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Una mirada
gerontológica actual
Paidós, 1998
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máticas que desarrolla y lo torna indispensable,
porque viene a colmar en la literatura temática un
vacío importante de llenar. Sus autores son cate-
dráticos, argentinos, españoles, mejicanos y uru-
guayos, hispanoparlantes, asuntos que no son
aleatorios. Está escrito de manera muy didáctica y
además el hecho de que sea el castellano la len-
gua que los homogeneíza no es sólo el soporte
por medio del cual se vehiculizan los discursos
que en palabras y prosodia van construyendo dife-
rentes subjetividades, sino también una manera
idiosincrática de pensarlas. El lenguaje transporta
sentidos que se producen muy alejados del sujeto
–están en otra parte o en ninguna parte–, lejos del
hombre pero muy cerca de las ideologías domi-
nantes. Es por esto entonces, que de ninguna
manera los designios con que mentalizaban
Goethe y Estanislao del Campo las posiciones sub-
jetivas de sus Faustos podrían identificarse. Aun-
que ambos plantean en el fondo de la cuestión la
búsqueda de sentido ante la muerte que se apare-
ce como una realidad ineludible en el horizonte,
sus pactos por la vida –que de eso se trata– se
colorean en distintas lenguas. Disfruté mucho
acompañando a Salvarezza en su inteligente y
jugosa comparación en el capítulo sobre el imagi-
nario social, que abre este libro.
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so científico acerca de la vejez, este libro da por
tierra con ella. La aventura del hombre, desde su
constitución, está inscripta en un orden cultural
que lo precede y espera con sus significaciones,
sus prácticas y sus discursos.
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cosifican a su paciente, convirtiéndolo en dese-
cho, para asistir al cual no es necesario formarse.
Esta actitud, también de manera inconciente, es
sostenida, dramatizada e instrumentada por las
instituciones que se encargan de administrar la
salud de la población añosa.
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etapas de la vida, está sujeta a esas leyes. “... El
individuo lleva realmente una existencia doble, en
cuanto es fin para sí mismo y eslabón dentro de
una cadena de la cual es tributario contra su volun-
tad o, al menos, sin que medie ésta. El tiene a la
sexualidad por uno de sus propósitos, mientras
que otra consideración lo muestra como mero
apéndice de su plasma germinal, a cuya disposi-
ción pone sus fuerzas a cambio de un premio de
placer; es el portador mortal de una sustancia
–quizás– inmortal, como un mayorazgo no es sino
el derechohabiente temporario de una institución
que lo sobrevive...”. (S. Freud. “Introducción al
Narcisismo” 1914).
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colectivo que organiza las prácticas sociocultura-
les, que determina diferencias en las historias de
vida en su convergencia singular. La pertenencia a
un grupo o clase también hace sus determinacio-
nes al marcar ocupaciones e inserciones en el
proceso productivo. La importancia en el tipo de
sociabilidad, estructura el lugar de la alteridad en
la constitución subjetiva, como afirman Haydée
Andrés y Liliana Gastron en “Vejeces: vinculacio-
nes, desvinculaciones y revinculaciones” y se pre-
guntan: “¿Es posible medir el bienestar?”.
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de la vida, va a ser el otro parámetro regulador.
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el que para algunos están reservadas las lágrimas
y para otros el espacio de creación. Cuando me
refiero al lugar no hablo de una residencia mate-
rial. El lugar sólo existe en el despliegue afectivo,
en la actualización concreta, permanente y cuasi
material de una trama vincular.
Diana Singer
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