , tóticas de la UCAB. Forma
parte de una carpeta de documentos que debieron pertenecer al plenipotenciario venezolano
José Gregorio Villafañe como otros que citaremos en el présente estudio.

35 . En los libros de Real Hacienda de Riohacha consta la demolición de San José de Bahía
Honda el 30-9-1779, y de Sabana del Valle el l9 de octubre inmediato, con ocasión
de la guerra con Gran Bretaña; la de Pedraza tuvo lugar el 18 de mayo de 1790, dos
años antes de la transferencia gubernativa de Sinamaica a Maracaibo. Libros de Real
Hacienda de los años respectivos en AGI. Sta. Fe 1230 y 1231.

36. También en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, pero en el correspondiente a


1809 reprodujo la "Relación" sobre

30
El inento de lograr la aprobación por Venezuela del proyecto de tratado
Michelena-Pombo, realizado por éste en Caracas como Plenipotenciario
de Nueva Granada (1842), terminó en el fracaso. Sin embargo la ne-
gociación dejó admisiones muy importantes de Nueva Granada en materia
de límites. Una de ellas, es la .ya conocida del Tratado de Caracas de 1842
que afecta por igual al dominio absoluto de Venezuela en el Orinoco y en
el Golfo, pues de otra manera no reconocería el país vecino como
concesión venezolana la libertad de navegación para sus barcos "en las
aguas del río Orinoco o del lago de Maracaibo en toda su extensión hasta
la costa del Mar".
La otra es desconocida, por haber formado parte del Archivo
Venezolano que quedó en Madrid desde 1883 hasta 1977. Me refiero a la
nota del 6 de septiembre de 1842, en respuesta a otra del canciller
venezolano Francisco Aranda relativa al proyecto que el gobierno de
Caracas auspiciaba para el establecimiento de un pue-^ blo-puerto en
Bahía Honda, proyecto que rechazó el diplomático neogranadino
alegando los derechos de su país a aquella costa. En esa ocasión, y a pesar
dé haber sido improbado el proyecto de tratado de 1833, consciente de la
imposibilidad de Nueva Granada de vigilar las costas Nororientales de la
Guajira, declaró: "El Ejecutivo de Nueva Granada ha podido además
considerar racional y conveniente que los guardacostas de Venezuela
supervigilasen el trozo de costa adyacente al Golfo o Saco de Maracaibo,
no obstante la primera improbación del Tratado de 1833, relativo a
límites, por-

la provincia de Pamplona escrita por Joaquín Camacho, corregidor del Socorro y


abogado de la Real Audiencia de Santa Fe que daba el mismo límite del río Táchira.
No hemos tenido la oportunidad de estudiar las planchas que en número de 19
preparó Caldas para su "Adas de una Parte de la América Meridional... de orden del
Excelentísimo Presidente del Estado Don Jorge Tadeo Lozano..." en 1811, las
cuales se hallan en el Archivo del historiador Don José Manuel Restrepo en Bogotá.
Atlas de Colombia (Instituto Geográfico "Agustín Codazzi", edic. Bogotá, julio
1969). El testimonio de Caldas lo adujo Fermín Toro en 1844, Títulos 11, p. 171, y
Guzmán (1874-75) tomándolo de la edic. del Semanario hecha por el Coronel
Joaquín Acosta en París en 1849. Negociación, ppu 48, 61, 64, etc.

3J
que las corrientes y la marejada presentan dificultades* riesgos, y
retardos enormes para rebasar el Cabo de Chichibacoa"37.
La negociación de Fermín Toro en Bogotá (1844-45), como
consecuencia del compromiso contraído por las partes en el Tratado
Romero-Pombo de 1842 en el sentido de que debían tratar de arreglar la
materia de límites, la tenemos estudiada en sus aspectos de fondo en "La
década fundamental" (cap. I). Principalmente, en relación con la Guajira y
el Golfo de Venezuela, los desaciertos del, por otros títulos, ilustre hombre
público, son innegables. A pesar de las numerosas pistas que el expediente
presentado por el neogranadino Coronel Joaquín Acosta sobre Sinamaica
le ofrecía para llegar a la conclusión de que se trataba de un expediente
mutilado y trunco, Fermín Toro no reparó en la hábil, cuanto criticable,
presentación de un cuerpo de documentos que por carecer de las piezas
centrales y definitivas, conducía a funesto engaño. Al expediente de
Sinamaica que Acosta sometió al estudio de Toro en 1844 le faltaban los
documentos que debían llevar la firma de los representantes de Riohacha y
de Maracaibo, y entre ellos, la pieza fundamental: el Acta de delimitación
del terreno de la villa de Sinamaica que se traspasaba de la primera a la
segunda jurisdicción. Además utilizó Acosta el falaz procedimiento de
alterar el orden de la aprobación por el Virrey, el 9-6-1791, de las dili-
gencias hechas por el gobernador de Riohacha ese año, anteriores a la
transferencia de la Villa, colocándola con posterioridad a este hecho que
tuvo lugar en 1792 dando la impresión de que con ese documento virreinal
culminaba cabalmente el expediente38.
Por el irregular procedimiento, la Nueva Granada avanzó su
reclamación de derecho de Punta Espada (183£) hasta los ejidos de
Maracaibo, como se expresó el abogado de Colombia, Dr. Aníbal Galindo
en su Ale

37. El original de la Nota en el Archivo Venezolano. Copia fo- tostática en eí Archivo de la


Dirección de Fronteras, Legajo MRE de España N9 18.

38 . El expediente mutilado y trunco presentado por Acosta lo reprodujo Julián Viso en la


Contestación (1884) pp. 392-396, donde se halla también la observación de la
alteración del orden de los documentos.

32
gato de 1882, y en sus memorias "Recuerdos Histéri* eos" 39. Y es que,
desprovisto el expediente de Sinamaica del acta de delimitación que vino
a ser localizada por Venezuela en 1882 en el códice completo existente eo
el Archivo de Indias de Sevilla (Audiencia de Caracas, legajo 148), a
Fermín Toro se le presentó como línea de demarcación interprovincial la
propuesta unilateral del gobernador de Riohacha quien carecía de
facultades para trazar linderos, no digamos de provincias, pero ni siquiera
de una villa como Sinamaica. Y aun de esa declaración, donde se advierte
con suficiente nitidez que la línea propuesta como lindero entre Maracaibo
(con la agregada Villa de Sinamaica) y Riohacha debía ir desde el Turpio
de Malena en dirección Nordeste hacia el mar (por consiguiente una
frontera indeterminable), Nueva Granada dedujo que le correspondía toda
la Guajira hasta el caño Paijana, divisoria que, en todo caso, sería entre dos
poblaciones de la misma Capitanía General: Maracaibo y Sinamaica.
La torpeza de Fermín Toro en reconocer "la autenticidad de los
documentos que se le han presentado sobre el territorio guajiro, y el título
que ellos dan a la Nueva Granada hasta los confines de la jurisdicción de
Sinamaica, análogo al que creía tener Venezuela sobre el mismo
territorioJiasta el Cabo de la Vela"40, habría tenido peores consecuencias si
no hubiera sido muy pronto desautorizado: a) por las vías de hecho,
mediante la intervención armada en la Guajira a los pocos meses —mayo
de 1845— de formulada la declaración; b) mediante una serie de
declaraciones que van desde las relativas a la defensa de los derechos de
Venezuela en la Guajira, como la nota de respuesta a la protesta neo-
granadina del 26 de mayo de 1845 y la protesta contra la ley neogranadina
de 1851 sobre colonización de la Guajira, hasta las desautorizaciones
expresas de Toro por los plenipotenciarios venezolanos Simón Planas
(1854), Julián Viso (1872), Antonio Leocadio Guzmán

39. Alegato presentado por parte de Colombia en el arbitramento


de límites con Venezuela (Imp. de La Luz, Bogotá 1882) -pp.
192 y 201. Galludo, Recuerdos Históricos...1840-1895 (Imp.
de La Luz. Bogotá 1900) p. 171.
40. Protocolo de la Conferencia del 25 de mayo de 1844. Títulos, II, p. 172.

3
2
(1874) confirmado todo por numerosos actos de jurisdicción* por tierra y
mar en la Guajira. Agrégase a ello que la constitución de 1864 (art. 13, N9
20) declaró al territorio guajiro como pertenencia de Venezuela. • Se le
podría disculpar a Fermín Toro la similar admisión respecto de los títulos
neogranadinos al territorio de San Faustino, pues aunque se barruntaba en
Venezuela que los nombramientos extendidos por los Virreyes a los
gobernadores de ésa mínima entidad se hacían por una comisión especial y
no entrañaban dependencia territorial de Nueva Granada41, en el estado de
los conocimientos de aquella época no le era dado tener noticias precisas
sobre el peculiar origen, y singular situación jurídica del enclave
gubernativo, autónomo, dentro de la provincia de Mérida y La Grita.
En cuanto a la frontera llanera hizo valer la Real Cédula de 1786 sobre
los límites de la Comandancia General de Barinas que hacía cinco años
había sido descubierta por el senador Antonio Febres Cordero en los
archivos de la Real Hacienda colonial en Caracas, en virtud de la cual
rechazó la línea del proyecto Miche- lena-Pombo y reclamó para
Venezuela la villa de Arauca.
Mas su mayor esfuerzo lo puso en la defensa de los derechos de
Venezuela a los territorios situados al Oeste de los ríos Oriñoco, Atabápo y
Negro en contrarréplica a la audaz reclamación de Nueva Granada a la
línea del Orinoco-Casiquiare-Negro basándose en la Real Cédula del 5 de
mayo de 1768. Ni el texto, ni el contexto de este documento regio
admitían la interpretación de que, tras la fusión de las dos Comandancias
creadas en 1762, la provincia de Guayana terminaba en el Orinoco,
Casiquiare y Negro, siendo así que con conocimiento pleno del Soberano
español, y obedeciendo a sus impulsos, aquella circunscripción mantenía,
a distancia considerable de esa supuesta línea divisoria, pueblos y fortines,
bajo el encargo expreso de frenar la expansión portuguesa que avanzaba
desde el Brasil. Sólo, mediante interpretación apresurada y superficial,
como la de algunos autores42 o por interés de avanzar su reclamación

41. Voto salvado del senador Juan Bautista Calcaño en 1838. Títulos II, pp. 32-33.

42. Guillermo Morón, en su Historia de Venezuela (Italgráfica, Caracas 1971), tras


reproducir el texto operativo de la cédula

34
desde el meridiano del Apostadero en una penetración
superior a la paulatina expansión de la llamada línea.
Schomburgk en la Guayana Esequiba, como lo hizo
Nueva Granada desde 1844, puede llegarse a la conclu-
sión de que la divisoria entre Guayana y el Virreinato
(nunca se decía cuál de sus provincias era la implicada
en los límites con Guayana) iba por el Orinoco, Casi-
quiare y Río Negro. Fermín Toro, aunque sin acertar
én el fondo de la cuestión, por el desconocimiento que
entonces se tenía de las instituciones españolas, sin poder
captar la aparente anomalía de la existencia entre 1762
y 1768 de dos Comandancias sobre el mismo territorio
de la antigua provincia de Guayana, sí refutó contun-
dentemente los razonamientos de Acosta, y adujo prue*
bas muy documentadas de la posesión por Guáyana dé
pueblos y fortalezas con aprobación de los monarcas
españoles, para fundamentar un uti possidetis juris per-
fecto.
Si a nuestro juicio, algo no estuvo a la altura encuan-
to a este sector de la frontera, fue en no haber interrum-
pido las negociaciones en cuanto la Nueva Granada
cambió su línea de derecho del meridiano del Aposta-
dero a la del Casiquiare, pues era claro que en 1833 la
había aceptado como de su estricto derecho, y la había
confirmado con el Tratado de 1842. Para un cambio de

de fusión de las Comandancias del 5-5-1768 én el t. V, p. 234 comenta: "Las


mutilaciones han sido claras en menos de dos siglos". Siguiendo a esté autor,
Alfonso F. González González en la1 obra El Oriente Venezolano a mediados del
siglo XVIII (B.A.N.H., 129, Caracas 1977), tras reproducir el mismo texto, anota:
"Esta es la Guayana de la segunda mitad del S. XVIII. Un país que se extendía
desde el Orinoco al Amazonas que por el Este limitaba con las colonias holandesa y
francesa y por el Oeste con el Río Negro, Casiquiare y Orinoco
...Inconscientemente estos autores coinciden con la interpretación colombiana de
1844 y a 1891 sobré la comentada cédula, merced a la cual aspiraron hasta el
Orinoco, Casiquiare y Río Negro. En La década jundamentd; caps. 1 y 8 tratamos
el tema, señalando que a la antigua provincia de Guayaüa pertenecían el Orinoco, el
Atabapo y el Negro (hasta que se dividió con Portugal) a ambas márgenés, lá
oriental y la occidental hasta una distancia que vino a precisar el Rey de España con
el tratado hispano-portugués de 1777, y otros actos regios relacionados con la
ejecución de ese instrumento, señalando que á la mencionada provincia le cubríala
líne^ de la confluencia más occidental del Yapurá o Caquetá.

S3
posición/de esa magnitud que entrañaba la aspiración a un territorio donde
cabían varias naciones europeas, se necesitaban argumentos mucho más
serios que la mentada cédula de 1768 interpretada con manifiesta
parcialidad43.
Hasta las conversaciones Güzmán-Murillo Toro (1874- 75), nos
hallamos con las que, en cuanto a los límites respecta, llamaríamos
negociaciones menores, como las no-natas de Manuel Ancízar (1846), las
negociaciones Aranda-Rivas (1851), Planas-Rojas Garrido (1854), todas
en Caracas, sin olvidar las gestiones de los plenipotenciarios venezolanos
José Gregorio Villafañe y General Carlos Luis Castelli en Bogotá (1855-
56) muy importantes en la cuestión de Los Monjes, las negociaciones
Arvelo-Murillo Toro (1868) y Viso-Galindo (1872), ambas en Caracas.
No creemos procedente en este momento seguir el hilo de las
discusiones en tan complejas negociaciones. Sólo voy a señalar algunos
puntos que considero de importancia que las historias diplomáticas
omiten44.
Las instrucciones a Medardo Rivas, impartidas por el canciller
neogranadino Victoriano de D. Paredes el 20 de septiembre de 1849,
merecen, al menos, una referencia.

43. En 1842 la Cancillería neogranadina solicitó al Excmo. Señor Arzobispo de Bogotá


la revisión del archivo eclesiástico en busca de documentos relativos a los límites
con Guayana. En respuesta del 15 de julio, el Prelado respondió enviando apenas
unas cédulas sobre las misiones de los jesuítas, y "un diario formado por el Capitán
Don Antonio de La Torre en el viaje que hizo de orden del Arzobispo Virrey". En
1844 ante nueva solicitud, respondió el Arzobispo con fecha del 8 de abril que no
existían otros documentos en el archivo,o pero hizo referencia a los capítulos 43» 45
y 46 de la Historia del P. Cassani, relacionados con las mismas misiones jesuíticas.
Correspondencia y copias de las cédulas en el Instituto de Investigaciones
Históricas de la UCAB. Las búsquedas se relacionaban con las negociaciones,
primero de Pombo, y después de Acosta quien avanzó la redamación a la línea del
Orino- co-Casiquiare-Río Negro en la conferencia con Fermín Toro el 17 de mayo.
Títulos, U, pp. 169-170.
44. Raimundo Rivas, Historia Diplomática de Colombia (1810- 1934), Imprenta
Nacional, Bogotá 1961 (N. B. Rivas falleció, cuando tenía terminada la obra, el 24-
2-1946). Germán Cavelier, La Política Internacional de Colombia (1959). 4 vols.
Caicedo Castilla y Andrade S., obs. cits.

36

■ v- . - ' . !v-\., 4'«.."


Ellas nos revelan la reacción que produjo en el go-
bierno neogranadino la actitud de Fermín Toro apenas
cinco años antes; y confirman lo ya asentado de que
fuera de la Guajira, en el resto de la línea de 1833 se
habían atenido los negociadores a lo que creían frontera
de derecho, conforme al uti possidetis juris.
En efecto, luego de referirse a la negociación Miche-
lene-Pombo, y tras indicar que en 1844 acordaron los
negociadores fijar primero la línea del uti possidetis
para después proceder a la de conveniencia, mediante
las mutuas concesiones, según lo propuso Fermín Toro,
continúa:

"Adoptado este método de proceder, el plenipoten-


ciario granadino Sr. Coronel Joaquín Acosta de-
mostró con argumentos irresistibles, y gran copia
de datos auténticos, que toda la península Goagira
hasta la villa de Sinamaica sobre la costa del Atlán-
tico, y el distrito de San Faustino en los confines de
la provincia de Pamplona, que eran entonces los
únicos territorios disputados entre las dos Repúbli-
cas, pertenecían y habían pertenecido siempre a la
Nueva Granada por justo título y ocupación per-
fecta" (subrayado por mí).

Prosigue con la admisión de Fermín Toro sobre los


títulos neogranadinos a la Guajira y a San Faustino, y
dice:

"Pero sí objetó a partir del Apostadero del Meta


el resto de la línea de derecho que el Sr. Acosta se
propuso establecer según queda dicho como base
de negociación para otra demarcación de fronteras
más natural y conveniente" (subrayado por mí).

Aquí viene a revelar la reacción del gobierno neogra-


nadino ante la actitud de Fermín Toro:

"Pero al llegar a dicho punto, es decir, al Aposta-


dero del Meta, el Penipotenciario venezolano no fue
ya tan dócil e ingenuo como su anterior conducta

57
parecía prometerla, sino que se resistió absolutamente a reconocer
los derechos de Nueva Granada puestos en claro, y hábilmente
sostenidos por el plenipotenciario granadino, a la frontera del Alto
Orinoco, Casiquiare y Río Negro".

Este párrafo me parece muy revelador, no sólo en cuanto indica la


impresión de docilidad e ingenuidad que la admisión de Fermín Toro
sobre los supuestos títulos de Nueva Granada a la Guajira y a San Faustino
les produjo, lo que aparentemente les movió a extender su reclamación al
Casiquiare esperando que fuera aceptada con semejante docilidad e
ingenuidad, sino que el lanzamiento de esta reclamación extrema fue
táctica: "como base de negociación para otra demarcación de fronteras
más natural y conveniente". Cuál era esa, parece desprenderse de la
comparación entre la declaración de Pombo en la conferencia con Juan J.
Romero (Caracas 30-4-1842) en el sentido de que en 1833 la Nueva
Granada "perdió mucho absteniéndose de hacer valer sus muy fundados
derechos sobre la península Guajira éntéra desde el Cabo de la Vela (sic),
hasta Sinamaica, y sobre una gran sección de terreno hasta la margen
izquierda del Orinoco que correspondían al antiguo Virreinato"45 y la
reclamación de 1844 hasta el Casiquiare: la frontera "natural y
conveniente" que perseguía la Nueva Granada era simplemente la del
Orinoco al Negro. La extensión al Casiquiare parece ser que la adelantó
como táctica, y movida por la docilidad e ingenuidad de Toro en los
sectores de la frontera Norte. Digamos de paso que del 18 de abril de 1844
hay un borrador de la cancillería bogotana en el cual, tras referirse a las
misiones de la Compañía de Jesús en el Orinoco sobre las que aquélla
pretendía fundar su título a la reclamación de ese río, confiesa: "Todas
estas fundaciones se hicieron por la Compañía de Santa Fe, de orden y con
auxilios del Virrey, pero ninguna base ofrecen para averiguar el uti
possidetis de 181Ó pues todas las comprendidas en las provincias que se
llamaban de Nueva Andalucía, Cumaná y Guayana quedaron segregadas
del Virreinato cuando aquellas pro

45: Títulos, II p: 67.

38
vincias lo fueron por la Real Cédula de 8 de set. de 1777 (véase el n 9 de
esta relación)" 46.
Se aprecia que Nueva Granada buscaba afanosamente cómo
fundamentar su reclamación al Orinoco, pero en abril de 1844 ni parece
que se les ocurriera el recurso a la antes citada cédula de 1768 cuando este
documento, aparecido en El Venezolano de Caracas N9 244 del 20 de
mayo, lo llevó a Bogotá en copia Fermín Toro y lo adujo en la conferencia
del 25 de junio. Y fue en la del 18 de julio cuando Acosta lo presentó
como título de Nueva Granada a la línea Orinoco-Casiquiare-Negro 47.
¿Sería, por consiguiente, entre junio y julio de 1844 cuando Nueva
Granada la reclamación que pensaba extender a la margen izquierda del
Orinoco basándose en las misiones jesuíticas por su dependencia de
Nueva Granada aunque estaba convencida de que no podía fundamentar
su uti possidetis juris, la amplió al Casi- quiare como táctica para obtener
la línea que buscaba por ella considerada c<natural y conveniente"?
También conviene señalar que Nueva Granada, después de haber
buscado documentos sobre las antiguas misiones jesuíticas del Orinoco
aspirando a fundamentar en ellas su título, una vez persuadida de que, con
la provincia de Guayana fueron traspasadas a la Capitanía General de
Venezuela, trató de contrarrestar el argumento de Fermín Toro basado en
la existencia innegable de diferentes misiones al Oeste de la línea Ori-
noco-Casiquiare-Negro, acogiéndose a la equivocada concepción,
difundida por Humboldt, en el sentido de que las reducciones eran
enclaves religiosos en territorios independientes de los gobiernos civiles.
Pero demos un paso más en el estudio de las instrucciones a Medardo
Rivas. A éste se le entregaron dos proyectos de tratado: el marcado con la
Letra B. establecía la línea según el uti possidetis juris fijado por Acosta
en 1844: "Art. I9 La línea fronteriza entre la

46. El borrador está escrito en papel con membrete que dice "República de Nueva
Granada. Secretaría de Estado del Despacho de Relaciones Exteriores", y se refiere a
la comunicación del Arzobispo cit. en la nota 43. Instituto de Investigaciones
Históricas de la UCAB.

47. Sigo sobre la aparición y presentación de la cédula de 1768 la cronología


establecida por Viso, Contestación, pp. 96-97»

39
Rep- de la N. G. y la Rep- de Venez- partirá del punto de la costa del mar
Atlántico denominado "Castillo Viejo de Paijana" en el Golfo de
Maracaibo y cortando la estacada conocida con el nombre de "Guardias de
Afuera" a una legua poco más o menos de distancia al Oeste de la Villa de
Sinamaica, se dirigirá al Eneal o derramadero del río Socuy o Limón;
subiendo por dicho río hasta sus cabeceras continuará desde ellas por las
cumbres de Montes de Oca...". Sigue la descripción como en el proyecto
Michelena-Pombo de 1833, a excepción del último trayecto, donde del
Apostadero del Meta la lleva por el Orinoco, Casiquiare, Guainía y Negro,
hasta la piedra del Cocuy.
No necesito explicar cómo Nueva Granada, no se contentaba con
fundamentar tan osada reclamación hasta el Castillo Viejo de Paijana, en
un expediente mutilado y trunco, sino que la línea que en éste aparecía
obviamente como eventual divisoria entre Sinamaica y Maracaibo, la
convertía por arte de la prestidigitación diplomática en la "de derecho"
entre las provincias de Maracaibo y Riohacha, entre Venezuela y Nueva
Granada: la línea del Socuy o Limón; con aspiraciones, por consiguiente, a
un extenso trozo de la vertiente oriental de la Sierra de Perijá. Por extraña
que parezca tan ambiciosa aspiración neogranadina, así se mantuvo hasta
el arbitramento español, pues en el Alegato (pp. 47-50) describiendo su
reclamación en sentido contrario, de Sur a Norte, dejó Colombia
estampado lo siguiente: "...siguiendo por la cumbre de la cordillera de
Motilones y de Perijá hasta el nacimiento del río Socuy; por las aguas de
éste hasta su confluencia en el Guasare, de aquí a la boca del Caño Paijana
en la Ensenada de Calabozo". Era una extraña línea que dejaría a Vene-
zuela en singular situación: con Sinamaica, pero sin el territorio donde se
levantaba el pueblo. En el proyecto entregado a Medardo Rivas, al menos,
se respetaba una parte del terreno de Sinamaica, aunque ni siquiera el que
por derecho municipal español, consagrado por las leyes de Indias,
correspondía aun a los pueblos nuevos de fundación misional.
Las dos excepciones que hemos señalado merecen comentario. La
primera, que llevaba la línea, como en el proyecto de 1833, por las aguas
del Río de Oro hasta su

40
confluencia en el Catatumbo, se apartaba de él a partir de este punto,
pues decía: "...por las [aguas] del Catatumbo hasta su confluencia en el
Zulia; enseguida subirá por el Zulia hasta la boca del río de La Grita".
Las instrucciones ^claran que esa aspiración superaba la línea de
derecho, que se trataba de un triángulo de tierras sin población, cenagosas,
pero que representaban para Nueva Granada obtener "el derecho perfecto
de navegar libremente el Catatumbo por donde podrían hacer un tráfico
provechoso con Maracaibo los habitantes de los Cantones de Ocaña,
Chiriguaná y Valle de Upar...".
Por ese triángulo de penetración hacia el llamado lago de Maracaibo —
quedaba instruido Medardo Rivas— podía ceder en la Guajira para que
partiera la línea del Cabo de Chichibacoa; a lo cual se agregaría otra "ce-
sión" al Sur que quedó plasmada en el segundo proyecto de tratado que
con la letra C se le entregó:
"Por el Orinoco aguas arriba hasta la confluencia con el Guaviare, el
Guaviare aguas arriba hasta el Atabapo; el Atabapo aguas arriba
hasta encontrar las del Temi; el Temi y Tuamini aguas arriba hasta
el caserío de Yavitá (sic); de aquí atravesando de Este a Oeste el
arrastradero o istmo pantanoso de Pi- michín, irá a buscar la
quebrada del mismo nombre por la cual seguirá aguas abajo hasta el
Río Guainía llamado más adelante Río Negro, y por el Río Guainía,
o Río Negro, aguas abajo hasta la raya del Brasil en la piedra del
Cocuy" 48.

Si prescindimos de la más precisa determinación de las distancias en el


laudo español de 1891, sorprende la coincidencia entre esta vieja
aspiración neogranadina de 1849 y la sentencia de la Reina María Cristina.
En otras palabras, el laudo español que aparentemente se apartó de la
máxima reclamación colombiana al Ca- siquiare, se ajustaba
suficientemente a sus intereses tales

48. Los docs. de la negociación de Medardo Rivas, en copias ma-


nuscritas de la época, se hallan en el Instituto de Investiga•
dones Históricas de la UCAB. Sobre la negociación, Títulos,
11, p. 71.

41
como habían sido expuestos en documento confidencial a su
plenipotenciario casi medio siglo antes49.
Desde luego que las conversaciones con el canciller venezolano
Licenciado Francisco Aranda entre los días 13 y 18 de agosto de 1851,
dada la irreductible decisión neogranadina de convertirse en ribereña del
Orinoco y Río Negro, habían de terminar en el fracaso, como en efecto
sucedió.
Se produjo un intento por renovar la discusión de límites con el envío
de José Gregorio Villafañe a Bogotá, a quien se impartieron instrucciones
el 28 de abril de 1852 en el sentido de que tratara de obtener en la Guajira
la línea de 1833; de Chichibacoa a la Sierra del Aceite, de ahí a la Teta
Guajira para buscar rectamente "las alturas de Montes de Ocd\ término
consagrado por el proyecto Michelena-Pombo que ha sobrevivido en la
creencia de muchos hasta nuestros días, a pes^r de que, hallada el Acta de
delimitación de Sinamaica por Venezuela en 1882, sobre la que se basó el
laudo español, se pudo comprobar que el terreno municipal asignado a esa
villa llegaba hasta los términos de Montes de Oca por el lado del Valle
de Upar. Nueva Granada designó como plenipotenciario ad hoc para la
negociación con Villafañe a José Manuel Restrepo quien el 14 de febrero
del año siguiente presentó a su gobierno un informe sobre la cuestión de
límites que no lo encuentro mencionado por los autores colombianos 50.

49 . En La década fundamental, cap. 11, tratamos de cómo el laudo


español en el 29 trozo de la Sección tiene las apariencias
de reparto equitativo, cuando en realidad fue la consecuencia
de sucesivos cortes al territorio que los diversos organismos
del gobierno español, durante la preparación del laudo, fue-
ron imponiendo en perjuicio de Venezuela.
50. Fotocopias de las Instrucciones a Villafañe en el Archivo de la Dirección de Fronteras del
MRE de Caracas, Sección 10, t. IV, vol. 2, p. 58. Las referencias a Restrepo y su
informe, en la documentación Rivas-Rojas Garrido del Inst. de Inv. Hist. de la UCAB.
El informe de Restrepo fue remitido por la cancillería de Bogotá con despacho N9 19
del 30 de marzo, 1853, a Rojas Garrido, pero no se halla entre los docs. de la UCAB.
En Títulos, 11, p. 72 se da una versión que no parece ajustada a los hechos, pues aparte
de que disponemos de las instrucciones a Villafañe, no fue luego de la llegada a Ca-
racas de Rojas Garrido cuando se consideró radicar ahí las negociaciones, sino en
diciembre, o sea siete meses después

42
El 12 de diciembre de 1852 el Dr. José María Rojas Garrido
plenipotenciario neogranadino en Caracas, comunicó a su gobierno que
Venezuela deseaba radicar las negociaciones en Caracas, y, aceptada la
propuesta, le fueron remitidas con fecha 19 de enero siguiente las mismas
instrucciones que habían sido impartidas a su predecesor Medardo Rivas.
Villafañe, en cambio, era partidario de la radicación de las conversaciones
en Bogotá, y de un arreglo negociado sobre límites que debía preceder a
todo tratado de amistad y comercio, siguiendo esta línea de mutuas
concesiones: a) en la Guajira la de 1833, es decir la del Cabo de
Chichibacoa; b) cesión de Nueva Granada a Venezuela de San Faustino,
donde, por concepto de derechos de bodega pagaba el comercio
venezolano en el puerto de los Cachos 30.000 pesos anuales. En
compensación Venezuela cedería a Nueva Granada el triángulo formado
por el Catatumbo y el Zulia con la línea del tratado de 1833 (singular
coincidencia con el proyecto entregado por Nueva Granada a Medardo
Rivas; c) cesión de terrenos por Nueva Granada a Venezuela de manera
que llevara la línea desde las crestas de las montañas de Pamplona a buscar
uno de los ríos: Lipa, Ele, o Casanare, y por él al Meta, a cambio de una
cesión venezolana de manera que se trazara la frontera por el Orinoco,
Atabapo, Guainía y Negro51.
Un acontecimiento se produjo similar a la solicitud de los casanareños
de 1830: la representación elevada al Presidente de Nueva Granada por los
habitantes de San Faustino el 31 de diciembre de 1852, en donde, tras
exponer las consecuencias que se les seguían de su aislamiento de Nueva
Granada, como medio de afianzar la paz entre las dos Repúblicas y
aumento del comercio, fuera incorporado su territorio a Venezuela.
Villafañe logró obtener la información del contenido de esa repre-
sentación, y la transmitió declarando que lo hacía "en tales términos más o
menos", mientras la cancillería bogo

del nombramiento de Villafañe, y cuando acababa de ser nombrado Restrepo.


:
51 . Villafañe a MRE de Venezuela, Bogotá 20-1-1853. Fotostatos en Archivo de la Diréc.
de Fronteras, Sección 10, t. IV, vol. 2, pp. 122 ss. La correspondencia de Rojas
Garrido en la documentación de la IJCAB.

43
tana informaba a su plenipotenciario, en despacho N9 27 del 14 de mayo
de 1853, que la petición era falsa y promovida "por un tal Rueda" a quien
se sometería a juicio52.
Mas no fueron estos acontecimientos los que influyeron en la
suspensión de las conversaciones que Rojas Garrido mantuvo con Simón
Planas, en representación de Venezuela, pues llegaron, en materia de
límites, a un acuerdo basado en la línea de 1833 en la Guajira, a cambio de
otra que iría por el Orinoco, Atabapo, Guainía y Negro. Según la versión
de la cancillería venezolana, la ruptura se produjo por la exigencia
neogranadina de que las estipulaciones en materia de libertad de tránsito de
su comercio por territorio venezolano, habían de tener carácter
permanente53.
El fracaso de estas negociaciones no fue óbice para que en los años
subsiguientes se produjera una definición en materia territorial de especial
significación: la conocida nota conjunta de los plenipotenciarios venezo-
lanos en Bogotá, José Gregorio Villafañe y General Carlos Luis Castelli
(quien lo era ad hoc) del 29 de febrero de 1856, a raíz de la publicación en
la Gaceta Oficial de Bogotá el día anterior del contrato entre el gobierno de
la Nueva Granada y el señor John Sidney Thraser, en representación de
John E. Gowen de Boston para la explotación de algunas islas de Nueva
Granada entre las que se incluyeron Los Monjes 5\ Es conocida la
respuesta de la Nueva Granada, como lo publicó en la Gaceta Oficial del 3
de marzo, que había sido por error de imprenta la inclusión de Los
Monjes en lugar

52. La petición de los habitantes de San Faustino, en copias fo- tostáticas del Archivo de
la Direc. de Fronteras, id. id. pp. 117-120. Sobre ese documento escribe Villafañe al
MRE. en id. id. pp. 160-161. La comunicación a Rojas Garrido, en los docs. de la
UCAB.

53. El acuerdo en materia de límites en copias fotostáticas del Arch. de la Direc. de


Fronteras ya cits. Sección 10, tomo IV, vol. 2, pp. 90-91. Títulos, 11, p. 72.
Recordemos que fue en estas negociaciones cuando Planas, repudió a nombre de Ve-
nezuela la declaración de Fermín Toro de 1844 sobre los supuestos títulos de Nueva
Granada en la Guajira, y adujo en prueba la protesta venezolana contra la ley
neogranadina del 20-5-1851 sobre establecimiento de una colonia en aquella
península.

54. MRE. Colombia 144.


de Los Mangles, pero Castelli informó al gobierno de Caracas que el
canciller neogranadino Don Lino de Pombo había actuado con mucha
rapidez y secretamente para que pasara la inclusión de los Monjes en el
contrato, con la oposición del Ministerio de Hacienda55.
Otros asuntos políticos, aunque también relacionados de alguna manera
con los límites, debemos marginarlos en este trabajo en gracia a la
brevedad, como en los proyectos neogranadinos de reconstitución de la
Gran Colombia en el que se incluía un artículo que favorecía la
incorporación de territorios de otros estados, mientras que en el proyecto
venezolano de alianza entre Venezue

55. Comunicaciones de Castelli al MRE de Venezuela del 1 y 6 de marzo, 1856, con la


aprobación de la Cancillería de Caracas por la rapidez con que habían actuado, en
despacho del 15 de abril. Fotostatos en el Archivo de la Direc. de Fronteras, ya cits.
pp. 352, 364 y 388. La maniobra neogranadina fue advertida por el gobernador de
Coró en oficio al M. de Relaciones Interiores de Venezuela del 21 de abril. Id. id. p.
390. La tan comentada nota conjuta, y respuesta del canciller Pombo ha hecho
olvidar, al tratar el asunto de Los Monjes, tanto por el lado colombiano, como por el
venezolano, una anterior de Castelli a Pombo del 15-10-1855 aludida por la nota
conjunta en referencia, donde en respuesta a la reclamación neogranadina contra la
intervención venezolana en la Guajira en 1848, asienta con datos cómo el dominio de
Venezuela en esa península era secular. Misión del General Castelli a Bogotá.
Documentos referentes a quejas del gobierno venezolano al gobierno neogranadino
(Imp. del Neo-granadino, Bogotá 1855). Un ejemplar en MRE. Colombia 144. La
razón del olvido de la nota de Castelli es que la atención de parte y parte se ha
centrado en la nota colombiana de reconocimiento de la soberanía venezolana sobre
Los Monjes de 1952, y sólo incidentalmente en cuanto en ella se hace referencia a la
nota de Villafañe y Castelli de 1856. Así en los autores colombianos: Eduardo Zuleta
Angel, El llamado Golfo de Venezuela (Bogotá 1971); C. Moyano Bonilla y E.
Vásquez Rocha, Los Monjes y las Bahías Históricas ante el Derecho Internacional
(Bogotá 1971); Francisco Urrutia Holguín, Historia Diplomática (Bogotá 1964);
Alfredo Vázquez Carrizosa, La Política Internacional de Colombia, 1951- 52
(Bogotá 1952); Hernando Holguín Peláez, Los Monjes (Bogotá 1975). Se comprende
en los autores colombianos el reparo en ahondar sobre las negociaciones Villafañe y
Castelli sobre Los Monjes y la Guajira, porque en ellas se encuentran testimonios del
dominio de Venezuela en el Golfo de su nombre, además de Los Monjes, pero
similar negligencia no es tan disculpable en los juristas y escritores venezolanos que se
han ocupado de la materia.

45
la y Nueva Granada se estipulaba expresamente que, aunque un territorio o
estado, quisiera desmembrarse^ la otra parte no lo consentiría. Estas
diferencias proyectadas sobre la conversación abierta de los granadinos de
mayor influjo, entre los que se destacaba el General Tomás Cipriano de
Mosquera, sobre la necesidad de anexar a la Nueva Granada "la provincia
de Maracaibo y parte de la de Mérida" llevaban en su seno una carga
explosiva de impredecibles consecuencias, y ciertamente no contribuían a
la solución de las cuestiones de lí* mites56.
Tras la guerra de la Federación venezolana, se produjeron una serie de
intentos, fracasados como Jos anteriores, dado el empeño de Nueva
Granada (después Colombia) de pretender llevar sus fronteras hasta los
ejidos de Maracaibo frente a la isla de San Carlos y su imponente fuerte
que defendió la ciudad y su barra desde el siglo XVII, cuando Riohacha,
tras efímera prosperidad que culminó en 1564, se esforzaba por sobrevivir
en su transición a la economía agropecuaria, acosada por los guajiros,
quienes asaltaban haciendas y hatos en la ceja

56. Un indicio de la desconfianza que se tenían entonces los gobiernos de Caracas y de


Bogotá nos la da la interpretación que del viaje realizado por Antonio Leocadio
Guzmán como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante los gobiernos
del Perú, Bolivia, Chile y la Confederación Argentina en 1853, adelantó Rojas
Garrido en comunicación a su gobierno del 23 de marzo, un mes antes del
nombramiento de aquél. Evidentemente que el viaje tenía objetivos políticos, entre los
cuales estaba la mediación venezolana entre Perú y Bolivia y el proyecto del canciller
Simón Planas del Código de Derecho Público Americano, a la vez que dar remate a la
vergonzosa cuestión del cobro del llamado millón del Perú, la suma ofrecida por ese
país a Bolívar y decretada por su Congreso Constituyente en 1825. Mas en todo el
proceso no aparece el proyecto que Rojas Garrido atribuye a Guzmán de promover
una Confederación Americana con la exclusión de Nueva Granada y Ecuador, asuntó
que inquietó al gobierno de Bogotá hasta el punto que instruyó a Manuel An- cízar, su
representante en Quito, e informó directamente a la Cancillería ecuatoriana en nota
del 2 de noviembre. La carta de Rojas Garrido con notas al margen en el Inst. de Inv.
Históricas de la UCAB. Sobre el viaje, Díaz Sánchez, Guzmán, elipse de una
ambición de poder (2^ edic. Edime, Madrid, Caracas 1952) pp. 395 ss.

46
misma de la ciudad51. Era sencillamente desvergonzada su pretensión de
llevar la frontera hasta el Viejo Castillo de Paijana58 levantando allí en el
estrecho, o caño de

57. Ojer, El Golfo de Venezuela, Introducción (nota 40) y notas


1
3.1 y 4.3, 4.4 sobre Riohacha y rebeliones guajiras. Él Castillo se denominó San Carlos
de Madureka, por el Goberna-. dor y Capitán General de Maracaibo, Don Jorge de
Madureira y Ferreira quien promovió su construcción en 1680. Véase re-
producción del plano en Hermano Nectario María, Mapas y : Planos de
Maracaibo y su región (1499-1820), N9 16. Arcila Farías, Historia de la
ingeniería, I, p. 186, califica a Isava dé realizador del Castillo de San Carlos,
trabajo que ejecutó en cinco años antes de 1781. Fue uno de los reconstructores
{véase la nota siguiente).
Por Real Cédula dada en Madrid el 14-3-1682 se ordenó al Gobernador de Mérida
y La Grita, don Antonio de Vergara y Azcárate, que para la mejor defensa de
Maracaibo residiera allí. Se tomaron en cuenta las invasiones enemigas, y en
especial la de, 1678. José Antonio de Armas Chitty, Documentos para la Historia
Colonial de los Andes Venezolanos (Siglos XVI al XVIII), (UCV, Caracas 1957)
pp. 57-60.
58 . La construcción del castillo de Paijana és del siglo XVIII. Eñ la cit. obra del Hermano
Nectario, N9 28, figura un mapa al que se le atribuye la fecha 1744-46 de la
"ensenad^. que ay entre los dos cabos de Sancta Anna y Chichibacoa" en el que,
con las fortalezas de Barbosa, Zaparas y San Carlos, figura con la letra D, como la
cuarta defensa de la Barra, "la parte donde se ha de edificar la torre y casa fuerte de
Paijana". En la Guajira no aparecen sino unas referencias geográficas del litoral, y
en el extremo del mapa Riohacha. En el mapa de 1774 (id. N9 36) levatado
después de fundada Sinamaica (septiembre) aparece con toda nitidez la función del
Fuerte de Páijána, emplazado en el extremo occidental de la isla de San Carlos, de
manera que el. hato del Rey que había estado expuesto siempre al pillaje de los
indios quedaba en medio. La leyenda del mapa expresa: "Los Fuertes de San
Carlos, Zaparas y Torre de Paijana, como se evidencia su colocación fue para
defender la entrada al Puerto, bien que este último ha sido en' algún modo la
contención de los Guagiros y Co- sinas, y sugeción de los que se arranchan en la
isla del Castillo por su propia Utilidad ...".
Mas en Paijana se mantenía de tiempo inmemorial una guardia en defensa, del
puerto locál llamado Santa Cruz de Paijana, y sabemos que en 1715 el Gobernador
de Maracaibo, Don Francisco de la Rocha Ferrer, después de ejecutar obras en el
castillo de San Carlos^ proyectaba levantar la casa fuerte de la boca de Paijana
"para defensa de la guardia que en ella se mantiene". Los Oficialés Reales de
Maracaibo a S.M. í 10-10-1715. Los mismos en^ 25-9-1718 informan del co-
miso hecho en el Piierto í de iSanta Crut de Paijana. AGI. Sto. Dom. 660. La
reclamación colombiana a Paijana ¿qui-

47
ese nombre como el cuarto fuerte de la Barra y para
defender el terreno municipal de Maracaibo contra los
indios insumisos. Asimismo, por no citar otros sectores
de la frontera, su aspiración a despojar a Venezuela de
una posesión secular (desde mediado el siglo XVIII) de
pueblos y fortines fundados al Oeste, no digamos del
Casiquiare, sino del Orinoco-Atabapo-Guainía-Negro,
hasta 1810 con la aprobación y estímulo del soberano,
con el consentimiento de Nueva Granada desde 1810
hasta 1844, y desde esta fecha con la protesta de ese
país pero sin que hiciera nada por avanzar su línea de
poblamiento colonial, adosada a la cordillera oriental
a cientos de kilómetros de distancia59. Era fiel a su secu-
lar orientación cordillerana.
No era cuestión de la calidad personal de los negocia-
dores de una y otra parte, sino de la imposibilidad de
que Venezuela sacrificara sus áreas vitales, especial-
mente en el Golfo de su nombre, en la llanura, y en su
orientación amazónico-orinoqueña para admitir un avan-
ce neogranadino por las buenas, como no lo habría so-
portado siquiera como consecuencia de un conflicto
armado.

valía a que Venezuela hubiera reclamado desde la boca del río Calancala frente al
castillo de San Jorge de Riohacha. Un recuento minucioso y documentado sobre la
construcción y reconstrucciones de San Carlos, Paijana, Zaparas y Barbosa,
fortalezas de la Barra, en Raúl Tomás López Rivero, Fortificaciones de Maracaibo.
Siglos XVII y XV111 (Universidad del Zulia, Maracaibo 1968).

59. Bastaría citar el informe de Codazzi como jefe de la Comisión Corográfica neogranadina
al gobierno de Bogotá sobre el río Meta del 21-4-1856 donde se señala el
despoblamiento a causa de las correrías, por la banda derecha del río, de los
Guahibof y Chiricoas feroces, mientras en la banda Norte estaban los Yaruros y
Otomacos pacíficos. La aduana de Nueva Granada estaba en Cafili sobre el Pauto a
cuatro leguas de su confluencia en la banda N. del Meta, aproximadamente a
doscientos kilómetros al Oeste de la actual frontera con Venezuela en ese río.
Codazzi, Geografía Física I Política cít. (Bogotá 1959) pp. 386-397. Por supuesto
en la banda sur del Meta, Nueva Granada no tenía establecimiento alguno desde
Cabuyaro junto al Upía. Muy expresivo es el dato que debo al Dr. Daniel
Barandiarán de que Oro cu é, como aparece en los cuadernos de Miguel Tejera, aún
inéditos, fue fundado por venezolanos.

48
Uno de los más insignes negociadores neogranadinos
fue el Dr. Murillo Toro quien ejerció por dos períodos
la más alta magistratura de su país. En las primeras
negociaciones en las que participó en 1868 (negocia-
ciones Arvelo-Murillo Toro) fue Venezuela quien increí-
blemente recortó sus aspiraciones en la Amazonia a las
Cabeceras del Memachí —error que tuvo peores conse-
cuencias en el tratado de límites entre Venezuela y el
Imperio del Brasil de 1859— cuando le asistían títulos
indiscutibles a la boca más occidental del Caquetá, como
lo apreciará a los pocos años Antonio Leocadio Guzmán.
Fuera de ese desliz, y el continuar adherido al Apos-
tadero del Meta, aunque localizándolo en el pueblo de
Yaruros que con el nombre de Paruro se hallaba en;
cerro Pelado, vale mencionar que Arvelo llevó la pro-
puesta de frontera desde la sierra de Perijá en linea
recta al Cabo de la Vela, sin la equivocada referencia a
las cumbres de Montes de Oca80.
Ascendido a la Presidencia de Colombia el Dr. Ma-
nuel Murillo Toro, trató de sacar las relaciones con Ve-
nezuela del punto de tensión alcanzado en la anterior
administración del General Eustorgio Salgar. Para ello
escogió a quien, en lo adelante, había de quedar estre-
chamente vinculado a las cuestiones de límites con Ve-
nezuela y con Perú. Miembro varias veces del gabinete
ejecutivo, a pesar de su militancia liberal, había de ser
escogido por el Presidente conservador Miguel Antonio
Caro (1893) como Magistrado de la Corte Suprema de
Justicia. Ese era el Dr. Aníbal Galindo61.
Por parte de Venezuela fue nombrado plenipoten-
ciario el abogado valenciano Dr. Julián Viso, cuyos
méritos en la codificación del derecho civil venezolano

60. Protocolo de la conferencia del 2-6-68 en Títulos. 11, pp.,


72-74.
61. Sobre Galindo se hallan numerosas referencias en las obras de Luis Martínez
Delgado, República de Colombia, 1 (1885-* 1895), Bogotá 1970, Carlos Restrepo
Canal, La Nueva Granada, t. 2 1840-1849 (Bogotá 1975); Abel Cruz Santos,
Economía y Haóienda Pública, t. 1. De los aborígenes a /a Federación (Bogotá
1961); Francisco Andrade S., Demarcación de las Fronteras de Colombia (Bogotá
1965); Julio Londoño, Integración del territorio colombiano (Bogotá 1967). El
propio Galindo publicó su autobiografía, Recuerdos Histó* ricos... 1840-1895 (Imp.
de La Luz, Bogotá 1900).

49
son reconocidos Había de desempeñar las carteras de
Exteriores e Instrucción Pública en diversos gabinetes.
Gomo su colega Galindo, a quien confiaría su país la
redacción del Alegato, no sólo sería autor del Alegato de
Venezuela (1883), sino también de la Contestación al
de Colombia (1884) y de otros importantes trabajos
durante el proceso arbitral español, como abogado y
Agente confidencial de nuestro país63.
Mientras se desarrollaba la plenipotencia de Galindo
en Caracas, el Presidente de Venezuela, Antonio Guz-v
mán Blanco, propuso reunirse con Murillo Toro en Ba-
rranquilla a fin de trazar un plan de acción que propon-
drían a las demás repúblicas hispanoamericanas frente a
la cuestión de Cuba, y con prescindencia de los Estados
Unidos. Allí se tratarían las cuestiones pendientes entre
Colombia y Venezuela, incluida la de límites. Por la
negativa de la Cámara de Representantes de Bogotá a
autorizar a Murillo Toro la conferencia presidencial se
frustró la que podía haber sido una iniciativa de tras-
cendencia en el Continente64. Mas no parece que esta-
ban dadas las condiciones para el arreglo de la cuestión
de límites, como se demostró en la negociación Viso-
Galindo en noviembre de 1872, en la que bastó que el
valenciano declarara que no aceptaba "las confesiones y
reconocimientos hechos por los plenipotenciarios de Ve-
nezuela en cuanto ellos contradigan los derechos de
propiedad al territorio que sostendrá como de la perte-
nencia de la República", para que Galindo se negara a
entrar en la cuestión de límites, materia que a juicio del
gobierno de Caracas debía ser arreglada antes de dis-
cutir los demás asuntos de comercio y navegación, y

62. Fernando Chumaceiró Chiarelli, Bello y Viso codificadores.


Estudio comparado del Código Civil de Bello y el Proyecto
de Julián Viso (Univ. del Zulia, Direc. de Cult. Maracaibo
1959). ;
63. Augusto Mijares, Biografía de Don Julián Viso 1822-1900 (Colección Biografías
Escolares, 29. Ministerio de Educ Caracas 1974). En las negociaciones con Galindo,
no era Viso Ministro de Relaciones Exteriores como dice Andrade, Demarcación,
p. 398.

64. Hallo en Recuerdos Históricos de Galindo el recuento más preciso del plan de.
Guzmán Blanco. ¿ -

50
otras cuestiones pendientes entre los dos p a í s e s A
juzgar por el testimonio del propio Galindo en su Re-
cuerdos Históricos, la declaración de Viso la interpretó
alusiva a la admisión de Fermín Toro sobre los presuntos
títulos de Nueva Granada a la Guajira.
Esta intransigencia del plenipotenciario colombiano,
sabiendo como debía saber que Venezuela había desau-
torizado la declaración de Toro a los pocos meses con
su acción militar en la Guajira y con la justificación del
hecho en ía nota de respuesta a la protesta neograna-
dina de 1845, sin contar otras veces que la había repu-
diado expresamente —la última por Simón Planas eñ
1854— revela la ausencia de voluntad sincera de nego-
ciar la materia de límites. Muy diferente de la admisión
de Fermín Toro, quien se excedió de las instrucciones
que le había impartido el canciller Francisco Aranda,
1
era la aceptación plena, por el Ejec " ^
greso neogranadinos, y ratificada
su plenipotenciario Lino de Pombo en el lapso 1833-1842
como línea de su uti possidetis juris, la recta del me- 1
ridiano del Apostadero del Meta al Sur. Sin embargo el
apartarse de esa posición no impidió que Venezuela
renovara las negociaciones fronterizas. Incluso Nueva
Granada había aprobado y ratificado el Tratado Rome-
ro-Pombo de 1842 en el que se contenía el reconoci-
miento de la soberanía venezolana sobre la margen
occidental del Orinoco, cuando a los dos años reclamó
como territorio propio, no sólo hasta el Orinoco, sino
hasta el Casiquiare. ¿Había lugar para interrumpir las
negociaciones porque Venezuela desautorizaba las de-
claraciones, como la de Fermín Toro, que no se hubie-
ren ajustado al uti possidetis juris auténtico? Más aún:
¿cabía tal intransigencia, cuando los supuestos títulos
neogranadinos que Toro admitió con sobrada ingenui-
dad y candor se fundamentaban en un expediente muti-
lado y trunco, y, por ende, adulterado? La intransigencia
sube de punto si se toma en cuenta que ía reclamación
neogranadina fundada en ese expediente, mediante ma-
labarismos diplomáticos, había trastocado la línea inter-

65. Protocolo de la conferencia del 18-11-1872 en Títulos, II, pp. 74-77. Notas cruzadas
entre los dos plenipotenciarios, en id. pp. 77-80.

n
na de división entre dos pueblos de la Capitanía General —la del Socuy-
Limón-Caño Paijana, divisoria entre Maracaibo y Sinamaica— como si
fuera el lindero entre esa provincia y la de Riohacha con el objeto de
llevar su reclamación, en una de las zonas más críticas de Venezuela,
hasta los ejidos de Maracaibo.
Desde las negociaciones Toro-Acosta, las más importantes, las que con
todo rigor pueden admitir el apelativo de mayores fueron las conducidas
por Antonio Leocadio Guzmán, en representación de Venezuela, y por el
ex-presidente colombiano Manuel Murillo Toro, por su país, en Caracas
1874-75, De ellas trato en "La década fundamental" señalando: a) Cómo
para esa fecha Venezuela había recopilado una muy valiosa colección de
documentos, mérito que el guzmancismo atribuía a su régimen, pero que
en realidad se remontaba a las búsquedas de Baralt y aun de Fermín Toro
en España66. En ese trabajo justo es destacar la labor de Fernando Arvelo y
de Julián Viso, b) Aunque todavía no se localizó el expediente completo
de Sinamaica, el enfoque de Guzmán sobre las cuestiones de jurisdicción
en la Guajira dio un vuelco a la fundamentación de la posición de
Venezuela y refutación de la reclamación colombiana. Como no supo
Guzmán que Pedraza ya había sido desmantelada por el Virreinato en
1790, erró en su planteamiento sobre la defensa de la base de la Guajira,
supuestamente dividida entre aquella villa y Sinamaica, cuando la realidad
era que se llegó a 1810 con un repliegue total del Virreinato a la propia
ciudad de Riohacha. c) En cuanto a San Faustino, además de rechazar,
como lo había hecho en relación con la Guajira,

66. El propio Guzmán recordó las pesquisas de Baralt y de Fermín Toro, Negociación p. 25,
donde señaló un hecho doloroso: " . . . y cierto es también que el Señor Toro con
igual encargo obtuvo siete [documentos] mas, mui importantes, en los archivos de
Sevilla, pero por desgracia estos últimos fue- ron mas tarde, en 1849 ó 1850
sustraídos furtivamente de los archivos del Gobierno". El autor de la presente obra
narra otra sustracción aún más dolorosa, por su magnitud e importancia, de cuatro
legajos del archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (1972) en su libro Los
Documentos de la Casa Amarilla (Historia de una Calumnia): Afortunadamente
fueron hallados por la DISIP en poder del Dr. Rafael A. Batlles Hernández (1974).

52
la declaración de Fermín Toro, adujo, en defensa de la soberanía
venezolana, una serie de documentos, entre los que se destaca un
expediente localizado por Baralt sobre el arriendo de los puertos de
aquella ciudad (1764). d) En relación con la frontera llanera, acertó en
señalar que la Cédula de 1786 determinaba el perímetro de la
Comandancia de Barinas, pero que había que tomar en cuenta, además, el
territorio correspondiente a San Cristóbal. Rechazó el término del Aposta-
dero del Meta, hizo la exégesis más correcta de la Cédula de 1786, y, aun
sin conocer el expediente infructuoso sobre erección del Obispado de
Barinas donde aparecía la propuesta de substitución de la recta imaginaria
por una línea que subiera por el Lipa a las Barrancas del Sarare, buscó
como lo había hecho Villafañe, una fórmula similar por el Ele al Meta, e)
En cuanto a los territorios situados al Oeste de los ríos Orinoco, Ataba- po,
Guainía y Negro, Antonio Leocadio Guzmán volvió a dar un vuelco a la
fundamentación de la posición de Venezuela. Con acertada utilización de
documentos, algunos recopilados por Baralt en 1844, relativos a la
ejecución del Tratado hispano-portugués de 1777, instrumento que fijó,
como línea de cobertura de los establecimientos españoles, al Norte, todos
de la provincia de Guayana, la que iba desde la boca más occidental del
Yapurá o Caquetá, demostró que el pieridiano del Apostadero, también
denominado meridiano de Codazzi, no cubría suficientemente el territorio
venezolano. De ahí nació la reclamación a la línea del Apaporis, Yapurá o
Caquetá, río de los Engaños, etc., hasta la boca del caño Isemena en la
margen meridional del Río Meta, en la cual cabía discutir el trazado en sus
pormenores, pero no en cuanto a que el Apaporis, boca más occidental del
Caquetá, había sido asignado por Carlos III como cobertura de la pro-
vincia de Guayana. Erá la auténtica orientación y base amazónica dada a
nuestra Guayana como provincia antemural frente a l a expansión
lusitana, misión que por el otro extremo era compartida por el Gobierno
de Mainas.
Por supuesto en el contrapunteo de exposiciones de los dos
plenipotenciarios era imposible conciliar las
fronteras de derecho quedada parte reclamaba67. Tampoco hubo tiempo
para intentar una solución de compromiso como habían previsto al
comienzo de las conversaciones. La fundación del pueblo Guzmán
Blanco, en el Guainía, fue protestada por Colombia en tales términos, por
nota del 24 de junio de 1875, que condujo a la ruptura de relaciones por
Venezuela, mediante extensa nota del 23 de diciembre del mismo año 68.

67. Los protocolos completos de la negociación fueron publicados en 1875, tanto por
Colombia: Límites entre Colombia y Venezuela (Imp. de Medardo Rivas) como por
Venezuela: Negociación de Límites entre 1874 y 1875 entre los Estados Unidos de
Venezuela y los Estados Unidos de Colombia (Imp. de La Opinión Nacional, Caracas)
la cual ha sido reproduc. en la Colección "Fronteras", N9 3 del MRE (Caracas 1979).

68 . Después de publicado el protocolo de la negociación, la cancillería de Caracas imprimió,


junto con el Epílogo en el que Guzmán formuló una propuesta de arreglo de la
cuestión mediante una línea de convenimiento, las notas cruzadas entre los dos
gobiernos con ocasión de la fundación del pueblo Guzmán Blanco en el Guainía, en
un folleto titulado "Límites entre los Estados Unidos de Venezuela y los de Colom-
bia", opúsculo que viene impreso con el tomo Negociación ya cit. de la Colección
"Fronteras".

54
II

EL PROCESO ARBITRAL ESPAÑOL


Entramos en una materia que por su complejidad e importancia ofrece
especiales dificultades a la síntesis, aun habiéndola tratado extensamente
en nuestra obra "La década fundamentar' a la que nos remitimos. •
Las leyendas, surgidas al margen de la historia docu- mental y crítica,
han deformado la interpretación del proceso, comenzando por la
atribución al plenipotenciario de Nueva Granada —el ilustre panameño
Don Justo Arosemena69— la escogencia del arbitramento de derecho: "...
con una sola palabra "juris" —clamó en el parlamento de Bogotá el
abogado y general Rafael Uribe Uribe— el sagaz Doctor Arosemena,
conocedor perfecto de la materia del pleito derribó esos 24 volúmenes
trabajosamente adquiridos por Venezuela en investigación de largos años,
hecha en sus propios archivos y en los de España, y echó por tierra los
otros 9 volúmenes de polémica formados por los negociadores de ese
país. Eso se llama talento. Eso se llama diplomacia. Gloria al sabio Doctor
Arosemena que tamaño triunfo alcanzó" (Tratados con Venezuela.
Bogotá 1896).
En Venezuela —valga la mención de Agustín Ascaño Jiménez— es
frecuente achacarle también a Arosemena la habilidad de haber
convencido a los Guzmanes para que se recurriera en la grave
controversia al arbitramento del Rey de España. La verdad es otra.
Arosemena, ^s cierto, fue factor fundamental en el restablecimiento dé las
relaciones diplomáticas entre nuestros dos países por el acta del 7 de enero
de 1881, también llamada Protocolo de la reconciliación. Le movía la
preocupación por los riesgos que se cernirían sobre su país, durante la
guerra del Pacífico (1879-1883) en el caso de terminar en un conflicto
armado con Venezuela por causa de la

69. Véanse Octavio Méndez Pereira, Justo Arosemena (2* edic. Panamá); J. D. Moscote y E
J. Arce, La vida ejemplar d§ Justo Arosemena (Panamá 1956).

«
disputa de límites70. Sin embargo, su propio testimonio no deja lugar a
dudas de que, desde un principio tuvo perfecta coincidencia con el
Presidente Guzmán Blanco en cuanto a la escogencia de la vía arbitral,
medio considerado por éste como el más seguro para salvar su
responsabilidad ante la opinión pública, y que fueron Guzmán Blanco y su
padre Antonio Leocadio —partidario en un principio de las negociaciones
directas— quienes exigieron que el arbitramento fuera de estricto derecho:
"...Pero insistió [Guzmán] en que el arbitramento fuese de derecho
riguroso, y para no hacer fracasar las negociaciones, tuve que ceder en
aquel punto", escribió Arosemena.
De las actas de esta breve negociación se desprende que el proyecto de
tratado fue redactado por Antonio Leocadio Guzmán, y que comparado
con el texto definitivo, apenas sí se sorprenden algunas variantes de estilo
y redacción71. Arosemena refiriéndose al compromiso arbitral, señala:
"Yo lo había concebido en términos, como un contraproyecto que
propuse, pero no fue aceptado. Prescindiendo de ía redacción, en
que hubiera sido yo más conciso, hay algo en el fondo del proyecto
que no me satisface del todo, a saber: l 9 que se haya restringido la
acción del árbitro a fallar rigurosamente en derecho, siendo así que
pudiera haber, y probablemente hay, punto en que faltando dispo-
siciones perfectamente aplicables del antiguo soberano, había
necesidad de que el juez procediese más bien como arbitrador o
amigable componedor; y 29 que no se haya designado un substituto
para

70. Arosemena llegó a la Guaira el 30 de noviembre de 1880. Muy pronto se pusieron de


acuerdo los plenipotenciarios en cuanto al restablecimiento de relaciones de los dos
países mediante el acta del 7-1-81, llamada Protocolo de la reconciliación. Sin,
embargo se demoró su aprobación, por interposición del nombramiento de Ministro
de Relaciones Exteriores de Colombia en la persona del antíguzmancista Ricardo
Becerra. Superado este incidente, vino a ser recibido Arosemena oficialmente por el
Presidente Guzmán Blanco el 10 de sept. En los días 12 y 13 negoció el compromiso
arbitral, el cual fue firmado el 14.

71. El Protocolo de la reconciliación del 7-1-81 y las actas de


los días 12 y 13 de sept en MRE. Colombia 106.

56
el caso en que el primer nombrado no pudiese aceptar, y para el que
indiqué al Gobierno de una de las Repúblicas
Hispanoamericanas"72.

El arbitramento de estricto derecho, como solución de las controversias


de límites era, a juicio del Canciller Seijas, la única vía compatible con la
prohibición constitucional sobre enajenación de territorio, contenida,
según él, en las Constituciones de 1858, 1864, 1874 y la que acababa de
ser sancionada en 1881. Esta fue la doctrina que desarrolló en las
instrucciones a Guzmán del 12 de septiembre, y en 1882 en las notas
dirigidas al gobierno de Estados Unidos, a raíz de la versión aparecida en
la prensa española en el sentido de que ese país se oponía a la aceptación
por el Rey de España de sus funciones arbitrales como intervención en
asuntos del Continente americano incompatible con la doctrina Monroe 73,
y en 1884 en la controversia con Gran Bretaña sobre la frontera con la
entonces colonia de Guayana Británica74. Tal énfasis ponía Venezuela en
la solución jurídica que el Presidente Guzmán Blanco quiso que se
incluyera en el protocolo de la conferencia del 12 de septiembre una
declaración en el sentido de que era la única vía compatible con el
ordenamiento constitucional de los dos países, y, como ello no fue
posible, la cancillería de Caracas desarrolló la doctrina en nota al Ministro
de Relaciones Exteriores de Bogotá el 12 de octubre75.

72 . Las citas de Arosemena en Méndez Pereira o.c. pp. 212 ss.


En el prolongado lapso (enero-sept. 1881) no dejaron de mantener Guzmán y
Arosemena conversaciones con carácter privado. En ellas el panameño entregó al
venezolano, junto con una síntesis de la controversia, un Proyecto de Tratado para ^
el arreglo mediantes las concesiones mutuas.
73 . Las instrucciones a Guzmán, y las notas al Ministro de Ve
nezuela en Washington y al de Estados Unidos en Caracas, 12.9, 7.11 y 15.11,
respectivamente, en MRE Colombia 106.

74. La nota al Ministro de Gran Bretaña en Caracas, Coronel Mansfield del 9-4-84 en
Historia Oficial de la discusión entre Venezuela y la Gran Bretaña sobre sus límites
en la Guayana (New York 1896) pp. 63-65 Reproduc. en Colección "Fronteras" n9 6
(MRE. Caracas 1981).

75. La respuesta colombiana expresó su coincidencia en cuanto i que por el compromiso


arbitral se estipulaba un arbitramento

n
Venezuela estaba convencida de la fuerza probatoria dé sus 24 legajos
de documentos pacientemente recopilados en los archivos españoles y
venezolanos, no como títulos de ocupación factual —como falsamente los
interpretó Uribe Uribe— sino de legítima posesión, conforme al más
exigente uti possidetis juris de 1810. Y justamente la elebción del Rey de
España como árbitro, tan firme que Venezuela no admitió como eventual
sustituto otro de los propuestos por Arosemena, obedecía al con-
vencimiento de que ningún otro juez estaría en capaci- dád de dirimir la
controversia en el plano jurídico como España, la cual podía consultar en
sus propios archivos los títulos originales de propiedad y soberanía de los
dos países.
El compromiso arbitral del 14 de septiembre de 1881 refleja con
meridiana claridad la posición venezolána en la materia: el arbitramento
de derecho como solución de la controversia, la escogeneia del Rey de
España como árbitro, por las razones indicadas, y la limitación de sus
funciones a la determinación de la línea divisoria entre el Virreinato de
Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela de conformidad
con el principio boliva- riano del uti possidetis juris, según el mandato de
todas las constituciones desde la de 1830.
Colombia -aprovechó la oportunidad del establecimiento de relaciones
diplomáticas con España —último país hispanoamericano en lograrlo—
para que su plenipotenciario Carlos Holguín se adelantara desde febrero
de 1881 para proyectar su influencia en los medios políticos, sociales y
culturales de Madrid. En cambio Venezuela, a pesar de que estableció
relaciones diplomáticas con España en 1845 (cuarto país
hispanoamericano, después de México, Ecuador y Chile), tardó mucho
tiempo en acreditar el Ministró Plenipotenciario que había de agenciar la
aceptación por Alfonso XII de sus funciones arbitrales. En efecto,
Eduardo Calcaño llegó a Madrid en julio de 1882, coincidiendo con el
veraneo de la Corte, de manera que no fue hasta septiembre cuando pudo
iniciar algunas gestiones todavía privadas.

dé-estricto derecho, mas en lo demás, no entró a discutir la


materia. Bogotá 5-1-82. Ambas notas en MRE. Colombia 106.

58
Casi simultáneamente llegaba el Doctor Julián Viso á Burdeos, para
seguir viaje a Madrid como Abogado y Agente de Venezuela, mientras se
destinaba a la busque-; da de documentos en Sevilla al Licenciado
Francisco Javier Mármol, delicado de salud y enfermo de la vista, también
con notable retraso respecto de Colombia que. había enviado a J. M.
Quijano Otero. El equipo venezolano se completó con el periodista e
Inspector General de Inmigración de la República Argentina, Héctor Va-
lera.
A la nota conjunta del 16-10-1882 firmada por Calca- ño y Holguín, en
solicitud de la aceptación por Alfonso XII de sus funciones arbitrales76,
tardó varios meses en responder el Monarca español. Lo hizo por su
Ministro de Estado, Marqués de la Vega de Armijo, descendiente de uno
de los Virreyes de Nueva Granada, Don Pedro Mesía de la Cerda (1761-
1772). Fue entonces cuando circuló la versión de la oposición
norteamericana al arbitramento español como incompatible con la doc-
trina Monroe. La aceptación regia, transmitida a las Partes en nota del 21
de febrero del año siguiente, fue recibida por Venezuela como garantía de
que al fin la delicada controversia iba a encontrar la solución imparcial,
ecuánime, estrictamente jurídica. "Se trata —escribió el canciller Seijas
por instrucciones expresas del Presidente Guzmán Blanco— de un suceso
que asegura la solución justa, y amistosa y pacífica de una grave cuestión,
y por la autoridad más competente, evitando así las desavenencias a las
cuales podría conducir en ésta, o en otra época, la indeterminación de los
límites, causa frecuente de guerra entre las naciones"77.
Mientras tanto ambas partes iban adelantando la preparación de sus
alegatos. El de Colombia, obra del Doctor Aníbal Galindo (1882) lleva
como pórtico las instrucciones que por órdenes del Presidente Zaldua le
transmitió el canciller José María Quijano WallisJ referencia obligada de
cuanto autor colombiano se ocupa

76. Copia certificada por el secretario de la Legación de Venezuela, Carlos B.


Figueredo, en MRE. Colombia 108. Public, en Libro Amarillo de 1882.

77. Seijas a Calcaño, n9 189, Caracas 16-3-83 y Calcano a Seijas de 23-2-83


con la nota de aceptación española. MRE. Colombia 108.
# de historial: las cuestiones fronterizas como si fueran la quintaesencia .de
la honestidad en las relaciones internacionales. Mas, aparte de que las
normas en ese documento contenidas son las usuales en las transcripciones
de documentos —a no ser que se busque intencional- mente la
adulteración de los testimonios— el estar destinadas a su publicación en el
propio alegato, les resta el mérito de la "sinceridad" que se les atribuye. En
cambio, los colombianos omiten toda alusión a las instrucciones que el
gobierno de Bogotá debió impartir a sus plenipotenciarios en Madrid:
Carlos Holguín y Julio Betancourt, cuyas gestiones plantean muy graves
interrogantes sobre la honestidad de los procedimientos en cuanto a
obtener una sentencia favorable a su país78. El alegato de Venezuela fue
obra de Viso, con el agravante

78. De las instrucciones es mención obligada de los autores colombianos lo siguiente: "En
suma, el Presidente, como Jefe de la Nación, sentiría menos por su parte la pérdida
total o parcial del pleito, que el sonrojo de que la República se víerá expuesta a
rectificaciones que pusieran en duda la lealtad de su palabra y de su proceder".
Reproducidas en el Alegato (1882). Galindo también las reproduce íntegras en
Recuerdos Históricos (1900) y asienta: "Estas Instrucciones podrían esculpirse en
letras de oro en la tumba del doctor Zaldúa como el honor nacional" (9 p. 192). Las
citas en los autores colombianos serían interminables. Én la edic. oficial "Arreglo
de Límites entre la República de Colombia y la República de los Estados Unidos
de Venezuela" en la introducción con el título de "Antecedentes" por Julio Garzón
Nieto (edics. de 1943 y 1979) se cita el párrafo con la aseveración de que esas
instrucciones "traducen fielmente la política de sinceridad y de lealtad con que
siempre han procedido nuestros gobiernos en los asuntos internacionales". Mas los
deseos de Galindo se vieron, en parte, cumplidos cuando toda una institución como
la Academia Colombiana de Historia, a propuesta de los académicos Pedro M.
Ibáñez y Fabio Lozano Lozano, en el Acuerdo de honores a Zaldúa (4 9
considerando) reprodujeron el párrafo citado calificando las instrucciones de
"palabras de honradez internacional, de las cuales podrá ufanarse siempre este país
y que son como el retrato de quien las inspiró". Acuerdo del 1-12-1911 dos días
antes del 1er. centenario del nacimiento de Zaldúa. (B.A.H., VII, Bogotá 1911), p.
670. Ciertamente habría sido de desear que una reclamación como la adelantada en
1844- 81 hasta el Castillo de Paijana, no se hubiera basado en un expediente
mutilado y trunco, y la reclamación a los espacios amazónicos no se cimentara en
una cédula de 1740 que inventó el General Mosquera.

60
de que, habiéndolo remitido para que fuera estudiada
por la Cancillería de Caracas antes de presentarlo al
árbitro, le fue devuelto inmediatamente con órdenes
de que procediera a imprimirlo en Madrid, donde, ade-
más de ese importante documento, preparó las Refu-
taciones de los folletos de Galindo y de Arosemena, la
Contestación de Venezuela al Alegato de Colombia, y
un pequeño atlas de mapas, obras todas que, a excep-
ción del Alegato impreso en 1883, vieron la luz pública
en 1884.
La presentación oficial de los alegatos tuvo lugar el
22 de diciembre de 1883, si bien a los cinco días todavía
introdujo Viso por instrucciones de su gobierno una
Aclaratoria en relación con la imperfecta representación
cartográfica de la reclamación venezolana, donde apa-
recía la línea como si cortara afluentes del Apaporis y
del Vaupés, así como las cabeceras del Negro, todos los
cuales en realidad quedaban al Este y a distancia consi-
derable de la frontera de derecho a la que aspiraba TO.
Para entonces había sido creada la Comisión de exa-
men por real decreto del 19 de noviembre, previa ex-
posición del Ministro de Estado sobre la complejidad de
la tarea encomendada al árbitro. Por otro de la misma
fecha vinieron a ser designados los integrantes de ese
cuerpo técnico: Mariscal de Campo y Director General
del Instituto Geográfico y Estadístico, Don Carlos Ibá-
ñez e Ibáñez de Ibero, como Presidente; Don Cesáreo
Fernández Duro, Capitán de Navio, Académico de la
Historia y Vicepresidente de la Sociedad Geográfica;
Don Justo Zaragoza, Jefe de Administración de 1* Clase,
de la Junta Directiva de la Sociedad Geográfica, y Don
Marcos Jiménez de la Espada, individuo de la Comisión
79. Documentos en MRE. Colombia 108.
Me llama la atención que Garzón Nieto, en el escrito cit
en la nota anterior asiente que el Doctor Galindo hizo la
presentación del Alegato de Colombia ante la Comisión de
examen "con fecha 17 de noviembre de 1882", pues ese
cuerpo técnico fue creado por real decreto del 19-11-83 y se
instaló a los cuatro días. Como explicamos en el texto, la
presentación de los alegatos al árbitro tuvo lugar el 22 de di-
ciembre del 83, y la hicieron Calcaño y Holguín, por Vene-
zuela y Colombia respectivamente. Comunicaciones de Calca-
\ ño y de Viso a Seijas de 22 y 23 de diciembre, respectiva-
mente. MRE. Colombia 108.

6i
Española del Pacífico, Académico Electo de la Historia, como Vocales;
Don Gaspar Muro, Jefe del archivo del Ministerio de Estado, como Vocal-
Secretario. La instalación ante el Ministerio de Estado tuvo lugar el 23 de
noviembre80.
Las ponencias se distribuyeron de la siguiente forma: sobre la 1*
sección de la frontera (Guajira-Montes de Oca), Justo Zaragoza; sobre el
territorio de San Faustino y la línea desde las fuentes del Río Táchira hasta
el Meta, Fernández Duro; sobre la línea desde el Meta a la frontera con
Brasil, Jiménez de la Espada. Y aunque los trabajos de la Comisión se
prolongaron hasta mediados de 1888, resulta sorprendente que ya para el
10 de mayo de 1884, tras un rápido viaje al Archivo de Indias de Sevilla,
Justo Zaragoza había llegado a la conclusión, que sería definitiva y
fundamento de la sentencia, en cuanto a la línea de los Mogotes de los
Frailes a los términos de Montes de Oca 81.
La muerte de Alfonso XII, acaecida el 25 de noviembre de 1885, si
bien el compromiso arbitral había confiado las funciones arbitrales al
Gobierno de su Majestad el Rey de España, fue motivo para que el
Ministro de Estado español, Don Segismundo Moret, en nota del 15 de
diciembre, declarara a las Partes que con el deceso del árbitro había
fenecido el compromiso según el cual había sido sometida a su juicio la
solución de las diferencias. Añadió que estaba dispuesto, si así lo desearan
las Partes, a continuar el arbitramento como manifestación de su deseo de
contribuir a la conservación de las buenas relaciones entre las dos
repúblicas82.
La historiografía colombiana atribuye a Holguín el mérito de haber
convencido a Guzmán Blanco para que se continuara con el proceso
arbitral, pero la verdad es: 1) que justamente en 1885 la preocupación de
parte de Venezuela (Cancillería y Viso) era que podía produ

80. Ministerio de. Estado. Documentas relativos al arbitraje en la cuestión de límites


entre las Repúblicas de Venezuela y Colombia (Imp. El Progreso, Editorial, Madrid
1881) pp. 4-7. La fecha de instalación la recojo de la correspondencia de la Comisión
con el M. de Estado.

81. Explicación de Justo Zaragoza en la sesión de la Comisión de Examen del 10-5-84.


Libro de actos. Expedienté del Laudo.
82. Libro Amarillo de 1887, pp. 247-248.

62
cirse la terminación del proceso sin la solución del litigio en caso de que el
juez no pudiendo aceptar las posiciones extremas de las Partes, como
consecuencia de los nuevos títulos que se hallaren en sus archivos, llegare
a la conclusión de una línea intermedia; 2) que desde un principio —
conversación con el Ministro Moret cotí ocasión de los funerales de
Alfonso XII— Guzmán Blanco expresó el deseo de que el árbitro
presentara a las partes copias de los nuevos títulos en los que se habría de
basar la sentencia; 3) y asimismo pensó en que el protocolo adicional que
se proponía negociar con Holguín, llevara una cláusula de ampliación de
las facultades arbitráles para sentenciar por aproximación a los
documentos, con el objeto de facilitarle el cumplimiento de su encargo83.
La correspondencia Guzmán Blanco-Holguín, por intermedio de
Seijas, que condujo al Protocolo, revela que los dos plenipotenciarios se
pusieron de acuerdo sobre la continuación del arbitramento, dentro del
mismo marco trazado por el tratado de 1881, en la conferencia celebrada
en París el 24 de diciembre de 1885. Ni la iniciativa venezolana para
agregar al proyecto de protocolo presentado por Holguín la cláusula de
ampliación de facultades para sentenciar por aproximación a los títulos
cuando éstos carecieren de la claridad apetecida iba dirigida a convertir el
juez de derecho en árbitro arbitrado!*, ni esa idea se trasluce en su
aceptación por Holguín, ni en el texto del protocolo mismo firmado el 15
de febrero de 1886, ni en la nota conjunta por el que lo presentaron al
gobierno español, ni en la respuesta del Ministro Moret del 11 de marzo,
ni en la Real Orden al Presidente de la Comisión de examen de la misma
fecha84.

83. . Correspondencia entre Viso y Guzmán Blanco, y de ambos


con la Cancillería de Caracas, en MRE. Colombia 107. El criterio de Guzmán
Blanco •—como debió ser el de Seijas— era que no existía riesgo alguno en que
quedara la controversia sin solución, pues al árbitro se le había encargado la
determinación de la divisoria de 1810, de conformidad con el uti possidetis juris,
coincidiera o no con las posiciones de las Partes litigantes. La carta de Guzmán
Blanco al MRE de Venezuela, París 21-12-85 en id. id.

84. Holguín mantuvo correspondencia con Guzmán Blanco, ausente de París, por
intermedio de Seijas. MRE. Colombia
Más aún, la iniciativa venezolana para comprometer al árbitro en la
presentación de los documentos sobre los que había de basarse la
sentencia, aceptada por Holguín mas no para incluir esa cláusula en el
Protocolo sino para que fuera objeto de una nota conjunta al gobierno
español, iba dirigida a garantizar justamente la naturaleza judicial de la
sentencia. El propio Ministro Moret en su respuesta positiva, por la que
comprometió formalmente al árbitro, declaró que justamente ese era el
deseo del gobierno de S.M.: que el fallo reuniera "todas las garantías de
acierto apetecibles" y en ese sentido daría a la Comisión de examen las
instrucciones para que suministrara las copias de los documentos "en que
ha de fundar su dictamen" 85.
La muy generalizada opinión venezolana de que el protocolo de París
amplió las facultades del juez como árbitro arbitrador está basada en un
texto híbrido, formado por el protocolo, o acta declaración, y un denomi-
nado "tratado ad referendum99 que los codificadores incluyeron entre los
Tratados públicos y acuerdos internacionales de Venezuela, sin reparar: a)
en que ambos documentos se contradicen; b) en que el segundo es un
"pseudo-tratado" cuyo origen está en la confusión en que incurrió la
Cancillería de Caracas en 1886 al agregar al protocolo legítimo una
propuesta formulada por Guzmán Blanco a Holguín que éste ni siquiera la
tomó en consideración, mucho menos aceptó, ni firmó; c) que si bien el
Congreso venezolano aprobó como ley de la República el monstruoso
híbrido en 1886, para el canje de ratificaciones en Bogotá 1887 fue
sustituido por el Protocolo que sí había sido aprobado y firmado en París el
15 de febrero de 1886; d) que el Presidente Guzmán Blanco promulgó,
como ley de la República, mediante decreto del l9 de abril de 1887 el
Protocolo sin

107. La nota conjunta del 15-2-86 con el Protocolo de la misma fecha, y la


respuesta de Moret, en Libro Amarillo de 1887 pp. 251 ss. La Real Orden al
Presidente de la Comisión de examen, del 11-3-86 en Correspondencia de la Comi-
sión de Examen con el M. de Estado. Expediente del laudo.
85. Nota conjunta del 15-2-86 y respuesta de Moret del 11-3, en Libro Amarillo de 1887. El
escrito de Garzón Nieto antes cit. no menciona este compromiso sobre la
presentación de los documentos. Tampoco en la publicación oficial española cit. en
la nota 80.

64
el pseudo-tratado86. El pseudo-tratado, de haber sido aceptado por
Colombia y llevado a su perfeccionamiento por las Partes, sí habría
introducido cambios substanciales en eJ marco trazado por el compromiso
arbitral de 1881. El Protocolo iba, en cambio dirigido, a facilitar el
cumplimiento de las mismas funciones arbitrales que aquel instrumento
bilateral había confiado al gobierno de la Monarquía española, por lo que
no puede menos de sorprenderme el criterio expuesto en la edición co-
lombiana de los documentos donde se asienta: "Con esta declaración [se
refiere al Protocolo] la sentencia podía salirse en parte del Uti possidetis
juris, en cuanto los actos regios emanados del antiguo soberano no
fueran lo suficientemente claros, como lo había pretendido antes
Colombia.87.
Lo que Colombia había antes propuesto —recuérdese el testimonio de
Arosemena— era una combinación de arbitramento y amistosa
composición. Esa idea fue rechazada por Venezuela de manera que el
tratado de 1881 impuso la solución de estricto derecho. El Protocolo de
París, no fue, y menos en cuanto a la cláusula que ahora nos ocupa,
iniciativa colombiana, sino de Guzmán Blanco, para facilitar la tarea del
árbitro dentro del marco del tratado de 1881 al que se refirieron los
plenipotenciarios en la nota conjunta del 15 de febrero de 1886, y en el
Protocolo mismo, como término de referencia de la continuación del
arbitramento.
El retorno de Guzmán Blanco a Venezuela en agosto de 1886 para
asumir la Presidencia de la República en su última administración llamada
del bienio aclamacio- nista, dejó el proceso arbitral en un momento muy
crítico de los trabajos de la Comisión de examen. Como ordenó la vuelta a
Vénezuela de sus colaboradores Seijas y Viso, y dejó encargados de los
negocios de Venezuela

86. El tema lo tratamos en artículo publicado en El Nacional de Caracas del 26-5-1980, el


cual fue reproducido por Diario Católico de San Cristóbal del 7-1-81. Asimismo en
conferencia dictada en el Centro Latinoamericano de St. Antony's Co- llege (Oxford)
el 20-1-81. Con el título "El Pseudo-Tratado Guzmán Blanco-Holguín de 1886"
volvimos a desarrolla* el tema en el anuario MONTALBAN N 9 10 de la UCAB.
Véase también La década fundamental, cap. 6.

87. Arreglo de Límites... (edic. de 1943) p. 6; (edic 1979) p. 7-8.

65
en Londres y en París a los Ministros.de Colombia, Carlos Holguín y
Francisco de P. Matheus, respectivamente, ningún venezolano se ocupó en
seguir de cerca el arbitramento. En Caracas mismo se observa la ausencia
definitiva de Antonio Leocadio Guzmán quien había-piuerto el 4 de
noviembre de 1884, después de haber librado una gran batalla a favor, y
en defensa de la naturaleza estrictamente jurídica del arbitramento que
había pactado con Arosemena.
Para cuando volvió a acreditarse en Madrid un Ministro
Plenipotenciario de Venezuela, en la persona del Doctor Carlos Rangel
Garbiras, quien presentó credenciales el 15 de noviembre de 1890, la
suerte estaba echada. La Comisión de examen había presentado con su
Informe final el 28 de junio de 1888> las memorias y documentos
justificativos, junto con el mapa explicativo de la Propuesta de línea
fronteriza. Todo el expediente había pasado al estudio del Consejo de
Estado, y, recientemente inaugurada la administración conservadora de
Antonio Cánovas del Castillo en el que figuraba como Ministro de Estado,
el General don Carlos O'Donnell, Duque de Tetuán, a instancias de éste,
aquel alto cuerpo consultivo había terminado su Informe, el cual, con
fecha 9 de julio de 1890, recogía la ponencia del literato Don Juan Valera
aprobada por unanimidad de los consejeros. La propuesta de la Comisión
de examen, basada en errores y falacias que examinamos minuciosamente
en "La década fundamental" (capítulos 7 y 8), aún fue recortada por el
Consejo de Estado mediante la asignación a Colombia de la villa de
Arauca, y de territorios al Oeste de los ríos Orinoco, Atabapo, Guainía y
Negro. A su vez el resultado de esa mutilación, aún fue objeto de
importante merma por influencia de la Sección 5* del Ministerio de
Estado cuyo jefe era don Florencio Iñigo. En el momento en que Rangel
Garbiras iniciaba sus desacertadas gestiones en Madrid, el arbitramento, se
hallaba a nivel de ponencia de tres Ministros: O'Donnell (Estado),
Marqués de Pozo Rubio (Gracia y Justicia) y Antonio María Fabié
(Ultramar).
Dictado el funesto laudo el 16 de marzo de 1891, fue publicado al día
siguiente en la Gaceta de Madrid, en cumplimiento del art. S9 del
compromiso arbitral.

66
Las gestiones venezolanas que originalmente se referían a la
presentación de los documentos en los que se fundamentó la sentencia,
después al mapa base de la. misma,.y, por último, a la carta explicativa del
laudo, tras vencer irreductibles resistencias del Ministerio de Estado
español, culminaron con la presentación a las Partes del llamado Mapa del
Duque de Tetuán con nota de éste N 9 16 del 16 de julio de 1891
contentiva de la conocida reserva de que el Gobierno de S.M. "no puede
responder de su exactitud, ni siquiera de su cqo* formidad absoluta con el
trazado del laudo"*8.
Así terminaba un proceso que, según la confianza puesta por Venezuela
en el árbitro, debía haberse desarrollado dentro de un marco de estricto
derecho, con apego riguroso píor parte del juez a los títulos de las Partes,
interpretados con serena objetividad e impar^ cialidad a toda prueba.
Un somero recorrido por los fundamentos del laudo, nos indica que
lamentablemente no fue así.

En cuanto a la 1* Sección
1. Descartó como irrelevantes los títulos primitivos: capitulación de
1528 para Venezuela, fijación de los términos territoriales de Riohacha en
1547, varias veces reiterados explícitamente hasta 1577 y muy concretos:
ocho leguas (unos 44 kms.) al Este de la ciudad.
2. Se basó en la cédula del 8 de septiembre de 1777, por la que la
provincia de Maj-acaibo-se incorporó a la Capitanía General, como
argumento de que con ella no fue traspasada la Guajira puesto que la
cédula no la nombra, en lo cual el árbitro demostró no tener el debido
conocimiento de las instituciones y de los procedimientos coloniajes pues
en las agregaciones v segregaciones de jurisdicciones se mencionaban
entidades ádministrativas y no territorios. Además demostró parcialidad a
favor de Colombia, pues el silencio de las Cédulas dé 1717 y 1739, en la
creación y restablecimiento del Virreinato de Santa Fe, sobre la. Guajira,
no le fue obstáculo para considerar que ese territorio pertenecía a esa
entidad superior.

88. Libro Amarillo de 1982, p. 179.

67
3. Dijo que se basaba en las Actas del traspaso de
Sinamaica a Maracaibo, pero en realidad se fundamentó
en una sola: la del l9 de agosto de 1792, simple delimi-
tación municipal sin referencia a la divisoria entre las
provincias. Teniendo conocimiento de que Sinamaica,
por estar fundada en terrenos de Maracaibo, no podía
representar en su traspaso una agregación territorial,
sino gubernativa, trazó los límites interprovinciales por
el lindero exterior de la villa, como si su condición de
fronteriza de indios insumisos la convirtiera en limítrofe
de Riohacha, no entendiendo que ésta también era fron-
teriza de los guajiros por el otro extremo. El límite lo
trazó en la Guajira como si la Villa de Sinamaica con*
finara con otra villa del Virreinato, y ello como conse-
cuencia de no haber estudiado el repliegue de esa
entidad superior a la ciudad de Riohacha, desconocien-
do que habían sido desmantelados todos los pueblos
fundados en el lapso 1773-76, antes de que se produjera
el traspaso gubernativo de aquella villa a Maracaibo.
4. La Real Orden del 13 de agosto de 1790 referida
al traspaso gubernativo de Sinamaica, sin referencia
alguna a división de provincias, fue aducida como fun-
damento de la decisión en materia fronteriza.
5. El árbitro omitió toda referencia a títulos poste-
riores a 1792, justamente en el lapso hasta 1810, cuando
replegado el Virreinato a Riohacha, el Soberano, no
sólo aprobó, sino que propició la intervención de la
Capitanía General en la Guajira en orden a la llamada
pacificación de los indios, intervención que sólo se
detuvo en el Río Calancala.
6. El árbitro omitió toda referencia a títulos vene-
zolanos de jurisdicción marítima en la Guajira hasta el
Cabo de la Vela, por errónea asimilación de esa juris-
dicción con la eclesiástica, como irrelevantes ambas en
materia territorial, siendo así que la primera per se y

f
)or disposiciones expresas del Soberano, iba dirigida a
a defensa del territorio en la zona más crítica, dada
la proximidad de las colonias extranjeras: las costas.

En cuanto a la 3* Sección
1. Adujo como título favorable a Colombia respecto
de una jurisdicción que surgió en el siglo XVII —el go-

68
bierno de San Faustino— la Real Cédula de creación de la Audiencia de
Caracas del 13 de junio de 1786, con lo cual: a) omitió la capitulación
original que incorporó la patente de capitán pacificador dada por el
Gobernador de Mérida y La Grita al fundador de San Faustino,
debidamente aprobada por el Soberano (1640), según la cual esa entidad
surgió en territorio de la mencionada provincia con autonomía
gubernativa; b) violó su norma en el sentido de no tomar en cuenta sino
las jurisdicciones correspondientes al Virreinato y a la Capitanía General;
c) incurrió en el mismo abuso que en la sección 1® al esgrimir el
argumento del silencio de esa cédula de 1786 sobre San Faustino en la
enumeración de las provincias que pasaban a depender de la Audiencia de
Caracas.
2. Como no llegó a entender la peculiaridad de San Faustino como
enclave gubernativo en territorio de la provincia que terminó por llamarse
de Maracaibo —lo que explica que en las mencionadas cédulas de 1717 y
1739 tampoco se mencione a ese gobierno entre las entidades que pasaron
a integrar el Virreinato de Santa Fe— adujo, como título a favor de
Colombia, la Real Orden del 29 de julio de 1795 por la que el Soberano, a
la solicitud sobre incorporación de varias entidades a la provincia de
Maracaibo, entre las cuales se mencionaba a San Faustino, respondió: "no
se haga novedad". Con esto, el árbitro incurrió: a) en petitio principii pues
lo adujo como prueba de que el territorio de San Faustino pertenecía al
Virreinato, siendo así que la prohibición de innovar su status sólo tendría
efectos en materia territorial si a ' 1 1 "" lición regia se probaba

que formaba entidad superior; b) la


consideró como prueba definitiva, a pesar de que el Alegato de Venezuela
había demostrado que el expediente se volvió a suscitar —como en efecto
sucedió— en fecha posterior, y al doblar el siglo aún no se había
resuelto89.

89. Alegato de Venezuela, p. 130. La renovación del expediente ante el Real Consulado de
Caracas tuvo lugar en 1797-98. El Consejo de Indias deliberó sobre la propuesta en
1799. El soberano pidió informes a los Consulados de Caracas y de Cartagena el 4-4-
1800. La respuesta negativa del Consulado de Cartagena fue en. 1802. Expediente en
AGI. Caracas 914.

69
3. El tercer título citado como base de la sentencia* como Ley General
de Indias, la adujo el árbitro, no como prueba de la pertenencia de San
Faustino a Colombia sino como justificación, una vez asignado el territo-
rio a ese país, del trazado de la divisoria con Venezuela, pero en vez de
ajustarse a la línea fijada por las Partes en el proyecto de tratado
Michelena-Pombo de 1833 como lindero tradicional de San Faustino,
reprodujo la redacción parcializada del Alegato de Colombia.

En cuanto a la 5* Sección
Se excedió en sus facultades al interpretar el Protocolo de 1886 como si
le diera poderes de árbitro arbitra-- dor, y, en consecuencia, afirmó que
sentenciaba por aproximación a la Real Cédula de 1786 sobre la Co-
mandancia de Barinas, mas la línea por él establecida se apartó
radicalmente de la fijada por Carlos III: a) Asimiló el término de la línea
de los Diputados de Caracas de 1778, situado al Oeste de la confluencia
del Casanare, con el Apostadero del Meta, topónimo evidentemente
posterior, no sólo a 1778 sino también a 1810; b) Sustituyó un término de
referencia del curso superior del Sarare (las Barrancas) con uno del curso
inferior (el Desparramadero); c) Sustituyó la línea recta entre el Meta y
las Barrancas del Sarare con una complicada poligonal; d) En vez de
cortar al Arauca en un punto, llevó la línea por gran parte del curso de este
río; e) Asimiló el Paso Real de los Casanares que no estaba lejos de la
Villa de Arauca y del meridiano de Guasdua- lito, con un punto
intermedio entre aquella villa y el

Ots Capdequí cita también la oposición del cabildo de Pamplona. Las Instituciones
del Nuevo Reino de Granada al tiempo de la Independencia (C.S.I.C. Madrid 1958)
p. 227. El Virrey Mendinueta propuso en 1803 la agregación de San Faustino al
corregimiento de Pamplona. Cesáreo Fernández Duro, Memorias ff. 44-46.
Expediente del laudo. Ello demuestra que ese gobierno tenue o precario no era de la
provincia de Pamplona, sino que territorialmente formaba parte de la provincia de
Maracaibo, lo que explica cómo las céds. de establecimiento y restauración del
Virreinato de 1717 y 1739 no lo nombraran entre las entidades guber- namentativas
que pasaban a formar parte de dicha entidad ■ superior.

fo
de la intersección en el Arauca del meridiano de la boca del Masparro.
Para venir a tan artificiosa fijación, con la sustitución de un Paso de río,
determinado por las condiciones geográficas y humanas reinantes en 1786,
con un punto geométrico, se valió de una interpretación abusiva de la
Cédula de 1786 como si ésta requiriera que el Paso de los Casanares
estuviera equidistante de la ciudad de Barinas y de las Barrancas del
Sarare; además declaró, como si fuera resultado de sus investigaciones,
que ese punto equidistante coincidía pon otra equidistancia: entre la Villa
de Arauca y la /intersección del meridiano de la boca del Masparro en el
río mencionado.
, Pero la Real Cédula, contra lo afirmado por el laudo, no sólo no declara
expresamente que el Paso de los Casanares estaba equidistante de las
Barrancas del Sarare y dé la ciudad ele Barinas, sino que, dada la
puntuación correcta, como aparece en el ejemplar del Archivo de Indias de
Sevilla, y en conformidad con el estilo de las delimitaciones españolas,
sólo establecía la distancia respecto de la ciudad de Barinas90.

90. La versión que le dio el árbitro fue mediante la alteración en la puntuación dejándola de la
siguiente forma "...tirada otra línea hasta las barrancas del río Sarare, por encima de
paso Real que llaman de los Casanares en el río de Arauca, cuatro jornadas distantes
de dicha ciudad de Barinas y de las nominadas barrancas, siguiendo por la serranía
la demarcación que se dio a la ciudad de Barinas en su primitiva erección ..
Mas la puntuación de la cédula en el libro de Real Hacienda de Barinas de 1795 <ff.
32-34), AGI. Caracas 592, no indica equidistancia: "...en el río de Arauca cuatro
jornadas distantes de dicha ciudad dé Barinas; y de las nominadas Barrancas,
siguiendo por la serranía la demarcación...", debiendo advertir que la propuesta
original decía "distante", como es lo correcto, pues Se refiere al Paso y no a los Casa-
nares.
En parte alguna del expediente del laudo se cita otro texto que el presentado por
Venezuela el cual fué hallado en 1839 por el senador Antonio Febres Cordero "en el
gran archivo del Tribunal de Cuentas" de Caracas. Títulos, II, p. 44. La reprodujo
Venezuela en ' id. id. pp. 276-279 con la puntuación exacta como en el original de
Caracas, coincidente con el texto que se halla en el Archivo dé Indias. Más aún; el ár-
bitro conocía el expediente de concesión de título de Castilla a don José Ignacio de
Fumar (1787), un año después de emitida la cédula donde se asienta que fundó a
Guasdualíto

7
0
En cuanto al otro punto, lejos de que procediera la debida investigación
a la fijación del Paso de los Casa- nares en el punto intermedio entre la
Villa de Arauca y el de intersección del meridiano de la boca del Mas-
parro en el río Arauca, lo que antecedió fue una sugerencia para que la
Villa de Arauca que según la Comisión de examen correspondía en
derecho a Venezuela, fuera asignada a Colombia; no por alguna razón
histó- rico-jurídica, sino, como se expresó el Consejo de Estado quien
formuló la propuesta: "es duro despojar a Colombia de la Villa de Arauca
que le perteneció siempre, que le pertenece hoy y que sirve de centro de
intereses creados de considerable importancia" 91.
Asentado este principio, ajeno al espíritu y a la letra del Protocolo de
París que invocó el árbitro para esta sección, el Consejo de Estado fijó
enseguida, sin referencia a principios jurídicos, ni a datos históricos ni
geográficos, y sin relación con la determinación del Paso de los Casanares,
como punto de arranque de la línea Arauca-Meta el intermedio ya referido,
en sustitución del que había propuesto la Comisión de examen a 36 kms.
de la Villa de Arauca.
El árbitro disfrazó ésta sustitución a la que llegó, simplemente por
estimar que era duro "despojar" (sic) a Colombia de esa población, con los
considerandos relati

" cuatro días de camino" de Barinas (es decir cuatro jorna-


das como dice la cédula del Paso Real de los Casanares), y
agrega la función de Guasdualito: "como transito preciso e
indispensable para el comercio y comunicación con la pro-
vincia de Casanare", AGI. Caracas 319, expediente que men-
ciona el vocal-ponente Fernández Duro, Memorias, f. 178. Era,
pues, muy claro, que el Paso de los Casanares estaba sobre
el Arauca a cuatro jornadas de Barinas (no de las Barrancas
del Sarare) en las proximidades de Guasdualito. Todo lo de-
más fue interpretación desorbitada para llevar la frontera al
Este a fin de favorecer a Colombia. En la transcripción que
Armas Chitty da de la cédula, según el texto existente en el
Archivo Histórico Nacional de Bogotá: Sección Reales Cé-
dulas, t. XXXV, ff. 377-379, la puntuación del párrafo en
cuestión es igual al del Libro de la Real Hacienda de Bari-
nas que nosotros citamos. Armas Chitty, Documentos, pp.
91-92.
91. Informe final del Consejo de Estado, f. 31. Expediente del
laudo.

72
vos al punto de desviación de la recta entre el
y el Meta.
Contra el espíritu y la letra de la cédula de 1786, el,
árbitro la interpretó como si trazara la divisoria entro
la Capitanía General y el Virreinato, cuando lo cierto
es que sólo señaló los límites de la Comandancia de Ba« ¡
riñas, sin prejuzgar los correspondientes a la Villa
San Cristóbal que quedaba fuera de aquella circunscrip^ "||
ción, pero dentro de la provincia de Maracaibo. De esa i
manera trazó la frontera por el Oirá, siendo así que
este río, como el Sarare, desde antiguo pertenecía en _
todo su curso a la provincia de Mérida y La Grita.

En cuanto a la 6* Sección

Comenzó por no respetar la unidad de jurisdicción de la provincia de


Guayana, antes artificiosamente dividió sus linderos en dos trozos,
argumentando que procedía por razones de claridad, cuando —como se
desprende del expediente del laudo— esa división: a) fue consecuencia de
una incorrecta interpretación de un hecho * transitorio: que al separar la
antigua provincia de Guayana de la subordinación al gobernador de
Cumaná, el Soberano erigió en ella dos Comandancias: la de Guayana y la
General de Nuevas Poblaciones, dicotontfa que sólo se mantuvo durante el
lapso 1762-1768, fecha ésta cuando las dos quedaron fusionadas para
terminar por constituir la Gobernación de Guayana. Pues bien: la
interpretación de la dicotomía transitoria como división de territorios
cuando sólo fue gubernativa y militar, llevó al árbitro —contra numerosos
documentos que declaraban que la jurisdicción del Comandante General
se extendía a todo el Orinoco— a trazar una divisoria de esa Comandancia
entre el Bajo y el Alto Orinoco, siendo así que hasta el título emanado del
Soberano lo declaraba "Comandante General de nuevas fundaciones del
Alto y Bajo Orinoco y Río Negro"; b) fue artificiosa distinción para
asegurar a Colombia la nueva condición de ribereña del Orinoco, pues se
dio la circunstancia de que entre el Meta y el Orinoco hasta el pueblo de
Maipures, por razones extrajurisdiccionalei (insalubridad y amenazas de
indios insumisos, Guahiboi

1
y Chiricoas), la provincia de Guayana no logró conservar población
alguna, como sí, en cambio, a partir de Maipures hacia el Sur.
La artificiosa división chocó con una realidad histórica insoslayable: el
camino construido por la provincia de Guayana que unía desde la costa
frente a Atures hasta el Sur de Maipures, por la margen occidental del
Orinoco, las dos valvas artificiales en que el árbitro dividió los límites de
aquella provincia. Por eso, aunque incluyó la referencia al camino en el
primer trozo de la Sección 6* lo hizo a conciencia de que buena parte de él
correspondía a la que artificialmente concibió como Comandancia General
de nuevas fundaciones restringida al Alto Orinoco que supuestamente
debía comenzar en el lindero Norte del Distrito correspondiente a San José
de Maipures.
Si, como declara en los considerandos, hubiera subdi- vidido la sección
"para mayor claridad", no habría razón para actuar como árbitro juris en el
primer trozo, de conformidad con el corpromiso arbitral de 1881, y
apelando al Protocolo de París en el segundo, con el agravante de que en el
primero, a pesar de que acumuló toda una abigarrada serie de supuestos
títulos, afirmó que de ellos se deducía con toda claridad la línea de la
vaguada del Orinoco, mientras que en el segundo, aunque invocó sólo un
acto regio, la Real Cédula del 5 de mayo de 1768 por la que se fusionaron
las dos Comandancias, declaró que requería de las facultades otorgadas
por el Protocolo de París.
La raíz de todas estas incoherencias está en que la Comisión de examen
había establecido la dicotomía antes indicada, por su errada concepción de
las dos Comandancias, y con el patente propósito de convertir a Colombia
en ribereña del Orinoco al Sur del Meta, pues a partir de Maipures optó —
aunque con incoherencias que sería largo enumerar aquí— por reconocer
que los pueblos desde Maipures hasta San Felipe y la Fortaleza de San
Agustín, situados al Oeste de la línea Orinoco-Atabapo-Guainía-Negro,
como dependencias indiscutibles de Guayana, pertenecían a Venezuela.
Unicamente que a esos pueblos sólo les reconocía un temtor rio limitado
por su lindero municipal, mientras que a sus contrapartes del Virreinato,
las precariás jurisdicció-

74
nes adosadas a la Cordillera Oriental, les extendía inconmensurablemente
una jurisdicción inexistente.
Establecida así la base del laudo en cuanto a la Sección 6*, en el
proceso posterior no se agregaron razones nuevas de orden histórico o
jurídico, sino consideraciones extrajudiciales para llegar a la que se
conoce como línea del laudo: a) El Consejo de Estado, sin invocar el
Protocolo de París pero declarando que el caso era para "una solución
arbitral" que se apoyara "en la equidad", y tomando en cuenta la
conveniencia de trazar límites naturales: recortó el territorio asignado a
Venezuela por la Comisión de examen e introdujo la figura de la
servidumbre para el camino de Atures a Maipures sin molestarse siquiera
en intentar hallar en la legislación de Indias, ni en la documentación
colonial sobre el Orinoco, alguna disposición que la justificara; la supuesta
equidad sólo la concibió para reducir aún más el territorio venezolano en
atención a que se trataba de pueblos pequeños siendo así que los
colombianos eran menores y sin el valor estratégico que tuvieron los
pueblos guayaneses frente a la expansión brasileña; b) la Sección 5* del
Ministerio de Estado, sin aducir nuevos argumentos históricos, ni
jurídicos, aún redujo más el territorio que la Comisión de examen y el
Consejo de Estado asignaban a Venezuela supuestamente atendiendo a la
conveniencia de ajustar la frontera a la vaguada de los ríos Guainía y
Negro, aunque en el cercenamiento se traspasaran a Colombia antiguos
pueblos guayaneses y la Fortaleza de San Agustín de Río Negro, después
de haber considerado que habría sido "duro para Colombia" el traspaso de
un solo pueblo —la Villa de Arauca— a Venezuela.
Nos alargaríamos demasiado si pretendiéramos, en un recorrido
pormenorizado como el que realizamos en "La década fundamental",
explicar los argumentos que supuestamente fundamentan el laudo en
cuanto a la Sección 6*. Señalemos aquí algunas de las falacias ca-
racterísticas:

ler. Trozo
1. El único acto regio que cita —nombramiento de Don Carlos Sucre y
Pardo— lo hace sin indicación ni

75
de lugar ni de fecha porque utilizó, no un texto completo, sino un
fragmento al que se le había mutilado una frase muy importante. Se trata
de la Real Cédula dada en Sevilla el 22-12-1729, no como dice el laudo de
nombramiento de Sucre como Gobernador de Cumaná, sino de
Guayana92. El fragmento utilizado por el árbitro mediante la Comisión
técnica rezaba: . .el río Orinoco y la Guayana, provincia de El Dorado,
confina en tierra firme con el Nuevo Reino de Granada". El texto autén-
tico dice: "el río Orinoco y la Guayana Provincia de El Dorado confina en
tierra firme con el Nuevo Reino de Granada y su capital que es la ciudad
de Santa Fe". Si pues el árbitro interpretaba el fragmento como indicación
de que el Orinoco separaba a la Guayana del Nuevo Reino de Granada, de
aplicar el sentido literal del texto completo habría tenido que concluir que
la Guayana llegaba hasta los linderos de la capital Santa Fe, hoy Bogotá.
2. El documento de Espinosa de los Monteros de 1743 sólo dice que
los jesuitas le amenazaban de que se pasarían al otro lado del Orinoco, al
Nuevo Reino de Granada. Interpretar ese texto en el sentido de que los
jesuitas, por huir de la jurisdicción del Gobernador, se iban a pasar
estrictamente a la margen occidental del Orinoco, en prueba de que el
Nuevo Reino de Granada era ribereño del Orinoco, sólo cabe en quien
ignora: a) que el territorio al Sur del Meta, junto al Orinoco, era inhóspito,
cenagoso, insalubre; b) que quien allí se estableciera, se exponía a los
asaltos de los Guahibos; c) que carecería de apoyo neogranadino, pues el
pueblo más próximo por el Oeste era San Miguel del Macuco, a cientos de
kilómetros (junto al actual Orocué). Lo que obviamente querían significar
los jesuitas, es que se pasarían a la zona ya poblada del Nuevo Reino de
Granada: las misiones del Meta cuya avanzada era Macuco, fundado al
Norte de ese río, y a considerable distancia de él por temor a los Guahibos.
3. El informe de Solano de 1762 es aducido por el árbitro, como
aparece en la memoria de la Comisión de examen, en cuanto asienta que
el Orinoco y la Guayana

92. Una copia certificada en Guayana, el 5-6-1764 de ese título dado a Sucre, se halla en AGI,
Caracas 136.

76
son flanco de varias provincias (Cumaná, etc.) y aun del Nuevo Reino de
Granada, pero el término flanco sólo tiene una connotación estratégica:
en cuanto que, si aquella provincia y río caían en manos de una potencia
extranjera, ésta fácilmente se apoderaba de las demás, y aun del Nuevo
Reino de Granada. Los ejemplos del empleo de los vocablos flanco, llave
y similares se podían repetir ad nauseara. Resulta sospechoso que un
árbitro, como el gobierno del Rey de España, que tenía en sus archivos
documentos de toda América que daban a esos vocablos una simple
significación estratégica, y no de delimitación de jurisdicciones, le atri-
buyera otro sentido contra Venezuela para una decisión tan grave como
convertir a Colombia en ribereña del Orinoco93.
Más aún, el árbitro malinterpretó el testimonio de Solano a conciencia
de que éste, al recomendar en 1782 el establecimiento de dos pueblos de
españoles en el Vita y en el Vichada declaró: "Me parece lo más con-
veniente que la dependencia y comercio de aquellos pueblos del Alto
Orinoco y Río Negro se mantenga y es

93. La frase de Solano se halla dentro de un contexto estratégico en el expediente promovido


por él en orden a la defensa del Orinoco, la translación de la capital de Guayana a la
Angostura, la concentración de las escoltas de las diferentes misiones en un solo
cuerpo militar. Se halla en AGI. Caracas 442, Flanco, en la terminología militar,
como llave y similares, carece de sentido de línea divisoria. Así p.e. cuando se dice
que Maracaibo es llave y antemural del Nuevo Reino de Granada no se quiere
significar que esta provincia llegara hasta los linderos de la ciudad del lago. Así en
los autos del Gobernador Gaspar Mateo de Acosta (1701) en AGI. Sto. Dom. 651.
Desde muy antiguo se concebía la Guayana, por su red fluvial, como una zona
estratégica que abría las puertas de la Nueva Granada y aun de las espaldas de
Quito, como se expresó el procurador de Santo Tomé, García de Aguilar, el 26-4-
1612, AGI. Sto. Dom. 179, sin que quisiera significar que la provincia llegara hasta
los linderos de la actual capital ecuatoriana. Santiago Gerardo Suárez en Las institu-
dones militares venezolanas del período hispánico en los archivos (B.A.N.H., 92,
Caracas 1969) pp. XXVIII ss. trata específicamente de "la defensa de las llaves",
donde figuran: Cartagena como la "llave del Reino del Perú" (sin que quisieran decir
que el Perú llegaba hasta la ciudad de Heredia), Cuba "llave del Nuevo Mundo y
antemural de las Indias Occidentales", Puerto Rico, "llave de las Antillas", etc.

77
tablezca con la capital de aquellas provincias, la Gua-
yana, porque ésta le tiene inmediatamente con España,
y es de menos dificultades; por esta misma razón sería
lo mejor que a los misioneros se les diese su sínodo de
aquellas cajas"94.
4. El expediente instruido sobre el viaje de Antonio
de la Torre (1782-83).
Todo el argumento se basa en que este Capitán de
los Ejércitos de Cartagena, en su informe o diario que
llena 42 folios: a) después de referirse a la Villa del
Meta que iba a fundar la provincia de Caracas, dice
que con ella "se excusan más poblaciones: lo restante,
es ya entrando en el Orinoco de la provincia de Guaya-
na"; b) y al referirse a dos sitios del Meta: Trapiche y
Buenavista, estima que desde las bocas del Orinoco se
necesitan al menos 15 días para llegar "habiendo de
atravesar por las provincias de Cumaná, Caracas y
Barinas que me parece corresponde ahora a Maracaibo,
y también por la banda del Sur, toda la Guayana hasta
la boca del Meta que desde allí arriba creeré sea deste
reino'9. ,
A pesar de que el árbitro menciona en los consideran-
dos "el expediente del viaje", en rigor sólo se basó en
un folio del largo informe, y no en todo el expediente,
como se demuestra: a) en que consideró a Antonio de
la Torre testigo de excepción a pesar de que en el ex-
pediente consta que no conocía la región antes de em-
prender su viaje, el cual fue rápido, con objetivos estra-
tégicos, sin vinculación con la observación de las
divisorias entre provincias; además, como lo observó el
Virrey, el mencionado capitán incurrió en errores en
cuanto a la geografía por hallarse "destituido de los
instrumentos necesarios y de la ciencia de manejarlos";
y ello fue causa de que en su informe estampara dis-

arates como situar el tan conocido Río Cuchivero en la


t anda Norte del Orinoco; b) en que no tomó en cuenta
otras partes del informe que desvirtúan las expresiones
de su autor que sirvieron de fundamento al laudo: así,
su aserto de que las misiones jesuíticas, entre las que
94. Carta de Solano al Ministro Don José de Gálvez a bordo del navio "San Luis" surto en el
puerto de la Habana el 6-2-1782. AGI. Caracas 967.

78
figuraba San Borja al Oeste del Orinoco, dependían del ; gobernador de
Guayana, 'y de que a partir de la Urbana había 18 pueblos de esa
provincia, no pocos de los cuales aparecen en su mapa al Oeste de la que
denominamos médula fluvial.
En el mismo texto que le sirvió de fundamento, de-, bía haber
observado el árbitro: a) la inseguridad f del supuesto testimonio, en
cuanto a los linderos provincia^ les, pues dice a partir de la boca del
Meta: "desde allí arriba creeré sea deste reino" (es decir, de Santa Fe); b)
y además de inseguridad, en las pocas expresiones suyas en materia de
jurisdicción cometió un error al decir: de Barinas "me parece
corresponde ahora a Maracaibo", siendo así que aquella ciudad dependió
de la provincia de Maracaibo (antes llamada de La Grita desde el siglo
XVI).
Sin embargo, aún reviste mayor gravedad que el árbitro, en la
comparación entre ese testimonio vago, inseguro y contradictorio, y la
Real Cédula de San Ildefonso del 3 de septiembre de 1783 que ordenó al
Capitán General de Caracas la intervención al Sur del Meta y Oeste del
Orinoco, desestimó este acto regio y prefirió al primero.
5. "Los mapas, estados de población y correspondencia oficial del
Comandante de las Nuevas Poblaciones don Manuel Centurión".
Bastaría esta enunciación para conocer el escaso nivel académico de
los autores de este laudo: a) don Manuel Centurión no fue jamás sólo
Comandante de las Nuevas Poblaciones, pues cuando desempeñó ese
empleo lo era también Comandante de Guayana y como tal actuaba; b)
no es correcta la afirmación de que la correspondencia oficial —así en
general— de esa autoridad puede ser título favorable a Colombia, y
menos tratándose de un gobernante que escribió miles y miles de folios,
documentos que es imposible que los hubiera consultado el árbitro pues
muchos de ellos no se encontraban en sus archivos. Pero lo grave de tan
general afirmación es que en todo el expediente de preparación del laudo,
no se menciona de toda esa correspondencia oficial, sino un solo
documento.
a) El informe del 11-11-1773 utilizado por la Comisión de examen
en cuanto Centurión afirma: " .. . y h e

79
sostenido igualmente los demás pueblos que dejaron los
jesuitas en este lado del Orinoco", entendida la decla-
ración mediante el sofisma dialéctico de convertir una
simple afirmación en la exclusión del contrario no con-
tradictorio, como si aquel gobernante quisiera decir, lo
que está ausente del texto y del contexto, que no sostuvo
los otros pueblos al otro lado del Orinoco porque no
eran de su jurisdicción, sino de la del Nuevo Reino de
Granada. Pero es que Centurión mismo señala, en frase
que la Comisión de examen omitió, las condiciones
insalubres de la región lo que no favorecía el mante-
nimiento de los pueblos de las antiguas misiones de los
jesuitas: "—y he sostenido igualmente los demás pue-
blos que dejaron los jesuitas en este lado del Orinoco,
no obstante la horrible mortandad y enfermedad que
casi en todos ellos se experimentan ciertas temporadas
del año9995.
b) El mismo documento en cuanto Centurión decla-
ra que la provincia de su mando confina "por el Occi-
dente con el Río Negro, el Caño de Casiquiare y el Alto
Orinoco lindero de la parte oriental e incógnita del
Reino de Santa Fe"96.
Pero se ve que los altos consejeros del Estado Español
no tuvieron tiempo de leer, de la cabeza a la firma, el
extenso informe de Centurión, pues habrían observado

95. AGI. Caracas 136. También en el resumen del Consejo con la obvia variante de la
tercera persona singular. AGI. Caracas 302. La referencia en el Informe final de la
Comisión al f. 76. Expediente del laudo.

96. Cit. en el Informe del Consejo de Estado f. 48 vto. La declaración de Centurión se


halla al f. 1 del informe de éste cit. en la nota anterior: . .digo que esta provincia de
Guayana es la parte más oriental de los dominios del Rey en la América meridional a
la costa del Norte; y sus términos son por el septentrión el Bajo Orinoco lindero
meridibnal de las pronvincias de Cumaná y Caracas; por el Oriente el Océano
Atlántico; por el Sur el Gran Río Amazonas, y por el Occidente el Río Negro, el Caño
de Casiquiari, y el Alto Orinoco lindero de la parte oriental e incógnita del Reino de
Santa Fe". Salta a la vista que "el Alto Orinoco" es un término que emplea Centurión
como zona, como entidad administrativa, y no trataba de precisar la línea fronteriza,
pues dejaba de señalar la divisoria entre la confluencia del Meta y la zona de
Maipures donde supuestamente comenzaba el Alto Orinoco.

80
que al decir Alto Orinoco no entendía estrictamente la vaguada del río,
sino la región, y en efecto (ff. 4-4vto.), tras historiar los establecimientos
misionales, la llegada de la Comisión de Límites en ejecución del Tratado
de 1750, y referirse a la pacificación por Iturriága de los indios del Alto
Orinoco donde fundó tres pueblos: San Carlos y San Felipe en Río Negro,
y Maipures en el Orinoco (omite a San Fernando de Atabapo), menciona
el ordenamiento de 1762 con la creación de las dos Comandancias, y el de
1768 con su fusión, y agrega: "en consecuencia procuré instruirme del
estado y circunstancias de todo lo que pertenecía a mi jurisdicción para
desempeño de la Real confianza y satisfacción de mis superiores. Visité
todos los pueblos de la provincia ecepto (sic) los tres del Alto Orinoco y
Río Negro", Luego es claro que ninguna otra provincia del Virreinato era,
a juicio de Centurión, ribereña del Orinoco pues Maipures y San Felipe
estaban en la margen occidental de la línea Orinoco-Río Negro. Y en
confirmación de ello, en el mismo informe se halla la mención de los
pueblos del Alto Orinoco y Río Negro "cuya administración corre a cargo
del Comandante de todos ellos Don Antonio Barreto, Capitán de
Infantería" que era justamente subordinado del Gobernador de Guayana (f.
9).
Reducido el solemne enunciado de "correspondencia oficial" de
Centurión a un solo informe, y desenmascarado el mal uso que de él hizo
el árbitro, violando las más elementales normas de la crítica, nos
deberíamos ahorrar toda referencia a los mapas y estados de población de
Centurión (se refiere a las estadísticas remitidas en diversos años por este
activo gobernante), las cuales demuestran todo lo contrario de lo que
pretende hacerles decir el árbitro, ya que al Oeste de la línea Orinoco-
Atabapo-Guainía-Negro, figuran como pueblos tan guayaneses como
Upata: los de Maipures, San Fernando, San Felipe y otros. Pero el árbitro
citó esos estados de población y mapas como prueba de la irrelevante
cuestión de San Borja: si estaba de un lado o de otro del Orinoco, y si dejó
de existir, no ahondando en el hecho de que cuando existió ese pueblo, de
un lado o de otro del Orinoco, nunca creó problema jurisdiccional a Gua-
yana como el típico de Cabruta, misión jesuítica, pero perteneciente, no a
Guayana como las demás misiones

81
del Orinoco, sino a la provincia de Caracas. Las mutaciones de San Borja
se debieron a insalubridad del terreno, amenazas de los Guahibos y
Chiricoas e inconstancia de los indios Yaruros con los cuales fue fundada
la reducción. En ninguna de sus traslaciones se aprecia problema alguno
jurisdiccional. Lo mismo se diga de su desaparición. Pero al árbitro
interesaba probar que entre el Meta y Maipures no había pueblos de
Guayana al Oeste del Orinoco, como si con eso bastara a concluir que el
territorio pertenecía al Nuevo Reino de Granada cuya reducción más
próxima respecto del Orinoco en la época del gobierno de Centurión, era
San Miguel del Macuco, alejada del Meta, al Norte de este río y a
distancia de cientos de kilómetros.
Buena parte de los supuestos títulos acumulados por el árbitro, como
fundamento de su decisión en cuanto al primer trozo de la Sección 6* sólo
tienen que ver con la irrelevante cuestión de San Borja, ya señalada. En
esa clase de supuestos "títulos" se incluyen el informe del Padre Román de
1749, y los mapas de Codazzi y Ponce de León, pero el árbitro no señala,
de entre la variada producción cartográfica de esos autores, cuáles son los
que fundamentan el laudo. Agréguese a ello la circunstancia de que no se
ve cómo puedan estar investidos del carácter de testimonios en la
determinación del uti possidetis juris, autores como Codazzi quien en
1810 se hallaba en Italia, y Ponce de León quien para esa fecha aún no
había nacido, era neogranadino, y como miembro de la Comisión
corográfica de su país (1850) en su concepción cartográfica fue sólo
intérprete de Codazzi.
Lá mención de un testimonio a favor de Colombia de un ciudadano de
ese país como Ponce de León97 basta

97. En la exposición abierta por la Biblioteca Luis Angel Aran- go de Bogotá, del 25-10 al
25-11 de 1974 sobre "Acuarelas Neogranadinas y Geografía y Cartografía Históricas
de Colombia" (Catálogo de Eduardo Acevedo Latrore) fueron exhibidos los
siguientes mapas del ingeniero Manuel Ponce de León: las Cartas Corográficas de
Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Santander, Tolima, Magdalena y de los "Estados
Unidos de Colombia (Antigua Nueva Granada)", todas con las fechas Bogotá 1864-
París 1865. El árbitro español no especificó en el laudo en cuál o en qué mapas de
Ponce de León fundamentó la sentencia.

82
ría a revelar la parcialización del árbitro, pero ésta aún se manifiesta con
mayor vigor en la preferencia al celebrado mapa de Surville08 que lo
denomina del Virreinato de Santa Fe, cuando lo era de la Nueva
Andalucía o Provincia de Cumaná, y ni siquiera llevaba el nombre de
aquella entidad superior al Oeste de la línea Orinoco* Río Negro. ¿Cómo,
pues, lo cita, en calidad de título a favor de que el Virreinato era ribereño
del Orinoco? Simplemente porque en él no aparece el pueblo de San
Rorja. Mas lo curioso es que fue justamente ese mapa el que el gobierno
de Carlos III, con la Real Orden del 25 de enero de 1779, envió al Capitán
General de Venezuela corno ilustración para la ejecución del tratado
hispano-portugués de 1777, y en particular, de la línea desde la boca más
occidental del Yapurá o Caquetá, mientras declaraba que en él "está
comprendida la pro* vincia de la Guayana con todos los parajes y río
Yapurá" 99. O sea que el mapa de Surville aducido por el árbitro como
título favorable a Colombia porque no trae a San Rorja —tema irrelevante
para la cuestión territorial— era, al contrario, una de las pruebas que
demostraban que la provincia de Guayana no sólo rebasaba el Orinoco,
Atabapo, Guainía y Negro sino que se extendía hasta la boca más
occidental del Yapurá o Caquetá, testimonio al que el Soberano había
atribuido tanta autoridad precisamente en materia de demarcación
territorial.
Insisto en que este análisis de supuestos títulos revela cuáles fueron los
fundamentos histórico-jurídicos para desposeer a Venezuela de sus
territorios al Oeste del Orinoco —-zona de extraordinaria importancia
nacional— y territorios que pertenecieron a Guayana desde sus orígenes,
como provincia, y los poseyó Venezuela hasta el laudo español. Un hecho
tan grave, como la transformación geopolítica de la región mediante la
conversión de Colombia en ribereña del Orinoco, tuvo por bases tal
conjunto de sofismas y falacias.

98. Sobre el celebrado "Mapa Corográfico dé la Nueva Andalucía0 por don Luís Surville
(1778), tratamos en nuestra edición crítica de la Historia de Caulín (B.A.N.H., 81-82,
Caracas 1966), I, pp. XCVIII y CCXVII - CCXXI.

99. Títulos, III, p. 184; Contestación, p. 467.

S3

i ^ ií\h iú V ' ,Vl i WA „


2* Trozo
Ya hemos visto que la artificiosa distinción en los límites de una sola
provincia, la de Guayana, fue concebida porque la evidencia del
poblamiento al Oeste de la médula fluvial, a partir de Maipures era tan
contundente como dependencia de aquella entidad administrativa, que si
se enfocaba la titularidad de la territorialidad guayanesa, como debía ser,
en su conjunto, hacía añicos el intento de convertir al Virreinato y a
Colombia en ribereña del Orinoco. La artificialidad se nota aun en los
supuestos títulos del 1er. trozo, pues ninguno de ellos se restringe al sector
comprendido entre el Meta y Maipures. Tampoco la Real Cédula del 5 de
mayo de 1768 por la que se fusionaron las dos Comandancias: la de
Guayana y la General de nuevas fundaciones del Alto y Bajo Orinoco y
Río Negro, puede limitarse, como pretendió el árbitro, al 2? trozo.
Lo graVe del caso es que el proceso formativo de la sentencia en
cuanto al 29 trozo está muy lejos de aparecer en los considerandos del
laudo. El estudio del expediente nos revela: a) Que la Comisión de
examen, prescindió de la cédula de 1768 en atención a la disparidad de
interpretaciones a las que se prestaba, y se atuvo al principio de que la
provincia de Guayana, y, por ende, Venezuela, llegaba hasta el extremo
occidental de los pueblos que estaban situados entre Maipures y San
Felipe, incluida la Fortaleza de San Agustín; b) El Consejo de Estado
acogió el planteamiento teórico de la Comisión de examen, mas
considerando que los pueblos guayaneses eran pequeños, sin referencia
expresa al Protocolo de París opinó que cabía dar a la cuestión una
"solución arbitralIntroduciendo el principio de la conveniencia de los
límites naturales, propuso que se recortara el territorio que según la
Comisión correspondía a Venezuela; c) La Sección 5* del Ministerio de
Estado, sin aducir nuevos argumentos, propuso que a ese territorio se le
diera otro corte, dejándolo en la vaguada de los ríos Orinoco-Atabapo-
Guainía-Negro, exceptuada la zona de Yavita-Pimichín, criterio que fue
aceptado por el árbitro. Coincidía con la aspiración neo- granadina de
1849 explicada en las instrucciones a su plenipotenciario Medardo Rivas.

84
En cambio, en los considerandos se construye una argumentación
como para aparentar que el árbitro procede con equidad: a) Declara que se
basa en las facultades que le otorga el Protocolo de París; b) Que la Cédula
de 1768 asigna como límites los ríos Orinoco, Casiquiare y Negro,
interpretación que no se halla en parte alguna del expediente como si fuera
compartida por órgano alguno, ni técnico, ni político, del gobierno
español. Y es tan artificiosa esa declaración que el árbitro se contradice,
pues antes de ese considerando había dicho: "Considerando que los
términos de la mencionada Real Cédula no son tan claros ni precisos
como requiere esta clase de documentos...", declaración que hace para
justificar la invocación del Protocolo de París; c) Asienta un nuevo
principio que no aparece en el expediente: la posesión de buena je por
Venezuela de los territorios al Oeste del Orinoco, Casiquiare y Río Negro.
En la Comisión de examen reconocen que los pueblos ahí situados
pertenecen a Venezuela. El Consejo de Estado no lo niega, pero como los
considera pequeños y se debe buscar un trazado fácil por la vaguada de los
ríos, recomienda el recorte del territorio. El árbitro se enreda en su propia
trama: si la Real Cédula de 1768 carece de la claridad apetecida, no puede
entenderse como si trazara los límites por los indicados ríos; y si de ella no
se deduce esa consecuencia, no se puede calificar de simple ocupación de
buena fe el secular ejercicio de la autoridad por Venezuela, y estaba obli-
gado el árbitro a explicar en qué títulos favorables a Colombia se basaba la
supuesta ocupación bona fide de Venezuela. Pero si acogía el principio de
la ocupación de buena fe ¿por qué sólo le reservó la zona de Yavita-
Pimichín de todos los pueblos situados al Oeste de la que hemos
denominado médula fluvial? Y si siguió el principio de la conveniencia de
los límites naturales ¿por qué se apartó de él, sólo en cuanto a Yavita-Pi-
michín?
Pero lo más grave, no es siquiera lo que dice el árbitro en los
considerandos sino lo que calla: Bástenos citar: que prescindió, sin motivo
ni justificación convincente, de toda la titularidad de Venezuela derivada
de la riego- ciación del Tratado hispano-portugués de 1777, en cuyo

sy
art. 12 se estipuló la línea desde la boca más occidental del Yapurá o
Caquetá para cubrir al Norte los establecimientos españoles y su
comunicación con el Casiquiare (establecimientos y comunicación que
ninguna provincia española poseía sino la de Guayana), y al Sur los
establecimientos portugueses y su comunicación Yapu- rá-Río Negro.
Prescindió el árbitro de todas las reales órdenes relacionadas con el
trazado de esa línea como cobertura de la provincia de Guayana. Ante
declaraciones del Soberano como la ya citada de la Real Orden del 25 de
enero de 1779, la Comisión de examen llegó a expresarse tras proponer su
línea de frontera, no tan desfavorable a Venezuela como la del laudo: "La
Comisión propone esta línea... pero sin contar con la Real Orden de 25
de enero de 1779 en que de un modo inesperado parece adjudicarse a la
provincia de Guayana el Río Yupurá o Yapurá...". Y tras un intento de
hallarle supuestos defectos a acto regio tan claro, tan pensado, como que
habían precedido las arduas negociaciones Floridablanca-Souza
Couthinho, y se trataba de impedir la expansión portuguesa desde el
Brasil, el mencionado cuerpo "técnico" llegó a formular este
planteamiento:
"Y si en los tiempos de absoluta soberanía era lícito a los vasallos
poner en cuestión los actos regios, ¿no há de poder ahora el augusto
árbitro, heredero y representante de aquella soberanía, declarar, ejer-
ciendo justicia o resolviendo por su conciencia en asunto tan difícil
como el que litigan la República de Colombia y los Estados Unidos
de Venezuela, que una Real disposición es nula por errónea, defec-
tuosa o contradictoria?" lü0.

En otras palabras, la Comisión, supuestamente técnica, pidió, y ello fue


aceptado, que María Cristina, Reina regente de España, en la fijación del
uti possidetis juris de 1810. anulara para favorecer a Colombia y
desposeer a Venezuela de sus territorios que se extendían hasta la boca
más occidental del Yapurá o Caquetá, el acto regio de Carlos III de 1779.
Ni el compromiso arbitral de

100. Informe final de la Comisión de Examen ff. 183 y 202. Expediente del laudo.

86
1881, ni el Protocolo de París admiten tan singular interpretación de las
funciones arbitrales.
Pero hay algo más: la Comisión de examen, ante las evidencias de que
el Soberano había señalado como cobertura de la provincia de Guayana la
línea del Caque- tá-Río Negro, no halló otro más singular argumento que
suponer que esos actos regios habían sido anulados por la Real Cédula
dada en Madrid el 15 de julio de 1802 por la que los gobierno de Mainas y
Quijos, hasta entonces de la Audiencia de Quito y Virreinato de Nueva
Granada, los transfirió al Virreinato del Perú. Es tan extraña esta
interpretación: 1) Porque confunde la que en todo caso habría sido una
modificación de los límites de Guayana en la zona del Yapurá, con la
anulación de su territorialidad entre ese río y el Orinoco-Negro. Na-
turalmente que en ese caso la modificación de los linderos del Virreinato
de Nueva Granada habría traído, consecuentemente, la anulación de su
territorialidad; 2) Justamente aplicaban contra Venezuela la mencionada
Real Cédula que Colombia, en su controversia con el Perú, consideraba
sin efectos en materia territorial.
Por supuesto que tan importante cédula ni siquiera modificó la
territorialidad de Guayana en el Yapurá o Caquetá. El único efecto que
tuvo, es que si antes limitaba allí con una provincia del Virreinato de
Nueva Granada, a partir de tan solemne acto regio, pasó a ser vecina de
una del Perú: el mismo gobierno de Mainas con el que compartía la
función de antemural frente a la expansión brasileña.
El árbitro no justificó, en los considerandos, la inclusión del camino
Atures-Maipures en el primer trozo; tampoco explicó en cuál de los títulos
aducidos para el trazado de la línea Boca del Meta-Maipures se funda-
mentaba el exabrupto de la supuesta servidumbre de paso. En relación
con ese trozo —insistimos— declaró que actuaba como árbitro juris y que
de los títulos se deducía "de una manera clara" la sentencia. Pero si actuó
ahí ajustado al derecho estricto ¿cómo pudo crear ab ovo una situación
jurídica, sin fundamento ni en la legislación de Indias, ni siquiera en los
códigos entonces vigentes en España, en Venezuela o en Colombia?

87
En toda la preparación de la sentencia, no se halla una sola referencia
jurídica sobre este punto101.
La conclusión es que también, en cuanto a la Sección 6-, el árbitro
español no determinó la línea del uti possidetis juris de 1810, como era su
obligación. Antes al contrario, mediante un solo acto regio, cumplido el 16
de marzo de 1891, anuló a Venezuela una vasta extensión territorial
correspondiente a la antigua provincia de Guayana, la cual, bajo la
dirección del Soberano que le asignó la función de antemural frente a la
expansión lusitana, adquirió una base amazónica que se extendía hasta la
boca más accidental del Yapurá o Caquetá. Toda esa base amazónica, la
Reina María Cristina de España, con manifiesto abuso de las facultades, y
de la confianza que las Partes habían depositado en el Gobierno de la
Monarquía Españolar se la transfirió a Colombia, sucesora del antiguo
Virreinato de Santa Fe; justamente la misma entidad político-ad-
ministrativa a la que, ocho años antes de 1810, Carlos IV, considerando
que desde Bogotá no se podía cumplir en el gobierno de Mainas con la
misión de antemural ante la expansión portuguesa, le cercenó esa
provincia para incorporarla al Virreinato de Lima.
Lejos de constituir la decisión sobre el 2 9 trozo de la sección 6*, como
quiere dar a entender el árbitro una solución equitativa, fue el resultado de
los sucesivos cercenamientos de territorio venezolano cumplidos en el
proceso arbitral.
La pesquisa de las motivaciones políticas que debieron inspirar los
extraños procederes del árbitro en favor de Colombia, habrá de dirigirse a
la investigación de las actuaciones del Ministro de ese país en Madrid, don
Julio Betancourt, a quien el Presidente Núñez atribuyó, por "sus esfuerzos
hechos últimamente", es decir cuando ya se había cerrado el período de
presentación de pruebas, y por "su patriótica perseverancia", la obtención
de "una gran base amazónica".

101. Informe del Consejo de Estado, ff 36vto.-37. Expediente del laudo.

88
III

LA EJECUCION DEL LAUDO ESPAÑOL Y LA


POLITICA DE COMPENSACIONES

La resistencia de Venezuela a aceptar el laudo español, es más que


explicable, a pesar de que no le era dado captar en sus pormenores el
transfondo de la sentencia que le mutilaba de vastas extensiones
territoriales sobre las que había ejercido indiscutible jurisdicción desde la
época colonial. Especialmente las mutilaciones tenían graves
consecuencias en sus áreas vitales: la Guajira y el Golfo de Venezuela, la
frontera llanera y su médula fluvial Orinoco, Atabapo, Guainía, Negro. El
impresionante avance de Colombia desde sus lejanas jurisdicciones de
Santiago de las Atalayas, San Martín del Puerto del Ariari y San Juan de
los Llanos a estos cuatro ríos, se producía en momentos cuando, por el
otro extremo, venía avanzando la aspiración británica desde el Esequibo
en dirección del mismo "río de las 7 estrellas" como denominó al Orinoco
nuestro Andrés Eloy Blanco. Vistas ahora las\dos controversias con la
perspectiva de los años transcurridos hasta el presente, no hay duda de que
resulta impresionante el contraste: Colombia se adelantó, mediante un
solo acto regio —el laudo de la Reina Regente de España— a la
prepotente Gran Bretaña en lograr sus objetivos geopolíticos.
La resistencia del gobierno español a entregar a las Partes copias de los
documentos sobre los que se había basado el laudo, como estaba obligado
a hacerlo antes/ de dictar el fallo según el compromiso contraído mediante
cambio de notas en 1886, fue patente. Se podía sospechar, como en efecto
sucedía, que los fundamentos de la sentencia eran endebles. Al fin, tras
persistentes gestiones de Venezuela, el Duque de Tetuán, a los cuatro
meses del laudo, entregó a los litigantes su conocido mapa explicativo.
Evidentemente que con este acto no daba cumplimiento al compromiso
contraído por su predecesor Don Segismundo Moret.
Como Venezuela fue dando largas a la aceptación del laudo, España
presionó hasta amenazarle con el rom

89
pimiento de relaciones, si se producía el repudio. El Ministerio de Estado
instruyó al Ministro de España en Caracas, Rafael Gil de Uribarri:
"Recibido despacho 108. Manifieste confidencialmente a ese gobierno
que someter laudo a discusión Cámaras nos obligará ruptura relaciones.
Telegrafíe lo que ocurra. Por correo instrucciones" 102. El cinismo
exhibido por el Presidente de Colombia, Carlos Holguín, cuando invitó a
Venezuela a compartir con su país el gasto de la compra del tesoro de los
Quimbayas, para expresar a España su agradecimiento con tan espléndido
regalo con motivo del centenario del descubrimiento de América103, no
era ajeno a los diplomáticos españoles que instaban al gobierno
venezolano a mostrar a España "respeto, cariño y agradecimiento",
agregando que debía aceptar el laudo so pena —son palabras de Gil de
Uribarri— de exhibirse como "nación que no se halla en estado de cultura
para ser considerada como pueblo civilizado" 104.
La oposición venezolana al laudo, fue naturalmente encabezada ñor el
ex-Presidente Guzmán Blanco desde París105, su ex-Canciller Rafael
Seijas, quien halló en la negativa del gobierno español a cumplir su
compromiso de 1886 una poderosa razón para declarar la nulidad de la
sentencia106, Julián Viso, en declaraciones a la prensa aunque,
lamentablemente, no nos dejó un estudio completo sobre el proceso
arbitral, como el que se podía esperar del que con tanta competencia había
estudiado la materia, José Gregorio Villafañe107, etc.

102. El despacho n9 108 y el telegrama del 20-1-92 en el leg. 138, paquete 11.
Expediente del laudo.
103. Ante la natural negativa de Venezuela, Holguín lo compró a nombre de Colombia y
lo obsequió a España. Mensaje de Holguín al Congreso colombiano de 1892 cit. por
Martínez Delgado, República de Colombia, I, p. 261.

104. Despacho n9 108 cit. en la nota 102.


105. Antonio Guzmán Blanco, Límites de los Estados Unidos de Venezuela (Imp.
Lahure, París 1891).
106. Informe del 16-11-1891. MRE. Colombia 109.
107. Juicio crítico sobre el laudo en la cuestión de límites entre las Repúblicas de
Venezuela y Colombia (Tip. Briceño, Tá- riba 1891). Al igual que Guzmán Blanco,
acusó el laudo de exceso de poder. Es muy importante el criterio de Guzmán
Blanco, por cuanto fue negociador del Protocolo de París y a su iniciativa se debió
la cláusula ampliando sus

90
Mas fue el criterio del consultor jurídico de la Cancillería, Martín J.
Sanabria, en el sentido de que si se denunciaba el fallo cuando se estaba
tratando de obtener de Gran Bretaña el sometimiento de la controversia de
límites con Venezuela sobre la frontera en Guayana a arbitramento, el país
se colocaría en serias dificultades, el que inclinó la decisión del Gobierno
venezolano a aceptar el laudo español108. Esta fue la explicación dada por
la Cancillería en las instrucciones al plenipotenciario José A. Unda en
1893, en vísperas de inaugurarse las negociaciones dentro de lo que se ha
llamado la política de compensaciones 109. Lo había previsto Gil de
Uribarri cuando informó a su gobierno que Venezuela tendría que ejecutar
la sentencia "para no establecer por su propia conducta la imposibilidad
absoluta de todo arreglo con Inglaterra" 110.
También en Colombia veían a Venezuela complicada por el cruce de
las dos controversias fronterizas. El Porvenir de Cartagena, órgano del
Presidente Núñez, expresó por la vía del pseudónimo, con característica
ja- quetonía: "Colombia espera, pues, el momento favorable, y ese
momento se acerca para recoger sin tropiezos los frutos del laudo español.
Además no tendría nada que temer de una guerra con Venezuela, pues no
sólo dispone de una fuerza material que se considera generalmente, como
superior a la de Venezuela, sino que contaría, llegado el caso, y por
diversas razones, con las simpatías de España y de Inglaterra". Y
continuába: "Quién sabe también si esta última Potencia no se apro-
vecharía de la crisis para intervenir a su turno y resolver de un modo
definitivo la gran cuestión que suscita desde hace muchos años la cuestión
de límites de Venezuela y¡ de la Guayana Británica, no sólo por la actitud
que haí asumido en el asunto especial en que nos ocupamos, sino también
por la disposición que en toda suerte de rela

facultades a sentenciar por aproximación a los documentos, pues entendía que el


árbitro, estando obligado a sentenciar en derecho, usurpó facultades de árbitro
arbitrador.
108. Dictamen del 6-9-91. MRE. Colombia 109.
109. Instrucciones firmadas por el Canciller Pedro Ezequiel Rojas el 9-10-1893. MRE
Colombia 110.
110. Gil de Uribarri al M. de Estado n9 108 cit. en la nota 102.

91
ciones era manifiesta para con los Estados Extranjeros"m.
Aunque para la fecha ya había notificado Venezuela a la Legación de
Colombia en Caracas su aceptación del laudo con fecha 31 de octubre de
1891, justamente unos días después de presentado el dictamen de Sa-
nabria112, aceptación que ratificó en notas del 21 de marzo y 28 de julio de
1892, todavía, extremando la comprensión, podría excusarse el
planteamiento inspirado sin duda por el Presidente Núñez. Mas lo que
'resulta aún más intrigante para el historiador es la información
suministrada por un diplomático inglés al Foreign Office en el sentido de
que el Gobierno de Bogotá había instruido a su ministro para que pusiera
todo de su parte en ayudar al gobierno británico en substanciar su
reclamo territorial contra Venezuela. Esto sucedía en abril de 1899, unos
meses antes de que sesionara el Tribunal arbitral en París donde se ven-
tilaría la controversia sobre la Guayana Esequiba. Pero también, a los
cuatro meses de firmado el pacto Brice- ño-Rico (1898) para la ejecución
del laudo español, y cuando faltaban escasos días para el canje de ratifica-
ciones de ese instrumento, cuando Colombia ya no podía abrigar la más
leve duda de la voluntad de Venezuela y estaba a punto de "recoger sin
tropiezos los frutos del laudo español"113.

111. Carta supuestamente escrita en Caracas el 29-12-1891 publicada por El Porvenir de


Cartagena, la cual fue reproducida por El Telegrama de Bogotá. El Cónsul de
Venezuela en Bogotá, Antonio Larrazábal, al remitir, con despacho del 6-6-92, el
recorte del periódico bogotano, señaló que la carta había sido escrita en Cartagena,
y su autor, sino material, sí intelectual, era Rafael Núñez. MRE. Colombia 109.

112. MRE. Colombia 109.


113. "En conversación privada del otro día el Ministro de Relaciones Exteriores me
informó que. había enviado recientemente instrucciones al Ministro de Colombia
en Londres para que ayudara con todas sus fuerzas al Gobierno Británico a probar
su reclamación territorial contra Venezuela, y que pensaba que se podrían
proporcionar algunas pruebas interesantes". Borrador. Confidencial. Tratado N9 2,
Bogotá 15-4-1899. F'O. 135/245. Public Record Office. Londres. Venezuela,
ignorando esa disposición colombiana a ayudar a la Gran Bretaña, consideraba
ingenuamente que el laudo español, a pesar de las "desgracias" que le había

92
El acuerdo del Congreso del 24 de agosto de 1894 terminó por rendir la
última excusa presentada por Venezuela para retrasar la ejecución del
funesto laudo de la Reina Regente de España. Por él fue autorizado el
Presidente de la República para disponer de los medios materiales
necesarios en orden a la demarcación de la frontera114. Para entonces ya
había dejado Venezuela nueva constancia de su aceptación del fallo en el
Acta Unda-Suárez en Bogotá el 4 de abril del mismo año 115 con la que se
inició la etapa de la llamada política de compensaciones.
Esta, desde luego, tuvo sus antecedentes como la declaración del
Presidente Guzmán Blanco en su Mensaje al Congreso (1874) donde
propuso una línea de' conveniencia que partiendo por mitad la península
Guajira, y dejando de lado venezolano a San Faustino y el
Desparramadero del Sarare, atribuiría a Colombia territorios al Oeste del
Orinoco de manera que obtuviera su navegación, liberándose de quedar
como tributaria de nuestro país116. Dentro de esa tónica, en las
negociaciones Guzmán-Murillo Toro (1874-75) el plenipotenciario
colombiano ofreció también una línea de conveniencia que arrancaría en
la Guajira a distancia considerable de Chichibacoa, y su colega
venezolano presentó la oferta de su Gobierno en el Epílogo de la
negociación117.
Sin embargo, la política de compensaciones propiamente tal se inició
con las negociaciones Unda-Suárez en Bogotá (1894), como consecuencia
de que, aun habiendo sido el laudo español tan favorable a Colombia, no
nudo impedir que su costado oriental, desconectado del Río Magdalena,
tuviera que buscar la salida al mar i por aguas venezolanas. De ahí
surgieron los intentos de rectificar la frontera, básicamente, mediante
cesiones

traído, ofrecía "el ventajoso resultado de interesar a Colombia en la conservación y


defensa del Orinoco, de que le hace propietaria en cierta parte, y semejante interés,
único principio por el cual se rigen las naciones debemos ponerlo a logro en
nuestra común causa contra la pretensión británica". Instrucciones a Unda cits. en
la nota 109.

114. Gaceta Oficial a? 6.194, Año XII, mes XI, Caracas 3-9-94.
115 . MRE. Colombia 110.
116. Mensajes Presidenciales (Caracas 1970), I, p. 383.
117. Negociación. Epílogo, pp. 374-383.

93
territoriales a Venezuela, a cambio, y como compensación de la libertad
de navegación y facilidades comerciales y fiscales que se otorgarían a
Colombia. Como resultado de las negociaciones de Unda con Marco Fidel
Suárez, firmaron el "Tratado sobre navegación y comercio fronterizos y
de tránsito entre los Estados Unidos de Venezuela y la República de
Colombia" el 24 de abril de 1894, el cual, en la materia de límites, marcó
la pauta general sobre las eventuales cesiones territoriales de Colombia,
consagrando una fórmula que se repetiría en otras negociaciones: "En
atención a que Venezuela posee algunos establecimientos y fundaciones
en la costa oriental de la Guajira y en los territorios del Atabapo y Río
Negro, fundaciones y establecimientos que le interesa mucho conservar,
Colombia consiente en cederle, y le cede a perpetuidad, los derechos de
dominio, jurisdicción, posesión y ocupación sobre los territarios enun-
ciados...".
En consecuencia quedaba modificada la línea del laudo en la Guajira,
mediante el trazado desde Punta Espada a la Teta Guajira pasando por
los cerros Yuru- piche y Masape. Seguía después al laudo hasta la con-
fluencia del Guaviare en el Orinoco. Se apartaba por la vaguada del
Guaviare hasta la desembocadura del Inírida, y por éste hasta encontrar el
meridiano del antiguo Apostadero del Meta; bajando por el mencionado
meridiano hasta llegar cerca de las cabeceras del Me- machí, y
continuando por la divisoria de los afluentes del Nordeste y del Sudeste
del Guainía-Río Negro hasta el cerro del Cordero, iba, de éste a la piedra
del Cocuy 118.
Como al Ministerio de Hacienda venezolano parecieron excesivas las
compensaciones ofrecidas a Colombia en materia comercial y fiscal, fue
enviado a Unda un Contraproyecto, en el cual, mientrar aquéllas
quedaban reducidas, en el artículo sobre límites se introducía una
modificación con el fin de asegurar a Venezuela con una línea trazada
entre el Apostadero del Meta y el Vichada el territorio por donde pasaba el
famoso camino de Atures a Maipures para salvar los raudales119.

118. Art. 41 del proyecto de tratado public. en Libro Amarillo de 1895, pp. 244-259.

119. Id. pp. 260-274.

94
Como Colombia no aceptó el Contraproyecto venezolano, la misión de
Unda terminó sin resultados.
Igual fin tuvieron las negociaciones del General Marco A. Silva
Gandolphi, aunque logró con el Ministro de Relaciones Exteriores de
Colombia, Jorge Holguín, el "Tratado sobre Navegación y Comercio
Fronterizos y de Tránsito, y sobre Ejecución del laudo de límites" que
firmaron en Bogotá el 21 de noviembre de 1896. Este proyecto de
convenio reprodujo el art. 41 del de 1894 con una adición al final del
artículo: "Igualmente acepta Colombia en favor de Venezuela la
servidumbre perpetua de tránsito por el camino de Atures a Maipures" 120.
A pesar de los esfuerzos del Presidente Miguel Antonio Caro, y de su
canciller Jorge Holguín en la defensa del tratado, el Congreso colombiano
lo rechazó, de manera que las Partes terminaron por suspender todo
intento de rectificación fronteriza, y pasaron a negociar la manera de
ejecutar el laudo español en las conversaciones Briceño-Rico, en
diciembre de 1898. El 30 de ese mes firmaban el conocido pacto que
regularía la ejecución del laudo español mediante Comisiones mixtas
demarcadoras" de los límites que traza aquella sentencia en la extensión
en que no los constituyan ríos o las cumbres de una sierra o serranía"
121
.
La ejecución del laudo español (1899-1901) se enmarca dentro de un
lapso de convulsiones internas, tanto en Venezuela, como en Colombia,
con las singulares complicaciones internacionales derivadas del mutuo
apoyo que se prestaron el gobierno liberal de Venezuela y los
revolucionarios colombianos, mientras el gobierno conservador del vecino
país apoyó a las facciones alzadas contra el de Caracas. Muy significativas
a este res\ pecto fueron la expedición desde Colombia contra San
Cristóbal encabezada por el venezolano Carlos Rangel Garbiras, que halló
entre los dirigentes defensores de la ciudad al caudillo liberal colombiano
Rafael Uribe Uribe (julio 1901), y la fatal incursión venezolana en la
Guajira encabezada por el General José Antonio Dá-

120. La negociación Silva Gandolphi, en MRE. Colombia 111,


121. La negociación del Dr. Santiago Briceño en MRE. Colombia 112.

95
vila, la cual terminó en el desastre de Carazúa, en septiembre del mismo
año. Trágico telón de fondo de la megalomanía del déspota venezolano
Gipriano Castro a quien los liberales colombianos incensaban con el
proyecto de restablecimiento de la Gran Colombia bajo su jefatura122.
Los trabajos de la Primera Sección de la Comisión Mixta Demarcadora
los tenemos estudiados en nuestra obra "El Golfo de Venezuela. Una
síntesis histórica" en lo concerniente a la frontera Guajira-Montes de Oca,
justamente la única en la que estuvieron de acuerdo las dos agrupaciones.
Cuando éstas pasaron a demarcar el lindero oriental del territorio de San
Faustino (Actas de los Campamentos de La Laja y El Bote de mayo y
junio de 1901) surgieron diferencias insalvables en cuanto al trazado de "la
curva reconocida actualmente como fronteriza" entre la boca del río de La
Grita y la quebrada de Don Pedro, como había estipulado el laudo
siguiendo la redacción dada a la línea por el Alegato de Colombia, y no la
que habían establecido los negociadores de 1833. La demarcación de las
zonas del Tarra y Sardinata, no la pudieron realizar por la presencia de los
revolucionarios, de las lluvias y del paludismo. Los trabajos más
estudiados, o al menos más comentados como objeto de graves polémicas
que aún hoy suscitan, fueron justamente aquellos relativos a la 1* Sección
del laudo que culminaron con el acuerdo de las dos agrupaciones (Actas
de Castilletes, Majayura y Guarero desde el 29 de abril hasta el 19 de
septiembre de 1900). También estuvieron de acuerdo en cuanto a la
determinación del trozo del Páramo de Tamá entre las fuentes del Río
Táchira y las del Oirá en marzo de 1901, la cual no ha sido objeto de
polémicas.
Resumiendo nuestra propia investigación sobre los trabajos de
demarcación relacionados con la frontera Guajira-Montes de Oca,
estableceríamos los siguientes resultados:

122. Mariano Picón Salas, Los días de Cipriano Castro (Lima 1958); Enrique Bernardo
Núñez, El Hombre de la levita gris (Caracas 1943). Con posterioridad a estas
obras, ha aparecido un rico material documental sobre la época de Cipriano Castro
en el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores.

96
1. En la interpretación del laudo, o mejor, en étiflñtí$
a la inteligencia del mismo y fijación de términos d0
2. referencia en el terreno, influyó en la Comisión demar*
cadora, a través de la agrupación venezolana, la versión
del mapa y memorándum de 1896 del Presidente del
Estado Zulia Jesús Muñoz Tébar123.
Las características de esta versión son: a) Rechazo dél
mapa del Duque de Tetuán, el cual en contra de lo
estipulado por el laudo hacía aparecer a Guarero y b\\
Río Parguachón como colombianos; b) Situación de
Juyachí entre las llamadas lagunas de Cocinetas y dé
Tucacas; c) Identificación de los Mogotes de los Frailes
con la Punta de Castilletes; d) Interpretación de la ex-
presión "en derechura", no por la línea recta, sino
"el camino más recto o más corto evitando innecesarios
rodeos"; en consecuencia, traza una curva de Castilletes
a Montes de Oca dejandp a Venezuela en su integridad
la Ensenada de Calabozo; e) La expresión por el lado de
arriba de los Montes de Oca la interpreta como el divor-
cio de aguas, de las que van a Riohacha, y de las que se
dirigen al'Golfo de Venezuela y Lago de Maracaibo.
La interpretación de Muñoz Tébar fue sustancialmen-
te acogida por el Gobierno Venezolano, como se demos-
tró en los incidentes sobre Guarero (1896-97) en los que
Colombia pretendía hacer valer el mapa del Duque de
Tetuán.
3. En las instrucciones a Santiago Briceño para la
negociación del pacto sobre ejecución del laudo (1898)
se le remitió como guía el mapa de Muñoz Tébar, no
así en las que fueron impartidas en 1899 a la agrupa-
ción venezolana encargada de la demarcación, aunque

123. El memorándum lo presentó personalmente al Ministro del


Interior y lo fechó en Caracas 25-10-96. MRE. Colombia
111 . El mapa se titula: "Carte de l'Etat Zulia. Etats-Unis de Vénézuéla. Reduction a
la moitié de Techelle de celle dessinée sur l'ordre du Président de l'Etat, Docteur
Jesús Muñoz Tébar par l'ingenieur Aurelio Beroes en 1894". Por supuesto, para su
interpretación, no realizó Muñoz Tébar ninguna investigación histérico-geográfica
sobre la delimitación de Sinamaica de 1792.
Sobre Muñoz Tébar, véase Arcila Farías, Centena/rio del Ministerio de Obras
Públicas; influencia de este Minist$fio en el desarrollo 1874-1974 (Ministerio de
Obras Públicas, Caracas 1974).

97
en unas y otras, el Gobierno venezolano declaró su repudio del mapa del
Duque de Tetuán m.
3. La iniciativa en cuanto a la escogencia del punto de donde había de
comenzar la frontera fue venezolana, siguiendo observaciones de personas
de Maracaibo (General Bernardo Tinedo Velasco, Dr. Pedro de Pool)
considerados como conocedores de la Guajira, mientras que los
integrantes de la agrupación colombiana revelan desconocimiento de la
parte oriental de la península. Se desprende que:
a) escogieron como punto de referencia, para el final de la travesía
desde Maracaibo, el puerto de Mécoro como próximo a Juyachí, en lo
que se aprecia la influencia del mapa de Muñoz Tébar; b) la fijación del
Juyachí meridional (lo denomino así en relación con el de Muñoz Tébar)
se debió a circunstancias fortuitas, por no haber podido desembarcar en
Cocinetas: bajaron a Güincua o Cecheps, donde el cacique local Luis Fer-
nández, conocido de Tinedo Velasco, les informó de ese Juyachí; c)
siguiendo la iniciativa venezolana, buscaron los Mogotes de los Frailes en
las proximidades de Castilletes; luego subieron, pero sólo hasta Tucacas; y
habiendo sido informados —según explicó el Dr. Monagas en 1920— que
más al Norte no había islotes, bajaron a Cecheps, todo lo cual determinó
la fijación del Juyachí meridional; d) de la determinación de este Juyachí,
debida a una serie de incorrectas informaciones, dependió la elección del
Castillete más próximo a la Laguna, y de ello se derivó el problema de
que, al trazar la recta a Montes de Oca, habría cortado la Ensenada de
Calabozo; e) como consecuencia de la negociación, acordaron la
poligonal, en sustitución de la expresión "en derechura" con el objeto de
dejar a Venezuela la totalidad de la Ensenada de Calabozo, y con ella la
parte interior del Golfo de Venezuela al Sur de Castilletes, mientras que
Colombia obtenía la costa seca del Norte de la llamada laguna de
Cocinetas, la cual, en realidad es una ensenada del Golfo de Venezuela al
igual que la de Tucacas y el Golfete de Coro. Esta asignación a Vene

124. , Instrucciones a Santiago Briceño del 13-12-98. MRE. Colombia 112. Instrucciones a
la agrupación venezolana del 2-11-99. MRE. Colombia 114.

m
zuela de las aguas al Sur de Castilletes, no fue casual» sino expresamente
perseguida por la Agrupación venezolana125.
4. La misión confiada a la Comisión mixta por él pacto, o
convención de 1898, se refería únicamente al trazado de los sectores
artificiales, y, por consiguiente, la tuvieron-que dar por concluida en la
fijación del hito del Alto del Cedro. De donde se sigue que su declaración
sobre la continuación de la línea por Montes de Oca no puede surtir
efectos como manifiesto exceso de poderes.
5. No determinaron ej punto final de la 1* Sección de la frontera,
pues, según el laudo, ésta debe terminar "en la línea que divide el Valle de
Upar de la Provincia de Maracaibo y Río de la Hacha" (fórmula saturada
de incorrecciones), la cual ni estaba determinada antes del laudo, ni éste la
precisó.
De la lectura y análisis de las actas de la Agrupación Venezolana126,
actas de la Comisión Mixta, Informes del Jefe de, la Agrupación
colombiana, y de los naturalistas colombianos, y de la correspondencia
sobre esta demarcación12?, se deduce que escogieron a Castilletes» no por
error o confusión con el Mogote de los Frailes más próximo a Juyachí,
sino a conciencia de que uno y otro no se correspondían.
La segunda sección de la Comisión mixta, encargada * del deslinde de
las secciones 5* y 6* del laudo, presenta, como documento de referencia
fundamental, la famosa acta de Cateara del 15 de enero de 1900, en la
cual las dos agrupaciones declararon, "después de un detenido y meditado
estudio", su acuerdo unánime ("todos los miembros de ella están
conformes") contentivo de 6 puntos. En el segundo, precisaron que la línea
que uniría los ríos Arauca y Meta sería determinada por dos

125. Carta de los Dres. Carlos Monagas y José Ignacio Arnal al M. de Relac. Exter.,
Caracas 3-1-901. MRE. Colombia 114. Carta del mismo Monagas al Canciller Gil
Borges, Caracas 16-2-1920, MRE. Colombia 132.

126. En MRE. Colombia 115.


127. Los informes del Jefe de la agrupación colombiana, Ruperto Ferreira, y de los
naturalistas colombianos, fueron reproducidos en Anales Diplomáticos y
Consulares de Colombia publicados bajo la dirección del doctor Antonio José
Urib$ (Imp. Nacional, Bogotá 1901), I.

99
puntos: uno situado en el río Arauca, equidistante de la Villa de ese
nombre y el de intersección del meridiano de la boca del Masparro en el
propio Río Arauca; "y el otro en el Apostadero del Meta que es el punto
con el cual el meridiano del pueblo de El Viento corta a este río9'. En el
tercero, luego de asentar que el Laudo deja a los pueblos de Yavita y
Pimichín de lado venezolano, declararon: "La línea recta que unirá al
Río Atabapo con el Río Guainía debe ser determinada por dos mojones,
el uno al Norte de Yavita, sobre su meridiano..
A fines de mayo ya se tropezó con un repudio de la agrupación
colombiana del punto 3? que habían acordado en Caicara, en enero, en
cuanto a la recta Atabapo- Guainía que debía dejar cubiertos los pueblos
de Ya- vita-Pimichín (Acta del pueblo de Corona del 27-5-1900) y el 7 de
junio vinieron, asimismo, a rechazar lo que la propia agrupación, también
en Caicara, había acordado sobre el punto final, sobre el Meta, de la recta
del Arauca. Más aún, habiendo sido la agrupación colombiana la que
había levantado ese hito, en presencia del venezolano Ciro Vásquez C. el
4 de febrero de 1901, y habiendo dejado enterrada en él una declaración
sobre el acto cumplido, firmada por el Ingeniero Jefe de la delegación
colombiana y su Primer Ingeniero Adjunto, además de la de Ciro Vásquez
C., posteriormente la desenterró el Jefe Civil y militar colombiano por
órdenes del Ingeniero Jefe, sin la anuencia, naturalmente, de la delegación
venezolana, la cual vino a enterarse del repudio y de la acción colombiana
el 7 de julio de 1901. En resumen, después de haber fijado el Apostadero
del Meta en el punto donde el meridiano del pueblo de El Viento corta ese
río, la delegación colombiana pretendió que aquél estaba situado al Este en
Los Apostaderos. (Acta de Paso del Viento de 7-6-1901).
La Comisión dejó como resultado un conjunto de mediciones y
trabajos topográficos tanto sobre el Arauca, como en relación con los ríos
Orinoco, Atabapo y Guainía-Negro en los que hubo acuerdo de las dos
agrupaciones; y así como en la 1? Sección de la frontera no se hallaron los
Mogotes de los Frailes y hubo confusión sobre el Juyachí verdadero,
también en la 5* Sección comprobaron que no existía laguna alguna en el
Des- parramadero del Sarare, como exigía el laudo. Por otra

100
parte, se confundieron con el hito de la supuesta boca del Oirá-Sarare en
el Arauca ya que aquéllos son afluentes del Apure, como vino a plantear
la cancillería de Bogotá cuando se negociaba el tratado de 1941. Se es-
taban sufriendo las consecuencias de un laudo que en el Norte convirtió
una delimitación de terreno municipal, y, por consiguiente, de una
toponimia de sabor localista, en frontera internacional, y en la zona del
Sarare, sustituyó un término de curso superior (Barrancas) por uno del
inferior (Desparramadero) expuesto a cambios bruscos como río de
llanura tropical, joven, aún en formación.
Mayor fue aún la responsabilidad del gobierno vene-, zolano de turno:
el de la autocracia megalómana de Cipriano Castro, pues desaprovechó la
oportunidad histórica que se le presentaba para exigir la revisión del laudo
español sobre el que Venezuela tenía graves reservas, cuando ya la
cuestión guayanesa que había dificultado el rechazo de aquella sentencia,
había culminado en el llamado laudó del 3 de octubre de 1899 que
Venezuela ha declarado nulo e írrito.
De haberse producido entonces una reflexión nacional oportuna sobre
los fundamentos de la sentencia española, Venezuela podía habe exigido
del gobierno español el cumplimiento de su compromiso de 1886 acerca
de la presentación de los documentos sobre los que se basó la Reina
María Cristina para sentenciar la colosal mutilación del territorio
venezolano. En 1900-1901, no había cambiado sustancialmente la
situación de 1810: Venezuela se hallaba en posesión de los territorios que
Colombia deseaba ocupar desde 1844 para cortar á Maracaibo por sus
ejidos, convertir el venezolano Río Arauca en binacional en gran parte de
su curso, poseer la margen inferior del Meta hasta su confluencia, y
convertirse en ribereña de los ríos Orinoco, Atabapo, Guainía y Negro
con el fin de vincular con el mar su espalda oriental desconectada del
Magdalena, y consolidar su posición de país amazónico y orinoquense.
Los trabajos de la Comisión de examen habían tropezado con términos de
referencia del laudo inexistentes en el terreno. Esta comprobación abría la
puerta a una revisión de la sentencia, pues hasta para la fijación material
de la línea estipulada por ese acto regio de la

1
0
Regente de España, era conveniente, y aun necesario,
conocer los fundamentos de la sentencia. Cipriano Cas-
tro, y su gobierno, por lo visto, carecían del tiempo in-
dispensable para la reflexión nacional sobre esta opor-
tunidad histórica. Y el Presidente en su Mensaje al Con-
greso declaró que el Ejecutivo aprobaba los trabajos
de la Comisión demarcadora m. Esta declaración fue un
argumento capital contra Venezuela en el arbitramento
suizo (1918-22) y se interpuso fatalmente a todo in-
tento por revisar la línea de Castilletes a Montes de
Oca.
En lo adelante, Venezuela trató de obtener algunas
rectificaciones fronterizas como concesiones colombia-
nas, mediante interminables y frustrantes negociaciones
dentro del marco de la política de compensaciones,
cuando lo obvio era revisar un laudo por el que el país
había sido sacrificado en sus derechos mediante las
falacias y vicios que hemos señalado en "La década
fundamental". Era previsible que, en el mejor de los
casos, la política de compensaciones sólo podía producir
mínimas reparaciones a la gigantesca deformación terri-
torial introducida por un laudo falaz. Los gobernantes
de aquella época, autocráticos y aldeanos, procedieron
a las demarcaciones sin consultar los títulos originales
del país, los cuales, formando el Archivo Venezolano,
habían quedado olvidados en Madrid desde 1883.
Como consecuencia de las mutuas interferencias de
los gobiernos de Caracas y de Bogotá en los asuntos
internos de su vecino, se produjo en 1901 el rompimiento
de relaciones. Por su restablecimiento, con autorización
de su gobierno, el Ministro de Chile en Caracas Fran-
cisco J. Herboso (1904) vino a realizar equilibradas
gestiones por la vía privada y personal. Con todo, no
fue hasta 1905 cuando vinieron a reanudarse las rela-
ciones diplomáticas y las conversaciones en materia de
compensaciones a través de los respectivos Agentes Con-
fidenciales Rafael López Baralt, por Venezuela, e Igna-
cio Díaz Granados, por Colombia. En el Acta del 8 de

128. Mensaje de Cipriano Castro al Congreso. Libro Amarillo (1902). Arbitrageentre la


Colombie et le Vénézuéla. Sen- tence Arbítrale du Conseil Fédéral Suisse sur
diverses ques- tions de limites pendantes entre la Colombie et le Venezuela. Berne
24 mars 1922 (Neuchatel, 1922).

102
......

junio por ellos suscrita en Caracas, quedó


reconocimiento colombiano de que "Venefcueljk
establecimientos y fundaciones en la Costa Oriental
la Guajira y en los territorios comprendidos entre
Meta, él Orinoco, el Atabapo y el Río Negro, y que
Colombia le interesa poseer una franja de terreno que'
le permita construir una vía de libre tránsito desde CÚ-
cuta hasta Tamalameque". En consecuencia, y poniendo1
Venezuela en la balanza a favor de su vecino la libertad
de navegación de sus ríos, y otros privilegios comercia-
les y fiscales, vinieron a acordar los mencionados Agen-
tes Confidenciales una línea similar a la de las negocia-:
ciones de 1894-96: partiendo de Punta Espada iba por
los cerros de Yurupiche y Masape a la Teta Guajita; de
ahí a Montes de Oca. Introducía una variante de las
negociaciones anteriores en la zona de los ríos Tarra y
Sardinata en busca de terreno llano para el ferrocarril
de Cúcuta a Tamalameque, y se alejaba de la vaguada
del Orinoco, no a la altura de la boca del Guaviare sino
del Edagüe, para seguir por el curso de éste hasta SUS
fuentes, y de ese punto al Vichada. Volvía a apartarse
del Orinoco al igual que las líneas Unda-Suárez y Silva
Gandolphi-Holguín a la altura de la boca del Guaviare,
para seguir como ellas hasta la Piedra del Cocuy129.
Como las precedentes, y las que les siguieron, estas
negociaciones López Baralt-Díaz Granados no llegaron
a ser aprobadas por los gobiernos. Tal fue el caso dé
las conversaciones Urbaneja-Restrepo y Garbiras Guz*
mán-Restrepo que cubren los años 1907-1908 en las
que el representante de Colombia declaró que admitía
"la partición de la península Guajira entre los dos paí-
ses, dando a Venezuela el completo control del Saco o
Golfo de Maracaibocomo a veces denominaban al
Golfo de Venezuela 13°.
Las negociaciones Rivas-Vásquez Cobo (1909) culmi-
naron con la firma por los plenipotenciarios del acta del
2 de junio, la cual habría dejado intactas las secciones

129. La negociación López-Baralt-Díaz Granados en MRE. Co-


lombia 116.
130. Memorándum de Restrepo, Caracas sept. 17 de 1907. MRE,
Colombia. Límites, tomo XI f. 216. Fue a la muerte de Mi*'
nuel Clemente Urbaneja, cuando entró Rafael Garbiras Gus«
mán a representar a Venezuela en diciembre de 1907.
1* a 5- como el laudo español, e introducía, mediante la cesión
colombiana, de una variante en la 6* calculada en 51.500 km 2 al Oeste de
los ríos Orinoco al Negro, superficie bañada por ríos navegables en una
longitud global de 1.300 kms. m.
Las negociaciones Sanabria-Torres (1910-1911) y Sa- nabria-Borda
(1911-1913se caracterizan por diferenciarse de las anteriores al intentar la
verdadera frontera establecida por el laudo español, por el convencimiento
de ambos plenipotenciarios de la primera fase que la demarcación de
1900-1901 se había apartado de la sentencia española en la línea de la
Guajira a Montes de Oca. Sanabria había llegado a la conclusión de que
los Mogotes de los Frailes se hallaban en la costa Norte de la Guajira,
sobre el Mar de las Antillas o Caribe, y no en el Golfo de Venezuela, y de
que la línea del laudo se debía trazar por los términos de Montes de Oca
por el lado del Valle de Upar, es decir por la línea de separación de la
vertiente occidental de los referidos Montes y el valle. Torres propuso que
se nombrara una nueva Comisión que buscara los Mogotes de los Frailes y
rectificara los errores de 1900. En las otras Secciones seguiría la frontera
como en el laudo. Admitía que el Apostadero del Meta era el determinado
el 4 de febrero de 1901 en la intersección del meridiano del pueblo El
Viento en el Meta. En la 6® Sección proponía que se reconocieran los dos
países mutuas servidumbres para el paso de los raudales, y cesión
territorial, como en el proyecto de tratado Silva Gandolphi-Holguín.
Para evitar que las Partes recayeran en interminables alegatos sobre los
tan discutidos Mogotes de los Frailes, Sanabria propuso: "En el caso de no
hallarse los Mogotes mencionados en el Laudo, se procederá a trazar la
frontera teniendo en cuenta los demás puntos de referencia citados en
aquél, o sea: una línea que tenga por punto de partida el término de los
Montes de Oca por el Valle de Upar, y que trazada en derechura por el
lado

131. El acta fue publicada en la Gaceta Oficial de Venezuela n9 31.353. Como el gobierno
colombiano no aprobó su negociación, Vásquez Cobo renunció.

104
^yTv y i' 'V 1 * ,1 ^ ^

de arriba de los referidos montes, termine en la se:


y orillas de la mar" 132.
Con la muerte del Dr. Carlos Arturo Torres, quedaron
interrumpidas las conversaciones para cuya continuación
envió Colombia, como su plenipotenciario, al Dr. José
del Carmen Borda (1911-1913) quien también admitió
que procedía el nombramiento de una nueva comisión
demarcadora para la 1* sección en un esfuerzo por la
ejecución estricta de la sentencia; mas previo que, en
caso de desacuerdo, se promediaran las pretensiones
extremas de las Partes. En la segunda sección se seguiría
la línea del laudo, según la descripción del proyecto de
tratado de 1833; en la 3* también la línea del laudo, pero
de conformidad con la descripción del tratado de 1909;
en la -4*, la línea del laudo; en la 5® también, pero de
conformidad con el acta de Calcara (es decir la inter-
sección en el Meta del meridiano de El Viento como
localización del Apostadero); en la 6* volvía a la pro-
puesta de las servidumbres recíprocas en el sector de los
raudales, o de un camino internacional, terminando con
la cesión de un "globo" de territorio entre el Inírida y
el Atabapo. No aceptada la propuesta por Sanabria,
Borda hizo otra proposición con carácter "privado y
personal" 133.
Naturalmente que estas propuestas y contrapropues-
tas se entrelazaron con las ofrecidas compensaciones
venezolanas en materia de navegación y comercio, per-
seguidas ansiosamente por Colombia a fin de comunicar
su costado oriental con el mar por el llamado Lago de
Maracaibo y por el Orinoco. En agosto de 1913 el retiro
de Borda, y el nombramiento de autoridades colombia-
nas en el distrito de Maipures, con el consecuente cruce
de notas, dieron paso a un clima de tensión entre los dos
países, cuando la dictadura de Juan Vicente Gómez,
imperante en Venezuela, trataba a todo trance de evitar
los conflictos internacionales. Se había pasado de la
dictadura de Cipriano Castro (1899-1908), a la de Gó-
mez (1908-1935). Los dos regímenes militares, autocrá-
ticos, fueron los responsables más directos en la gigan-

132. MRE. Dirección de fronteras. Demarcación. Carpeta: Limites con Colombia 1901-
1903.
133. MRE. Colombia 152 y 110.
testa mutilación del territorio nacional sufrida entre 1900 y 1924, o sea el
lapso que corre desde el levantamiento del 1er. hito en Castilletes hasta las
sentencias de los Expertos Arbitros suizos.
La Cancillería de la Dictadura Gomecista tuvo muchas oportunidades
para desautorizar la demarcación de 1900-1901, y dejar sin efectos la
imprudente aprobación que le impartió Cipriano Castro. Y en vez de
estudiar a fondo los fundamentos del laudo español —para cuya empresa
contaba con un historiador de la talla de Gil Fortoul— en orden a exigir su
revisión, continuó en las negociaciones dentro del marco de la política de
compensaciones, terminando por orientar la cuestión hacia él despeñadero
del arbitramento suizo134.

134. Por la excesiva afición a lo anecdótico en la materia de límites se ha generalizado la


crítica a Gil Fortoul por su descuido en la defensa de Venezuela en el arbitramento
suizo acusándole de preferir las delicias de París a los trabajos de Berna. Su
preferencia por París ya se la enrostraron en 1919, tres años antes de la sentencia
suiza, y él dio respuesta adecuada en carta al Canciller Gil Borges, en París 6 de
mayo del mismo año. La acusación fue renovada por Diógenes Escalante en carta
al dictador Juan Vicente Gómez, en Vichy 12-8-1921 en vísperas del laudo suizo.
Boletín del Archivo Histórico de Miraflores NQ 52-58, Año IX-X, pp. 123 ss. 257
ss. (Caracas, enero 1968, feb. 1969). Sus biógrafos Penzini Hernández, Felice
Cardot, Polanco Alcántara, sí se ocupan de esta acusación y de las discrepancias
de criterio que Gil Fortoul mantuvo con Gil Borges sobre el arbitramento suizo,
pues aquél deseaba orientar el encargó confiado al Consejo Federal Suizo hacia la
revisión del laudo español, facultad que el acreditado historiador entendía que el
compromiso de 1916 había otorgadó al juez (Boletín cit.). Mas un tema que tendrá
que ser dilucidado es el de la responsabilidad de Qil Fortoul en no haber entregado
al país, impreso o confidencial, un estudio crítico, tanto del laudo español como del
suizo, a pesar de haber sobrevivido varias décadas a esa última sentencia.
EL ARBITRAMENTO SUIZO ;
La inserción del arbitramento del Consejo Federal áp
la Confederación Helvética en la política de competo*
saciones, se pone de manifiesto en el propio compromifc
arbitral: la convención firmada en Bogotá el 3 de no-
viembre de 1916 por el plenipotenciario venezolano De-
metrio Lossada Días y el canciller colombiano Marco
Fidel Suárez, acompañado éste por los miembros de su
Comisión Asesora de Relaciones Exteriores en prueba
del interés qué ponía su país en ese instrumento.,
En esta convención acordaron someter a la decisión
de un árbitro de derecho la siguiente cuestión: "¿La
ejecución del Laudo [se refieren al español de 1891]
puede hacerse parcialmente, como lo sostiene Colombia,
o tiene que hacerse íntegramente, como lo sostiene Ve-
nezuela, para que puedan ocuparse los territorios reoo
nocidos a cada una de las Naciones y que no estaban
ocupados por ellas antes del Laudo de 1891?" (Art 1).
Esta fue la diferencia fundamental que sometieron a
la decisión del árbitro juris, tema que revivió con motivo
de la ocupación por Colombia del distrito de Maipures
en 1913. Pero, además, convinieron "en encargar al
Arbitro la completa terminación del deslinde y amojo-
namiento de la frontera fijada por el laudo, operador
nes que él ejecutará por medio de expertos nombrados
a su voluntad inmediatamente después de pronunciado
él fallo" (art. 3). En el momento del canje de ratifica*
ciones de está convención (Caracas, 20 de julio de 1917)
las Partes declararon que se habían puesto de acuerdo
para que el árbitro fuera el Consejo Federal de la Con-
federación Helvética.
Con todo, la política de compensaciones* l^jos el®
quedar marginada de la solución arbitral, fue sanciona-
da solemnemente por ese mismo instrumento sin que 80
le fijara límite para su cumplimiento; En efeeto-
estipulado lo siguiente: ;",y.M, , '.;?

, W
"Inmediatamente después de que esta Convención sea ratificada, las
Altas Partes Contratantes abrirán negociaciones con el objeto de
concluir un tratado sobre navegación de ríos comunes y comercio
fronterizo y de tránsito entre las dos Repúblicas sobre bases de
equidad y mutua conveniencia. Si dicho tratado fuere concluido y
canjeado antes de principiada la demarcación de la frontera,
cualquiera variación proveniente del tratado de navegación y
comercio se tendrá en cuenta en los actos y operaciones
concernientes a la demarcación. Si el tratado de navegación y
comercio fuere concluido después de estar ya empezada o
terminada la demarcación, el trazo de ésta se modificará en la parte
que sea necesario modificar, de acuerdo con el referido tratado, en
la misma forma estipulada para la demarcación general" (Art. 6).

Como consecuencia de este compromiso, mientras el arbitramento se


desarrollaba en Berna, donde el 19 de enero de 1918 las Partes habían
presentado sus respectivos alegatos^ Lossada Días negociaba en Bogotá
dentro del marco de la política de compensaciones (octubre, 1918). La
propuesta venezolana formulada ante el canciller colombiano y su
Comisión Asesora el día 3, se basaba, como se había acordado
previamente en principio, en la línea del proyecto de tratado de 1894 (el
Unda- Suárez). Sin embargo introducía una variante en la 1 ? Sección
conforme al convencimiento venezolano de que la línea del laudo español
debía ir por la vertiente occidental de los Montes de Oca: "Desde Punta
Espada en la Península Guajira pasando por los cerros de Yurupi- che y
Masape a encontrar por el lado de arriba de los Montes de Oca la línea
que divide el Valle de Upar de las provincias de Maracaibo y Río de
Hacha99.
Las contrapopuestas colombianas oscilaron tanto en relación con la
Guajira, como en el resto de la línea, unas veces ofreciendo el comienzo
en Punta Espada y de ahí a la Teta Guajira, otras haciéndola partir
"desde el extremo más occidental de la laguna de Tucacas pasando por la
Sierra de Cojoro y cerro Poroporo al cerro de la Teta"; unas veces
cediendo, otras negando la cesión, en el territorio entre el Guaviare y el
Me-

108
machí, en un ejercicio diplomático desesperante* En la sesión quinta, tras
reconocer la importancia de lftl concesiones ofrecidas por Venezuela en
materia de comercio de tránsito terrestre y fluvial, y la libre navegación
por el Lago de Maracaibo y el Orinoco al mar, exigiendo la autorización
para "la colocación en territorio venezolano de la tubería indispensable
para conducir el petróléo que se extraiga de las regiones colombianas del
Catatumbo al Lago de Maracaibo", volvió a la propuesta del comienzo de
la frontera en la parte más occidental de la laguna de Tucacas, si bien se
mostró dispuesta a ceder territorio entre el Guaviare y el Inirida.
La Cancillería de Caracas entendió que la propuesta colombiana no
constituía una base seria de negociación para un arreglo equitativo, e
instruyó a Lossada Días que suspendiera las conversaciones, como lo hizo
el plenipotenciario en nota al canciller Suárez, el 2 de diciembre, donde
declaró: "para toda consideración del arreglo de límites, el Gobierno de
Venezuela cree necesario esperar que se practique por el Arbitro Suizo la
fijación, trazado y demarcación en el terreno, de la línea fronteriza del
Laudo Español lo cual es de desear se lleve a cabo cuanto antes sea
posible"135.
La Cancillería de Bogotá calificó esta nota de "incompatible con el
espíritu amistoso que ha venido caracterizando las relaciones de los dos
países", y "en oposición manifiesta con el artículo 69 del conveni- miento
del 3 de noviembre de 1916".
Así terminaba esta fase de la política de compensaciones para dar paso
al arbitramento, cuando hacía meses que por sentencia preparatoria (24 de
junio) el Consejo Federal Suizo había declarado a las Partes las reglas que
regirían el juicio.
De las negociaciones conducidas dentro del marco de la política de
compensaciones, aun incluidos los antecedentes de las conversaciones
previas al arbitramento español, se desprende, como conclusión, la exis-
tencia de una constante histórica: que Colombia, tras reconocer la
presencia de establecimientos venezolanos

135. MRE. Colombia. Límites "Informe del Doctor Lossads Diéí y MRE. Colombia 155 y
178.

109
en la costa oriental de la Guajira — así como los situados al Oeste del
Orinoco, Atabapo, Guainía y Negro—, estaba dispuesta, en todo proyecto
de línea de convenimiento, a ceder a Venezuela desde Punta Espada dada
la importancia que atribuía este país al dominio pleno del Golfo de su
nombre.
Colombia, ni se oponía, en el plano diplomático, ni podía hacerlo en el
de los hechos, al ejercicio por Venezuela de la jurisdicción en todo el
mencionado Golfo, pues su alejamiento de la costa oriental de la Guajira
continuaba por mar136, como por tierra, casi igual que durante el
Virreinato, y especialmente en las últimas décadas, las definitivas para la
determinación del uti possidetis juris. Por mar se le oponían los viéntos y
corrientes marítimas contrarias. Por tierra se interponían los guajiros137.
Todavía en 1936 la oposición de los guajiros a Colombia se
manifestaba en declaraciones de sus caciques, como las formuladas en
carta al Presidente de Venezuela, el 3 de marzo, y en similares términos al
Ministro de Relaciones Interiores el 6 de abril. En la primera se
expresaban en representación de la nación guajira:
"Nosotros hemos oído siempre a nuestros abuelos decir que todo el
territorio de la Guajira era venezolano y por lo cual nos sentimos
halagados y satisfechos, y hoy estos bastardos advenedizos nos
dicen que pertenecemos a Colombia, eso quére- mos que usted
explique General, si es que somos

136. En las Memorias de Guerra y Marina de Nueva Granada, y después Colombia,


desde 1867 cuando se hace una referencia al crucero del vapor "Colombia" a Santa
Marta, Río Hacha "i hasta Bahía Hondano se halla mención alguna de la Goagira
hasta 1913. En ese año se menciona la actuación de la gendarmería —no de la
marina— contra los "movimientos hostiles de los indios salvajes". En 1914 y 1915
nuevo silencio sobre la Goagira. En 1916 se dice únicamente que han sido
suprimidos los puestos de Jefes de las fronteras de la Goagira y Arauca. En los años
siguientes, hasta 1920 el silencio vuelve a envolver a la Goagira. Ese año, como no
existía marina de guerra en Colombia, se propuso el plan para su creación.

137. Véase el acta de la Comisión mixta, Maracaibo 13-2-1900, dónde se informa de la


muerte de tres colombianos por los indios de Guarero.

110
venezolanos que debemos seguir respetando ÍOi creencias de
nuestro Libertador Simón Bolívar y de sus leales tenientes Sucre,
Urdaneta, Páez y Miranda haber (sic) si el sacrificio de estos hom-
bres no coronó su obra libertaria, o fue que nos* otros los pobres
guajiros también no tenemos de- recho a ese sol de la libertad..."138.

Volviendo al arbitramento suizo, los alegatos, aunque dirigidos a


probar el respectivo criterio de las Paites sobre si procedía o no la
ocupación de los territorios delimitados por las fronteras naturales
señaladas por el laudo español, o por las artificiales fijadas de común
acuerdo por la Comisión Mixta de 1900-1901, incidieron naturalmente
sobre los trabajos de demarcación. Colombia los calificaba de definitivos
cuando hubiera habido acuerdo de las dos agrupaciones, si bien excluía
tanto el acta de Caicara (15-1-1900) como el documento del 4 de febrero
sobre la fijación del punto del Apostadero en la intersección del meridiano
del pueblo de El Viento en el Meta. Venezuela, por su parte, negaba
carácter definitivo a la demarcación en los sectores en que no se hubiere
ajustado al laudo español, como fue el caso de los Mogotes de los Frailes.
Más aún, dados los errores de la sentencia española, Venezuela sostenía
que era susceptible de revisión conforme a las convenciones de La Haya
de 1899 y 1907.
El 8 de julio, el árbitro declaró a las Partes que "el presente arbitraje
tiene como fin principal interpretar y completar la sentencia" de la Reina
Regente María Cristina, y preguntó si consideraban oportuno solicitar de
España su consentimiento para "interpretar y completar su propia
sentencia de 1891". Previó, al mismo tiempo, que la solución equitativa
del litigio "tropezaría con grandes dificultades antes de qué Tas
comisiones topográficas le suministrasen trabajos minuciosos, a no ser
que decidieran las Partes arreglar la controversia por la vía de las
negociaciones, como se lo habían reservado139.

138. MRE. Colombia. Interior 1936. Expdte. n. 64.


139. Libro Amarillo de 1919, documentos pp. 42-44.

m
No parecía muy seguro el criterio del árbitro, pues, si por un lado
entendía que le correspondía, en virtud del compromiso, "interpretar y
completar el laudo de 1891", e insinuaba la posibilidad de una solución
equitativa de la controversia, mientras solicitaba los documentos aducidos
por la sentencia española como fundamento de la frontera en la 1®
Sección (Guajira-Mon- tes de Qca), en nota del 15, de julio 140 daba ya por
definitivas —alegando el Pacto o Convención de 1898—. las
demarcaciones realizadas de común acuerdo por la Comisión Mixta de
1900-1901.
Debió ser este último criterio adelantado por el árbitro, por el que
Venezuela no prosiguió la línea de la aparente oportunidad que le brindaba
de una apertura a la revisión del laudo español por el árbitro, y optó por
intentar la rectificación fronteriza mediante las negociaciones directas de
Lossada Días en Bogotá, > en octubre del mismo año. Venezuela estaba
convencida de que la aplicación estricta del laudo español le daría el
dominio integral del Golfo de su nombre. La propia Colombia captó las
intenciones venezolanas, cuando declaró: "No parece que Venezuela exija
la revisión de toda la línea fronteriza sino con el único objetivo de obtener
una nueva delimitación de la 1* Sección, o sea la de la Guajira, insiste
especialmente, aunque no exclusivamente, en una modificación del
trazado en esta parte de la frontera y exige 'que se determine exactamente
la situación geográfica de Los Mogotes de Los Frailes, que se aplique en
su verdadero sentido la expresión 'en derechura' (directamente), usada por
la Sentencia arbitral', y que se indague si la línea divisoria de las aguas
coincide con la de las más altas cumbres de los Montes de Oca..."141.
A este respecto, no carece de interés observar cómo Venezuela no tuvo
dificultad en revelar cuáles eran sus objetivos fundamentales, pues
formuló esta importante declaración:
"En todo caso, jamás él sentimiento unánime del pueblo
venezolano se resignaría a ver pasar a dominación extranjera la
costa del Golfo de Vene

140. Id., id., p. 52 oP 2.


141. Réplique de la République de Colombie.. .p. 131. 112
zuela, y en consecuencia el Lago de Venezuela
(sic) por la sola razón de que la sentencia e$pa»
ñola, a causa de una interpretación errónea de la
demarcación de Sinamaica, ha confundido el terri-
torio de este último establecimiento con todo el
territorio de la Guajira, y que las Comisiones mix-
tas han creído poder cambiar por 'Castilletes' U)8
e
Mogotes de los Frailes' que no encontraron en el
terreno'9142.

Venezuela en todos los tonos y formas, criticó la


demarcación de 1900-1901, y principalmente en cuanto
a la línea de la Guajira y Montes de Oca, por la
( sustitución de los Mogotes de los Frailes por Cas-
tilletes, la adopción de la poligonal en vez de llevar
la línea en derechura (en lo cual advirtió Venezuela
una prueba de que Castilletes no se correspondía con
los Mogotes de los Frailes pues no habría estado en
la mente del árbitro español cortar la Ensenada de
Calabozo)143; censuró asimismo que no hubieren lle-
vado la línea por los términos de Montes de Oca por
el lado del Valle de Upar, y por no haber precisado
el punto final de la 1* Sección en "la línea que
divide el Valle de Upar de la provincia (sic) de Ma-
racaibo y Río de la Hacha", alegando contundentemen*
te que si la Comisión Mixta no había fijado, ni el
punto inicial, ni el final de ésa 1- Sección, era im-

osible que hubieren demarcado la línea del lau-


S oA*4. Por último, alegó que, por ser Juyachí un nom-
bre genérico, no podía ser escogido como punto de
referencia ¿letermiante del comienzo de la frontera14*,
En cuanto a la llamada cuestión de derecho plan-
teada por el artículo l9 del compromiso arbitral. Ve-
nezuela mantuvo que era imposible darle una solu-
ción sino mediante la interpretación del laudo español
confiada al árbitro suizo, previo estudio en el terreno
de los límites establecidos por aquella sentencia148; y

142. Replique des Etats-Unis du Vénézuéla... p. 299.


143. Réponse des Etats-Unis du Vénézuéla... pp. 6-7.
144. Réplique pp. 128, 141 ss., 183, 348 ss.
145. Id. p. 226.
146. Id. pp. 183, 255, 279 ss.

113
esa facultad se le ^ bía dado el artículo 3 del com-
promiso arbitral 1916 en cuaot0 que las Pa,rtes,le
habían encargado6^ «la ,^ta terminación de
deslinde y amojoh^ j„ , ^ontera fijada por el
laudo" de^SQl/p^f^^Staba interpretarlo-.
___ Colombia, en o„mbi0;tras habef^^JllT
ción en sn Prime^moZ que ^^ -bitramento tema por objeto ira* 1 tar
ar la
CompUt sentencia espa-
r
rínla rWlarÁ nnofív r * pUVO COTI TirmfiZa. rillfi

drpitiu cbtauau »- artículo l9 del com- ción de la


cuestio^ ¿e derecho deKontera en las partes
promiso y a la det^rrílinación de la demarcadora de donde no hubo ac^do de
la Com* te, en especial, a la 1900-1901. Se adhi^- irreductiblemflletes y e] Alto
del demarcación reali^a(ja entre Cast^abía perdido trece Cedro, y aunque
apresó que allí l que era casi cierto leguas de costa, si^ embargo ^eclatlf0rmaba con
la del que la línea de (^tilletes se co*> contradicción que laudo143. Mas,
prendiendo de K la iínea se corres-, entrañan esas decepciones, pues * dido
una pulgada ponde con la del laudo, no habría Y quién revista

de territorio; ¿cab^ ^ue un Gobier^ina(j0 litoral diga un mínimo de


importancia detei ^¿metros lineales) que trece leguas costa (unos lu ja
comparación en- no establecen dif^íeíicia alguna trata de una mani- tre la
demarcación y el laudo? S^ante? por la solem- festación más, au^qtle muy
imP0'dujo, del desinterés nidad del momento en que se pi%e Guajira, acen-
colombiano por c0sta oriental ciudad de Riohacha. tuado con el repli^gue de
1792 a legarán muchos años, Aun dictado el lai^0 suiz0 (1922) t0me posesión
de casi una década, que ColomP aj Norte de la Ha- unos pueblos
ven^0ianos situado* mada laguna de peinetas149.

147. U. p. 268. faue de Colombie pré-


148. Mémoire Resp0 u que la Réptí^
sent. ...p. 47% locales colombianas en
149. Tras un inten^ ¿e las autoridades os situados al N. de la
1926 de ocupa^ , s pueblos venezo^e fue desautorizado por
llamada laguna 1 Cocinetas, acto 4 1926), la ocupacion
el gobierno de wotá (MRE. ColOfu Límites ler. semestre
tuvo lugar en lQízl. MRE. ColoW
de
19

U4
Este desinterés colombiano, en agudo contraste con la importancia que
Venezuela atribuyó a esa costa desde 1528, sorprende aún más al
historiador objetivo, por cuanto el Gobierno de Bogotá desarrolló en sus
alegatos que procedía la ocupación parcial de los territorios, sin esperar —
como sostenía Venezuela— a que estuviera toda la línea demarcada—
tanto en los sectores delimitados por las fronteras naturales señaladas por
el laudo español, como por los artificiales acordados por la Comisión
Mixta, y esto por imperativo de la Civilización, a fin de establecer en ellos
la autoridad, el orden y el derecho150. Justamente éste fue uno de los
argumentos colombianos acogidos por el árbitro para sentenciar en su
favor la cuestión de derecho, calificándolo, en los considerandos de la
sentencia, como argumento de orden moral y de perspectiva universal
("portée uni ver selle").
La sentencia pronunciada el 24 de marzo de 1922, acogiendo también
el criterio colombiano en el sentido de que por el compromiso de 1916 no
estaba el árbitro facultado para interpretar el laudo español, estableció que
procedía la ocupación parcial de los territorios respectivos, tanto los
limitados por las fronteras naturales señaladas por el laudo español,
como por las fronteras artificiales fijadas de común acuerdo por la
Comisión Mixta demarcadora de 1900-1901, distinción nada casual, antes
conforme con la que venían utilizando las Partes desde el cruce de notas
de 1891 sobre la cuestión de la aceptación de la sentencia española. En
cuanto a "la completa terminación del deslinde y amojonamiento de la
frontera fijada por el laudo español", el árbitro suizo entendió que sus
facultades quedaban restringidas a determinar las fronteras en los sectores
donde habían surgido desacuerdos en la Co- tíiisión demarcadora. Para
cumplir con este encargo, nombró, de conformidad con el compromiso de
1916, una Comisión Técnica Arbitral que actuaría por delegación suya.
. Como la sentencia especificó que entre los sectores cuya demarcación
tenía Carácter definitivo estaba la frontera de la Guajira, no me explico que
se halle tan

150 . Replique de la République de Cotombie, p. 55.

1
1
extendida la equivocada versión de atribuir la pérdida de ése territorio al
tratado de 1941.
Mas también debo observar, contra la rutinaria representación de la
frontera en Montes de Oca como si fuera por el divorcio de aguas (rutina
de la que no se ha librado ni la Cartografía Nacional de Caracas), que el
árbitro suizo estuvo muy lejos de confirmar la declaración de la Comisión
demarcadora en 1900 (acta de Majayura del 31 de julio) en el sentido de
que a partir del hito del Alto del Cedro 151 la frontera "debe seguirse por
toda la parte alta de la fila, tomando la línea divisoria de aguas de las dos
faldas de dichos montes, hasta donde empalme con la cordillera de
Perijá"152.
Es de todo punto evidente que la frontera artificial de la Comisión
demarcadora en la Guajira terminaba en el hito del Alto del Cedro. Por
consiguiente hasta ahí la declaró el árbitro suizo como definitiva. A partir
de aquel punto, la línea determinada por la Comisión era una frontera
natural y, por consiguiente, no fue aprobada y confirmada por el árbitro.
Este, como quiera que no se consideró con poderes de interpretar —
mucho menos de modificar el laudo español— se redujo a declarar
vigentes las fronteras naturales señaladas por esa sentencia, y en Montes
de Oca, éstas tienen que ir por los términos de los referidos montes por el
lado del Valle de Upar, es decir, por donde termina la vertiente
occidental153.

151. Hay una diferencia significativa entre lo asentado por el Acta de 1900 que fija el
hito del Alto de Cedro a 400 ms. sobre la llanura, y el Informe del Ingeniero Jefe de
la agrupación colombiana quien asienta que el hito se fijó a 600 metros y que
necesitaron dos días para subir a esa fila. Anales diplomáticos y consulares, 1. p.
410.

152. Salta a la vista la asimilación indebida que hizo la Comisión de la línea de Montes
de Oca con la de Perijá, mientras que el laudo establecía claramente la diferencia:
Sección l * . . ., "por los términos de Montes de Oca por el lado del valle de Upar";
Sección 2^..., "por las cumbres de las sierras de Perijá y de Motilones".

153. Desde hace años venía sosteniendo esta tesis, hasta que la hice pública en
declaraciones a Ricardo Escalante que publicó El Universal de Caracas el 9-3-
1978. El Doctor José Alberto Zambrano Velasco sintetizó esta tesis en su ensayo
"El Uti possidetis. Examen de algunas cuestiones relacio

116
A los dos meses del laudo, el Consejo Federal suizo designó las
Comisiones de Expertos Arbitros (29 de mayo), las cuales, conforme
fueron estudiando sobre el terreno los sectores fronterizos en los que se
habían producido desacuerdos en la demarcación de 1900-1901,
pronunciaron las respectivas sentencias (1923-1924).
En dos ocasiones reclamó Venezuela la revisión de las sentencias de los
Expertos Arbitros suizos: una en relación con la demarcación del sector
Catatumbo- Zulia donde acogieron la tesis venezolana de que la norma era
la línea del status quo del proyecto de tratado de 1833; pero, en la práctica,
la demarcaron según la descripción del alegato colombiano. En memo-
rándum del 24-10-1923, Venezuela exigió la revisión de la sentencia suiza
por cuanto "no aplica el derecho que reconoce, desconoce la realidad de
los hechos y adolece de graves errores técnicos", criterio que desarrolló
después en nota de nuestra Legación en Berna el 25 de marzo de 1926.

nadas con el territorio del Estado, y en particular del criterio para la


determinación de los límites territoriales de Venezuela: el uti possidetis
juris de 1810" (En Estudios sobre la Constitución. Libro Homenaje a
Rafael Caldera, I, pp. 247-347. UCV, Caracas). El escritor Raúl Osuna
B. difundió la tesis en varios artículos en la prensa nacional. Con el
descubrimiento de los yacimientos carboníferos de Cerrejón, situado a
700 mts. en la vertiente occidental de Montes de Oca que en derecho
corresponden a Venezuela, el tema puede álcanzar una especial
sensibilidad, como lo planteé en artículo publicado en la revista Resumen
de Caracas (marzo 1982).
En una información de testigos levantada por la ciudad de Riohacha en
1571 en solicitud de que se le ampliara su territorio municipal, entre los
sitios mencionados figura Cerrejón de los Negros, y se le sitúa a diez
leguas de distancia, o sea fuera del perímetro de aquel municipio, al cual,
desde 1547 hasta 1577, se le confirmaron los términos de ocho leguas.
Resulta presumible que fuera allí donde se fortificaron los negros
cimarrones del Mariscal Castellanos. En ese caso, como quiera que fue
Venezuela, por medio de los capitanes Esteban y Cáceres, la que logró
vencerlos, aprisionar a los sobrevivientes, y establecer la Nueva Troya,
tendríamos un valioso antecedente venezolano de jurisdicción sobre
Cerrejón. Sobre la sublevación y sometimiento de los negros de
Castellanos, Hermano Nectario María, Los Oré- genes de Maracaibo
(Publicaciones del INCE de Venezuela. Imp. Villena, Madrid 1977) pp.
323 ss.

V
El otro reclamo tuvo por objeto la decisión de los
Expertos Arbitros sobre el Apostadero del Meta, pues
no habiendo atribuido méritos al acta de Caicara, la
cual, sobre ese sector artificial había recogido el acuer-
do de las dos agrupaciones, aunque posteriormente
fue repudiada por Colombia, determinó, como final de
la recta del Arauca, "el punto en donde el meridiano
de la confluencia del Masparro y del Apure corta
también al río Meta..(Sentencia en el Campamento
de La Culebra del 5-3-1924). ¿Por qué los Expertos
Arbitros decidieron así el punto sobre el Meta que el
laudo español había fijado en el Apostadero? Por una
mala inteligencia de la demarcación de 1778, cuando
los Diputados de Caracas debiendo trazar una recta
desde la boca del Masparro al Meta, en vez de seguir
la dirección del meridiano, por la imperfección de su
instrumental, fueron a terminar al Oeste de la con-
fluencia del Casanare. Ahora bien, la cédula de 1786
no decía que el término de referencia para los límites
de la Comandancia de Barinas era el punto donde
debieron los Diputados de Caracas de 1778 terminar v
su línea del Masparro al Meta, sino "donde llegó la
línea tirada por los Diputados del Gobierno de Cara-
cas"154. Colombia, después de haber suscrito el acta
de Caicara el 15-1-1900, y haber enterrado en el hito
levantado donde el meridiano de El Viento corta al
Meta (4 de febrero) en prueba de su convenimiento
con Venezuela —fuerza es recordarlo— tras repudiar
el acta y desenterrar el documento, vinieron a sostener
que el Apostadero del Meta se hallaba más adelante,
en el sitio llamado Los Apostaderos. Ahora los Exper-
tos Arbitros concluían que el Apostadero del Meta, se-
ñalado por el laudo español coincidía exactamente con el
punto de intersección del meridiano de la boca del Mas-
parro en el Meta. Difícilmente se puede aceptar que se
produjera tan extraña coincidencia del final de la línea
de los Diputados de Caracas dé 1778 y el Apostadero
(obviamente término de referencia post-independentis-
ta) justamente donde el famoso meridiano cortaba al
Meta. Resulta demasiado artificiosa la construcción, tan
artificiosa como la empleada por el laudo español para

4
fijar el Paso de los Casanares sobre el Arauca, justa —ni un metro más, ni
un milímetro menos— en el, ' punto equidistante entre la Villa de Arauca y
el de intersección en ese río del meridiano de la boca del Masparro.
Valga esta explicación para situar el reclamo venezolano contra la
sentencia de los Expertos Arbitros, Lo hizo mediante nota de nuestra
Legación en Berna el 24 de junio de 1924 a la que acompañó anexo un
escrito de los abogados de Venezuela fechado en Ciudad Bolívar el 18 de
octubre del año anterior en el sentido de que la línea de los Diputados de
Caracas de 1778 terminaba "en la desembocadura del Casanare o un poco
más lejos, aguas arriba del Meta (Antiguo San Rafael)", pidiendo en
consecuencia "la colocación del hito demarcador en la desembocadura
misma del Casanare."
Lo extraño es que Venezuela tardara tantos años en plantear que la
línea de los Diputados de Caracas de 1778 terminaba al Oeste de la
confluencia del Casanare, y lo hiciera con tanta inseguridad al expresar
que se hallaba "en la desembocadura del Casanare o un poco más lejos".
En 1886 había observado José Manuel Gabaldón al gobierno de
Venezuela: "El extremo de la línea trazada por los Diputados de Caracas
no termina en el Apostadero del Meta, sino en un punto más hacia el S. O.
en medio de dos pequeños cerritos de arrecife a un cuarto de legua de la
banda izquierda del Meta. Entre el Apostadero y el verdadero punto,
término de esta línea, hay más o menos ocho leguas" 155.
Las observaciones de Gabaldón fueron echadas al olvido por la mala
práctica diplomática de no estudiar a fondo los antecedentes de cada caso,
y porque se había como sacralizado el término Apostadero del Meta desde
el proyecto Michelena-Pombo de 1833 cuando su inspirador Codazzi
estaba muy lejos de conocer la cédula de 1786, la cual vino a ser
descubierta en 1839. Este acto regio reprodujo textualmente una propuesta
formulada por el Ayuntamiento de Barinas, ¿[uien

155. Escrito titulado "Observaciones" fechado en Caracas el 23-


11-1886. MRE. Colombia 109, f f . 115 ss.

119
sí conocía dónde había llegado al demarcación de los Diputados de
Caracas en 1778, provincia con la que habían mantenido una aguda
controversia de límites. Doce años habían transcurrido cuando el
Ayuntamiento de Barinas, en la ocasión de solicitar la elevación de su
ciudad a sede episcopal, elevó a la consideración del soberano español el
mapa de la provincia compuesto por conocedores de la región y sometido
a examen de expertos de la calidad del fundador de Guasdualito, don José
Ignacio de Pumar, y del que había sido el primer Comandante General de
Barinas, entonces gobernador de Maracaibo, don Fernando Miyares. Pues
bien, ese mapa, acreditado con tan autorizados testimonios, lleva la línea
de los Diputados de Caracas al Oeste franco de la boca del Casanare156.
Huelga decir que los Expertos Arbitros, con endebles argumentos que
no podemos analizar aquí, desestimaron los dos reclamos de Venezuela.

156. El mapa Plano de la mayor parte de la provincia de Barinas fue remitido a España por el
cabildo secular de Barinas con el expediente sobre la propuesta de erección del
obispado de esa jurisdicción (1798). AGI. Caracas 108. Lo menciona Julio
González en Catálogo de Mapas y Planos de Venezuela (Madrid 1968) p. 131 con
la fecha equivocada de 1802. Sin conocer el expediente del que formó parte,
Venezuela lo mencionó en su Replique de 1920.

120
EL TRATADO DE 1941

Este instrumento, quizás por las expectativas <$f|e


suscitó, y por las solemnidades con que se rodéó su
firma, previo encuentro de los Presidentes de Vene-
zuela y de Colombia, terminó "por ser el más discutido
en Venezuela de todos los tratados de límites. En el
Congreso Nacional, gracias a la oposición de una mi-
noría brillante, se escenificaron debates de gran aliento,
como no se oían en el parlamento venezolano en
materias fronterizas desde los Congresos de 1835 a
1840. La relativa libertad de prensa que se disfrutaba
en la transición de la dictadura de Gómez a la de su
diadoco General Eleazar López Contreras, contribuyó
a mlé se llevaran a la calle las discusiones157. Con la
evolución política de la Venezuela contemporánea, el sur-
gimiento de los partidos modernos, y la implantación
.y consolidación del régimen democrático, las objecior ;
fíes, bien merecidas por el tratado mismo, se insertaba!^
dentro de un contexto de crítica general a la Dictadura!
gpmecista y a las dos Presidencias que brotaron de
esa misma. matriz, para dar la impresión de que si se
denunciara ese tratado, procedería la revisión de ]a
frontera con Colombia, especialmente en la Guajira.
Como es imposible que se ignore cómo la frontera
Castilletes-Alto del Cedro, trazada en 1900, fue decla-
rada definitiva por el laudo suizo, habrá que interpretar
la aspiración a la nulidad del tratado de 1941 como
lina manifestación del sentimiento nacional, herido par-
tí^ilañn^nté por la pérdida de la mayor parte de la
Oüajira Oriental que encerraba el Golfo de Venezuela,
núcleo de la formación territorial del país158.
:
•i
157 . Carlos Navas Spínola, Pedro José Lara Peña y Rafael Caldera
, : Rodríguez, El Tratado Colombo-Venezolano (Caracas 1942).
* Los discursos de esos diputados y de Andrés Eloy Blanco en
Diario dé Debites de la Camara de Diputadvs (¿941 >.
Se repite ad nauseam que la Goagira se perdió >ton jtl
. tratado de 1941, pero extrañamos que conceptos coajo éjbá
120
En sí el instrumento representa lá culnffiiación de un proceso que se
inició con el acuerdo, mediante cambio de notas entre la Cancillería de
Caracas y la Legación de Colombia, del 17 de diciembre de 1928, fecha
evidentemente buscada por coincidir con el aniversario de la muerte del
Libertador. Este avenimiento tuvo por objeto dos asuntos que a lo largo de
muchas décadas han constituido, y seguirán constituyendo, fuentes de
diferencias entre los dos países: a) la densificación de los hitos en las
rectas de la Guajira, Zulia- Catatumbo, Arauca-Meta, y Atabapo-Guanía
(I, a b y e); b) con ocasión del problema observado en la isla del Arauca
llamada del Vapor o la Forzosa, donde el caudal del Arauca tendía a irse
por el Caño Guárico, por el Nortertras definir, para los efectos del acuerdo,
lo que entendían las Partes por vaguada, se comprometieron a
restablecerla y mantenerla, no sólo en el caso de la mencionada isla, sino
de todos los ríos que forman la frontera fluvial.
Los trabajos comenzaron en 1930 repartiéndose las tios Comisiones
Mixtas: la primera, la Guajira, el Cata- tumbo y Río de Oro; la segunda, el
resto, comenzando por el Meta159. Obviamenute la parte más expuesta a

lo emitan desde un Presidente de República, como sucedió con Garlos Andrés


Pérez, hasta profesionales de quienes se podía esperar mayor rigor científico como
es el caso del ^profesor Rubén Carpió Castillo, Geopolítica de Venezuela
(Colección "Geografía de Venezuela Nueva" n9 3. Ariel Seix Barral Venezolana,
1981) quien trata la línea de Castilletes como la del tratado de 1941, cuando la
verdad es que es la de 1900 con la sanción del laudo suizo de 1922, (passim, v.g.
pp. 139, 157, 162, 165, 166, etc.). Véanse también las demandas de nulidad del
tratado introducidas por Agustín Ascanio Jiménez, reproduc. en Venezuela y sus
fronteras en la hora cero (Caracas 1972) pp. 99 ss. y en El Golfo de Venezuela es
territorio venezolano (Caracas 1974) pp. 151 ss., y por Aquiles Monagas, Testimo-
nio de una traición a Venezuela. Demanda de nulidad del Tratado de Límites de
1941 entre Venezuela y Colombia" (Caracas 1975).

159. Con la fijación del hito en Los Apostaderos culminó todo el proceso de deformación de
la línea del título original cuyo extremo en el Meta se hallaba al oeste de la
confluencia del Casanare. El proceso de deformación tuvo dos etapas: a) sustitución
de ese punto por el Apostadero del Meta, término evidentemente posterior a 1810;
b) sustitución

122
cambios de vaguada es el sector del Arauca, pues alíf S
cualquier obstáculo que la naturaleza, o la mano del
hombre, coloque en un punto determinado, puede des-
viar las aguas y producir naturales, o artificiales cam*
bios del cauce. Precisamente en el caso de la isla
El Vapor, los comisionados dejaron constancia de su
recomendación de que no se obstruyera con obras de
carácter permanente, o definitivo, la boca del Caño
Guárico, en razón de las inundaciones que, como
consecuencia, se originarían, sino que bastaba con "hin-
car simples estacas de madera... ensanchando la es-
trechez que ofrece el canal principal cerca de la bifur-
cación. .(Acta de Ciudad Bolívar, 24 de noviembre,
1931). Es decir, que cualquier trabajo que se realice
en determinados puntos, puede originar cambios fun-
damentales que sean fuente de problemas limítrofes.
Es la consecuencia de haber alterado radicalmente, o
mejor, sustituido la línea de la cédula de 1786 que
tocaba al Arauca en un solo punto (al Oeste de la
actual Villa de Arauca), para convertir un buen trayecto
de ese río en divisoria de los dos países.
Donde surgieron mayores problemas fue en el seno
de la primera Comisión:
En cuanto a la Guajira: 1) El problema del trazado
de la línea de Castilletes a la "laguna de Cocinetas":
si debía ser normal, como sostenía Colombia, o tan-
gente, según criterio de Venezuela. Remitido el caso a
los gobiernos, estos acordaron lo segundo (1930); 2)
Sobre el hito del Alto del Cedro, se suscitó un cambio
de declaraciones mediante notas diplomáticas, y poste-
riormente de los comisionados de las Partes. En agos-
to de 1930 hubo plena concordancia de los Comisio-
nados en la localización del supuesto hito de 1900 a
400 metros de altura. El acta correspondiente señala, >

del Apostadero por Los Apostaderos, localización debida a


Colombia mediante unos testimonios lugareños, contradic- '
torios y escasos, evacuados ante autoridades locales colom-
bianas (Acta del Paso del Viento del 7-6-1901). El acuer-
do de la Comisión sobre el hito de Los Apostaderos en el
acta de Ciudad Bolívar 20-2-1930.
En el Arauca determinaron la vaguada del río junto a la*
islas de Cogollar a Santa Bárbara, además de la ya detefffli"
nada junto a la Isla del Vapor o La Forzosa.
éómo una indicación de que el cedró
hito coincidía con el que fue seleccionado en |9Q0fe§?
"Se encontraron vestigios de haberse practicado áUl
una gran rocería en derredor del árbol". (Acta de M&-' :
juyura del 27 de agosto de 1930). A mi juicio, a
"cocería" sería indicación de todo lo contrario, pue&
es imposible que si se hubiera practicado en 1900
hubiera sobrevivido a tres décadas de crecimiento de
J¿í\yegetación. Era más bien indicio de que había
sido recientemente hecha160. Pues bien, a los pocos me-
ses del supuesto reconocimiento del hito de 1900, la
Cancillería de Venezuela planteó a la Legación colom-
biana que el hito del Alto del Cedro no se hallaba en
la fila de Montes de Oca sino en una de sus estriba-
ciones, y, por consiguiente, no había posibilidad de
que la línea siguiera inmediatamente por la divisoria
de aguas, sino que sería necesario trazar otra línea
artificial, no prevista por la Comisión de 1900.
La respuesta colombiana declaró que no había lugar
a la revisión del punto indicado por cuanto lo hecho
por las Comisiones de 1900 era cosa juzgada. Mas Ve*
nezuela insistió en que no se trataba de revisar lo ya\
juzgado, sino de prevenir los inconvenientes que en lo
futuro podían presentarse por la "falta de concordan-
cia entre la cosa juzgada y la realidad topográfica de
la región" 161.
A nuestro juicio lo que procedía en ese momeñto era v
averiguar si el hito del Alto del Cedro escogidp poW*
la Comisión de 1930 se correspondía con el seiaalác^) =
por Ja Comisión de 1900. Por no quedar resuelto' egjtfe
problema, pueden surgir en lo futuro dificultades.
' Haciéndose eco del punto de vista de la Cancillería
de Caracas, los comisionados venezolanos dejaron con-
I signada en acta su declaración en el sentido de que la
-demarcación de 1900 no se ajustó al laudo en el sector
dé Montes de Oca, en cuanto que el hito del Alt<f 3el
Cedro no está situado en la divisoria "sino en un
estribo lateral". Asimismo los comisionados colombia-
nos dejaron constancia del punto de vista de su país

160. Véase la contradiccióii entre el acta de 1900 y el idí&^ffle ,


del Ingeniero Jefe de la agrupación colombiana, en* la*óota ij
151. *-
161. Libró Amarillo de 1932, Documentos, pp. 56 ss. - ,

; 124

,
1
,
f '""de qíté>la IrobtÉi^l
io una recta desde los Mogotes de los
la extremidad septentrional de la Serranía d e ^
de Oca". (Acta de Maracaibo, l9 de abril,
Más donde surgió una diferencia radical, qu$
pudo ser resuelta, ni a nivel de Comisión, ni a niW
Gobierno, en el lapso 1932-38, fue, en cuanto se $
a la bifurcación del Río de Oro: ¿Cuál de los
era el principal? ¿El que conduce a las fuentes er¡
Sierra de Perijá, como establecía el laudo, o el 4?
Norte? A juicio de Venezuela sólo el del Suroeste'
llenaba todos los requisitos, mientras que, según Co-
lombia, el Río de Oro continuaba por el brazo Norte»
Justamente el nacimiento del brazo del S. O. en el cerror*
de Bobalí (Sierra de Perijá) era la razón; interna para
que Colombia lo desechara, pues, en aquella época ekr
que los aviones volaban a baja altura, el paso de Bobaü
era el que ofrecía la posibilidad de atravesar la Sierra
y el acceso al Magdalena, lo que daba a la zona, ade-
más del valor intrínseco de su extensión territorial, una
gran importancia estratégica162. Ella quería para sí tan
Estratégico paso.
Ni la exploración terrestre, ni los estudios aerofoto-
gráficos, ni los aforos, pudieron llevar a una conclusión
admitida por las Partes, de manera que en 1938 las re-
; uniones de la Comisión en Caracas (febrero-junio) ter-
minaron en desacuerdo, y el 15 de junio remitieron el
asunto a sus respectivos gobiernos.

162. Sobre la cuestión de Río de Oro, además de las, actas de


la Comisión Mixta y de la correspondencia entre los dpfr *
gobiernos, véase de Gil Borges, en multígrafo: Límites f t i K ^ j
tre Venezuela y Colombia. Río de Oro. Oná-Arauca ($4il¡S<
pero parece posterior a la firma del tratado de 1941, y pxpr
Dablemente escrito con ocasión de las discusiones en íí^
Congreso). Bajo el título de Apéndice al Historid
reconocimiento de Río de Oro (en multígrafo) se tteptyW*
los documentos desde 1932 hasta 1936.
La importancia estratégica de Bobalí la sugirió el caftt
López de Mesa al decir que le era indispensable a la
fensa militar" de Colombia, pero ia aclaró Francisco Toté
Urrutia en artículo public. en Revista Colombiana (1942):
..en la Sierra de Motilones, entre Caracoli y Jagua te
encuentra una depresión de 1a Cordillera que ofrece
único paso posible para los Aviones y controla el Rio Mag" ^
víM
dalena" ■*

w
f, V - l t : ,
Este fue el más delicado asunto confiado al Doctor José Santiago
Rodríguez como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en
Bogotá quien presentó credenciales el 22 de agosto. Al ser elevada la
Legación a Embajada, por decreto del 26 de noviembre, Rodríguez pasó a
ser el primer Embajador de Venezuela eá Bogotá. Tenía instrucciones de
no tomar la iniciativa en cuanto a renovar las negociaciones propias de la
política de compensaciones contempladas en el art. 6 del compromiso
arbitral de 1916, pues podría suceder que Colombia ofreciera, como
compensación, "territorios en ese sector a los cuales Venezuela tiene un
derecho que parece indiscutible". Más aún, en el caso de que renovara
Colombia esa política, había de tratar los dos asuntos por separado, a fin
de arreglar primero, e independientemente, la cuestión de Río de Oro 163.
Desde un principio se mantuvieron las negociaciones dentro de un
clima cordial, pero sin que progresaran, aun reducidas exclusivamente a la
cuestión de Río. de Oro. La conflagración mundial (septiembre de 1939)
introdujo un nuevo ingrediente que parecía que iba a acelerar el arreglo, no
sólo de ésta, cuanto de todas las cuestiones que separaban a los dos países,
en la expresión del Presidente Santos, "como elemento fundamental
actual política solidaridad americanista" (Telegrama de Rodríguez del
27 de septiembre). Pero el año 1939 sólo dio por resultado la firma del
Tratado de No Agresión, Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial164.
En 1940, las cuestiones territoriales, en vez de simplificarse vinieron a
complicarse aún más con dos asuntos suscitados por Colombia: la
cuestión de la recta Oirá-Arauca y la de la isla Charo. La primera, después

163. Pliego de instrucciones a José Santiago Rodríguez. MRE. Colombia 1938.


Expediente. 10.
164. Fue firmado en Bogotá el 17 de diciembre de 1939 en otro aniversario de la muerte
del Libertador. El tema boliva- riano suele impregnar las cuestiones entre Venezuela
y Colombia, aunque, generalmente, en perjuicio de la primera. El tema de esta
negociación sale fuera del esquema que nos trazamos para la presente síntesis. Sin
embargo vale la pena observar que la cláusula que exceptúa del recurso a instancias
internacionales de las cuestiones relacionadas con la soberanía, la integridad
territorial y los intereses vitales de las Partes, fue iniciativa colombiana.

126
dé íiaber garantizado al Embajador Rodrfgttáss
iba a ser objeto de diferencia pues el gobierno colon*
biano "seguiría fiel a su política de considerar óomo <$0-
finitivo todo lo convenido y ejecutado por las Comisio*
nes" de 1900-1901 (l9 de julio de 1939), en enero si-
guiente cambió de posición respecto del hito levantado
en 1901 donde creyeron que se hallaba la confluencia,
del Oirá en el Arauca, error que vino a descubrirse tar-
díamente por cuanto el Oirá no es afluente del Arauca
sino del Apure. López de Mesa explicó que su nuevfl )
posición sobre la revisibilidad de la demarcación á e [
1900-1901 como cosa juzgada, porqué allí no se trataba
de error sino de omisión, con lo cual llevó la disputa a
un terreno muy peligroso para Colombia, pues, aplicada
la misma doctrina al caso de los Castilletes, en sustitu-
ción de los Mogotes de los Frailes, no por error (pues
eran conscientes los demarcadores de que unos y otros
no coincidían) sino por omisión de las debidas explora-
ciones, la frontera de la Guajira sería susceptible de re-
visión 185.
Al mes siguiente (febrero de 1940), Colombia amplió
el campo del diferendo territorial mediante el envío de;
funcionarios a la isla Charo, en el Arauca a intimar a la
"Venezuelan Oil Development" que se retirara del que
calificaban de territorio colombiano. A juzgar por algu-
nas evidencias, mediante el desvío de las aguas por utt
caño del Norte, se había producido, por medios artificia-,
les, la transformación de un pedazo de tierra firme vene-
zolana en isla situada al Sur del Arauca166. En todo caso*
el Acta del Paso del Viento del 7 de junio de 1901 había
dejado constancia de que la isla Charo, por estar situada
al Norte del brazo principal del Arauca, correspondía
Venezuela.
La ocupación de Holanda por Alemania (mayo) avivó,
el deseo de las Partes para llegar a un arreglo de telv

165. El argumento fue esgrimido por el Canciller Gil Borges. Jty»


recuerdo, én cambio que citara el caso del hito del Alto dat;
Cedro donde se produjo la equivocada demarcación p
omisión pues no exploraron toda la fila de la montaña,
desde luego, la vertiente occidental.
166. Véase Eduardo Hernández Carstens, Frontera Llanera,
pojos territoriales al Sur de Venezuela. 2* edic (C
1980) pp. 59-67.
diferencias dentro de un contexto de búsqueda de "la
solución integral de los asuntos fronterizos" como se
expresó la fórmula colombiana de la llamada "paridad
dé sacrificios" en Río de Oro y Oirá-Sarare, a lo que res-
pondió al mes siguiente Venezuela con una propuesta
de cuatro puntos, de los que los dos primeros se relacio-
naban con las cuestiones de Río de Oro y Oirá-Arauca;
el tercero, supuesto el acuerdo sobre los primeros, era la
apertura de negociaciones para la celebración de un
Tratado de Comercio y Navegación, de conformidad con
el art. 6 de la convención de 1916, y el cuarto, un modus
vivendi sobre la libre navegación de los llamados ríos
comunes hasta la celebración del mencionado tratado de
Comercio y Navegación.
Entrado ya el año 1941, si bien Venezuela estaba dis-
puesta a aceptar en la cuestión de Río de Oro, como
línea de transacción, la del Intermedio o Duda, a cam-
bio de que Colombia aceptara la oblicua Oirá-Arauca,
este país, ni reconocía la soberanía de Venezuela en la
isla Charo, ni se apartaba de su posición de que era
revisible la línea del Oirá-Arauca (marzo de 1941). A
mediados del mes, Gil Borges propuso que la cuestión de
Charo se resolviera por la determinación de la vaguada
del Arauca según el acuerdo de 1928. Ante la alternativa
ofrecida por Venezuela de que esta solución se incor-
orara al tratado, o se concertara mediante el intercam*
t io de notas, Colombia prefirió lo primero, y el 24 del
mismo mes tenían en Bogotá redactado el borrador del
Tratado, el cual vino a ser firmado, con solemnidades
inusitadas, en la que había sido sede del Congreso Consr
tituyente de la Gran Colombia en 1821: el templo del
Rosario de Cúcuta (5 de abril, 1941). La firma del tra-
tado fue objeto de encendidos elogios por parte de las
instituciones, los dirigentes políticos y religiosos, la
prensa y la opinión pública de Colombia187.
En conformidad con el tratado, cuyo canje de ratifi-
caciones tuvo lugar en Caracas el 12 de septiembre del
mismo año, se procedió a la determinación de la vagua-
167. Voluminosa antología de elogios colombianos al tratado en la obra de Alirio Gómez
Picón, El Tratado colombo-vene- zolano; sus antecedentes históricos; lo que ha sido
la administración de Eduardo Santos; panorama político de Colom* bia (Edit El
Comercio, Quito 1941).

128
ppim

u
da del Arauca frente a la isla Charo, $e „ ___...
tonces existente y no la de 1928 que las Partes sé habían
comprometido a mantener, posición esta que ratificar<^||
en relación con el Catatumbo, el 24 de noviembre dalll
1
1938. . r^-im
Con el acta de San Cristóbal del 30 de marzo de ISÍS^tJ
en la que se recogió el resultado de las exploracionéi'j!S¡j
de la vaguada del Arauca en febrero de ese año, y
abril del anterior, se puso punto final a la cuestión d&y")
la isla Charo, pero se sentó, a nuestro juicio, un grav6 í |
precedente que expondría las fronteras fluviales a brus* > $
eos cambios de soberanía, aun provocados por sigilosos
medios artificiales.
;
;
Sin embargo, el que podíamos denominar lapso del
tratado que comenzó con las negociaciones de José
Santiago Rodríguez en Bogotá168 aún se extiende hasta
él 22 de febrero de 1944 cuando se efectuó el canje de j
ratificaciones del Estatuto de Régimen Fronterizo que *
había sido firmado en Caracas dos años antes168.


En esos cinco años y medio, se produjo una serie de
hechos importantísimos relacionados con la posición de £
Venezuela acerca de su soberanía en las áreas marinas
y submarinas que Colombia, ni ignoró, ni pudo ignorat
—fuera de algunos hechos, por su naturaleza secreta— i
durante la negociación y ejecución del tratado de 1941
el cual determinó que: "todas las diferencias sobre ma-
teria de límites quedan terminadas99 (art. 1).
La materia la tratamos en nuestra obra "El Golfo de
Venezuela. Una síntesis histórica". Aquí nos basta enu-
168. En defensa de su negociación, publicó el embajador Ro- <|
dríguez su obra La Controversia de Límites entre Ven§¿^¡
zuela y Colombia (Tip. Americana, Caracas 1944), mi
tras que Simón Planas Suárez la enjuiciaba en su estm
Una desastrada negociación diplomática; el tratado de frÓto/%
teras y libre navegación de los ríos venezolanos firm¡M$
entre Venezuela y Colombia (Buenos Aires 1949). A
pocos años (c. 1953) apareció, en defensa de su
como Presidente de Venezuela, la obra del General
Contreras, Proceso de límites entre Venezuela y Coto
(Nueva York, si.).
169. Libro Amarillo de 1945. Documentos pp. 44 ss.

iUkiliil'yJ
IlSil
2. Definición del mar territorial y del espacio, marí-
3. timo contiguo en las bahías, golfos y senos sujetos a
la exclusiva jurisdicción de la República (Decreto del
Presidente López Contreras del 15 de septiembre de
1939, publicado en la Gaceta Oficial N9 19.981 y en el
Libro Amarillo de 1940).
4. Notas del Canciller Esteban Gil Borges, con oca-
sión del incidente del Alabama y del Barfleur del 17 de
junio y 16 de julio de 1940 en las cuales, en aplicación
del decreto sobre bahías y golfos, declaró que las aguas
del Golfo de Venezuela al Sur de la línea de Castilletes
a Punta Salinas eran aguas interiores de Venezuela y
definió que se trataba de una bahía histórica.
5. Acuerdo sobre la división del lecho marino del
Golfo de Paria (1942) asunto que se venía tratando des-
de 1936. Justamente a los pocos días de la firma del
Tratado de 1941, y meses antes de su aprobación y
ratificación, el Presidente López Contreras en su men-
saje al Congreso el 19 de abril informó que ese mismo
día se haría público simultáneamente, en Caracas y en
Londres, el acuerdo al que habían llegado Venezuela
y Gran Bretaña en relación con el subsuelo del Golfo de
Paria y con la isla de Patos.
6. Notas de protesta por el hundimiento del buque
cisterna venezolano Monagas por un submarino alemán
a 22 millas marinas del puerto de Las Piedras "eñ aguas
venezolanas" publicadas en el Libro Amarillo de 1942.
7. Acuerdo de coperación militar, ¿aval y aérea
entre Venezuela y Estados Unidos (1942) por el que se
reconoció a Venezuela la responsabilidad de la defensa
del Golfo de su nombre hasta los 12° 15' de latitud N.
(o sea hasta unas tres millas al norte del Cabo San
Román).
8. Acuerdo venezolano-holandés para la defensa de
las Antillas Holandesas (1942), instrumento del que fue
informada Colombia.
Ninguno de esos hechos fue motivo para que Colom-
bia formulara, no digamos protestas, pero ni siquiera ob-
servaciones, ni reservas sobre su posición con respecto a
las áreas marinas o submarinas del Golfo de Venezuela,
a pesar de que para entonces había ocupado la costa
oriental de la Guajira de Castilletes a Punta Espada, y
ello, a pesar de que, habiendo sido el gobierno de Bo-

130
gotá el que había manifestado el SO de marzO/f
su deseo de llegar a un "arreglo total de las cues1
fronterizas", había protagonizado la inclusión,
tratado de 1941, de la declaración categórica, absolutyWK]
sin reservas ni limitaciones: "todas las diferencias sobre
materia de límites quedan t e r m i n a d a s \ \ >
El concepto de que habían terminado todas las diferí? ,¡;
rencias sobre materia de límites, fue precisamente mei>,
cionado por la nota colombiana de reconocimiento de Ifit
soberanía de Venezuela sobre Los Monjes: "durante eh
amplio proceso desarrollado entre los dos gobiernos para.
dirimir sus diferencias territoriales felizmente concluido,
Colombia se abstuvo, no obstante los antecedentes men-
cionados, de presentar reclamación o aducir argumen-
tación alguna para desvirtuar la tesis de los Estados
Unidos de Venezuela acerca de su jurisdicción y domi-,
nio sobre el archipiélago de Los Monjes" (Nota GM-542
del 22-11-1952 firmada por el Canciller Juan Uribe '
Holguín).
Las circunstancias en las que se suscitó la cuestión del ?
Golfo de Venezuela, y el desarrollo de las conversacio-
nes sobre tan delicada materia (1968-1980) vienen siendo >
objeto de los más variados estudios, tanto por parte de
Venezuela, como de Colombia. El tema desborda los
límites del presente estudio. Mas si Colombia reconoció >
que durante el amplio proceso desarrollado para dirimir
sus diferencias territoriales, no objetó jamás la jurisdic*
ción y dominio de Venezuela sobre Los Monjes, y evi-
dentemente era ese un argumento de mucho peso en. ,
pro del reconocimiento de la soberanía de Venezuela ,
sobre aquel archipiélago, lo mismo se puede afirmar j
del ejercicio de la jurisdicción venezolana en aguas del '
Golfo, nunca objetada por Colombia durante las dis-
cusiones en materia de límites en las que ambas puste-
ron término con el Tratado de 1941.

4
Este controversial instrumento, si se atiende a lo que ¡
específicamente contempló en materia territorial, tuvo '
un alcance restringido a la cuestión de Río de Oro, al
problema de la línea Oirá-Arauca, y al de la isla Charo.
En todo lo demás, confirmaba las pérdidas territoriales,
o verdaderas mutilaciones, sufridas por Venezuela con$,
consecuencia del laudo español, de las demarcacioiiei
de 1900-1901, y del arbitramento suizo. Por más dolo*
rosas que resultaron al país las soluciones dadas a las
cuestiones de Río de Oro y de la isla Charo, el tratado
de 1941 no habría sido objeto de tantas críticas si no
hubiera sido porque en él se contiene la quiebra de una
tradicional política venezolana de búsqueda de rectifi-
caciones fronterizas como compensación de la libertad
de navegación de sus ríos. Esta fue otorgada a Colom-
bia sin las debidas compensaciones territoriales, Mas, si
es verdad que éstas aún no se han producido, también
es cierto que aquella libertad de navegación tampoco
ha sido reglamentada, al igual que Colombia aún no
ha dado cumplimiento a su compromiso contraído por
la Convención de 1916 (art. 6) ofreciendo rectificaciones
fronterizas "sobre bases de equidad", fuere que el tra-
tado de navegación de ríos comunes y comercio fronte-
rizo y de tránsito se concluyere antes, o después de la
demarcación, cuya terminación fue confiada al árbitro
suizo.
El canciller Gil Borges, en su defensa del tan criti-
cado instrumento, formuló la siguiente declaración:
"Reconociéndose en principio el derecho reciproco a
la navegación de los ríos comunes, los dos países han
convenido en que el ejercicio de ese derecho debe ser
regulado en un Tratado ulterior de comercio y navega-
ción" 17°.
Creo que no habrá gobierno venezolano capaz de
renunciar a las rectificaciones fronterizas, según el com-

romiso formal de Colombia consagrado por el art. 6 de


E l Convención de 1916.

170. El Tratado Colombo-Venezolano. Discusiones parlamenta-


rias y periodísticas (Caracas, julio 1941). La exposición de
Gil Borges, de las pp. 39-68.

132
La frontera entre Venezuela y Colombia, un proceso de
deformación territorial.....................................................

I. La etapa previa al arbitramento español . . .


i
II. El proceso arbitral español..................................................
En cuanto a la sección....................................................
En cuanto a la sección....................................................
En cuanto a la sección....................................................
En cuanto a la sección ...................................................
ler. trozo.......................................................................
29 trozo ..................................................................

III. La ejecución del laudo español y la política de


compensaciones . . . ........................................................

IV. El arbitramento suizo......................................................


V. El Tratado de 1941 ............................................................
ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR
EL DIA 11 DE MARZO DE MIL
NOVECIENTOS OCHENTA Y TRES EN
LAS PRENSAS VENEZOLANAS DE
EDITORIAL ARTE, EN LA CIUDAD DE
CARACAS

You might also like