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Capítulo 1.

TEMPESTAD

Los sueños de Sakura Haruno volvieron a transformarse en realidad con cada


pitido odioso que resonaba a través de la habitación. Con pesar abrió los ojos y
de manera torpe comenzó a tantear sobre su escritorio de madera de pino hasta
hallar el pequeño aparato debajo de varias fotografías que sobresalían de los
demás papeles

— ¿Hola? —contestó mientras volvía a erguirse sobre la silla acomodándose la


blusa

— Hola, cariño. Soy yo

— Ah, hola Sai —intentó contener un bostezo aunque fue prácticamente


imposible

— ¿Ocupada?

— Un poco —en ese momento un trueno retumbó fuera de aquellas paredes


dando la entrada a la tormenta que estuvo amenazando con aparecer hacía
varias horas. Sakura recorrió la habitación con la mirada mientras intentaba
recordar cuáles habían sido los planes que había olvidado esta ocasión. El lugar
estaba completamente vacío— lo siento. Sé que debí llamarte antes pero perdí
la noción del tiempo

— No te preocupes. Sólo llamaba para saber si ya estabas en tu casa aunque


me imaginó que aún sigues en el estudio ¿no es cierto?

— Ajá. Estoy terminando de revisar unas tomas pero creo que las editaré en
casa

— Me parece perfecto. Llámame cuando llegues. Te amo

— Si, te llamaré. Adiós —cerró el teléfono mientras suspiraba preguntándose si


sería normal que no pudiera decirle a su prometido que también lo amaba.
Probablemente no. Puso la mano sobre el ratón de la computadora para
desactivar el protector de pantalla, hizo varios clics revisando un par de carpetas
y luego apagó el ordenador. Empujó la silla mientras se levantaba estirando los
brazos. Había sido un largo día. En realidad, los últimos meses habían sido unos
muy largos días. Mientras cogía su abrigo del perchero que había junto a la
pared que dividía su cubículo de los demás, no pudo evitar pensar que tal vez
algo iría mal en su vida. Bueno, eso era obvio. Tener casi veinticinco años y ser
controlada por tu mundo en lugar de que fuera al revés claramente significaba
que algo iba mal.

Cuando decidió estudiar fotografía pensó que tal vez así podría escapar del
mundo al que había pertenecido desde que había nacido. Su padre un
importante doctor y su madre con un complejo de perfección que rayaba en lo
enfermizo, hicieron que ella siempre deseara ir más allá de ellos, más allá de
aquel mundo de lujos y perfección fingida al que parecía estar destinada por
derecho. Siempre buscó ser independiente y vivir aventuras mientras conocía
otros lugares nuevos y totalmente excitantes. Se equivocó. Irse lejos y estudiar
fotografía a pesar de lo que dijeran sus padres pareció ser la manera perfecta de
escapar pero en realidad no funcionó. No hubo viajes ni mucho menos aventuras
excitantes para vivir.

Ahora trabajaba como fotógrafa de la sección de sociales en el periódico de la


ciudad en la que vivía, ¿qué tan irónico podría ser eso? era cierto que ya no
participaba en aquellos eventos glamorosos pero ¿qué era peor, ya no participar
o ser la espectadora de una realidad que parecía estar destinada a ella sólo para
atormentarla? Definitivamente siempre pensó que debería haber algo más en la
vida que sólo un trabajo que no te hace feliz y un futuro matrimonio del que no
estás del todo segura.

Hay estaba la otra cuestión: Sai. Lo había conocido por accidente en el centro
comercial y antes de que pudiera darse cuenta ya había salido durante casi
cuatro años y ahora estaban comprometidos. No es que no sintiera nada por él,
al contrario, estaba segura de que sentía algo pero… eran tan diferentes.
"Diametralmente opuestos" sería la frase más adecuada. Él un abogado,
centrado, directo, racional. Ella una fotógrafa, soñadora, sentimental. No había
nada en común, ni la música, ni las películas ni programas de televisión, ni
comida. Nada.

Aún no habían fijado una fecha para la boda ni habían iniciado con los
preparativos pero eso no evitaba que sintiera escalofríos cada vez que veía el
anillo de compromiso en su dedo —por eso siempre lo llevaba en un bolsillo
interno de su bolso—. Le aterraba pensar que tal vez las cosas no deberían de
ser de esa manera y ella pudiera echarlo todo a perder. No estaba segura de
nada salvo de una cosa, alguien como Sai no debería sufrir por su indecisión.
Esperaba que tal vez, como le habían dicho algunas de sus compañeras de
trabajo, ese sudor frío que experimentaba al ver el anillo de bodas sólo fuera por
nervios pasajeros al dar aquel gran paso. En verdad deseaba que así fuera.

Dio una última mirada a su escritorio. La montaña de papeles y fotografías


amenazaba con hacer un desastre total en los días próximos días. Ya habrá
tiempo para arreglarlo cuando regrese el lunes pensó mientras colgaba su bolso
sobre el hombro. Estaba a punto de caminar hacia el ascensor cuando se detuvo
para mirar la placa que había sobre el escritorio: "Sakura Haruno. Reportera
gráfica". No pudo evitar recorrer con la mirada cada una de las letras doradas
que sobresalían en ese pequeño trozo de metal, llenas de lo que parecía que
ella había perdido hacía mucho tiempo. Su luz. Aún cuando lo intentaba,
últimamente con mayor intensidad que antes, no podía definir en qué momento
su vida se había estancado ahí, cuándo había perdido los sueños y la esperanza
de que siempre había algo más allá de lo que veía, de que siempre podría haber
más.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sobre una azotea, no muy lejos de donde las oficinas del "Konoha Journal"
estaban ubicadas, un par de hombres miraban hacia las calles de abajo. Ambos
eran altos y estaban ataviados con abrigos de cuero largos, pantalones del
mismo material y botas de tipo militar.

— Así que por fin comenzará a llover — susurró uno mientras alzaba la mirada
después de que un par de rayos atravesaran el cielo nocturno. Su cabello
grisáceo destacaba entre sus vestimentas negras mientras era lentamente
aplacado por las gotas de agua

— Llevamos más de media hora aquí sin hacer nada así que habla de una vez,
Kakashi. La lluvia y tu plática incesante están poniéndome de mal humor —
Kakashi sonrió de lado al oírlo

— Con todo respeto, siempre pareces estar de mal humor Sasuke —el aludido
centró su mirada fría en él

— ¿Estás criticándome? —replicó. Parecía tal vez diez años menor. Las
delicadas facciones que se poseía eran elegantes, aristocráticas siendo
enmarcadas por un par de mechones de cabello negro que caían alrededor de
su rostro mientras el resto se alborotaba en su nuca. Su mirada oscura reflejaba
una madurez y frialdad autoritarias al igual que su voz.

— En absoluto. Sólo expongo mi punto de vista —De nuevo volvieron a quedar


en silencio. Sasuke caminó un par de pasos más hacia la orilla hasta
encontrarse con la mitad del cuerpo inclinado hacia la nada. Era como si
estuviera esperando a que algo o alguien pasara debajo de él. En realidad lo
esperaba— Mi señor, he sido su cónsul y mentor durante casi cuatrocientos
años en los cuales puedo decir que ha sido un placer haber estado con usted
¿lo sabe verdad? —el chico de cabello negro levantó la mano izquierda frente a
él para indicarle que se callara

— Déjate de tonterías. Sabes que odio que me llames de esa manera. No soy tu
señor —el hombre se aclaró la garganta para continuar

— Aunque creo que discrepo en eso supongo que entonces puedo aventurarme
a decir que eres más que un compañero de batallas y que te he considerado
como un hijo —los fríos ojos negros volvieron a clavarse en él

— Aclaremos de una vez por todas esto, Kakashi —comentó impaciente— ¿qué
demonios sucede? —el hombre volvió a quedarse en silencio clavando su
mirada en él logrando exasperarlo— Habla de una vez o tendré que arrancarte
las palabras de la boca —durante un par de minutos de nuevo no hubo
respuesta hasta que el hombre de cabello gris se aclaró la garganta y volvió a
abrir la boca

— El consejo me ha llamado nuevamente —Sasuke volvió a erguirse para


después clavar su mirada oscura en él. Se acercó de manera elegante e
imponente hacia Kakashi haciendo que el hombre inmediatamente apoyara una
de sus rodillas sobre el suelo mojado aún cuando quizás era un par de
centímetros más alto. Sasuke apretó con fuerza los puños para evitar golpearlo

— Tienes tres segundos para levantarte y dejarte de toda esta payasada —


sentenció con frialdad. Kakashi obedeció de inmediato dejando su mirada atada
al piso. Sasuke miró a su alrededor y finalmente giró el rostro hacia la izquierda
— ¿Desde cuando lo sabes?

— Desde hace algún tiempo

— ¿Y por qué no me lo habías dicho?

— Porque no pensé que el tiempo fuera tan breve —alzó la mirada con cautela
— Escucha Sasuke, ambos sabíamos que era cuestión de tiempo para que
reclamaran mi presencia en el cargo que me fue entregado por destino. A pesar
de los quinientos años que llevo aplazándolo tarde o temprano tendría que
volver, incluso Neji ya debió de haberlo visto. Yo… —de nuevo Sasuke levantó
la mano dispuesto a replicar pero entonces algo cambió. Ambos abrieron los
ojos lo más que pudieron mientras un olor dulzón y frío saturaba sus narices a
pesar de la lluvia y un hueco se formaba en sus pechos. Sasuke dibujó una
media sonrisa de satisfacción— ¿Cuántos? —cuestionó de inmediato

— Tal vez siete. Vienen en dos direcciones distintas —volvió a mirarlo—


Hablaremos después. Hay trabajo que hacer —su compañero asintió e hizo una
reverencia. Sasuke se dirigió hacia el extremo donde había estado y cuando
estuvo en la orilla miró sobre su hombro— Y Kakashi… no se te ocurra morir hoy
¿quedó claro? —antes de recibir respuesta desapareció de la vista del hombre

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El estacionamiento estaba a dos edificios de distancia ya que el diario compartía


aparcamiento con las oficinas de una aseguradora y un edificio de
departamentos. Llevaba casi tres años trabajando en ese lugar casi los siete
días de la semana, recorriendo ese pequeño trayecto de unos veinte metros y de
repente le pareció tan lejano ahora que veía la intensidad con la que la lluvia
caía. No tenía sombrilla así que significaría que aunque fuera tan rápida como
los campeones de atletismo terminaría empapada. Meditó las opciones que
tenía durante unos segundos. Al no haber más supo que tendría que hacerlo.
Soltó una maldición e inició su carrera a través de la avenida iluminada
parcialmente por las farolas.

Luego de su minimaratón logró llegar al estacionamiento, inclinó su bolso y


comenzó a buscar las llaves. Cuando al fin halló la pequeña maraña, ésta cayó a
un pequeño charco. Mientras maldecía se agachó para tomarlas y se encontró
con un par de zapatos frente a ella. Tomó las llaves y se puso de pie

— Parece que necesitas un poco de compañía, muñequita —dijo el hombre


mirándola lascivamente. De inmediato Sakura comenzó a retroceder cada paso
que el hombre avanzaba. Pensó en regresar al edificio del periódico pero
justamente otro hombre apareció en esa dirección. Tenía bloqueados ambos
accesos. No podría acercarse a su auto ahora— Me encanta tu cabello. Parece
tan tierno. Me gustaría tocarlo

— A mí me gustaría tocar otras cosas —escupió el otro. Sakura miró a su


alrededor dándose cuenta de que ya no podría volver al periódico. Dio un par de
zancadas más y luego de que se alejó un poco comenzó a avanzar por la
avenida principal sin importar la lluvia. Estaba cerca de la zona de restaurantes
así que si lograba llegar ahí estaría a salvo. De cualquier manera, comenzó a
buscar en su bolso un gas pimienta que Sai le había comprado

— Oye hermosura, ¿tienes que ir a alguna parte? Podríamos llevarte. Mi auto


está cerca —Sakura apresuró su paso concentrándose para no perder la calma.
"En situaciones de riesgo es necesario mantener la calma para poder pensar
con claridad. Mantén el control" se decía mentalmente. Luego de indagar hasta
lo más profundo de su bolso se dio cuenta de que el "bendito" gas pimienta no
estaba. Lo había dejado en un cajón del escritorio. Su corazón comenzó a latir
con fuerza cuando vio el letrero de una cafetería cercana. "Sólo unos metros
más, sólo unos metros".

De nuevo aceleró el paso y antes de que pudiera divisar la siguiente avenida


uno de los hombres la sujetó por la cintura. Sus pies quedaron colgando en el
aire, y mientras la arrastraba hacia atrás, le cubrió la boca con la palma de la
mano. Sakura luchó pateando y lanzando puñetazos, y cuando acertó a
propinarle un buen golpe en un ojo, logró zafarse. Intentó alejarse lo más
rápidamente posible, taconeando con fuerza sobre el pavimento, mientras el
aliento se agolpaba en su garganta pero entonces el hombre volvió a sujetarla
de nuevo. Cubrió su boca con la mano mientras la arrastraba hacia una zona
oscura. Un callejón. Esos malditos la estaban arrastrando a un callejón. El
pánico comenzó a inundar todo su ser mientras sacudía su cuerpo intentando
zafarse.

El hombre la recargó bruscamente contra la pared de ladrillo presionando su


cuerpo sobre el de ella. Aún sin dejar de luchar, las lágrimas comenzaron a
nublar en sus ojos. Ellos eran dos. Eran más fuertes. Y ella…

¡Dios mío por favor, no!


Capítulo 2

Un acertado golpe en la mandíbula logró descontrolar a Kakashi lo suficiente


para que no alcanzara a esquivar el momento en el que una daga se incrustó en
su espalda a la altura de los riñones. El primer enemigo terminó volando por los
aires hasta azotar contra el muro del callejón donde se encontraban y entonces
inicio un forcejeo con el que le había herido.

Había una cosa cierta en esa guerra respecto a sus enemigos, los cazadores de
Akatsuki. Entre más años pasaran en aquella organización sanguinaria, más
hábiles se volvían. Akatsuki estaba conformada por vampiros rebeldes en contra
del –actualmente- extinto régimen Uchiha, y que se encontraban bajo las
órdenes de Orochimaru, el antiguo líder de "El Círculo", la parte más alta en
cuanto a la escala social vampírica se refería. Durante siglos enteros las
acciones de Orochimaru pasaron desapercibidas hasta que finalmente dio su
golpe maestro como inicio de la guerra que proseguía en la actualidad. Luego
del "Crystal Day" donde más de la mitad de la población de la raza fue
aniquilada a manos de aquel traidor y sus seguidores, aquella sociedad
comenzó a perseguir a los vampiros civiles llevando a la raza al borde de la
extinción.

Sin embargo, en respuesta a ellos nació la Cofradía. Vampiros con


características únicas en batalla entrenados específicamente para la protección
de la raza. Guerreros incansables que luchaban unidos para proteger y salvar lo
poco que quedaba de una especie que había alcanzado la gloria absoluta y que,
al igual que Roma, había decaído trágicamente hasta el borde del caos y el
olvido. Héroes anónimos sin una verdadera identidad, al menos no una pública.
Siempre existían especulaciones sobre sus miembros y su localización pero no
pasaban de ser ideas o comentarios pasados de una boca a otra en medio de
reuniones civiles. Rumores.

Finalmente Kakashi logró atravesar al segundo cazador con el que estaba


forcejeando la daga. En un amplio despliegue de habilidad desenfundó una de
las SIG que traía colgando a ambos lados de la cadera y con dos tiros partió por
la mitad el corazón del asesino para luego apuñalarlo con la misma daga. Una
vez que los cazadores obtenían el sello de maldición de Orochimaru se volvían
extremadamente resistentes logrando sobrevivir a heridas que siendo vampiros
normales les hubiesen ocasionado la muerte. Sólo existe una única forma de
acabar con un cazador y esa es atravesando el pecho con algo de metal
-excepto plomo, de ahí que las balas no sean suficientes-.

Cuando la hoja de acero atravesó el esternón hasta el corazón, las marcas que
dejaba la activación del sello se diseminaron a través de toda la piel cubriéndola
de una tonalidad endrina. Finalmente el cuerpo se desintegró hasta tomar una
forma líquida. Kakashi se apartó de la ahora mancha aceitosa en la pared. Con
grandes bocanadas intentó llevar aire a sus pulmones mientras se tambaleaba
para llegar a su anterior oponente que continuaba tirado en el piso entre un par
de botes de basura, abrió su abrigo dejando ver la cartuchera que llevaba en el
pecho y de ahí sacó una flamante daga plateada. La hoja del instrumento
centelló cuando otro relámpago surcó el cielo en medio de la tormenta y en un
movimiento rápido, aquel cazador corrió con la misma suerte de su compañero.

Kakashi se puso de pie dándose la vuelta y sacudió la daga para quitarle el


rastro de sangre color negro. Algo iba mal. Aunque no pudo precisar qué hasta
que… uno, dos, tres tiros impactaron en su abdomen. Tres, los cazadores
siempre van en grupos de tres. Lo había olvidado. Como si fuese un novato
olvidó ese pequeño detalle. Una sonrisa irónica se dibujó en su rostro al ver al
tercer integrante que había sido el primero en hacerle frente y que creyó haber
dejado inconsciente. Al mismo tiempo en el que un cuarto disparo hacía impacto
directamente en su pecho, su daga hizo lo mismo en el cuerpo del cazador
acabando con él.

Balas de acero. Dos en la parte inferior de su abdomen, tal vez en los intestinos.
Una más en su pulmón derecho, estaba seguro porque la sangre estaba
comenzando a llenar ese órgano haciéndole difícil respirar. Y finalmente una
debajo de la clavícula del lado izquierdo.

Definitivamente las cosas no estaban bien, nada bien.

Se recargó en uno de los muros que formaban el callejón llevándose la mano


derecha al extremo opuesto del pecho. Esa herida era la que más sangraba
probablemente porque había perforado alguna arteria. Al mismo tiempo, su
mano izquierda tanteó el interior del bolsillo de su pantalón de cuero hasta hallar
su teléfono celular, abrió el aparato y tecleó *0. Cuando la ayuda llegara -porque
esperaba que así lo hiciera- estaba seguro de que primero le salvarían la vida y
después su líder se la quitaría el mismo por su negligencia. Sip, en definitiva eso
no le agradaría a Sasuke.

En absoluto.

Sus respiraciones se estaban haciendo cada vez más difíciles y la lluvia no


estaba ayudando ni un poco a mantener su cuerpo caliente mientras estaba
empezaba a ser aquejado por ligeros temblores. Cerró los ojos e inhaló lo más
profundo que pudo en un intento de no quedar inconsciente debido la falta de
flujo de oxígeno hacia su cerebro. Dolía peor que ser castrado. Casi podía
jurarlo.

"Relájate. Sabías que esto sucedería. No opongas resistencia"


Entonces escuchó voces provenientes de la avenida, se pegó aún más a la
pared y esperó conforme las voces se acercaban. Giró la cabeza hacia la
entrada del callejón y vio a una joven de cabello rosado cruzar dando grandes
zancadas seguida muy de cerca, en realidad más de lo que debería, por dos
hombres. La mirada de Kakashi se ensombreció cuando imaginó lo que
probablemente sucedería. Podía olerlo. En ese instante el caballero que existía
en su interior emergió sobre el dolor y la agonía que estaban llenando su cuerpo.

"Bueno. El consejo puede esperar unos minutos más"

Comenzó a moverse lentamente hacia la salida del callejón manteniendo la


mano derecha en su posición de compresa mientras los dedos de su mano
izquierda se encogían y estiraban constantemente preparándose para lo que
vendría. Gracias al cielo era ambidiestro

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

— No te preocupes, linda. Esto te gustará tanto que vas a rogarme por más —
gruñó el hombre en su oído. La oleada de pánico que estaba saturando su ser le
dio nuevos bríos y reanudó su intento por escapar sacudiendo su cuerpo con
más fuerza. Una de las manos de Sakura logró zafarse y sus uñas rasguñaron la
mejilla izquierda de su agresor. El hombre se descuidó liberando
inconscientemente la garganta de Sakura y ella profirió un grito— ¡No intentes
hacerte la lista conmigo, estúpida zorra!

Dos fuertes bofetadas cruzaron en ambas direcciones el rostro de Sakura


partiéndole el labio del lado izquierdo. Su cabeza comenzó a perder conciencia
de lo que sucedía logrando escuchar solamente la risa tonta del otro tipo. Las
cosas no podían suceder así. Eso no podía estar sucediendo. Sintió el sabor
ferroso de la sangre en su boca y el dolor punzante a ambos lados de la nariz.
Tal vez se la habría roto pero entre la intensa lluvia no pudo distinguir si estaba
sangrando.

Antes de que pudiera darse cuenta, el hombre le había sujetado ambas


muñecas sobre su cabeza con una mano y con la otra estaba intentando
desgarrar su blusa. Uno a uno los frágiles botones de la prenda de seda azul
claro fueron cediendo dejando al descubierto el sostén de encaje blanco.
Entonces sintió algo frío en el cuello.

— Si vuelves a intentar esa estupidez de gritar entonces te abriré la garganta


¿entendiste? —dijo mientras intentaba abrirle las piernas con una rodilla. Sakura
sacudió levemente la cabeza tratando de liberarse de ese estado de
semiinconsciencia en el que estaba cayendo cuando sintió la lengua del tipo
rozar su cuello y la parte inferior de su mandíbula.

La sensación fue simplemente grotesca. Grandes arcadas comenzaron a mover


su cuerpo intentando expulsar la asquerosa sensación que había en su
estómago. Una voz en su interior le gritaba a todo pulmón que luchara, que
intentara escapar pero la respiración agitada y el cansancio en su cuerpo no le
permitían hacer nada. Las lágrimas volvieron a asomarse en sus ojos nublando
su vista en combinación con la sensación de que pronto podría desmayarse. No
podía soportarlo. Se odió a sí misma por ser tan débil.

Todo estaba perdido.

Entonces escuchó un gemido hueco y repentinamente la presión sobre sus


muñecas se fue desvaneciendo

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Lo que Kakashi presenció al adentrarse a ese callejón estaba muy lejos de lo


que había esperado. La sangre hirviente comenzó a correr estrepitosamente en
sus venas quemando las heridas donde estaban alojadas las balas y la que
había sido ocasionada por el cuchillo, al ver aquel monstruoso espectáculo.
Repentinamente el dolor y la agonía fueron reemplazados por el coraje y la rabia
de ver la clase de vejación que se alzaba frente a él.

Con una velocidad sobrenatural se acercó y su puño derecho impactó en el


costado del hombre que sostenía a la chica, lo tomó por los hombros alejándolo
de ella mientras éste se doblaba por el dolor y entonces la rodilla de Kakashi
impactó de lleno con el rostro del agresor dejándole inconsciente. El segundo
hombre se lanzó contra él. Con un siseo Kakashi dejó al descubierto sus
colmillos al mismo tiempo en el que contenía el puño del humano dentro de la
palma de su mano. Apretó con fuerza hasta escuchar el sonido de los huesos
romperse, dio un golpe certero en el estómago y luego un par de codazos
directos en la cara que fueron suficientes para que terminara su noche junto a su
compañero en el sucio suelo del callejón.

De nuevo su respiración volvió a tornarse agitada e inconstante cuando giró la


vista hacia el muro donde la joven se encontraba recargada con las rodillas
flexionadas temblando. Probablemente una mezcla entre el terror de lo que
había estado a punto de sucederle y lo frío de la noche.

— ¿Te encuentras bien? —cuestionó jadeante sin acercarse a ella. Durante un


instante no recibió respuesta hasta que notó un ligero asentimiento con la
cabeza por parte de la chica.

Sakura no lograba procesar todo lo que había ocurrido. Estuvo tan cerca de ser
violada y de repente había aparecido aquel hombre vestido como si fuese un
matón a sueldo y la había salvado. Su mente seguía sin lograr alcanzar la
lucidez pero su estado de conciencia fue suficiente para poder escuchar la
pregunta del hombre y contestar. Aún se encontraba con las uñas de una mano
aferradas a los ladrillos del muro del callejón mientras que la otra intentaba
mantener cerrada su blusa y sus piernas estaban comenzando a flaquear debido
al pánico.

Juntó todas las fuerzas que le quedaban para dirigir la mirada hacia su salvador.
Era impresionante. El hombre parecía medir casi dos metros aún cuando estaba
ligeramente encorvado intentando respirar. Su cabello grisáceo aplastado por la
lluvia le caía sobre el rostro cubriéndole el ojo izquierdo. Sus vestimentas eran
totalmente negras, un abrigo de cuero largo hasta las rodillas y enormes botas
toscas aseguraban lo que ella imaginaba.

Entonces el hombre cayó al piso. Sakura corrió rápidamente hacia él y se


arrodilló a su lado.

— ¿Se encuentra bien? —preguntó instintivamente. Kakashi se llevó la mano al


pecho. Sakura abrió el abrigo omitiendo la cartuchera y las armas que traía el
hombre sobre el cuerpo para concentrarse en las heridas de bala— No puede
ser. Está herido.

La mirada de Sakura revisó a su alrededor en busca de algo que le ayudara a


detener las hemorragias de Kakashi pero al no hallar nada que le pudiera ser de
ayuda utilizó sus manos. No podía decidir cuales eran las más graves así que
con una mano comenzó a hacer presión en el abdomen mientras que con la otra
lo hacía en la herida del pecho, cerca del corazón. Kakashi se estremeció por el
contacto.

— Debemos llevarlo a un hospital —tartamudeó Sakura. Parte por el rastro del


pánico que aún tenía y parte por el nuevo temor que la estaba invadiendo.

— ¡Por todo el cielo! Tienes los ojos más hermosos que he visto en mi vida —
susurró cuando Sakura clavó su mirada en él— Ese verde es único.

— ¿Tiene un celular? Hay que llamar a una ambulancia

— No… no te preocupes. Está bien —respondió Kakashi en una mezcla de


gemidos y jadeos

— No. No está bien. Necesita ir a un hospital. Iré por ayuda — intentó ponerse
de pie pero el hombre se lo impidió al tomarla por la muñeca

— Por favor, quédate conmigo. En verdad, está bien —las lágrimas volvieron a
asomarse en el rostro de Sakura ahora por una extraña sensación de
impotencia.

— No. Tenemos que conseguir ayuda. No puede morir. No después de haberme


salvado. —respondió con desesperación— No puedo dejarlo morir.
— Escúchame. Está bien. Sólo… —un dolor punzante hizo que se doblara
ligeramente emitiendo un gemido— sólo necesito que te quedes conmigo hasta
que esto acabe. Por favor —la impotencia se reflejó en la mirada de Sakura.

— No puedo hacerlo. Por favor resista —volvió a intentar ponerse de pie.


Entonces miró hacia la entrada del callejón— Voy a…

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Sus ojos se estrecharon mientras


intentaba definir si era real o no lo que veía frente a ella. La silueta parecía ser
un hombre aunque no podía ver nada más que…

No era posible. Esos ojos rojos no podían ser reales.

Eran aterradores.

Sin darse cuenta, su cuerpo comenzó a temblar conforme aquella sombra se


acercaba a donde ella estaba. En una reacción instintiva se acercó más a
Kakashi como si intentara protegerlo. Un relámpago iluminó por un segundo y
pudo definir que, efectivamente, se trataba de un hombre. Alto, caucásico,
cabello oscuro y expresión gélida. No podía ser un hombre. No con esa frialdad
que emanaba por cada uno de los poros de su piel bajo toda aquella ropa de
cuero.

— Tranquila. No te hará daño —musitó Kakashi.

Bueno, eso no era lo que le decían sus instintos. Más bien, le gritaban a toda
voz que huyera antes de que "eso" se acercara a ella. Una de sus manos se
posó en el pecho de Kakashi cuando aquel ser se agachó frente a ella haciendo
que sus miradas se engancharan. Aquella mirada carmesí resultó simplemente
hipnotizante. De repente ya no sintió ni dolor ni pánico ni terror ni la lluvia sobre
su cuerpo.

Nada.

Una vez que Sakura quedó congelada Sasuke miró a Kakashi. Realmente lucía
mal, el color de su piel había desaparecido y ahora era tan pálido contrastando
con sus vestimentas. Recorrió el torso del hombre sobre la camisa negra, con
las yemas de los dedos. Toco cada una de las heridas en el cuerpo de Kakashi
sintiendo como su compañero se estremecía en medio de la agonía. Se detuvo
en la que había cerca del corazón.

— Eres un infeliz —murmuró clavando su mirada en Kakashi esbozando una


media sonrisa nerviosa. El hombre sonrió con dificultad alzando su mano
derecha que fue estrechada por la de Sasuke. Dio una última mirada al chico y
finalmente, con lentitud, cerró los ojos. La fuerza del apretón desapareció.
En ese momento la lluvia cesó.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El callejón volvió a quedarse en absoluto silencio. Sakura se encontraba de pie


frente a los dos hombres que instantes antes habían intentado violarla y que
ahora estaban tendidos sobre el suelo. Era increíble que hubiera logrado
noquearlos a ambos. No pensó que podría pero el pánico logró darle la fuerza
necesaria de último minuto para conseguirlo. Su respiración era agitada pero
cuando la adrenalina comenzó a desaparecer el pánico, salió corriendo del
callejón sujetándose la blusa. Saliendo del lugar halló su bolso y luego de
levantarlo siguió corriendo hasta llegar al estacionamiento.

Sus manos temblaban tan intensamente que le costó mucho trabajo introducir la
llave en la cerradura del auto. Cuando finalmente logró abrir la puerta, se
introdujo dentro del vehículo, cerró la puerta, aferró ambas manos al volante y
luego recargó el rostro sobre ellas.

El pánico aún seguía corriendo por sus venas y eso se reflejó en las lágrimas en
sus mejillas aunque ella las confundió con gotas de agua que resbalaban desde
su cabello. Pero… había algo además del pánico y el dolor en el rostro y las
muñecas. No podía recordar cómo había derribado a sus agresores.

Su mente estaba en blanco.


Capítulo 3

Entre las sombras que se formaban donde las luces de las farolas del
estacionamiento no alcanzaban a iluminar, Sasuke se mantenía observando el
ford focus color plata estacionado al otro extremo. La distancia no era problema
para su aguda visión nocturna. Pudo ver claramente el cuerpo de Sakura
recargado en el volante del auto y los ligeros temblores que la aquejaban.

— Tenías que morir. Aún cuando te ordené que no lo hicieras, moriste hoy —
reclamó a la presencia que se materializó a sus espaldas.

— Si, bueno, ¿qué más podría hacer? No puedes retrasar lo inevitable —Sasuke
se giró para verlo. Kakashi estaba frente a él, sus ropas de combate habían sido
reemplazadas por una túnica de color ocre que destellaba tenuemente
cubriéndole hasta los pies.

— Sabías que hoy era el día y por eso me lo dijiste hoy justamente ¿no es
verdad? —Kakashi asintió.

— ¿Qué diferencia hubiera hecho si te lo hubiese dicho ayer, hace una semana
o un mes? De cualquier manera, el resultado hubiera sido el mismo.
— Te equivocas. Si me lo hubieras dicho antes, bien podría haberte matado yo
mismo y así ahorrarnos todo el drama —Kakashi sonrió de nuevo— Pero tenías
que hacerte el héroe antes de morir. Tenías que ser un caballero hasta el último
minuto ¿verdad?

— Me conoces perfectamente, mi señor.

El silencio invadió el espacio entre ellos. Kakashi se concentró en estudiar el


rostro de aquel al que por muchos años consideró un compañero de batallas, un
amigo, un hijo. Encontró a Sasuke hacía casi cuatrocientos años tan sólo un par
de años después de que éste hubiera pasado por la transición. El último
miembro de la línea de sangre Uchiha, el último vampiro totalmente puro que
pisaba la tierra, el que por destino estaba destinado a ser rey de la raza y que
por decisión había renunciado al cargo. Siempre deseó poder permanecer a su
lado el tiempo suficiente hasta que eligiera tomar su destino pero ya no fue
posible. El tiempo se le había agotado en este plano y él tendría que ver lo que
el chico hiciera desde la distancia.

Volvió a centrarse en el rostro de Sasuke. Era simplemente perfecto, como lo


esperarías de alguien que genéticamente lo era. Por los mechones de su cabello
negro alrededor de su rostro corrían pequeñas gotas remanentes de la tormenta
que acababa de pasar. Ahora que lo miraba con detenimiento pudo ver los casi
imperceptibles rastros del tiempo que había en aquel rostro, aunque más que
rastros del tiempo eran vestigios de todo lo que había tenido que vivir, de toda la
tragedia que lo había seguido desde hacía tanto tiempo. Sus ojos eran el reflejo
exacto de todas aquellas cicatrices que había en su corazón. Su mirada fría,
calculadora y…

— Hacía mucho tiempo que no utilizabas el sharingan —susurró al recordar


aquel detalle que instantes antes había pasado desapercibido ante sus ojos.
Bueno, en medio de la agonía era comprensible.

— Hmp. Si no fuera por tu complejo de héroe, no me habría visto en la


necesidad de utilizarlo para alterar los recuerdos de esa chica —soltó con
frialdad. Kakashi sonrió de lado. Los miembros de la Cofradía tenían la habilidad
de borrar los recuerdos superficiales de los humanos pero el talento de Sasuke
iba mucho más allá. No sólo podía borrar las memorias recientes sino también
las que se encontraban más profundas e incluso alterarlas para hacer creer a la
persona cosas que no eran ciertas.

El hombre exhaló profundamente.

— Bueno, es momento de que me vaya. El consejo ha estado esperando por mí


desde hace quinientos años y creo que ha sido el tiempo justo para hacerse
desear un poco ¿no crees? Cuídate mucho, Sasuke. No me hagas venir desde
el otro lado para patear tu trasero porque estás jugando al vampiro indestructible
¿de acuerdo? —Sasuke lo miró alzando una ceja— En verdad cuídate y
despídeme de los otros. Creo que no fue muy cortés de mi parte no decirles que
hoy era el día de mi partida, pero puedo jurar que si les hubiese dicho también
hubieran querido matarme —una corta risa provino de la garganta de Sasuke.
Kakashi asintió con la cabeza— Lo vuelvo a decir. Ha sido un placer haber
estado contigo, mi señor —susurró inclinando la cabeza, luego se giró y
comenzó a avanzar hacia la oscuridad. Entonces se detuvo y miró sobre su
hombro— Ah, lo olvidaba. Un último favor, Sasuke

— Habla

— Vigila que llegue a salvo a su casa ¿quieres? —pidió refiriéndose a Sakura

— ¿Por qué? Es una simple humana —la última palabra sonó como si dijera rata
o algo peor

— Mmmm, pues… creo que es lo mínimo que puedo hacer por la mujer que me
salvó la vida ¿no crees?

— Pero si estás muerto

— Bueno, entonces por la mujer que intentó salvarme la vida. Es probable que
siga nerviosa por todo lo que sucedió. Además… tal vez pronto necesite de tu
ayuda —Sasuke frunció el seño pero antes de que pudiera preguntar, Kakashi
siguió su camino hacia la oscuridad haciendo su figura cada vez más difuminada
hasta que finalmente se desvaneció por completo.

Durante unos minutos Sasuke siguió contemplando aquel punto en medio de la


nada en donde Kakashi se había desmaterializado. Cuando reaccionó, dirigió su
mirada hacia donde el auto de Sakura estaba estacionado y vio que por fin se
ponía en marcha. Estuvo a punto de desmaterializarse para seguir con su
trabajo de aquella noche pero entonces recordó el último favor para Kakashi

"Lo que me faltaba. Hacer de niñera para una mujer humana" —miró hacia el
cielo que había comenzado a despejarse— "En verdad Kakashi, agradece a
Dios que ya estás muerto porque sino yo te hubiera asesinado con mis propias
manos"

Luego de proferir mentalmente su amenaza, sacó su teléfono celular, presionó


una tecla de marcación automática. Al escuchar que respondían, se ahorró
cualquier frase de saludo y cortesía para dar una orden simple:

— Reúne a todos en el complejo. Ahora. —dicho esto, guardó el teléfono y se


desmaterializó
.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Una hora y media dentro de la ducha no pareció suficiente para quitarse la


desagradable sensación que tenía por todo el cuerpo. Aún podía sentir el
asqueroso tacto de aquel tipo sobre su pecho y el fétido olor de su hálito mezcla
de cigarrillo y alcohol sobre su rostro. Un estremecimiento recorrió todo su ser.
Luego de llegar de manera milagrosa hasta su casa, se había metido
directamente al baño arrancándose los restos de la blusa y la falda que había
llevado puestas y luego dejó que el agua y todo el envase de su jabón de baño
hicieran el resto.

Inhaló profundo preparándose para mirarse al espejo. Con la manga de la


camisola que utilizaría de pijama quitó el vaho que se había acumulado sobre el
espejo del baño y centró su mirada en la imagen que tenía frente a ella. Lucía
terrible. El labio inferior del lado izquierdo estaba inflamado además de que tenía
una pequeña línea recta definiendo donde estaba roto. Su nariz lucía aún peor;
ya presentaba un moretón de coloración purpúrea en la parte superior del
tabique, casi a la altura de los ojos. Supo que no estaba rota pero ahora parecía
como si estuviese en medio del proceso de recuperación luego de una cirugía
estética. Elevó su rostro apartándose el cabello para dejar al descubierto el
cuello y vio el pequeño corte ascendente que tenía del lado izquierdo gracias a
la constante fricción de la navaja de aquel tipo.

Entre las sombras de su habitación oscura, Sasuke la observaba. Era bastante


alta comparada con las mujeres humanas que había conocido, calculaba que
medía más de uno con setenta; parecía una de las modelos de las pasarelas
pero su cuerpo lucía muchísimo mejor. Había que reconocer que como humana
era hermosa. Tenía el cabello largo y abundante de color rosa hasta la altura del
pecho, los ojos tintados de un extraño color verde jade, una piel color crema y
unos labios simplemente perfectos. Todo en conjunto dándole una apariencia
angelical a su rostro. Aunque su cuerpo, incluso debajo de aquella camisola
floja, se llevaba las palmas: piernas largas, cintura estrecha y senos
perfectamente proporcionados. En definitiva, era todo lo que cualquier hombre
-humano o no- podría desear en su lecho.

"¿En qué demonios estás pensando? Es una mujer humana. ¡HUMANA!"

Tuvo que abofetearse mentalmente para despejarse de aquellos extraños


pensamientos que surcaron su cabeza. Entonces sonó el teléfono que había
sobre uno de los dos buroes de la cama y justo en el instante en el que Sakura
encendió la luz, Sasuke se desmaterializó hasta el jardín en la parte trasera del
edificio. Alzó la vista hacia el apartamento de Sakura ubicado en el segundo piso
y pudo ver la silueta de la chica mientras se paseaba por la habitación con el
teléfono para abrir la puerta corrediza que daba al balcón. Agudizó su oído y le
pareció escuchar que hablaba con un hombre.
— No. Estoy bien. Yo… Sai escúchame. Estoy bien, logré escapar aunque estoy
muy asustada. Si, eso me ayudaría mucho, gracias, te espero. Yo también.
Adiós —Luego de escuchar eso, Sasuke supuso que había cumplido con lo
prometido así que dio un par de pasos mientras se desmaterializaba a través del
jardín.

Sakura colocó el teléfono en el soporte y luego se dejó caer sobre la cama.


Sabía que probablemente no podría dormir aquella noche pero esperaba que la
presencia de Sai le ayudara con los ataques de terror que le venían cada cinco
minutos. Intentó recordar qué había sucedido cuando logró escapar pero de
nuevo lo único que consiguió fue que la jaqueca volviera. Cerró los ojos y respiró
profundo. Un segundo después se levantó de golpe de la cama. Su piel se erizó
por completo debido a lo que percibió.

Un aroma oscuro flotando en su habitación. Un par de ojos rojos grabados en su


mente.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Cuando Sasuke se materializó en el jardín frente a la mansión de la Cofradía


miró a detalle lo que había a su alrededor. Se trataba de una construcción de
inicios del siglo XIX perfectamente restaurada por Kakashi, ubicada a más o
menos veinticinco minutos del centro de Konoha. El enorme y maravilloso jardín
que se extendía desde la parte trasera hasta ambos lados de la mansión aún
tenía rastros de la tormenta. Todo estaba rodeado por una barda de casi cinco
metros de altura hecha de piedra sólida y una cerca electrificada de más de diez
mil voltios –eso sin contar la barrera de genjutsu que la protegía del exterior
haciéndola invisible para cualquiera-.

En el centro del patio empedrado había una fuente de piedra caliza y a su


alrededor, se encontraban estacionados los autos de los miembros de la
Cofradía. A sus compañeros, mejor dicho, a sus hermanos les gustaba viajar
con estilo y al ver los cinco vehículos supo que todos ya se encontraban ahí.

Sin más preámbulo entró, atravesó el vestíbulo sin prestarle mucha atención al
mayordomo que había salido a darle la bienvenida. Un simple movimiento de
cabeza a modo de saludo fue todo lo que hizo. Luego siguió su camino hasta su
estudio. Abrió las puertas de par en par y vio que todos estaban reunidos a la
espera de su llegada. De nuevo se ahorró la cortesía del saludo y fue a sentarse
rápidamente tras el magnífico escritorio de caoba.

El silencio embargó la habitación mientras se dedicaba a estudiar a cada uno de


los presentes. A su derecha, recargado sobre una de las paredes de color verde
oscuro, se encontraba Naruto, su –no admitido públicamente- mejor amigo. El
cabello rubio alborotado intentaba cubrir sus ojos azules que en ese momento se
encontraban opacados por el dolor de la pérdida. Su rostro se mostraba serio,
algo totalmente desconocido en él.

Junto a Naruto, sentados en un mullido sofá negro, estaban Neji y Shikamaru. El


primero tenía los codos apoyados en las rodillas y la espalda encorvada. Su
cabello castaño estaba atado en una coleta baja dejando ver el tatuaje en forma
de ramificaciones que iba desde el lado derecho de su cuello hasta los dedos de
la mano. Aquel resplandor a su alrededor, parte de su herencia "angelical", que
generalmente mantenía bajo control hasta hacerlo invisible, ahora era
perceptible mientras sus ojos perlados se perdían en las llamas de la chimenea
que crispaban al otro lado de la habitación frente a él.

Shikamaru estaba recargado por completo en el sofá como era su costumbre,


con la mirada perdida. Su cabello castaño atado en una coleta alta desarreglada
era distintiva en él al igual que su personalidad apática. Era considerado, más
bien, estaba comprobado que era el vampiro y quizás el ser más inteligente que
caminaba sobre la tierra. No había nada que lo perturbara. Sin embargo, en esta
ocasión se podía ver su desconcierto por la manera en la que martillaba con los
dedos sobre su pierna derecha.

A la izquierda de Sasuke, recargado en un rincón de la habitación se encontraba


Gaara, con toda seguridad, el miembro más peligroso de la cofradía. Su carácter
era inestable debido a la tortura a la que fue sometido durante todos sus años
pre-transición a manos de su padre luego de que su hermano mayor muriera
protegiéndolo en el "Crystal day". Era frío y calculador al igual que Sasuke con la
única e innegable diferencia de que Gaara rayaba en la crueldad y lo sádico.
Había que reconocer que era un extraordinario guerrero y un compañero
aceptable en sus "buenos –y casi nulos- momentos" pero no querrías meterte
entre él y el akatsuki al que hubiese elegido como juguete si quisieras conservar
tus extremidades completas. El tatuaje sobre su frente de lado derecho era la
muestra de su ideología narcisista antes de ingresar a la cofradía.

"El demonio que sólo se ama a sí mismo"

Kiba estaba recargado sobre la moldura superior de la chimenea viendo


fijamente el fuego. Era un miembro poseedor de la herencia de una especie que
se encontraba aún más cerca de la extinción que los vampiros. Era muy alto,
con el cabello castaño oscuro alborotado y los ojos dignos de una fiera. Un gran
guerrero, sin temor a equivocarse se podría decir que el mejor. Fuerte, decidido
y capaz. Ahora que las llamas danzaban frente a su rostro, las sombras le daban
un aspecto aún más fiero resaltando las puntas de los colmillos que se
asomaban en sus labios entreabiertos.

Y finalmente, frente al escritorio sentada en una silla de piel negra con los
brazos cruzados sobre el pecho y una pierna cruzada sobre la otra, se
encontraba Ino. La única mujer aceptada en toda la historia de la cofradía. Una
guerrera excelsa, ágil, veloz, certera, fuerte, valiente. Mil y un palabras podrían
describir a Ino pero sólo una frase se adaptaba a ella: Belleza absoluta. La
descendiente de la línea de sangre Yamanaka era considerada la beldad de
toda la especie. Aunque su hermosura no era equiparable a su habilidad en el
campo de batalla, cosa que los akatsukis habían comprobado en más de una
ocasión. El término femmefatale le quedaba como anillo al dedo.

Estos eran los miembros de la Cofradía de las Sombras del Fuego, o como
popularmente se les conocían, los hokages. Guerreros protectores de la raza
vampírica o de lo que quedaba de ella. Cada uno de ellos único e irremplazable.
Cada uno de ellos parte de los otros unidos por la sangre sagrada de una estirpe
bendita y maldecida al mismo tiempo.

— Supongo que todos saben el por qué de esta reunión inusual a mitad de la
noche ¿no es verdad? —comenzó a decir Sasuke.

— ¿Por qué no nos dijiste que el consejo ya había llamado a Kakashi? —


cuestionó Naruto mirándolo fijamente. De nuevo el destello de dolor se reflejó en
sus ojos azules. Un dolor que Sasuke, aunque debería, no podía sentir.

— Kakashi me lo dijo esta misma noche antes de que sucediera. Aunque me


imagino que Neji también tenía conocimiento de ello ¿no es verdad? —el aludido
centró su mirada en Sasuke. Negro contra blanco.

— Te recuerdo Sasuke, que yo veo el qué más no el cuando ni el por qué. Así
que, respondiendo a tu pregunta: Si, si sabía que el consejo había llamado a
Kakashi pero no supe que su plazo expiraba hoy hasta que comenzó la tormenta
y en ese momento ya no se podía hacer nada.

— Además ¿qué hubieras hecho Sasuke, rogarle porque no se fuera, decirle


que como rey le ordenabas que se quedara? ¡Ah, lo olvidaba, tú no eres rey! —
comentaron sarcásticamente a su izquierda. Sasuke se levantó de la silla de un
salto y se acercó al pelirrojo, lo tomó por las solapas del abrigo y con un siseo
reveló sus colmillos.

— Cuida tu lengua, Gaara o yo mismo la meteré detrás de tus dientes de


manera permanente —sentenció el azabache mirando fijamente al hombre. El
ambiente dentro del estudio se congeló cuando ráfagas gélidas surgieron
provenientes de ambos. Los colmillos de Gaara también salieron a relucir en
respuesta a la agresión del pelinegro. De inmediato los demás se acercaron.

— Tranquilo, Sasuke. No le hagas caso —interrumpió Kiba colocándose entre


ellos para intentar apartarlos con cautela. Parecían dos tigres listos para dar el
primer zarpazo— Gaara no ha tenido una buena noche. Nos emboscaron cinco
akatsukis, uno de ellos le rebanó la pierna y ya sabes como se pone con la
pérdida de sangre.
— No necesito que me defiendas —gruñó clavando su fría mirada aguamarina
en él. Kiba lo miró sobre el hombro.

— Pues entonces no te hagas el estúpido y conserva la calma antes de que te


arranquen la lengua, hermano —volvió a mirar a Sasuke— Tranquilo, cálmate.

Con lentitud, las manos de Sasuke fueron aflojando su agarre a la vez que sus
colmillos volvían al interior de sus labios hasta que finalmente liberó a Gaara.
Poco a poco la presión fue desapareciendo del ambiente, Sasuke volvió al
escritorio, levantó la silla que había derribado al levantarse y tomó asiento.
Cuando todos volvieron a sus posiciones, miró su reloj y luego a cada uno de los
presentes.

— Son casi las dos. Neji, Kiba y Shikamaru volverán al centro y patrullarán una
zona de veinte cuadras a la redonda incluyendo la avenida de los bares. Es
viernes así que muchos civiles suelen ir ahí. Sólo procuren no quedarse a beber
en uno ¿de acuerdo? —los tres asintieron y se acercaron a la entrada.

— Iré con ellos —dijo Gaara yendo hacia la puerta.

— No, no lo harás —de nuevo la mirada de Sasuke se enfrentó a la del pelirrojo.


El Uchiha se levantó de su silla y apoyó los nudillos sobre el escritorio— Tú y
Naruto necesitan alimentarse. En especial tú luego de ser herido. Puedo oler su
hambre hasta acá.

— No necesito que te preocupes por mí. No eres mi padre.

— ¡Y gracias al cielo que no lo soy! Pero escucha esto, toda esta estupidez de
matarte de hambre es tu problema, pero no voy a permitir que salgas a pelear
estando débil y no por ti sino por quienquiera que te acompañe. Ahora, haces lo
que te digo o te arrastraré hasta la clínica de Tsunade y dejaré que te encadene
a una maldita camilla mientras te obligan a alimentarte como un niñato. —
sentenció fríamente— Tú eliges.

La furia se reflejó en la mirada de Gaara, sin embargo, no dijo nada, apretó


ambos puños y luego salió casi arrollando a medio mundo. Cuando se escuchó
el golpe de la puerta principal, Sasuke volvió a sentarse, apoyó los codos sobre
el escritorio y entrelazó los dedos frente a su rostro.

— ¿Qué hay de mí? —cuestionó Ino rompiendo el hilo de sus pensamientos

— Necesito hablar contigo. Espérame en la terraza —la rubia asintió y luego


salió junto con Kiba y los demás dejando a Naruto y a Sasuke en el estudio—
¿Ya tienes de quién alimentarte esta noche? —cuestionó viendo al rubio que
permanecía recostado sobre la pared
— Ah, sip. —soltó una risa nerviosa— Una amiga de Neji dijo que no habría
problema así que, dado que hoy terminé pronto, le llamaré para saber donde nos
vemos —Sasuke asintió. Una de las cosas que más le preocupaban era la
alimentación de Naruto. El chico no tenía pareja y al igual que él, no tenía
muchas amistades así que conseguir a alguien que le dejara beber de su vena,
no siempre era una tarea sencilla.

Minutos después de que Naruto salió del estudio Sasuke fue hacia el tercer piso
de la mansión. En la terraza, Ino se encontraba observando el cielo de nuevo
claro, sin una sola nube. Justo como debe de ser luego de una tormenta.
Escuchó como se abría la puerta a sus espaldas, se giró y vio a Sasuke
comenzar a acercarse hacia donde ella estaba.

— ¿Y bien, de qué quieres hablar? —cuestionó mirando fijamente al azabache.


Su sonrisa se desvaneció al ver la expresión de Sasuke. Esa mirada sólo podía
significar una cosa:

Hidan.
Capítulo 4

Naruto se materializó en un callejón a un par de cuadras del club Xtasis, un sitio


donde los vampiros se mezclaban entre los humanos inconscientes de su
existencia. Caminó a través de la avenida donde se ubicaban la mayoría de
clubes nocturnos de la ciudad, los múltiples estilos eran distintivos de cada uno
tanto en la apariencia como por la música que se escuchaba a través de las
puertas. Xtasis era el club de moda, las luces azules iluminaban a través de la
puerta de cristal de varios centímetros de grosor y la música retumbaba por
todas partes.

La fila de espera era larga pero para él no significaba nada, se acercó a uno de
los enormes hombres que cuidaban la entrada, le susurró algo y de inmediato
tuvo acceso libre siendo guiado hasta las escaleras que separaban la zona VIP
del resto. El elemento de seguridad abrió el cordón de terciopelo rojo y luego de
que Naruto pasara, estrechó su mano y un billete pasó al bolsillo izquierdo del
humano. Después de subir las escaleras dio un recorrido con la vista por el
lugar, a la izquierda las mesas y asientos eran sólidos simulando el mármol que
tomaba extrañas tonalidades gracias a las luces azules y moradas mientras que
del otro lado del espacio que había sido tomado como pista de baile privada, se
encontraba la barra.

Comenzó a abrirse paso entre la pequeña multitud de la zona exclusiva, tarea


sencilla considerando que la mitad de las féminas, acompañadas o no, centraron
su completa atención en él. Era irresistible. El cabello dorado, ojos de un azul
intenso y completamente expresivos, alto, cuerpo tonificado envuelto en ropas
negras de cuero y una sonrisa que poseía diferentes facetas. Podía ser
encantadora, reluciente o como en esta ocasión una rara mezcla entre timidez y
sensualidad que estaba embrujando a todas las del sexo opuesto.

— ¿Qué hacen aquí? —preguntó luego de ver a Neji y Kiba sentados en una
mesa al fondo, cerca de la puerta de servicio. Tomó asiento junto a Kiba.

— Eso es lo que nosotros deberíamos preguntarte —respondió Neji luego de


darle otro trago al vaso con escocés que había frente a él— No se suponía que
debías alimentarte hoy.

— Así es. Sólo quise venir por un trago antes.

— ¡Ah, con que miedo a las mujeres! —exclamó Kiba sonriendo burlonamente.

— En absoluto. De hecho…

— Ahí está tu cita —le interrumpió Neji a la vez que apuntaba hacia las
escaleras con el índice de la mano en la que sostenía el vaso.

Naruto se giró y efectivamente, una mujer alta y bella se encontraba a unos


cuantos metros de ahí. De nuevo Neji lo había hecho. Los nombres de sus
"amigas" eran una lista interminable y ninguna de ellas era en absoluto cosa
menor que un ángel. Por eso odiaba pedirle ayuda cuando sus opciones de
alimentación se acababan. Simplemente el hecho de que fueran hermosas lo
hacía más difícil.

— Tendrás que buscar mínimo tres razones para que no te rompa la cara
cuando regrese al complejo —sentenció Naruto mientras se ponía de pie. La risa
ronca de Neji se escuchó sobre la música

— Las tengo aquí. —comenzó a responder mientras iba elevando los dedos—
Una: estoy salvando tu trasero, dos: estoy salvando tu trasero y tres, por si no lo
he mencionado,: estoy salvando tu trasero —la mirada que el rubio le lanzó fue
bastante cáustica— Oye, tú me pediste ayuda y simplemente intenté darte lo
mejor. Ayame es muy bella y pensé que tal vez podrían divertirse un poco —
Naruto le arrebató el escocés de la mano y se lo bebió todo de un trago— Claro
hermano, para que aplacar tu hambre en la vena de una belleza si bien puedes
atascarte de whisky —comentó sarcástico. La mujer empezó a acercarse a ellos
cuando Naruto la interceptó a un par de pasos de la mesa.

— ¿Naruto? —preguntó cuando vio al rubio quien asintió dedicándole una


sonrisa.

— Gracias por hacer esto. En verdad, gracias. —ella negó con la cabeza

— Es un placer —su mirada viajó hacia Neji que estaba a la espera de un nuevo
escocés, hubo un extraño intercambio silencioso y luego volvió a centrarse en el
ojiazul— ¿Quieres hacerlo en mi casa?

— En realidad tengo un lugar cerca así que podemos ir ahí. No pienso quitarte
más tiempo del necesario –le pasó un brazo por los hombros y comenzó a
guiarla. Entonces se detuvo— Espera un minuto —la mujer asintió. Naruto se dio
la vuelta de regreso a la mesa donde sus compañeros estaban.

— ¿Y ahora qué, te ha encontrado tan molesto que no pudo hacerlo? —


cuestionó Kiba sarcásticamente.

— Ja, ja. Muy gracioso —extendió la mano con la palma hacia arriba moviendo
los dedos— Llaves.

— ¿Qué? —preguntó Neji.

— Me materialicé hasta aquí. Si ella va a hacerme este favor, mínimo quiero


llevarla en un auto así que denme unas jodidas llaves —musitó con impaciencia.
Neji y Kiba notaron la expresión de su rostro, esa que significaba que estaba
dudando sobre beber de esa mujer. Naruto siempre odiaba beber de
desconocidas por sentir que las utilizaba así que antes de que decidiera
cancelar la cita y lidiar con el hambre, Kiba se llevó la mano al bolsillo del abrigo
y luego le arrojó las llaves.

— Llévate el Escalade. Neji y yo terminamos las rondas y sólo vinimos por un


último trago antes de que amaneciera así que no es necesario que regreses por
nosotros. Nos materializaremos de regreso al complejo.

— Gracias —dijo antes de irse. En las escaleras, la mujer lo estaba esperando


así que respiro profundo y se preparó mentalmente para lo que vendría.

Sabía que la alimentación era una de las cosas de mayor prioridad que existen
en la vida de un vampiro. Beber sólo de los de tu especie significaría una ventaja
pero que específicamente sea del sexo opuesto podía representar todo lo
contrario. Naruto era el ejemplo de ello. Aunque se suponía que el hecho de
beber de mujeres debería ser hasta cierto punto excitante; eso sin contar que si
tienes una pareja el vínculo que creas es realmente intenso y profundo… no era
así en su caso. Trescientos veinticinco años caminando sobre la tierra no habían
sido tiempo suficiente para que la mujer indicada apareciera en su vida, así que
en ocasiones como estas se preguntaba si algún día la encontraría.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Días después…

De nuevo las pesadillas la despertaron. El sueño había sido el mismo en las


cinco últimas noches, ella corriendo bajo la tormenta, aquellos sujetos detrás, la
llegada al callejón y luego ese par de ojos rojos frente a ella. Se pasó las manos
por el cabello. No podía estarle sucediendo eso, creía que estaba al borde de un
colapso mental, de la locura. Miró a su derecha y vio a Sai dormido. Su
presencia no había sido de mucha ayuda en realidad. Vio el reloj, faltaban un par
de horas para el amanecer.

Como se estaba volviendo costumbre, se levantó de la cama y caminó hasta la


cocina. Abrió la nevera y se bebió casi todo el cartón de leche. La sed la estaba
matando pero enseguida las náuseas volvieron y estuvo a punto de vomitar.
Llevaba semanas así, con un hambre y sed gigantescas pero su estómago se
había hecho tan sensible sin motivo aparente que pocas cosas eran las que
toleraba; sus horas de sueño habían aumentado y de repente los lentes de
contacto habían comenzado a molestarle, ahora tenía que usar los normales
cuando trabajaba. Lo peor era que las cosas habían empeorado después del
ataque que había sufrido. A la lista de molestias se habían agregado las
pesadillas y el asunto no parecía tener un fin cercano.

Pensó en volver a la cama pero al ver a Sai dormido ahí decidió cambiar de
opinión y se recostó en el sofá. Para él todo era parte del Síndrome de Estrés
Post-traumático y hasta le había recomendado ir a terapia pero ella sentía que
había algo más, algo que estaba cambiando en ella. O tal vez era que estaba
perdiendo la razón. ¡Dios! Todo en su vida era un desastre total, su
apartamento, el trabajo, las pesadillas… ni siquiera el sexo era bueno. En ese
aspecto había quedado desilusionada luego de darse cuenta de que en realidad
no había sido como lo había imaginado luego de oír las múltiples historias de
sus amigas.

Tal vez algo realmente estaba yendo mal con ella.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

En la mansión de la cofradía, Neji, Shikamaru, Kiba y Gaara se encontraban en


el recibidor llegando de las rondas que habían realizado aquella noche. La rutina
era la misma la mayor parte de las veces, rondas y luego reunión para informar
los resultados. Sólo faltaban Naruto, Ino y Sasuke quienes habían estado a las
afueras de la ciudad, en la zona rural. Un par de minutos después los tres
aparecieron a través de la puerta principal.

— ¡Ya era hora! —exclamó Kiba.

— Lo sentimos, ya estábamos a punto de regresar cuando nos encontramos con


un grupo de ocho akatsukis así que no pudimos desaprovechar la oportunidad
de divertirnos un poco —respondió Ino con una sonrisa.

— ¿Estás bien?
— Ella está bien, Kiba —interrumpió Sasuke con cierto aire de fastidio—
Vayamos al estudio.

— Antes podrían saludarme ¿no creen? —todos se giraron hacia la parte


superior de las escaleras y no pudieron ocultar su sorpresa al ver a Kakashi de
pie vestido con la túnica ocre. Cuando el hombre estuvo con ellos, los saludos y
muestras de afecto en forma de abrazos no se hicieron esperar aunque después
cambiaron a pequeños golpes como reclamo por no haber anunciado su partida
— A mí también me da mucho gusto verlos. ¡Demonios!, tan sólo han sido días y
yo siento que han pasado siglos enteros sin tener que escucharlos. Espero que
no les importune mi presencia.

— Siempre eres bienvenido y lo sabes —dijo Sasuke que se había mantenido un


poco alejado del grupo al igual que Gaara. De inmediato Kakashi se acercó a él
e hizo una pequeña reverencia— ¿Puedo preguntar por qué estás de este lado?

— Mi señor, he venido para tratar un asunto contigo. Espero que puedas


concederme un par de minutos.

— Seguro, iremos al estudio para escuchar los reportes de esta noche y luego
hablaremos.

Después de que el hombre asintiera, todos estaban apunto de pasar a través del
vestíbulo cuando sucedió lo inesperado.

— ¿Huelen eso? —susurró Kiba deteniéndose al instante en el que percibió un


delicado aroma a rosas.

Los demás lo imitaron pero antes de que alguien pudiera hacer un comentario.
El lugar se llenó de pétalos de rosas rojas que caían de alguna parte del techo y
se desvanecían antes de tocar el suelo.

"Maldición". Exclamó Sasuke mentalmente esperando no ser oído.

Frente a ellos, al pie de las escaleras una figura cubierta por una túnica blanca
resplandeciente se materializó. Todos, incluyendo a Sasuke, apoyaron una
rodilla en el piso y agacharon las cabezas.

— Su santidad —se apresuró a decir Kakashi alzando ligeramente la cabeza.


Unos delicados dedos sobresalieron de la túnica y retiraron la capucha que
cubría el rostro y cabello de una hermosa mujer de piel extremadamente blanca
y ojos y cabello negros. Su rostro era la representación de lo que los más
prodigiosos artistas hubiesen sido capaces de esculpir, absolutamente bello.

— Comprendo mi descortesía al haber venido sin avisar pero debo tratar un


asunto importante con Su excelencia. De ser posible en privado —Sasuke alzó
la mirada. La mujer asintió y él se puso de pie. El Uchiha se esforzó porque las
palabras que salieran de su boca fueran corteses.

— Con todo respeto mi señora, cualquier asunto que haya requerido su viaje
desde el otro lado bien puede ser tratado ante la presencia de mis hermanos. La
cofradía no tiene secretos.

El rostro de la mujer quedó paralizado por un segundo, una pequeña arruga en


el ceño apareció y después una corta y débil sonrisa sonó en el lugar.

— Sigues siendo el mismo, Sasuke. Pero de acuerdo, si así lo deseas. —centró


su mirada en los demás— Pueden levantarse guerreros. —cuando todos
estuvieron de pie, estudió cada uno de sus rostros y luego comenzó a hablar—
El motivo de mi visita es porque he de darles un anuncio de parte de nuestra
diosa —de nuevo hizo una pausa, miró a Sasuke y continuó— En breve se
realizará la ceremonia de iniciación de las nuevas sacerdotisas consagradas a la
diosa Amaterasu y he sido enviada aquí para darles a conocer sus rostros y así
mismo encomendarles la tarea de entregarles el mensaje.

"Lo que hacía falta. Las muertes de civiles se han incrementado y ellas quieren
llevarse a más mujeres" pensó Sasuke. Su mirada se enfrentó a la de la mujer y
enseguida ese pensamiento quedó sellado.

— Nuestra señora está consciente de la difícil situación en la que se ha hallado


la raza durante los últimos siglos y por eso mismo ha decidido limitar aún más la
cantidad de sacerdotisas. En esta ocasión sólo serán seis —extendió su mano
derecha hacia el frente con la palma hacia arriba. Entonces, cientos de
pequeñas luces comenzaron a tintinear hasta que la imagen de una chica
apareció. Les dio su nombre y luego repitió el mismo proceso con las cuatro
siguientes.

La atención de todos estaba puesta en cada uno de los rostros que aparecían
pero la expresión de Sasuke sólo reflejaba fastidio total. ¿Cuánto tiempo había
pasado desde la última vez en que había visto a la mujer? Ah, claro lo
recordaba. Desde el "crystal day". Lo único bueno del asunto de las sacerdotisas
era que al menos ellas se encontrarían a salvo.

Fue entonces cuando la última imagen que apareció captó su atención. Lo


primero que se vislumbró fueron unos ojos verdes, las facciones de ese rostro
las reconoció de inmediato.

"¿Ella? ¿cómo puede ser posible?"

— Estas son las chicas que han sido elegidas por nuestra señora. Todas están a
punto de pasar por la transición. Debo pedirles que les hagan saber que una vez
que pasen por el cambio, deben ser reunidas en el templo para pasar al otro
lado. Espero contar con su ayuda, guerreros.

Luego de que todos asintieran, la mujer se desvaneció de nuevo entre pétalos


de rosas. El silencio que le siguió pareció eterno hasta que Sasuke lo rompió
inesperadamente.

— Hablaremos de las rondas más tarde. Todos vayan a descansar —entonces


miró a Kakashi— Tú. Muévete. Tienes que aclarar muchas cosas.

Sasuke atravesó el vestíbulo, entró a la biblioteca pasando de largo hasta abrir


las puertas francesas que daban al jardín. Cuando se dio vuelta, Kakashi estaba
parado a unos cuantos pasos.

— Comienza a hablar.

— Pensé que llegaría antes de que ella lo hiciera y así podría decírtelo todo con
detalle.

— Así que sabías que esa mujer no era humana. Por eso decías que tal vez
necesitaría mi ayuda ¿no es verdad? —su mirada era completamente fría—
¿Por qué no me lo dijiste?

— Pensé que lo notarías cuando estuvieras en su casa. Incluso yo en medio de


la agonía pude olerlo —Sasuke desvió la mirada pensando en todo lo que eso
conllevaba.

— No voy a hacerlo —musitó.

— ¿Qué?

— Sé que es lo que estás pensando y no lo haré —volvió a encarar a Kakashi—


No la alimentaré.

— Pero ¿por qué?

— Porque no lo deseo. ¿Qué esperabas que hiciera, que me enteraría y


decidiría hacerlo por compasión?

— Pues… si —se acercó un par de pasos al chico— Sasuke, por favor. Sé que
no lo entiendes pero en verdad es necesario que…

— ¡Pues entonces dímelo! —ordenó— ¡Sabes cuánto odio que me digan


verdades a medias y de último minuto! —Kakashi se mantuvo en silencio por
unos instantes intentando armarse de valor.

— Es una mestiza. Humana.


— ¿Qué? —la expresión de Sasuke fue de completa extrañeza— ¿Entonces
cómo puede ser una elegida? ¿cómo lo sabes?

— ¿Se te olvida que estoy en el consejo? En realidad los motivos del por qué
una mestiza ha sido seleccionada los desconozco y además me niego a
cuestionar el juicio de nuestra señora pero…

— Ese hecho no cambia nada. Me niego rotundamente así que no lo pidas.

— Tengo que hacerlo.

— Lo siento, no lo haré. Puedes pedírselo a alguien más, incluso a uno de los


hermanos. Tal vez con otra sangre sobreviva si es fuerte.

— ¿Y a quién se lo pediría? La sangre de Kiba no es viable para el cambio, la de


Neji tampoco, a Shikamaru ni pensarlo porque Temari lo asesinaría y a mí
también, no puedo contar con Gaara así que…

— Queda Naruto. Pídeselo a él.

— No. —respondió cortante. La expresión de Sasuke se hizo tan fría que


Kakashi tuvo que inclinar la cabeza antes de seguir hablando— Mi señor, sabes
que la transición es dura aún en miembros con el linaje más puro. Ino estuvo a
punto de morir. Para alguien como ella las posibilidades de que sobreviva son
casi nulas pero con tu sangre ella podría lograrlo…

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Faltaba tan sólo unos minutos para la salida del sol así que las cortinas de acero
comenzaron a correrse para cubrir las puertas y ventanas de la mansión. En la
oscuridad, Sasuke se encontraba sentado en uno de los sillones que había en
su habitación con la chimenea encendida, mirando fijamente hacia la ventana
sosteniendo un vaso medio lleno con vodka. Pese a tener una noche agotadora
el sueño no estaba en su itinerario del día. Necesitaba pensar y a la vez odiaba
tener que hacerlo. Había veces como esta en la que pensaba que el destino
estaba a punto de alcanzarlo y podía manipularlo a su antojo.

Alguien llamó a su puerta. Miró sobre su hombro y vio la silueta gracias a la luz
que se asomaba desde el pasillo. Volvió a centrar su mirada al frente. Ella era la
única que podía interrumpirlo y no importunarlo a la vez.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó Ino mientras caminaba por la habitación


hacia él— No estuviste con nosotros en la última comida —Sasuke no dijo nada
y esa fue su respuesta. Llegó hasta él y se recargó en el borde de la ventana—
¿Quieres contarme?
El silencio en la habitación estaba lejos de ser incómodo. Naruto y Sasuke
habían sido su familia desde hacía varios siglos, nadie la conocía mejor que
ellos dos y ella era quien mejor los conocía. Los conocía tan bien que estaba
casi segura de que Sasuke se encontraba en medio de una encrucijada, por la
simple manera en la que sus ojos se clavaban en la imagen frente a él, como si
quisiera aferrarse a algo real antes de divagar en medio de su mente.

— Es sobre una de las elegidas. La descendiente de la línea de sangre Sarutobi


—Ino frunció el ceño con curiosidad.

— ¿Qué hay con ella?

— Yo la conozco, bueno, la he visto antes. La noche de la partida de Kakashi,


luego de que fue herido me llamó y como no dijo nada sabes lo que significa —la
chica asintió— Había sido herido por akatsukis y mientras agonizaba vio que ella
estaba siendo acechada por dos humanos. Por lo que sé, Kakashi la salvó de
ser violada. Fui a buscarlo y cuando llegué ahí, ella estaba a su lado intentando
salvarlo —una extraña sonrisa apareció en el rostro de Sasuke causando aún
más sorpresa en Ino— Aún tengo grabada la imagen en mi memoria; ella
haciendo presión sobre las heridas de Kakashi bajo la tormenta negándose a
dejarlo partir.

— Sasuke escu… —intentó interrumpir pero se detuvo al ver la mano del


azabache.

— Más allá de lo que estás pensando. Intenté borrar su memoria de manera


simple pero no pude así que tuve que utilizar el sharingan y aún así no estoy del
todo seguro de haberlo logrado. El punto es que minutos después hablé con
Kakashi y él me pidió vigilar que ella llegara a salvo a su casa además me dijo
algo que en ese momento no comprendí. Hice lo que me pidió pero sólo como
un favor para él, ya conoces mi opinión sobre los humanos, pero ahora ya
entendí a lo que se refería cuando me dijo que tal vez ella necesitaría mi ayuda.

Un nuevo silencio apareció entre ellos. Ino comprendió de qué estaba hablando.

— ¿Y vas a ayudarla?

— Kakashi vino para pedírmelo. No sé por qué está fijado con ella, creo que
tiene una extraña gratitud por no dejarle morir solo y quiere que mi sangre sea la
que le ayude en el cambio.

— No tienes que hacerlo si no lo deseas, Sasuke —musitó— alguien más podría


ayudarle. Podríamos buscar a un hombre que lo haga.

— El asunto de todo esto, Ino es que ella es una mestiza. Humana. —la chica
abrió los ojos de par en par— y no sabe absolutamente nada de nosotros —
esperó algún comentario pero no hubo nada— Y yo no sé cómo tratar con esto.

— O sea que has decidido ayudarla.

— Hay muy pocas cosas que pueda negarle a Kakashi, a Naruto o a ti.
Lamentablemente esta no fue una de ellas. —bebió el resto del contenido del
vaso de un solo trago— Pero no sé como hacerlo. ¿Qué le diré, "hola mi nombre
es Sasuke y soy quien va a ayudarte a pasar por la transición porque ¿acaso no
te lo mencionaron? Eres mitad vampiro. Ven, muérdeme"?

— Podrías intentar acercándote a ella primero. Ganarte su confianza —Sasuke


la miró con incredulidad— Necesitas que confíe en ti primero antes de soltarle
algo así. Además, ella no tiene opción si quiere vivir. Tú eres su única alternativa
y será mejor que ella confíe en ti cuando se entere a que te vea como un extraño
y te tema como lo hacen todos los demás. Ella estará bien, después le
informaremos su condición como sacerdotisa pero si lo que te preocupa es lo
que le suceda después si no acepta porque no estás interesado en ella como
pareja, no la dejaremos sola. Buscaremos a un hombre adecuado para ella —
Sasuke volvió a mirarla.

— ¿Buscaremos?

— A mí no tienes por qué engañarme, Sasuke. Sé que estás así porque no


tienes ni la menor idea de cómo tratar con una mujer, a quien no tengas que
tratar porque debes alimentarte, sin resultar petulante y si quieres que esto
funcione necesitarás mi ayuda. —en el rostro del azabache se dibujó una media
sonrisa. Más allá de que no le sorprendiera el hecho de que Ino tenía razón,
tenía que reconocer que seguía asombrándole su honestidad y su forma de ser
tan directa.

— ¿Estás segura de que puede funcionar?

— Claro. Haremos que funcione —respondió con una sonrisa.


Capítulo 5

— No puedo creer que haya aceptado llevar a cabo tu plan, Ino.

— Es más probable que confíes en una persona que es tu vecino a tener que
empezar desde cero con alguien que conoces en un club ¿no crees?

— No lo sé. —musitó lacónico— Además, ¿cómo pretendes que vivamos aquí?

— Tranquilo, no tendrás que vivir aquí. Es sólo para que nos conozca y ya sabes
—respondió con cierto aire de obviedad.
— Ahí está su auto —musitó Sasuke al ver las luces de un auto subiendo la
calle.

— Bueno, hay que hacer lo nuestro —susurró Ino tomando una caja de cartón
del camión de mudanzas que habían alquilado para la ocasión— Sígueme.

— No. Yo aquí te espero —la rubia se giró para mirarlo

— Recuérdame que te golpee cuando vayamos a hacer las rondas —dijo para
luego darle la espalda.

Sakura estacionó el auto sobre la avenida, el edificio donde vivía no contaba con
estacionamiento así que no tenía más opción.

Había sido un día tremendamente largo. El sábado había estado cubriendo un


evento a beneficio del hospital de la ciudad así que hoy siendo domingo tuvo
que ir a la editorial para presentar las tomas que había obtenido de esa cena.
Lamentablemente, su editor no estaba del todo conciente de la cita así que llegó
un par de horas tarde y después el resto del día se había ido en hacer las
correcciones pertinentes. Sólo quería descansar pero eso no había logrado
conseguirlo en mucho tiempo. Por una parte agradeció que Sai hubiera decido
regresar a su casa excusándose en que el despacho donde trabajaba le
quedaba más lejos, pero por otra parte no quería estar sola.

Tomó su bolso y entonces notó el camión de mudanzas que había estacionado


del otro lado. Tan desconectada del mundo estaba últimamente que ni siquiera
sabía que uno de sus vecinos se había mudado. Salió del auto y comenzó a
caminar hacia la entrada, estaba a punto de subir las escaleras hacia la puerta
cuando vio a una mujer ahí.

— ¡Sasuke la puerta volvió a cerrarse! ¿puedes ayudarme? —pidió Ino


actuando. Ella había cerrado la puerta con la mente cuando escuchó a Sakura
acercarse— ¡Sasuke!

— Déjame ayudarte —dijo la ojiverde acercándose para abrir la puerta y además


quitándole un par de libros que se asomaban de la caja.

— Ah, gracias. Eres muy amable, ¿vives aquí? —Sakura asintió.

— En el 2-B.

— ¿En verdad? Nosotros nos acabamos de mudar el 2-C —respondió Ino


mientras iban subiendo las escaleras. El ascensor estaba descompuesto, como
solía estarlo la mayor parte del tiempo. Cuando llegaron al segundo piso, Ino
caminó hasta el final del pasillo donde estaba la puerta abierta. Los muebles
habían sido colocados pero lo demás aún estaba en cajas. Sakura la imitó y de
nuevo se colocó en el umbral de la puerta.

— Soy Sakura —dijo extendiendo la mano. Ino la estrechó.

— Mucho gusto, soy Ino —miró sobre el hombro de Sakura— y ese que viene
ahí es mi… mi primo Sasuke.

Sakura no pudo evitar estudiar a la mujer a detalle. Era muy hermosa, alta,
rubia, ojos azules y además las facciones delicadas como las de un ángel. Tal
vez era modelo o algo así. Luego, cuando ella le hizo referencia a Sasuke se
giró para mirarlo. Él tampoco se quedaba atrás. En absoluto. Era un poco más
alto que Ino, cabello y ojos negros, piel blanca pero no pálida y expresión de
superioridad y seguridad que tuvo que reconocer que le dejó sin aliento. Cuando
él pasó a lado de ella, inconscientemente contuvo el aliento. Era impresionante,
de esa clase de hombres que pueden hacer que te quites de su camino con solo
una mirada o pasar por encima de ti sin ningún miramiento. Sasuke se acercó al
sofá donde dejó la caja que traía cargando y luego se puso junto a Ino.

— Sasuke, ella es nuestra vecina Sakura —dijo la rubia sonriendo. El azabache


extendió la mano.

— Sasuke Uchiha. —musitó lacónicamente. Ino puso los ojos en blanco.

"¡Seguro que así confiará en ti! Porque claro, es más fácil confiar en alguien que
tiene escrito en la cara «No hay nadie más malo en este mundo que yo» ¡Bien
hecho enorme pedazo de…!" la ojiazul detuvo ahí su imprecación mental.

— Mucho gusto. —respondió insegura estrechando la mano brevemente.

Por un instante creyó que la mano de ese hombre la quemaría. Estaba segura
que eso habría pasado. Había algo en él que hizo que una corriente eléctrica
recorriera su cuerpo sin reparo, era algo en su mirada o tal vez en su simple
presencia. Fue tan extraño que incluso sintió que había algo de familiaridad en
él. Parpadeó un par de veces para aclarar su mente y luego vio de nuevo sobre
ellos al interior del apartamento

— Bueno, yo los dejo para que continúen. Eh, si necesitan algo pueden pedirlo.
Estoy en la puerta de a lado, también por si quieren tomar un café…

— Gracias. En verdad eres muy amable. —respondió Ino con una sonrisa—
Creo que aceptaremos tu invitación para beber café después de que terminemos
de acomodar algunas cosas, si no te importa.

— En absoluto. Los estaré esperando. —dicho esto se dio la vuelta y caminó


hacia su apartamento.
¿Qué tan desesperada estaba por no quedarse sola que había invitado a sus
nuevos vecinos? Tal vez creían que era una de esas vecinas incómodas y
hostigadoras o algo así. Abrió la puerta, arrojó el bolso que traía sobre el sofá y
luego caminó hacia el baño para darse una ducha. Cuando terminó, se vistió con
su pijama -blusa de tirantes azul claro y pantalón de rayas blancas y azules- y
volvió al sofá para ver un poco de televisión antes de irse a dormir; no estaba
dispuesta a cenar, lo menos que quería era un terrible dolor de estómago.

Habían pasado un par de horas cuando el timbre sonó causándole un


sobresalto. Se puso de pie y luego de ver por la mirilla, supo que eran sus
nuevos vecinos. Había creído que no irían.

— Ah, lo siento. No pensé que estuvieras ya dormida. —dijo Ino al verla vestida
con pijama— Podríamos dejarlo para otra ocasión.

— Oh, no te preocupes. Sólo estaba viendo un poco de televisión. Pasen.

Los guió a la cocina y mientras ella ponía el café, Ino y Sasuke se sentaron en la
mesa de la cocina. Maldijo mentalmente. Eran tan perfectos que no parecían
reales y mucho menos sentados en su sencilla mesa de madera de pino en
medio de su pequeña cocina. Pensó que personas como ellos deberían de vivir
en la zona más lujosa de la ciudad y no en un edificio de apartamentos de inicios
de siglo pasado en el centro.

— Así que hoy se mudaron. ¿Puedo preguntar donde vivían antes? —inquirió
para intentar romper el silencio que se había formado entre ellos.

— Eh, pues nosotros vivimos en Suna durante un tiempo antes de venir. Sasuke
trabajaba en una agencia de seguridad privada y yo era publicista.

— Y… ¿por qué decidieron mudarse a Konoha? —cerró los ojos gritándose


mentalmente. Ahora si parecía una de esas vecinas incómodas, hostigadoras y
además chismosas— Lo siento, no es de mí…

— Tranquila, está bien. A partir de hoy somos vecinos y creo que está bien que
conozcas un poco de nosotros —respondió Ino con una sonrisa— Yo perdí mi
empleo, bueno, más bien renuncié a él y quería eh, como se diría… "extender
mis horizontes". Sasuke quería un cambio de aires y decidió venir conmigo. En
realidad no es una gran historia —miró a Sasuke y él le regresó la mirada. El
gesto no pasó desapercibido para Sakura, había cierta intensidad en aquel
intercambio de miradas que le hizo dudar por un momento que eran primos— Tú
cuéntanos algo sobre ti, Sakura ¿a qué te dedicas?

— Soy reportera grafica, fotógrafa —aclaró un poco nerviosa—, del Konoha


Journal. Trabajo en la sección de sociales. En realidad tampoco es gran cosa…
La conversación, en la que Sasuke sólo participó con escasos monosílabos, se
extendió por un par de horas más. Conforme el tiempo pasaba, Sakura quedaba
más encantada con sus nuevos vecinos, dejaron de parecerle demasiado
perfectos y en realidad comenzó a sentirse más cómoda y tranquila a su lado.
Finalmente, cerca de la medianoche, Sasuke e Ino se despidieron de ella.

— ¿Ves? Te dije que mi plan funcionaría —señaló Ino una vez que estuvieron
de nuevo en "su" apartamento. Sasuke fue hacia una de las habitaciones y
cuando regresó estaba vestido con sus ropas de combate y perfectamente
armado. Minutos después Ino estaba igual— ahora sólo tenemos que convivir
con ella un poco más. Que se de cuenta de que somos personas agradables y
confiables —miró a Sasuke y sonrió— bueno, en tu caso sólo confiable.

— Hmp. Había olvidado que la comedia era otro de tus talentos, Ino. La chica
"quiero extender mis horizontes" —respondió con una media sonrisa
ocasionando malestar en la chica.

— Cierra la boca.

Sasuke sonrió al ver su expresión y antes de que el sarcasmo siguiera, ambos


se desmaterializaron hacia la zona de clubes. Ahí se verían con los demás para
comenzar las rondas de esa noche.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El aniversario del periódico estaba demasiado cerca. Todos los que laboraban
en sus oficinas estaban vueltos locos puliendo los últimos detalles para la
celebración de aquel evento tan esperado. Para Sakura en realidad no
significaba mucho. Su trabajo estaba puesto al corriente gracias al cambio de
horario que había adoptado desde hacía unas semanas así que, a diferencia de
sus compañeros, ella se encontraba terminando de retocar un par de fotografías
inmersa en su tranquilidad. En su aburrida y agobiante tranquilidad. Al menos
así fue hasta que sonó su teléfono. Sin apartar la mirada del monitor del
ordenador, buscó a tientas el pequeño aparato y vio que tenía un nuevo mensaje
de texto. Era de Ino.

"Hola Sakura. He salido del trabajo antes así que me pregunto si te gustaría
tomar un café. Llámame. Ino"

Sakura sonrió tenuemente y respondió un sencillo "Me encantaría." Luego volvió


a dejar el móvil sobre el escritorio y siguió con su trabajo.

Habían pasado tan sólo unos días desde que había conocido a Ino y Sasuke
pero debía reconocer que no imaginó que en tan poco tiempo podía haber hecho
tan buenas migas con ellos, en especial con Ino. Ella era de la clase de persona
que su madre siempre había querido que Sakura fuera; elegante, sofisticada,
educada, y aunque no lo quisiera reconocer, una parte de su interior también lo
hubiese deseado. Ino era una gran persona además. Siempre que se veían
había un extraño aire de familiaridad y calidez con la que la trataba que la hacía
sentir cómoda.

En cuanto a Sasuke pues…

Él era totalmente opuesto a Ino. Siempre serio. Siempre frío. Era como si
hubiese nacido con el interruptor de emociones en apagado. Nunca lo veía reír,
ni tampoco podía escuchar emoción alguna en su voz o reflejada en su rostro.
No podía evitar sentirse intimidada con su presencia pero… también había que
reconocer que era increíblemente atractivo, más que atractivo. Ese hombre
era… no había palabras para describirlo. Sencillamente su presencia le robaba
hasta el último vestigio de aliento cuando estaba cerca. Había algo en él que lo
hacía completamente distinto a cualquier hombre que hubiese conocido antes.
Su piel se erizaba cada vez que estaba en el mismo lugar que él, como si una
corriente eléctrica la recorriera y entonces…

"Espera un momento. ¡¿Qué diablos te pasa Sakura? Cómo puedes estar


pensando así de un hombre que apenas conoces."Se recriminó mentalmente al
darse cuenta hasta donde habían divagado sus pensamientos dignos de la más
alocada colegiala en vez de pertenecer de una mujer que estaba comprometida
y que debía actuar con madurez.

Decidió regresar a su trabajo aún cuando su concentración había quedado


averiada luego de esa extraña reflexión. Finalmente luego de algunos minutos
más, dio por concluida aquella jornada laboral y se fue a casa. Durante el
trayecto, su mente no dejó de vagabundear en aquel nuevo vecino que tenía.
Sentía que había algo muy extraño en él.

Al llegar al edificio donde vivía, intentó subir por el ascensor pero de nuevo el
"bendito" aparato estaba descompuesto. "¿Cuándo se harán cargo de él?" se
preguntó mientras tomaba las escaleras. Al menos le serviría para recuperar un
poco del tiempo que había olvidado invertir en el ejercicio. "Aunque no es que
haya comido tanto últimamente que deba matarme en un gimnasio" Soltó un
suspiro cuando se halló a un escalón de llegar al rellano del segundo piso y
recordó que había olvidado parte del trabajo que había llevado a casa en el auto.

Dio la vuelta dispuesta a bajar las escaleras mientras prometía no volver a


instigar al universo a que conspirara contra ella por haberse quejado. De repente
su visión se tornó borrosa y los escalones comenzaron a acercarse y alejarse
mientras un hueco se formaba en su estómago. Estaba a punto de desmayarse.
Intentó apoyarse en el pasamanos pero su mano erró y entonces sintió como a
su alrededor todo se movía. Estaba a punto de tener un encuentro cercano con
cada uno de los escalones de abajo pero eso no sucedió. En ese justo instante
sintió como algo jalaba fuertemente su brazo y luego su cuerpo chocó contra lo
que parecía ser un muro.

Con la poca conciencia y fuerzas que quedaban en su cuerpo alzó la vista para
ver donde había impactado y se encontró con una mirada de oscura fija en ella.
En el segundo más rápido que pudo haber pasado en toda su existencia, el
mareo pareció desvanecerse. Sasuke la estaba sosteniendo gracias al brazo
con el que le había rodeado la cintura y la tenía pegada a su cuerpo. Su
respiración se tornó agitada. Lo último que le faltaba para impulsar sus
pensamientos alocados era tener a ese hombre lo suficientemente cerca de ella
como para poder oler aquel excitante aroma oscuro que provenía de él. No es
que le molestara pero era demasiado tener ese perfecto rostro masculino a unos
cuantos centímetros del suyo y más aún esbozando una enigmática sonrisa de
lado. Sintió su pulso en las sienes, el mareó volvió y entonces… todo se volvió
oscuridad.

Sip, definitivamente fue demasiado.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sasuke no pudo dejar de observar a la mujer que estaba sosteniendo entre sus
brazos. Había que reconocer que de cerca era mucho más hermosa. Había
llegado al apartamento hacía un par de minutos para esperar la llegada de Ino
pero nunca se imaginó lo que sucedería. Luego de salvar a Sakura de caer por
las escaleras no pudo evitar mirarla fijamente. Estudiar, con un extraño interés,
cada una de las facciones que se dibujaban en su rostro. No podía leerle la
mente pero sintió el latido acelerado de su corazón golpear tenuemente contra
su pecho y vio el ligero sonrojo que apareció en sus mejillas por tenerlo tan
cerca. No pudo evitar dibujar una sonrisa de suficiencia en su rostro y luego la
chica había quedado inconsciente.

La alzó en brazos y caminó con ella hasta el apartamento cerrando la puerta con
la mente detrás de ellos. Con cuidado la recostó en el sofá y luego él se sentó
sobre la pequeña mesita de centro que había en la estancia desde donde siguió
observándola. Estaba más delgada que la primera vez que la había visto,
además se podían ver los rastros de cansancio en su rostro. Imaginó que todo
estaba relacionado con el proceso de transición.

Lentamente se acercó a su cuello que había quedado al descubierto por la forma


en la que su cabeza estaba recostada sobre el brazo del sofá, y lo rozó con la
punta de la nariz respirando profundamente. Luego volvió a alejarse al darse
cuenta que su propio cuerpo había respondido. Si, su cambio estaba muy
próximo. Cuando las mujeres se acercaban a ese proceso, su cuerpo despedía
un ligero aroma especial y había que reconocer que el de Sakura lo era en
extremo. Una delicada mezcla entre el aroma propio del cambio y el que ella
poseía. Puro, dulce pero fresco.
No pudo evitarlo. Volvió a acercarse hacia el cuello de la mujer y lo fue
acariciando con la nariz suavemente. Rozó su clavícula y por un instante pensó
en que tal vez podía ir más lejos cuando sus labios hicieron lo propio en el
cuello. Entonces la racionalidad que había quedado bloqueada resurgió y se
apartó rápidamente poniéndose de pie. Caminó hasta el otro extremo de la
estancia y miró hacia el sofá. Apretó el puente de su nariz entre los dedos índice
y pulgar. Tenía que calmarse para poder recuperar el control. Eso no podía estar
pasándole a él.

Era imposible.

Justo en ese momento Ino se materializó en el apartamento frente a él. Jamás


se había alegrado tanto de verla.

— Lamento la tardanza. Fui a buscar a Sakura a su trabajo pero me dijeron que


ya se había ido —soltó un suspiro un poco desanimada— habíamos quedado en
tomar un café pero supongo que algo importarte se le atravesó. —su tono de voz
volvió a cambiar — bueno, ¿listo para irnos?

— Ino, mira detrás de ti —musitó Sasuke. La chica lo miró un poco extrañada y


luego hizo lo que él le pidió.

— ¡Santo cielo! —exclamó sorprendida— ¡No me digas que ya le contaste la


verdad!

— Por supuesto que no. Simplemente se desmayó. Su cambio está muy


próximo, deberías agradecerme que yo estuviera cerca y que así no terminó
rodando por las escaleras. —Ino pareció ignorarlo, se acercó a Sakura
arrodillándose junto al sofá

— ¡Pobrecita! —susurró mientras pasaba los dedos a través del cabello de


Sakura— es probable que en estos momentos esté preguntándose si algo no irá
mal con ella. Aún recuerdo lo que se siente pasar por todo eso y no puedo
imaginar lo que es pasar por ello y no saber lo que pasa —soltó un suspiro y se
giró para mirar a Sasuke quien permanecía recostado en el muro con los brazos
cruzados— supongo que no saldremos hasta que despierte ¿no es cierto?

— Puedes tú —recalcó esa palabra— quedarte con ella. Yo alcanzaré a Naruto


en el centro y daré un par de rondas. Avísame si las cosas se complican. —lo
último que necesitaba era estar en la misma habitación con esa mestiza que
estaba haciendo que el perfecto balance que siempre poseía se viera en riesgo.

Ino se levantó de golpe y se acercó a él tan rápido que por un momento creyó
que se había desmaterializado.

— ¡Ah no! —exclamó mirándolo casi con molestia— Escúchame muy bien
Sasuke Uchiha porque sólo lo repetiré una vez: YO NO SOY LA NIÑERA DE
SAKURA. ESE ES TÚ TRABAJO —repuso señalándolo con el índice— yo
simplemente soy un alma caritativa que decidió ayudarte en este asunto pero
eso no significa que tú puedas deslindarte de él sólo así como así ¿quedó claro?
—él no respondió— pregunté si te quedó claro.

— Seguro —respondió finalmente. En ese momento una media sonrisa se dibujó


en su rostro y su mirada también cambió.

— ¿Qué es tan gracioso? —cuestionó con cierto aire de indignación.

— ¿Ya te habían dicho lo mandona que puedes llegar a ser? No entiendo como
Kiba puede contigo.

— Muy gracioso. Lo mejor será que aceptes que te molesta que yo me haya
decidido por él y no por ti —comentó jocosamente siguiéndole el juego—
perdiste tu oportunidad Uchiha. Esa es la realidad

Sasuke estaba a punto de replicar cuando escucharon un pequeño gemido


proveniente del sofá.

Sakura intentó abrir los ojos y cuando al fin lo consiguió se dio cuenta de que no
estaba en su apartamento. Miró a su alrededor y vio a Ino y Sasuke del otro lado
de la estancia mirándola fijamente. La primera en acercase fue la rubia quien le
preguntó una y otra vez como se sentía, luego le preparó un poco de té y la
obligó a permanecer sentada en el sofá por casi media hora más. Estaba tan
aletargada que ni siquiera notó que la rubia estaba vestida con sus ropas de
combate. Mientras Ino le hablaba, no pudo evitar dirigir su mirada hacia Sasuke
quien permanecía recostado sobre el muro, con los brazos cruzados, también
mirándola, más bien, estudiándola. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo al
recordar de manera parcial lo que había sucedido en las escaleras.

Cuando finalmente Ino la dejó ir a su casa, Sakura entró al apartamento, tomó


una ducha y se fue directamente a la cama. Estaba realmente cansada lo cual
ayudó, en cierta manera, a que pudiera dormir.

Esa fue la primera noche en la que Sasuke apareció en sus sueños de una
forma en la que ningún hombre había aparecido antes.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Minutos después, Ino y Sasuke se materializaron a unas cuadras de la avenida


principal de la zona de clubes. Caminaron un poco hasta que en la oscuridad de
un callejón se encontraron con una escena que no podrían haberse imaginado.

Gaara se encontraba peleando con un trío de akatsukis y las cosas ya estaban


prácticamente definidas. Dos de ellos se encontraban tirados en el piso, aún
vivos porque mantenían su forma pero de un modo incapacitados. Habían sido
novatos, Sasuke e Ino lo supieron por las ligeras marcas de maldición que se
asomaban en las partes de su piel que la ropa no alcanzaba a cubrir; aunque si
hubieran sido más experimentados no habría significado diferencia alguna, no
con Gaara furioso.

— Había olvidado que hoy era el día… —musitó Sasuke en voz tan baja, que de
no haber estado a su lado, Ino no hubiese podido oírlo. Estaba tan concentrada
en la cruenta pelea que se desarrollaba frente a sus ojos que en realidad no
estaba segura de haber oído correctamente.

El akatsuki que combatía contra Gaara soltó un grito desgarrador cuando el


pelirrojo le desprendió, literalmente, el brazo del torso. La piel de Ino se erizó.
Algo dentro de su mente le decía que dejara de mirar pero no podía evitarlo.
Sentía el odio de Gaara envolver su cuerpo de manera asfixiante como la
oscuridad los envolvía en ese momento. Nunca había visto algo tan cruel. Ella
había acabado con muchos de ellos desde hacía tiempo pero… lo que Gaara
hacía era completamente distinto. En ese momento estaba jugando con aquel
que no hace mucho había sido un vampiro civil, en su rostro se dibujaba una
sardónica sonrisa al escuchar al akatsuki gritar implorando porque terminara.

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Escuchó el crujir del codo del otro
brazo del cazador cuando lo dobló hasta hacer que el hueso se asomara por la
piel, se llevó una mano a la boca y su cuerpo comenzó a temblar. Era
demasiado cruel lo que Gaara estaba haciendo, la manera en la que él actuaba
estaba simplemente fuera de su comprensión. Había escuchado a Sasuke y a
los demás hablar sobre ello pero siempre pensó que exageraban, que tal vez a
Gaara le gustaba asesinar con las manos pero no que jugara con los akatsukis
antes de acabar con ellos. Ahora sabía que ese sádico juego era una espantosa
verdad. Intentó contener las lágrimas mientras observaba como destrozaba la
garganta del cazador con sus colmillos y luego lo tiraba al suelo, agonizante.

Entonces la gélida mirada aguamarina se enfocó en ellos, como si apenas se


hubiese percatado de su presencia. "Es verdad, él es… un demonio" fue lo único
que Ino pudo pensar ante la figura terrorífica que se alzaba al final de aquel
callejón. Los ojos claros, crueles, enmarcados por gruesas ojeras, los pómulos
hundidos, debido a que no se alimentaba de mujeres de su raza, manchados por
la sangre que le había salpicado cuando desgarró la garganta de aquel cazador
y los afilados colmillos expuestos como si fuese una fiera. No era un vampiro
normal. Ni siquiera le importó que ellos lo estuvieran observando, levantó a otro
akatsuki al que, por lo visto, le había cortado los tendones de los brazos y
piernas pues parecía un muñeco de trapo, y se dispuso a hacer lo mismo.

Ella no podía soportar ver aquello, se llevó la otra mano a la boca, con ambas se
preparó para ahogar cualquier clase de grito y finalmente logró apartar la mirada
del atroz espectáculo.

— ¡Es suficiente Gaara! —exclamó Sasuke con voz firme mientras se acercaba
a él.

— No te metas en esto, Sasuke. ¡No es asunto tuyo! —respondió arrastrando las


palabras gracias a la euforia, que parecía que, en aquel momento estaba
sintiendo. Sasuke no le hizo caso, desenfundó las dos dagas que traía en la
cartuchera que le cruzaba el pecho y en un movimiento ágil apuñaló a los dos
cazadores que yacían en el suelo.

Un grito aterrador salió de la garganta de Gaara, Sasuke se apresuró a


arrancarle el cuerpo del akatsuki de las manos y apuñalarlo casi al mismo
tiempo antes de que Gaara lo arrojara por los aires hasta hacer que impactara
contra un muro del callejón. Su sed de sangre era algo que Ino jamás pensó que
sería posible, su voz sonaba completamente distorsionada en una mezcla de
odio, furia, euforia y maldad. En ese momento no estaba viendo a Sasuke como
su hermano de batallas o su compañero, ni siquiera lo reconocía. Sólo veía en él
al sujeto que le arrancó la única manera de explotar todo lo que guardaba en su
interior y que jamás sería capaz de explicar.

Cada año se repetía aquella situación. Ese había sido el primer día en el que su
padre lo había encerrado en las mazmorras del castillo en el que habitaban, el
primer día en el que lo había molido a golpes luego de haberse embriagado
culpándolo por la muerte de Kankuro, el primer día en el que ni su madre ni su
hermana habían hecho algo para salvarlo, el día en el que había perdido su
alma. Décadas después se había armado de valor para asesinar a su padre con
sus propias manos pero eso no había sido suficiente como lo había pensado. Y
ahora estaba a punto de terminar de saciar su odio con Sasuke, su compañero,
su hermano y sobre todo, el rey de la raza.

— ¡GAARA POR FAVOR DETENTE! —gritó Ino con desesperación cuando vio
que el pelirrojo tomaba a Sasuke por las solapas del abrigo exponiendo los
colmillos.

La mirada de Gaara se enfocó de inmediato en ella, las lágrimas estaban


corriendo por las mejillas de la chica mientras mantenía la mirada fija en él. Una
mirada de miedo, de súplica. "¡Gaara por favor detente!". Una imagen le vino a
la mente como un flash, la imagen de hermana gritándole para que no asesinara
a su padre. Cerró los ojos con fuerza intentando recordar qué estaba sucediendo
pero la confusión era mucho más grande y estaba retomando el control sobre él
hasta que escuchó la voz de Sasuke.

— Hazlo y demuestra que eres lo que él dijo que eras… —susurró el azabache
mirándolo fijamente. Sus miradas se encontraron. Instantes después, las manos
de Gaara aflojaron su agarre para al fin soltarlo. Lentamente fue retrocediendo
hasta que se halló del otro lado del callejón cerca de Ino aunque no la notó hasta
que ella rozó su hombro con las puntas de los dedos.

— ¡No me toques! —gritó empujándola, luego volvió a mirar a Sasuke. Sus


labios se abrieron pero nada salió de ellos, se frotó el rostro con ambas manos
sin importarle que se manchara con la negra sangre de akatsuki. Dirigió una
última mirada a Sasuke en la que al azabache le pareció ver un atisbo de
arrepentimiento y finalmente se desmaterializó.

El callejón quedó en silencio.

Ino reaccionó aproximándose a donde Sasuke estaba y se dejó caer de rodillas


junto a él.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó titubeante mientras palpaba el cuello y el


rostro de Sasuke en busca de alguna herida. Cuando supo que estaba bien, lo
abrazó con fuerza— Creí que él te… creí que…

— Lo sé —susurró. Ino no pudo contenerse más y comenzó a llorar


amargamente. Su cuerpo seguía temblando invadida por el terror que aquel
momento le había ocasionado. Sasuke maldijo por lo bajo y luego la rodeó con
sus brazos— Hubiese hecho cualquier cosa para evitar que presenciaras esto.
Lo lamento, Ino.

En verdad lo lamentaba…
Capítulo 6

Las sensaciones se arremolinaban en su interior nublando cada uno de sus


pensamientos por más insignificantes que fueran. Sólo había espacio para una
sola cosa: él. Aquel hombre que en esos momentos acariciaba cada centímetro
de su piel con los labios, los dientes y la lengua. Sus manos viajaban a través de
todo su cuerpo enviándole enormes descargas de placer quemándola,
abrasándola, haciéndole desear más y más. El calor que ambos cuerpos
irradiaban estaba inundando su cama, metiéndose entre las sábanas y
acercándolos cada vez más. Sus frágiles y trémulos dedos se enredaron entre
aquel cabello negro buscando aferrarse a algo real antes de perderse totalmente
en aquel mar de sensaciones extremadamente placenteras.

Los labios exigentes de su amante volvieron a apoderarse de los suyos con


ferocidad, sus lenguas se entrelazaron frenéticamente y el juego de ardientes
caricias de aquel par de manos aumentó su intensidad de manera
desconcertante llevándola a experimentar un placer digno de cualquier
descripción de la palabra paraíso. Aún así ella necesitaba más. Lo necesitaba a
él por completo y estaba a punto de tenerlo. Lo sabía perfectamente.

Así fue. Él se posicionó entre sus piernas acariciándola apasionadamente y por


fin lo sintió en su interior. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás, volvió a ver a
aquel hombre sobre ella, mirándola fijamente, con los ojos ardiendo de deseo
por ella. Y entonces, el nombre de aquel perfecto amante escapó como un
gemido de entre sus labios

Sasuke…

Sakura se levantó de golpe de la cama cubierta por una fina capa de sudor, su
respiración era agitada y sentía el calor correr por sus venas. Sin darse tiempo a
reaccionar se levantó de la cama y se dirigió a trompicones al baño, encendió la
luz, caminó hasta el lavabo donde se mojó la cara con agua fría y luego
permaneció con las manos apoyadas al borde mientras su respiración volvía a la
normalidad. Cinco. Con esa eran cinco las noches consecutivas que llevaba
soñando con Sasuke luego de aquel incidente en las escaleras.

Sueños que despertaban los más oscuros deseos en ella, sensaciones que
jamás pensó experimentar y mucho menos por un simple sueño. Alzó la cara
para ver su reflejo en el espejo aunque esta vez en lugar de concentrarse en las
ya familiares ojeras, vio como sus pezones se transparentaban a través de la
fina seda del camisón blanco que llevaba puesto. Aquellos sueños eran tan
reales que su cuerpo respondía al deseo y la excitación sin que ella lo pudiera
controlar, aún tenía la sensación de las caricias a través de su cuerpo.
Sencillamente no podía creerlo, ahora sabía que estaba enloqueciendo. Había
llevado las fantasías sexuales a un nuevo nivel.

A un nuevo y enfermizo nivel.

Regresó a su habitación y miró el despertador. Faltaban un par de horas para el


amanecer y algunas más para que tuviera que ir al trabajo pero ya no quería
volver a la cama, no si podía evitarlo. Volvió al baño y se dispuso a tomar una
ducha helada. Le hacía falta, vaya que lo hacía.

Horas más tarde Sakura se encontraba frente al ordenador en su cubículo del


periódico, retocando algunas imágenes sin ningún interés en específico más
bien en un intento de matar tiempo. Con la mano derecha movía el mouse y
daba alguno que otro clic mientras mantenía su rostro recargado en la otra
mano. No había más que pudiera hacer. Todo su trabajo estaba al corriente e
incluso había ido aquella mañana a completar unas cuantas tomas de la
preparación del evento que esa noche se llevaría a cabo.

La fiesta de aniversario del diario.

El evento más importante en su empleo y uno de los más significativos a nivel


social en la ciudad. El único en el que ella volvía a internarse en el mundo que
había dejado en su pasado en lugar de ser una espectadora más. Soltó un
suspiro. En realidad el fastuoso evento no la entusiasmaba en lo más mínimo
pero la asistencia para el personal era obligatoria, además Sai la acompañaría
aunque no sólo para darle su apoyo sino también para intentar aumentar la
cartera de clientes que su despacho poseía. Era cierto que el buffet apenas
estaba creciendo pero ya comenzaba a ganar publicidad gracias a las grandes
habilidades defensoras que Sai poseía y que había demostrado en algunos
casos importantes.

"Un extraordinario abogado y un temible adversario" había dicho el jefe de Sai


en una de las cenas a las cuales ella había tenido que asistir.

Volvió a suspirar. Si intentaba verle el lado positivo al asunto pues ese sería que
contaría con menos horas para estar en casa, menos horas para dormir y menos
horas para tener orgasmos mentales fantaseando con su vecino. Ese era el
único lado positivo que podía verle a ir a la fiesta del diario y aún así una parte
en su interior decía que no lo era del todo.

Cuando la jornada laboral -digna del olvido- llegó a su fin un par de horas
después del anochecer, Sakura fue a casa. Llegó a su edificio, estacionó el auto
y subió las escaleras hasta la entrada. Por fin el ascensor había vuelto a su
funcionamiento habitual luego de varias semanas y eso logró arrancarle una
tenue sonrisa del rostro. Desde lo ocurrido con Sasuke y temiendo que en algún
momento se repitiera su desmayo y él no estuviera para salvarla, le tomaba
varios minutos subir los escalones hacia su apartamento.

Cuando llegó al segundo piso las puertas de metal se abrieron de par en par,
ella salió y durante un instante se detuvo al ver hacia la puerta del apartamento
de Ino y Sasuke dudando un poco sobre si visitar a la rubia aunque fuera unos
minutos. Cuando la fue a ver después del trabajo la noche posterior a su
desmayo, Sasuke le había dicho que estaba un poco indispuesta y ella lo
comprobó al ver a Ino en cama. Así habían sido los dos días posteriores, o más
bien dicho las noches. La chica lucía realmente enferma pero cuando le
preguntó a Sasuke, él le respondió que era simple agotamiento físico debido al
estrés y que sólo necesitaba descansar.

Sakura sabía lo que era estar al borde gracias a la presión así que decidió darle
a Ino su espacio para que pudiera recuperarse pronto pero ya habían pasado
otros tres días y aún no había sabido nada de ella. Tal vez podría hacerle una
visita relámpago antes de irse a la fiesta. Caminó en dirección al apartamento de
sus vecinos deseando que Sasuke no le abriera pero justo cuando estaba a
punto de llamar a la puerta su teléfono comenzó a sonar. Sacó el pequeño
aparato de su bolso y vio el identificador: Sai.

Soltó un suspiro a la vez que se volvía de regreso a su apartamento para


contestar. Supuso que tendría que esperar hasta el día siguiente para ver como
se encontraba Ino. Por lo pronto, esta pintaba para ser una larga, muy larga
noche.
.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Minutos más tarde, Sasuke se materializó en el pasillo, lo habría hecho dentro


de "su" apartamento como normalmente lo hacía pero esa noche había un
invitado ahí: Kiba. El guerrero había ido a ver a Ino y alimentarla. Sintió el chakra
del chico y supuso que aún no había terminado así que apoyó ambas manos en
el pequeño muro que daba hacia las escaleras y desde donde podía ver el
vestíbulo del edificio.

Luego de haber presenciado aquel espectáculo atroz de Gaara jugando con los
akatsukis, Ino se había negado a regresar a la mansión, no mientras el pelirrojo
estuviera ahí. Aquella noche en un maratónico tiempo récord Shikamaru logró
instalar las persianas de acero en las ventanas del apartamento antes de que el
sol los sorprendiera y desde esa noche Ino no había dejado el lugar sin
importarle las súplicas de Sasuke, las de Kiba o las de Naruto. Ella
sencillamente aún no había logrado asimilar lo que había visto y lo cierto era que
no era para menos y que la culpa era toda de él. De nuevo la culpa era
solamente suya.

La puerta del apartamento se abrió apareciendo Kiba a través de ella. El hombre


iba vestido con las típicas ropas de combate; pantalón de cuero, camisa negra,
botas militares. No llevaba el abrigo dejando ver así las dagas en su pecho y las
pistolas en las caderas, tenía recogida la manga izquierda de la camisa. Sasuke
supo que Ino se había negado a beber de la vena del cuello de su compañero.
El rostro del guerrero era una mezcla entre frustración e impotencia por la
situación en la que su mujer se hallaba.

— ¿Cómo está? —cuestionó Sasuke acercándose a él. Kiba pasó la lengua por
la herida del antebrazo para sellarla y luego se quedó mirando al azabache
durante un instante antes de responderle.

— Un poco mejor —respondió fríamente— Al menos esta vez me dejó


alimentarla y espero que ahora que recuperó fuerzas piense las cosas un poco
más y al final de la noche, cuando venga a verla otra vez, consiga convencerla
de que regrese conmigo. Ahora, si me disculpas, iré a hacer mi trabajo.

Sasuke captó claramente la indirecta. Cuando Kiba pasó a su lado hacia las
escaleras, sintió la oleada de furia que había en el interior de su compañero y
que estaba dirigida a él. Luego de lo sucedido, no le había dirigido la palabra
más que para lo indispensable y eso era algo extraño viniendo de aquel
extrovertido. El azabache se giró para hablarle.

— Kiba se qué estás molesto conmigo, sé cómo debes de estarte sintiendo y…

El aludido se detuvo a un par de escalones más abajo en cuanto escuchó a


Sasuke. Reaccionó con rapidez y regresó al pasillo para encararlo.

— No Sasuke, no estoy molesto. Estoy furioso —respondió acercándose hasta


dejar sus rostros a unos centímetros de distancia sin poder contener más lo que
sentía— Tampoco sabes como me estoy sintiendo en estos momentos. Ino no
debió nunca, escúchame bien, nunca debió haber visto a Gaara en uno de sus
ataques. Y no, no estoy culpando a Gaara.

De nuevo otra indirecta sumamente directa.

— Lo conozco perfectamente desde que le ayudé a escapar de las garras de su


padre y desde entonces no he hecho nada más que protegerlo de sí mismo con
la esperanza de que en algún momento pueda sentirse como miembro de una
familia de nuevo. Y lo he hecho sin preocuparme porque Ino lo llegara a ver en
uno de sus momentos malos porque pensé que TÚ estarías ahí para mantenerla
alejada del demonio en el que Gaara suele convertirse cuando está sensible.
Ahora no te estoy hablando de hermano a hermano, de amigo a amigo o de civil
a rey. Te estoy hablando de hombre a hombre, te hablo como un hombre
decepcionado porque te confió lo más importante en toda su jodida vida y le
fallaste. —Kiba se detuvo para inhalar profundo y recuperar los estribos que
había perdido— Así que me detendré en este instante y voy a desmaterializarme
lejos de aquí porque a pesar de todo eres mi amigo y mi hermano y no quiero
decir o hacer algo de lo que me voy a arrepentir después.

Dicho esto, el vampiro se dio la vuelta y caminó otra vez por las escaleras
mientras se desmaterializaba. Sasuke se quedó mirando el espacio del vestíbulo
en la parte inferior y pensó que palabras más ciertas no le habían dicho en
varios años. Él tenía razón. Para un vampiro no había cosa o ser más importante
que su compañera, su mujer y Kiba le había confiado la protección de Ino pero él
le había fallado. Sus dedos se cerraron sobre el pequeño muro como muestra de
toda la frustración y furia que sentía contra sí mismo. ¿Cómo podía estar él
destinado para ser rey y proteger a una raza si no había podido proteger a una
de las personas más importantes para él?

Todo ese mar de emociones oscuras estaba consumiéndolo poco a poco sin
poder controlarlo hasta que una suave brisa golpeó sus sentidos. Aquel aroma
dulce y fresco, como si fuesen flores lo reconoció de inmediato. Giró la cabeza
hacia la izquierda y vio a Sakura salir de su apartamento. Estaba ataviada con
un vestido rojo de cóctel y el cabello recogido en lo alto dejando escapar un par
de mechones ondulados alrededor de su rostro. La chica lo estaba mirando
fijamente.

En el momento en el que sus miradas se encontraron un deseo desconocido


despertó en su cuerpo. Su instinto le pedía a gritos que tomara a esa mujer entre
sus brazos, que le echara la cabeza hacia atrás y saboreara su cuello, que sus
manos estrujaran cada una de las curvas que se remarcaban a través de aquella
fina tela y que se hundiera en su calor.

— Eh, ¿te encuentras bien? —preguntó titubeante la ojiverde al notar la mirada


que Sasuke le estaba dirigiendo. Ella desvió la suya intentando disimular la
incomodidad que estaba sintiendo y no porque se sintiera acosada sino porque a
cada instante que miraba a Sasuke no podía evitar recordar lo que soñaba que
él le hacía y entonces su cuerpo comenzaba a reaccionar justo como en ese
momento.

El aroma que Sasuke percibió se mezcló en un instante con una oleada de


deseo proveniente de Sakura. No pudo contenerse más. En un movimiento
rápido se acercó a ella y la recargó contra la pared.

— ¿Qué…? —intentó preguntar Sakura mientras sentía como el latido de su


corazón se aceleraba al sentir la mirada de Sasuke clavada en sus ojos y el
calor que se desprendía de su cuerpo. Era justo como en sus sueños y eso hizo
que un escalofrío recorriera su cuerpo de arriba abajo.

Sasuke pensó que no tenía tiempo para aquello, que debía salir a las calles y
hacer su trabajo, lo que realmente le importaba y sin embargo sabía que en ese
momento no podía alejarse de esa mujer sin al menos probarla. Tomó las
mejillas de Sakura entre las manos y la besó. Quería darle un beso breve y duro
que aliviara, además de su frustración, la repentina y abrumadora necesidad que
se había adueñado de él. Sin embargo, con el simple roce de sus labios estuvo
perdido. La besó con fuerza dejando que la frustración y la furia alimentaran
aquel beso hasta que se sintió como si se estuviera ahogando mientras ella
correspondía con la misma intensidad.

Sakura suspiró en su boca y abrió los labios para él. Sasuke introdujo la lengua
en sus profundidades y sintió que se hundía en su calor. Recorrió cada recoveco
de su cavidad y cuando encontró su lengua la acarició intensamente. Con los
sentidos embriagados, notó como si su cuerpo estuviese a punto de arder en
llamas; ella suspiró de nuevo y aquel suave sonido llegó hasta sus oídos
haciéndolo perder la razón. Lentamente inició la separación; sin embargo, eso
no fue posible porque Sakura se aferró a las solapas de su abrigo y lo atrajo
hacia ella pegando su cuerpo al suyo.

Sasuke emitió un gruñido y sin poder evitarlo, sintió una fuerte oleada de deseo.
Necesitaba tomarla. Ahora mismo.

La llevó de regreso al interior del apartamento empujándola levemente con el


cuerpo sin apartar sus labios. Cuando estuvieron dentro, cerró la puerta con la
mente y sentó a Sakura sobre la pequeña mesa de hierro forjado que había en
la entrada. Mientras los dedos de una de sus manos acariciaban las costillas de
Sakura hasta uno de sus senos, los de la otra se encargaban del nudo que
estaba atado en la parte posterior del cuello de la chica y sostenía aquel vestido.
Sakura no se quedó atrás y con rápidos y torpes movimientos le sacó el abrigo y
comenzó a desabotonarle la camisa. Narcotizada por sus besos, a merced de la
pasión que había fluido a través de ella como si fuera miel líquida, había sido
incapaz de tener un solo pensamiento racional. Solo había sentido una urgente
necesidad que la había dejado ciega y sorda a cualquier otra cosa. Ya no iba a
quedarse a medias, no más. Ya lo había hecho con sus sueños, sus ilusiones,
con su trabajo, incluso fantaseando con él, soñando que la tomaba justo como
en ese momento. Ahora que lo hacía, lo demás ya no importaba.

Con un silencioso gemido, Sasuke la aplastó contra él rozando la desnudez de


su pecho contra la de sus senos, sintiendo la excitación crecer en ambos, su
boca cerrándose sobre la de ella en un beso furioso que le estaba arrancando
hasta el último de sus alientos. Su lengua dentro de su boca, mientras sus
manos acariciaban su pelo soltándole el peinado, sus muslos y se demoraban
sobre las curvas dulcemente redondeadas de sus pechos. Sakura volvió a
apretarse contra él mientras Sasuke la levantaba por el trasero y la llevaba hacia
la habitación.

Él la sostuvo con fuerza mientras tomaba su boca con un beso que lo llevó al
borde de un abismo que nunca había imaginado. El aliento de Sakura se mezcló
con el suyo y Sasuke notó los latidos acelerados de su corazón vibrando contra
su torso metiéndose en lo más profundo de él. Cuando la recostó sobre la cama,
Sakura sintió que su cuerpo ardía por dentro de pies a cabeza. Tenía un
cosquilleo en la piel mientras las manos de Sasuke viajaban a través de su
cuerpo deshaciéndose de todas las prendas que la cubrían y provocándole a la
vez un tormento y una exquisita sensación de placer que fue en aumento
cuando sus labios tomaron el lugar de sus manos. Hasta la última célula de su
cuerpo gritaba de deseo.

El resto de su ropa alcanzó su destino en algún lugar de la habitación. Sólo con


acariciarla se adueñaron de él sensaciones y emociones que no había conocido.
La deseaba desesperadamente con un ansia repentina y fiera que nublaba
completamente sus sentidos. Sasuke notaba el fuego en su propio cuerpo.
Estaba endurecido, caliente y preparado, no quería otra cosa más en el mundo
que tomarla. Y Sakura esperaba lo mismo. Podía olerlo mientras sus manos y
sus labios recorrían la suave piel debajo de su cuerpo. Sasuke se movió para
ponerse a la altura del centro de su deseo y cubrirlo con la boca, y mientras su
lengua jugueteaba entre las piernas de Sakura, sus manos le acariciaban las
piernas y los glúteos.

Sakura dejó caer la cabeza sobre las almohadas y gritó su nombre cuando sintió
el primer orgasmo que la poseyó con una intensidad y fuerza que le arrancó el
último latido y el último aliento que aguardaba en su interior. La presión seguía
aumentando en su cuerpo, no podía respirar, no podía moverse y no le
importaba. Tan sólo quería que la tomara, ya no lo soportaba más. Lo
necesitaba en su interior justo en ese momento antes de que estallara.

Una voz dentro de la cabeza de Sasuke le insistía que se detuviera pero él no


escuchaba aquella voz en lo más mínimo. En vez de eso se preparó para
concluir y volvió a posicionarse entre las piernas de Sakura. Necesitaba tener
más y más de ella. Nuevamente se apoderó de sus labios y de sus suaves
pechos extendiendo el placer que ella estaba sintiendo en esos momentos.
Centró sus ojos en aquella mirada jade frente a él y antes de que hubiesen
desaparecido los últimos temblores del primer orgasmo, por fin se hundió en lo
más profundo de su ser.

Un gemido gutural escapó de sus bocas al unísono.

La sensación que experimentaron sus cuerpos al unirse los encadenó con un


nudo fuerte de pasión y deseo que ninguno de ellos fue capaz de romper. Las
manos de Sasuke recorriendo su anatomía la quemaban como si fuesen de
fuego haciendo que sus cuerpos se fundieran en uno sólo hasta que no supo
donde terminaba ella y comenzaba él. Se aferró a los fuertes hombros del
azabache incapaz de contener todo el placer que estaba sintiendo en aquellos
momentos. Las caricias de Sasuke tocaban puntos extremadamente sensibles
en ella y que nunca había sentido.

Los gemidos de Sakura en su oído y sus uñas hincadas en su espalda lo


estaban llevando al borde del éxtasis sin poder controlarlo. Todo su cuerpo
estaba vivo, vibrante. Notó una oleada de deseo tras otra, cada vez más fuertes.
Ella clavó sus ojos en los de él mientras Sasuke continuaba acariciándola con
más fuerza, embistiéndola más rápidamente, saliendo y entrando en su cuerpo a
un ritmo trepidante. Tocándola, penetrándola y extasiándola, llevándola al borde
del placer absoluto y, por fin, más allá de aquel límite.

Sakura gritó su nombre cuando su cuerpo explotó, Sasuke la siguió y unos


segundos más tarde, cuando jadeaban para tomar aire, él volvió a apropiarse de
sus labios y hundió la lengua en su boca. Y aunque sus cuerpos aún estaban
disfrutando de aquella increíble liberación, un nuevo deseo, incluso más fuerte
que el anterior, se adueñó de ellos.

Cuando por fin se separaron a causa de la falta de aire, Sasuke se alzó sobre
sus hombros para mirarla. Era hermosa, más que hermosa. Su rostro se
encontraba tenuemente sonrojado debido a la agitación, aún los ojos jade
presentaban destellos del placer vivido y sus labios ligeramente hinchados
estaban entreabiertos intentando llevar aire a sus pulmones. Entonces las
manos de Sakura acariciaron su rostro apartando unos mechones de su cabello
que se habían pegado a su cara gracias al sudor y fue como si un líquido
ardiente derritiera su piel en donde sus dedos le rozaban. El simple contacto
hizo que se estremeciera y el deseo que había sentido antes se volviera a hacer
presente.
Sus miradas estaban encadenadas una a la otra, sus cuerpos aún seguían
unidos y ambos querían que así se quedaran eternamente. Sin embargo, el
móvil de Sasuke comenzó a sonar desde algún lugar donde habían terminado
sus pantalones. El azabache maldijo por lo bajo mientras se deslizaba
lentamente fuera del interior de Sakura y luego salió de la cama para buscar el
aparato. Se movió tan rápido que Sakura dio un respingo, en un segundo él
estaba con ella y al siguiente casi del otro lado de la habitación.

— ¡Qué! —dijo tajante al abrir el teléfono. En seguida su expresión cambió—


¿Dónde estás? ¿Qué…? ¿Por qué estás…? —soltó un bufido— Estoy cerca. Te
veré ahí en unos minutos.

Terminó la llamada cerrando el móvil, alcanzó sus boxers y luego se puso los
pantalones dándole la espalda a Sakura quien ya se había envuelto en una de
las sábanas. Maldijo mentalmente. La voz de la cordura que instantes antes
había estado ignorando hasta hacerla desaparecer había regresado y le estaba
diciendo lo imbécil que había sido y lo lejos que había llegado.

Sakura se encontraba sentada en el borde de la cama viendo a Sasuke vestirse,


pudo ver gracias a la luz que se colaba por su ventana, las marcas de sus uñas
sobre la espalda de Sasuke. En definitiva lo sucedido había sido mejor que en
sus sueños, infinitamente mejor pero, ahora se enfrentaba a la incómoda
situación de "qué decir después de…" y por la tensión que había en los
músculos de Sasuke, sabía que para él era igual. Era incómodo y el silencio la
estaba matando.

— Tu camisa y tu abrigo deben de estar en la entrada —susurró nerviosa al ver


que Sasuke recorría la habitación una y otra vez con la mirada. Al escuchar su
voz, se puso rígido.

— Sakura, yo…

— No digas nada, Sasuke.

Lo que menos quería ella era que se disculpara por lo sucedido, que le dijera
que sus sospechas sobre su verdadera relación con Ino fueran ciertas y ellos no
fuesen primos en realidad. Por el tono de su voz estaba segura de que eso
habría dicho. Lo que había ocurrido no iba a cambiar porque se disculpara y
mucho menos se borraría así que, ya que lo habían hecho, quería conservar
esos recuerdos como algo que simplemente sucedió, que fue fantástico pero
que no volvería a ocurrir.

— Sasuke, mírame. —pidió la ojiverde poniéndose de pie luego de armarse de


valor. El azabache titubeó un par de segundos y finalmente se giró para mirarla.
Hermosa. De nuevo aquella palabra apareció en su cabeza con tan sólo verla—
Bésame.

Sasuke dio un pequeño respingo al escucharla. Pensó que le pediría una


explicación por lo sucedido, después de todo él había comenzado al besarla
pero jamás pensó que ella le haría esa petición. Su cuerpo sintió el deseo
renacer en él nuevamente y no pudo negarse. Con un par de grandes zancadas
se acercó hasta ella, tomó su rostro entre sus manos y lo alzó para poder
encontrar su mirada, lentamente fue acortando la distancia entre ellos hasta que
rozó sus labios con los de ella y los unió por completo.

Un beso completamente distinto. Lento, dulce y tranquilo. Los labios de Sasuke


recorrían los de ella con parsimonia, degustándolos lo más posible y cuando su
lengua delineó su labio inferior le permitió la entrada a su boca en donde se
encontró con la de ella y la acarició con delicadeza.

— Debo irme —susurró él entonces haciendo que su aliento chocara contra los
labios entreabiertos de Sakura. Ella asintió y Sasuke abandonó la habitación.

Luego de escuchar la puerta principal cerrarse, Sakura se dejó caer sobre la


cama nuevamente y cerró los ojos reviviendo automáticamente en su memoria lo
que acababa de ocurrir. Las sensaciones seguían presentes en su cuerpo, los
besos, las caricias de Sasuke y la sensación de él en su interior. Aún era
palpable.

El cansancio volvió a apoderarse de ella, sus párpados comenzaron a pesar y


justo cuando se iba a dejar caer en los brazos de Morfeo, escuchó su móvil
sonar desde alguna parte de la sala. Dada la insistencia de quienquiera que
fuese quien le estaba llamando se levantó para coger el aparato y cuando vio el
identificador volvió a la realidad de la que se había olvidado instantes antes. El
nombre de su prometido: Sai. Una sola pregunta atravesó su mente como un
rayo indicándole la verdad de lo que había sucedido.

"¿Qué hice?"

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sasuke permaneció un par de minutos en el corredor mientras se acomodaba la


camisa y el abrigo antes de entrar al apartamento que compartía con Ino. Ahí se
encontraba quien le había llamado instantes antes y dado de quien se trataba,
no podía permitirse ningún indicio que pudiera hacer que su visitante se enterara
de lo que había sucedido. Finalmente estuvo listo y se materializó dentro
encontrándose a un hombre viendo por la ventana.

— ¿Qué haces aquí Naruto? —cuestionó fríamente haciendo que el rubio se


volviera para verlo.
— ¡Vaya, ya era hora! —exclamó— ¿dónde se supone que estabas? Llevo
esperándote en el centro por horas.

— Eso no es asunto tuyo y ahora responde ¿qué haces aquí?

— No es obvio —respondió señalando con la cabeza hacia la habitación donde


Ino descansaba.

— Vine a ver como se encontraba Ino. He estado muy preocupado por ella.

— Lo sé. En un momento regreso —dijo el azabache antes de entrar en la otra


habitación de la que regresó instantes después completamente armado. En la
estancia, Ino estaba con Naruto lo que hizo que respirara un poco más aliviado
— Es hora de irnos —ambas miradas azules se centraron en él y el rubio se
puso de pie

— Intentaré volver más tarde. Pórtate bien ¿vale? —dijo Naruto a Ino quien
sonrió tenuemente.

— Yo soy quien debería decirles eso a ustedes. Cuídalo, por favor —pidió
refiriéndose a Sasuke haciendo que Naruto sonriera abiertamente

— Por supuesto. ¿Quién si no yo lo haría? Hay que ver que no arriesgue el


pellejo más de la cuenta —la sonrisa de Ino se hizo un poco más amplia.

— Hmp. Si ya terminaron hay que irnos —musitó Sasuke fríamente acercándose


a Naruto. Luego miró a Ino— Si sucede cualquier cosa no dudes en llamarme.

Esperó a que la chica asintiera y una vez que lo hizo, él y Naruto se


desmaterializaron.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El parque principal de Konoha era un buen lugar para esperar. Los humanos no
solían pasearse por ahí a esas horas pero había vampiros civiles que si lo
hacían. Además, esa sección en específico era crucial pues era la más corta y
cercana hacia la zona centro, concretamente la zona de clubes.

Sasuke no dejaba de repetirse que no se había acercado a Sakura para eso, su


objetivo había sido claro hasta que lo había arruinado con lo ocurrido. Había
complicado las cosas, no sólo para él sino también para ella, para el momento
en el que tuviera que decirle la verdad y para su destino con las sacerdotisas.
Ella estaba cerca de ver como todo su mundo y su realidad se transformaban y
él en lugar de ser una ayuda…

Lo había arruinado. Todo.


— ¿Vas a mantener esa cara todo el tiempo? —cuestionó Naruto cansinamente
— porque si es así yo creo que…

— Guárdate lo que tú creas para alguien a quien le importe —el rubio se quedó
atónito y lo miró.

— En verdad hoy estás realmente insoportable —declaró importándole poco la


gélida mirada que Sasuke le dedicó— No entiendo co-… —una sonrisa traviesa
se dibujó en su rostro al percibir aquel olor que provocó picor en su nariz—
Espero que un poco de diversión te quite el mal genio.

Sasuke no respondió, aunque por dentro él también esperaba que así fuera.

Ocho akatsukis, todos ellos con sus buenos años de antigüedad, símbolos de
experiencia, dentro de la organización. Nada mejor para intentar descargar toda
la frustración que los últimos días había estado carcomiendo el interior de
Sasuke alcanzando su desenlace esa misma noche hacía tan sólo un par de
horas, aunque más que una conclusión en realidad había llegado al punto más
alto. Decidió parar con sus reflexiones y concentrarse en la batalla que estaba a
punto de desarrollarse mientras veía a Naruto acercarse a los cazadores
cerrándoles el paso.

— Buenas noches, señoritas —dijo socarronamente esbozando una sonrisa


llena de completa excitación.

Los akatsukis adoptaron posiciones de lucha en cuanto lo vieron, encorvaron la


espalda, sus brazos se pusieron tensos a sus costados y los colmillos salieron a
relucir en medio de la oscuridad. Todo eso agrandó la sonrisa en el rostro de
Naruto, su mirada recorrió a cada uno de los cazadores con gran expectación a
la vez que hacía tronar sus dedos en señal de ansiedad.

— Bien, vamos a divertirnos —susurró lanzándose hacia sus oponentes.

Tres de ellos corrieron para hacerle frente mientras los otros comenzaban a
moverse por los árboles entre las sombras, inconscientes de la presencia de
Sasuke quien observaba como con sólo un cuchillo, Naruto ya había derribado a
dos de sus contrincantes. Una ácida media sonrisa se dibujó en el rostro del
Uchiha. Los cazadores podían ser rápidos, astutos y experimentados pero
Naruto no les estaba dando tiempo para poner en práctica lo aprendido. El
último akatsuki en pie logró hacerle un corte en el brazo pero eso sólo hizo que
el poder de Naruto aumentara, Sasuke se inclinó un poco para poder ver mejor
desde la rama en la que se encontraba parado y entonces un atisbo de recelo
cruzó su rostro.

Los ojos de Naruto se habían tornado rojos.


Bueno, no es que eso fuera malo ó peligroso pero había que tomar ciertas
medidas antes de que otra cosa pudiera suceder así que decidió que era tiempo
de unirse a la fiesta y acabar con todo de una buena vez. Abrió los botones de
su abrigo y sus manos se posaron sobre las dagas que sostenía la cartuchera
en su pecho, miró expectante hacía ambos lados y saltó de la rama para salir al
encuentro de los cazadores que estaban acechando a Naruto, quien aún
permanecía "entretenido" con el resto del equipo que había hecho aparición.

Un combate dos contra uno dio inicio aunque no duró más que unos cuantos
minutos hasta que Sasuke sometió a sus oponentes al vaciar el cargador de sus
dos SIG, luego desenfundó el par de deslumbrantes dagas y atravesó el pecho
de los cazadores convirtiéndolos en las manchas aceitosas que tenían por
destino. En realidad pensó que darían más batalla pero se había equivocado y
no había sido suficiente para desahogarse de todo lo que envolvía su mente en
ese momento.

Sakura. Su nombre cruzó su mente de manera tan rápida y espontánea que lo


tomó totalmente desprevenido. Había sido tan solo una fracción de segundo en
la que había perdido la concentración pero fue suficiente para que no lograra
reaccionar lo bastante rápido para esquivar los dos tiros provenientes de la
beretta del tercer cazador a quien no había visto. Uno le había rozado la parte
superior del hombro derecho y el otro había dado en justo debajo de la clavícula,
probablemente en una arteria porque el chorro de sangre dio un aspecto
escandaloso a la situación.

Naruto se giró luego de oír los disparos y vio a Sasuke caer de rodillas
doblándose hasta que su frente casi tocó el césped. Gritó el nombre de su
compañero y al no obtener respuesta la furia se fue apoderando de su cuerpo,
una furia que hizo que el poder que por lo general sabía controlar y mantener a
raya, ahora se liberara sin miramientos. Sus colmillos quedaron expuestos
mientras las uñas en sus manos lentamente se alargaban hasta convertirse en
garras y un aura color naranja comenzaba a surgir de su interior, envolviéndolo
como si fueran llamas. No podía controlarlo, no quería controlarlo. Esos infelices
iba a pagar, él los haría pagar.

Una corriente cargada de algo que hizo que la piel se erizara, golpeó la espalda
de Sasuke. Lentamente se giró para mirar sobre su hombro llevándose una poco
grata sorpresa al darse cuenta de lo que sucedía mientras su rostro era
alcanzado levemente por aquel resplandor que le produjo escalofríos. Eso no
estaba bien, nada bien. En cuanto el aura naranja fue aumentando de intensidad
absorbiendo a Naruto hasta iluminar lo que instantes antes había sido oscuridad
absoluta, Sasuke recobró un poco de sano juicio activando su instinto de
supervivencia, presionó con la mano izquierda el lado opuesto y corrió para
ocultarse detrás de un árbol a unos metros.
"¡Demonios! Esto realmente se va a poner feo."
Capítulo 6

Las sensaciones se arremolinaban en su interior nublando cada uno de sus


pensamientos por más insignificantes que fueran. Sólo había espacio para una
sola cosa: él. Aquel hombre que en esos momentos acariciaba cada centímetro
de su piel con los labios, los dientes y la lengua. Sus manos viajaban a través de
todo su cuerpo enviándole enormes descargas de placer quemándola,
abrasándola, haciéndole desear más y más. El calor que ambos cuerpos
irradiaban estaba inundando su cama, metiéndose entre las sábanas y
acercándolos cada vez más. Sus frágiles y trémulos dedos se enredaron entre
aquel cabello negro buscando aferrarse a algo real antes de perderse totalmente
en aquel mar de sensaciones extremadamente placenteras.

Los labios exigentes de su amante volvieron a apoderarse de los suyos con


ferocidad, sus lenguas se entrelazaron frenéticamente y el juego de ardientes
caricias de aquel par de manos aumentó su intensidad de manera
desconcertante llevándola a experimentar un placer digno de cualquier
descripción de la palabra paraíso. Aún así ella necesitaba más. Lo necesitaba a
él por completo y estaba a punto de tenerlo. Lo sabía perfectamente.

Así fue. Él se posicionó entre sus piernas acariciándola apasionadamente y por


fin lo sintió en su interior. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás, volvió a ver a
aquel hombre sobre ella, mirándola fijamente, con los ojos ardiendo de deseo
por ella. Y entonces, el nombre de aquel perfecto amante escapó como un
gemido de entre sus labios

Sasuke…

Sakura se levantó de golpe de la cama cubierta por una fina capa de sudor, su
respiración era agitada y sentía el calor correr por sus venas. Sin darse tiempo a
reaccionar se levantó de la cama y se dirigió a trompicones al baño, encendió la
luz, caminó hasta el lavabo donde se mojó la cara con agua fría y luego
permaneció con las manos apoyadas al borde mientras su respiración volvía a la
normalidad. Cinco. Con esa eran cinco las noches consecutivas que llevaba
soñando con Sasuke luego de aquel incidente en las escaleras.

Sueños que despertaban los más oscuros deseos en ella, sensaciones que
jamás pensó experimentar y mucho menos por un simple sueño. Alzó la cara
para ver su reflejo en el espejo aunque esta vez en lugar de concentrarse en las
ya familiares ojeras, vio como sus pezones se transparentaban a través de la
fina seda del camisón blanco que llevaba puesto. Aquellos sueños eran tan
reales que su cuerpo respondía al deseo y la excitación sin que ella lo pudiera
controlar, aún tenía la sensación de las caricias a través de su cuerpo.
Sencillamente no podía creerlo, ahora sabía que estaba enloqueciendo. Había
llevado las fantasías sexuales a un nuevo nivel.
A un nuevo y enfermizo nivel.

Regresó a su habitación y miró el despertador. Faltaban un par de horas para el


amanecer y algunas más para que tuviera que ir al trabajo pero ya no quería
volver a la cama, no si podía evitarlo. Volvió al baño y se dispuso a tomar una
ducha helada. Le hacía falta, vaya que lo hacía.

Horas más tarde Sakura se encontraba frente al ordenador en su cubículo del


periódico, retocando algunas imágenes sin ningún interés en específico más
bien en un intento de matar tiempo. Con la mano derecha movía el mouse y
daba alguno que otro clic mientras mantenía su rostro recargado en la otra
mano. No había más que pudiera hacer. Todo su trabajo estaba al corriente e
incluso había ido aquella mañana a completar unas cuantas tomas de la
preparación del evento que esa noche se llevaría a cabo.

La fiesta de aniversario del diario.

El evento más importante en su empleo y uno de los más significativos a nivel


social en la ciudad. El único en el que ella volvía a internarse en el mundo que
había dejado en su pasado en lugar de ser una espectadora más. Soltó un
suspiro. En realidad el fastuoso evento no la entusiasmaba en lo más mínimo
pero la asistencia para el personal era obligatoria, además Sai la acompañaría
aunque no sólo para darle su apoyo sino también para intentar aumentar la
cartera de clientes que su despacho poseía. Era cierto que el buffet apenas
estaba creciendo pero ya comenzaba a ganar publicidad gracias a las grandes
habilidades defensoras que Sai poseía y que había demostrado en algunos
casos importantes.

"Un extraordinario abogado y un temible adversario" había dicho el jefe de Sai


en una de las cenas a las cuales ella había tenido que asistir.

Volvió a suspirar. Si intentaba verle el lado positivo al asunto pues ese sería que
contaría con menos horas para estar en casa, menos horas para dormir y menos
horas para tener orgasmos mentales fantaseando con su vecino. Ese era el
único lado positivo que podía verle a ir a la fiesta del diario y aún así una parte
en su interior decía que no lo era del todo.

Cuando la jornada laboral -digna del olvido- llegó a su fin un par de horas
después del anochecer, Sakura fue a casa. Llegó a su edificio, estacionó el auto
y subió las escaleras hasta la entrada. Por fin el ascensor había vuelto a su
funcionamiento habitual luego de varias semanas y eso logró arrancarle una
tenue sonrisa del rostro. Desde lo ocurrido con Sasuke y temiendo que en algún
momento se repitiera su desmayo y él no estuviera para salvarla, le tomaba
varios minutos subir los escalones hacia su apartamento.
Cuando llegó al segundo piso las puertas de metal se abrieron de par en par,
ella salió y durante un instante se detuvo al ver hacia la puerta del apartamento
de Ino y Sasuke dudando un poco sobre si visitar a la rubia aunque fuera unos
minutos. Cuando la fue a ver después del trabajo la noche posterior a su
desmayo, Sasuke le había dicho que estaba un poco indispuesta y ella lo
comprobó al ver a Ino en cama. Así habían sido los dos días posteriores, o más
bien dicho las noches. La chica lucía realmente enferma pero cuando le
preguntó a Sasuke, él le respondió que era simple agotamiento físico debido al
estrés y que sólo necesitaba descansar.

Sakura sabía lo que era estar al borde gracias a la presión así que decidió darle
a Ino su espacio para que pudiera recuperarse pronto pero ya habían pasado
otros tres días y aún no había sabido nada de ella. Tal vez podría hacerle una
visita relámpago antes de irse a la fiesta. Caminó en dirección al apartamento de
sus vecinos deseando que Sasuke no le abriera pero justo cuando estaba a
punto de llamar a la puerta su teléfono comenzó a sonar. Sacó el pequeño
aparato de su bolso y vio el identificador: Sai.

Soltó un suspiro a la vez que se volvía de regreso a su apartamento para


contestar. Supuso que tendría que esperar hasta el día siguiente para ver como
se encontraba Ino. Por lo pronto, esta pintaba para ser una larga, muy larga
noche.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Minutos más tarde, Sasuke se materializó en el pasillo, lo habría hecho dentro


de "su" apartamento como normalmente lo hacía pero esa noche había un
invitado ahí: Kiba. El guerrero había ido a ver a Ino y alimentarla. Sintió el chakra
del chico y supuso que aún no había terminado así que apoyó ambas manos en
el pequeño muro que daba hacia las escaleras y desde donde podía ver el
vestíbulo del edificio.

Luego de haber presenciado aquel espectáculo atroz de Gaara jugando con los
akatsukis, Ino se había negado a regresar a la mansión, no mientras el pelirrojo
estuviera ahí. Aquella noche en un maratónico tiempo récord Shikamaru logró
instalar las persianas de acero en las ventanas del apartamento antes de que el
sol los sorprendiera y desde esa noche Ino no había dejado el lugar sin
importarle las súplicas de Sasuke, las de Kiba o las de Naruto. Ella
sencillamente aún no había logrado asimilar lo que había visto y lo cierto era que
no era para menos y que la culpa era toda de él. De nuevo la culpa era
solamente suya.

La puerta del apartamento se abrió apareciendo Kiba a través de ella. El hombre


iba vestido con las típicas ropas de combate; pantalón de cuero, camisa negra,
botas militares. No llevaba el abrigo dejando ver así las dagas en su pecho y las
pistolas en las caderas, tenía recogida la manga izquierda de la camisa. Sasuke
supo que Ino se había negado a beber de la vena del cuello de su compañero.
El rostro del guerrero era una mezcla entre frustración e impotencia por la
situación en la que su mujer se hallaba.

— ¿Cómo está? —cuestionó Sasuke acercándose a él. Kiba pasó la lengua por
la herida del antebrazo para sellarla y luego se quedó mirando al azabache
durante un instante antes de responderle.

— Un poco mejor —respondió fríamente— Al menos esta vez me dejó


alimentarla y espero que ahora que recuperó fuerzas piense las cosas un poco
más y al final de la noche, cuando venga a verla otra vez, consiga convencerla
de que regrese conmigo. Ahora, si me disculpas, iré a hacer mi trabajo.

Sasuke captó claramente la indirecta. Cuando Kiba pasó a su lado hacia las
escaleras, sintió la oleada de furia que había en el interior de su compañero y
que estaba dirigida a él. Luego de lo sucedido, no le había dirigido la palabra
más que para lo indispensable y eso era algo extraño viniendo de aquel
extrovertido. El azabache se giró para hablarle.

— Kiba se qué estás molesto conmigo, sé cómo debes de estarte sintiendo y…

El aludido se detuvo a un par de escalones más abajo en cuanto escuchó a


Sasuke. Reaccionó con rapidez y regresó al pasillo para encararlo.

— No Sasuke, no estoy molesto. Estoy furioso —respondió acercándose hasta


dejar sus rostros a unos centímetros de distancia sin poder contener más lo que
sentía— Tampoco sabes como me estoy sintiendo en estos momentos. Ino no
debió nunca, escúchame bien, nunca debió haber visto a Gaara en uno de sus
ataques. Y no, no estoy culpando a Gaara.

De nuevo otra indirecta sumamente directa.

— Lo conozco perfectamente desde que le ayudé a escapar de las garras de su


padre y desde entonces no he hecho nada más que protegerlo de sí mismo con
la esperanza de que en algún momento pueda sentirse como miembro de una
familia de nuevo. Y lo he hecho sin preocuparme porque Ino lo llegara a ver en
uno de sus momentos malos porque pensé que TÚ estarías ahí para mantenerla
alejada del demonio en el que Gaara suele convertirse cuando está sensible.
Ahora no te estoy hablando de hermano a hermano, de amigo a amigo o de civil
a rey. Te estoy hablando de hombre a hombre, te hablo como un hombre
decepcionado porque te confió lo más importante en toda su jodida vida y le
fallaste. —Kiba se detuvo para inhalar profundo y recuperar los estribos que
había perdido— Así que me detendré en este instante y voy a desmaterializarme
lejos de aquí porque a pesar de todo eres mi amigo y mi hermano y no quiero
decir o hacer algo de lo que me voy a arrepentir después.
Dicho esto, el vampiro se dio la vuelta y caminó otra vez por las escaleras
mientras se desmaterializaba. Sasuke se quedó mirando el espacio del vestíbulo
en la parte inferior y pensó que palabras más ciertas no le habían dicho en
varios años. Él tenía razón. Para un vampiro no había cosa o ser más importante
que su compañera, su mujer y Kiba le había confiado la protección de Ino pero él
le había fallado. Sus dedos se cerraron sobre el pequeño muro como muestra de
toda la frustración y furia que sentía contra sí mismo. ¿Cómo podía estar él
destinado para ser rey y proteger a una raza si no había podido proteger a una
de las personas más importantes para él?

Todo ese mar de emociones oscuras estaba consumiéndolo poco a poco sin
poder controlarlo hasta que una suave brisa golpeó sus sentidos. Aquel aroma
dulce y fresco, como si fuesen flores lo reconoció de inmediato. Giró la cabeza
hacia la izquierda y vio a Sakura salir de su apartamento. Estaba ataviada con
un vestido rojo de cóctel y el cabello recogido en lo alto dejando escapar un par
de mechones ondulados alrededor de su rostro. La chica lo estaba mirando
fijamente.

En el momento en el que sus miradas se encontraron un deseo desconocido


despertó en su cuerpo. Su instinto le pedía a gritos que tomara a esa mujer entre
sus brazos, que le echara la cabeza hacia atrás y saboreara su cuello, que sus
manos estrujaran cada una de las curvas que se remarcaban a través de aquella
fina tela y que se hundiera en su calor.

— Eh, ¿te encuentras bien? —preguntó titubeante la ojiverde al notar la mirada


que Sasuke le estaba dirigiendo. Ella desvió la suya intentando disimular la
incomodidad que estaba sintiendo y no porque se sintiera acosada sino porque a
cada instante que miraba a Sasuke no podía evitar recordar lo que soñaba que
él le hacía y entonces su cuerpo comenzaba a reaccionar justo como en ese
momento.

El aroma que Sasuke percibió se mezcló en un instante con una oleada de


deseo proveniente de Sakura. No pudo contenerse más. En un movimiento
rápido se acercó a ella y la recargó contra la pared.

— ¿Qué…? —intentó preguntar Sakura mientras sentía como el latido de su


corazón se aceleraba al sentir la mirada de Sasuke clavada en sus ojos y el
calor que se desprendía de su cuerpo. Era justo como en sus sueños y eso hizo
que un escalofrío recorriera su cuerpo de arriba abajo.

Sasuke pensó que no tenía tiempo para aquello, que debía salir a las calles y
hacer su trabajo, lo que realmente le importaba y sin embargo sabía que en ese
momento no podía alejarse de esa mujer sin al menos probarla. Tomó las
mejillas de Sakura entre las manos y la besó. Quería darle un beso breve y duro
que aliviara, además de su frustración, la repentina y abrumadora necesidad que
se había adueñado de él. Sin embargo, con el simple roce de sus labios estuvo
perdido. La besó con fuerza dejando que la frustración y la furia alimentaran
aquel beso hasta que se sintió como si se estuviera ahogando mientras ella
correspondía con la misma intensidad.

Sakura suspiró en su boca y abrió los labios para él. Sasuke introdujo la lengua
en sus profundidades y sintió que se hundía en su calor. Recorrió cada recoveco
de su cavidad y cuando encontró su lengua la acarició intensamente. Con los
sentidos embriagados, notó como si su cuerpo estuviese a punto de arder en
llamas; ella suspiró de nuevo y aquel suave sonido llegó hasta sus oídos
haciéndolo perder la razón. Lentamente inició la separación; sin embargo, eso
no fue posible porque Sakura se aferró a las solapas de su abrigo y lo atrajo
hacia ella pegando su cuerpo al suyo.

Sasuke emitió un gruñido y sin poder evitarlo, sintió una fuerte oleada de deseo.
Necesitaba tomarla. Ahora mismo.

La llevó de regreso al interior del apartamento empujándola levemente con el


cuerpo sin apartar sus labios. Cuando estuvieron dentro, cerró la puerta con la
mente y sentó a Sakura sobre la pequeña mesa de hierro forjado que había en
la entrada. Mientras los dedos de una de sus manos acariciaban las costillas de
Sakura hasta uno de sus senos, los de la otra se encargaban del nudo que
estaba atado en la parte posterior del cuello de la chica y sostenía aquel vestido.

Sakura no se quedó atrás y con rápidos y torpes movimientos le sacó el abrigo y


comenzó a desabotonarle la camisa. Narcotizada por sus besos, a merced de la
pasión que había fluido a través de ella como si fuera miel líquida, había sido
incapaz de tener un solo pensamiento racional. Solo había sentido una urgente
necesidad que la había dejado ciega y sorda a cualquier otra cosa. Ya no iba a
quedarse a medias, no más. Ya lo había hecho con sus sueños, sus ilusiones,
con su trabajo, incluso fantaseando con él, soñando que la tomaba justo como
en ese momento. Ahora que lo hacía, lo demás ya no importaba.

Con un silencioso gemido, Sasuke la aplastó contra él rozando la desnudez de


su pecho contra la de sus senos, sintiendo la excitación crecer en ambos, su
boca cerrándose sobre la de ella en un beso furioso que le estaba arrancando
hasta el último de sus alientos. Su lengua dentro de su boca, mientras sus
manos acariciaban su pelo soltándole el peinado, sus muslos y se demoraban
sobre las curvas dulcemente redondeadas de sus pechos. Sakura volvió a
apretarse contra él mientras Sasuke la levantaba por el trasero y la llevaba hacia
la habitación.

Él la sostuvo con fuerza mientras tomaba su boca con un beso que lo llevó al
borde de un abismo que nunca había imaginado. El aliento de Sakura se mezcló
con el suyo y Sasuke notó los latidos acelerados de su corazón vibrando contra
su torso metiéndose en lo más profundo de él. Cuando la recostó sobre la cama,
Sakura sintió que su cuerpo ardía por dentro de pies a cabeza. Tenía un
cosquilleo en la piel mientras las manos de Sasuke viajaban a través de su
cuerpo deshaciéndose de todas las prendas que la cubrían y provocándole a la
vez un tormento y una exquisita sensación de placer que fue en aumento
cuando sus labios tomaron el lugar de sus manos. Hasta la última célula de su
cuerpo gritaba de deseo.

El resto de su ropa alcanzó su destino en algún lugar de la habitación. Sólo con


acariciarla se adueñaron de él sensaciones y emociones que no había conocido.
La deseaba desesperadamente con un ansia repentina y fiera que nublaba
completamente sus sentidos. Sasuke notaba el fuego en su propio cuerpo.
Estaba endurecido, caliente y preparado, no quería otra cosa más en el mundo
que tomarla. Y Sakura esperaba lo mismo. Podía olerlo mientras sus manos y
sus labios recorrían la suave piel debajo de su cuerpo. Sasuke se movió para
ponerse a la altura del centro de su deseo y cubrirlo con la boca, y mientras su
lengua jugueteaba entre las piernas de Sakura, sus manos le acariciaban las
piernas y los glúteos.

Sakura dejó caer la cabeza sobre las almohadas y gritó su nombre cuando sintió
el primer orgasmo que la poseyó con una intensidad y fuerza que le arrancó el
último latido y el último aliento que aguardaba en su interior. La presión seguía
aumentando en su cuerpo, no podía respirar, no podía moverse y no le
importaba. Tan sólo quería que la tomara, ya no lo soportaba más. Lo
necesitaba en su interior justo en ese momento antes de que estallara.

Una voz dentro de la cabeza de Sasuke le insistía que se detuviera pero él no


escuchaba aquella voz en lo más mínimo. En vez de eso se preparó para
concluir y volvió a posicionarse entre las piernas de Sakura. Necesitaba tener
más y más de ella. Nuevamente se apoderó de sus labios y de sus suaves
pechos extendiendo el placer que ella estaba sintiendo en esos momentos.
Centró sus ojos en aquella mirada jade frente a él y antes de que hubiesen
desaparecido los últimos temblores del primer orgasmo, por fin se hundió en lo
más profundo de su ser.

Un gemido gutural escapó de sus bocas al unísono.

La sensación que experimentaron sus cuerpos al unirse los encadenó con un


nudo fuerte de pasión y deseo que ninguno de ellos fue capaz de romper. Las
manos de Sasuke recorriendo su anatomía la quemaban como si fuesen de
fuego haciendo que sus cuerpos se fundieran en uno sólo hasta que no supo
donde terminaba ella y comenzaba él. Se aferró a los fuertes hombros del
azabache incapaz de contener todo el placer que estaba sintiendo en aquellos
momentos. Las caricias de Sasuke tocaban puntos extremadamente sensibles
en ella y que nunca había sentido.

Los gemidos de Sakura en su oído y sus uñas hincadas en su espalda lo


estaban llevando al borde del éxtasis sin poder controlarlo. Todo su cuerpo
estaba vivo, vibrante. Notó una oleada de deseo tras otra, cada vez más fuertes.
Ella clavó sus ojos en los de él mientras Sasuke continuaba acariciándola con
más fuerza, embistiéndola más rápidamente, saliendo y entrando en su cuerpo a
un ritmo trepidante. Tocándola, penetrándola y extasiándola, llevándola al borde
del placer absoluto y, por fin, más allá de aquel límite.

Sakura gritó su nombre cuando su cuerpo explotó, Sasuke la siguió y unos


segundos más tarde, cuando jadeaban para tomar aire, él volvió a apropiarse de
sus labios y hundió la lengua en su boca. Y aunque sus cuerpos aún estaban
disfrutando de aquella increíble liberación, un nuevo deseo, incluso más fuerte
que el anterior, se adueñó de ellos.

Cuando por fin se separaron a causa de la falta de aire, Sasuke se alzó sobre
sus hombros para mirarla. Era hermosa, más que hermosa. Su rostro se
encontraba tenuemente sonrojado debido a la agitación, aún los ojos jade
presentaban destellos del placer vivido y sus labios ligeramente hinchados
estaban entreabiertos intentando llevar aire a sus pulmones. Entonces las
manos de Sakura acariciaron su rostro apartando unos mechones de su cabello
que se habían pegado a su cara gracias al sudor y fue como si un líquido
ardiente derritiera su piel en donde sus dedos le rozaban. El simple contacto
hizo que se estremeciera y el deseo que había sentido antes se volviera a hacer
presente.

Sus miradas estaban encadenadas una a la otra, sus cuerpos aún seguían
unidos y ambos querían que así se quedaran eternamente. Sin embargo, el
móvil de Sasuke comenzó a sonar desde algún lugar donde habían terminado
sus pantalones. El azabache maldijo por lo bajo mientras se deslizaba
lentamente fuera del interior de Sakura y luego salió de la cama para buscar el
aparato. Se movió tan rápido que Sakura dio un respingo, en un segundo él
estaba con ella y al siguiente casi del otro lado de la habitación.

— ¡Qué! —dijo tajante al abrir el teléfono. En seguida su expresión cambió—


¿Dónde estás? ¿Qué…? ¿Por qué estás…? —soltó un bufido— Estoy cerca. Te
veré ahí en unos minutos.

Terminó la llamada cerrando el móvil, alcanzó sus boxers y luego se puso los
pantalones dándole la espalda a Sakura quien ya se había envuelto en una de
las sábanas. Maldijo mentalmente. La voz de la cordura que instantes antes
había estado ignorando hasta hacerla desaparecer había regresado y le estaba
diciendo lo imbécil que había sido y lo lejos que había llegado.

Sakura se encontraba sentada en el borde de la cama viendo a Sasuke vestirse,


pudo ver gracias a la luz que se colaba por su ventana, las marcas de sus uñas
sobre la espalda de Sasuke. En definitiva lo sucedido había sido mejor que en
sus sueños, infinitamente mejor pero, ahora se enfrentaba a la incómoda
situación de "qué decir después de…" y por la tensión que había en los
músculos de Sasuke, sabía que para él era igual. Era incómodo y el silencio la
estaba matando.

— Tu camisa y tu abrigo deben de estar en la entrada —susurró nerviosa al ver


que Sasuke recorría la habitación una y otra vez con la mirada. Al escuchar su
voz, se puso rígido.

— Sakura, yo…

— No digas nada, Sasuke.

Lo que menos quería ella era que se disculpara por lo sucedido, que le dijera
que sus sospechas sobre su verdadera relación con Ino fueran ciertas y ellos no
fuesen primos en realidad. Por el tono de su voz estaba segura de que eso
habría dicho. Lo que había ocurrido no iba a cambiar porque se disculpara y
mucho menos se borraría así que, ya que lo habían hecho, quería conservar
esos recuerdos como algo que simplemente sucedió, que fue fantástico pero
que no volvería a ocurrir.

— Sasuke, mírame. —pidió la ojiverde poniéndose de pie luego de armarse de


valor. El azabache titubeó un par de segundos y finalmente se giró para mirarla.
Hermosa. De nuevo aquella palabra apareció en su cabeza con tan sólo verla—
Bésame.

Sasuke dio un pequeño respingo al escucharla. Pensó que le pediría una


explicación por lo sucedido, después de todo él había comenzado al besarla
pero jamás pensó que ella le haría esa petición. Su cuerpo sintió el deseo
renacer en él nuevamente y no pudo negarse. Con un par de grandes zancadas
se acercó hasta ella, tomó su rostro entre sus manos y lo alzó para poder
encontrar su mirada, lentamente fue acortando la distancia entre ellos hasta que
rozó sus labios con los de ella y los unió por completo.

Un beso completamente distinto. Lento, dulce y tranquilo. Los labios de Sasuke


recorrían los de ella con parsimonia, degustándolos lo más posible y cuando su
lengua delineó su labio inferior le permitió la entrada a su boca en donde se
encontró con la de ella y la acarició con delicadeza.

— Debo irme —susurró él entonces haciendo que su aliento chocara contra los
labios entreabiertos de Sakura. Ella asintió y Sasuke abandonó la habitación.

Luego de escuchar la puerta principal cerrarse, Sakura se dejó caer sobre la


cama nuevamente y cerró los ojos reviviendo automáticamente en su memoria lo
que acababa de ocurrir. Las sensaciones seguían presentes en su cuerpo, los
besos, las caricias de Sasuke y la sensación de él en su interior. Aún era
palpable.
El cansancio volvió a apoderarse de ella, sus párpados comenzaron a pesar y
justo cuando se iba a dejar caer en los brazos de Morfeo, escuchó su móvil
sonar desde alguna parte de la sala. Dada la insistencia de quienquiera que
fuese quien le estaba llamando se levantó para coger el aparato y cuando vio el
identificador volvió a la realidad de la que se había olvidado instantes antes. El
nombre de su prometido: Sai. Una sola pregunta atravesó su mente como un
rayo indicándole la verdad de lo que había sucedido.

"¿Qué hice?"

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sasuke permaneció un par de minutos en el corredor mientras se acomodaba la


camisa y el abrigo antes de entrar al apartamento que compartía con Ino. Ahí se
encontraba quien le había llamado instantes antes y dado de quien se trataba,
no podía permitirse ningún indicio que pudiera hacer que su visitante se enterara
de lo que había sucedido. Finalmente estuvo listo y se materializó dentro
encontrándose a un hombre viendo por la ventana.

— ¿Qué haces aquí Naruto? —cuestionó fríamente haciendo que el rubio se


volviera para verlo.

— ¡Vaya, ya era hora! —exclamó— ¿dónde se supone que estabas? Llevo


esperándote en el centro por horas.

— Eso no es asunto tuyo y ahora responde ¿qué haces aquí?

— No es obvio —respondió señalando con la cabeza hacia la habitación donde


Ino descansaba.

— Vine a ver como se encontraba Ino. He estado muy preocupado por ella.

— Lo sé. En un momento regreso —dijo el azabache antes de entrar en la otra


habitación de la que regresó instantes después completamente armado. En la
estancia, Ino estaba con Naruto lo que hizo que respirara un poco más aliviado
— Es hora de irnos —ambas miradas azules se centraron en él y el rubio se
puso de pie

— Intentaré volver más tarde. Pórtate bien ¿vale? —dijo Naruto a Ino quien
sonrió tenuemente.

— Yo soy quien debería decirles eso a ustedes. Cuídalo, por favor —pidió
refiriéndose a Sasuke haciendo que Naruto sonriera abiertamente

— Por supuesto. ¿Quién si no yo lo haría? Hay que ver que no arriesgue el


pellejo más de la cuenta —la sonrisa de Ino se hizo un poco más amplia.
— Hmp. Si ya terminaron hay que irnos —musitó Sasuke fríamente acercándose
a Naruto. Luego miró a Ino— Si sucede cualquier cosa no dudes en llamarme.

Esperó a que la chica asintiera y una vez que lo hizo, él y Naruto se


desmaterializaron.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El parque principal de Konoha era un buen lugar para esperar. Los humanos no
solían pasearse por ahí a esas horas pero había vampiros civiles que si lo
hacían. Además, esa sección en específico era crucial pues era la más corta y
cercana hacia la zona centro, concretamente la zona de clubes.

Sasuke no dejaba de repetirse que no se había acercado a Sakura para eso, su


objetivo había sido claro hasta que lo había arruinado con lo ocurrido. Había
complicado las cosas, no sólo para él sino también para ella, para el momento
en el que tuviera que decirle la verdad y para su destino con las sacerdotisas.
Ella estaba cerca de ver como todo su mundo y su realidad se transformaban y
él en lugar de ser una ayuda…

Lo había arruinado. Todo.

— ¿Vas a mantener esa cara todo el tiempo? —cuestionó Naruto cansinamente


— porque si es así yo creo que…

— Guárdate lo que tú creas para alguien a quien le importe —el rubio se quedó
atónito y lo miró.

— En verdad hoy estás realmente insoportable —declaró importándole poco la


gélida mirada que Sasuke le dedicó— No entiendo co-… —una sonrisa traviesa
se dibujó en su rostro al percibir aquel olor que provocó picor en su nariz—
Espero que un poco de diversión te quite el mal genio.

Sasuke no respondió, aunque por dentro él también esperaba que así fuera.

Ocho akatsukis, todos ellos con sus buenos años de antigüedad, símbolos de
experiencia, dentro de la organización. Nada mejor para intentar descargar toda
la frustración que los últimos días había estado carcomiendo el interior de
Sasuke alcanzando su desenlace esa misma noche hacía tan sólo un par de
horas, aunque más que una conclusión en realidad había llegado al punto más
alto. Decidió parar con sus reflexiones y concentrarse en la batalla que estaba a
punto de desarrollarse mientras veía a Naruto acercarse a los cazadores
cerrándoles el paso.

— Buenas noches, señoritas —dijo socarronamente esbozando una sonrisa


llena de completa excitación.

Los akatsukis adoptaron posiciones de lucha en cuanto lo vieron, encorvaron la


espalda, sus brazos se pusieron tensos a sus costados y los colmillos salieron a
relucir en medio de la oscuridad. Todo eso agrandó la sonrisa en el rostro de
Naruto, su mirada recorrió a cada uno de los cazadores con gran expectación a
la vez que hacía tronar sus dedos en señal de ansiedad.

— Bien, vamos a divertirnos —susurró lanzándose hacia sus oponentes.

Tres de ellos corrieron para hacerle frente mientras los otros comenzaban a
moverse por los árboles entre las sombras, inconscientes de la presencia de
Sasuke quien observaba como con sólo un cuchillo, Naruto ya había derribado a
dos de sus contrincantes. Una ácida media sonrisa se dibujó en el rostro del
Uchiha. Los cazadores podían ser rápidos, astutos y experimentados pero
Naruto no les estaba dando tiempo para poner en práctica lo aprendido. El
último akatsuki en pie logró hacerle un corte en el brazo pero eso sólo hizo que
el poder de Naruto aumentara, Sasuke se inclinó un poco para poder ver mejor
desde la rama en la que se encontraba parado y entonces un atisbo de recelo
cruzó su rostro.

Los ojos de Naruto se habían tornado rojos.

Bueno, no es que eso fuera malo ó peligroso pero había que tomar ciertas
medidas antes de que otra cosa pudiera suceder así que decidió que era tiempo
de unirse a la fiesta y acabar con todo de una buena vez. Abrió los botones de
su abrigo y sus manos se posaron sobre las dagas que sostenía la cartuchera
en su pecho, miró expectante hacía ambos lados y saltó de la rama para salir al
encuentro de los cazadores que estaban acechando a Naruto, quien aún
permanecía "entretenido" con el resto del equipo que había hecho aparición.

Un combate dos contra uno dio inicio aunque no duró más que unos cuantos
minutos hasta que Sasuke sometió a sus oponentes al vaciar el cargador de sus
dos SIG, luego desenfundó el par de deslumbrantes dagas y atravesó el pecho
de los cazadores convirtiéndolos en las manchas aceitosas que tenían por
destino. En realidad pensó que darían más batalla pero se había equivocado y
no había sido suficiente para desahogarse de todo lo que envolvía su mente en
ese momento.

Sakura. Su nombre cruzó su mente de manera tan rápida y espontánea que lo


tomó totalmente desprevenido. Había sido tan solo una fracción de segundo en
la que había perdido la concentración pero fue suficiente para que no lograra
reaccionar lo bastante rápido para esquivar los dos tiros provenientes de la
beretta del tercer cazador a quien no había visto. Uno le había rozado la parte
superior del hombro derecho y el otro había dado en justo debajo de la clavícula,
probablemente en una arteria porque el chorro de sangre dio un aspecto
escandaloso a la situación.

Naruto se giró luego de oír los disparos y vio a Sasuke caer de rodillas
doblándose hasta que su frente casi tocó el césped. Gritó el nombre de su
compañero y al no obtener respuesta la furia se fue apoderando de su cuerpo,
una furia que hizo que el poder que por lo general sabía controlar y mantener a
raya, ahora se liberara sin miramientos. Sus colmillos quedaron expuestos
mientras las uñas en sus manos lentamente se alargaban hasta convertirse en
garras y un aura color naranja comenzaba a surgir de su interior, envolviéndolo
como si fueran llamas. No podía controlarlo, no quería controlarlo. Esos infelices
iba a pagar, él los haría pagar.

Una corriente cargada de algo que hizo que la piel se erizara, golpeó la espalda
de Sasuke. Lentamente se giró para mirar sobre su hombro llevándose una poco
grata sorpresa al darse cuenta de lo que sucedía mientras su rostro era
alcanzado levemente por aquel resplandor que le produjo escalofríos. Eso no
estaba bien, nada bien. En cuanto el aura naranja fue aumentando de intensidad
absorbiendo a Naruto hasta iluminar lo que instantes antes había sido oscuridad
absoluta, Sasuke recobró un poco de sano juicio activando su instinto de
supervivencia, presionó con la mano izquierda el lado opuesto y corrió para
ocultarse detrás de un árbol a unos metros.

"¡Demonios! Esto realmente se va a poner feo."


Capítulo 8

Después de bajar por el ascensor hasta la clínica, Sasuke se movió entre los
pasillos con la seguridad e imponencia como si se tratase del dueño del lugar, el
personal que se encontraba haciendo sus labores rápidamente se apartaba de
su camino y agachaba las miradas, lo que era de esperarse siendo el último
vampiro completamente puro que se encontraba pisando la tierra y todo lo que
ello conllevaba. Sin embargo, en ese preciso momento no se sentía como el rey
de su raza, el guerrero o el hombre, es más, ni siquiera se sentía como alguien
digno; no después de lo que había hecho. Tenía tantas interrogantes nublando
su mente que lo único que esperaba era que la tierra se abriera y lo tragara sin
dejar rastro alguno.

Cuando al fin se halló en el pasillo de la habitación de Naruto, no pudo evitar


sorprenderse al ver a Ino sentada en una silla revisando el cargador de una de
sus SIG, alejada de la puerta de la habitación. Ino alzó la mirada y de inmediato
se puso de pie al verlo.

— ¿Sucede algo? ¿por qué estás aquí afuera? —cuestionó Sasuke


acercándose a ella con gesto de preocupación en su rostro.

— Tranquilo, Naruto se está alimentando y quise darle un poco de privacidad


— Pero… ¿no ibas a hacerlo tú? ¿llamaron a alguien más? —Ino desvió la
mirada mientras una tenue sonrisa se dibujaba en su rostro.

— Pues… algo así —Sasuke la miró intrigado y cuando ella alzó la mirada para
encontrarse con la suya, él lo supo.

— La doctora —musitó haciendo que la sonrisa de Ino se hiciera más amplia.


Sasuke asintió levemente y entonces el silencio se hizo presente entre ellos.

— Lo siento —susurró Ino de forma inesperada, agachando la mirada. Sasuke la


miró de nuevo extrañado.

— ¿Por qué?

— Por todo esto, por todo lo que ha sucedido en los últimos días. —alzó el rostro
para encontrarse con la mirada de Sasuke—. No fue mi intención dejarlos solos
para hacer las rondas, soy una hokage y mi misión es la misma que la de
ustedes. Las cosas no han estado muy bien en los últimos años porque somos
muy pocos contra los akatsukis, tú eres el rey, nuestro líder, mi deber es servirte
y yo no tenía derecho a "tomarme un tiempo" ni a deslindarme de mi trabajo por
algo de lo que yo tenía conocimiento y que no debía juzgar. Gaara no tiene la
culpa de lo que sucedió ni tú tampoco, sólo estuvimos en el momento y en el
lugar inadecuados y mi obligación era afrontarlo con madurez y profesionalidad
—volvió a agachar la mirada sintiendo que la voz se le quebraba— Pero no lo
hice y lo siento. No volverá a suceder.

Sasuke respiró profundo, se acercó a ella y con una mano tomó su rostro por la
barbilla para que volviera a mirarlo.

— Lo sé Ino, y tú tampoco eres culpable de nada. No tienes por qué preocuparte


ni sentirte mal por lo que sucedió esta noche, son riesgos que siempre corremos
y si hubo algún error aquí, ese fue mío, pero ya no podemos hacer nada para
cambiar lo sucedido. Es cierto que eres una guerrera excelente y que nos has
hecho mucha falta pero tampoco podía obligarte a pelear si tú no te sentías bien,
eso hubiera sido ponerte en peligro y yo no lo habría permitido porque tú y
Naruto son lo más importante para mí, no lo olvides nunca.

Ino se quedó mirándolo durante unos segundos hasta que por fin asintió y
entonces Sasuke la abrazó.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sus respiraciones se hacían cada vez más cortas y frecuentes, el aire no estaba
llegando a sus pulmones con normalidad y sentía su corazón latir con tanta
fuerza que podía asegurar que el sonido se escuchaba por toda la habitación.
Aún sentía las manos de Naruto sosteniéndola de la cintura y su mirada celeste
clavada en ella, hechizándola. Estar tan cerca de ese hombre la estaba llevando
al límite sin que pudiera explicarse por qué. En ese momento una de las fuertes
manos abandonó su cintura para colocarse en su cuello y así acariciar la parte
inferior de su mejilla con el pulgar.

— ¿En verdad nunca has dejado a un hombre beber de ti? —cuestionó Naruto
con la voz enronquecida por la excitación que provocaron aquellas palabras y
que habían despertado su deseo súbitamente. Hinata se sintió desfallecer al
escucharlo, ni siquiera le pareció escuchar la pregunta, sólo se limitó a oír aquel
profundo tono de voz y a mirar los labios de Naruto dibujar cada palabra hasta
que, de alguna manera milagrosa, logró negar con la cabeza.

La mirada de Naruto también se concentró en los labios de Hinata


preguntándose si su textura sería tan suave como lucían o qué sabor tendrían.
Su otra mano se apartó de la cintura de la mujer para tomar con ella el brazo
que le había ofrecido, cerró sus dedos alrededor de la frágil muñeca y comenzó
a hacer caricias en formas circulares con el pulgar.

— Dime una cosa, doctora —se acercó más a ella llevando sus labios hasta su
oído y luego fue bajando lentamente haciendo que rozaran el cuello con cada
palabra, primero de arriba hacia abajo y luego en sentido contrario— si yo te
pidiera beber de tu cuello, ¿me dejarías?

Un electrizante escalofrío recorrió todo el cuerpo de Hinata ante aquel simple


pero seductor roce hasta que la sensación se alojó en su abdomen haciéndola
temblar. Sólo pudo asentir levemente porque le fue imposible articular palabra
alguna gracias a todo lo que la embargaba. Instantes antes había pensado estar
cerca del límite pero al sentir los labios de Naruto moverse por su mandíbula
supo que eso sólo era el comienzo.

— Entonces… —volvió a fijar su mirada en la de Hinata y acercó su rostro


dejándolo a escasos milímetros del de la chica para así no perder detalle del
rubor que había teñido sus blancas mejillas— si yo te pidiera que me dejarás
probar tus labios, tú… ¿me lo permitirías?

Toda su vida Hinata había sido una persona paciente, serena y tranquila pero en
esos momentos, con todo lo que sentía, la ansiedad estaba invadiéndola
mientras ella sólo pensaba en que momento se callaría Naruto y haría lo que
quisiera con ella porque, la realidad era que, si él quería hacerle el amor en ese
mismo instante ella se lo permitiría sin oponer resistencia alguna. Pero, al ver
que él no hacía nada, por primera vez decidió dar el paso y cerró los ojos
mientras terminaba con la tortura y unía sus labios a los de Naruto.

El rubio cerró los ojos mientras la mano que sostenía el brazo de Hinata se
movía hasta su espalda para acercarla más a él, sintiendo como ella apoyaba
delicadamente sus manos sobre su pecho. La sensación había sido mejor de lo
que había imaginado y el sabor no tenía punto de comparación con nada que
hubiese probado antes. Dulce, delicado, suave, todas esas exquisitas
sensaciones las estaba experimentando en ese momento y no quería
desaprovechar ni un solo segundo.

Pensó ser gentil en un principio pero eso no duró mucho, necesitaba más de
ella. La mano con la que sostenía el cuello fue hasta su nuca y soltó el listón que
recogía el cabello de Hinata permitiéndole hundir los dedos entre las suaves
mechas oscuras, con la lengua delineó lentamente el labio inferior logrando
tener acceso a la cálida boca recorriéndola con delicadeza y devoción buscando
saborear cada rincón hasta que se encontró con la lengua de la mujer y se
concentró en ella por completo.

El calor estaba envolviéndolos a ambos mientras el beso aumentaba de


intensidad hasta que pareció fundir la habitación alrededor de ellos dejándolos
en un punto en medio de la nada donde ya no tenían conciencia alguna. Con
delicadeza, Naruto fue recostando a Hinata sobre la cama mientras él se movía
para colocarse encima de ella y cuando los dedos de la ojiperla se deslizaron a
través de su cabello rozando la piel de su nuca con las uñas, la excitación que
estaba sintiendo en esos momentos se disparó haciéndole desear aún más y
sobre todo, exigiéndole ir más allá de lo que estaba yendo ahora.

Una de sus manos comenzó a moverse con maestría a lo largo de las piernas de
Hinata que habían quedado colgando en el aire, introduciéndose por debajo de
la falda, sintiendo la suave piel fundirse en sus dedos como si todo su cuerpo
estuviera a punto de hacer erupción y no hubiera manera de controlarlo. Deslizó
su mano hacia abajo y luego nuevamente hacia arriba, en esta ocasión sobre la
tela, apretó la cintura acercando el cuerpo de la mujer al suyo y cuando logró
encontrar uno de los magníficos senos lo estrechó ligeramente entre los dedos
de su mano, sacando un tímido gemido que terminó hundido en sus labios.

El deseo y la excitación lo estaban llevando casi al borde de la locura. Quería


arrancarle la ropa sin reparos hasta dejarla desnuda frente a él, recorrer con sus
manos y sus labios cada centímetro de aquella suave piel, hundir su lengua
entre sus piernas, sentir sus uñas hincadas en su espalda, escuchar sus
gemidos junto a su oído y hacerla gritar su nombre mientras alcanzaba el cielo
una y otra vez gracias a él. Ya no podía soportar más, su sexo ardía en deseos
de obtener una liberación, de introducirse en ella y alcanzar el clímax en su
interior pero entonces, súbitamente reaccionó al sentir como si algo golpease su
pecho de adentro hacia fuera.

Rompió el beso y abrió los ojos. El rostro de Hinata estaba justo en frente de él,
aún permanecía con los ojos cerrados, tenía los labios entreabiertos ligeramente
hinchados por lo exigente del beso, su pecho subía y bajaba de forma acelerada
intentando que sus pulmones recuperaran el aliento que él le había robado y sus
manos seguían detrás de su cuello.
De nuevo otro golpe en el pecho.

Supo que debía detenerse así que tomó las manos de Hinata con las suyas y
liberó su cuello mientras volvía a sentarse sobre la cama ayudando a Hinata a
hacer lo mismo. La chica abrió los ojos al instante sin lograr comprender lo que
sucedía sintiendo como el calor desaparecía bruscamente de la habitación hasta
dejar la atmósfera del lugar como había estado minutos antes.

"¿Qué había hecho mal?"

Pero no hubo respuestas, sólo silencio.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

— ¿Crees que les tome más tiempo? —cuestionó Ino al ver que hay había
pasado casi una hora desde que Hinata había entrado en la habitación. Sasuke
exhaló profundo.

— No lo sé pero, de cualquier manera —se puso de pie— Iré a recoger el auto


para estar listo cuando Naruto termine.

— ¿No dejarás que se quede? —el azabache negó con la cabeza.

— La clínica es segura pero Naruto no siente que él lo sea en estos momentos


así que prefiero tenerlo en casa. Hablando de casa, ¿volverás a la mansión? —
Ino asintió.

— Ya fui antes de venir para acá y también ya le llamé a Kiba para decírselo y
que así ya no se pase por el apartamento —Sasuke dio un respingo al escuchar
hablar de ese lugar y de nuevo, como ya se estaba volviendo una costumbre, la
imagen de Sakura apareció de imprevisto en su mente—. ¿Sucede algo? —el
Uchiha negó con la cabeza.

— Iré a por el auto, llámame si sucede algo ¿de acuerdo? —Ino asintió y luego
Sasuke desapareció al final del pasillo.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El silencio lo estaba matando pero… ¿qué decir?

— Doctora yo… lo siento, no fue mi intención yo… —se llevó una mano hacia su
cabello y cerró los dedos apretando varios mechones— Lo siento.

Hinata no pudo articular palabra alguna, no sabía que decir ni que hacer. Ahora
que el calor había desaparecido de su cuerpo se sentía completamente extraña,
no podía entender lo que acababa de suceder pero, más importante aún, no
podía entender por qué no había continuado. Ella hubiese deseado que así fuera
y le pareció que para Naruto era de la misma manera pero entonces, ¿por qué
se detuvo? Decidió no comenzar a sacar conjeturas y regresar a lo que
realmente debía importar.

— No te preocupes. No sucede nada. — Se aclaró la garganta y volvió a


extender su brazo hacia Naruto—. Bebe.

El chico dio un respingo al escucharla y fue entonces cuando la sed, que había
permanecido oculta tras el deseo que había experimentado, volvió. No sentía
que fuera correcto hacerlo, ya había cruzado el límite al haberse propasado con
ella, abusando de su confianza y buena voluntad, así que se le hacía el colmo
beber de ella pero… no tenía opción, sentía la sed ir creciendo a la par que sus
fuerzas desaparecían. Con toda la delicadeza que le fue posible, tomó el brazo
que ella le ofrecía y se inclinó hacia él, cerró los ojos, inhaló el aroma que
provenía de la suave piel y cuando sus colmillos salieron a relucir, de nuevo un
golpe en su pecho le hizo detenerse en ese momento.

— ¿Qu-qué sucede? —cuestionó Hinata al ver su expresión.

Naruto soltó su brazo sintiendo como todo su cuerpo comenzaba a temblar


cuando una corriente de energía recorrió cada centímetro de su ser. Energía que
él conocía a la perfección y que, por extraño que pudiera sonar, no le
pertenecía.

— No puedo hacerlo. —respondió titubeante— Necesito que me dejes solo, por


favor. Vete.

Un balde de agua helada.

Eso era lo que más se acercaba a lo que Hinata sintió al escuchar esas
palabras. Un hueco se formó en su pecho sin que lo pudiera evitar mientras
ligeros temblores llegaban a sus manos. La había rechazado, tajantemente. No
podía creerlo ni tampoco podía explicarse el por qué pero así había sucedido.
Sintió el rubor subir a sus mejillas y antes de someterse a la nueva humillación
de que él se diera cuenta se puso de pie.

— Entiendo — se limitó a responder, luego salió por la habitación sin que Naruto
la siguiera con la mirada.

Cuando escuchó la puerta cerrarse, concentró la mirada en ese lugar


imaginando la figura de Hinata desaparecer a través de ella.

Había sido un completo imbécil al dejarse llevar por lo que sentía sin siquiera
detenerse a pensar un segundo las cosas de manera fría. Nunca le había
gustado usar a las mujeres como un simple medio de supervivencia y mucho
menos involucrarse con ellas más allá, gracias a las sensaciones que aparecían
durante el proceso de alimentación, pero sobretodo, nunca le había sucedido
algo como aquello. ¿Por qué con ella?

Inhaló profundo y miró hacia las palmas de sus manos. Las puntas de los dedos
le dolían como si algo intentase salir a través de la piel, podía sentir punzadas
dolorosas recorrer su cuerpo y sus sienes palpitar intensamente como si…

Era imposible. Apretó ambos puños para intentar concentrarse y así obtener el
control de nuevo. Tal vez todo era un error porque…

No podía liberar al kyubi sólo por un simple beso ¿verdad?

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Minutos más tarde, Sasuke entró a la habitación.

— Naruto, ¿estás aquí? —el rubio salió por la puerta del baño vistiendo las
ropas que le habían llevado.

— Estoy listo, vamonos. —Sasuke pudo notar que había algo extraño en él pero
no podía definir lo que era.

— De acuerdo, vamos. Ino nos espera en el auto —de nuevo se aproximó hacia
la puerta pero la voz de Naruto lo detuvo cuando puso la mano sobre el
picaporte.

— Sasuke, ¿has visto a la doctora, Hyuga? —el azabache lo miró alzando una
ceja— No pienses mal, sólo quiero darle las gracias por… sus atenciones.

— No es necesario —respondió con seriedad y antes de que Naruto replicara,


agregó—: La doctora viene con nosotros

La quijada de Naruto estuvo a punto de alcanzar el suelo y eso ocasionó una


sonrisa en Sasuke. Mientras su amigo se preparaba luego de ser dado de alta,
él le pidió –o más bien exigió- a Tsunade que Hinata fuera a la mansión con
ellos para vigilar a Naruto y luego la llevarían de regreso a la clínica un par de
días más tarde, así que como lo había pedido el rey Uchiha, pues no tuvieron
más opción que acceder.

La realidad era que Sasuke pensaba que, de esa manera, lograría reponer un
poco de lo que había sufrido Naruto gracias a la falta de concentración que él
había tenido durante la batalla en la que había terminado herido. Darle a Naruto
algo de tiempo extra con la doctora, era su forma de congraciarse con él.
Ino se encontraba sentada en el asiento del copiloto en la camioneta cuando vio
a Naruto y Sasuke aparecer por la puerta principal de la mansión, bajó del auto y
se acercó a ellos.

— ¿Dónde está la doctora? —cuestionó Sasuke mientras Naruto se acercaba a


Ino, le pasaba un brazo por los hombros y le daba un beso en el cabello.

— Después de que Tsunade le dio la orden, ella dijo que iría por algunas cosas
a su casa y que estaría aquí en unos minutos.

En ese momento, Hinata se materializó a unos metros de ellos, llevando puestos


unos jeans, una blusa color lila, el cabello recogido a la altura de la nuca, una
maleta color negro junto a ella y un pequeño maletín colgado en el hombro.

— Lamento la demora —susurró la ojiperla inclinando la cabeza para así evitar


la mirada de Naruto.

Ninguno hizo comentario alguno tornando la situación un poco incómoda hasta


que Ino se acercó a ella y le apartó la valija de la mano.

— Permíteme —dijo la rubia con una sonrisa— La pondremos en el


portaequipaje. —Hinata asintió con timidez.

Los cuatro se dirigieron al auto y, contrario a lo que Ino y Sasuke habían


imaginado, Naruto pidió sentarse en el asiento del copiloto en vez de ir junto a
Hinata. De nuevo, no hubo comentarios a pesar de que la rubia y el pelinegro
tenían sus mentes llenas de preguntas para las que su compañero no tenía
pensado dar respuestas.

El trayecto estuvo marcado por una atmósfera de incomodidad que rayaba en lo


desesperante. Mientras Sasuke mantenía la vista en el camino y la boca sellada,
Ino parecía tener una charla amena con Hinata preguntándole cosas que,
Naruto, quien estaba perdido en el espejo retrovisor contemplando a Hinata en
secreto, quería escuchar y deseaba preguntarle personalmente.

Cuando por fin se estaban acercando a la barrera de genjutsu que mantenía la


ubicación de la mansión en secreto, todos pudieron respirar aliviados al hallarse
de nuevo en casa. Instantes después, atravesaron las enormes puertas de acero
para finalmente aparcar la Hummer propiedad de Kiba en el patio empedrado
junto a los autos de los hermanos de la Cofradía. Los cuatro bajaron del vehículo
y Hinata no pudo ocultar su asombro al ver la impresionante y magnífica
mansión que se alzaba frente a ella.

El mayordomo salió a su encuentro y luego de expresar su alegría al ver a


Naruto, les acompañó hasta entrar al vestíbulo de la mansión para después
desaparecer por las escaleras con el equipaje de Hinata.
— Ino, acompáñame. Neji y Shikamaru ya han regresado de las rondas y están
en el estudio. —se apresuró a decir Sasuke.

— ¿Y Kiba?

— Aún está afuera con Gaara —susurró buscando no causarle preocupación a


Ino, sorprendiéndose luego por ver a la chica con una expresión serena en el
rostro. Entonces dirigió su atención a sus otros dos acompañantes— Naruto,
muéstrale a la doctora su habitación. Danzou le preparó una en el ala este, al
final del pasillo donde está la tuya.

Los dos se pusieron rígidos y Naruto miró de soslayo a Hinata notando que ella
agachaba la cabeza.

— Claro —respondió el rubio casi en un susurro— Sígueme, doc.

Hinata asintió levemente viendo como Naruto se adelantaba mostrándole el


camino. Sasuke se extrañó al escuchar que la llamaba de esa manera pero, en
esos momentos ya tenía suficientes cosas en la cabeza. Naruto ya estaba lo
bastante crecidito para poder tratar las cosas con madurez… o al menos eso
esperaba.

Luego de subir las escaleras, Hinata siguió a Naruto a través de un par de


pasillos alfombrados de color rojo, las paredes en un tono crema sumamente
claro, casi blanco y magníficamente decorados con esculturas, cuadros y
espléndidos candelabros de oro en lo alto del techo sobre sus cabezas. El lugar
parecía sacado de un cuento de hadas, el palacio de una princesa y no un lugar
donde los más prodigiosos guerreros vivían. Siempre lo imaginó… diferente.

Finalmente salió de sus pensamientos al ver que Naruto se detenía y abría una
de las puertas dobles de la habitación. Las luces se encendieron repentinamente
–ella supuso que él lo había hecho- dejando ver el lujoso interior de la hermosa
habitación. La enorme cama con doseles en color rojo quemado en combinación
con las sábanas, los dos buroes en cada lado, el escritorio de roble con la silla
del mismo material y las puertas francesas que daba hacia el balcón.

— La puerta de ahí conduce al baño —dijo Naruto rompiendo su concentración


— La de allá es la del clóset —señaló con su dedo hacia la izquierda casi frente
a la cama— Tus pertenencias deben de estar ahí. Si necesitas algo, cualquier
cosa, marca asterisco uno en el teléfono y Danzou te atenderá. Mi habitación
está a cuatro puertas. Puedes disponer de todo a tu voluntad.

Hinata asintió y justo antes de que pudiera decirle algo a Naruto, el hombre
desapareció cerrando la puerta tras él. Ella se quedó estática en medio de la
habitación durante unos instantes hasta que dio unos pasos y se dejó caer sobre
la cama. Se sentía mal, extraña, enojada, decepcionada, triste, herida. Por un
momento había pensado que había algo especial entre Naruto y ella, mientras la
besaba en el hospital sintió una especie de conexión pero estaba claro que se
había equivocado. Esa conexión sólo pudo verla ella y fue una completa ilusión
porque luego se dio cuenta de que en realidad, no era como lo había pensado.
Naruto no estaba interesado en ella en lo más mínimo, ni siquiera la vio como
algo viable de que alimentarse.

Se había equivocado.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La noche había caído desde hacía algunas horas cuando Hinata se levantó de
golpe de la cama. Se había quedado dormida más tiempo del que tenía
planeado. Según ella, se iba a levantar temprano para retirarle los puntos a
Naruto y así poder abandonar esa casa y regresar a su vida normal en la clínica.
Con torpeza se levantó de la cama a la vez que se colocaba la bata encima de
su camisón blanco de algodón que le llegaba casi a los tobillos, luego fue hasta
el clóset de donde sacó el pequeño maletín con equipo médico y salió de la
habitación.

Cuatro puertas hacia su derecha se detuvo, inhaló profundo para armarse de


valor y dio un par de golpes en la puerta. Escuchó un adelante y con cautela
entreabrió la puerta asomando medio cuerpo por ella para ver al interior de la
habitación, notando que se encontraba vacía y que la puerta del baño estaba
abierta. Entró por completo y luego cerró sigilosamente la puerta en el mismo
instante en el que Naruto salía del baño cubierto sólo por una toalla que tenía
enrollada alrededor de las caderas.

La respiración de Hinata se detuvo al ver la flamante escena que se alzaba


frente a ella, sin mover un solo músculo y sin poder evitarlo, el rubor –que ya
había creído superado y que desde que había conocido a Naruto había vuelto a
resurgir-, apareció de nuevo en sus mejillas. El cuerpo de Naruto que rayaba en
la perfección estaba frente a ella, casi desnudo dejando ver ese tono bronceado
en toda su piel y cada músculo perfectamente tonificado mientras de su cabello
dorado completamente mojado caían pequeñas gotas que recorrían diferentes
direcciones sobre el escultural torso, algunas perdiéndose dentro de la ligera tela
de la toalla.

Si eso no era ser atractivo y sexy por naturaleza, Hinata no sabía lo que era
entonces.

— ¿Doctora? —musitó Naruto intentando ocultar una sonrisa traviesa que


amenazaba con dibujarse en su rostro luego de ver la expresión que permanecía
en la cara de Hinata. Parecía una princesa con ese camisón blanco sin mangas
que le llegaba a los tobillos dándole una apariencia aún más angelical a la
normal. La ojiperla pestañeó varias veces saliendo de su ensimismamiento y un
poco avergonzada se aclaró la garganta.

— Eh, yo… —volvió a aclararse la garganta sintiéndose aún más nerviosa—


Vine para retirarte los puntos.

Naruto asintió mientras comenzaba a secarse el cabello con otra toalla que traía
en la mano y luego, mientras Hinata sacaba lo necesario de su maletín y lo
colocaba sobre un buró, él se sentó en la cama a su lado. Sin decir palabra
alguna, la mujer comenzó a hacer su trabajo y minutos después, había retirado
todas las suturas dejando sólo pequeñas marcas en un tono más claro como
muestra de que alguna vez había estado herido.

—Tu herida está sanando muy bien pero aún le falta un poco, tal vez porque
necesites alimentarte. —dijo la chica mientras guardaba todo el material de
curación en su maletín, sintiendo un leve chispazo de la seguridad que alguna
vez había poseído—. Te sugeriría que encontraras a alguien de quien hacerlo
antes de reincorporarte a tus actividades normales. Yo no tengo más que
decirte, por mí esto está terminado y si no tienes objeción, desearía volver a la
clínica. Si tienes tiempo, tal vez quieras pasarte por allá para que te revisen y así
sepas que ya estás completamente curado.

Al no recibir respuesta, se puso de pie y miró a Naruto quien permanecía con la


cabeza agachada y la mirada fija en el piso. Deseaba que le dijera algo,
cualquier cosa, incluso que tal vez le pidiera que se quedara pero… nada de eso
sucedía así que comenzó a darse por vencida. Se inclinó para tomar su maletín
dispuesta a irse y entonces la voz del rubio la detuvo.

— Sé que estás molesta por lo sucedido y no sé qué decir para disculparme. Es


sólo que yo… —Hinata respiró profundo y, por primera vez en las últimas horas,
otro chispazo de la seguridad que había conseguido durante todos sus años
como practicante de medicina, regresó a ella.

— N-no te preocupes, —de nuevo se aclaró la garganta odiando el hecho de


que eso se estaba convirtiendo en un hábito— te entiendo perfectamente. No
soy tu tipo de mujer y no querías beber de mí. Soy lo suficientemente madura
como para comprenderlo así que… no tienes por qué preocuparte.

— Las cosas no son así, Hinata —la ojiperla sintió un escalofrío recorrer su
cuerpo al escucharlo llamarla por su nombre—. Tuve una mala noche y sin
querer me desquité contigo. Me gustaría beber de ti si… aún fuera posible —un
notorio rubor cubrió las mejillas de la chica cuando Naruto alzó el rostro y fijó su
mirada celeste en ella a la vez que tomaba su mano delicadamente para
después llevarla hasta sus labios.

Segundos después, Hinata se arrodilló frente a él, en el espacio que habían


dejado sus piernas abiertas, con una mano apartó su cabello e inclinó la cabeza
dejando al descubierto su cuello.

— Ha-hazlo —susurró temerosa notando la expresión de sorpresa en el rubio.

Ni siquiera sabía qué estaba haciendo, nunca había hecho algo parecido a eso
en toda su vida y por esa razón no dejaba de sentirse nerviosa pero, cuando
Naruto se inclinó hacia ella y hundió sus colmillos en su piel, todo desapareció
dejando sólo una extraña sensación de intenso placer mientras sentía los labios
del rubio succionar sobre su cuello y los sonidos huecos que escapaban de su
garganta mientras se alimentaba de ella.

No había palabras para describir lo que estaba sintiendo en esos momentos. El


sabor de la sangre de Hinata era mucho mejor de lo que alguna vez había
soñado probar en su vida y la sensación del suave y cálido líquido ir recorriendo
el interior de su pecho para después difundirse a través de todo su cuerpo era
simplemente sublime pero, aún así, quería más de ella, ansiaba tener más y
más, tenerla a ella por completo y no dejarla ir nunca.

Con fuerza aferró más el frágil cuerpo femenino al suyo y lentamente lo fue
subiendo hasta que la sentó a horcajadas sobre su regazo, apretándola contra él
lo más que le fue posible. Hinata apoyó las manos en los fuertes hombros del
rubio mientras sentía aumentar la intensidad de la succión en su cuello haciendo
que un pequeño gemido escapara de sus labios, disparando el deseo de Naruto
que pudo sentir entre las piernas a través de la tela de la toalla y la del camisón.
El ojiazul, ansioso de aumentar el contacto deslizó las manos a través de la
espalda de Hinata, moviéndose hasta la parte inferior del camisón e
introduciéndose debajo de él para poder sentir la piel de las piernas de la chica,
apretándolas ligeramente buscando obtener lo máximo de ellas también.

Adrenalina, excitación, pasión, fogosidad, enajenación y una intensa lujuria de


sangre y sexo estaban saturando sus cuerpos llevándolos a una atmósfera
donde sólo el deseo y el frenesí tenían cabida en ese momento. Los segundos
corrían de manera tan acelerada y tan lenta a la vez mientras las sensaciones
abarrotaban sus cuerpos nublando sus sentidos a cualquier cosa que no fuera el
íntimo intercambio que estaban teniendo en esos momentos, en esos
acalorados momentos y ellos esperaban que durara lo más posible. Deseaban
que así fuera.

Minutos después, el calor en la habitación pareció bajar un poco de intensidad y


cuando Naruto terminó de alimentarse, con lentitud se apartó del cuello de
Hinata hasta dejar sus rostros uno frente al otro. La respiración de ella era
agitada y su pecho golpeaba contra el suyo mientras sentía la vitalidad de su
sangre pasar a él fortaleciendo hasta la última célula de todo su cuerpo.
Mientras la asimilación seguía, él se concentró en acariciar de arriba abajo las
piernas de Hinata sintiendo como ella se estremecía ante sus sutiles caricias.
No había palabras para explicar lo que estaba sintiendo en ese momento. Todas
las sensaciones completamente placenteras que habían recorrido su ser al
alimentar a Naruto, había escuchado hablar muchas veces sobre ello pero las
palabras se habían quedado cortas, había sido la cosa más excitante que había
hecho en su vida y deseaba volver a hacerlo de nuevo, con él, en ese mismo
instante. El roce constante de las manos de Naruto en sus piernas lograba
agitarla y hacerle sentir que su cuerpo pedía más. Ese hombre estaba logrando
causarle algo que no había sentido antes, sus caricias eran magistrales y sin
embargo, el rostro casi aniñado que poseía en esos momentos contrastaba
seduciéndola aún más.

Pasó sus dedos a través de los mechones dorados del cabello de Naruto y sintió
como ahora era él quien sucumbía antes sus simples caricias, lo que hizo que
sonriera con un tenue toque de suficiencia. Pasó su dedo índice por una de las
mejillas del chico, dibujando las extrañas y tenues cicatrices que ahí había y que
no había notado a simple vista, siendo entonces cuando vio el pequeño hilo de
sangre que iba del labio inferior del chico hasta la barbilla. Sin poder controlar el
instinto que esta surgiendo en ella, tomó el rostro de Naruto con una de sus
manos y luego, de manera titubeante, acercó su boca hacia la mandíbula del
ojiazul y con la lengua delicadamente lamió el ligero rastro de sangre. Cuando
volvió a alejarse, se encontró con la mirada del rubio nublada totalmente por lo
que a ella le pareció deseo total y no pudo evitar sonrojarse una vez más.

Naruto estaba al borde de todo, ese simple gesto que había hecho Hinata lo
había llevado al límite y no sabía si sería capaz de controlarse en ese momento.
Jamás se había sentido tan conectado con alguien como lo había estado con
ella en el momento en el que había estado bebiendo de su cuello y sin embargo,
la sensación de querer, de necesitar más de ella no parecía menguar. Apartó su
mirada del hermoso rostro que tenía frente a él y volvió a dirigirla al cuello
notando las marcas de sus colmillos y los diminutos ríos de sangre que todavía
brotaban gracias a que aún no había sellado las heridas.

Por un segundo volvió a mirar a Hinata y luego se fue acercando con lentitud
hacia el cuello de la chica intercalando su mirada entre el rostro de ella y esa
zona de su cuerpo, luego pasó con igual parsimonia la lengua a través de los
dos pequeños orificios para poder cerrarlos y de nuevo un tímido gemido llegó
hasta sus oídos incitándolo a continuar. Observó la dirección que había tomado
el rastro de sangre, yendo por la clavícula, pasando por uno de esos magníficos
senos y finalmente perdiéndose bajo la tela del camisón. No estaba seguro de
poder continuar, lo deseaba más que cualquier cosa en el mundo pero tenía
duda si ella se lo permitiría. Volvió a centrar su mirada en la de la chica y luego
la alternó con el rastro de sangre que contrastaba en la blanca piel.

Deseaba hacerlo pero…


— Hazlo… —volvió a susurrar la joven y sus palabras sonaron a campanas
celestiales para él.

¿Qué había sucedido con la tímida y tranquila Hinata? Ah, claro, lo recordaba.
Había quedado sepultada cuando supo todo lo que podía sentir gracias a un
hombre, bueno sólo con uno… el que se encontraba en ese momento con ella.
Naruto.

Los labios del rubio comenzaron a moverse con sosiego, recorriendo el rastro de
sangre que había sobre su piel haciéndola estremecer por el simple toque de su
lengua en cada parte de ella. Cuando por fin llegó al nacimiento de sus senos, la
lengua de Naruto hizo caricias más intensas, ella arqueó la espalda
instintivamente buscando aumentar el contacto sintiendo a la vez, las manos de
Naruto adentrarse más bajo su camisón. Segundos después, los labios del
ojiazul subieron a través de la línea de su garganta hasta encontrarse con los
suyos y unirlos en un beso lento, apacible que en pocos instantes exigió más de
cada uno de ellos.

Naruto hundió la lengua dentro de la boca de Hinata mientras sus manos se


movían hacia el borde del camisón y comenzaban a tirar de él hacia arriba
intentando obtener más acceso al espectacular cuerpo de la mujer que tenía
sobre sus piernas. Hinata entendió la idea y levantándose tenuemente ayudó a
que el chico consiguiera su objetivo, alzó los brazos y en un segundo se hallaba
desnuda, sobre él, sintiendo la calidez de sus senos rozar con la del pecho de
Naruto, llenando su cuerpo de un hormigueo totalmente placentero.

Mientras recorría la suave piel del cuello de Hinata con los labios y con las
manos hacía lo propio a través de cada una de sus curvas, Naruto se movió
hábilmente hasta poder recostar a Hinata sobre la cama quedando él sobre ella.
Sus labios buscaron uno de los senos para introducirlo en su boca brindando
caricias con su lengua, logrando sacar gemidos cada vez más intensos de los
suaves labios de Hinata. Sus manos viajaban sin reparo a través del cuerpo de
la mujer mientras las de ella hacían lo mismo, de manera más amable por su
espalda.

Las caricias, los besos, el simple contacto entre sus cuerpos ya no resultaba
suficiente y el ansia de tener más del otro estaba tomando el control de sus
cuerpos y de sus pensamientos. De forma sumisa, Hinata se deshizo de la
diminuta toalla que permanecía entre ellos logrando por fin sentir la erección de
Naruto golpear contra su cuerpo haciendo que las piernas comenzaran a
temblarle de excitación y deseo por continuar.

Para Naruto era igual, el juego tortuoso de caricias cada vez más ardientes y la
fricción candente entre sus cuerpos estaba llevando su cuerpo al borde y a
pesar de que quería extender el placer de todo lo que sentían por más tiempo,
no consideraba que podría ser capaz de conseguirlo. La necesitaba a ella,
necesitaba hundirse en su interior y tenerla por completo, ser uno con ella. De
nuevo, casi con locura, se apoderó de los delicados labios femeninos, hundiendo
su lengua en lo más profundo de la cavidad de Hinata mientras con sus manos
abría las suaves y largas piernas de la mujer para acomodarse entre ellas,
rozando su miembro en su cálida entrada, logrando sacar un gemido.

Por fin iba a suceder, lo que ambos habían deseado desde el primer momento
en el que se habían conocido estaba a punto de pasar pero, de pronto, una ola
de energía llenó precipitadamente el cuerpo de Naruto sin siquiera poder
controlarlo.

No, no podía estar pasando.

El rubio cerró los ojos con fuerza mientras apretaba las sábanas con sus puños
intentando retomar el control que estaba perdiendo pero resultaba imposible, la
ola de energía se acrecentaba cada vez más y él sentía como su interior era
invadido por algo que no debía suceder. Se levantó un poco sobre sus brazos y
entonces un pequeño quejido escapó de sus labios.

— Naruto… ¿qué sucede? —cuestionó Hinata la ver la expresión de sufrimiento


que se había dibujado en el rostro del rubio— ¿Naruto? —musitó acercando
tímidamente su mano para acariciarle la mejilla izquierda. El hombre se
estremeció y apartó la cara evitando ese contacto, que antes había sido un
pedazo de paraíso para él y que ahora era una tortura y algo que inclinaba la
balanza en contra suya.

Por fin se levantó por completo alejándose de Hinata mientras su cuerpo se


doblaba lentamente sintiendo que no podría controlar más lo que estaba a punto
de suceder.

— Yo… lo lamento Hinata —dijo jadeante como si estuviese luchando contra un


dolor sumamente intenso — No puedo. Perdón.

Antes de que la mujer pudiera decir o hacer algo, Naruto desapareció por la
puerta de la habitación dejándola sola, sobre su cama y con un mar de dudas en
su cabeza. ¿Qué no podía hacer? ¿estar con ella? apretó las sábanas bajo sus
manos al abrir los ojos a la verdad que no había visto antes. Él no la deseaba,
no lo suficiente.

Naruto estaba a punto de sentirse estallar, necesitaba calmarse o las cosas se


pondrían realmente feas. Sentía el poder oscuro surgir en su interior, inundando
cada rincón de su cuerpo desnudo y amenazando con hacerse presente de las
peores maneras en las que lo había hecho en anteriores ocasiones. No podía
ser posible pero… lo era, estaba sucediendo. ¿Por qué no lo vio antes?

Era obvio.
Cuando había tenido sexo con otras mujeres, una parte de él siempre se
mantenía en control, consciente de que no era algo más allá del simple contacto
carnal pero… con Hinata, él quería estar con ella al cien por ciento y eso
significaba entregarse por completo, dejarse llevar por sus emociones, lo cual
facilitaba las cosas para el kyubi. Maldijo mientras se deslizaba por la pared
hasta quedar sentado en el suelo y aferraba los dedos a las mechas de su
cabello rubio. Eso significaba que no podría estar con Hinata…

Nunca.

— Siempre creí que eras más exhibicionista que Kiba pero estar desnudo en el
pasillo… es demasiado ¿no crees?

— Ahora no Gaara —respondió cansino el rubio a su compañero sin siquiera


mirarlo aunque estaba seguro que se había detenido frente a él— No estoy de
humor.

— Puedo preguntar ¿qué ocurre? —cuestionó sentándose en el otro extremo del


pasillo. Limpió la manzana roja que traía en la mano y comenzó a comerla— No
tienes que contarme si no quieres pero…

— Hinata está adentro —respondió interrumpiéndolo.

— ¿La doctora? —Naruto asintió— ¿Y?

— Ella está adentro, desnuda —interrumpió de nuevo y justo antes de que le


preguntara otra cosa, añadió—: y yo estoy así —alzó la cara para que su
compañero viera sus ojos convertidos en los del kyubi y extendió las manos para
que viera la transformación que habían sufrido sus uñas. A Gaara casi se le cae
la quijada al verlo quedándose durante algunos segundos sin saber que decir
hasta que se aclaró la garganta.

— Pero… ¿Cómo ocurrió, ella está bien, tú… estás bien? —Naruto asintió y de
nuevo bajó la cabeza— ¿cómo es posible? ¿no se suponía que podías
mantenerlo bajo control y que pues… el sexo no…?

— Eso pensé yo también, pero ahora ya no sé. —respondió dejando oír la


frustración en su voz— Nunca me había pasado.

Los dos permanecieron en silencio durante un par de horas hasta que


escucharon correr las cortinas de acero anunciando el final de la noche. Gaara
se puso de pie, caminó hacia Naruto y le extendió la mano.

— Vamos, te prestaré algo de ropa y luego bajaremos a entrenar hasta que


recuperes el control —el rubio –aún con los ojos del kyubi- no dejaba de mirarlo
sorprendido.

— ¿No vienes de hacer rondas? Debes de estar molido. —Gaara se encogió de


hombros.

— No te preocupes —respondió con gesto indiferente— Tampoco es que pueda


dormir mucho.

Definitivamente Gaara siempre se había hallado al final de su lista de las


personas a quien recurrir en caso de algún problema pero ahora sabía que, de
forma extraña, había estado equivocado. Sujetó la mano de su compañero y se
puso de pie.

— Gracias —susurró mientras comenzaba a caminar hacia la habitación de


Gaara.

— Si puedo ayudar a que dejes de castigarnos con tu desnudez, entonces lo


hago con gusto. —Naruto esbozó una media sonrisa. Esa clase de comentarios
venían del Gaara que él conocía.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Día tres. Había pasado todo el fin de semana y gran parte del lunes sin haber
tenido noticias de Sasuke, lo que terminaba de confirmar las ideas que habían
recorrido su mente en los últimos días y que una parte de su interior se negaba a
reconocer, y eso era que, lo que había sucedido con Sasuke había sido
simplemente algo carnal y nada más pero… ¿por qué no podía dejarlo pasar?
Intentó volver a su trabajo en la computadora pero el azabache no dejaba de
atravesar su mente cada vez que ella intentaba dejarlo de lado, llenándola de
frustración y molestia consigo misma.

¿En qué estaba pensando? Le había sido infiel a su novio, su prometido, al


hombre con el que probablemente compartiría el resto de sus días, con un
hombre al que apenas conocía y en lugar de sentirse culpable se estaba
preguntando por qué Sasuke no le había llamado. ¿Qué estaba pasando con
ella? No podía estar pensando en eso ni en él. No podía dejar que a su patética
pero equilibrada vida entrara la ilusión de Sasuke para hacer y deshacer a
voluntad cuando sólo había sido un simple y mero encuentro sexual,
completamente casual y pasajero.

La mayoría de sus compañeros ya se habían retirado desde hacía un rato,


aunque todavía quedaban los encargados de la reproducción y edición del
periódico y ella. Miró el reloj en el monitor del ordenador luego de notar que el
sol ya se había ocultado, vio que ya era un poco tarde y decidió dejar hasta ahí
la poco fructífera jornada laboral de aquel día, de nuevo, digna del olvido. Tomó
un par de objetos de su escritorio para guardarlos dentro de su bolso, apagó el
ordenador, alcanzó su abrigo del perchero para ponérselo y luego caminó a
través del pasillo de los cubículos hasta salir al ascensor donde mientras
esperaba, aprovechó para verificar sus mensajes.

Había cinco y tres de ellos eran de Sai preguntándole por su falsa enfermedad
que había inventado para excusarse por no asistir a la fiesta el viernes anterior.
Siempre había intentado ser sincera con Sai lo más posible pero el viernes le
había mentido de manera descarada fingiendo un resfriado cuando fue a mitad
de la noche a su apartamento para ver cómo se encontraba. Por si no se sentía
ya lo suficientemente mal, una nueva dosis de culpa llegó a su ser al ver los
mensajes de Sai. Estaba a punto de regañarse a sí misma, de maldecirse por
haber hecho algo de lo que siempre se creyó incapaz toda su vida hasta que
Sasuke había se había cruzado en su camino.

No podía culparlo a él de todo porque no la había obligado, ni le había puesto un


arma en la cabeza para que aceptara sino todo lo contrario, ella había estado
más que dispuesta y vaya que había participado todo el tiempo. Sin pensarlo, las
imágenes de lo sucedido con Sasuke en su habitación volvieron a su cabeza y
ella no tuvo más remedio que abofetearse mentalmente para quitarlas. Por fin
escuchó el sonido del ascensor deteniéndose y cuando las puertas se abrieron
de par en par, ella alzó la mirada y casi se va de espaldas.

— Sasuke… —el pelinegro estaba recargado en la pared opuesta del ascensor


mirándola con un ápice de sorpresa dibujado en su rostro.

Su nombre escapó de esos sensuales labios como un susurro perfectamente


audible para él. Nuevamente no sabía como había terminado en ese lugar.
Durante todo el fin de semana intentó sacar la imagen de Sakura de su cabeza
pero sus intentos tuvieron el efecto contrario haciéndola cada vez más presente,
aumentando su necesidad por verla, por tocarla, por besarla hasta hacer la
situación tan insoportable que él ya no pudo contenerse más.

Había pasado los últimos tres días en vela pensando en llamarla, sólo para
escuchar su voz pero sabía que eso no iba a ser suficiente y fue así como al
caer la noche se había materializado en el edificio del periódico donde ella
trabajaba pero al tomar el ascensor no se imaginó que la vería de frente, en
definitiva el universo estaba conspirando contra él para hacerlo caer en una
tentación que estaba más que prohibida para él pero… no lo podía evitar.

Durante unos segundos ambos permanecieron mirándose el uno al otro hasta


que Sakura reaccionó, miró hacia ambos lados y finalmente agachó la cabeza
mientras avanzaba al interior del ascensor, las puertas se cerraron y ella se
colocó en el otro extremo del lugar concentrándose en los números de los pisos
siendo iluminados uno a uno. Lástima que trabajaba en el quinto piso, jamás el
tiempo en un ascensor le pareció tan eterno.
— ¿Q-qué haces aquí? —cuestionó cuando el ascensor se detuvo
abruptamente. Antes de que pudiera reaccionar, Sasuke se había acercado a
ella, arrinconándola contra la pared y él justo como lo había hecho en su
apartamento la vez anterior.

— No es obvio —susurró con un tono de voz tan ronco e irresistible que a


Sakura le recorrió un escalofrío de pies a cabeza.

— Deja de hacerlo —musitó intentando apartarlo de ella.

— ¿El qué?

— Esto que estás haciendo, el venir y… "mover tantas cosas en mí como si


fueses mi dueño" Sólo aléjate ¿si? —Sasuke esbozó una media sonrisa al darse
cuenta que las palabras de Sakura no estaban para nada acordes a lo que su
cuerpo pedía. Pasó los brazos por debajo de la tela del abrigo, rodeando la
cintura de la mujer y acercándola más a él.

El pulso de Sakura se aceleró súbitamente cuando su mirada se enfrentó a la de


Sasuke y sus manos se apoyaron sobre el pecho del azabache. Tenía que ser
solo lujuria, tenía que convencerse de que era sólo eso pero… ¿por qué se
había sentido feliz al verlo y ahora cuando la tenía así en sus brazos?

— ¿En verdad quieres que me aleje de ti? —susurró al oído de la ojiverde


haciendo que sus piernas le temblaran, y luego aumentó la sensación cuando
sus labios comenzaron a moverse a lo largo del cuello.

— Yo… "¡Vamos, Sakura! Dile que sí, que quieres que se aleje de ti, que lo que
sucedió la noche anterior no volverá a ocurrir" —cerró los ojos al darse cuenta
que traer a colación lo sucedido antes no ayudó mucho a su causa, al contrario,
su cuerpo comenzó a arder en deseos porque se volviera a repetir. Abrió los
ojos para enfrentar la mirada de Sasuke de nuevo y vio una media sonrisa
dibujada en el rostro de él.

— Ya lo sabía —musitó y antes de que Sakura pudiera replicarle algo, Sasuke


atrapó sus labios con los suyos y otra vez, cualquier cosa perdió su total
relevancia ante ese contacto.

Era de nuevo de esa clase de besos suaves y cálidos que le quitaban aún más
la respiración que los apasionados que habían compartido mientras tenían sexo.
Sin poder evitarlo más, cerró los ojos a la vez que sus manos se movían con
lentitud hasta hundirse en los mechones oscuros en la nuca de Sasuke. Ese
hombre no podía tener tales efectos en ella, había intentado convencerse de que
así sucedía pero la realidad era bastante obvia. Sintió la lengua del azabache
delinear suavemente sus labios y le permitió la entrada para poder encontrarse
con la suya y aumentar las sensaciones del beso, confirmando lo que ella ya
sabía:

Tratándose de Sasuke, su fuerza de voluntad y determinación desaparecían


dejando sólo el deseo de estar con él.

La intensidad del beso estaba yendo en aumento de manera vertiginosa hasta


que él abandonó sus labios y comenzó a moverse por el contorno de su
mandíbula y la línea de su cuello, logrando erizarle cada centímetro de su piel.
Las manos del hombre estaban recorriendo su espalda, su abdomen y luego
encontraron sus senos para apretarlos ligeramente y ella dejó escapar un
gemido mientras se embriagaba del aroma oscuro y totalmente masculino que
emanaba de la piel de Sasuke.

Quería que durara, que el ascensor se quedara ahí por horas, que él la tomara
ahí, en ese mismo momento sin preocuparse por nada más y sin embargo,
debía detenerse. Sai. Su nombre apareció de repente en su mente y ella supo
que era la principal razón por la que debía alejarse de Sasuke pero sabía
también que no era suficiente, así que, si ella no podía alejarse de él, aunque no
le pareciera lo mejor, debía hacer que él fuera quien se alejara.

— Sasuke… yo… debes de saber que… —intentaba decir mientras con sus
manos trataba de apartar un poco a Sasuke de ella— no podemos seguir con
esto.

— ¿Por qué no? —cuestionó junto a su oído para luego volver a su tarea de
llenar su cuello de besos sin descanso.

— Por que… por que yo —odiaba no poder decirlo, aumentó sus fuerzas para
seguir intentando apartarlo de ella y así hablar con seriedad pero parecía
imposible hasta que, luego de unos instantes, consiguió articular la frase que
necesitaba— porque estoy comprometida. Yo…

El azabache dejó de recorrer su cuello con los labios y fijó su mirada en la de


ella. El silencio los envolvió por unos segundos

— Tengo novio y… voy a casarme. —susurró esperando que él se alejara, sintió


que el ascensor comenzaba a moverse de nuevo y sin embargo, Sasuke la
mantenía aferrada a su cuerpo.

— No me importa, —contestó despreocupadamente y luego volvió a acercar su


rostro hasta rozar los labios de Sakura con los suyos haciendo que se tocaran
con cada palabra que decía— ¿y a ti?

La respuesta no había sido lo que Sakura hubiese esperado. Y ahora, gracias a


esa pregunta, la duda comenzaba a llenar su mente…
¿A ella le importaba estar comprometida?

« Continuará… »
apítulo 9

Sin darse cuenta de en qué momento había sucedido, ya se encontraba de


regreso en su apartamento, con Sasuke besándola sin darle tiempo de nada y
sin preocuparse por no haber respondido a la pregunta que el azabache le había
hecho minutos antes. Porque, la realidad era que, ella no tenía, ni podía pensar,
la repuesta y mucho menos en esos momentos con él.

Esos labios estaban reclamando los suyos con tal intensidad que no solo sentía
que le robaban el aliento sino también hasta el último vestigio de energía en
cada rincón de su cuerpo. Él no podía ser real y lo que estaba sucediendo entre
ambos tampoco. Él no podía despertar en ella tal deseo que la hacía olvidar todo
lo demás pero, así era. Jamás se había sentido tan atraída hacia alguien ni
tampoco había sentido todo lo que Sasuke le provocaba con un simple beso. No
dejaba de repetirse que no podía ser cierto, aunque las evidencias físicas,
decían todo lo contrario.

— Sa-Sasuke… espera… —susurró de algún modo intentando apartarse de


nuevo— Esto no puede seguir, no…

— Creí que ya habíamos aclarado ese punto —respondió mientras trataba de


retomar lo que estaba haciendo—. Si a ti no te interesa, a mí tampoco.

— ¡Yo no dije que no me importara estar comprometida! —se apresuró a


exclamar haciendo más amplia la distancia entre ellos.

— De acuerdo —dijo el azabache liberando la cintura de Sakura—. Si de verdad


es lo que quieres, me iré.

La cara de Sakura reflejó un poco de sorpresa. ¿De verdad ella quería que él se
fuera? Cerró los ojos intentando encontrar algo dentro de su mente que le
indicara qué hacer, pero no había nada. No sabía si le importaba estar
comprometida, si realmente estaba lista para un compromiso así, si lo que
sucedía con Sasuke era normal, si lo que estaba sucediendo con ella misma lo
fuera, no sabía que hacer con su vida, qué camino seguir, cuál era realmente su
propósito. Nada, no sabía nada y eso no hacía más que aumentar el enojo que
sentía contra ella misma.

En ese momento la cabeza comenzó a darle tantas vueltas que se sintió


mareada y sus piernas flaquearon casi al instante.

— ¿Te encuentras bien? —le preguntó Sasuke sosteniéndola de nuevo entre


sus brazos impidiendo que cayera al suelo.
Sakura presionó el lado derecho de su cabeza mientras intentaba responder
pero sentía que todo se hacía cada vez más borroso. Él sabía que ella no se
encontraba bien, podía oler el aroma del cambio aún con más intensidad y supo
que era cuestión de días antes de que sucediera. El tiempo se le estaba
agotando y en lo único que podía pensar era en lo bien que se mezclaba el
aroma de Sakura con el del cambio, haciendo emerger el deseo en él.

— Ven. Deberías recostarte —continuó el azabache mientras la alzaba en


brazos y luego la depositaba con delicadeza sobre el sofá.

Sakura observó a Sasuke, quien estaba arrodillado a su lado, logró alzar su


mano para tocar aquel perfecto rostro masculino y luego delineó sus labios con
la yema del dedo índice.

— Bésame —le pidió la ojiverde y él obedeció en el instante, uniendo sus labios


de manera lenta. Sakura pasó sus brazos alrededor del cuello de Sasuke
buscando profundizar el contacto, sus manos se movieron por el interior del
abrigo que él vestía apartándolo hasta la altura de los codos, el azabache se
levantó lentamente, quitándose el abrigo por completo, luego tomó a Sakura por
la cintura y la arrastró con él hasta quedar acostados sobre la alfombra.

Conforme la pasión del beso aumentaba, las manos comenzaron a moverse


sobre el cuerpo del otro buscando deshacerse de las estorbosas prendas que
los cubrían y que les impedían sentirse por completo.

Era cierto, no sabía nada en esos momentos, ni sobre lo que ya había sucedido,
ni sobre lo que sucedía, ni sobre lo que sucedería en un futuro con ella pero, de
lo único que estaba realmente segura era que, estando con Sasuke, podía
sentirse como no lo había hecho en mucho tiempo.

Estar con ese hombre, la hacía sentir… viva.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

En la mansión, Naruto se encontraba dentro de su clóset terminando de vestirse.


Ese día volvería a las rondas y necesitaba estar concentrado pero eso le había
resultado prácticamente imposible, no como estaban las cosas con Hinata.
Habían pasado casi dos noches desde lo que había sucedido cuando estaban
haciendo el amor. Maldito kyubi. Por primera vez en sus más de trescientos
años de existencia estaba odiando con toda su alma a esa cosa que vivía dentro
de él sin su permiso, gracias a ella había lastimado a Hinata y desde ese
momento ella no había querido ni hablar con él ni verlo.

La puerta de su habitación se abrió y Danzou apareció a través de ella.


— Mi señor —dijo el anciano inclinando la cabeza.

— ¿Qué lograste averiguar, cómo está Hinata?

— La señorita Hyuga se encuentra bien, acabo de llevarle la primera comida y


puedo decirle que se encuentra en excelentes condiciones —entonces se detuvo
como si dudara en continuar con su informe.

— Pero… —musitó Naruto incitándolo a seguir.

— Pero ha externado abiertamente su deseo de continuar encerrada en su


habitación sin hablar con nadie. Según sus palabras, sólo espera que el señor
Sasuke le de su autorización para poder abandonar la mansión. —Naruto
guardó silencio durante unos instantes mientras evaluaba las palabras del
mayordomo hasta que finalmente se dio cuenta de que no había más que hacer.

— De acuerdo. Gracias, Danzou. Puedes retirarte —dijo dándole la espalda al


hombre, tecleó la combinación sobre un gabinete y una vez que la puerta de
metal se abrió, tomó dos GLOCK y varios cargadores de repuesto.

Las imágenes de lo sucedido noches antes pasaron por su mente y eso lo hizo
enfadarse consigo mismo. De un manotazo cerró el compartimiento y luego
abandonó su habitación. Al encontrarse en el pasillo miró hacia su izquierda y,
sin poder contenerse, caminó en esa dirección deteniéndose justo frente a las
puertas de la habitación al final del corredor. Colocó su mano sobre la puerta
pensando en la figura de Hinata del otro lado de ese simple trozo de madera.
Quería… no, deseaba verla, sólo con eso le bastaría pero sabía perfectamente
que no sucedería, no después de lo ocurrido. En ese momento reaccionó, apretó
los puños y se alejó por el corredor dando grandes zancadas que resonaban por
todos lados, denotando su frustración.

En el segundo en el que desapareció tras una esquina, la puerta de la habitación


se abrió a medias, asomándose Hinata a través de ella. Pudo sentir la presencia
de Naruto segundos antes en ese mismo lugar, quería verlo pero, no podía.
Mirar a sus ojos llenos de rechazo sería demasiado para ella, que él le dijera que
no podía estar con ella porque no la deseaba sería algo fulminante y sabía que
no podría soportarlo. A pesar de toda la seguridad que aparentaba, lo cierto era
que la tímida y débil Hinata que había sido de niña seguía viva en una parte
dentro de ella. Sabía que él volvería a las rondas esa noche y su corazón no
pudo evitar estremecerse por ello.

"Por favor, ten mucho cuidado…" rogó mentalmente antes de regresar a su


habitación.

Cuando estuvo en el patio, Naruto miró a su alrededor notando que faltaban el


Escalade negro de Kiba y la Hummer color gris oscuro propiedad de Neji,
además del Audi de Shikamaru. Frunció el ceño mientras se preguntaba por qué
el no podía utilizar un auto, bueno, el auto lo tenía y echó un vistazo a su
pequeño bebé que se hallaba aparcado entre los autos de Ino y Sasuke pero,
sinceramente, en esos momentos el conducir no aparecía como una de las
cosas que le apetecía hacer. Deseaba esa noche poder pelear como nunca
antes.

Necesitaba desahogar toda la impotencia que invadía su cuerpo, necesitaba


alejarse, necesitaba salir y prepararse para algo que realmente no quería pero
debía hacer… dejar ir a Hinata.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Las respiraciones desacompasadas y sonoras se escuchaban entre las cuatro


paredes que los rodeaban, sus cuerpos tirados en la alfombra aún unidos,
cubiertos de sudor, se frotaban uno contra otro al ritmo en el que buscaban
restablecer el latir frenético de sus corazones. Sasuke buscó de nuevo los labios
de Sakura, negándole la posibilidad de recuperar el aliento perdido y ella gimió
en respuesta. Esa mujer lo volvía literalmente loco, todo en ella lo atraía de una
manera que hasta cierto punto lo molestaba, y sin embargo, no podía resistirse a
tomarla cada vez que la veía.

Un zumbido comenzó a hacerse notar en medio del sonido poco cadencioso de


sus respiraciones. Sasuke liberó lentamente los labios de Sakura.

— Esta vez no es el mío —susurró mientras mordisqueaba su labio inferior,


arrancándole un suspiro a la mujer que yacía bajo su cuerpo.

— Lo sé. Es el mío —dijo jadeante intentando quitarse a Sasuke de encima,


aunque él no hacía mucho para ayudarla—. Debo contestar. Puede ser
importante.

Sasuke soltó un bufido casi con irritación y lentamente salió de ella para dejar
que contestara el maldito aparato. Sakura se puso de pie, sintiendo como las
piernas le temblaban, se vistió con la camisa de Sasuke y pensó que si se había
sentido débil hacía un par horas, en ese momento realmente lo estaba. Con
dificultad logró sacar el móvil del bolso para contestar.

— ¿Sí? ¿Eri, qué sucede? —hizo un mohín al escuchar la voz de la asistente del
editor. Eri era una gran chica y muy vivaz pero, aún le faltaba foguearse en el
ambiente del diario así que siempre que Kentarou –el editor- se enojaba, la
ponía tan nerviosa que le impedía pensar con claridad. Sakura respiró profundo
cuando escuchó el motivo de su llamada—. No, yo le envié las imágenes esta
mañana junto con tres copias. Estoy segura. No… ¿está el jefe ahí? dile que
quiero hablarle —volvió a inhalar profundo mientras esperaba, entonces sintió un
escalofrío que le recorría la espalda y cuando se giró, notó que Sasuke la miraba
de una forma tan ardiente que hizo que las mejillas no fueran la única parte de
su cuerpo que se encendiera—. Deja de hacerlo.

— ¿El que? —respondió con una sonrisa traviesa dibujada en el rostro mientras
recorría con la mirada el cuerpo de Sakura de arriba abajo, imaginando lo que
había debajo de la negra tela de su camisa y lo fácil que sería arrancarla de un
solo movimiento.

Ella estaba a punto de replicar cuando escuchó la voz de su editor del otro lado
del auricular devolviéndola a lo que debería estarle preocupando. Luego de
varios minutos de discusión acalorada por el teléfono, el tono de seguridad en la
voz de Sakura le pareció indicar a Sasuke que había ganado la pelea. Cuando
ella volvió a centrar su atención en él, se dio cuenta de que ya estaba casi
completamente vestido.

— Debo irme —dijo Sasuke ásperamente comenzando a sentir lo que no


deseaba: culpa.

— ¿Algún día… "te quedarás el tiempo suficiente para poder hacer otra cosa
que no sea estar uno encima del otro"? —soltó un suspiro sintiendo que había
evitado quedar como una idiota—. Olvídalo.

— ¿Qué sucede? —cuestionó acercándose a ella. El pareció divisar el hilo que


seguían los pensamientos de Sakura pero no podía detenerse a pensar mucho
en ello porque su mente se estaba llenando de cosas que lo hacían sentirse
peor de lo que ya lo hacía.

— ¿Tú crees que esto está bien, no te molesta que yo…?

— En realidad no lo sé, pero si quieres que me aleje, lo haré. —respondió


Sasuke aunque ciertamente él no estaba seguro de sus palabras.

Antes de que ella pudiera decir algo, él atrapó sus labios en un beso tan tórrido
que las piernas de Sakura volvieron a flaquear y la cabeza comenzó a darle
vueltas. Él la alzó en brazos y la llevó hasta la cama, le quitó su camisa y la
cubrió con las sábanas.

— Debes descansar —musitó antes de besarla de nuevo para después salir de


la habitación.

Cuando Sakura se quedó sola intentó hacer un análisis concreto de la situación


pero en lo único en lo que pudo pensar fue en las caricias de Sasuke, en sus
besos, en la sensación de tenerlo dentro de ella y en todo lo que él era capaz de
hacerle sentir y que no había sentido nunca con nadie. Esperaba que él le dijera
que lo que estaban haciendo estaba mal pero fue cierto cuando le dijo que no le
importaba y eso no dejaba de atormentarle haciendo que se preguntara si a ella
le importaba.

Siempre pensó que era lo bastante madura como para manejar correctamente
cualquier tipo de situaciones, sabiendo siempre como afrontar cosas como
abandonar su antigua vida, trabajar en el diario, su compromiso con Sai pero, no
sabía como hacerlo cuando se trataba de su atractivísimo y extremadamente
sexy vecino con quien estaba teniendo una ardiente aventura.

"¡No puede ser que esto te esté pasando a ti!" se recriminó a sí misma mientras
se cubría un poco más con las sábanas. Pensó en buscar su pijama pero, aun
sentía el calor en su cuerpo, así que sólo se dedicó a esperar a que el sueño la
venciera, lo cual sucedió tan sólo unos minutos después.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El día estaba pasando con avance lento, sus horas habían sido interminables
mientras muy pocos dentro de la mansión de la cofradía podían dormir. Ino y
Kiba eran de los pocos inquilinos que lo habían conseguido hasta que la rubia se
levantó de la cama.

— ¿Qué haces, Ino? —cuestionó Kiba medio dormido.

— Nada, vuelve a dormir.

— Apenas es mediodía —respondió removiéndose entre las sábanas


acercándose a la rubia que permanecía sentada en el borde de su lado. Se
levantó sobre sus codos y plantó un beso en el hombro de su mujer— Vuelve a
la cama —susurró roncamente mientras sus labios iban subiendo a través del
suave cuello de la ojiazul quien inclinó la cabeza hacia el lado opuesto para
darle más espacio.

— Iré a la cocina por un poco de agua —musitó alejándose de la tentación en


forma de hombre que intentaba arrastrarla de nuevo hacia las sábanas y no
precisamente para dormir. Se puso de pie y del borde de la cama tomó la bata
de seda color vino a juego con su camisón— Volveré enseguida.

Salió de la habitación al corredor que permanecía perfectamente iluminado y


caminó a través de él hasta llegar a las escaleras; ya en la parte inferior atravesó
el vestíbulo, siguió su camino hasta por fin encontrar la puerta de la cocina
flamantemente equipada, tomó un vaso de la alacena y sirvió un poco de agua
en él. Luego se sentó en una de las sillas altas frente a la mesa de cerámica que
había en medio de la habitación, fijando la mirada en las baldosas del piso.

Segundos más tarde sintió un chakra detrás de ella que hizo que su cuerpo se
pusiera totalmente rígido, con cautela giró la cabeza para mirar sobre su hombro
y vio a Gaara parado en el umbral de la puerta.
— No sabía que estarías despierta —dijo el pelirrojo lacónicamente mientras se
acercaba a Ino. La chica sintió lo que, imaginó, debía sentir una oveja estando
frente a un lobo a punto de ser devorada. Sin poder controlarlo, un temblor
recorrió su cuerpo cuando Gaara pasó frente a ella hacia la nevera, al mismo
tiempo en que las imágenes de él jugando al Jack el destripador con los
cazadores de akatsuki cruzaban su mente.

Gaara abrió la puerta de la nevera y ocultó la sonrisa irónica que se dibujó en su


rostro al oler el miedo que Ino tenía de él. Algo muy normal que sentía la
mayoría de las personas hacia un demonio como él.

— No tienes por qué temerme —dijo sin asomar el rostro— Nunca te haría daño,
no por ser la mujer de Kiba.

Ino no supo si sentirse aliviada o no luego de ese comentario pero fue


precisamente el nombre de su pareja lo que le llevó a rememorar todas las
veces en las que Kiba se ofrecía para ser el compañero del pelirrojo durante las
rondas, como siempre entrenaba con él y como siempre salía en defensa de
Gaara ante cualquier circunstancia.

"Sé lo que es estar atrapado en un mundo que te asfixia por lo que ha sucedido
fuera de tu control sin saber como expresar lo que sientes" solía decirle cada vez
que le preguntaba por qué tanta insistencia con estar cerca de Gaara. "Sé lo que
es sentirte solo, sin una familia en quien apoyarte porque te ha dado la espalda.
Y es por eso que creo que vale la pena estar con Gaara, porque él sabe lo que
es eso y, tal vez no sea capaz de decirlo pero… yo creo que anhela encontrar a
una familia justo como yo te encontré a ti. Quiero que él se sienta parte de algo
otra vez…"

— No te temo Gaara —susurró la rubia aún sin saber si sus palabras eran del
todo ciertas. Aunque tenía la esperanza de que así fuera—. Temo por ti.

El pelirrojo se enderezó asomando medio cuerpo sobre la puerta, sacó una


botella de agua, cerró la nevera y caminó hasta recargarse en una de las
encimeras de mármol cerca del fregadero, desde donde pudo observar a Ino con
cierto aire de incredulidad en su rostro.

— ¿Temes por mí? —cuestionó alzando una ceja— ¿Por qué habrías de
hacerlo? Si yo no fuera bueno asesinando cazadores, todos ustedes desearían
que estuviera muerto. No hay por qué decir lo contrario cuando sabemos que es
verdad, Ino. Tú misma lo has visto, no soy la clase de ser que deba pisar la
tierra. —cada una de sus palabras eran tan afiladas como cualquier navaja, sólo
que estas herían directamente el corazón.

— T-te equivocas. Nada de lo que vi puede hacerme pensar eso, aunque es


cierto que me impresionó y que no logro comprenderte del todo, no significa que
no me preocupe por ti y por lo que te pase. ¿En verdad crees desearíamos que
estuvieras muerto?

— Por supuesto.

— ¿Y piensas que Kiba estaría de acuerdo contigo después de todo lo que han
pasado juntos?

— Las cosas con Kiba son diferentes —Ino se puso de pie de un salto al
escuchar la respuesta de Gaara. Ese hombre era más terco que cualquiera que
ella hubiese conocido, incluyendo a Sasuke.

— ¿Por qué es diferente? No solo somos parte de la misma misión ni tampoco


es que seamos simples compañeros, Gaara. Hay más que eso entre nosotros y
lo sabes. Sé que las cosas no han sido fáciles para ti y con toda honestidad no
me imagino a mí pasando por todo lo que tú tuviste que pasar pero
sinceramente, desearía poder quitarte un poco de todo lo que traes dentro de ti.
Si tan solo… —hizo una pausa mientras giraba el rostro hacia la derecha— Si
tan solo quisieras dejarnos entrar, te darías cuenta de que somos una familia, tú
familia. Kiba y… y yo también si tú quisieras… sólo… —las palabras dejaron de
brotar de su boca así que esperó respuesta en silencio durante un par de
minutos y cuando pensó que no llegaría:

— Lo tendré en cuenta —musitó secamente para luego salir por el mismo lugar
por el que había entrado.

Ino suspiró al ver la puerta cerrarse pero algo de esperanza llenó su corazón
cuando oyó la respuesta de Gaara. Viniendo de él, era más de lo que pudo
haber esperado.

Instantes después volvió a la habitación viendo a Kiba dormido sobre su


estómago. El chico sintió como se volvía a acomodar en la cama y se acercó a
ella.

— ¿Sabes? tenías razón. —susurró la rubia acurrucándose contra su pecho de


Kiba mientras él la rodeaba con sus brazos.

— ¿Sobre qué? —preguntó medio dormido.

— A pesar de todo, he estado pensando que yo también creo que podría valer la
pena acercarse a Gaara. —Kiba rió tenuemente sobre su cabello al escuchar las
palabras de Ino.

— ¿Qué te hizo cambiar de opinión?


— Tú —se levantó un poco y acercó sus labios a los de Kiba para darle un beso,
luego volvió a recargar su cabeza en el pecho del chico— Por fin creo haber
entendido tus palabras y… si él es tu familia, también es la mía y espero que
algún día Gaara lo sienta de la misma manera.

Kiba volvió a sonreír mientras unía sus labios a los de Ino sintiéndose feliz por
las palabras de la chica. No cabía duda que ella era la mujer de su vida y,
aunque sonara imposible, cada día que pasaba sentía que la amaba más que el
anterior; además, considerando que le quedaba más de medio milenio para
compartir a su lado, estaba dudando que su cuerpo fuera capaz de contener
tanto amor por ella en su interior.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La llamada de Sai al trabajo la había hecho ponerse nerviosa y más aún cuando
pidió que se reunieran para comer. Por lo general, en la mayoría de ocasiones
anteriores, ella había sido quien había hecho la petición por lo que resultaba
extremadamente raro que él la hubiese citado.

El restaurante se encontraba lleno debido a que era la hora en la que la mayoría


de las personas tenían su horario para comer. Miró a su alrededor y luego volvió
a beber un poco del café que tenía frente a ella. Sinceramente, a pesar de no
haberlo visto en días, no estaba segura de querer ver a Sai en ese momento,
sobre todo por lo que había estado sucediendo con Sasuke en esos días.
Suspiró pensando que lo suyo con Sasuke sólo se estaban limitando a sesiones
de candente sexo durante unas cuantas horas y después, días enteros sin
hablarse. Así había sido la primera vez y todo parecía indicar que así sería en
esta segunda ocasión, aunque pensó que eso, precisamente, era lo que
diferenciaba las aventuras de las relaciones formales.

Sabía que no debía estar pensando en eso así que decidió concentrarse en la
hora. Habían pasado quince minutos después de la hora acordada y Sai no
había aparecido aún. Suspiró profundamente, lo más seguro era que él tuviera
mucho trabajo y que la dejara plantada, después de todo, no sería la primera
vez; sin embargo, apenas ese pensamiento cruzó su mente, vio a Sai pasar
entre varias mesas en dirección a donde ella se encontraba.

— Hola, cariño. Perdón por el retraso —dijo dándole un beso en la frente y luego
tomó asiento en la silla frente a ella—. ¿Llevas mucho tiempo esperando?

Sakura negó con la cabeza y antes de que pudieran decir otra cosa, la mesera
los interrumpió para tomar su orden, una vez que lo hizo se retiró dejándolos
solos de nuevo. La situación se estaba sintiendo más incómoda de lo que debía
y Sakura lo sabía, así como también sabía que ese estrujamiento en el
estómago que estaba sintiendo en esos momentos era nada más ni nada menos
que la culpa que comenzaba a hacerse presente.
Alzó el rostro y su mirada se encontró con la de Sai. Él siempre había sido
extremadamente serio pero en esos momentos le sonrió tan tiernamente que la
hizo sentir aún peor que una cucaracha en un basurero.

— ¿Y cómo te sientes, ya estás mejor? —cuestionó Sai sacándola de sus


pensamientos.

— Eh, si. Parece que fue sólo una de esas enfermedades de cuarenta y ocho
horas. Ya me siento mucho mejor. —De nuevo se preguntó ¿cómo podía ser
capaz de mentirle tan descaradamente?

— Es bueno escucharlo. Había estado muy preocupado todo el fin de semana, y


más aún cuando no respondiste a mis mensajes. Pensé en cancelar todo para
que pudiera cuidarte.

— Tranquilo, de verdad ya me siento mucho mejor. —Sai estiró su mano para


tomar la de ella y luego de la llevó a los labios para besarla.

— Me alegra.

"Strike uno"

De nuevo, la mesera los interrumpió dejándoles la comida y luego los minutos


siguieron transcurriendo en silencio con excepción de los comentarios breves
sobre lo bien que estaba la comida por parte de Sai. Sakura sólo se limitó a
asentir porque había ordenado una ensalada debido a la sensibilidad estomacal
que la había estado aquejando desde hacía varias largas semanas. Cuando
llegó el postre, no pudo negarse a compartir una rebanada de un delicioso pastel
de chocolate aunque se arrepintió casi al instante debido a las arcadas que le
produjo, aún así intentó controlarse para no hacer sentir mal a Sai.

— ¿Sabes? hace mucho tiempo que no salíamos a comer juntos —dijo el


hombre con cierto aire de culpabilidad que casi la mató en ese instante—.
Aunque sé que es por culpa mía, he estado trabajando mucho últimamente pero
espero que entiendas que es para poder iniciar los preparativos para la boda.
Quiero que todo sea como tú lo quieres sin importar los gastos. —hizo una
pausa— Y también sé que querrás asesinarme por lo que te voy a decir —
Sakura lo miró intrigada.

— ¿Sucede algo? —Sai llevó un trozo del pastel a su boca y luego de


degustarlo, respondió.

— El buffet de Ooji Yoshikawa ha tenido problemas con su equipo jurídico en


Suna y quiere que yo los auxilie en un caso que están llevando para las
industrias Akirayama. —Sakura no pudo ocultar su impresión. Ese despacho de
abogados era uno de los más importantes a nivel mundial según le había
comentado Sai en más de una ocasión y también había oído hablar sobre esas
industrias, las principales en el ramo automotriz.

— E-eso es… impresionante —susurró sin poder salir del asombro—.


¡Felicidades!

— Gracias, cariño.

— No entiendo por qué habría de asesinarte por ello.

— Bueno, porque tendré que ir a Suna por un par de semanas y debo partir
mañana —respondió casi con arrepentimiento—. No hemos estado juntos desde
hace varios días y ahora yo me voy. Es perfectamente justificable si quieres
enfadarte.

"Strike dos"

Un nuevo estrujamiento se alojó en el abdomen de Sakura, extendió su mano


sobre la mesa y la colocó sobre la de Sai sintiendo que él le daba un ligero
apretón.

— Nunca podría enfadarme contigo por haber conseguido un logro tan


importante en tu carrera así que no tienes por qué sentirte culpable ¿de
acuerdo?

— Me encantas, por eso te amo tanto —Sakura dio un ligero respingo mientras
sentía su estómago desaparecer por la compresión que había sobre él—. Pero
¿sabes qué? intentaré compensarlo, ¿tienes que volver a la editorial hoy?

— Eh, no. De hecho…

— Entonces te propongo que te fugues conmigo y pasamos toda la tarde juntos


¿qué dices? —Sakura apretó sus labios con fuerza y finalmente asintió.

— Me encantaría.

"Strike tres. Ponchada"

Después de comer, caminaron por el parque, fueron al cine y luego a cenar a un


restaurante a las afueras de la ciudad, las cosas que solían hacer cuando eran
más jóvenes y todo era más simple que ahora. Sakura no pudo librarse ni un
solo minuto de la opresión que sentía en el pecho luego de ver a Sai cancelar
todas sus citas para estar con ella sin interrupciones, intentado recobrar algo del
tiempo que habían perdido desde hacía algunas semanas. Él quería compensar
su ausencia y eso la hizo sentir muy ruin al darse cuenta de que ni siquiera la
había notado por pensar en Sasuke.

En el momento en el que su nombre apareció en sus pensamientos, las


imágenes de lo que sucedía con él cruzaron su mente y de nuevo la duda la
tomó por sorpresa. Miró a Sai quien caminaba a su lado, tomándola de la mano
y se preguntó si en algún momento, por pequeño que fuera, él había dudado
sobre su compromiso como ella lo hacía. Por la seguridad que veía en sus ojos
supuso que no lo había hecho y entonces se molestó consigo misma al darse
cuenta de que lo único que estaba buscando era una justificación, un motivo
para no sentirse tan mal como se sentía.

Cuando la noche cayó, Sai y Sakura se encontraban en la puerta del


apartamento de la ojiverde despidiéndose.

— En verdad desearía poder llevarte conmigo —susurró Sai mientras acariciaba


la mejilla de Sakura con el dorso de los dedos.

— Está bien —respondió la ojiverde— No tienes de que preocuparte. Además,


no sería bueno que te distrajeras

Sai sonrió tenuemente mientras le rodeaba la cintura con los brazos y luego la
acercaba a él.

— Tal vez tienes un poco de razón, si estoy contigo, nada más me importa. Así
que técnicamente eres la distracción más grande que tengo.

Sakura respondió el comentario con una sonrisa muy forzada antes de que Sai
la besara. Por primera vez en su vida, desde que lo había conocido, no sintió
nada ante ese contacto, nada siquiera cercano a lo que sentía cuando estaba
con…

Antes de que pudiera pensar su nombre, escuchó la puerta del apartamento de


junto abrirse y como por reflejo, se apartó de Sai. Cuando miró sobre su hombro
se encontró con una mirada oscura y sobre todo, fría.

… Sasuke

El azabache reaccionó y pasó junto a ellos sin siquiera mirarlos, con ese aire de
superioridad y arrogancia que lo caracterizaba, dejando una estela helada a su
paso, como si de repente, la temperatura del lugar hubiese descendido varios
grados centígrados.

— ¿Quién es? —le preguntó Sai una vez que Sasuke desapareció en el
ascensor.

— Mi… vecino "amante" —corrigió una vocecilla en su interior—. "O al menos lo


era hasta hace un minuto."

— Algo en él no me agrada —susurró Sai sacándola de sus pensamientos


nuevamente.

— No es una mala persona —dijo Sakura intentando defenderlo—. Es primo de


Ino, ¿la recuerdas? La rubia que conociste en la editorial.

Sai la miró sorprendido pero en un segundo volvió a recuperar su semblante de


siempre.

— Bueno, debo irme. —dijo restándole importancia al asunto—. Mañana debo


levantarme temprano porque mi vuelo sale a primera hora —tomó su rostro entre
las manos para besarla nuevamente—. Intentaré volver lo más pronto que me
sea posible ¿de acuerdo?

Sakura asintió dedicándole una leve sonrisa. Él la besó una vez más y luego
caminó hasta el ascensor. Cuando se halló sola en el corredor, miró hacía el
apartamento de Sasuke e Ino, imaginándolo a él parado justo como lo había
estado instantes antes, recordando la manera en la que la había mirado.

"Tal vez, después de todo, no esté dispuesto a ser el amante de alguien…"le


susurró de nuevo esa extraña voz interna. Ella le dio toda la razón y entonces
entró a su apartamento, cerrando la puerta tras ella.

Sasuke atravesó el vestíbulo, se detuvo en el primer escalón de las escaleras


exteriores del edificio, miró a su alrededor y apretó los puños al darse cuenta
que el aroma que provenía de ese humano que estaba con Sakura, era el mismo
que había captado la ocasión anterior. Era su prometido. De nuevo, sin poder
controlarlo, un fuego intenso recorrió todo su ser y antes de seguir con la
alucinación de la que se creía preso en esos momentos, se desmaterializó hacia
el centro.

Necesitaba luchar. Lo necesitaba de veras.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Cuando tomó forma, se encontraba en el techo de un edificio habitacional y vio


que Ino y Naruto estaban ahí.

— ¡Vaya, ya era hora! —exclamó Naruto acercándose a él. Ino se quedó un par
de pasos alejada—. ¿Se puede saber donde estabas?

— No te importa —respondió lacónico.

— No estás de humor ¿eh? —cruzó los brazos sobre su pecho adquiriendo un


semblante pensativo—. Veamos, en la primera comida estabas de tu humor
apático normal y luego te desapareciste, lo cual quiere decir que algo sucedió en
la última media hora —asintió varias veces como si supiera que todas sus
conjeturas fuesen correctas—. ¡Ya sé! ¿No me digas que la mujer en la que
estás interesado te rechazó de nuevo? —Sasuke apretó los puños con fuerza
intentando contener sus ganas de atizarle un buen golpe a Naruto por ser tan
bocazas.

— ¿De qué mujer están hablando? —cuestionó la rubia mirando a ambos


hombres alternadamente.

— De nadie —musitó Sasuke pero Naruto le interrumpió.

— De la mujer en la que Sasuke está interesado ¿no lo sabías? —Ino negó con
la cabeza— ¡Qué extraño! Pensé que tú la conocías.

— Pues no, pero ¿qué hay con ella?

— No lo sé —respondió Naruto sin importarle que Sasuke seguía parado junto a


él, como si se hubiese olvidado de su presencia— pero si no me equivoco, es la
segunda vez que le da calabazas. No se tú pero yo, aún cuando todavía no la
conozco, ya siento que me agrada.

— ¿Quién es Sasuke? —le preguntó Ino— ¡Por favor no me digas que es Karin
porque entonces tendré que golpearte por imbécil!

— Bueno, no es que Karin sea fea, —comentó Naruto— pero…

— ¡Ya es suficiente! —exclamó Sasuke casi con furia haciendo callar a ambos—
No le hagas caso, Ino. No sé de qué mierda está hablando este imbécil pero ya
es suficiente ¿quedó claro?

Ninguno respondió pero cuando Sasuke caminó hasta el borde, ambos se


dirigieron una mirada cómplice. La reacción de Sasuke les había dicho más de lo
que él imaginaba.

Un par de minutos más tarde, Naruto se acercó a él.

— ¿Sigues molesto? —cuestionó con mesura—. Escucha, sé que no fue la


manera pero quería saber qué te pasaba y…

— Te conozco de toda la vida, Naruto —le interrumpió—. Y si realmente me


enfadara por cada estupidez que sale de tu boca, te la hubiese cosido yo mismo
apenas comenzaste a hablar. Así que, no. No estoy molesto, pero no quiero
volver a escuchar otra tontería como esa ¿de acuerdo?
— Claro, jefe. —ambos permanecieron en silencio durante unos instantes más
mientras observaban el movimiento en la calle bajo ellos.

— ¿Qué sucede? —cuestionó Sasuke al ver la ansiedad con la que Naruto


hacía crujir sus dedos. La mirada celeste se centró en él y luego de que se
armara de valor, el rubio respondió:

— Necesito pedirte un favor.

— Habla.

— Bueno, verás… —se rascó la nuca en muestra de nerviosismo— entre Hinata


y yo… bueno… lo que quiero decir…

— No complaceré a la doctora porque tú no eres capaz de hacerlo. —


interrumpió Sasuke con una media sonrisa dibujada en el rostro—. Pídeselo a
Neji, tal vez él quiera hacerlo sin cobrarte, pero ya sabes a qué atenerte si dejas
que toque a tu mujer.

— Ja ja —musitó sarcástico— Aunque en realidad tiene algo que ver. Necesito


que me ayudes con algo, es referente Hinata. Tal vez cuando volvamos a casa
puedas decirle…

— ¿Acaso no lo sabes? —cuestionó casi sorprendido, volteando para mirarlo—


La doctora Hyuga se va esta noche. Pidió mi autorización y…

Al oírlo, Naruto dio un respingo y antes de que Sasuke pudiera decirle algo más,
se desmaterializó.

"Supongo que no lo sabías" pensó el azabache mirando el espacio que antes


había sido ocupado por su amigo.

— Sasuke —le llamó Ino y entonces él percibió el aroma dulzón y frío que tanto
estaba esperando. No pudo evitar esbozar una media sonrisa mientras se
acercaba a la rubia.

"Bueno, hora de divertirse" dijo mentalmente antes de desmaterializarse para


iniciar, lo que esperaba, fuera una noche muy agitada.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Hinata siguió a Danzou a través del corredor y las escaleras hasta que
finalmente se detuvo cerca de la puerta, dio un último vistazo al magnífico
cuadro de ángeles que decoraba el techo del vestíbulo, maravillándose por la
exquisita combinación de colores que hacía parecer que los querubines tenían
vida propia y que en cualquier momento bajarían de las esponjosas nubes para
mostrarse ante ella.

Si, eso era una ilusión, como también lo había sido lo que ella había sentido con
Naruto.

Suspiró profundo y miró su reloj, aún era temprano así pensó que lo mejor sería
decirle a Danzou que la llevara a la clínica y ya después de ahí, ella se
materializara hasta su casa al final de la noche. Había estado ausente durante
casi cuatro noches y tenía varios pacientes por atender, ninguno de gravedad
pero estaba vigilando sus procesos de mejoría.

— Señorita, el auto está listo —dijo Danzou cortésmente apareciendo por la


puerta. Ella asintió y caminó en su dirección, cuando estaba dispuesta a salir
detrás de él, se sorprendió de ver a Naruto frente a ella bloqueándole la salida,
causándole un sobresalto.

Según le había dicho Danzou, las paredes de la mansión estaban recubiertas de


acero, lo que impedía la materialización dentro de la casa entonces… ¿cómo
había podido hacerlo Naruto?

— Estoy fuera de la casa —respondió como si pudiese leer su mente, lo cual era
imposible a menos de que estuvieran predestinados y hubiesen tenido intimidad
y, obviamente, eso no había sucedido—. ¿Por qué no me dijiste que te irías
hoy?

Ella alzó el rostro lentamente y cuando sus ojos se encontraron con la mirada
celeste de él, no pudo evitar sentir ese extraño escalofrío que la recorría siempre
que lo miraba, de manera automática las imágenes de lo ocurrido días antes
regresaron a su memoria y rápidamente apartó su mirada, desviándola hacia un
costado. No podía verle el rostro pero estaba parado justo frente a ella, tan sólo
unos cuantos centímetros los separaban y eso hacía posible que el aroma que
emanaba de la piel de Naruto llegara hasta su nariz.

— Qu-quise ser práctica y evitarnos esta incomodidad. —con cautela levantó


nuevamente el rostro sólo para descubrir que la mirada de Naruto seguía
clavada en ella. Él abrió la boca como si intentara decir algo pero ella se lo evitó,
tomando la iniciativa—. No tienes por qué decir nada. Ahora las cosas han
quedado bastante claras y yo… —suspiró— sólo déjame ir.

En ese momento Naruto la tomó por los hombros antes de que ella rodeara para
salir por la puerta. Su toque fue como brazas ardiendo sobre su piel aún por
encima de la tela y de nuevo una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo.

— Por favor, sólo déjame explicarte ¿si? —inclinó su cabeza y con una mano
tomó el rostro de ella por el mentón para que pudiera encontrar su mirada—.
Dame sólo unos minutos y si después sigues sin cambiar de opinión, te juro por
la diosa que saldré de tu vida para siempre. Por favor, Hinata.

Ella cerró los ojos mientras seguía escuchando su súplica, no quería verle a los
ojos porque sabía que entonces sucumbiría sin remedio pero, por otra parte,
algo dentro de ella le decía que necesitaba escuchar lo que él tenía que decir.
Tenía mucho que preguntarle, demasiadas dudas y si quería volver a su vida
anterior, necesitaba saciar su curiosidad para así no tener a Naruto presente en
su mente todo el tiempo. Volvió a abrir los ojos y lo miró fijamente.

— D-de acuerdo. —la sonrisa que se dibujó en el rostro de él fue tan cálida que
llegó a cada rincón de su ser.

— Gracias —tomó su mano y comenzó a caminar a través del patio—. Ven


sígueme.

— Pensé que hablaríamos aq…

— Eso haremos, pero quiero que conozcas un lugar —respondió casi con
entusiasmo—. No te preocupes, Danzou regresará tu equipaje adentro. Ven,
sube.

Hinata se detuvo de golpe al ver el hermoso auto que había frente a ellos. Un
Dodge Challenger 71, de color naranja y un par de franjas negras al frente.

— ¿Es tuyo? —preguntó asombrada a Naruto, quien estaba del otro lado. Él
asintió—. Es hermoso.

— Gracias. Fue un regalo de Sasuke por mi cumpleaños hace dos años, tiene
como pasatiempo restaurar autos clásicos. Pero no se lo digas a nadie, es un
secreto.

Hinata sonrió tenuemente, abordó el vehículo y miró a Naruto.

— ¿A dónde vamos?

— Ya lo verás. Te va a encantar —respondió el rubio, y entonces, puso en


marcha el motor.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

— ¿Estás seguro? —preguntó Ino por el móvil—. Entiendo, gracias Shika.

— ¿Qué sucede? —le preguntó Sasuke una vez que Ino finalizó la llamada.

— Shika dice que ya no hay más cazadores en esta zona y que los pocos que
logró rastrear se dirigen hacia las afueras por lo que Kiba y Gaara van hacia allá.
—soltó un suspiro— Supongo que por hoy ya hemos terminado.

Sasuke asintió levemente mientras sopesaba las palabras de Ino. Shikamaru no


solamente era el vampiro más inteligente que existía sino que, además, tenía la
habilidad de rastrear a los cazadores de akatsuki en varios kilómetros a la
redonda, tuviesen o no los sellos de maldición activados.

— Y bien, ahora que ya no tenemos trabajo por hacer y estamos solos, ¿vas a
decirme a que mujer se estaba refiriendo Naruto?

— Te dije que no le hicieras caso. Son alucinaciones que tiene —volteó a ver a
Ino y notó que ella lo miraba de esa manera que quería decir que sabía que le
estaba mintiendo.

— Ambos sabemos que Naruto no sabe cuando cerrar la boca pero no es un


mentiroso y además, te conoce mejor que tú mismo Sasuke así que…

— Ya te lo dije Ino, no es lo que Naruto y tú están pensando así que déjalo


¿quieres? —la rubia soltó un suspiro en señal de resignación mientras veía a
Sasuke caminar un par de pasos al borde del techo donde se encontraban.

— Como quieras, sólo pido conocerla antes de que vayas a emparejarte con ella
¿de acuerdo? Adiós.

Sasuke dio la vuelta para replicar pero cuando lo hizo, Ino ya se había ido.

— Te veré en casa… —musitó mientras volvía a concentrarse en la calle bajo él,


segundos después saltó y mientras caía se desmaterializó, sólo que en vez de ir
a la mansión, su instinto lo llevó a otro lugar. Un lugar que sabía que no debía
visitar y que sin embargo no podía evitarlo.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El sueño la había reclamado hacía varias horas cuando pudo sentir que alguien
se acomodaba a su lado. De inmediato abrió los ojos a la vez que se sentaba de
golpe.

— Tranquila, soy yo.

— ¿Sasuke? —musitó extrañada, pero al ver su figura sentada a su lado siendo


delineada por la escasa luz que se colaba por su ventana supo que era él—.
¿Cómo…? —intentó preguntar—. Entiendo, estoy soñando. —susurró
convencida volviendo a acostarse dándole la espalda. Los sueños que había
tenido desde hacía varios días eran tan reales que lo que sucedía en ese
momento le pareció sólo uno más.
— ¿En verdad crees que estás soñando? —cuestionó acostándose junto a ella
sobre las sábanas. Entonces comenzó a acariciar su cuello con los labios
mientras la abrazaba por la cintura.

— Por supuesto. Tienes esta maldita costumbre de venir a mí aún en sueños así
que esto no me extraña.

— ¿De verdad? —ella asintió.

— Aunque por lo general haces otras cosas más interesantes —Sasuke rió
quedamente inhalando el aroma de la piel desnuda de la espalda de Sakura.

— Puedo hacerlo si quieres. —susurró bajando el pequeño tirante del camisón


azul que ella vestía—. Un par de cosas interesantes —repitió sus palabras—
están viniendo a mi mente en estos momentos.

— No te ofendas pero no en esta ocasión. —respondió con la voz débil en señal


de que se estaba durmiendo otra vez—. He estado demasiado cansada
últimamente y tú no ayudas mucho que digamos.

— Lo sé. Así que no te preocupes, no haré nada más que esto. —dijo
acercándola más a él, hundiendo el rostro entre su cabello, embriagándose con
el aroma a flores que tenía. Ella suspiró.

— Pensé que te alejarías luego de saber lo de Sai y yo.

— ¿Por qué lo haría?

"Eres mía…" susurró una voz en su cabeza logrando sacarlo de balance durante
un segundo. ¿En verdad él había pensado eso? Antes de encontrar respuesta,
la voz de Sakura lo interrumpió.

— Porque nunca imaginé que tú eras de los que podía ser el amante de alguien,
cuando bien podrías… —no continuó gracias a la interrupción de un bostezo.

— No me iré a menos que tú lo desees —respondió extrañándose de sus


propias palabras, aún más al darse cuenta de que eran totalmente ciertas.

— Entonces… —susurró dándose la vuelta y así hundir el rostro en el pecho de


Sasuke para inhalar aquel aroma que tanto le gustaba—. Quédate conmigo.

— Eso haré. —musitó rodeándola con sus brazos—. Dime algo, Sakura…

— ¿Mmmm?

— ¿Cómo prefieres tenerme, en sueños o en carne y hueso?


— Como ahora —susurró arrastrando las palabras, pasándole un brazo por el
abdomen— Me encanta el sexo contigo pero, aún en mis sueños, nunca
habíamos cruzado más palabras que no fueran "Por favor, sigue. Oh si, si…" y
esas cosas.

Sasuke sonrió tenuemente.

— Supongo que tienes razón…

Minutos más tarde, cuando sintió que la respiración de Sakura volvió a hacerse
más acompasada, supo que había vuelto a dormirse y simplemente se dedicó a
mirarla. Sin poder controlarlo, pasó el dorso de su mano por la suave mejilla y
cuando ella se removió entre las sábanas acercándose más a él, sintió el deseo
que se agitaba en su interior.

"No podía estar pasando". Estaba cansado de repetir esa frase tantas veces que
ahora ya no le encontraba lógica.

Sabía que nada de eso debería estar pasando, realmente era consciente de que
las cosas no debían de ocurrir así pero no podía recordar el momento en el que
los planes y la razón habían dejado de parecerle importantes. El no se había
acercado a Sakura ni para conocerla ni mucho menos para acostarse con ella,
su trabajo solamente era apoyarla en el proceso de transición, debía ser
solamente eso, pero la situación se había salido de su control desde el momento
en el que la estrechó en sus brazos.

Fue en ese momento cuando todo su raciocinio, control y madurez se habían ido
por el desagüe dejando solamente a sus instintos que lo habían colocado en esa
situación. Ahora, oficialmente era el amante de una mujer, una mujer que
además era humana, algo que no tendría que hacer puesto que -aunque
estuviera mal que él lo dijera- siempre había podido tener a la mujer que
quisiera, fuese humana o no, en su lecho con tan sólo una mirada.

Pero había mucho más en Sakura, había algo en esa mujer que lo sacaba de
sus cabales, le removía cosas en su interior que no sabía que poseía y lo atraía
con una fuerza tan magnética que le era imposible resistirse, cuando no estaba
luchando en lo único en lo que podía pensar era en ella y por más que intentaba
controlarlo, le era imposible. Era como si, lo estuviese hechizando.

Dentro de él, la voz de la razón le decía que debía alejarse de ella pero… todo
su cuerpo le gritaba que hiciera lo contrario.

¿Como podía alejarse de la persona que le recordaba que seguía vivo?


Capítulo 10
Llevaban en el auto cerca de treinta minutos y aún no tenía idea de a donde se
dirigían, instantes antes había visto las señales que indicaban que habían salido
de la ciudad y ahora todo lo que había a su alrededor era el campo vacío,
invadido por la oscuridad total. Miró de reojo hacia su izquierda y vio a Naruto
con el rostro igual de impasible y la vista fija en el camino que recorrían con las
luces apagadas, bueno, para alguien con la vista tan agudizada como la tenían
los vampiros, las luces resultaban mera formalidad en presencia de humanos.

Aún con la escasa luz, debía reconocer que era simplemente increíble. Ese
hombre parecía no conocer la palabra defecto. Era demoledoramente atractivo.

Su rostro era la representación de lo que las humanas –y no solamente ellas-


definirían como el rostro masculino perfecto, rasgos magníficamente definidos
pero delicados a la vez, sonrisa de encanto y ojos de un azul tan hipnótico que
con una sola mirada estaba segura de que podían derretir hasta el corazón más
frío. Y bueno, su cuerpo no era cosa menos, esos casi dos metros lo hacían
alguien imponente y poseía un aire de seguridad y hasta cierto punto, salvaje
que hacían pensar que no debía ser tomado a la ligera y que, sin embargo,
también era parte de su encanto; todo en complemento con cada músculo
perfectamente tonificado sin dejar rastro a dudas de que nada en él era
imperfecto. Absolutamente nada.

Y ella lo sabía de primera mano.

Pensar en ello fue una mala idea. De inmediato todas las escenas de lo que
había casi sucedido entre ellos se arremolinaron de golpe en su mente y sintió el
calor ir subiendo lentamente en su interior. Intentó concentrarse en otra cosa
mirando discretamente en otras direcciones hasta que una duda asaltó su
cabeza cuando vio -o más bien no vio- las líneas divisorias sobre el pavimento,
lo cual era extraño considerando su visión desarrollada. ¿A qué velocidad
estaban yendo? Dispuesta a saciar su curiosidad, y en aras de evitar algún
incidente bochornoso si el deseo se despertaba en su cuerpo, decidió bajar la
ventanilla sintiendo una gran corriente de aire golpearla de repente.

Jamás había sentido algo como eso, el viento chocaba contra su rostro
enfriándolo al instante y se colaba por su cabello agitándolo para hacerle sentir
un extraño cosquilleo en el cuello. No podía dejar de sonreír al sentir su cuerpo
embargado de esa sensación tan excitante y, sin poder evitarlo, miró a Naruto
quién también la observaba con aquella sonrisa casi aniñada que tanto le
encantaba mientras el viento también le alborotaba los mechones rubios de su
cabello.

— ¿Cómo puedes ir tan rápido? —preguntó casi a gritos gracias al viento que
golpeaba sus tímpanos—. ¡Es increíble!

— Me encanta sentir la adrenalina al conducir, lo de la ventanilla te lo hubiera


sugerido antes pero pensé que te molestaría el aire. —Hinata negó con la
cabeza y entonces él bajo también la suya, duplicando la intensidad de la
sensación del viento entre ellos.

— ¡Es fantástico!, nunca se me habría ocurrido hacerlo —respondió con una


sonrisa antes de darse cuenta de que Naruto estaba aumentando la velocidad a
un límite humanamente mortal, sin embargo no le preocupó en lo más mínimo y
cuando él soltó un grito de júbilo a través de su ventanilla, ella no pudo hacer
otra cosa que reír al notar ese aire tan despreocupado que los rodeaba.

En medio de la carretera era como si fuesen realmente libres.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sakura se removió entre las sábanas haciendo que Sasuke se diera cuenta de
que se había quedado dormido. Miró a la mujer que yacía a su lado notando que
la había destapado mientras dormía y al verse a sí mismo supo la razón: estaba
vestido. No es que él durmiese desnudo pero unos pantalones y abrigo de cuero
no formaban parte de lo que él consideraría su ropa para dormir favorita, y como
aún se negaba a alejarse de Sakura, sólo encontró una opción.

Con el mayor cuidado que le fue posible, retiró el brazo que estaba sobre su
torso para sentarse, apoyado con los talones logró quitarse las botas y después,
el abrigo, la cartuchera, las armas, la camisa y los pantalones fueron a parar a
algún lugar en el piso de la habitación, cerca de la cama. Cuando se encontró
casi desnudo, volvió a recostarse, esta vez debajo de las sábanas, acercándose
de nuevo a Sakura, abrazándola por la espalda. Sin embargo, se tensó al
instante al darse cuenta que el simple roce con el cuerpo de ella había agitado
aún más el deseo que había dentro de él y que pensó que había controlado
momentos antes.

— Dijiste que no harías nada esta noche —musitó entre dormida cuando sintió la
erección de Sasuke golpear cerca de su trasero. Él sonrió sin poder evitarlo.

— Lo sé, y pienso cumplirlo, al menos hasta que deba irme. —Sakura se volteó
para mirarlo, abriendo parcialmente los ojos.

— ¿Por qué te vas? —Sasuke le dio un rápido beso y luego pasó sus dedos
entre las mechas rosadas.

— Porque pronto tendrás que despertar. —a ella le pareció lógico así que
asintió.

— Claro. Había olvidado que estaba soñando. —susurró mientras recargaba la


cabeza sobre el pecho –ahora desnudo- de Sasuke, sintiendo como él la
abrazaba con intensidad, envolviéndola en su cuerpo en un gesto tan protector,
que incluso podía llegar a lo posesivo y que, sin embargo, le gustó.

Sasuke inclinó el rostro para poder tener el cabello de Sakura a unos cuantos
centímetros y así seguir deleitándose con ese suave aroma mientras pensaba
que aún le quedaban unas horas antes de que tuviera que volver a la mansión.
Ya después se encargaría de hacer un análisis frío a la situación, por ahora, lo
único que le importaba era continuar sintiendo eso que sentía teniendo a Sakura
acurrucada en su pecho, compartiendo la misma cama. Nunca lo había sentido
antes y algo dentro de él deseaba seguir sintiéndolo siempre.

Por primera vez en su vida, agradeció el hecho de que la noche no hubiese sido
tan agitada como él había deseado en un principio.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Luego de algunos minutos más, por fin Naruto aparcó el auto a la orilla del
camino. Ambos bajaron del vehículo y el rubio caminó hasta quedar parado junto
a ella.

— Bien, a partir de aquí caminaremos. Son sólo unos cuatro o cinco kilómetros
más —Hinata dio un respingo al escucharlo y él no pudo evitar sonreír—. Es
broma, nos materializaremos.

— P-pero, no sé a donde vamos. —respondió un poco sonrojada—. Yo no


puedo materializarme si no sé a donde voy.

— No sabía que fueras tan joven —dijo él sorprendido. La habilidad de


desmaterializarse era algo que se pulía con los años, y generalmente, para los
que recién pasaban por el cambio, las limitaciones eran bastantes—. ¿Cuántos
años tienes?

— Veintinueve.

— Uuyy —Naruto hizo una mueca mientras pensaba en algo—. ¡Ya sé! Ven —
extendió su mano para tomar la de ella—. No importa.

— P-pero…

— ¿Confías en mí, Hinata? —ella asintió y entonces Naruto la jaló hacia él hasta
sentir su cuerpo considerablemente cerca del suyo. Hinata alzó la vista y no
pudo evitar sonrojarse haciendo que Naruto sintiera un espasmo en la espalda al
ver su rostro teñido de carmesí. Intentando recuperar el hilo de sus
pensamientos, el rubio se aclaró la garganta—. Bueno, me desmaterializaré y tú
seguirás mi chakra pero debemos de estar lo más juntos que se pueda para que
esto resulte ¿de acuerdo?
Hinata asintió y entonces Naruto la atrajo más hacia él, ella cerró los ojos
logrando sentir el latido de su corazón contra su pecho y su flujo de chakra irse
estableciendo en un nivel estándar, lo escuchó inhalar profundo y ella hizo lo
mismo hasta lograr equilibrar su energía con la de él. Sus chakras se fusionaron
y una vez que alcanzaron un equilibrio, sus cuerpos se hicieron cada vez más
ligeros hasta que les fue posible viajar a través del viento, dejándose envolver
por una cálida sensación al estar los dos completamente unidos en el nivel más
estricto de la palabra.

Tan sólo fueron unas cuantas milésimas de segundo pero ella pudo haber jurado
que el tiempo se congeló en una eternidad completa.

— Ya puedes abrir los ojos Hinata —susurró Naruto en su oído provocándole un


escalofrío. Lentamente obedeció hasta que pudo ver lo que se alzaba frente a
ella—. Y bien, ¿qué te parece?

— Es… increíble —dijo casi sin aliento.

Se encontraban en la cima una de las colinas más altas que rodeaban la ciudad,
el cielo estaba completamente estrellado siendo iluminado por la luna llena
sobre ellos y Konoha se extendía justo al frente, con los miles de pequeños
puntos luminosos haciéndola parecer un reflejo del cielo nocturno. Sin poder
evitarlo, caminó unos pasos más hacia delante, buscando contemplar todo con
el mayor detalle que le fuera posible.

— Ten cuidado, doctora. Estás al borde y es una caída de varios cientos de


metros.

Hinata se detuvo en seco y desde ahí se quedó mirando completamente


maravillada la hermosa vista que se alzaba a su alrededor.

— No lo puedo creer. —musitó en un suspiro—. Es realmente hermoso.

— Me alegra que te guste —dijo él apoyando el mentón sobre su hombro


izquierdo mientras la abrazaba por la cintura—. Bienvenida a mi escondite
secreto. Siempre vengo aquí cuando quiero pensar, bueno, en realidad pienso
mientras vengo hacia acá, la panorámica es un plus.

Hinata sonrió mientras ladeaba su rostro para encontrar el de Naruto


extremadamente cerca, y antes de que pudiera decir algo, él capturó sus labios
en un beso que logró remover cada fibra de su ser. Ese lento y apacible roce le
estaba quitando las fuerzas de manera tan súbita que sentía la cabeza darle
vueltas, pero en el momento en el que la lengua de Naruto delineó sus labios
pidiéndole acceso al interior de su boca, el último ápice de cordura emergió
dentro de ella y en lugar de darle paso, se separó obligadamente.
— Di-dijiste que querías hablar —señaló llevando sus manos hacia las de Naruto
y así poderse deshacerse de su abrazo, luego se alejó un par de pasos—. Me
trajiste aquí para eso, n-no para…

— Lo siento, Hinata —dijo mirando al piso.

Ella sólo apretó con más fuerza sus dedos entrelazados, no era de las personas
que perdían la paciencia con facilidad pero esa frase, en labios de Naruto,
estaba comenzando a fastidiarla de sobremanera. "¿Acaso no tenía más
material dentro de su repertorio?" Se extrañó de haber pensado eso, siendo ella
alguien tan tranquila y paciente pero, en definitiva, ese hombre lograba sacar a
relucir facetas de ella que ni siquiera ella misma conocía.

— Necesito que dejes de decir eso como si fuera suficiente para aclarar las
cosas. Aunque en realidad… no hay mucho que aclarar.

Hinata suspiró sintiendo como el corazón le latía a mil por hora, las manos
comenzaron a temblarle y su cuerpo se estaba cubriendo de una ligera capa de
sudor frío pero, ahora, no podía evitar que las palabras siguieran brotando de
sus labios aún cuando Naruto hizo un ademán para intentar interrumpirla, ella se
lo impidió.

— N-necesito que me dejes continuar. Ya he entendido todo, no soy la mujer


que tú esperabas o que tú quieres —Naruto hizo un nuevo intento para hablar—
No, de verdad, n-no necesito que digas algo para tratar de hacerme sentir mejor.
A-aunque no lo creas, yo… yo puedo entenderlo, sé que de entre todas las
mujeres que pisan la tierra, no soy alguien que resalte o que incluso valga la
pena para… —se aclaró la garganta— para un hombre totalmente perfecto
como tú lo eres y… y yo…

Naruto no pudo evitar soltar una leve y ácida carcajada por el comentario de
Hinata. Ella lo miró frunciendo el ceño.

— ¿Tú crees que soy perfecto, Hinata? —volvió a reír tenuemente—. Nada más
alejado de la realidad, cariño. Soy el rey de los defectos.

— No creo que sea necesario que te burles de mí —murmuró ella.

— No me estoy burlando te lo asegu…

— ¡Si no soy la mujer que deseas bien podrías decirlo y así yo podría regresar a
mi vida ¿no te parece? —de inmediato se llevó ambas manos a la boca. Nunca
le había hablado a alguien de esa manera, ni siquiera había pensado que su
tono de voz llegara a tales decibeles pero acababa de hacerlo, por primera vez
en toda su vida había levantado el tono de su voz, o más bien, le había gritado a
alguien.
Estaba a punto de disculparse cuando, en un movimiento totalmente sorpresivo,
Naruto la acercó a él, juntando sus cuerpos haciéndola sonrojar al instante.
Intentó liberarse pero los fuertes brazos que la rodeaban se lo impedían,
ciñéndose a su alrededor con firmeza.

— ¿En verdad crees que no te deseo, Hinata? —cuestionó casi con indignación
tomando una de las frágiles manos para llevarla hasta la erección que
presionaba contra sus pantalones en ese momento. Ella se estremeció
sonrojándose aún más—. Eres lo que más deseo en estos momentos, te juro por
la diosa que no hay nada en este mundo que quiera más que arrancarte la ropa
en este mismo instante y hundirme dentro de ti por completo. Te pienso en cada
momento, tu aroma se quedó grabado en mi mente haciéndome casi
enloquecer, mi piel arde por tocarte, quiero recorrer tu cuerpo con las manos,
con la boca, con mi lengua. Quiero hacerte el amor de mil y un formas y en
todos los lugares que te puedas imaginar. Y si esto —volvió a hacer presión
sobre sus pantalones ocasionando que ambos gimieran— no es deseo,
entonces no sé lo que es.

El corazón de Hinata estaba latiendo a un ritmo tan intenso que si ella fuera
humana, ya le habría dado un paro cardiaco. La cercanía del cuerpo de Naruto,
el calor que irradiaba, su aroma totalmente masculino con tintes amaderados, la
mirada oscurecida, toda esa ardiente declaración además de su mano en
aquella parte del cuerpo masculino, estaban llevándola a un estado de
nerviosismo que se extrañaba de poder conservarse aún en pie. El calor en su
cuerpo creció abruptamente y en lo único que pudo pensar era que no podía
esperar a que él cumpliera todo lo había dicho. No podía evitar desearlo de esa
manera tan intensa y eso la estaba matando.

Naruto sonrió irónico y con lentitud liberó su mano y el resto de su cuerpo.

— Pero no puedo… —Hinata intentó recuperar el ritmo normal de su respiración


antes de continuar.

— ¿P-por qué?

— Porque contrario a lo que tú piensas. Yo no soy perfecto.

Ella distaba mucho de estar de acuerdo con él, y lo comprobó recorriendo el


cuerpo de Naruto con la mirada, de arriba abajo.

— No me refiero a lo físico, Hinata —dijo notando la manera en la que ella lo


estaba mirando. Si hubiese sido otra persona, no le extrañaría en absoluto o si
fuera en otras circunstancias, ya se habría arrojado sobre ella—. Me refiero a lo
que hay dentro de mí.
De nuevo, ella discrepaba. La realidad era que no lo conocía mucho pero sabía
lo necesario. La calidez en su mirada y el encanto de su sonrisa podían decirle
más de lo que podrían hacerlo cientos de citas y horas de charla.

— Yo creo que…

— Con lo que hay dentro de mí —le interrumpió él— me refiero en un sentido


totalmente literal —ella frunció el ceño extrañada por no lograr entender lo que
quería decirle. Él no supo si era correcto lo que estaba a punto de hacer pero, ya
que sabía que en algún momento ella se cansaría de los secretos y desearía
salir de su vida, quiso hablarle con la verdad. Inhaló profundo, volvió a mirarla y
dijo—: Hinata, ¿sabes lo que son los bijus?

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Las llamas se encontraban a su alrededor, miró sus manos y vio lo delgados que
eran sus dedos manchados de sangre, agachó la mirada y vio el cuerpo cubierto
por una capa negra, no, él no podría estar… Una voz sonó a sus espaldas a la
vez que intentaban levantarlo jalando su brazo "¡Con un demonio, Sasuke!
¡Debemos irnos!" "No Naruto, no puedo dejarlos, mis padres están ahí, Itachi
está…" "¡Él está muerto! ¿no lo ves? Todos lo están, ya no podemos hacer
nada" "¡Llévate a Ino, yo no pienso huir!" y entonces sintió el golpe en el pecho
que dio inicio a su transición, los temblores recorriendo su cuerpo mientras sus
huesos y músculos se estiraban y todo a su alrededor cambiaba para siempre…

— ¿Sasuke? —cuestionó Sakura cuando él se levantó de golpe de la cama


respirando agitadamente—. ¿Te encuentras bien?

Él no respondió pues aún no conseguía volver al presente por completo. Odiaba


las pesadillas y había dormido tan poco en los últimos días que las había
olvidado casi por completo. Ahora ya recordaba por qué no era adepto a la cama
cuando de dormir se trataba, aunque más que sueños, eran rastros de su
pasado que se negaban a abandonarlo y que aprovechaban cualquier ocasión
para recordarle la miseria en la que se hallaba desde hacía varios siglos.

Con la mirada recorrió la habitación en la que estaba, respiró profundo y


entonces sintió un cálido toque en su mejilla, miró hacia su derecha y vio a
Sakura sentada a su lado.

— ¿Te encuentras bien? —le volvió a preguntar. Él tomó su mano, la acercó a


sus labios y le dio un beso a la vez que asentía. Entonces miró el reloj
despertador que había sobre el buró y notó que ya era tarde. O temprano, según
quien lo viera.

— Debo irme —susurró antes de llevar su mano a la nuca de Sakura para


acercarla y unir sus labios de manera intensa. Ese roce fue suficiente para que
él dejara de lado los recuerdos momentáneamente y no pudo evitar
sorprenderse porque que ella tuviera esa clase de poder sobre él.

Después de unos instantes, se quitó la sábana de encima, salió de la cama y se


inclinó para tomar sus pantalones de cuero, dándole a Sakura una estupenda
vista de su lado posterior.

— ¡Dios, me encanta tu trasero! —exclamó en un suspiro, haciendo que el


azabache se irguiera y luego se girara para mirarla.

— ¿Disculpa?

— Bueno, todo tu cuerpo es increíble pero tu trasero pues… se lleva las palmas.
—aclaró abiertamente. Después de todo, ¿qué tenía de malo decirle al autor de
tus deseos sexuales más ocultos, en sueños, que tenía un magnífico trasero?

— ¿Ah, si? —dijo alzando una ceja mientras caminaba hacia ella, le dio un beso
y Sakura asintió. Él se apartó y segundos más tarde ya estaba completamente
vestido. Volvió a besarla, esta vez recostándola sobre la cama—. Descansa —
susurró viendo como al instante Sakura cerraba lentamente los ojos. Su mente
aún era en gran parte humana así que eso la hacía todavía maleable a sus
órdenes.

Permaneció durante unos minutos más viéndola dormir y al darse cuenta que el
tiempo se le acababa, se desmaterializó de vuelta a la mansión.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

No podía creerlo.

La historia que acaba de escuchar no podía ser cierta pero… lo era. Le parecía
difícil de creer pero sabía que cada palabra que Naruto le había dicho era
verdad. Ahora el problema estaba en poder asimilar todo porque ¿qué tan difícil
podía ser comprender que el hombre que ella creyó perfecto y por el que se
sentía sexual y extremadamente atraída, tenía un demonio encerrado en su
cuerpo que emergía cada vez que él perdía el control de sus emociones?

Había oído hablar de Minato Namikaze, su padre siempre lo había elogiado


como un guerrero más allá de lo extraordinario, la mano derecha del extinto
Fugaku Uchiha pero no había escuchado nada sobre su hijo ni sobre lo demás.
¿Cómo había podido encerrar a un ente demoníaco en el interior de su hijo
recién nacido? Bueno, ella no era quien para juzgarlo pero luego de haber
escuchado todo por lo que Naruto había tenido que pasar gracias al kyubi,
deseaba poder entender el motivo que pudo haber tenido su padre para hacer
algo como eso.
— Es por eso que la otra noche no pude seguir, me dejé llevar y el kyubi
aprovechó mi descuido para hacerse presente, fue esa la razón por la que me
alejé de ti, porque… no quería lastimarte. Aunque después me di cuenta de que
te había hecho daño de otra manera.

— P-pero… dices que puedes controlarlo ¿no? —él asintió—, Entonces, no


importa, tú…

— No Hinata, solo puedo controlarlo de manera parcial y eso requiere de toda mi


concentración pero cuando estoy contigo me pierdo y entonces… —ella se
acercó y acunó el rostro de él en una de sus manos.

— Podríamos intentarlo, tú… yo estoy segura de que no me harías daño. —él


colocó su mano sobre la de ella.

— Desearía que eso fuera verdad pero no estoy seguro, Hinata. Una vez que
esta cosa se apodera de mí, yo pierdo el control y hago cosas de las que no
sería capaz. Sasuke y los demás lo han visto, el chakra que hay dentro de mí es
demasiado grande y si llegase a descontrolarme por un segundo no me
perdonaría si te llegara a lastimar. Por eso no puedo estar contigo, no de esa
manera —dio pequeños besos en los nudillos de la chica— y por eso tampoco
puedo pedirte que te quedes conmigo ni que me aceptes… —ella puso su índice
sobre sus labios.

— Yo quiero estar contigo, no me importa lo demás…

— Pero… —intentó interrumpir.

— Shh, estoy segura de que podremos encontrar la manera. Claro, a menos de


que no me quieras junto a ti.

Naruto sonrió tenuemente y la rodeó con sus brazos atrayéndola hacia él.

— ¿Quién no querría estar con una mujer hermosa, inteligente, tierna y que
tiene una manera única y encantadora de sonrojarse cuando la beso? Yo soy
quien debería preguntar, doctora. ¿Tú me…? —no pudo continuar porque Hinata
se paró de puntitas y unió sus labios a los de él recorriéndolos con tanta timidez
y discreción que Naruto sentía una lenta y deliciosa tortura con cada delicado
roce.

— So-sólo no me dejes fuera ¿de acuerdo? —pidió pasando los dedos entre los
mechones rubios de su cabello. Naruto la miró mientras pasaba su lengua por
los labios en un gesto tan provocativo que Hinata no pudo evitar dejar escapar
un suspiro.

— Por supuesto, doctora —dijo finalmente antes de besarla de nuevo.


Esa mujer era única, jamás pensó llegar a sentirse así por alguien, durante toda
su vida estuvo esperando a esa persona y ahora que la había encontrado,
hallaría la manera de poder entregarse a ella completamente y sin temor a que
su "otro yo" hiciera acto de presencia. Le tomara el tiempo que le tomara o
teniendo que sacrificar cualquier cosa, encontraría la manera… de eso estaba
seguro.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Horas más tarde, Sakura se encontraba aún dormida en su cama, se giró hasta
quedar tendida sobre su estómago y entonces un aroma oscuro inundó su nariz,
causándole un sobresalto. Abrió los ojos y de golpe se sentó, sintiendo como su
respiración se agitaba y el corazón le latía con fuerza. Ese aroma lo conocía a la
perfección, era el de Sasuke pero… no podía ser. Entonces recordó el sueño
que había tenido durante toda la noche acerca de él durmiendo a su lado.

"Genial, Sakura. ¡Bienvenida a Crazyland!, tu entrada incluye terror al


compromiso, una serie de candentes fantasías y sueños eróticos con tu vecino,
confusión en tu patética vida y por si no es suficiente, una dotación extra-grande
de delirios matutinos. ¡Disfruta tu estancia!" se dijo a sí misma sarcásticamente
mientras pasaba los dedos entre su cabello.

Exhaló profundo y salió de la cama torpemente pero en cuanto se puso de pie,


las náuseas se apoderaron de ella haciéndola correr lo más rápido que pudo
hasta llegar al baño. Después de darle los buenos días de manera cercana e
íntima a su inodoro, se dirigió al lavabo en donde se enjuagó la boca y mojó su
cara con agua fría.

"Ah, lo olvidaba, nuestra promoción del mes incluye también deterioro físico para
así lograr el equilibrio cuerpo-mente que necesitas antes de ir a parar a un
psiquiátrico. ¡Qué lo disfrutes!"

Vale, el sarcasmo no era lo más adecuado para esos momentos pero era lo
único que le quedaba por hacer, reírse de la situación en la que se encontraba.

— Deberías ir al médico —le dijo una de las chicas que trabajaba con ella y con
las que se reunía para almorzar—. Tener esos síntomas no me parece nada
normal.

— Aoi tiene razón —agregó la otra—. Tal vez no pase de simple agotamiento
físico pero no puedes dejar que vaya en aumento.

— Ya lo hice —respondió Sakura—. Hace dos días fui al médico y me dijo


precisamente eso, que es debilidad causada por el estrés y que eso me produjo
anemia, el doctor me recetó hierro y dijo que estaría bien en unas semanas,
además me prohibió toda comida que no sea saludable.

— O sea la comida deliciosa.

— Me temo que así es, Sae —alzó el dedo índice— lo que me recuerda que
entonces, nuestra noche de maratón de películas de hoy queda cancelado pues
la prohibición incluye la pizza, el helado y las toneladas de chocolate que
solemos comer en cada ocasión.

Sakura recibió un abucheo al unísono por parte de las dos mujeres que
consideraría casi sus amigas, y decía casi porque había cosas que no podía
compartir con ellas, aunque eso no significaba que no las apreciara y valorara su
compañía.

— Vamos, Sakura. —comentó Aoi, una mujer de cabello oscuro y ojos castaños
totalmente expresivos y casi infantiles—. Hemos esperado dos meses para esta
noche, no podríamos hacer una pequeña excepción y comenzar el régimen
alimenticio cien por ciento saludable a partir de mañana —juntó ambas palmas
haciendo un gesto de súplica—. ¡Por favor! estoy segura de que Johny Deep,
Orlando Bloom, Robert Pattinson y todos los demás bombones que aparecen en
las películas de esta noche te lo agradecerán enormemente ¿si? ¡por favor!

La ojiverde no pudo evitar sonreír tenuemente, Aoi podía tener casi veintiséis
pero su mentalidad se había quedado como en preparatoria en lo que a hombres
se refería, incluyendo a los galanes de las películas y a su novio, que estaba
más que encantado por esa personalidad tan espontánea que ella tenía. Sakura
estaba dispuesta a negarse cuando su otra acompañante se unió a la súplica y
entonces no tuvo más remedio que ceder.

— De acuerdo, lo de esta noche sigue en pie—vio la nota de la cuenta, sacó


dinero de su bolso y se puso de pie—. Avísenles a Eri y a Misa y nos vemos en
mi casa a las ocho.

— ¿Ya no vas a regresar a la editorial? —Sakura negó con la cabeza.

— Tengo que hacer unas tomas en el festival que hay en el parque central.

— Bueno, suerte. Nos vemos en tu casa. —dijo Sae.

— Ten cuidado, no vayas a flirtear con nadie —añadió Aoi— ah, ¡y no llegues
tarde!

— Claro mamá, prometo no hablar con desconocidos —musitó Sakura con una
sonrisa— Nos vemos.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.
Al caer la noche, todas estaban acomodadas en la estancia del apartamento de
Sakura comiendo pizza, chocolates, helado y charlando animadamente mientras
bebían vino. Una típica noche de chicas totalmente relajadas y divertidas, algo
que a Sakura le había hecho falta en las últimas semanas, una noche tranquila o
al menos lo fue hasta que llamaron a la puerta.

— Debe ser Eri —dijo levantándose de la alfombra en la que se encontraba


sentada— Kentarou casi la asesina hoy y la dejó trabajando tiempo extra —
explicó mientras se dirigía a la puerta. Cuando la abrió no pudo ocultar su
sorpresa— Sasuke… ¿q-qué haces aquí? —el azabache estaba a punto de
decir, o mejor dicho, de hacer algo cuando escuchó las risas que provenían del
interior del apartamento.

— ¿Tienes visitas?

— Eh, si. Unas compañeras del trabajo vinieron para… ya sabes…

— Toma —dijo extendiendo el brazo con un libro— Ino me pidió que te lo


entregara y te diera las gracias, está trabajando y no pudo hacerlo
personalmente.

Sakura tomó el libro y luego miró a Sasuke mientras sentía en su interior unas
enormes ganas de no dejarlo ir.

— Eh, tengo uno que ella me prestó, ¿te importaría entregárselo por mí? —él
negó con la cabeza— Entonces, pasa.

Un silencio profundo llenó el apartamento una vez que las amigas de Sakura
vieron a Sasuke. El asombro, o más bien la fascinación, fue colectiva al ver la
impresionante figura de ese hombre parado junto a Sakura, vestido con una
camisa negra de manga corta de color negro que se ajustaba perfectamente a
su torso y hacía resaltar sus bien tonificados brazos además de unos jeans
desgastados que le daban una apariencia de modelo de pasarelas.

— Chicas, él es Sasuke Uchiha, mi vecino —miró al hombre—. Sasuke, ellas


son: Aoi, Sae y Misa, trabajan conmigo en el diario.

Silencio.

Sakura no pudo evitar sentirse algo incómoda pero hasta cierto punto divertida
cuando recorrió con la vista cada una de las expresiones de las mujeres
embobadas con Sasuke mientras inspeccionaban su cuerpo de arriba a abajo
como si no fuese algo real. Y debía reconocer que a veces ella, dudaba que lo
fuera.
— Bueno, el libro está en mi habitación. —dijo— Sígueme, puedes esperar en el
corredor.

Sakura caminó a través del pasillo siendo seguida por el azabache, y él a su vez
por tres miradas rijosas que se deleitaban con la magnífica vista de su trasero
realzado por esos jeans. ¡Dios!, debería considerarse pecado que una simple y
común prenda como esa le quedara tan espléndidamente a un hombre, por ser
el detonante de deseos escandalosamente lujuriosos en tres simples chicas.

Una vez que se perdieron del ángulo visual de la sala, Sasuke se detuvo a mitad
del pasillo y esperó a que Sakura saliera de su habitación un par de minutos
después.

— Toma es… —alzó la mirada para encontrarse con una sonrisa que le quitó el
aliento mientras observaba como la oscura mirada de Sasuke se centraba en
sus labios y antes de que ella lograra hallar el hilo de sus pensamientos, él tomó
su rostro con una mano, le acarició el labio inferior con el pulgar y se inclinó
hacia ella para atrapar sus labios.

Sin ninguna posibilidad de hacer el menor movimiento, que no fuera


corresponder, Sakura llevó sus brazos alrededor del cuello de Sasuke, sintiendo
como el olor y el sabor del hombre invadían sus sentidos, nublándolos a
cualquier otra cosa. Él la abrazó con fuerza, juntando sus cuerpos al máximo
mientras su lengua se abría paso entre sus labios y ella se aferró a sus hombros
buscando prolongar aquel tórrido y fiero beso.

Un gemido escapó de ambos.

Había algo entre ellos que no se podía explicar, Sasuke lo podía sentir aunque
no lograra definir lo que era. Lo que sí sabía era que la deseaba con una
intensidad que le resultaba desconocida para él, desde que había conocido a
Sakura algo dentro de él se había removido y hacía que su cuerpo ardiera en
deseos cada vez que ella estaba cerca, justo como en ese momento. Le recorrió
la espalda con las manos y aferró su cuerpo aún más contra él, sintiendo como
se agitaba entre sus brazos.

— ¿Por qué no despides a tus amigas y ocupamos la alfombra para algo más
entretenido? —le susurró rozando su cuello con la nariz, inhalando ese aroma
suave que tanto le gustaba.

— N-no puedo —respondió titubeante, sintiendo las manos de Sasuke


deslizándose por sus costados desde el pecho hasta la cintura. Intentó resistirse
pero, cuando aprisionó su cuerpo contra la pared de manera apasionada y luego
se pegó a ella, no supo si podía ser capaz de hacerlo.

De nuevo su mirada se enganchó a la de Sasuke que estaba oscurecida por el


ferviente deseo, deseo que no solamente sentía así sino también por lo que
hacía presión contra su abdomen. No podía ser que él fuera capaz de hacerle
sentir tanto, el simple roce de su bien formado torso contra su pecho le
despertaba sensaciones que ella desconocía y que se incrementaron cuando
Sasuke volvió a besarla con ferocidad, rodeándole el trasero con las manos para
poder levantarla contra la pared.

— El libro fue un pretexto ¿no? —cuestionó jadeante separando sus labios por
escasos milímetros y aferrando aún más las piernas alrededor de sus caderas.

— En parte ¿y tú libro?

— En parte. —respondió con una sonrisa antes de que él la besara de nuevo,


con una intensidad casi animal.

Sasuke llevó una de sus manos por debajo de la delgada tela de su blusa,
recorrió la tersa piel del abdomen de Sakura hasta encontrar uno de los suaves
y delicados pechos que tanto deseaba llevar a su boca, y lo cubrió por completo
con su mano dando electrizantes caricias con el pulgar. Sakura gimió y él
aprovechó para profundizar aún más el insaciable beso, presionando su
erección contra su sexo por encima de la tela, dando ligeros empellones,
dejándole saber lo que bien podrían estar haciendo en esos momentos, en la
alfombra o en la cama o tendidos ahí mismo.

Todo el cuerpo de Sakura anhelaba su toque, sus besos y la intensidad de todo


lo que ocurría entre ellos. Incluso cuando su mente le recordó que a un par de
metros, había tres posibles espectadoras, en lugar de reprimirse, le hizo sentirse
aún más excitada ante el riesgo de ser descubiertos.

Instantes después, cuando las caricias de Sasuke sobre todo su cuerpo fueron
disminuyendo hasta que sus labios se separaron, ella pudo llevar aire de nuevo
hacia sus pulmones, sintiendo el roce de las manos de él a través de sus piernas
cubiertas por unos pequeños pantalones cortos hasta la mitad de los muslos.
Sasuke la dejó poner los pies en el piso nuevamente mientras la miraba de
arriba abajo, y ella casi pudo imaginar lo que él estaba pensando en esos
momentos, haciéndole sentir escalofríos.

Sakura se acomodó un poco las ropas e inhaló profundo sintiendo sus rodillas
aflojarse incapaces de mantenerla en pie, se apoyó contra la pared, rodeándose
la cintura con un brazo y luego volvió a encontrarse con la mirada de Sasuke, la
cual le decía que él disfrutaba verla así, sin aliento por su causa.

— Debes irte —susurró antes de que otra cosa llegase a suceder, él asintió,
tomó el libro que había terminado en el suelo y ambos caminaron de regreso
hacia la estancia. Las tres féminas que ahí estaban dejaron escapar pequeños
jadeos de nuevo por la presencia de aquel hombre cuando los vieron aparecer,
Sasuke hizo un gesto con la cabeza a manera de despedida y luego salió por la
puerta.

Las cuatros mujeres que se quedaron dentro volvieron a respirar.

—Chicas, con la boca cerrada también se ve perfectamente a colores. —susurró


Sakura divertida por las expresiones de sus compañeras.

De inmediato, los comentarios en torno a Sasuke, su anatomía y lo que se les


ocurría hacer con él en más de un lugar, llenaron la estancia.

— Tranquilas, debo informarles que Sasuke no está disponible. —en realidad


Sakura no sabía si eso era cierto pero entonces una imagen llegó a su mente—
¿Recuerdan a Ino, la mujer rubia que fue a buscarme la otra vez a la editorial y
que puso a todos los hombres de cabeza? —todas asintieron— bueno, pues
viven juntos. —lo cual, técnicamente, no era mentira.

Un suspiro de desánimo colectivo llenó la habitación.

— Eso era obvio. —dijo una—. Hombres como ese siempre están con mujeres
como ella.

— Pues sinceramente, —comentó Sae fijando sus ojos color miel en la copa de
vino frente a ella a la vez que se acomodaba un mechón de cabello detrás de
una oreja—. A mi no me importaría ser la segunda con él, nunca he sido amante
de alguien pero si se trata de ese monumento, díganme donde firmo.

Todas rieron por el comentario, aunque rápidamente Sakura sintió una punzada
en el pecho.

"A ti tampoco te importa ser la segunda" le susurró esa extraña vocecilla interna
que emergió de pronto devolviéndola de golpe a la realidad. No sabía si eso era
cierto o no, porque…

No sabía absolutamente nada sobre Sasuke.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Dentro de una de las habitaciones en el apartamento continuo, Sasuke estaba


terminando de vestirse para hacer rondas cuando le pareció escuchar un sonido
extremadamente familiar proveniente del exterior, siendo más exactos,
acercándose sobre la avenida. Exhaló profundo y continuó preparándose hasta
que Ino se materializó a sus espaldas.

— Pensé que ya estarías listo.


— Dame un segundo.

— ¿Hiciste lo que te pedí? —Sasuke asintió.

— Le entregué tu libro y ella me dio uno para ti, está en la mesa de la sala.

— Ah, gracias —hizo una pausa— ¿Y bien? —Sasuke se volteó para mirarla.

— ¿Qué?

— ¡Cómo que qué! La primera chica ya pasó por el cambio hace una semana y
por lo que sé, otra más lo hizo anoche. Ya sabes que yo no puedo oler el aroma
del cambio en una mujer así que, ¿qué fue lo que lograste averiguar sobre
Sakura?

— Está muy cerca, aunque por lo que percibí, puede que tengamos algunos días
más, así que no te preocupes.

— Pues, yo mejor te diría que no te confíes, sabes que el cambio surge de


repente y hay que estar preparados. Creo que deberías hablar con ella cuanto
antes ¿no crees?

— Tal vez. "Claro, siempre y cuando sea capaz de hablarle en lugar de


llevármela a la cama como ya se ha estado haciendo costumbre" — Ino dejó
escapar un suspiro.

— Bueno, iré a alcanzar a Kiba y a Gaara. Van a hacer rondas a las afueras y
quedé de encontrarme con ellos en el río —Sasuke la miró sorprendido.

— ¿Irás con Gaara?

— Y con Kiba. —aclaró— ¿Por qué me miras así?

— No lo sé, pensé que tal vez, luego de lo que viste, tú…

— ¿No querría ver a Gaara ni en pintura? —rió tenuemente— Tal vez hubo un
momento en el que lo pensé pero…

— Kiba logró convencerte ¿no?

— ¿Cómo lo sabes?

— Porque hizo lo mismo conmigo cuando trajo a Gaara a la mansión y a la


cofradía. Ese hombre tuyo tiene un don para la persuasión que lograría
convencer al mismo diablo si quisiera —Ino rió al escucharlo.
— Claro, ¿por qué crees que terminé quedándome con él? —soltó un suspiro—
Bueno, me voy —dijo dándose la vuelta, entonces, cuando estuvo cerca de la
puerta, miró sobre su hombro—. Por cierto… —le arrojó un juego de llaves—.
No pude resistirme y saqué a tu bebé a dar un paseo, ya que lo has tenido muy
abandonado últimamente. Lo dejé cruzando la calle, no te importa ¿verdad?

Sasuke negó con la cabeza mirando las llaves en su mano.

— Espero que no le hayas quemado el embrague como hiciste con el tuyo.

— ¡Fue un pequeño detalle y ni tú ni Kiba han podido olvidarlo! —le reprochó


con una sonrisa— La culpa la tienen ustedes por darme un auto así.

— ¿Entonces no te gusta el BMW que te regalé? Tan sólo llevas un año con él,
si no mal recuerdo.

— No es eso, —aclaró acercándose a él— pero quiero algo que pueda correr, ya
sabes, Naruto tiene el Challenger, Shika el Audi –bueno, no es que a Shikamaru
le guste correr-, tú tienes el Porschey también está el Lamborghini de Neji, que
por cierto casi no usa y no me deja conducir. —aclaró haciendo un puchero.

"¿Por qué será?" se preguntó Sasuke sarcásticamente.

— Y, seamos sinceros, —continuó Ino— Ambos sabemos que me veo


estupenda en mi auto pero…

— ¿Quieres un Porsche? —preguntó Sasuke alzando una ceja—. Si es así,


tendrás que esperar hasta tu cumpleaños.

Ino sonrió.

— No te preocupes, puedo vivir con el 1 Series, además… puedo conducir el


tuyo siempre que quiera ¿no?

Sasuke asintió y antes de pudiera decirle otra cosa, Ino se desmaterializó.

— "Hay cosas que no cambian" —pensó recordando la adicción que Ino tenía
por la adrenalina gracias a convivir durante más de tres siglos con Naruto.

Hace trescientos años le habría pedido un caballo para cabalgar contra Naruto y
ahora era casi un Ferrari, aunque pensó que sólo era cuestión de tiempo antes
de que lo pidiera. Soltó un suspiro. Definitivamente, entre esos dos iban a
terminar volviéndolo loco en cualquier momento.

Verificó los cargadores de sus dos SIG, las dagas en su pecho y los cuchillos de
cazador en sus muslos, luego caminó a través de la habitación, dispuesto a
desmaterializarse hasta que recordó que su auto estaba aparcado en la acera
de enfrente; metió la mano al bolsillo de su abrigo para sacar las llaves y decidió
usarlo. Por alguna extraña razón se sentía de humor como para moverse en
auto en lugar de ser simples partículas en el viento.

Cuando atravesó el vestíbulo del edificio, abrió una de las puertas de cristal y
desde el primer peldaño de las escaleras hacia la calle, desactivó la alarma del
fantástico Porsche 911 Turbo color plata que se encontraba aparcado cruzando
la calle. Bajó los escalones y a mitad de la avenida no pudo contenerse y volteó
a ver hacia la ventana del apartamento de Sakura, haciendo que de inmediato lo
que había hecho con ella instantes antes, volviera a su mente y dejara correr el
deseo por sus venas.

Entonces recordó las palabras de Ino: "No te confíes, sabes que el cambio surge
de repente y hay que estar listos. Habla con ella cuanto antes".

Exhaló profundo, el tiempo se le estaba acabando, él lo sabía y también sabía


que no debía seguir malgastándolo. Dio la vuelta y siguió su camino hacia el
auto, metió la llave en la hendidura y entonces…

— Hay que reconocer que, a pesar de ser una mestiza humana, tu mujer es toda
una belleza.

Sasuke se puso tenso al escuchar aquella voz tan familiar detrás de él, no podía
ser posible y él lo sabía. Si, eso no podía ser y se trataba sólo de una mala
pasada que su mente cansada le estaba jugando.

— Pero debes saber que te estás metiendo en graves problemas, Sasuke. Es


una elegida —dijo esa voz con tal nitidez que le heló los huesos.

Indeciso y atónito, miró sobre su hombro a un hombre parado en medio de la


calle que lo miraba fijamente.

"No puede estar pasando. Relájate, Sasuke. Respira."

Agachó la mirada mientras inhalaba profundo buscando tranquilizarse, luego dio


la vuelta y vio que el hombre seguía ahí de pie. Definitivamente estaba
alucinando. El desconocido –que en realidad no lo era en absoluto- era un poco
más alto y un poco más fornido que él, pero reconocía esos ojos y ese cabello
negro, largo casi hasta los hombros, además de esa sonrisa que se formó en
sus labios cuando él lo miró.

Pero, no podía tratarse de él porque él estaba…

— ¿Qué sucede hermanito, nunca habías hablado con un muerto?


« Continuará… »
Capítulo 11

El cielo se encontraba parcialmente despejado dejando que el brillo de algunas


estrellas fuera visible entre las grisáceas nubes que viajaban llevadas por el
viento. La brisa que viajaba en esos momentos era bastante fresca, casi
llegando a lo frío, en señal de que el verano estaba llegando a su fin pero que
aún quedaban quizás algunos días antes de que el frío otoñal se instalara en la
ciudad.

El silencio que se formó en el lugar fue roto por el sonido de una lata siendo
arrastrada de un lado a otro, en algún lugar de una de las aceras a ambos lados
de la avenida.

— ¿En algún momento vas a dejar de verme así? —preguntó Itachi después de
un par de minutos en los que su hermano no dejaba de mirarlo completamente
sorprendido— Estás pálido.

— E-e… —Sasuke se aclaró la garganta— Esto no es posible. Tú no puedes


estar aquí porque tú estás…

— ¿Muerto? —respondió con una sonrisa irónica—. Tal vez, la realidad es que
nunca creí en el mito humano sobre los fantasmas pero… —se encogió de
hombros— ya ves. Al parecer es cierto.

Sasuke negó con la cabeza. Ese hombre que estaba ahí parado frente a él no
podía ser su hermano, él lo había visto morir hacía más de trescientos años, él…
había muerto para salvarlo. No podía creer que fuera cierto pero…

"No. Es una alucinación."

— Vamos, hermanito. Abre un poco la mente ¿quieres? —hizo una ligera pausa
—. Hablando de abrir la mente y de humanos, jamás pensé que escogerías a
una humana para emparejarte. No después de todos los peyorativos con los que
solías hablar sobre ellos —exhaló profundo— Como te dije antes, debes de
tener mucho cuidado, Sasuke. —la mirada de Itachi se hizo sombría— No
querrás enfrentarte a la diosa por una mujer ¿verdad?

— P-pero…

— Ah, por cierto… mamá te envía sus saludos —el menor de los Uchiha alzó la
cara para mirarlo con extrañeza. Así que esa mujer ya sabía de su "otra"
existencia— Necesitan aclarar las cosas.

Sasuke iba a comenzar con la serie de preguntas que se estaban arremolinando


en su mente pero cuando abrió la boca, su hermano –o el fantasma de él- se
esfumó, tal y como había aparecido, sin rastro alguno. Aún sin poder creer lo
que había sucedido, dio vuelta y se metió en el auto, cerró la puerta y aferró las
manos al volante intentando aclarar los nubarrones que habían hecho estragos
en su mente.

Definitivamente se estaba volviendo loco porque acababa de tener una


conversación con su hermano fallecido hacía trescientos años.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Días después…

Los últimos cinco días habían sido dignos del recuerdo y no solamente lo
pensaba por el espectacular sexo que había tenido con Sasuke sino porque
había podido conocer un poco más sobre él y además habían pasado el tiempo
haciendo otras cosas como salir a cenar, ver televisión o charlar en vez de estar
uno encima del otro, aunque había que reconocer que eso también había sido
muy entretenido.

Nunca pensó que ella se vería en aquella situación, teniendo un amante, pero
así había sucedido antes de que lograra darse cuenta. Lo cierto era que había
algo en Sasuke que lo hacía prácticamente irresistible, y no se refería solamente
al cuerpo de dios que poseía. Era algo en su personalidad, la seguridad con la
que se movía, el aura de confianza en sí mismo que incluso rayaba en el
egocentrismo y esa sensación de sentirse protegida y a salvo cuando él se
hallaba cerca.

Sakura soltó un suspiro.

No podía estar pensando que entre ellos dos podría estar desarrollándose algo
más allá del simple deseo carnal porque entonces eso significaría graves
problemas.

"¡Vamos Sakura! ¿Has dormido con él durante una semana y ya piensas en la


posibilidad de echar por la borda cuatro años de relación? Sí, no ha sido la
relación que habías esperado pero al menos te da estabilidad ¿no?"

Volvió a suspirar con cierto aire de frustración antes de regresar su atención al


ordenador. Entonces sonó su teléfono celular.

— ¿Hola? —dijo mientras seguía editando las imágenes en la computadora.

— Hola, cariño. Soy yo —la sangre de Sakura bajó de golpe hasta sus pies al
escuchar esa voz.

— Ho-hola, Sai. —se aclaró la garganta a la vez que se enderezaba sobre su


asiento—. ¿Cómo estás? ¿cómo va todo por allá?

— De maravilla, cielo. De hecho, te tengo una gran noticia. En estos momentos


estoy en el aeropuerto de Suna, regreso esta misma tarde.

Los ojos de Sakura se abrieron de par en par escuchando las palabras de Sai
como un eco en su mente. Él regresaba ese día…

"Bienvenida de vuelta al mundo real, Sakurita" susurró burlonamente esa voz


dentro de su cabeza.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Durante las noches siguientes, incluso cuando se encontraba en plena batalla,


Sasuke no había podido dejar de pensar en lo que había sucedido con la
alucinación en forma de Itachi. Y ahora, estando escuchando los informes de
cada uno de los miembros de la cofradía, sobre sus rondas de la noche anterior,
su mente no podía apartarse de aquel inusitado suceso y de las palabras que su
hermano, o su fantasma o lo que fuera esa cosa, había dicho sobre lo que
sucedía con Sakura.

"Debes saber que te estás metiendo en graves problemas, Sasuke. Es una


elegida" "Ten mucho cuidado. No querrás enfrentarte a la diosa por una mujer
¿verdad?"

Sabía que había llegado el momento en el que él debía tomar una decisión pero
antes, necesitaba toda la información que pudiera obtener. Así que, cuando la
reunión terminó, fue a la terraza para hablar a solas con Shikamaru, el único
vampiro que podía aclarar todas sus dudas.

— Puedo preguntar ¿cuál es la urgencia? —cuestionó, acercándose a Sasuke a


la vez que encendía un cigarrillo—. ¿Qué sucede?

— Necesito que me des toda la información acerca de las sacerdotisas. —el


castaño lo miró extrañado.

— ¿Disculpa?

— Quiero que me digas todo lo que sabes sobre el tema, desde lo básico hasta
lo que te resulte relevante.

— Puedes ir perfectamente a leer las crónicas en la biblioteca, precisamente


acabo de actualizarlas hace un par de días. —Sasuke lo miró con aire de
obviedad.

— ¿Para qué perder el tiempo si bien puedes decírmelo tú? —Shikamaru soltó
un bufido.

— ¡Qué fastidio! —se llevó el cigarrillo de nuevo a sus labios para inhalar una
gran bocanada—. No hay mucho que saber del tema, o al menos, no sé más de
lo que tú sabes y que es importante —dijo sacando muy tenuemente el humo
mientras hablaba—. Cada doscientos cincuenta años, Amaterasu elige a doce
mujeres de la raza para que sirvan en el otro lado, como asistentes del consejo,
en los rituales que hacen, como escribas que registran nuestra historia,
ayudantes del oráculo o de ella. La mayoría de sus familias son notificadas al
momento de su nacimiento porque la marca de la consagración aparece en el
hombro izquierdo de las elegidas pero, por lo que sé, se desvanece a las pocas
semanas y sólo se vuelve a hacer visible hasta que las mujeres se encuentran
en las vísperas del cambio.

— ¿Qué más? —Shikamaru encogió los hombros.

— Bueno, la realidad es que no sé más sobre el asunto —volvió a inhalar del


cigarro—. Después del cambio se hace la ceremonia que ya conoces, las chicas
pasan al otro lado y sólo pueden volver si Amaterasu o el Oráculo las relevan de
sus labores, aunque desconozco los motivos por los cuales puedan decidir eso.
Es todo lo que sé, ¿alguna duda?

Sasuke miró hacia el extenso bosque que se alzaba frente a ellos a través de la
barrera de genjutsu, mientras Shikamaru terminaba de fumar el cigarrillo.

— ¿Todas las sacerdotisas deben ser vírgenes?

— Eh, supongo. En teoría es así porque los vampiros no somos sexualmente


interesados hasta después de la transición, además, las mujeres de nuestra raza
sólo dejan de serlo con uno de nosotros. —dejó escapar el humo sin despegar
casi los labios—. En otras palabras, los humanos no cuentan.

"¡Maldición! Eso es exactamente lo que no quería escuchar".

— ¿Y qué hay si una sacerdotisa no lo es? —Shikamaru se quitó el cigarro de


los labios y lo miró casi con incredulidad.

— ¿Estás de broma? —al ver que la mirada de Sasuke decía que hablaba en
serio, volvió a encoger los hombros mientras respondía—: Supongo que eso es
prácticamente imposible porque el llamado está en ellas siempre y se hace más
fuerte cuando están por pasar la transición, lo que significa que son el doble de
desinteresadas en el sexo que alguien normal. —A Sasuke le extrañó su
respuesta pues Sakura no parecía estar tan desinteresada en ese asunto. No
después de lo que habían hecho en los últimos días—. Nunca he oído de una
sacerdotisa no virgen y tampoco sé de las consecuencias que existan para aquel
que haya cometido la estupidez de haber desflorado a una de las elegidas de
Amaterasu.

"Doble maldición…"

Shikamaru lo miró con detenimiento durante unos instantes y Sasuke supo, por
la expresión en su rostro, que estaba buscando algo oculto entre las preguntas
que le había hecho, y también sabía que tarde o temprano lograría dar con el
meollo del asunto. Nada se le escapaba al descendiente de la línea de sangre
del clan Nara, absolutamente nada.

El castaño estaba a punto de decir algo cuando Ino apareció tras ellos.

— ¡Aquí estás! —exclamó al ver a Sasuke—. ¿Listo para irnos? —el azabache
asintió y entonces ella miró a Shikamaru, que estaba encendiendo otro cigarro—
¡Así que sigues fumando eh! —acusó poniendo los puños apoyados en sus
caderas— Sabes lo que Temari piensa de eso.

Shikamaru sonrió inhalando profundo.

— Mi mujer no está aquí, Ino. —respondió sacando el humo frente a ella— Y no


lo sabrá a menos que tú se lo digas —la rubia movió la palma de su mano de un
lado a otro, frente a ella para deshacerse del humo.

— ¡Agh! Sabes que odio el aroma del tabaco turco. Tienes suerte de que los
vampiros no contraigamos cáncer —una sonrisa apareció en el rostro del
hombre y antes de que comenzaran a discutir, Sasuke los interrumpió.

— Ya vamonos, Ino —volteó a ver a Shikamaru— Gracias por la información,


puedes irte, tal vez aún alcances a Neji.

Shikamaru asintió y una vez que Ino y Sasuke se quedaron a solas, la mujer
dijo:

— ¿Listo para la tan esperada cena?

— Esperada, no es la palabra que yo utilizaría.

— ¡Vamos, no pongas esa cara! —respondió acercándose a él para acomodarle


el cuello de la camisa sobre la chaqueta—. Hoy le dirás a Sakura la verdad y
necesitas lucir calmado y sereno para que no crea que estamos locos y llame a
la policía.

Sasuke asintió y entonces ambos se desmaterializaron hacia el apartamento.

Esta pintaba para ser una gran noche.


.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sakura estaba frente la mesa del comedor en su apartamento, verificando los


últimos detalles para recibir a sus invitados, estaba terminando de acomodar los
cubiertos cuando el timbre sonó. Aún faltaban casi treinta minutos para la hora
acordada pero pensó que, tratándose de Ino y Sasuke, tal vez la puntualidad era
parte de ellos. Caminó hasta la puerta y cuando la abrió, no pudo evitar
sorprenderse.

— ¿Sa-Sai? —el hombre se acercó a ella y la abrazó con intensidad.

— ¡Hola cariño! ¡Dios, te eché tanto de menos! No podía esperar más tiempo
para verte de nuevo —Sakura seguía sin poder salir de su asombro.

— Eh… y-yo también. —se hizo a un lado para dejarlo pasar—. ¿Por qué no me
dijiste que vendrías? Digo, no es que no me alegre de verte pero…

Sai recorrió el lugar con la mirada y vio el arreglo en la mesa.

— ¿Vas a tener visitas?

— S-si, Ino y Sasuke, mis vecinos van a venir a cenar. Nada formal sólo… no te
preocupes, tú…

— ¿Quieres que te acompañe? —Sakura abrió los ojos de par en par.

— C-claro, si no estás muy cansado por tu vuelo.

— En absoluto. —respondió él con una sonrisa—. Sólo me daré una ducha


rápida, si no te importa. —Sakura negó con la cabeza y entonces Sai se acercó
a ella para besarla.

— No tienes ni idea de cuánto te extrañé — le susurró antes de tomar


nuevamente la maleta que había dejado en el piso y caminar hasta la habitación
dejándola completamente atónita.

Por primera vez en su vida y en sus cuatro años de relación, no estaba del todo
segura que fuera una buena idea que Sai estuviera en su apartamento.

Minutos después, Ino y Sasuke tocaron el timbre del apartamento de Sakura


esperando que fuera ella quien les abriera pero se sorprendieron al ver a Sai. La
mirada de Sasuke se tornó sombría cuando vio el cabello mojado del humano y
percibió su olor flotando por todo el apartamento.

Eso significaba que se había duchado ahí.


— Hola, pasen —dijo haciéndose a un lado— Soy Sai, el novio de Sakura

— Mucho gusto, soy Ino —dijo la rubia estrechando su mano—. Y él es mi


primo, Sasuke.

Sai extendió su mano hacia él y cuando Sasuke la estrechó con fuerza, una
corriente cruzó ambas pieles. Ninguno confiaba en el otro y la razón apareció
justo a través de la puerta de la cocina.

Sakura salió para recibir a sus visitas, encontrándose con Sai y Sasuke
estrechando sus manos en un gesto en absoluto cordial, sino más bien, parecía
que intentaban ver quien era capaz de romperle más falanges al otro y casi pudo
jurar que un aura oscura los estaba rodeando.

"Tu prometido y tu amante, juntos compartiendo la mesa –claro, además de la


mujer-. Esto va a ser muy interesante, mi querida Sakura. Extremadamente
interesante…"

Decidió ignorar a esa voz burlona en su cabeza y regresar a la realidad.

— ¡Hola!, adelante. La cena está lista —dijo con una sonrisa aunque por dentro
sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Luego de que todos tomaran asiento en la pequeña mesa del comedor, detrás
del sofá, Sakura se dirigió de vuelta a la cocina e instantes después, la cena
estuvo servida para cuatro personas. El resto de la velada pareció ir con toda la
normalidad posible mientras que el apartamento se veía envuelto en una tensa
calma que no pasaba desapercibida para nadie aunque, afortunadamente, Ino
estaba ahí para poder hacerla más amena con su charla.

Quien parecía como si tuviera algo clavado entre las piernas, era Sasuke.

Había soportado la cena, con los gestos estúpidos que el humano tenía para con
Sakura, como limpiarla con su servilleta pero ahora, mientras comían el postre y
veía como él la alimentaba de su plato, sentía que algo lo estaba aprisionando
cortándole el riego sanguíneo a la parte racional de su cerebro. Cruzó los brazos
sobre su pecho y hundió las uñas en sus bíceps intentando controlar las
enormes ganas que tenía de hacer la mesa a un lado, tomar al humano por el
cuello y apretarlo hasta que ya no se moviera.

No podía evitarlo. Ese fuego que corría por sus venas estaba abrasando todo lo
que había en su interior llevándolo al límite de su control.

El azabache no dejaba de mirar a Sakura y a Sai de manera tan fría que de


nuevo, la temperatura de la habitación bajó por su causa. Ino se percató de
inmediato y volteó a verlo pero él seguía con la mirada fija en la pareja que tenía
en frente. Ella pensó que había imaginado las cosas pero entonces la
temperatura bajó aún más y notó lo tensos que estaban los músculos de la
quijada de Sasuke haciendo que su carótida resaltara bajo su blanca piel.

"No puede ser posible" se dijo a sí misma. "Vamos Sasuke, ¿qué sucede?". El
frío se hizo más intenso y entonces Sai y Sakura lo notaron. "Esto no puede
estar pasando". Ino respiró profundo cerrando los ojos mientras intentaba
establecer contacto con Kiba, no era telepatía como tal sino más bien, una
extensión de la conexión que había entre ellos gracias a su emparejamiento y a
la constante alimentación del otro. Era lo único que se le ocurría porque
necesitaba hacer algo antes de que las cosas se pusieran realmente feas.

— ¿Ocurre algo, Ino? —preguntó Sakura cuando la vio con los ojos cerrados y
el ceño fruncido. De inmediato la rubia abrió los ojos y sonrió.

— No, nada. Es sólo que… —su teléfono celular comenzó a sonar, ella se puso
de pie y se alejó un poco para contestar y suspirar aliviada viendo que se trataba
de Kiba—. ¿Hola?

— Cielo, soy yo. ¿Estás bien?

— Eh, si. Muy bien ¿y tú?

— ¿Qué ocurre?

— ¡Oh, lo siento! Pensé que lo había hecho —rió nerviosa—. Últimamente siento
que las cosas se me están saliendo de control y creo que podría ocurrir un
desastre si no estoy atenta.

— ¿Estás bien? —preguntó Kiba al no comprender de qué estaba hablando su


mujer.

— De acuerdo, te veré en un rato. Perdón por la molestia. —el hombre al otro


lado del teléfono exhaló resignado.

— Tendrás que explicarme qué ocurre cuando estemos en casa. Te amo.

— Claro. Adiós. —de nuevo volvió a suspirar y regresó a la mesa.

— ¿Estás bien? —cuestionó Sakura.

— Eh, si. Lo lamento pero debo irme. Surgió un problema en la agencia y


necesitan que vaya. —respondió acercándose a Sasuke para apretarle el
hombro con tanta fuerza que si hubiese sido humano, le habría roto la clavícula
—. ¿Sasuke, me acompañas?
El hombre asintió mientras se ponía en pie casi a regañadientes, aunque sabía
que era eso o asesinar al humano frente a Sakura. En realidad, en esos
momentos, no sabía cual sería la mejor opción, pero de lo que estaba
completamente seguro era sobre cual le haría sentir mucho mejor.

Sakura asintió a la vez que se ponía de pie para acompañarlos hasta la salida.

— Muchas gracias por todo, Sakura —dijo Ino una vez que atravesó la puerta—.
Ha sido una magnífica cena.

— No tienes por qué agradecer. Me alegra que les haya gustado —alzó la
mirada y se encontró con el rostro impasible de Sasuke y su mirada tan fría que
a ella le pareció que lograba atravesarla. Ino volvió a darse cuenta y jaló a
Sasuke de un brazo.

— Bueno, nos vemos. Te llamaré luego. —Sakura asintió y entonces Ino y


Sasuke comenzaron a caminar hacia su apartamento. Una vez que escucharon
la puerta cerrarse, se detuvieron—. Oye, Sasuke…

No pudo terminar porque en ese momento el hombre se desmaterializó lejos de


ahí.

Ino se quedó de pie, mirando el lugar donde antes había estado Sasuke y
entonces su olfato percibió rastros de algo que la dejó atónita. "Aroma de
vinculación" pensó al oler aquel vestigio de aroma masculino y oscuro que era
común entre los hombres de su especie cuando se encontraban estrechamente
relacionados con una mujer a la que tomarían por compañera. Nunca había olido
uno que no perteneciera a Kiba pero, sabía reconocerlo. Este era de Sasuke, lo
que significaba que él había…

"¿Qué hiciste, Sasuke?"

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Naruto se encontraba siguiendo a un escuadrón de akatsukis en el centro. Los


cazadores habían sentido su presencia y ahora lo estaban guiando a través de
varias calles hasta que se encontraron con un callejón solitario.

El guerrero dio un par de pasos hacia el interior del callejón mientras que los
cazadores adoptaban sus posiciones de lucha. Aunque ninguno hizo movimiento
alguno, lo cual comenzó a impacientar al hokage.

— Bueno, señoritas. ¿Quién de ustedes quiere bailar primero? —dijo esbozando


una media sonrisa divertida y tanteando con sus dedos la GLOCK que traía en la
cadera— De acuerdo, yo elegiré.
En un segundo, desenfundó el arma y comenzó a disparar logrando dejar,
parcialmente, fuera de combate a dos de los tres cazadores. El último consiguió
esquivarlo y luego se arrojó contra él.

Mala idea.

Naruto dejó que parte del chakra del kyubi corriera por su cuerpo y eso aumentó
su velocidad, permitiéndole adelantarse por mucho a los movimientos del
cazador, que intentaba atacarlo con un par de dagas. No pudo asestar ni un solo
golpe y entonces recibió un puñetazo directo en la quijada que lo sacó balance.

— Vamos, linda. Debes de tener algo más. No me hagas perder mi tiempo —


incitó el rubio sonriendo.

Los ojos del akatsuki se desorbitaron por la furia que sintió al ver que Naruto se
burlaba de él, así que aumentó su chakra y las marcas de maldición se regaron
por todo su cuerpo, alterando su apariencia hasta casi transformarlo por
completo.

— ¡Uy!, no tienes buen aspecto. Así no conseguirás novia nunca —volvió a


burlarse Naruto y entonces la batalla se reinició.

Las cosas no parecían cambiar y Naruto sabía perfectamente por qué; ese
cazador era un novato. Sí, podía llevar el sello de maldición casi a su segunda
fase pero, dada su inexperiencia, no podía manejar esa cantidad de chakra así
que en lugar de mejorar, sus movimientos se estaban haciendo cada vez más
torpes, lo que aprovechó para finiquitar el asunto.

De un salto pasó sobre la cabeza del akatsuki y antes de que pudiera darse
cuenta, lo aferró por el cuello y lo apuñaló con una de sus dagas directamente
en el corazón. Dejó caer el cuerpo al piso mientras se desintegraba hasta ser
solamente una mancha aceitosa y luego fue hacia los otros dos cazadores. Uno
tenía un tiro directamente en la garganta por el que se estaba desangrando y
que atravesaba su médula espinal impidiéndole moverse mientras que el otro
cazador tenía dos directos en el pecho y uno más entre las cejas. Naruto decidió
ponerle fin a sus agonías, si es que eso era posible, y los apuñaló al mismo
tiempo.

Poniéndose de pie, metió una mano al bolsillo de su pantalón para sacar el


móvil; una extraña sensación lo invadió y se movió un paso. Entonces Sasuke
apareció frente a él.

— Ten cuidado, hay… —el azabache caminó en su dirección y pisó lo que antes
había sido un cazador.

— ¡Agh!
—… restos de cazador —completó con despreocupación—. Como sea, ¿qué tal
va tu noche?

— Hecha una mierda ¿y la tuya?

— Entretenida —respondió con una tenue sonrisa—. Justo iba a llamar a Shika
para pedirle una nueva localización, ya que el muy holgazán solo se está
dedicando a patrullar el centro, ¿quieres unirte a la diversión?

— A eso vine.

— ¿Puedo preguntar qué te sucede? —cuestionó mientras presionaba una tecla


de marcación automática y luego esperaba.

— Hmp. Nada. ¿Qué te hace pensar que pasa algo?

— Porque… —entonces escuchó que respondían por el teléfono—. Ah, Shika.


He terminado, ¿qué tienes para mí ahora, primor? —dijo burlonamente.

Naruto hizo una mueca y apartó un poco el teléfono mientras Shikamaru sacaba
todo su repertorio de palabrotas y maldiciones para él, lo cual logró sacar una
media sonrisa del rostro de Sasuke.

— Ajá, sip. Ok, lo tengo. Gracias cariño, por eso te amo. —cerró el teléfono
antes de que pudieran responderle.

— Un día Shikamaru te va a arrancar cierta parte de tu cuerpo que te juro que


vas a extrañar y yo no voy a mover un solo dedo para impedirlo porque va a ser
algo muy divertido.

— Claro que no. En el fondo a él le encanta y más ahora que su mujer no anda
por aquí —inhaló profundo— como dicen los Rolling Stones, "todo lo que
necesitas es un poco de amor" ¿no?

Sasuke sonrió por el comentario.

— Esa frase no es de los Rolling Stones, es de Los Beatles, idiota. —Naruto rió
nervioso llevándose una mano a la nuca.

— Bueno, entendiste la idea. Ahora, dijo que hay un par de escuadrones


moviéndose por la quinta hacia el este ¿vienes?

— Por supuesto.

Entonces ambos se desmaterializaron.


Sasuke esperaba que eso diera para un buen rato porque necesitaba descargar
todo lo que había estado acumulando desde hacía algunas horas. Necesitaba
luchar para aclarar su mente y poder pensar fríamente lo que iba a suceder
desde ese momento en adelante con él y con… Sakura.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Las horas siguieron su curso y había sido una noche sumamente productiva,
una de las mejores en la última década pero aún así, los miembros de la
cofradía sabían que no debían confiarse. A pesar de lograr ganar terreno, la
balanza en esa lucha se había mantenido en un tenso equilibrio, y mientras no
encontraran a Orochimaru, él podía seguir juntando seguidores y si alguno de
los hokages llegara a faltar, las cosas se inclinarían drásticamente en su contra.

El último escuadrón había sido también de vampiros recién convertidos en


cazadores, así que no representó ningún reto para Naruto o Sasuke, siendo el
azabache el encargado de acabar con ellos.

Una vez que terminó la batalla, Naruto soltó un alarido de júbilo.

— ¡Oye, eso ha sido fantástico! —exclamó acercándose a su amigo que estaba


de espaldas a él, limpiando la sangre bruna de sus dagas—. Cuatro minutos y
medio para acabar con cuatro novatos —soltó un silbido decreciente— Debo
decir que me has dejado sor-pren-di-do.

Sasuke se giró para mirarlo y entonces Naruto lo vio molesto.

— Hiciste trampa.

— ¿Disculpa?

— ¡Que hiciste trampa!—Sasuke frunció el entrecejo— Sabes que eso no es


justo porque te da más ventaja.

— Yo no hice trampa, tonto. No sé de qué estás hablando.

— Uchiha no intentes verme la cara, sabes que no puedes usar el Sharingan.

— ¿De que demonios estás hablando? Yo no… —en ese momento se percató
de que estaba viendo el aura azul alrededor de Naruto, que indicaba sus niveles
de chakra.

¿Cómo había activado el sharingan sin darse cuenta? Siempre había sabido
controlarlo pero… ¿y si estaba por suceder…?
— Oye, Sasuke. ¿Me escuchas? —dijo Naruto chasqueando los dedos frente a
él.

— ¿Qué?

— ¿En verdad no te diste cuenta cuando activaste el Sharingan?

— No, es solo que… me dejé llevar, es todo —Naruto lo miró durante un


segundo, sabedor de cuando el Uchiha mentía pero no quiso indagar más.

— Bueno, —se encogió de hombros— de cualquier manera, hiciste trampa así


que el récord sigue siendo mío. Le llamaré a Shika para que nos de más trabajo.

Sasuke esbozó una media sonrisa.

— Claro, y tú sí puedes tener una fuente ilimitada de chakra incluida y usarla a


placer ¿no?

Naruto estaba a punto de replicar pero entonces un asunto vino a su mente,


haciendo cambiar la expresión de su rostro.

— ¿Se puede saber qué te pasa ahora? ¿No ibas a llamar a Shikamaru para…?
—se detuvo al darse cuenta del semblante de su amigo— ¿Qué sucede,
Naruto?

— Necesito pedirte un favor, Sasuke.

— ¿Qué te pasa?

— Lo que sucede es que… he tenido un par de problemitas con esto —dijo


dando pequeños golpes en su pecho.

— ¿Qué clase de "problemitas"?

— Eh… pues… —las palabras dejaron de salir de sus labios para convertirse en
simples balbuceos que estaban exasperando a Sasuke.

— Naruto, habla de una buena vez o tendré que sacarte las palabras a punta de
puñetazos. ¿Qué ha sucedido con el kyubi?

— Bueno, verás… sabes que Hinata y yo…

— Van a emparejarse —completó Sasuke mientras ponía a prueba su paciencia


con los rodeos de Naruto— ¿Y? seré tu testigo si es lo que quieres.

— Me encantaría, pero… no es eso.


— ¿Entonces?

— Pues es que no podemos emparejarnos porque aún no hemos… —apartó la


mirada, encogiendo los hombros esperando que Sasuke entendiera.

— ¿No has tenido sexo con ella? —cuestionó alzando una ceja, incrédulo—
¿Tú, Naruto Uzumaki, el "todas las mujeres mueren por mí, incluyendo a tu
mamá" aún no has podido cumplirle a la doctora? —rió entre dientes— Por
favor, dime quién eres tú y que has hecho con mi amigo.

— Es en serio Sasuke —respondió con severidad. De inmediato, el azabache


recuperó la compostura.

— ¿Por qué?

— Estuvimos a punto de concluir una vez pero…

— ¿Pero qué? —Naruto guardó silencio intentando buscar las palabras


adecuadas antes de responder.

— Nos llegaron visitas inesperadas.

— Te refieres a… —el rubio asintió— Pero, ¿cómo? ¿tú…?

— No lo sé, estaba muy concentrado en Hinata y pues el kyubi se aprovechó de


que había bajado la guardia, para salir y…

— ¿La lastimaste?

— ¡No, no, no! —dijo rápidamente— Pude detenerme a tiempo pero desde
entonces no lo hemos intentado porque tengo miedo de hacerle daño.

Sasuke guardó silencio durante unos instantes valorando la información. El


hecho de que Naruto estuviera perdiendo su control sobre el zorro de las nueve
colas podría significar un gran riesgo, uno enorme.

— ¿Y te ha sucedido nuevamente?

— Nop. De hecho ese es el asunto, sólo me sucedió estando con Hinata —


inhaló profundo— Por eso quiero pedirte ayuda. ¿Recuerdas que tu padre una
vez dijo que el Sharingan podría controlar al kyubi?

— Naruto, no puedo hacerlo. Ya lo sabes. Lo intentamos durante más de cien


años pero no funcionó, no sé como utilizar el Sharingan para reprimir el chakra
del kyubi sin casi matarte.
— ¡Por favor, Sasuke! Necesitamos intentarlo, si no nunca podré estar con
Hinata de verdad —el Uchiha lo miraba casi con agobio. Realmente quería
ayudar a Naruto, quería que fuera feliz pero… intentar lo que habían hecho un
par de siglos atrás era poner demasiado en juego.

— Naruto, yo… —en ese momento sonó el móvil del ojiazul.

— ¿Hola? Ah, Kiba. Si, él está aquí también. Si, ya terminamos ¿Qué tal van
ustedes? Entiendo. Si, ¿por qué no? Ok, ahí los vemos. —terminó la llamada y
miró su reloj—. Ya son tres con cuarenta y cinco, ¿quieres ir a X-tasis por un
trago antes de que acabe la noche? Kiba y los demás nos esperan allá.

Sasuke negó con la cabeza.

— Esta vez no. Te veré en casa.

— ¿A dónde vas?

— Tengo que arreglar unas cuantas cosas. Sobre tu asunto, lo discutiremos


después.

Sasuke se desmaterializó dejando a Naruto con la expectativa de tal vez obtener


su ayuda, mientras observaba las manchas aceitosas que habían dejando los
tres cazadores.

Instantes después, él también se desmaterializó.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Dejó el libro que sostenía entre sus manos y miró a través de la ventana.

La noche estaba llegando a su fin y ella no había podido dormir porque cada vez
que cerraba los ojos veía la mirada que Sasuke le había dirigido cuando se fue
después de la cena. Eso y el hecho de que Sai estaba dormido en su cama.

"La misma cama donde lo engañaste con otro" le susurró la voz dentro de su
cabeza.

Llevó los dedos hacia su cabello y apretó varios mechones rosados, con fuerza.
¿Cómo podía estarle sucediendo eso? Hubo veces en las que había deseado
tener emociones en su vida pero nunca se imaginó que serían "esa" clase de
emociones. Durante la cena se había sentido a punto de desfallecer por la
tensión que había en el ambiente, sólo quería que la tierra se abriera y se la
tragara o que un rayo le cayera encima. Sólo quería… desaparecer.
Cerró los ojos intentando llevar a su mente a algún lugar donde pudiera alcanzar
la tranquilidad y así poder pensar claramente las cosas, cuando escuchó un par
de golpes leves sobre la puerta. De inmediato se irguió pensando que había sido
una alucinación pero entonces volvieron a tocar. Se levantó del sofá y caminó
hacia la puerta mientras cerraba el albornoz sobre su camisón. Miró por la mirilla
y no pudo evitar sentir un escalofrío al ver a Sasuke. Inhaló profundo y abrió la
puerta.

— Sasuke, ¿qué haces aqu…?

Antes de que pudiera parpadear, Sasuke la tomó por los hombros y la recargó
en la columna que había cerca de la cocina. Ambos se quedaron mirándose
fijamente, sintiendo como el calor subía entre sus cuerpos por el simple hecho
de estar tan cerca que sus respiraciones se mezclaban.

Sasuke olió el deseo de Sakura y eso hizo arder el suyo pero, también olió a Sai
en la otra habitación y eso lo enfureció aún más aunque… teniendo a esa mujer
tan cerca, podía ser capaz de tomarla ahí mismo sin importarle nada. Ella lo
estaba mirando expectante y sin poder evitarlo, inclinó su rostro hasta el cuello
de Sakura y lo recorrió con los labios sintiendo cómo se estremecía entre sus
brazos y sabía, estaba completamente seguro, de que eso, el humano no era
capaz de hacerlo, y nunca lo haría.

La simple visión del humano en su cama lo irritó y detuvo el contacto, volviendo


a mirar a Sakura a los ojos.

— Debemos hablar. —dijo apartándose de ella.

— ¿Q-qué sucede?

— Yo… —caminó de un lado a otro, pasando su mano a través de su cabello y


finalmente, se acercó a Sakura, la tomó por la nuca y la besó con intensidad,
sintiendo que ella se aferraba a las solapas de su abrigo para intentar
corresponderle de igual manera—. Ya no voy a seguir con esto —susurró
separando sus labios.

— ¿Qué? —preguntó extrañada al ver que él se alejaba un poco.

— No seguiré con esto a menos de que te tenga por completo. —Ni siquiera él
mismo sabía lo que quería decir con eso. Lo único que sabía era que no iba a
soportar que ese mísero humano le pusiera las manos encima o besara sus
labios. Porque ella era…

"Mía…" volvió a escuchar como un eco dentro de su cabeza.

— Y-yo… —desvió la mirada intentado pensar con claridad pero no podía


debido a lo repentino y a todo lo que aquello implicaba— ¿p-por qué cuando…?
—inhaló profundo— ¡Tú me dijiste que no te importaba que yo estuviera
comprometida! ¡Tú…! ¿Qué te hizo cambiar de opinión? ¡¿por qué ahora?

— Por qué yo…

— ¿Tú qué…? —preguntó sobresaltada, no necesitaba más confusión en su


vida y Sasuke venía en plan de eso.

— Porque nunca he sido un hombre de medias pintas y no voy a serlo por ti,
Sakura.

— Yo… no sé, ¿tú me…? En realidad yo no… —No podía ser que estuviera
sucediendo eso. Habían estado bien, con las horas de sexo y los pequeños
momentos de convivencia y ahora él… ¿por qué tenía que venir a arruinarlo
todo?

Un par de minutos transcurrieron en el más incómodo de los silencios que


ninguno de los dos parecía dispuesto a romper.

— Entiendo. —dijo fríamente al no recibir la respuesta que quería—. Entonces


esto se acabó. Sé que te dije que no me alejaría a menos de que tú lo desearas
pero no puedo, no a menos de que elijas ser mía por completo.

No hubo nada más que silencio después de eso. Sakura no lograba entender lo
que había sucedido y cuando volteó a verlo, él ya había desaparecido.
Entonces, la voz dentro de ella susurró…

"Pero, si soy tuya…"

Lamentablemente, su lado racional la reprimió tanto que no supo si lo había


pensado de verdad.

Al encontrarse de nuevo sola en el lugar, caminó hacia la puerta, miró hacia el


corredor durante un instante y la cerró, luego volvió a sentarse en el sofá
sintiendo repentinamente que el mundo se cerraba cada vez más a su alrededor,
impidiéndole poco a poco seguir respirando. Una presión en su pecho empezó a
sofocarla cuando su cerebro inició el proceso de cada palabra de Sasuke
¿acaso él le había dado a entender que sentía algo más por ella?

Eso la llevó a preguntarse… ¿ella sentía algo más por él?

Había habido tantas veces en las que ella había querido alejarse de él, de todo
lo que él le hacía sentir pero él siempre estuvo ahí y ahora cuando finalmente se
había rendido, él simplemente la había dejado. Teniendo la última palabra, él…
se había ido. Siempre supo que todo era cuestión de tiempo, sólo que no
imaginó qué tanto duraría.

Durante unos cuantos minutos más se quedó sentada, en medio de la oscuridad,


intentando convencerse de que había sido lo mejor, que el destino había
intervenido para hacerle ver el camino por el que debía seguir, y ese era junto al
hombre que dormía en esos momentos en su cama y no con el que había tenido
una aventura pasajera. Después de todo, ¿quién en su sano juicio iba a
sacrificar cuatro años de relación por sólo unos cuantos días de lujuria
desenfrenada? Porque había sido sólo eso: lujuria.

Se puso de pie y caminó hasta el baño donde se mojó la cara para poder
despejar su mente antes de volver a la cama con Sai. Vio su reflejo en el espejo
y notó que estaba cada vez más ojerosa y pálida. La cereza en el pastel de
desastres en su vida.

Fue entonces cuando recordó las palabras de Sasuke y la duda la asaltó de


golpe…

"Sé que prometí que no me iría a menos de que tú lo desearas…"

Un escalofrío recorrió su cuerpo, apoyó ambas manos en el lavabo para


mantenerse en pie mientras intentaba encontrarle lógica a lo que estaba
pensando.

"¿Acaso no había soñado eso?"

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La reunión estaba a punto de ser terminada y Sasuke no había prestado


atención a nada durante las casi dos horas que duró. Una sola cosa, o mejor
dicho, una sola persona ocupaba sus pensamientos: Sakura. No podía dejar de
pensar en esos ojos verdes mirándolo fijamente, la sonrisa que siempre le
dedicaba cuando habían compartido la cena, o de cada parte de su cuerpo que
se había tomado el tiempo para conocer a detalle. ¡Demonios! Esa mujer lo
había hechizado y ahora no podía quitársela de la cabeza.

Finalmente dio por concluida la rendición de informes sobre las rondas y todos
abandonaron el estudio, con excepción de él e Ino, quien permaneció de pie
frente al escritorio.

— Debemos hablar.

— Ahora no, Ino. —respondió sin despegar la vista de la ventana que estaba a
sus espaldas. La ojiazul rodeó el escritorio y se paró frente a él.

— Ahora sí, Sasuke. —dijo dispuesta a aclarar todo de una vez por todas—.
¿Puedo preguntar qué diablos fue todo eso que sucedió en la cena?

— Nada, Ino —respondió con apatía. Eso sacó a la rubia aún más de sus
cabales.

— ¡¿Qué no fue nada? ¡Estuviste a punto de arrancarle el corazón a ese


humano! ¿qué es lo que te sucede?

Sasuke no sabía que decir, sólo quería salir de ahí, ir a su habitación, poner el
seguro de la puerta y olvidarse de todo, incluyendo el fuego que estaba
calcinando todo lo que había en su interior.

— Te hice una pregunta, —aunque en realidad ya sabía las respuestas. Sólo


quería una frase que confirmara sus sospechas—. ¿Qué es lo que te sucede?
¿por qué…?

— ¡Ya te dije que no sucede nada, Ino! — gritó poniéndose de pie, desesperado
por la situación— ¿no entiendes?

La paciencia de Ino se agotó.

— ¡No intentes verme la cara de idiota, Sasuke! ¡Pude oler tu aroma de


vinculación! —exclamó furiosa.

— Ino, escucha —pidió al recordar ese pequeño detalle— no es lo que… —la


mano de la rubia cruzó su rostro en una bofetada.

Sasuke sólo ladeó el rostro, y cuando volvió a mirarla, se percató del fuego que
salía a través de esos ojos celestes, su frágil cuerpo temblaba levemente ante la
ola de rabia que sentía hacia él y sin embargo, ninguna de las delicadas
facciones de su rostro se veía afectada más que por la tensión de sus músculos.

— ¿Cómo pudiste? Tú… ¡te acostaste con ella! —presionó el nudillo de su


índice contra sus labios intentando evaluar la situación. Volvió a clavar su mirada
en la de él y entonces pudo ver la realidad de lo que sucedía— No ha sido sólo
una vez ¿verdad? ¡Responde! ¿desde cuando te has estado acostando con
Sakura?

— Ino…

— ¿Acaso no sabes lo que significa? —comenzó a caminar de un lado a otro de


la habitación, frente a Sasuke incapaz de mantenerse en un solo sitio— ¡Por
supuesto que lo sabes! ¿Cómo pudiste hacerle algo así a Sakura? ¿Estás
consciente de que ya no podrá ser una sacerdotisa después de esto? ¡Le
arruinaste la vida!
No podía dejar de pasearse, pensando en todo. Las cosas no podían estar
pasando, no así.

— ¿Qué harás ahora, Sasuke?

— Nada.

— ¿Qué? —musitó atónita.

— Dije que no haré nada. El asunto con Sakura se acabó.

— ¿Qu-qu…? ¿Cómo puedes decir eso después de lo que has hecho? —


cuestionó indignada—Jamás creí que no te importara algo como esto cuando
fuiste TÚ —lo señaló con el índice— quien cambió el destino de Sakura. ¡Si tan
sólo querías placer hubieras escogido a una prostituta, Sasuke! ¿Qué demonios
sucede contigo?

— ¡Ya es suficiente! —gritó fastidiado— ¡Sólo la ayudaré a que sobreviva la


transición y después, si no puede hacerse sacerdotisa, conseguiré a un hombre
que se haga cargo de ella, ¿contenta? ¡Ahora te agradecería que dejaras de
meterte en mi vida por una sola maldita vez! ¡Recuerda quien es quien te ha
ayudado siempre, a quien le debes el favor más grande y a quien te estás
dirigiendo, Ino!

Eso fue un golpe bajo y él lo supo al instante de terminar de decirlo. Ese favor
del que habló en definitiva había sido uno muy grande pero a la vez no lo había
sido del todo porque Ino había sacrificado mucho por ello. Pudo notar la
expresión llena de dolor de ella y deseó que un rayo lo matara ahí mismo.

— Ino, yo…

— No digas nada —pidió la chica apartando la mirada para que él no viera que
las lágrimas estaban apareciendo— Tienes toda la razón, olvidé que eres el rey,
puedes hacer lo que se te antoje y yo no tengo ningún derecho a juzgar ninguna
de tus acciones. Así que me disculpo por mi insolencia —hizo una reverencia—
Lo lamento, mi señor.

Sasuke intentó hablar pero antes de conseguirlo, Ino salió corriendo de la


habitación y, cuando vio la puerta cerrarse, él estuvo a punto de partir el
escritorio de roble en dos
Capítulo 12

Los rayos del sol le estaban dando de lleno en el rostro y la luz comenzó a
molestarle. Al darse cuenta de eso, Sakura despertó y se sentó de golpe sobre
la cama, miró el reloj despertador y vio que era casi mediodía. ¿Cómo había
podido dormir tan profundamente que no escuchó la alarma? Soltó un bufido de
hastío, llegar tarde al trabajo era lo único que le faltaba para continuar con los
desastres en su vida. Inhaló profundo, luego vio a su alrededor y se dio cuenta
de que se hallaba sola en la habitación; salió de la cama y encontró una nota en
el espejo que decía:

"Buenos días, amor. Perdón por irme sin despedirme de ti pero tengo una junta
muy importante a la que no puedo faltar ¿nos vemos para comer? Llámame al
celular para ponernos de acuerdo. Te amo. Sai."

Sakura dejó la nota sobre el tocador, frotó sus ojos con intensidad al darse
cuenta de lo mucho que le dolía la cabeza y cerró las persianas de las puertas
que daban al balcón. Luego de lo ocurrido la noche anterior, lo único que quería
era poder, aunque fuera por un instante en el día, dejar de pensar en su
prometido y en su aman… En ese momento, recordó a Sasuke y lo que había
sucedido en la madrugada.

Habían terminado.

Si es que se podría usar ese término para cuando una aventura llegaba a su fin.
Sonrió sarcástica mientras se daba cuenta de que en realidad no debería
sentirse así, con esa extraña sensación de vacío interno que la azoró al recordar
todas y cada una de las palabras de Sasuke. No podía explicarse la razón por la
que sentía como si su pecho se estuviese comprimiendo de manera casi
dolorosa… ¿por qué?

Había sido sólo lujuria. Lo sucedido entre Sasuke y ella había sido simple y llana
lujuria causada porque él había entrado de improviso en su vida, su patética vida
mientras ella se hallaba en la encrucijada más grande porque estaba estancada
en un punto en el que nada de lo que hacía parecía tener relevancia, él apareció
y le dio el respiro que tanto necesitaba, solo eso.

Si, debía de ser eso. Tenía que convencerse de que había sido solamente eso
porque… no podía haberse enamorado de él ¿verdad?

En definitiva ya estaba desvariando en cosas que no debían tener importancia.


Necesitaba aclarar sus ideas, así que caminó hacia el baño dispuesta a darse
una ducha pero cuando estaba a punto de abrir el grifo, todo a su alrededor
comenzó a darle vueltas, sus piernas le temblaron sin control, vio la habitación
inclinarse hasta quedar completamente en posición horizontal, sintió una fuerte
punzada en la frente y luego, todo se volvió oscuridad.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sasuke continuaba encerrado en su estudio, viendo las llamas de la chimenea


danzar frente a él, sin verlas en realidad, pensando en todo lo que había
sucedido la noche anterior, en la cena, la activación desapercibida del
sharingan, la discusión con Sakura y… en su pelea con Ino.

¡Maldición! No solía meter la pata con mucha frecuencia pero cuando lo hacía, la
metía y hasta el fondo.

Bebió de golpe todo el vodka que había en su vaso. Jamás había sido su
intención lastimar a Ino de esa manera. Él mejor que nadie sabía lo que era ser
perseguido por tu pasado sin piedad alguna, sentir como todo lo que hiciste o
dejaste de hacer tiene repercusión en tu futuro alterando la realidad que
esperabas vivir. Nunca debió haber dicho nada como aquello pero… -agitó sus
cabellos con fuerza- cuando se trataba de lo concerniente a Sakura, todo en él
se descontrolaba, y más, si se trataba de lo ocurrido durante aquella cena.

Aún así, nada justificaba lo que le había dicho a Ino ni tampoco, lo mucho que la
había lastimado con sus palabras.

Sakura.

Todo en lo que podía pensar era en esa humana que se había metido en su
cabeza sin que él se diera cuenta. Nunca antes una mujer le había afectado de
ese modo, atrapándolo durante cada instante de vigilia, atormentándolo con la
simple idea de su presencia. Pasaba sus noches rodando cerca de su
habitación, observándola, escuchando su respiración, los latidos de su corazón,
el sonido de la sangre fluyendo a través de sus venas; y sus días contando los
minutos que debía esperar antes de volver a hacerle el amor, de besar cada
parte de su cuerpo y luego hundirse en su cálido interior.

Odiaba todo el asunto sobre todo porque aún cuando el hambre yacía
adormecida dentro de él y sabiendo que ella aún no era una fuente real de
alimento, se sentía tentado más allá del límite de su control para poder resistirse
a tocar la suavidad de su cuello, delinearlo con su lengua y hundir sus colmillos
en él, embriagándose de la ambrosia carmesí que corría a través de esas
delicadas venas. Todo su cuerpo le rugía de vida y de hambre de una manera
desconocida para él. Y no quería. No debía sentirse así. Había sobrevivido
durante mucho tiempo sin una compañera y le había ido muy bien. Nunca le
habían gustado las complicaciones y Sakura lo era indudablemente pero… la
deseaba.

Aún después de lo sucedido, continuaba deseándola fervientemente, no quería


otra cosa en el mundo que no fuera tenerla entre sus brazos, la quería junto a él,
para él. Y sin embargo, ella no lo había aceptado, seguía aferrada a una vida
que estaba destinada a abandonar pero, sabía que era por ese humano que
había estado durmiendo en su cama, la misma cama en la que él le había hecho
el amor todas las noches anteriores. Si ese humano no estuviera presente…

La furia embargó su cuerpo, apretó con fuerza el vaso y luego lo arrojó a las
llamas de la chimenea. En ese momento la puerta se abrió.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí, Naruto? —preguntó sin mirar al hombre que
se acercaba por su izquierda.

— Fui a buscarte a tu habitación y al gimnasio pero, como no te encontré y dado


que todo está cerrado, pensé que estarías aquí.

— Hmp. —esbozó una media sonrisa— ¿Y puedo saber por qué me estabas
buscando a estas horas?

— No podía dormir —Sasuke alzó el rostro para verlo—. Hinata insistió en


quedarse en mi habitación y pues, estando los dos acostados en la misma
cama, comprenderás que en lo que menos pienso es en dormir. —se movió
hasta el escritorio y apoyó la cadera en él, echándole un vistazo a todos los
papeles que había encima— ¿Qué hay de ti? ¿qué es lo que tanto te preocupa?
Desde hace días estás actuando más raro que de costumbre.

— Nada. Sólo, no puedo dormir.

Naruto exhaló profundo y miró a Sasuke.

— No puedes engañarme fácilmente, y lo sabes. Así que espero que cuando


quieras hablar puedas contarme ¿de acuerdo? —no recibió respuesta—
Regresando a mi asunto, ¿vas a ayudarme?

— Naruto…

— Por favor, Sasuke. Nunca te he pedido nada salvo esto, eres el único a quien
puedo recurrir. No lo haría si no fuese necesario…

El azabache se puso de pie, caminó hasta la pequeña mesa junto a la chimenea,


donde había varias botellas de licor, y se sirvió un poco en un nuevo vaso. Por si
no le hiciera falta, una encrucijada más en su vida. Deseaba ayudar a Naruto
pero, ya lo habían intentado una vez, su inexperiencia en ese uso del sharingan
había salido a relucir y ambos casi terminaron muertos, de hecho, Naruto lo
había estado durante casi dos minutos. Los minutos más largos en toda la vida
de Sasuke y no quería arriesgarse a perderlo definitivamente, él e Ino eran lo
único que siempre había tenido y si algo llegara a sucederles por su causa, él no
se lo perdonaría nunca.

No soportaría otra visita fantasmagórica en su vida.

Sin embargo, quería que fuera feliz. Al menos uno de los dos debería serlo.
Luego de que Ino se emparejara con Kiba, sólo habían quedado ellos dos y si en
sus manos cabía la posibilidad de ayudar a Naruto a que fuera feliz, él…
— De acuerdo —musitó lacónico—. Pero no digas que no te lo advertí.

El rostro de Naruto se iluminó ante su respuesta, y por primera vez, en toda su


vida, un verdadero rayo de esperanza se posó sobre él.

— Gracias, Sasuke.

— Hmp. No me lo agradezcas aún —caminó hacia la puerta, siendo seguido por


su amigo—. Espero que ya te hayas despedido de tu mujer.

— No tengo por qué. Confío en ti —sonrió divertido—. De cualquier manera, te


pido que por favor le digas lo que sucedió en caso de que no funcione.

— Claro, y me dejas a mí el paquete ¿no? —volteó a verlo—. Así ella me


destrozará cuando sepa que yo fui quien te asesiné.

— Es una posibilidad pero… si le ves el lado positivo, así no tendrás que


extrañarme mucho porque irás al otro lado conmigo.

La sonrisa de Sasuke se amplió un poco más. Él y Naruto atravesaron el


vestíbulo y abrieron una pequeña puerta que se encontraba debajo de las
escaleras y que conducía hacia el gimnasio donde los miembros de la cofradía
solían entrenar.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Todo parecía muy confuso, voces desconocidas se hacían notar a su alrededor,


el timbre de un teléfono y el ir y venir de pasos. ¿Dónde estaba? no recordaba
haberse quedado dormida. Sabía que había despertado esa mañana, recordaba
su conversación con Sasuke, la nota en el espejo, acercarse al baño y luego,
nada. La cabeza le dolía, abrió los ojos y la luz fluorescente frente a ella, la cegó
momentáneamente. Se llevó una mano hacia el lado derecho de su frente y
sintió pequeñas irregularidades en ella.

— Son las puntadas, no las toques —escuchó de una voz a su derecha, giró la
cabeza y vio a Sai sentado en una silla a su lado, mirándola preocupado—.
Llamaré al doctor.

Se puso de pie y salió por la puerta de cristal. Instantes después, un médico


junto a una enfermera regresaron con él. El doctor parecía estar en los
cuarentas y tenía esa clase de rostro amable que no hace más que ponerte
nerviosa ante la expectativa de cualquier palabra que pudiera salir de su boca.

— Ha sido un gran golpe el que se dio en la cabeza, señorita Haruno —dijo el


doctor observando las placas en el panel—. Pero afortunadamente la tomografía
no mostró daño alguno y el electro tampoco mostró alteraciones en su función
cerebral. Tiene usted mucha suerte. ¿Recuerda algo de lo que sucedió?

— E-en realidad no mucho. Iba a darme una ducha cuando me sentí mareada y
después, ya no recuerdo nada.

— No se preocupe, es normal. —dijo el médico de manera condescendiente—


Dígame una cosa, señorita Haruno ¿se ha sentido bien últimamente?

— Eh, la verdad… no. Me he sentido muy débil y cansada. Fui a consulta hace
casi una semana y me dijeron que tenía anemia pero que no había nada de qué
preocuparme.

— ¿Y ha estado siguiendo las recomendaciones que le dio su médico? —Sakura


asintió mientras notaba que el doctor parecía no haberle creído del todo—. Verá,
señorita Haruno. Sus análisis de sangre revelaron los niveles de eritrocitos y
hemoglobina realmente bajos. Necesita cuidarse, esa clase de
desvanecimientos no deben de tomarse a la ligera pues generalmente son
síntomas de padecimientos más serios. Se quedará en observación durante
unas horas más, repetiremos sus análisis y le administraremos altas dosis de
hierro y otros complementos. Si al final de esas horas, sus niveles se
restablecen un poco, la enviaré a casa ¿de acuerdo?

Sakura asintió una vez más y entonces el doctor abandonó la habitación,


dejando un silencio sepulcral en el interior.

— ¿C-cómo llegué aquí?

— Te encontré en el baño del apartamento —respondió Sai, serio— Regresé


porque había olvidado unas carpetas que necesitaba y vi que estabas tendida en
el suelo. Como no reaccionabas tuve que llamar a una ambulancia.

— ¿Estás molesto? —inquirió al escuchar el tono en el que Sai le estaba


respondiendo.

— ¿Desde cuando llevas sintiéndote tan mal?

— Yo… Sai… esto no es lo que tú…

— ¿piensas? ¡Por supuesto que lo es, Sakura! ¿Sabes lo que sentí al verte
inconsciente en el baño, cubierta de sangre?

— Sai…

— ¡Y tú nunca tuviste la cortesía de decirme que te sentías mal!


— Lo siento.

— No, Sakura. Yo soy quien lo siente. Porque ahora me he dado cuenta de que
no confías en mí lo suficiente como para decirme algo que tiene que ver con tu
salud.

— No es así… —respondió ella intentando mantener el equilibrio entre el dolor


que sentía en la cabeza y la frustración.

— ¡Claro que así es!

— ¡Ya te dije que no es así, Sai! —exclamó sin poder contenerse más— ¿Crees
que no pensé en decírtelo? Por supuesto que sí, quería decirte que he tenido
pesadillas durante semanas, la cabeza me duele tanto que siento que en
cualquier momento me va a estallar, tengo el estómago sumamente sensible y
no puedo comer casi nada sin tener ganas de vomitar. Pero sabía lo que ibas a
decirme, lo mismo que me dijiste aquella vez en la que casi me violaron
¿recuerdas? "Son sólo cosas de tu mente, Sakura" "Vas a ver que todo
desaparecerá en unos días" pues bien… déjame decirte que no fue así, Sai.
No…—continuó casi sin aliento— no desapareció y yo… —la voz se le quebró—
…tengo miedo. Sé que eso no es algo normal, sé que algo está mal conmigo,
algo me está pasando y no sé que es…

En ese momento el hombre se paró de la silla y fue a sentarse junto a ella,


rodeándola con sus brazos sintiendo como Sakura se aferraba a él con fuerza y
lamentando no haberle prestado la atención adecuada.

— Perdóname, mi amor. Perdón —susurró acariciando la espalda de ella— Te


prometo que a partir de ahora todo será diferente, vamos a averiguar que tienes
y lo haremos juntos ¿de acuerdo?

Sakura asintió aún sin estar segura de que ese abrazo le diera el consuelo que
ella buscaba pero, era él, era Sai, el hombre con quien ella estaba destinada a
pasar el resto de sus días, el hombre que estaba ahí ahora que más lo
necesitaba. Era él a quien ella…

"Vamos, Sakura. Sabes que eso no es verdad"

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Tres días después…

Naruto cayó al suelo. Era el tercer día de entrenamiento y no habían logrado


conseguir ninguna mejoría.

— ¿Te encuentras bien? —le preguntó Sasuke mientras lo ayudaba a


reincorporarse. Él asintió.

— H-hay que intentarlo otra vez —susurró en un jadeo.

— No, ha sido demasiado. Te lo advertí. Necesitas llevar el chakra casi al nivel


de transformación pero no puedes hacerlo porque entonces yo no podría
controlarte solo.

— Lo sé pero…

— Yo te ayudaré —ambos miraron al hombre que se encontraba en el umbral de


la puerta.

— ¿Qué haces aquí, Gaara?

— Danzou estaba preocupado por el ligero temblor que hubo en su cocina hace
unos minutos y me pidió venir para averiguar si ustedes no se habían matado
ya.

— ¿Estás seguro que puedes ayudarnos? —preguntó Naruto. El pelirrojo se


encogió de hombros.

— Tal vez. Mi manejo de chakra es mejor que el de la mayoría aunque no sé


realmente qué es lo que están haciendo.

— Sasuke intenta reprimir el chakra del kyubi. —Gaara esbozó una media
sonrisa.

— ¿En verdad crees poder hacerlo, Sasuke?

— Hmp. Aún no lo sé. Estamos trabajando en ello, ¿vas a ayudarnos entonces?

Gaara volvió a encoger los hombros y Sasuke y Naruto lo tomaron como un sí.

— De acuerdo, entonces lo intentaremos una vez más. —dijo Sasuke luego de


unos instantes, alejándose del rubio— Concéntrate Naruto.

Él asintió y entonces un resplandor naranja fue haciéndose cada vez más visible
a su alrededor, extendiéndose luego por todas partes hasta que toda la
atmósfera del lugar se tensó tanto que empezó a sofocarlos. Gaara se mantenía
atento a cualquier señal de que algo anduviera mal, aún no tenía muy claro lo
que debía hacer pero, de lo que estaba seguro era de que si Naruto se
transformaba, en ese lugar tan pequeño, iba a ver serios, muy serios problemas.

La energía se hizo cada vez más intensa y fue entonces cuando Sasuke activó
el sharingan intentando divisar la fuente de chakra. Lo consiguió sin ningún
esfuerzo aparente pero, lo interesante sería manipularla. Se acercó un poco más
a Naruto, quien ya se había encorvado por la presión que el kyubi ponía sobre
su cuerpo. Sasuke se acercó un par de pasos más, estiró su mano para tocarlo y
entonces la energía se elevó de golpe, abrasándolo mientras salía volando por
los aires junto con Gaara.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El sonido incesante del teléfono le recordó que se había dormido en el sofá.


Tanteó sobre su cabeza hasta encontrar el aparato y descolgó el auricular para
contestar.

— ¿Hola? —volvió a sentarse cuando escuchó de quién se trataba— Ah, hola


Eri. Bien, gracias. Si, creo que volveré al trabajo mañana. ¿Eh? Salir esta noche.
Yo, no lo sé. Es que… No, pero… —soltó un suspiro de resignación mientras
escuchaba el discurso persuadidor proveniente del otro lado de la línea
telefónica. Finalmente, se dio por vencida— De acuerdo. Las veré a las ocho.
Sip, seguro. Claro. Adiós.

Volvió a colocar el auricular en el soporte y luego se quedó observándolo


durante un rato. Bueno, salir de juerga esa noche no era lo que ella consideraría
un buen plan sobre qué hacer pero, cualquier cosa era mejor que permanecer
un segundo más tendida en ese sofá sintiendo el lento pasar de los minutos.

Suspiró profundo. Nunca antes se había sentido tan falta de vida como lo había
estado durante esos días, ni siquiera la televisión le había hecho olvidarse de su
alrededor y eso que ella puso todo su empeño en ello. Los únicos momentos en
los que había tenido contacto con el exterior habían sido cuando Sai le llamaba
cada cierto tiempo para verificar que seguía consciente y no tirada en el baño.

Recargó la nuca en el respaldo del asiento mientras concentraba su mirada en el


techo sintiendo que algo le estaba faltando, algo que había perdido
recientemente y que sin embargo, sentía como si lo hubiese tenido durante toda
su vida. "Sasuke…" Claro, iba a ser una completa hipocresía si decía que
apenas lo había pensado durante aquellos días, porque la realidad era que a
cada minuto su mente lo había traído a ella, haciéndole recordar lo bien que se
sentía estar entre sus brazos, debajo de su cuerpo, sintiendo sus ardientes
caricias recorrerla con detenimiento, el sabor de sus labios y el paraíso cuando
estaba en su interior.

Agitó la cabeza levemente de un lado a otro y luego miró a su alrededor,


recorriendo esa estancia que tantas veces había visto y que, sin embargo, no
había observado nunca a detalle. Se detuvo en el enorme librero cerca de la
ventana y notó el lomo de un libro sobresaliendo de entre los demás, caminó
hasta ahí y lo tomó entre sus manos.
Era un viejo ejemplar de «Cumbres Borrascosas» que había leído en más de
una ocasión. Pasó su mano a través de la cubierta y luego lo abrió en una
página al azar repasando con la mirada los párrafos sin leerlos realmente hasta
que encontró algo que llamó su atención.

"En ocasiones he soñado cosas que no he olvidado nunca y que han cambiado
mi modo de pensar. Han pasado por mi alma y le han dado un color nuevo,
como cuando al agua se le agrega vino…"

No pudo evitar recordar aquel sueño que tuvo acerca de Sasuke durmiendo a su
lado, su cálido aliento chocando contra su nuca mientras lo sentía respirar entre
su cabello, sus brazos envolviéndola en un gesto protector pero a la vez tan
necesitado, esa sensación de sentirse tranquila, completa y feliz mientras era
rodeada por aquel cuerpo masculino que le brindaba un sentimiento de bienestar
y plenitud que no había experimentado nunca.

Todavía se preguntaba cómo ese sueño había podido hacerle sentir tanto,
realmente parecía imposible pero había sido como si esa noche, todo lo que
siempre había estado buscando hubiese aparecido frente a ella. Ahora todo
parecía haberse desvanecido.

Aún su más ínfima esperanza de volver a verlo se había agotado pues también
en sus sueños, él la había abandonado.

Cerró el libro, lo dejó sobre el sofá y caminó hasta el baño dispuesta a darse una
ducha. De nada le servía atormentarse con algo que ya había acabado, que no
volvería y que había sido tan efímero como lo había sido la mayor parte de las
cosas felices en su vida.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Hinata estaba completamente concentrada en su labor. Gaara había ido por ella
al ver el estado en el que se encontraba Sasuke, y cuando llegó al gimnasio, no
pudo ocultar su sorpresa al ver el estado del azabache. Su brazo y parte de su
costado izquierdo tenían quemaduras gracias a la onda de fuego que salió
desprendida del cuerpo de Naruto.

Ahora el rubio estaba totalmente consciente y él y Gaara se encontraban


observando como Hinata terminaba de hacer las curaciones en el brazo de
Sasuke.

— ¿Es muy grave? —preguntó Naruto aún sin poder creer lo que sus ojos veían.
Hinata negó con la cabeza.

— Son quemaduras de segundo grado pero gracias a su línea de sangre


sanarán en unas cuantas horas. —alzó la mirada para ver a Sasuke, quien
permanecía con el rostro impávido—. El suero proteico que le administre
ayudará a la rápida regeneración celular pero, también le aconsejaría que se
alimentara, mi señor.

Sasuke asintió y una vez que Hinata terminó de colocarle los vendajes, se puso
de pie.

— Sasuke, perdón. No fue mi intención…

— No te preocupes, Naruto. Ambos sabíamos que era un riesgo y decidimos


correrlo. Esta vez sentí que estuve realmente cerca de lograrlo y supongo que
esa descarga de chakra fue porque el kyubi también lo sintió.

— Eh, sé que no es de mi incumbencia pero… —interrumpió Gaara— ¿Han


considerado la posibilidad de emplear un sello de cinco puntos?

Las tres personas a su alrededor lo miraron sorprendidos y él supuso que su


mejor opción era mantener su boca cerrada.

— De acuerdo… yo no dije nada.

Luego de un intenso silencio, Gaara abandonó el gimnasio siendo seguido por


Hinata y Naruto, dejando solo a Sasuke, mientras éste evaluaba la opción que le
había dado.

— Tal vez podría funcionar ¿no crees? —Sasuke se puso tenso al escuchar esa
voz, se dio la vuelta y vio a Itachi recostado sobre el muro.

— Esto no puede estar pasando. —musitó con cansancio.

— ¿Sabes?, siento como si esto ya lo había vivido. Creo que es a lo que se le


llama tener un déjàvu —dijo acercándose a su hermano— ¿Por qué
simplemente no puedes aceptarlo?

— ¡Porque esto no es posible, porque tú no puedes estar aquí porque estás


muerto! ¿lo entiendes?

— ¿Se te olvida con quién estás hablando, Sasuke? Por si no lo has notado,
quien fue atravesado por una espada fui yo, así que, sí. Si entiendo que estoy
muerto, quien no puede aceptar que estás viéndome, eres tú, hermanito.

Sasuke comenzó a pasearse de un lado, a otro a través de la habitación,


llevándose constantemente la mano hacia la nuca mientras intentaba hallar la
posible causa para su alucinación. Era por culpa del cansancio. No había
dormido prácticamente nada en los últimos días, había estado bajo mucha
presión con todo el asunto de Sakura y el resto de las elegidas, la guerra y las
bajas civiles también eran tema de preocupación además del problema de
Naruto con el kyubi.

Si, debía ser eso.

Itachi negó con la cabeza.

— ¿Qué demonios ha pasado contigo en todos estos años? Nunca habías sido
de esa clase de hombres que reniega de la verdad escudándose en cosas
estúpidas.

— Y sigo sin serlo, pero no pienso de igual manera cuando se trata de ilusiones
fabricadas por mi mente cansada.

— ¿Qué puedo hacer para que me creas? —no hubo respuesta—.¿Sabes quién
le indicó a Ino el camino que debían seguir cuando nos atacaron? —Sasuke
negó con la cabeza— Pues fui yo. Un par de noches antes, ella había perdido
uno de sus aretes y mientras lo buscaba, halló el camino y yo le expliqué cómo
usarlo. Puedes preguntarle y ella te lo confirmará. Entonces sabrás que soy real,
o bueno, que al menos estoy aquí.

Claro, él lo haría si tan sólo Ino le dirigiera la palabra.

— Ahora, regresando al asunto de Naruto. Nunca pensé que diría esto pero
estoy de acuerdo con Gaara, el sello de cinco puntos debería de funcionar pero
no lo vayas a aplicar tú. Podrías pedírselo a Kakashi, él sabe más de estas
cosas. Y antes de que lo olvide, sobre tu mujer, te puedo apostar lo que quieras
a que no durarás mucho tiempo sin ella, la biología y lo que estás sintiendo no
son algo con lo que puedas pelear y créeme, lo tuyo es sumamente poderoso.
Además, un humano no puede compararse con un Uchiha.

Sasuke estuvo a punto de replicar, diciéndole a su hermano que no se metiera


en su vida pero, de nuevo, Itachi desapareció de repente.

Esto confirmaba su idea de que estaba enloqueciendo porque no sólo era la


segunda vez que conversaba con su hermano muerto, sino que también, estaba
comenzando a creer que era real.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Horas más tarde, la noche por fin cayó sobre la ciudad y en la mansión de la
cofradía, todos se estaban preparando para iniciar las rondas. Todos, con
excepción de Ino, que se encontraba sentada a los pies de la enorme cama que
compartía con Kiba, escuchando el repiqueteo inconstante del agua mientras él
tomaba un baño. Soltó un suspiro en señal de desánimo.
Esa era una de esas noches en las que desearía poder quedarse tendida en la
cama con el hombre que amaba a su lado; sin importar nada más, sin
obstáculos por vencer ni limitaciones a su alrededor pero… sabía que eso no era
posible. ¿Cuánto tiempo llevaban viviendo de esa manera?

Mucho.

En ese momento la puerta del baño se abrió frente a ella, dejando ver a Kiba
vestido solamente con una pequeña toalla alrededor de las caderas.

Ella se quedó mirándolo absorta, recorriendo con los ojos cada parte de ese
magnífico cuerpo masculino que, con todo orgullo y alegría, podía decir que le
pertenecía, tanto como ella le pertenecía a él. En cuerpo y alma.

Con andar cadencioso fue acercándose a Kiba, deteniéndose a tan sólo unos
centímetros de distancia. De nuevo su mirada recorrió el bien formado torso de
él y sin resistirse más, acercó su dedo índice y con la uña recorrió desde su
clavícula hacia la parte baja de su abdomen, pasando en línea recta a través de
sus pectorales hasta el ombligo y más abajo, sintiendo como él se tensaba por
ese simple roce. Alzó la mirada encontrándose con la de él; esa mirada salvaje,
cargada de un deseo ardiente y excitante que solo existía para ella y por ella.

Sin perder el contacto visual, se acercó aún más a él, percibiendo el calor que su
pecho irradiaba a través de la delicada seda del camisón que ella vestía, con los
labios rozó su mandíbula inferior, sintiendo que él nuevamente se estremecía.
¡Dios, le encantaba eso! Él le doblaba en peso, era más alto que ella y también
más fuerte, y sin embargo, ahí estaba, de pie, sin hacer un solo movimiento,
completamente a su merced. Fue deslizando sus labios hacia abajo, recorriendo
la línea de su garganta con la lengua, rozando su clavícula y luego repartiendo
pequeños besos en sus pectorales, haciendo el amago de querer ir más abajo.

— Ino… —suspiró Kiba al sentir un ligero roce de los colmillos de ella, en uno de
los músculos que sobresalían en su abdomen. Ella sabía perfectamente como
despertar el deseo en él.

— ¿Si? —respondió con una sonrisa de inocencia fingida mientras volvía a


levantarse, haciendo que su cálido aliento rozara la piel de él. Se detuvo justo a
la altura de sus pectorales, repartió nuevos besos más intensos y prolongados
hasta encontrarse con uno de sus pezones, lo atrapó con los labios y comenzó a
hacerle caricias con la lengua, rodeándolo con ella o succionando
calmosamente.

— Mujer, eres incorregible —dijo en un gemido y la sonrisa en el rostro de ella


se amplió más.

Entonces él la alzó por los codos y atrapó sus labios en un beso férreo,
rodeándola con sus fuertes brazos pegando sus cuerpos al máximo sin darle
oportunidad de escape alguna. Sus manos se deslizaron a través de la espalda
de ella, definiendo las curvas que se formaban debajo del camisón, y que
conocía a la perfección, hasta llegar a sus glúteos, rodeándolos con las manos y
hundiendo las yemas de los dedos en ellos para apretarla aún más a su cuerpo
y así hacerle saber lo que ella había provocado.

Ino sintió la erección de Kiba presionar contra su vientre y dejó escapar un


gemido que acabó ahogado en sus labios, su cuerpo se tensaba aún más al
ritmo con que sus lenguas mantenían ese ardiente e intenso juego, y ella no
podía esperar a que continuara. Sin apartarse ni un centímetro y con gran
maestría, llevó sus manos desde los anchos hombros de él, deslizándolas a
través de su pecho y abdomen, brindando suaves caricias hasta que finalmente
encontró aquel pequeño trozo de tela que se encargó de apartar mientras sentía
que Kiba la empujaba hacia la cama.

Fue entonces que volvió a recordar que él lo valía, estar a su lado lo valía, cada
segundo pasado a lado de él lo valía todo, las lágrimas, los gritos, el sacrificio, el
dolor. Así que, decidió no reflexionar más sobre aquello, porque sabía que
siempre era cuestión de tiempo pero… en las ocasiones anteriores, no había
tenido que pasar por ello sola.

Una, bueno, dos horas después. Ino estaba envuelta en una sábana,
manteniendo la mirada perdida entre las docenas de vestidos que se alzaban en
el interior del clóset.

— Cualquier color te hace ver hermosa— escuchó junto a su oído.

Los brazos de Kiba le rodearon la cintura desde atrás, y por lo que golpeaba
contra su espalda baja, sabía que seguía desnudo, totalmente listo para un
segundo, un tercero y tal vez un cuarto asalto, quizás más y ¡por todo el cielo!, la
sensación de su lengua recorrer los pliegues de su oreja hacía que ella se
sintiera absolutamente preparada para toda una noche y gran parte de la
mañana de un grandioso, apasionado y totalmente excitante sexo candente. Sin
embargo, sabía que eso no pasaría, al menos no en esa ocasión pero… también
sabía que si las manos de él seguían recorriendo su abdomen, bajando hasta
sus muslos y acariciando sus pechos, sucumbiría sin remedio.

No pudo evitar sonreír. Instantes antes era él quien se rendía ante sus caricias y
ahora los papeles habían cambiado, siendo ella quien estuviera deseando
fervientemente lo que los movimientos de aquellas ágiles manos estaban
prometiéndole.

Entonces un golpe en la puerta por gracia divina, los interrumpió.

— ¡Kiba, con un demonio, ya anocheció! —gritó Gaara desde el corredor al otro


lado del pasillo—. ¡¿Vas a salir o no?

Ino se dio la vuelta para encarar a Kiba, le dio un rápido beso y se separó,
estratégicamente antes de que la lengua de él se introdujera entre sus labios.

— Tal vez… podríamos retomarlo al final de la noche —dijo la rubia inclinando la


cabeza para recorrer con la mirada su cuerpo—. ¿No crees?

Kiba sonrió, la abrazó contra él y le dio un beso en la frente. Cuando un segundo


golpe retumbó contra la puerta, ambos se apartaron y con una velocidad
impresionante, Kiba se preparó para hacer las rondas.

— Es una cita entonces, mi amor. —susurró antes de besarla. Segundos


después, él ya había desaparecido tras la puerta.

Ino soltó un suspiro, regresó su atención a la elección de vestido pensando,


contrario a Kiba, en cual podría llamar menos la atención. Finalmente escogió el
que siempre usaba para esa ocasión, se arregló y caminó hacia la cocina,
encontrando ahí a Naruto y Sasuke hablando.

— Wow —susurró Naruto para luego soltar un silbido decreciente— Estás


hermosa pero… ¿qué haces vestida así? —cuestionó al verla ataviada con un
vestido de seda, mezcla entre un vestido común y una túnica, color blanco.

— Tengo que arreglar un asunto, así que no voy a poder acompañarlos en las
rondas esta noche.

— ¿Qué clase de asunto? —preguntó Naruto sin saber a que se refería. Pero
Sasuke, si lo sabía. Un mes antes, él había recibido el mensaje proveniente del
padre de Ino pidiendo verla, aunque él sabía perfectamente que, quien
realmente lo hacía, era Hidan. El ex prometido de Ino. — ¿Te refieres a ESE
asunto?

Ino asintió.

— ¿Qué tú no…? —volteó a ver a su amigo—. ¿Sasuke, tú no…? —regresó su


atención a la rubia— ¿No quieres que alguno de nosotros te acompañe?

Ella negó y dijo:

— No es necesario. Puedo cuidarme yo sola. —soltó un suspiro— Nos vemos


después.

Sin darles tiempo de preguntar absolutamente nada, se acercó a Naruto, le dio


un rápido beso en los labios y luego salió por la puerta de la cocina pasando
olímpicamente de Sasuke.
Naruto se puso de pie, caminó hacia la nevera para tomar una botella de agua y
luego regresó a su asiento frente a Sasuke. El silencio reinó por completo en
aquella habitación siendo interrumpido por el tamborileo incesante de los dedos
de Naruto sobre la botella mientras Sasuke se dedicaba a limpiar un par de
armas que tenía frente a él.

— Está molesta —susurró Naruto.

— Lo sé.

— Contigo.

— Lo sé.

— Está MUY molesta.

— ¡Lo sé! —exclamó fastidiado.

— Ella esta MUY molesta con…

— ¡Qué no entiendes que lo sé!

— ¡ESTÁ MUY MOLESTA CONTIGO! —gritó Naruto, intentado que Sasuke


viera lo obvio— La última vez que dejó de hablarte fue cuando teníamos diez y
tomamos su collar de perlas rosadas y tú lo usaste como proyectiles contra los
soldados de tu padre. Desde entonces sólo se había dedicado a patearnos el
trasero cada vez que la hacíamos enojar. ¿Qué sucedió?

— Hmp. Nada.

— Claro, y yo soy el mejor amigo de Mickey Mouse.

— El mejor amigo de Mickey Mouse es el Pato Donald, aunque creo que en tu


caso, te refieres al perro —Naruto perdió la paciencia y le dio un golpe a Sasuke
en la nuca.

— ¡Deja de hacerte el imbécil y dime qué le hiciste!

Sasuke exhaló profundo, apartó el arma hacia un lado y miró a Naruto.

— ¿Recuerdas el asunto de las sacerdotisas? —el rubio asintió— Pues…

Sasuke comenzó a contarle todo a Naruto, desde lo sucedido la noche de la


partida de Kakashi, incluyendo su petición de ser el soporte de Sakura para la
transición, el plan de Ino para acercarse a ella, lo ocurrido con Sakura las
últimas noches y su pelea con Ino por ese asunto. Con cada palabra que
escuchaba, la mandíbula de Naruto caía un poco más hasta que pensó que
llegaría al suelo.

Cuando Sasuke terminó su relato, ambos quedaron en silencio durante un par


de minutos.

— Im-bé-cil… —dijo Naruto en un susurro, aún sin creer lo que había escuchado
— ¡Eres el imbécil más grande que he conocido en toda mi vida! —exclamó—
¿dónde demonios tenías la cabeza? Sabía que no eras muy listo pero ¿no
podías haber mantenido a tu amigo dentro de tus pantalones? ¡Y con una
elegida!

— ¡¿Y crees que no sé que fui un idiota al haberlo hecho? ¡Por supuesto que lo
sé! Pero… —se detuvo y comenzó a caminar de un lado a otro frente a Naruto.

— Tú la… —dijo más calmado al ver la expresión en el rostro de Sasuke—


¿amas?

— Yo… —exhaló profundo— Debo irme.

Sasuke salió de la cocina dando un portazo y Naruto se quedó mirando el lugar


donde había estado su amigo. No pudo evitar sonreír.

— Tomaré eso como un sí. —susurró abriendo la botella de agua para beber un
poco.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La música dentro de X-tasis, retumbaba a través de las paredes, llenando la


atmósfera de aquel ambiente que era único en ese club. Sakura y algunas de
sus compañeras de trabajo habían conseguido entrar a pesar de que era viernes
y el lugar estaba a reventar. Lograron hacerse de una mesa sobre un palco
desde donde se podía ver casi toda la pista por completo, con excepción de la
zona VIP que se alzaba al otro extremo del lugar y mientras algunas habían
conseguido parejas para bailar, Sakura permanecía sentada, oyendo el sonido
estridente del remix de la canción "Circus" de Britney Spears, que sonaba en
ese momento.

Tal vez no había sido, realmente, una buena idea salir. O al menos eso pensó
hasta que una de sus amigas llamó su atención.

— Oye, Sakura. ¿Qué no es ese tu vecino? —ella miró en la dirección en la que


le señalaban y vio a Sasuke abrirse paso entre la multitud, acompañado por un
hombre rubio.
Al igual que el noventa y nueve punto nueve por ciento de las mujeres que había
en el lugar, Sakura contuvo la respiración mientras los seguía con la mirada,
detallando aquel andar elegante y ágil con el que se movían a través de la pista
de baile, recorriendo el cuerpo de Sasuke, imaginando lo que había debajo del
pesado abrigo de cuero que llevaba puesto, y que ella había tocado con sus
dedos en más de una ocasión.

Una punzada atravesó su corazón y supo que haber recordado lo vivido con él,
no había sido la mejor opción cuando buscaba exactamente lo opuesto.

Fue entonces cuando prestó atención al hombre que iba junto a Sasuke, y de
manera casi imperceptible, dejó escapar un jadeo de asombro al ver aquella
magnífica figura masculina. Sasuke era un dios, de eso ella no tenía duda pero,
de manera irremediable, debía aceptar que su acompañante lo era un poco más,
el cabello dorado reflejando los destellos de las luces y el azul profundo de sus
ojos en compañía de ese tono bronceado de piel, eran más que suficientes para
que varias mujeres lo estuvieran desnudando con la mirada sin reserva alguna.

Eran como el día y la noche. Sasuke tenía ese aire atractivo, elegante, casi
aristócrata, serio, seguro y orgulloso de sí mismo que lo hacían completamente
irresistible, mientras que el aura de su amigo emanaba espontaneidad,
determinación y un toque de peligrosidad salvaje que robaban la atención de
cualquier mujer que estuviera frente a ellos, justo como en ese momento.

Con fuerza sobrehumana, Sakura logró vencer el hechizo del que se había
quedado presa y apartó la mirada recorriendo los rostros femeninos a su
alrededor dándose cuenta que, al igual que ella, todas las mujeres se hallaban
en la encrucijada de a cual elegir, si es que tuviesen la oportunidad de hacerlo.

Una vez que ambos hombres desaparecieron tras el cordón de terciopelo rojo
que marcaba el inicio de la zona VIP, el hechizo de feromonas se aplacó y la
actividad volvió a reiniciarse en la pista de baile.

— Por favor dime que conoces a su amigo y que puedes presentármelo ¿si?

— Eh… pues en realidad, no. Quiero decir, Sasuke sólo vive en el apartamento
de a lado, no es que seamos grandes ami…

Su amiga suspiró con desánimo mientras se recargaba de nueva cuenta en el


respaldo de la silla alta.

— ¡Qué lástima!

Sakura sonrió tensamente y luego regresó su atención al trago que había entre
sus manos.
Sasuke y Naruto dejaron, parcialmente, atrás el bullicio de la pista de baile del
club. Ser presa de las miradas lascivas de las mujeres no debería ser sorpresa
pero solía haber veces en las que era un poco incómodo, sobre todo cuando las
mentes de las humanas eran tan claras para ellos que podían divisar imágenes
de las escenas extremadamente eróticas que maquinaban y que los tenían a
ellos como protagonistas.

Cuando se encontraron en el apartado VIP, Naruto recorrió con la mirada el


lugar hasta que encontró a Kiba y Shikamaru sentados en la mesa de
costumbre, apartados de la multitud. Dio un pequeño codazo a Sasuke y ambos
se dirigieron hacia donde sus amigos se encontraban.

— ¿Dónde están Gaara y Neji? —cuestionó Sasuke mientras Naruto pedía


cervezas para ambos.

— Aquí nuestro "ojo omnisciente" —respondió Kiba apuntando hacia Shikamaru


con la mano en la que sostenía una botella de cerveza— los puso a trabajar con
un escuadrón como a seis kilómetros de aquí pero no deben de tardar —
entonces frunció el ceño— ¿Dónde está mi mujer? Creí que haría rondas con
ustedes.

— Fue al apartamento por sus armas y a ver a una de las elegidas —dijo
Sasuke lacónico— Me encontraré con ella ahí más tarde.

Naruto miró a Sasuke y luego se llevó la botella de cerveza a los labios para
bajarle casi la mitad de un solo trago. Ambos odiaban mentirle a su compañero
pero, la realidad era que las cosas nunca habían sido fáciles para ellos, sobre
todo por las diferencias que había entre sus líneas de sangre así que cualquier
cosa que Ino hacía para mantenerlos unidos era porque pensaba que valía la
pena y ellos no podían intervenir contra sus deseos.

— Eh… chicos… —todos voltearon a ver a Shikamaru cuando rompió el extraño


silencio que se había formado. Él los miró sobre el borde del vaso con whisky
que estaba bebiendo y todos comprendieron lo que significaba.

— ¡Oh, vamos Shika, no puedes hablar en serio! —exclamó Naruto—


¡Acabamos de llegar!

— ¿Cuántos? —preguntó Sasuke poniéndose de pie.

— Uno, no espera… —frunció el ceño intentando concentrarse un poco más—


Son dos, uno con el sello desactivado. Tal vez es nuevo porque su chakra no es
muy fuerte. Están cerca de aquí, tal vez a un par de cuadras yendo en dirección
al norte.

— De acuerdo. Iré yo. —dio un trago a la cerveza y luego dejó la botella sobre la
mesa— Los veré en un rato. Vuelvo en cinco.

Kiba, Naruto y Shikamaru asintieron y entonces Sasuke se dirigió hacia la


escalera.

Sakura sabía que el momento de irse había llegado, los tragos que había estado
bebiendo no tardarían en hacer estragos en su cuerpo y si no quería escenificar
el papel de ebria vomitando en un baño, debía terminar ahí la noche. Se puso de
pie, sacó dinero de su bolso y luego de despedirse de sus amigas y declinando
las invitaciones de ser llevada a su casa, inició el camino hacia la salida del club.
Cuando se encontró fuera, muchos todavía estaba haciendo fila para poder
entrar a X-tasis y más de uno la observó como si de un bicho raro se tratara.
Miró su reloj viendo que era casi la una.

Bueno, nada mal para ser la primera salida que tenía desde hacía meses.

La música aún llegaba hasta sus oídos lo bastante alta como para hacer que sus
sienes temblaran al escuchar a Lady Gaga y su "Poker face". Cerro su abrigo
sobre su pecho cuando el aire de la noche fría se alborotó a su alrededor, como
un indicativo de que el verano en Konoha había llegado a su fin, exhaló profundo
y vio la pequeña nube de vaho que se formó frente a ella luego miró a su
alrededor a la espera de que un taxi pasara.

Dirigió la mirada hacia el lado donde estaba la fila en la entrada y entonces vio a
Sasuke salir del club. De inmediato le dio la espalda sintiéndose una estúpida al
segundo de haberlo hecho. No estaba en preparatoria y era lo suficientemente
madura como para afrontar una situación como esa. Pensó mientras lo seguía
con la mirada. Además, no es que hubieran tenido un romance de años,
hubiesen estado a punto de casarse y hubieran terminado recientemente porque
él la había abandonado ¿verdad?

Sin embargo, algo dentro de ella se movió al verlo en ese momento. El momento
en el que lo había visto más de cerca en los últimos días.

"¡Por Dios, Sakura! ¡Olvídalo! Ya pasó, entiende, se acabó. Esas noches de


SIMPLE sexo han llegado a su fin y ahora estás retomando tu vida normal.
¡Entiéndelo se A-C-A-B-O!"

Si, bueno, su mente lo entendía claramente pero, su cuerpo se estaba moviendo


en la dirección en la que Sasuke estaba caminando. Pensó en que debería
cambiar la placa que tenía sobre el escritorio de su cubículo por una que dijera:
"Sakura Haruno. Acosadora profesional". ¡Dios! Ahora si que había perdido
hasta la dignidad que tenía pero, no podía evitarlo.

Tan sólo había avanzado un par de cuadras, quizás, cuando se detuvo de golpe.
Frunció el ceño al darse cuenta de que Sasuke desaparecía en la esquina de un
edificio. Por un segundo, algo dentro de ella se inquietó haciéndole saber que no
debía acercarse pero, su parte de curiosa profesional le insistió en continuar así
que, con andar vacilante, fue aproximándose.

Con cada paso que daba, el ritmo de su corazón se fue acelerando hasta que
sintió que en cualquier momento saldría disparado de su pecho. Una increíble
ansiedad fue llenando su cuerpo, el sudor frío se hizo presente y sus manos le
temblaban como si estuviese a punto de morir. Cuando por fin se encontró en la
esquina, apoyó una mano en el muro del edificio y luego de respirar profundo,
dio un paso al interior del callejón.

Si le hubiesen dicho que el demonio tenía cara de ángel y ojos color sangre,
nunca lo hubiese creído…

Hasta ahora…

Sasuke tomó por el cuello al segundo cazador, desenfundó una de sus dagas
con la mano libre y la enterró profundamente en el pecho del akatsuki. Entonces
vio como el brillo de su chakra se iba desvaneciendo a la par de las marcas de
maldición. Sus colmillos aún seguían expuestos y tenía manchas de sangre
negra en el rostro pero no importaba, había vencido a esos dos en menos de
tres minutos, lo que lo colocaba como el ganador de esa noche, de entre sus
compañeros.

Entonces sintió una presencia más y cuando miró hacia la entrada del callejón,
se quedó perplejo.

— Sakura…
Capítulo 13

El enorme jardín que se extendía frente a ella, seguía pareciéndole una de las
cosas más hermosas que hubiera visto en toda su vida, con los enormes rosales
aún cubiertos de flores rojas y el césped perfectamente podado. Sin duda, a
pesar de todo, su madre seguía cuidando de él y su apariencia se lo decía pues
era un reflejo del estado de ánimo de ella, así que si el jardín lucía espléndido,
su progenitora también. O al menos, eso le gustaba pensar.

Los mechones de su cabello rubio fueron alborotados por una brisa veraniega,
probablemente de las últimas que habría. Respiró profundo para armarse de
valor y continuar con el itinerario que debía cubrir esa noche. Caminó por el
sendero de piedra hasta hallarse frente a la enorme puerta de acero y madera,
con el dedo trémulo tocó el timbre y esperó que cualquier persona le abriera,
excepto un hombre que estaba segura casi al cien por ciento de que se
encontraría dentro de esa mansión.

— ¡Miren a quién tenemos aquí! —exclamó una pelirroja al abrir la puerta— ¡La
hija pródiga ha vuelto!

Ino puso los ojos en blanco ante el comentario y soltó un ligero bufido de hastío
al notar la manera en la que la mujer veía detrás de ella.

— Pierdes tu tiempo, Karin —dijo cansina—. Vengo sola. Ahora si no…

— ¡Ino! —un hombre de cabellos naranjas y un número incontables de piercings


apareció detrás Karin, haciéndola a un lado para arrastrar a Ino al interior de la
casa y así poder abrazarla—. ¡Tenía tanto tiempo sin verte, nos tenías muy
preocupados!

— También me da gusto verte, Pein. —susurró intentado corresponder el casi


asfixiante gesto y luego de unos instantes, logró separarse del hombre mientras
Karin desaparecía a través de un pasillo dejándole saber que si ella estaba ahí,
lo más probable era que "él" también estuviera— Por cierto, ¿dónde está…?

Antes de poder terminar la frase, una mujer de cabello azul y largo hasta el
pecho salió de la estancia de la mansión directamente para abrazarla de manera
tan efusiva como el hombre.

— ¡Ino, qué bueno que estás aquí! Debo decir que no le creí a Pein cuando me
dijo que vendrías esta noche.

Cuando el contacto terminó, Ino pudo llevar aire a sus pulmones de nuevo, al
mismo tiempo en el que notaba el avanzado estado de embarazo en la mujer.

— A mí también me da mucho gusto verlos, a ambos, bueno, también al bebé.


—dijo con una sonrisa mientras apoyaba la mano ligeramente sobre el vientre de
Konan—. Pero, lamentablemente no tengo mucho tiempo en esta ocasión así
que…

— ¡Ah, claro! —exclamó Pein— Cariño, la llevaré al segundo piso, volveré en un


segundo.

Konan asintió luego vio como ambos subían por las escaleras hasta perderse
del alcance de su visión. Cuando se encontraron en el piso superior, iniciaron su
camino a través de un pasillo exquisitamente decorado.

— Él está aquí ¿verdad? —preguntó Ino.

— Así es. Últimamente ha mantenido muchos negocios con mi tío y se la pasa


todo el tiempo aquí. A mí sinceramente me fastidia su aire de "mírenme, nadie
es digno de besarme el trasero" —Ino sonrió tenuemente y Pein se encogió de
hombros—. Pero, ¿qué se le puede hacer? yo sólo soy un invitado en esta casa
así que no puedo correrlo ni tampoco a Karin.
— Y, ¿cómo está yendo el embarazo? —él soltó un suspiro.

— Hasta ahora bien, aún faltan otros cinco meses que son los más críticos
según Tsunade así que aún hay que esperar. —Ino le dio un ligero apretón en el
antebrazo al darse cuenta del aire de preocupación que rodeaba a Pein. Los
embarazos en las mujeres vampiro solían ser más complicados que en las
humanas, y no había garantía de que al final, la madre o el bebé o ambos
lograran sobrevivir al parto.

— No te preocupes, vas a ver que todo saldrá muy bien. Konan es una mujer
extremadamente fuerte.

— Lo sé.

— Por supuesto. Se debe de tener una voluntad de hierro para no arrancarte


todas esas cosas del rostro —Pein sonrió y entonces ambos se detuvieron frente
a un par de enormes puertas al final de corredor.

— Bueno primita, aquí estamos. Ella está adentro.

— ¿Cómo ha estado?

— Pues, no ha querido alimentarse de tu padre así que está un poco débil pero
estoy seguro de que tu visita la pondrá muy feliz.

Ino asintió y colocó una mano sobre la puerta.

— Y no te preocupes, me mantendré cerca para que no tengas que encontrarte


con Mr. Imbécil.

Cuando ella vio que Pein desaparecía por el corredor, tomó un profundo aliento
y luego abrió la puerta. La alcoba de su madre estaba tal y como la recordaba de
su última visita, la cama con doseles en color verde azulado al igual que las
cortinas con brocado dorado, el choffonier de madera de caoba, el escritorio de
roble y las ventanas de piso a techo, abiertas dejando entrar la luz de la luna.

Y ahí estaba ella. Mirando a través de las ventanas hacia un punto en medio de
la nada hasta que se percató de su presencia y una tierna sonrisa se dibujó en
su rostro.

— ¿Ino?

— Hola madre —dijo inclinando la cabeza. La mujer abrió los brazos hacia ella.

— Ven, cariño. Acércate. —la chica obedeció, caminó y luego se arrodilló frente
a la silla de ruedas donde su madre reposaba.

— No creí que pudieras venir. Hacía tanto tiempo que le pedí a tu padre que
contactara contigo —dijo acariciándole el rostro mientras sus ojos de un azul
idéntico a los de Ino, se cristalizaban por las lágrimas—. Deseaba tanto poder
verte de nuevo, hija mía.

— Lo sé, mamá —su voz se quebró al sentir las caricias de su frágil madre e
inclinó la cabeza del mismo lado donde estaba su mano para hacer más
profundo el contacto—. Lamento mucho no haber podido venir antes. Lo siento.

— No te preocupes, cariño. Lo más importante es que ya estás aquí, conmigo.


No tienes idea de lo feliz que me has hecho.

Ino alzó la vista para estudiar a detalle el rostro de su madre. Eran tan iguales, el
mismo cabello rubio, el mismo color de ojos y de piel, los mismos hoyuelos en
las mejillas cuando sonreían, pero tan diferentes a la vez, su madre era toda una
guerrera y ella simplemente había huido de los problemas. Ahora que estaba de
nuevo con ella, desearía poder creer que no había cambiado nada durante el
tiempo en el que no la había visto pero, sí lo había hecho, estaba más delgada,
pálida y también el brillo en su mirada estaba desapareciendo.

La vida continuaba escapándose de entre sus dedos y eso le oprimió el corazón.


Porque… era su culpa.

Su ausencia la estaba matando.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sakura estaba en la entrada del callejón, completamente atónita, mirándolo


fijamente y cuando Sasuke se dio cuenta de que podía percibir esa aura color
azul a su alrededor, supo que tenía el sharingan activado. De inmediato apartó
la mirada, dejando caer al suelo los restos del cazador mientras se
desintegraban por completo.

Ella no podía creer lo que estaba sucediendo ahí, la escena digna de cualquier
obra de Stephen King seguía grabada en su memoria aún cuando cerró los ojos.
Sasuke estaba ahí, con el rostro cubierto de sangre y el cuerpo de otro hombre
entre sus brazos, ella había visto como lo había apuñalado pero… eso que
estaba ahí no podía ser Sasuke. Esos ojos escarlata eran los que la habían
atormentado en sueños, persiguiéndola entre los pensamientos de su mente,
robándole la tranquilidad. Durante semanas enteras intentó convencerse de que
eran producto de su imaginación y cuando al fin había conseguido persuadir a
su subconsciente, él…

La cabeza comenzó a girarle como si se hallara en medio de un gran vórtice que


amenazaba con tragársela viva sin dejar un solo indicio de su existencia. Cientos
de imágenes confusas se arremolinaron en su mente acerca de aquella noche y
las noches subsecuentes. Sentía que de un momento a otro su cuerpo
explotaría, estaba segura de que su cabeza estaba a punto de hacerlo.
Necesitaba salir de ese lugar y por primera vez en mucho tiempo, su cuerpo
reaccionó a sus órdenes para salir corriendo lo más rápido que le fuera posible.

No iba a detenerse hasta que se encontrara de regreso en su casa, no


importaba que tan lejos estuviera, no iba a volver a atrás. Ahora definitivamente
se daba cuenta de que ya había perdido la razón por completo. Intentaba
convencerse a sí misma de que lo que había visto no era real pero, su cuerpo
aún sentía esa sensación de peligro inminente, de un gran peligro que la
rodeaba así que, su instinto de supervivencia le pedía a gritos que siguiera
corriendo. Entonces algo jaló su brazo y la obligó a detenerse.

— Sakura, espera.

— ¡Aléjate de mí! —gritó ella, apartándose hasta que su espalda golpeó contra
la cortinilla de acero de una tienda.

— Debes escucharme —dijo Sasuke acercándose un poco más. Luego intentó


tomar su rostro por el mentón para que lo mirara pero ella se estremeció.

— ¡No me toques! —volvió a gritar poniendo la cabeza entre sus manos,


tratando de aplacar la maraña de pensamientos e ideas carentes de sentido que
hacían presión sobre su cerebro. Estaba loca. Eso era lo único en lo que podía
pensar.

— De acuerdo, Sakura. No voy a tocarte pero es necesario que me escuches.

— Tú… no… esa noche… yo… aquel hombre…

"¡Demonios!" Maldijo Sasuke, mentalmente. Esas no eran, ni por equivocación,


las circunstancias que había supuesto para contarle la verdad. Ni siquiera había
planeado que decirle pero, ya no había marcha atrás. Apoyó las manos a ambos
costados de la cabeza de Sakura para así evitar que intentara escapar y luego
se inclinó hacia ella.

— Sakura, yo te daré las respuestas que quieras pero es importante que me


escuches —de nuevo hizo el intento de tocarla y ella comenzó a temblar sin
control. Estaba al borde de un colapso mental.

— E-ese hombre… estaba muerto… tú… yo no…

— Sakura…
— ¿Señorita, se encuentra bien? —Sasuke miró hacia su izquierda al oficial de
policía humano que acababa de hacer aparición.

— Todo bien, oficial —musitó para luego volver a mirar a Sakura quien
permanecía con la vista clavada en el piso y su cuerpo temblando.

— No le pregunté a usted. Señorita, ¿puede escucharme? ¿se encuentra bien?

— Ya le dije que solo estamos hablando, oficial.

Pero Sasuke sabía que el humano no iba a alejarse. Pudo oler esa mezcla entre
mesura y valor que opacaban el miedo y la impresión que tenía al verlo. Era de
esa clase de seres con complejo de héroes y observando esa situación, parecía
como si Sakura estuviese siendo hostigada por él. Lo cual era verdad hasta
cierto punto, pero no por los motivos que el policía se imaginaba.

— Le voy a pedir que ponga las manos donde pueda verlas y que se aleje cinco
pasos ¿me escuchó?

Sin más remedio y soltando un bufido, Sasuke hizo lo que le pidió. Levantó las
manos frente a él y luego retrocedió para dejar a Sakura al alcance del humano,
aunque permaneció a la expectativa.

— Señorita, ¿se encuentra bien? —ella no respondió— ¿señorita? ¿necesita


ayuda? —Sakura alzó la vista hacia él, y por la mirada que le dirigió, el policía
estuvo a punto de vaciar el cargador del arma contra Sasuke pensando que la
había lastimado—. ¿Quiere que la acompañe hasta su casa? —Sakura asintió y
entonces el policía la escoltó hasta la puerta del auto patrulla.

— Sakura, escúchame por favor —dijo Sasuke moviéndose rápidamente para


tomarla del codo sin importarle guardar las apariencias "normales" y dispuesto a
jugarse su última carta. Sakura no hizo ningún intento de zafarse ni tampoco lo
miró—. Sakura, sé por lo que estás pasando. Sé que no has podido dormir bien
últimamente aunque quisieras hacerlo durante días, tienes sensibilidad
estomacal y a la luz, principalmente por las mañanas y sólo pareces tolerar el
agua, sé que sientes que no encajas en este mundo, que debe de haber algo
más, sientes que algo va mal contigo, que eres diferente —ella se tensó al
escucharlo— y además… sé que soy el único hombre por el que has sentido
deseo, y también sé que soy el único que ha podido darte placer en toda tu vida.

Sakura alzó el rostro para verlo. Era un asesino, un psicópata, que si ella
creyera en las cosas paranormales diría que era un demonio, le había alterado
su vida y ahora venía a jactarse de lo que habían tenido. Definitivamente era el
colmo del cinismo. Y lo peor era que…

Todo era verdad.


— Mira, si te lo estoy diciendo es porque tú… —inhaló profundo buscando las
palabras adecuadas, porque estaba seguro de que decirle que se iba a convertir
en vampiro, no sería lo más apropiado en esos momentos— tú pronto caerás
enferma y yo soy el único que podrá ayudarte ¿lo entiendes? Y debes recurrir a
mí en cuanto te sientas mal porque si no tú…

— Aléjate de mí —musitó ella con frialdad— No quiero que te me vuelvas a


acercar.

Sakura dio la vuelta y entró en el auto, sintiendo la mirada de Sasuke clavada en


su nuca.

"Sabes que es cierto…"–escuchó la voz de Sasuke directamente en su mente y


de inmediato se giró para verlo pero él ya no estaba.

No. No lo era. Y tenía que convencerse o ella misma iría a internarse al


psiquiátrico.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Había pasado casi una hora desde que había llegado. A ella le gustaría poder
quedarse más tiempo, pero sabía que eso no sería bueno para ninguna de las
dos. En ese instante la puerta de la habitación se abrió y un hombre entró por
ella. De inmediato Ino se puso de pie e hizo una reverencia.

— ¿Puedes creerlo, Inoichi? Nuestra pequeña está aquí —dijo la madre de Ino
al ver al hombre—. Logró darse un poco de tiempo entre sus actividades en el
Santuario para visitarnos.

— Ya veo —dijo el hombre lacónico.

Ino se atrevió a alzar el rostro y se encontró la fría mirada de su progenitor. Él


sabía perfectamente la razón por la que ella no los había visitado antes. En
realidad, su padre sabía toda la verdad que su madre ignoraba por mutuo
acuerdo entre ellos, y también sabía que por eso la odiaba.

— Madre, ha llegado el momento de que me retire —la mujer alzó el rostro para
verla.

— ¿Debes regresar tan pronto?

— Así es. Sabes que tengo ciertas concesiones gracias a la Oráculo pero no
puedo abusar de ellas. —volvió a arrodillarse frente a su madre y tomó una de
sus manos entre las de ella—. Prometo volver en cuanto tenga oportunidad pero
necesito que tú me prometas algo antes de irme.
— Claro, cariño. ¿De qué se trata? —Ino besó su mano.

— Madre, necesito que me prometas que vas a cuidar más de ti ¿si? He


escuchado que no has querido alimentarte últimamente y…

— Ino —pasó el dorso de su dedo por la mejilla de la joven— Ambas sabemos


que mi tiempo está llegando a su fin en este mundo —Ino se estremeció
mientras su pecho se oprimía. Odiaba que su madre hablara de esa manera—
Así que aún si me alimento o no, nada cambiará lo que ya está escrito por la
diosa.

— Madre…

— Cariño, necesito que tú y tu padre lo entiendan.

— Pero podrías esforzarte un poco ¿no? —sugirió con la voz quebrada—. Mira,
la mujer de Pein dará a luz muy pronto y sabes que siempre has sido como una
madre para él. ¿No crees que podrías hacer el esfuerzo para conocer a su hijo?

— Me encantaría pero…

— Sólo inténtalo, ¿de acuerdo? —pidió volviendo a besar su mano— Promete


que te alimentarás y que estarás aquí la próxima vez que venga ¿si?

Durante unos segundos ambas miradas celestes se cruzaron, una reflejando


una súplica absoluta y la otra resignación. Ino esperaba que aceptara, sólo eso.
Ya había sacrificado tanto por la decisión que había tomado, que el poder ver a
su madre otra vez, era como una bendición esporádica que le era otorgada y el
hecho de que probablemente eso terminara, atormentaba su alma intensamente.

— De acuerdo cariño, lo prometo. Lo haré por ti y por Pein.

Ino se levantó para abrazarla.

— Gracias mamá —dijo en un sollozo— Muchas gracias.

Luego de unos instantes, Ino se encaminó hacia la puerta pasando junto a su


padre.

— Lo dejo solos para que pueda alimentarse. —hizo una reverencia— Es un


gusto saber que te encuentras bien, padre.

El hombre pasó de largo sin responder, cosa que Ino sabía perfectamente que
sucedería. Ella volvió a hacer otra reverencia, salió de la habitación cerrando la
puerta tras de sí y cuando se recargó en ella, intentó controlar las lágrimas que
amenazaban con salir.

— Sabes que esto no pasaría si hubieras actuado como lo que te correspondía


—de inmediato se limpió el rostro y miró hacia su izquierda donde Hidan se
encontraba de pie, mirándola fijamente—. Como la mujer que me fue prometida.

Ino exhaló profundo mientras se enderezaba para poder hacerle frente al


hombre que se hallaba ahí, ataviado con un traje de diseñador, color gris oscuro
hecho a la medida y aire de superioridad fastidiante.

— No puedes seguir hablando de eso, Hidan. —musitó con cansancio—. Ha


quedado en el pasado, junto con la mujer que se suponía que yo era, porque te
recuerdo que desde que estoy en la Cofradía, tengo prohibido emparejarme con
alguien. Soy una guerrera, no lo olvides.

Una sarcástica risa ahogada reverberó en el pecho Hidan.

— No sé a quién quieres verle la cara de estúpido, Ino. Puedo oler el aroma de


ese inmundo en ti, así que no me vengas con tus idioteces de que no puedes
emparejarte con alguien por ser una hokage. Eso podrá ser cierto pero no te
impide revolcarte con ese miserable y repugnante mes…

La mano de Ino atravesó su rostro en una fuerte bofetada que logró


descolocarlo.

— ¡No vuelvas a hablar así de Kiba, ¿me escuchaste? —gritó en un susurro—


No voy a permitir que hables mal de mi hombre que además, te recuerdo, es un
hokage y se encuentra por encima de ti en la jerarquía social. Yo podría
asesinarte por lo que has dicho y lo sabes.

De nuevo la risa sarcástica se hizo presente.

— No lo harías nunca, mi querida Ino —respondió él acercando su mano al


rostro de ella, quien de inmediato se alejó— No tendrías el valor. ¿Y quieres
saber por qué estoy tan seguro? Porque eres una cobarde. Preferiste darle la
espalda a tu familia y encerrarte en el mundo de la Cofradía antes que afrontar a
todo el Círculo y a la desgracia que caería sobre tu línea de sangre cuando se
enteraran de que te habías emparejado con ese inferior. No puedes engañarme,
querida.

Ino abrió los ojos de par en par y por la manera en la que su cuerpo tembló casi
imperceptiblemente, Hidan supo exactamente qué decir.

— Tan sólo mírate y mira a tu madre, le has estado mintiendo durante años
fingiendo ser una sacerdotisa cuando te ensucias las manos con sangre de
akatsuki y te revuelcas con un mestizo olvidando todo lo que ella te enseñó
durante toda su vida, que era a comportarte como una mujer de clase. La verdad
me sorprende que tu padre aún tenga el coraje de aceptarte en su casa, aunque
sé que lo hace por ella, por esa pobre mujer a la que tú le arrancaste la vida
después de que ella te rogara que te quedaras a su lado. ¡Qué hija tan ejemplar
eras, Ino! Tan sólo eres una estúpida y una cobarde que…

Hidan fue interrumpido por un puñetazo que recibió exactamente en la quijada.

— Una palabra más, y yo mismo te arrancaré la lengua ¿me escuchaste?


Pedazo de mierda esnob.

Ino se sorprendió al ver a Pein derribando a Hidan en la alfombra, apretándole el


cuello.

— Ino es una de las mujeres más valiosas que hay sobre esta tierra y no voy a
permitir que te atrevas a, si quiera pensar en, manchar su honor. Tú eres el
estúpido y el cobarde, eres un maldito vividor que se quiere aprovechar de mi tío
pero no voy a dejar que hagas ninguna de tus estupideces ¿me escuchaste?

— Tú no tienes ningún derecho a…

— ¡Ya es suficiente! —Ino, Hidan y Pein miraron hacia la entrada de la


habitación donde Inoichi estaba parado pasando la lengua por la herida que
tenía en el brazo donde la madre de Ino se había alimentado—. No voy a
permitir esta clase de comportamientos en mi casa —Pein soltó a Hidan y se
puso de pie.

— Lo lamento, tío. Es sólo que…

— No me interesa saber quién comenzó todo o por qué, pero será mejor que
ambos se comporten ¿entendido? —los dos hombres asintieron y entonces
Inoichi miró a su hija—. Supongo que debes de estar contenta por ocasionar
esta clase de infortunios ¿no es verdad?

Ino se estremeció al escuchar aquellas aguzadas palabras, de inmediato se


inclinó, apretando los puños a sus costados.

— Lo lamento, padre. No fue mi intención importunarte.

Dicho esto, inició su camino hacia la salida, intentando mantenerse lo más firme
posible para no mostrar que su corazón se había roto de nuevo al escuchar a su
padre hablarle con tanto desdén. Sin mirar hacia atrás, por fin se encontró en el
jardín y entonces se desmaterializó.

Cuando volvió a tomar forma en el techo del rascacielos más alto de Konoha,
toda la fuerza abandonó su cuerpo haciéndola caer de rodillas mientras lloraba
desconsoladamente, abrazándose a sí misma como si intentara contener los
pedazos en los que la visita a su familia la había dejado. Ese había sido uno de
los peores encuentros que había tenido y el dolor que le estaba provocando era
tan inconmensurable que no lograba comprender como su cuerpo parecía
soportarlo.

Las palabras de Hidan seguían resonando en su cabeza junto con la imagen de


su madre en esa silla de ruedas. La pena y el miedo que sentía eran
demasiados como para que ella pudiera soportarlos sola. Y fue entonces que
sintió unos brazos a su alrededor, intentando levantarla y que le indicaron que
no estaba sola. Alzó el rostro y vio a Sasuke frente a ella. Las lágrimas saturaron
sus ojos y todo lo que pudo hacer fue hundir el rostro en el pecho de él.

Permanecieron de esa manera por un tiempo indefinido hasta que Ino logró
tranquilizarse un poco.

— Lo siento. Sabía que no debía haber dejado que fueras sola —ella negó con
la cabeza.

— No tienes por qué disculparte.

— Sabes que eso no es verdad, tengo mucho por lo que pedirte perdón. Tú
tenías razón, fui un imbécil al haberme involucrado con Sakura. Lo eché todo a
perder con ella y también contigo. Nunca fue mi intención decirte todo eso, no
tenía derecho a… —Ino puso su dedo índice sobre los labios de Sasuke.

— Está bien. Últimamente ambos hemos estado bajo mucha presión y yo no fui
de ayuda para ti.

Sasuke tomó su mano y la besó, luego introdujo la que tenía libre en el bolsillo
de su abrigo.

— Toma —dijo extendiendo su brazo con un collar de perlas rosadas.

— Sasuke… ese es… —miró al azabache y él asintió.

— Me tomó un tiempo pero logré reunir casi todas las perlas, con excepción de
una —añadió señalando el cuello de ella, exactamente, la perla que colgaba de
una pequeña cadena de plata.

— ¿Cómo es que…? ¿Por qué me lo das ahora?

— Lo estuve guardando por si había la ocasión en la que una simple golpiza no


fuera suficiente para pudieras perdonarme —Ino sonrió tenuemente.

— Gracias, Sasuke —susurró antes de acercarse a él y darle un rápido beso en


los labios. Él repitió el gesto una vez que ella se separó y luego le besó ambos
lados del cuello, un gesto tan íntimo que era practicado sólo por las parejas.

Los dos se abrazaron nuevamente.

— Estás temblando —dijo ella— ¿Por qué?

Sasuke inhaló profundo antes de responder, intentando calmarse.

— Porque, como te dije, lo arruiné todo con Sakura. Ya sabe la verdad, o al


menos, eso creo —Ino se apartó un poco para mirarlo a los ojos.

— ¿A qué te refieres exactamente?

— Hoy me vio asesinar a un par de akatsukis y yo tenía el Sharingan activado


así que eso le provocó una especie de regresión. Intenté explicarle todo pero no
me lo permitió y además me exigió que me alejara de ella.

— ¡Por nuestra diosa! —exclamó llevándose una mano a la boca— ¿hablas en


serio? —Sasuke asintió— ¿Y qué harás ahora?

— No lo sé. Supongo que tendré que esperar a que piense las cosas con
claridad y a que me llame para pedir respuestas antes de que el cambio suceda.
Ahora tendré que estar más al pendiente de ella.

— Ella te interesa ¿verdad? Y no me refiero a solamente un interés


"profesional".

— Todo ha sido muy difícil últimamente y la verdad no sé que pensar.

Ino le sonrió y luego volvió a abrazarlo.

— ¿Crees que las cosas hubieran sido distintas si hubiésemos permanecido


juntos? Ya sabes, como pareja…

— No tengo idea. Tal vez todo hubiese sido más fácil o tal vez no. ¿Te
arrepientes?

— Claro que no. —respondió ella con una tenue risa— Es sólo que a veces me
pregunto cómo es posible que podamos ser tan unidos y a la vez no hubiésemos
funcionado como pareja.

— No lo sé. Tal vez fue culpa del hecho de que pasamos juntos las veinticuatro
horas del día durante más de un siglo siendo sólo nosotros con Naruto, eso hizo
que nos conociéramos demasiado y nos aburrió. Además, reconozcámoslo, tú
personalidad y la mía siempre han sido un par de trenes dispuestos a chocar a
la primera oportunidad. Aunque hay que admitir que el sexo fue muy bueno
gracias a eso, sobre todo, cuando tenías ganas de matarme.

La risa de Ino se hizo un poco más alta mientras asentía.

— Gracias Sasuke.

— ¿Por qué?

— Por estar siempre aquí, conmigo.

— Me salvaste la vida, se la salvaste a Naruto, por ti fui capaz de sobrevivir.


Dime, ¿cómo no podría estar junto a ti siempre?

Un par de horas después, cerca del amanecer, cuando ambos se encontraron


más tranquilos, decidieron volver a la mansión para la reunión con el resto de los
miembros de la Cofradía.

La noche había sido larga. Muy larga.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El portazo resonó por toda la mansión cuando Gaara abandonó el estudio donde
la Cofradía solía reunirse. No podía creerlo. Una sola frase daba vueltas en su
cabeza. Shikamaru había dado la peor noticia que pudo haber escuchado.

"Temari vuelve esta noche"

Llegó a su habitación, cerró la puerta de un golpe y luego se arrojó sobre la


cama, intentando aclarar todo lo que se estaba arremolinando en el interior de
su mente, asfixiándolo lenta y dolorosamente.

¿Por qué demonios tenía que volver? Claro, la respuesta era simple; estaba
casada con Shikamaru. Era obvio que ella regresaría tarde o temprano al
complejo aunque jamás pensó que sería tan pronto. De nuevo, se odió a sí
mismo. ¿Qué tan miserable podría ser que el regreso de su propia hermana no
le causaba la más mínima alegría? Era un pobre infeliz pero no podía evitarlo.
Temari era la representación de todo el cariño que a él le fue negado por los que
consideró sus padres así que vivir con ella bajo el mismo techo había sido un
absoluto tormento durante los últimos noventa años.

Abandonó la cama de un salto, las persianas de acero se habían corrido hacía


un par de horas así que ya no podría escapar. Miró a su alrededor entre la
oscuridad, su pulso estaba tan acelerado que prácticamente lo sentía palpitar en
sus sienes y la sangre comenzó a correr vertiginosamente por sus venas.
Finalmente ya no pudo contenerse más. Con el poder de su mente hizo que todo
cuanto había en la habitación volara por los aires.

El crujir de los objetos de cristal al impactar contra la pared, emitió un eco que
quedó grabado en su mente recordándole que nada ni nadie, podía ayudarle a
cubrir su propia fragilidad.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El silencio que había reinado en el estudio fue interrumpido por el sonido lejano
de cosas rompiéndose al otro extremo de la casa. Definitivamente Gaara no
había tomado para nada bien la noticia del regreso de Temari.

— Supongo que no debí de haberlo mencionado.

— No te preocupes Shikamaru —respondió Sasuke— Él se hubiera enterado


tarde o temprano así que fue lo mejor. Tendrá que desahogarse para así tratar
de tranquilizarse un poco. Pero no importa, los preparativos para el recibimiento
de tu mujer están marchando bien y todo estará listo para esta noche.

Luego de aclarar unos cuantos puntos más, Sasuke dio por concluida la reunión
y una vez que todos se marcharon a descansar, permaneció en el estudio para
hablar con Naruto, en privado.

— ¿Qué ocurre?

— Necesito que te prepares —dijo Sasuke poniéndose de pie para mirarlo—.


Nos reuniremos con Kakashi en un par de horas para aplicarte el sello.

Naruto no pudo ocultar su sorpresa al escucharlo y en seguida, cierto temor


cruzó por su mente.

— ¿Todavía quieres hacerlo?

— Por supuesto. Pero necesito hablarlo con Hinata.

— Tómate el tiempo que necesites. Te estaré esperando en la biblioteca para


cruzar al otro lado.

Naruto asintió con la cabeza, hizo una reverencia y luego salió del estudio.

Durante un par de horas, Sasuke se quedó en el lugar repasando y


atormentándose una y otra vez con todo lo ocurrido la noche anterior y en las
opciones que tendría para actuar a partir de ese momento, en relación con
Sakura. Realmente esperaba que le llamara antes de que fuera demasiado
tarde.
Cuando se torturó lo suficiente, fue a su habitación para cambiarse las ropas de
combate por una túnica negra que le cubría hasta los pies y luego se dirigió
hacia la biblioteca donde se encontró a Naruto, vestido de la misma forma que
él, y a Hinata a su lado con una expresión de total preocupación.

— Ten mucho cuidado ¿si? —le pidió Hinata a Naruto, una vez que vieron a
Sasuke entrar.

— No te preocupes, todo saldrá bien.

— Te estaré esperando.

— ¿Listo? —le preguntó Sasuke. Naruto asintió, le dio un último beso a Hinata y
luego se acercó a él, subiendo la capucha de su túnica hasta que le cubrió el
rostro.

Ambos se colocaron frente al enorme espejo de cuerpo completo que había en


la habitación, cada uno tomó la daga que reposaba en su cadera y con ella se
hicieron un corte en la mano izquierda, luego apoyaron la palma sangrante en el
espejo y enfocaron su chakra para abrir el portal. La superficie del espejo onduló
como si se tratara de agua siendo movida por el viento, luego empezó a cubrir
las manos de ambos hombres hasta que un resplandor iluminó la habitación.

Segundos después, se encontraron en un lugar totalmente distinto.

En el Santuario no había cielo, jardines, ni cualquier otra cosa que podría


encontrarse en el mundo normal. Todo lo que se podía ver era de mármol color
blanco, las columnas de los recintos, el suelo, las esculturas que adornaban las
escaleras hacia los aposentos de la Oráculo, la fuente donde el consejo solía
meditar; eso y además del aplastante silencio que embargaba el lugar. Era como
si te encontraras en medio de una pantalla blanca de cine, solo teniendo como
objeto animado, el agua que danzaba dentro del foso de piedra blanca.

— Bienvenido a Aburrilandia —susurró Naruto mientras bajaba la capucha de la


túnica— ¿Crees que la razón por la que nuestras vestimentas son negras es
porque quieren evitar que nos confundamos con esos tipos de piedra?

Sasuke sonrió brevemente, sólo Naruto podía hacer esa clase de comentarios
estando ante su posible muerte.

— Ten un poco de respeto. Recuerda que aquí no hay nada que les impida
pulverizarte por ser insolente.

— ¡Oh, vamos! Tú también piensas lo mismo. Esto es peor que la sala de


espera de un dentista, al menos ahí hay una horripilante música de fondo pero
aquí… —exhaló profundo— En definitiva, este lugar me hace extrañar la
televisión. ¿Podrías recordarme la próxima vez que vengamos que debo traer mi
iPod?

— Naruto…

— Bienvenidos —ambos se dieron la vuelta para ver a la mujer que les había
hablado—. Mi señor —dijo haciendo una profunda reverencia, luego se dirigió a
Naruto— Guerrero.

— Ha pasado tiempo, Shizune.

La mujer ataviada con una túnica en color cian se inclinó ligeramente, haciendo
que el símbolo que colgaba de su cuello saliera del interior de la tela.

— Así es mi señor. ¿Puedo preguntar en qué puedo servirle en esta ocasión?

— Estamos buscando a Kakashi, ¿podrías informarle que estamos aquí?

— Lo lamento mi señor. En estos momentos él y los demás miembros del


consejo están en medio de una audiencia con su… —hizo una pausa y agachó
la cabeza— con la Oráculo. Así que me temo que tendrá que esperar.

Sasuke dejó escapar el aire de sus pulmones.

— De acuerdo. Esperaremos aquí si no tienes inconveniente.

— Por supuesto que no, mi señor. ¿Puedo hacer algo por ustedes mientras
esperan?

— No. Estamos bien, puedes volver a tus labores.

Shizune hizo otra reverencia y se alejó por otro de los enormes caminos que
partía, seguramente, hacia el recinto donde se encontraban las sacerdotisas.

El tiempo que Sasuke y Naruto tuvieron que esperar, parecía correr tan lento y
tan rápido a la vez debido a que, en el Santuario, la dimensión temporal
transcurría de una manera diferente que en el mundo normal, lo cual estaba
llevando a Naruto al borde de la desesperación en medio de ese mundo
monocromático y el silencio sofocante.

— Trata de calmarte —le dijo Sasuke mientras lo observaba caminar de un


extremo a otro en el borde de la fuente.

— Pareces un león enjaulado.

Naruto y Sasuke voltearon a ver en dirección donde venía esa voz.


— ¡Vaya, ya era hora! —exclamó Naruto al ver de quien se trataba.

— Lamento la tardanza. —dijo Kakashi haciendo una rápida reverencia, luego


miró a Naruto— ¿Estás listo?

— ¿Por qué todo el mundo me pregunta eso? Ya me cansé de decir que sí,
estoy listo.

— Si todo el mundo te lo pregunta es porque esto es muy importante —


respondió Sasuke—. Pero si crees que estás bien, entonces hay que hacerlo de
una buena vez.

Naruto y Kakashi asintieron y entonces, fueron conducidos hacia el lugar donde


el consejo solía tener sus reuniones, junto a los aposentos de la Oráculo. El
lugar no variaba en absoluto con lo que habían visto antes, todo era de un
blanco tan brillante digno del comercial del mejor detergente para ropa.

Fue cuando la puerta se cerró detrás de ellos, que una extraña sensación
invadió a Naruto. ¿Miedo? Tal vez, después de todo, ya había muerto una vez
en su intento por controlar a su huésped incómodo, pero no se iba a rendir. Ya
estando tan cerca de lograrlo, sería estúpido siquiera pensarlo.

— Necesito que te desvistas —dijo Kakashi a la vez que levantaba las mangas
de su túnica color ocre. Naruto obedeció quitándose la vestimenta negra y
dejando su cuerpo desnudo al descubierto—. Mi señor —añadió refiriéndose a
Sasuke—. Necesito que se coloque detrás de él y lo sostenga con todas sus
fuerzas. —Sasuke hizo lo que le pidió, pasó ambos brazos por debajo de los de
Naruto y sujetó sus puños sobre el pecho de él, consiguiendo un fuerte agarre—
Ahora. Naruto, esto te va a doler como el mismo infierno pero necesito que
trates de quedarte quieto y que te controles lo mejor que puedas hasta que
aparte mis dedos ¿de acuerdo?

Naruto asintió, y antes de que pudiera preguntar, las yemas de los dedos de
Kakashi, llenas de chakra impactaron contra su abdomen, sacando a relucir el
sello que poseía en su torso. Un grito desgarrador escapó de su boca mientras
se agitaba buscando liberarse del agarre de Sasuke para quitarse de encima a
Kakashi y el dolor agudo que lo estaba recorriendo a la vez que sentía al kyubi
agitarse en su interior.

Sasuke luchaba con todas sus fuerzas para evitar que Naruto se zafara pero el
dolor le estaba dando súper fuerza, complicándole su labor.

— ¡No lo sueltes, Sasuke! —pidió Kakashi mientras aumentaba la intensidad de


su energía.
— ¡Naruto, cálmate! ¡Con un demonio, tranquilízate! —un nuevo grito escapó de
la garganta de su amigo y la fuerza con la que luchaba contra él, se incrementó
— ¡Naruto, contrólate! ¡Vamos, yo sé que puedes! Escúchame —pidió apoyando
su mentón en el hombro de Naruto para hablarle junto al oído— Escúchame,
Hinata te está esperando ¿lo recuerdas? Ella está esperando por ti, está
esperando a que vuelvas para estar a su lado. Por eso estás haciendo esto ¿si?
—los movimientos de Naruto fueron cesando poco a poco hasta que sólo quedó
el agitado subir y bajar de su pecho— Eso es, trata de calmarte. Todo esto
acabará pronto y podrás estar con ella ¿de acuerdo?

Un nuevo quejido de dolor quedó ahogado en su garganta y entonces todo


terminó. Sasuke aflojó un poco su agarre y Naruto se desplomó sobre el mármol,
inconsciente.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Finalmente la noche cayó sobre Konoha.

Gaara se levantó del piso donde había dormido aquel día y entró al cuarto de
baño para tomar una ducha rápida. Cuando salió fue directamente a su armario,
se vistió con unos pantalones de cuero negro, una camisa sin mangas del
mismo color y botas militares. Colocó la cartuchera con las dagas alrededor de
su pecho, presionó la combinación sobre un teclado y el cajón donde guardaba
todas sus armas se abrió de manera automática. Tomó dos SIG nueve
milímetros y las colgó a ambos lados de las caderas, una más fue al cinto en la
parte trasera de sus pantalones, tomó tres cuchillos, uno lo ocultó en la parte
interna de su bota izquierda y los otros dos fueron uno en cada pierna.

Sus fuertes pasos retumbaban a través del pasillo. Era probable que los demás
apenas se estuvieran despertando así que si era lo suficientemente rápido,
podría salir de la mansión antes de que lograran cuestionarle algo. Al llegar al
vestíbulo se colocó frente a la puerta principal, dio una última mirada a su reloj;
7:38. "Sólo dos minutos más. Sólo dos minutos". Esa tarde el sol se ocultaría a
las siete con cuarenta. Odiaba el verano, días largos, noches cortas. Poco
tiempo para poder pelear.

Un ligero pitido se escuchó frente a él. Segundos después todas las barreras de
acero colocadas sobre las ventanas y puertas de la mansión fueron corriéndose
una a una. La pesada placa de acero que cubría la puerta principal se deslizó
ocasionando una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro, abrió la puerta
de madera y una vez que sintió la brisa contra su rostro se desmaterializó hacia
el centro de la ciudad. Probablemente todos estarían ocupados con la llegada de
Temari así que él tendría que hacer un turno extra, cosa que en realidad no le
importaba.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.
La superficie del espejo se amoldó a la forma que los cuerpos de Sasuke y
Naruto poseían hasta que por fin pudieron volver a la biblioteca, donde Hinata se
encontraba dormida en el sofá que había ahí. En cuanto sintió las presencias de
ambos hombres, ella se levantó.

— ¡Diosa bendita!, ¿qué sucedió? —cuestionó al ver a Sasuke siendo el apoyo


de Naruto quien aún permanecía inconsciente. De inmediato se acercó a ellos.

— Él está bien, sólo está inconsciente.

— Pe-pero, él… —Sasuke no pudo evitar sonreír por ver la preocupación que
había en el rostro de Hinata. Definitivamente Naruto había tenido mucha suerte
al haberse encontrado con una mujer así y también, había tenido razón. Ella
había valido el intento.

— Estará bien. —volvió a decir—. Sólo necesita descansar y es probable que


también necesite alimentarse pero lo conseguimos.

— ¿Te refieres a…? —Sasuke asintió.

— El chakra del kyubi ha quedado controlado, así que una vez que se recupere,
podrán hacer lo que sea que les falte para poder emparejarse. —las mejillas de
Hinata se tiñeron de carmesí por el comentario pero enseguida volvió su
atención a Naruto—. Lo llevaré a su habitación, así podrás brindarle los
cuidados necesarios para que se recupere.

Hinata asintió y se colocó del otro lado de Naruto para ayudar a Sasuke a
sostenerlo y llevarlo hacia la habitación que compartían. Una vez que dejaron a
Naruto sobre la cama, Hinata se dirigió al baño para llenar un recipiente con
agua y coger unas toallas. Segundos después, regresó a la habitación y vio a
Sasuke sentado junto a Naruto quien comenzaba a despertar.

— Lo lograste —le escuchó decir— Ahora tienes que descansar.

Naruto sonrió tenuemente cuando vio a Hinata detrás de Sasuke.

— Te dije que encontraría la manera —susurró antes de volver a cerrar los ojos.

Hinata tuvo que apretar sus labios con fuerza para evitar que las lágrimas
aparecieran en su rostro, Sasuke se puso de pie y le cedió su lugar.

— Cuídalo bien, por favor —le pidió mientras se alejaba de la cama— Vendré al
final de la noche para ver como sigue.

— Luce agotado, mi señor. Usted también debería de descansar. —Sasuke


esbozó una media sonrisa.

— Hmp. Estoy bien, preocúpate por él. —respondió señalando con el mentón a
Naruto— Y deja de llamarme de esa manera, eres la mujer de mi hermano y
además, no soy tu señor.

— E-Está bien. Gracias… Sasuke.

El hombre asintió y luego desapareció detrás de la puerta.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Esos malditos akatsukis habían logrado llegar a las afueras de la ciudad. Tres
cazadores que por su asqueroso olor dulzón y las marcas del sello de maldición
en sus rostros ya llevaban un buen rato dentro de la organización. Luego de
unos diez minutos de haberlos estado acechando, lo habían conducido a las
afueras de la ciudad, donde había pocas casas que tenían grandes terrenos
vacíos como medio de separación.

Gaara desenfundó sus SIGs y comenzó a repartir tiros a diestra y siniestra


logrando darle a uno de los akatsukis en las piernas, caminó en la dirección
donde los demás habían corrido y al pasar junto al cazador le dio dos tiros
directos en el rostro. Estaba seguro de que aún así estaría vivo pero no se
movería ni un milímetro. Guardó las armas y pasó al cuchillo de su pierna
izquierda, corrió hacia los dos akatsukis que quedaban en pie y dio inicio una
batalla dos contra uno. Después de abrirle el abdomen a uno de ellos con el
cuchillo, Gaara se arrojó sobre el otro y llenó su rostro de fuertes puñetazos una
y otra vez.

Cuando estuvo tendido en el suelo, el akatsuki no pudo ocultar su horror al ver el


semblante de Gaara mientras descubría los colmillos. Era la viva imagen de un
monstruo. Sus ojos aguamarina centellaban bajo la luz de la luna entre las
negras ojeras que los circundaban. Era una mirada llena de odio y sed de
sangre. Su rostro y antebrazos tenían manchas de sangre negra que le daban
un toque aún más aterrador junto al tatuaje que tenía en el lado izquierdo de la
frente. Sin embargo, a Gaara poco le importó la mirada aterrorizada que le
lanzaba el cazador bajo él, emitió un gruñido gutural y luego rasgó la garganta
del cazador, desangrándolo de inmediato.

Desenfundó una de las dagas que colgaban en su pecho y apuñaló el cuerpo del
akatsuki. Sin esperar a que la desintegración se llevara a cabo, se levantó,
caminó hacia el cazador que había dejado metros atrás y repitió el mismo
proceso. Doce. Con ese habían sido doce los akatsukis que había asesinado en
esa noche y apenas habían pasado casi cinco horas. No necesitaba el don de su
cuñado cuando su rabia era la que lo guiaba.
Luego de ver que el cazador se desintegró dejando su mancha aceitosa, volvió a
ponerse de pie. Faltaba uno pero ya no estaba. No podría andar muy lejos, dejó
libres sus sentidos y comenzó a correr en dirección a donde el akatsuki había
huido. Finalmente lo divisó del otro lado de una pequeña cerca de madera
pintada de color blanco, se trataba del jardín trasero de una casa. En el interior
había un perro ladrando estrepitosamente y al ver no ver ninguna luz encendida
supuso que se trataban de humanos. El cazador sonrió mientras con una de sus
manos intentaba contener la hemorragia de su abdomen.

— ¿Tienes algún problema con pelear aquí, hokage? —la mirada de Gaara se
ensombreció. Su mano derecha se movió sigilosamente hacia la SIG que
reposaba en su cadera— Ah, ah, ah. Yo no haría eso si fuera tú —espetó el
akatsuki apuntándole con una Beretta.

"Maldito bastardo"

El cazador comenzó a reír estrepitosamente. Cada segundo que ganaba


significaba recuperación de la herida. Inicialmente había perforado sus intestinos
completamente pero ahora podía pelear. Unos diez minutos más y estaría
recuperado a un ochenta por ciento. Aunque eso no sucedería. Antes de que
pudiera darse cuenta de algo, Gaara se materializó a sus espaldas, colocó su
brazo a la altura de la clavícula y el otro alrededor de su abdomen.

— No tengo problema con pelear aquí porque esta batalla ya se acabó —


susurró Gaara al oído del cazador quien, contrario a lo que se podría imaginar,
lanzó una nueva y estruendosa risotada.

— Caíste.

Los ojos de Gaara se abrieron de par en par cuando la hoja de un cuchillo


perforó debajo de sus costillas. Una, dos veces. La segunda más profunda.

— Hijo de…

El agarre del pelirrojo se fue aflojando hasta que finalmente se deshizo. Su


mano izquierda comenzó a hacer función de compresa en las heridas que ahora
tenía debido a un exceso de confianza. Nunca le había pasado. Probablemente
la llegada de Temari había logrado nublar su raciocinio a tal grado que no pudo
darse cuenta de la treta de la que había sido presa. Pero no dejaría que el infeliz
bastardo se saliera con la suya. Al mismo tiempo que el akatsuki se giraba para
mirar su "obra maestra", Gaara desenfundó la SIG y con dos rápidos tiros en la
cabeza lo derribó. Dio un par de pasos hacia donde el cazador yacía tirado, se
agachó a su lado y le tomó el rostro por la barbilla.

— Mírame —ordenó— ¡Mírame! —la mirada perdida del akatsuki se centró en él


— Tú no puedes matar a alguien como yo ¿y sabes por qué? Por qué no puedes
matar a un demonio —desenfundó una de las dagas que traía en la cartuchera
del pecho y apuñaló al cazador.

Luego de ver el rastro aceitoso que dejó el cuerpo del akatsuki, intentó
levantarse con dificultad. Mierda. Le había hecho una perforación bastante
profunda. Odiaba la idea de que tuviera que ir a la clínica de Tsunade para ser
tratado. Limpió la sangre de la daga en la tela de su pantalón y luego volvió a
colocarla en la funda. Dio un último vistazo hacia la mancha de sangre y
entonces escuchó que la puerta corrediza de la casa se abría. Doble mierda.

— ¿Hola? ¿hay alguien ahí afuera?

Una mujer. Triple mierda. ¡Todo un récord!

"¿Acaso no tendrá fin esta hermosísima noche?"


Capítulo 15

Kaiya permanecía inmóvil con una mano apoyada en el umbral de la puerta del
baño. No sabía a ciencia cierta por qué razón había decidido salir de su
escondite, del único lugar que había considerado seguro en toda su casa desde
que ese hombre había aparecido en su jardín trasero la noche anterior, y mucho
menos, qué estúpido e irracional motivo la había impulsado a dar su dirección
para que otro loco criminal fuera a su casa.

Estaba soñando.

Esa era la única explicación que encontraba, porque estaba completamente


segura de que no creía ni una sola palabra que había salido de la boca de ese
desconocido, ella no creía en nada, no creía en el cielo o en el infierno y, por
supuesto, tampoco creía en vampiros, hombres lobo, brujas, ángeles o
demonios. Su mundo se limitaba a lo que podía sentir y percibir con sus
sentidos, a no más. Porque era una mujer que había dejado las esperanzas y los
anhelos a un lado, ella ya no creía en cuentos de hadas.

Pero… a pesar de que no le creyera, al escuchar su voz, su respiración agitada


y los gemidos dolorosos que escapaban de su garganta sabía que ese hombre
estaba sufriendo y eso, de una manera extraña, removía algo en su interior que
la hacía sentirse dispuesta a ayudarle.

Gaara intentaba definir lo que había a su alrededor, en medio de la oscuridad y


la ceguera parcial que lo aquejaba gracias al brillante y maldito sol infeliz que le
había brindado un poco de su luz solo para joderle más, su ya de por si, jodida
vida. A pesar de que lo único que podía divisar eran las sombras de los objetos,
logró ubicar a la humana justo a unos pasos de él. El miedo en ella aún era
perceptible, pero ahora estaba siendo diezmado por algo que logró sorprenderlo.
Determinación.
La mujer se acercó lentamente hasta él, luego se detuvo y ambos quedaron en
silencio por varios minutos hasta que ella se armó de valor.

— ¿Pu-puedo hacer algo por ti mientras esperas a tu amigo? —cuestionó


manteniendo la distancia entre ellos. Kaiya no lograba entender por qué le
preguntaba, por qué le interesaba lo que a él le sucediese pero ese "algo" en su
interior que le decía que no era un loco y que en estos momentos lo estaba
pasando muy mal, se estaba haciendo realmente fuerte.

Gaara no pudo ocultar su sorpresa ante su pregunta, sinceramente, cualquier


humano hubiese entrado en pánico, salido corriendo o llamado a las noticias o a
un psiquiátrico al verlo pero, ahí estaba ella. Sin poder entender por qué ella lo
ayudaba, por más que su mente intentaba trabajar a marchas forzadas para
hallar un mísero motivo no pudo encontrarlo. Ni siquiera lo miraba, mantenía la
vista fija al frente como si él no existiera. Tal vez ella deseaba que así fuera pero
entonces ahí estaba la contradicción.

— ¿Por qué lo harías? —cuestionó él de manera tajante. Estaba acostumbrado


a estar constantemente a la defensiva, y aún cuando sabía que las intenciones
de ella eran puramente honestas, no pudo evitarlo logrando sentirse como un
imbécil al segundo de haberlo dicho—. Espera yo…

Por primera vez Kaiya prestó atención al tono grueso de su voz, olvidando la
brusquedad de sus palabras, y aunque le costara admitirlo. Le había gustado.

— No lo sé —respondió con sinceridad mientras se ponía de rodillas junto a él


en el piso de madera. No pudo evitar estremecerse y tragó grueso— ¿hay algo
que pueda hacer? —volvió a escuchar un gemido— ¿estás bien?

— No, no lo estoy.

— ¿Te molesta la herida de tu abdomen? —Gaara negó con la cabeza. Aquella


herida estaba sanada casi en un cincuenta por ciento así que ya no le molestaba
mucho, bueno, al menos no moriría por su causa. A pesar de ello, la mujer estiró
su brazo hacia él, intentado llegar hasta su abdomen, lo cual lo descolocó
durante un instante. No soportaba ser tocado. Por nadie.

Contuvo la respiración y antes de que la mano de ella llegara hasta su abdomen,


la tomó por la muñeca con firmeza.

— Como te dije, el sol me hace daño —musitó otra vez con frialdad. Intentó
acomodarse otra vez contra la pared y un gemido más intenso salió de su
garganta.

Kaiya no supo como reaccionar, el agarre sobre su muñeca era firme aunque no
le causaba daño.

— Bien, eh, supongamos que te creo que eres un… —no pudo decir la palabra
—. Que eres… diferente.

— Soy un vampiro —respondió él en un gemido— Sólo soy parte de una


especie distinta.

— De acuerdo —dijo ella con una extraña serenidad que la estaba llenando.
¡Dios! Ahora si podía decir que algo estaba mal con ella porque en su interior,
una extraña vocecilla le estaba diciendo que era verdad y lo peor era que ella lo
estaba creyendo. Dejó de pensar que él era un psicópata y ahora realmente
confiaba en que él no iba a hacerle daño. ¿Cómo podía ser posible? Volvió a
aclararse la garganta dispuesta a no seguir confundiéndose a sí misma—. ¿Qué
puedo hacer?

Gaara se retorcía de dolor a la vez que las células de su piel luchaban por
regenerarse. La camisa se estaba pegando a su piel quemada en el pecho
aumentando su agonía. No sabía que era mejor, si desmayarse por el dolor o
arrancarse la piel quemada con sus propias manos.

— Nada. Sólo, sólo distráeme. Di algo, cualquier cosa. —el labio de Kaiya
tembló. No estaba segura de qué significaba eso.

— Yo… eh…

— Tu nombre —dudó en responder pero luego de escuchar nuevos gemidos lo


hizo.

— Kaiya. Kurosawa Kaiya —esperó alguna respuesta pero no hubo nada, así
que temerosa preguntó—: ¿y tú, cómo te llamas?

— Gaara.

— Gaara —repitió— un nombre fuerte. Supongo que tu personalidad debe ser


igual.

— Tal vez. El tuyo también es un nombre fuerte pero también… es dulce.

¡Santa diosa creadora! Tal vez el sol le había derretido el cerebro porque
acababa de hacerle un cumplido a una mujer, que además era humana. Pero,
no pudo evitarlo. Había algo en esa humana que lo llenaba de tranquilidad por el
simple hecho de que estuviera cercar, a su lado. El tono de su voz lograba hacer
que todo lo demás desapareciera, incluyendo el dolor y, extrañamente, no sólo
el físico. Aún era incapaz de ver algo más que su silueta pero cerrando los ojos
podía recordar cómo era, los delicados rasgos en su rostro, su cabello oscuro
cayendo sobre sus hombros como gruesas ondas y cada una de las curvas de
su anatomía que estaban cubiertas por esas sencillas prendas de franela.

"Un momento. ¿Él estaba pensando en su cuerpo?"

Antes de que pudiera encontrar respuestas, algo en su interior comenzó a arder


y no de la manera dolorosa en la que lo había hecho su piel. Ese calor que sintió
era por esa mujer…

No. No podía ser posible.

Sin darse cuenta, Kaiya se sonrojó al oír sus palabras. Dulce, nadie nunca le
había dicho que era dulce. Bueno, tampoco es que estuviera rodeada por una
multitud de amigos. De hecho, estaba completamente segura de que podía
contar a las personas que conocía con los dedos de una sola mano. Cerró los
ojos e intentó concentrarse de nuevo en la conversación.

— Ah, yo… tú… ¿tienes hambre?

Él la miró un momento, atontado. Y luego tuvo que recordarse que ella no sabía
la intimidad que le ofrecía. Entre los de su raza, ofrecer alimento a alguien del
sexo opuesto no sólo era un símbolo de educación sino también de respeto, y de
afecto. Agitó la cabeza de un lado a otro, obviamente ninguna de ambas cosas
era posible y sólo le estaba ofreciendo comida como simple muestra de cortesía.
De todas formas la idea de que ella le honrara con el alimento que le prepararía
con sus propias manos lo dejó sin aliento. Estuvo a punto de negarse pero
entonces su estómago lo traicionó al emitir un pequeño rugido pidiendo comida.

— Eh, si. Por favor —lo último fue un menudo susurro casi ininteligible.

Kaiya se puso de pie, apoyó una mano sobre el muro y con andar torpe inició su
camino hacia la cocina, tropezando gracias al sofá que permanecía tirado
haciendo las veces de una trinchera. Cuando por fin llegó a su destino, la puerta
se cerró detrás de ella, siguió concentrada en su camino hasta la nevera de
donde sacó una charola de comida precocida, también un envase de jugo de
naranja. Metió el paquete en el microondas y vertió un poco de jugo en un vaso.

¿Qué rayos estaba haciendo?

No solo había auxiliado y metido en su casa a un hombre completamente


desconocido, que además parecía ser letalmente peligroso, y que era, no, se
creía un vampiro, sino que ahora le estaba preparando algo de comer. ¡Virgen
santa! Si la situación no fuera tan hilarante como parecía ser, ella ya se habría
desmayado desde hacía muchísimo tiempo. Aún tenía la esperanza de que todo
fuese una pesadilla y pudiera despertar tarde o temprano.
El pitido del microondas indicándole el fin del tiempo la sacó de sus
pensamientos. Puso la charola de macarrones con queso sobre otra bandeja
junto con el jugo y cuando percibió que era muy poco volvió a la nevera de
donde sacó un recipiente con fruta picada y lo puso en la bandeja. Inhaló
profundo y regresó a la estancia. Se detuvo de golpe.

Escuchó a su perro emitir sonidos como los que hacía cuando ella lo acariciaba
y además, pudo percibir que el aura de Gaara se había hecho más liviana,
drásticamente más liviana. De repente sintió algo suave frotarse contra sus
piernas y supo que se trataba de su perro que la guiaba hasta Gaara con el que,
al parecer, ya había hecho buenas migas. Ese perro era un traidor.

— Ah, yo… no supe lo que te gustaba así que… —dijo mientras volvía a
acercarse hasta él y se puso de rodillas a su lado acercándole la charola.

— Está bien —musitó él. Por alguna razón, Kaiya no se sintió ofendida por no
recibir un "gracias", supuso que él no era de la clase de hombres que solía decir
esa frase con frecuencia.

Gaara literalmente devoró los macarrones con queso y el jugo de naranja. Su


cuerpo agradeció de inmediato los nutrientes pero sabía que eso no era
suficiente, pero al menos era algo. Su vista comenzó a mejorar y ahora lograba
ver más que simples siluetas negras entre la oscuridad. Entonces su mirada se
concentró en Kaiya y se maldijo por ser un infeliz maleducado.

— Lo siento —dijo él tan rápido que Kaiya dudó un momento si había escuchado
bien—. Me ayudaste y yo fui grosero contigo. No fue mi intención pero, como
verás, no soy alguien que suela relacionarse mucho con las personas —él
mismo se extrañó al escuchar tanta sinceridad brotando abiertamente de sus
labios—. ¿Me permites?

— ¿El que? —Gaara frunció el ceño.

— Alimentarte. Es lo único que puedo hacer en este momento.

— Ah, yo… —Kaiya volvió a sonrojarse y no logró entender porqué. Le había


pedido dejarle alimentarle, no que hicieran el amor justo en ese lugar, pero la
forma tan ronca que adquirió su voz al decir la palabra "alimentarte", logró
erizarle la piel instantáneamente—. C-creo que sí.

Gaara tomó con el tenedor un trozo de melón del recipiente y lo acercó a Kaiya
pero cuando ella intentó tomarlo, el pedazo de fruta cayó en su regazo.

— Lo siento —dijo cogiendo la fruta y entonces fue ella quien lo acercó a la boca
de Gaara.
De nuevo él se quedó atónito durante un segundo pero luego, con cautela, se
acercó para tomarlo.

Kaiya se quedó pasmada y sin poder evitarlo, dejó escapar un pequeño jadeo al
sentir los labios de Gaara contra sus dedos. Una corriente eléctrica recorrió todo
su cuerpo y se detuvo exactamente entre sus piernas provocándole un
sobresalto. Cuando los labios de Gaara se apartaron, aún pudo sentir su
respiración frente a ella. Un extraño cosquilleo golpeteó contra cada poro de su
piel pero antes de que pudiera hacer o pensar otra cosa, se escucharon un par
de golpes en la puerta del frente, rompiendo la extraña intimidad que había
adquirido ese momento.

De inmediato ella se puso rígida.

— Soy Kiba, amigo de Gaara —escuchó desde el otro lado.

— Está bien. Lo conozco —musito el pelirrojo. Luego de dudarlo por un


segundo, Kaiya gritó:

— ¡Está abierto!

Sintió una nueva presencia, aunque era completamente distinta a la de Gaara.


El nuevo hombre que acababa de entrar despedía un aura llena de seguridad y
fuerza. Justo como un roble.

— ¡Dios santo! Estás hecho un verdadero desastre —comentó Kiba al ver a


Gaara en el suelo. Miró a su alrededor y ubicó una lámpara en una mesita del
otro lado, frente a él— ¿Tienes quemadas las retinas? —el pelirrojo asintió.

— Un poco. Todo lo veo borroso.

— ¿Crees que puedas soportar la luz de una lámpara? –de nuevo volvió a
recibir una afirmación como respuesta. Encendió la lámpara y entonces pudo ver
el estado en el que su compañero se encontraba. Sus brazos y cuello tenían
quemaduras de segundo y tercer grado y como la tela de la camisa no era tan
resistente como el cuero, pudo jurar que el pecho estaba igual— ¡Maldición
Gaara, tienes ampollas en todas partes!

— ¿En verdad? Y yo que creí que sólo se me había pasado un poco el tiempo
de mi bronceado y era simple irritación.

— No intentes ser sarcástico. En estos momentos no te queda —musitó Kiba


mientras se acercaba a ellos y se sentaba junto al pelirrojo— ¿cómo te llamas?
—preguntó mirando a la chica que permanecía con la mirada fija en el suelo.

— Kaiya, su nombre es Kaiya.


— Lindo. Muchas gracias por cuidar de él, Kaiya. —volvió a mirar a Gaara— por
suerte, he traído una súper ración de helado de vainilla y será toda para ti.

— ¿Helado? —cuestionó la chica alzando el rostro. Kiba asintió.

— La proteína de la leche ayuda a la rápida regeneración celular y el frío


amortigua el dolor de la quemadura.

En ese momento Kiba sacó cuatro botes de helado, abrió el primero, tomó la
cuchara que había sobre la charola entre Gaara y Kaiya y comenzó a colocar el
contenido sobre la piel lacerada del hombre. Cuando llegó a la parte del pecho
tuvo que cortar la camisa con la ayuda de unas tijeras. El dolor que experimentó
Gaara hizo que apretara sus puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos y
un pequeño grito saliera de su garganta. En un segundo la delicada mano de
Kaiya se posó cautelosamente sobre la suya y él la apretó con fuerza. Esa
extraña sensación que experimentó por aquel simple contacto logró tranquilizarlo
hasta que Kiba terminó con el trabajo una hora después.

— Con esto bastará. Al anochecer ya sólo deberían de quedar simples


irritaciones y mañana por la mañana estarás completamente recuperado. Pero
necesitas alimentarte —dijo el castaño. Gaara asintió, su vista había mejorado
un poco más y aunque todavía veía borroso, fue capaz de reconocer el rostro de
su compañero

— Gracias.

— Claro, no es la primera vez que salvo tu trasero así que no debería extrañarte
—comentó con una sonrisa. Luego sacó su celular.

— ¿Qué haces?

— Debo llamar a Ino para decirle que ya te encontré y también para que le diga
a Neji donde encontrarnos —Gaara frunció el ceño.

— ¿Por qué debería venir Neji, acaso no trajiste tu auto?

— No es eso. —hizo una pausa por unos segundos y luego bajó un poco el tono
de su voz. Kaiya seguía sentada junto a Gaara— tiene que venir para hacerse
cargo de ella.

"¿Cargo? Oh Dios, por favor que eso no implique que yo termine en una bolsa
negra o flotando en el río"

Gaara miró a Kaiya y luego volvió a centrarse en Kiba.


— Sabes que en estos momentos ni tú ni yo somos capaces de limpiar su
memoria, no después de que ella viera como te tostabas. Además, creo que
prefieres que sea Neji y no Sasuke ¿verdad? —Gaara bajó la mirada y guardó
silencio.

— Lamento interrumpirlos pero… yo no vi nada.

— Escucha, sé que lo dices para que tus recuerdos no sean borrados pero no lo
hacemos para protegernos sino para protegerte a ti. Saber sobre nosotros es
muy riesgoso y más para una mujer que vive sola como tú —respondió Kiba.

— Pero es la verdad. Yo no vi nada —tomó aire y luego dijo—: Soy ciega

Ambos hombres la miraron sorprendidos a la vez que sus quijadas casi


alcanzaban el piso.

— ¿Hablas en serio? —preguntó Kiba. Ella asintió.

— Lo soy desde que tenía dieciséis años, un accidente automovilístico —al


recordarlo, su pecho se comprimió.

— Pero, he visto como te mueves —comentó Gaara.

— Esta es mi casa. —respondió ella con cierto aire de obviedad— He vivido


aquí toda mi vida, la conozco mejor que nadie. Sólo cuento los pasos.

Gaara no podía creerlo, de repente todas las pequeñas piezas encajaron.


Cuando preguntó por alguien aún cuando él estaba frente a ella la noche
anterior, que el perro siempre estuviera a su lado, que no le creyera que él era
un vampiro cuando le mostró los colmillos, la forma en que se movía y que él
había atañido a la oscuridad, que no lo mirara a la cara. Ahora todo tenía
sentido. Después de esa inesperada confesión, los tres permanecieron sentados
en el piso mientras el silencio llenaba la habitación.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

En un restaurante de la ciudad, Sakura y Sai se habían reunido para almorzar,


como lo habían hecho los últimos dos días. La comida había transcurrido sin
ninguna novedad, Sai hablando sobre lo fenomenal que le estaba yendo al buffet
y Sakura contestando con monosílabos o fingiendo asombro o sonrisas en los
momentos justos.

— ¿Cómo te has sentido últimamente? —le preguntó Sai llevándose la taza de


café a los labios mientras comían el postre.

— Mejor. Aún un poco cansada pero el doctor dijo que estoy mejorando.
— Me alegra. ¿Sabes? he estado pensando que tal vez podríamos hacer un
pequeño viaje, sólo tú y yo, antes de iniciar con los preparativos para la boda.
Tal vez ir a la playa por unos días. ¿Qué piensas?

— Tal vez. Aunque últimamente he tenido mucho trabajo así que no podría
asegurarte nada.

Extrañamente, a Sakura no le pareció una gran idea. De nuevo, el silencio volvió


a rodearlos mientras la mente de ella divagaba en lo que ocurriría esa noche. Iba
a obtener las respuestas que necesitaba solo que ahora, no sabía si estaba
preparada para recibirlas.

— ¡Oh, por dios! No pensé que fuera tan tarde —Sakura parpadeó un par de
veces y notó que Sai se ponía de pie al mismo tiempo en el que llamaba al
mesero con un ademán—. Debo irme, cariño. Tengo una cita con un cliente y
olvidé la hora.

— Claro. No te preocupes. —respondió poniéndose también de pie y cogiendo


su bolso.

— ¿Quieres que nos veamos esta noche para cenar? —la ojiverde dio un ligero
respingo.

— Eh, creo que no va a ser posible. Ah… tal vez trabaje hasta tarde. —la mirada
analítica de Sai se enfocó en ella.

— Sabes que no me gusta que sigas abusando del trabajo. Eso no es bueno
para tu salud.

— Tranquilo, estoy bien.

Sai la miró dudoso, el mesero le entregó la cuenta y luego de revisarla, depositó


el importe de la propina y ambos se dirigieron hacia al caja para liquidar la
cuenta.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Luego de aquel colosal silencio que se había formado entre las cuatro paredes
de la estancia, reduciéndola a algo mínimo alrededor de ellos, Kiba habló.

— Hermano, necesitas descansar. —Gaara volteó a verlo y negó con la cabeza.

— Estoy bien.

— ¡Y un infierno que lo estás! —respondió tajante— pero escúchame bien,


imbécil. Estás hecho una mierda y si tengo que noquearte para hacerte dormir,
no voy a dudar en hacerlo ni por un segundo ¿me captas? —no hubo respuesta
— te pregunté si entendiste.

— Si —musitó lacónico.

La mujer no pudo evitar sorprenderse, Gaara le había parecido alguien que no


acataba órdenes de nadie pero supuso que tratándose de aquel otro
desconocido, él estaba dispuesto a hacer una excepción. Kiba se puso de pie y
con gran facilidad, volvió el sofá a su lugar.

— Entonces ven a recostarte.

— Puede hacerlo en mi habitación —dijo Kaiya sorprendiendo nuevamente a


ambos hombres—. Si… les parece…

— Gracias —respondió Kiba, luego se acercó a Gaara, lo ayudó a


reincorporarse y lo llevó hasta la habitación.

Cuando regresó a la estancia, Kaiya estaba recogiendo lo que había en el piso.

— Permíteme —dijo él apartándole la charola de las manos.

— Ah, gracias.

Kiba atravesó la puerta hacia la cocina, seguido por Kaiya. Una vez ahí, el
hombre lavó lo que habían ocupado para alimentar a Gaara y lo colocó sobre
una rejilla junto al fregadero.

— ¿Qu-quieres un poco de café? —preguntó Kaiya sin poder soportar más otro
silencio.

— Claro —respondió Kiba un poco sorprendido mientras se sentaba en la silla


que ella había desocupado. Observó como ella se movía a través de la
habitación, teniendo todo perfectamente calculado y no pudo evitar sentirse
impresionado—. Lamento las molestias. Es posible que ahora debas tener
muchas preguntas.

— En realidad —dijo encendiendo la cafetera— sigo sin poder creer todo esto.
Ya sabes, el asunto de los vampiros yo… no solí-… —interrumpió— no suelo
creer en ese tipo de cosas.

— No eres de mente abierta ¿verdad?

— Cómo podrás notar, no puedo creer en nada que no pueda percibir. La


percepción es lo único que me queda.
— Entiendo pero ya que estás en esto, ¿qué puedo hacer para que lo hagas?

Kaiya se encogió de hombros apoyándose en la encimera. Segundos después,


soltó un profundo suspiro, se acercó hasta él y estiró su brazo.

— ¿Puedo? —Kiba captó a lo que se refería, abrió la boca y se acercó más a


ella, dejando que sus dedos tocaran sus colmillos.

Un segundo después, Kaiya apartó la mano con rapidez. Había sentido los
colmillos irse alargando lentamente hasta que se convirtieron en dos pequeñas y
afiladas lanzas.

— ¡Virgen sagrada, es verdad! —exclamó dejando escapar todo el aire de sus


pulmones. Repentinamente tuvo la necesidad imperiosa de sentarse o estaba
segura de que terminaría en el suelo.

— Ustedes… ¿cómo…?

— Sólo somos una especie diferente. —dijo Kiba ofreciéndole una silla— Y
antes de que lo preguntes, no nos alimentamos de sangre humana así que estás
a salvo. Nosotros…

En ese momento sonó el timbre y de inmediato, todos los sentidos de Kiba se


pusieron alertas.

— Debe de ser Akari —susurró Kaiya, aún sin poder salir de la impresión.

— ¿Amiga tuya?

— Si. Ella se preocupa por mí y trabaja conmigo en el centro de salud. Soy


voluntaria en el pabellón pediátrico de oncología.

— Asombroso —susurró él.

Kaiya no hizo ningún comentario, se encaminó hacia la entrada y abrió la puerta


recibiendo a una mujer de treinta y tantos, de cabello rubio y ojos castaños.

— ¡Cómo! ¿aún no estás lista?

— Lo lamento Akari, yo…

— ¿Quién es Kaiya? —se escuchó una voz masculina del interior de la casa.

— ¿Estás con alguien? —preguntó la mujer asombrada. Los labios de Kaiya


comenzaron a moverse intentando que algo saliera pero el sonido quedó
trabado en su garganta. Entonces su amiga dejó escapar un pequeño jadeo al
ver a Kiba aparecer detrás de ella, vestido solamente con los pantalones—. Ah,
lo-lo siento. —tartamudeó al deducir las circunstancias—. Yo… no-no quería
interrumpir.

— E-él es Kiba, un… viejo amigo —dijo Kaiya titubeante.

— Kiba Inuzuka —dijo él extendiendo su mano para estrechar la de ella. Luego


rodeó a Kaiya con sus brazos y ella pudo sentir la desnudez de su torso.

— Akari Tane. —un extraño silencio volvió a hacerse presente— Bueno, eh, lo
siento de verdad. Kaiya nunca me había hablado de ningún… amigo.

— Ah, claro. Nos conocimos cuando estábamos en secundaria, luego tuve que
mudarme a Suna y habíamos mantenido contacto por teléfono. Recientemente
regresé a la ciudad

Kaiya no pudo evitar sorprenderse al notar la gran capacidad de improvisación


de Kiba.

— Entiendo —la incomodidad creció de nuevo entre ellos— Eh, ya no les quito
el tiempo, yo… avisaré que no puedes ir al hospital hoy y pues…

— Gracias.

— Claro, nos vemos después —entonces se acercó a ella para susurrarle al


oído—: Cariño, ese hombre está para comerse y parece muy agradable. No
tienes idea de lo mucho que me alegro por ti. Espero detalles luego.

Kaiya se sonrojó y sólo pudo asentir.

— S-si.

— Cuídate. Nos vemos mañana.

Cuando escuchó el motor de la camioneta, Kaiya cerró la puerta recostándose


en ella y dejó escapar un suspiro de alivio.

— Lamento lo del abrazo —dijo Kiba mientras volvía a ponerse la camisa—. No


quiero que pienses que yo…

— N-no te preocupes. Akari es alguien muy suspicaz y hubiera notado las


persianas abajo y el desastre que hay seguramente. —entonces reaccionó—
Eso me hace pensar, ¿cómo llegaste aquí? Gaara dijo que el sol le había
quemado.
— Bueno, no quiero entrar en detalles. Solo te diré que la genética me dotó de
una barrera con la que Gaara no cuenta.

Kaiya hizo el intento de decir algo pero, justo en ese momento, las fuerzas
abandonaron su cuerpo y se desplomó sin llegar a alcanzar el piso. Había
soportado más de lo que había podido imaginar que sería capaz así que ahora,
su cuerpo le pedía a gritos descansar.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

— Lo sé. No te preocupes, cariño, Gaara está bien. En un rato más lo llevaré a


casa. Si, creo que sería buena idea —Kiba dejó de pasearse cuando escuchó un
diminuto quejido proveniente del sofá—. Ah, ella está bien, justo está
despertando en estos momentos. De acuerdo, aquí lo esperaré. Yo también te
amo.

Cuando Kaiya recuperó la conciencia, pudo escuchar una respiración justo a su


lado y el extraño murmullo de una conversación unilateral.

— ¿Te encuentras bien? —al escuchar esa voz, supo que no había estado en
una pesadilla y que todo era real. Comenzó a levantarse hasta quedar sentada.
Kiba había tomado asiento sobre la mesita de centro.

— Eso creo.

— Toma —dijo él depositando un cuenco con cereal en su regazo—. Necesitas


comer algo.

— ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

— Unas cuantas horas. —respondió él despreocupado.

— ¡Unas cuantas horas! ¿Qu-qué hora es?

— Las cinco.

— ¡Oh por Dios! —sintió que la sangre bajaba hasta sus pies, ¿cómo había
podido dormir tanto?

Kiba sonrió por su expresión.

— Tranquila, has vivido demasiado y era cuestión de tiempo. Pero no tienes


porque preocuparte, en poco más de dos horas anochecerá y entonces podré
llevarme a mi chico a casa y tú podrás volver a tu vida normal ¿de acuerdo?

Kaiya asintió levemente mientras comenzaba a comer el cereal con leche que le
había ofrecido.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Ino dobló su teléfono celular y se dejó caer sobre el sofá del estudio. Neji y
Sasuke estaban ahí con ella.

— ¿Qué te dijo? —preguntó Sasuke.

— Dijo que Gaara parece estar bien, tiene gran parte del cuerpo quemado pero
dice que el helado ayudó. También me dijo que la humana está bien y que se
había desmayado pero ya estaba recuperando la conciencia. Me pidió que
llamara a Matsuri pues cree que Gaara va a necesitar alimentarse y además, me
pidió que fueras tú —volteó a ver a Neji— para que les ayudes con la chica.

— ¿No crees que deberías ir tú, Sasuke?

Sasuke apoyó ambos codos sobre el escritorio y entrelazó sus dedos a la altura
de su boca. Negó con la cabeza.

— Creo que es mejor que tú vayas. De todas formas, yo necesito arreglar un


asunto. Ve a prepararte.

Neji asintió, se levantó de la silla en la que estaba sentado, hizo una reverencia
y salió del estudio.

— ¿Estás seguro de que no quieres que te acompañe? —preguntó Ino una vez
que se hallaron a solas.

— No. Es mejor que hable con Sakura yo solo. Después de todo, ese era mi
trabajo desde un principio ¿no?

— Pero ¿qué harás?

— Aún no lo sé. Supongo que esperaré a saber que es lo que quiere


preguntarme… yo… —repentinamente comenzó a sentirse sumamente
frustrado. Ino se levantó del sofá, se acercó hasta donde estaba, poniéndose de
rodillas frente a él y le acarició el rostro.

— Sé que lo harás bien. Confío en ti.

— No deberías hacerlo. Siempre termino defraudando a quienes confían en mí.


—Ino soltó un ligero soplido.

— Vamos, Sasuke. Tú y yo sabemos y cada persona que vive en esta casa sabe
que no ha sido así. Mira a Naruto, por fin está con una gran mujer que lo ama y
eso fue gracias a ti. Yo estoy a lado del hombre que amo gracias a ti. Por ti, la
especie continua sobreviviendo. No has defraudado a nadie, son sólo cosas que
maquina tu cabeza loca —Sasuke sonrió por el comentario.

En ese momento la puerta se abrió de golpe y Naruto apareció a través de ella.

— Oye, Sasuke… —se detuvo al ver a Ino de rodillas frente al azabache—


¿Interrumpo algo?

— En absoluto —respondió ella poniéndose de pie. Se acercó a Sasuke, le dio


un beso y luego le susurró al oído— Lo harás bien.

— ¿De qué hablan?

— De nada, Naruto —musitó Sasuke.

— Claro —dijo el rubio sarcástico.

— ¿Cómo te sientes?

— De maravilla —respondió con una enorme sonrisa de oreja a oreja— Nunca


había estado mejor en mi vida.

Ino y Sasuke sonrieron al ver a su hermano tan feliz. Ellos sabían el motivo y,
sinceramente, no quisieron ahondar en los detalles.

— Y bien, ¿qué necesitas? —Naruto regresó al punto que iba a tratar.

— Ah, sí. Te aviso que iré con Neji a recoger a Kiba y a Gaara. Necesito volver a
la acción lo antes posible.

— Si así lo quieres, de acuerdo. Avísale a Neji. —Naruto apoyó las puntas de los
dedos en su sien como un saludo militar.

— A la orden, jefe. —se dio la vuelta y entonces se detuvo— Antes de que lo


olvide.

Atravesó la habitación dando grandes zancadas hasta quedar frente a Ino. Le


dio un beso.

— Por favor, cariño, dile que me amas más a mí que a él —señaló a Sasuke—
porque yo te divierto y te complazco en TODO.

Ino sonrió y le dio un pequeño golpe en el pecho.

— Ya vete. Y dile a Kiba que lo amo.


— Claro, tenías que restregar a tu hombre en la cara de tus dos amantes ¿no?
—se encogió de hombros— Como quieras. Los veré en un rato.

Sasuke asintió y entonces Naruto salió del estudio.

— Ya no deberías de darle cuerda con tus comentarios.

— Es divertido. —respondió ella con una sonrisa que desapareció de repente


cuando un aroma llegó a su nariz.

— ¿Qué sucede?

— Necesitas alimentarte.

Sasuke dio un pequeño respingo y enseguida negó con la cabeza. Ese tema no
podía tocarlo con ella.

— No es cierto. Estoy bien. Aún puedo soportar unas cuantas semanas.

— Sabes que eso no es verdad. Y no deberías de aguantar tanto.

— Estoy bien, te lo aseguro — se puso de pie y comenzó a caminar hacia la


puerta— Te veré en un rato. La hora se acerca y necesito un baño.

Ino asintió y luego vio como él desaparecía cerrando la puerta tras de sí.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sakura regresó a la realidad cuando la pantalla de su computadora se convirtió


en un vórtice espacial y cientos de puntos blancos comenzaron a moverse
rápidamente como parte de los efectos especiales de Star Wars. Oprimió la tecla
Enter y de nuevo, el programa de edición digital apareció frente a ella, miró el
reloj en la parte inferior de la pantalla y vio que casi eran las seis.

Intentó volver su concentración hacia el trabajo pero le fue imposible, así que
después de treinta minutos más, decidió dejarlo por la paz. Apagó el ordenador,
tomó su bolso del cajón inferior izquierdo, alcanzó su abrigo y dio por concluida
esa jornada laboral. Bajó por el ascensor, atravesó las puertas principales del
edificio y desactivó la alarma de su auto haciendo que los faros del Focus
parpadearan. Ya dentro del auto, inhaló profundo y echó a andar el motor.

Se sentía tan extraña, como si estuviera a punto de ser llevada a la horca. Su


corazón latía a un ritmo trepidante y sentía sus pulmones encogerse dentro de
sus costillas, señales que su cuerpo le estaba enviando para hacerle saber que
lo que iba a ocurrir pronto, no era una buena idea. Sin embargo, se obligó a sí
misma a seguir conduciendo hacia su apartamento, ya había huido en varias
ocasiones antes en su vida pero esta no sería una más. Iba a saber la verdad.
De eso estaba segura.

Luego de varios minutos de intenso trayecto, por fin aparcó el auto en la acera
frente al edificio donde vivía. De nuevo su ritmo cardiaco se incremento y las
manos comenzaron a temblarle pero no le prestó atención. Abrió la puerta y el
aire frío de la época la sorprendió, cerró el abrigo sobre su pecho, miró a su
alrededor notando que ya había anochecido por completo y luego de inhalar
profundo para darse valor, subió las escaleras y atravesó la puerta de cristal y
madera.

A diferencia de ocasiones anteriores, esta vez no tomó el ascensor, decidió subir


las escaleras de los cinco pisos que conformaban el edificio, ocupando el tiempo
para prepararse mentalmente para lo que vendría. Cuando se encontró frente a
la última puerta, tomó aire nuevamente mientras la abría y seguía su camino
subiendo los últimos escalones que daban a la azotea del edificio. Abrió la
oxidada puerta de metal y la atravesó, siendo bienvenida por otra corriente de
aire.

Miró nuevamente a su alrededor. Ahí estaba él. Parado en la esquina más


alejada de ella, inmóvil, mirando hacia la nada, como un vigía anónimo en medio
de la oscuridad. Entonces él se percató de su presencia y volteó a verla. De
repente, todas las preguntas que había pensado formularle fueron
desvaneciéndose con cada paso que él daba y cuando sólo los separaban unos
cuantos, ella retrocedió y él se detuvo.

— Permaneceré justo aquí si así lo deseas.

Sí, ella lo deseaba así.

— Sé que debes de tener muchas preguntas y estoy dispuesto a resolverlas.

Sakura inhaló profundo. Toda la tarde había repasado una y otra vez el guión
que iba a seguir esa entrevista pero ahora todo se había desvanecido en su
mente y no sabía que preguntar. Sólo un hecho salió a relucir.

— T-tú… ¿Qué sucedió aquella noche?

Sasuke movió su mano frente a ella y en ese instante, todos los recuerdos que
habían permanecido bloqueados fueron liberados de golpe en la mente de
Sakura haciéndola perder el equilibrio. Tuvo que sostenerse de la manija de la
puerta.

— E… ese hombre… está muerto. —susurró sin aliento—. Yo… yo lo vi morir.


— Su nombre es Kakashi y técnicamente él continua con vida.

— No. Yo lo vi morir, le dije que debíamos conseguir ayuda pero él se negó —


recordó los ojos escarlata— Tú… esos ojos…

— Sakura juro que te explicaré todo con detalle, pero por ahora, necesito que
me escuches. —ella enfocó su mirada en el rostro de él—. Hay algo que debes
de saber acerca de tus padres.

— Ellos están muertos.

— Me refiero a tus padres biológicos —Sakura dio un pequeño salto.

— ¿Cómo sabes sobre ellos?

— En realidad sólo sé de tu madre. Ella…

— Para, para —pidió extendiendo su palma frente a él— No intentes jugar


conmigo. Mis padres biológicos fueron desconocidos, me dejaron abandonada
en una estación de autobuses y nunca he sabido nada de ellos. No tengo idea
de cómo rayos adivinaste que era adoptada pero no voy a permitir que juegues
con mi mente ¿entiendes?

— No estoy jugando contigo…

— ¡Por supuesto que sí! Es imposible que tú sepas algo de ellos cuando mis
padres adoptivos invirtieron mucho dinero en su búsqueda. Lo más probable era
que se tratara de unos simples adictos.

— Eso no es cierto. Sé algunas cosas sobre tu madre, incluyendo cómo murió.

— No puedes hablar en serio —se acomodó el bolso sobre su hombro— Sabes,


sólo quería que me aclararas en qué malditas cosas estás metido porque algo
me dice que no eres un simple guardia de seguridad, pero jamás pensé que
podrías salir con algo así. —una risa incrédula escapó de sus labios— Y pensar
que yo…

— No sé cómo hacer que me creas.

— Ni siquiera lo intentes. No va a funcionar. —Sasuke se acercó a ella tan


rápido que de repente la perturbó su tamaño—. Aléjate de mí.

— Sakura, escúchame. Yo sé quién era tu madre.

— Ya es suficiente. No sigas. —pidió cerrando los ojos, dispuesta a no dejarse


caer otra vez bajo su hechizo.
— Sakura, mírame. Por favor, mírame. —Pero ella no lo hizo—. Te juro por lo
más sagrado que tengo, que no te he mentido. Te lo juro.

Sakura alzó la mirada sin poder creer que estuviera cediendo al ver como
Sasuke permanecía quieto, como si quisiera darle la oportunidad de saber que
era sincero. Pero enseguida, recuperó la calma.

— ¿Cómo la conociste? Pareces tan sólo un par de años más grande que yo.

— En realidad no la conocí personalmente, pero sé quién era.

— Entonces ¿tú sabes por qué me abandonó? —susurró— ¿por qué ella…?

— No lo sé, pero… sé que gran parte de ella vive en ti. Y es por eso que el
tiempo se acaba.

— ¿A qué te refieres?

Hubo un largo silencio y eso sólo le hizo suponer lo peor.

— ¿Quién era mi madre? —preguntó en un susurro.

— Era lo mismo que yo.

Sasuke la miró fijamente y entonces abrió la boca. Colmillos. Él tenía un par de


afilados colmillos.

El horror saturó el cuerpo de Sakura y de inmediato intentó alejarse, dando


varios pasos hacia atrás.

— E-esto no es posible. ¡Aléjate de mí! —gritó con terror.

— Sakura, escúchame —pidió acercándose otra vez a ella—. Tu madre… —


Recibió una fuerte bofetada, justo en la mejilla.

— ¡No te me acerques! ¡Eres un maldito loco! —volvió a gritar, escapándose de


él hasta llegar al borde del techo—. Ni siquiera lo pienses —comenzó a caminar
de un lado a otro— Casi llegué a creerte, casi. No puedo creer que te atrevieras
a hacerme esta pésima broma, ¿cuál era el plan, mostrarme esos dientes falsos
y decirme que mi madre era una maldita vampiro?

— Puedes mirarlos de cerca. Son reales.

Cuando él volvió a acercarse, ella corrió hasta la puerta, aferró la manija y


empujó pero la puerta no se movió. El pánico se fue apoderando cada vez más
de ella, corriendo por sus venas hasta alcanzar cada recóndita parte de su ser.
Se quedó sin aliento. Nada era lo que parecía ser. La realidad que ella había
conocido se había desvanecido y ahora se encontraba en medio de un agujero
negro que estaba a punto de tragársela viva.

— Sakura… —susurró Sasuke, de nuevo cerca. Su mano se posó sobre el


hombro de ella. Sakura se apartó de un salto y puso varios metros de distancia
entre ellos.

— ¡No te me acerques! —gritó— ¡Déjame salir de aquí!

— Sakura, déjame explicarte. Yo te ayudaré.

— ¡Déjame en paz!

Sasuke hizo el amago de volver a tocarla pero ella lo esquivó y volvió a correr
hacia la puerta. Esta vez, la enorme placa de hierro oxidado se abrió por cuenta
propia antes de que ella alcanzara la manija. Miró a Sasuke sobre su hombro y
la mirada que él le dirigió le indicaba que él lo había hecho. El horror se apoderó
de ella nuevamente.

— Esto no es real.

Corrió escaleras abajo a toda velocidad pero al atravesar la puerta hacia el


último piso, Sasuke estaba allí, parado serenamente frente a ella. Sakura lo
empujó y mientras sentía el miedo y la resistente incredulidad oprimir su pecho,
corrió hasta el ascensor. Las puertas se abrieron y Sasuke estaba ahí de nuevo.

— ¡NO!

Trató de huir de nuevo, corriendo en cualquier dirección, intentando alejarse de


él, pero Sasuke siempre aparecía frente a ella, arrastrándola a ese estado de
caos del que quería escapar con todas sus fuerzas. Volvió a subir las escaleras
hacia el techo, abrió la puerta y siguió corriendo sin aliento hasta el borde del
edificio. De repente saltar no le pareció una idea tan descabellada, después de
todo, su mente se hallaba sumergida en una locura de la que no podía escapar.

Miró sobre su hombro y Sasuke estaba ahí, en el umbral de la puerta. El


agotamiento cayó sobre ella, sus piernas no le respondieron y se desplomó
sobre el frío cemento. Se cubrió el rostro con las manos mientras su cuerpo se
doblaba sobre sí mismo y entonces comenzó a llorar. Eso no podía estar
pasando. Deseaba estar en medio de una pesadilla de la cual pronto tendría que
despertar.

Cuando él la levantó, ella no opuso resistencia. ¿Para qué? Estaba casi segura
de que todo lo que sucedía era una alucinación, una pesadilla de la tarde o
temprano despertaría. Esperaba que así fuera, si no…

Mientras Sasuke la llevaba escaleras abajo, podía percibir las fuertes oleadas de
intenso miedo que emanaban de ella, junto con la confusión y la angustia.
Llegaron al apartamento que compartía con Ino y la depositó sobre la cama,
cubriéndola con la sábana. Supuso que ella necesitaba espacio, así que acercó
una silla y se sentó ahí.

Podía escuchar los sollozos de Sakura y eso lo estaba llevando al borde de la


desesperación. Deseaba hacer algo por ella pero… no sabía qué. No sabía
cómo hacerle frente al dolor ajeno. En realidad, tampoco había sabido lidiar con
el propio.

Luego de varios minutos, los sollozos de Sakura disminuyeron un poco.

— Tengo la esperanza de que ahora, estando en una cama, pueda despertar de


esta pesadilla, —susurró— pero eso no sucederá ¿verdad?

— No.

Sasuke la vio encogerse aún más y de nuevo comenzó a llorar.

¡Maldición! Deseaba abrazarla, limpiar sus lágrimas, poder aplacar aunque fuera
un poco su sufrimiento. Estaba dispuesto a morir si con eso conseguía liberarla
de todo lo que sentía. Pero no podía protegerla, no esta vez, ni tampoco podía
librarla de algo que era inevitable…

La verdad
Capítulo 16

La noche había caído desde hacía unos cuantos minutos y pronto el momento
de irse llegó. Gaara salió de la habitación de Kaiya con andar inseguro
deteniéndose en el umbral de la puerta. Al verlo, Kiba se acercó a él para
examinar sus heridas.

— ¿Cómo te sientes? —le preguntó. El pelirrojo se encogió de hombros a


manera de respuesta así que él continuó con la inspección—. Las laceraciones
no han sanado bien. Ya deberían de estar curadas y además, tu abdomen no se
ve mejor tampoco, tal vez se esté infectando. Habrá que ir a ver a Tsunade y
necesitas alimentarte.

— También necesito un auto nuevo y no me ves recalcándolo ¿verdad?

Kiba lo fulminó con la mirada.

— Al menos podemos estar tranquilos. Tu patético sentido del humor sigue


siendo el mismo. —Gaara esbozó una media sonrisa— ¿Qué tal tu vista?

— Mucho mejor.

Al decirlo, la mirada de Gaara viajó por toda la habitación hasta que se encontró
con Kaiya. La mujer permanecía sentada en el sofá, con el perro sobre su
regazo. Ahora que su visión estaba recuperada casi al cien por ciento, podía
verla con claridad y decir que la imagen que su cerebro había guardado de ella,
no le hacía justicia en absoluto.

Aún vestía las mismas ropas que recordaba pero ahora siendo iluminada por las
luces de la casa lucía sumamente hermosa. Dio un pequeño sobresalto, ¿de
nuevo él estaba viéndola de esa manera? Cerró los ojos intentando aclarar su
mente. Esa clase de pensamientos no podían ser de él porque él no creía en
nadie, no confiaba y mucho menos sentía afecto por otro ser. Vampiro o no.

Abrió los ojos al sentir algo cálido junto a su pierna, agachó el rostro y pudo ver
al perro justo frente a él, moviendo la cola dándole ligeros latigazos en la pierna.
Se llevó la mano hacia la herida del abdomen y con lentitud se inclinó para
acercar su mano libre al animal. Una pequeña mueca de dolor se dibujó en su
rostro cuando hizo presión sobre su herida pero desapareció al sentir el pelaje,
extremadamente suave, del animal deslizarse entre sus dedos. No pudo evitar
sonreír, siempre le habían gustado los animales, sobre todo los perros. A ellos
no podía engañarlos, ellos sabían lo que él era en realidad.

Lo que sentía de verdad.

Kiba se percató de la mirada de Gaara y de la pequeña sonrisa que se había


dibujado en su rostro. Era una sonrisa auténtica, no como las que solía dar la
mayor parte del tiempo y sobre todo, era cálida, no esos gestos fríos y
calculados. Tuvo que parpadear un par de veces pues su cerebro se negaba a
creer que lo que veía podía ser verdad.

Estaba a punto de decir algo cuando sintió dos energías acercándose a ellos. Un
segundo después, Naruto y Neji aparecieron del otro lado de la puerta corrediza
que daba hacia el jardín.

— Es hora.

De inmediato, Gaara se enderezó, recuperando su semblante de siempre.


Aquella ligera muestra de alma quedó oculta detrás de la fría mirada
aguamarina.

La puerta de cristal se abrió con la voluntad de Kiba y entonces Kaiya pudo


sentir dos nuevas y enérgicas presencias en el lugar. Se puso rígida. Parte de su
cerebro seguía sin poder procesar todo lo que sucedía pero entonces recordó
que terminaría. Pronto.

— Pensé que les tomaría más tiempo llegar.

— Nah, sólo tuvimos que seguir sus chakras hasta acá —respondió Naruto
despreocupado. Miró a Gaara y no pudo evitar sonreír irónico—. ¡Menudo
desastre estás hecho! Si querías lucir así, sólo tenías que pedirlo. Yo con gusto
te hubiera ayudado.

— Basta —interrumpió Neji, cansado de sus comentarios. La paciencia del


ojiperla era sumamente escasa—. Acabemos con esto de una buena vez,
¿dónde está?

Kiba comprendió a qué, o más bien, a quién se refería. Se hizo a un lado y dejó
a la humana a la vista de ambos hombres. Sus expresiones no dejaban de
reflejar sorpresa. La mujer era bonita, eso estaba más que claro, pero lo que les
sorprendió era la "tranquilidad" que emanaba. No era una mujer común, de eso
no les quedó duda. Si había soportado veinticuatro horas a solas con Gaara,
estando él en uno de sus momentos de "sensibilidad", significaba que era una
mujer fuerte.

Y eso no significaba, necesariamente, algo bueno.

— No pierdes el tiempo, Gaara —susurró Naruto jocoso, acercándose al


pelirrojo quién intentó asesinarlo con la mirada.

Neji los ignoró olímpicamente, encendió un cigarro a la vez que se movía


majestuosamente a través de la sencilla habitación y se aproximó a la mujer. De
inmediato Gaara hizo el amago de dar un paso hacia ellos. Por alguna razón, no
le agradó en lo más mínimo que Neji tuviera que tocarla y no porque él fuera a
hacerle daño sino porque su reputación con el sexo opuesto hablaba por él.

Un hombre sensato no dejaría nunca que el hermano le pusiera un solo dedo


encima a una mujer que significara algo para él. No si quería tenerla de vuelta.

Kaiya se puso más tensa cuando sintió una presencia justo frente a ella, su
aroma era bastante masculino y se mezclaba delicadamente con el olor del
tabaco que supuso que estaba fumando en ese momento. Su energía era muy
fuerte, avasalladora. Si ella pudiera ver, tal vez la hubiese descrito como
brillante. Pero había algo más, algo que no pudo definir hasta que el calor que
aquel cuerpo irradiaba estuvo muy, pero muy cerca de ella.

¡Dios bendito! Ese hombre era lujuria total, ardiente y asfixiante lujuria mezclada
con un inconmensurable poder. Dejó escapar un imperceptible jadeo al sentir
que cada centímetro de su piel se erizaba debido a esa sensación que la
embargó cuando él se acercó.
Neji se sentó sobre la mesita frente al sofá, se quitó el cigarro de la boca y
exhaló el humo lentamente hacia arriba mientras evaluaba a Kaiya.

— ¿Qué fue lo que vio? —preguntó a la nada y Kaiya no pudo evitar molestarse.
Por su tono de voz, le dio la impresión de que a ese hombre no le preocupaba
ella en lo absoluto. Es más, estaba segura de que no la tomaba como un ser
pensante en esa habitación.

— De hecho ese es el asunto —respondió Kiba mientras se acercaba a él—


Ella…

— Soy ciega —interrumpió la mujer cansada de que la tomaran como un objeto


más—. No vi nada porque soy ciega.

Afortunadamente Neji había dejado el cigarro entre sus dedos porque sino se
hubiera caído de sus labios cuando su quijada quedó abierta debido al asombro,
cosa que no solía ocurrirle muy a menudo.

— ¿Hablas en serio?

— ¡Por supuesto que no! —exclamó sarcástica—. Sólo quería divertirme al ver
la expresión de estúpido asombro que pusiste porque no tengo nada mejor que
hacer que permanecer aquí, con cuatro perfectos desconocidos, que además
son vampiros.

Silencio.

La habitación se llenó de un sepulcral silencio hasta que una ligera risa


reverberó en el pecho de Neji seguida por las de Kiba y Naruto. El ojiperla alzó
la vista y la posó en Gaara.

— Es dura. Me agrada. —exhaló profundo— Lástima que no me vayan las


morenas, prefiero a las castañas.

— Amén por eso. —susurró Naruto quien estaba entretenido acariciando al


perro. Era difícil que alguien, o mejor dicho, que alguna mujer no le "fuera" a su
hermano. En cuestiones del sexo opuesto, él era como la muerte, no hacía
distinciones de edad, estatus social o especie. Toda mujer era bienvenida en
su… ¿lecho? Bueno, en realidad, el lugar era lo de menos.

Neji inhaló otra gran bocanada del cigarro mientras llevaba dos dedos de su
mano libre hasta la frente de Kaiya y los posaba ahí delicadamente. El ceño del
hombre se fue frunciendo gradualmente conforme aumentaba sus intentos por
hallar algo en la mente de la mujer que pudiera ser reprimido, pero luego de
unos instantes se dio por vencido. Dejó escapar el humo que había estado
manteniendo en sus pulmones y miró a sus hermanos.

— No se puede hacer nada. —se levantó—. En su mente no hay nada que


pueda borrar.

— Pero… —intentó interrumpir Kiba. Neji se apresuró a continuar con su


explicación.

— Lo que ella tiene no son recuerdos como tales. Son simples sonidos, aromas,
sensaciones, cosas que son guardadas en la parte más primitiva de su cerebro y
no en donde se suelen almacenar las imágenes que conservamos la mayoría
como memorias. Por lo tanto, es una zona a la que no puedo llegar sin correr el
riesgo de dejarla como un vegetal.

— ¿Y entonces? —preguntó Naruto. Neji se encogió de hombros, terminó de


fumarse el cigarro y arrojó la colilla hasta la papelera de metal que había cerca
de la puerta, al otro lado de la habitación.

— Sugiero que la dejemos así. No creo que abra la boca —respondió con
impasibilidad— Además, ¿qué diría, "escuché como se tostaba un vampiro en mi
casa"? dudo que alguien le llegue a creer.

— Tal vez tengas razón —completó Kiba— ¿Tú que dices, Gaara?

El pelirrojo alzó la vista para dirigirla hacia Kaiya y luego de vuelta a Kiba.

— Hagan lo que quieran. Sólo quiero largarme de aquí.

Kiba lo miró con desaprobación y luego fue a sentarse al sofá, junto a la mujer.

— Escucha, sé que esto no era parte del plan pero ya oíste a mi hermano, no
puede hacer nada sin ponerte en riesgo así que tú decides. ¿Puedes vivir
sabiendo esto o prefieres intentarlo?

Kaiya se quedó en silencio mientras meditaba sobre sus opciones. En realidad


cada vez se iban reduciendo más así que, pronto no tendría mucho por escoger.

— Me quedaré así —dijo luego de unos instantes—. Pueden estar tranquilos, no


diré nada de esto así que no tienen por qué preocuparse.

Kiba asintió varias veces con la cabeza.

— De acuerdo. Respetamos tu decisión —se puso de pie— Es momento de que


nos vayamos. Gracias por todo y perdón por las molestias.

Kaiya los escoltó hasta la salida, Neji y Naruto fueron los primeros en salir
seguidos por Kiba. Gaara se aproximó hasta la puerta y una vez que estuvo
frente a Kaiya, permaneció durante un segundo ahí, sin saber que hacer o decir.
Tal vez lo más correcto fuera un simple y sencillo "gracias" pero tomando en
cuenta que se trataba de él, era pedir demasiado.

— Yo… — Durante un instante, su boca se abría y cerraba una y otra vez


intentando que algo saliera de ella pero no hubo nada. Entonces Kaiya se
adelantó.

— T-ten más cuidado la próxima vez ¿de acuerdo?

Sólo tenía que decir un estúpido "sí". Era todo. Ella ya había hecho lo más difícil.
Pero ni sus cuerdas vocales, ni sus labios, ni su lengua quisieron cooperar con
tan titánica tarea. Lo único que salió fue una pronunciada exhalación.

Se estaba dando por vencido, maldiciéndose a sí mismo, cuando Naruto


interrumpió sus pensamientos.

— Huelen eso… —susurró.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que el llanto de Sakura se
había convertido en sollozos inaudibles. Sólo podía ver su frágil cuerpo continuar
temblando mientras luchaba por llevar aire hacia sus pulmones con dificultad. Le
parecía increíble que aún no se hubiera desintegrado entre la confusión que la
rodeaba. Ella era una mujer fuerte y cada minuto que pasaba a su lado se lo
confirmaba.

Estaba comenzando a pensar que ella permanecería así toda la noche pero
entonces, se dio la vuelta, y el guerrero se encontró con los ojos color jade, fijos
en él.

— ¿Cómo es posible? ¿Cómo...? —se aclaró la garganta—. ¿Vampiros?

— Sólo somos una especie diferente.

— No. Son chupasangres. Asesinos. —en otro momento Sasuke hubiese reído
por el comentario.

— Mejor habla de minoría perseguida. Esa la razón por la que esperaba que no
sufrieras el cambio.

— ¿Cambio?

Él asintió lúgubremente.
— Oh por Dios. —se llevó la mano a la boca como si fuera a vomitar—. No me
digas que voy a...

Una oleada de pánico la asaltó, invadiendo la habitación como una brisa que
llegó a Sasuke en una fría ráfaga. No podía soportar su angustia y quería hacer
algo para aliviarla. Se puso de pie y se acercó a la cama. Al ver que no le rehuía,
se sentó. Las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas olían a lluvia de
primavera.

— ¿Qué va a sucederme? —murmuró.

—Tu transformación está muy próxima. A todos nos llega en algún momento, a
los hombres alrededor de los veinte, a las mujeres cerca de su vigésimo quinto
cumpleaños. Te enseñaré a cuidarte y qué debes hacer.

— Dios santo... esto no… no… yo… —nada elocuente podía salir de su
garganta.

— Cuando termines, necesitarás beber. —Ella se atragantó y se levantó de un


salto.

— ¡No voy a matar a nadie!

De nuevo, si no estuvieran en esa situación, Sasuke hubiera reído. Era increíble


la influencia que tenía la televisión hoy en día.

— Las cosas no son así. —repuso con serenidad—. Necesitas la sangre de un


vampiro, hombre. Eso es todo.

— Eso es todo —repitió ella con tono apagado en un intento porque su cerebro
mantuviera toda la información que le estaba siendo proporcionada.

— Los humanos no son nuestras víctimas. Aunque hay algunos vampiros que sí
lo hacen, pero la fuerza no dura mucho. Para no debilitarte, deberás beber de
alguien de nuestra propia raza.

— Haces que suene muy normal.

— Lo es. Y pronto lo será también para ti.

Ella guardó silencio. Y entonces, pareció darse cuenta de la situación.

— Tú dejarás que yo... —Sasuke asintió.

— Beberás de mí. Cuando llegue el momento adecuado.


La mujer emitió un sonido ahogado, como si quisiera gritar pero una arcada
nauseabunda se lo hubiera impedido. Sus cuerdas vocales se tensaron y nada
pudo abrirse paso entre su garganta.

— Sakura, sé que es difícil...

— No lo sabes.

— Porque yo también lo sufrí. —Ella se quedó mirándolo inquisitivamente.


Alguien que hablaba con tanta normalidad sobre ese tema, no le parecía que
pudiese sentir aunque fuera un poco algo de lo que ella sentía en esos
momentos. Pero, quería creerle.

— ¿También lo supiste así, de golpe?

— Sabía quiénes eran mis padres, lo que yo era y lo que sucedería —dijo él—,
pero habían fallecido cuando me llegó la transición. Las condiciones en las que
pasé por el cambio fueron extremadamente difíciles, me sentía solo y no sabía
qué esperar. Por eso comprendo tu confusión.

— Dijiste que sabías cosas de mi madre, ¿eso significa que ella era…? —
Sasuke asintió—. ¿Mi padre también lo era?

— Él era humano, por lo que sé. Hay ocasiones en que vampiros procrean con
ellos, aunque es muy raro que el niño sobreviva. Nuestra raza no es una que se
pueda sobrellevar bien.

— ¿Pu-puedo detener el cambio? ¿Puedo evitar que esto ocurra? —preguntó


con apremio, sintiendo que la posible respuesta sería su única esperanza de
salir de esa pesadilla—. ¿Hay algún modo de detenerlo?

Él movió la cabeza negativamente. Esa esperanza se desvaneció en el éter. De


nuevo quedaron unos instantes en silencio mientras el lado analítico de su
mente intentaba procesar toda la información.

— ¿Duele?

— Vas a sentir...

— No a mí. —nuevamente la mirada jade se enfocó en el azabache— ¿Te haré


daño?

Sasuke disimuló la sorpresa. Parecía increíble. Él le había destrozado la realidad


en la que ella había vivido durante toda su vida, le había soltado de golpe una
verdad que no era fácil de asimilar y sin embargo, ella estaba preocupada por él.
No sabía qué hacer con ese sentimiento.

— No. No me harás daño.

— ¿Podría matarte?

— No te dejaré hacerlo.

— ¿Me lo prometes?

— Te lo prometo. —Extendió una mano para cubrir la de ella, luego la levantó y


se la llevó hasta sus labios—. Sakura, en verdad quisiera que entendieras que
esto no es el infierno que te imaginas. Es un cambio muy grande, lo sé…

— Radical se queda corto.

— Pero tómalo como una nueva oportunidad para comenzar. ¿Nunca te


preguntaste porque todas esas sensaciones de ausencia y confusión te
asediaban tanto? —ella no respondió—. Ahora estás teniendo las respuestas
que siempre estuviste buscando.

— ¿Cuándo ocurrirá?

— No puedo decírtelo con seguridad, pero pronto.

Ella lo soltó, recostándose sobre las almohadas. Luego asumió una posición
fetal, dándole la espalda.

— Aún tengo la esperanza de que tal vez despierte –murmuró.

Sasuke se sentía agotado cuando se sentó en la silla nuevamente, esperando a


que Sakura hablara de nuevo. Sentía el cuerpo como si se hundiera en sí
mismo, los huesos débiles bajo la carga de piel y músculos. Tal vez Ino tuviese
razón.

No. No era momento para pensar en ello.

— ¿Cómo supiste lo del sexo? -preguntó Sakura con brusquedad.

Él se puso rígido, igual que su miembro, sólo con escuchar esa palabra de sus
labios. Se revolvió en su asiento inquieto, preguntándose si podía evitar
responderle. En aquel momento, no quería hablar sobre sus encuentros
sexuales, al menos mientras ella estuviera en esa cama, a tan escasa distancia.

— ¿Cómo lo sabías? -preguntó.


— Es verdad, ¿no?

— Sí —susurró ella dándose vuelta para mirarlo otra vez—. ¿Fue diferente
contigo porque no eres..., eres un...?

— Tal vez. En realidad no lo sé.

Porque para él también había sido diferente ya que, técnicamente, ella todavía
era humana.

— ¿Sasuke?

— ¿Sí?

— En realidad no tenías previsto acostarte conmigo la primera noche, ¿no es


cierto?

Las claras y vívidas imágenes de aquel tórrido encuentro le obligaron a cerrar


los ojos. ¡Demonios! Los recuerdos no estaban ayudando en ese momento.
Tampoco el cerrar los ojos.

— Así es.

— ¿Entonces por qué lo hiciste?

"¿Cómo hubiera podido no hacerlo?", pensó él, apretando las mandíbulas. No


había podido dominarse.

— ¿Sasuke?

— Porque tuve que hacerlo —replicó él, extendiendo los brazos, tratando de
tranquilizarse. El corazón se le salía del pecho, sus instintos volvían a la vida,
como preparándose para la batalla. Podía escuchar la respiración de la mujer, el
latido de su corazón, el fluir de su sangre.

— ¿Por qué? —susurró ella.

— Porque hay algo en ti que me impide controlarme —respondió tan rápido que
a Sakura le costó trabajo captar cada palabra— Porque cuando estoy cerca de ti
todo lo que quiero es…

Se detuvo sin poder siquiera continuar con toda su letanía. Un oscuro deseo
hizo estremecer sus entrañas, dando un vuelco a su estómago. Sasuke contuvo
la respiración. Esperó a ver si pasaba, pero la mordiente sensación se hizo más
fuerte. ¡Maldición!, esa pecaminosa necesidad no era sólo de sexo. Era de
sangre. La de ella.
Se puso de pie rápidamente y trató de establecer una distancia mayor entre
ambos. Necesitaba salir de allí. Recorrer las calles. Luchar. Y necesitaba
alimentarse.

Odiaba que Ino siempre tuviera razón.

— Escucha, tengo que irme. Pero quiero que te quedes aquí.

— No te vayas.

— Tengo que hacerlo.

— ¿Por qué?

Abrió la boca, sus colmillos palpitaban a medida que se alargaban. Y sus dientes
no eran lo único que pedía ser utilizado. Su erección era un abultamiento
doloroso presionando contra su bragueta, incrementándose conforme los
recuerdos de todos sus apasionados encuentros saturaban su mente. Se sintió
oprimido entre las dos necesidades. Sexo. Sangre. Ambas con ella.

Sakura saltó de la cama y se acercó a él, lo miró durante un instante y luego le


acarició el rostro con el dorso de la mano. Ella tampoco estaba ayudando. Esa
caricia aumentó el calor de su cuerpo hasta casi hacerlo arder literalmente. Al
menos el deseo sexual se sobrepuso al ansia de sangre.

— No quiero que te vayas —susurró ella con la voz enronquecida. Lo único que
quería ella era dejar de pensar, y sabía que estando con él, eso era algo muy
fácil de hacer. Al menos lo había sido antes.

— No quiero aprovecharme de ti —dijo él con los dientes apretados—. Ya tuviste


suficiente por una noche y creo que tienes mucho en qué pensar.

— Tienes razón, ha sido demasiado. Estoy enfadada, molesta, asustada y lo que


menos quiero es pensar en esto así que, si no te importa, me gustaría hacer el
amor hasta que no sienta ni pueda pensar en nada. Sería fantástico que me
ayudaras en esto ya que fuiste tú quien lo inició.

Sasuke desvió la mirada hacia la cama. ¡Demonios!, en verdad la deseaba y por


el aroma que provenía de ella, sabía lo que su cuerpo necesitaba de él. No
quería irse, quería permanecer a su lado pero su necesidad de sangre podría
ponerla en peligro. La mano de Sakura se deslizó hacia abajo hasta encontrar su
erección. Él sacudió el cuerpo bruscamente, su jadeó quebró el silencio en la
habitación.

— ¿Vas a decirme que no, Sasuke? —preguntó ella de una manera tan
arrebatadora, que la presión en sus pantalones se hizo más dolorosa. Sólo sexo.
Podía hacerlo. Podía aguantar el deseo de sangre. ¿Pero estaba dispuesto a
dejar la vida de la mujer en manos de su autocontrol?

Sakura se puso de puntillas y presionó los labios contra los suyos.

"Juego finalizado", pensó él, oprimiéndola contra sí. Empujó la lengua dentro de
su boca mientras la sujetaba por las caderas y la presionaba contra su erección.
El gemido de satisfacción de la mujer fue como campanas celestiales que
aumentaron su deseo, y cuando las uñas de ella se clavaron en su espalda, le
fascinaron las pequeñas punzadas de dolor porque significaban que estaba tan
ansiosa como él. La tendió sobre la cama en un abrir y cerrar de ojos. Rasgó la
delicada blusa y el sujetador con impaciente ferocidad. Ya habría tiempo para
delicadezas. Ahora se trataba de puro sexo.

Mientras besaba furiosamente sus pechos, se arrancó la camisa con las manos.
Sus manos recorrieron todo el cuerpo de Sakura, sus labios subieron lentamente
sobre su pecho, recorriendo su clavícula hasta llegar de nuevo a los labios de
ella. Ambos se aferraban el uno al otro por su vida contra las desgarradoras
oleadas de pasión que estaban llevándolos al borde de todo lo conocido. Sus
labios iniciaron el recorrido hacia abajo

Y fue entonces cuando todo se convirtió en una pesadilla.

Su cuerpo cayó en un enorme agotamiento haciendo que el equilibrio que había


pensado mantener entre sus deseos se desnivelara. Sus ansias de sangre
salieron a la luz en el segundo más corto que había pasado en toda su vida. Fue
algo rápido, punzante y tan poderoso como había sido la lujuria.

Sacó los dientes y buscó su cuello, esa vena deliciosamente próxima a la


superficie de su blanca piel. Sus colmillos estaban dispuestos a clavarse
profundamente, tenía la garganta seca gracias a la sed que estaba
experimentado por ella. Entonces se apartó de golpe, horrorizado por lo que
estaba a punto de hacer. Se alejó de ella, arrastrándose por la cama hasta caer
al suelo sentado.

— ¿Sasuke? —lo llamó Sakura alarmada.

— ¡No!

Su sed de sangre era demasiado fuerte, no podía negar el instinto. Si se


acercaba demasiado...

Gimió, tratando de tragar saliva. Sentía la garganta como el papel de lija


raspando dolorosamente con cada intento que hacía por calmar el infierno que
se había desatado en su interior. El sudor invadió todo su cuerpo produciéndole
escalofríos. Jamás se había sentido tan dominado y absorbido por su biología.

— ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho?

Sasuke se arrastró hacia atrás, el cuerpo le dolía y la piel le ardía. La sola


presencia de ella era como un látigo contra su autocontrol. Estaba llegando al
límite y nada parecía ser capaz de detenerlo. Con las últimas fuerzas de su ser,
logró ponerse de pie y alcanzó la camisa que había terminado en el piso.
Comenzó a vestirse tan rápido como sus manos temblorosas se lo permitían.

Era un adicto tratando de escapar de su droga preferida, de esa que le hacía


seguir viviendo. Parecía imposible lograrlo pero si no lo intentaba…

— Sakura, tengo que... —intentó continuar pero la mordiente sensación se


intensificó cuando la sintió aproximándose detrás de él. Se dio la vuelta y dio
varios pasos hacia atrás hasta que su cuerpo chocó contra el muro—. ¡Aléjate
de mí! —Mostró los colmillos y siseó con fuerza—. El hambre me está matando
y si te me acercas tendré que morderte, ¿lo entiendes?

El dolor y el vacío que sentía en su estómago eran tan intensos como los que
había sufrido durante su transición. Necesitaba a Ino. Ahora.

Sakura se detuvo de inmediato, pero luego movió la cabeza.

— Tú no me harías daño -dijo con una convicción que le impresionó por lo


peligrosamente ingenua que era. Ella aún no sabía que tan fuertes eran las
leyes de la biología. Que tan poderoso podía ser el instinto de supervivencia.

La sed de sangre que sentía en esos momentos era tan intensa que podía
dejarla seca en un minuto. Las piernas le temblaban, los músculos tensos
luchaban contra el ansia que se había apoderado de su cuerpo arrastrándolo
hacia el lado donde él no quería llegar. Su mente y sus necesidades físicas
entablaban una lucha sin cuartel. Y él sabía cuál saldría victoriosa si ella no se
alejaba.

— Sakura, por favor. Me duele. Y no sé durante cuánto tiempo podré


dominarme.

— ¿Qué se supone que…?

— Escucha, debo irme.

— Pero…

— Debo hacerlo.
Ella vaciló, pero al ver su expresión, finalmente asintió. Comenzó a alejarse
nuevamente, retrocediendo hasta quedar sentada sobre la cama.

— Te estaré esperando.

Sasuke asintió, luego se dirigió a la puerta y antes de cruzarla se giró para


mirarla.

— Vete. —susurró ella.

Él siguió su camino y abandonó en silencio la habitación desmaterializándose


antes de llegar a la entrada del apartamento.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Los otros tres hombres se concentraron liberando sus sentidos hasta que les
llegó un aroma que no estaban esperando. Dulzón, empalagoso, frío.

"¡Mierda, cazadores!"

Inmediatamente se pusieron a la defensiva.

— ¿Cómo pudieron acercarse sin que los sintiéramos? —preguntó Naruto.

— Esos hijos de perra tenían los sellos desactivados y disminuyeron sus


chakras al mínimo. —respondió Neji con desdén—. Habrá que felicitar a
Orochimaru, el muy bastardo ya les está incluyendo cerebro en el paquete de
bienvenida.

— Las flores resultarán adecuadas para ese viejo afeminado ¿no crees?
Lástima que no tengamos su dirección.

— Concuerdo contigo. Es una verdadera lástima. —entonces miró a Kiba


dejando de lado el sarcasmo— ¿No dijiste que tenías todo bajo control? Pensé
que sabías que deshacerse de la sangre contaba como parte de eso.

— Me dijo que lo habían apuñalado en el jardín, revisé y la sangre se había


quemado con la luz del sol —su mirada recorrió la habitación— No sé donde
más…

Debajo del sofá. Había una pequeña mancha de sangre, de sólo unos cuantos
centímetros, debajo del sofá que él había acomodado. Así como el aroma
distinguía a los cazadores, la sangre guerrera lo hacía con los hokages. Era
como miel para las moscas.

— ¡Maldición! Hay que sacarla de aquí —dijo refiriéndose a la mujer— Gaara…


— Ya no hay tiempo —interrumpió Neji—. Nos están acechando, en cualquier
momento…

Los cristales de las puertas corredizas que daban al jardín estallaron en miles de
pedazos al mismo tiempo en el que Kaiya dejaba escapar un grito. Gaara se
acercó a ella y la colocó detrás de él mientras Neji se arrojaba contra los dos
cazadores que habían aparecido.

— ¿Qué está pasando? —preguntó ella totalmente aterrorizada. Escuchaba los


sonidos huecos de los golpes, gemidos ahogados y también disparos—.
¿Gaara, qué sucede?

— ¡Mantente detrás de mí! —le dijo guiándola al exterior de la casa


protegiéndola con su torso desnudo.

Otro grupo de cazadores ya los esperaba en el jardín delantero, listos para


comenzar una batalla. Kiba y Naruto salieron al ataque tratando de encargarse
del enorme número de enemigos que se encontraban rodeándolos. Gaara se
mantuvo atento a todos los movimientos, dentro de la casa con Neji y fuera con
los otros dos hokages. Podía sentir el terror ir creciendo en Kaiya pero no había
tiempo para decir nada. El más mínimo descuido y podrían…

Mientras Kiba apuñalaba a un cazador, otro apareció detrás de él, acercándose


sin que lo notara. De manera instintiva Gaara llevó su mano hacia la cadera pero
no tenía ninguna de sus armas. Su hermano se las había quitado cuando lo
había obligado a descansar y ahora lo maldecía por ello. Entonces recordó el
cuchillo que guardaba en la parte interior de una de sus botas. Lo desenfundó de
inmediato.

— ¡Kiba, agáchate! —el hombre apenas alcanzó a reaccionar antes de que él


arrojara el cuchillo con gran precisión, haciéndolo impactar en el pecho del
cazador.

El guerrero hizo un gesto con la cabeza a manera de agradecimiento y luego


volvió a su labor terminando con la vida de ambos cazadores para después
enfrentarse a otros.

Eran demasiados. Sus hermanos no podrían contenerlos por mucho tiempo


más. Necesitaba luchar. Aún no estaba completamente curado pero necesitaba
ayudar o estaba casi seguro de que no saldrían vivos de ahí. Con la mirada
recorrió todo el exterior de la casa, cada centímetro del pórtico, pensando en
opciones hasta que una llegó a su mente. Tomó a Kaiya por la muñeca y caminó
con ella hasta la pequeña baranda que había frente a un pequeño columpio de
madera, lo cual podía servir como un perfecto refugio gracias a la nula luz que
llegaba ahí.
— ¿Qué está pasando? —preguntó titubeante— Gaara, ¿qué sucede?

— Necesito que te quedes aquí ¿de acuerdo? —dijo apresuradamente mientras


la forzaba a agacharse—. No te muevas hasta que yo te lo diga.

— ¡No me dejes aquí, por favor! —pidió ella siendo presa del pánico. No podía
ver nada pero todos esos sonidos sólo le hacían suponer que era algo realmente
malo—. ¡Por favor, Gaara!

Escucharla así removió sus entrañas hasta lo más recóndito. Sentir sus
delicadas manos aferrarse a sus antebrazos le provocó una dolorosa sensación
que no tenía nada que ver con su roce sobre la piel quemada, era un dolor aún
más profundo. No deseaba dejarla, quería protegerla sólo a ella, pero cuando los
disparos se hicieron más continuos, supo que no tenía opción.

— Escucha, estarás bien. Prometo que volveré.

Se deshizo del débil agarre y saltó dispuesto a tomar parte de la batalla.

— ¡Naruto, tu arma! —gritó corriendo hacia el rubio. El hombre le propinó un


puñetazo al cazador con el que se encontraba peleando, y logró descolocarlo
durante el instante suficiente para desenfundar la Glock de nueve milímetros que
traía en el cinto, en la parte baja de la espalda y arrojársela al pelirrojo.

Gaara era el mejor tirador con el que contaba la Cofradía así que con el simple
cargador de esa arma, logró diezmar a la ofensiva enemiga lo suficiente hasta
que Neji terminó con la batalla que había estado sosteniendo dentro de la casa y
pudo incorporarse a la que se desarrollaba en el jardín. El ojiperla pasó junto a
Gaara y le arrojó la cartuchera que le pertenecía, donde descansaban sus dos
dagas plateadas.

Él siguió peleando usando solo las manos y en cuestión de minutos, lo peor ya


había pasado. Estaba terminando el trabajo sobre uno de los pocos cazadores
que aún permanecían con vida cuando un grito lo hizo ponerse de pie
rápidamente.

— ¡GAARA! —enfocó sus ojos en la oscuridad y vio a un cazador tratando de


llevarse a Kaiya.

De inmediato le apuntó con el arma pero el akatsuki la usó como escudo


humano impidiéndole cualquier acción. La oscura mirada aguamarina se tornó
fría, calculadora, evaluando cada posibilidad que pudiese tener para rescatar a
la mujer. Comenzó a llenarse de frustración al ver que sus opciones se estaban
agotando conforme el cazador iba alejándose. Apretó los puños buscando el
momento propicio para emprender la misión suicida que tenía planeada.
Entonces todo lo subsecuente ocurrió como en cámara lenta. El perro se arrojó
contra el akatsuki mordiéndole la pierna, el cazador soltó a Kaiya y ella corrió
alejándose de él. Gaara corrió hacia ella al mismo tiempo en el que el cazador
lograba desenfundar su arma y tiraba del gatillo. Gaara rodeó a Kaiya con los
brazos, dio un giro para cubrirla con su cuerpo y entonces un gemido de dolor
escapó de sus labios. Un fuerte estruendo y un grito desgarrador hicieron que la
atención de todos los guerreros se centrara en la escena.

Los ojos de Kaiya se abrieron de par en par cuando el peso del cuerpo de Gaara
recayó sobre ella haciéndola caer de rodillas sobre el césped. Naruto se acercó
a ellos y derribó al cazador con un disparo antes de que pudiera hacer otra cosa.

— ¡Gaara! —el pelirrojo abrió los ojos al tiempo en el que se llevaba la mano
izquierda al brazo opuesto—. ¿Estás bien?

Él movió la cabeza afirmativamente.

— Sólo fue un rozón.

— ¡Naruto, sácalos de aquí! —gritó Kiba arrojándole el juego de llaves.

— ¿Puedes ponerte de pie? —de nuevo recibió una afirmación como respuesta.
Entonces escucharon el motor de un auto acercándose a toda velocidad—
¡Mierda, tenemos compañía! Hay que movernos.

Naruto ayudó a Gaara a reincorporarse, colocó la mano de Kaiya en el cinto de


su pantalón para que pudiera seguirlo y se dirigieron lo más rápido que pudieron
hacia el Escalade. La mujer y el guerrero se acomodaron en el asiento trasero y
él saltó al asiento del conductor para poner en marcha el auto. Segundos
después, Neji se había subido junto a Gaara y Kiba al frente.

— ¡Con un demonio, sácanos de aquí! —gritó el ojiperla al ver que del auto
familiar que habían escuchado, descendían nuevos enemigos.

— ¡Eso intento y tus gritos no ayudan!

Naruto maniobró para lograr sacar el vehículo a través del jardín, derrumbando
la pequeña cerca de color blanco y entonces vio al perro correr hacia ellos. Neji
abrió la puerta y el animal saltó al interior al tiempo en el que Naruto forzaba el
motor a aumentar la velocidad. Con cada segundo que se alejaban, podían
sentir que volvían a respirar nuevamente.

Minutos más tarde, mientras recorrían la autopista lo más rápido que les era
posible, Neji se puso a evaluar los daños.
Él se encontraba bien, salvo pequeñas laceraciones debidas al choque con una
lámpara en el interior de la casa y una caída sobre los cristales de las puertas.
Naruto tenía la herida de un cuchillo en el antebrazo derecho además de
múltiples golpes en el rostro. Kiba, una herida en el hombro izquierdo producto
del contacto con una enorme shuriken que no había podido esquivar y varios
rasguños en el cuello y la cara. Y Gaara, él era el peor de todos. Su torso y
rostro aún mostraba las ampollas ocasionadas por su exposición al sol, tenía
varias contusiones a lo largo del cuerpo y… una hemorragia en el hombro
derecho. La herida de bala no había sido sólo un roce.

Gaara se sentía sumamente mareado. Ahora ya sabía lo que era para un suéter
pasar todo un ciclo dentro de la lavadora y después ser sacado para ponerlo a
secar. Las fuerzas estaban abandonando su cuerpo de manera vertiginosa, su
visión fue oscureciéndose poco a poco mientras el ruido del motor se convertía
en un eco cada vez más lejano hasta que ya no escuchó nada más. No pudo
permanecer conciente por más tiempo y se desvaneció, haciendo que su cabeza
se recargara sobre el pecho de Kaiya causándole un sobresalto.

— ¡Gaara!

— ¡Mierda, está entrando en shock! —exclamó Neji mientras se ocupaba de


hacer presión en la herida de bala.

Kiba se giró para ver lo que ocurría, de inmediato se puso de rodillas sobre el
asiento y comenzó a darle pequeños golpes en las mejillas buscando que
reaccionara.

— ¡Gaara, despierta! ¡Vamos Gaara, no se te ocurra rendirte!

— ¡Naruto, date prisa! —gritó Neji.

El rubio aferró ambas manos al volante y pisó el acelerador hasta el fondo,


haciendo que los neumáticos emitieran un rechinido debido al esfuerzo.

— Hay que llevarlo a la clínica. —dijo Kiba.

— Está muy lejos. —repuso Naruto— Lo mejor es llevarlo a la mansión y llamar


a Tsunade para que nos encuentre ahí. Hinata se encargará de estabilizarlo.

Todos estuvieron de acuerdo con la idea y se dedicaron a hacer todo lo que les
fue posible hasta que lograran llegar a su destino. Kiba sacó su móvil.

— ¿Shika? Tenemos problemas. Nos atacaron varios akatsukis. Sí, nosotros…


los guió un rastro de sangre de Gaara que no eliminé. Escucha, Gaara está muy
mal por la hemorragia. Necesito que llames a Tsunade. Sí, vamos hacia la
mansión. De acuerdo. Sí, los demás estamos bien. Te veremos en unos
minutos. —terminó la llamada y devolvió el teléfono hacia el bolsillo de su
pantalón, luego regresó su atención a Gaara— ¡Resiste, Gaara. No hagas que
me moleste contigo!

Kaiya no sabía que hacer, todo a su alrededor era completamente desconocido


y mientras los hombres que la rodeaban intentaban salvarle la vida a Gaara, ella
simplemente… no pudo moverse. Él había arriesgado su vida para salvarla y ella
no podía hacer nada por él. Su pecho se oprimió dolorosamente. Habían pasado
muchos años desde la última vez que se sintió tan limitada, tan…

"…inútil".

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Los rápidos pasos de Ino hacían un ligero eco en el vestíbulo de la mansión.


Salió de la casa y sed detuvo en medio del patio donde se dedicó a esperar.
Había sentido el llamado de Sasuke y una ola de angustia había saturado todo
su ser. Ella sabía lo que estaba sucediendo y eso sólo hizo aumentar la
preocupación que sentía, ¿por qué él nunca le hacía caso cuando le advertía
algo?

Sasuke se materializó frente a ella y apenas pudo sostenerse en pie. De


inmediato se acercó, pasándole un brazo por la cintura para poder guiarlo al
interior de la mansión hasta el estudio. Al llegar a la habitación, Sasuke se
desplomó sobre el sofá donde usualmente se sentaban Neji y Shikamaru, y un
gemido escapó de sus labios. Ino lo despojó del pesado abrigo de cuero y apartó
los mechones color ébano que se encontraban pegados a su rostro gracias al
sudor.

Ella hizo lo propio con su abrigo y extendió su brazo frente a él.

— Bebe —le pidió.

Los colmillos de Sasuke se alargaron aún más cuando él abrió la boca, con su
mano sostuvo el delicado brazo y hundió los colmillos en él, ocasionando que
Ino gimiera. Sus instintos habían nublado por completo todo su lado racional,
haciéndolo olvidar todas las reglas de etiqueta y las cortesías que debían existir.
La sed era lo único que regía su cuerpo y su comportamiento. Conforme tomaba
grandes tragos de sangre, Sasuke fue moviéndose hasta terminar arrodillado en
el suelo, frente a ella.

— No deberías de esperar tanto —susurró ella a manera de una tierna


reprimenda—. Te lo advertí.

— Lo siento, yo no…
— Aún no has bebido lo suficiente —dijo extendiendo su brazo nuevamente
hacia él. Sasuke estaba a punto de negarse pero de nueva cuenta sus instintos
tomaron la batuta y reinició la succión sobre la delicada vena que le había sido
ofrecida.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Luego de los minutos más largos en todas sus vidas, por fin atravesaron la
barrera de genjutsu e instantes más tarde, las enormes puertas que marcaban el
inicio de la propiedad de la Cofradía. Naruto aparcó la camioneta lo más cercano
que pudo a la puerta principal de la casa, bajó del auto y ayudó a Neji a mover a
Gaara siendo auxiliados por Shikamaru, Hinata y Tsunade quienes los habían
estado esperando.

— Hay que llevarlo abajo —dijo Shikamaru refiriéndose a la pequeña sala de


emergencias que se ubicaba en la parte subterránea del complejo, junto al
gimnasio donde la Cofradía solía entrenar. De inmediato, varios miembros de la
servidumbre llegaron para prestar apoyo.

— Le avisaré a Sasuke que ya hemos regresado —anunció Kiba. Entonces


sujetó a Kaiya del brazo—. Necesito que vengas conmigo. Es para…

— No. Yo iré con él —repuso ella aferrando la mano de Gaara. No estaba


dispuesta a ser alejada de lo único que podía considerar conocido. Kiba asintió,
le dio indicaciones a Shikamaru y finalmente el hombre desapareció junto con
Kaiya, Hinata y Tsunade.

Una vez que se encontraron solos en el vestíbulo, Kiba, Naruto y Neji se


dirigieron al estudio. Había muchas cosas que discutir con su líder.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La succión de Sasuke fue perdiendo fuerza hasta que se detuvo, lentamente


separándose de su brazo, aunque había que esperar un poco mientras su
cuerpo asimilaba lo que ella le había dado. Ino esperó paciente a que él
recobrara las fuerzas, pasando los dedos varias veces entre las mechas oscuras
a la vez que recordaba la primera vez que había bebido de ella. Tanto tiempo
había pasado y sin embargo los recuerdos seguían tan vívidos.

Fue entonces cuando todo un alboroto en el vestíbulo captó su atención. Los


fuertes pasos se escuchaban a través de los muros del estudio hasta que la
puerta fue abierta dejando ver a Naruto, Neji y Kiba. Sus ojos se abrieron debido
a la impresión y más aún cuando sintió la ráfaga gélida mezclada con el intenso
aroma de vinculación proveniente del cuerpo de Kiba, llenar cada rincón de la
enorme habitación.
De inmediato una letanía de maldiciones salió de la boca de Naruto. Las cosas
iban a ponerse realmente feas. Nada mejor para concluir esa "bendita" noche.

Kiba se encontraba totalmente tenso, como si estuviese a punto de luchar contra


algo, su cuerpo temblaba víctima de la furia que lo sobrecogía en esos
momentos. Los rasgos de su rostro estaban encrudecidos haciéndolo lucir
amenazador y sus labios desnudaron los colmillos dejándolos expuestos listos
para ser utilizados, dispuesto a destrozar al hombre que había osado a siquiera
tocarla.

Los vampiros plenamente vinculados no compartían. Nunca.

Ino estaba a punto de decir algo para intentar calmar la tensión y controlar la
situación que se venía encima pero antes de que pudiera hacerlo, Kiba corrió
hacia ellos.

— ¡KIBA NO!
Capítulo 17

Sakura recorrió con la mirada la habitación en la que se encontraba. Por lo poco


que podía ver ahí, la enorme cama en la que se encontraba, los buroes a ambos
lados y el sillón donde Sasuke había estado sentado, supuso que ese lugar no
era algo a lo que él considerara como un hogar. Parecía más bien, un simple
refugio.

Terminó de cerrar lo mejor que pudo la blusa sobre su pecho, cosa casi
imposible, considerando que más de la mitad de los botones estaban esparcidos
en el piso de la habitación. Exhaló profundamente en señal de frustración. Había
tenido la esperanza de que una buena sesión de sexo pudiera, si no aclarar su
mente, lo cual no sería asunto sencillo, al menos impedirle pensar en todo lo
acontecido.

Pero ahora, estando sola en medio de la oscuridad, había que hacer una
síntesis y un análisis de la situación.

Era una vampiro. Técnicamente mitad vampiro y aún no lo era realmente. Pero
lo sería. Pronto. Tendría que beber de alguien para sobrevivir, pero por lo que
entendió, eso no significaba que tendría que matar. No necesariamente. Ahora,
había que preguntarse ¿cuáles eran los planes a seguir a partir de que eso
sucediera? Porque, como ya había quedado demostrado, lo que sabía de
vampiros no precisamente era verdad. Beber sangre lo era, aunque no de la
manera que ella pensaba. Le había dicho que la sangre humana no era
suficiente así que tal vez la de animal tampoco lo sería. En cualquier caso, beber
de ratas como en los libros no estaba dentro de top de comida favorita. ¿Podría
salir al sol? ¿cuánto tiempo viviría? ¿envejecería? ¿el asunto de las iglesias y
los crucifijos era verdad?
Claro, había que preguntarle a Sasuke para aclarar todas sus dudas.

Sasuke…

La imagen más reciente que tenía de él no era nada alentadora. Obligándose a


alejarse de ella, con su cuerpo medio desnudo en tensión y sus músculos como
si fueran a atravesar su piel. Al mostrar sus dientes, le pareció que los colmillos
eran más largos que cuando los vio en ocasiones anteriores. Como si hubieran
crecido. Ver aquel rostro perfecto de dios griego deformado por la agonía hizo
que la piel se le erizara aún cuando ahora fuera un simple recuerdo.

No pudo evitar preguntarse si eso era lo que a ella le esperaría en caso de que
no se alimentara. ¿Hasta donde sería capaz de mover la sed de sangre?
Entonces un detalle atravesó su mente. Las palabras de Sasuke.

"El hambre me está matando…"

Bueno, ella lo había tenido muy claro por los filosos colmillos que se asomaron
entre sus labios y su expresión pero ahora entendía la implicación de la frase
"debo irme". Él tenía que alimentarse. De una mujer.

Nunca había sido celosa, de hecho esa sensación no era una que experimentara
a menudo, pero sabía reconocerla. La punzada inició en la boca de su estómago
rasgando todo a su paso hasta llegar a su pecho donde comenzó a arder lenta y
dolorosamente. ¿Quién podía ser la mujer de la que él se había alimentado?
¿eso significaba que tenía pareja?

Sólo un nombre llegó a su cabeza… Ino.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La mirada de Kiba sólo estaba fija en Sasuke. La racionalidad que existía dentro
de él había sido bloqueada por la fuerza de la biología. Los instintos vampíricos
no eran algo contra lo que se podía luchar y esperar salir vencedor, mucho
menos cuando se trataba de aquellos que venían implícitos en el
emparejamiento de un hombre y una mujer.

Ese fenómeno de la vinculación entre vampiros, iba más allá de las simples
reacciones hormonales que se presentaban en los humanos. El aroma de
vinculación era parte de ello. Cuando un hombre y una mujer se escogían como
compañeros, ella lo aceptaba y ese aroma especial que provenía de él quedaba
tatuado en su piel, debajo de ella. Pero no sólo era la forma en la que el pacto
quedaba sellado, sino también reflejaba una advertencia, porque contrario a los
débiles celos humanos, los hombres vampiros rayaban en la territorialidad.
Una vez que te emparejabas, no había espacio para nadie más. Sin importar las
circunstancias.

Sí, para la mayoría, los que se hallaban solteros, beber de alguien del sexo
opuesto no implicaba mayor problema aunque por supuesto que había intimidad,
podía o no haber sexo aunque la biología dictaba que sí, pero no era obligatorio.
De cualquier manera, aún cuando bebieras de la vena de la muñeca, no dejaba
de ser algo que iba más allá del simple contacto físico rutinario, es más, ni un
beso en los labios podía ser considerado como algo tan íntimo. Así que el hecho
de ver a la mujer con la que estabas dentro de ese pacto llamado
emparejamiento, alimentar a otro era más de lo que cualquier vampiro podría
soportar. El hecho de que un hombre y una mujer se vincularan, significaba que
sus vidas quedaban unidas por completo y para siempre. Más allá del amor que
pudieran sentir, se trataba de biología.

Simple, llana y algo primitiva biología.

Kiba era prueba de ello. Por más que se hubiera esforzado por mantener la
cordura, el instinto se lo hubiese impedido sin ningún obstáculo justo como
ocurría. En esos momentos no veía a su hermano, ni al rey de la raza. Veía a un
hombre que había ignorado la advertencia de su aroma sobre la piel de Ino y
había bebido de ella.

Y lo iba hacer pagar. Iba a destrozarlo.

Afortunadamente, Naruto alcanzó a reaccionar a tiempo y lo detuvo a mitad del


camino, pasó los brazos por debajo de los de Kiba, uno contra su cuello, el otro
alrededor de su cintura y puso una de sus piernas frente a las de él para reforzar
su agarre. Sin embargo la fuerza del hombre se estaba imponiendo por lo que
fue necesaria la ayuda de Neji, quien puso su cuerpo frente a los de ambos
guerreros para servir como una barrera de carne y hueso.

— ¡Sáquenlo de aquí! —pidió Ino gritando.

Con grandes esfuerzos, arrastraron a Kiba fuera del estudio y ella cerró la puerta
con la mente, poniendo el seguro. Su respiración era agitada debido al
nerviosismo que golpeaba su interior. Estaba completamente segura de que si él
lograba liberarse de sus hermanos, la simple madera de la puerta no serviría de
nada. Maldijo en voz baja. Siempre había sido cuidadosa sabedora de que a
pesar de que él conocía los términos, su lado instintivo no aceptaba el hecho de
que su vena sirviera de sustento para Sasuke. Pero ahora se había equivocado.

Escuchó una maldición en forma de susurro, miró hacia abajo y vio a Sasuke
apretar los puños con fuerza.

— Esto no debió de haber pasado. Lo lamen…


— No lo digas. —interrumpió— La culpa no ha sido tuya sino mía. Si me hubiese
alimentado antes de irme, Kiba hubiera regresado y la herida hubiese sanado
antes de que él lo notara.

Ino no supo que decir, miró su brazo y notó que aún sangraba. Sasuke también
se percató de ello e hizo el intento por acercarse, pero ella se lo impidió.

— Lo haré yo. Si tu saliva toca mi piel, tu aroma quedará más impregnado. —


llevó su brazo hasta sus labios y lamió las heridas.

Él asintió y luego permanecieron en silencio por varios segundos.

— Siempre he querido liberarte de todo —susurró—. Odio que ella te haya


puesto en esta situación. Tú y Kiba no deberían de pasar por esto.

— No tienes por qué sentirte culpable por lo sucedido. Él y yo sabemos el precio


de estar juntos y lo aceptamos sin objetar porque así lo decidimos, no es una
carga que nos haya sido impuesta. Aunque es cierto que hay momentos más
complicados que otros, pero si lo que te preocupa es liberarme, confío en que
eso sucederá pronto. Y sabes a quién me refiero.

Sasuke alzó el rostro para mirar a Ino. Él estaba a punto de replicar pero
entonces la mujer se levantó del sillón.

— Bueno, habrá que remediar esto —echó un vistazo a su brazo y vio que ya no
había rastro alguno de las heridas—. Sugiero que te quedes aquí los próximos
minutos. Sé que no te gusta esconderte pero…

— Entiendo.

Ella asintió y caminó hasta la salida, volvió a mirarlo sobre el hombro a la vez
que abría la puerta sólo lo suficiente para que pudiera salir y luego volvió a
cerrarla. Se odió a sí mismo por ponerla en esa situación.

Ino enfocó la vista al pasillo frente a ella. A unos cuantos pasos, Naruto y Neji
seguían con sus esfuerzos titánicos por intentar mantener a Kiba alejado del
estudio, aunque dada la fuerza de él, aquella distancia fue lo más lejos que
habían podido llegar. Cuando ella cerró la puerta, una ligera brisa llevó su aroma
hasta su compañero y eso hizo que sus esfuerzos por acercarse se
intensificaran. Ino fue quien caminó hacia ellos para acercarse hasta quedar
frente a él. Sin embargo, Kiba no la veía, velado por el instinto sólo podía
sentirla, así que tuvo que llamarlo varias veces por su nombre antes de lograr
captar su atención.

— Kiba, escúchame. Se acabó ¿okay? —su mirada se encontró con la de él


durante unos segundos—. Ya no tienes por qué preocuparte.

La respiración del hombre era sólo fuertes jadeos que hacían subir y bajar su
pecho de manera violenta, como si no lograra llevar aire suficiente hasta sus
pulmones. Con lentitud acercó su mano hasta su mejilla y él de inmediato se
inclinó por completo en esa dirección logrando oprimir aún más su corazón.

— Lo siento, amor. —dijo sin aliento— No quise reaccionar así, pero ahora no
puedo controlarlo.

— Lo sé.

— Por favor, perdóname.

Ino reprimió las ganas de llorar. Ella había sido quien los había puesto en esa
situación debido a su negligencia y a pesar de ello, era él quien le estaba
pidiendo perdón.

— Shh —susurró colocando su dedo índice sobre sus labios— Tranquilo, todo
está bien.

Miró a Naruto y a Neji.

— Cuando les diga, quiero que lo suelten, lentamente ¿de acuerdo?

— Pero, Ino…

— Está bien, Naruto. Él ya no irá por Sasuke, me quiere a mí. Puedo sentirlo.

Su hermano la miró dudoso. Aún cuando Sasuke ya no fuera el objetivo de Kiba,


¡y gracias a la diosa por ello!, el hecho de que fuera a descargar toda su energía
contra Ino tampoco era una idea muy alentadora. Sin embargo, vio la convicción
en su mirada y no tuvo más remedio que asentir. Ella se abrazó a sí misma y se
alejó hasta quedar al otro extremo del enorme pasillo.

— Háganlo.

Ambos hombres asintieron. Fue como liberar a un toro. Neji se agachó y se


arrastró fuera del camino. En tanto Kiba se quitó de encima a Naruto con tanta
fuerza que estampó al hermano contra la pared provocando un sonido hueco
mientras se deslizaba por el muro hasta el piso. En un movimiento coordinado,
fue a por Ino, la estrechó entre sus brazos y la mordió en la garganta. Mientras
ella jadeaba y caía hacia atrás en éxtasis, Kiba se giró y clavó la vista en los dos
hombres que se encontraban a sus espaldas. Sus ansias por desmembrarlos a
ambos seguían más que palpables.
Era obvio que él no estaba bebiendo por sustento sino para dejar su marca, y su
esencia de emparejamiento era una advertencia a gritos que llenó el corredor.
En el instante en que sintió que había establecido su punto, levantó a su mujer
en brazos y se fue. Seguramente a la habitación más cercana que tuviera puerta
para poder meterse dentro de ella.

Segundos después de que el huracán de la línea de sangre Inuzuka desapareció


dejando su estela de advertencia, Neji se sentó al lado de Naruto a la vez que
encendía un cigarro.

— ¿Te encuentras bien?

— Necesitaré una alineación de vértebras pero, —llevó una de sus manos hasta
su nuca y luego movió su cuello, formando círculos en el aire hasta que lo
escuchó crujir— considerando que pudo habernos hecho pedazos, sip. Estoy
bien. —Neji exhaló profundo.

— Eso estuvo muy cerca.

— Jodidamente cerca —concordó él—. La cereza en el pastel de porquería que


resultó esta noche ¿no?

— Y que lo digas. —se puso de pie y ayudó a Naruto a hacer lo mismo—. Iré a
ver como se encuentra Gaara. ¿Necesitas ayuda para llegar a tu habitación? —
recibió una negativa— ¿Quieres que le diga a tu mujer que la necesitas?

— Nah —se sacudió el pantalón— Ya te dije que estoy bien. Veré como está
Sasuke y luego me daré una vuelta por la enfermería. —entonces recordó a la
mujer que habían traído— Hay que ver qué es lo que vamos a hacer con la
humana.

— Sí. Pero eso será después. Por ahora lo que debe preocuparnos es hacer que
Gaara mantenga su trasero en este plano.

Naruto asintió y entonces Neji se alejó por el pasillo.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Se había quedado sola en la habitación. Luego de un tiempo en el que oía voces


desconocidas y el ir y venir de varios pares de zapatos, por fin se había quedado
sola otra vez. La habitación donde estaban era fría y por el gélido piso que había
bajo sus pies descalzos, supuso que se trataba de mármol. Estiró su mano y se
encontró con la de Gaara, él aún permanecía inconsciente. Tan sólo posó las
yemas de sus dedos sobre él cuando una presencia llegó a la habitación.

— Yo te aconsejaría que no hicieras eso —reconoció la voz de inmediato. Era


uno de los hombres que habían estado en su casa, aquel que había intentado
borrarle la memoria— Si él despierta, podría lastimarte.

— No lo creo. Gaara no… —escuchó una ligera risa y eso la molestó— ¿Puedo
preguntar qué te parece tan gracioso?

— No te ofendas, es sólo que —percibió como se iba acercando a ella— hay


que admitir que eres una humana bastante interesante. Si tan sólo supieras la
mitad de lo que yo sé acerca de él, no pensarías de esa manera tan… —notó el
tacto del hombre cerca de su mejilla e imaginó que había tomado un mechón de
su cabello. Se estremeció—… ingenua.

— Aléjate de mí.

— ¿Por qué? —sintió el roce de su dedo en su mejilla y su respiración muy


cerca de su rostro— ¿Sabes? Muchas mujeres se sentirían muy afortunadas por
estar en tu lugar, y no me refiero a él, sino a mí. No es muy común que una
mujer capté mi atención como lo has hecho tú, humana. Podríamos divertirnos si
tú así lo quisieras.

— Te lo diré una vez más —musitó apretando los dientes— Aléjate de mí o si


no…

— ¿Qué, vas a golpearme? —de nuevo la risa sarcástica se hizo presente— No


creo que lo logres.

Sintió algo suave rozar sus labios, ¡Oh por dios! ¡Eran los de él! sin poder
evitarlo se hecho a temblar, víctima de una mezcla entre temor y odio a sí misma
por sentirse tan indefensa en esos momentos. Estaba comenzando a imaginarse
lo peor, pero la determinación volvió a abrirse paso entre sus débiles emociones.
Si él intentaba propasarse con ella, no la iba a tener fácil. Juraba que le iba a
costar varios rasguños y tal vez varias mordidas.

Entonces sintió la presencia alejarse rápidamente, provocando una suave brisa


que llenó su nariz de aquel aroma proveniente de él.

— Está bien. —dijo despreocupado—. Si así lo quieres, después no digas que


no te ofrecí esa posibilidad.

— ¿Por qué lo haces? —Neji la miró extrañado.

— ¿El qué?

— Yo no te agrado así que ¿por qué intentaste besarme? No te intereso.

— El sexo no siempre está vinculado con el afecto. Serías realmente ingenua y


muy tonta si no lo supieras.

— Ahora haces eso —de nuevo la miró extrañado.

— ¿A qué te refieres?

— Cuando te digo la verdad, inmediatamente te pones a la defensiva. Estás


escondiendo algo.

— Claro que no. —dijo tajante.

— Mientes. —una nueva risa hizo vibrar el pecho de Neji. Ese intento de prueba
que había tenido en mente aplicarle a ella, estaba tomando un rumbo muy
interesante.

— De acuerdo. Si quieres que te sea sincero, la verdad es quería probar algo,


además de que… me recuerdas a alguien.

— ¿Alguna ex novia?

— No tengo novias.

— Ah, ya entiendo. Eres de los que tiene muchas "amigas" ¿no es verdad?

— ¿Sabes? contrario a lo que piensas, estás comenzando a agradarme. —el


silencio llenó la habitación durante varios minutos mientras Neji terminaba de
fumarse el cigarro que traía entre los labios. Arrojó la colilla a la papelera y luego
encendió otro—. En verdad eres afortunada Kaiya Kurosawa.

— Eso ya me lo habías dicho. Supongo que el narcisismo es algo que tienes


muy arraigado en tu personalidad ¿verdad? —respondió irónica.

— Me refiero a él. —ella dio un respingo— Gaara no arriesga su vida. Por nadie.
—exhaló profundo y nuevamente se acercó—. Y sinceramente, quisiera saber
que es lo que hay de diferente en ti —ella se sintió nuevamente cohibida por su
extrema cercanía, pero apenas él lo notó, volvió a alejarse— No entiendo por
qué me temes a mí y no a él.

"Porque confío en él y en ti no", pensó ella. Escuchó a Neji reír nuevamente,


como si hubiese leído su mente.

— Como sea, levántate. Te llevaré a tu habitación.

— Al único lugar al que quiero ir es a mi casa, y lo haré en cuanto sepa que


Gaara está bien.
Neji sonrió de lado. Sus sospechas se iban confirmando cada vez más.

— Él estará bien —dijo acercándose al hermano— Ahora que ha recibido


sangre, sus heridas están curadas casi por completo así que tal vez despierte en
un par de horas. Sobre tu casa, me temo que ya no va a ser posible que
regreses —la mujer tuvo un pequeño sobresalto— porque ya no hay casa a la
que puedas volver.

— ¿Q-qué quieres decir?

— Lamentablemente esos cazadores la quemaron hasta los cimientos. Ellos


suelen ser así, su mentalidad es como la de vándalos adolescentes, sólo
agrégale los tintes piromaniacos.

— ¡Oh Dios! —se abrazó a sí misma, encorvándose. Si lo que él decía era


verdad ¿qué haría? ¿dónde iba a vivir?

Neji frunció el ceño al verla así. Él siempre solía ser franco, demasiado en
realidad, y sus hermanos podían soportarlo pero ahora, sabía que se había
equivocado.

— Escucha —dijo firmemente— No tienes por qué preocuparte, nosotros


cubriremos los daños, buscaremos una casa que se acorde a tus necesidades
así que no debes ponerte así.

— Cierra la boca, maldito imbécil. —dijo ella dejando escapar el aire— No tienes
idea de lo que estoy pensando así que… —la voz comenzó a quebrársele, pero
era el único indicio de debilidad que iba a mostrar ante él— …sólo vete.

Neji no pudo evitar sorprenderse, sin embargo, salió de la habitación justo como
había llegado. En cuanto sintió el vacío a su alrededor, Kaiya apretó los puños
sobre sus piernas y comenzó a llorar. No por lo que había sucedido sino porque
su cuerpo estaba lleno de furia.

Estaba molesta. Y mucho. Estaba molesta porque hasta hacía veinticuatro


horas, ella había llevado una vida normal como no la había tenido en muchos
años y la había perdido junto con todos los recuerdos que había adquirido en
todo ese tiempo. Estaba molesta porque por segunda vez, su vida había
cambiado radicalmente. Porque debía de comenzar de nuevo. Estaba molesta
porque ahora no estaba segura de poder conseguirlo.

No supo cuanto tiempo estuvo llorando pero entonces un ligero gemido


procedente de la cama que había frente a ella, captó su atención.

— ¿Por qué lloras? —susurró Gaara como un pequeño quejido. Ella de


inmediato limpió sus lágrimas y respiró profundo.
— ¿Cómo te sientes? —él abrió los ojos y los enfocó en ella.

— Yo pregunté primero. Ahora responde, ¿por qué lloras?

— No sé de qué estás hablando, yo no estaba llorando.

— No mientas. Todo el lugar huele a tus lágrimas. —dijo intentando sentarse.

— Yo…

— ¡Por fin despiertas! —Gaara miró hacia la entrada—. Pensé que esta vez no
ibas a lograrlo.

— ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente, Naruto?

— Ah, pues… cerca de nueve horas. Hinata logró estabilizarte pero todo lo
demás fue gracias a Tsunade, Matsuri no pudo llegar así que ella te dio de su
sangre. —se encogió de hombros— Es probable que por eso te hayas
recuperado tan rápido.

Gaara agachó la mirada. Era lo más probable. Considerando que la sangre de


Tsunade era tan pura como la de Sasuke. Era obvio que por eso había
sobrevivido y recuperado a tal velocidad. Aún estaba cansado pero al anochecer
estaría listo para pelear.

— ¿Tienes hambre? —negó con la cabeza.

— ¿Qué haces aquí?

— Mi mujer creyó que no era bueno que pasaras el día en este lugar así que
vine para llevarte a tu habitación.

— Necesito hablar con Sasuke. —Naruto hizo una mueca, cruzó los brazos
sobre la camiseta color naranja que llevaba puesta y luego se sentó a los pies
de la cama, teniendo cuidado de no tocar a Gaara.

— Escucha hermano, la realidad es que… no creo que sea buena idea en estos
momentos. La noche fue endiabladamente larga, tanto para ti como para él.
Debes saber que mientras tú intentabas no cruzar al otro lado, Sasuke estuvo a
punto de ser enviado allá, directo y sin escalas por Kiba.

Gaara frunció el ceño, extrañado.

— ¿Qué sucedió?
— Lo vio alimentarse de Ino.

— Mierda… —susurró.

— Eso se queda corto. Hubieras visto. —frotó sus ojos con dos dedos de su
mano, en señal de cansancio— El asunto es que, creo que deberías de esperar
un poco, ya sabes, tal vez al anochecer. Así sirve que tú tienes más tiempo para
recuperarte y el humor de Sasuke se aplaca un poco. Sabes lo mal que lo pone
el asunto de Ino y Kiba.

— Supongo que…

Interrumpió al instante en el que Neji apareció a través de la puerta.

— ¡Demonios! En verdad esperaba que siguieras inconsciente.

— ¿Por qué?

— Sasuke está con un genio de los mil demonios y quiere reunir a la cofradía.
Ahora.

Una maldición salió de los labios de Naruto.

— Creí que lo había convencido de irse a dormir.

— Pues eso pensé yo también pero —Neji se encogió de hombros— ya sabes


que cuando el hombre quiere pelear…

— Lo sé.

Gaara se quitó la sábana de encima y se sentó en el borde de la cama,


apoyando los pies en el piso.

— ¿Alguno de ustedes podría darme mi ropa?

— Gaara, en verdad no creo que sea un buen momento para tratar el asunto
referente a ella —dijo Naruto apuntando con la cabeza hacia la mujer que
permanecía sentada con la cabeza agachada.

La mirada aguamarina se fijó en Kaiya y de inmediato recordó las lágrimas. La


urgente necesidad de saber el motivo de su llanto volvió a hacerse presente,
pero entonces Neji puso la ropa sobre su regazo haciéndolo recobrar la
concentración. Instantes más tarde, Gaara estaba vestido con una camiseta
negra sin mangas y un chándal de nylon color blanco con rayas laterales negras.

— Acabemos con esto de una buena vez.


— Ustedes no tienen remedio —susurró el ojiperla.

Gaara lo ignoró y se acercó a Kaiya, quedando a un par de pasos de distancia.

— Debo irme. Ordenaré a una doncella que venga para que te lleve a una
habitación donde puedas comer algo y descansar.

Ella negó con la cabeza.

— P-prefiero esperar aquí.

— No sé cuanto tiempo vaya a tardar. Tal vez…

— No importa —le interrumpió— Yo… esperaré aquí.

Gaara permaneció en silencio. No supo como intentar convencer a la mujer de


que cambiara de opinión y al dirigir la mirada hacia sus hermanos, entendió que
no había opción.

— Si así lo deseas.

Luego de recibir un gesto con la cabeza a manera de afirmación, los tres


hombres dejaron la enfermería. Naruto y Gaara iban caminando lado a lado a
través del enorme túnel mientras que Neji iba un par de pasos detrás de ellos.

— ¿Cuánto tiempo llevaba ella sentada en esa silla? —Naruto dio un respingo al
escucharlo y luego de unos segundos respondió:

— No se apartó de ti desde que te trajimos. —Gaara lo miró con un atisbo de


sorpresa—. Hinata intentó llevarla a una habitación para revisarla y hacer que se
cambiara y pudiera descansar pero ella se negó. Yo también lo intenté pero el
resultado fue el mismo. Incluso enviamos a Neji, sabiendo que suele ser muy
persuasivo pero tampoco logró conseguir que cambiara de opinión. Uno de los
sirvientes se llevó a su perro a la biblioteca donde le acondicionaron un rincón,
pero ella —exhaló profundo— No quiso moverse de ese lugar…

— Dijo que no se iría hasta que supiera que estabas bien —interrumpió Neji
dándoles alcance.

De nuevo, un pequeño rastro de sorpresa cruzó la expresión de Gaara, pero


antes de que pudieran seguir con la conversación, se toparon con las puertas
del estudio. Dentro aguardaban Sasuke y Shikamaru, dada la situación que
había ocurrido horas antes, era obvio que ni Kiba ni Ino aparecerían en un buen
rato.
Las siguientes horas, Gaara recibió el sermón más grande que había recordado
en toda su vida. Y lo peor fue que se repetía siempre lo mismo. Si no mal
recordaba, esa era la cuarta vez…

—… Humanos. La única regla que existe en esta maldita batalla es que los
humanos no deben de involucrarse. ¿En qué demonios estabas pensando al
pelear detrás de una casa habitada por ellos? —Sasuke golpeó el escritorio de
roble con ambos puños— ¡Maldición, Gaara! ¿qué hubieras hecho si se hubiese
tratado de una familia completa? —no hubo respuesta— ¡Responde!

— Ya deja el parloteo. —musitó entre dientes intentando no caer en el juego del


Uchiha. Ambos sabían perfectamente que cuando querían a alguien contra
quien descargar su frustración, el otro era el más indicado. Aunque,
sinceramente, él no estaba de humor para hacerlo en esta ocasión—. Acabe con
más de tres escuadrones esa noche así que no deberías recriminarme nada. En
lo que a mí respecta, sólo hice mi trabajo.

— ¿A costa de qué? ¿de ser descubiertos?

— Escucha, de verdad estoy harto de todo esto ¿si? —dijo cansino—. Sólo deja
que la mujer se quede aquí hasta que Danzou encuentre una casa para ella. Yo
correré con todos los gastos ¿de acuerdo?

Sasuke exhaló resignado. La verdad era que él también estaba exhausto y,


francamente, ya no tenía más que decirle.

— Ella se quedará aquí el tiempo necesario pero te mantendrás alejado de ella.


No quiero verte a menos de un metro de distancia y mucho menos a solas con
ella. En lo que a mí concierne, está prohibida para ti. Ya ha sufrido demasiado.
¿Quedó claro?

La mirada aguamarina se tornó sombría y extremadamente cruda. Gaara apretó


los puños a sus costados y espetó con frialdad:

— Sólo deja que se quede. —Luego se dio la vuelta y desapareció tras la puerta
dejando aquella atmósfera gélida que acostumbraba.

— Creo que no debiste de haber dicho eso, Sasuke. —Neji se levantó del sillón
para caminar hasta el escritorio—. Hay que admitir que hay algo extraño con la
humana, durante todo el tiempo que estuvo con ella a solas no le hizo ningún
daño, Kiba puede confirmártelo. ¿No crees que fue demasiado decirle que
estaba prohibida para él? Tal vez…

Sasuke se dejó caer en el sillón, apoyó ambos codos sobre el escritorio y sus
labios sobre sus dedos entrelazados.
— No. Naruto también me habló de la humana pero por más que ella no le tema,
no la voy a arriesgar a que Gaara la ocupe como chivo expiatorio. Sí, reconozco
que es extraño que él no haya reaccionado de la manera en la que todos
esperábamos, pero pudo haber sido porque se encontraba herido y lo
suficientemente débil como para no hacerlo. De ser así, lo que tiene es ira
reprimida y sabemos que eso es una bomba de tiempo tratándose de él.

Una vez más el silencio se hizo presente dentro de aquella habitación.

— Shikamaru, te pediría que te hicieras cargo de ella pero…

— Ni hablar. Él de por si ya me odia.

— Sé de sus diferencias así que —miró al rubio a su derecha— Naruto…

— Lo hablaré con Hinata, pero cuenta conmigo. —Sasuke hizo un gesto de


afirmación con la cabeza.

— ¿Y por qué no la dejas a mi cargo? —inquirió Neji. El azabache lo miró y una


mueca irónica se dibujó en su rostro.

— Sí, claro. Como si quisiera otro altercado como el de esta noche cuando se
entere de que te la llevaste a la cama. —Neji lo miró con molestia— Tu
reputación habla por ti. No lo olvides.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Minutos más tarde, Hinata, Naruto y Neji iban caminando por el corredor en la
parte subterránea del complejo, yendo hacia la enfermería donde Kaiya
continuaba esperando. Las paredes del enorme túnel estaban revestidas de
acero y las luces fluorescentes alumbraban cada centímetro a lo largo de los
varios metros que lo conformaban. Pasaron las puertas que daban al gimnasio
de prácticas de la cofradía y un par de metros más adelante, se podían ver las
que indicaban el inicio de la enfermería.

Antes de llegar a la pequeña habitación, Naruto puso la mano sobre el hombro


de Neji, haciéndolo detenerse y entonces rompió el absoluto silencio que se
había formado entre ellos.

— Adelántate, cariño —le dijo a su mujer. Ella no comprendió en un principio,


pero pensó que se trataba de asuntos referentes a la cofradía así que asintió.

Cuando su silueta desapareció a través de las puertas dobles, metros adelante.


Naruto comenzó a hablar nuevamente, manteniendo la mirada fija en el resto del
pasillo que se alzaba frente a ellos.
— Escucha, vi lo que sucedió hace rato con la humana y no sé que jodida
prueba estabas haciendo pero voy a decirte algo: Mantén cerrada la bragueta de
tus pantalones ¿okay?

Neji lo miró al tiempo en el que dejaba escapar el aire de sus pulmones en gesto
irónico.

— Oye, yo no te digo dónde ni cuando hacerlo así que ¿por qué te crees con el
derecho de decírmelo a mí?

Naruto lo tomó abruptamente por las solapas del abrigo y lo recargó sobre el
muro.

— Escúchame bien, maldito imbécil…

— No eres el primero que me llama así esta noche, muchas gracias.

— Ya tengo suficiente con el asunto de Sasuke y la Elegida, como para que


ahora deba preocuparme por ver a quien te follas o no.

Neji sonrió sarcástico.

— Así que ya se cumplió lo que te dije. Bueno, era cosa de tiempo.

— Bien podrías habérselo dicho a él ¿no te parece?

— ¡Oh, vamos Naruto! ¿Tú crees que él me hubiese creído si le hubiera dicho:
"Hermano, vi como tu destino estaba marcado por un botón del árbol de cerezo
sagrado"? Sí, como no. Para él, mis visiones que lo tienen como protagonista no
son más que simple basura, aún cuando sepa que son verdad.

El rubio lo soltó apartándose un par de pasos, luego frotó sus ojos con su pulgar
e índice, inspirando profundamente. Estaba cansado, últimamente agotado, y
sinceramente, vigilar la vida sexual de sus hermanos no era algo que lo hiciera
saltar de alegría. Esa tarea no venía en el contrato que él había firmado cuando
entró a la cofradía.

— Sólo mantente alejado de la humana ¿vale? Sé perfectamente por qué hiciste


eso.

— ¿Ah, sí?

— Sí. —la mirada ojiperla reflejó incredulidad— ¿En verdad quieres que te lo
diga?

— Por favor.
— Sé que te recuerda a ella —la expresión de Neji quedó al descubierto detrás
de su máscara de impasibilidad— ¡Vamos, Neji! —dijo usando el tono de voz
que él había utilizado anteriormente— ¿Tú crees que fuiste el único que notó las
similitudes entre su carácter y el de…

— Me mantendré alejado de la humana —lo interrumpió lacónico mientras


tironeaba bruscamente de su abrigo, de vuelta a su sitio— si con eso consigo
que mantengas tu bocota cerrada.

Antes de recibir respuesta, el ojiperla se alejó dando grandes y fuertes zancadas


a lo largo del corredor. Naruto exhaló cansino. ¡Diosa bendita! ¿Desde cuando
las cosas en la cofradía se habían tornado tan tensas?

— Naruto —miró en dirección donde la voz procedía y vio a Hinata asomando


medio cuerpo a través de la puerta abierta. Se acercó hasta ella.

— ¿Si?

Ella lo miró con ternura y dejó que viera a la mujer que aún permanecía sentada
sobre la silla de metal, abrazando sus rodillas.

— No quiere moverse. Ella quiere ver a…

— Lo sé —puso la mano sobre el hombro de su mujer, la acercó a él y le dio un


beso en la frente— Lo sé, cariño.

Ambos se acercaron a la humana y no pudieron evitar sentir… ¿lástima? No.


Era más que eso. Al menos, eso fue lo que percibió Naruto de su mujer, parecía
que la humana le simpatizaba.

— Kaiya, soy Naruto ¿me recuerdas? Estuve en tu casa hace unas horas —ella
no se movió ni respondió— Escucha, sé que todo esto es… engorroso, pero
queremos ayudarte ¿si? Tú nos ayudaste al cuidar de Gaara cuando él estuvo
herido y ahora que te hemos causado tantas molestias, quisiéramos que nos
permitieras cuidar de ti. Sólo queremos ayudarte, lo…

Se detuvo al notar que ella estaba sudando. Su cuerpo era recorrido por
pequeños y rápidos temblores pero podía ver pequeñas perlas de sudor sobre
su frente ¿por qué? La habitación era una nevera de tamaño gigante alrededor
de ellos, dado que habían quitado la calefacción para evitar que Gaara se
desangrara así que no era debido al calor.

— Hinata —ella se acercó de inmediato.

— ¿Qué sucede? —él señaló con su dedo. El dulce rostro de su mujer cambió a
tener la expresión de "profesional de la salud" y se acercó a la humana— Ah,
Kaiya mi nombre es Hinata, soy la mujer de Naruto y soy doctora. ¿Te sientes
bien?

La mujer asintió.

— Sólo un poco cansada, y también tengo frío.

— Quisiera examinarte.

— ¿P-por qué? —preguntó. Entonces sintió un toque cálido sobre su frente y


supuso que era la mano de la mujer.

— Tienes fiebre. Escucha, lo mejor es que te llevemos a una habitación para


descansar ¿si? —ella estaba a punto de negarse, pero antes de decir algo, sintió
que alguien la levantaba de su asiento.

— Puedo caminar sola. —se apresuró a decir. El contacto se rompió y sólo fue
rodeada por un brazo a la altura de los hombros para servirle de guía a través
del camino.

Luego de recorrer el interminable pasillo, por fin se hallaron en las escaleras que
daban hacia el vestíbulo de la mansión. Apenas atravesaron la puerta oculta
debajo de la escalera principal, Kaiya notó el cambió de temperatura pero aún
así tenía mucho frío. Y además, sintió que las fuerzas estaban abandonando su
cuerpo con gran rapidez. De nuevo, con lentitud, comenzaron a subir uno a uno
los escalones hasta que hallándose a la mitad del camino hacia la segunda
planta de la mansión, ella se detuvo.

— ¿D-dónde está Gaara? —cuestionó temblando.

— Aquí estoy.

Naruto y Hinata enfocaron sus miradas hacia el piso inferior donde el pelirrojo se
encontraba. Entonces, ante la desaprobatoria mirada de Naruto, Gaara subió los
escalones quedando a unos cuantos de Kaiya.

— Estoy justo aquí —ella estiró su mano en el aire y él comprendiendo la seña,


se acercó hasta que su mano la tocó levemente, luego la tomó con la suya y le
dio un apretón que ella correspondió. Naruto no pudo evitar sorprenderse.

— Gaara, yo… q-quiero quedarme contigo. N-no me dejes sola.

— Eso no es posible. Lo mejor es que te quedes en otra habitación. —


interrumpió Naruto.
— No, por favor yo… —Kaiya sintió como la sangre bajaba hasta sus pies,
ocasionándole una extraña sensación de vértigo a pesar de que no podía ver
nada.

— ¿Estás bien?

Antes de que pudiera responder, la mujer se desvaneció. De inmediato Gaara la


sostuvo, rodeándole la cintura con los brazos, pegando su cuerpo al suyo y
evitando que cayera por las escaleras. Cuando Naruto hizo el intento de
quitársela, sus instintos emergieron y dejó los colmillos expuestos como
advertencia, haciendo retroceder momentáneamente al rubio.

Tomó a la mujer entre sus brazos y comenzó a subir las escaleras. Caminó a lo
largo del enorme corredor del ala oeste de la mansión hasta llegar a su
habitación, la puerta se abrió por completo con la fuerza de su voluntad y él
atravesó la habitación rápidamente. Fue hacia un jergón que utilizaba para
dormir, cerca de la ventana y la acostó ahí. Acarició las gruesas ondas oscuras
de su cabello, despejando su rostro cubierto por el sudor. Vio como respiraba.
Su pecho subía y bajaba a un ritmo regular, pero le parecía demasiado
superficial.

Miró hacia el otro extremo de la habitación, Naruto estaba en la entrada,


bloqueando la mayor parte de la luz que provenía del corredor.

—Gaara... Necesita ser revisada.

— Nadie va a tocarla sin mi permiso o sin que yo esté presente.

Escuchó los pasos de su hermano acercándose y cuando miró hacia arriba,


Naruto estaba frente a él y parecía totalmente confundido. Detrás de él,
Shikamaru había aparecido. Entonces el rubio se arrodilló a su lado y ese gesto
no le gustó en lo absoluto. Los instintos de Gaara eran hacer una barricada
delante del cuerpo de Kaiya con el suyo propio, evitando que Naruto, Shikamaru
o cualquier otro hombre pudiera verla. No entendía ese impulso, no sabía el
origen, pero era tan fuerte que casi se lanza al cuello de Naruto.

Y entonces, su hermano estiró la mano como para tocar el tobillo de la mujer.


Los labios de Gaara se retiraron para desnudar los colmillos nuevamente,
saliéndole un gruñido de la garganta. Naruto alzó la cabeza rápidamente.

— ¿Por qué estás actuando así?

"Ella es mía", pensó Gaara.

Pero en el instante que le llegó esa convicción, se apartó. ¿Que demonios


estaba haciendo?
.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

No supo a ciencia cierta cuando se había quedado dormida. Sólo fue consciente
de la sensación cuando inhaló profundo sobre la almohada en la que estaba
recostada, y el aroma de Sasuke llegó hasta ella. Abrió los ojos de golpe. Apoyó
ambos codos y se levantó para revisar dónde se encontraba.

Volvió a la realidad.

Ciertamente, una parte de su cerebro había estado esperando que todo lo que
recordaba hubiese sido una pesadilla, pero ahora viendo donde se encontraba,
sabía que era verdad. Suspiró profundo. Lo mejor era irse a su casa, necesitaba
un buen baño para así poder aclarar su mente, además, debía trabajar. Se
levantó de la cama y cruzó la habitación hasta la estancia. "Extraño" pensó ella
al darse cuenta de que todo estaba a oscuras a su alrededor, como si aún fuera
de noche. Alcanzó su bolso que, de manera milagrosa, se encontraba en el sofá.
Sin querer pensar en eso y en las formas en las que pudo haber llegado hasta
ahí, se encaminó hasta la puerta y fue entonces que notó que ésta había sido
reemplazada por una gran placa de metal.

"Quiero que te quedes aquí"

Las palabras de Sasuke llegaron de golpe a su cabeza.

Recorrió a tientas el trozo de hierro buscando alguna manija pero no halló nada.
Respiró varias veces intentando no caer en pánico, recorrió todas y cada una de
las habitaciones para hallar una salida pero se percató de que todas las
ventanas estaban cubiertas por placas similares a la que se hallaba en la puerta.

Jamás había pensado que lo había dicho literalmente pero ahora, sus
suposiciones le decían que había hablado más que en serio. Inhaló profundo a
la vez que evaluaba la situación. Luego de unos segundos de meditarlo, sacó el
teléfono celular de su bolso y llamó. En cuanto respondieron del otro lado de la
línea, ella dijo:

— Estoy encerrada.

— ¿Sakura? ¿Q-qué ocurre?

— Ya te lo dije, Sasuke. Estoy encerrada. En tu apartamento.

En la mansión, el hombre se acomodó para recargarse en la cabecera de su


cama.

— ¿Estabas durmiendo? —cuestionó ella con incredulidad al escuchar el sonido


de las mantas deslizarse.

— No.

"¡Mentiroso!"

— Escucha, no sé cómo lo has hecho, y en realidad creo que aún tienes muchas
cosas que explicarme, pero por ahora sólo quiero que vengas a sacarme de
aquí.

— No puedo.

— ¡Qué! ¡Cómo que no puedes! ¡Debo ir a trabajar!

— Sakura, los vampiros somos alérgicos al sol —respondió él con total


serenidad. Ella se sobresaltó. Bueno, al menos ya había resuelto una de sus
dudas— Así que no puedo ir ahí por ahora.

— ¿Eso significa que no podré salir?

— No necesariamente —dijo arrepintiéndose al segundo de haberlo hecho.


Pensándolo bien, le hubiese gustado que permaneciera en el apartamento para
que no corriera ninguna clase de peligro hasta que él pudiera reunirse con ella.

— Habla claro. —lo escuchó exhalar profundo.

— Sobre la pequeña mesa, junto al teléfono, hay un control remoto. Presiona los
números cinco, ocho, tres y el botón rojo. Las cortinas de acero deberán
levantarse.

— De acuerdo. Dame un segundo

Ella se movió por la habitación hasta hallar la mesa junto al sofá, tomó el
pequeño aparato de plástico color negro, presionó las teclas y entonces un ligero
susurro se escuchó por todo el apartamento a la vez que todas las placas de
acero se iban removiendo, dejando pasar la luz del sol, cegándola
momentáneamente. Una vez libre, volvió a ponerse al teléfono.

— Listo. Gracias.

— Por nada. —ella estaba comenzando a despedirse cuando él la interrumpió—


Y Sakura…

— ¿Si?

— Prometo aclarar todas tus dudas esta noche. Durante la cena ¿te parece? —
durante unos segundos ella no supo qué decir pero finalmente respondió:

— Claro. Nos vemos en mi apartamento.

— De acuerdo. Entonces es una cita. —los ojos jade se abrieron enormemente.

— Si. E-es una… cita —respondió en un susurro.

El constante pitido en su oído le indicó que la llamada había finalizado.


apítulo 18

El silencio que siguió logró aislar la habitación de cualquier plano espacial y


temporal, como si los que se encontraban dentro hubiesen sido petrificados por
un ente invisible, en las posiciones en las que se estaban en ese momento.
Nadie podía hacer ni decir nada luego de ver aquella extraña, muy extraña
reacción. Gaara resopló, llevándose la mano a la nuca.

—Está herida —murmuró—. Sólo no te metas con ella, ¿okay?

No hubo tiempo para hacer algún comentario porque Hinata apareció otra vez,
llevando un maletín de cuero en la mano y dispuesta a realizar su trabajo. De
inmediato Naruto se apartó manteniéndose a la expectativa. Así como a Gaara
no le había gustado que él se acercara a la humana, a él tampoco le hacía saltar
de felicidad que su mujer estuviera cerca del hermano.

Hinata se acercó a la improvisada colchoneta, sin prestar atención a la mirada


que Naruto tenía sobre ella, se puso de rodillas al lado de Kaiya y cuando Gaara
se acercó, las luces de la habitación se encendieron.

— Primero tengo que examinarla. —dijo sobre su hombro, al hombre detrás de


ella— Debo comprobar si tiene heridas graves ya que no dejó que la
revisáramos antes.

Abrió el maletín y sacó un estetoscopio, un baumanómetro y un lápiz linterna. Le


controló el pulso y la respiración, miró dentro de los oídos y la nariz y le tomó la
presión. Entonces comenzó a revisar sus brazos, piernas y torso hasta
asegurarse de que toda la sangre que manchaba su pijama pertenecía a Gaara.
Durante ese tiempo, él mantuvo la vista fija en el rostro de Kaiya, buscando el
más leve indicio de que estuviera sufriendo, pero sólo se veía agotada. Miró a su
alrededor y notó que Sasuke estaba en la habitación, junto a los otros dos
hombres, viendo el trabajo de la doctora.

Luego de unos minutos, Hinata miró hacia arriba, directamente a él.

— Sólo es fiebre. Las últimas veinticuatro horas debieron de haber sido


extremadamente difíciles para ella, ha estado bajo mucha presión así que es
probable que esa sea la causa. Muchas veces las tensiones psicológicas se
expresan con síntomas físicos.

— ¿Eso significa que estará bien? —preguntó Gaara. Hinata asintió.

— La salud de los humanos suele ser débil pero ella estará bien. Sólo debe
descansar. —sacó una pequeña jeringa y un frasco con un líquido transparente
—. Ah, voy a darle una medicación, un tranquilizante suave ¿okay?

No fue hasta que Gaara asintió que ella le administró la solución inyectable.
Luego de dar una última revisión a los signos de Kaiya, Hinata guardó todo su
equipo dentro del maletín y se puso de pie.

— Despertará en unas horas. Necesita un baño y algo de reposo.

Sasuke apretó los labios. Hubo un largo silencio.

—Entonces la pondremos en otra habitación, Gaara. No se quedará contigo.

Gaara se levantó y se acercó al Rey, hundiendo el dedo en uno de los


pectorales del hombre.

—Sólo haz el intento de moverla.

—Por el amor de Dios, Gaara —ladró Naruto—. Retráctate…

Sasuke se inclinó hacia delante hasta que las narices casi se tocaron.

—Ten cuidado, Gaara. Sabes extremadamente bien que amenazándome


conseguirás algo más, aparte de que te destroce la cara.

Sí, él lo sabía. Legalmente Gaara podía ser ejecutado si forzaba esto mucho
más allá. La vida del Rey era valorada por encima de la de todos los demás.

— ¿Piensas que me preocupa una sentencia de muerte? Por favor —entrecerró


los ojos—. Pero te diré esto. Tanto si decides hacer valer tu realeza sobre mi
trasero o no, te tomará al menos un día obtener el fallo a favor para condenarme
con la Oráculo. Así que aun así Kaiya dormirá aquí esta noche.

— Si ella se va a quedar aquí —interrumpió Hinata, rompiendo


momentáneamente la tensión que se había formado.

Gaara podía percibir la incomodidad que sentía la mujer por acercarse a ellos
pero, ¡dios! Había que decir que era admirable que su rostro permaneciera
totalmente impasible y que su andar fuera tan seguro mientras caminaba donde
estaban. Naruto era realmente afortunado, había visto como ella lo trataba, era
la cosa más dulce que había visto en su vida, pero ahora en su papel de médico,
sacaba a relucir todo su carácter. Simplemente loable.

— Tendrás que encender la calefacción y trasladarla a la cama ¿de acuerdo?

Él no respondió, volvió hacia donde estaba la humana y la levantó lo más


cuidadosamente que pudo. Sin mirar a Sasuke ni a Naruto, pasó frente a ellos
hasta la cama, acostó a Kaiya sobre ella y la cubrió con las sábanas. Luego, se
sentó a su lado y nuevamente apartó los mechones oscuros que habían caído
sobre su rostro.

— No puedo permitir esto… —susurró Sasuke— Es…

— Gaara no va a lastimarla —musitó Naruto—. Mira la forma en que la trata.


Actúa como un hombre emparejado.

— Lo que, técnicamente, tampoco significa nada bueno porque es una humana


—dijo Shikamaru entre dientes. Sasuke y Naruto lo miraron fugazmente—
Saben que es verdad.

— El asunto no es ese —aclaró el azabache volviendo su atención a Naruto—


¿Qué ocurrirá si cambia de humor? ¿Quieres que el nombre de ella figure en la
lista de personas que ha matado?

— Golpeará hasta el techo si la apartamos de él.

— Es un asunto de mierda... —se frotó el rostro con las manos. Exhaló todo el
aire que había en sus pulmones y miró a su amigo— ¡Maldición! vigílalo, Naruto.
Vigílalo endemoniadamente bien. Si algo ocurre traslada a la humana al otro
lado de la mansión, no me importa si Gaara intenta detenerte. El más mínimo
incidente y la sacas de aquí ¿estamos?

— Claro. Cuenta con ello.

Sasuke salió de la habitación seguido de Shikamaru, Naruto le hizo señas a


Hinata para que se adelantara y una vez que quedó él solamente en la
habitación, se acercó a Gaara.

— Más te vale no echarlo a perder ¿me escuchas?

— Si ya terminaste puedes largarte —respondió lacónico sin mirarlo.

Cuando la puerta se cerró, él se apartó de la cama. ¿Qué demonios estaba


haciendo? ¿Desde cuando él deseaba ser niñera de alguien? Caminó hasta el
jergón donde antes habían estado y se recostó sobre él. Pensó que debería
haber permitido que se la llevaran, porque probablemente él terminaría
lastimándola. Hundió el rostro entre las viejas frazadas y notó que el ligero
aroma de Kaiya permanecía en ellas. Jazmín. El cabello de ella olía ligeramente
a dulces y frescos jazmines, de esos que florecen durante la noche.

Se sentó de golpe. ¿Por qué se comportaba así? Miró hacia las mantas y
levantó una para llevarla nuevamente a su nariz y así aspirar el vestigio del
aroma que aún quedaba. Entonces se dio cuenta de que ese ligero olor hacía
hervir la sangre que corría entre sus venas, aumentando la velocidad a la que se
movía, erizaba cada poro de su piel y… miró hacia su entrepierna al sentir un
cosquilleo, luego la dirigió hacia la mujer que había sobre su cama y
nuevamente la posó en la parte baja de su abdomen, sin poder creer lo que
sentía.

¡Dulce diosa creadora! Eso no podía estar pasando.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Era más de mediodía. Sakura había estado pensando mucho sobre todo lo
ocurrido la noche anterior. Todo el tiempo había pensado en aquello y lo que
debería hacer. Si ella no podría estar bajo la luz del sol después de que se
transformara, eso significaba que tenía que terminar con su vida. Toda ella.

— Cariño, ¿me estás escuchando?

La voz de Sai la trajo de vuelta a la realidad. Estaban almorzando en el


restaurante de siempre y como siempre, ella no le había puesto atención a ni
una sola de las palabras que él había dicho en la última hora.

— Eh, lo siento. ¿Qué decías? —Sai dejó escapar el aire de sus pulmones.

— ¿Hay algo que te preocupe?

"Sí"

— No. Es sólo que quiero hablarte sobre… —el teléfono de Sai comenzó a
sonar.

— Ah, lo siento. Es importante.

— Claro.

Todas las llamadas lo eran. Siempre. Sin importar dónde estuvieran o qué día
fuera, siempre estaba el trabajo antes que ellos. La llamada terminó y él
rápidamente se puso de pie.

— Sabes, Sai…
— Lo siento, amor. Debo irme.

¡Dios la perdonara! Pero aún cuando no estuviera a punto de convertirse en


vampiro y no tuviera la obligación de hacer un cambio radical en su vida, era
obvio que esa relación ya no daba para más y debía terminar. Por el bien de
ambos. Porque podía jurar que estaban estancados en un punto en medio de la
nada y si no terminaban con esto, no podrían seguir avanzando.

— Espera —él se detuvo y la miró, ella fijó la vista sobre el mantel— Esto ya no
está funcionando.

— No te entiendo. ¿A qué te refieres?

— Me refiero a nosotros.

— ¿Qué? —cuestionó, mirando su reloj con impaciencia— Escucha, cariño.


Hablaremos después ¿de acuerdo?

— Sai, tú no entiendes.

— ¿Qué es lo que no entiendo?

— ¿Acaso no lo sientes? ¿no sientes que esto ya no va a ninguna parte?

Él la miró aún sin comprender del todo a lo que ella se refería.

— Escucha, sé que últimamente has estado bajo mucha presión y… —su


teléfono volvió a sonar. Miró el identificador y luego volvió a mirarla—.
Hablaremos después.

— No. —dijo, sintiendo una convicción que le era desconocida. Sai no pudo
evitar sorprenderse.

Durante mucho tiempo estuvo negándose a ver la realidad: su amor por Sai se
había acabado. Y sí, Sasuke tenía algo que ver, pero no de manera directa. Él le
había abierto los ojos. Si ella amara a Sai, realmente, no se hubiera ido a la
cama con el primer hombre que se le había puesto en frente, sin importar que
tan condenadamente bien se sintiera. Había sido obvio que lo que había entre
Sai y ella ya no caminaba hacia ninguna parte y los estaba consumiendo entre la
monotonía y el aburrimiento. Se había acabado. Esa era la realidad. Pero no iba
a terminar una relación de cuatro años como una adolescente sólo diciendo
adiós.

— Y si no te sientas para hablar, esto se va acabar justo aquí y ahora. Tu


maldita junta, reunión, cliente o lo que sea bien pueden esperar ¿no crees?
— Sakura, no vamos a hacer esto —ella alzó el rostro para mirarlo—. Sé que el
compromiso está comenzando a asustarte, pero no tienes por qué preocuparte.
Yo no voy a ir a ninguna parte.

Suspiró con frustración. Era inútil. Él no la estaba escuchando. Para variar.

— Es que no es eso. —tomó su bolso y se puso de pie. Se acercó a él para


mirarlo, deslizó la sortija de compromiso fuera de su dedo, tomó la mano de él y
depositó ahí la pequeña joya— La que se fue soy yo. Y si tan sólo hubieras
puesto un poquito de atención, te habrías dado cuenta de que eso sucedió hace
meses. Es una lástima que el trabajo te haya cegado así.

Dio la vuelta y comenzó a caminar a la salida sin prestar atención a las veces en
las que Sai la llamó. Sabía que el asunto no había terminado ahí, pero esperaba
que él pensara las cosas, que se diera cuenta de la situación y que hiciera un
verdadero análisis de lo que sucedía antes de tener que hablar de nuevo.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Todo a su alrededor no parecía real. Era como si ella estuviese aislada del
mundo, de lo que una vez conoció. Nunca en su vida ni aún después de haber
quedado ciega se había sentido tan aislada, tan aterrada. Sentía que todo lo que
la rodeaba era falso e irreal, como si estuviera encerrada dentro de una enorme
caja, envuelta en la oscuridad y escuchando solamente el seguir del mundo sin
ser parte de él. Toda su realidad había cambiado y debía reconocer que no
sabía como manejarlo.

Excepto que… había una cosa que sentía real. Gaara. Parecía extraño,
considerando que debido a él, era que ahora ella se hallaba en esa situación,
pero deseaba estar a su lado. Porque desde que lo conoció y desde que todo
ese asunto de los vampiros invadió su común y corriente vida, ella sólo se sentía
bien cuando él estaba cerca.

Abrió los ojos, aunque tenía claro que no vería absolutamente nada. Era un
simple hábito que diez años de ceguera no habían podido erradicar. Sintió la
suavidad de la tela alrededor de su cuerpo, y por el cómodo soporte donde
estaba, dedujo que se trataba de una cama. Aunque, eso no evitó que se
alterara. No saber dónde ni con quién estaba, lograba perturbarla en serio. Y no
era para menos, si lo último que recordaba era haber estado en medio de una
batalla donde casi había terminado muerta y Gaara había sido herido justo frente
a ella.

— Tranquila, estás a salvo. —escuchó que murmuraban cerca de su oído. En


realidad, dudaba creer que lo estaba.
— ¿Gaara?

— Sí, soy yo. —ella nuevamente estiró su mano en el aire y él la estrechó—.


Tranquila, todo está bien.

— ¿D-dónde estamos?

— En mi habitación. —respondió. Ella hizo el intento de acercarse para tocar su


rostro, pero él le soltó la mano y se apartó— Ahora vuelve a dormir. Necesitas
descansar.

— ¿Y tú? ¿dónde estás durmiendo?

— Eso no tiene por qué preocuparte —dijo lacónico— Sólo vuelve a dormir.

Ella frunció el ceño. Escuchó un par de sus pasos y luego un extraño susurro,
como de tela frotándose. ¿Acaso estaba durmiendo en el piso?

— Gaara, ah, —extendió su brazo y luego lo apoyó sobre el colchón—, la cama


parece lo suficientemente grande para ambos así que ¿p-por qué no duermes
aquí?

— Escucha, vamos a dejar las cosas claras ¿okay? Tú estás aquí porque dijiste
que querías dormir aquí, ya te complací así que deja de hacer preguntas tontas
y vuelve a dormir.

No pudo evitar sentir una extraña sensación en el pecho luego de escuchar sus
palabras. No sabía por qué le había sugerido algo así si apenas lo conocía, pero
realmente esperaba que él se acostara junto a ella, no por nada sexual sino
simplemente porque… él era lo único real que le quedaba.

Luego de pensarlo por unos minutos, se deslizó fuera de la cama, movió sus
manos extendidas a su alrededor, verificando que no fuera a chocar contra
nada, dio algunos pasos inseguros y entonces sintió bajo sus pies un cambio de
textura de, lo que imaginó, se trataba de la alfombra a otro tipo de tela. Continuó
tanteando con sus manos, agachándose poco a poco y siendo guiada por el
olfato, percibió el aroma a hojas, como un suave aroma a bosque mezclado con
un aroma masculino que la cautivaba sin poder evitarlo. Supo que estaba junto a
él y se acostó a su lado.

Sin embargo, aún teniendo rastros de la fiebre, el frío del piso que traspasaba
las viejas mantas lograba helar su cuerpo, así que volvió a acercarse un poco
más y luego otro poco hasta que sintió el calor del cuerpo de Gaara llegar al
suyo.

Él sintió la oleada cálida sobre su espalda desnuda, se giró y vio a Kaiya


acostada junto a él. Tuvo un sobresalto y se recorrió hasta que su cuerpo golpeó
contra la pared.

— ¿Q-qué crees que estás haciendo?

"Buena pregunta", pensó ella. Porque no tenía ni la más remota idea de cómo
había llegado hasta donde estaba.

— L-lo siento. Yo… tengo frío —dijo acercándose otra vez a él— Y no quiero
estar sola…

Gaara se recostó sobre su espalda y frotó su rostro con las manos.

— ¿Por qué haces esto? —murmuró.

— Por favor, déjame quedarme.

— Te lo voy a decir sólo una vez y quiero que me escuches jodidamente bien —
miró a la mujer— Tú no deberías de estar aquí.

— ¿Tú crees? —cuestionó irónica. Como si ella no supiera que NO debería de


estar en esa casa rodeada de vampiros.

— Tienes razón, pero me refiero a aquí. Conmigo. Necesitas estar a salvo.

— Estoy a salvo contigo.

— Nadie va a lastimarte aquí. Le romperé todos los huesos a aquel que lo


intente. Tienes mi palabra.

"¿Qué mierda estás diciendo?", se preguntó él.

— Por favor. Necesito estar con "-tigo"… alguien, no quiero estar sola y… —el
aire dentro de sus pulmones se acabó así que tuvo que inhalar fuerte— Y si el
problema es que yo invadí tu habitación, entonces yo soy quien debería dormir
en el piso —escuchó que él reía quedamente, era una fría risa, irónica— Sólo,
no me eches…

Luego del silencio, abruptamente, él se levantó. Iba a echarla. Estaba segura.

— Vamos —dijo él— Vamos a la cama. No soporto la idea de que estés en el


suelo.

Ella se levantó y sintió la mano de él sobre su codo derecho, indicándole el


camino a seguir. La ayudó a acomodarse nuevamente sobre la cama y ella se
recorrió para hacerle espacio. Pero él no se metió.
— ¿Qué sucede?

— Necesito ponerme algo encima —dio un respingo.

¡Virgen sagrada, él estaba desnudo! De inmediato, y sin saber porqué, una


extraña sensación de calor inundó su cuerpo, erizándole cada centímetro de su
piel. Por primera vez, desde que lo había conocido, deseó poder ver cómo era,
qué aspecto tenía. Sin embargo, sabía que eso no iba a suceder así que tuvo
que conformarse con lo que su aroma y el tono de su voz le decían porque,
extrañamente, no le había tocado el rostro ni una sola vez.

Sintió el movimiento del colchón cuando él se metió a la cama y de manera


automática ella se acercó hasta que nuevamente pudo sentir el calor de Gaara a
su lado. Su aroma era bastante suave, fresco y masculino a la vez. Sin poder
evitarlo, todos sus músculos se relajaron conforme ese olor saturaba su nariz.

Y luego de unos minutos, ambos se quedaron dormidos.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Eran las cuatro veinticinco de la tarde cuando Kiba estaba caminando a lo largo
del corredor del ala oeste de la mansión. Luego del incidente ocurrido la noche
anterior había permanecido encerrado con su mujer en su habitación durante
varias horas y luego de varios asaltos, supo que debía enfocar su energía en
otra cosa o ambos no habrían logrado dormir ni un poco.

Lo primero que había planeado hacer luego de entrenar y una vez que todos se
levantaran, sería disculparse con Naruto y Neji por casi asesinarlos y también…
se disculparía con Sasuke. Los tres sabían que la situación en la que se
encontraban no era nada sencilla, pero todos la habían aceptado cuando se les
había impuesto hacía más de un siglo. Sin embargo, había que reconocer que
cuando esa clase momentos llegaba, él deseaba permanecer del otro lado del
mundo hasta que terminaran, y prácticamente lo hacía, pero en esa última
ocasión, se habían equivocado. Los tres.

Pero ahora el asunto que le interesaba era otro. Minutos antes, cuando estaba a
punto de desaparecer tras la puerta oculta debajo de la escalera principal de la
casa, Naruto se había encontrado con él para comunicarle todo lo que había
ocurrido durante su ausencia, y luego de escuchar todo el informe, hizo un
cambio de planes y subió por las escaleras dispuesto a ir hablar con alguien en
especial para dejar las cosas muy claras. Cuando se halló frente a la puerta de
la habitación, llamó una vez. No hubo respuesta. Así que en lugar de llamar
nuevamente, abrió sin preguntar.

El enorme cuerpo de Kiba se quedó mortalmente quieto ante la escena que


había frente a sus ojos.

Su primera impresión era que Gaara se iba a caer de la cama. El cuerpo del
hermano estaba encima del cobertor y en el borde del colchón, tan lejos como le
era posible. Dulce diosa, la posición parecía tan incómoda como el infierno. Los
brazos de Gaara rodeaban su pecho desnudo como si se estuviera manteniendo
unido, y tenía las piernas encogidas y giradas hacia un lado con las rodillas
suspendidas en el aire. Pero tenía la cabeza girada en la dirección contraria.
Hacia Kaiya. Sus labios estaban levemente separados en vez de fruncidos con
desprecio y sus cejas, normalmente arrugadas de forma agresiva estaban libres,
relajadas.

Su expresión era casi de tranquilidad.

Se acercó un poco más y divisó a la mujer que yacía a su lado. El rostro de


Kaiya estaba inclinado cerca del hombro del pelirrojo, la expresión tan pacífica
como un anochecer. Su cuerpo abrazado al de Gaara, tan próximo como las
sábanas y las mantas bajo las que estaba se lo permitían. Era obvio que si
pudiera cubrirse con él lo hubiera hecho. Y era igual de obvio que Gaara había
intentado alejarse de ella hasta que no pudo ir más lejos.

— Yo digo que se cae de la cama —Kiba dio un respingo y miró sobre su


hombro. Neji estaba parado justo detrás de él, contemplando la misma escena.

— ¿Qué sucede?

— Nada. Pasaba por aquí y quise saber si él no había matado a la humana ya.

— Eso no es gracioso, Neji —acusó en tono reprobatorio al tiempo que cerraba


la puerta cuidadosamente, evitando hacer el menor ruido—. Y lo sabes.

— Lo sé. Por eso te lo digo. — la expresión de Kiba quedó congelada. La mirada


del hermano decía algo que él temía escuchar. Esa mirada era la que todos
temían.

— Habla. ¿Qué fue lo que viste?

— No querrás saberlo. —Kiba lo fulminó con la mirada y él se encogió de


hombros— De acuerdo. Vi la luz de un par de gemas apagarse y luego, vi ríos
de sangre correr desde la oscuridad debajo del mar.

— Eso no tiene sentido. ¿Si está oscuro, como sabes que es el mar?

— No tengo idea. Sólo te estoy diciendo lo que vi.

— Además, ¿qué tiene que ver con Gaara?


— Porque escuché su nombre. Dicho por ti. —Kiba se frotó la quijada de un
extremo a otro, con la mano.

— De acuerdo, hagamos esto tú…

— Ya sé —interrumpió con cierto hastío— No diré nada a nadie para evitar la


paranoia. Sólo, vigílalos bien ¿de acuerdo?

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Gaara fue consciente de una sensación extraña mientras se despertaba: estaba


cálido. No acalorado, sólo… cálido, como si una lámpara estuviera encendida
justo sobre él y le proporcionara un calor sobre todo el cuerpo. ¿Acaso había
ajustado mal la calefacción? Debía ser eso. Excepto que notó algo más. No
estaba sobre el jergón donde solía dormir, lo cual era extraño si consideraba que
había dormido en ese rincón del piso desde que se había mudado a la mansión.
Y además, llevaba puestos calzoncillos o al menos eso pensó por la tela que
sentía sobre los muslos, lo que también era extraño porque él siempre dormía
desnudo. Movió las piernas intentando bajar una y su acaloramiento cambió de
forma, se dio cuenta de que "algo" entre sus piernas estaba… ¿duro?

Abrió los ojos de golpe. Kaiya. Estaba en la cama con Kaiya.

Se apartó de ella de un salto y se cayó del colchón, aterrizando sobre el trasero.


Al instante ella se arrastró tras él.

— ¿Gaara?

Cuando se inclinó sobre la orilla, el tirante de la blusa que ella traía puesta se
bajó hasta la mitad de su brazo y sus ojos se quedaron prendidos en el pecho
que quedó casi, casi expuesto. Oh, dulce diosa. Era tan perfecta que su mente
comenzó a imaginar lo que habría un poco más abajo, sólo unos milímetros más
abajo.

— ¿Gaara, te encuentras bien? —Se asomó más, con el pelo resbalándole por
los hombros y deslizándose por la orilla de la cama, como una brillante cascada
color obsidiana.

"Eso" entre sus muslos se estiró pulsando al ritmo del latido de su corazón.
Juntó las rodillas y mantuvo los muslos juntos, no queriendo que ella lo viera.

"¡Mierda! Recuerda que es ciega, pedazo de…"

— Estoy bien —dijo él ásperamente.


— ¿Va-vas a volver a la cama? —le preguntó ella.

La parte mejor escondida y decente de él pensó que no era una buena idea.

— ¿Por favor? —susurró ella, colocándose el pelo tras la oreja.

Él midió el arco de su cuerpo y las prendas de franela y licra que ocultaban la


piel de su mirada, sus grandes ojos azul zafiro y la esbelta columna de su
garganta.

No. Realmente no era una buena idea acercarse a ella en esos momentos.

— Apártate —dijo él.

Mientras ella se deslizaba a un lado, él miró hacia la tienda de campaña que se


había formado entre sus piernas. ¿Cómo había sucedido? Y lo más importante:
¿por qué?

Miró la cama y agradeció mentalmente que no tuviera que emplear alguna forma
para evitar que ella se diera cuenta de lo que ocurría con él. En un fluido
movimiento saltó entre las sábanas. Lo que fue una dolorosa mala idea. En el
momento en que estuvo bajo ellas, ella se acomodó contra su costado como si
fuera otra manta. Gaara se aterrorizó. Había demasiado de ella cerca de él y no
sabía qué tenía que hacer. Quería empujarla lejos. La quería más cerca.
Quería…

No. Definitivamente no fue buena idea. Miró el reloj despertador sobre el buró y
vio que eran casi las seis.

— Escucha, Kaiya —dijo apartándose lentamente de ella. Sintió que algo dentro
de él se rebelaba, deseando mantenerse junto a la mujer— Creo que es mejor
que me levante. Ya no tarda en anochecer y tengo cosas por hacer. —cuando
por fin salió de la cama, presionó ambas manos sobre su erección—. Me daré
una ducha.

Antes de recibir alguna respuesta, caminó rápidamente hacia el cuarto de baño y


cerró la puerta detrás de él. Abrió el grifo y se metió bajo el chorro helado del
agua deseando que la figura entre sus piernas desapareciera. De nuevo se
preguntó ¿por qué?

Cuando salió, vio a Kaiya sentada con las piernas cruzadas sobre las mantas.
Cerró la puerta del baño y notó como ella se sobresaltaba. Intentó imaginar lo
que sentiría él viviendo así, en la oscuridad. Una media sonrisa irónica se dibujó
en su rostro. Por supuesto que lo sabía. Durante toda su vida estuvo encerrado
en aquellas húmedas y oscuras mazmorras, sin poder ver nunca más la luz del
sol aún antes de su transición.
Sí, él sabía lo que era vivir en la oscuridad. Sólo siendo guiado por los sonidos
que había a tu alrededor. Incluso ahora, cuando cerraba los ojos podía jurar que
se encontraba de nuevo en ese lugar. El ruido del goteo constante del agua, de
las ratas moverse cerca de él, de los pasos acercarse por las escaleras cada
vez que su padre bajaba para visitarlo. Cada golpe, cada azote, cada herida
seguía grabado dentro de su mente. Profundo. Como si hubiese sido cincelado
sobre ella. Sus propios gritos eran un eco lejano que le impedía conocer el
verdadero silencio.

— ¿Gaara?

Escucharla decir su nombre lo regresó de nuevo al presente. E


inesperadamente, el silencio llegó a su cabeza. Justo como aquella vez que ella
había tomado su mano mientras Kiba le ponía el helado sobre las quemaduras.
Era como si ella fuera lo único que lograba acallar todos los sonidos que habían
quedado almacenados dentro de su memoria.

No. Ya estaba pensando cosas raras.

— ¿Necesitas algo? —le preguntó mientras iba al armario para vestirse.

— Ah, —se asomó para ver por qué no continuaba. Vio que tenía la cabeza
agachada y alcanzó a percibir un ligero sonrojo en sus mejillas—. Yo…

— Qué. ¿Te sientes bien? ¿te duele algo? —ella negó con la cabeza.

— Nada en particular.

— ¿Entonces?

— Quisiera darme un baño —fue entonces que él se percató de las manchas de


sangre seca que todavía cubrían su pijama, parte de sus brazos y de su cuello.

— Claro. Espera un minuto —cerró el cajón de las armas antes de tomarlas y se


dirigió a la puerta— En un momento regreso.

Ella no pudo decir nada antes de escuchar la puerta abrir y cerrarse. Por alguna
razón, no le gustó estar sola en esa habitación. Sin embargo, tan sólo fueron un
par de minutos antes de que él regresara, aunque le parecieron eternos.

— Hinata, la mujer de Naruto, vendrá en un rato. Ella te ayudará a… lo que sea


que necesites ¿de acuerdo?

— ¿Tú a dónde irás?


— Tengo trabajo por hacer. —ella recordó que Kiba le había hablado sobre
aquello. Por lo que entendió, ellos eran guerreros que luchaban para proteger su
raza de asesinos que se dedicaban a exterminarlos.

— ¿T-tú… saldrás a pelear?

— Es para lo que vivo. —se metió nuevamente al armario, terminó de alistarse,


puso todas las armas en sus respectivas fundas y luego volvió a salir—.
¿Quieres que ordene que traigan algo para que comas antes de marcharme?

No hubo respuesta.

— Como sea. Te traeré alguna cosa. Volveré en unas horas.

Ella no respondió, escuchó la puerta abrir y cerrarse nuevamente, y luego todo


fue silencio. Un escalofrío le recorrió la espalda haciéndola abrazarse a sí
misma. La sola idea de que él pudiera salir lastimado otra vez, oprimió su
corazón. No quería que se fuera. Quería que se quedara con ella.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Cuando el agua caliente se acabó, Sakura salió de la ducha, envolvió su cuerpo


con una toalla y se dirigió al armario en su habitación. El frío otoño ya se había
instalado sobre la ciudad así que decidió dejar de lado los camisones, los
pantalones cortos y las blusas de tirantes como pijamas, para dar paso a las
prendas de franela. Apenas estaba eligiendo lo que usaría como pijama, cuando
recordó que Sasuke iría a verla esa noche. Entonces optó por usar unos jeans
desgastados y una blusa de manga corta en color rojo. Casual. Nada formal.

Una vez vestida, caminó hasta la cocina intentado evaluar la conveniencia de la


cita. Atravesó la puerta y puso a calentar un poco de agua en la estufa para
preparar té. Mientras esperaba a que el líquido hirviera, se dirigió a la nevera
para buscar que ofrecer como cena para su invitado. Supuso que pollo con
verduras y algo de pasta serían adecuados. Luego, fue a sentarse a la pequeña
silla de madera al otro lado de la habitación, apoyó el codo sobre la mesa y
recostó la mejilla en la palma de la mano. En silencio, pensó que había muchas
cosas que quería saber, cosas que sólo Sasuke podría explicarle, así que,
respondiendo a su pregunta, la cita era muy conveniente. O más bien,
necesaria.

— ¿Puedo preguntar en que estás pensando?

Un grito quedó ahogado en su garganta cuando vio la imponente figura de


Sasuke aparecer justo frente a ella. ¡Santa madre de Dios! Si no hubiese estado
sentada y si la silla no hubiese estado recargada en la pared, hubiera terminado
en el piso debido al susto. El aire escapó rápidamente de sus pulmones y toda
su sangre quedó estancada en la planta de los pies. Se llevó la mano hacia el
pecho intentando calmar el desbocado latido de su corazón que parecía hacer el
intento de salirse de su pecho.

— ¿C-cómo hiciste eso?

Durante un segundo, Sasuke la miró extrañado, pero luego comprendió de lo


que estaba hablando.

— Ah, te refieres a la materialización. Es algo simple. Todos los vampiros


podemos hacerlo.

— Seguro —susurró ella.

— Perdón por haberte asustado. No fue mi intención.

Sí, bueno, al menos alguien estaría feliz porque su corazón había dejado de latir
por una fracción de segundo, y ese era su cardiólogo porque por primera vez en
su vida, tendría que hacerle una visita gracias al tremendo susto.

Después de unos segundos, en los que el alma de Sakura decidió volver a su


cuerpo. Ella se puso de pie para calentar y servir la cena. Sasuke tomó asiento
en la silla que ella había desocupado y desde ese lugar se dedicó a observarla
moverse a través de la habitación. No perdía ni el menor detalle de lo que ella
hacía, su mirada captaba cada uno de sus movimientos y una parte de él decía
que podría hacerlo una y otra vez y no se cansaría. Nunca.

Minutos más tarde, había un par de platos servidos en la mesa junto a dos
copas de vino. Sakura se sentó en la silla junto a la de Sasuke, desdobló la
servilleta y la colocó sobre su regazo.

— Siento lo sencillo de la cena. Pero como comprenderás, llenar la despensa no


es algo que haya estado pasando por mi mente durante las últimas horas.

— Está bien.

"Más que bien", dijo la voz dentro de su cabeza. Era el alimento que ella había
preparado con sus propias manos. Era más de lo que él podía llegar a pedir… o
merecer. La sola idea de que eso pudiera repetirse por mucho tiempo más,
lograba mover algo en su interior que lo inquietaba. Pero se recordó que eso no
pasaría. No después de que ella se enterara de toda la verdad.

Entonces el silencio emergió entre ellos. Mientras Sasuke se llevaba la copa a


los labios, aprovechó para estudiar a Sakura que intentaba enrollar los
espaguetis en el tenedor. Supo que estaba ansiosa así que decidió darle un
poco más de tiempo para que pudiera relajarse antes de comenzar la charla que
debían entablar esa noche. Algunos minutos después, cuando sirvió el pollo,
decidió que era el momento de romper el silencio.

— ¿Sakura?

— ¿Si?

— Ya puedes preguntar lo que quieras —la mirada jade se clavó en él.

— Ah, sí... eh, pensé que los vampiros sólo se alimentaban de sangre.

— La sangre constituye la parte fundamental de nuestra dieta, brinda nutrientes


que necesitamos, pero también es importante la comida. No todo es como el
folclor humano te ha hecho creer.

— ¿Entonces es verdad que tú no puedes salir durante el día?

— Ya te lo dije, los vampiros no soportan la luz del sol.

— ¿Qué les sucede?

— En un primer instante, el cuerpo se llena de quemaduras de segundo y tercer


grado. Luego ocurre la incineración. Sólo quedan las cenizas, si acaso. La
exposición al sol no es algo que deba ser tomado a la ligera.

— Pero yo puedo salir.

— Eso es porque tú aún no has pasado por el cambio. Aunque, ¿quién sabe?
Tal vez puedas ser capaz de tolerar la luz después de que ocurra. Las personas
que tienen un padre humano pueden tener variaciones en lo que las
restricciones de la genética se refiere.

— Y, eh, ¿con qué frecuencia tendré que... alimentarme?

— En un principio será bastante a menudo. Quizás dos o tres veces al mes.

— Después de que me ayudes la primera vez, ¿cómo podré encontrar un


hombre del que pueda be...?

El gruñido de Sasuke la interrumpió. Cuando levantó la vista, se sobrecogió.


Estaba molesto. Muy molesto.

— Yo me encargaré de encontrarte a alguien -dijo él lacónico—. Hasta entonces,


me utilizarás a mí.

Utilizar. Algo había en lo que implicaba esa palabra que hizo que una corriente
eléctrica recorriera el cuerpo de Sakura. Y fue en aumento cuando se imaginó a
sí misma hundiendo los colmillos en el cuello de Sasuke. Santo dios, la escena
que maquinó su cerebro era lo más endemoniadamente erótico que pudo haber
pensado. Sin embargo, todo calor abandonó su cuerpo cuando prestó atención a
la respuesta completa. ¿Por qué no le había dicho que no iba a necesitar a
nadie más porque él iba a estar con ella? ¿Acaso él…?

Entonces lo comprendió. Sí. Él iba a dejarla.

— ¿Estás casado? Quiero decir, ¿tienes una compañera? ¿O tal vez dos? —
añadió rápidamente, imaginando que bien podía soltar todas sus dudas. Quería
saber si él no iba a estar con ella después del cambio, o si tal vez, en realidad,
nunca había estado.

Lo vio sonreír. Fue un gesto apenas perceptible, pero considerando lo tenso que
estaba…

— No. No tengo ninguna compañera.

Hasta cierto punto, aquella respuesta fue un alivio. Ella tomó un sorbo de vino.

— ¿No hay ninguna mujer en tu vida?

— No.

"Tú", respondió la voz dentro de su cabeza.

— Entonces, ¿de quién te alimentas?

Largo silencio. Nada prometedor.

— ¿A quién acudes? —insistió ella.

Él la miró durante un largo instante. Y luego su semblante se transformó,


relajando un poco la agresividad que había mostrado hasta entonces. Apoyó
suavemente el tenedor en su plato.

— Es complicado. Y no pienso que sea algo de lo que debamos discutir en este


momento. Aunque creo que si tuviera que elegir, me gustaría que fueras tú —
Sakura parpadeó, sintiendo aquella especie de calor sexual nuevamente al
imaginar que él bebería su sangre para sobrevivir—. Pero no voy a estar cerca
mucho tiempo después de tu transición. —exhaló profundo, se reclinó sobre el
asiento y miró hacia el techo—. Soy un maldito infeliz.

Eso último fue un susurro que le sonó a que hablaba más consigo mismo que
con ella. Bajo su feroz orgullo, Sakura vislumbró que, en el fondo, había algo
más. ¿Inseguridad? No, no era eso. Era algo más intenso. Autodesprecio.

— Eso no va a pasar—dijo él—. Y pronto te encontraré otro hombre.

Alejó su plato, sin apenas probar el pollo.

— ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste? —preguntó ella, recordando en


el poderoso deseo contra el que le había visto luchar.

— Anoche.

Una opresión en el pecho le hizo sentir como si sus pulmones estuvieran


bloqueados. Había estado con una mujer. Justo después de estar con ella. Justo
después de casi… La imagen de él con otra mujer en sus brazos apareció
repentinamente en su cabeza, grabándose justo ahí, en un lugar donde pudiera
verla sin importar la distancia o la ubicación. Le pareció como uno de esos
letreros de las marquesinas en los teatros, adornados con cientos de luces de
múltiples colores, de esos que ves porque ves.

Cuando intentó alcanzar la copa de vino, la mano le temblaba. Estupendo. Ahora


estaba locamente celosa.

— No te gusta, ¿verdad? —dijo Sasuke en voz baja.

— ¿El qué?

— Que yo beba de otra mujer.

Ella rió lúgubremente, despreciándose a sí misma, a él y toda aquella maldita


situación.

— ¿Disfrutas restregándomelo en la cara?

— Si te sirve de consuelo, la idea de que algún día otro hombre pueda tenerte,
acariciarte, besarte o que metas su sangre dentro de ti —cerró fuertemente su
puño sobre la mesa— no es algo que me haga saltar de alegría.

Sakura lo miró fijamente. "¿Entonces porqué no te quedas conmigo?", pensó.


Sasuke sacudió la cabeza.

— Pero no puedo permitirme eso.

— ¿Por qué no?

— Porque tú no puedes ser mía. No importa lo que haya dicho antes.


Estaba a punto de preguntar nuevamente por qué, cuando el teléfono comenzó
a sonar. El repiqueteo del timbre una y otra vez, agujeraba el abrumador silencio
que se había formado entre ellos. Se escuchó el mensaje del contestador
automático en la estancia y luego la voz de Sai. De inmediato, Sakura se levantó
y caminó rápidamente para coger el teléfono que había cerca de la nevera.

Nuevamente, aquella conversación no estaba yendo hacia ninguna parte. Sai


pidiendo hablar con ella. Ella diciendo que primero debería pensar las cosas. Él
diciendo que no podían terminar así. Luego de los primeros cinco minutos, la
atención de Sakura comenzó a centrarse en nimiedades buscando algo con que
entretenerse o un motivo para ponerle fin a la conversación telefónica.

— Escucha, Sai. Hablaremos después ¿de acuerdo?

Antes de recibir respuesta, colgó el teléfono. Puso el aparato de vuelta al


soporte en la pared al tiempo en el que suspiraba profundamente. Cerró los ojos
para intentar despejar su mente y fue entonces cuando sintió la brisa gélida que
había llenado la habitación. Miró sobre su hombro y vio a Sasuke recostado
sobre el muro al otro lado de la cocina.

— ¿Algo interesante? —cuestionó irónico— ¿Quieres que me vaya antes de que


el humano venga? ¿o tal vez prefieras que ambos compartamos la cena otra
vez? ¿o tal vez la cama?

Sakura lo miró atónita. Ahora era él quien estaba celoso. Si no hubiese estado
en esa situación, se habría reído y sentido muy satisfecha. Pero la expresión de
Sasuke le decía que eso era lo que menos podía hacer en ese momento.
Recordó lo ocurrido aquella noche, durante la cena después de la cual habían
terminado y se dio cuenta de que su expresión en esos momentos era igual que
la de aquella vez. Como si quisiera estrangular a alguien.

Fue entonces que un recuerdo atravesó su mente como un flashazo. Era sobre
lo que había ocurrido aquella noche cerca del club X-tasis.

Aún había muchas cosas que aclarar.

— ¿Vas a matarlo? —Sasuke no pudo evitar sorprenderse ante la pregunta—


¿Vas a matar a Sai igual que lo hiciste con esos dos hombres en el callejón?

Genial. Otro tema del que no quería hablar en esos momentos.

— Sakura, quiero que entiendas que yo lucho para protegerme y para proteger a
los que son como nosotros, más no porque sienta placer asesinando. ¿De
acuerdo?

Ella no respondió. Honestamente, una parte de ella, quizás la más ingenua,


esperaba que él le dijera que lo que había visto aquella noche había sido una
simple alucinación. Que él no había asesinado a nadie.

— Y ¿contra quién luchas? —preguntó recostándose sobre la puerta de la


nevera.

— Malditos bastardos infelices que te asesinarían tan pronto como pases por la
transición.

— ¿Cazadores de vampiros?

— Ojalá. Así sería menos repulsivo —ella notó como la atmósfera de enfriaba un
poco más—. Vampiros traidores a la raza que vendieron sus almas a
Orochimaru a cambio de la inmortalidad y del poder para establecer un reino de
terror sin mestizos. Akatsukis.

— ¿Qué o quién es Orochimaru?

Cuando ella pronunció el nombre, el rostro de Sasuke volvió a endurecerse y las


luces parpadearon varias veces.

— Un vampiro racista y clasista que cree que el mundo sería un lugar mejor sin
mestizos y sin civiles que no cuentan con el sustento de una poderosa línea de
sangre. Un maldito que disfruta derramar sangre inocente a la menor
provocación.

"Esto es simplemente demasiado extraño", pensó ella. Intercambio de almas.


Inmortalidad. Esas cosas no existían en el mundo real. Aunque, pensándolo
bien, ella estaba cenando con un vampiro. ¿Cómo podía pensar que todo lo que
estaba oyendo era imposible? Entonces recordó al hermosísimo hombre rubio
que había visto junto a Sasuke en el club, y algo le dijo que no eran simples
amigos que se reunían cada jueves para jugar baraja.

— Tienes compañeros que luchan contigo, ¿verdad?

— Mis hermanos. —estiró su brazo frente a él con la palma hacia arriba y luego
la cerró en un puño—. Durante mucho tiempo, se llevó a cabo un festival en
honor a la diosa Amaterasu, la deidad creadora de los vampiros. Cada ciento
cincuenta años, todos los miembros de la raza viajaban de todas partes del
mundo al castillo del rey Fugaku, el único vampiro de sangre pura que pisaba la
tierra junto con su familia. En realidad, hay-había —corrigió— líneas de sangre
tan puras como las de él, pero la diferencia radicaba en que, según nuestras
leyendas, él era descendiente directo de Madara Uchiha, el primer vampiro
engendrado directamente por la diosa.

"¿Uchiha?", se preguntó ella. "Eso significa que él…"


Antes de poder preguntar, Sasuke prosiguió con la historia.

— Para no hacerte el cuento largo, hace más de trescientos años el festival se


realizó por última vez.

— ¿Qué sucedió?

— Durante mucho tiempo, Orochimaru se dedicó a conseguir individuos que


apoyaran sus ideas y cuando tuvo suficientes seguidores, puso en marcha su
plan para eliminar a los que él considera impíos. —el rostro de Sasuke se
encrudeció— Esa noche murió más de la mitad de la población. Fue derramada
demasiada sangre inocente. —apretó ambos puños— Después de eso, Kakashi,
el hombre que crees haber visto morir, se dedicó a buscar a los guerreros más
fuertes y poderosos y los entrenó para luchar y enfrentarse a la organización de
Akatsuki. Así es como surgió la Cofradía de las Sombras del Fuego, o como
popularmente nos conocen, los hokages.

— ¿Cómo sabes tanto acerca de ello?

— Porque yo lo viví.

Su rostro se puso serio, como si fuera un asunto privado. Ella notó que no le
diría nada más sobre la Cofradía, pero todavía sentía curiosidad sobre la guerra
que estaban librando, sobre todo porque ella estaba a punto de convertirse en
uno de aquellos que necesitaban de su protección.

— Tú vas armado ahora mismo, ¿no es así? —preguntó ella.

— Sí.

— ¿Alguna vez abandonas tus armas?

— No.

— Pero cuando hemos estado...

— Siempre tengo algo a mi alcance, incluso cuando estoy contigo.

Sakura tragó grueso. Dentro de ella, ardientes pensamientos entraron en


conflicto con la horrible sensación de que o bien era un paranoico, o el mal
verdaderamente siempre acechaba. Y teniendo a Dios por testigo, juraba que
Sasuke era muchas cosas. Pero no le parecía precisamente un tipo histérico.

— Ahora, respondiendo a tu pregunta: No. No lo mataría. Al humano —aclaró—.


Pero tampoco sería suave con él. No después de que él ha sido capaz de
siquiera mirarte.

Un escalofrío la atravesó. De nuevo, esa no era la respuesta que había estado


esperando.

— Tienes razón —musitó ella— Eres un maldito infeliz. ¿Cómo puede significar
tan poco la vida para ti?

— Hmp. —Una fría sonrisa se dibujó en el rostro de él. Su voz sonó tan gélida,
que pudo jurar que rasgaba su piel con cada palabra— ¿Cómo puede significar
la muerte tanto para ti?

Todo pareció cambiar en ese instante. El tiempo se detuvo en ese lapso eterno
en el que ninguno dijo o hizo nada, donde ninguno se atrevió a siquiera respirar.

Por un momento, Sakura sintió que sus piernas no serían capaces de sostenerla
por mucho tiempo más. Seguía aprendiendo cosas nuevas, y no sólo de la que
pronto se convertiría en su vida, sino también del hombre que se hallaba a tan
sólo un par de metros de ella, de aquel hombre con el que ella había hecho el…
no –se corrigió-, con el que había tenido sexo, porque alguien como él no
parecía conocer el significado de esa frase. Sencillamente no podía creerlo. Él
era totalmente insensible, tan despreocupado por algo o alguien más que no
fuera él mismo, para él una vida no parecía tener el menor significado. Era frío,
calculador, ególatra. Simplemente, no lo conocía. La imagen que se había
formado de él estaba desvaneciéndose poco a poco, dejando sólo ese retrato
que estaba capturando en ese momento. Esa imponente figura, enfundada en
unos pantalones y un abrigo de cuero, con un rostro malditamente impasible
mientras hablaba de asesinar a alguien.

De repente, sintió que un dolor hueco se instalaba en su corazón. Un dolor que


no estaba siendo causado por la frialdad y dureza que él estaba demostrando
hacia ella, sino porque se sentía… defraudada. Siempre supo que Sasuke no
era un hombre común, que una parte de él era indomable, y tal vez hasta
violenta, pero esas noches en las que habían cenado y visto televisión juntos
mientras habían sido amantes, la habían llevado a creer que él realmente tenía
algo de calidez en su interior, que la capacidad de sentir afecto por alguien
formaba parte de él en la misma medida que su lado guerrero. Que él tal vez
la…

Pero se había equivocado. Tonta e ingenuamente, se había equivocado.

No sabía que hacer con todo ese cúmulo de emociones que estaba llegando a
ella de manera tan vertiginosa, abarrotando hasta el más lejano rincón de su ser.
Puso su mano sobre el pecho, intentando alejar aquel dolor, pero fue inútil. Se
aproximó a la mesa, recogió los platos y luego los llevó hasta el fregadero,
pasando frente a Sasuke sin siquiera mirarlo. Mezcló un poco del detergente con
agua hasta que tuvo espuma suficiente y comenzó a fregar con todas las fuerzas
que podía canalizar en sus manos. Era eso o estaba casi segura de que se
pondría a llorar, y no sabría si sería por ese dolor que se negaba a abandonarla
o por el coraje y la furia que sentía hacia ella misma por haberse equivocado tan
garrafalmente.

El dolor se estaba sobreponiendo al tiempo en el que las lágrimas amenazaban


con hacer su aparición estelar. Inhaló profundo, agachó la cabeza y dejó que su
cabello cayera sobre su rostro como una cortina rosácea con la que pretendía
mantenerse aislada y protegida del frío que había llegado a su corazón.

El largo silencio parecía no tener un fin próximo.

— Maldición… -murmuró él, respirando lentamente-. Esto no está bien.

— No, no lo está.

Sasuke lo sabía, por supuesto que lo sabía. Con esa brillante actuación, él
confirmó que, si bien no solía meter la pata muy a menudo, últimamente lo había
hecho y hasta el fondo.

"¡Perfecto!, podrían darte el premio al mayor imbécil del planeta. Nadie mejor
que tú para eso, Sasuke Uchiha."
Capítulo 19

El silencio y el frío desolador que había en la habitación, había sido la


culminación de todo el embrollo que estuvo ocurriendo desde hacía un par de
horas. Sakura no levantaba la vista del plato que había entre sus manos y que
fregaba con tal fuerza, que le sorprendía que aún no se hubiera roto. La había
herido. Lo sabía. Pero ahora no tenía ni la menor idea de cómo enmendarlo.
Pensó en acercarse, pero supuso que tal vez ella lo apartaría. Todo por culpa
del humano. Sí claro, era fácil culpar a otros. El único culpable había sido él.
Pero todo lo ocurrido fue más de lo que había podido soportar. Primero esa
parte de la charla referente a la alimentación, la cual le había hecho hervir la
sangre tan sólo de imaginar a Sakura con cualquier otro; y después, el asunto
del humano. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado cuando se trataba de
esa mujer?

— Sakura, escucha, yo… lo lamento. No, quise decir todo eso es sólo que… tú
—por un instante no supo qué más decir— hay algo en ti. Realmente no sé lo
que es, pero la sola idea del humano… Sé que no debería sentir todo esto
pero…

— Para ya. —lo interrumpió. Dejó el plato recostado sobre una pared de la tarja
y enfocó su mirada en él— Es suficiente de toda esta monserga ¿okay? Está
comenzando a fastidiarme. Tú estás comenzando a fastidiarme. ¿Qué rayos
pasa contigo? Me haces el amor como si el mundo estuviera a punto de acabar,
luego te comportas como un verdadero patán. En un segundo eres el hombre
más celoso que he visto en mi vida, y al siguiente te arrepientes diciéndome una
y otra vez que no soy para ti. En este momento quiero que me des una
verdadera explicación. Estoy cansada de los acertijos, de que digas que no
puedes permanecer conmigo aunque quieras porque sinceramente, eso no tiene
sentido para mí. A menos de que me digas cual es la verdad que hay detrás de
todo esto ¿de acuerdo?

Silencio.

— Es que yo no te merezco. —Sakura iba a interrumpirlo pero él lo impidió—.


Sakura, yo arruiné tu vida.

— ¿A qué te refieres?

— Tú no sólo eres una mujer vampiro. Tu futuro estaba más allá de este plano.
—caminó hacia donde ella estaba, luego se recargó en la encimera junto al
lavabo. Ella siguió sus movimientos hasta que estuvo a su lado—. Hay un lugar
llamado el Santuario, está en otro plano y es ahí donde reside Amaterasu. Muy
pocos tienen el honor de conocer el lugar, la mayoría simplemente sabe de él
como parte de la cultura de nuestra raza, pero hay quienes son elegidos, o más
bien, elegidas para permanecer ahí. Las sacerdotisas consagradas a
Amaterasu.

— ¿Qué es una sacerdotisa?

— Una mujer que ha sido elegida por la diosa para vivir y servir en el santuario.
Están predestinadas desde el momento de su nacimiento, y una vez que pasan
por el cambio, son llevadas al otro lado. Ahí sirven como asistentes de
Amaterasu o de la Oráculo, la mujer que es la representación de la diosa entre la
raza; también pueden ser escribas o asistentes del Consejo, un grupo de cinco
vampiros, en realidad, los únicos inmortales que existen.

— Lindo, pero ¿eso que tiene que ver conmigo? —Sasuke no respondió. Ella
captó claramente la indirecta, sin poder evitar sorprenderse—. ¿Yo? No me
digas que yo voy a ser una…

— Ibas a ser una sacerdotisa.

— ¿Qué quieres decir?

Sasuke dejó de mirarla, fijando la vista en un punto en medio de la nada frente a


él. Inhaló profundo.

— Todas las sacerdotisas deben de ser vírgenes.


— Ah, pues… no lo sabía. —respondió nerviosa— Lo dejé de ser a los
diecisiete.

Una media sonrisa se dibujó en el rostro de Sasuke al tiempo en el que volvió a


mirarla.

— Eso no es verdad. Dejaste de serlo la primera vez que estuviste conmigo —


Sakura lo miró confundida— Las mujeres vampiro sólo dejan de serlo con uno
de los de nuestra raza.

— Ah… entiendo… —desvió la vista de vuelta al fregadero. ¿Una sacerdotisa?


¿qué se suponía que debía decir? No cabía duda de que su vida ya no iba a ser
la misma nunca más.

Sintió una leve corriente de aire, volvió a enfocar la vista al frente, a Sasuke, y
notó que él estaba con una rodilla apoyada en el piso.

— Sa-Sasuke, ¿q-qué haces?

— Por eso quiero pedirte perdón —dijo él, sosteniendo su mano y apoyándola
sobre su frente.

El cuerpo de Sakura no pudo evitar estremecerse ante la situación. Tener a un


hombre como él literalmente a sus pies, no le estaba dando la sensación de
satisfacción que cualquiera pensaría. Su voz sonaba distinta, atormentada,
como si una gran pena lo estuviese embargando y no sólo por el asunto de ella.
Le dio la impresión de que la culpa era algo que él tenía muy arraigado en su
interior junto con el autodesprecio, y casi en la misma intensidad que su orgullo.

— Lo lamento mucho, Sakura. Sé que no tengo excusa y pienso enmendar mi


error. Voy a pagar mi pecado como la diosa lo decida.

— Sasuke, —intentó zafar su mano, pero el agarre de él era firme— no creo que
este asunto sea algo por lo que haya que ponerse así.

— Te equivocas, Sakura. Ser una sacerdotisa va más allá de cualquier honor


que se te pueda ser otorgado, en tu caso siendo una mestiza lo es aún más. Tu
rastro de línea de sangre proviene de una muy antigua, una que se creía extinta
y supongo que es por esa razón por la cual fuiste bendecida. Pero no solamente
es eso. Si tú estuvieras en el santuario, estarías lejos de toda esta guerra.
Estarías a salvo. Te he quitado la posibilidad de vivir plenamente en un lugar
seguro y por eso debo pedirte perdón.

— Sasuke, por favor levántate.


Él no lo hizo así que ella se inclinó frente a él para intentar reincorporarlo.
Cuando ambos estuvieron de pie nuevamente, acunó su rostro entre sus manos
y lo obligó a mirarla. Esa sensación de tormento que había percibido en su voz,
no se comparaba con lo que vio en sus ojos. Esos ojos negros que normalmente
eran inexpresivos, ahora dejaban ver de manera fugaz lo que realmente había
detrás de esa enorme pantalla de frialdad, y crueldad que por un momento ella
consideró verdad. Había tanto detrás de él, tanto que ella quería saber…

— Todo está bien —él iba a interrumpirla pero se lo impidió poniendo su índice
sobre sus labios— Sasuke, quiero que pienses un poco las cosas ¿de acuerdo?
Me acabo de enterar que soy mitad vampiro. Mi vida ha cambiado por completo,
no —se corrigió— mi vida como la conocía está por terminar, ¿tú crees que el
ser o no una sacerdotisa puede mejorar o empeorarlo? —con su dedo recorrió la
mejilla de él— Lo único que quisiera en estos momentos es tener la certeza de
que algo va a continuar ahí cuando eso ocurra, de que tú vas a continuar a mi
lado cuando eso ocurra, justo como lo has estado hasta ahora. Si tuviera que
elegir entre ser una sacerdotisa y permanecer en un lugar seguro, y tú y estar
aquí, te elegiría. Porque sólo me siento a salvo cuando tú estás conmigo.

No hubo respuesta y eso fue casi un balde de agua helada cayendo sobre su
cabeza. No es que esperara que él le dijera que sí, pero… ¡a quién trataba de
engañar! Por supuesto que esperaba que él le dijera que sí, que él iba a estar
con ella siempre, pero eso no iba a suceder. Lo sentía en su interior. Ese hueco
en el pecho que había experimentado antes, se había convertido en un enorme
agujero hecho por una bala de cañón justo en medio de su cuerpo. Ahora que
repasaba la respuesta que le había dado, se dio cuenta de que ella sentía algo
más por Sasuke, algo que en realidad, ya sentía desde hacía mucho tiempo
antes.

Pero no parecía ser recíproco, así que no le quedaba más que darse por
vencida.

Con lentitud intentó alejarse, primero deslizando sus manos de vuelta a sus
costados e intentando retroceder un par de pasos, pero antes de lograrlo,
Sasuke sostuvo su mano con fuerza, la acercó a él y luego la abrazó hundiendo
su rostro en la curvatura de su cuello. Sintió los brazos de él ciñéndose a su
alrededor con firmeza, como si tuviese miedo de que ella huyera o se
desvaneciera en el éter. Sin más opción en mente, Sakura fue levantando
lentamente sus brazos hasta rodearle el cuello y completar ese abrazo.

— ¿Cómo lo haces? —susurró él, haciendo que su cálido aliento golpeara


contra su piel, estremeciéndola.

— ¿El qué?

— El hacerme sentir vivo otra vez.


Sakura se retiró un poco, sin llegar a liberarse de sus brazos por completo.

— Tú haces lo mismo conmigo.

Él acunó su rostro en su mano y acarició sus labios con su pulgar.

— Toda la noche he querido besarte —susurró al tiempo que acercaba sus


labios a los de ella.

Sakura se preparó para algo fuerte, recordando los ardientes besos de la noche
anterior, dispuesta para cualquier cosa que él pudiera darle, sólo que cuando
sus labios se posaron sobre los de ella lo hicieron con una extraordinaria
dulzura. Pudo sentir la pasión en las tensas líneas de su cuerpo, pero
claramente se negaba a apresurarse. Cuando alzó la cabeza, le sonrió. Pensó
que ya estaba totalmente acostumbrada a los colmillos.

— Esta noche vamos a hacerlo lentamente —dijo él. Pero ella lo detuvo antes de
que él la besara de nuevo.

— Ven —susurró tomando su mano y guiándolo fuera de la cocina. Atravesaron


la estancia y mientras caminaban por el pequeño corredor hacia la recámara, él
volvió a apoderarse de sus labios sin frenar su andar.

Entonces el móvil de Sasuke comenzó a sonar. Lo sacó de su bolsillo interior


con un gruñido, rompiendo todo contacto.

— Qué —Hubo una pausa. Sakura hizo el intento de ir hacia el baño para darle
algo de privacidad, pero él se lo impidió— No. No lo sé, Neji. ¿Ya le dijiste a
Kiba? Sí, seguro que quiere verme ahora. —hubo otra pausa— Ajá. Inicia sin mí.
Sip. Mucho —acercó a Sakura para darle un beso en la frente— De acuerdo.
Nos veremos.

Cerró el pequeño aparato, lo devolvió al bolsillo en su chaqueta y estrechó a


Sakura entre sus brazos mientras su mirada recorría la habitación. Es parte de
su ser celosa del humano, se negaba a permanecer en esa habitación más
tiempo, así que tomó la mano de Sakura y comenzó a guiarla de vuelta por el
corredor.

— Ven conmigo.

— ¿A dónde vamos?

Dejaron el apartamento y luego siguieron hasta llegar al apartamento que él


compartía con Ino. Cuando llegaron al pasillo que iba desde la estancia, la llevó
a su alcoba. Ella miró hacia la enorme cama. Había sido arreglada, con las
almohadas pulcramente alineadas contra el cabezal y las sábanas de satén
suaves como agua inmóvil. Una oleada de calor invadió su cuerpo al recordar lo
que había sentido la noche anterior.

Miró sobre su hombro a Sasuke, detrás de ella. Su mirada estaba fija en ella
como en un blanco de tiro. Le había leído el pensamiento. Sabía lo que ella
quería. Y estaba listo para entregárselo. Caminó hacia donde estaba y Sakura
oyó que la puerta se cerraba con el cerrojo. Miró a su alrededor, preguntándose
si había alguien más en la estancia. Pero no vio a nadie y entonces se recordó
que él tenía esa habilidad. La mano de Sasuke se dirigió hacia su cuello,
doblándole la cabeza hacia atrás con el dedo pulgar.

Y entonces, el móvil de Sakura sonó esta vez. La misma maldición salió de las
bocas de ambos al unísono.

Ella miró el identificador, viendo que se trataba de su editor, miró a Sasuke quién
asintió y entonces ella salió de la habitación para hablar en el corredor. Cuando
regresó, Sasuke estaba sentado en la cama, con los codos apoyados en las
rodillas. Se había quitado la chaqueta, y sus hombros parecían más anchos,
resaltados por la camisa negra. Al acercarse, captó una imagen fugaz de un
arma de fuego bajo la chaqueta y se estremeció un poco. Él la miró mientras ella
se sentaba a su lado. Sakura tendió la mano hacia el rostro de él, acariciando su
mejilla, deslizándola hacia su fuerte mentón. Su boca se abrió ligeramente, como
si su tacto lo dejara sin respiración y eso la hizo sonreír.

Sasuke tomó su mano y la llevó hasta sus labios, luego se movió a lo largo de su
antebrazo, inhalando profundo.

— Me encanta tu aroma. —susurró—. Toda tú eres algo que no había conocido


nunca antes —dirigió la mano hacia su cabello, tomó un mechón y lo recorrió
hasta las puntas que llegaban a la altura de su pecho. Sus dedos perfilaron cada
rasgo de su rostro, descendiendo a través de su cuello y su clavícula

El corazón de Sakura comenzó a latir aceleradamente, sus pensamientos


desaparecieron dentro de su cabeza y todo a su alrededor permaneció estático
quedando sólo ellos dos. Él se inclinó hacia delante, le acarició el cuello con los
labios, y ella sintió un suave arañazo. "Sus colmillos", pensó. Lo sintió subir por
su garganta y deseó que la mordiera. Ella se arqueó en los brazos de el,
frotándose contra sus muslos, empujando sus pechos hacia arriba. Su cabeza
se abandonó, y dejó escapar un pequeño gemido.

Sintió como lamía su cuello a la vez que sus dedos de movían con destreza por
el contorno de la blusa para sacársela por encima. El aire frío llegó a su piel
mientras una mano de él recorría su cintura, avanzando hacia arriba. Cuando
llegó al sujetador, trazó un círculo alrededor de los bordes de encaje, avanzando
gradualmente hacia el interior hasta rozar su pezón.
El cuerpo de ella se estremeció, y se aferró a los hombros de él. Sus músculos
estaban rígidos por el esfuerzo de sostenerla. Ella miró su rostro, magnífico. Sus
ojos brillaban, despidiendo una luz que moldeaba sus pechos en las sombras.
La promesa de sexo salvaje y su feroz deseo por ella resultaban evidentes por el
rechinar de su mandíbula, por el calor que salía de su imponente cuerpo y por la
tensión de sus piernas y su pecho. Pero él tenía un absoluto control de sí
mismo. Y de ella.

— Desde que te vi por primera vez en el callejón, algo en ti hizo que te deseara
—continuó él, hundiendo la cabeza en su cuello, mordiéndola ligeramente,
apenas arañando su piel. Luego se desplazó hacia abajo, a su pecho—.
Realmente quisiera estar contigo pues no lo hemos estado todavía.

— No estoy tan segura de eso —susurró ella.

Su risa sonó como un trueno profundo, su respiración era calida y húmeda sobre
la piel de ella. Le besó la parte superior del pecho, luego tomó el pezón en su
boca, a través del encaje. Ella se arqueó de nuevo dejando escapar nuevos
gemidos que lo hacían sentir satisfecho. El levantó la cabeza, con una sonrisa
de deseo despuntando en sus labios.

Cuando la besó, supo que era solamente él. La fue reclinando sobre la cama
hasta acostarla y posar su cuerpo encima de ella, teniendo cuidado de no
aplastarla. Sus manos recorrieron su pecho, deshaciéndose del sujetador y
bajando a través de su abdomen para desabrochar el botón de sus jeans y
deslizarlos con delicadeza a través de sus piernas. Las manos de Sasuke
encontraron el borde de sus bragas y las deslizó de igual manera, dejándola
desnuda frente a él.

El beso se rompió y él la observó de una manera que logró erizarle cada poro de
su piel, recorrió sus piernas con sus manos, abriéndolas ligeramente, lo
suficiente para poder repartir besos en la parte interior de sus muslos, como un
camino hacia llegar al punto donde todo el deseo de ella estaba siendo
cumulado. Su lengua comenzó a moverse por todas partes, dando sensuales
caricias que la hicieron estremecer sin remedio.

Un pequeño grito escapó de sus labios y él satisfecho, se apartó lo suficiente


para que ella pudiera quitarle la camisa y abrir el botón de sus pantalones. En
cuestión de segundos, ambos estaban desnudos y el ardiente juego de caricias
continuó, alejándolos de toda cordura. Los dedos de Sakura se enredaban entre
los mechones oscuros del cabello sintiendo su cuerpo estallar entre todas esas
sensaciones que él provocaba en ella.

Después de haberla hecho llegar al orgasmo en dos ocasiones, Sasuke se


posicionó entre sus piernas, saboreó nuevamente el interior de su boca. Sus
lenguas se unieron, acariciándose fervientemente. Entonces se introdujo
suavemente en su interior, pero en lugar de moverse se quedó quieto. Con
aprehensión, se dio cuenta de que quería marcarla. Marcarla como suya. Quería
ese olor especial sobre la totalidad de su cuerpo para que ningún otro hombre se
le acercara, para que supieran a quién pertenecía, y que temieran las
repercusiones de querer poseerla.

Sintió su cuerpo inmovilizarse debajo de él, y miró hacia abajo.

— ¿Sasuke? —susurró ella—. ¿Qué ocurre?

La preocupación por él en su voz fue lo que desencadenó su fuerza desatada.


En una asombrosa y enardecida oleada, su cuerpo rompió todo contacto con la
parte racional de su mente. Antes de poder pensar en sus acciones, de poder
detenerse y pensar las cosas con frialdad, enlazó una de sus piernas por debajo
de la rodilla, se apoyó con los brazos y arremetió contra ella, con fuerza,
penetrándola. El cabezal de la cama golpeó contra la pared al ritmo de sus
empujones, y ella se aferró a sus brazos, tratando de mantenerse en su sitio.

Sus gemidos se mezclaban con los de ella inundando la habitación, saturando la


atmósfera que los rodeaba, haciéndose cada vez más fuerte hasta aislarlos de
todo lo demás. Un gruñido escapó de su pecho al sentir el calor hacerse cada
vez más ardiente, apoderándose de cada milímetro de su piel. Pudo percibir esa
oscura fragancia de la posesión pasando lentamente hacia Sakura,
introduciéndose en ella mientras sus músculos se retorcían y sus caderas
chocaban contra las de la mujer.

Empapado en sudor, con su cabeza dando vueltas a mil revoluciones por


segundo sin respiración, tomó todo lo que ella le ofrecía. Lo tomó y exigió más,
convirtiéndose en un animal, al igual que ella, hasta llegar al más puro
salvajismo. Nada importaba más que lo que estaba sucediendo en ese
momento, toda la pasión, la lujuria y la adrenalina que estaba saturando ambos
cuerpos conforme se acercaban al límite.

Sakura sintió toda la excitación explotar en su interior, perdiéndose a sí misma.


No había en ella más que pasión, una pasión que la desarmaba sin poder
evitarlo, una y otra vez, tan ardiente que su cuerpo temblaba sin control con un
intenso deseo que jamás había sentido por nadie más. Ella gritó su nombre una
y otra vez mientras él la penetraba, la poseía, obligándola a sentir un éxtasis con
el que jamás se había atrevido siquiera a soñar. Su orgasmo llegó
violentamente, llenándola como algo interminable, dándose cuenta de que él
experimentaba su propio clímax al mismo tiempo.

Fue la unión más perfecta que nunca habían experimentado.

Sasuke rodó hacia un lado, arrastrando consigo a Sakura, firmemente abrazada


a él. Con su erección todavía palpitando dentro de ella, le alisó el cabello hacia
atrás. Estaba húmedo con su delicado sudor.

"Mía". Fue la única palabra que llegó a su mente. Ahora lo era y eso nada ni
nadie lo iba a cambiar.

Mientras besaba sus labios, notó con satisfacción que ella todavía respiraba con
dificultad.

— ¿Te quedarás conmigo? —preguntó él. Ella se rió roncamente.

— No estoy segura de poder caminar ahora mismo. Así que creo que quedarme
aquí es una buena opción.

Él presionó los labios contra su frente. Un golpe en la puerta interrumpió el


momento.

— Sasuke —La voz de Neji retumbó a través de la puerta—. Ya es hora.

— Regresaré poco antes del alba. —susurró el azabache. Cuando él se retiró


por completo de su cuerpo, ella levantó la vista.

— ¿Adónde vas?

— Debo salir.

Saltó de la cama y se dirigió hacia el armario para ponerse su traje de cuero y


ajustarse la cartuchera sobre los hombros. Deslizó una daga a cada lado y cogió
el abrigo. Ella se envolvió con una sábana y salió de la cama.

—Sasuke. —Le tocó el brazo—. Quédate.

Él se inclinó para darle otro beso fugaz.

— Volveré.

— ¿Vas a luchar?

— Sí.

— ¿P-pero cómo puedes hacerlo? ¿no tienes…? —se detuvo. Era obvio que él
no tenía miedo.

— He hecho esto durante más de doscientos años. Sé lo que hago.

Ella contuvo la respiración.


— ¿Eres tan viejo?

Él tuvo que reírse.

— Sí. En realidad un poco más.

— Bueno, tengo que decir que te conservas muy bien. ¿Cuánto tiempo viviré
yo?

Una oleada de miedo frío lo impactó, haciendo que su corazón se paralizara


durante un instante. ¿Qué pasaría si ella no sobrevivía a la transición? Sasuke
sintió que el estómago se le revolvía. Él, que estaba acostumbrado a enfrentarse
a los mayores peligros, de repente, sentía crujir su interior con un miedo
sofocante y mortal.

— ¿Sasuke?

Atrajo a Sakura hacia sí y le dio un fuerte abrazo, como si quisiera protegerla de


aquel destino incierto.

— Sasuke —dijo ella en su hombro—. No puedo... no puedo respirar.

La soltó de inmediato y la miró fijamente. La incertidumbre tensó la piel de sus


sienes.

— ¿Sasuke? ¿Qué pasa?

— Nada.

— No has contestado a mi pregunta.

— Es porque no sé la respuesta.

Ella pareció desconcertada, pero entonces se puso de puntillas y lo besó en los


labios.

— Bien, sea cual sea el tiempo que me quede, desearía que te quedaras
conmigo esta noche.

Sakura dio un paso atrás. El pudo sentir que ella era extraordinariamente
vulnerable. Estuvo tentado a encerrarla con llave, pero no podría soportar
mantenerla prisionera. También, de momento, estaba a salvo de los cazadores,
pues ellos la verían solamente como una humana.

— ¿Estarás aquí cuando regrese? —preguntó él, poniéndose el abrigo.


— No lo sé.

— Si sales, necesito saber dónde encontrarte.

— ¿Por qué?

— La transición, Sakura. Estarás más segura si te quedas.

— Quizás.

Él se guardó la maldición. No iba a rogarle. Hizo el amago de querer acercarse a


ella, pero entonces salió antes de quedar en ridículo. Los guerreros no rogaban,
e incluso rara vez preguntaban. Pero en el fondo de su alma esperaba que ella
estuviera allí cuando volviese. Le gustaba la idea de encontrarla durmiendo en
su cama.

Sakura entró en el baño y se dio una ducha, dejando que el agua caliente
aliviara sus nervios. Cuando salió y se secó, vio una bata negra en un colgador.
Se la puso. Olió las solapas de la prenda y cerró los ojos. Estaba impregnada
con el olor de Sasuke, una mezcla de jabón, loción de afeitar y... vampiro.

Santo Dios. ¿En realidad le estaba sucediendo todo aquello? Se dirigió a la


habitación. Sasuke había dejado el armario abierto. Sintió curiosidad por revisar
su ropa. Pero lo que encontró fue un escondite de armas que la dejó petrificada.
Pensó en marcharse, y aunque quería hacerlo, sabía que él tenía razón:
quedarse era más seguro.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Minutos después, Sasuke y Neji iban dentro de la Hummer propiedad del


castaño hacia las afueras de la ciudad, listos para comenzar las rondas.

— No pudiste esperar. Te dije que estaría ocupado —espetó lacónico. El


hermano simplemente rió por lo bajo.

— Sí, lo dijiste. Pero eso no significa que te tomaría toda la noche complacer a
tu mujer ¿verdad?

— ¿Cómo sabes de ella? —el castaño lo miró con obviedad.

"Pregunta estúpida", pensó él. Eran pocas las cosas que Neji no sabía… o veía.

— Bueno, debes saber en la mierda en la que estoy metido ahora.

— Sí, lo sé.
— Entonces también sabes que si sales con alguno de tus comentarios o
intentas acercártele, olvidaré que eres un hermano y te castraré.

Neji volvió a reír, esta vez un poco más fuerte. Encendió un cigarro y bajó la
ventanilla de su lado. Sasuke lo imitó.

— También lo sé. Pero no entiendo por qué tanta afición por amenazarme.
Nunca me metería con una de las mujeres de la cofradía.

— ¿Y la humana? —por un segundo Neji pareció sorprendido—. Así como tú


puedes ver todo, yo escucho todo.

— Así que te lo dijo Naruto.

— Sí. Y no tengo que agregar nada más ¿verdad?

— La humana no es mujer de nadie.

— Neji…

— Ya lo sé —susurró cansino— mantendré cerrada la bragueta de mis


pantalones.

— Bien dicho.

Horas más tarde, ambos se encontraban haciéndole frente a un grupo de


akatsukis con quienes habían chocado accidentalmente a mitad de la autopista,
en medio de la nada. No había ni un alma a varios kilómetros a la redonda, la
única luz que llegaba procedía desde la luna completamente llena que estaba
justo sobre ellos. Un lugar perfecto para pelear. El frío ya comenzaba a sentirse
con más intensidad, pero el calor de la batalla hacía imposible que llegara hasta
ellos.

Mientras Sasuke se encargaba de uno de los cazadores, podía ver los múltiples
y pequeños destellos que iluminaban parcialmente su rostro entre las sombras.
Supo que Neji tenía todo bajo control. El hermano podía ser una leyenda sexual
digna de veneración entre los miembros más jóvenes de la raza y de envidia
entre muchos otros, pero lo que fuera de cada quien, también era un excelente
guerrero. Hábil en el combate cuerpo a cuerpo y diestro con las armas de fuego
y los cuchillos, pero su especialidad en definitiva era su forma de acabar con los
akatsukis.

Clavó la daga profundamente en el pecho del cazador y en tanto éste se


desintegraba, observó como Neji también hacía lo mismo. Claro, había una gran
diferencia: él lo hacía sólo con su mano derecha, y lo que quedaba no era una
mancha aceitosa. En realidad, no quedaba nada. Sólo simples partículas de
polvo que se llevaba el viento.

Neji se enderezó, abriendo y cerrando constantemente su mano. El tatuaje en


forma de ramificaciones que tenía a lo largo de ese costado desde el cuello
hasta los dedos, destellaba ligeramente en tonos rojizos, pero podían estar
tranquilos. Era el único resplandor que podían soportar. Los ojos perla se
enfocaron en él de forma inquisitiva. Sólo asintió con la cabeza a manera de
respuesta.

Entonces el rechinido de unos neumáticos captó la atención de ambos


guerreros. Un trío de cazadores habían logrado llegar al auto en el que habían
estado viajando y que Neji había sacado del camino para poder hacerles frente.

— Iré por ellos —dijo antes de iniciar la carrera a lo largo del campo. El enorme
abrigo de cuero se movía, formado ondas en la parte baja del cuerpo del
guerrero, como una capa siendo mecida por el viento. Se desmaterializó y en un
parpadeo estuvo a unos metros frente al destartalado auto que intentaba
emprender su huida. Al verlo, el cazador que iba al volante aceleró buscando, tal
vez, su única oportunidad de poder dañar al hokage.

Neji sonrió cáusticamente conforme veía el vehículo acercarse a toda velocidad.


Una vez que estuvo extremadamente cerca de él, en la última fracción de
segundo antes de terminar embarrado en el parabrisas, estiró su brazo derecho.
El brillo de los tatuajes fue en aumento, reflejando sombras rojas en su rostro.
Entonces una luz cegadora apareció justo frente a él, como un rayo que
desintegró el auto hasta que no quedó rastro alguno de él o de sus ocupantes.

Una media sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Sasuke luego de ver


la escena. El don de Neji era muy útil dentro de la batalla, algunas veces, más
de lo que debería. Decidió acercarse pero su instinto lo detuvo. Algo andaba
mal. Neji llevó su mano izquierda al extremo opuesto, hundiendo las yemas de
los dedos en su bíceps, como si intentara oprimir el dolor que sentía. Los dedos
de su mano estaban tensos, engarrotados en una posición extraña,
deformándose por la resistencia que estaba poniendo. Un ligero resplandor fue
emergiendo de su piel hasta cubrirlo por completo.

Y entonces, una especie de onda expansiva sacudió todo lo que había


alrededor, meció enérgicamente los árboles y ocasionó que la tierra retumbara
bajo sus pies, haciéndolo perder el equilibrio. Cuando logró levantarse, la noche
había sido totalmente iluminada a su alrededor, sus pupilas se sensibilizaron y
mientras avanzaba tuvo que poner su antebrazo como protección ante la luz
cegadora que había aparecido de la nada.

Cuando sus ojos se acostumbraron, divisó la figura de Neji en medio de aquel


resplandor blanco. Parecía una lámpara incandescente. Su ropa había
desaparecido y estaba completamente desnudo. Además, las ramificaciones
carmesí que tenía tatuadas en todo su brazo derecho y cuello, ahora se
extendían por todo su costado, a través de los músculos de su abdomen y su
pierna, brillando intensamente. La mirada color perla se enfocó en él y por un
instante fue capaz de ver agonía en ella.

— No puedo controlarlo. —musitó casi sin aliento— Necesito que me ayudes.

Sasuke no respondió. Hizo un leve asentimiento con la cabeza, cerró los ojos y
cuando volvió a abrirlos, el sharingan estaba activado.

La mirada carmesí se clavó en la nívea. En silencio, pidió acceso a la mente de


Neji y una vez que la barrera fue pasada, se adentró a lo más profundo de su
cabeza, cada recuerdo y sentimiento llegó a Sasuke de forma nítida y a la vez
fugaz, como un viaje dentro de un túnel del metro, donde sólo eres conciente de
que avanzas por el movimiento que tienes, más no porque puedas ser capaz de
identificar algo de las siluetas que aparecen tras la ventanilla. Siguió su camino
hasta llegar a la parte donde quería, sembró una ilusión de oscuridad que fue
devorando todo cuanto había en la mente de Neji, como un agujero negro.

Cuando ya no hubo nada, una nueva onda de energía emergió del cuerpo del
guerrero, haciéndolo tambalear ligeramente. El resplandor desapareció. Todo
había acabado.

El cuerpo de Neji se quedó sin fuerzas, desplomándose. Sasuke logró atraparlo


antes de tocar el suelo y ambos cayeron de rodillas. El castaño se doblaba
debido al frío y al dolor, rápidamente se quitó el abrigo y lo cubrió con él.

— Vas a estar bien. —dijo mientras lo ayudaba a levantarse—. Te llevaré a casa


¿de acuerdo?

— No. Casa no. —respondió como pequeños quejidos—. Mi apartamento.

— Si piensas que voy a dejarte solo en estos momentos estás alucinando.

— Casa no.

— Eso ya lo dijiste. No te voy a llevar a la mansión pero tampoco te dejaré en tu


apartamento ¿estamos?

No hubo respuesta. Sasuke lo ayudó a llegar al auto, lo acomodó en el asiento


trasero y luego fue a sentarse tras el volante para encender el auto. Mientras
conducía de regreso a la ciudad de Konoha, daba rápidos vistazos por el espejo
retrovisor para vigilar a Neji. No dejaba de temblar, su cuerpo estaba
agazapado, doblado sobre sí mismo intentando no caerse a pedazos.
Sí, el hermano podía ser muchas cosas. Pero él no lo envidiaba. Ni un poco. No
si el precio a pagar era estar maldito hasta las entrañas. No si era estar
condenado a la soledad.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sakura se asomó por el corredor cuando escuchó que la puerta principal se


abría. Entonces Sasuke apareció a través de ella, con un hombre apoyado en él.
El desconocido estaba envuelto en el abrigo de cuero de Sasuke, con su largo
cabello castaño enmarañado, con algunos mechones adheridos a su rostro
debido al sudor. Había que reconocer que el hombre sería sumamente atractivo.
En otras circunstancias.

— ¿Sasuke? ¿q-qué sucedió? —preguntó saliendo a su encuentro. La mirada


de él y la del otro guerrero se enfocaron en ella.

— Es hermosa… —susurró aquel guerrero desconocido—. Sin ofender. Me


refiero a que es una digna representación del árbol sagrado.

Sasuke sonrió de lado.

— No es ofensa. Es la simple verdad. —respondió al tiempo que clavaba su


mirada en ella—. Su nombre es Sakura.

Una sonrisa torcida se dibujó con dificultad en el rostro del ojiperla.

— Qué conveniente.

— Y que lo digas.

Ambos hombres se dirigieron a la habitación de Sasuke, siendo seguidos por la


mirada de Sakura. Por un momento ella pensó en seguirlos, pero finalmente
decidió darles un poco de privacidad. Así que se dedicó a esperar. Segundos
después, Sasuke apareció de nuevo en el pasillo.

— ¿Qu-que sucedió? ¿él está bien? —Sasuke miró sobre su hombro y luego
volvió a mirarla.

—Digamos que no ha sido una noche sencilla para él —bueno, eso ella no lo
discutiría—. Pero estará bien.

Pasó un brazo por sus hombros y la guió por el corredor. Cuando entraron en la
alcoba de Sasuke, Sakura oyó cómo la ducha se cerraba. Un momento después,
la puerta del baño se abrió. El otro guerrero salió lentamente. Tenía una toalla
envuelta alrededor de la cintura y el largo cabello castaño le goteaba. Se movía
como si tuviera ochenta años, como si le doliera cada músculo del cuerpo. Santo
Dios, pensó ella, No tenía muy buen aspecto, parecía febril.

— Neji, ¿cómo te sientes? — preguntó Sasuke, apartándose de ella.

— Me duele todo el cuerpo. Y tengo migraña.

— Sí. Puedo imaginarlo. Tuve que utilizar el sharingan con más intensidad esta
vez.

Neji se tambaleó un poco mientras miraba alrededor del cuarto, con los ojos
apenas abiertos.

— Me voy a casa. ¿Dónde está mi ropa?

— La perdiste. — Sasuke puso su brazo alrededor de la cintura de su hermano


—. Y no te irás, te quedarás en la habitación de Ino.

— No lo haré.

— No empieces. Y no estamos jugando. ¿Quieres apoyarte en mí, por el amor


de Dios?

El otro hombre flaqueó, y los músculos de la espalda de Sasuke se tensaron al


cargar con el peso. Salieron lentamente al pasillo otra vez y se dirigieron a la
alcoba al otro lado de la casa. Sakura permaneció a una distancia discreta,
observando mientras Sasuke ayudaba al hermano a meterse en la cama.

Cuando el guerrero se recostó sobre las almohadas, cerró los ojos con fuerza.
Su mano izquierda se movió hacia el brazo donde tenía unos extraños tatuajes,
pero hizo una mueca de dolor y la dejó caer a un lado, como si la más leve
presión fuera una tortura.

— Estás enfermo… —susurró ella.

— Sí, una maldita migraña.

— ¿Quieres una aspirina? — dijo bruscamente Sakura— . ¿O tal vez un


antigripal? Podrían ser síntomas de resfriado.

Los dos vampiros la miraron y ella se sintió como una intrusa. De todas las
cosas estúpidas que podía haber dicho...

— Sí, por favor —murmuró Neji mientras Sasuke cabeceaba.

Sakura corrió a su apartamento hasta llegar al baño de donde sacó una caja de
aspirinas, pero luego cambió se parecer, cerró el botiquín y corrió hasta la
cocina. De la parte superior de la nevera tomó un pequeño sobre con té
antigripal pensando que si tenía el cuerpo cortado, la bebida contenía un
analgésico que le podía aliviar los dolores, además de que el calor podría
sentarle bien. Sacó una taza de la alacena, vertió un poco del agua caliente que
aún había en la cafetera que había olvidado apagar y luego vertió todo el
contenido del sobre. Cuando volvió a la habitación de Ino, ofreció el vaso a
Sasuke, pero él movió la cabeza.

— Tú lo harás mejor que yo.

Ella se ruborizó. Se inclinó hacia Neji, pero estaba demasiado lejos. Se subió la
bata, trepó al colchón y se arrodilló junto a él. Se sintió incómoda por estar tan
cerca de un hombre desnudo y viril delante de Sasuke. Sobre todo, si tenía en
cuenta lo que le había dicho sobre Sai. Pero Sasuke no tenía nada de qué
preocuparse allí. El otro vampiro podía ser tremendamente sexy, pero ella no
sentía absolutamente nada cuando estaba a su lado. Y, a juzgar por su estado,
estaba segura de que él no iba a propasarse con ella.

Levantó la cabeza de Neji suavemente y apoyó el borde del vaso en sus labios.
Le llevó cinco minutos beber el líquido a pequeños sorbos. Cuando terminó, ella
quiso bajar de la cama, pero no pudo. El hombre, con una gran sacudida, se giró
de costado y puso la cabeza en su regazo, colocando un musculoso brazo
alrededor de la espalda de ella.

Estaba buscando consuelo.

Le dio la impresión de que sufría. Mucho. Y no solamente de manera física.


Sakura no sabía qué podía hacer por él, pero dejó el vaso a un lado y le acarició
la espalda, recorriendo con la mano su espantoso tatuaje. Le susurró algunas
palabras que hubiera deseado que alguien le dijera a ella si se sentía enferma. Y
tarareó una cancioncilla. Al poco rato, la tensión en la piel y en los músculos se
relajó, y empezó a respirar profundamente. Cuando estuvo segura de que se
había tranquilizado, se liberó cuidadosamente del abrazo. Al mirar a Sasuke, se
preparó para enfrentarse a su ira, aunque estaba segura de que él comprendería
que había actuado de una forma totalmente inocente.

La impresión la dejó inmóvil. Sasuke no estaba enfadado. Todo lo contrario.

— Gracias — dijo roncamente, inclinando la cabeza en un gesto casi humilde—.


Gracias por cuidar de mi hermano.

Sasuke abrazó a Sakura y la atrajo hacia sí, mirando a Neji por encima de su
cabeza. Observar su delicadeza al calmar el sufrimiento del hombre había roto
cualquier tipo de barreras. Cuidar de sus hermanos, cuidarse a sí mismo, pensó.
Era el código más antiguo de la clase de los guerreros. Era la lección más
importante que Kakashi le había dado. Una lección que su hermano le había
enseñado también.

Ella dejó que la tomara de la mano y la condujera a la habitación. Una vez


dentro, él cerró la puerta, corrió el cerrojo y apagó las luces. Luego tiró del
cinturón de la bata que ella llevaba puesta y la deslizó por sus hombros. Su piel
desnuda brilló a la escasa luz. Él se quitó los pantalones de cuero. Pronto
estuvieron acostados. Sasuke no quería tener relaciones sexuales. No ahora.
Sólo quería un poco de consuelo. Quería sentir la tibia piel contra la suya, el
aliento sobre su pecho, el latido del corazón a pocos centímetros del suyo. Y
quería devolverle un poco de aquella tranquilidad que ella le proporcionaba.
Acarició su largo cabello sedoso y respiró profundamente.

— ¿Sasuke? — Su voz sonaba adorable en la sombría calma, y le gustó la


vibración de su garganta contra el pecho.

— ¿Sí? — Le besó la parte superior de la cabeza.

— ¿A quién perdiste tú? — Cambió de posición, colocando la barbilla sobre su


pecho.

— ¿Perder?

— ¿A quién te quitaron los cazadores?

En un primer instante la pregunta le pareció fuera de lugar. Pero después no.


Ella había visto las consecuencias de un combate y, de alguna manera, había
vislumbrado que no sólo luchaba por su raza, sino por él mismo. Transcurrieron
unos instantes antes de que pudiera responder.

— A mi familia. A mis padres y a mi hermano.

— Lo lamento. —Hubo un largo silencio—. ¿Qué sucedió?

Él pensó que aquélla era una pregunta interesante. Porque había dos versiones.
Según la tradición popular de los vampiros, esa sangrienta noche había asumido
toda suerte de implicaciones heroicas, había sobrevivido como sólo alguien de
su estirpe podría haberlo hecho y fue anunciado como el nacimiento de un gran
guerrero. La ficción no era obra suya. Su pueblo necesitaba creer en él, así que
había ideado una fábula en la cual sostener su distorsionada fe. Sólo él sabía la
verdad.

— ¿Sasuke?

Sus ojos se fijaron en la belleza de su rostro. Era difícil negar el tono afable de
su voz. Quería ofrecerle su comprensión y, por alguna razón desconocida, él
quería recibirla.
— Fue antes de mi transición —murmuró— Hace mucho tiempo.

Dejó de acariciarle el cabello a medida que los recuerdos volvían a su mente


horribles y vívidos. Tan lejanos y tan cercanos a la vez.

— ¿Recuerdas lo que te conté del festival? —sintió como ella hacía un


movimiento con la cabeza—. El festival de Amaterasu duraba una semana,
desfiles, banquetes, bailes, todo lo que podría resultar glamoroso hace
trescientos años, sucedía en esos días.

«Mi padre era el rey de la raza, le gustaba ser adorado y hacía bien su trabajo.
El castillo estaba ubicado en el País de los Campos de Arroz, justo en la
frontera. No podrías ubicarlo nunca porque estaba protegido por una barrera de
genjutsu, una ilusión, que lo hacía invisible ante los ojos humanos. Nunca estuve
realmente metido en todo ese asunto de liderar porque yo no sería quien
heredaría el trono. Lo haría mi hermano mayor, Itachi. Como te dije, mi padre
era un buen gobernante, siempre al pendiente de las necesidades de la raza,
pero también estaba cegado por la veneración. Durante años, recibió varios
informes sobre las actividades sospechosas de Orochimaru, pero él hizo caso
omiso. Eran vísperas del festival así que creía que no debería hacer nada al
respecto para evitar el caos.

Nunca olvidaré ese día. Era primavera. Una cálida noche de marzo. Yo aún no
pasaba por la transición así que la luz del sol no significaba nada para mí.
Naruto –el hombre con el que me viste en el club- era, es mi mejor amigo, nos
conocemos desde que nacimos pues su padre era la mano derecha del mío.
Desde semanas antes habíamos salido de cacería, como cualquier noble lo
haría, y debíamos de volver una noche antes de la conclusión del festival. La
última noche era la más importante, todo terminaba con un fastuoso banquete y
baile en el castillo. Era la única oportunidad que tenían los civiles de entrar al
castillo y siempre era algo que se esperaba con ansia.

Todo parecía ir bien. La gente yendo de un lado a otro, bailando, riendo,


mientras nosotros nos dedicábamos a observar. Todo sucedió en cámara lenta.
Yo estaba viendo como mi hermano bailaba con Ino, ambos parecían felices. Mi
padre observaba desde su trono, con mi madre a su lado. Naruto me dio un
codazo cuando un par de doncellas nos miraron. Y entonces todo cambió. Los
cazadores aparecieron de la nada, entre la gente. Eran unos cincuenta, cerraron
todas las salidas y mataron a todo aquel que se cruzaba en su camino. Mi padre
gritó pidiendo sus armas mientras nos conducían a Naruto, Ino y a mí a la parte
superior del castillo. Mi hermano iba detrás de nosotros junto con mi madre. Esa
fue la última vez que vi a mi padre, él era bueno con la espada pero ellos eran
demasiados.»

Las manos de Sakura acariciaron su rostro. Su voz se había convertido casi en


un susurro. Sasuke cerró los ojos, rememorando las horrorosas imágenes que
todavía eran capaces de provocarle pesadillas.

« Masacraron a todos los que estaban en el castillo antes de matar a mi padre.


Siempre consideré que mi madre era una mujer valiente, pero tan pronto como
lo vio caer, ella tomó una daga y se suicidó frente a nosotros. Yo intenté salvarla,
pero mi hermano trató de impedirlo. Fui un necio, y aún cuando sabía que ya
nada se podía hacer, no quise irme. Entonces los cazadores nos interceptaron
antes de poder llegar a uno de los túneles. Así que mi hermano nos encerró a
Naruto, Ino y a mí dentro de una cámara oculta detrás de la pared.

Lo vi todo a través de un agujero en la piedra. Él era un guerrero digno de


admiración, excelso. Dio tanta pelea que por un momento creí que ganaría, pero
obviamente eso no sucedió. Lo vi ser atravesado por la espada de un maldito
cazador, justo en el corazón. Aún recuerdo la fría carcajada de aquel bastardo
mientras caminaba encima de él y los sollozos ahogados provenientes de Ino. —
apretó los puños con fuerza— Hacían tanto ruido que nadie me oyó gritar. Luché
por liberarme pero yo era débil. Cuando se fueron, mi hermano trató de
arrastrarse hasta donde nosotros estábamos pero se desplomó a tan sólo unos
pasos.

Lo llamé una y otra vez. Le grité que no podía rendirse pero… era muy tarde.
Cuando supimos que ya no había nadie en ese lugar, salimos y yo me quedé
contemplando el charco de sangre en el que yacía mi hermano. Caí de rodillas y
lo cubrí con la capa que yo traía puesta. La furia llegó a mi corazón tan rápido
que no supe el momento exacto en el que lo hizo. Iba a recuperar los cuerpos de
mi padre y el de mi madre para sepultarlos como era debido.

Entonces nos dimos cuenta de que habían prendido fuego al castillo y supe que
no habría nada que enterrar. Naruto e Ino intentaban levantarme del piso para
escapar. Pero yo no iba a hacerlo. Estaba dispuesto a morir peleando. Lo decidí
en ese momento. No importaba nada, sólo que iba a llevarme a varios
cazadores antes de que eso sucediera. Pero sólo se quedó en una promesa
hecha a la nada. La transición me llegó en ese momento y el que terminó siendo
salvado por Naruto e Ino fui yo.

No creía que iba a sobrevivir. Esperaba no hacerlo. Pero finalmente así sucedió.
Aún cuando se me había adelantado dos años. Ino fue quien me asistió en el
proceso y una semana después le llegó el cambio a Naruto. Ella nos cuidó a
ambos, fue el sustento de los dos aún cuando sabía lo peligroso que era. Desde
ese momento y durante los ciento cincuenta años siguientes sólo fuimos
nosotros tres. Nos dedicamos a vagar sin rumbo sólo esperando no volver a
encontrarnos con ningún cazador.»

Sintió que algo se deslizaba por el rostro de ella. Una lágrima. Le acarició la
mejilla.
— No llores. —Aunque apreciaba su compasión.

— ¿Por qué no?

— No cambia nada. Yo lloré mientras miraba, y aun así murieron todos. — Giró
sobre su costado y la abrazó—. Si hubiera podido... Todavía sueño con esa
noche. Fui un cobarde. Tenía que haber estado fuera con mi familia, luchando.

— Pero te habrían asesinado.

— Como un hombre, protegiendo a los suyos. Eso es honorable. En cambio me


encontraba lloriqueando en un escondrijo — siseó disgustado.

— ¿Qué edad tenías?

— Dieciocho.

— ¿Has dicho que fue antes de tu transición?

— Sí.

— ¿Cómo eras entonces? — Le alisó el cabello—. Resulta difícil imaginarte en


una diminuta recámara, con el tamaño que tienes.

— Era diferente.

— Has dicho que eras débil.

— Lo era.

— Entonces quizá necesitabas que te protegieran.

Sasuke se encolerizó

— Un guerrero protege. Nunca al contrario.

Repentinamente, ella retrocedió. Cuando el silencio entre ambos se hizo


demasiado largo, él supo que ella estaba pensando en su forma de actuar. La
vergüenza le hizo retirar las manos de su cuerpo. Rodó alejándose hasta quedar
acostado sobre la espalda. No debía haberle contado nada.

Sakura intentó acercarse a su lado, nuevamente. Él contuvo la respiración. Y


luego la apartó de su lado. Con un rápido movimiento, se levantó de la cama, y
unos momentos después brilló una tenue luz en el baño. Escuchó correr el agua.
Tenía que haber imaginado que aquella felicidad no duraría mucho, y contuvo
las lágrimas. Buscó a tientas su ropa y se vistió. Cuando él salió del baño, ella
se dirigía hacia la puerta.

— ¿Adónde vas? — preguntó.

— A trabajar. No sé qué hora es, pero generalmente entro a las nueve, así que
estoy segura de que voy con retraso.

No podía ver muy bien, pero finalmente encontró la puerta.

— No quiero que te vayas. — Sasuke estaba junto a ella, su voz la sobresaltó.

— Tengo una vida. Necesito volver a ella.

— Tu vida está aquí.

— No, no es cierto.

Sus manos buscaron a tientas el cerrojo, pero no pudo moverlo.

— ¿Vas a dejarme salir de aquí? — murmuró.

— Sakura. — Le cogió las manos entre las suyas, obligándola a detenerse. Las
luces se encendieron, como si quisiera que ella lo viera—. Lamento no poder ser
más... complaciente.

Ella se apartó.

— No he querido avergonzarte. Sólo quería que supieras lo que siento. Eso es


todo.

— Y yo encuentro difícil de creer que no te desagrado.

Sakura lo miró fijamente, incrédula.

— Santo cielo, ¿por qué piensas eso?

— Porque sabes lo que sucedió.

— ¿Con tu familia? —Se quedó boquiabierta—. Vamos a ver, déjame


recapitular. ¿Piensas que estaría disgustada contigo porque fuiste obligado a
presenciar el asesinato de tus padres y tu hermano?

— No hice nada por salvarlos.

— Estabas encerrado.
— Fui un cobarde.

— No lo fuiste. — Enfadarse con él tal vez no era justo, ¿pero por qué no podía
ver el pasado con mayor claridad?—. ¿Cómo puedes decir...? —quería
abrazarlo, pero tenía la certeza de que él la rechazaría—. ¿No te das cuenta?
Fuiste una víctima, igual que ellos. La única razón por la que estás aquí hoy es
que tu hermano te amaba tanto que quiso ponerte a salvo. Tú guardaste silencio
porque querías sobrevivir y querías que Ino y Naruto también lo hicieran. No hay
nada de qué avergonzarse.

— Fui un cobarde.

— ¡No seas ridículo! ¡Acababas de ver cómo masacraban a tus padres! —


Sacudió la cabeza, la frustración agudizó el tono de su voz—: Te aseguro que
necesitas reflexionar de nuevo sobre lo sucedido. Has permitido que esas
terribles horas te marcaran, y nadie puede culparte por ello, pero estás
completamente equivocado. Muy equivocado. Deja ya toda esa mierda de honor
guerrero y piensa positivamente.

Silencio.

Demonios. Ahora sí lo había arruinado. Aquel hombre le había abierto su


corazón, y ella había despreciado su vergüenza. Qué manera de lograr
intimidad.

— Sasuke, lo lamento, no debí...

El la interrumpió. Su voz y su rostro parecían de piedra.

— Nadie me había hablado como acabas de hacerlo.

"Demonios".

— Lo lamento mucho. Es sólo que no puedo entender por qué... —suspiró


profundo, agachando la mirada— Supongo que ahora me odias

Sasuke la atrajo hacia sus brazos y la abrazó fuertemente.

— Todo lo contrario. Aunque no puedo estar de acuerdo con tu modo de ver mi


pasado.

Ella le rodeó el cuello con las manos, sacudiendo un poco su cabeza.

— Pero sí aceptarás el hecho de que lo sucedido no cambia en absoluto mi


opinión sobre ti. Aunque siento una tremenda pena por ti y tu familia, y por todo
lo que tuviste que soportar.

El vampiro guardo silencio.

— ¿Sasuke? Repite conmigo: «Sí, Sakura, entiendo, y confío en la honestidad


de tus sentimientos hacia mí». —le sacudió el cuello de nuevo—. Digámoslo
juntos. —Otra pausa—. Ahora, no después.

— Sí — dijo, rechinando los dientes.

— ¿Sí qué?

— Sí, Sakura.

— «Confío en la honestidad de tus sentimientos». Vamos. Dilo. — Él gruñó las


palabras. —Bien Hecho.

— Eres dura, ¿lo sabías?

— Más me vale si voy a quedarme contigo.

Repentinamente, él le cogió la cara entre las manos.

— Eso deseo —dijo con fiereza.

— ¿Qué?

— Que te quedes conmigo.

Ella se quedó sin respiración. Una tenue esperanza se encendió en su pecho


llegando lentamente hasta cada rincón de su cuerpo, haciéndose cada vez más
intensa.

— ¿De verdad?

Él cerró sus brillantes ojos y movió la cabeza.

— Sí. Es una estupidez, una locura, y resultará peligroso…

— Perfectamente adecuado para tu estilo de vida.

Él se rió y bajó la mirada hacia ella.

— Sí, más o menos.

Por Dios, la miraba con unos ojos tan tiernos que estaba rompiéndole el
corazón.

— Sakura, quiero que te quedes conmigo, pero tienes que entender que te
convertirás en un objetivo. No sé corno mantenerte verdaderamente a salvo. No
sé cómo diablos...

— Ya pensaremos algo — le interrumpió ella—. Podemos hacerlo juntos.

Él la besó, larga y lentamente. Con un enorme cariño.

— ¿Entonces te quedarás ahora? —preguntó.

— No. La verdad es que tengo que ir a trabajar.

— No quiero que te vayas. —Le acarició la barbilla—. Odio no poder estar


contigo fuera durante el día.

Los cerrojos se descorrieron y la puerta se abrió.

— ¿Cómo haces eso? —preguntó ella.

— Es un secreto que te mostraré si te quedas. —Sakura rió levemente.

— Regresaré poco después del anochecer. Te lo prometo.

La mirada de Sasuke se clavó en la de color jade, sintiendo esa calidez de ella


llegar hasta el más recóndito lugar de su ser. Su sonrisa era la luz más brillante
en medio de la oscuridad en la que él se había sumergido durante la mayor
parte de su existencia. La quería consigo. Para siempre.

La abrazó con fuerza y la escuchó reír sobre su hombro.

— ¿Sabes algo? Creo que estoy enloqueciendo.

Él se apartó un poco para mirarla, extrañado.

— ¿Por qué?

— Porque estoy casi segura de que están cayendo pétalos de rosa desde el
techo.

Sasuke abrió los ojos aún más y se giró para mirar detrás de él.

"¡Mierda!"Era un llamado del otro lado. De esa mujer.

— ¿Tú también puedes verlos? —preguntó ella poniéndose a su lado. Sasuke


asintió—. ¿Y por qué… ya sabes… llueven pétalos?

— ¿Recuerdas que te dije que sólo había cinco vampiros inmortales?

— Ah, síp.

— Bueno, pues te lo dije mal. En realidad son seis.


Capítulo 20

— ¿En algún momento vas a responderme? —cuestionó Sakura después de un


par de minutos en los que la mirada de Sasuke estuvo perdida entre las
pequeñas manchas carmesí que aparecieron en la habitación.

— Es un llamado.

— ¿Un llamado? —Claro, eso le aclaraba las cosas—. Si tan solo pudieras ser
un poco más específico…

— Es un llamado del otro lado. Del santuario. Particularmente, de la Oráculo.


Ella es el sexto inmortal. —se giró para mirarla—. En otras palabras, se requiere
mi presencia allá.

— Es obligatorio…

— Sí. Y antes de que me preguntes, para ir necesito abrir un portal.

— Y yo… ¿puedo ir contigo?

Él no respondió. Volvió a clavar su mirada en los pétalos que continuaban


cayendo como cascada, desvaneciéndose en medio de la habitación. Sabía
perfectamente el porqué de ese llamado, y la razón estaba justo a su lado. Era
obvio que tarde o temprano tendría que encarar a la autoridad por el enorme
pecado cometido, pero al menos pensó que podría tener un par de horas antes
de que eso sucediera.

— Desearía llevarte, pero no es conveniente. —respondió distante— No ahora.

Sakura lo miró durante un segundo, después asintió con la cabeza. Sabía que lo
que estaba pasando era algo grande, que ese llamado no solamente era por
cortesía, pero no lo presionaría para que le contara. Había aprendido que con
ese hombre había que esperar, aunque claro, ella no esperaría eternamente.

— De acuerdo. Entonces continúo con mis planes. —volvió a encaminarse hacia


la puerta— ¿Podrías decirme cómo salir esta vez? —Sasuke se giró para mirarla
—. La noche anterior todas las cortinas se levantaron así que…
— Sólo presiona el ocho y el botón rojo. El control está en el lugar que conoces.

Ella volvió a asentir. Se acercó rápidamente a él, llevó su mano hacia su nuca
para inclinarlo mientras se levantaba de puntillas y le dio un beso.

— Llámame en cuanto regreses ¿si?

— Te lo prometo.

Él volvió a besarla, pegando su cuerpo al suyo tanto como le fue posible hasta
que tuvo que resignarse a que partiera. Después de unos instantes, escuchó el
sonido de la placa de acero de la puerta deslizándose dos veces, luego todo fue
silencio. Miró sobre su hombro y notó que ya no había más pétalos. Caminó
hasta su armario, sacó una túnica negra para vestirse, tomó una de las dagas de
la cartuchera que había sobre el sillón y después dejó la habitación.

Había llegado el momento de enfrentar la realidad.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Un leve chirrido despertó a Kaiya horas más tarde. No sabía que hora era, pero
recordando la conversación que había sostenido con Hinata y con Ino, las
compañeras de Naruto y Kiba; mientras le ayudaban a estudiar la habitación
para aprender a moverse en ella, supuso que se trataba de las persianas, lo cual
indicaba que el amanecer estaba cerca. Deseaba que Gaara apareciera por la
puerta, poder palpar su cuerpo sólo para asegurarse de que estaba en una sola
pieza.

Era realmente extraño que ella se sintiera así, tan ansiosa esperando el regreso
de ese hombre. Dios, necesitaba ayuda. Porque no podía vivir con esa clase de
angustia sólo de pensar en ese hombre.

Se dio la vuelta sobre su espalda y cerró los ojos dispuesta a alejar todos los
pensamientos de su cabeza. La puerta se abrió completamente sin previo aviso.

Gaara apareció a través del umbral y vio cómo Kaiya se sentó rápidamente,
subiendo las mantas hasta el cuello.

— Soy yo —dijo bruscamente. Su voz fue un alivio para ella, a pesar de la


dureza de su tono—. ¿Te importa si enciendo las luces?

Soltó una maldición por lo bajo. Por alguna razón le resultaba difícil recordar que
ella era ciega.

— Lo lamento, yo…
— Está bien. No tienes por qué disculparse.

Gaara caminó hacia donde estaba la mujer, tomó asiento en el borde de la cama
y le depositó sobre sus piernas una bandeja con comida.

— Esto es lo que sirvieron hoy como última comida. Es un poco de pollo, pasta y
ensalada. Si no te gusta, dímelo y ordenaré que te preparen otra cosa.

— No. Esto…está bien.

Él asintió, vio como alcanzaba el tenedor y tentaba con las yemas de sus dedos
los bordes de los platos. Se levantó, caminó hasta el armario y comenzó a
desarmarse. Sacó las dagas de la cartuchera y las regresó al cajón, junto con el
par de SIGs que traía en las caderas y los cuchillos de caza; comprobando todo
con sumo cuidado antes de guardarlo. Se dirigió al cuarto de baño para tomar
una ducha.

Minutos después, salió vistiendo un pantalón blanco y una toalla en la mano, con
la que estaba secando su cabello. Miró hacia la cama y notó que ella sólo estaba
con la cara agachada, esparciendo trozos de pollo sobre el plato.

— No has comido mucho.

No le contestó. Fue hacia ella y ponderó el plato.

— No estoy muy hambrienta —murmuró— ¿Estás herido?

Le acercó la bandeja nuevamente.

— Come de todas formas.

Cuando empezó otra vez con el pollo, él cogió las dos manzanas que había
sobre la charola y se paseó por la habitación. Mordió una de ellas, se sentó en el
suelo con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Un brazo cruzado sobre su
estómago mientras masticaba.

— ¿Cenaste abajo? —preguntó ella.

— No.

— ¿No piensas comer nada más?

— No.

— ¿Y me dices a mí que coma?


— Sip, lo hago. Continúa comiendo, mujer.

— ¿No te gusta el pollo?

— No me gusta la comida. —Sus ojos nunca abandonaron el suelo, pero su voz


fue más punzante—. Ahora come.

— ¿Por qué no te gusta la…?

— ¿He mencionado que no me gusta hablar?

— ¿Dormirás a mi lado esta noche?

La pregunta se le escapó de los labios, imaginándose que obtendría su


respuesta antes de que se callara completamente. Sus cejas se movieron
trémulamente. De nuevo se sentía tan estúpida.

— ¿Realmente quieres eso?

— S…sí.

— Entonces, lo haré.

Mientras acababa con las dos manzanas, vio como ella limpiaba el plato, el
silencio no fue precisamente fácil, pero tampoco chocante. Cuando acabó con el
pastel de fresas, la vio ir al baño y luego escuchó el intermitente correr del agua,
supuso que estaba lavándose los dientes. Para cuando ella regresó, él trabajaba
el corazón de la última manzana con sus colmillos, picando los trocitos que
quedaban. Debía de reconocer que era asombrosa la manera en la que estaba
moviéndose. Aún titubeaba, pero parecía como si deseara tener el control sobre
lo que había a su alrededor. Había aprendido a moverse en la habitación en tan
sólo unas horas. Era simplemente asombroso.

Sintió como si debiera decir algo, pero en cambio sólo miró como se deslizaba
en la cama y se hacía un ovillo. Mientras continuaba con el proceso de
mordisquear quirúrgicamente esa manzana, deseó poder salir corriendo. Aquel
asunto que había ocurrido al inicio de la noche, lo que ella había despertado en
él, no debería tener importancia. No debería…

"Basta", pensó. Entre más vueltas le daba al asunto más se mareaba, así que lo
mejor era dejarlo por la paz.

Ella no estaba interesada en él. ¿Quién podría estarlo? Era un maldito bastardo
infeliz, incapaz de sentir algo por alguien. No tenía caso seguir pensando en
eso. Inhaló profundo. Caminó hacia la cama y vio como ella se tensaba. Dejó
caer los corazones de las manzanas en el plato, cogió una servilleta que ella
había usado para limpiarse la boca. Tras frotarse las manos, cogió la bandeja y
la sacó de la habitación, dejándola junto a la puerta. Al regresar fue al otro lado
de la cama, y el colchón se hundió cuando se estiró encima del edredón.
Cruzando los brazos sobre su pecho y los pies por los tobillos, cerró los ojos.

Necesitaba dejar de pensar en necedades, pero el aroma a jazmines le impedía


llegar a su objetivo.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sasuke abrió la puerta de la habitación de Ino con todo el sigilo que le fue
posible. Neji aún permanecía dormido así que pensó que podría abrir el portal en
el espejo sin molestarlo. Cruzó la habitación con ágiles zancadas y una vez que
estuvo frente al enorme pedazo de cristal se detuvo para mirarlo. No tenía ni la
más remota idea sobre qué iba a decir, pero ya se le ocurriría algo. Esperaba
que así fuera.

— ¿Qué haces? —miró sobre su hombro.

— Nada. Vuelve a dormir. No te molestaré por mucho tiempo.

— ¿Irás al otro lado?

— Sí. —Neji se levantó de la cama, aún con cierta dificultad.

— Iré contigo.

— No. Necesitas descansar.

— Lo que necesito es salir de aquí. Tengo que hablar con alguien.

— Neji…

El hombre no le hizo caso. Apartó las sábanas y apoyó los pies en el piso.

— ¿Tienes otra túnica? Porque estoy seguro de que presentarme desnudo no es


algo que se considere apropiado.

Sasuke se dio por vencido, exhaló profundo.

— En ese armario. Mira bien. Una es la que utiliza Ino.

El hermano se levantó, camino hasta el armario y se puso una túnica negra.


Luego se acercó a él mientras alisaba su larga cabellera castaña. Sasuke no
pudo evitar notarla. Era la clase de cabello por el cual las mujeres gastaban
fortunas en los salones: suave, brillante y sumamente manejable. Justo como la
de un comercial sobre productos capilares.

— ¿Estás seguro de que quieres ir?

— Sí —levantó la capucha y cubrió su cabeza— Te llamaron por el asunto con


la Elegida ¿verdad?

— Es lo más probable.

— ¿Y tienes alguna idea de qué es lo que vas a argumentar?

— Nop. Pero tengo la esperanza de que algo se me ocurra. —Lo miró—


¿Alguna sugerencia? Pareces saber más acerca de la diplomacia entre los
inmortales.

Neji sonrió.

— Antes que nada, no seas insolente. Podrás odiarla pero recuerda que ella es
la Oráculo, la segunda al mando, así que bien puede freír tu trasero o quitarte a
tu mujer antes de que puedas parpadear. Ahora, el hecho de que tu mujer sea
una mestiza te pone las cosas aún más difíciles, sobre todo porque estamos
hablando de la futura reina de la raza, pero creo que si ofreces un trato eso
podría solucionarse.

— ¿Qué clase de trato?

— La Oráculo podrá interceder ante la diosa por ti, tu mujer y su unión; pero
deberás dar algo a cambio.

Sasuke apretó los labios. Sí, recordaba esa parte de las reglas. Para recibir
debes estar dispuesto a dar.

— ¿Y qué sugieres?

Neji lo miró, alzando una ceja.

— ¿Estás dispuesto a escuchar lo que tengo que decirte?

— ¿No lo estoy haciendo ahora?

La mirada color perla se clavó en su reflejo en el espejo. Exhaló profundo.

— Sugiero que aceptes el trono. —volteó a ver a Sasuke. Su rostro estaba rígido
—. Estoy casi seguro de que eso es lo que te pedirá, así que pienso que es
mejor que tú lo ofrezcas primero. Después de todo, si eres el rey puedes
escoger a la mujer que desees por compañera, así que eso te liberará del hecho
que ella es una Elegida.

No hubo respuesta. Durante un par de minutos, se dedicó a evaluar las palabras


del hermano. Finalmente asintió, subió la capucha de su túnica, cortó la palma
de su mano para iniciar el ritual y unos segundos después, se encontraba de
nuevo en esa realidad nívea que tanto lo inquietaba.

— Iré a dialogar con el Consejo. —dijo Neji—. Eso te dará algo de privacidad.
Búscame cuando quieras marcharte.

Sasuke asintió, luego vio al hermano desaparecer a través del camino de


mármol que marcaba el inicio del templo del Consejo.

— Pensé que vendrías solo, guerrero —escuchó la magnífica voz femenina a


sus espaldas. Dio la vuelta para mirarla.

Llegó la hora de la verdad, pensó.

La estilizada figura que se le aproximaba estaba completamente cubierta de


seda blanca. Los finos dedos deslizaron la capucha de su túnica y dejaron al
descubierto su rostro. Ella prácticamente flotó hacia donde él se encontraba, sus
pasos eran tan gráciles que parecía como si se deslizara en el aire. Su
presencia lo inquietó. Sasuke hizo una reverencia con la cabeza, recordando las
palabras de Neji.

— Oráculo.

La mujer se detuvo a unos pasos de él. Ella podía ser inmortal, pero aún sentía.
Así que al escucharlo hablarle tan lacónico, su actitud cambió. El semblante dejó
de parecer vivo y se volvió solamente una hermosa máscara de porcelana. Su
voz dejó de parecerse al canto de las aves para sólo ser un sonido metálico,
igual de hermoso, pero carente de toda emoción.

— Vayamos al grano. ¿Qué es lo que tienes que decir por tu comportamiento,


guerrero? ¿con qué derecho te sentiste para haberle faltado al respeto a nuestra
diosa al poseer a una de las mujeres que estaban consagradas a ella?

Sasuke apretó los puños. Él nunca se inclinaba. Ante nadie. Sin embargo, esta
vez no tenía opción. Forzó su cuerpo a doblarse un poco, hasta que su mirada
sólo pudo enfocar el mármol bajo sus pies.

— Sé que no hay nada que pueda justificar el enorme pecado que he cometido,
pero estoy dispuesto a pagar mi falta como la diosa o usted lo deseen.

— Y no solamente es eso. Además pides que Ino quede liberada del pacto. Has
encontrado en esa elegida a la compañera que deseas ¿no es verdad?
— Sí. ¿Puedes hacerlo?

Ella rió entre dientes. Una risa cáustica.

— No me cuestiones. —dijo fríamente. Justo como él lo hubiese hecho—


¿Acaso olvidas con quién estás tratando, guerrero? Recuerda tus modales.

¡Maldición! Se había equivocado. No debes interrogarla, pensó. Esa era la


primera regla una vez que se encontraba con ella como la Oráculo y no como…

— Suplico sus disculpas. No quise parecer descortés.

Las palabras salían a duras penas de entre sus labios apretados mientras se
erguía otra vez. Un poco más y estaba seguro de que los dientes se harían
pedazos dentro de su boca. Hubo un largo silencio en el que él esperó a que
accediera a sus peticiones.

— Está bien. Ino está liberada del acuerdo, puede dejar de ser tu fuente de
alimento.

Faltaba la segunda parte. Pero sólo hubo silencio.

— Dime algo, guerrero. ¿Piensas que tu especie es indigna?

Él frunció el ceño, pero cambió rápidamente a una expresión neutra. La Oráculo


no iba a aguantar una mirada torva, no ahora.

— ¿Y bien, guerrero?

Él no tenía ni idea de adónde quería llegar ella con aquella pregunta.

— Mi especie es una raza indómita y orgullosa.

— No te he pedido una definición. Quiero saber lo que piensas de ellos.

— Los protejo con mi vida.

— Y sin embargo no lideras a tu pueblo. —ella comenzó a pasearse frente a él,


mirando hacia ninguna parte, como si fuera capaz de ver algo más a través de
toda esa blancura— Así que sólo puedo conjeturar que no los valoras, y por lo
tanto luchas porque te gusta hacerlo o porque deseas morir. Sólo por eso. ¿Cuál
de las dos opciones es la correcta?

Esta vez, él no suavizó su expresión y un rictus amargo torció sus labios.


— Hago lo único que puedo hacer…

— Te equivocas y lo sabes muy bien. —le dio la espalda— Vete, guerrero.


Hemos terminado.

Se alejó. Sasuke estaba viendo la única posibilidad de tratar el tema irse por el
desagüe, así que sólo le quedó una opción. Apoyó una rodilla en el piso y dijo:

— Te ruego que tengas clemencia.

Detestaba pronunciar esas palabras, y por el sonido de su risa adivinó que ella
también lo sabía…

— ¿Estás pidiendo clemencia? ¿por una mestiza?

Él se tragó las palabras hostiles, obligándose a adoptar un semblante sereno,


totalmente hipócrita.

— La amo. Quiero honrarla y no tenerla simplemente para calentar mi cama.

— Entonces trátala bien. Pero no hay necesidad de realizar una ceremonia.

— No estoy de acuerdo. —y añadió—: Con todo respeto.

Hubo un largo silencio. Era suficiente. Ya se había humillado demasiado y no lo


haría más. Se levantó aún sabiendo que podía ser su última acción del día, pero
no le importó. Clavó su mirada en la mirada de la mujer y con tono sereno, pero
más fuerte de lo que esperaba, dijo:

— Sakura es mi mujer. Le anunció que ocuparé mi lugar como rey, y por lo tanto
tengo todo el derecho a tomarla a ella como compañera. No me importa el
castigo que vaya a imponerme.

Hubo otro intenso silencio. Ella sonrió tenuemente, pero con nostalgia.

— ¿Realmente crees que soy así? —susurró volviendo a su tono de voz afable
—. Eso no es por lo que he mandado llamarte.

— Entonces no sé que otro motivo pueda existir. Entre usted y yo las visitas por
simples cortesías siempre salen sobrando, mi señora.

Sasuke se dio la vuelta, dispuesto a ir en busca de Neji y así poder largarse de


ese maldito lugar. Entonces Itachi apareció justo frente a él, sacando una
maldición de sus labios.

— Esto tiene que acabar —le dijo su hermano, mortalmente serio— Habla de
una buena vez. Tienen que aclarar las cosas.

— No hay nada que aclarar así que fuera de mi camino. —dijo entre dientes
antes de sacarle la vuelta. Su hermano volvió a aparecer frente a él.

— Vas a hacerlo. Ambos lo necesitan.

— Con un demonio, Itachi… —suspiró.

Miró a su alrededor y vio que detrás de él, la mujer seguía con la vista perdida
en el danzar del agua dentro de la fuente.

— Lo necesita. Lo sabes. Si realmente quieres comenzar de nuevo con tu mujer


podrías al menos ponerle atención a sus palabras ¿no crees?

Sasuke alzó la vista recordando esa parte de su conversación con Sakura: "Te
aseguro que necesitas reflexionar de nuevo sobre lo ocurrido. Has permitido que
esas terribles horas te marcaran, y nadie puede culparte por ello, pero estás
completamente equivocado. Muy equivocado. "

— ¿Y bien? ¿vas a hacerlo? —volvió a clavar su mirada en el hombre, o


espíritu, que tenía frente a él— Debes hacerlo. Por todos, incluyéndome.

Exhaló todo el aire que había en sus pulmones, frotó su sien con dos de sus
dedos y luego se dio vuelta. Con cada paso que daba para acercarse a la mujer,
su corazón latía más a prisa. ¿Acaso él estaba nervioso? Tal vez. Cuando
estuvo frente a ella, esperó a que apartara su mirada de la fuente y la
concentrara en él.

— ¿Qué deseas ahora, guerrero? ¿no tuviste suficiente con tu insolencia y


quieres continuar gritándome, ahora que sabes que no soy capaz de ejecutarte
por faltarme al respeto?

— ¿Cuál es tu versión? —preguntó lacónico.

— No sé a qué te estás refiriendo.

— Hablo del Crystal day y de tu "valiente" decisión.

— ¿Realmente quieres saberlo?

— ¿Realmente vas a decírmelo?

La mujer bajó la mirada, caminó hasta el borde de la fuente y se sentó, luego


miró a su lado como señal para que él hiciera lo mismo. Sasuke miró el lugar
durante un par de segundos, inhaló profundo y tomó asiento. Encorvó la
espalda, apoyó los antebrazos sobre sus rodillas y fijó la mirada hacia la
inmaculada blancura que se extendía frente a ellos. No sabía si realmente
estaba preparado para oír su versión o si realmente la iba a creer. Pero iba a
escucharla. Eso lo daba por seguro.

— Al igual que Madara Uchiha y los miembros del Consejo, yo fui una mujer
engendrada por nuestra diosa. Soy inmortal. Eso lo sabes.

«En aquellos años había comenzado la mezcla entre los miembros de nuestra
raza y los humanos, así que la diosa me ordenó dejar mi cargo como su Oráculo
y reencarnar para ser la esposa del que sería el nuevo líder, luego de que
Madara decidiera renunciar a la inmortalidad: tu padre. Al principio debo
reconocer que lo vi como una obligación, pero conforme pasó el tiempo, todas
las cualidades que él tenía hicieron que me enamorara. Años después de
nuestra unión tuvimos la llegada de tu hermano y veinticinco años después la
tuya. ¿Qué más podía yo pedir? Tenía un gran hombre a mi lado, un par de
hermosos hijos. Yo era feliz. Justo como tú lo eras.»

Sasuke alzó la mirada hacia ella y pudo ver esa clase de nostalgia que había
percibido en la mirada de Ino en más de una ocasión.

«Durante muchos años tu padre había recibido varios informes acerca de las
ideas que Orochimaru estaba esparciendo entre los jóvenes, incluso yo también
le había advertido que no confiara en él. Podía ver la maldad en sus ojos, pero
tu padre no lo creía así. Lo que sucedió aquella noche tú lo sabes. Jamás creí
que tal atrocidad pudiera ocurrir. Ver a tu padre caer fue un gran golpe para mí.
Pero más allá de aquel hecho y de todas las demás personas inocentes que
estaban muriendo en ese momento, yo sólo podía pensar en ustedes. Cuando lo
vi morir, supe que el tiempo y las opciones se agotaban, así que sólo pude
pensar en una sola cosa.»

Su voz era sólo un dulce susurro que se mezclaba con el sonido del golpeteo del
agua dentro del foso de mármol. Sasuke se concentró en su perfil y comprobó
que ella lucía igual que aquella vez. El tiempo ya no había transcurrido sobre
ella, como lo había hecho sobre él.

«Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de analizar las cosas con claridad.
Tomé la daga que llevaba tu padre en el cinturón y decidí ponerle fin a mi
existencia mortal. Esperaba que una vez que tuviera mis poderes originales
pudiera protegerlos a ti y a tu hermano. Itachi pudo predecirlo porque tan sólo
unos días antes yo le había revelado mi verdadera naturaleza, y esperaba hacer
lo mismo contigo una vez que el banquete terminara. No era un secreto que
quería guardar. Ni mucho menos de ti.

Lamentablemente me equivoqué. Imaginé que tan sólo muriendo podría


protegerlos al instante, pero no fue así. Tuve que esperar a que mi vida mortal
terminara y luego a que la inmortalidad llegara a mí otra vez. Cuando eso ocurrió
ya era tarde. Tu hermano había sido asesinado y pude sentir todo tu dolor y tu
odio mientras veías su cuerpo bañado de sangre. Aquel dolor aún lo siento, y tu
odio llega a mí cada vez que estoy junto a ti.

Supe que querías terminar con tu vida así que sólo me quedó ayudarte a
sobrevivir. Cuando tu transición llegó tuve tanto miedo de perderte, de que te
rindieras. Afortunadamente tenías a Naruto y a Ino junto a ti. No quería
abandonarte, de hecho, mi plan inicial era aparecer frente a ti y explicarte la
verdad, pero la diosa requirió mi presencia de inmediato así que tuve que volver
aquí, no sin antes asegurarme de que ustedes estarían bien. Aquella cabaña en
la que se alojaron, yo los guié hasta ahí. Ayudé a que Ino no muriera por
alimentarte a ti y a Naruto mientras los servía en todo lo que ustedes
necesitaban. Hice lo mejor que pude… y lamento que no haya sido suficiente…»

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El ligero sonido que hizo la puerta al abrirse a sus espaldas, rompió la


concentración que Kakashi y Asuma habían obtenido después de varias horas
de meditación. Neji atravesó la enorme entrada y se acercó un par de pasos a
ellos antes de apoyar una rodilla en el piso.

— Lamento importunarlos.

El hombre moreno, con barba, fue el primero en reincorporarse para verlo.

— Ha pasado mucho tiempo, guerrero. ¿Puedo preguntar el motivo de tu


inesperada visita?

— Me disculpo por no haber venido antes. Sé que parte de mi trabajo es venir


aquí constantemente, pero ha sido imposible últimamente. La situación de la
guerra es cada vez más crítica.

— No tienes por qué disculparte, Neji —dijo Kakashi, acercándose a él— Dinos,
¿qué sucede?

— Necesito hablarles.

— Te escuchamos.

— Yo… quiero un sello de cinco puntos.

Ambos hombres lo miraron sorprendidos. El hombre con barba hizo el intento


para hablar, mientras su semblante se tornaba molesto, pero Kakashi se lo
impidió.
— Deja que yo me encargue de esto, Asuma.

El hombre lo miró dudoso, más luego asintió. Elevó la capucha color ocre sobre
su cabeza, dedicó una última mirada al ojiperla y luego abandonó el recinto. Una
vez que la puerta fue cerrada nuevamente, Kakashi fijó su vista en Neji.

— Levántate y sígueme. —el guerrero lo hizo.

Caminaron a través de todo el templo. Una enorme habitación completamente


vacía, a excepción de los cinco tronos hechos de mármol acomodados formando
una media luna. Detrás de ellos, había una nueva puerta desde el piso hasta el
techo, que se abrió con la voluntad de Kakashi. Cuando la atravesaron, Neji fijó
su mirada en el césped blanco que se alzaba, cubriendo la pequeña colina sobre
la que se hallaba el templo.

Tanta blancura. Tanta monotonía. Tanta tristeza…

— ¿Puedo preguntar por qué ahora? —inquirió Kakashi acercándose detrás de


él.

— Lo necesito.

— Neji, vamos a aclarar esto. El sello no es posible. No en ti.

— Pero lo hiciste con Naruto.

— El asunto con Naruto es completamente distinto.

— ¿Por qué?

— Porque el kyubi no forma parte de su naturaleza. Lo que hay dentro de ti, lo


que tú eres, sí lo es. Irremediablemente lo es.

— Pero mi padre lo intentó. Él intentó librarme de eso. —Dijo mostrando los


tatuajes que había en su mano—. Si él lo hizo, tal vez…

— Tu padre sólo te marcó, más no te liberó. Las cosas no funcionan así. Lo


sabes.

— Pero tampoco pueden seguir funcionando así.

— Neji eres mitad ángel, eso nada lo va a cambiar. Tu madre fue uno de ellos y
esa herencia está en ti, junto con todo su poder. No hay sello ni hechizo ni
ninguna otra cosa que pueda cambiarlo. Te lo dije aquella vez ¿recuerdas? Si tú
aceptas tu naturaleza, las cosas van a ser más sencillas.
— ¡Oh, por favor! —exclamó sarcástico.

— Escucha Neji…

— ¡No! ¡Tú escucha! —gritó apuntándole con el índice— ¡Estoy harto de ser
esto!

— Neji…

— ¡Soy un maldito fenómeno!

— No, no lo eres.

— ¡Por supuesto que sí! ¡Mírame! —dejó que su chakra se liberara al máximo.
Un brillante resplandor blanco lo cubrió—. ¡Soy una maldita lámpara!

— Neji…

— Ningún Neji… estoy harto de vivir así. Estoy harto de lo que me he convertido,
de ver cómo será la muerte de las personas más importantes para mí y no poder
ser capaz de remediarlo, de lo que tengo que hacer para poder apaciguar un
poco la energía que hay dentro de mí. —extendió su mano frente a él y la
incandescencia aumentó— Por esto perdí lo único que realmente he tenido en
toda mi vida… por esto…

Las palabras dejaron de brotar de sus labios y sólo hubo un largo silencio. Su
respiración agitada era lo único que rompía la tranquilidad del lugar. Con cada
bocanada de aire que llegaba a sus pulmones, el fulgor que cubría su cuerpo fue
disminuyendo muy lentamente. Sin embargo, él sabía que no desaparecería.

— Si no quieres ayudarme con esto, okay. Sé que esa es la razón por la cual
estoy dentro de la cofradía, pero no me digas que las cosas no pueden cambiar.
Porque si es así, entonces la única esperanza que hay dentro de mí se
apagará… y con ella lo haré yo…

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La mirada de la mujer se clavó en la de él. Había pena y soledad en ella. Sasuke


no sabía que creer. ¿Acaso todo lo que él pensó durante tanto tiempo había sido
mentira? ¿su odio hacia ella estaba mal infundado? Entonces recordó el asunto
con Ino.

— ¿Y por qué obligaste a Ino a permanecer a mi lado? ¿por qué la orillaste a


unirse a la Cofradía? ¿por qué le impides estar con Kiba?

— Sabía perfectamente que una vez que Kakashi te encontrara y formara la


cofradía, tú te concentrarías en la guerra y te olvidarías de ti mismo, de
encontrar a una compañera. Tenía que protegerte y asegurarme de que tuvieras
una fuente de alimento. La decisión de Ino para integrarse a la cofradía fue
exclusivamente de ella. No mía. Ella vino por mi consejo y yo se lo di. Le dije
que lo mejor era que desistiera de la idea de emparejarse con el descendiente
de la línea Inuzuka, si tanto temía la reacción del Círculo sobre su línea de
sangre; pero como se negó, le ofrecí esa opción más no la obligué. Si lo que te
molesta es que ella está encadenada a esto, pues bien podrías pensar qué has
hecho tú por ella ¿no crees? —Sasuke la miró fijamente— Tomaste la decisión
de abdicar pensando solamente en ti. Si hubieses pensado sólo un poco en ella,
podrías haber aceptado tu título en el momento en el que viste la situación en la
que se encontraba y así la hubieras liberado desde hace mucho tiempo.

La mujer se levantó y caminó un par de pasos. Sasuke la siguió con la mirada.

— No me juzgues, Sasuke. Es tan fácil hacerlo. Tan fácil juzgar, criticar y pisar a
los demás, sin darnos cuenta de que todos tratamos de hacer lo mejor que
podemos. Yo sólo hice lo mejor que pude… —suspiró lentamente mientras el
silencio volvía a llenar el lugar— Y sobre Sakura… no tienes por qué
preocuparte. Bien lo dijiste, eres el rey y tienes como derecho elegir a la mujer
que desees como compañera. Ese era el motivo por el cual te llamé. No habrá
castigo para ti porque no has cometido ningún pecado.

Esa última frase lo dejó sorprendido. Esperó unos instantes mientras su cerebro
procesaba todo lo que esas palabras conllevaban y cuando tuvo una explicación,
se levantó y caminó hacia ella. La mujer volvió a poner distancia entre ellos,
manteniéndose de espaldas a él.

— Sakura nunca iba a ser una sacerdotisa ¿verdad? —ella lo miró sobre su
hombro.

— No.

— ¿Y entonces por qué la nombraste como una elegida? —la mujer se volvió
para encararlo.

— Sasuke ¿recuerdas la leyenda que existe entre nuestra raza sobre los
compañeros predestinados?

— Sí.

— Un hombre y una mujer unidos por un hilo invisible que los hace los
compañeros perfectos el uno para el otro. Los humanos lo conocen como el mito
del hilo rojo que une a las almas gemelas ¿verdad? —no hubo respuesta— En
realidad debes de saber que es más que una leyenda. Tienes varios ejemplos a
tu alrededor: Naruto y Hinata, Ino y Kiba…
— ¿Estás diciendo que Sakura es mi compañera predestinada?

— Tú mismo lo has dicho.

— ¿Y no podrías haberlo dicho desde un principio?

Él pudo percibir cierto aire de obviedad en aquella mirada.

— Sasuke, tú me odias y no te agradan los humanos ¿verdad?... ¿me hubieras


creído si yo hubiera aparecido ante ti y te hubiera presentado a Sakura como tu
compañera? —No. Definitivamente él no le hubiese creído— Por eso tuve que
esperar a que te dieras cuenta por ti mismo. —ella hizo un leve movimiento con
la mano y entonces un anillo de oro, con un enorme rubí del tamaño de una
nuez, apareció frente a él: era el anillo de Amaterasu, la joya que distinguía a la
reina— Tienen toda la autorización y la bendición de la diosa para emparejarse.

Ella dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el enorme templo que tenía como
sus aposentos. La delicada túnica blanca se movía sobre el suelo apenas
diferenciándose por las suaves ondas que se producían con cada paso que
daba.

Itachi apareció haciendo que ella se detuviera. Una suave brisa alborotó
delicadamente un par de mechones de aquella espléndida cabellera oscura,
dándole vida a esa silueta cubierta de blanco.

— Tu hermano está aquí ¿verdad? —susurró.

— Sí. —ella sonrió tenuemente—. ¿Podrías decirme lo que sabes al respecto?

— En realidad no sé más que tú.

— ¿Por qué apareció tan de repente? ¿Está muerto?

— No lo sé. —la escuchó suspirar profundamente— Su cuerpo nunca fue


encontrado y, cuando yo regresé aquí, no se me permitió saber si su alma ya
había cruzado.

— ¿Puedes verlo?

— No. —susurró de nuevo en ese tono de voz tan tierno y dulce que usaba con
él cuando era un niño— Tú lo haces porque tienes el Sharingan. Yo sólo puedo
sentirlo.

Itachi se acercó y acarició la mejilla de su madre. Ella cerró los ojos y disfrutó del
leve toque, como un roce del viento que lograba alcanzar lo más profundo de su
corazón. Sin poder evitarlo, una lágrima corrió por su mejilla.

— Ya te dije lo mucho que siento no haberte protegido como debía —susurró tan
quedamente que Sasuke supo que no se refería a él.

— Dile que no tiene por que preocuparse. Yo no la culpo de nada.

— Itachi dice que no tienes por qué sentirte culpable.

— Te amo mucho, cariño. —dijo ella al aire, luego miró hacia Sasuke— A
ambos.

Sintió un nuevo y aun más suave toque e imaginó que se trataba de un beso del
mayor de sus hijos. La capucha de su túnica se elevó como por arte de magia,
cubriendo su rostro.

— Mucha suerte, Sasuke Uchiha —dijo haciendo una pequeña reverencia—.


Rey de la raza y… mi hijo.

Sasuke no respondió. Vio como ella se daba vuelta y siguió su andar hasta que
aquella frágil silueta se perdió tras las puertas enmarcadas por pilares de
mármol blanco. El silencio volvió a reinar en ese lugar durante un tiempo
indefinido.

Cuando apartó la mirada de las puertas, se dio cuenta de que Neji estaba junto a
él.

— Y bien, ¿cómo salió? —le mostró el anillo de Amaterasu—. Wow… eso lo


dice todo. ¿Y ella oficiará la ceremonia?

— No lo creo. Tal vez se lo pida a Kakashi. Además, aún no lo he hablado con


Sakura.

— No te preocupes, ella aceptará. Lo sé.

Sasuke lo miró mientras una media sonrisa se dibujaba en su rostro.

— ¿Hablas en serio?

— En parte. Últimamente todo lo veo borroso, pero puedo sentirlo.

— ¿Y qué hay de ti?

Neji dejó escapar todo el aire que había en sus pulmones.

— Digamos que, a diferencia de ti, yo sigo hundido en la misma mierda de


siempre —lo miró de soslayo— ¿Listo para irnos? Hemos estado aquí una
eternidad y necesito un cigarro y algo de whisky.

Sasuke no respondió. Elevó su chakra junto con el del hermano y en menos de


un segundo atravesaron el portal.

— ¿Qué demo…?

Interrumpió Neji al darse cuenta de que no habían regresado al apartamento,


sino que habían aparecido a través del espejo de la biblioteca en la mansión.

— ¿Cómo…?

— Fue obra de ella —musitó Sasuke—. Pero no me preguntes la razón.

— Extraño… muy extraño…

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Era el momento de hablar y aclarar las cosas.

Sakura había llegado a la editorial justo después de mediodía y desde ese


momento no dejó de trabajar, ni siquiera durante la hora de la comida. O al
menos intentó hacerlo, porque, en realidad, no pudo concentrarse demasiado y
ocupó la mayor parte del tiempo trasladando papeles de un sitio a otro sobre su
escritorio. Sai le había dejado dos mensajes durante el día, confirmando que se
reunirían en su apartamento alrededor de las ocho.

A las cuatro, decidió cancelar su cita con él. Sentía que nada bueno podía salir
de aquella reunión. No tenía intención de decirle a Sai que lo dejaba porque iba
a abandonar el país, y si pensaba que él se tragaría esa historia y la dejaría en
paz, se estaría mintiendo a sí misma. Al volver de la fotocopiadora, miró por una
ventana. El cielo del ocaso era plomizo, se auguraba una tormenta en el denso
aire. Tuvo que apartar la vista. Le dolían los ojos, y aquella molestia no
desapareció parpadeando varias veces. De vuelta en su escritorio, tomó dos
aspirinas y llamó al buffet buscando a Sai. Estaba en otra reunión. Para variar.

Colgó el teléfono, cogió su bolso y apagó el ordenador. Necesitaba ir a su casa y


reunirse con Sasuke. Él no se había comunicado con ella en todo el día, así que
supuso que ese asunto del llamado le había tomado más tiempo del que había
imaginado. En cuanto encendió su auto, sintió un nudo en el estomago y el calor
le robó toda su energía. Tan pronto como llegó a su apartamento, echó agua
helada en un vaso, pero cuando intentó beberla, su intestino se retorció. Quizás
tenía alguna clase de infección. Tomó dos antiácidos y pensó en Neji. Podría
haberle contagiado algo.
Dios, los ojos la estaban matando. Fue hasta su habitación, se quitó la ropa de
trabajo para reemplazarla por una camiseta y unos pantalones cortos, y luego se
acurrucó en el sofá. Sólo quería descansar un rato, pero una vez que se
acomodó, sintió que no podría volver a mover el cuerpo. Presionó las sienes con
sus dedos cuando una oleada de náuseas hizo fluir bilis hasta su garganta. Veía
luces titilando ante sus ojos. La estaba matando una migraña monstruosa.

De repente, sintió un golpe en el pecho, como si algo le hubiese dado un


puñetazo de adentro hacia fuera. Sintió cada fibra muscular encogerse y
alargarse, desgarrándola internamente. Apretó fuertemente sus labios para no
gritar. Las manos le temblaban y sentía su garganta irse cerrando de manera
lenta y dolorosa.

No, aquello no era una gripe. ¿Y si le había llegado…?

Intentó alcanzar el teléfono que había en la mesita justo sobre su cabeza, pero
sus dedos no respondieron a sus órdenes así que el aparato terminó en el piso.
Hizo un esfuerzo para alcanzarlo pero su cuerpo cayó sobre la alfombra. Los
tenues roces de las fibras de la tela eran dolorosas puñaladas que atravesaban
su piel. La presión en su pecho y su estómago, iba acrecentándose haciéndola
sentir en el interior de un compresor de basura.

No estaba segura de poder sobrevivir a eso.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Las puertas del ascensor se abrieron mientras Sai aún estaba pensando en lo
que estaba por ocurrir. Había quedado de reunirse con Sakura para hablar sobre
su relación, pero horas antes ella había intentado cancelar la cita. Llegó a la
puerta del apartamento donde ella vivía, llamó un par de veces pero no hubo
respuesta. Sacó el teléfono celular de su bolsillo y llamó. Tampoco hubo
respuesta.

Volvió a hacerlo, recostándose en la puerta, y entonces le pareció escuchar el


timbre del teléfono del otro lado. Se enderezó y golpeó la puerta con más
insistencia.

— Sakura, abre. Sé que estás ahí. Puedo escuchar el teléfono —nuevamente


golpeó la puerta— Sakura, debemos hablar y no me marcharé de aquí hasta que
lo hagamos ¿de acuerdo?

Nadie respondió así que él optó por la otra opción. Caminó al final del pasillo
donde estaba el extintor, lo levantó y tomó la pequeña llave que había debajo de
él. Regresó a la puerta y la abrió. Todo estaba a oscuras, dio un par de pasos y
vio la pequeña luz intermitente del teléfono celular de Sakura sobre la mesita de
la estancia. Se acercó un poco más y entonces la luz de la luna que se colaba
por la ventana le dejó ver algo que no esperaba: Sakura estaba en el piso, boca
abajo. Su mano estirada hacia el teléfono tirado cerca de ella, como si lo hubiese
intentado alcanzar sin conseguirlo.

— ¡Sakura! ¡Oh por Dios! —rápidamente se acercó a ella, cayendo de rodillas a


su lado— Sakura, ¿puedes oírme?

Ella abrió y cerró la boca intentando decir algo, pero ningún sonido salió de su
garganta. Sai buscó sangre y no halló nada. La puso boca arriba con todo el
cuidado que le fue posible. Estaba tan pálida como un fantasma, fría y cubierta
de sudor, apenas consciente. Cuando abrió los ojos, pudo ver sus pupilas
totalmente dilatadas. Como si estuviera drogada.

Le extendió los brazos, buscándole marcas. No había ninguna, pero tampoco iba
a perder tiempo quitándole los zapatos y mirando entre los dedos de sus pies.
Sacó el móvil y marcó el número de emergencias. Al escuchar a la operadora,
no esperó el saludo protocolar.

— Necesito una ambulancia. Posible sobredosis de droga.

La mano de Sakura se movió vacilante, tratando de apartarle el teléfono.


Empezó a mover la cabeza.

— Cariño, quédate quieta. Yo te cuidaré.

— Llama a Sasuke —gimió ella.

— ¿Qué? —cuestionó él casi con indignación. La voz de la operadora lo


interrumpió.

— ¿Señor? ¿Hola?

Volvió su atención a la llamada.

— Sobredosis de droga. Creo que es heroína. Sus pupilas están fijas y


dilatadas…

— Sasuke… tengo que ir con Sasuke…

— Parece que recobra el conocimiento de manera intermitente, pero…

En ese momento Sakura se levantó bruscamente del suelo y le quitó el teléfono


de las manos.

— Voy a morir…
— ¡Claro que no! —gritó él— No lo voy a permitir.

Ella lo sujetó por las solapas del abrigo. Todo su cuerpo temblaba sin control y el
sudor estaba manchando la parte delantera de su camiseta.

— Lo necesito…

Sai la miró fijamente a los ojos. Fue entonces cuando él comprendió todo: ese
hombre, Sasuke, su vecino y en el que él no había confiado desde el primer
momento en el que lo había visto, era un traficante de drogas y había enviciado
a Sakura. Ese maldito bastardo, hijo de…

— No, Sakura.

— Por favor. Lo necesito. Voy a morir —de repente, las fuerzas abandonaron el
cuerpo de ella haciéndola caer al suelo en posición fetal—. Sai, por favor.

Él sólo podía mirarla. Tenía muy mal aspecto. Parecía moribunda.

Aún cuando la llevara a urgencias, podía morir durante el trayecto o mientras


esperaba a que la atendieran. Además, los medicamentos solamente la
ayudarían un poco, no la sacarían de la sobredosis. Y eso teniendo la esperanza
de que ella realmente se hubiera intoxicado con la heroína. Si no había sido así,
ella…

— Maldita sea. ¿Dónde está?

— No lo sé… llámalo —susurró apuntando trémulamente a su móvil.

Sai no tenía tiempo para pensar, alcanzó el teléfono de Sakura, lo abrió y luego
de encontrar el número oprimió la tecla verde. Un par de segundos después,
escuchó la voz al otro lado de la línea.

— No soy Sakura —espetó lacónico— Ella se muere…


Capítulo 21

Menos de dos horas antes del anochecer, Gaara sintió que debía dejar la cama.
Le extrañaba que pudiera dormir tanto, considerando que normalmente eran
cuatro horas como mucho. Aunque lo más extraño era el calor que sentía al
despertar con Kaiya a su lado, esa sensación era abismalmente diferente a lo
que había sentido en toda su maldita vida. Era como si ella…

Rodó sobre el colchón… ¿dónde estaba ella?

Abrió los ojos abruptamente al mismo tiempo que se sentaba. Sólo estaba él en
la cama. Intentó divisar algo entre la oscuridad, pero no había nada. Entonces
escuchó un pequeño grito proveniente del baño. Se quitó las sábanas de
encima, dejando la cama de un salto. Corrió torpemente hasta el baño, abrió la
puerta sin preguntar y…

Vio a Kaiya pelear contra la regadera desmontable.

La manguera se había caído del soporte y ella intentaba hallarla para cerrarla.
Estaba a punto de respirar aliviado, cuando ella perdió el equilibrio estando a
punto de desplomarse sobre el mármol blanco del baño. Gaara se movió a gran
velocidad para atraparla en el aire, cayó apoyando una rodilla y apretando contra
sí el cuerpo desnudo de ella. Fue en ese momento como si todo lo que había a
su alrededor desapareciera durante la milésima de segundo en la que la tuvo
entre sus brazos. Una mezcla de emociones se fundió en su pecho, sin darle
tiempo a pensar cuál era la más fuerte. Se levantó e hizo que ella hiciera lo
mismo. Rápidamente, la tomó por los antebrazos y la apartó con más violencia
de la que él esperaba.

Colocó la regadera en su lugar.

— Siempre debes asegurarte de que esté perfectamente fija al soporte —dijo


lacónico antes de salir del baño tan rápido como si el lugar estuviese ardiendo
en llamas.

Miró a todos lados en la habitación, tal vez buscando la ruta de salida más
rápida a todo eso que sentía en su pecho. Finalmente decidió ir hacia el armario
para prepararse. Abrió el par de puertas de caoba y miró el pequeño apartado:
había ropa femenina en el espacio que antes había estado desocupado. De
nuevo esa mezcolanza de emociones volvió a emerger dentro de su pecho con
más fuerza. Porque él era alguien que pedía, más bien exigía, su espacio.
Siempre. Pero ver la ropa que ella usaba, en su armario, le resultaba diferente.
No sabía que pensar.

Se despojó de los pantalones blancos que había utilizado de pijama y los


reemplazó por los pantalones de cuero, añadiendo una camisa negra sin
mangas y cuello alto. Levantó la cubierta de madera que cubría el cajón donde
él guardaba sus armas y se quedó mirando el teclado numérico en vez de
insertar la clave. Cerró los ojos para expandir sus sentidos y escuchó la puerta
del cuarto de baño abrirse. Asomó medio cuerpo a través de la puerta del
armario para ver a Kaiya caminar lentamente hacia la cama.

No pudo evitar mirarla fijamente, como un estúpido. Tenía el cabello mojado,


cayéndole sobre los hombros. Algunas gotitas se deslizaban en sus mejillas y
alcanzó a ver que otras más lo hacían a lo largo de la curvatura de su cuello, su
pecho y se desvanecían bajo la bata negra que traía puesta.

Repentinamente tuvo la visión de sus propios labios siguiendo el camino que


recorrían todas y cada una de las gotas a través de la piel de ella.

Regresó al armario. Se estaba volviendo loco. Completamente loco. Comprobó


el filo de las hojas de sus dos dagas plateadas en el interior de su antebrazo,
cortándose la piel. Cuando el dolor le zumbó en el cerebro, se dedicó a mirar los
pequeños ríos de sangre correr en dirección a su codo y luego escurrirse a
ambos lados, goteando sobre el piso del armario.

Hacía mucho tiempo que había dejado de ver el dolor como algo negativo; ahora
era la única forma en la que él recordaba que estaba vivo.

Sacudiéndose para concentrarse, se colocó la pistolera alrededor de sus


caderas y puso directamente las SIG en su lugar. Ambas tenían las recámaras
llenas de balas y había otros dos clips de puntas huecas en el cinturón. Resbaló
un cuchillo de lanzamiento en una pequeña hebilla de su espalda y aseguró los
otros dos en los cintos alrededor de sus muslos. Las botas de combate eran lo
siguiente, y como toque final la ligera chaqueta impermeable para cubrir el
arsenal.

Cuando salió, Kaiya tenía la vista alzada hacia él, desde la cama. Sus ojos eran
tan azules. Azules como la noche. Azules como…

— Gaara…

Pensó que no le hablaría esta vez. No después de que él la apartara de esa


manera, como si fuera una leprosa o algo peor. Luchó contra el impulso de
golpearse a sí mismo.

— ¿Si?

— Lo siento.

— ¿Qué?

— Yo… no importa.

Ella se puso las manos sobre la cara. Mientras se ocultaba de él, pensó en la
primera vez que la vio, esa noche que ahora parecía tan lejana aun cuando
apenas habían pasado dos días, cuando ella lo había sorprendido luego de que
ese cazador le perforara un costado. Lo había asombrado, dejándolo como un
estúpido. Y ella no solamente continuaba teniendo ese efecto sobre su cerebro,
sino que además, parecía que se hacía cada vez más fuerte conforme corrían
las horas. Era como si tuviera un interruptor del cual sólo ella tuviese el control
remoto.

Definitivamente ya estaba pensando cosas raras. Se dio la vuelta, sólo para oír
un sollozo. Entonces otro. Y otro. Miró sobre el hombro.

— Kaiya…

— Lo siento —le dijo dentro de las palmas—. Soy lamentable. Sólo vete. Estoy
bien… lo siento, estoy bien.

Mientras se acercaba y se sentaba sobre el colchón, deseaba tener el don de las


palabras. No sabía que tenía que hacer, pero era obvio que ella necesitaba
consuelo. Había sido cuestión de tiempo, podía ser extremadamente fuerte, pero
sabía que tarde o temprano explotaría por la situación en la que se encontraba.

Sólo que hubiera sido mejor que alguien como Hinata o Ino, o como Naruto o
Kiba estuviese ahí cuando llegara ese momento.

— No tienes por qué sentirlo. — ¿Qué se suponía que tenía que decir?

Tiéndele la mano, imbécil. Cógele la mano, pedazo de…

No podía hacerlo.

— Por supuesto que sí. Soy una terrible persona. He invadido tu cuarto, tu
cama. Obligándote a dormir cerca de mí cuando es obvio que tú no me toleras ni
un poco. Soy tan… lo siento. —Suspiró e intentó recobrarse a sí misma. Gaara
aún pudo oler el aroma a jazmines mientras era aplastado por el olor terroso de
las gotas de agua sobre la acera caliente—. Sé que debería marcharme, sé que
no me quieres aquí, pero sólo necesito… yo te necesito —Dulce diosa, si la
había escuchado bien, la compadecía—… no puedo estar sola, no ahora. Lo he
estado toda mi vida y siempre he sabido lidiar con ello así que…

Esa frase removió algo en él. Solo toda una vida. Él sabía lo que era eso, pero
tuvo un extraño interés por saber a qué se refería ella. Por primera vez se
adentró en la mente de alguien más. Ahondó en los últimos recuerdos que había
en la mente de Kaiya y luego en los más superficiales captando siempre lo
mismo. La voz de otro hombre: su padre.

¡Aléjate de mí! ¡No me toques Kaiya! ¡No te quiero cerca de mí!

Su pecho se oprimió justo como lo hizo el de ella en esas ocasiones. Percibió el


dolor del rechazo. Un sentimiento que él conocía muy bien, extremadamente
bien: el estómago hecho un nudo, la garganta cerrada, el golpe seco justo en el
corazón.

—…sólo necesito algo de tiempo. Necesito, de alguna manera, conseguir que mi


cabeza salga de todo este nubarrón que hay ahora, pero no puedo sola. Sé que
es contradictorio pero… —inhaló profundo y los sollozos volvieron— De verdad,
sé que esto no tendría por qué importarte. Tampoco puedo culparte por querer
alejarte de mí. Es algo que no he podido comprobar porque no sé cómo quedó
mi cuerpo luego del accidente, pero es obvio que tu reacción es perfectamente
normal. Sé que tal vez soy desagradable…

Cuando lo dijo, Gaara volvió a escuchar ese grito en su mente, el del padre de
ella vociferándole que se alejara. Se repetía una y otra vez, en un grito o en un
eco que se hacía lejano. Como una grabación rota.

No supo en qué momento pero algo completamente cálido se apretujó en su


pecho. Deseaba protegerla, no sólo de cualquier cosa que pudiera lastimarla
ahora, sino también de todos sus recuerdos. Quería decirle que ella no era
desagradable, que era la mujer más hermosa y más perfecta que había visto en
su vida, que ella era…

En un impulso se inclinó y le besó en los labios. Cerró los ojos, percibiendo con
mayor intensidad el aroma a lluvia y la suavidad de sus labios. Fue tan solo un
segundo y entonces ella saltó hacia atrás con un jadeo, los ojos más abiertos
que si le hubiera abofeteado.

— Lo siento. Lo siento, yo… — ¿Ahora que iba a decir? — Escucha Kaiya…

Ella sólo permaneció con la mirada fija al frente, el rastro de lágrimas aún estaba
en sus mejillas. Sí, lo había arruinado. Ella necesitaba comprensión y consuelo
para poder salir de la confusión, y él sólo… Mierda. ¿Por qué había hecho eso?

Al saber cómo afrontar la situación, se dirigió a la puerta.

— Regresaré antes del alba. Danzou sabe como encontrarme…nos,


encontrarnos a todos…

Sin darle tiempo a decir nada, salió de la habitación. Estupendo. De nuevo sintió
la imperiosa necesidad de molerse a golpes a sí mismo por ser tan imbécil.
Cuando se trataba de joderle la vida a alguien más, no había nadie más indicado
para hacerlo que él.

Dobló en una esquina para llegar al corredor principal de ese piso, y entonces se
detuvo de golpe. Frente a él había alguien que no estaba esperando: una mujer
de cabello castaño y ojos oscuros; ataviada con una túnica color cian. Al verlo
ella hizo una reverencia.

— Mi señor.

— ¿Qué haces aquí, Matsuri? —inquirió fríamente.

Ella no se ofendió por la hosquedad de sus palabras. Estaba más que


acostumbrada.

— Supe que había resultado herido de gravedad. Lamentablemente no pude


venir antes porque me encontraba recluida meditando. Pero ahora quise venir
para servirle.

— No te necesito. Vuelve a casa.

Antes de que la mujer dijera algo, él pasó a su lado para seguir su camino sin
siquiera mirarla. No necesitaba esto. No ahora. No después de…

"¿En qué mierda estabas pensando?"

No cabía duda de que esa iba a ser otra 'magnífica' noche digna del recuerdo.
Lo presentía.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La sangre de Sasuke quedó congelada en sus venas mientras sostenía el


teléfono junto a su oído. Era el humano, y él había dicho…

— ¿Dónde está? —preguntó tan firmemente que los guerreros a su alrededor se


mantuvieron estáticos. Él atravesó el estudio hasta el vestíbulo, manteniendo el
teléfono en su lugar. Abrió la puerta principal— Quédate donde estás, no la
muevas.

Cerró el aparato y lo metió en el bolsillo de su abrigo. Antes de que los


hermanos pudieran cuestionarlo, él se desmaterializó hasta el apartamento de
Sakura, siendo seguido muy de cerca por los demás. Cuando vio a Sakura en
brazos del humano, se le cortó la respiración. Las luces del apartamento se
encendieron a su voluntad y vio como el humano se sobresaltaba al verlo
aparecer tan repentinamente.

Ha sucedido, pensó mientras se acercaba. Su transición había comenzado.

Notó cómo el humano temblaba de ira cuando el cuerpo de Sakura cambió de


brazos.

— Maldito hijo de perra. ¿Cómo pudiste hacerle esto?

Sasuke no se molestó en responder. Acunando a Sakura entre sus brazos, pasó


a grandes zancadas a través del grupo de hermanos, encaminándose hacia la
salida para ir a su apartamento. Pudo sentir la estupefacción de todos, pero no
podía detenerse a dar explicaciones.

Sai hizo el amago de acercársele cuando vio que iban hacia el apartamento de
junto, pero entonces uno de los hombres que habían aparecido junto con él se
interpuso en su camino. Lo tomó por las solapas del abrigo, apoyándolo
bruscamente contra pared del corredor, al tiempo que su mirada aguamarina se
posó sobre él. Era gélida, oscura.

— ¿Adónde crees que vas? —presionó un cuchillo sobre su garganta.

— Nadie excepto yo matará al humano —advirtió Sasuke—. Y él no saldrá de


aquí hasta que yo vuelva.

Después de decir eso, se apresuró a atravesar la estancia y caminó tan rápido


como pudo hacia su habitación. El tiempo era esencial. Luego de poner los
cerrojos, caminó hasta la cama y sobre ella depositó a Sakura. Apartó varios
mechones de su cabello que se habían adherido a su rostro debido al sudor,
comprobó que respiraba y comenzó a hablarle para hacerla reaccionar.

Nada.

Instantes después, estaba comenzando a desesperarse porque no conseguía


que ella volviera en sí. Y su piel se estaba enfriando a cada instante. La sacudió
de nuevo.

— ¡Sakura! ¡Sakura! ¿Me oyes?

Sus manos se movieron nerviosamente, pero tuvo el presentimiento de que se


trataba de simples espasmos involuntarios. Acercó el oído a su boca. Todavía
respiraba, pero con mucha dificultad y muy débilmente.

— ¡Maldita sea! —Se descubrió las muñecas y estaba a punto de perforarlas


con sus propios colmillos cuando se dio cuenta de que quería sostenerla si
podía beber.

Se despojó del abrigo y de la cartuchera, sacó una daga y se quitó la camisa.


Tanteó su propio cuello hasta que encontró la yugular. Colocando la punta del
cuchillo contra la piel, se hizo un corte. La sangre manó intensamente. Se
humedeció la yema de un dedo y lo llevó a los labios de la mujer. Cuando se lo
introdujo en la boca, su lengua no respondió.

— Sakura —susurró—. Vuelve por favor.

Le suministró más sangre. El resultado fue el mismo.

— ¡Maldición, no te mueras! —Las luces parpadearon en la habitación—. ¡No te


rindas! ¡Te amo!

Sakura permaneció inmóvil. Estaba demasiado quieta. Pudo notar como su piel
empezaba a ponerse azul: la muerte se cernía sobre ella. Sin poder contenerlo
más, Sasuke gritó de furia y agarró su cuerpo, sacudiéndola hasta que el cabello
se le enredó.

— ¡Sakura! ¡No dejaré que mueras! ¿me escuchas? Te seguiré antes de


permitir…

Se interrumpió con un lastimoso gemido, apretándola contra su pecho. Mientras


acunaba aquel frágil cuerpo, sus profundos ojos negros se quedaron fijos en la
pared negra que tenía ante él.

Ella no podía irse. No cuando él por fin la había encontrado.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Era la octava vuelta que daba en la habitación. Ya había memorizado todas y


cada una de las pocas cosas que había ahí: junto a la cama, del lado derecho,
estaba un buró, ocho pasos hacia la derecha estaban la puerta; dos pasos a la
izquierda de ahí, estaba el clóset y cinco pasos hacia la izquierda estaba el
baño; finalmente, siguiendo esa dirección, estaban las ventanas y junto a la
cama, del otro lado, se hallaba el segundo buró.

Cama, buró, puerta, clóset, baño, ventanas, buró, cama. Eso era todo.

Suspiró profundo. Estaba comenzando a aburrirse. Mucho. Se dejó caer de


costado sobre el mullido colchón. El aroma de Gaara llegó hasta su nariz de
manera sumamente tenue, y ella no pudo evitar llevarse las yemas de los dedos
hasta los labios, recordando el beso que él le había dado. De nuevo ese
cosquilleo que sintió en ese instante, volvió a recorrer cada centímetro de su
cuerpo.

Había sido el primer beso que había recibido en muchos años. La primera
prueba de afecto, o al menos de aceptación, que había tenido un hombre para
con ella. Apretó los párpados con fuerza al recordar la forma en la que se había
apartado. ¿Por qué tuvo que ser tan abrupta?

Por miedo.

Tuvo miedo de esa extraña sensación que tuvo con aquel delicado roce, como si
se hubiese establecido alguna clase de conexión entre ella y Gaara. Pero no
podía ser. Porque más allá del hecho de que no pertenecieran a la misma
cadena evolutiva, estaba el hecho de que él tenía otra clase de vida
diametralmente opuesta a la que ella intentaba vivir. Algo en su interior le decía
que no debía dejarse llevar, que nada podía suceder entre ellos, y ella lo tenía
sumamente presente, pero entonces ¿por qué lo extrañaba ahora más que
antes?
Agitó la cabeza al tiempo en el que se sentaba sobre el colchón. Estar tanto
tiempo encerrada en esa habitación ya la estaba enloqueciendo. Llamó a su
perro, que había sido llevado por el mayordomo de la casa al inicio de la noche,
y se dispuso a salir. No estaba muy segura de adónde se dirigiría o si estaría
bien, pero cualquier cosa era mejor que permanecer dentro de esas cuatro
paredes, pensando en cosas que no deberían tener importancia para ella.

Con pasos lentos, salió de la habitación y empezó a moverse a través del amplio
pasillo, manteniéndose siempre cerca de su perro. Tanteó con sus dedos en la
derecha para hallar el muro, sin embargo, lo que encontró fue una figura extraña
que se tambaleó bruscamente cuando ella se apoyó sobre eso, que imaginó se
trataba de una escultura. Hizo inútiles esfuerzos para evitar que cayera. Cerró
los ojos, esperando a escuchar el impacto con el piso, más no ocurrió.

Fue entonces cuando percibió un suave aroma, fresco, como si se tratara de la


brisa del océano.

— ¿Te encuentras bien? —le preguntó la voz de una mujer. Ella sólo pudo
asentir con la cabeza.

— Lo siento, no sabía que había en el pasillo y…

— No te preocupes, no pasa nada. Tú debes ser Kaiya ¿verdad? Soy Temari, la


hermana de Gaara.

La rubia esperó a que ella le estrechara la mano, pero no se movió. Así que
luego de unos segundos bajó el brazo.

— Supongo que todo esto debe ser muy incómodo para ti ¿no es verdad? —
Kaiya no logró entender a lo que se refería.

— Perdón, no…

— Entiendo, no tienes por qué disculparte. —Le interrumpió— Es normal que no


quieras estrechar la mano de una desconocida.

— Ah, no… yo… no sabía que me habías extendido tu mano. Soy ciega.

Temari dio un respingo.

— Ah, lo siento. En verdad te ofrezco mil disculpas…

— No hay por que…

— No lo sabía.
Ambas se quedaron en silencio al mismo tiempo y luego rieron. Kaiya extendió
su mano.

— Soy Kaiya.

La rubia la estrechó ligeramente.

— Temari.

— Así que… ¿eres la hermana de Gaara?…

— Así es. Aunque supongo que él no te ha hablado de mí.

Kaiya desvió el rostro hacia un lado.

— Bueno… él en realidad no suele hablar mucho conmigo.

— Sí. Lo imagino.

Después de unos segundos, el silencio comenzaba a instalarse entre ellas.

— Ah, tú ya… ahm,… ¿ya tomaste la primera comida?

Kaiya negó con la cabeza y luego rió tímidamente.

— ¿Sucede algo?

— No, nada. Es sólo que me parece bastante curioso… o más bien, diferente
que le llamen primera comida a…

No terminó la frase. ¿Desayuno o cena?

— Bueno, esa es la razón —comentó Temari refiriéndose al silencio de Kaiya—


Para los humanos el desayuno es la primera comida pero, hasta donde sé, eso
es durante las mañanas, como inicio de sus actividades; y lo mismo sucede con
la cena, se supone que esa es la última comida, es decir, al inicio de la noche, el
fin del día. Pero para nosotros, el inicio de la noche es el comienzo de nuestras
jornadas y… —hizo una pausa y suspiró profundo— creo que ya te confundí.

— Un poco, pero no por lo que te imaginas. He sido ciega durante mucho tiempo
así que 'desayuno' o 'cena' no tienen ninguna diferencia, siempre son en la
oscuridad.

Temari percibió el aroma de la tristeza proveniente de la humana y eso la hizo


sentir algo incómoda.
— Y bueno, ¿ya cenayunaste? —preguntó buscando romper de nuevo el
silencio.

La escuchó reír suavemente.

— No, aún no.

— Yo tampoco, ¿te gustaría acompañarme al comedor?

La humana asintió. Temari comenzó a caminar junto a ella a través del pasillo
hacia las escaleras que daban al primer piso de la mansión.

Como primera impresión debía decir que era agradable, cosa increíble
considerando que ella nunca había sido muy adepta a los homo sapiens, pero
algo en ella le agradaba. Por un instante le pareció percibir también lo que había
hecho que Gaara se fijara en ella. Como su hermana mayor sabía que para él
era prácticamente imposible aceptar la cercanía de alguien después de todo lo
que había vivido, pero había algo en la humana. No podía precisar qué, pero
debía ser algo importante para su hermano.

Tal vez algo que tuvieran en común.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Sakura trató de ver algo a través de la espesa neblina que la rodeaba. Se


encontraba sumergida en una especie de ensoñación, con bordes difusos que
sugerían que lo que había era infinito. Una figura solitaria, iluminada desde
atrás, se aproximó en medio de aquella bruma blanquecina. Supo que era una
mujer, y fuese quien fuese, no sintió temor alguno. Le dio la sensación de que la
conocía.

— ¿Madre? —susurró

La mujer estaba inmóvil a escasa distancia, pero alzó la mano en señal de


saludo, como si la hubiera oído. Ella dio un paso adelante, pero de repente sintió
un sabor en la boca totalmente desconocido. Se llevó las yemas de los dedos a
los labios. Cuando bajó la vista, todo era de color rojo.

La figura dejó caer la mano. Como si supiera qué significaba aquella mancha.

Sakura regresó de golpe a su cuerpo. Parecía como si la hubiesen catapultado y


hubiese aterrizado sobre el asfalto. Le dolía todo. Gritó. Cuando abrió la boca,
volvió a sentir aquel sabor. Tragó saliva con dificultad. Y entonces, algo
milagroso sucedió. Su piel se llenó de una nueva clase de vida, como si fuese un
globo inflándose de aire. Sus sentidos despertaron. Ciegamente, trató de
sujetarse a algo sólido, dando con la fuente del sabor.

Sasuke sintió que Sakura se sacudía como si la hubieran electrocutado, y luego


empezó a beber de su cuello con una avidez y un ansia inusitadas. Los brazos
de ella se apretaron alrededor de sus hombros, las uñas se clavaron en su piel.
Lanzó un rugido de triunfo mientras la apretaba contra su cuerpo. Mantuvo la
cabeza hacia un lado, dejando al descubierto el cuello ante ella.

Un poco más tarde, Sakura alzó la cabeza. Se lamió los labios y abrió los ojos.
Sasuke la estaba mirando fijamente. Tenía una herida enorme en el cuello.

—Oh, Dios... ¿Qué te he hecho? —Extendió los dedos para contener la sangre
que manaba de su vena.

Él le cogió las manos y se las llevó a los labios.

— Gracias por volver a mí.

Ella miró el agujero en su garganta y se le revolvió el estómago.

— Yo…, yo…

El dolor llegó rápido y fuerte. La embistió, llevándola a una oscura agonía. Se


dobló, y Sasuke la acunó en su regazo.

— ¿Me estoy muriendo? —gimió.

— No. Claro que no. Esto pasará—susurró él, depositándola de nuevo sobre el
colchón—. Pero no será divertido.

Sintió cómo la invadía una oleada nauseabunda, que le provocó convulsiones,


hasta que quedó tendida de espaldas. Apenas podía distinguir la cara de Sasuke
debido al dolor, pero pudo ver en sus ojos una gran preocupación. La agarró de
la mano y ella dio un fuerte apretón cuando la siguiente explosión torturadora la
dominó.

Su visión se enturbió, volvió y se enturbió de nuevo.

El sudor goteaba por su cuerpo, empapando las sábanas. Apretó los dientes y
se arqueó. Se giró hacia un lado y luego al otro, tratando de escapar. No sabía
cuánto había durado. Horas. Días. Él permaneció con ella todo el tiempo.

Sasuke respiró aliviado poco después de las dos de la madrugada.

Finalmente, se había quedado quieta, y no estaba muerta, sino tranquila. Había


sido valiente, muy valiente. Había soportado el dolor sin quejarse, sin llorar. Sin
embargo, él había pasado todo el tiempo rogando que su transición terminara
cuanto antes.

Ella emitió un sonido ronco.

— ¿Qué sucede? —Bajó la cabeza a la altura de su boca.

— Necesito una ducha.

— De acuerdo.

Se levantó de la cama, abrió la ducha y volvió a buscarla, levantándola


suavemente en sus brazos. La sentó en la repisa de mármol, le quitó la ropa con
delicadeza, y luego la alzó de nuevo. La hizo entrar lentamente en el agua,
atento a cualquier cambio en su expresión ante la temperatura. Al no protestar,
fue introduciendo su cuerpo gradualmente, rozando primero sus pies, para que
aquella impresión no fuera demasiado brusca para ella.

Parecía gustarle el agua, alzaba el cuello y abría la boca. Vio sus colmillos, y le
parecieron hermosos. Blancos, brillantes, puntiagudos. Recordó la sensación
cuando ella había bebido de él.

Sasuke la oprimió contra sí durante un instante, abrazándola. Luego dejó que


sus pies tocaran el suelo y sostuvo su cuerpo con un brazo. Con la mano libre,
agarró un bote de champú y echó un poco sobre su cabeza. Le frotó el cabello
hasta formar espuma y luego lo enjuagó. Con una pastilla de jabón, dio un suave
masaje a su piel lo mejor que pudo sin dejarla caer y luego se cercioró de
remover hasta el último residuo de jabón.

Acunándola nuevamente entre los brazos, cerró el grifo, salió y cogió una toalla.
La envolvió y la colocó otra vez sobre la repisa, sosteniéndola entre la pared y el
espejo. Cuidadosamente, le secó el agua del cabello, la cara, el cuello, los
brazos. Luego los pies y las piernas. Su piel quedaría hipersensible durante
algún tiempo, al igual que la vista y el oído. Buscó señales de que su cuerpo
estuviera cambiando y no vio ninguna. Tenía la misma estatura que antes. Sus
córneas tampoco parecían haber sufrido transformación alguna. Se preguntó si
podría salir durante el día.

— Gracias —murmuró ella.

Él la besó y la llevó hasta el sillón. Luego quitó de la cama las sábanas húmedas
y la funda del colchón, para cambiarlas. Cuando terminó, la recogió y acomodó
entre el fresco satén. Su profundo suspiro fue el mejor cumplido que jamás
hubiera recibido. Sasuke se arrodilló a un lado de la cama, repentinamente
consciente de que sus pantalones de cuero y sus botas estaban empapados.
La besó en la frente.

— Gracias por volver a mí —susurró antes de unir sus labios a los de ella.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Habían pasado horas desde que Sakura había desaparecido a través del
corredor del apartamento. El lugar lucía pequeño con las cinco imponentes
figuras que había a su alrededor. Expectantes. De algo que sólo ellos parecían
conocer.

Los estudió a cada uno, a detalle. Primero, a su izquierda, cerca de la puerta


estaba un tipo con cabello largo hasta la cintura, ojos perla y un extraño tatuaje
en el cuello. Recostados sobre el muro, a su lado, había dos hombres más, el
primero tenía un aire perezoso, pero su mirada era sumamente sagaz, y no
dejaba de sostener un cigarro entre los labios; el segundo era rubio y de ojos
azules, parecía un ángel, una estrella de cine o algo parecido. Del otro lado de la
habitación estaba un hombre de cabello corto, alborotado y una mirada fiera;
junto a él estaba una mujer, a ella la reconocía: era Ino.

Luego de que Sasuke se llevara a Sakura, el hombre del tatuaje les había
hablado a los otros en alguna clase de idioma extraño durante algunos minutos y
luego todo había sido silencio. Un largo y sofocante silencio que lo oprimía a
cada segundo.

Ya no podía soportarlo más. Hizo el intento de moverse, pero entonces el


hombre pelirrojo, que había permanecido en una esquina, lo golpeó
bruscamente contra el muro, haciendo castañar sus muelas. Con su antebrazo
había presión en su garganta, cortándole el paso del aire hacia sus pulmones y,
de nuevo, sintió la fría punta del cuchillo en su quijada.

— Dame la satisfacción de poder degollarte, humano.

— Gaara, basta —dijo el rubio con rostro de ángel— Sasuke lo quiere vivo. —
una media sonrisa se formó en su rostro— Por ahora.

De acuerdo. Él no era del todo un ángel.

Las risas amortiguadas de los demás hombres fueron un zumbido en el lugar.

— Es suficiente. Los dos. Déjenlo en paz —la voz de Ino le sorprendió. Parecía
increíble, pero en cuanto habló el silencio llegó a la habitación. No hubo más
risas, ni comentarios.

— Sólo haz el intento de huir, humano —susurró el que tenía cara de psicópata
y luego se alejó de él bruscamente, haciéndolo deslizarse sobre el muro.
La mirada aguamarina se enfocó en Ino de manera fugaz. Extraño, pensó Sai.
Le pareció percibir un ápice de calidez cuando la miró. Era como si el hombre la
apreciara. Realmente la apreciara.

— ¿Te encuentras bien, Sai?

— No. No lo estoy —espetó, apartando violentamente la mano que ella le había


ofrecido mientras se levantaba. No era momento para cortesías.

El hombre con mirada fiera se acercó un par de pasos detrás, pero con sólo un
movimiento de mano de ella, se detuvo.

— Está bien, Kiba —susurró sin dejar de mirar a Sai—. Escucha, sé que estás
molesto, pero no tienes por qué preocuparte. Todo saldrá bien.

— Dudo mucho que así sea. Ni siquiera sé porqué le llamé, debí de haberla
llevado a un hospital. Se suponía que eras su amiga, ¿cómo pudiste permitir que
él la hundiera en ese mundo?

— No sé a qué te refieres.

— ¿Ah, no? ¿Acaso no la viste? Eso no era un paseo por el parque, te lo


aseguro.

— Ella no estaba drogada. Ella… —dejó de hablar— Escucha, yo no soy la más


indicada para decirlo…

— Lo logró —la voz del hombre con el cigarrillo en la boca, la interrumpió.

— ¿Hablas en serio? —preguntó Ino acercándose a él.

— Sí, puedo sentirla. Como una de nosotros.

Ino entrelazó los dedos de sus manos sobre su pecho. Apoyó su mentón sobre
ellos y susurró:

— Gracias dulce diosa creadora…

El hombre de mirada fiera se acercó a ella y la abrazó, dándole un beso sobre el


cabello.

— ¿Qué vamos a hacer? ¿nos quedaremos aquí todo el día? —preguntó el del
tatuaje.

— No lo sé, Neji —respondió sin dejar de abrazar a Ino—. Creo que lo mejor es
que todos vuelvan al complejo. Ino y yo nos quedaremos por si Sasuke necesita
algo.

— Yo también me quedo —interrumpió el pelirrojo, acercándose hacia donde


estaban.

— No. No lo harás. Vuelve a casa. No te quiero aquí ahora que tienes el


prospecto de un juguete.

— No voy a jugar con nadie. Pero si el humano da motivos…

— Déjalo, Gaara. Ve a la mansión. —el pelirrojo iba a interrumpirlo otra vez— Y


te lo digo además, porque tienes otra misión ¿recuerdas? Querías cuidar de
Kaiya, ahora no reniegues de tu responsabilidad.

— Eres un maldito aguafiestas. Un maldito aguafiestas de mierda —el hombre


sonrió.

— ¿No te cansas de repetírmelo?

— ¿No te cansas de serlo?

En el rostro del pelirrojo se dibujó una media sonrisa y entonces sucedió lo


impensable: desapareció. Como por arte de magia el hombre se desvaneció en
medio del lugar y luego lo hicieron el de actitud perezosa y el rubio.

¿Qué rayos sucede aquí? ¿quién demonios son estas personas?

— Bueno, entonces nos veremos en casa. Avísenme si necesitan algo.

— Ah… Neji —el hombre enfocó la mirada en Sai— ¿Podrías?

— ¿Matarlo? Será un placer.

Una ligera risa reverberó en su pecho. Risa que desapareció con una sola
mirada de Ino. Se aclaró la garganta.

— No, idiota. —dijo secamente—. Sólo duérmelo.

— ¿Quieres que lo limpie también? Es mi promoción del día. Será difícil, pero
me encantan los retos.

Movió la cabeza.

— Sasuke lo quiere tal y como está.


El ojiperla se encogió de hombros.

— Como quieras.

Se acercó hasta donde Sai estaba. La mirada nívea se clavó en él. Entonces,
Sai se dio cuenta de que no podía apartar el rostro, como si una fuerza invisible
se lo impidiera. Comenzó a sentirse extraño, con un hormigueo recorriéndolo de
arriba abajo y entonces todo a su alrededor se volvió oscuridad.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Gaara se materializó justo en medio del enorme patio empedrado, miró su reloj y
notó que aún faltaban poco más de dos horas para que el amanecer llegara otra
vez. Inhaló profundo sintiendo ese dolor cortante en el pecho al llenar sus
pulmones del gélido aire que ya se hacía presente en la ciudad debido al otoño.
Cerró los ojos y esperó a que la lucidez llegara a su mente. El asunto ocurrido al
inicio de la noche no había abandonado su cabeza ni un solo segundo. Había
pensado que tal vez luchar en las calles ayudaría, pero no contó con que la
mujer de Sasuke iniciaría su transición justo en ese momento.

¿Quién lo hubiera dicho? Sasuke enamorado de la elegida mestiza. Vaya que el


mundo era muy pequeño y cambiante, y que más rápido caía un hablador que
un cojo. Porque, hasta donde sabía, la única mujer que había estado en su vida
como posible compañera había sido Ino, hermosa descendiente de una
respetada línea de sangre; aunque claro, eso había terminado con la llegada de
Kiba.

Tal vez no lo dijera, pero se alegraba por su hermano. Durante las últimas horas,
había esperado que su mujer superara satisfactoriamente el cambio. Y cuando
Shikamaru les había dicho que así había sido, no pudo hacer nada más que
unirse inadvertidamente al alivio del resto de la cofradía. Ya había sido hora de
que Sasuke encontrara a su compañera. Lo merecía. Porque a diferencia de él,
el rey de la raza era un héroe; frío, calculador, arrogante y con un genio de los
mil demonios, pero un héroe al fin y al cabo. Un gran héroe. Y no un jodido
maldito bastardo asesino como lo era él.

Sí, eran muy diferentes. Y era por eso por lo que Sasuke merecía ser feliz.
Porque eran tan opuestos que era obvio que él no lo sería nunca.

Miró hacia la imponente mansión que se alzaba justo en frente. La ligera nube
blanquizca formada por el aliento que salió de su boca, nubló su vista
momentáneamente. Sabía que en algún momento, muy cercano, tendría que
atravesar las gruesas puertas de madera sólida y encarar el desastre que había
causado. Con andar lento fue acercándose a la casa, evaluando mentalmente
sus opciones.
Lo primero que haría sería decir 'lo siento' una vez más. Estupendo. Esa mujer
debía sentirse afortunada porque era la persona viva con la que más veces se
había disculpado. Hizo un ligero mohín. Vale, tal vez la palabra 'afortunada' no
era la más adecuada.

Tan pronto como atravesó una de las puertas, el mayordomo a cargo de toda la
casa apareció frente a él. El rostro del anciano mostraba lo cauteloso que estaba
siendo a cada paso que daba hasta detenerse, manteniendo una distancia
prudente entre ellos. No le sorprendió ni le ofendió en absoluto.

Danzou hizo una profunda reverencia.

— Mi señor.

Gaara no dijo nada. Mantuvo la mirada clavada en el anciano hasta que éste se
irguió y continuó hablando.

— Sólo quería informarle que me he dedicado asiduamente a la tarea que usted


y el señor Sasuke me asignaron. He estado buscando hogares adecuados para
su invitada.

— ¿Y? ¿qué has averiguado?

— Bueno, mi señor, he estado revisando algunas propiedades con las


características que los señores Kiba, Neji, Naruto, y por supuesto usted, me han
dado; y estoy considerando un par de casas como verdaderas opciones. Aún
falta el asunto del mobiliario, pero espero resolverlo a la brevedad.

De nuevo, ninguna palabra salió de la boca de Gaara. Hubo un asentimiento


breve con la cabeza.

— Está bien. Infórmame tan pronto como hayas elegido la casa y la tengas lista.
Quiero que sea acorde a sus necesidades ¿estamos?

— Por supuesto, mi señor.

Gaara dejó al hombre parado en el vestíbulo, y comenzó su ascenso por la


hermosa escalera curva revestida de terciopelo rojo con su baranda forrada de
oro. Avanzó unos cuantos pasos por el corredor principal del segundo nivel de la
mansión cuando escuchó un par de risas femeninas, haciéndolo detenerse. El
aroma a jazmines llegó hasta él, pero también lo hizo la fresca esencia del
océano. Reinició su camino con andar trepidante, dobló por una esquina para
llegar al pasillo donde se encontraba su habitación.

— Aléjate de ella —dijo fríamente al ver a su hermana con Kaiya. Su voz sonó
como un fuerte estruendo entre las paredes del corredor.
Ambas mujeres se sorprendieron a causa de su repentina presencia. Dando
grandes zancadas, Gaara llegó hasta ellas, clavando su gélida mirada en la
rubia. De inmediato tomó a Temari por el brazo y la alejó un par de metros de
Kaiya. Luego la apoyó contra el muro, apoyando las manos a ambos lados de su
cabeza para negarle cualquier posibilidad de escape.

— No quiero verte cerca de ella ¿me escuchaste? Mantente al otro lado de la


casa y no intentes ninguna idiotez ¿estamos?

Temari no respondió ni mostró algún indicio de incomodidad o temor, solamente


permaneció fijando su mirada en la de él, como si intentara enviarle un mensaje
de esa manera. Gaara no lo soportó y golpeó el muro con ambas palmas.

— ¡Maldita sea, Temari! ¡No te acerques a ella otra vez, te lo advierto!

Antes de que alguien pudiera hacer o decir otra cosa, Shikamaru apareció en el
pasillo. Al ver la escena de su mujer estando acorralada por el pelirrojo, sus
instintos salieron a relucir. Con velocidad sobrehumana se acercó a ellos, tomó a
Gaara por la chaqueta y lo golpeó con todas sus fuerzas contra el muro al otro
lado del pasillo, haciendo vibrar las esculturas que había en el corredor.

— No quiero que te vuelvas a acercar a mi mujer ¿entiendes? —espetó


mostrando sus comillos como advertencia.

Gaara sonrió irónico y fijó su fría mirada aguamarina en los ojos del hombre
frente a él.

— Yo lo entiendo —dijo al tiempo que se deshacía del agarre de su cuñado—.


Quien parece no entenderlo es tu mujer —apuntó con la cabeza hacia Temari—
Así que díselo a ella, no a mí. Y si no quiere hacerte caso, pues entonces ponle
una correa.

Shikamaru estaba a punto de lanzarse contra él, pero Temari se interpuso en su


camino.

— Basta —susurró intentando ocultar el quiebre de su voz— Deja que se vaya.

El hombre la miró y luego vio al guerrero. Hubo un intenso intercambio de


miradas entre ellos y entonces el pelirrojo caminó hacia su habitación, tomando
a Kaiya por el codo.

Cuando estuvieron dentro, la mujer se deshizo de su agarre.

— Suéltame —dijo— ¿Puedo preguntar qué es lo que pasa contigo? ¿Cómo


puedes tratar así a tu hermana?
Gaara comenzó a pasearse de un lado a otro frente a ella, intentando controlar
todas esas cosas que se revolvían en su interior y que lo alteraban por completo.
Apenas podía llevar aire hasta sus pulmones.

— No quiero que vuelvas a estar con ella ¿lo entiendes? No te quiero cerca de
Temari.

— Disculpa, ¿acaso estás prohibiéndome algo?

— Sí.

— ¿Y quién te crees? Ella es tu hermana, tu única familia…

— ¡Ella no es mi familia! —exclamó él, dejando de pasear por la habitación—


Ella no es mi familia… yo no te digo nada referente a tu padre así que tampoco
lo hagas sobre ella ¿estamos?

Kaiya guardó silencio.

— ¿Cómo…? —entonces recordó a Neji y su hipótesis de que él podía leer su


mente. Si él podía…— ¡Deja de hacerlo! ¡No quiero que te metas en mi cabeza!
Si quieres saber algo, pregúntame.

— Claro, y tú vas a responderme ¿no? —dijo sarcástico.

— Al menos podría intentarlo. Además, sería bueno que me dejaras conservar la


poca intimidad que aún me queda ¿no crees?

— ¡Quién habla de privacidad en estos momentos!

— E…esto no tiene nada que ver. Estábamos hablando de tu familia —dijo ella
— ¿Cómo puedes negar así a tu hermana?, y además decirle todas esas cosas.
Tan… tan…

— ¿Crueles? —esbozó una media sonrisa irónica— Pues déjame darte una
noticia de último minuto: yo soy así. Cruel. Que tú hayas sido tan ingenua como
para haber pensado lo contrario no es culpa mía. Ya va siendo hora de que lo
entiendas.

Kaiya guardó silencio. Un dolor punzante se instaló en su pecho, oprimiendo el


lugar donde ella imaginó que estaba su corazón. No supo si pasaron tan sólo
segundos o largos minutos, pero en ningún momento el sofocante silencio dejó
de estar presente en la habitación.

— Quisiera irme de aquí… —susurró lenta y quedamente, buscando evitar que


su voz sonara quebrada.

— Pues la puerta está justo frente a ti y es muy grande. Puedes irte cuando
quieras. —respondió Gaara de manera tan hiriente que hizo que el hueco en su
pecho se expandiera.

Una suave brisa llegó hasta su rostro y luego escuchó la puerta del cuarto de
baño azotarse.

Ahora estaba segura de que no podía respirar gracias a esa opresión que sentía
en el pecho. Suspiró largamente, sintió a su perro junto a ella y comenzó a
caminar hacia la puerta. Inspiró profundo y luego vació sus pulmones, dejando
escapar el aire lo más lentamente que pudo, diciéndose que no podía… ella
tenía prohibido llorar.

Aun cuando ahora sintiera que no podía controlarlo.

Sus pasos eran débiles, inseguros; a pesar de que su perro iba justo frente a
ella, guiándola. No tenía idea adonde se dirigía, pero no le importaba. Lo único
que sabía era que debía alejarse tanto como le fuera posible.

— ¿Qué crees que estás haciendo?

Escuchó detrás de ella, haciéndola detenerse. Lentamente se giró, reconociendo


esa voz y la fragancia masculina que estaba llenando su nariz.

— Neji…
Capítulo 22

Kaiya mantuvo el rostro desviado hacia un lado, mientras pensaba en las


posibilidades que existían para no responderle.

— Te hice una pregunta. ¿Qué estás haciendo paseando por los pasillos a estas
horas y sola?

Ella inhaló profundo.

— Estaba buscando a… Da… Da…

— ¿Danzou? —Ella asintió— ¿Y para qué?

De nuevo sopesó las posibilidades de no decirle nada, pero sabía que Neji lo
averiguaría de una u otra manera. La privacidad no existía en ese mundo.

— Quisiera estar en otra habitación, si no es mucha molestia.


— ¿Por qué? —la mirada de Neji se ensombreció cuando su mente comenzó a
maquinar las posibles razones para que ella pidiera algo así, y ninguna de ellas
era para nada alentadora—. ¿Sucedió algo? ¿Gaara te…?

Ella movió la cabeza.

— No, él no ha hecho nada —Neji supo que mentía—. Pero siento que ya he
abusado mucho de él y quisiera regresarle su espacio.

— ¿Segura? —Kaiya asintió— De acuerdo. Entonces sígueme, te llevaré a tu


nueva habitación.

— En realidad preferiría que…

— Danzou está ocupado en estos momentos preparando la última comida. —Se


apresuró a decir—. Tranquila humana, te lo dije en la enfermería ¿recuerdas?, te
di la oportunidad de que eligieras pasar un muy buen rato conmigo y la
rechazaste…

— Cosa que seguramente no te pasa a menudo ¿verdad? —le interrumpió ella.


Neji sonrió un poco.

— Así es, pero si lo has reconsiderado, podríamos divertirnos un poco.

— Eso no sucederá. —se apresuró a responder.

— Sabía que dirías eso. Ven —le tomó ligeramente la mano, pasando su
antebrazo debajo del suyo para así guiarla.

Luego de moverse hasta el otro lado de la mansión, se detuvieron frente a las


puertas de una habitación. Las puertas se abrieron con la voluntad de él y
ambos entraron.

— Ordenaré que traigan tus pertenencias a esta habitación.

Kaiya esperó a que Neji se despidiera y la dejara sola, más no ocurrió.

— ¿Te importaría si comenzamos de nuevo? —dijo él causándole un ligero


sobresalto.

— ¿A qué te refieres?

— Me refiero a nuestros primeros… encuentros. No soy alguien fácil de


sobrellevar la mayor parte del tiempo, pero quiero demostrarte que no soy tan
malo como tú crees.
Kaiya hizo un ligero mohín mientras estudiaba las palabras de aquel hombre.
Finalmente luego de unos segundos, asintió.

— Pero antes… —dijo ella— necesito que hagas algo por mí.

Neji frunció el entrecejo.

— ¿Qué cosa?

— Quédate quieto.

La intriga fue en aumento junto con el recelo dentro del cuerpo del vampiro.
Kaiya avanzó lentamente hacia él, deteniéndose a unos pocos centímetros de
distancia, lo suficiente para que el aroma de ella llegara perfectamente a su
cerebro. Extendió su mano derecha y entonces tocó su rostro. Fue más un ligero
roce de la piel de las puntas de sus dedos sobre su cara. Eso lo hizo sentir
extrañamente nervioso. Aquel contacto le parecía más avasallador que cualquier
otro, y eso que él sabía intimar perfectamente con las mujeres.

— Niña, ¿no preferirías tocarme estando los dos sobre una cama? —dijo luego
de unos segundos.

— Sólo cállate —respondió mientras las yemas de sus dedos se deslizaban


sobre los labios de él. Terminó de tantear un poco su cuello y repentinamente
volvió a alejarse un par de pasos— De acuerdo. —Extendió su brazo hacia él—
Soy Kaiya.

Neji tomó su mano con delicadeza, se inclinó y posó un suave beso en su dorso,
haciendo que ella se sonrojara.

— Mi nombre es Neji y es un placer conocerte.

La escuchó reír y eso lo hizo sonreír a él. Volvió a erguirse y repasó la


habitación con la mirada.

— Los muebles están dispuestos de forma casi similar en todas las habitaciones
por lo que no deberías tener inconvenientes con ésta. La diferencia es que aquí
hay una cómoda junto a la puerta del baño ¿de acuerdo?

Kaiya asintió.

— Por cierto —dijo ella— No me digas 'niña'. No pareces ser mayor que yo.

— Ah, te sorprendería nuestra diferencia de edades, humana. Tus ancestros


también deberían tratarme con respeto—ella volvió a sonreír y de nuevo
quedaron en silencio— No quiero molestarte pero, ¿puedo preguntarte qué te
pasa?

— Nada. Estoy bien. Sólo un poco cansada.

— Mientes.

— ¿Disculpa?

— Estás triste aunque quieras ocultarlo. O más bien, estás dolida.

El rostro de Kaiya dejó de mostrar emoción alguna y el tono de su voz adquirió


completa neutralidad.

— No entres en mi cabeza. Se lo dije a Gaara y te lo digo a ti: si quieres saber


algo acerca de mí, pregúntame. Pido conservar la poca privacidad que aún
poseo, si no te importa.

— De acuerdo, así será. —respondió él haciendo un ligero asentimiento con la


cabeza—. Pero quiero aclarar que no necesito leer tu mente ni utilizar ninguna
de las habilidades con las que la genética vampírica me ha dotado para saber lo
que te sucede. Eres humana y eso es suficiente para mí.

— No te entiendo.

Neji esbozó una media sonrisa. Comenzó a caminar a su alrededor,


estudiándola a detalle.

— Te lo diré de una forma sencilla: soy extremadamente sensible a las


emociones de ustedes los humanos. Así que, aun cuando me lo proponga, me
es imposible hacer caso omiso de lo que tú me proyectas. —Se detuvo frente a
ella— Sin embargo, respetaré tu privacidad y no indagaré los motivos de tus
emociones a menos que tú quieras contármelos.

— Gracias.

Neji reinició su movimiento alrededor de ella. Kaiya se incomodó en la tercera


vuelta.

— Deja de hacerlo —dijo girando sobre sí misma para intentar encarar al


vampiro— ¿Acaso fuiste un buitre en tu otra vida o algo así?

Neji se detuvo mientras la sonrisa en su rostro se hizo más amplia. El tenue


gesto se convirtió en una pequeña risa que poco a poco se hizo más notoria.
Cuando el sonido llegó a oídos de Kaiya algo increíble sucedió: le pareció ver
una luz blanca justo frente a ella.
De manera instintiva dio un paso hacia atrás.

— ¿Qué ocurre? —cuestionó Neji borrando todo gesto de su rostro—. Pensé


que ya habíamos aclarado nuestras diferencias.

— N…no… es…es sólo que… —se frotó el rostro con ambas manos—. Lo mejor
es que me vaya a acostar. Ya estoy alucinando.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque estoy casi segura de que acabo de ver una luz blanca frente a mí.

Escuchó la profunda exhalación de Neji.

— Sí, tal vez sea cansancio. —dijo él con una falsa neutralidad que rayaba en la
frialdad— Duerme un poco. Enviaré a alguien para que te ayude y te traiga la
última comida.

— Gra… —no terminó de decir aquella simple palabra pues sintió la presencia
de Neji alejarse, dejándola sola en la habitación.

Una vez que el hombre creyó haberse alejado lo suficiente, se detuvo fijando su
mirada hacia el enorme cuadro que decoraba uno de los altísimos muros que
conformaban el corredor. Volvió a exhalar profundo y siguió su camino de vuelta
al primer piso de la mansión.

Una vez que Sakura volvió a quedarse dormida, Sasuke se levantó de la cama,
fue hacia el armario y reemplazó los pantalones y la camisa mojados por unos
secos. Fue al baño para mojarse la cara, luego dio una última mirada a la mujer
que dormía en su lecho y salió sigilosamente de la habitación.

Al llegar a la estancia, vio a Kiba acostado en el sofá con Ino entre sus brazos
completamente dormida. El hombre abrió los ojos y al ver a Sasuke ahí le hizo la
seña de que no hiciera ruido, luego de desasió del delicado brazo que había
sobre su abdomen y se levantó.

— ¿Qué hacen aquí? —preguntó Sasuke murmurando.

— Quisimos quedarnos en caso de que necesitaras algo. ¿Cómo está tu mujer?

Sasuke no se extrañó al darse cuenta de que Kiba sabía lo relacionado con


Sakura. Luego de su inesperada huida hacia el apartamento de junto, toda la
cofradía debía haberse enterado de todo.

— Agotada, pero bien.


Entonces el otro guerrero vio la enorme herida, mezcla de abertura por navaja y
dos marcas de colmillos, que tenía en el cuello.

— Habrá que curarte eso.

— Estoy bien. —espetó.

Kiba sonrió ligeramente. A pesar de todo, ese hombre que estaba frente a él
seguía siendo el gran Sasuke Uchiha, y eso significaba que no aceptaría las
atenciones de nadie.

El azabache miró el apartamento, percatándose de que ya no había nadie


excepto ellos cuatro. Obviamente Kiba había enviado a los demás a casa,
pero…

— ¿Dónde está el humano?

El guerrero le hizo señas para que lo siguiera fuera del apartamento, caminaron
por el corredor hasta el apartamento de Sakura y luego hacia la habitación de
ella. El humano yacía inconsciente sobre la cama.

Afortunadamente -o no- aún respiraba.

— Gaara estuvo a punto de asesinarlo un par de veces, —explicó su compañero


— pero supuse que querrías hacerlo tú mismo.

Sasuke no sabía si alegrarse o reprocharle a Kiba que hubiese contenido a


Gaara. Ver al humano acostado sobre esa cama donde Sakura había dormido
tantas veces hacía que la sangre comenzara a pesarle en las venas. Hubiera
sido un gran pretexto, después de todo, él técnicamente no tenía nada que ver
porque había estado al pendiente de ella. Kiba le extendió una daga.

— Tienes todo el derecho de reclamar su vida si así lo deseas. Es sólo un


humano.

Sasuke miró el arma y luego vio el cuerpo inconsciente. Sus instintos pedían a
gritos que lo asesinara, pero sabía que Sakura no se lo perdonaría. Odiaba
aceptarlo, pero ese humano era importante para ella. Además, y quizás lo más
importante, a partir de ese momento Sakura, su Sakura, no volvería a dormir en
esa cama y, si todo seguía su curso, ese humano no aparecería más en sus
vidas.

Negó con la cabeza y Kiba llevó la daga de vuelta a la cartuchera que tenía en el
torso.

A pesar de que sentía que estaba haciendo lo 'correcto', Sasuke no podía estar
cómodo en ese lugar.

— Llama a Shikamaru. —ordenó dando la vuelta para dirigirse a la salida—.


Quiero que deje este lugar incomunicado. No quiero que el humano pueda
escapar de aquí.

— ¿De qué hablas? —preguntó Kiba sin comprenderlo—. Faltan dos horas para
que amanezca. Shika necesita más tiempo para…

— Por eso te estoy diciendo que lo llames ahora.

Kiba apoyó la mano sobre el hombro del azabache y lo forzó a detenerse.

—… Además, si no quieres matar al humano, sólo límpialo. No necesitas


mantenerlo como prisionero, y hasta donde yo sé no te gustan las mascotas.

Sasuke clavó su fría mirada en el hermano.

— Vas a hacer lo que te ordeno: llevarás tu trasero a la mansión, me traerás el


de Shikamaru para que aísle este lugar y le dirás a Danzou que traiga uno de los
autos.

— ¿Para qué?

— No voy a dejar a Sakura aquí. Ahora, ¿hay algo en lo que no me haya


explicado?

La respuesta de Kiba fue desvanecerse. Sasuke volvió a su apartamento. El


sofá estaba vacío. Siguió el camino del corredor hacia su habitación y encontró
la puerta abierta. Ino estaba sentada sobre la cama, acariciando el cabello de
Sakura, parecía una madre velando el sueño de lo más preciado para ella: su
hija.

La mujer rubia alzó la vista al sentir su presencia.

— No tienes idea de cuánto me alegra que por fin esté con nosotros —susurró
sin dejar de lado su tarea de pasar los dedos a través de los mechones rosados
— Tenía tanto miedo de que no fuera así.

Sasuke se acercó a ella.

— Yo también. —admitió, ganándose una rápida mirada de asombro por parte


de Ino.

— Es la primera vez en mucho tiempo que reconoces abiertamente algo así —


comentó con una ligera sonrisa dibujada en el rostro. Sasuke imitó el gesto,
aunque permaneció como la media sonrisa que siempre era. Además, no le
importaba haberlo dicho porque Ino sería la única persona que lo escucharía
decirlo— Pero supongo que te entiendo. Las cosas por las que más hemos
temido durante mucho tiempo, siempre han terminado de la peor manera para
nosotros. —soltó un gran suspiro. Volvió a mirarlo— aunque esta vez podría
significar que las cosas están cambiando ¿no crees?

— La verdad no sé —se limitó a decir. La vida le había enseñado a que la


esperanza no es algo que debas conservar y mucho menos desear si quieres
sobrevivir.

Ambos permanecieron en silencio hasta que diez minutos después, Kiba y


Shikamaru aparecieron en la estancia. De inmediato, el descendiente de la línea
de sangre Nara se dispuso a trabajar en el apartamento de junto, no sin antes
exponer su obvio descontento al tener que hacerlo bajo presión.

— ¿Olvidaste decirle a Danzou lo del auto? —le preguntó Sasuke a Kiba luego
de asomarse por la ventana y ver la calle vacía.

— No se lo dije —respondió cansino— porque mi camioneta está estacionada


abajo. La traje durante el transcurso de la noche así que podemos partir cuando
quieras.

— Entonces que sea ahora.

Kiba asintió.

— ¿Dónde está Ino?

— Con Sakura.

Ambos hombres entraron a la habitación, Sasuke tomó a Sakura en brazos,


envolviéndola con las sábanas, y comenzó su andar hacia la puerta,
deteniéndose solamente cuando Ino le colocó su pesado abrigo de cuero a la
pelirosa. Minutos más tarde, los cuatro iban en camino hacia la mansión, Kiba
conduciendo, Ino a su lado y en el asiento trasero Sasuke y Sakura, quien aún
dormía profundamente.

Atravesaron la barrera de genjutsu, las enormes puertas de acero y Kiba


estacionó el Escalade frente a la puerta. De inmediato, Sasuke subió las
escaleras hacia su habitación, dejando a la otra pareja en el vestíbulo.

— Te veré en unas horas —dijo Kiba, captando inmediatamente la atención de


su mujer.

— ¿A dónde vas?
— Iré a ayudar a Shika con el trabajo que le encomendó Sasuke. Intentaré estar
aquí a mediodía

Ino asintió, recibió un beso en los labios y otro más en la frente antes de ver
desaparecer a su hombre en medio del patio.

Las horas seguían su curso dentro de la mansión, donde la gran mayoría de sus
inquilinos buscaban descansar. Sólo uno no podía conseguirlo.

Gaara se encontraba dando mil y un vueltas a lo largo del enorme colchón.


Finalmente, decidió abandonarlo, yéndose a tumbar sobre el montón de viejas
mantas que había cerca de la ventana. Aquella cama no era igual sin ella.

Frotó sus ojos con fuerza, no quería aceptarlo, pero era un hecho que había sido
realmente un imbécil con ella. Sabía que no debía haber reaccionado de aquella
manera por haberla visto en compañía de Temari, pero no pudo evitarlo.
Simplemente no podía soportar la idea de que esa perfecta desconocida que
compartía su línea sanguínea se acercara a ella. Porque nada bueno salía de
confiar en esa mujer. Él lo sabía de primera mano.

Se recostó sobre su costado derecho para mirar fijamente la placa oscura que
cubría la ventana. Era en momentos como aquellos en los que recordaba cómo
había pasado gran parte de su vida. Cerró los ojos y de nuevo se sintió
transportado a aquella época…

El murmullo de las plegarias que se habían pronunciado en honor a su hermano,


había cesado. ¿Cómo podía ser posible? ¿Realmente él había muerto? Sí, eso
era obvio. Miró hacía su antebrazo derecho, aún tenía las heridas propinadas
por el cuchillo de aquel cazador. Era la única señal que quedaba de lo ocurrido
la noche anterior.

Todo había cambiado en tan sólo un instante. Su hermano mayor le había


invitado a acompañarlo en un viaje relámpago hacia el castillo de uno de los
hombres con los que su padre entablaba negocios, el rey Fugaku. Iba a ser la
primera vez que Gaara presenciaría el esplendor del festival consagrado a la
diosa de la raza y eso le llenaba de emoción y expectativa, pero nunca se
imaginó el horror con el que se encontrarían al llegar ahí. La gente corriendo de
un lado a otro, intentando huir de una amenaza de la que ellos dos no fueron
conscientes hasta que se encontraron de frente a ella.

No supo precisar el momento en el que aquel cazador había aparecido en su


camino, pero se dio cuenta de él cuando se vio a sí mismo corriendo junto a su
hermano buscando un refugio. Cuando ya no hubo más hacia donde huir,
Kankuro y él intentaron hacerle frente sin mucho éxito. Y era obvio. ¿Cómo
hubiesen podido si era tan sólo los hijos de un comerciante?
Y sin embargo, su hermano había conseguido herirlo en un costado en dos
ocasiones antes de que el cuchillo del akatsuki le abriera la garganta, dejándolo
desangrar. Los ojos del akatsuki se habían posado en él y había intentado
apuñalarlo, pero de manera instintiva él había levantado su lánguido brazo
recibiendo la estocada. Luego, inesperadamente, cuando el cazador se disponía
a concluir su trabajo, simplemente se desvaneció frente a él.

Su carácter de hermano menor era tan débil que sin más él también terminó en
el piso debido más a la impresión que a la perdida de sangre.

Cuando había recobrado el conocimiento, el cuerpo de su hermano y el del


cazador yacían cerca de él. Ambos sin vida. Intentó alcanzar la mano de su
hermano, pero la luz del alba calcinó el cuerpo antes de que lo consiguiera.

Horas más tarde, de nuevo al anochecer, su padre había enviado por ellos
encontrándose con la terrible noticia de la muerte de su progenitor. Y era así
cómo se hallaba ahora ahí, en su habitación, sin tener el valor de afrontar a su
padre, repasando una y otra vez cada uno de los movimientos que había hecho
la noche anterior, intentando buscar algún factor que hubiese marcado la
diferencia. Y lo encontró. Él. Si él ya hubiera pasado por la transición, habría
podido contar con más fuerza y más velocidad para poder ayudar a su hermano,
sin depender totalmente de él. Habría podido quitarle el cuchillo al cazador y él
hubiera sido quien terminara con la garganta abierta.

Si tan sólo él…

La pesada puerta de su habitación se abrió intempestivamente, dejando ver la


figura tambaleante de su padre a través de ella, en compañía de dos de los
sirvientes. No sabía qué tanto tiempo había permanecido sumido en sus
reflexiones, pero debió de haber sido bastante si su padre había conseguido
ponerse en ese estado.

Sin darle tiempo a pensar qué sucedía, ambos lacayos lo tomaron bruscamente
de los brazos, llevándolo casi a rastras por las escaleras hasta llegar a los
calabozos ubicados en lo más bajo de aquella sencilla pero majestuosa
fortaleza. Sus manos fueron atadas con grilletes fijados en el piso mientras él
gritaba pidiendo explicaciones. Entonces ambos hombres se alejaron, quedando
solamente él y su padre. Aquella imponente figura fue acercándosele paso a
paso, hasta que le fue posible distinguir, con la nula luz que daban las antorchas
colgadas en las esquinas alejadas, la expresión desencajada de su padre, sus
ojos enrojecidos gracias a los efectos del vino y las lágrimas, y el látigo con
puntas de metal que llevaba en su mano derecha.

— Mataste a mi hijo…
Gaara supo lo que sucedería y sólo pudo articular una palabra en tono
suplicante:

— Padre…

El hombre se colocó a sus espaldas. Vio la lánguida sombra proyectada sobre el


suelo sucio, aquel brazo elevando en el aire y luego descendiendo velozmente,
haciendo impactar las puntas de metal sobre toda la extensión de su espalda.

El dolor lo invadió rápidamente, escapando de su cuerpo como gritos


ensordecedores a la par que aquel trozo de cuero y metal arrancaba pedazos de
su piel. El ardor se extendía por todo su cuerpo, adormecía sus piernas y sus
brazos, sentía los cálidos ríos de sangre correr por su espina dorsal a la misma
velocidad que lo hacían las lágrimas sobre sus mejillas. Sin embargo, aquel
dolor no se comparaba con el que sentía en su pecho. Dentro de él, algo le
decía que eso sólo sería el comienzo, que ese día no solamente había perdido a
su hermano mayor sino también… a su padre…

Dentro de sus pesadillas, el golpeo sobre la puerta se abrió paso haciéndolo


salir de aquel terrible lugar. De un salto se puso en pie, su respiración era
agitada y el sudor cubría su cuerpo. Tuvo que mirar insistentemente a su
alrededor para confirmar que había regresado a la mansión.

— Gaara… —volvió a escuchar junto con otro golpe a la puerta.

Se puso en pie y atravesó la habitación en unas cuantas grandes zancadas.


Abrió parcialmente la puerta, sólo lo suficiente para ver el rostro de quien estaba
llamando.

— ¿Qué quieres? —preguntó sin siquiera mirarlo.

— Sa… —Kiba se quedó inmóvil al verlo. Gaara estaba frente a él, cubierto de
sudor y totalmente agitado. Parecía diez siglos más viejo—. ¿Te encuentras
bien?

— Eso no te importa. ¿Qué es lo que quieres?

— Las pesadillas han vuelto ¿verdad?

— ¡¿Qué mierda quieres? —espetó con más frialdad que antes.

Kiba guardó silencio un par de segundos. Todo confirmaba su teoría y eso no


hacía más que preocuparlo. Deseaba ayudarlo, en verdad lo deseaba. Pero de
nuevo sintió aquella barrera que había aparecido desde el primer momento en
que lo vio. Durante los últimos días pensó que eso había quedado atrás, que tal
vez… pero se había equivocado, porque el Gaara que había encontrado hacía
tanto tiempo había regresado, estaba ahí, justo frente a él.

Ahora tenía que volver al principio: no presionar.

— Sasuke nos quiere a todos en el estudio. Vístete, te espero en las escaleras.

La respuesta que recibió fue un portazo en la cara. No puedo evitar sentirse


oprimido, y tal vez un poco molesto. ¿Por qué no podía hacer algo más por él?
¿Por qué nada podía sacarlo de aquel agujero donde se encontraba?

Dentro de las cuatro enormes paredes color verde oscuro, los siete hokages se
encontraban en sus ya comunes posiciones, todos atentos a lo que se hablaba
en la reunión pero a la vez pensando en otras cosas. Shikamaru apenas había
vuelto del apartamento junto con Kiba, el descendiente de la línea sanguínea
Inuzuka tuvo que concluir el trabajo solicitado por Sasuke cuando el sol
comenzó a despuntar en el horizonte. Luego, al anochecer, habían regresado a
la mansión para establecer aquella reunión.

La cuestión de aquello era simple: una noche sin rondas no era algo que se
podía tomar a la ligera. La guerra siempre había sido constante, salvó pequeños
períodos de inactividad debido a la migración de las colonias vampíricas de un
lugar a otro, así que el hecho de haber carecido de actividad surtía efecto sobre
la tensa balanza inclinándola muy ligeramente en su contra.

— Sé que el número de akatsukis ha descendido en los últimos tiempos, pero


sabemos que no podemos confiarnos. Orochimaru no es de los que se queda
mucho tiempo con los brazos cruzados y mucho menos ahora…

Todos sabían a lo que él se refería: su mujer, mestiza.

—… así que no podemos bajar la guardia. Sin embargo, tampoco quiero que se
exijan demasiado. Shikamaru considera que lo mejor es establecer un horario
para las rondas y así que cada grupo que normalmente somos descanse una
vez cada quince días ¿qué les parece?

Todo el grupo dio su punto de vista aprobatorio para la nueva medida.

— Bueno, entonces así se hará en breve. —miró a uno de los vampiros


sentados en el sofá— Entonces la relación del horario queda bajo tu cargo,
Shikamaru —recibió un mudo asentimiento y volvió su atención a todo el grupo
— Ahora vayan a prepararse. Iniciamos en quince.

Uno a uno los guerreros fueron abandonando el estudio, quedando solamente


en el interior a petición de Sasuke, Gaara, Neji y Kiba. Los primeros porque eran
los dos en cuestión y el último, bueno pues sencillamente porque cuando se
trataba de Gaara, Kiba era el seguro de esa arma letal.
— ¿Alguien me puede decir qué hace la humana al otro lado de la mansión? —
preguntó el azabache.

Durante los primeros dos segundos todo fue un silencio sepulcral, así que tuvo
que insistir.

— ¿Qué demonios pasó anoche? —Miró al pelirrojo que permanecía en su


habitual rincón— ¿Gaara?

— Yo te puedo explicar —dijo Neji— Anoche, cuando regresé al complejo, la


humana estaba vagando por los pasillos del segundo piso, le pregunté que
sucedía y me dijo que quería otra habitación porque ya no quería estar con él —
añadió apuntando con la cabeza hacia el pelirrojo.

"Así que era eso", pensó Kiba mientras estudiaba el rostro del guerrero de ojos
claros.

— ¿Y por qué estaba en el pasillo si se suponía que estaba bajo tu protección,


Gaara? —pronunció su nombre con mayor realce para intentar llamar su
atención.

El aludido lo ignoró olímpicamente. Dejó de mirar por la ventana y comenzó su


camino hacia la salida, lo que terminó por colmar la paciencia de Sasuke.
Cuando el pelirrojo pasó frente a la chimenea, vio interrumpido su camino por un
par de manos que lo tomaron por los hombros y lo golpearon contra el muro.

— ¡Escúchame bien jodido imbécil! —gritó el azabache, mostrando los colmillos


—. En este mismo instante me vas a dar una explicación porque si no me la das
tú la voy a extraer de la mente de la humana y lo que le hayas hecho te lo haré
multiplicado por cien ¿entiendes? —el otro guerrero permaneció impávido.
Sasuke lo golpeó contra el muro una vez más— ¿Qué mierda sucedió ayer?

Gaara sólo lo miró con ironía. Parecía que se estaba burlando de él.

— Lo lamento, papá. No sabía que seguías vivo. —espetó con su común


sarcasmo y frialdad.

Toda la paciencia que había dentro de Sasuke se terminó, elevó su puño


dispuesto a golpear a Gaara mientras el pelirrojo se preparó para recibir el
golpe. Una pelea era justo lo que necesitaba. Sin embargo, cuando ya
imaginaba el dolor en su rostro, no sintió nada.

Kiba se había interpuesto entre ambos guerreros. Tenía su mano envolviendo el


puño de Sasuke y su mirada clavada en la del rey.
— Cálmate. No lo hagas. No ahora. —Sasuke estaba a punto de replicar. No
estaba de humor para soportar a Gaara y su actitud de insufrible, pero luego de
ver la mirada de Kiba, supo que algo andaba mal.

De mala gana retrocedió liberando al pelirrojo.

— Por tu bien espero que no hayas cometido ninguna estupidez —sentenció


mientras devolvía su abrigo a su posición original.

Gaara volvió a ignorarlo y se encaminó de nueva cuenta hacia la salida.

— La humana queda bajo mi protección —dijo inesperadamente Neji,


ocasionando que se detuviera frente a la puerta y volteara a verlo.

— No. —respondió Sasuke.

— Te lo estoy anunciando. No estoy pidiendo tu autorización.

— ¿Por qué?

Neji miró de soslayo a Gaara. Si aquel imbécil iba a jugar a hacerse el duro, él
también entraría al juego.

— Porque la quiero para mí. Lo que pueda hacerle definitivamente será mejor
que lo que sea que le haya hecho Gaara ¿no crees?

Tan pronto como terminó de decirlo, el azote de la puerta hizo retumbar los
cristales de la ventana. Neji no pudo evitar sonreír divertido. Había conseguido
su objetivo. Kiba le lanzó una mirada furtiva llena de cólera.

— Lo hiciste a propósito ¿verdad? —musitó. El ojiperla sólo se encogió de


hombros.

— Al infierno con eso, Neji. —interrumpió Sasuke. Se acercó en dos zancadas


hacia el castaño y le apuntó con el índice sobre uno de sus pectorales—
Escúchame bien, no quiero disputas en la cofradía por una humana ¿estamos?
Así que puedes ir a X-tasis o a cualquier otro club del centro a follarte a cuanta
puta quiera pero no vendrás a hacer tus estupideces aquí ¿quedó claro?

El aludido soltó una pequeña risa mientras sacaba un cigarro y el encendedor de


oro, del bolsillo de sus pantalones.

— Seguro —respondió con ironía antes de abandonar la habitación.

Cuando Sasuke vio la puerta cerrarse, miró al hombre que permanecía detrás de
él— Kiba, quiero que te encargues de la humana junto con Naruto, dile a
Danzou que acelere la búsqueda de lo que le pedí. Quiero a esa humana fuera
de esta casa lo más pronto posible. Antes de que uno de esos dos termine
muerto ¿estamos?

— Claro. —respondió poco convencido. Luego vio al rey desaparecer a través


de la puerta.

No le parecía justo que Sasuke culpara a Kaiya de lo sucedido. Estaba claro que
algo había ocurrido entre ella y Gaara, y también que algo ocurría con Neji, pues
a pesar de que siempre se había caracterizado por fastidiar al mundo con su
extrema 'sinceridad', algo había detrás de su comportamiento para provocar a
Gaara sólo para molestar.

Definitivamente algo estaba ocurriendo entre esos tres y había que averiguarlo
antes de que Sasuke tuviera razón y las cosas terminaran mal.

La sensación de haber dormido más que suficiente saturó el cuerpo de Sakura.


Abrió los ojos y notó que tenía noción de su alrededor aún en la oscuridad.
¿Dónde estaba? Lo recordaba. Había despertado parcialmente mientras iba en
un auto junto a Sasuke, y él le había dicho que irían al lugar donde él realmente
vivía.

Se levantó ligeramente, apoyándose sobre su antebrazo y descubrió que estaba


sola en la enorme cama.

¿En realidad ya había sucedido? ¿De verdad ella era una…?

Se deshizo de la sábana de seda que hasta ese momento la cubría, puso los
pies sobre la alfombra y de manera titubeante, se puso en pie. No se sentía en
absoluto diferente. Encendió la pequeña lámpara que había sobre el buró
cercano. Miró las palmas de sus manos, sus brazos, se toqueteó el rostro, pero
no pudo percibir nada nuevo. Tomó la bata negra que había a los pies de la
cama y se cubrió con ella, luego caminó hasta la puerta que había frente a sí,
descubriendo el baño. Encendió la luz, abrió el grifo, mojó su rostro un par de
veces.

Entonces decidió estudiar su reflejo en el enorme espejo. De nuevo no veía


nada diferente. Analizó cada rasgo de su rostro, su piel, apoyó su peso en un pie
y luego en el otro, buscando el menor indicio de algo, cualquier cosa. Entonces
abrió la boca y notó algo: sus colmillos estaban más alargados. Los tocó con la
punta de los dedos y sintió una extrema sensibilidad en ellos, además del filo
que, imaginó, poseían. Wow, definitivamente eso era algo muy diferente.

No parecía ser tan malo. Al menos ya no tendría que preocuparse por buscar
disfraz para la noche de brujas.
Salió del baño y comenzó a estudiar con sumo detalle la gigantesca habitación
en la que se encontraba. Miró a su alrededor pensando que ese era el verdadero
hogar de Sasuke. Y lo parecía. No porque hubiera fotografías o recuerdos, sino
porque cada pequeño detalle que había le recordaba a él. Ya no era la
habitación vacía, con la simple cama y el sillón. Su primera impresión era que la
habitación se asemejaba a esa clase de enormes aposentos que había en
palacios de ensueño construidos en las épocas de los grandes reyes, y no
precisamente la habitación en la que dormía un guerrero.

Ahora, mientras veía ese enorme armario repleto de cualquier cantidad de


prendas masculinas, no había punto de comparación con aquel otro armario casi
vacío del pequeño apartamento junto al de… ella…

Una extraña sensación la asaltó de golpe al darse cuenta de la verdadera


situación. Su vida, tal y como la conocía, había acabado. De manera repentina y
completamente inesperada había sido apartada de todo lo que una vez conoció.
Su casa, su empleo, sus amigos… todo. La sangre dejó de alcanzar sus
extremidades, ocasionando que sus manos se enfriaran súbitamente, un vuelco
en su abdomen estrujó su estómago y se extendió hasta su pecho, evitando que
pudiera llevar aire a sus pulmones con normalidad. De repente se sintió dentro
de una caja de cristal que se cerraba a su alrededor y de la que debía escapar.

Salió de la habitación corriendo, no supo que camino tomar así que decidió
seguir el corredor hasta hallarse frente a la enorme escalera. Sin dudarlo ni
frenar el ritmo de su andar, descendió los escalones, atravesó el frío piso de
mármol del vestidor, abrió la enorme puerta de madera sólida y finalmente sintió
la fría brisa golpear su cuerpo, deteniendo abruptamente su carrera.

Dio un paso hacia el frente mientras cerraba lentamente la puerta a sus


espaldas. Miró el majestuoso patio empedrado, los lujosos autos estacionados
ahí, la profunda oscuridad de una típica noche de otoño sin estrellas ciñéndose
sobre su cabeza. Su respiración convertida en irregulares jadeos formaba
pequeñas nubes blancas frente a ella. Dio otro paso más, apoyando ahora
ambos pies descalzos sobre las piedras. No sabía que pensar. El frío azotando
su cuerpo, cortándolo como pequeñas agujas, la textura de las piedras bajo sus
pies, todo cuanto veía y sentía no parecía real.

Dio otros pasos más recorriendo el frente de la enorme mansión de la que había
salido, deteniéndose al sentir el cambio de piso bajo sus pies. La frescura de
césped hizo que el frío en su cuerpo aumentara. Cruzó los brazos sobre su
pecho, cerrando aún más la bata, y continuó con su recorrido ahora estudiando
el costado de la imponente fachada.

Había tantas preguntas, tantas dudas nublando su cabeza para las cuales no
podía encontrar respuesta. Volvió a detenerse, en medio del extenso jardín
trasero, sin tener a donde más ir. Miró al cielo intentando hallar el soporte que
necesitaba para no desplomarse en ese mismo instante y llorar por la
incertidumbre que había tomado el control de su vida de manera sorpresiva.

No supo cuánto tiempo permaneció de pie en aquel lugar. Sólo escapó de sus
pensamientos cuando una ligera brisa llevó hasta ella un aroma
extremadamente familiar y que ahora percibía con tal claridad que no había
existido antes. Miró sobre su hombro y vio a Sasuke parado a unos pasos de
distancia. Sin decirle ni una palabra, volvió su vista hacia el césped bajo sus
pies.

Entonces sintió la calidez del abrigo de él sobre sus hombros.

— Está haciendo demasiado frío como para que estés afuera vestida sólo con
una bata.

Volvió a mirar sobre su hombro, notando que él estaba otra vez a unos pasos de
ella. En un primer momento le extrañó que él no la invitara a entrar, pero
después tuvo el presentimiento de que él tenía noción de lo que le sucedía. Y
también sabía que ella en esos momentos necesitaba permanecer ahí.

Una nueva brisa más intensa le hizo estremecerse.

— ¿Por qué hace tanto frío aquí? —preguntó tiritando— ¿Dónde estamos?

Sasuke se acercó lentamente a ella, hasta colocarse a su lado. Sin embargo,


decidió no tener ningún contacto físico, aunque por dentro se moría de ganas
por abrazarla.

— Estamos a las afueras de la ciudad, en medio de la autopista cincuenta y


cuatro.

— O sea, en medio del bosque.

Él asintió con la cabeza.

— No sabía que hubiese una propiedad así en las cercanías.

— No tendrías por qué. Todo el lugar está protegido por genjutsu, lo que lo
hace…

— Invisible para los ojos humanos —le interrumpió ella.

— En general para los ojos no deseados —aclaró. Ambos quedaron en silencio


por unos instantes, hasta que nuevamente él habló—. ¿Te molestó algo en la
casa?
Ella lo miró de soslayo y luego negó con la cabeza.

— Perdón por haber salido así. Es sólo que yo… —suspiró profundamente—…
necesitaba pensar.

— ¿Puedo preguntar qué es lo que te preocupa?

— Si te soy sincera, ni siquiera yo misma lo sé.

— Sea lo que sea puedes decírmelo, Sakura. —insistió él.

Ella volvió a clavar su mirada en el oscuro cielo, intentando hallar las palabras
adecuadas. Finalmente, luego de unos segundos, miró a Sasuke y dijo:

— Es sólo que… no estoy segura de estar preparada para esta vida. No sé si


realmente podré dejar… dejarme atrás

Los siguientes largos segundos o minutos corrieron entre el más tenso silencio
mientras ambas miradas seguían fijas una en la otra.

— ¿No te gusta estar aquí? —preguntó Sasuke cuando el silencio se había


hecho más insoportable.

— No es eso. Lo sabes.

— ¿Entonces?

— Es sólo que… pensé que tenía más tiempo. —suspiró profundamente


mientras volvía su mirada hacia la negrura que se extendía sobre ellos—. Digo,
no es que haya una brillante vida esperando por mí, al contrario, amigos con los
que nunca sentí que encajaba del todo y un trabajo del que estaba cansada,
pero era todo lo que siempre conocí.

— Esto es un nuevo comienzo.

— Lo sé. Pero aún hay cosas que me cuesta trabajo dejar atrás.

La mirada de Sasuke se oscureció cuando una idea llegó a su mente.

— Hablas del humano.

— No —se apresuró a decir luego de notar su molestia— Lo mío con él ya


acabó —pudo ver la sorpresa en el rostro de Sasuke, pero enseguida agregó—:
bueno, yo lo di por terminado, pero aún falta que aclaremos bien las cosas.
Además, él estaba ahí cuando yo… —miró al Uchiha dándole a entender a qué
se refería. Acunó su rostro entre sus manos—. Necesito cerrar los ciclos de mi
vida anterior para empezar de nuevo contigo, ¿lo entiendes?

Sasuke dejó escapar todo el aire que había en sus pulmones, al tiempo que
cerraba sus brazos alrededor de ella para acercarla. Sakura enredó sus brazos
alrededor de su cuello, correspondiendo el abrazo.

— Sí. Lo entiendo. —dijo casi con resignación— ¿Cuándo quieres hacerlo?

— Lo más pronto posible. Escribiré al diario presentando mi renuncia, le enviaré


un correo a todos mis amigos anunciándoles que me mudaré al otro lado del
mundo y también… necesito llamar a Sai —Sasuke soltó un bufido. Sakura
sonrió tenuemente al ver su expresión. Ahora le encantaba verlo ligeramente
celoso, porque si no le había hecho daño a Sai en todo ese tiempo, significaba
que él la entendía. Por eso añadió—: para decirle que me mudaré, y también
tengo que inventar alguna clase de historia para explicarle lo que vio.

— Eso no será necesario. Yo puedo borrarle la memoria, y también implantarle


nuevos recuerdos. Y tampoco es necesario que le llames.

— ¿Qué? —preguntó extrañada— ¿por qué lo dices?

— Porque el humano no ha dejado tu apartamento desde anoche. Ha


permanecido inconsciente las últimas veinticuatro horas —Sakura no pudo
ocultar su sorpresa y temor, por lo que Sasuke rápidamente aclaró—: Sólo ha
estado durmiendo. Sigue completamente entero y a salvo.

— Entonces quisiera ir a hablar con él ahora mismo, si no tienes inconveniente.

Bueno, él por supuesto que tenía inconveniente, pero no se lo iba a decir.

— De acuerdo. Será cómo tú quieras —dijo finalmente— Pero no irás así. Sólo
yo puedo verte desnuda.

Sakura rió tenuemente.

— Y todas las veces que quieras.

Esas palabras sonaron a campanas celestiales para él. Eran más que una
puerta abierta. Acercó sus labios a los de ella y mientras la besaba, la alzó entre
sus brazos y comenzó el camino de regreso al interior de la mansión.

Cuando se hallaron nuevamente en la habitación de Sasuke, él salió


nuevamente y regresó con algo de ropa que Ino le había prestado para Sakura.
Habían olvidado traer algo de las pertenencias de ella cuando habían dejado el
apartamento. Una vez que se las dio a la ojiverde, volvió a salir para decirle a
Naruto que lo esperara en el centro pues antes tenía que hacer algo con Sakura.
Cuando regresó, vio a la mujer terminando de ponerse los jeans.

Sakura vio la ropa de Ino y de inmediato las sospechas regresaron a ella, sin
embargo volvieron a quedar descartadas cuando Sasuke le hizo un comentario
diciendo que por poco y no encontraba a Ino y a Kiba, su compañero. Se vistió
con la blusa color índigo y cuando se puso los jeans comenzaron los problemas.
Siempre había creído que su complexión no distaba mucho de la de la rubia,
pero cuando intentó abrochar el botón de los pantalones supo que no era del
todo cierto, pues la prenda le apretaba un poco a la altura de la cadera.

"Nota mental: ponerme a dieta", pensó. Nunca había sentido que le hiciera falta
hasta ahora.

— Eres hermosa justo como estás —dijo Sasuke, quien permanecía recargado
en el umbral de la puerta.

Luego de sentirse sorprendida, Sakura lo miró extrañada.

— ¿Puedes leer mi mente?

Él cerró la puerta, se acercó a ella y la abrazó.

— Ya no. Pero puedo sentirlo.

— ¿Ah, sí? —preguntó sonriendo de manera divertida.

Hizo un asentimiento mientras su rostro bajaba hacia el cuello de ella donde


depositó un fugaz beso.

— Así es. Además de que vi la manera en la que mirabas los pantalones. Eres
perfecta.

Sakura no pudo hacer otra cosa que no fuera sonreír. ¿Quién hubiera pensado
que Sasuke era tan atento a los pequeños detalles?

Entonces él le rodeó la cintura con ambos brazos, pegándola a su cuerpo lo más


que le era posible. Ella dejó escapar un sonido hueco. Alzó el rostro y se topó
con la mirada velada de Sasuke. Él se inclinó hacia ella, pero entonces Sakura
se alejó brevemente.

— Debemos irnos —dijo. Sabía por donde iría el asunto si comenzaba así que lo
mejor era esperar.

Sasuke dijo algo entre dientes al tiempo que la liberaba con renuencia de sus
brazos. Sakura sonrió, se acercó y le dio un beso fugaz en los labios,
separándose justo antes de que él volviera a abrazarla.
Fue al baño para mojarse nuevamente la cara y cuando regresó vio a Sasuke
terminando de armarse. Durante un instante se vio envuelta de una extraña
sensación que no pudo definir. Por un lado, una parte de su mente le decía que
no le gustaba eso, que no quería que él arriesgara así su vida todas las noches;
pero por otra parte, su lado racional y maduro le decía que tenía que
acostumbrarse a ello, pues él había sido un guerrero desde antes de conocerla,
era el protector de su raza así que no podía obligarlo a retirarse. Además había
que reconocer que era tremendamente sexy ataviado así. Pero lo más
importante, era que él necesitaba su apoyo y su comprensión y ella se iba a
esforzar para dársela.

— ¿Nos vamos? —preguntó él, sacándola de sus pensamientos. Sakura asintió


y ambos se dirigieron hacia la puerta para abandonar la habitación.

Cuando se encontraron en el patio empedrado, Sakura miró a detalle cada uno


de los autos lujosos que había ahí. Soltó un tenue silbido decreciente.

— ¿Todos son tuyos?

— No. Son de mis hermanos. —respondió él. La tomó de la mano— Ven. —dijo
caminando hacia el Cadillac Escalade negro situado al otro extremo del patio.

— ¿Ese es tuyo? —Sasuke negó con la cabeza.

— Es de Kiba, el compañero de Ino. Pero me lo presta de vez en cuando.

— ¿Tú no tienes auto?

— Es aquel de allá —dijo señalando con el dedo. Sakura siguió con la mirada
hasta toparse con el Porsche 911 turbo color plata.

— Es increíble. —volvió a mirar al hombre— ¿Entonces por qué…?

— Por si quieres traer alguna de tus cosas.

— Pensaba traer mi auto, pero ahora siento como si condujera una carcacha.

Sasuke sonrió.

— Bueno, habrá que reconocer que necesitas un cambio de auto.

— Cierra la boca —dijo ella sonriendo también.

Una ligera risa reverberó en el pecho de Sasuke mientras le sostenía la puerta


abierta para que ella entrara al auto.
Durante los escasos minutos de trayectos, Sasuke le dio más información sobre
la que ahora también era su familia, los hermanos y sus compañeras, si es que
tenían, y una breve descripción de cada uno de ellos. También le habló de la
servidumbre que habitaba en la mansión y a quien llamar si necesitaba algo.

Sin darse cuenta, ya se encontraban en su destino. Sasuke aparcó la camioneta


en la acera opuesta y luego descendió rápidamente para ayudar a Sakura a
bajar, aunque ella se le adelantó, permaneciendo unos instantes mirando la
fachada del edificio. Sasuke esperó pacientemente hasta que ella estuviera bien
y entonces ambos entraron.

Cuando llegaron al apartamento no se escuchaba ningún ruido, lo cual era


normal si consideraban que el humano estaba inconsciente. Sakura permaneció
en la estancia recorriendo con la vista, todos y cada uno de los muebles así
como los detalles que adornaban el lugar. Sin embargo, no dedicó mucho tiempo
a ello pues, extrañamente, sentía un aura extraña a su alrededor y, aunque le
tomó un poco de tiempo, finalmente pudo identificarla como la incomodidad de
Sasuke. Lo mejor era que terminaran con eso pronto.

— ¿Dónde está? —preguntó ella.

Sasuke le señaló con la cabeza su habitación. Sakura lo tomó de la mano para


hacerle saber que lo quería a su lado y juntos caminaron a lo largo del pequeño
corredor. Cuando la cerradura cedió ante la voluntad de Sasuke, él azabache no
pudo contener su impresión por lo que vio. El humano esta ahí, cierto. Aún
respiraba, desafortunadamente cierto. Pero…

"¿Por qué está consciente?"

« Continuará… »
Capítulo 23

Cuando Sakura abrió la puerta de su habitación, vio a Sai sentado sobre su


cama. Ya no traía puesto el saco ni la corbata que la noche anterior le pareció
divisar entre el dolor. Su camisa estaba completamente desaliñada, con los
primeros botones abiertos. Movía su pierna derecha insistentemente contra el
piso, muestra de su nerviosismo y ansiedad. Mirándolo de cerca, parecía como
si hubiese envejecido muchísimo en las últimas horas.

Sai levantó la mirada.

— ¡Sakura! —corrió hacia ella, pero de inmediato Sasuke se interpuso en su


camino. Sai se detuvo, pero mantuvo la mirada fija en aquel hombre— Muévete
—ordenó.
Sasuke seguía sin salir de su asombro por hallarlo consciente. Según le había
dicho Neji la noche anterior, lo había noqueado lo suficiente para que fuera
Sasuke quien le hiciera recobrar el conocimiento. No tenía sentido. Era bien
conocido que había mentes humanas más fuertes que otras, y que por lo mismo
solía haber ocasiones en las que dormir a alguien requería mayor esfuerzo que
con otro, pero… nunca había sabido de un humano que lograra resistirlo, y
mucho menos cuando alguien como Neji se había encargado de él.

— No. —respondió el Uchiha.

Sakura notó la tensión en el ambiente, así que rápidamente se acercó a Sasuke


y tiró levemente de su brazo.

— Déjalo, Sasuke. —él la miró— Quiero hablar con él, en privado.

El azabache iba a replicar. Dejar a Sakura a solas con el humano no había


formado parte del plan inicial y él no tenía la más mínima idea de cambiar el
itinerario que tenían marcado. Negó con la cabeza.

— No habíamos acordado eso —respondió.

— Entonces mantente al margen —dijo ella, conservando la suavidad en el tono


de su voz, pero dejando entrever la firmeza de su posición—. Este asunto nos
concierne a él y a mí, principalmente.

Sasuke estaba a punto de replicar, pero la mirada de Sakura lo detuvo. Aún


cuando no estuviera de acuerdo, estaba más que claro que Sakura no cambiaría
de parecer. Así que, sin más remedio, tuvo que retroceder hasta hallarse en el
umbral de la puerta, mientras su mujer se acercaba al humano. Maldición.
Odiaba aquello.

— ¿Estás bien? —le preguntó Sai a Sakura una vez que vio a Sasuke lejos de
ellos.

— Sí. En realidad… estoy perfectamente —respondió sin poder evitar


sorprenderse, considerando cómo se había sentido hacía poco. Sai retrocedió
un paso y la observó atentamente. Frunció el ceño.

— No pareces drogada.

— ¿Por qué habría de estarlo?

Él movió la cabeza casi con decepción.

— No intentes ocultármelo, Sakura. Yo te vi aquí anoche ¿recuerdas?


Sakura titubeó. Durante el camino había pensado en las mil y un razones que
podría darle a Sai, buscando siempre una que fuera lo bastante coherente como
para satisfacer a la mente calculadora y racional de Sai, pero no había podido
encontrar ninguna. Ahora pensaba que lo mejor era decirle la verdad. Después
de todo, si consideraba que Sasuke le borraría la memoria y, teniendo en
cuenta, que le había mentido los últimos meses, lo menos que le debía era un
poco de honestidad.

— Sai, yo… anoche no estaba drogada. Yo… —Miró sobre su hombro hacia
Sasuke— ¿Puedo contárselo?

El vampiro se mantenía apoyado contra el umbral, con los brazos cruzados


sobre su pecho; los dedos de una de sus manos tamborileando contra su
bíceps. Si desde un principio no le había agradado el humano por el hecho de
que había estado con Sakura, ahora no se fiaba de él ni un poco. Había algo en
él, algo que le resultaba familiar, pero que no podía identificar con precisión.

— En otro momento te hubiera dicho que no. Siempre es mejor que no sepan
nada, pero… debido a lo que Neji me dijo que ha visto…

Ah, claro. Sai lo recordaba, cuando despertó había pensado que había sido un
sueño pero ahora lo recordaba: aquellos hombres desvaneciéndose en el éter
cómo si fueran…

¡Qué demonios había sido eso! La gente no desaparecía así como por arte de
magia.

— ¿Contarme qué, Sakura? —preguntó Sai. Su voz era la representación de la


ansiedad y la confusión que había dentro de él. Por extraño que pareciera, ella
podía sentirlo— ¿Qué ese hombre y todos los que ayer aparecieron junto con él
son un puñado de…?

— Vampiros —susurró.

— Claro —dijo el humano, dejando notar el sarcasmo en su voz. Estaba


fastidiado. Las últimas horas había sido las peores en su vida, primero viendo a
su prometida al borde de la muerte, luego siendo escoltado por aquellos
hombres por los que él no se atrevería a meter las manos al fuego ni por
equivocación, y ahora venían a decirle toda esa sarta de estupideces como si él
fuera un imbécil ignorante—. Inténtalo con otra cosa mejor, cariño.

— Es la verdad, Sai —respondió Sakura.

Él no volvió a hacerle comentario alguno, así que ella comenzó a hablar. Le


contó sobre la verdad de lo que ella era, lo que eran Sasuke y los demás, lo
poco que sabía sobre su madre. Describió con exactitud lo ocurrido la noche
anterior, lo que ella había sentido y visto. Cuando Sakura terminó, lo único que
Sai pudo hacer fue mirarla fijamente.

— No puedo creer esto —susurró mientras caminaba hacia las puertas que
daban al balcón del apartamento. Sabía que estaban cerradas, porque desde
hacía muchas horas había intentado abrirlas o romperlas, pero ahora sólo quería
saber que el mundo real estaba ahí, afuera.

— También fue muy difícil de aceptar para mí.

— Sí, claro.

Comenzó a pasearse de un extremo a otro en la habitación, como si intentara


ordenar sus ideas con cada paso que daba de ida y vuelta. Era demasiado. Su
instinto le decía que no estaba mintiendo, pero le resultaba demasiado difícil,
muy difícil de aceptar. Él era un abogado, un ser racional. Simplemente no podía
abrir su mente a historias que parecían novelas de terror barato.

Cuando Sakura pensó que agujeraría la duela bajo sus pies, se detuvo frente a
ella.

— Abre la boca. —Escuchó un ruido sordo y desagradable detrás de Sakura, al


mismo tiempo que una corriente de aire frío le azotaba la espalda. Sasuke se
había acercado a ellos a una velocidad sobrehumana.

— Sasuke, está bien —dijo Sakura— Cálmate.

Separó los labios, revelando dos largos caninos que ciertamente antes no
estaban ahí. Sai sintió que las rodillas le temblaban mientras extendía la mano
para tocar los dientes. Una gruesa mano lo sujetó por el brazo, con fuerza
suficiente para fracturarle los huesos de la muñeca.

— Ni lo sueñes —gruñó Sasuke.

— Suéltalo —ordenó ella suavemente, aunque no abrió la boca de nuevo


cuando la mano del humano fue liberada—. Son reales, Sai. Todo este asunto...
es real.

El abogado alzó la vista para mirar al que momentos antes consideraba un


'simple' traficante de drogas.

— Entonces eres realmente un vampiro, ¿no es así?

— Será mejor que lo creas, humano. —El enorme bastardo moreno sonrió
soberbio, mostrando un aterrador juego de colmillos.
— ¿La mordiste para convertirla en vampiresa?

— No funciona así. O naces de nuestra especie o no lo eres.

Sai se llevó las manos a las caderas y fijó su mirada en el piso. Todo dentro de
él se removía con impaciencia. Seguía sin creer que todo aquel asunto fuera
real, pero… lo era. Su mente comenzó a atar los cabos sueltos que había en
toda esta historia.

Su postura, completamente inmóvil con excepción de su pecho subiendo y


bajando una y otra vez, era algo que tensaba aún más el ambiente. Era como si
él hubiera olvidado que Sakura y Sasuke estaban ahí.

— Por eso terminaste nuestro compromiso ¿no es verdad? —preguntó


repentinamente.

Sakura volvió a sentirse incómoda. Esa era la parte de la conversación a la que


ella no quería llegar. Miró nuevamente a Sasuke y luego a Sai.

— En parte. —susurró.

Entonces él alzó la vista para fijarla en ella.

— Entonces, no tienes por qué preocuparte —dijo logrando descolocar a Sakura


— No me importa. Si necesitas… —quería decir 'beber sangre', pero
sencillamente sus cuerdas vocales se negaban a hacerlo—… lo que sea que
necesites hacer para vivir… —se aclaró la garganta— puedes hacerlo conmigo.

Esto estaba mal. El hecho de que Sai estuviera a punto de hacer un sacrificio
como aquel por ella, no la hacía sentir mejor ni un poco.

— Las cosas no funcionan así, Sai. Yo… —se mordió ligeramente el labio
inferior. Había que acabar con eso de una buena vez— Ya no podemos juntos.
No más.

La ansiedad que había estado presente en el humano volvió súbitamente.

— No, Sakura. Yo sé que estás confundida, que tal vez sientes que… puedes
hacerme daño —comenzó a decir— Pero no tienes por qué sentirte así, estoy
dispuesto a…

— Sai… yo ya no te amo.

— Sé que eso no es verdad —replicó él— Es como lo que dijiste hace días,
¿recuerdas? Pero yo siempre voy a estar aquí para ti, puedes tomar de mí todo
lo que necesitas
— Sa…

El hombre se acercó rápidamente, descubriendo su cuello para ella.

— Puedes beber de mí, ahora mismo.

Esa acción fue la gota que derramó el vaso de la paciencia de Sasuke. Sin
poder contener más lo que se había estado arremolinando en su pecho desde
que habían llegado a ese lugar, se dejó ir sobre el humano. Lo tomó por los
hombros, golpeándolo contra el muro con violencia. Su mano se cerró sobre la
garganta de él, cortando el paso del aire hacia sus pulmones.

— ¡Sasuke!

— ¡Ella es mía y es hora de que lo entiendas, humano! —exclamó Sasuke


desnudando los colmillos como advertencia.

— ¡Sasuke, basta! ¡Suéltalo! —exclamó aterrada Sakura, al ver como la mano


del vampiro se cerraba poco a poco sobre la garganta del humano.

— No… no voy a renunciar a ella tan… fácilmente —dijo Sai entre jadeos,
mientras intentaba respirar.

— ¡Sasuke, basta! —gritó Sakura— ¡Lo prometiste!

Esa frase atrajo la atención del Uchiha. Sí, mientras iban en el auto, él le había
prometido a Sakura que mantendría la cordura cuando se encontraran con Sai.
Pero no podía. Ese humano… ¡maldita fuera la genética! Su instinto le pedía a
gritos que lo matara, que era una amenaza para él y para ella. Dentro de él se
formaba la idea de que no podría estar tranquilo mientras ese humano siguiera
respirando.

Contra su voluntad, el vampiro lo soltó súbitamente. Sakura se acercó,


colocándose entre ambos. Encaró a Sasuke mientras mantenía sus manos
apoyadas sobre los pectorales de él, aunque era perfectamente consciente de
que si Sasuke se lo proponía, podía pasar sobre ella fácilmente para matar a
Sai.

— Por favor —suplicó mirándolo fijamente a los ojos— No lo hagas.

Sasuke se sintió como un bastardo cuando vio la expresión de miedo y dolor en


el rostro de Sakura. Toda la ira y los celos se desvanecían ante el sentimiento
de culpa que embargaba su interior al saberse causante de la infelicidad de ella.
Dulce diosa creadora, ¿por qué tenía que poseer tanto poder sobre él? Sin
entender del todo lo que estaba sucediendo en su interior, tomó una de las
manos de Sakura y la llevó hasta sus labios a manera de disculpa. Luego, la
estrechó con fuerza entre sus brazos.

— Es hora de irnos —susurró sobre su cabello. Era retirarse ahora o arriesgarse


a que la biología volviera a tomar la batuta en ese asunto y todo concluyera con
la muerte de aquel humano. Sintió a Sakura asentir contra su pecho.

La mujer se apartó de él, le dio la espalda y ayudó a Sai a sentarse sobre la


cama. Después, se arrodilló frente a él. El humano no pareció inmutarse, como
si su mente hubiera decidido alejarse de todo aquello.

— No tienes idea de lo mucho que lamento que las cosas terminaran así, Sai —
susurró ella con la voz quebrada— En verdad lo lamento mucho. Y espero que
pronto encuentres a alguien que realmente valore al gran ser humano que eres.
—los ojos de él se alzaron levemente para encararla. El corazón de Sakura se
oprimió, parecían tan suplicantes—. Lo único que puedo hacer por ti es evitar
que recuerdes todo esto. Tienes derecho a poseer sólo buenos recuerdos.

Se levantó y luego volvió a inclinarse para depositar un rápido beso sobre los
cabellos de Sai. Rápidamente volvió a incorporarse, miró a Sasuke y con un
ligero asentimiento con la cabeza le indicó que estaba todo listo. El Uchiha
parpadeó una vez. Cuando volvió a abrir los ojos, éstos eran rojos nuevamente.
Sakura no pudo evitar sentir cierto escozor al verlos. Aún cuando ahora ya sabía
lo que eran, no dejaba de sentirse intimidada por ellos. Decidió salir de la
habitación y esperar a que Sasuke hiciera lo que tuviera que hacer.

— Mírame, humano —ordenó el vampiro una vez que sintió que Sakura se
retiraba.

Sai negó con la cabeza.

— No. Ya me quitaste a la mujer que amo —dijo intentando mantener la


integridad en su voz— Ahora no me quites la verdadera razón, lo que ella
realmente es.

— No puedo hacerlo —respondió Sasuke fríamente— Lo mejor para ti es olvidar


lo que sabes.

Sai apretó ambos puños.

— Sólo te estoy pidiendo un maldito favor —dijo entre dientes— Sólo eso…

Un par de minutos después, Sasuke salió al encuentro de Sakura en la pequeña


estancia. Ella estaba sentada en el sofá.

— ¿Qué sucedió? —preguntó Sakura levantándose de su asiento.


— Está bien. Enviaré a alguien para que lo lleve a su casa.

Sakura bajó la mirada a la duela y asintió varias veces con la cabeza mientras
se abrazaba a sí misma.

— Sí… es… es lo mejor.

Sasuke la estrechó nuevamente entre sus brazos. Sabía que las cosas no
estaban resultando sencillas para ella, pero esperaba que pronto todo cambiara.

— Es mejor irnos —susurró él.

Sakura asintió y ambos se encaminaron hacia la puerta. Antes de salir la


ojiverde dio una última mirada a aquel lugar. Algo le decía que no volvería ahí
nunca.

— ¿Quieres llevarte algo?

— Esta noche no —respondió ella.

Mientras esperaba a que Sakura cruzara la puerta, Sasuke miró el apartamento,


principalmente el corredor que llevaba a la habitación donde el humano estaba.
Nunca antes había estado tan inseguro de una decisión tomada, pero esta vez
no podía evitarlo. Ese extraño sentimiento que llegó a él la noche anterior,
durante la transición de Sakura cuando creía perderla, volvió nuevamente a él. Y
algo le decía que no iba a irse. Al menos no en un futuro próximo.

Habían pasado dos horas desde que habían regresado a la mansión. Sasuke
había salido para realizar las rondas y, aunque le había dicho que tenía entera
disposición sobre todo en el complejo, ella decidió permanecer en su habitación.
Aún no podía quitarse la imagen tan demacrada que Sai tenía en su
apartamento. Ni en el más remoto de los casos que su cerebro había podido
imaginar sobre el momento en el que terminaran con su relación, aparecía el
hecho de que no compartieran el mismo material genético.

Suspiró profundo. Al menos le consolaba la idea de que Sai no recordaría nada


de su 'verdadera ruptura', pues según las pocas palabras que Sasuke le dirigió
camino a casa, todo se resumía en una sola frase 'recuerda sólo lo que necesita
recordar'.

Escuchó un par de ligeros toques sobre la puerta y luego se abrió parcialmente.


La silueta de Ino quedó delineada por la luz que entraba desde el pasillo. Tenía
un poco de sensibilidad en los ojos así que había decidido permanecer a
oscuras.
— Hola —susurró la rubia asomando medio cuerpo sobre la puerta.

— Hola…

— ¿Puedo pasar? —Sakura asintió.

— Claro.

La mujer rubia entró por completo en la habitación al mismo tiempo en el que


Sakura encendía la pequeña lámpara sobre el buró.

— Puedes dejar la luz apagada —le dijo Ino— No tengo problemas con la
oscuridad. —se sentó en la cama junto a ella— Sasuke me dijo que tal vez
podrías necesitar un poco de compañía.

— Gracias. —respondió la ojiverde dibujando una tenue sonrisa en su rostro.

— ¿Cómo estás?

— Bien, yo diría que… casi perfectamente.

— Me alegro. —tomó la mano de Sakura y le dio un ligero apretón— ¿Sabes?


Sasuke me dijo también que fueron a hablar con Sai y que él… no había sido del
todo diplomático.

— Si puedes definir intento de asesinato como 'falta de diplomacia'. —Ino


suspiró ligeramente.

— Sakura, quiero que entiendas que él no lo hace de manera consciente… no


del todo —la mirada color jade se posó en ella, reflejando extrañeza—. Verás…
hay muchas diferencias entre nuestra raza y los humanos, tal vez a simple vista
no sean perceptibles, pero las hay. De muchas maneras. Ya sean costumbres o
algunas otras cuestiones entre ellas… los celos.

— Sí, eso ya lo he notado. Y debo decirte que me desconcierta bastante que


Sasuke se comporte así, tan…

— ¿Primitivo? —Sakura sonrió ligeramente.

— Algo así.

— Eso es por la vinculación.

— ¿Vinculación?

— Así es. —tomó el brazo de la mujer y lo acercó hacia la nariz de ella—


¿Puedes olerlo?

Sakura entrecerró los ojos mientras su nariz tocaba ligeramente su propio


antebrazo. Estaba un tanto escéptica sobre qué era lo que Ino quería demostrar,
pero entonces sucedió: pudo percibir el aroma de Sasuke en su piel, como si
fuera un ligero rastro de su perfume, como si él estuviera en ella, pero ¿cómo?

— Se llama aroma de vinculación. Eso es lo que sucede cuando los miembros


de nuestra raza se… involucran —Ino realmente no podía entender por qué le
costaba tanto trabajo hablar sobre el tema, como si estuviese teniendo esa
charla incómoda con una hija—. Las relaciones entre los nuestros son más
intensas. Los hombres suelen ser un tanto… posesivos y esa es su manera de
expresar que no te compartirán ni aunque su vida dependa de ello.

Para Sakura todo ese asunto le resultaba casi increíble, aunque pensándolo
bien, ¿qué era realmente lo increíble si ella acababa de convertirse en vampiro?

— ¿De verdad todos los vampiros machos son así?

— No todos. —Ino respiró profundo— Sakura, debes ser plenamente consciente


de que no estás con un vampiro común…

— Sé que Sasuke es rey —le interrumpió la ojiverde.

— No me refiero a su posición, me refiero a su condición —de nuevo, Sakura la


miró sin comprenderle del todo—. A lo que me refiero es que estás con un
guerrero. Sasuke es diferente, sus instintos son más… intensos, porque su
fuerza es mayor que la de un simple civil. Todos los hombres de nuestra especie
tienen un aroma de vinculación, pero las reacciones de Sasuke son más
extremas porque su genética le dicta que sea así. —Sakura desvió la mirada
hacia un lado mientras su cerebro se esforzaba por procesar toda esa
información—. Sé que tal vez sea un poco desconcertante al principio porque no
estás acostumbrada a nuestro mundo, pero estoy segura de que a pesar de ello,
sientes que todo lo que ocurre con él está bien.

Eso era verdad. Mientras estaban en el apartamento, sí temió por la vida de Sai,
pero a pesar de eso, no podía enfadarse con Sasuke. Era como si realmente ella
sintiera que era… correcto. Que esa era la forma en la que debían ser las cosas.

— Además —añadió Ino interrumpiendo sus pensamientos— Tú también lo


sientes, aunque no con tanta intensidad.

— ¿A qué te refieres?

— A lo que sientes cuando lo ves conmigo —Sakura dio un respingo al recordar


sus teorías sobre una relación entre Sasuke e Ino.
— Ah… b…bueno, eso era porque… —la rubia soltó una ligera risa.

— Tranquila, está bien. Yo también lo habría pensado, pero supongo que


Sasuke ya te ha dicho toda la verdad ¿no es cierto? —Sakura asintió— Así que
no debes preocuparte. Sasuke es todo tuyo de ahora en adelante.

La mujer de ojos verdes sonrió, pero entonces otra cuestión llegó a su mente.

— ¿Qué es lo que te preocupa? —le preguntó Ino.

— Es sólo que… entiendo perfectamente la misión de Sasuke, él protege a


todos los suyos y eso me parece extremamente loable, pero…

— Temes por él… —la ojiverde asintió ligeramente— Es normal, para Hinata y
Temari es igual, pero se soporta, porque comprendes su misión y sabes que
eres lo que los hace volver a casa en una sola pieza —Ino desvió su mirada
hacia el frente, un cierto aire de tristeza parecía teñir su voz—. Para ellos no hay
nada más importante en este mundo que sentir el apoyo de sus compañeras,
que sentir que lo que hacen vale la pena por ellas…

Hubo un extraño silencio de unos cuantos segundos. Sakura confirmó que había
tristeza en la voz de Ino, y que ese sentimiento ya se había dibujado en su
rostro, pero además… podía olerlo. Era como repentinamente la habitación
hubiese sido inundada por un olor similar al de la lluvia.

— Tal vez le pida a Sasuke que me enseñe a pelear y así podríamos salir tú y yo
juntas ¿no? —dijo sorpresivamente.

El rostro de Ino fue reemplazado por una máscara que no mostraba emoción
alguna.

— No se te ocurra si quiera mencionarlo frente a Sasuke —dijo con su voz


sonando casi artificial.

— ¿P…por qué? —Ino se dio cuenta de que la había inquietado enormemente

— Sakura, Sasuke está vinculado a ti, está unido a ti y hará todo por que tú
estés bien. Será capaz de matar si tú se lo pides o de hacer pedazos a quien
siquiera piense en lastimarte. Para él ahora no hay nada más importante en este
mundo que tú, y si por alguna razón llegara a perderte simplemente moriría.

— Lo… lo entiendo, creo. —aunque eso no contestaba su pregunta—. Pero ¿por


qué…?

— Mi historia es diferente a la tuya, Sakura —dijo con tono afable— Créeme,


quien siente envidia por ti, soy yo. —Sakura se inquietó aún más por sus
palabras, y por el extraño sentido de casi solemnidad que había llenado la
habitación— Además, las leyes dicen que no puede haber mujeres guerreras en
la Cofradía.

"¿Qué no puede haber mujeres? ¿Entonces por qué ella…?", Sakura no pudo
formular la pregunta verbalmente, porque entonces Ino se puso de pie y la tomó
de la mano.

— Ya habrá tiempo para contarte. ¿Quieres conocer a las otras mujeres? —


preguntó sonriendo.

Sakura tuvo que permanecer en silencio un par de segundos mientras intentaba


ordenar sus pensamientos. Le sorprendió de sobremanera que Ino cambiara de
tal forma su actitud, aunque era perfectamente notable que esa sonrisa no
llegaba a iluminar sus ojos. Pero ella tenía razón… ya habría tiempo. Con una
sonrisa se levantó de la cama y se dejó guiar por la mujer que desde el primer
momento en el que la conoció, la consideró como su familia.

Días después…

Oh-por-Dios, pensó cuando vio el reflejo en el espejo del enorme rubí puesto en
su dedo anular. No cabía duda que Sasuke sabía hacer las cosas y en grande.
¿Cuándo se habría imaginado en su vida que su anillo de compromiso sería un
rubí del tamaño de una nuez? Si ella normalmente no era muy adepta a los
accesorios en las manos, no podía imaginar lo que sería vivir con aquel
cachivache puesto.

No se imaginaba que él le propondría matrimonio de aquella manera. Habían


pasado un par de horas y sin embargo, sentía como acabara de suceder…

Apenas comenzaba a caer la noche cuando Sasuke se levantó de la cama.


Sakura aún no podía acostumbrarse del todo a despertar junto a alguien cada
anochecer, pero de algo estaba segura: le encantaba que ese alguien fuera
Sasuke. Decidida a iniciar lo que fuese a hacer aquella noche, se desperezó un
poco mientras escuchaba el correr del agua al otro lado de la puerta frente a
ella. Se sentó apoyando su espalda contra el respaldo de la enorme cama y se
dedicó a esperar.

Un par de minutos después, Sasuke salió del baño cubierto solamente por una
ligera toalla blanca, y caminó hacia el armario. Sakura recorrió su cuerpo con la
mirada, mientras se imaginaba sus propias acariciando aquel perfecto cuerpo
masculino. No habían tenido sexo desde la noche anterior a su transición y de
sólo recordar aquella vez, todo su cuerpo comenzó a llenarse de un cálido ardor.

Sasuke asomó medio cuerpo y la miró intensamente, como si hubiera leído sus
pensamientos. Sin apartar su profunda mirada, fue acercándose a ella. Se sentó
a su lado en la cama, acarició su rostro ligeramente con una mano mientras que
con la otra se deshacía de la sábana de seda negra. Sakura estaba a punto de
inclinar la cabeza en dirección a su mano cuando Sasuke asaltó sus labios y la
besó con ansia. Sí, también él la necesitaba a ella.

Sasuke llevó su pulgar y su índice hacía su mentón para hacerla abrir la boca y
así poder introducir su lengua en ella. Cuando Sakura sintió las caricias que él
hacía en dentro de ella no pudo evitar gemir. Era como si las sintiera por todo el
cuerpo, y en el momento que la deslizó lentamente sobre sus recién crecidos
colmillos, le provocó una enorme corriente eléctrica que fue desde su boca hasta
la parte baja de su abdomen, entre sus piernas.

— ¿C…cómo hiciste eso? —preguntó casi sin aliento cuando Sasuke decidió
darle un respiro. Él sonreía satisfecho de su labor.

— Tienes hipersensibilidad. En la boca —dijo mientras acariciaba su piel por


debajo de la camiseta que ella utilizaba para dormir. Sakura gimió al sentir que
su mano, cálida y fuerte, le acariciaba el estómago desnudo y se deslizaba hasta
la cadera. —… y en la piel. —le susurró al tiempo que arrancaba la única prenda
que la cubría para arrojarla al suelo—. ¿Quieres saber qué tan sensible eres?

Ella sonrió tenuemente y al instante, Sasuke trazó un sendero de pequeños


besos desde el cuello hasta el pecho. Sakura se arqueó hacia él cuando la
lengua y los colmillos de Sasuke le acariciaron el pezón. La sensación de esos
afilados colmillos rozándole la piel la hacía derretirse como lava ardiente. Dejó
escapar un gemido al sentir ese cuerpo ágil y perfecto sobre ella. Su peso la
dejaba sin aliento mientras él al recostaba sobre la cama. Le rodeó las caderas
con las piernas y buscó su cuello para besarlo.

Mientras tanto, él recorría el cuerpo femenino con las manos, disfrutando de


cada curva y cada hueco. Disfrutando del tacto suave de su piel. Le mordisqueó
el cuello y sintió un sobrecogedor deseo de alimentarse de ella. El sonido de su
sangre latiendo por las venas le rugía en los oídos. No obstante, mientras
pasaba la lengua por el hueco de la garganta de Sakura, tuvo que emplear todo
su autocontrol para no tomar un sorbo de esa sangre que corría bajo sus labios.
La piel de Sakura se erizó ante el contacto y el pezón que Sasuke acariciaba se
endureció aún más bajo su mano.

Ella lo tomó del rostro y alzándose un poco, le dio un profundo beso. Sasuke
irradiaba fuerza, poder. Esos músculos fuertes y definidos se contraían a su
alrededor con cada pequeño movimiento que realizaba y la hacía sentir
protegido por un ejército entero. Sintió que todo comenzaba a dar vueltas por el
impacto de su fuerza y su poder. Jamás en su vida había experimentado nada
semejante al roce de su lengua jugueteando entre sus labios. O a la sensación
de ese cuerpo soberbiamente formado moviéndose de forma sinuosa contra ella.
El deseo se acrecentó.

El beso de Sasuke era salvaje y ardiente, pero teñido de una extraña ternura.
Cerró los ojos y disfrutó del olor especiado de su piel, del calor de su boca.
Enterró las manos en el cabello y se deleitó al sentir cómo los mechones se
deslizaban entre sus dedos una y otra vez. Él se apartó y la miró con una avidez
tan palpable que Sakura se encendió aún más. La observaba de un modo
posesivo e intenso que la dejó sin respiración.

Sin poder aplazar más lo que ambos tanto deseaba, Sasuke acunó su rostro
entre las manos y le dio un beso profundo al tiempo que la tomaba de las
caderas y la guiaba hacia su miembro. Sakura contuvo el aliento,
estremeciéndose ante lo que estaba por venir. Sin más palabras, ella
comprendió lo que quería. Alzó las caderas y lo guió hasta su interior, despacio,
centímetro a centímetro, hasta que todo su miembro la llenó por completo. Un
gemido escapó de su garganta al sentirlo dentro y observar el deseo voraz que
reflejaban sus ojos.

Él bajó la cabeza y la besó con ternura mientras la penetraba con envites


salvajes, a un ritmo frenético. Cada una de sus embestidas proporcionaban una
oleada de puro placer. Sasuke aumentó el rimo de sus caderas mientras ella se
aferraba a sus hombros, ambos perdiendo todo rastro de cordura, inmersos en
un estallido de deseo. Llegaron a la cima de todo, compartiendo un sublime a la
par que violento placer. Sasuke echó la cabeza hacia atrás y rugió mientras la
penetraba una última vez. Ella gritó, agitándose entre sus brazos. Cuando él se
derrumbó sobre su cuerpo, Sakura lo abrazó con fuerza, acunándolo mientras se
recuperaba. Instantes después, sin muchos deseos de separarse de él, sintió
cómo Sasuke salía de ella.

Sakura se cubrió con la sábana, aún jadeante y se recostó sobre un costado


para encender la lámpara que había sobre el buró. Sasuke le pasó un brazo por
encima, sentía la respiración de él golpeando contra su cuello. Igual de irregular
que la suya. Sus dedos se encontraban entrelazados.

Sasuke le apretó la mano un poco más fuerte un momento antes de abrazarla


hasta rodearla por completo con su cuerpo. No podía comparar aquella
sensación con cualquier otra que hubiese sentido en toda su vida. Nadie la
había abrazado nunca de ese modo. De forma tan posesiva; tan completa. Se
sentía protegida, rodeada por su fuerza. Y entonces sucedió, él levantó
ligeramente la cabeza hasta posar sus labios junto a su oído y susurró:

— Sé mi compañera. —Sakura abrió los ojos desmesuradamente.

— ¿Q…qué?
— Cásate conmigo —dijo él. La ojiverde giró lentamente hasta quedar tendida
de espaldas y poder mirarlo.

— ¿E…estás seguro? —fue lo único que pudo preguntar debido a la emoción.


Sasuke soltó una ligera risa y besó su hombro.

— Por supuesto.

Ella se levantó un poco apoyada en su antebrazo, acarició el rostro de Sasuke y


lo besó. Él la apretó con fuerza contra su cuerpo mientras volvía a recostarla
sobre la cama. Luego de unos instantes, ella se separó ligeramente, apartó unos
cuantos mechones oscuros de su rostro y fijó su mirada color jade en la de él.

— Sí… quiero casarme contigo —susurró antes de tomar el rostro de Sasuke


entre sus manos y besarlo nuevamente.

Sí, así era como ahora se hallaba comprometida.

¡Qué vueltas daba la vida! hacía tan sólo un par de meses estaba aterrada ante
tal idea y ahora… no podía esperar. No tenía idea de qué clase de preparativos
tendría que hacer, pero estaba segura de que podía contar con Ino, Temari,
Hinata y tener el apoyo de Kaiya. Jamás creyó empatar tan bien con otras
mujeres, así como tampoco pensó que realmente podría sentirse entre una
familia otra vez y casarse con alguien sin morir en el intento. En definitiva las
cosas eran más fáciles cuando se hacían con la persona adecuada. Y Sasuke lo
era, definitivamente lo era.

Si algo había que reconocer como bueno dentro de ese lugar, era el jardín. Para
Kaiya se había convertido en su sitio favorito. Estar ahí le recordaba que no se
encontraba cautiva dentro de una jaula, además era increíble la cantidad de
sensaciones que llegaban hacia ella, inundando cada uno de sus sentidos.

— Hace frío, humana —escuchó detrás de ella.

— ¿En algún momento me llamarás por mi nombre, vampiro?

Neji sonrió. Se acercó a ella.

— Así que es aquí donde pasas toda la noche.

— ¿Cómo lo sabes?

— Porque me han dicho que lo primero que haces al levantarte es venir aquí.

Kaiya sonrió. Sí, también debía reconocer que aquel vampiro no era el imbécil
que ella creyó la primera vez que lo conoció. Las últimas dos semanas le habían
demostrado que, a pesar de la actitud cínica que solía tener la mayor parte del
tiempo, Neji no era una mala persona. Al igual que los demás habitantes de la
casa, en especial las mujeres. En todo este tiempo había entablado muy buena
relación con Temari, Ino, Hinata y Sakura, en especial con la última, pues ambas
habían entrado al mundo de los vampiros recientemente, aunque por razones
distintas.

— No tienes por qué preocuparte, —continuó él— tu nuevo hogar también


cuenta con un jardín precioso. —la sonrisa se borró del rostro de ella— anoche
fui a verlo.

— E…eso significa…

— Sí. Es hora de que vuelvas a tu mundo.

Kaiya sintió un balde de agua helada cayendo sobre ella una y otra vez.

Neji exhaló profundo. Había pensado que tal vez podría tener mayor tacto al
decirle aquello, pero de nuevo su extrema 'sinceridad' pesó más. ¿Por qué
siempre estropeaba todo cuando se trataba de darle una noticia a ella?

— Escucha, Kaiya… yo... lo lamento. Creo que no ha sido…

— No te preocupes —le interrumpió ella intentando sonar tranquila— Estoy bien.


Es sólo que… me tomó un poco por sorpresa.

— Lo sé. Pero puedo prometerte que pronto recobrarás tu vida anterior ¿de
acuerdo? —Claro, cómo si tuviera una brillante vida a la cual regresar—. Muy
pronto ya no sabrás más de nosotros, y si estuviera a mi alcance, borraría todo.

— Sí, yo… — ¿qué se suponía que debía decir en esos momentos?— Quisiera
volver a… "mi habitación. No, no es mía." adentro, si no te importa.

— Claro.

Neji se acercó a ella y comenzó a guiarla de vuelta a la mansión ya que su perro


decidió mantenerse en el jardín. Cuando se encontraron frente a las puertas de
la habitación que Kaiya ocupaba, ambos se detuvieron.

— ¿Puedo preguntar cuándo me voy?

— Ah, eso no lo sé. Todo está listo, pero tal vez quisieras quedarte a la
ceremonia de emparejamiento de Sasuke y Sakura.

"¿Emparejamiento? ¡Ah, claro! emparejamiento = matrimonio"


— ¿Cuándo se casan?

— Si todo queda listo, en un par de noches.

Wow. Eso sí que era pronto. Pensó que le diría que tal vez un par de semanas,
quizás más, pero era obvio que el universo quería regresarla al mundo real
cuanto antes.

— Sí, me gustaría esperar hasta después de su boda para irme. —los


sentimientos que le causaron las últimas dos palabras, intentó disimularlos bajo
una supuesta sonrisa.

Neji podía percibir la confusión y la tristeza que estaban emergiendo en ella, y


quería consolarla, pero estaba más preocupado por aquella mirada aguamarina
que sentía clavada en la nuca y el leve olor de vinculación que llegaba hasta su
nariz. Sí, un movimiento en falso y terminaría con la garganta abierta. Tal vez
había exagerado un poco con su plan, sobre todo, porque no había funcionado
como esperaba, pero ya no había marcha atrás. Sólo le quedaba ser lo
suficientemente cauteloso para evitar cualquier altercado.

— Entonces así será. Ahora debo irme. Es hora de iniciar las rondas.

— Claro. Ten mucho cuidado ¿sí? —Neji sonrió. Aún le extrañaba tener a
alguien que se preocupara porque él regresara a la mansión en una sola pieza.

— Haré lo que pueda. Pero no prometo nada, muchas veces la diversión es muy
grande.

Kaiya iba a replicar, pero el vampiro ya se había alejado. Permaneció en ese


sitio durante unos segundos y luego entró en la habitación. Sin darse cuenta de
que Gaara se había mantenido a la expectativa, y por supuesto, que había
escuchado todo.

— Deja de espiarla y mejor habla con ella. Pareces un acosador. —escuchó


detrás de él. Miró sobre su hombro y vio que Kiba estaba ahí. Gaara lo fulminó
con la mirada.

— Yo no espío a nadie —musitó el pelirrojo antes de desaparecer por el


corredor.

"Claro, él no espiaba y yo no puedo salir durante el día", pensó Kiba, irónico.

Cuando Gaara se encontró de nuevo en su habitación, comenzó a pasearse de


un lado a otro. No entendía qué era ni de dónde había venido esa sensación que
le estaba oprimiendo el pecho, pero ahí estaba, sofocándolo. Ella se iría. El
tiempo de Kaiya a su lado se había acabado y… ¿a su lado? ¿de dónde sacaba
que ella había estado a su lado si las últimas dos semanas se la había pasado
pegada a Neji?, bueno tal vez era al revés. El hermano no la dejaba a sol ni a
sombra cuando estaban en la mansión, hacía que acompañara a la cofradía en
cada una de las comidas, se sentaba a su lado, la hacía sonreír y reír algunas
veces, paseaban juntos por el jardín… en otras palabras, hacía todo lo que a él,
muy en el fondo, le hubiera gustado hacer.

Y aunque eso le reventaba como pocas cosas, haciéndole hervir la sangre que
corría por sus venas, sentía que era lo mejor. Para Kaiya era mejor estar con
alguien como él. Sí, Neji era un maldito bastardo mujeriego que se la pasaba la
mitad del tiempo con los pantalones abiertos, pero era precisamente su
constante 'contacto' con las mujeres lo que le hacía saber tratarlas. Cosa que
obviamente él no sabía ni por equivocación.

Detuvo su frenético ir y venir. Ella se iba a ir y aunque él pudiera verla y siempre


estar ahí para protegerla, ella nunca sabría más de él. Se quedaría con la
imagen del imbécil que en realidad era él. Habla con ella, recordó le había dicho
Kiba. Tal vez… tuviera algo de razón.

Kaiya abrió las ventanas de la habitación, sintiendo la fría brisa golpear su


cuerpo. Le encantaba ese lugar, el aroma del bosque a su alrededor le
recordaba a Gaara. Él olía así, como una fresca mezcla entre el aroma del
bosque y un aroma profundamente masculino. Ya pronto se iría, y él no había
hablado con ella. Tal vez había hablado en serio cuando le dijo que sólo la había
dejado quedarse en su cuarto porque ella se lo había pedido, más no por que lo
deseara.

Le entristecía pensar que fuera así. Decidió cerrar las ventanas, y en el instante,
las puertas de su habitación se abrieron intempestivamente. Ella se tensó hasta
que el aroma a bosque llegó hasta su nariz.

— ¿Gaara?

Él no respondió. Cerró la puerta tras de sí y comenzó a pasearse de un lado a


otro frente a ella. Kaiya estaba desconcertada al sentirlo ahí, frente a ella, tan
inesperadamente, pero no era capaz de articular ninguna palabra. Bueno, su
cerebro le decía que lo primero que debía hacer era echarlo, o gritarle por
haberla tratado así la otra noche, pero cuando se disponía a hacerlo, él se
adelantó.

— Mi… mi padre fue un bastardo infeliz —dijo agitado. Parecía como si cada
palabra estuviera agujerándolo lentamente—. Él… él fue un maldito bastardo.

Kaiya no pudo evitar sorprenderse cuando comprendió lo que le estaba


ofreciendo, se sintió en las nubes. La había dejado penetrar en su coraza, y ella
no podía sentirse extraña, feliz. Aún atónita, sólo pudo permanecer de pie,
inmóvil en donde estaba.

Gaara detuvo su impetuoso paseo. Iba a encararla, pero entonces supo que no
podía hacerlo. No si esperaba continuar con lo que estaba haciendo. Expulsó
todo el aire que había en sus pulmones, le dio la espalda y se sentó en el borde
de la cama, quedando justo frente a la puerta. Huir aún era una posibilidad. Pero
no la tomaría.

Apoyó los codos sobre las piernas y encorvó la espalda mientras se decidía a
continuar.

— La primera vez que los cazadores hicieron su aparición, mi hermano murió


intentando protegerme. Entre nuestra raza, el primer hijo varón siempre es
considerado el más importante, casi como algo sagrado, así que su muerte era
más de lo que se podía soportar. Al menos lo fue para mi padre. La noche del
funeral, fue por mí a mi habitación, me arrastró por toda la fortaleza en la que
vivíamos y me arrojó a los calabozos. Como yo fui el causante de su muerte, mi
padre decidió ejercer su derecho sobre mí, ahí me azotó hasta que sus fuerzas
se acabaron y me dejó encerrado. —Escuchó un ligero jadeo por parte de Kaiya,
quien se había acercado a él un poco más.

«Esa es… una costumbre entre los nuestros. A los civiles no les está permitido
asesinar así que sólo pueden 'desquitarse' contra el asesino, aunque sólo de
forma temporal, siete días para ser exactos. Sin embargo, en mi caso, no
sucedió así. Mi padre me mantuvo encerrado en las mazmorras durante
décadas enteras, siempre viniendo a mí cuando se encontraba lo
suficientemente ebrio como para molerme a golpes con cualquier cosa que
tuviera en la mano. Los primeros días me pasaba todo el tiempo gritando,
implorando su perdón por el pecado que había cometido» -Una media sonrisa
cáustica se formó en su rostro.

«Sí, que yo haya sobrevivido en lugar de mi hermano era un pecado en aquella


época. Mis gritos y lamentos llenaban el vacío de la soledad que se formó a mi
alrededor. Pero nadie respondió. Aún después de mi transición, las cosas no
parecieron mejorar, todo lo contrario. Una vez que mi capacidad de regeneración
había quedado activada, las 'visitas' de mi padre se incrementaron. Al parecer
no soportaba ver mi rostro sin rastro alguno de golpes. La servidumbre dejó de
verme como el amo, pasé a ser sólo un animal encadenado que era castigado
por haber mordido a su dueño. Así que con el tiempo dejé de gritar, dejé de
suplicar, y dejé de creer. Dejé de creer que mi infierno en algún momento
terminaría, que la muerte se apiadaría de mí y vendría en mi búsqueda. Dejé de
sentirme vivo y sólo esperaba a que la noche llegara lo más tarde posible.»

«La razón por la que no me llevó bien con Temari es porque ella nunca me
apoyó. Siempre tuvo la posibilidad de liberarme, de sacarme de ese infierno,
pero no lo hizo. Y la única ocasión en la que confié en ella, me traicionó.»
Miró hacia su derecha, Kaiya seguía de pie justo donde la había visto instantes
antes, pudo sentir la pena que la estaba embargando, pero él no podía
consolarla. No ahora. Aún tenía cosas por decir. Gaara volvió la vista la frente,
aún con los antebrazos apoyados sobre sus muslos, entrelazó los dedos de sus
manos, retorciéndolos con ansiedad.

«Una tarde, tan sólo días después de que yo hubiera pasado por mi transición,
ella bajó al calabozo trayendo consigo la llaves de los grilletes que me ataba. Me
liberó y dijo que me ayudaría a huir, que iría conmigo. Fue un maldito error
haberle creído. Apenas había logrado salir del castillo cuando los hombres de mi
padre nos hallaron y nos llevaron frente a él. Mi padre hizo tantas preguntas que
me costaba trabajo seguirlo, yo le dije que Temari me había liberado, que ella
había huido conmigo, pero cuando le preguntó a ella si eso era verdad,
simplemente calló, dando por sentado que yo había mentido. Aquella noche me
fueron fracturados todos los huesos de los brazos y las piernas, fui golpeado
hasta que mi rostro quedó irreconocible, fui azotado hasta que no hubo más piel
que arrancar de mi espalda y no conforme con eso, fui marcado para siempre.»

Gaara guardó silencio mientras intentaba alejar todo ese dolor de su mente.
Sentía como si su cuerpo estuviese recibiendo aquellas flagelaciones de nuevo.
Cuando pudo volver a centrar sus pensamientos en la realidad que había a su
alrededor, continuó:

«Después de eso, ya nada cambió y de hecho, yo ya no esperaba que algo


cambiara. Y fue entonces cuando sucedió. Kiba apareció un día en el castillo y
me liberó. A diferencia de Temari, él mantuvo su palabra y me ayudó a escapar,
trayéndome a la Cofradía. Ese maldito le dio un verdadero propósito a mi
existencia: asesinar a cualquier cazador bastardo que se atravesara en mi
camino. No sólo por mi hermano, sino también por mí.»

Una vez más, el silencio se hizo presente. Sin que él lo notara, Kaiya se había
acercado a él. Las delicadas manos femeninas tantearon a su alrededor y
cuando hallaron el borde del colchón, se sentó a su lado. Ella extendió su brazo
y delicadamente posó su mano sobre el antebrazo de él. Su primera intención
había sido retirarlo, pero no pudo hacerlo.

— Mi madre murió en el accidente de auto en el que yo perdí la vista —dijo casi


en un susurro. Dispuesta a compartir cicatrices—. Estábamos discutiendo
porque yo quería pasar un fin de semana en la casa de campo de la familia de
un amigo y ella se negaba a ello. "No es correcto, Kaiya. Apenas tienes
dieciséis", me decía una y otra vez, y yo le respondía que dejara de controlar mi
vida. "Eres muy injusta. Te odio", fueron las últimas palabras que le dije antes de
que un camión invadiera nuestro carril y chocara contra nosotras. Cuando
desperté ya era ciega y mi madre había muerto. —inhaló profundo— Después
de eso, la vida de mi padre se fue al olvido, casi nunca salía de su habitación, no
comía, y no soportaba que yo estuviera cerca de él. Lo cual me hizo pensar que
él me consideraba la culpable de lo sucedido, y él me lo recordaba, todo el
tiempo. Así fue como los años siguieron su curso hasta que un día mi padre ya
no soportó su soledad y se suicidó.

Gaara la miraba casi sorprendido. La opresión que ella sentía en el pecho fue
extremadamente palpable para él. Sin entender muy bien lo que hacía, tomó la
mano de ella entre la suya y entrelazó delicadamente sus dedos.

— A decir verdad… no lo culpo por su decisión —continuó ella— Supongo que


yo también hubiera hecho lo mismo si Akari, mi 'protectora', no me hubiera
encontrado. —dijo con una muy tenue sonrisa.

El silencio llegó una vez más mientras ambos se dedicaban a disfrutar, en cierto
modo, la simple presencia del otro. Hasta que minutos después sonó el móvil de
Gaara. El vampiro miró el identificador y devolvió el aparato al interior de su
abrigo.

— Debo irme —dijo él. Se llevó la mano de ella hasta sus labios y depositó un
breve beso antes de salir casi corriendo de la habitación.

Tan pronto como se halló de nuevo inmersa en la soledad, una terrible


preocupación se formó en el pecho de Kaiya. Le preocupaba que Gaara
estuviera bien. Comprendía perfectamente su labor, pero eso no diezmaba un
poco su sentimiento, había sido herido hacía tan poco tiempo aunque todo el
mundo le dijera que eso era agua pasada, y aún así estaba allá afuera,
probablemente tratando de encontrar a más de esos asesinos. Virgen santa…
¿y si él?

Y si. Y si... Si seguía así iba a volverse loca. Sólo quería que él regresara bien a
casa. Rezaba porque así fuera. Desesperada por encontrar otra cosa en la que
concentrarse, recorrió la habitación con pasos inseguros, sus rodillas le
temblaban ante la posibilidad de que él no regresara bien. Si algo le llegara a
ocurrir, ella…

Fue entonces cuando se dio cuenta de lo fuertes que se habían vuelto sus
sentimientos hacia él. Le parecía increíble, pero así era. Él había llegado a
alguna parte de su interior y ahora la intensidad de lo que sentía por él era tanta
que se preguntaba si no…

Lo amaba. Oh, virgen sagrada…

Se dejó caer sobre el mullido colchón, como si las fuerzas hubieran


desaparecido de su cuerpo en un suspiro. De repente no soportaba estar sola,
no con esa revelación proyectándose en su cabeza.
Capítulo 24
La noche por fin estaba llegando a su fin.

Había pasado mucho tiempo desde que Naruto había pensado aquella frase y
ahora había adquirido un significado absolutamente conveniente mientras
seguía al demonio pelirrojo a través del viento, materializándose en el patio
frente a la enorme fachada de la mansión. Tan pronto como tomó forma, Gaara
continuó su pesado y tenso andar hacia la puerta principal. Naruto sólo podía
verlo siendo rodeado por los miles de copos de nieve que había comenzado a
caer hacía tan sólo un instante.

— Gaara… —le llamó una vez más.

El guerrero continuaba ignorándolo como lo había hecho los últimos diez


minutos, muy a pesar de sus numerosos llamados. Mierda, ahora sí la había
hecho. Atravesó la enorme puerta de roble sólido y vio al hombre atravesar el
vestíbulo y comenzar a subir la enorme escalinata alfombrada de rojo.

— Con un demonio, Gaara —dijo por fin exasperado— Permite que diga lo
siento ¿no?

El pelirrojo detuvo su andar sobre las escaleras, dio vuelta sobre sus talones y
en una carrera descendió los peldaños, se acercó a Naruto con una fuerza e
ímpetu apabullantes, lo tomó por las solapas del abrigo y lo golpeó fuertemente
contra el muro.

— Escúchame bien —siseó y dejó al descubierto sus colmillos al tiempo que


fijaba su mirada en él— Sólo hiciste lo que la mayoría de ustedes han querido
hacer desde que llegué aquí. Así que deja ya toda esta joda de querer
disculparte, cuando ambos sabemos que la única razón por la que lo haces es
porque fuiste tan cobarde que no pudiste terminar el trabajo.

Le dio un nuevo golpe contra la pared y lo soltó. Entonces retomó su andar


sobre las escaleras. Cuando Naruto dejó de escuchar sus fuertes pisadas, soltó
un bufido de furia y golpeó el muro a sus espaldas. ¿Por qué? ¿Por qué otra
vez? ¿Por qué tenía que estar sucediendo eso?

Alzó la vista hacia la hermosa representación del cielo que había sobre el techo
y deseó con todas sus fuerzas que lo que estaba sucediendo fuese una
pesadilla. Pero al sentir el dolor en el pecho supo que todo era realidad, supo
que las palabras de Kakashi nunca perderían su significado…

…supo que el fin de su felicidad había llegado.

Las puertas azotaron con fuerza, tan pronto como Gaara entró a su habitación.
El brazo derecho le punzaba al ritmo del latido de su corazón, sus pulmones se
hinchaban una y otra vez de manera irregular buscando llenarse del aire que
parecía no querer ayudar. ¿Cuándo se habría imaginado que Naruto lo iba a
dejar morir a manos de cazadores? Bueno, era cierto que en el último segundo
parecía haber recapacitado y lo había librado de tener que utilizar sus intestinos
como cinturón, pero eso no dejaba de lado el hecho de que el guerrero lo había
abandonado.

Incapaz de seguir pensando en ello, decidió salir de su habitación. No soportaba


la idea de permanecer dentro de esas cuatro paredes que parecían encogerse
con cada respiro que daba. Parpadeó un par de veces debido a la intensidad de
las luces del pasillo, inhaló profundo, sintiendo que esta vez la presión en su
pecho parecía un poco menos agónica y comenzó su andar por el corredor.

Antes de darse cuenta, se había detenido justo frente a un par de puertas al otro
lado de la mansión. ¿Cómo había llegado ahí? esa era la pregunta del millón
para la cual no tenía respuesta. Apoyó su mano sobre la manija y lentamente
abrió la puerta. La habitación estaba vacía, completamente a oscuras; excepto
por el rastro de luz que se colaba por la parte inferior de la puerta del baño.

De inmediato, el dulce olor a jazmines llegó a su nariz y, como había sucedido


desde el primer momento, todos sus pensamientos quedaron aislados bajo ese
aroma. Kaiya apareció por la puerta, vestida con una blusa de tirantes delgados
y unos pantalones de franela. Gaara supuso que se estaba preparando para ir a
dormir.

— Soy yo. —dijo al ver la expresión interrogante de ella. La vio suspirar


ligeramente antes de comenzar a acercarse a él.

— Gaara… ¿estás bien?

— Sí.

— ¿Estás herido?

— No. —respondió, no sin evitar sorprenderse brevemente al preguntarse por


qué ella se preocupaba por él.

Kaiya continuó con su camino hacia él, guiándose por el sonido de su voz.

— ¿Seguro? —inquirió ella nuevamente.

— Sí. —respondió a regañadientes, un tanto irritado.

— Entonces voy a abrazarte.

Antes de poder notarlo, su cercanía logró turbarlo. Ahí estaba ella. Frente a él.
Extremadamente cerca de él. Se estremeció ante la novedad de un abrazo, a la
sensación de sus pechos contra su pecho, de aquel cuerpo sumamente frágil tan
cerca de él. De inmediato se tensó. Su mente se debatió con más fuerza entre
dos poderosas sensaciones: quería apartarla; quería mantenerla así, más cerca.
Cada músculo de su cuerpo permaneció inmóvil, mientras él sentía los delgados
brazos de Kaiya a su alrededor, era como si tuviese miedo de hacer el más
mínimo movimiento. De no haber sido porque sus pulmones se desgarraron
intentando llenarse de aire, también hubiera dejado de respirar.

Se dio por vencido e incapaz de controlarlo inspiró su perfume calido, dulce y


disfrutó las nuevas emociones que se derramaban a través de él.

Entonces Kaiya se apartó un poco. Una sensación picante inundó su nariz


provocándole ganas de estornudar. Sólo había una vez anterior en la que había
percibido aquel aroma: cuando el enemigo de Gaara intentó llevársela.

— ¿Q…qué es ese olor? —Gaara miró su propio cuerpo y descubrió que aún
seguía cubierto de restos de akatsuki, en sus brazos y gran parte de sus ropas.
Maldiciendo internamente, puso más distancia entre ambos.

— Sangre. —gruñó.

— Dijiste que no habías sido herido.

— No mía. De cazador. —exhaló profundo. De nuevo la irritación había


regresado a su cuerpo—. Iré a darme un baño.

Se dio vuelta y ella lo llamó.

— Gaara…

— ¿Si?

— ¿Dormirás conmigo esta noche?

— ¿Quieres que lo haga? —preguntó extrañado.

— S…sí. —respondió ella— N…no me malinterpretes yo sólo…

Gaara fue plenamente consciente del tenue sonrojo que coloreó sus mejillas.

— Entonces lo haré. —dijo, continuando con su camino hacia la salida. Abrió la


puerta.

— Gaara…
— ¿Qué? —volvió a gruñir, aún más molesto.

— Mañana, después de la ceremonia… me iré. —el rostro del guerrero palideció


al oír el último par de palabras.

— Lo sé.

Sus palabras fueron sólo un susurro, y entonces cerró la puerta tras él. Por
supuesto que lo sabía. Lo sabía perfectamente.

La usual monotonía estaba cubriendo el Santuario como lo hacía siempre. El


mismo color blanco sobre todo lo que ahí había, el mismo sonido del ligero
golpeteo de las gotas del agua contra las paredes de mármol que formaban la
fuente, la única cosa animada que se movía en ese plano existencial, las
mismas personas que siempre: miembros del consejo, sacerdotisas. Y también,
desde el interior del enorme templo que constituía su morada, se encontraba la
misma solitaria mirada ónice clavada en la nada frente a ella.

Ser el oráculo de la diosa, el ser que estaba entre la divinidad y sus creaciones,
conllevaba muchas obligaciones y responsabilidades, obligaciones que ella
siempre aceptó con gusto y que llevaba a cabo buscando siempre la excelencia,
porque generalmente los fines resultaban extremadamente benéficos para los
miembros de la raza. Pero también, ser el Oráculo la había llevado a un estado
que muchos no conocían en realidad: la soledad. La vida le había cobrado caro
su posición y su estatus, el destino había sido un acérrimo y cruel justiciero que
le había arrebatado una a una las cosas que ella siquiera pensó alguna vez en
anhelar: un marido y un hijo muertos, un hijo que la había odiado los últimos dos
siglos y un gigantesco hueco en el pecho que la absorbía a cada minuto de lo
que era su existencia inmortal.

— Su Santidad —le llamó una joven ataviada con una ligera túnica color cian,
arrodillada frente a ella.

— ¿Qué ocurre? —preguntó sin mucha emoción.

— El rey solicita verla. —la mujer no pudo ocultar su sorpresa al escuchar esas
cuatro simples palabras. Palabras que si no estuviesen juntas, no significarían
nada y que ahora le parecían su todo.

— ¿Dónde está?

— Esperándola cerca del templo del consejo, su Santidad.

La mujer hizo un movimiento con la mano y despidió a la sacerdotisa. Sin perder


la elegancia y la sublimidad, se levantó del banco donde instantes antes se
había encontrado sentada reflexionando sobre su existencia. La túnica blanca se
extendió a lo largo de toda su silueta hasta llegar al suelo, fundiéndose en él. Sin
necesidad de levantar las manos, la capucha fue colocada sobre su cabeza,
ocultando su rostro y su largo cabello negro. Y entonces inició el camino hacia el
encuentro con el rey de la raza; pero más importante, el encuentro con su hijo.

A pesar de todo, Sasuke seguía sin sentirse completamente a gusto cuando se


hallaba en ese lado. Tanta blancura y tanto silencio lograban exasperarlo sin
remedio, incitándolo a querer gritar lo más fuerte que pudiera tan sólo para
escuchar el eco de su propia voz llenando aquella vacuidad. Cerró los ojos, llenó
al máximo sus pulmones y cuando volvió a abrirlos, la esplendorosa figura se
hallaba frente a él.

— Su Excelencia —dijo la mujer al mismo tiempo que inclinaba su cabeza.


Sasuke respondió el saludo de la misma manera, sin dejar de sentirse incómodo
por ello—. ¿Puedo preguntar qué es lo que le trae al Santuario?

Sasuke apretó los labios en un gesto casi imperceptible. Sin embargo, no estaba
dispuesto a dejar esa conversación en aquella extraña formalidad. Él nunca
había sido así.

— Vine para anunciarte que esta noche se realizará la ceremonia de


emparejamiento entre Sakura y yo.

— Lo sé. —dijo ella. Eran muy pocas las cosas que alguien con su estatus,
desconocía. Así como también sabía que ella no estaba invitada a dicho
acontecimiento, cosa que no podía molestarle; pero que tampoco podía dejar de
importarle—.La corona de la reina será enviada con una de las servidoras. No se
preocupe, su Alteza.

— En realidad, espero que asistas.

Antes de dejar que cualquier expectativa pudiera llenar de emoción su corazón,


la mujer tuvo que recordarse que era la Oráculo, que su deber implicaba asistir a
la coronación de los reyes, y por supuesto, como reina, debía ceder sus
derechos a su sucesora.

— Cumpliré mis obligaciones al pie de la letra, su Excelencia.

Sasuke exhaló profundamente. ¿Cómo había dejado que Sakura le convenciera


de hacer aquello?

— Kakashi oficiará la ceremonia —ella estaba a punto de interrumpir, así que el


vampiro rápidamente agregó—: Y espero que asistas no como el Oráculo… sino
como mi madre.

La mujer no pudo ocultar la sorpresa al escuchar aquello. Mientras veía la figura


de Sasuke irse desvaneciendo muy lentamente, aquellas simples tres palabras
no dejaron de resonar dentro de su cabeza.

Como mi madre…

Y entonces las piernas dejaron de ser capaces de sostener su peso, ella cayó al
suelo, con las manos cubriéndole el rostro mientras su túnica se enrollaba a su
alrededor formando ligeras ondas sobre el frío suelo de mármol.

A diferencia de muchas otras incontables ocasiones, esta vez, sus lágrimas eran
de completa felicidad.

La resanción era simplemente indescriptible. Había estado viviendo del mimo


modo en el que un vampiro común se suponía que lo hacía, pero los últimos
días se había encontrado al borde de un nuevo colapso mental cuando se dio
cuenta de que todo parecía indicar que nada había quedado de su vida anterior.
Por eso había tomado aquella decisión. Valiéndose de toda la fuerza de voluntad
y el coraje que continuaban aguardando dentro de su pecho, había asumido el
riesgo y ahora estaba plenamente satisfecha con lo que había obtenido.

Darse cuenta de que podía salir a la luz del sol había valido la pena. Vaya que
sí.

— ¿Segura que te encuentras bien, Sakura? —escuchó por enésima vez


proveniente de su derecha. Miró al hombre a su lado y asintió.

— Como te dije hace dos minutos, Kiba: SÍ, estoy bien.

— ¿Ninguna molestia?

— Ninguna, además del ligero ardor en los ojos que también te dije hace dos
minutos —respondió con una mezcla entre hastío y tenue diversión al ver el
rostro de aquel guerrero. Kiba hizo un mohín, volvió su vista al ocaso y continuó
preguntándose cómo se había dejado convencer para hacer tal cosa. Si Sasuke
se llegara a enterar, lo mataría. Muy seguramente lo haría.

Recordaba haber estado en la cocina luego de entrenar un poco en el gimnasio,


ahí se había encontrado a la mujer en medio de un mar de lágrimas porque
estaba sumamente aburrida y frustrada. Naturalmente se había acercado a ella
para preguntarle que ocurría y Sakura le respondió que Sasuke le había dicho
que ya no podía volver a hacer nada de lo que solía hacer antes de su
transición. Ella le dijo que en un principio creyó que podía manejarlo, pero había
alcanzado su límite aquella tarde. Sí, el corazón de Kiba era similar al de un
pollo cuando se trataba de ver a una mujer llorando.

En un intento por tranquilizarla comenzó a platicarle un poco de él antes de su


transición y de las ventajas que había adquirido luego del cambio. Y mencionó
que también era un mestizo y que eso le había ayudado a desarrollar resistencia
a la luz del sol. Ahí estuvo el error, pensó ahora. Después de oírlo, Sakura le
había insistido en que le ayudara a averiguar si también ella podría. "Sólo quiero
ver si puedo salir al sol. Si algo va mal, juro que dejaré que me lleves adentro
rápido. Serán sólo unos segundos", habían sido sus palabras y aunque él en un
principio se negó, ver aquellos ojos color jade, circundados por tonalidades
rojizas debido al llanto fue suficiente para doblegar su voluntad y ahora ahí
estaban, en el jardín de la mansión, viendo el atardecer desde hacía dos horas.

— Lo siento. Soy un dolor de muelas ¿verdad? —Sakura sonrió.

— He de admitir que sí, un poco. Pero agradezco enormemente que te


preocupes por mí.

— Bueno, no te ofendas, pero no sólo lo hago por ti. Sasuke me arrancaría las
bolas, haría que me las comiera y luego me desollaría vivo si algo te llegara a
pasar por mi culpa. Eso sin contar que mi mujer me empalaría seguramente
después de eso —fingió escalofríos y luego volvió a mirarla— Así que, creo que
lo mejor será que volvamos adentro ¿si? Las cortinas están a punto de
levantarse y si ellos despiertan y nos ven aquí afuera quién sabe que podría
pasar. Además ya descubriste lo que querías ¿no? Puedes salir a la luz del día.

Sakura asintió varias veces mientras evaluaba sus palabras. Ahora era
plenamente consciente que detrás de esos comentarios hechos en broma por
parte de Kiba, se encontraban rastros de verdad. Sí, lo mejor era volver adentro.
Su mirada quedó atada en las tonalidades purpúreas y rosáceas que iban
desvaneciéndose a través del cielo conforme la noche empezaba a instalarse
sobre ellos.

— Al menos sé que puedo salir al atardecer —susurró. Kiba negó con la cabeza.

— La hora del día no tiene nada que ver. O puedes salir o no puedes. Aunque
como recién pasaste por la transición, yo te sugeriría protector solar y gafas
oscuras.

— ¿Lo dices por experiencia? —preguntó alzando una ceja inquisitivamente.


Kiba soltó una ligera risa.

— Para nada. La parte de mi genética que me permite estar bajo el sol es


mucho más fuerte que la tuya humana. Además, cuando yo pasé por el cambio,
aún no existían las gafas de sol.

Sakura lo encaró nuevamente.

— Número uno: no entendí absolutamente nada de la primera parte. Y número


dos: ¿eres tan viejo?

Kiba volvió a reír, exponiendo su flamante dentadura blanca.

— Oh, le sorprendería, mi reina. —hizo una ligera inclinación con su cabeza—.


Aunque en realidad debo aclarar que me encuentro en la flor de mi juventud. —
dijo mientras iniciaba el camino de regreso al interior de la mansión. Sakura tuvo
que sonreír por la última frase, ese hombre si que sabía cómo ser encantador
cuando se lo proponía. Sin embargo, cuando iba a replicar sobre su título de
reina, una voz detrás de ellos la sorprendió.

— Bonito crepúsculo ¿no es verdad?

Kiba apretó los párpados con fuerza mientras maldecía.

— Oh…mierda.

— Sí, creo que solías llamarme así la mayor parte del tiempo.

Sakura se giró sobre sus talones y casi instantáneamente su rostro de puso


lívido. El hombre que estaba frente a ella era aquel que…

— Demonios, Kakashi —exclamó Kiba acercándose a él— Por el amor a la


diosa, no le digas a Sasuke. —señaló ligeramente a Sakura— ¿Ves?, está
completa, sin quemaduras ni heridas feas.

— Tranquilo, Kiba. No vengo en calidad de soplón. —respondió el recién llegado


con una sonrisa en el rostro.

Ambos vampiros estrecharon sus manos e intercambiaron un abrazo. Todo ante


la mirada absorta de Sakura.

— Lo sé es sólo que… bueno… mierda… se trata de Sasuke y… —se giró para


mirar el rostro pálido de la mujer. De inmediato se acercó a ella, inclinándose un
poco para caer en su rango de visión— ¿Sakura? ¿estás bien?

La joven parpadeó confundida varias veces antes de poder enfocar su mirada en


el vampiro frente a ella.

— Ah… sí yo… estoy bien —musitó apenas en un sonido audible.

— Kiba, déjanos solos —pidió Kakashi, cerrando la distancia entre ellos. El


guerrero lo miró a punto de replicar, pero él rápidamente añadió—: Y es una
petición como consejero.

Kiba bufó molesto. 'Petición como consejero' era igual a 'mueve el trasero. Es
una orden, mocoso'.

— Ah… maldición —espetó por lo bajo— Pero entonces tú tendrás que decirle a
Sasuke por qué estás aquí seis horas antes de la ceremonia ¿estamos?

— Por supuesto —respondió Kakashi con una sonrisa.

El guerrero desapareció tras las puertas francesas que daban hacia la biblioteca.
Sakura siguió su camino con la mirada, un poco insegura de querer permanecer
con aquel hombre que, en teoría, estaba muerto. Se giró lentamente para
encararlo. De inmediato, Kakashi apoyó una rodilla sobre el césped e inclinó la
cabeza.

— No tiene nada que temer, mi reina.

Con pasos vacilantes, Sakura fue acercándose lentamente hacia él hasta que
sus dedos rozaron los mechones plateados de su cabello.

— Es… usted —susurró casi sin aliento. Kakashi tomó su mano y depositó un
casto beso sobre su dorso.

— No tengo palabras para expresar el agradecimiento que siento por lo que hizo
por mí aquella noche. —murmuró solemnemente mientras se ponía en pie.

Sakura se acercó a él. Aún sin poder salir de su asombro, acercó sus dedos
trémulos y palpó los sitios del pecho del hombre donde ella recordaba que
habían estado las heridas de bala. Sí, Sasuke le había hablado acerca de aquel
que le había salvado la vida aquella noche de tormenta, pero todavía era difícil
de creer que él estuviera ahí, frente a ella. Cuando su mirada se encontró con la
del hombre, dejó caer el brazo a su costado.

— Lo lamento. Es sólo que…

— Comprendo perfectamente cuan confundida puede estar en estos momentos,


mi Señora. Y esa es en parte la razón de mi temprana llegada: quiero aclarar
todas sus dudas respecto a mí, y por supuesto… sobre su madre.

Los ojos de Sakura destellaron debido a las emociones que se mezclaron en su


interior.

— ¿Usted conoció a mi madre? —preguntó con su voz hecha un hilo. Kakashi


inclinó su cabeza ligeramente como afirmación y ella sintió que de un momento
a otro se desplomaría sobre el césped. Las respuestas a las preguntas que se
había hecho toda su vida estaban justo frente a ella, en forma de aquel hombre.

Kakashi fue perfectamente consciente de lo que ocurría con ella, así que la
condujo de vuelta al interior de la casa. La depositó en el diván de terciopelo
color esmeralda que había en la biblioteca y esperó.

— ¿De verdad usted la conoció? —él volvió a asentir— ¿Cuándo? ¿cómo? ¿q…
quién era ella?

— Arisa —dijo Kakashi de nuevo casi como un susurro.

— ¿Qué?

— Su nombre. Se llamaba Arisa.

Escuchando esas últimas palabras, el corazón de Sakura dejó de latir.


Repentinamente una sensación de vértigo se apoderó de su cuerpo, haciéndola
sentir como si pronto fuera a ser tragada por un agujero negro. Parpadeó un
sinfín de veces intentando controlar las lágrimas que comenzaban a
arremolinarse en sus ojos. Tantos años, tantos días y tantas noches
preguntándose el nombre de su madre, buscando el nombre que mejor
completara la frase 'soy…, la madre de Sakura'; que ahora se le hacía casi
imposible creer que por fin lo sabía. Arisa… era simplemente perfecto.

Tragándose todas las emociones que en ese momento revoloteaban en su


pecho y que hacían temblar incontrolablemente sus manos, encontró la voz para
preguntar:

— ¿C…cómo la conoció?

— Fue cuando decidí vivir como mortal. —comenzó Kakashi sin dejar de mirar
los títulos de los libros que había frente a él— Hace cuatrocientos ochenta y tres
años.

«Fui nombrado el cónsul del extinto rey Fugaku Uchiha, el padre de Sasuke, así
que entre mis obligaciones estaban el tener que tratar con los miembros del
Círculo, la parte más alta dentro de la escala social de nuestra raza. En realidad
no era un trabajo que me entusiasmara, pero era algo que debía hacerse. Fue
entonces cuando conocí a tu abuelo, uno de los miembros más respetables
dentro del Círculo y uno de los más sabios, sólo fue cuestión de días antes de
que entablara una buena relación con él.

Tu madre era realmente joven en aquellos días, todavía le faltaban un par de


años para pasar por la transición y tu abuelo estaba realmente orgulloso de que
ella fuera una Elegida. Tuve el placer de conocer la un poco en aquellos tiempos
y puedo decirte que era increíble, un espíritu libre que era capaz de iluminar
cualquier lugar en el que se encontrara, eso sin mencionar que era
sencillamente hermosa. Era poseedora de los ojos más hermosos que he visto
en toda mi vida…»
Kakashi extendió su brazo frente a él y en la palma de su mano fue dibujándose
el retrato de una mujer. Sus facciones eran delicadas, perfectamente cinceladas
por un gran artista, tenía el cabello más oscuro que el de Sakura con reflejos
rojizos en él, pero ambas compartían el mismo color jade en su mirada.

— Por eso me dijo aquel comentario sobre mis ojos ¿no es verdad?

Una comisura de los labios de Kakashi se elevó ligeramente.

— Así es. La verdad es que lo menos que me esperaba era encontrar a la hija
de Arisa justo antes de morir, aunque claro, no supe que eras su hija hasta que
estaba agonizando.

Sakura agachó la mirada enfocándola en sus manos que se retorcían entre ellas
nerviosamente. Su ceño se frunció con confusión.

— Hay algo que no entiendo… si ella era una Elegida ¿cómo es posible que se
halla embarazado? ¿acaso no se hizo una sacerdotisa?

— Nada de eso. Ella pasó por la transición y fue enviada al otro lado, como
todas las sacerdotisas que fueron elegidas en aquella ocasión. —Kakashi vio
como la chimenea se encendía de manera automática y sus ojos se perdieron
en el danzar de las llamas mientras los recuerdos volvían a él. Tomo una gran
bocanada de aire antes de continuar con su relato.

— Durante más de cuatrocientos años no supe nada de ella, salvo lo que hacía
en el Santuario, como yo era mortal no tenía permitido ir allí a menos de que
fuera realmente necesario. En aquel tiempo la Cofradía ya se había consolidado
como la mejor defensa que tenía nuestra raza contra los seguidores de
Orochimaru, pero yo había olvidado un detalle realmente importante: no tenía de
quién alimentarme. Generalmente no tenía problemas para conseguir a alguien
que pudiera ayudarme, y como provengo de un linaje puro la necesidad de
sangre era más tardía en comparación con un vampiro común, pero algo había
cambiado en aquellos años, las colonias de nuestra raza comenzaron a
moverse, y encontrar la ayuda de alguna mujer se volvió difícil.

«Así que envié una solicitud a través de la Oráculo para que una de las
sacerdotisas fuera mi sustento por algún tiempo. No hace falta decirte que la
mujer elegida fue tu madre, por lo que fue enviada a este plano para estar
conmigo. Si soy sincero contigo, aquella atracción que sentí por ella en aquellos
años antes de que pasara por el cambio, fue transformándose en algo más
fuerte conforme pasaba las noches a su lado. Le enseñé el mundo de los
humanos que tu abuelo le había negado y ella fue enamorándose de él tanto
como yo lo hacía de ella.
En realidad yo siempre supe que ella no me veía de la misma forma en la que yo
lo hacía con ella, pero siempre esperé que un día las cosas cambiaran, aunque
obviamente, eso no sucedió. Y entonces apareció tu padre y ella se enamoró de
él. Tu madre pidió mi ayuda para que la ayudara a encontrar la manera de
renunciar a su cargo como sacerdotisa porque quería estar con aquel hombre
que la había hechizado. Aunque en un principio me negué debido a mis propios
sentimientos, finalmente accedí, porque descubrí que es cierto que cuando
amas a alguien sólo te importa que sea feliz, aun cuando no sea a tu lado. Ella
dejó su cargo como sacerdotisa, se fue a vivir con aquel hombre y durante seis
años sólo tuve noticias de ella a través de cartas.

Tu padre no supo lo que ella era durante esos años. Tu madre tenía miedo de su
reacción así que esperó el tiempo que ella consideró prudente para poder decirle
la verdad, después de todo, era cuestión de tiempo antes de que él notara que
ella no cambiaba conforme el paso de los años. Contrario a lo que pudo pensar,
tú padre no lo tomó de la mejor manera y la abandonó. Ella volvió a mí sin
ilusiones y con el corazón hecho pedazos. Quería regresar a su mundo y se dio
cuenta de que ya no podía hacerlo. A los pocos días se enteró de que estaba
embarazada de ti y eso le devolvió la esperanza que había creído perdida. Yo
me ofrecí a hacerme cargo de ambas, a ser un padre para ti, pero ella se negó.
Dijo que era un nuevo camino que ella quería recorrer sola. Yo le di la razón y
sólo le di mis bendiciones antes de tener que ver todo lo que ocurría desde la
banca.

Ella se trasladó a un pequeño apartamento donde pudo vivir su embarazo con


paz y tranquilidad. Yo iba regularmente a verla y afortunadamente todo salió
bien. Durante el año que ella estuvo contigo todo parecía seguir su curso, hasta
que un día ya no supe nada de ella. Empleé todos los medios que poseía para
encontrarla, pero fue demasiado tarde. Un conocido me dijo que ella había sido
asesinada por cazadores y que tú habías sido llevada a un orfanato luego de
que te encontraran a las puertas de una iglesia.

Moví cielo, mar y tierra para tenerte de vuelta, pero supe que eso no era lo que
tu madre hubiese deseado, así que te llevé con tu padre. Le conté lo ocurrido y
él se lamentó enormemente por haberla dejado de aquella manera. En aquel
momento él ya se hallaba casado con una mujer humana, más no le importó. La
convenció para aceptarte y arrepentido por su comportamiento me prometió que
te daría todo el amor que tuviera en su interior. Cuando vi que la mujer te
aceptaba como su hija, porque ella era estéril, supe que estabas en buenas
manos y salí de tu vida. Jamás pensé que te encontraría veinticuatro años
después en Konoha, y que tu rostro sería lo último que vería antes de morir.»

— Eso quiere decir que mi padre… —susurró de nuevo sin aliento.

— Siempre fue tu padre. —se acercó a ella, sentándose a su lado en el diván. El


rostro de Sakura lucía descompuesto. Todas esas verdades sencillamente eran
más de lo que podía haber imaginado alguna vez. ¿Por qué su padre nunca que
se lo dijo?— No quiero que lo juzgues por la decisión que tomó respecto a tu
madre. No es una verdad que se pueda tomar con facilidad, eso tú debes
saberlo por experiencia. —tomó una de sus manos entre las suyas y le dio un
ligero apretón— Y lo más importante: no quiero que pienses que tu madre te
abandonó. Debes tener siempre presente que desde que supo de tu llegada no
hubo en mundo cosa más importante que tú ¿de acuerdo?

Sakura lo miró y sin poder contenerlo más, se hecho a llorar sobre su hombro.

— Gracias, muchas gracias —susurró entre sollozos mientras se aferraba a


aquel hombre que le había salvado la vida una vez y le había dado un sentido a
toda su existencia.

Kakashi correspondió el abrazo. Inspiró profundo, llenando sus pulmones el


aroma a flores de Sakura y por primera vez sintió que su alma atormentada
podía adquirir de nuevo paz. Había hecho lo correcto.

Cuando Sasuke despertó, inmediatamente sintió la ausencia de Sakura sobre su


cama. Salió al pasillo dispuesta a buscarla, pero se encontró a Kiba quién le dijo
que ella estaba con Kakashi. Aunque al principio no le cayó para nada en gracia
que su mujer estuviera con el consejero, finalmente, luego de meditarlo durante
varios minutos, tuvo que aceptar que era lo mejor. Probablemente Kakashi
estaba hablando con Sakura sobre su pasado y en realidad tenían muchas
cosas que aclarar.

Volviendo a su habitación, tomó una ducha rápida antes de comenzar a


prepararse para la ceremonia. Miró la túnica negra que yacía sobre la cama y no
pudo evitar hacer un recuento sobre todo lo que había ocurrido en su vida. La
muerte de su familia, su entrada a la guerra, haber encontrado a Sakura…
Muchas habían cambiado en sus apenas tres siglos de existencia. Demasiadas
en realidad.

— No puedo creer que hoy sea tu ceremonia de emparejamiento.

Miró hacia las ventanas de su habitación y vio a Itachi recargado sobre el muro.

— ¿Dónde habías estado? —le preguntó él. Sí, definitivamente las cosas habían
cambiado porque ahora se encontraba feliz por platicar con su hermano muerto
—. Creí que te había esfumado definitivamente.

— Ah, ya sabes, he estado en todas partes y en ningún lugar a la vez —dijo


mientras se acercaba a la cama— soy como el viento.

Sasuke lo miró alzando una ceja.


— ¿Tú como el viento? Dime quién eres y que has hecho con mi frío hermano
mayor.

— Muy gracioso hermanito. —miró la túnica y pasó ligeramente sus dedos sobre
la suave tela— Y dime ¿estás nervioso?

— Por supuesto que no. ¿Por qué habría de estarlo? No me he sentido tan
seguro de algo en toda mi vida.

— Me imagino. Sakura es una mujer de valor y creo que no puede haber nadie
mejor que ella para ti.

— Lo sé. —Sasuke fue perfectamente consciente del velo de tristeza que


apareció en la mirada de su hermano. Un emparejamiento era algo que él nunca
podría experimentar, así que en su interior no pudo evitar sentirse culpable por
ello. Decidió alejar esos pensamientos de su mente y cambiar de tema— No me
has dicho por qué te apareces hasta ahora.

Itachi se encogió de hombros.

— No lo sé. Tal vez no me había aparecido antes porque estás haciendo las
cosas bien —hizo una mueca irónica— Sólo para variar ¿no crees?

Sasuke lo fulminó con la mirada. Estaba a punto de contestar cuando un golpe


sonó en la puerta y Naruto apareció a través de ella.

— Sasuke todo está listo abajo ¿cómo vas?

— Estoy bien. Dame cinco minutos.

Naruto asintió y tan rápido como entró, desapareció cerrando la puerta tras de
sí.

— ¿Estarás en la ceremonia? —preguntó Sasuke volviéndose hacia su hermano


—. Nuestra madre estará presente.

— Lo sé. Ella misma me lo dijo. No hace falta que diga lo orgulloso que estoy de
ti ¿verdad?

— ¿Así que has hablado con ella y no conmigo? —Itachi le lanzó una mirada
divertida.

— Déjame recordarte, Sasuke quien era el que se la pasaba todo el tiempo


diciendo 'esto no es posible' cuando yo venía. Así que no debería sorprenderte
que prefiera pasar el tiempo con alguien que aprecia el valor de mi compañía.
Una media sonrisa irónica se dibujó en el rostro del menor de los Uchiha.

— Hmp. Muy gracioso. No te pongas sentimental. Entonces… ¿estarás ahí o


no?

— Por supuesto que sí, Sasuke. No me lo perdería por nada en el mundo.

Sasuke asintió y entonces la imagen de Itachi desapareció dejándolo solo en la


oscuridad de su habitación. Tomó la túnica que había sobre el colchón y se
vistió. Fue hacia su armario, tecleó la clave para abrir su compartimiento de
armas y sacó una pequeña caja envuelta en terciopelo negro. La abrió y tomó la
daga de plata que tenía la empuñadura cubierta de oro y piedras preciosas. Una
vez que estuvo perfectamente listo, salió de la habitación y caminó por el pasillo
hacia el vestíbulo.

Había llegado el momento de la verdad.

— Sakura, recuerda que debes seguir respirando. —le dijo Ino mientras
continuaba acomodándole los pliegues de la larga túnica color blanco que la
vestía.

Sakura continuaba con la mirada clavada en el espejo de cuerpo completo frente


a ella y asintió de manera mecánica.

— Déjala, Ino —dijo Temari quien permanecía sentada junto con Kaiya en el
borde de la cama que Naruto y Hinata compartían—. Está nerviosa, es todo.

— Sí, pero si deja de respirar se desmayará antes de terminar de bajar las


escaleras.

— Estoy bien —interrumpió Sakura— Es sólo que… —no pudo continuar. Se


llevó las manos hacia el rostro, teniendo cuidado de no arruinar el sencillo
maquillaje que Ino le había puesto y cuando estuvo segura de poder continuar,
volvió a hablar—: Es sólo que siento que esto está sucediendo muy… rápido.

La suave risa de Temari fue lo que siguió el silencio que se había formado.

— Tranquila. Es normal. A mí me pasó lo mismo.

— ¿De verdad? —la mujer se levantó de su asiento mientras inclinaba la cabeza


como afirmación.

— Así es. Pregúntale a cualquiera de las mujeres que hay en esta habitación y
la respuesta será la misma —miró a su alrededor— Hinata, ¿cuánto tiempo
estuviste aquí antes de emparejarte con Naruto? ¿una, dos semanas?
La mujer de cabello oscuro agachó la mirada mientras asentía. Cualquiera
pensaría que aquel gesto era reflejo de la timidez innata en ella, pero sólo en su
interior Hinata sabía lo que quería ocultar en su mirada: la certeza de que algo
había cambiado.

— ¿Lo ves? —dijo Ino interrumpiendo los pensamientos de Hinata— La verdad


es que entre los nuestros, una vez que te encuentras con la persona indicada, lo
sabes desde el primer momento y el tiempo queda en segundo plano.

Un golpe en la puerta y Shikamaru asomó medio cuerpo interrumpiendo la


conversación.

— Disculpen mujeres, pero debo decirles que ya es hora.

Temari se acercó a él, le susurró algo y antes de que el guerrero desapareciera,


depositó un beso en la frente de su mujer.

— Sólo trata de permanecer tranquila, Sakura. —reiteró Ino— No hay que


desperdiciar esta hermosa túnica ceremonial ¿no crees?

Sakura le sonrió antes de volver a mirarse en el espejo. La forma que tenía la


prenda que vestía, le recordaba a los peplos que utilizaban los antiguos griegos.
Pasó sus dedos sobre la gargantilla hecha de pequeños rubíes que colgaba de
su cuello.

— ¿Lista? —le preguntó Ino. Ella inspiró profundo y asintió.

— Lista.

Entonces Hinata se adelantó, siendo seguida por Temari y Kaiya, dejando al


final a Sakura quien iba tomada de la mano de Ino.

Sí, cualquiera pensaría que todo estaba ocurriendo demasiado rápido, pero aún
así… ella creía que estaba bien.

Se detuvo durante un instante cuando llegó al inicio de las escaleras. Respira,


no te olvides de respirar, se recordó a sí misma antes de iniciar el descenso por
la escalinata. Cerró los ojos, inhaló, exhaló y dio el primer paso. Fijó su mirada
en el magnífico vestíbulo de la mansión. A su derecha, al pie de las escaleras,
todos los miembros de la cofradía estaban formados en fila, incluyendo a Ino,
vestidos con túnicas color negro y dagas plateadas reposando a un lado de sus
caderas. A su izquierda estaban Hinata, Temari, Kaiya y las mujeres que habían
sido elegidas como sacerdotisas. Y finalmente, frente a la puerta estaba Sasuke
vestido con una túnica negra igual a la de los miembros de la cofradía. Su simple
mirada estaba quemándola como si su mano estuviese recurriendo su mejilla en
una caricia.
Concentrándose para no perder el equilibrio, logró llegar al final de la escalera.
Avanzó unos cuantos pasos más hasta hallarse frente a frente con Sasuke,
teniendo a Kakashi en medio de ellos. Durante unos segundos, el silencio se
tendió en el lugar hasta que Kakashi comenzó a hablar.

— Sakura, esta noche Sasuke Uchiha, último descendiente directo de Madara


Uchiha, —el azabache apoyó una rodilla en el piso y agachó la mirada—… viene
a presentarse ante ti para pedirte que lo aceptes como compañero de vida. Tú,
¿lo aceptas?

Sakura miró a Sasuke y por un minuto quedó completamente hechizada por


aquella mirada color obsidiana clavada en ella. Durante ese momento no hubo
nadie más entre ellos hasta que Kakashi volvió a preguntarle.

— ¿Sakura? —la mujer parpadeó un par de veces y asintió con l a cabeza


insistentemente.

— Oh… ah… sí… sí… yo… lo aceptó —balbuceó sonrojándose al instante. El


Uchiha se puso de pie y de nuevo volvió a clavar su mirada en ella.

— En ese caso, permítanme su mano —Sasuke le dio la derecha y Sakura la


izquierda, quedando ambas resguardadas bajo la manga color ocre de Kakashi.
El hombre cerró los ojos y un resplandor fue haciéndose cada vez más intenso
hasta casi iluminar por completo la habitación. Sakura sintió un cosquilleo en la
palma de la mano hasta que su extremidad fue liberada. Kakashi abrió los ojos y
dijo—: la unión tiene toda la autorización y las bendiciones de la diosa.
Felicidades.

En ese momento los miembros de la cofradía estallaron en vitoreos y aplausos


junto con el resto de los invitados.

— Ahora —agregó Kakashi una vez que el alboroto pareció cesar— Ha llegado
el momento de la coronación.

Sakura pudo notar la tensión de Sasuke en el aumento que éste hizo al agarre
de su mano.

— Tranquilo, estoy contigo —articuló Sakura moviendo solamente los labios,


mirando fijamente a Sasuke quien le agradeció con un ligero apretón en su
mano.

Kakashi volvió a concentrar su chakra para hacer aparecer en sus manos una
corona de oro con incrustaciones de zafiros, esmeraldas y rubíes. Cuando el
resplandor desapareció, se acercó a Sasuke quien volvió a apoyar una rodilla en
el piso
— Sasuke, hijo de Fugaku, último miembro de la legendaria línea de sangre
Uchiha, yo te coronó el día de hoy en nombre de Amaterasu, nuestra diosa
creadora, como el rey de la raza. Serás el líder de aquellos que nacidos bajo los
designios de la diosa depositarán sus esperanzas en ti, confiando en que tu
buen juicio los guiará a través de estos tiempos grises por los que actualmente
cruzan, esperando pronto alcanzar la paz y la tranquilidad que reinaron sobre
nosotros al inicio de nuestros días.

Sasuke alzó la vista hacia la corona que pendía sobre su cabeza. Esto era lo
que toda su vida había estado rehuyendo y ahora no podía creer que estaba a
punto de aceptar. ¿Era él el adecuado para poder desempeñar ese cargo
correctamente? Todavía dudaba sobre ello. Era una carga muy grande que él no
se sentía ni listo ni mucho menos convencido para tomar, pero sabía que no
había marcha atrás.

Miró detrás de Sakura y vio a Itachi recargado en un muro, observándolo


fijamente. Su hermano asintió y a su mente llegó su voz como un eco diciéndole
'eres el adecuado'. Esas simples tres palabras fueron suficientes para serenar el
desbocado latido de su corazón y llenarlo de convicción para responder a la
petición.

— Acepto honorablemente el cargo que me fue otorgado.

Sintió la corona ser colocada sobre su cabeza, sintiendo el peso de su decisión


recaer sobre sus hombros, y entonces se levantó para mirar a todos los
presentes.

— Es tu turno, Sakura —dijo Kakashi—. Mi Señora, puede venir.

En ese momento, la Oráculo se abrió paso entre las sacerdotisas. Sakura


apenas había advertido su presencia. La túnica blanca que la cubría de pies a
cabeza se movía sinuosamente formando ligeras ondas con cada paso que
daba. La capucha que cubría su cabello cayó sobre sus hombros como por arte
de magia, revelando el magnífico rostro femenino enmarcado por mechones
oscuros sobre los que descansaba una corona, igual de magnífica que la de
Sasuke, pero más delicada.

La mujer se paró frente a ellos, sus manos salieron de entre las enormes
mangas y tomaron la corona para quitarla de su cabeza. Entonces miró a Sakura
quien de inmediato se arrodilló.

— Sakura —dijo la mujer— hija de Arisa, descendiente de la noble línea de


sangre Sarutobi, yo te corono el día de hoy en nombre de Amaterasu, nuestra
diosa creadora, como la reina de la raza. Serás la compañera del líder de todos
los miembros de nuestra especie, la mujer fiel que sostendrá su mano en
momentos de oscuridad y que compartirá sus pensamientos y sentimientos
ofreciéndole tu apoyo y tu consejo.

Sakura inclinó la cabeza y repitió las mismas palabras de Sasuke.

— Acepto honorablemente el cargo que me fue otorgado.

La pequeña corona fue depositada sobre su cabello, ella se levantó y miró a


Sasuke quien le devolvió la mirada. Nuevamente el silencio fue roto por los
aplausos y expresiones eufóricas de los presentes que celebraban que por fin,
luego de trescientos años, volvían a tener a un líder oficialmente y por supuesto,
que Sasuke ya no estaba más solo.

Sakura miró a su alrededor y todo el mar de dudas que tenía momentos antes se
desvaneció dejando solamente la placentera sensación de felicidad que
inundaba su pecho haciendo saltar a su corazón. Miró a Sasuke, el hombre que
sostenía su mano y con el que estaba más que dispuesta a compartir su vida y
la carga que había sido impuesta en él, con el que formaría una familia, pero
sobre todo, el hombre que iba a amar hasta que el último vestigio de aliento
abandonara su cuerpo.

Lo que no sabía era que esa noche ocurriría un acontecimiento más que
marcaría el destino de todos y cada uno de los que se encontraban presentes en
aquel momento.

Mientras tanto, varios kilómetros lejos de toda la felicidad y la algarabía que


había dentro de los terrenos de la cofradía, en uno de los bares del centro, lo
que quedaba de un brillante abogado luchaba por hacer que le sirvieran un
último trago.

— Sólo te estoy pidiendo un maldito trago más. —dijo arrastrando cada palabra.

— Y yo ya te dije que no te serviré más porque ya te pedí un taxi —respondió el


bar tender dejando entrever el hastío que le provocaba esa conversación que ya
llevaba sus buenos diez minutos.

Sai bufó con fastidio. Estaba a punto de retirarse cuando un hombre se sentó
junto a él en la barra.

— Por favor —dijo el desconocido— Sírvele a mi amigo el trago que pidió. Él


viene conmigo y yo pagaré su cuenta.

El dueño del establecimiento lo miró no con muy buenos ojos al recién llegado,
pero al ver los varios billetes que éste dejó sobre la barra, decidió no hacer más
preguntas.
Cinco segundos después, Sai tenía frente a él, el vaso con un whisky en las
rocas que tanto había peleado.

— ¿Puedo preguntar quién demonios es mi salvador? —inquirió Sai antes de


empinarse el vaso con escocés.

— Permíteme presentarme, Sai. —dijo aquel desconocido dejando ver su pálida


mano para extenderla hacia él— Me llamo Orochimaru y soy… quien te ofrece la
posibilidad de recuperar lo que más deseas en estos momentos: a tu mujer.
Capítulo 25

No había ni un solo ruido a su alrededor.

Según sus cálculos eran poco más de la una de la mañana y ella no tenía
sueño. Lo cual era comprensible porque en el último mes y medio se había
convertido en una noctámbula declarada. Aunque claro, siendo ciega la realidad
es que no había ninguna diferencia entre el día y la noche, al estar siempre a
oscuras, su reloj biológico sólo tuvo que adaptarse y ahora estaba
completamente acostumbrada a despertar al atardecer y a dormir al alba.

Pero aquello estaba a punto de terminar. Esa era la última noche que
permanecería en ese mundo. Era tiempo de volver al suyo, al simple mundo de
una humana ciega donde no había vampiros ni hokages ni cazadores que
libraban una batalla en las calles de la ciudad. Era momento de volver a la
realidad de la que había escapado la noche en la que encontró a un hombre
herido en su jardín trasero y le salvó la vida, cambiando la de ella por completo.

Deslizó sus manos sobre el colchón en el que descansaba. Más allá de las
notables comodidades con las que había contado durante las últimas semanas,
definitivamente lo que iba a extrañar más que a nada sería a todas las personas
que habían compartido su techo con ella. Jamás pensó que al entrar a aquella
mansión se encontraría con seres tan sorprendentes, y eso no lo pensaba por el
hecho de que eran vampiros, sino por la gran calidad de personas que eran.
Cada uno de ellos, incluso el rey, la habían tratado de una forma que le resultó
completamente inesperada. No había sido la intrusa o la humana a la que por
caridad habían aceptado luego de que se quedara sin hogar. No. Durante todo
ese tiempo la habían hecho sentir más que una invitada. Todos ellos la habían
hecho sentir parte de esa gran familia que eran.

Cómo los iba a echar de menos. La vivacidad de Ino, la compañía de Temari, la


tranquilidad de Hinata, la comodidad de Sakura. Sabía que no era racional pero,
haber estado en esa casa, la había hecho sentir entre amigos otra vez, la hizo
sentirse bienvenida. Durante todo aquel tiempo ya no había sido la pobre Kaiya
a la que Akari, la única amiga que tenía desde que había perdido la vista,
llevaba a casa para que no pasara las fiestas sola.
Sí, iba a extrañarlos mucho.

Pero no podía quedarse. Aun cuando cada fibra de su cuerpo le gritara que no
quería irse, no había forma de que ella pudiera permanecer más tiempo en ese
lugar. Porque no era correcto. Porque no era natural. Porque si ella se quedaba
ahí un solo día más, jamás podría irse.

Jamás podría… dejarlo.

Sin poder soportarlo más, las lágrimas aparecieron en sus mejillas. ¿Cómo pudo
haberse enamorado en tan poco tiempo? ¿cómo pudo él haberse metido tan
profundo en su corazón que ahora sentía que se desgarraba por la idea de no
volver a estar cerca de él nunca más, que ya no podría despertar con él a su
lado, que ya no podría sentir el calor con el que él llenaba su interior cada vez
que estaba cerca?

Era una locura. Era estúpido. Era irracional.

Y sin embargo era lo único que sentía.

Había escuchado a Temari mientras preparaban a Sakura para su ceremonia de


emparejamiento cuando le dijo que entre los de su raza el tiempo no era un
factor cuando encontraban a la persona indicada, pero no pensó que también se
aplicaba a ella. Además, ¿cómo podría ser Gaara la persona indicada para ella?
o mejor dicho, ¿cómo podía ser ella la persona indicada para Gaara? era obvio
que ser ciega era la primera cosa que encabezaba la lista. Él era un guerrero,
necesitaba a alguien que entendiera su labor y ella no lo hacía, al menos no por
completo. Una parte de ella permanecía en agonía cada noche cuando él se iba.
Muy dentro ella deseaba que él dejara de luchar.

También, estaba el hecho de que el alma de Gaara estaba quebrada, mucho


más de lo que la suya lo estaba, y ella no tenía ni la más remota idea de qué
hacer para aliviar el dolor de su pasado ni un poquito. Y finalmente, sin ser
menos importante, él no la deseaba. Aun cuando él accedía a dormir con ella,
siempre era con las mantas como barrera, siempre era con la inmensidad del
colchón como abismo entre ellos. Él dejaba que lo tocara, pero era porque se
había rendido, más no porque quisiera permitirle conocerlo realmente, la prueba
era que no le había permitido tocar su rostro aún.

Él no estaba interesado en ella. Punto. Era la única y verdadera razón. Y era lo


que hacía que se sintiera peor.

Debía convencerse a sí misma que lo mejor era partir, permitir que cada quien
siguiera con sus vidas. Pero no podía. Porque dentro de ella sabía que si eso
ocurría, él encontraría alguien más y ella no podía soportar la sensación que se
alojaba en su pecho al pensar que él realmente pudiera llegar a amar a otra
persona.

Un golpe en la puerta hizo que recobrara la compostura. Limpió sus lágrimas y


respiró profundo antes de permitir que quienquiera que fuera entrara.

Era Neji.

— Hola… ¿estás lista?

Kaiya no respondió. Supuso que él querría la verdad y ella no estaba dispuesta


a decirle que no lo estaba. Se levantó de la cama y caminó hacia las ventanas.
Estaban abiertas así que el viento frío secó su rostro, eliminando los rastros de
lágrimas.

— Danzou me envió para verificar que todas tus cosas ya estaban allá.

— S…sí —se aclaró la garganta— Sólo faltamos Trey y yo. —añadió con una
sonrisa nostálgica que él no pudo ver. Pero si pudo sentir.

— Llorabas.

— ¿Perdón?

— Estabas llorando —dijo él acercándose hasta donde ella estaba, dándole la


espalda. La tomó con delicadeza por los hombros y la hizo girarse. Su rostro
estaba impávido, pero él podía ver el ligero tono rojizo alrededor de sus ojos, y
olió el seco aroma de lluvia de sus lágrimas—. ¿Ocurre algo?

— Sigo emocionada, jamás había estado en una boda vampírica y me pareció


demasiado emotiva. —Neji sonrió un poco. Era plenamente consciente de que
ella mentía, pero era una de las cosas por las que a él le agradaba: nunca
permitía que sus emociones la dominaran frente a alguien más. Y él la
comprendía. Sabía lo que sentía en esos momentos—. Aunque realmente estoy
sorprendida por lo que ocurrió al final. No entendía nada cuando Sakura
comenzó a gritarte que eras un 'maldito bastardo' —lo escuchó reír.

— Estoy acostumbrado a que me llamen de ese modo, aunque 'maldito infeliz'


también es uno de mis favoritos —ella lo desaprobó con su expresión y él
levantó las manos en señal de rendición— Bueno, debo decir que tan sólo unos
meses antes de que llegaras, había ocurrido el emparejamiento entre Naruto y
Hinata, y fue exactamente lo mismo. Es una parte que los miembros de la
cofradía añadimos hace algunos siglos.

— Intento asimilarlo, pero no logro comprender por qué hacerlo. —Neji se


encogió de hombros.
— Podrías considerarlo una cuestión de honor.

— Pues aún así no lo entiendo. —dijo ella con sinceridad, arrancándole otra
sonrisa a Neji. Él decidió volver al tema principal que tenía esa conversación.

— Escucha, Kaiya… créeme cuando te digo que nadie de aquí quiere verte
partir, pero… es lo mejor para ti. No es justo que te mantengamos aquí cuando
tienes un mundo al que perteneces.

Kaiya se apartó de él, dando un paso. Envolvió sus brazos alrededor de su


propio cuerpo y respiró con lentitud.

— No soy una niña, Neji. Así que te agradecería que no intentaras tratarme
como tal.

— No lo estoy haciendo —volvió a tomarla por los hombros— Humana, si tan


sólo hubiera un modo de poder evitarlo, lo intentaría. Sin importar nada, pero no
es posible…

Ella le brindó una pequeña sonrisa que fue totalmente sincera. Llevó sus manos,
cubiertas por las mangas largas rojas del suéter que llevaba puesto, y acarició el
rostro del hombre. A pesar de que Neji había sido un completo imbécil cuando
se habían conocido, con el tiempo había descubierto el gran hombre que era,
aunque él no quisiera aceptarlo. Definió con sus dedos cada perfecto rasgo que
conformaba aquel rostro que no estaba dispuesta a olvidar.

— ¿Qué estás haciendo?

— Me gusta tocar el rostro de las personas que estimo. Y me aseguro de que no


voy a olvidarte.

Él sonrió con sinceridad. Desvió su mirada hacia la puerta y pudo sentir la


presencia de Gaara alejarse por el pasillo. Él debería ser el que estuviera con
ella en estos momentos. Aun cuando no quisiera aceptar sus sentimientos hacia
ella, mínimo por gratitud. Pero considerando que era el demonio pelirrojo del que
estaba pensando, sabía que era un gran esfuerzo que quizás él no estaba
dispuesto a realizar.

Un segundo después Kaiya hizo lo que menos hubiese esperado que haría: se
levantó sobre las puntas de sus pies y depositó un casto beso en sus labios.

— ¿Por qué fue eso? —preguntó él, todavía sin poder salir de su sorpresa.

— Porque has querido hacerlo desde que me conoces. Y preferí hacerlo yo


antes de que tú me tomaras por sorpresa.
Cierto. Había que darle un punto por ello. Era extremadamente perceptiva.

— ¿Cómo puedes saberlo?

— Porque te conozco, vampiro. —respondió ella con suficiencia mientras una


sonrisa se abría paso en su rostro.

— Bueno, debo admitir que has arruinado la diversión que hubiera sido que yo te
lo robara, pero está bien. —la vio sonreír otra vez y entonces se apartó— Saldré
para hacer rondas, pero volveré en unas horas para llevarte a tu nuevo hogar
¿de acuerdo?

— ¿Acaso ustedes nunca descansan, ni cuando es la boda de sus reyes? —Neji


rió ligeramente.

— Desafortunadamente no podemos darnos tal lujo en estos momentos. Ya es


bastante latoso que Sasuke haya decidido desaparecer con Sakura por esta
noche —se encaminó hacia la puerta— Te veré más tarde.

— Ten mucho cuidado, por favor.

— Seguro.

Kaiya escuchó sus fuertes pasos, seguidos por el sonido de la puerta al


cerrarse. Después todo fue silencio otra vez.

No muy lejos de ella, en otra habitación, Naruto terminaba de verificar sus armas
antes de salir a hacer rondas. Hinata había permanecido sentada viéndolo en
silencio, pensando. El silencio devoraba ferozmente el espacio que había entre
ellos. Y ninguno parecía lo bastante incómodo como para solucionarlo. Ella
todavía se preguntaba ¿qué había cambiado?, pero, al igual que las últimas
semanas, tampoco pudo hallar la respuesta.

Respirando profundo para no comenzar a llorar en ese momento, se puso de pie


y caminó hacia el armario donde Naruto estaba de espaldas a ella. Él sintió su
presencia y la miró sobre su hombro antes de apartarse y dejarle todo el armario
para ella. Eso oprimió su corazón aún más. Si Hinata hubiera hecho eso días
después de su ceremonia de emparejamiento, ese armario hubiese sido otra vez
testigo de toda la pasión que Naruto sentía por ella.

Pero no ahora. No más.

Dejando salir lentamente el aire desde sus pulmones, entrecerró aún más la
puerta del armario mientras se deshacía del vestido de gala que había utilizado
durante la ceremonia de emparejamiento. Eligió rápidamente una blusa de seda
color lila y una falda y chaqueta negra para vestirse.
— Pensé que habías dicho que le habías pedido a Tsunade esta noche para
tomar un descanso —escuchó de Naruto al otro lado de la madera del armario.
Él no tenía idea de lo mucho que le dolía escuchar ese tono de voz.

— Quisiera ir a monitorear a mis pacientes. Dos de ellos fueron sometidos a


cirugía esta noche y me preocupa su estado. —respondió con toda la serenidad
de la que fue posible mientras salía del armario para encontrarse con él. Eso era
en parte verdad, pero…

"Prefiero estar en cualquier lugar, menos en esta fría habitación…", se dijo para
sus adentros.

Él asintió sin mostrar ninguna expresión en su rostro. Caminó hacia la puerta y la


sostuvo hasta que ella pasó.

El camino hacia el patio transcurrió en el sofocante silencio. Él no la miraba y


ella ya estaba tan acostumbrada que no esperaba que lo hiciera. Tan pronto
como cruzaron la puerta se desmaterializaron hacia la clínica, donde Shikamaru
los esperaba. Cuando llegaron ahí, el frío hizo sonrojar sus mejillas
inmediatamente. Se dio cuenta de que había olvidado su abrigo sobre la cama y
sólo traía la ligera chaqueta puesta. Estuvo a punto de soltarse a llorar. ¿Tanta
era su prisa por alejarse de esa casa?

El pecho comenzó a dolerle al ver hasta donde había llegado su situación. No le


quedaba más remedio que regresar a la mansión, pero tan pronto como lo
pensó, sintió algo cálido y pesado caer sobre sus hombros. Era el abrigo de
cuero que Naruto usaba. Ella lo miró sorprendida.

— Olvidaste el tuyo —dijo él secamente.

— Yo… tú…

— Debo irme —le interrumpió él. Hinata lo miró durante un par de segundos
antes de que él la acercara para depositar un beso en su frente. Inmediatamente
después se apartó—. Te veré en casa.

No dejó que ella pudiera de responderle. Antes de hacerlo, él ya se había


desmaterializado junto con Shikamaru. Mientras sentía los copos de nieve
comenzar a caer sobre ella, Hinata de nuevo, no pudo evitar preguntarse ¿qué
había cambiado?

Tal vez Temari no había tenido razón y en realidad… ella no había sido la
persona adecuada para Naruto.

— ¿Y bien? ¿qué dices sobre mi propuesta?


— No sé de que estás hablando. Yo no quiero recuperar a nadie —musitó antes
de empinar el vaso sobre sus labios. Extrañamente, desde que ese hombre se
sentó a su lado, los efectos del alcohol parecieron haberse esfumado de su
sistema. Orochimaru dibujó una sonrisa apretada que dejaba entrever las puntas
de sus colmillos.

— No tienes que fingir conmigo, Sai. Sé absolutamente todo sobre ti y lo que da


vueltas por tu mente en estos momentos y, por lo mismo, sé que no hay nada
más que quieras en este mundo que tener a tu mujer de regreso ¿o me
equivoco?

Sai bufó ligeramente mientras se ponía de pie. Llevó su mano al bolsillo de su


abrigo y sacó su billetera.

— Agradezco que hayas hecho que me sirvieran los tragos —dijo depositando
varios billetes sobre la barra— Pero esta conversación no tiene ningún sentido.

Entonces se alejó, dejando a Orochimaru viendo como su silueta desaparecía


por la salida trasera del bar. Una nueva sonrisa cruenta apareció en su rostro.

Sai atravesó la puerta que daba al callejón en la parte trasera del bar, dio un par
de pasos y entonces vio a Orochimaru bloqueando el camino hacia la calle.

— ¿Qué diablos quieres? —cuestionó deteniéndose a una distancia prudente


del hombre. Podía ser alguien delgado y francamente escuálido, pero había algo
en él que le hacía pensar que podría ser todo, menos un hombre débil. Había
algo mal con él. Algo que era casi maligno.

— Temo que no permitiré un no por respuesta, Sai —dijo el hombre mostrando


sus colmillos más abiertamente. Un estupor llenó al abogado por cuestión de un
par de segundos antes de que fuera sepultado junto con el resto de sus
inseguridades. Vamos, después de ver a su prometida cambiarlo por un
chupasangre, ver a aquel tipo ya no era sorpresa—. ¿Por qué te resistes a
admitir la verdad?

Sai bufó con molestia mientras veía al hombre.

— ¿Qué quieres que diga? —preguntó finalmente— ¿Qué sí? ¿qué no hay nada
más que quiera sobre el universo que tener a Sakura de regreso a mi lado? ¿Por
qué lo haría si sé que eso es imposible? "Ella y yo pertenecemos a razas
diferentes y eso nada lo va a cambiar", pensó con dolor mientras desviaba su
mirada hacia uno de los muros que los rodeaban.

— Yo podría cambiarlo —dijo Orochimaru, siendo perfectamente consciente de


los pensamientos del humano. Sai lo miró inquisitivamente. En cualquier otro
momento se hubiera preguntado cómo era que ese hombre podía leer sus
pensamientos, pero volvía a lo mismo… a estas alturas, ya nada le sorprendía.

— No me digas —pronunció sarcástico. Sí ya nada le sorprendía, pero eso no


significaba que estuviera dispuesto a que le vieran la cara de idiota— Sé que
eso no es verdad, o naces siendo un chupasangre o no lo eres. Así que no
intentes tomarme por imbécil.

— ¿Por qué piensas que miento? ¿quién te dijo que no era posible? ¿Sasuke?
—La sola mención de aquel nombre hizo fundir la sangre de Sai. Sí, él había
sido quien le había dicho que no era posible convertir a alguien en vampiro,
pero…— ¿Estás dispuesto a darle un voto de confianza a las palabras que
provienen del hombre que te quitó a tu mujer? —preguntó Orochimaru de forma
pausada, haciendo especial énfasis en cada palabra para provocar lo que
quería. Y cuando percibió el olor de madera ardiendo, propio de la furia, provenir
del humano, supo que su trabajo estaba resultando más fácil de lo que imaginó
—. ¿Acaso crees que él fue honesto contigo diciéndote eso? ¿realmente eres
tan ingenuo como para pensar que lo que te dijo era verdad?

Muchas imágenes llegaron a la mente de Sai, recuerdos de aquella noche en la


que Sakura y Sasuke habían ido al apartamento y ella había terminado con él.
Pero sobre todo, eran memorias de lo último que sucedió. Apretó sus puños con
fuerza al recordar la forma en la que había visto pisoteado su orgullo cuando
tuvo que pedirle a Sasuke que le dejara la memoria intacta. La humillación, el
rechazo…

— Él te dijo eso porque quería sacarte del camino —susurró fríamente


Orochimaru acercándose lentamente a él— Sasuke siempre ha sido así,
egoísta, frío, cruel. Si no hubiera sido por Sakura, él te habría quitado del camino
sacándote el corazón de un golpe. —se colocó a su lado para percibir mejor las
ondas de ira y dolor que emanaba el cuerpo del humano— Yo te ofrezco la
posibilidad de que le des batalla, que vea que no eres un perro al cual puede
sacar a patadas de la casa de Sakura porque lo considera inferior. —susurró
aún más cerca de su oído como un demonio tentando a un suicida que tiene en
sus manos un arma— Te ofrezco la posibilidad de que recuperes a la mujer que
amas… te ofrezco la oportunidad de recuperar tu vida…

Sai se estremeció al sentir el aliento del vampiro golpeando contra su oreja. Algo
dentro de él, una parte muy ínfima sentía que eso no era lo correcto, que no era
la manera. ¿Pero qué importaba? Se convenció de que Orochimaru tenía razón,
Sasuke parecía la clase de hombre que prefería sacar a la competencia del
camino en lugar de jugar limpiamente. Así que… ¿por qué no hacerlo él?

— Está bien —dijo ecuánime— Acepto tu propuesta.

Escuchó la profunda risotada que emergió del pecho de Orochimaru. Miró al


vampiro y no pudo evitar sentir que le acababa de vender su alma al diablo. Sin
embargo, esa sensación no duró mucho. Un segundo estaba viendo al hombre y
al siguiente todo se volvió oscuridad.

Orochimaru vio el cuerpo de Sai tirado sobre el piso. Ese humano era la clave
para el plan que había desarrollado. Últimamente su grupo de cazadores había
disminuido y por eso se veía en la non grata necesidad de recurrir a otros
instrumentos, pero todo iba a valer la pena. Eso era seguro. Porque una vez que
comenzara a andar todo lo que tenía planeado, era más que indudable que esa
guerra llegaría a su fin y con eso, todos aquellos que se habían mantenido en su
contra iban a pagar caro su falta de lealtad hacia él…

… y esa maldita reina mestiza sería la primera.

La cólera avanzó lentamente a través del pecho de Gaara, desgarrándolo sin


compasión hasta que estuvo jadeando por el feo y familiar sentimiento. Excepto
que… todo eso no tenía sentido: él buscándola y obsesionándose con ella y
andando alrededor de su habitación. No se podría considerar como si ellos
hubiesen sido amigos. Demonios, ni siquiera habían sido conocidos. Él no había
buscado ser agradable con ella, de hecho, cualquiera pensaría que era un patán
imbécil.

Y lamentaba eso. Ahora que ella estaba a punto de irse, él deseaba haber
sido… tal vez un poco más civilizado con ella. Más amigable. Después de todo,
ella le había salvado la vida, cuando él ya la había dado por perdida. Pero no
podía. Él no podía ser como era Neji estando con ella. Y eso hacía hervir la
sangre que corría en sus venas. Si tan sólo pudiera haber sido… diferente.

Era patético. Porque eran Kaiya y él eran sumamente diferentes. Y no sólo se


refería a las variaciones genéticas. Todavía se preguntaba porqué ella quería
yacer con él. Su cuerpo parecía un waffle, al menos su espalda. Y su reputación
hacía que Jack el Destripador pareciera un lindo y tierno Boy scout. Maldición, él
estaba enfadado con todos y todo siempre. Y ella era hermosa, suave y amable,
una gran mujer que merecía cualquier cosa menos a él.

Pero aún así no podía dejarla ir. No todavía.

Y antes de darse cuenta, ya estaba al otro lado de la mansión, frente a la puerta


de Kaiya. Estaba a punto de llamar de manera civilizada, hasta que percibió un
aroma que lo dejó atónito.

Sangre…

Antes de poder detenerse, atravesó la puerta y encontró a Kaiya sentada cerca


de la puerta del baño, completamente encogida y un montón de cristales a su
alrededor. Tenía una de sus manos fuertemente apretada contra su pecho.
Gaara se acercó rápidamente y se agachó frente a ella.

— ¿Estás bien?

— ¿Gaara? —preguntó ella alzando su rostro en dirección a él.

— Sí. ¿Te encuentras bien?

Kaiya volvió a bajar la mirada mientras apretaba aún más su mano contra la
blusa que llevaba puesta.

— Me distraje y tiré algo de cristal que había sobre la cómoda. No calculé y me


corté la mano.

Gaara miró a su alrededor, levantó a Kaiya y la volvió a sentar sobre el piso,


ahora recargada contra la base de la cama.

— Déjame ver —pidió él, en un tono más bien exigente. Pero sobre todo,
preocupado.

Ella estiró su brazo y abrió lentamente su puño para dejar ver la herida que
atravesaba la palma de su mano de un extremo a otro. No había sido muy
profunda, pero si bastante escandalosa. Aún sangraba.

Gaara tomó delicadamente su mano entre las suyas y la levantó para llevarla a
sus labios.

— ¿Q…qué haces? —preguntó ella nerviosa aumentando la tensión en su


brazo.

— Voy a cerrar la herida. A menos que prefieras puntos de sutura. —respondió


lacónico. Kaiya bajó la mirada y destensó su brazo.

Algo dentro de Gaara se estremeció cuando su lengua tocó la sangre de la


mano de ella. El animal que yacía dentro de él, despertó a la vida, pidiendo que
lo dejara salir. Pero él utilizó todo su autocontrol para dejarlo encerrado. Hasta
que ella dejó escapar un imperceptible gemido que logró estremecerlo en cada
pequeño rincón de su ser.

No podía respirar con ella tan cerca de él. Todo lo que tenía que hacer era
reclinarse hacia abajo muy ligeramente y podría besar sus labios ligeramente
separados. Estirarse, y la tocaría. Lo que verdaderamente lo asustó era cuánto
él quería tocarla. Cuánto quería presionar su cuerpo contra el de ella y sentir sus
curvas suaves contra las duras líneas masculinas de él. No podía recordar en
toda la vida haber deseado algo así.
Kaiya se estremeció ante las sensaciones que Gaara era capaz de despertar
con solo un toque sobre ella. Sus manos apenas sostenían la de ella y su lengua
apenas la rozaba mientras su cálido aliento la acariciaba, pero era suficiente
para hacerla sentir miles de pequeñas punzadas de placer a lo largo de todo su
cuerpo. Haciéndole desear más.

Inconscientemente, su otro brazo se estiró buscando el rostro de Gaara a


tientas. Sin embargo, se detuvo cuando las puntas de sus dedos se toparon con
su mejilla. No podía hacerlo. Él no lo soportaba y ella lo sabía, así que dejó caer
su brazo con lentitud.

— Hazlo —dijo él, causándole sorpresa. Durante un par de segundos lo pensó a


consciencia, pero no pudo evitar que su curiosidad se impusiera a su
razonamiento. Se sintió agradecida por lo que él estaba permitiéndole. De nuevo
sintió como si un ladrillo del enorme muro que los separaba, hubiese caído.
Seguido de otro. Y otro.

Gaara siseó ante el cálido contacto de los dedos de ella sobre su cara, ella
tentaba cada rasgo de su rostro con una parsimonia que hacía fundir todo su
cuerpo ante su toque. Esa humana era única, y a él le había encantado la
ternura con la que había descongelado poco a poco el corazón que él había
considerado muerto hacía mucho tiempo. Le estaría agradecido eternamente.

— Por favor, bésame —susurró ella antes de poder evitar que las palabras
escaparan de sus labios.

Él parpadeó atónito ante su petición. ¿Realmente ella había dicho eso? Kaiya
desvió la mirada y un sonrojo cubrió sus mejillas, confirmando su hipótesis. Y no
supo que hacer con el sentimiento que se anidó en su pecho ante eso. Quería
apartarse, porque sabía que eso no estaba bien, pero su cuerpo, que parecía
negado al sentido común, se inclinó y con delicadeza unió sus labios a los de
ella.

Kaiya apenas cabía en su cuerpo de la felicidad que sentía en ese momento.


Con mucho cuidado comenzó a recorrer los labios de Gaara mientras esperaba
a que él se relajara poco a poco. Y entonces sucedió: él le devolvió el beso. Fue
sólo un leve movimiento de su boca, pero lo sintió hasta su corazón. Cuando lo
hizo otra vez, lo alabó con un suspiro y dejándole tomar iniciativa.

Era tan indeciso, andando a tientas a través de su boca con las más suaves
caricias. La besó dulcemente y con cuidado, sabiendo a esa esencia que tanto le
encantaba, a una mezcla entre aroma masculino y el fresco aroma del bosque,
que erizaba cada centímetro de su piel.

Él se apartó.
— Kaiya, yo…

Lo calló con su boca, y no mucho tiempo después regresó al juego. Esta vez
cuando su lengua le acarició abrió los labios, y su propia lengua la encontró hábil
y cálida. Una vuelta lenta empezó… y entonces él estaba en su boca,
presionando, buscando.

Sintió la agitación sexual en él, el calor y la urgencia crecían en su gran cuerpo.


Estaba deseosa de que extendiera la mano y la arrastrara contra él. Cuando no
lo hizo, se relajó apartándose un poco de él.

— Solo dilo y me quedaré —susurró ella. Él se puso tenso y se apartó de golpe.

— No puedes —respondió con firmeza— No está bien.

Ella bufó ligeramente.

— ¿Por qué no está bien? —preguntó intentando permanecer calmada—


¿Porque eres un vampiro y yo humana? ¿Por qué no puedes aceptar que
sientes lo mismo que yo siento cuando estoy contigo?

— Porque es imposible. —dijo él, enérgicamente. Estaba aterrorizado de ella, y


a causa de eso, aterrorizado por ella —. Porque tú eres luz y yo soy oscuridad.
Porque yo no te convengo. Porque…

— ¡Eso no tiene sentido! —exclamó. Gaara se quedó boquiabierto seguro que le


había dado una patada en el trasero. Nadie le había hablado en ese tono. La
anomalía sola habría obtenido su atención, pero el hecho que fuera ella lo dejó
pasmado.

Kaiya colocó su cabello detrás de la oreja.

— Si no deseas estar conmigo, de acuerdo. Sólo tienes que decirlo. Pero no te


escondas detrás del querer protegerme. ¿Estamos?

Gaara se frotó la cabeza con la mano esperando que la fricción pudiera hacerle
funcionar el cerebro.

— Creo que te equivocas. —Bajó la mirada al suelo—. No tienes ni idea de lo


que estás diciendo.

— Eres un maldito arrogante egoísta. Haznos el favor de no tratar de pensar por


mí, ¿vale? Porque te estás equivocando en cada maldito momento. —dijo ella
bruscamente mientras se levantaba, alejándose de él hasta llegar a las
ventanas.
Gaara parpadeó atónito mientras la miraba al otro lado de la habitación. ¿Acaso
ella le había dicho…? Recorrió con la mirada la habitación como si los muebles
o quizás las cortinas pudieran echarle una mano. Luego su aguda audición captó
un leve sonido. Ella estaba... llorando.

Él se acercó a ella, pero se detuvo cuando vio su reflejo a través de las


ventanas. Kaiya estaba de pie, con los brazos cruzados y las lágrimas
amontonadas en sus ojos color zafiro. Fantástico. Dulce diosa creadora, ¿qué se
suponía que debía hacer en una situación como esa?

— Lo siento —masculló por lo bajo, mientras hundía las manos en los bolsillos
de su pantalón—. Si yo… ahm, herí tus sentimientos.

Ella bufó molesta, mientras con su índice intentaba evitar que las lágrimas
cayeran por sus mejillas.

— No estoy dolida. Estoy muy enojada y… frustrada. Te lo digo otra vez, Gaara.
Si no quieres acostarte conmigo, está bien, pero no trates de decirme que no sé
lo quiero.

Gaara plantó sus palmas en las caderas y descendió la mirada hacia la alfombra
mientras vaciaba todo el aire de sus pulmones. No digas nada, imbécil. Sólo
mantén la boca…

— No es eso —soltó de golpe. Mientras las palabras flotaban en el aire, se


maldijo a sí mismo.

— ¿No es qué? ¿Quieres decir que me deseas?

Pensó en cierta parte de su anatomía que todavía trataba de arañar el camino


de salida de sus pantalones.

— Sabes que sí. —respondió en un susurró mientras se acercaba aún más a


ella.

Por fin Kaiya se dignó a girarse en su dirección, el calor que emanaba su frágil
cuerpo era perceptible para él. Tan sólo unos cuantos centímetros los
separaban. Centímetros que eran fáciles de borrar. Pero él no podía hacerlo. No
se atrevía.

Pero no tuvo que.

Mientras el silencio se instalaba entre ellos, ella hizo la cosa más inesperada de
todas. Se inclinó hacia delante y capturó sus labios con los de ella. Algo dentro
de él se hizo pedazos ante el contacto, ante la sensación de sus dulces labios
húmedos. De su lengua tocando la de él. Gaara la aplastó contra él, asumiendo
el control del beso. Quería devorarla. Tomarla en ese mismo instante, en el piso,
hasta que su erección se consumiera y saciara. Él podía amar a esa mujer
durante toda la noche y todavía mendigar por más cuando la mañana llegara.

Kaiya no podía respirar por la fiereza de su beso. El calor de su cuerpo prendió


fuego al de ella. Él era verdaderamente indomable, su guerrero. Gaara deslizó
su mano fresca bajo su camisa hasta que pudo tomar su pecho. Ella tembló
cuando sus dedos apartaron a un lado el encaje de su sostén a fin de que él
pudiera pasar la palma contra su pezón dilatado. Ella nunca había permitido que
alguien la tocara así. Pero en verdad, ella había hecho un montón de cosas con
él que nunca antes había hecho. Toda su vida, había sido recatada y correcta. El
tipo de mujer que vivía de acuerdo a las reglas y que nunca trató de romperlas o
siquiera torcerlas.

Gaara la levantó entre sus brazos para llevarla a la cama donde la acostó. Rozó
sus labios con las puntas de los dedos como si los estuviera memorizando.
Saboreándolos. Luego suavemente los cubrió con los suyos. Kaiya estaba
completamente desprevenida para la pasión de su beso. La ferocidad que
emanaba de él. Era ambos, rudo y tierno. Demandante. Cálido. Dulce. Él gruñó
ferozmente mientras su lengua rozaba contra la suya, saboreándola antes de
explorar cada centímetro de su boca.

Ella enterró sus manos en su pelo suave y gimió mientras la lamía y


mordisqueaba hasta que estuvo casi inconsciente de éxtasis. Nunca había
conocido algo como aquello.

Alguien como Gaara.

Había pasado mucho tiempo desde que ella había besado a un hombre, y nunca
ningún hombre había sabido mejor que él. Ella se asustó ahora. No sólo de él,
sino de sí misma. Ningún hombre nunca la tocó. El toque de Gaara le podía
costar todo y aun así no podía encontrar dentro de sí misma la fuerza para
apartarlo. Por una vez en su vida, quería algo para sí misma. Quería tocar lo
inalcanzable. Darle a Gaara algo especial. Un raro momento de calma con
alguien que quería estar con él. Algo que sólo fuera para ellos dos.

Él se apartó de sus labios mientras su mano se movía más abajo, sobre su


estomago, bajando hacia su cintura. Tembló mientras le desabotonaba los
pantalones, luego deslizó el cierre. Esa noche la barrera que había permanecido
instalada entre ellos desde el primer momento en que se habían conocido, había
desaparecido. Mientras él la tocaba, ella fue consciente de que no habría vuelta
atrás.

¿Pero qué importaba? No había vuelta atrás para ella de cualquier manera.
Nunca sería la misma.
Gaara se hizo para atrás para desabotonarle la blusa color azul claro que
llevaba puesta. Pero cayó en la cuenta de que lo que quería hacer era
desgarrarla. Quería perderse dentro de ella, aplastarla contra él mientras la
poseía con toda la pasión furiosa que sentía. Pero por alguna extraña razón
quería ser tierno con ella. Quería tener sexo con ella como un hombre, no como
un animal salvaje. No quería penetrarla furiosamente, buscando un momento
pasajero de placer como lo había hecho en muchas otras ocasiones con mujeres
cuyos rostros no era capaz de recordar ahora.

Quería que esa noche durara. Quería pasar toda la noche sosteniéndola.

La miró extendida sobre la cama. Su camisa arrugada estaba levantada,


mostrando su estómago sutilmente redondeado mientras la mano de él
descansaba contra su ropa interior de un color morado extremadamente claro.
Sin poder contenerse, volvió a reclamar sus labios en un ardiente beso.

Kaiya abrió a tientas la cremallera de sus pantalones, liberando su erección.


Gaara no pudo moverse mientras lo tomaba entre sus cálidas manos. Su cuerpo
estaba en llamas. Él hundió su cabeza en su pecho, para juguetear con su
pezón. Lo chupó y probó, tomándose el tiempo para saborearla.

Queriendo más de ella, deslizó sus dedos dentro de ella, sólo para tocar algo
que lo dejó estupefacto. Haciéndose para atrás, frunció el ceño al sentir su
himen bajo el sondeo de sus dedos.

— ¿Eres virgen?

Ella se sonrojó instantáneamente. Por alguna razón, ese 'pequeño' detalle le


pareció infinitamente bochornoso. ¿Cómo podía no serlo si tenía casi veintiséis?

— Sí. —respondió temerosa. Él maldijo y se alejó de ella.

— ¿Cómo puedes ser virgen? —Kaiya se levantó apoyada en sus codos.

— Fácil. Nunca me he acostado con un hombre.

Él la miró con desaprobación. Tenía un sentido del humor demasiado 'adecuado'


en ciertas ocasiones.

Kaiya suspiró. Sabía que había sido una estupidez creer que algo así ocurriría.
Se enderezó la ropa y se alejó de él. Sus mejillas estaban ruborizadas y sus
manos temblando, mientras intentaba abotonar su blusa nuevamente.

Fue ahí cuando él lo supo. Ella nunca había estado con otro hombre. Sólo con
él. Ese conocimiento lo devastó. Él no podía comenzar a entender porque ella le
ofrecería algo que no había ofrecido a nadie más.
No tenía sentido en su mundo. Pero no importaba.

La tiró con fuerza contra él y la besó apasionadamente. Ella gimió, arqueando su


espalda mientras la colocaba otra vez en la cama. Kaiya pateó sus zapatos,
luego intentó deshacerse de su blusa, pero las manos de Gaara fueron más
veloces y se la quitaron por encima de la cabeza, yendo después para
desabrochar su sostén.

Las delicadas manos de ella se movieron trémulas en una mezcla de ansiedad y


nerviosismo, para buscar la camisa de él y deshacerse de ella. Una a una, todas
las prendas fueron alcanzando su destino en diferentes posiciones en el piso o
en los bordes de la cama, hasta que ambos cuerpos estuvieron desnudos por
completo.

Gaara estaba fascinado con la imagen que tenía debajo de él. Ella yacía
recostada contra aquella mullida cama. Su pelo estaba suelto, derramado sobre
sus hombros y las almohadas, y sus manos descansaban sobre su estómago. Él
debería levantarse y dejarla allí así. Pero no podía. Ella era tan bella.

Kaiya estiró su mano para acariciar toda la extensión del pecho de él y Gaara
tuvo que luchar por respirar. La sensación de su cuerpo cálido contra el de él era
la sensación más increíble que alguna vez había conocido. Las manos de ella
vagaron por su espalda desnuda mientras él miraba esos ojos que lo
calentaban.

No había desprecio. Ni cólera. Esos ojos eran las gemas más preciadas que
podría encontrar en toda su vida.

La besó suavemente, tomando su labio superior y chupándolo tiernamente


mientras saboreaba la miel de su boca. Kaiya gimió cuando Gaara rompió su
beso y seguió con sus labios y su lengua el camino desde su garganta hasta su
pecho. Ella sentía su dura erección contra su muslo, ardiente e íntimo, y la hizo
temblar.

Gaara ahuecó su pecho suavemente en su mano mientras envolvía su lengua


alrededor de su pezón endurecido, chupando y pellizcando delicadamente. Se
tomó tiempo para saborearla. Cada centímetro de su piel fue lamido, tentado y
saboreado. Era como si no pudiera obtener lo suficiente de ella. A ningún
hombre le había permitido hacerle esto y ahora estaba aterrorizada de lo que
vendría. Si bien sabía lo que era el sexo, la sensación de éste era ajena a ella.

Pero claro, también así eran los sentimientos que él removía en ella.

La cabeza de Gaara se sumergió en su dulce esencia y sintió a Kaiya en sus


brazos. Gruñó mientras lamía y mordía cada centímetro de carne deliciosa y
escuchaba sus murmullos de placer. Ella era el sustento que necesitaba para
vivir.

Necesitaba que tener más de ella.

Kaiya gritó mientras Gaara separaba sus muslos y la tomaba en su boca. Ella no
podía hablar o respirar mientras el placer supremo atormentaba todo su cuerpo.
Cada lamida, cada tierna chupada, enviaba una oleada de agudo éxtasis a
través de ella. Su corazón latía a gran velocidad, al sentirlo allí entre sus muslos.
Ella gimió profundamente en su garganta. Él se tomó su tiempo con ella, y en
todo momento su cuerpo ardió con pequeños temblores de placer. El éxtasis
aumentaba y aumentaba hasta que ella no lo pudo aguantar más. Su nombre se
derramó de sus labios mientras ella alcanzaba el clímax por primera vez.

Gaara se deslizó sobre su cuerpo como una bestia gigante y feroz, lamiendo y
mordiendo a su camino mientras su cuerpo se sonrojaba. Ahuecó su cara entre
sus manos y luego la besó profundamente. Apasionadamente. Kaiya gimió
mientras él colocaba la rodilla entre sus muslos. La cabeza de Gaara zumbaba
con el perfume y el sabor de la mujer que yacía debajo de él. La suavidad de sus
extremidades sedosas acariciaba las de él. Nada alguna vez podría sentirse
mejor que sus manos deslizándose por su espalda presionándolo más cerca de
ella.

Nada sonaba mejor que su nombre en sus labios mientras sentía un orgasmo
por su causa.

Gaara se hizo hacia atrás para verla jadeando entre las sábanas revueltas.
Preparándose para lo peor, inclinó la cabeza y la besó, explorando su boca con
la lengua. Arrastró su mano por su brazo hasta que pudo entrelazar sus dedos
con los de ella. Sosteniendo sus manos encima de sus cabezas, él hizo más
hondo el beso. Kaiya tragó al sentir a Gaara levantar su peso y presionar la
punta de su miembro contra su centro.

Él hizo más intenso su beso y, con un empuje se deslizó profundamente en su


interior. Kaiya se encogió y lloriqueó ante la punzada de dolor que pasó sobre su
placer. Gaara se salió inmediatamente.

— Kaiya, ¿te lastimé? Lo siento.

Su arrepentimiento fue tan inmediato y sincero que la dejó aún más estupefacta
que el dolor. Las disculpas y Gaara eran dos cosas que iban tan juntas como los
puercos espines y los globos.

— Está bien —dijo ella, besándolo hasta que se relajó—. Se supone que duele
la primera vez.
— No quiero lastimarte.

La alegría la llenó al ser el motivo de su preocupación.

— No lo harás, Gaara. Te lo aseguro.

Él vaciló algunos minutos más antes de deslizase lentamente en ella otra vez.

Ambos gimieron.

Ella siseó, arqueando la espalda mientras se agarraba firmemente a sus


hombros. Pero no había desprecio, ni arrepentimiento. Gaara la miró con detalle
y vio que sus ojos estaban encendidos con pasión y con otras emociones tiernas
que aún no podía comenzar a comprender. Sonrió a pesar de sí mismo,
deleitándose en el milagro de esta mujer y lo que le había dado a él.

Kaiya no podía respirar mientras lo sentía dentro de ella. Había tratado de


imaginar como sería tener a un hombre en su interior incontables veces, pero
nada la había preparado para esa realidad. Para la sensación de Gaara en ella.

Pasados un par de minutos la embistió despacio y suavemente como si quisiera


que ese momento durara, como si estar dentro de ella fuese suficiente para él.
Ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas. Era tan increíble, sentirlo
dentro y encima de ella. Lo único que haría esto más perfecto sería poder ver en
sus ojos mientras la amaba.

Gimiendo su nombre, él enterró sus labios en su garganta, raspando su piel con


sus colmillos mientras la penetraba de forma lenta y enérgica. El corazón de
Gaara latía a gran velocidad al ser sobrepasado por todas aquellas sensaciones
que Kaiya provocaba en él. Dejó que la suavidad de su cuerpo lo apaciguara. Su
toque era el paraíso. Lo era en el sonido de su nombre en los labios de ella. Ni
siquiera una vez soñó que tomar a una mujer de esa forma, lo podía hacer sentir
como ella lo hacía.

Kaiya ahuecó su cara entre sus manos y lo besó con intensidad. Luego él se
inclinó hacia delante sobre ella y enterró sus labios contra su cuello. La sintió
temblar al pasar sus manos sobre su fuerte espalda, hasta sus caderas. Cómo
amaba esa percepción de él allí. La percepción de sus caderas empujando
contra las de ella.

Rodeándolo, trajo las manos hacia delante, y las deslizó entre sus cuerpos.
Gaara besó cada centímetro de ella que pudo alcanzar mientras todavía estaba
dentro de ella. El efecto de cada caricia tierna estaba intensificado porque ella
era consciente de la rareza del gesto. Ése no era un hombre que abrazara a
cualquiera. Él no iba voluntariamente con cualquier mujer que le sonriera. Y
saber que lo hacía con ella, la llenaba de una gran felicidad.
Gaara aceleró sus embates y entonces su biología tomó la batuta de sus
acciones. La quería a ella. Solo a ella. Y sólo para él. Su cabeza giró mientras su
corazón se aceleraba y su esencia de emparejamiento se deslizaba lentamente
sobre el cuerpo femenino que yacía debajo del suyo, introduciéndose
profundamente bajo esa suave piel que hacía estremecer cada fibra de su ser.

Pero no estaba conforme con eso. Deseaba más. Necesitaba más.

Kaiya tocó partes de él que nunca había sabido que existían. Su corazón. Su
alma. Lo llevó a alturas inimaginables. Ahí en sus brazos, por primera vez, sintió
paz. Había una parte de él tan calma en ese momento, tan tranquila, y otra parte
que estaba ardiendo en llamas, muriendo por tocarla. Descendió sobre ella para
poder mordisquear la carne blanda de su cuello. Su oreja. Sintió los escalofríos
que bajaban recorriéndole el cuerpo.

Siguió raspando su piel con los colmillos, tentado a hundirlos. ¿Cómo sabría
ella? Ella sería dulce, eso lo sabía. Y sin poder contenerse, hizo lo que nunca
imaginó. Abriendo la boca, sintió la sangre latiendo en las venas contra su
lengua. Y en una fracción de segundo, sus dientes habían perforado la suave
piel y el embriagador sabor de la sangre de ella llegó hasta su paladar
haciéndolo gemir como nunca antes.

Todas las emociones de ella fueron hacia él como una vorágine que estaba
tragándoselo vivo. En un lugar lejano la escuchó gritar su nombre y supo que era
por el éxtasis que ella había alcanzado con él. Todo en su cabeza daba vueltas
mientras sentía el orgasmo llegar a él. Instantáneo. Brutal. Fulminante. El frágil
cuerpo de Kaiya se estremecía bajo el suyo, incrementando el placer de lo que
ocurría entre ellos. Alejándolos de todo lo que había a su alrededor.

Y fue entonces, cuando una chispa de cordura se vislumbró entre toda la niebla
en la que se había convertido su cabeza, que supo lo que había hecho. Abrió los
ojos sólo para encontrarse con el cuello de Kaiya obstruyendo todo su campo
visual. Movió los labios, sintiendo sus colmillos retroceder, dejando la vena y la
piel sobre la que se habían hundido.

Se levantó sobre sus antebrazos y miró a Kaiya.

Gaara vaciló al ver la sangre que corría por su cuello. Apretando los dientes, se
deslizó fuera de ella y dio media vuelta, avergonzado del hecho de haberla
tomado de tal forma, como un animal después de todo. Ella no merecía esto. Su
corazón se transformó en un hueco cuando las revelaciones se abrieron paso en
su mente.

Ella era humana. Iba a irse. Ella estaba prohibida para él. Él no la merecía.
Se alejó de la cama, tambaleándose como un ebrio. Y lo era. Nunca olvidaría en
embriagante sabor de la sangre de Kaiya, corriendo a través de su garganta.
Con el cuerpo temblando, recogió sus pantalones y salió corriendo de la
habitación, apenas reconociéndose a sí mismo. Apenas aceptando lo que en
realidad era.

¿Qué había hecho?

Kaiya se sobresaltó ante la rápida retirada de Gaara. En un segundo había


estado sumergida en el placer más grande que había experimentado en toda su
vida y al siguiente un frío desolador se instaló a su alrededor. Lo llamó una vez,
y otra. Pero no hubo respuesta. Lo escuchó moverse a través de la habitación y
luego hubo un portazo.

Esperó a que, de alguna manera, algo quebrara la frígida vacuidad que se había
formado entorno a ella. Un sonido. Un murmullo.

Pero no sucedió. Ahora sólo había silencio.

Removiéndose sobre la cama, se cubrió con las sábanas. Permaneció sentada,


abrazando sus rodillas, ignorando el ligero remanente de dolor que aún
permanecía en la parte baja de su abdomen. Y lloró. Sin poder evitarlo más, lloró
víctima de un dolor mucho más profundo e intenso que sentía al darse cuenta de
que, en realidad, ella no era suficiente para él. Sin importar cuantas veces lo
negara, nada cambiaría el hecho.

Y lo mejor era irse.

Con la música de X-tasis, retumbando en sus tímpanos, Shikamaru estaba a la


espera de que la noche fuera declarada oficialmente terminada. Naruto se había
ido tan pronto como habían terminado una batalla con un grupo de cazadores y
lo había dejado en el club esperando al resto de los miembros de la cofradía. Ino
y Kiba habían estado juntos en las rondas, y Neji había decidido patrullar solo
debido a la ausencia de Gaara. Aunque todos lo comprendían, en cierto modo, a
sabiendas de que Kaiya se iría esa noche.

Alzó la vista por encima del borde de su vaso, sólo para ver salir a Neji de uno
de los baños privados del apartado VIP, seguido de una escultural mujer rubia…
y sí, otra mujer más, aunque pelirroja. Ambas con las ropas desaliñadas, las
respiraciones aún agitadas, sus rostros sonrojados y ambas con las expresiones
de haber tenido la mejor experiencia orgásmica de sus humanas vidas.

El vampiro se acercó a su mesa y tomó asiento junto a él.

— ¿Te divertiste? —preguntó Shikamaru alzando una ceja.


— No jodas.

— Oye, creo que tú eres el menos indicado para decir esa frase ¿no te parece?
—entonces Shikamaru fue fulminado por aquella mirada perlada. Tomó un poco
más del vaso con whisky que traía en la mano y vio a Kiba acercándose a ellos
junto con Ino. Un par de metros antes de llegar, la rubia se apartó de Kiba, le
susurró algo en el oído y, luego de ver que él asintiera, se encaminó hacia la
barra.

— ¿Qué tal sus rondas?

— Nada fuera de lo común —respondió Kiba mientras se acomodaba a su lado


—. En realidad la noche estuvo bastante tranquila. Y eso me pone nervioso.

— Lo sé —respondió Shikamaru—. Estas últimas noches en período de latencia


no hacen más que inquietarme. Pero no he podido percibir nada fuera de lo
normal. —miró al hombre a su izquierda— ¿Qué hay de ti, Neji? No has visto
nada.

El guerrero negó con la cabeza mientras bebía el vodka que minutos antes le
habían dejado sobre la mesa.

— Absolutamente nada.

Shikamaru sopesó la respuesta de Neji, mientras delineaba el borde del vaso


con su dedo índice. No supo cuanto tiempo permaneció hundido en sus
cavilaciones hasta que vio a Naruto acercarse a ellos.

— Creí que te habías ido a casa.

— Sólo quise un último trago antes de regresar.

Shikamaru analizó su expresión con ojos inquisitivos. Miró a los otros dos
vampiros, quienes ya estaban conversando entre ellos. Entonces cambió de
lugar con Kiba y quedó junto a Naruto.

— Vamos a ser claros, Naruto —dijo inclinándose hacia él para que nadie más
los escuchara— No sé que diablos está ocurriendo contigo, pero más vale que lo
resuelvas. No quiero volver a estar a punto de ser rebanado porque tú te
quedaste petrificado ¿estamos?

— Shikamaru, lo siento. Ya te dije que no lo hice a propósito.

— Lo sé, pero si algo está mal contigo será mejor que le pongas solución pronto.
Necesito tener la certeza de que tú cubrirás mi espalda la próxima vez que
estemos en medio de una pelea ¿de acuerdo?
El rubio asintió.

Entonces la atención de todos los vampiros se enfocó en Ino. La mujer había ido
hacia la barra para saludar a una de las meseras con las que había entablado
una buena amistad, pero mientras iba de camino hacia la mesa de la Cofradía
con un par de tragos, un hombre se interpuso en su camino. Medía más de uno
ochenta, era corpulento y escasamente agraciado. Sin embargo, no fue eso lo
que le causó repulsión a la hokage, sino el aura lasciva que emanaba de él.

— Hola, muñeca. ¿Cómo sabías que quería algo para refrescarme?

Ino puso los ojos en blanco y le sacó la vuelta al humano, pero éste volvió a
alcanzarla.

— Vamos nena, —insistió el hombre, poniendo su pesada mano sobre el


hombro de ella— ¿por qué no salimos de aquí y damos un paseo solo tú y yo?

Ino bufó mientras se inclinaba para librarse del agarre. Odiaba a los tipos así,
que siendo acompañados por su montón de amigos se creían irresistibles y no
eran más que unos perdedores con la palabra 'patán' escrita en la frente. A lo
lejos, sintió como Kiba se inquietaba, pero con una sola mirada, ella le hizo
saber que podía manejarlo.

— Vamos a ver, idiota. —dijo cansina— Te hacen falta dos kilos de cerebro y un
buen ortodoncista para siquiera pensar que en alguno de tus sueños yo pueda ir
a algún sitio contigo ¿estamos?

Las risas estallaron a espaldas del humano haciéndolo enfurecer. Con violencia
asió la muñeca de Ino, obligándola a girarse.

— Escúchame bien… —no terminó al sentir su mano siendo aplastada por otra
enorme. Miró hacia arriba al hombre que lo obligó a soltar su agarre. En un
movimiento sobrehumano, Kiba saltó sobre la mesa y se acercó a donde ellos
estaban.

— ¿Algún problema? —el humano prácticamente mojó sus pantalones. Kiba


sonrió con suficiencia mientras estudiaba las expresiones de los otros que
acompañaban al hombre— Sí, eso pensé.

Pasó su brazo por los hombros de Ino para escoltarla de vuelta a la mesa donde
permanecieron por espacio de media hora más antes de que el DJ anunciara
que pronto cerrarían el club. Los vampiros abandonaron el lugar y una vez
estando sobre la acera, se separaron. Mientras Ino y Kiba se fueron hacia el
Escalade que habían dejado estacionado a un par de cuadras, Neji, Naruto y
Shikamaru optaron por materializarse en la mansión.
— ¿Entonces llevarán a Kaiya a su nueva casa? —le preguntó Naruto a Neji tan
pronto como atravesaron la enorme puerta principal de la mansión. El vampiro
asintió, luego esperó a que Shikamaru se despidiera de ellos para ampliar su
respuesta.

— No quisiera, pero debe hacerse. Esperaré a que vuelva Kiba por si existe la
posibilidad de que tenga que permanecer con ella después del amanecer.

El hombre rubio asintió.

— Si necesitan una mano extra, no dudes en avisarme. Estaré en el gimnasio


entrenando.

Neji lo miró extrañado, según él, Naruto prefería estar ejercitando otras partes de
su cuerpo en compañía de su mujer, en lugar de entrenar después de una noche
de rondas; pero se recordó a sí mismo que desde hacía un par de semanas,
algo era diferente en Naruto.

Dejando de lado sus pensamientos, asintió. Naruto se despidió con una


inclinación de cabeza y una vez que lo vio desaparecer por la puerta debajo de
las escaleras, Neji se encaminó al segundo piso. Más concretamente a la
habitación de Kaiya, esperando, en cierto modo, que ella ya estuviera dormida.

Porque si era así, él no tendría la falta de caballerosidad de despertarla para


echarla de su casa.

Recorrió todo el pasillo del ala oeste de la mansión hasta que se halló frente a la
puerta de la habitación de Kaiya. Estaba a punto de llamar, pero en vez de eso,
decidió escuchar. Si ella estaba dormida, lo menos que quería era despertarla.
No se oía nada. Aunque la corriente de aire que salía hacia el pasillo estaba
perfumada con una fresca fragancia floral: el clásico aroma a jazmines que
había caracterizado a la humana desde su llegada.

Imaginando que no estaría mal comprobar si Kaiya se encontraba bien, Neji


levantó sus nudillos y tocó suavemente. Cuando no hubo ninguna respuesta,
entreabrió la puerta.

— ¿Kaiya? —llamó mientras se asomaba. Y entonces quedó congelado.

Kaiya estaba tendida sobre un enredo de sábanas y edredones, abrazándose a


sí misma. Estaba desnuda, apenas cubierta por una delgada sábana que estaba
manchada de sangre, y había más emanando de dos puntos sobre su cuello.

Ella levantó la cabeza para dirigirla hacia la puerta. Había rastro de lágrimas en
su rostro y sus ojos estaban hinchados. Tan pronto como fue consciente de su
presencia, se apresuró a cubrirse.

— ¿Neji? —dijo quedamente luego de varios segundos de un intenso silencio.

Pero él no la escuchó. De lo único de lo que era consciente era del color carmesí
que había adquirido su visión al imaginarse lo que había ocurrido. Dulce diosa,
¿cómo pudo…?

Gaara la había lastimado. Él le había hecho daño.

Neji parpadeó una y otra vez. La furia estaba creciendo en su interior a una
velocidad increíble, esparciéndose por cada uno de sus órganos haciéndolos
arder.

— Voy a matar a ese bastardo —susurró como sentencia antes de volverse y


salir por la puerta.

Mientras caminaba por el pasillo con pasos fuertes, todo lo que pudo tener en su
mente fue la frágil imagen del cuerpo de aquella mujer encogido mientras
lloraba. Y era culpa suya. Toda la culpa de lo que le había ocurrido a ella había
sido de él por haberle dado un voto de confianza a alguien como Gaara. Apretó
sus puños con tal fuerza, que parecía que sus nudillos traspasarían su piel en
cualquier segundo.

Pero había algo bueno. Mientras no fuera una muerte, siempre era posible
enmendar el daño. Y él lo haría. Vaya que lo haría.

— ¡Neji! ¡No! —escuchó gritar a sus espaldas a Kaiya, quien salió


precipitadamente de la habitación, apenas cubierta por una bata.

Pero él la ignoró.

Cuando Neji llegó al otro lado de la mansión, no llamó. Abrió de golpe la puerta
del cuarto de Gaara y encontró al guerrero sentado sobre el borde de la ventana.
La expresión de Gaara estaba lejos de ser lo atormentada que él había
esperado. O al menos, a él le pareció así.

Y eso hizo hervir su sangre.

Perdiendo el control de sus acciones, en un movimiento fugaz se lanzó hacia


Gaara, agarrando al vampiro por la garganta. Lo levantó de su asiento y lo lanzó
contra la pared, cerrando sus manos en torno a su cuello.

— ¡Qué mierda pasa contigo! —gritó mientras estrellaba a Gaara contra el muro
— ¡Cómo pudiste hacerle eso!
Contrario a otras ocasiones, Gaara no movió un solo dedo.

Neji lo soltó súbitamente, alejándose un paso. Sus manos estaban hechas


puños clavados en ambos lados de sus caderas mientras fijaba su mirada en un
punto en la alfombra. Su pecho subía y bajaba violentamente.

Se dio media vuelta, haciendo el amago de retirarse. Pero entonces volvió a


girarse y proyectó su puño contra la mandíbula de Gaara, derribándolo sobre el
piso.

— ¡Eres un maldito animal! —gritó, dando inicio a la golpiza.

Gaara se mantuvo inmóvil, sin hacer absolutamente nada para detener el


ataque. Completamente abierto para recibir los golpes, cayendo contra el viejo
jergón que utilizaba para dormir mientras los golpes de Neji lo fustigaban una y
otra vez sobre la boca, los ojos y la mandíbula.

Lentamente los rayos de la conciencia fueron posándose sobre el cuerpo de Sai.


Con pesar abrió los ojos, parpadeando insistentemente ante la molestia
ocasionada por la brillante luz que había sobre su cabeza. No recordaba
absolutamente nada después de haber aceptado la propuesta de Orochimaru
¿Dónde estaba? Echó un vistazo a su cuerpo y vio que estaba desnudo de la
cintura para arriba. Tampoco llevaba zapatos ni calcetines.

Intentó levantarse, pero se dio cuenta de que tenía unos grilletes en sus
muñecas y tobillos que lo mantenían acostado sobre una dura superficie que le
recordó a una mesa de las que suele haber en una morgue. Sintiendo el pánico
acrecentarse en su interior, comenzó a hacer esfuerzos para liberarse. Algo no
estaba bien en ese lugar.

Escuchó el susurro de movimientos provenientes del otro lado de la habitación,


mientras sus ojos se esforzaban por definir la silueta que comenzaba a
acercarse a él. Una cruenta risa reverberó entre las cuatro paredes. Cuando la
silueta estuvo bajo la luz de la lámpara, Sai la reconoció: era Orochimaru,
acompañado de alguien más a quién no pudo identificar.

— Tranquilo, Sai. Esto acabará pronto —dijo el vampiro, acercándose más a él.
Entonces el abogado se percató del bisturí con el que Orochimaru estaba
rozando su antebrazo desnudo—. Veremos si en realidad vale la pena que seas
convertido

— ¿Q…qué vas a hacerme? —preguntó Sai, sin poder ocultar el temor que
inundaba su cuerpo a cada segundo que pasaba.

Orochimaru soltó una carcajada macabra, dejando al descubierto sus colmillos


que parecían destellar.
— Humano… no creíste que sería tan sencillo ¿o si?

Los ojos de Sai se abrieron de par en par cuando sintió el profundo corte en sus
muñecas, causados por el vampiro y su ayudante. Un grito desgarrador escapó
de su garganta.

Y entonces sintió como, lentamente, la vida estaba siendo extraída de su


cuerpo.
Capítulo 26

El habitual silencio que circundaba el complejo de la cofradía fue interrumpido


por un grito femenino y el enorme alboroto que subsiguió.

Neji hizo absolutos oídos sordos a todo lo que ocurría en torno a él. Estaba
demasiado ocupado dándole la paliza del siglo a aquel hombre con el que había
compartido batallas durante años enteros. A ése a quien él le había dado su voto
de confianza porque creía que por fin iba a hacer lo correcto y le demostró que
no era más de lo que él había creído.

Alguien intentó apartarlo, pero tan pronto como se asió de sus brazos, Neji se lo
quitó de encima con un codazo que no pudo calificar como 'no intencionado',
para después regresar a su labor. ¿Cómo pudo ser tan imbécil? Pero claro, esa
pregunta era una a la que le había encontrado respuesta desde hacía varias
semanas. Era por esa pregunta por la cual estaba desquitando toda su furia
sobre ese cuerpo bajo el suyo.

Finalmente, dos pares de brazos se ciñeron a su alrededor obligándolo a


levantarse.

— ¡Qué mierda te pasa! —escupió Kiba, colocándose entre Gaara que aún
permanecía en el suelo y Neji, que era sostenido por Naruto y Shikamaru— ¡Es
que no se puede tener un minuto de paz en esta maldita casa!

— Eso no te incumbe —respondió Neji antes de volver a fijar su mirada en


Gaara mientras se levantaba y hacía que el fuego iracundo en él volviera a arder
— ¡Vuelves a tocarla y juro por lo más sagrado que te mataré!

Gaara no respondió. Volviéndose de costado ligeramente le dio la espalda para


quitarse con el dorso de la mano, la sangre que emanaba de su labio, sentía su
rostro comenzar a hincharse. Miró a su alrededor. En el tiempo que había
permanecido en el piso, no se percató de la asamblea que se había formado
alrededor de ellos. Todos los habitantes de la casa se habían dado cita en su
habitación, con excepción de Sasuke, su mujer… y Kaiya.

— ¡Basta! —gritó Kiba. Entonces señaló a Neji— Tú. Sal de aquí. —el ojiperla
comenzó a debatirse nuevamente entre los fuertes brazos que lo resguardaban,
pero fue inútil— No sé que demonios ocurrió aquí, pero lo voy a averiguar. Y
mientras tanto, no necesito que hagas tu rutina de campeón de boxeo aquí
¿estamos?

Neji se deshizo brevemente del agarra de Shikamaru, sólo para acomodarse las
solapas del abrigo. Examinó la situación con detalle, preguntándose la
posibilidad que había de librarse de sus centinelas y reanudar el ataque contra
Gaara. Miró a Naruto, no lucía en absoluto contento. Tenía el labio roto y un
gran golpe en la nariz, que le decían que había sido él quién había intentado
detenerlo primero.

— Neji… —lo llamó Kiba otra vez. El guerrero lo miró apuntar con su cabeza
hacia la salida— Fuera. Ahora.

Dejando salir su rabia como una larga letanía de maldiciones, Neji dejó la
habitación acompañado de todos los demás, quedando dentro Kiba y Gaara.

Atravesando la mansión a una velocidad sorprendente, e ignorando por


completo los llamados que hacían a sus espaldas, regresó a la habitación de
Kaiya, sin darse cuenta de que había sido seguido muy de cerca por Shikamaru,
Temari y Hinata. La joven humana se inquietó inmediatamente por sus
presencias.

— Soy yo. —se limitó a decir Neji antes de acercarse a ella. Sin embargo, fue
detenido por Hinata— ¡Qué! —gruñó antes de darse cuenta a quién le gritaba. Al
mirar a los ojos de la mujer, supo que eso no la había impresionado ni un
poquito.

— Fuera —dijo Hinata. Neji se soltó de su agarre de manera violenta y estaba a


punto de reclamar, pero ella se adelantó— Quiero que todos salgan de la
habitación y me dejen a solas con ella.

Temari y Shikamaru asintieron. Ya era bastante malo lo que sucedía como para
que ahora el circo se trasladara a la habitación de Kaiya. Caso contrario a lo que
ocurría con Neji. El guerrero comenzó a gruñir varias veces sobre la falta de
autoridad que tenía Hinata sobre él, hasta que la doctora lo calló.

— No necesito tu permiso para decir lo que se haga aquí o no. ¿Acaso ya la


viste? —preguntó en un susurro aun cuando sabía que era inútil— Necesito
revisarla, a menos que tengas un título como médico del cual yo no esté
enterada y del que deba saber su existencia.

Neji volvió a abrir la boca, pero ningún sonido salió de ahí. Diablos, esa mujer sí
que sabía como plantársele a un hombre y hacerle dudar hasta de los
pantalones que traía puestos. No sabía como Naruto podía soportarlo. Aunque
en realidad eso estaba fuera de discusión en ese momento.

Salió de sus cavilaciones cuando escuchó el sonido de la puerta cerrarse tras él.
Miró a Hinata sólo para darse cuenta de que la mujer no iba a cambiar de
opinión, aun cuando él amenazara con desatar el fuego del infierno sobre ella.
Adoptando la actitud de perdedor, a regañadientes se encaminó hacia la salida,
justo antes de que Hinata lo llamara otra vez.

— Necesito que cierres la herida de su garganta —dijo con tono ecuánime. Neji
se giró sobre sus talones y se percató del par de pequeños ríos color carmesí
que ya habían formado una enorme mancha sobre la bata que Kaiya llevaba
puesta. Se acercó a ella en un par de grandes zancadas, se aclaró la garganta y
tomó a la humana de la nuca para inclinarla ligeramente. Ella se estremeció.

— ¿Q…qué crees que haces? —preguntó nerviosa. A Neji le pareció extraño


que hablara por primera vez desde que todo el drama se había desencadenado.

— Es necesario que cierre las… perforaciones —respondió Hinata mientras se


sentaba junto a ella y tomaba su mano— No pasa nada.

Kaiya se relajó un poco al sentir la presencia de Hinata a su lado. Sin embargo,


no pudo evitar temblar cuando sintió la lengua de Neji recorrer su cuello varias
veces. El tiempo le pareció eterno mientras esperaba a que él se alejara.

En realidad, ella no fue del todo consciente de lo que sucedía a su alrededor


hasta que escuchó la puerta cerrarse por segunda vez. El silencio se fundió en
la habitación y ella tuvo que debatirse durante varios segundos antes de
armarse de valor para hablar.

— ¿Se ha…ido? —preguntó titubeando.

— Sí, Neji se ya ido. —le respondió Hinata mientras se incorporaba— ¿te


importaría si te reviso?

— Estoy bien.

— Bueno, no lo pareces —dijo la ojiperla mientras le tomaba su muñeca para


medir su pulso— A decir verdad, estás sumamente pálida. Necesito asegurarme
de que Gaara no haya… —las blancas mejillas de Hinata se tiñeron de carmesí
mientras escogía con cuidado las palabras justo antes de pronunciarlas—…
bebido… demasiado. Muchas veces es… difícil… saber cuando detenerse.

Kaiya no respondió, dejando que el silencio volviera a reinar entre ellas mientras
Hinata continuaba con su labor.

— Kaiya… —inició Hinata, estando poco dispuesta a soportar el silencio.


Últimamente, el silencio se había convertido en el peor de sus enemigos—. No
estás obligada a contarme, pero puedo preguntar ¿qué sucedió?

La joven clavó su mirada inútil en un punto en medio de la nada justo frente a


ella, mientras le contaba a grandes rasgos lo que había sucedido entre ella y
Gaara aquella noche. Hinata permaneció en absoluto silencio escuchando
atentamente cada palabra que salía de la boca de la humana, intentando
imaginar los motivos que habían originado la bizarra escena que había
presenciado en la habitación de Gaara, y conforme pasaron los minutos, pudo
llegar a la conclusión adecuada.

— Por favor, dime que no lo mató —suplicó Kaiya cuando terminó su relato—.
Porque fue lo único que escuché de Neji y me lo dijo tan seguro que yo…

Hinata pensó seriamente en contarle la verdad, pero, con honestidad, nadie


necesitaba la escena de esa brutal golpiza en su cabeza.

— Las cosas no están en absoluto bien entre ellos, pero puedes estar tranquila,
él no lo mató.

Sintió el alivio de Kaiya como una cálida corriente contra su cuerpo. No podía
imaginarse lo que era permanecer en un mundo así, como ella. Sinceramente
creía que no tenía la fuerza suficiente para enfrentarlo, y eso hacía que admirara
aún más a la humana.

El resto de los minutos corrieron en medio del silencio que era borrado
esporádicamente con frases cortas e intentos vanos de entablar conversación
hasta que Hinata finalmente se retiró una vez que Kaiya cayó rendida sobre la
cama para la cual, ella había tenido la buena decisión de mandar cambiar las
sábanas.

Caminó por el pasillo hasta llegar a la habitación que compartía con Naruto. Lo
buscó con la mirada, pero sólo había oscuridad a su alrededor. Exceptuando la
tenue luz que se colaba por la ranura inferior de la puerta que conducía al baño.
Caminó lentamente hasta el buró donde encendió la pequeña lámpara que ahí
había. Justo en el mismo momento, Naruto salió del baño.

Como ya se había hecho costumbre, llevaba las ropas que utilizaba para
entrenar en el gimnasio y eso sólo le indicó que, nuevamente, él no iba a dormir
a su lado. Dudando de sí misma, caminó hacia él, deteniéndose a escasos
centímetros. Pudo sentir como Naruto se tensaba al instante. Aquel rostro
masculino absolutamente perfecto, ahora estaba arruinado debido a un golpe de
Neji.

— Deja que te revise la herida —dijo ella. Él negó con la cabeza.


— Estoy bien.

— Podría infectarse —insistió ella mientras se encaminaba hacia la pequeña


maleta donde guardaba equipo de primeros auxilios.

— ¡Dije que estoy bien! —gruñó Naruto en un tono demasiado brusco. De


inmediato, Hinata se detuvo.

El silencio se instaló entre ellos tan sólo el tiempo suficiente para que Naruto
dejara la habitación. Hinata sintió su corazón estrujarse dentro de su caja
torácica, pero no pudo llorar. Aún cuando era todo lo que quería hacer en esos
momentos, no pudo. Habían sido ya muchos los días en los que lo había hecho,
que ahora prácticamente ya no le encontraba sentido.

Ella no se sentiría mejor después de hacerlo. Su corazón no dejaría de doler,


cuando las lágrimas dejaran de caer… y, claramente, Naruto no volvería a ser el
mismo de antes.

Sobre el enredo de sábanas en lo que había terminado la cama, Sasuke dio un


giro para terminar acostado sobre su estómago. Estiró su brazo para alcanzar a
la mujer que, estaba absolutamente seguro, yacía a su lado. Sólo que… no
había nadie.

Abrió los ojos abruptamente, mirando a su alrededor. Sólo estaba él en la cama.


Deshaciéndose de las nulas mantas que lo cubrían, se apresuró a vestirse con
los calzoncillos que la noche anterior habían terminado en el suelo de la
habitación que poseía en el apartamento del edificio donde Sakura solía vivir.

— ¿Sakura? —llamó sin recibir respuesta.

Esperó a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad y entonces caminó hacia


la puerta.

— ¿Sakura? —volvió a llamar mientras caminaba a lo largo del pequeño


corredor—. Esto no es…

Se interrumpió abruptamente cuando vio la puerta principal abierta y la luz del


sol llenando plenamente la estancia.

De inmediato un oscuro presentimiento se arremolinó en su interior, oprimiendo


cruentamente su pecho. Intentó buscar la manera de tranquilizarse, pero un
temor, absolutamente desconocido para él, lo envolvió, llenándolo de angustia
ante la sola idea de que algo pudiera haberle ocurrido a Sakura.

Los siguientes cinco segundos transcurrieron en una lenta eternidad hasta que
vio a Sakura aparecer absolutamente ilesa a través de la puerta. Ella se detuvo
atónita al verlo parado en el inicio del pasillo, tan cerca de la luz del sol.
Pestañeó varias veces antes de correr hacia el pequeño control remoto y correr
la placa de acero que protegía la puerta tras de ella.

— ¿Sasuke? ¿Qué hac…? —interrumpió al sentir los brazos de Sasuke cerrarse


fuertemente a su alrededor—. Sasuke… no puedo… respirar.

A él le tomó un par de segundos comprender sus palabras y después soltarla.

— ¿Te encuentras bien? —le preguntó ella, preocupada por la absoluta palidez
que cubría la piel del vampiro.

— Yo soy quien debería preguntarte lo mismo. ¿Qué diablos haces afuera?


¿Cómo demonios puedes estar bajo la luz del sol? ¿no estás quemada o
herida? —dijo él tan rápido mientras la auscultaba con la mirada, que a ella le
costó trabajo seguir el hilo de sus palabras.

Tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a mirarla.

— Sasuke, cálmate —dijo firmemente— Estoy bien ¿okay? Estoy absolutamente


bien.

— ¿En qué diablos estabas pensando al exponerte de esa manera? —preguntó


acusadoramente. Jamás había sentido tanto miedo como en ese momento. Tan
sólo de pensar que ella hubiera podido…—. Pudiste haber muerto ¿sabes? Te
dije que el sol no es algo con lo que debes jugar.

— Cálmate —dijo de nuevo— Sabía que nada malo me iba a pasar porque hace
poco descubrí que puedo salir en el día. Kiba me ayudó a averiguarlo y si
quieres que sea honesta contigo, sólo debo decirte que me provoca un poco de
ardor en los ojos ¿de acuerdo?

Ah, así que Kiba le había ayudado a exponerse al sol. Bueno, pues el hermano
iba a tener una charla muy seria con él tan pronto como volviera a la mansión.

Sasuke respiró profundo mientras volvía a evaluarla con la mirada para


asegurarse de que no le mentía.

— Bueno, ¿entonces puedo preguntar qué te hizo salir a estas horas?

Sakura puso la clásica expresión de un niño siendo atrapado en medio de una


travesura cuando le mostró el pequeño frasco con mermelada de fresa que traía
en su mano.

— Estaba preparando el desayuno y me di cuenta de que no tenías mermelada


—Sasuke alzó una ceja mientras una media sonrisa se dibujaba en su rostro al
encontrarle un nuevo significado a la frase 'no tenías mermelada'. Sakura iba a
continuar con la explicación hasta que vio la expresión que él tenía en el rostro.
Puso los ojos en blanco— Me refiero a que no había mermelada en la cocina. —
ella también sonrió— Créeme, necesito algo más que sexo para sobrevivir.

— Pues lo que escuché de ti anoche fue todo menos quejas. —dijo Sasuke con
una sonrisa de entera suficiencia.

Sakura volvió a rodar los ojos. Ese hombre tenía una forma de ser tan
malditamente arrogante y absolutamente sexy que no podía comprenderlo. Dejó
que la guiara de nuevo hacia el interior del círculo de sus brazos y se apropiara
de su boca como lo había hecho ya en incontables ocasiones antes.

Entonces ella decidió tomar el control del beso, deslizó sus manos por el
abdomen de Sasuke hasta encontrar el inicio de la única prenda que él vestía y
la deslizó hasta que alcanzó el suelo. Sasuke gruñó contra sus labios y la atrajo
más hacia él hasta que pudo sentir la calidez de su cuerpo contra el suyo. Ella
enredó sus brazos alrededor de su cuello y lo guió hasta el sofá, empujándolo
para que cayera sobre él. Lo sujetó por las muñecas, colocándole los brazos
encima de la cabeza.

— Pensé que habías dicho que necesitabas más que sexo para sobrevivir —dijo
él en un susurró ronco mientras sentía los labios de ella deslizarse a lo largo de
su cuello. Sentir sus colmillos raspando su piel, hizo que su miembro comenzara
a endurecerse.

Sakura volvió a erguirse para encontrar su mirada con la de él.

— Cierto, pero eso no significa que no sea divertido —respondió con una sonrisa
mientras deslizaba su mano a través de su pecho.

Se acomodó a horcajadas sobre él y luego su mano rozó su erección,


provocando que un sonido grave saliera del pecho de Sasuke. Instintivamente
quiso abrazarla, ansioso por lo que parecía estar ofreciéndole, pero ella lo
detuvo sujetando con fuerza sus muñecas y manteniéndolo quieto.

— Relájate. Déjame tomar el control.

Sasuke sólo pudo mirar hacia arriba incrédulo y con jadeante expectación
mientras ella presionaba sus labios contra los de él.

— Prometo que no te arrepentirás —susurró ella.

En un dulce arrebato, Sakura introdujo la lengua en su boca y provocó que


Sasuke gimiera ante la cálida sensación mientras cada músculo de su cuerpo se
ponía rígido. Cuando dejó su boca, bajó por su cuerpo. Le lamió el cuello,
dejándole pequeños rasguños gracias a sus colmillos. Se tomó todo el tiempo
del mundo para recorrer con la lengua cada uno de los perfectos músculos que
conformaban su torso, jugueteando con los pezones mientras sus uñas
marcaban pequeños surcos a lo largo de su abdomen.

Sakura siguió su tentador recorrido hasta que quedó arrodillada sobre el piso
frente a él. Entonces aprovechó para mordisquearle los huesos de las caderas.

Sasuke se aferró al respaldo del sofá, haciendo crujir la madera. Tenía que
controlarse o el sillón terminaría volteado por su fuerza, pero le resultaba casi
imposible debido a las intensas oleadas de calor que ella provocaba en su
cuerpo. El sudor ardía sobre su piel. Su corazón palpitaba con fuerza tan
acelerada que prácticamente lo sentía latir en sus sienes.

Sin embargo, no quería que se detuviera.

En el instante en que ella introdujo el miembro entre sus labios, le faltó poco
para alcanzar el éxtasis. Tuvo que utilizar todo su autocontrol para no gritar
mientras sentía su cuerpo estremecerse enérgicamente. Y entonces dio inicio
una verdadera tortura. Sakura sabía exactamente cuándo acelerar el ritmo y
cuándo hacer una pausa. La combinación de su boca húmeda y sus manos
moviéndose arriba y debajo de su miembro constituían un doble embate que
apenas podía soportar. Lo llevó al límite una y otra vez hasta que se vio obligado
a suplicar.

Finalmente, ella montó a horcajadas sobre él y se deshizo de la simple bata que


había mantenido oculta su desnudez. Sasuke miró al espacio entre sus cuerpos.
Eran tan sólo unos centímetros y sin embargo ella no parecía en absoluto
apurada en borrarlos. Comenzó a acariciar su miembro con su entrepierna
mientras volvía a apoderarse de su boca con intensidad.

— Sakura…

— ¿Si? —preguntó ella con fingida inocencia mientras se lanzaba a mordisquear


el lóbulo de su oreja. Sasuke gruñó cuando sus manos volvieron a rodear su
pene y comenzaban a guiarlo hacia su interior. Pero, de nuevo, ella se detuvo.

— Por favor… —gimió ya sin poder contenerlo aún más, maldiciéndose al


mismo tiempo. ¿Cómo había dejado que ella lo viera tan vulnerable?

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Sakura mientras se


disponía a complacerlo. En un movimiento fluido se introdujo en él, y entonces
todo su cuerpo entero fue recorrido por aquella sensación aplastante que lo
había acompañado durante toda la noche al verse envuelto por el cálido interior
que ella siempre le ofrecía.
Ella empezó a moverse a un ritmo lento y constante, mientras mantenía su
mirada fija en la de él, haciéndolo perderse en el infinito color jade que iluminaba
su mundo en cada segundo que ella estaba a su lado. Lentamente fue
aumentando el ritmo de sus movimientos y Sasuke sólo pudo admirarla mientras
ella tomaba todo cuanto quería y él estaba dispuesto a darle eso y mucho más.
Con cada uno de sus empujones, se introducía más profundamente, en su piel y
su cerebro. En su corazón. Lo estaba poseyendo, tomándolo. Dejando su marca
sobre él.

Y él no aguantó mucho. Cuando llegó al clímax, sintió como si lo hubieran


desgarrado en dos; las descargas de energía crearon una onda de choque que
llenó toda la habitación, estremeciendo cada uno de los muebles que había a su
alrededor de la misma manera en la que ella había estremecido su mundo
cuando el destino la puso en su vida.

Sakura sonrió en medio de la oscuridad al escuchar el sonido que hizo Sasuke


mientras su cuerpo se estremecía bajo el de ella. La fuerza de su orgasmo la
alcanzó también, y cayó sobre el jadeante pecho del vampiro mientras
experimentaba su propio éxtasis que la dejaba sin fuerzas siquiera para intentar
recuperar el aire que había abandonado sus pulmones. Temiendo pesar
demasiado, hizo un movimiento para bajarse, pero él la detuvo, sujetándola por
las caderas

— Quédate donde estás —susurró él junto a su oído con la voz enronquecida.

Sakura se apoyó sobre su cuerpo y envolvió sus brazos alrededor de su torso,


relajándose completamente. Ella no tenía ningún inconveniente en permanecer
justo como estaban en ese momento. Sasuke la envolvió de forma protectora
entre sus brazos y se dedicó a acariciar suavemente su espalda mientras se
mantenían en aquella posición sólo escuchando el sonido de sus respiraciones.
Él deseaba quedarse así, con ella. Para siempre. Pero sabía que tarde o
temprano debían volver a la mansión.

Sin embargo, eso no era lo que captaba su atención en esos momentos, sino el
hecho de que aquella sensación de terror que sintió cuando se percató de la
ausencia de Sakura aún estaba ahí. De manera inconsciente, abrazó a Sakura
con más fuerza, pero fue inútil…

Esa sensación se negaba a abandonarlo.

Una, dos… tres vueltas sobre el colchón después, Naruto tuvo que aceptar que
no podría conciliar el sueño en aquella ocasión. Abrió los ojos y miró el reloj
despertador que había sobre el buró junto a su almohada. Los números rojos
indicaban que era apenas mediodía. Se giró sobre su costado para encontrarse
con la espalda de Hinata a unos cuantos centímetros tan solo cubierta por el
ligero camisón blanco que ella solía utilizar para dormir.
Incapaz de refrenar sus impulsos, su brazo se estiró sobre las sábanas para
acariciar suavemente el brazo desnudo que se asomaba sobre la seda color vino
que los cubría. La sintió estremecerse al mismo tiempo en el que sintió su mano
arder por el contacto. Se levantó apoyado en su antebrazo y miró su rostro entre
la oscuridad. Ella sí había conseguido dormir y ahora descansaba plácidamente.

Cómo la echaba de menos…

Maldiciéndose internamente, se deshizo de las sábanas y apoyó ambos pies


sobre la alfombra. Necesitaba terminar con eso de una buena vez. Necesitaba
respuestas, y sabía que sólo había un lugar donde podría hallarlas. Su decisión
ya estaba tomada.

Caminó hacia el armario, sacó la túnica negra y cambió su pijama por ella.
Cuando estuvo listo, fue hacia la puerta, deteniéndose para abrirla lo más
quedamente posible. La luz del pasillo lo deslumbró brevemente mientras él se
debatía entre salir o no. Miró sobre su hombro al cuerpo de la mujer que
descansaba sobre la cama y por dentro deseó con todas sus fuerzas que ella no
lo odiara.

Aunque era lo que él esperaba.

Diez minutos después, había atravesado el portal que conducía al Santuario. La


intensa blancura lastimó nuevamente la sensibilidad de sus pupilas, tomándole
un par de segundos adaptarse al intenso resplandor. Cuando lo hizo, pudo mirar
a su alrededor con calma. Ni un alma había a su alrededor, lo cual era bueno en
aquel momento. Lo menos que quería era a una sacerdotisa mirándolo con una
mezcla de miedo por el kyubi, del cual todos sabía que era poseedor, y lujuria,
debido a los efectos secundarios que el demonio que cargaba a cuestas
producía en él.

El Santuario. El lugar donde su felicidad había dado comienzo y donde estaba a


punto de terminar. Qué linda ironía.

— ¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntaron a sus espaldas sacándolo de


sus pensamientos. Giró sobre sus talones y vio a un hombre vestido igual que él,
deshaciéndose de la capucha para mostrar un rostro extremadamente familiar.

— Ah… eres tú —dijo con desgano al ver a Neji de pie frente a él—. Vine a
resolver unos problemas. ¿Y tú?

— Vine a resolver unos problemas —Naruto lo fulminó con la mirada—. Soy


consciente de que no te emociona mi presencia, pero ¿tienes que ser tan obvio?

— Bueno, después de esto… —dijo apuntando hacia los daños que el codo del
guerrero había perpetrado en su rostro— creo que estoy en todo mi derecho ¿no
crees?

Neji asintió en silencio. Fijó su vista en el constante movimiento del agua dentro
de la fuente frente a él, encaminándose hasta quedar sentado en el borde.

— Lamento el golpe. —inspiró profundo— En ese momento… no fui muy


consciente de lo que ocurría a mi alrededor.

Naruto caminó hacia él y se sentó a su lado.

— Nah, no te preocupes. Las he tenido peores. —dijo con una pequeña sonrisa
absolutamente sincera— Hinata me contó lo que ocurrió entre Gaara y Kaiya, y
creo que yo hubiera reaccionado igual si me hubiera enterado antes. —la
sonrisa se hizo más amplia mientras se llenaba de comicidad— Dime una cosa,
¿acaso no viste que esto iba a pasar?

— Pues para serte honesto, ese es mi problema: desde hace semanas estoy
ciego. —Naruto paso su mano extendida de arriba abajo obstruyendo el campo
visual de Neji— No literal —agregó el hombre rodando los ojos— Me refiero a
que ya no he tenido visiones.

— ¿De verdad?

— Síp. La última fue… —se detuvo al recordar la última. Ciertamente, Naruto no


tenía que conocer los oscuros detalles— La última fue poco después de la
llegada de Kaiya.

La mirada de Neji se oscureció ligeramente. Llevaba semanas sin saber


absolutamente nada por antelación y eso comenzaba a frustrarlo. Nunca, en
toda su vida, se había sentido tan débil, tan indefenso. Sin sus visiones se
estaba quedando a oscuras ante un mundo al cual no podía enfrentar sin estar
preparado para hacerlo. Además, la última de sus visiones no era para nada
halagüeña, y ahora no había nada que le indicara qué tan malo sería el camino
por el que transitaba en ese momento.

Tanto haber deseado ser alguien normal y ahora que se encontraba en aquellas
circunstancias, no sabía si alegrarse o llorar. Ten cuidado con lo que deseas, tal
vez pueda hacerse realidad y no ser lo que esperabas, solía decirle a los demás.
Jamás pensó que se aplicaría a sí mismo. Oh sí, era jodidamente fantástico
cuando llegaba tu turno de tragarte tus palabras…

— Aunque… —volvió a decir entre sus cavilaciones— Todavía tengo esto… —


extendió su mano frente a él y poco a poco los dibujos comenzaron a adquirir
una luminiscencia carmesí mientras el resto de su piel se cubría de aquel
resplandor blanco que tan familiar era— Lo cual indica que no es que haya
podido superar mi pequeño… 'problema'. —finalizó con una ácida sonrisa
sarcástica—. Supongo que esto debe pasar.

Tiene que…, dijo para sus adentros.

Ambos permanecieron en silencio por algunos instantes hasta que fueron


conscientes de una fuerte presencia frente a ellos.

— Guerreros.

De inmediato Neji se levantó para después apoyar una rodilla sobre el blanco
mármol del piso en muestra de respeto.

— Su Santidad…

Naruto hizo todo lo contrario. Se levantó, caminó hacia la mujer y la abrazó


suavemente haciendo caer la capucha que cubría su rostro.

— Hola, tía Mikoto —dijo apartándose ligeramente. Una sonrisa se dibujó en sus
labios cuando notó la expresión de ligera sorpresa que había en el rostro de la
mujer al escucharlo llamarla como lo hacía cuando era un niño—. Es bueno
verte de nuevo.

Miró sobre su hombro y vio la quijada de Neji casi llegar al piso.

— Ten más respeto —dijo el ojiperla con seriedad— Ella es la Oráculo, que no
se te…

— Está bien —interrumpió ella con una ligera sonrisa en los labios— Puedes
levantarte y acercarte —Neji obedeció poniéndose a casi la misma distancia que
Naruto, aunque prefirió mantenerse un paso más atrás. Levantó la mirada y se
percató de la apariencia que tenía la mujer, era como si la fuerza vital hubiera
llegado a ella y ahora no era solamente la hermosa estatua que solía aparentar
siempre que la veía. Supuso que era resultado de su reconciliación con Sasuke
—. ¿Qué les trae a este lado?

Ambos guerreros se miraron entre sí preguntándose mentalmente quién sería el


primero en exponer su desgracia. Neji permaneció en silencio pensando que lo
correcto sería dejar que Naruto fuera quien hablara, después de todo, ahora que
lo pensaba, no sabía en realidad qué había llevado a Naruto al Santuario.

— Verás, tía Mikoto… —pasó los dedos entre su cabello mientras intentaba
hallar las palabras correctas. Definitivamente el Oráculo de la diosa no había
sido su primera opción para tratar el asunto, pero tampoco podía ser tan malo, o
al menos eso quiso pensar. Tal vez ella fuera de mejor ayuda que Kakashi. Tal
vez ella podría… darle esperanza…
— Lamento decirte que no puedo —le interrumpió la mujer.

— ¡Já! —exclamó— ¿Si sabes lo que pienso entonces por qué preguntas por
qué estoy aquí?

— Porque no es cortés adentrarse en las mentes ajenas sin permiso. Sin


embargo, debo aclarar que no puedo evitarlo por completo mientras ustedes
están aquí. La fuerza de su chakra se incrementa en este plano y hace casi
imposible que no pueda sentir mi energía involucrada con la suya.

— Entonces ¿qué puede decirnos con respecto a nuestras incógnitas? —


preguntó Neji con cierta ansiedad tácita en su tono.

— Desafortunadamente, no más de lo que ustedes ya saben o suponen —Miró a


Naruto— En verdad lamento que las cosas no hayan durado para ti.

El rubio captó perfectamente lo que sus palabras querían transmitirle: No había


esperanza. No para él.

— ¿Y no hay nada que puedas hacer? ¿No podrías interceder ante Amaterasu?
Tal vez…

— No es posible, Naruto. —miró a Neji— En cuanto a tu falta de visiones, eso es


temporal —El vampiro no supo si sentirse aliviado o no—. Su ausencia se debe
a que estás en una encrucijada, o pronto lo estarás vital. Y no puedes tomar una
decisión real si sabes qué esperar.

— O sea que estaré a ciegas hasta que eso pase —la mujer asintió.

— En verdad lamento no poder serles más de ayuda, después de que ustedes


protegen a nuestra raza, pero, desafortunadamente, el destino se encuentra muy
por encima de nosotros y no puede ser alterado por nada ni nadie. Incluso
nuestra diosa está atada de manos en torno a él. —pudo ser perfectamente
consciente del vacío que comenzaba a formarse en el interior de ambos
vampiros al saber que no hallarían la ayuda que esperaban—. Lo que si puedo
decirle, y tal vez me odien por ello porque lo han escuchado muchas veces, es
que si ustedes aceptan su naturaleza, lo que son y lo que hay dentro de ustedes,
entonces podrán avanzar…

Neji la miró con rabia. ¿Cómo podía decir ella eso? ¿Acaso sabía lo que era ser
una maldita lámpara, un alma condenada a la soledad por su naturaleza?

— Se te olvida que yo tuve que renunciar a todo por mi destino como Oráculo,
Neji —Dijo con serenidad siendo plenamente conocedora de los pensamientos
del guerrero— Sin embargo, el destino es algo que nos alcanza, no importa
cuanto huyamos de él. Y entre más pronto comprendan eso, las cosas serán
mejores para ustedes.

El silencio ensordecedor se formó entre los tres siendo interrumpido por el


chapoteo de las gotas de agua dentro de la fuente. La capucha de la Oráculo se
levantó mágicamente y cubrió su rostro. Acarició las mejillas de Naruto antes de
depositar un beso en su frente, luego hizo lo mismo con Neji y se alejó de ellos.

— Deseo con todas mis fuerzas que la paz y la felicidad lleguen a sus corazones
en un futuro próximo, Pero recuerden… es un camino largo hacia la felicidad, y
sólo podrán avanzar si aceptan lo que guardan en el fondo de sus corazones.

Ambos guerreros permanecieron estáticos viendo aquella frágil figura alejarse


lentamente, perdiéndose al final detrás de las enormes puertas de sus
aposentos.

— Estamos… jodidos… —susurró Naruto.

— Síp. Y mucho…

El momento de partir por fin había llegado. Desde hacía dos horas, Kaiya iba en
el asiento trasero del auto de Kiba acompañada por él y por Neji. El destino… su
nuevo hogar. No pudo evitar sonreír con ironía. Había sido ese auto el que la
había llevado a la mansión y era ese el que ahora la transportaba de vuelta a la
realidad. Sintió la lengua de su perro acariciar el dorso de su mano y ella
reanudó el movimiento de sus dedos a través del sedoso pelaje que había sobre
su regazo.

Pronto el auto se detuvo afuera de una hermosa casa de un solo nivel ubicada
dentro de una de las zonas más lujosas de Konoha. Escuchó una profunda
respiración, pero fue incapaz de identificar la procedencia. La puerta a su lado
fue abierta y una mano la tomó con delicadeza por el antebrazo mientras el
perro saltaba de sus piernas y se colocaba a su lado. Ella desplegó su antiguo
bastón y comenzó a tantear el terreno desconocido por el que caminaba. Su
brazo fue envuelto por delicadeza por otro mientras las ansias comenzaban a
llenar su pecho, alojándose dentro de él y comenzando a ejercer una presión
que parecía no detenerse.

— No te preocupes, todo está bien —escuchó de Neji, junto a su oído.

— ¿S…seguro que Akari está bien? —preguntó al pensar en la mujer que los
estaría esperando en el interior de la casa.

— Así es, ya me he encargado de todo. Ni ella ni su marido ni ninguna otra


persona que te conozca recuerda el incendio de tu casa ni tu desaparición; para
ellos te fuiste de viaje con Kiba para arreglar la herencia que te dejó un pariente
lejano, que fue con lo que compraste esta casa, luego me conociste a mí y
abandonaste a éste perdedor para vivir una ardiente aventura conmigo.

Se escuchó un ligero golpe seguido de un quejido por parte del ángel. Kaiya
sonrió y supuso que Kiba lo había golpeado.

— Olvida lo último —dijo el vampiro antes de tocar el timbre.

Kaiya respiró profundo mientras sentía el nerviosismo crecer en su interior. Neji


apretó ligeramente su mano, alejándose casi de inmediato al sentir la mirada
reprobatoria de Kiba sobre él. Sí, por supuesto que él era consciente del aroma
de Gaara sobre la piel de Kaiya, y también sabía que era probable que el
demonio pelirrojo estuviera en las cercanías, pero si sabía lo que le convenía,
esperaba que se mantuviera alejado si no quería recibir una paliza peor de la
que había recibido la noche anterior. A Neji todavía le dolían los nudillos debido
al esfuerzo.

La puerta se abrió, dejando ver la figura de una mujer cercana a los treinta, que
en cuanto vio a Kaiya la abrazó con todas las fuerzas que su cuerpo poseía. Sus
ojos color chocolate destellaban de felicidad y hacían una perfecta combinación
con su cabello rubio que permanecía atado en su nuca.

— ¡Kaiya, cariño, es tan bueno tenerte de regreso! —dijo mientras permanecía


con los brazos ceñidos alrededor de la mujer completamente atónita.

Instantes después la soltó y miró a Kiba, abrazándolo con igual efusividad. Neji
tuvo que voltearse para lograr reprimir la risa que amenazaba con salir de su
garganta al ver la expresión de aquel 'fiero' guerrero siendo abrumado por una
simple humana que no superaba el metro con sesenta.

— Es bueno verte también a ti, Akari —dijo Kiba mientras intentaba recuperar el
aliento y la compostura. La mujer le sonrió en respuesta antes de clavar su
mirada en Neji. De inmediato su expresión cambió y ambos vampiros fueron
conscientes de la desconfianza innata que sintió hacia él—. Él es Neji, mi
hermano —lo presentó Kiba— Y vino para ayudarnos con la mudanza.

Sin apartar su mirada de sospecha de él, Akari extendió su mano para que el
vampiro la estrechara.

— Mucho gusto —dijo Neji.

— Igualmente. —un breve silencio se instaló entre ellos hasta que Akari fue
consciente de que permanecían en el porche— ¡Ah! Lo siento, pasen. —asió el
brazo de Kaiya colocándose entre ella y Neji, y los condujo al interior— Ya todo
está perfectamente acomodado y distribuido de manera sencilla para que
puedas acostumbrarte muy pronto, querida.
— G…gracias —susurró tímidamente. Le parecía extraño, pero aún cuando
Akari fuera una persona a quien conocía desde hacía años enteros, ahora la
sentía como una desconocida.

Ahora estás perdiendo la cabeza, Kaiya. Vas por buen camino, se dijo
sarcástica.

Pasaron casi treinta minutos antes de que el terrible momento llegara. Era hora
de despedirse.

Kaiya se puso de pie dispuesta a acompañar a los vampiros hacia la salida, pero
Kiba se lo impidió, siendo él el primero en despedirse. Se acercó a ella y la
abrazó con fuerza.

La joven se tuvo que aferrar a todas sus fuerzas para evitar comenzar a llorar
por la presión que estaba rompiendo su pecho en ese momento, pero no pudo
contenerse más cuando sintió los brazos de Neji a su alrededor.

— No llores, humana. Estás haciendo que la imagen que tengo de ti como mi


heroína decaiga poco a poco —sintió a Kaiya reír sobre su hombro.

— No puedo evitarlo. Además, como dices, soy humana. Muchas gracias por
todo.

— De eso no tengo duda. —ciñó sus brazos con más fuerza alrededor de ella—
Y no tienes nada qué agradecer, yo soy quién debería darte las gracias por
soportar todo lo que sucedió.

Permanecieron abrazados unos segundos más antes de separarse ligeramente.


Entonces llevó su índice hacia el rostro de la joven para limpiar sus lágrimas.

— ¿No me olvidarás? —preguntó ella. Neji sonrió abiertamente.

— ¿Cómo podría hacerlo? Has sido la única mujer que me ha negado su cama.
—Kaiya sonrió.

— Cuídate mucho, vampiro. Y pórtate bien.

— Yo siempre me porto bien, nunca he recibido ni una sola queja sobre mi trato
—Kaiya puso los ojos en blanco.

— Cuídate mucho tú también, Kaiya Kurosawa. Que nuestra diosa colme tu vida
de bendiciones y felicidad por el resto de tus días.

Neji depositó un suave beso en la frente de Kaiya y entonces ambos vampiros


abandonaron la casa, despidiéndose rápidamente de Akari quién lucía un tanto
confundida por la escena. Cuando estuvieron de vuelta en el Escalade, Kiba se
acomodó en el asiento del piloto, deteniéndose unos segundos antes de
encender el auto.

— Él está cerca, puedo sentirlo… —Neji puso mala cara al comprender a quién
se refería.

— Sí, también lo sentí y por su bien espero que se mantenga lejos de ella o me
aseguraré de que lo lamente —sentenció mientras cerraba la puerta del
Escalade.

Afuera, en el patio de la mansión, Naruto continuaba dándole un último análisis a


lo que tenía por venir. El frío azotaba con fuerza la ciudad ahora que se
encontraban en pleno invierno, aunque no se comparaba con el frío que sentía
en su interior al encontrarse ahora sin esperanza. Miró hacia la bóveda celeste
completamente llena de estrellas. Pronto nevará, pensó al percibir el olor que
acompañaba a la nieve.

Su atención volvió al extenso empedrado que había frente a él cuando escuchó


el suave ruido del motor del Porsche propiedad de Sasuke atravesar las
enormes puertas de acero al inicio de la propiedad. Necesitaba hablar con él.
Ahora más que nunca.

Esperó en su lugar, inmóvil, mientras el rey estacionaba el vehículo frente a la


puerta de la mansión. De inmediato, el mayordomo y un par de sirvientes más
salieron para recibir a los reyes recién llegados. Sasuke bajó del auto y caminó
hacia el otro extremo para ayudar a Sakura a bajar. Entonces ambos se
acercaron a él, tomados de la mano.

— Hola, Naruto —dijo Sakura siendo la primera en saludar. El rubio sólo inclinó
ligeramente la cabeza.

— No sabía que ahora tenías complejo de perro guardián —dijo Sasuke tan
pronto como estuvo próximo a él. Sin embargo, el rostro de Naruto permaneció
mortalmente serio. De inmediato todo rastro de diversión abandonó la expresión
de Sasuke haciéndolo adoptar su porte real— ¿Ocurrió algo?

¿Acaso era una pregunta hipotética? Naruto pensó que la cuestión correcta
sería ¿qué no ocurrió?

Sakura fue consciente del incómodo silencio que se instaló entre ellos, así que,
imaginando que lo que Naruto quería hablar era relacionado a la Cofradía,
decidió darles espacio.

— Ahm… iré adentro. Estoy congelándome —dijo con una sonrisa un tanto
nerviosa.

Sasuke asintió y Naruto le agradeció con la mirada la privacidad que les


brindaba. El Uchiha esperó a ver a su mujer atravesar las enormes puertas de la
mansión antes de volver a

— Ahora dime, ¿qué ocurre? —Naruto inhaló profundo, sintiendo el aire gélido
cortar sus pulmones.

— Estoy en problemas.

— ¿A qué te refieres?

— Necesito retirar el sello.

— ¿Perdón? —preguntó incrédulo.

— Lo que oíste. —volvió a respirar, parecía que le costaba trabajo llevar aire
hacia sus pulmones— Las cosas no han estado bien conmigo…

— Bueno, eso es algo que todos notamos, pero no creo que…

— Y es por el kyubi —le interrumpió. Sasuke lo miró con el ceño fruncido.

— Explícate porque… no te comprendo.

Naruto lo miró de manera suplicante y comenzó su relato. El azabache


permaneció en silencio intentando comprender a la perfección lo que su amigo le
estaba diciendo. Cada una de las palabras que Naruto pronunció fueron
completamente analizadas por la aguda mente de Sasuke hasta que finalmente,
el guerrero frente a él dejó de hablar. Durante un instante indeterminado, el
silencio los envolvió a ambos mientras la noche se agitaba a su alrededor.

— Sasuke, necesito que me digas que puedo contar con tu apoyo para esto.

— Sabes que sí, pero… —intentó decir cuando percibió algo o mejor dicho, a
alguien—. Naruto…

— De verdad, Sasuke. —insistió el rubio— Sé que es una locura, pero es algo


que debe hacerse, yo…

— Naruto…

— No. Sé que me dirás que hay más maneras, pero seamos honestos Sasuke,
he estado con esa mierda toda mi vida, que ahora no puedo luchar sin él,
sinceramente creo que…
Fue en ese momento en el que Naruto quedó completamente paralizado. La
brisa invernal llevó hasta su nariz un suave aroma a lilas. Un aroma que conocía
muy bien. Cerrando los ojos, invocó a todas las deidades que se le vinieron a la
mente, esperando que aquel aroma fuera sólo producto de su imaginación
debido a las largas semanas de celibato. Lentamente se giró, no queriendo
encarar la realidad. Hinata estaba de pie, justo detrás de él.

Sin poder soportarlo, volvió a darle la espalda para hablar con Sasuke.

— Será mejor que los deje en privado —dijo el rey antes de caminar hacia la
mansión.

Ninguno de los dos pareció escucharlo. El silencio apareció entre ellos mientras
el viento traía consigo minúsculos copos de nieve que comenzaron a caer a su
alrededor.

— Así que era eso… —susurró ella.

Naruto no respondió. Incapaz de permanecer quieto, comenzó a mover sus


dedos de manera ansiosa, dando pequeños golpes a sus costados. Pensó en
meter las manos en los bolsillos, pero sabía que ahora no había mucho que
ocultar.

— Naruto —le insistió. El duro tono en la voz de Hinata le indicó que ya sabía la
respuesta, pero que aún conservaba la esperanza de que hubiera otra
explicación para lo que venía ocurriendo entre ambos.

Juntando fuerzas, se volvió para enfrentar al amor de su vida a través de la


extensión del enorme patio. A sus ojos estaba tan hermosa como siempre, era la
única mujer a la que deseaba, la única compañera posible para él. Con sus
jeans y su suéter negro de cuello alto, y el cabello oscuro cayendo sobre sus
hombros, era la cosa más bella que hubiera visto. Seguía siéndolo.

— Sí. Eso es lo que sucede.

Cuando Hinata se quedó en silencio, se alegró de estar fuera de la casa, donde


nadie pudiera oírlos. Vio los cálculos mentales que ella estaba haciendo y sabía
que el resultado de lo que estaba sumando iba a ser sólo uno: Estaba pensando
en todas esas "noches extenuantes" en las que se había ido apenas terminado
el atardecer y llegado rayando el alba. Todas esas veces en las que prefirió
dormir en la enfermería en lugar de su cama, porque "estaba demasiado
cansado para subir". Todas esas excusas y actitudes distantes para evitar
tocarla. Y sobre todo, todas esas veces en las que ella le preguntó si todo
estaba bien con el kyubi y él le había dicho que "estaba tan bien que ni siquiera
había pensado en ello".
Sí, ella no era estúpida y sabía que iba a dar con el quid del asunto. Ella se daría
cuenta que todo aquello había sido para alejarla de él.

— Vas a quitar el sello —la vio hundir las manos en los bolsillos de sus
pantalones y retroceder un paso— Sólo para que quede claro, ¿me estás
diciendo que estás pensando en quitar el sello, o que vas a quitarlo?

Eso era una pregunta retórica, pero evidentemente quería que él reconociera el
problema, la mentira completa.

— Voy a hacerlo. Lo he pensado durante las últimas semanas.

La furia y el dolor fluyeron de ella, derramándose hacia él entre las corrientes del
viento, oliendo a madera ardiendo. Era tan intenso que él sentía que en realidad
las llamas de una fogata lo estaban abrasando ferozmente. En su mente
apareció la imagen de un campo de flores siendo arrasado por el fuego.

— Mira, Hinata, tenía que…

— Tenías que ser honesto conmigo —dijo ásperamente—. Eso es lo que tenías
que hacer.

— No esperaba que tuviera que hacerlo. —masculló por lo bajo— Espera que
tú…

— ¡Qué yo qué! ¿Qué era lo que tú…? —se aclaró la garganta y bajo la voz. En
su rostro apareció aquella ligera expresión, tan sólo su ceja derecha levantada
ligeramente, que le indicaba que había averiguado lo que él había estado
haciéndole a ella—. ¿Qué esperabas?

Él se demoró unos segundos en contestar. Esperaba que su mente ideara una


explicación justa y razonable para ella, pero después llegó a la conclusión que
no había más que decir que la cruel verdad. Una que no podía maquillar ni
atenuar.

— Que te cansaras de mí y te fueras.

Ella volvió a quedarse callada durante unos segundos antes de susurrar:

— Eso esperabas…

Naruto deseaba que diera rienda suelta a su temperamento. Que le gritara. Que
le insultara. Pero verla ahí, frente a él, inmóvil y en silencio fue peor que todas
las maldiciones y recriminaciones que pudo haber esperado que salieran de sus
labios.
— Lo siento. Yo… mierda, Hinata realmente lo siento.

Ella no dijo nada más, y el aroma de sus emociones se alejó a la deriva siendo
llevado por la brisa que acompañaba la nevada. No había ningún sonido
alrededor de ellos, nada a que aferrarse en aquel devastador momento para su
unión, mientras veía a Hinata llevarse una mano hacia el pecho, frotándolo
suavemente en dirección a su cuello.

Dulce diosa, él se dejaría castrar con gusto sólo para que ella dejara de sentir
tanto dolor por su causa.

— Nu…nunca se me había ocurrido… —Se aclaró la garganta una vez más—.


Nunca se me ocurrió que habría algo de lo que no pudieras hablar conmigo.
Siempre asumí que la honestidad… estaba implícita entre nosotros.

Cuando dejó de hablar, él estaba helado hasta los huesos. Su voz había
adquirido el tono que usas cuando contestas llamadas equivocadas en el
teléfono: se dirigía a él como si fuera un extraño, sin ninguna calidez ni interés
particular. Ni siquiera era el tono profesional que ocupaba cuando se dirigía a
sus pacientes. No. Incluso ese tono de voz tenía cierta calidez tácita. Y era obvio
que él no lo merecía.

— Mira, Hinata, debo hacerlo. Debo…

Ella sacudió la cabeza y levantó la mano para detenerlo.

— No se trata de que hayas decidido quitarte el sello.

Hinata lo miró fijamente durante un segundo. Luego retrocedió un par de pasos.

— Hinata. — ¿Ese graznido estrangulado era su voz?

— No. —dijo ella, apartándose nuevamente cuando lo vio intentar acercarse—


No puedo creer que hayas sido capaz de hacer esto…

— Hinata, escucha, mi chakra no está bien. Gaara y Shikamaru han estado a


punto de morir porque cuando estoy en medio de una gran tensión, mi cuerpo
queda paralizado y sé que es porque el kyubi está bloqueado, yo…

— ¡No es por el kyubi! —exclamó fuertemente—. Me mentiste. Men-tis-te. Y no


sólo una vez, sino durante semanas. Me hiciste sentir como si fuera alguien
dispensable en tu vida, como si realmente mi presencia no fuera importante para
ti, como si ya no estuvieras a gusto conmigo a tu lado. Todo este tiempo me
hiciste creer que las cosas habían dejado de funcionar, hiciste que me torturara
pensando una y otra vez qué había cambiado entre nosotros, qué estaba mal,
qué había hecho mal. Me intentaste alejar de una forma tan… ¿Cómo te
atreviste a intentar poner en ridículo mi mente y mi corazón? ¿Cómo pudiste
haber hecho algo tan… rastrero?

Naruto quería discutir, defenderse, señalar que no quería hacerle pasar un mal
momento, que lo único que se le había podido ocurrir era hacer que ella lo
dejara porque la amaba demasiado como para siquiera pensar en verla
lastimada. Que no había tenido intención de hacerla sufrir, que no había
planeado engañarla durante todo ese tiempo.

— Sólo respóndeme una cosa —dijo ella, sacándolo de sus pensamientos—.


Una sola. Y será mejor que me digas la verdad, o te juro que voy a… —Se llevó
la mano a la boca, atrapando un débil sollozo con su mano—. Honestamente,
Naruto… ¿pensaste que no iba a comprenderte? En el fondo de tu corazón,
¿sinceramente creíste que iba a intentar detenerte cuando me enterara?

Él tragó con fuerza mientras ella pronunciaba las palabras con su voz hecha un
hilo apenas audible. Naruto respiró hondo. En el transcurso de su vida, había
sido herido muchas, muchas veces. Pero nada, ninguna herida que pudieran
haberle infligido alguna vez a su persona, le había dolido ni una fracción del
dolor que sintió al responderle.

— No. —Volvió a respirar hondo—. No creo… que fueras a detenerme.

— ¿Y acaso pensabas en algún momento decirme lo que estaba sucediendo?


—la escuchó ahogar otro sollozo en el fondo de su pecho— No ¿verdad?
Porque esperabas que yo fuera lo suficientemente débil como para cansarme de
todo este asunto y huir ¿cierto?

— Hinata yo no creo que tú…

Intentó acercarse a ella otra vez, pero de nuevo se alejó. Hinata cruzó los
brazos, abrazándose a sí misma, y él hubiera dado la mano con que empuñaba
la daga por haber sido él quien la estuviera abrazando en ese terrible momento.

— Que tengas que retirar el sello y liberar al kyubi me asusta terriblemente, pero
olvidas algo… me emparejé contigo sin saber que alguna vez podríamos tener
una oportunidad de cambiarlo. Estaba preparada para apoyarte aún cuando me
aterrara la idea… y tú… tonto… —su voz se quebró—. Tonto, te hubiera dejado
hacerlo. Yo te habría apoyado… Pero en cambio…

— Hinata…

Lo interrumpió.

— ¿Recuerdas la noche en que me llevaste a las afueras de la ciudad?


¿Cuando me contaste la verdad sobre ti y me pediste que eligiera?

Seguro como el infierno que la recordaba. Cuando habían regresado a casa, la


había llevado a tomar un baño y la había complacido tanto durante todo ese día
que al caer la noche siguiente, ella se había despertado tarde para ir al trabajo.
Él le había llevado el desayuno a la cama y no la había dejado salir hasta
después de medianoche. Esa noche habían implantado un record sobre la
primera comida más larga en la historia cuando él se había dedicado a lamer
con parsimonia toda la mermelada que había derramado sobre su tierno
abdomen.

Ahora que lo pensaba… esa noche habían estado juntos, sin tener sexo
'normal', pero habían experimentado juntos muchas otras clases de placer. Él se
había sentido completo en su compañía.

— Te dije que sólo te pedía una cosa y esa era que no me dejaras fuera. Que no
me dejaras fuera. —repitió— Solamente eso. Lo juraste, y confié en ti.

— Mierda… lo siento.

— Y estas semanas… —Sacudió la cabeza, y su magnífico cabello oscuro se


balanceó sobre sus hombros, entre los copos de nieve, capturando la luz de la
luna de una manera tan hermosa que él lamento enormemente que notara ese
detalle justo en ese fatídico momento—. ¿Sabes lo que más me duele? Saber la
poca estima que me tienes, porque ahora sé que para ti soy una mujer que no
tiene carácter, que me consideras alguien que huye de las malas situaciones… y
sobre todo… me duele mucho que hayas subestimado mi inteligencia y el amor
que siento por ti…

— Las cosas no son así, Hinata…

De nuevo él estiró su brazo, pero se dio cuenta de que ahora ella era
inalcanzable. Había una muralla invisible entre ellos. Y era tan alta que llegaba
hasta el cielo, y tan ancha que era infranqueable.

— No me toques… —su pecho comenzó a subir y bajar irregularmente. Era


obvio que estaba a punto de romperse en llanto, pero él la conocía tan bien que
sabía que no lo haría ahí—. Necesito algo de espacio —retrocedió varios pasos
más— Yo… no quiero verte.

Le dirigió una última mirada cristalizada por las lágrimas y entonces ella
desapareció como una brisa en la fría noche, disipándose en el éter como si
nunca hubiera estado allí.

Cuando se hubo ido, Naruto permaneció en medio del patio, inmóvil como si
fuera una estatua, mirando fijamente el hueco que había dejado la presencia de
Hinata frente a él. Por dentro estaba retorciéndose, pero por fuera permanecía
absolutamente inmóvil.

Desviando levemente la mirada, verificó su reloj. Faltaba solo una hora para el
alba.

Intentó abrir los ojos, pero le resultó imposible, sus párpados le pesaban en
demasía. Podía escuchar su propia respiración con claridad y eso le llevó a
pensar que, en realidad, no había muerto como imaginó. Entonces… ¿qué le
había sucedido? Hizo un segundo esfuerzo por abrir los ojos al mismo tiempo en
el que sus pulmones se hinchaban, llenándose de oxígeno al límite. Esta vez
funcionó.

Parpadeó varias veces en un intento por alejar la brumosa confusión que había
en su mente. Miró el techo sobre su cabeza y luego a su alrededor. El sitio era
iluminado por una muy tenue luz proveniente de una pequeña lámpara lejos de
la cama. No reconocía la habitación en la que se encontraba, pero le agradó
enormemente que no fuera la espantosa y lúgubre enfermería donde había
terminado la última vez.

— Bienvenido de vuelta, Sai —dijo Orochimaru que permanecía al otro lado de


la habitación, frente a él.

Sai estaba confundido. Apretando los puños apenas pudo juntar fuerzas para
sentarse sobre la mullida cama donde descansaba. Le dolía la cabeza, los ojos y
cada músculo que cubría su esqueleto. Hasta los huesos le dolían. Intentó
hablar, pero se mordió la lengua con uno de sus…

En ese momento en el que cayó en cuenta de todo. Miró las palmas de sus
manos con incredulidad, a pesar de las múltiples dolencias, no se sentía
diferente en lo absoluto, pero podía sentirlo. Él ahora era un…

— Ahora eres uno de nosotros. —Miró con incredulidad al vampiro que


permanecía recostado sobre la pared—. La sensibilidad, tanto en los ojos como
en la piel, desaparecerá en unos días. El dolor muscular y la jaqueca son
normales y esas desaparecerán tan pronto como… te alimentes. —Orochimaru
se enderezó y manteniendo sus brazos cruzados sobre su pecho, caminó hacia
la cama—. A propósito…

Chasqueó sus dedos y casi al instante dos hombres vestidos completamente de


negro atravesaron la puerta con una mujer pelirroja sostenida por los brazos.
Tenía el rostro cabizbajo y era prácticamente arrastrada por ellos. Cuando
llegaron al centro de la habitación, la arrojaron a los pies de la cama. Ella
apenas pudo poner las manos para impedir una caída completa, sin embargo se
resistió a alzar la cara.
— Considérala un regalo de mi parte. Es toda tuya… diviértete —dijo sofocando
una risa que reverberaba en su pecho mientras cerraba la puerta.

Un gélido y entumecedor silencio saturó la habitación. Sai dejó de prestarle


atención a los cambios en su cuerpo cuando fue consciente del dulce aroma que
llegó a sus sentidos, provocándole una sensación mordiente en la boca del
estómago. Se deshizo de las finas sábanas de seda negra que le raspaban
como lija todo su torso y apoyó los pies en el piso.

Paso a paso fue cerrando la distancia que lo separaba de la joven mujer que
yacía en el piso, embelesado absolutamente por el aroma que provenía de ella.
Clavó su negrina mirada en ella y sonrió cruelmente cuando vio la expresión de
horror que se dibujó en su rostro al ver aparecer los colmillos de Sai a través de
sus labios. Jamás pensó que el temor de alguien le parecería tan excitante e
incitador. Con el dorso de su dedo acarició la mejilla de la mujer y ella comenzó
a temblar sin control.

Guiado, y absolutamente dominado por sus nuevos instintos, la sujetó de los


hombros con fuerza, obligándola a levantarse y a inclinar la cabeza hacia un
lado. Haciendo uso de toda su fuerza, logró inmovilizarla para enterrar sus
recién adquiridos colmillos profundamente sobre la suave y tersa piel de su
cuello. De inmediato su vista se nubló y todo su cuerpo se estremeció de un
intenso y brutal placer cuando sintió el dulce y embriagante sabor de la sangre
llenar su boca y correr a través de su garganta haciendo arder su interior a su
paso.

La sensación se mezcló con un éxtasis insospechado que llegó al escuchar el


agudo grito de la joven mientras se agitaba entre sus brazos. Lentamente la
fuerza vital de ella fue pasando a él, invadiendo cada célula de cada órgano que
tenía en su interior, fusionándose con la él, llenándolo de una vitalidad que le
parecía absolutamente desconocida y avasalladora.

Así que… así era como se sentía…

Dos semanas después…

El frío del invierno estaba haciéndose cada vez más insoportable.

Al salir de X-tasis, Neji tuvo que cerrarse aún más las solapas del abrigo de
cuero sobre su pecho. Buscó en uno de sus bolsillos y sacó lo que el
consideraba su 'kit de supervivencia' y que constaba en una cajetilla de
cigarrillos y un pequeño encendedor de oro. A eso también le añadiría el whisky,
pero traer una botella en el bolsillo resultaba por demás engorroso.

Mientras encendía uno de los cigarros sintió una ligera palmada en la espalda,
miró sobre su hombro y vio a Shikamaru detrás de él.
— Pensé que ya estarías en casa —dijo sin ninguna emoción aparente. Inhaló
un poco y luego dejó que el humo abandonara lentamente sus pulmones.
Shikamaru le hizo una seña de comenzar a caminar.

— Vine porque es necesario que hablemos —Neji rodó los ojos. Lo menos que
necesitaba era un sermón.

— No sé de qué quieras hablar.

Shikamaru se adelantó un paso y luego se paró frente a él.

— Vamos a dejar las cosas claras, Neji. No soy imbécil y tú tampoco lo eres, así
que ambos sabemos que algo no está bien contigo. —respiró profundo y su tono
de voz sonó más afable— Somos amigos, y sólo quiero recordarte que… si
quieres hablar de algo, yo…

— Sí, lo sé —dijo con desgano— Pero estoy bien, sólo cansado de este
estúpido frío que hace que se me congelen las bolas, así que, si no te importa
me gustaría…

No pudo terminar. Un grito femenino proveniente de un callejón cercano hizo


que ambos guerreros corrieran en esa dirección dispuestos a prestar ayuda.

Cuando llegaron al lugar, se encontraron a dos cazadores a punto de atacar a


una joven pareja de civiles. El vampiro había puesto a su compañera detrás de
él y había hecho el intento de defenderlos con un trozo de metal que había
encontrado en el callejón, aunque era obvio que no había sido de mucha ayuda.

Rápidamente ambos hokages entraron en acción.

No fue muy difícil deshacerse del primero. Neji lo arrojó contra uno de los muros
del callejón y una vez que cayó al suelo, dio inicio una golpiza que concluyó con
la daga del hokage clavada profundamente en el pecho del cazador.

Neji se levantó, manteniendo una rodilla apoyada en el piso, esperando la


desintegración del akatsuki. Sin embargo, ésta no se dio cómo él esperaba.
Cuando retiró la daga, el cuerpo del cazador se tornó todo de color negro y
después… se hizo polvo. Neji no pudo ocultar su asombro al ver lo que sucedía.
Donde antes había estado el cazador ahora había sólo un montón de polvo.
¿Qué demonios…? Con dos de sus dedos recogió un poco y lo frotó contra su
pulgar. Parecían cenizas.

Estaba a punto de preguntarse por qué había cenizas en lugar de mancha


aceitosa cuando sintió un dolor profundo en el hombro. El cazador que estaba
peleando contra Shikamaru había sacado su arma y le había pegado un tiro.
Maldición, cómo odiaba que le disparaban.

Sin prestar mucha atención a la herida, Neji se levantó para acercarse al par de
civiles que permanecían en una esquina al fondo del callejón. Una vez que
estuvo frente a ellos, el hombre que mantenía cubierto el cuerpo de su
acompañante con el propio, dirigió su mirada hacia él. Había que darle crédito al
civil, era más que honorable la forma en la que protegía a su compañera.

Neji se inclinó un poco y extendió su mano para ayudarlo a ponerse en pie.

— Vamos, tienen que irse.

El hombre tomó la mano que le fue ofrecida y se levantó, dejando ver


temporalmente a su acompañante.

Neji sintió sus órganos evaporarse dentro de su cuerpo y el corazón dejarle de


latir cuando su mirada se enfocó en la joven mujer que aún permanecía sobre el
suelo. Él la reconocía, todo en ella: su cabello castaño, esos ojos color
chocolate, cada una de las facciones de aquel rostro femenino…

Con el último vestigio de aliento que quedaba en sus pulmones, pronunció su


nombre como un susurro: Tenten…
apítulo 27

Shikamaru fue plenamente consciente de la forma, absolutamente nada normal,


en la que aquel cazador se había desintegrado. Por una fracción de segundo
pensó que Neji había utilizado sus dotes especiales, pero rápidamente descartó
esa idea por una simple y sencilla razón: cuando Neji asesinaba con su mano, el
polvo que quedaba al final brillaba igual que él, y eso el cazador no lo hizo.

Antes de preguntarse qué diablos estaba ocurriendo, volvió a concentrar su


atención en el cazador que estaba frente a él. Siendo un novato, no requirió
muchas de sus fuerzas para lograr someterlo en el piso. Apoyó una de sus
rodillas contra la garganta del akatsuki y en un rápido movimiento dactilar
registró los bolsillos hasta encontrar una billetera; la abrió parcialmente para
asegurarse de que trajera una identificación. El cazador hizo un último intento
por quitárselo de encima, pero fue inútil. Shikamaru golpeó su rostro con un
puñetazo, desenfundó la daga que colgaba en su pecho y lo apuñaló.

De forma mecánica se levantó antes de que el cazador comenzara a


desintegrarse, para así evitar que el líquido negro en el que terminaban, lo
manchara. Pero no sucedió. Igual que el anterior agresor, éste terminó siendo
sólo un puñado de polvo oscuro que rápidamente la brisa de la nevada se
encargó de dispersar.
Aquel nuevo desenlace lo perturbó en demasía. Todo parecía muy extraño
desde hacía varias semanas. Él siempre había sido consciente de la forma en la
que el enemigo solía moverse a través del mundo, siempre pudo ver más allá de
los ataques y su mente analítica había logrado superponerse a ellos, pero
ahora… tenía que admitir que eso no lo había visto venir ni en un millón de años.

Shikamaru levantó la vista y la enfocó al final del callejón mientras se acercaba


para ver cómo le estaba yendo a Neji con el par de civiles que habían sido
atacados. Su quijada estuvo a punto de alcanzar el piso cuando vio a la mujer
que aquel civil había tratado de proteger.

Oh… mierda.

El sofocante silencio que había en ese callejón haciéndolo más estrecho,


parecía que no podía ser penetrado por nada. Miró de soslayo a Neji, quien en
ese momento había desarrollado un complejo de estatua bastante inútil, y luego
miró a la mujer. Ella también lo miró y fue más que obvio que lo reconoció.

Estaba a punto de hablar cuando el guerrero se le adelantó.

— Saca al civil de aquí. -ordenó en un tono que resultó indescifrable para


Shikamaru.

Sin ninguna mejor opción en mente, el miembro de la línea de sangre Nara tuvo
que obedecer. Ayudó al hombre a caminar y lo llevó fuera del callejón mientras
hacía inútiles esfuerzos por asegurarle que Neji no lastimaría a su acompañante.
Eran inútiles porque, sin importar cuan convincentes resultaran los argumentos,
para cualquier hombre no valían ni una mierda. Neji tenía la habilidad de hacer
creer a cualquier varón que una vez que pusiera un dedo sobre una mujer, ésta
no volvería a ser la misma nunca.

Lo cual era verdad… en cierto modo.

Cuando volvió a quedar el silencio alrededor de ellos, Neji estuvo a punto de


soltarse a llorar. Con toda honestidad, y por muy estúpido que sonara, no se
sintió capaz de hacer nada más que eso. Era ella, Tenten, su Tenten. La mujer
que él había escogido como compañera, la mujer que lo había elegido a él como
su protector… y también era la mujer que lo había abandonado.

Apretó los puños a ambos costados intentando definir si las lágrimas serían de
felicidad o de la ira que llevaba reprimida desde hacía ochenta años. Estaba a
punto de hablar, o mejor dicho, de reclamar, cuando la vio intentar ponerse en
pie. Su bello rostro estaba cubierto por perlas de sudor, de su cabello caían un
par de mechones que habían escapado del peinado y su mano izquierda estaba
apoyada sobre su costado. Un líquido carmesí se colaba entre sus dedos.
Sangre.
En cuanto la idea de que ella estaba herida llegó a su cerebro, sólo un
sentimiento predominó en su ser: preocupación. De manera inconsciente se
acercó a ella e intentó tocarla, pero Tenten se apartó bruscamente.

— No me toques -dijo apretando los dientes.

— Necesitas ser revisada.

— Y no por ti, te lo aseguro. -hizo el intento de caminar, pero con una mueca de
dolor tuvo que apoyarse en el muro-. Iré a la clínica de Tsunade.

— No vas a lograr llegar. Está a punto de amanecer -espetó con la misma


frialdad que ella. Podía sentir sus emociones y eso afectaba las suyas.

— Y mucho menos lo haré si sigues deteniéndome.

Neji bufó molesto al tiempo que se adelantó para obstruirle el paso.

— ¡Por qué siempre tienes que ser tan testaruda!

— ¡Oh mira quién habla de terquedad ahora, Neji Hyuga! -exclamó sarcástica
mirándolo a los ojos. El fuego que emanaba aquella mirada color chocolate
quebró en facto sus defensas. Era increíble que aún tuviera ese poder en él-. No
te necesito, Neji. -prosiguió con tono duro, pero parecía hacer un gran esfuerzo
pues su respiración se tornó agitada-. Dejé de hacerlo hace mucho tiempo y
vamos a dejar las cosas claras: No-te-quiero-en-mi-vida. Te saqué hace mucho
tiempo y pretendo que las cosas con…tinuen… as…

El cansancio debido a la pérdida de sangre saturó su cuerpo súbitamente y


agotó sus fuerzas haciéndola desvanecerse. En un movimiento rápido, Neji la
sostuvo antes de que tocara el suelo, miró la hemorragia y después de evaluarla
fugazmente, comenzó a caminar hacia la avenida.

Había sido una suerte que hubiera decidido esa noche llegar a la ciudad en auto.

Mientras tanto, a las afueras de la ciudad, en un terreno baldío, Ino y Kiba se


refugiaban detrás de un viejo auto desvalijado. Los cazadores que había estado
persiguiendo los últimos minutos los habían acorralado y no dejaban de
dispararles. Una, dos, quizás tres balas no implicarían mucho problema para
ninguno de los hokages, pero esa lluvia de plomo era, por mucho, más de lo que
podían soportar.

— Hay que salir.

— ¿Acaso te volviste loca, mujer? -preguntó él casi con indignación mientras


hacía presión sobre la herida de bala que tenía en la pierna izquierda.

— No, Kiba -susurró ella- Tenemos que hacer algo, el amanecer está cerca y
quedarnos aquí hasta que se cansen no es opción. Me desmaterializaré a sus
espaldas y los atacaré.

— Pero… -intentó reponer tan pronto como fue consciente del peligro al que ella
se estaba exponiendo, sin embargo, el suave toque de su índice sobre sus
labios lo calló.

— Es la única oportunidad que tendremos -dijo ella. Luego le ofreció una sonrisa
cargada de afabilidad—. Tranquilo, todo saldrá bien.

Kiba asintió no muy convencido, pero absolutamente confiado de las habilidades


que su mujer tenía como guerrera. Ino comenzó a levantarse para poder
desmaterializarse detrás de los cazadores cuando la fuerte mano de Kiba la
tomó de la muñeca haciéndola girarse violentamente hacia él, la tomó por la
nuca y le dio un beso por demás apasionado que ella correspondió con todas
sus fuerzas.

— Te amo -susurró el vampiro contra sus labios. Ino sonrió antes de darle otro
fugaz beso.

— Yo también te amo.

Tan pronto como terminó de decir esas palabras, la mujer desapareció de su


vista, desvaneciéndose con el viento. Kiba se apoyó contra el auto que le servía
de fuerte y comenzó a escuchar los disparos y cualquier sonido que pudiera
decirle que algo había salido mal.

Disparos, gemidos masculinos, más disparos, más gemidos, silencio.

En cuestión de diez minutos, el lugar fue envuelto por el silencio. Juntando todas
sus fuerzas y mordiéndose el labio para no gritar, logró ponerse en pie. Miró
hacia el lugar en el que había tenido lugar la batalla de los cinco akatsukis y su
mujer. Ino estaba de pie con la mirada fija en el piso, en su mano derecha
sostenía la SIG y en la otra la daga plateada ahora manchada de sangre color
negro. La forma en la que la brisa mecía su abrigo y los copos de nieve caían a
su alrededor, la hacían ver aún más hermosa de lo que era.

Intentó acercarse a ella, arrastrando ligeramente la pierna que tenía herida.


Entonces se detuvo al darse cuenta de que lo que su mujer miraba no era el
suelo. A sus pies había un cuerpo de cazador que no se había desintegrado.
Eso sólo ocurría con cazadores que no eran vampiros. Ese había sido un
cazador licántropo.
— Ino… -susurró intentando acercarse a ella. La guerrera levantó su mirada
azulina y la fijó en él como si apenas se hubiera percatado de su presencia.
Aquellos ojos lucían atormentados y él sabía que era por su causa. Ella odiaba
matarlos, a ellos-. Está bien, cariño. Todo está bien.

Ella asintió ligeramente aunque Kiba se preguntó si realmente lo había


escuchado. Terminando de cerrar la distancia entre ellos, la rodeó con sus
brazos y la estrechó con fuerza contra su pecho.

— Hay que volver a casa -susurró.

Sintió como Ino asentía con la cabeza. Él miró su reloj y supo que aún podían
esperar algunos minutos mientras ella se recomponía. Acarició su espalda sobre
la tela del abrigo y con la mirada recorrió el lugar, identificando las cuatro
manchas aceitosas alrededor de ellos. No había dejado ninguno con vida. Así
era su mujer, implacable, infalible. Y totalmente admirable.

Inhaló profundo llenando sus pulmones del aroma que provenía del cabello de
Ino, dispuesto a esperar todo el tiempo que fuera necesario.

De forma ociosa volvió a recorrer el lugar con la mirada… y entonces lo vio.


Justo frente a él, había un pequeño papel, una propaganda. El fondo era una
luna llena cubierta parcialmente por nubes y predominaban varias tonalidades
de azul. Sin embargo, dejó de prestarle atención a los detalles y sólo fue
consciente del momento en el que su corazón se detuvo cuando puso atención a
las enormes letras que imperaban en el pequeño trozo de papel…

Fiesta de Luna

Sasuke tenía la mirada perdida en el montón de documentos que había sobre su


escritorio en el estudio. Ahora que había decidido tomar su lugar como el rey de
la raza, todos aquellos asuntos pendientes que habían sido delegados al
Consejo ahora estaban ahí, frente a él, recordándole una de las muchas razones
por las cuales no había querido aceptar antes. Las peticiones del Círculo, leyes
por aprobar, leyes por abolir, compromisos por cumplir, personas que conocer,
gente que guiar… sencillamente no sentía que eso fuera para él. Era como si, en
realidad, el papel de rey le quedara muy, muy grande.

Bufó con hastío. Estar encerrado entre esas cuatro paredes tampoco era un
papel para él, pero ahora siendo rey, sus salidas a las calles estaban limitadas.
Todo gracias a que la vida del rey era sobrevalorada por encima de todas las
demás. Un nuevo bufido salió de entre sus labios al tiempo que alborotaba aún
más el cabello en su nuca. Inclinó la cabeza hacia el techo y cerró los ojos.

Realmente no creía que él fuera el adecuado para hacer el trabajo burocrático


— Luces cansado -escuchó frente a él. De inmediato volvió a abrir los ojos y se
enderezó sobre su asiento para mirar a su hermano parado al otro extremo de la
habitación.

— Supongo que es normal si tengo que ponerme al corriente con trescientos


años de papeleo sin archivar. –musitó escueto mientras intentaba poner en
orden el mar de papeles.

Itachi esbozó una media sonrisa al tiempo que se acercaba a él. Cuando estuvo
frente al escritorio se dedicó a estudiar a detalle los pequeños objetos que había
sobre él, el abrecartas con empuñadura en forma de dragón, la lámpara, la pila
de sobres y carpetas que estaban agobiando a su hermano.

— Lo estás haciendo bien y conforme pase el tiempo lo harás aún mejor. Sólo
relájate.

— Es fácil decirlo, tú estás… —interrumpió al darse cuenta de lo que estaba a


punto de decir. La expresión de Itachi se hizo indescifrable para él, todos sus
rasgos se había quedado tiesos como los de una estatua, pero hubo algo en su
mirada, algo que le dijo que ese comentario había cruzado la raya—. Lo
lamento, yo… no quise decir…

— No te preocupes, Sasuke, entiendo. Tienes razón… es más fácil decirlo para


mí porque estoy muerto, esa es la realidad.

Aún cuando tuvo el perdón de su hermano, Sasuke no se sintió mejor. El silencio


que los envolvió tampoco fue de mucha ayuda. No era uno normal; era
incómodo, sofocante.

— Si quieres que te confiese algo… -dijo Itachi moviéndose a través del estudio
para quedar parado frente a las llamas crepitantes de la chimenea-… hay veces
que siento que no estoy muerto.

Sasuke lo miró con intriga.

— ¿A qué te refieres? –su hermano alzó los hombros.

— Es sólo que este asunto de la muerte no es como me lo imaginé. Es como si


no fuera muy diferente a estar vivo; salvo porque la gente no puede verme y no
puedo tocar nada, pero aún así…

Dejó la frase en el aire, manteniendo su mirada abstraída en el irregular danzar


de las llamas.

Sasuke permaneció en su lugar, inmóvil, mirando a su hermano sin saber qué


hacer o qué decirle. No era sencillo ser elocuente cuando en realidad no había
palabras que sirvieran para reconfortar a un muerto.

— Cuando no estoy contigo o con mamá sólo hay oscuridad a mi alrededor –


continuó Itachi- Es como si estuviera metido en una caja, no siento nada, no veo
nada… pero sí escucho. Hay voces a mi alrededor, y siempre son las mismas,
aunque no puedo reconocerlas. –miró sobre su hombro y vio a Sasuke parado
detrás de él-. Patético ¿no?

Sasuke abrió la boca para decir algo, pero entonces la puerta se abrió
intempestivamente dejando ver a Shikamaru y a Kiba. Volvió a mirar hacia la
chimenea, pero como era costumbre, Itachi se había ido.

— Mi Señor –dijeron los dos al mismo tiempo. Y Sasuke tuvo que usar todo su
autocontrol para no golpearlos por utilizar esos estúpidos motes corteses y
protocolarios que tanto lo exasperaban.

— ¿Qué ocurre?

Ambos guerreros se miraron alternadamente preguntándose en silencio quién


debería comenzar. Finalmente Shikamaru abrió la boca.

— Tenemos problemas. –Sasuke guardó silencio. Estaba tan acostumbrado a


que últimamente todo a su alrededor fueran problemas que aquella frase
viniendo de ese guerrero ya no le sorprendía ni un poco. Shikamaru interpretó su
silencio como una invitación para continuar- Esta noche Neji y yo nos
enfrentamos a un par de cazadores que estaban a punto de atacar a una pareja
de civiles.

— Y la novedad está en…

— La forma en la que murieron –respondió Shikamaru con cierto aire de fastidio


por el tono de Sasuke para interrumpirlo-. No fue normal, en lugar de ser aceite
se convirtieron en polvo –Sasuke dejó de mirar el crepitar de las llamas en la
chimenea y miró al guerrero.

— ¿Qué quieres decir con que 'se convirtieron polvo'?

— Cenizas, para ser más exactos –aclaró el vampiro. Luego extendió una
carpeta negra hacia el rey. Sasuke la tomó y revisó los datos que aparecían en
las hojas mientras Shikamaru proseguía-. Me hice de la identificación de uno de
los cazadores, ya que Neji fue demasiado impetuoso y olvidó el protocolo. –
agregó. Aunque prefirió omitir el motivo por el cual había sido impetuoso-
Comparé el nombre y la fotografía del cazador con la base de datos que
tenemos de los vampiros desaparecidos y no encontré nada.

— Tampoco pudo ser un lobo porque los lobos no se desintegran –musitó


Sasuke obteniendo sus propias conclusiones mentales. Shikamaru concordó con
él.

— Indagué un poco más dentro del clan licántropo y, aunque fue difícil, pude
comprobar que no era uno de los suyos tampoco. Decidí ir más allá… y al
compararlo con el registro de personas desaparecidas que el Departamento de
Policía de Konoha publica en Internet descubrí que… el cazador era humano.

Sasuke no pudo mantener su expresión neutra después de escuchar las últimas


cuatro palabras. Miró con intensidad a Shikamaru, esperando encontrar algo en
su rostro que le dijera que estaba haciéndole una mala broma, pero sólo
encontró una sombría expresión.

— Eso no es posible –interrumpió Kiba, evitando así que el silencio se instalara


entre ellos-. Los humanos no pueden convertirse en cazadores, no resisten el
sello de maldición de Orochimaru. Todo el mundo lo sabe. Sólo los vampiros… y
los licántropos pueden.

— Es verdad –dijo Shikamaru- Pero las pruebas nos están diciendo lo contrario,
y sé que es ilógico porque tampoco se pueden convertir humanos en vampiros,
pero…

— Si es posible. –los tres vampiros miraron al guerrero que acababa de


aparecer por la puerta.

— ¿Qué quieres decir, Neji?

— Lo que escucharon, mi Señor. Es… posible volver a un humano uno de los


nuestros. –dijo el vampiro mientras cerraba la puerta y se acercaba a ellos.

— Pero ¿cómo? –preguntó Shikamaru- He revisado las crónicas un millón de


veces y nunca se menciona nada acerca de la posibilidad de convertir humanos.

— Eso es porque la conversión fue prohibida prácticamente desde que se


comenzaron a mezclar los humanos con los miembros de nuestra raza. Y, dado
que las crónicas están abiertas a todos los que pertenecen a nuestra raza, sería
bastante estúpido dar detalles de algo que prohíbes y que no quieres que se
sepa ¿no lo crees?

Por toda respuesta, Shikamaru soltó un gruñido. Neji miró a Sasuke y a Kiba, y
decidió continuar con su relato.

— Ciertos… sucesos… llevaron a los miembros del Consejo a la conclusión de


que es posible convertir humanos si éstos tienen un poco de ADN vampírico en
ellos.
— O sea, que sean mestizos. –interrumpió Kiba.

Neji negó con la cabeza.

— No necesariamente, puede remontarse a generaciones la mezcla de razas,


pero si tienen un poco de material genético de vampiros en ellos, la conversión
es posible.

Shikamaru estaba a punto de preguntar cómo demonios sabía algo que él


desconocía, pero después desistió de ello. Neji era el miembro de la Cofradía
más cercano al otro lado, tenía una especie de relación especial con los
miembros del Consejo y además era el nuevo Cónsul que había sustituido a
Kakashi.

Sasuke apretó los párpados con fuerza mientras se encaminaba de vuelta hacia
la parte trasera del escritorio y tomaba asiento en el enorme sillón. Últimamente
las jaquecas habían comenzado a entrar en su vida con más frecuencia que
antes. Humanos que realmente podían ser convertidos en vampiros, ¿acaso no
era esa la clase de información que debería conocer un rey?

Respiró hondo y se dedicó a esperar a que Shikamaru, Neji, Kiba o quien quiera
que fuera continuara.

— ¿Qué más? -instó a sus guerreros. Fuera lo que fuera no podía ser peor que
lo que Shikamaru y Neji acababan de decirle.

Kiba se acomodó las solapas del abrigo y se aproximó al escritorio. Clavó su


mirada en la de Sasuke al tiempo que deslizaba un pequeño papel sobre la
superficie de madera.

El rey miró con reticencia y de nuevo sintió que la cabeza estaba a punto de
estallarle. Corrección. Sí había algo peor que lo que le había dicho Shikamaru.

— Al parecer, mi gente quiere una gran fiesta –masculló con tintes de ironía en
su voz.

El guerrero sintió las cabezas de Neji y Shikamaru a sus costados intentando ver
el papel. Pudo escuchar las maldiciones susurradas al ver de qué se trataba.

— ¿Cuándo? –preguntó secamente.

— Por lo que pude averiguar, en tres noches –respondió Kiba.

Durante varios minutos no hubo ningún comentario dentro de la habitación. El


único ruido que llenaba el ambiente era el ligero chasqueó que hacían los leños
que ardían en la chimenea.
— Es todo por esta noche –dijo repentinamente Sasuke poniéndose en pie-
Mañana decidiremos qué es lo que vamos a hacer. Vayan a descansar.

Los guerreros asintieron y luego de hacer una ligera reverencia con la cabeza,
abandonaron el estudio.

Cuando Sasuke vio la puerta cerrarse, se dejó caer sobre el sillón. No sabía que
era peor, enterarse que los humanos sí podían ser convertidos, tener a un grupo
de licántropos planeando alimentarse de humanos masivamente, el dolor de
cabeza… o la carga que sostenía en sus hombros para la cual no se sentía, en
absoluto, preparado.

Era cerca de mediodía cuando Tenten despertó. Con cierta dificultad logró
incorporarse entre las sábanas de seda entre las que había descansado. Muy
pocas cosas estaban claras en su mente. Neji era una de ellas. Y no era
precisamente algo grato. Mirando a su alrededor, agradeció mentalmente el
hecho de que hubiera estado sola. Se deshizo de las sábanas y notó que una
camisa para hombre había reemplazado el atuendo que ella había usado la
noche anterior.

Las imágenes de lo ocurrido se agolparon en su mente y de inmediato se llevó


una mano hacia el costado donde había sido herida. Ahora ya no quedaba nada,
la herida había sido aparatosa más no grave. Supuso que Shikamaru la había
curado, hasta donde sabía, aquel vampiro había tomado un curso como
paramédico.

En medio de la oscuridad y aun cuando era plenamente consciente de qué hora


era, miró el reloj. Odiaba la idea de tener que permanecer en esa casa hasta el
anochecer, le provocaba un hueco en el estómago que parecía tragarse el resto
de sus entrañas lentamente. Bufó con fastidio al tiempo que apoyaba los pies
sobre la alfombra. Sin más opción, decidió darse una ducha para intentar
mantener la compostura.

Entró al cuarto de baño y luego se acercó al espejo apoyando las manos sobre
la encimera de mármol blanco. Aún tenía el cabello castaño recogido en un
moño por demás deshecho, algunos mechones habían escapado pero
conservaba la forma general del peinado. Además todavía llevaba puestas las
joyas con las que había engalanado el vestido que ahora yacía en el suelo de la
habitación hecho prácticamente trizas.

De manera súbita sintió una oleada de furia recorrer su cuerpo y de forma


abrupta arrancó los pendientes de sus orejas, deshizo el peinado y soltó un
bufido aún más molesta por estar en esa situación. Pensó que tal vez podría
regresar a su ciudad y si era lo suficiente precavida evitaría encontrarse con
Neji, pero parecía que la diosa no estaba de acuerdo con su idea y la había
castigado.

Cerró los ojos y en ese mismo momento, como si lo hubiese invocado con el
pensamiento, Neji apareció en el umbral de la puerta.

— Pensé que podría tener un poco de privacidad -susurró volviendo su atención


al lavabo, abrió el grifo y sumergió las manos para lavarse el rostro.

— Tenemos que hablar -musitó recostándose sobre el marco de la puerta,


cruzando los brazos sobre su pecho.

— A mí me parece que no. -Tenten tomó la toalla pequeña de color azul claro
que colgaba a través de un aro plateado junto al espejo-. Ahora, si no te importa,
me gustaría no tener que…

Neji se desesperó y antes de que Tenten pudiera reaccionar, se acercó a ella


causándole un sobresalto.

— Por supuesto que tenemos que hablar, ¿por qué demonios no me dijiste que
volverías? ¿sabes todo lo que he tenido que pasar en todos estos años sin
saber a donde habías ido? -cuestionó acercándose tanto a ella que literalmente
podía sentir su aliento sobre su piel-. Regresas después de tanto tiempo, te
encuentro con un tipo y tú todavía me dices que no hay nada de qué hablar.

— Si piensas que las cosas siguen siendo como antes estás muy equivocado.
-respondió Tenten sin mostrar el más mínimo ápice de miedo aún cuando el
semblante de Neji resultaba aterrador. Ella ya estaba más que acostumbrada-.
Ahora, sal de aquí…

— ¡Dime quién era ese maldito que estaba abrazándote! -exclamó tomándola
por los brazos con tal fuerza que fácilmente hubiera podido partir en dos un
hueso humano, Tenten lanzó un pequeño quejido pero de inmediato recobró la
compostura-. Sigues siendo mía que no…

En ese momento y con un gran esfuerzo, ella logró zafar su brazo derecho y un
segundo después cruzó el rostro del vampiro de un bofetón.

— ¡Vete al diablo, Neji! -gritó furiosa por sentir que él la trataba como si fuese de
su propiedad. Aunque eso casi podía ser cierto pues cada fibra de su ser se
había estremecido ante su toque tal y como lo hubiera hecho años antes.

Ambos se quedaron en silencio mientras la mirada colérica de Tenten se


clavaba en la de Neji. Ninguno dijo nada durante varios instantes sólo
manteniendo las miradas encontradas, sus respiraciones agitadas se mezclaban
en un punto medio entre ambos rostros y la tensión en el cuarto de baño era tal
que redujo el enorme lugar a sólo cuatro paredes que cada vez se encogían más
haciendo la atmósfera aún más pesada a su alrededor.

Fue en ese momento en el que Neji atrapó los labios de Tenten en un beso
brusco e intenso que fue respondido de la misma manera. Él arrinconó el cuerpo
de la mujer entre la pared y su cuerpo soltando un gruñido cuando sintió las
uñas de Tenten clavadas en sus hombros por encima de la camisa. El contacto
era tan agresivo que rayaba en lo salvaje, Neji bajó sus manos a través del
cuerpo de Tenten hasta las caderas acercándola más a él y haciéndole notar el
deseo que había surgido en su interior, ella gimió y entonces la levantó del
trasero para dejarla en la encimera del lavabo sin importar que la golpeara
contra el espejo.

Tenten le mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar y luego comenzó a


succionar el líquido carmesí mientras sentía las manos de Neji abrir con
brusquedad la camisa que la cubría. El leve tintineo de los botones al alcanzar el
suelo hizo eco entre las paredes del baño. Sus manos se movieron a través del
torso del hombre, Neji pasó su mano a su nuca y la atrajo aún más a él y ella
correspondió hincando sus uñas en los enormes pectorales logrando hacerlo
gemir con una mezcla de dolor y placer. Él bajó sus labios a través de su mejilla
hasta su cuello y antes de que pudiera hundir sus colmillos, ella lo apartó
abofeteándolo una vez más con mayor fuerza.

De un salto bajó del lavamanos y dio un par de pasos hacia la puerta, entonces
Neji la tomó por la muñeca y de nuevo la golpeó contra la pared de mármol
haciendo que ella dejara escapar un quejido que fue sofocado por los
demandantes labios del castaño y luego transformado en un gemido cuando
sintió ese firme cuerpo contra ella. Un segundo después, la mujer logró hacer lo
mismo impactando el cuerpo de Neji contra el marco de la puerta y sin dejar de
besarse, él la volvió a cargar sintiendo las uñas de Tenten clavarse en sus
hombros profundamente.

El deseo que ardía en sus cuerpos era casi insoportable, escapando de sus
cuerpos a través de cada poro en sus pieles y ninguno de ellos era capaz de
evitarlo. No podían hacerlo, los sentimientos y la pasión que habían compartido
durante mucho tiempo no habían desaparecido ni un poco en todos los años que
habían estado separados y eso salía a relucir. Las caricias y los besos eran
cada vez más ardientes, frenéticos y airados.

No sólo la pasión estaba tomando el control del momento, sino también la rabia
y la ira que sentían en contra del otro. En contra de sí mismos y de aquella
relación que los torturaba desde hacía mucho tiempo.

Neji caminó a trompicones con ella hasta llegar a la cama de la habitación y


luego la arrojó sobre las sábanas de seda negra deteniéndose para observarla
con detenimiento. Era hermosa, por completo. Estaba desnuda con excepción
de las bragas de encaje negro que aún llevaba puestas y que le incitaban a que
las arrancara con los dientes. Pudo notar que la mirada de Tenten estaba
mezclada entre el deseo y la furia que aún tenía hacia él, y sabía perfectamente
el por qué.

Tenten vio como él se deshacía del resto de su ropa, dejando aquel


espectacular cuerpo completamente desnudo frente a ella, notando la enorme
erección que tenía. Casi con fascinación vio como se arrodillaba sobre la cama y
se acercaba a ella de manera tan sigilosa y ágil como un depredador a su presa,
sin pensarlo comenzó a alejarse, pero sólo le fue posible por un instante antes
de quedar enganchada a la mirada de Neji. Él acarició su mejilla con una extraña
mezcla de ternura y ferocidad antes de apoderarse de sus labios otra vez en un
frenético beso, cogiéndola por la nuca para que así no pudiera escapar mientras
con su otra mano masajeaba uno de sus senos.

Los labios de Neji se movieron hasta su cuello y las manos hasta las caderas en
donde rompieron la delicada tela que aún la cubría dejándola completamente
desnuda y a su merced. Cuando sintió los labios de él capturando uno de sus
senos y su lengua enrollada alrededor de su pezón, sólo pudo arquear la
espalda mientras los gemidos provocados por el calor escapaban a través de
sus labios. Al sentir que repetía la misma sesión con su otro pecho, ella se sintió
desfallecer.

En ese momento, Neji la tomó con fuerza por las caderas y puso boca abajo
haciendo que ella gimiera. La obligó a abrir las piernas por detrás empujándole
las rodillas con las suyas y entonces permaneció mirando a la espalda, pasando
su mano a través de la suave piel. Tenten hizo un intento por levantarse pero fue
detenida al instante en el que Neji dejó caer su peso casi por completo sobre ella
impidiendo con sus poderosos muslos que cerrara las piernas.

La volvió a tomar por las caderas y entonces el animal que vivía dentro de él le
tomó el relevo velado por el deseo y la penetró. Ambos gimieron al unísono.
Cada fibra muscular del cuerpo de Neji se tensó de placer, un sonoro gruñido
escapó desde el fondo de su pecho y dio inicio con el vaivén de embestidas. La
pasión se apoderó de su control haciendo los movimientos cada vez más
intensos mientras enredaba los dedos entre las mechas castañas que caían
sobre la espalda de Tenten.

Se acercó aún más a la espalda de ella y hundió los colmillos en su cuello para
beber sin refrenar las embestidas que cada vez se tornaban más rápidas y
profundas. Aquel deseo que los consumía sin control parecía convertirse poco a
poco en una ardiente agonía que estaba a punto de hacerlos haría explotar a
ambos. Pronto las sensaciones embriagaron el cuerpo de Tenten llevándolo al
límite hasta atravesarlo, sintió un par de empellones más y luego escuchó el
gemido de Neji sobre su cabeza a la vez que lo sintió derramarse en su interior.

Él cayó sobre la frágil espalda y se dedicó a acariciar la suave piel que parecía
derretirse entre sus dedos. Entre las cuatro paredes de la acalorada habitación,
sólo se podían escuchar la combinación de sus respiraciones entrecortadas y
por un momento se quedaron quietos como dos estatuas. Neji rozó la espalda
de Tenten y fue entonces cuando la sintió temblar bajo su cuerpo. Sin poder
evitarlo sonrió con suficiencia pensando que eran los últimos espasmos del
orgasmo que había tenido.

— Sal de mí -susurró la chica inesperadamente.

— ¿Qué? -cuestionó levantando un poco la cabeza- No.

— Sal de mí, ahora mismo.

Neji se levantó un poco sobre sus brazos y notó que ella tenía los ojos cerrados
con fuerza. Acarició su mejilla con el dorso de la mano y ella se estremeció.

— Tenten, ¿qué…?

— Sal de mí por favor -volvió a pedir con la voz casi quebrada-. Ya demostraste
tu punto, sigo siendo tuya. Ahora hazme el favor de permitir que conserve lo
poco que queda de mi dignidad y sal de mí para que pueda correr al baño. Por
favor. –suplicó.

Ese por favor hizo que la sangre se le congelara en las venas. Preguntándose
qué había hecho, lentamente se deslizó fuera de ella y en cuanto le quitó su
peso de encima, Tenten corrió torpemente hasta el baño y luego cerró la puerta
con seguro tras de ella.

Neji se quedó mirando en esa dirección y luego maldijo mientras golpeaba el


colchón con ambos puños. Más de ochenta años sin haber estado con ella y la
había tomado como si ella fuese una… Cerró los ojos intensamente mientras
apretaba varios mechones de su cabello con tal fuerza que casi pudo
arrancárselos.

Lo había echado todo a perder. La había lastimado… otra vez.

Cuando Shikamaru abrió la puerta de su habitación, no esperaba que su mujer


estuviera despierta. Temari permanecía recostada en un sillón junto a la ventana
vestida con el camisón que solía usar para dormir y un libro entre las manos. El
vampiro cerró la puerta tras de sí lo más silenciosamente que pudo, buscando
no importunar a su compañera, pero sus esfuerzos fueron en vano. Shikamaru
suspiró silenciosamente mientras se deshacía de la mochila donde guardaba el
equipo que utilizaba para entrenar, luego se encaminó hacia el baño.

Diez minutos salió vestido sólo con un pantalón y una toalla sobre los hombros
con la que estaba secando su cabello. La mirada de la rubia rápidamente se
enfocó en él, pero no dijo nada. Temari conocía tan bien a su compañero que
sabía cuando hablar y cuando no, así que, verlo llegar casi al atardecer sin
haber dormido significaba que había pasado todo el día entrenando abajo por lo
que era preferible que se 'relajara' un poco antes de que ella abriera la
conversación.

Estiró su brazo para dejar con delicadeza el libro sobre una mesita cercana,
luego se puso en pie acomodando el tirante izquierdo de su camisón.

— ¿Quieres dormir un poco o prefieres que baje a buscarte algo a la cocina?

Shikamaru se acercó a ella y luego se dejó caer sobre el sillón que antes había
ocupado Temari. Ella se acercó a él y pasó delicadamente sus dedos entre los
mechones húmedos de su cabello. Shikamaru cubrió sus ojos con un par de
dedos y apretó los párpados con fuerza.

— ¿Tal vez un par de aspirinas? –inquirió Temari.

Shikamaru esbozó una media sonrisa y apoyando su mano sobre su muslo le


hizo la seña para que se sentara en sus piernas. Temari sonrió al tiempo que
envolvía los brazos alrededor del torso del vampiro y apoyó su cabeza contra su
pecho.

— En realidad, preferiría quedarme así los próximos dos siglos. –dijo Shikamaru
luego de un par de segundos. Temari sonrió.

— Eres perezoso, eso ya lo sabía, pero… ¿dos siglos? Dudo que este sillón
pueda soportarlo.

Escuchó una muy débil risa por parte del vampiro. Shikamaru se removió en el
sillón para acomodarse mejor, luego deslizó las yemas de sus dedos a través del
brazo de Temari y los cerró alrededor de su muñeca, justo en donde había una
marcas tatuadas en color negro. Frunció el ceño y se dedicó a pasar su pulgar
sobre la piel de esa zona, acariciándola como si esperara que eso los borrara,
aun cuando sabía que no era así. Él odiaba esos tatuajes y lo que simbolizaban,
el saber que estaban ahí, sobre la piel de su compañera lo hacían desear que
aquel bastardo, que había muerto hacía mucho tiempo, estuviera vivo para
poder matarlo él personalmente.

Pero también esos tatuajes eran una de las razones por las cuales amaba a
Temari. Porque a diferencia de muchas personas que había conocido, ella había
sido capaz de enfrentar y sobrevivir cosas que incluso él se sentía incapaz de
hacerlo. La admiraba por no querer ocultarlas de él, por portarlas con la mayor
dignidad que alguien jamás podría llegar a hacerlo después de haber sido tan
humillada como ella lo había sido. Aunque quién debía saber todo eso, lo
desconocía en absoluto.
— ¿Sabes qué es lo que he notado últimamente?

— ¿Qué cosa? –Shikamaru dejó de acariciar su muñeca y la llevó hasta sus


labios para besarla.

— Que las cosas nunca han sido fáciles para nosotros.

— Si te refieres a lo de Gaara, ya te lo dije, prefiero que el confíe en mí por el


presente y no por lo que hice o dejé de hacer en el pasado. –Shikamaru estaba
a punto de interrumpirla, pero ella continuó-: Sé que suena egoísta y tal vez raro,
pero yo no podría conformarme con la simple gratitud por parte de él. Yo quiero
que él… me deje entrar. Sólo eso.

— Y yo también ya te lo dije, mujer. Eres problemática. Mi postura sigue siendo


que deberías decirle la verdad, así él dejaría de comportarse como un malnacido
cada vez que te ve.

Temari le lanzó una mirada reprobatoria.

— Que no se te olvide que estás hablando de mi hermano.

— Créeme, no se me olvida. Si así fuera, supongo que ya lo habría matado hace


mucho tiempo.

Temari exhaló profundo mientras volvía a acomodar su cabeza sobre el pecho


del vampiro.

— Te amo, Shikamaru y lo sabes. Pero me gustaría que por una sola vez
dejaras de intentar presionarme sobre este asunto.

Él la abrazó con fuerza y depositó un beso sobre su cabello.

— Si es lo que quieres, así será. Respetaré tu decisión a partir de ahora, pero no


me pidas que te apoye en esto ¿de acuerdo?

Ella asintió con la cabeza. Entonces el silencio llegó a la habitación. Shikamaru


tenía muchas cosas en la cabeza, demasiadas en realidad. Jamás, nunca en
toda su vida se había sentido tan frustrado como lo estaba en ese momento. Los
problemas en la guerra se habían disparada y él no lo había visto venir. Ahora
estaban hasta el cuello de amenazas y él se sentía incapaz de hallar una
solución. Por primera vez, en sus más de trescientos años de existencia, estaba
dudando sobre 'la gran inteligencia' con la que había sido dotado. Y esa duda
crecía al sentirse incapaz de poder ayudar a la mujer que amaba a resolver esos
conflictos que la hacían sufrir.
Aproximadamente una hora antes de que la noche cayera sobre la ciudad,
Sasuke arregló todo para tener una reunión con los miembros de la Cofradía.
Todo el día le había dado mil y un vueltas a los asuntos que le habían dicho la
noche anterior y finalmente, pudo elegir el siguiente paso a dar. Sin embargo, al
entrar al estudio en la planta baja de la mansión, pudo darse cuenta de la
atmósfera tensa que reinaba dentro de esas cuatro paredes.

Con grandes zancadas atravesó la habitación y rápidamente se colocó detrás


del escritorio, desde donde se dedicó a observar a los guerreros presentes.
Naruto todavía seguía devastado por su separación de Hinata, la doctora había
dejado la mansión la misma noche en la que se enteró de los problemas de
Naruto con el kyubi y, aunque sabían que seguía yendo a la clínica, no había
querido hablar con el guerrero, por lo que no sabía ni siquiera donde se estaba
quedando en esos momentos.

Gaara era otro que parecía afectado por un asunto similar. Tan pronto como
había puesto un pie dentro de la mansión, Sasuke se enteró de lo que había
ocurrido entre la humana y el guerrero, y aunque en un principio estuvo a punto
de castrar a Gaara por lo sucedido, Sakura lo convenció de que no había
lastimado a Kaiya, al menos no intencionalmente. Ahora el demonio pelirrojo
lucía distinto, su carácter era más explosivo que antes, siempre regresaba de las
rondas de peor humor a como había salido, cosa extraña si consideraban que
antes era al revés. Así que, si bien no tenía la expresión de Naruto, era más que
obvio que Gaara resentía la ausencia de la humana. Sobre todo si consideraban
el ínfimo detalle que, según Kiba y Neji, él se había emparejado con ella.

La mirada escudriñadora de Sasuke viajó hasta el castaño de ojos pálidos. Otro


más que tenía el rostro desencajado y un aura de 'estoy que me lleva el infierno'
alrededor de él. La noche anterior había aparecido con Tenten en sus brazos
diciendo que un cazador la había herido, cuando Sasuke le preguntó por qué no
la había llevado a la mansión antes para protegerla, Neji le había respondido
que se había enterado de su regreso esa misma noche. En realidad, Sasuke
nunca puso mucha atención en los asuntos personales de los demás miembros
de la cofradía, así que no sabía mucho de lo que había ocurrido entre Neji y
Tenten, pero ahora, tenía cierta curiosidad, o mejor dicho, la necesidad de saber
lo que estaba ocurriendo. Tal vez él podría serles de ayuda.

Cuando miró a Shikamaru, supo que el guerrero aún estaba molesto por no
haber sabido sobre la posible conversión de humanos, y Sasuke lo comprendía.
El asunto con Shikamaru, era un asunto de orgullo herido.

— Todos ya están al tanto de los descubrimientos que se hicieron anoche –dijo,


comenzando así con la reunión-. Estuve pensando cuál debe ser el camino a
seguir y, después de meditarlo mucho, he decidido que lo mejor es comenzar
por resolver el asunto con los licántropos ya que la luna llena es en dos noches.
Tengo planeado ir a su refugio y ofrecerles un trato a cambio de que cancelen la
Fiesta de Luna.

— ¿Iremos todos contigo? –preguntó Neji. Sasuke negó con la cabeza.

— Sólo quiero que uno de ustedes me acompañe, no quiero que los licántropos
malinterpreten mi visita.

— Yo iré contigo.

Todas las miradas se enfocaron en el guerrero que permanecía apoyado en la


chimenea. Kiba se enderezó y comenzó a acercarse, haciendo caso omiso a la
sorpresa que reflejaban las expresiones de los demás presentes.

— Conozco el terreno y al clan mejor que nadie, vengo de ahí después de todo.
Y también conozco a su líder y sé como negociar con ella.

— ¿Estás seguro? –el vampiro asintió. El rey pareció meditarlo por un par de
segundos más ante de decir-: En ese caso, que así sea. Ahora, pasando al
asunto de los cazadores humanos…

La voz de Sasuke se fue alejando lentamente, convirtiéndose en un eco que


pronto Ino había dejado de escuchar. Ahora su mente estaba nublada por una
intensa preocupación para la cual no parecía tener una solución clara.

No fue consciente de cuánto tiempo pasó, pero sus cavilaciones fueron


interrumpidas cuando el movimiento se reanudó dentro de la habitación y los
guerreros comenzaron a dirigirse a la salida. Ella parpadeó un par de veces y
esperó hasta que sólo quedaron ella y Sasuke dentro del estudio.

— No vas a dejarle hacer esto ¿verdad?

— No veo por qué no habría de hacerlo. –respondió él mientras revolvía el mar


de papeles sobre su escritorio.

— ¡Qué! –exclamó incrédula- Sasuke, tú no…

— Es su decisión, Ino. –le interrumpió lacónico.

— Eres el rey…

— Y tú su compañera –volvió a intervenir mirándola fijamente- Pero aun así la


decisión no es mía ni tampoco tuya. -La quijada de Ino se tensó rápidamente y
sus manos formaron dos puños que se clavaron en sus costados-. Así que si
quieres hablar con alguien sobre ese asunto, ese debe ser Kiba.

Ino estaba incrédula, no parecía posible que Sasuke le estuviera…


— No te estoy dando la espalda, Ino –dijo él antes de que el pensamiento
terminara de formarse en su mente.

Ella no respondió, giró sobre sus talones y se encaminó hacia la salida, abriendo
la puerta y luego cerrándola de un golpe. Sí, tenía que hablar con Kiba. Y lo
haría.

Al llegar al segundo piso, se encaminó por el corredor del ala este de la


mansión, yendo directamente a su habitación, pero fue sorprendida por Kiba
justo cuando apoyó su mano sobre la perilla. Él ya estaba perfectamente armado
y listo para salir.

— ¿Qué crees que haces? –preguntó Ino tan pronto como ambos estuvieron en
el pasillo.

— Mi trabajo. –respondió él sin mirarla a los ojos, continuando con su andar


hacia las escaleras.

Ino lo siguió esperando que él se detuviera, pero al ver que no lo haría, ella lo
tomó por el brazo y lo obligó a hacerlo.

— Kiba, por favor. Ambos sabemos que no puedes ir con los licántropos. Tan
pronto como te vean intentarán matarte, lo sabes.

— Mi trabajo es proteger a Sasuke ahora. Y si eso incluye enfrentarme a mi


pueblo voy a hacerlo.

— ¿Por qué? ¿qué quieres probar? –preguntó una vez más, esforzándose por
no perder la compostura.

— Nada. Como te dije, es mi trabajo. Soy un guerrero, Ino. Un hokage. Hicimos


un juramento y…

— Sí, pero eso no tiene que ver con que vayas a una misión suicida. –le
interrumpió- No soy estúpida, Kiba así que te agradecería que no intentaras
tratarme como tal.

— Yo no…

— Dime por qué quieres hacerlo, ¿por qué… te quieres arriesgar así? ¿qué…
qué pretendes, ah? –cuestionó sin poder contener más la mordiente sensación
que se estaba alojando en su pecho- ¿qué quieres demostrar?

— ¡Ya te dije que nada, Ino! –explotó el vampiro- ¿Qué quieres de mí, ah?
¿crees que eres la única que puede sacrificarse por esta relación? ¿crees que
siendo tú la única mártir esto podrá ser diferente?

— No sé de qué hablas.

— ¡Oh, por favor! ¿acaso crees que no sé lo que haces, que no sé que tu madre
no sabe que eres una hokage y que estás conmigo? ¿en verdad crees que
nunca sospeché de tus 'visitas' al otro lado? ¡quién quiere tomar a quien por
estúpido ahora! –exclamó sarcástico-. Hay tanta sangre mía en ti que puedo
sentirte a kilómetros de distancia, y por supuesto que te sentía aún cuando se
suponía que estabas con la Oráculo.

Ino retrocedió un par de pasos, completamente sorprendida de que él conociera


lo que ella había venido haciendo desde hacía tanto tiempo.

— Ki…Kiba, yo… no… no es lo que crees. Yo lo hi…

— No, no lo has hecho por nosotros, lo haces por ti. Sigues siendo una egoísta,
Ino Yamanaka. –dijo gravemente- Siempre pensando en ti y creyendo que el
mundo gira a tu alrededor; pero déjame decirte algo, amor: esta vez no es por ti.
Es por mí. Esta vez es para demostrarte que no soy la escoria con la que crees
que te emparejaste, por la que dejaste tu mundo de ensueño para irte con un
simple sirviente mestizo. Esta vez… esta vez es por mi orgullo, Ino. Por ese
orgullo que me he tenido que tragar con tal de hacer lo correcto para ti. Y si me
amaras un poco como tanto predicas aunque actúes a mis espaldas, deberías
comprenderlo.

Cada palabra fue como una pequeña navaja que rasgó dolorosamente el interior
de Ino. Nunca había sido su intención hacerlo sentir de esa manera. Jamás
imaginó que sus acciones podían ser interpretadas así, dándoles un significado
tan vil como el que Kiba les había dado. Y sobre todo, nunca hubiera podido
pensar que Kiba tuviera una concepción tan baja de él mismo y de los
sentimientos que ella tenía hacia él.

Darse cuenta de ese hecho prácticamente la destrozó.

Sin embargo, no se lo iba a demostrar. Cogiendo fuerzas de flaqueza, respiró


profundamente mientras clavaba su mirada en él.

— Pues no, no te comprendo y no tengo intención de hacerlo. –dijo finalmente-


Estás equivocado y lo sabes. Si ya sabías lo que hacía ¿por qué no te ofreciste
a acompañarme, eh? ¿Por qué me pides que comprenda un orgullo que sólo
veo cuando piensas en ti y no en la falta que me has hecho para afrontar algo en
lo que estamos juntos? –preguntó intentando deshacer el nudo que se había
formado en su garganta-. No Kiba, yo no puedo comprenderte, no ahora cuando
veo que estás echando a la basura todo lo que hemos intentado proteger.
¿Crees que yo soy la egoísta, tú, el que ahora va en camino a una muerte casi
segura sin importarle cuánto pueda dolerme perderte? –se hizo a un lado- Si eso
es lo que quieres, adelante. No seré yo quien se interponga entre lo que
necesitas y tú. Ya va siendo hora que piense en ti y no en mí ¿verdad?, pues
que así sea. Te dejo el camino libre… aun si es para que ella te mate. Por mi
parte está hecho.

Y tragándose las lágrimas y el dolor pasó junto a él, golpeando su hombro, antes
de perderse tras la esquina del pasillo.

Kiba permaneció en su sitio, con los puños clavados a sus costados, intentando
controlar toda esa vorágine de emociones que se arremolinaban en su interior.
Con toda honestidad, no había esperado esa reacción por parte de Ino, y eso le
había dolido hasta lo más recóndito de su alma. Habían discutido antes, sí. Pero
nunca como en esa ocasión, no con tanta ira y coraje contra el otro. Su espíritu
se debatía en esos momentos entre la posibilidad de ir en su búsqueda, secar
esas lágrimas que ella intentó ocultar y que ahora él imaginaba corriendo por
esas suaves mejillas que gustaba de acariciar mientras la veía dormir; y entre la
intensa necesidad de hacer valer su condición de guerrero, de rescatar ese
orgullo que creía pisoteado en esos momentos.

— ¿Estás listo? –escuchó que preguntaban desde el inicio de las escaleras.


Miró sobre su hombro al rey que había permanecido en silencio observando lo
que ocurría. Kiba asintió-. ¿Seguro que quieres ir? Otro podría acompañarme si
lo prefieres.

Kiba negó con la cabeza.

— Ya lo dije, mi deber es protegerte. –inhaló profundo-. Además… ya no puedo


seguir huyendo.

Sasuke asintió. Luego se dio vuelta para comenzar el descenso por las
escaleras.

Casi media hora después, por fin llegaron a lo que se conocía como 'El Refugio',
un conjunto de bodegas prácticamente abandonadas a las afueras de la ciudad,
justamente en la parte más descuidada de Konoha, y que eran conocidas dentro
de su mundo como el centro de reunión nocturno de la raza de los hombres
lobos.

Mientras conducía por el camino principal, Kiba se sintió profundamente


incómodo, como si con cada metro recorrido fuera adentrándose un poco más
en las fauces de una bestia que estaba a punto de devorarlo por completo. Y no
era para menos. Desde hacía mucho tiempo, casi dos siglos siendo más
exactos, su cabeza tenía precio entre aquellos con los que compartía la mitad de
su material genético. Era considerado traidor entre ese pequeño grupo que
antes había compartido el mundo con los vampiros y que ahora se veían
reducidos a comportarse como ratas, moviéndose aún más bajo que la
clandestinidad.

Pronto el camino del Escalade fue interrumpido por un par de hombres que los
obligaron a detenerse. Kiba estaba a punto de sacar su arma, pero en el mismo
segundo sintió el cañón de otra arma apoyada en su sien.

— Genma Shiranui, ¿todavía usas tu vieja Beretta? –preguntó Kiba


tranquilamente esbozando una media sonrisa-. Típico.

El comentario era en parte burla y en parte una forma de interactuar con los
licántropos. Si te iba a enfrentar al lobo, más te valía demostrarle que su aullido
no era tan peligroso como su mordida.

— Dame una razón para no volarte la tapa de los sesos justo ahora, Inuzuka.

— Porque viene conmigo.

Fue entonces que Genma notó al vampiro que viajaba en el asiento del copiloto.
Sasuke lo miraba fríamente ordenándole prácticamente sin palabras que bajara
su arma.

El hombre lobo entendió el mensaje casi de inmediato. Luego le hizo una seña
con las manos a los dos hombres que estaban de pie frente al auto para que
hicieran lo mismo.

— Déjenlos pasar –ordenó escueto-. A Hana le va a dar gusto saber que su


pequeño 'hermanito' está de vuelta.

Kiba condujo unos metros más hasta hallarse frente a la bodega más alejada de
la zona. Supuso que ese era el 'cuartel general' de los guerreros licántropos. Si
todavía conocía a su hermana eso era más que obvio.

— ¿Estás listo? –le preguntó a Sasuke mientras bajaban de la camioneta. El rey


lo miró de soslayo al tiempo que una media sonrisa se dibujaba en su rostro.

— Te mentiría si te dijera que sí –aceptó abiertamente logrando sorprender aún


más al guerrero. Nunca hubiera imaginado que Sasuke admitiría tan
abiertamente no estar listo para algo

Al atravesar las puertas prácticamente desvencijadas, sólo se encontraron con


una enorme habitación vacía. No había ni un alma a su alrededor, al menos
ninguna que pudieron sentir hasta que el murmullo de personas acercándose,
comenzó a llenar el lugar. Segundos después una mujer apareció siendo
escoltada por cinco hombres detrás de ella. Al verla, Kiba no pudo evitar
preguntarse cuánto tiempo había pasado desde la última vez que la había visto.
Aquella ocasión en la que ella rompió cualquier lazo con él.

La mujer lucía imponente, su cuerpo era atlético y cualquiera podía decir que
incluso frágil, pero el aura que despedía estaba cargada de una fuerza tan
poderosa que lograba amedrentar a cualquiera que estuviera a su alrededor. A
Kiba le costó mucho trabajo reconocer que la hermana que alguna vez fue
cariñosa y hasta dulce con él cuando niño había terminado convertida en lo que
estaba frente a él. Su rostro se mostraba serio, sin mostrar expresión alguna,
pero su mirada decía todo. Ese par de ojos eran fríos, calculadores… incluso
crueles. Y Kiba no podía culparla, al contrario. Viéndola acercarse a ellos, se
sintió más culpable que de costumbre. Por haberla abandonado. A ella. Y a
todos los suyos.

Ella era la líder del clan licántropo. Hana Inuzuka, su hermana… y la persona
que más ansiaba verlo muerto.

¡Qué ironía!

— Vaya, vaya, vaya… miren lo que Amaterasu nos envía en esa jodida y
absolutamente hermosa noche: Sasuke Uchiha, el recién ascendido rey del
mundo vampírico –dijo denotando un ácido sarcasmo en cada frase- Dígame 'su
Alteza' ¿a qué se debe tan magnífico honor?

— Deja el sarcasmo a un lado, Hana –respondió Sasuke- Esta no es una visita


de cortesía. Vine por esto.

Extendió el pequeño papel hacia la mujer que se acercó para tomarlo. De


inmediato, el rostro de Hana se convirtió en una máscara.

— No veo cuál es el problema. Las Fiestas de Luna son parte de nuestras


costumbres

— Una costumbre que quedó abolida hace más de trescientos años y…

— ¿Abolida? ¿según quién? –comenzó a pasearse frente a ellos- ¡Ah, por


supuesto! Te refieres al Tratado ¿no es verdad?

Una fingida carcajada salió de entre los labios de la mujer. Kiba se mantenía a la
expectativa, estudiando cada pequeño movimiento que ella hiciera. La conocía
perfectamente y sabía que no podía confiarse.

— Bueno, Sasuke, déjame decirte que el Tratado nunca se firmó así que no hay
ninguna abolición ni tampoco tienes jurisdicción en este lugar para decir que
podemos o no podemos hacer. Y si queremos asesinar a los humanos de todo
Konoha, dudo mucho que tú y tus guerreros –la palabra salió como un golpe
desdeñoso directo hacia Kiba- puedan hacer algo para detenernos. Porque a
diferencia de todos los tuyos que se la pasan encerrados en sus mansiones
perfumándose los traseros, mi gente es guerrera por naturaleza.

Sasuke guardó silencio. Mientras los segundos pasaban, él se esforzaba por


encontrar una opción viable para la situación en la que estaban; más su cerebro
se negaba a brindarle ayuda.

— Supongo que tienes razón, -dijo finalmente- pero ambos sabemos que no
podemos quedar expuestos antes los humanos, así que… estoy dispuesto a
negociar contigo, Hana. No vengo en calidad de rey a ordenar nada, vengo
simplemente en pro de una causa que nos afecta a ambas razas –la miró
atentamente, sintiendo que estaba a punto de presentarle su alma al mismo
satanás antes de pronunciar las palabras-: ¿Qué puedo hacer para evitarlo?

Una nueva carcajada resonó a través de la bodega. Hana Inuzuka no podía


creer que eso estuviera sucediendo, tenía al rey, al gran Sasuke Uchiha justo
entre la espada y la pared, dispuesto a aceptar cualquiera de sus peticiones. Sin
embargo, sólo había una idea que poblaba la mente de la mujer mestiza.

— El asunto no es con usted, 'su Majestad vampírica'. –volvió a pasearse frente


a ellos- Quiero la sangre de aquel que le dio la espalda a los suyos.

La mirada de la mujer se enfocó en Kiba al tiempo que se detenía justo frente a


él. Las siguientes palabras las dijo con suma lentitud, asegurándose de que
cada una quedara perfectamente grabada en su cerebro.

— Quiero la sangre del pequeño traidor. –sentenció.


Capítulo 28

Sakura había estado buscando a Ino por toda la mansión hasta que finalmente
la encontró en el jardín posterior, con la mirada perdida en la piscina ahora
vacía. No había escuchado a ciencia cierta toda la pelea que había tenido con
Kiba, pero dada la cantidad de gritos y el portazo final, supuso que las cosas no
habían estado bien en lo absoluto.

Sigilosamente fue acercándose hacia ella, intentando que su presencia pasara


desapercibida y así evitar incomodarla; pero fue inútil. Ino sintió su chakra y
rápidamente fijó su mirada en ella. Lucía muy triste.

— Supongo que si pregunto si estás bien sería una pregunta estúpida ¿cierto?

Un intento de sonrisa buscó forjarse en el rostro de Ino, pero no lo logró. Sakura


terminó de cerrar la distancia entre ellas y concentró su atención en el cubo de
concreto que había entre el césped.

— Antes de él no sabía lo que era amar a alguien –dijo inesperadamente la


rubia-. Quiero decir, sabía lo que era amar a la gente cercana a tu corazón, pero
no sabía lo que era el amor de alguien sólo por ti. En aquellos años cuando sólo
éramos Naruto, Sasuke y yo, pensé que era esa tibieza que sentía cerca de mi
corazón y esa seguridad que sentía con él –Sakura no pudo evitar su sorpresa al
entender que se refería a Sasuke-. Me convencí de que el amor debía ser eso y
nada más. –Ino respiró profundo y luego dejó que su aliento formara ligeras
nubes blancas frente a ella-. Y entonces, un día apareció Kiba y como un
huracán puso mi mundo de cabeza. me hizo sentir más que esa tibieza en el
pecho, me hizo descubrir que el amor no era solamente sentirte protegida con
alguien sino, además, sentirte capaz de hacer cualquier cosa por ese alguien.

— Tienes dos siglos con él ¿verdad?

Ino asintió mientras se encaminaba de nuevo hacia el interior de la casa. Sakura


la siguió de cerca intentando mantener su paso lento.

— Lo conocí un par de años después de que Kakashi llegara junto con


Shikamaru para hablar con Sasuke y formar la Cofradía. Ellos comenzaron a
entrenar y yo, para no aburrirme mientras lo hacían, salía a pasear fuera de esta
mansión. –una sonrisa afable y llena de nostalgia se dibujó en el rostro de la
mujer-. Esa fue la primera vez que lo vi, estaba dormido bajo la sombra de un
árbol en medio de la noche. En un principio le tuve miedo hasta que noté cómo
me miraba. Lo primero que me preguntó fue que si yo era real, porque era la
mujer más hermosa que había visto en su vida –suspiró profundo-. Había
escuchado ese comentario muchas veces antes, pero escucharlo de él fue…
completamente diferente.

— ¿Qué ocurrió después? –preguntó la reina completamente interesada en la


historia. Ino volvió a suspirar.

— Charlamos un par de horas hasta que llegó el momento de despedirnos, él


iba a besarme cuando apareció Naruto y le rompió un brazo.

— ¿De verdad?

— Oh, síp. Naruto siempre ha sido impetuoso, pero en ese momento estaba
algo posesivo. Aunque creo que eso en lugar de ahuyentarlo, lo alentó más a
que me buscara. Así pasaron más de doce años hasta que mi padre se enteró
de que ya no era la 'compañera' de Sasuke y envió en mi búsqueda.

— ¿Por qué?

— Porque él ya había arreglado mi compromiso con alguien más. –miró a


Sakura y notó que ella estaba sorprendida-. Verás, mi padre siempre ha estado
urgido por tener nietos, herederos de la segunda línea de sangre más importante
para conservar su estatus ante el Círculo.
— Pero Kiba…

— Kiba es mestizo, mitad vampiro mitad licántropo; por eso puede salir durante
el día. Y por lo mismo, es alguien con quien ni en las peores circunstancias
podría emparejarme. Aunque lo que mi padre no sabía era que yo ya me había
vinculado con Kiba hacía muchísimo tiempo así que de ninguna manera podría
emparejarme con nadie más. Le pedimos ayuda a Sasuke y él convirtió a Kiba
en hokage buscando elevar su estatus, pero de todas formas mi padre no lo
aceptó.

— Así que decidiste unirte a la cofradía…

Ino abrió la boca para responder, pero gritos provenientes del corredor en el piso
de arriba hizo que callara. Segundos después, en las escaleras, apareció Tenten
seguida por Neji.

— Es peligroso que te alejes ahora ¿qué no lo entiendes? –dijo el hokage


tomándola por el codo para detenerla. El contacto no duró mucho porque ella lo
rompió de forma brusca.

— Vamos a dejar esto claro: mi seguridad no es tu problema. Es más, ¿desde


cuando te preocupa lo que me ocurra, eh?

— No digas estupideces, siempre me preocupaste. Aún me preocupas. ¿Qué no


lo ves?

— No, tú parece que eres quién no quiere verlo: Esto se acabó. Hice todo
cuanto estuvo en mis manos por hacer que esto funcionara, pero tú te
empeñaste de dejarme fuera siempre, en ocultarme las cosas y en hacerme
sentir que no valía para ti mientras yo perdoné una y otra vez tus infidelidades,
tus mentiras y tu falta de cariño. Bien, pues prefiero arriesgarme y alejarme de ti
a volver a pasar por el mismo infierno otra vez ¿me escuchaste?

— ¡Entonces has lo que te venga en gana! –exclamó Neji furioso antes de


abandonar la mansión dejando tras de sí un portazo.

La mujer apretó los puños con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos y
amenazaban con dejar que los huesos traspasaran la piel. Sus ojos estaban
llenos de una mezcla entre dolor y furia que era imposible definir cuál emoción
era la que predominaba.

Entonces se dio cuenta de la presencia de las otras dos mujeres y rápidamente


intentó recomponerse respirando profundo un par de veces.

— Ah… hola Ino. Perdón por la escena. –dijo mientras ellas se acercaban.
— ¿Estás bien?

— Sí, es sólo que… -respondió no muy convencida-… este lugar me trae


recuerdos desagradables y… -entonces miró a la mujer de cabellos rosas.

— Ella es Sakura –dijo Ino al percatarse del gesto- La Compañera de Sasuke.

Una expresión de sorpresa fue la respuesta de Tenten.

— Oh…ah… -se inclinó para hacer una reverencia- Es un placer conocerla, Su


alteza. Ofrezco mis más sinceras disculpas por la penosa escena bajo su techo.
Yo… no encuentro palabras para expresar lo apenada que estoy…

— Tranquila, está bien –le interrumpió Sakura completamente cohibida por tanta
formalidad. Aún no se acostumbraba a eso de ser reina y todo lo que conllevaba.
Eso la mareaba-. ¿Estás bien?

— Si, muchas gracias. Agradezco su preocupación, su… -corrigió- Agradezco tu


preocupación, Sakura. De verdad.

Antes de que la reina pudiera responder, Danzou apareció por la puerta que
daba al comedor para anunciarle a Tenten que el auto estaba listo. Ella se
despidió de Ino y Sakura y luego ellas la vieron abandonar la mansión sin
siquiera mirar atrás, lo cual no dejó de extrañarle a Sakura. Se había enterado la
noche anterior de que ella era, o había sido, la Compañera de Neji; pero se
habían distanciado hacía más de ochenta años. Era algo que ella no podía
entender. No concebía la idea de alejarse de Sasuke por tanto tiempo así que no
se imaginaba como podía soportarlo ella. Y más importante aún… ¿por qué?

— No se puede llamar decisión cuando no tienes más que elegir –susurró Ino,
sacándola de sus pensamientos.

— ¿Perdón?

— La madre de Sasuke me dijo que era lo único que me quedaba por hacer –
aclaró, retomando así su historia y el camino hacia la biblioteca-. "Frente al
mundo no serás de él, pero tampoco serás de nadie" me dijo cuando acepté
entrar en la Cofradía. Aunque eso requirió mucho sacrificio, dejé de ser
considerada 'una mujer' y tengo prohibido tener una ceremonia de
emparejamiento con alguien. Según me explicó, es para evitar conflictos dentro
de la cofradía. Es por eso que los chicos idearon el grabado del nombre de sus
compañeras en el brazo –dijo haciendo que Sakura recordara la segunda parte
de su ceremonia de emparejamiento, en la que casi sintió que el corazón se le
salía del pecho cuando vio a los guerreros grabar su nombre en el brazo de
Sasuke-. Ellos creen que representa una extensión del corazón y del amor que
nadie puede arrebatarles ni borrarles, aunque eso tú ya lo sabes.

La reina asintió en silencio.

— ¿Cómo lo tomó tu familia?

La respuesta inmediata de Ino fue una exhalación llena de ironía.

— El infierno cayó sobre mí. Mi padre se enteró y naturalmente se opuso por


completo. A partir de ese día estoy muerta para él. Mi madre no lo sabe, su
salud siempre ha sido frágil así que por miedo a que cayera enferma le hacemos
creer que soy una sacerdotisa que vive en el Santuario. En realidad todo lo ideó
él, así mataba dos pájaros de un tiro: tiene un pretexto para mantenerme lejos y
consigue que su estatus y el nombre de la familia no caiga en desgracia frente al
Círculo por haberme emparejado con un mestizo.

— ¿Y la familia de Kiba?

El semblante de Ino se tornó pálido. El dolor que Sakura había visto


anteriormente había regresado en ese momento.

— Lo tienen sentenciado a muerte por se un traidor a su raza –respondió la


rubia-. Si los nuestros son demasiado aprehensivos con la mezcla de razas,
ellos lo son aún más. Piensan que quedando tan pocos es imperdonable que se
mezcle su sangre con una raza que, según ellos, es la causante de su desgracia
y por lo tanto maldicen. Y si a eso le sumas que está vinculado con una de los
malditos pues…

— Entiendo.

Ino se dejó caer por completo sobre el diván de terciopelo verde que había en la
biblioteca. Sakura hizo lo mismo y entonces ambas quedaron en silencio por un
rato.

Minutos después el silencio fue roto cuando un teléfono celular sonó. Ino sacó el
pequeño aparato de su bolsillo abriendo los ojos al máximo cuando vio el
nombre en la pantalla.

Hidan.

El silencio se hizo ensordecedor dentro de la bodega. Sasuke estaba seguro de


que el único sonido que podía escucharse era el constante martilleo de su pulso
contra sus sienes. Genial, había dicho las cosas inadecuadas aun sabiendo
hasta donde lo llevarían, pensando que tal vez podría ingeniar algo más.
Desafortunadamente el plan no había funcionado.
— No. –sentenció finalmente-. Es lo único que no obtendrás y lo sabes.

— Eso lo veremos –replicó Genma acercándose a ellos a gran velocidad.

Desenfundó el arma que había reposado en su cadera y la apuntó hacia Kiba. Y


en un parpadeo, Sasuke estaba detrás del licántropo, apoyando el filo de su
daga contra su garganta.

— No hagas que te mate –susurró el rey contra su oído logrando sorprenderlo,


antes de ganarse que los cañones de todas las armas apuntaran contra él.

— ¡Basta! –exclamó Kiba-. Sasuke, suéltalo por favor.

El hokage caminó hacia delante, pasando junto a su rey y el licántropo,


deteniéndose a un par de pasos de su hermana. La mujer mantuvo su mirada
fija en él, pero algo cambió en su intensidad.

— ¿Eso es lo que quieres, Hana? Bien –desenfundó una de sus dagas


plateadas y se la entregó por el mango- Hazlo, pero como debe ser. Sin balas.
Sin intermediarios.

Hana tomó la daga con firmeza. El momento había llegado, sin embargo cuando
vio a su hermano a los ojos algo cambió otra vez. En un segundo se vio dividida
entre dos fuertes argumentos que se enzarzaron en una guerra sin cuartel en su
interior.

Por un lado, era lo que debía hacer. Como jefa del clan, o de lo poco que
quedaba, era su obligación tomar la vida del traidor, porque no había sido justo
que mientras él se daba la vida de rey entre los vampiros, ella y su gente
estuvieran peleando cada día por sobrevivir. Había sido un camino muy largo el
que tuvo que recorrer para llegar hasta donde se encontraba ahora, haciendo
cosas que no le enorgullecía pero que no renegaba porque las había hecho bajo
un fin. Y se lo debía a su clan y a su madre.

Aunque por otra parte, se trataba de su hermano. Lo único que le quedaba en el


mundo, aquel que la alegraba cuando eran niños con sus ocurrencias y sus
malos chistes, haciéndole olvidar que se encontraban hundidos en el infierno.
Una parte de su mente le gritaba que de lo único que Kiba era culpable había
sido de querer conocer a su padre, aquel bastardo que había enamorado a su
madre y luego le había partido el corazón cuando la abandonó estando
embarazada de él. Con honestidad, ella se hubiera sentido igual si no hubiese
conocido la verdad, ¿qué niño no querría conocer de donde viene?

Pero no había marcha atrás. No había llegado tan lejos como para decaer en el
último momento. No te acobardes por lo que debes hacer. Si lo haces la gente
dejará de confiar en ti y en tu guía. Recuerda, siendo líder no sólo se trata de ti,
le decía siempre su madre cuando la entrenaba. Aunque ahora supuso que
nunca imaginó que se trataría de tomar la vida de su propio hermano.

Apretó con fuerza la empuñadura de la daga. Kiba tenía razón, era así como
debía hacerse: sin balas ni intermediarios, mirándolo a los ojos, concentrándose
en esa mirada que parecía no guardarle rencor por lo que tenía que hacer. ¿Por
qué? ¿acaso no la odiaba? ¿no odiaba a los suyos por perseguirlo a pesar de
que su lugar era como su líder? ¿no la odiaba a ella por haberlo dejado atrás?

Conforme su mano fue formando una curva para irse acercando al pecho del
guerrero, un temblor fue aquejando su brazo. No te acobardes, no te
acobardes… se repetía a sí misma, pero le resultaba imposible. Cientos de
flashazos de lo que alguna vez fue su vida junto a Kiba y su madre estaban
saturando su mente, llenando su interior de emociones que luchaban por tomar
el control.

La velocidad de la daga fue disminuyendo hasta que prácticamente se detuvo.


No podía hacerlo.

Intentó pensar en la explicación que habría que darle a sus subordinados por su
decline, pero no hubo necesidad. En el mismo segundo los pocos cristales de
las ventanas superiores reventaron al tiempo que más de una docena de
cazadores aparecían para atacarlos.

De inmediato Kiba fue hasta Sasuke y ambos se prepararon para pelear. La


batalla dio inicio siendo acompañada por varios gritos provenientes de las
bodegas aledañas que eran las entradas para las viviendas subterráneas de la
comunidad civil licántropa.

— ¡Genma, protejan a la manada! –ordenó Hana en un grito antes de unirse a la


batalla.

Un trío de lobos alcanzaron a escucharla y emprendieron la marcha hacia la


salida.

La batalla no daba cuartel a nadie. Esos cazadores no eran simples novatos y si


lo eran estaban mucho mejor entrenados que los que habían tenido que
enfrentar en el último par de años. Sasuke dejó de lado su papel de monarca
para regresar a ser el guerrero que era por nacimiento, luchando junto a
miembros de una raza que no era la suya, pero que también había sufrido por lo
que Orochimaru había desatado hacía trescientos años. A su alrededor, los
licántropos peleaban como podían, los primeros que habían sido atacados no
habían podido transmutarse, pero aquellos que lo habían conseguido hacían
frente a los cazadores con toda la fiereza que poseían en sus corazones.

Los gritos iban en aumento haciendo que la presión sobre Hana fuera igual.
Proteger. Ese era el primero y más importante mandato que tenía sobre sus
hombros. Tienes que protegerlos. Porque si no lo haces tú, ¿quién lo hará?
Repetía para sí una y otra vez dentro de su cabeza, como una grabación que le
recordaba el motivo de sus acciones, de su vida.

Con todas sus fuerzas puestas en la batalla y en el enemigo que tenía frente a
ella, Hana hacía todo lo posible para no pensar en los gritos de la gente, de su
gente. Trató con toda su alma de ignorar los lamentos que se colaban a través
de las paredes mientras afuera el infierno alcanzaba a todos los que conocía.

Ni siquiera se percató cuando un segundo cazador se lanzó contra ella,


derribándola con un fuerte golpe en el rostro.

— ¡HANA! –gritó Kiba corriendo hacia ella y haciéndole frente al cazador que
planeaba atacarla.

Tan pronto como apuñaló al cazador, vio como éste se convertía en un montón
de polvo negro que se perdía en el piso. Ignorando por completo el hecho, se
giró lentamente para preguntarle a su hermana cómo se encontraba. Entonces
sintió dos impactos directos en su pecho antes de que algo perforara su interior
por la espalda.

— ¡KIBA!

Sasuke enfocó su mirada en dirección donde provinieron ambas detonaciones y


el grito femenino. Kiba iba cayendo lentamente sobre el piso mientras Hana
corría hacia él sosteniendo su cabeza sobre su regazo.

La furia llenó el interior de Sasuke.

El sharingan se activó en sus ojos y con fuerzas renacidas eliminó a todo


enemigo que se cruzaba en su camino hacia los hermanos. No le importaba que
fueran humanos o vampiros o licántropos. Todos los cazadores fueron testigos
de su furia. Una furia que no sólo sentía hacia ellos por las vidas que habían
tomado desde su creación, sino hacia él mismo.

Cuando por fin estuvo frente a ambos, se encargó de acabar con otro par de
cazadores antes de agacharse junto a Kiba y tratar de averiguar su estado. El
guerrero sangraba profusamente por las dos heridas de bala, una en el pulmón y
otra en una arteria cercana al corazón. Además de la apuñalada que había
recibido en la espalda. Sin chistar sacó el teléfono del bolsillo de su abrigo y
oprimió una tecla. La voz de Shikamaru se oyó al otro lado más él evitó que
dijera algo más.

— Necesito que tú, Gaara y Naruto traigan sus traseros aquí –el hokage intentó
interrumpirlo, pero Sasuke se lo impidió- ¡AHORA! –gritó antes de cerrar el
teléfono y volver su atención a Kiba- Tranquilo, ya vienen los refuerzos. Vas a
estar bien.

Y entonces se dio cuenta de que los cazadores iban preparados para atacar a
una comunidad licántropa. Analizando las heridas de Kiba, notó que las balas
eran de plata, algo a lo que los lobos eran alérgicos. La plata era igual a veneno
para ellos.

— Esto va a dolerte, hermano –susurró al tiempo que desenfundaba su daga.


Miró a Hana, ella asintió ligeramente con la cabeza y entonces Sasuke ocupó la
hoja de metal para extraer las balas. Al hacerlo, la pérdida de sangre a través de
las heridas se incrementó enormemente.

Todo su cuerpo estaba temblando sin control y el frío había comenzando a


saturar su cuerpo al tiempo que los rayos de la conciencia se iban alejando de
él. Fue en ese momento en el que Kiba se dio cuenta de que no quería morir. No
así. No ahora. Con la última imagen de Ino rondando su mente y el eco de todas
aquellas palabras dolorosas que le dijo.

Demonios, en verdad quería decirle que lo sentía.

Sintió la mano cálida de Sasuke estrechar la suya brindándole su apoyo,


haciéndole saber que ahí esta él, a su lado, como su hermano. Y también fue
consciente de la suavidad que sentía en la nuca, su cabeza no estaba sobre el
suelo sino el regazo de alguien: Hana. Su hermana.

Intentó enfocar su mirada en Sasuke, pero se estaba volviendo sólo una silueta
siendo tragada por las sombras.

— Di…dile a Ino…q…que…lo…yo…lo…siento… ¿si?... dile que me perdone…


por…

— No digas nada. Vas a estar bien.

Kiba quiso asentir, pero algo en su interior le dijo que no iba a ser así. No en esa
ocasión.

— Qui…quiero… v…verla u…una vez…m…más… -susurró con la voz


quebrada. Los ojos comenzaron a llenársele de lágrimas.

— Y lo harás. Así que no te despidas ¿de acuerdo? –le dijo el rey intentando no
parecer nervioso, pero la forma tan rápida en la que se estaba enfriando la mano
del guerrero le hacía temer lo peor- La verás y le dirás que a pesar de haberle
discutido están bien. Tú tranquilo, todo estará bien.

Kiba sonrió ligeramente y cerró los ojos.


Mientras esperaban la ayuda y la creciente ansiedad que se estaba acumulando
en su interior por la disminución del chakra del guerrero, Sasuke fue consciente
de la retirada de los cazadores luego de que uno más apareció en el umbral de
la puerta. Con la luz de la luna iluminándolo tenuemente, los ojos de Sasuke
fueron abriéndose sin mesura conforme la figura de aquel cazador fue
haciéndose cada vez más nítida. Él reconoció a aquel cazador de inmediato y
aún así dudaba de lo que veía. Porque no podía ser él, simplemente no podía
ser aquel hombre de ojos y cabellos negros. Desvió la mirada un segundo para
intentar aclarar su mente y luego volvió a dirigirla hacia la entrada de la bodega.

Aquel cazador ya no estaba.

Ino no estaba segura de por qué había aceptado ir a ese lugar. La llamada de
Hidan sin duda la había inquietado, sobre todo porque él no solía 'rebajarse' a
llamarle cuando quería fastidiarla. Sin mucha prisa se encaminó junto con
Sakura hacia la puerta de cristal de aquel restaurante donde el vampiro la había
citado.

No fue difícil hallarlo. De entre todos los humanos que se daban cita en el lugar,
Hidan era el único que parecía estar conteniendo la respiración para no oler lo
que había a su alrededor. Aunque mantenía su 'elegancia' intacta, era obvio que
estaba a dos segundos de salir corriendo.

El vampiro la vio y rápidamente le hizo una seña para que se acercara. Ino
respiró profundo y prosiguió con su andar, agradeciendo internamente que
Sakura hubiese decidido acompañarla.

— Muchas gracias por venir, Ino –dijo el hombre tan pronto como ambas
mujeres tomaron asiento. La rubia se sorprendió aún más. Que el agradeciera
su presencia no podía significar nada bueno.

— Ella es Sakura –dijo Ino al ver la mirada de Hidan clavada en su


acompañante- Ella es la compañera de Sasuke. –añadió notando la sorpresa
que se abría paso en el rostro de Hidan.

En realidad lo que ella esperaba era alguna clase de desplante hacia Sakura,
una mirada desdeñosa, un labio fruncido o algo que indicara que Hidan al igual
que la mayoría de los miembros del Círculo seguían sin aprobar a su reina
mestiza; sin embargo, lo único que hubo fue una solemne inclinación de cabeza
por parte de él.

Eso tampoco podía significar nada bueno.

— ¿Por qué me llamaste, Hidan? ¿de qué quieres hablar?


El vampiro se enderezó sobre su asiento y comenzó a martillar ansioso con los
dedos sobre la mesa. El gesto duró varios segundos junto con el silencio. Lo
suficiente para exasperar a Ino, pero no para provocar que se marchara.

— ¿Qué ocurre? –insistió la hokage. Hidan inhaló antes de responder:

— Necesito tu ayuda. Karin ha desaparecido.

Ino frunció el ceño.

— Tal vez sólo escapó otra vez. Ya sabes como es.

— No en esta ocasión –se apresuró a decir él-. Hace unas dos semanas
discutimos y yo salí de viaje a Suna. Desde ahí le llamé por teléfono y ambos
acordamos en vernos una vez que yo regresara para así poder aclarar las
cosas. Le di la fecha de mi regreso y desde entonces no he sabido nada de ella.
En casa nadie la ha visto, su teléfono está apagado y no hay señales de ella por
ninguna parte. –hizo una pausa esperando alguna reacción por parte de la
guerrera. Al no haber nada, decidió agregar-: Sé que no te agrada, sé que suele
ser caprichosa y un dolor de muelas muchas veces, pero es mi familia, ella es lo
único que tengo y… y tú eres la única a la que puedo recurrir. Por favor, Ino.

La rubia no sabía que decir. Todo lo que decía Hidan era verdad, su angustia
parecía sincera ahora que la miraba a los ojos pidiendo su ayuda. Sí, él le había
hecho daño antes, pero ella no era de la clase de personas que le daba la
espalda a la gente en desgracia. Así que estaba a punto de aceptar ayudarlo
cuando su teléfono sonó. Sacó el pequeño aparato del bolsillo de su abrigo y
miró el identificador. Se trataba de Neji.

— ¿Sí?

— Ino, necesitas volver a casa ahora.

— ¿Qué? –una fría sensación comenzó a recorrerle el pecho- ¿Qu…qué


ocurre?

Esa sensación detuvo su corazón justo en el momento en el que escuchó las


siguientes dos palabras.

— Es Kiba.

Más tardó en despedirse de Hidan y asegurarle que haría lo que pudiera para
hallar a Karin, que en lo que estuvo de regreso en los terrenos de la mansión.
Con esa opresión en el pecho yendo en aumento, sólo se aseguró de que
Sakura la hubiera seguido antes de emprender la carrera directamente hacia la
casa. Abrió la puerta por completo, corrió por el vestíbulo hasta la puerta debajo
de la escalera, descendió los escalones de dos en dos y luego siguió corriendo
hasta que vio a Sasuke y Neji esperando fuera de la enfermería.

— ¿Dónde está? –preguntó apresurada.

— Tienes que calmarte –le dijo Sasuke obstruyéndole el paso hacia la


enfermería.

— ¡No quiero calmarme! –exclamó más alterada. El tono del rey y el semblante
absolutamente serio que cargaba en ese momento le hicieron suponer lo peor-.
¡Dónde está Kiba!

— Adentro –respondió Neji- Hinata y Shikamaru lo están atendiendo.

— ¿Qué pasó?

— Fuimos atacados en El Refugio. –respondió Sasuke-. Por cazadores. Lo


hirieron con balas de plata. Las saqué, pero aún así hirieron puntos vitales.

El aire abandonó los pulmones de Ino. Repentinamente no estaba segura de


que sus piernas fueran a soportar el peso de su cuerpo por más tiempo. Su
cerebro no lograba asimilar lo que ocurría, una parte de ella no podía creer que
Kiba estuviera al final de ese pasillo, luchando por su vida. ¿Por qué? ¿por qué
tuvo que ser esa noche? ¿por qué…? el estómago se le hizo un nudo al recordar
la pelea que habían tenido horas antes, todas las cosas hirientes que ella le dijo
al final, dejándolo ir solo, sin su apoyo. Lentamente sus brazos rodearon su
propio torso al darse cuenta lo cerca que estaba de perderlo. Pero… él no podía
irse ¿cierto?

— Quiero verlo –dijo con la voz hecha un hilo.

— No lo permitiré –le respondió una voz femenina detrás de Neji.

— ¡Qué demonios haces aquí, maldita bruja! –exclamó Ino mientras avanzaba
hacia ella. Todo había comenzado gracias a ella. Ella era la culpable de que
Kiba estuviera ahí, herido. Ahora Ino le iba a hacer saber que era más que no
bienvenida en la mansión.

Sin embargo, Sasuke la tomó por la cintura y la alejó de Hana. Ino comenzó a
enzarzarse en una pelea verbal con la mujer lobo, insultándose la una a la otra,
culpándose por ser la causa de la actual situación de Kiba y buscando siempre
deshacerse de los agarres que Sasuke y Neji tenían sobre ellas.

Entonces Sakura apareció por el pasillo y se interpuso entre ambas mujeres.

— ¡Ya es suficiente! Las dos tienen que controlarse. En estos momentos Kiba
está muy malherido y sus gritos no están ayudándolo, se los aseguro. Así que
ambas se calmarán en este instante o las haré subir ¿estamos?

De un empujón, Hana se liberó del abrazo de Neji y miró a Sakura con furia.

— ¿Quién es ella? –preguntó con fastidio sin dejar de mirar a la mujer de ojos
verdes.

— Ella es mi Compañera –respondió Sasuke, dejando libre a Ino para después


acercarse a Sakura-. Y ya la oyeron, o se tranquilizan o tendrán que esperar
arriba. –miró a la rubia a sus espaldas- Ambas.

Fue en ese momento, después de escuchar la sentencia de ambos reyes, que el


silencio volvió a llenar el espacio entre las paredes de metal del túnel. Durante
las cinco horas siguientes, Ino permaneció lo más cerca que pudo de las puertas
de la enfermería, deseando con todas sus fuerzas que Shikamaru o Hinata
saliera para decirle que Kiba estaría bien, mientras que Hana esperaba lejos de
ella, con Neji, Sakura y Sasuke como barrera.

Con cada minuto que pasaba, Ino sentía el pasillo encogerse a su alrededor.
Repentinamente el aire le pareció irrespirable, como si sus pulmones no
pudieran soportar tenerlo dentro; la atmósfera en el corredor era gélida,
escalofriante, llena de una pesadez que la estaba agotando conforme el tiempo
transcurría. Tiene que sobrevivir, tiene que sobrevivir… se repetía una y otra
vez, convenciéndose a sí misma de que el destino no podía ser tan cruel, de que
iban a tener una oportunidad de arreglar todo y disculparse por lo dicho mientras
discutían.

Tienes que sobrevivir…

Cuando Hinata y Shikamaru aparecieron por las puertas, sus rostros no le


brindaron la esperanza por la que había estado pidiendo durante todas esas
horas. El vampiro sólo paso junto a ella, se detuvo con Sasuke para murmurarle
algo al oído y luego de que el rey asintiera ligeramente, Shikamaru siguió su
camino por el corredor hasta las escaleras.

Rápidamente Ino volvió su atención a la doctora frente a ella, indecisa sobre


preguntar o dejar que ella hablara primero.

— Hemos cerrado todas sus heridas –comenzó Hinata, ahorrándole así el


dilema-. La herida de daga en la espalda perforó su hígado en su cara posterior,
pero controlamos la hemorragia al igual que las heridas de bala en su pulmón
izquierdo y arteria coronaria. Le suministramos antihistamínicos para controlar la
reacción por la plata, pero entró en shock antes de que llegaran aquí por lo que
aún hay que esperar a que reaccione. Shikamaru permanecerá monitoreándolo
lo que queda de esta noche y durante el día. Yo volveré al anochecer para ver
como sigue su proceso de recuperación.

— ¿Eso quiere decir que se pondrá bien? –preguntó Sasuke. Hinata llenó sus
pulmones de aire antes de responder.

— Con honestidad, no lo sé. Tenemos que esperar a ver su evolución. Perdió


demasiada sangre y aún habrá que ver su reacción a la plata. Hemos hecho
todo cuanto estuvo en nuestras manos. Ahora lo demás depende de él.

Ino sintió que estaba a punto de desvanecerse, de hecho, casi pudo sentir como
sus piernas dejaban de sostener su peso sobre sí mismas. Pero no tocó el piso.
Neji la sostenía apoyándola contra su pecho, evitando así que llegara al suelo.

— ¿Pu…puedo verlo? –susurró titubeante. Sólo esperó a que Hinata asintiera


con la cabeza antes de correr por las puertas de la enfermería.

La doctora dio unas cuantas indicaciones más antes de despedirse. Shikamaru


le había llamado de improviso y ella había tenido que abandonar la clínica para
llegar a la mansión antes del equipo que traía a Kiba así que aún tenía cosas por
hacer en su trabajo. Subió las escaleras de metal hasta llegar a la puerta debajo
de la escalera principal en la parte superior de la mansión. Abrió la puerta y
atravesó el vestíbulo, yendo directamente hacia el perchero donde colgaba su
abrigo. Tomó la prenda y entonces se topó con unos ojos azules más que
familiares para ella. Sin poder evitarlo, dio un pequeño salto hacia atrás.

— Lo lamento, no quería asustarte –dijo Naruto, retrocediendo cautelosamente.


Esa era la primera vez que hablaban desde que ella se había ido.

— No… e…está bien.

— ¿Ya te vas? –ella asintió en silencio.

— Tengo que volver a la clínica. –respondió en un susurro-. Aún tengo pacientes


por revisar.

Naruto asintió lentamente, entonces vio como Hinata miraba hacia la puerta. Él
hizo lo mismo y luego volvió a mirarla.

— ¿Te molesta si te acompaño afuera? –preguntó él esperando de todo corazón


que ella aceptara.

Sólo quería estar unos segundos más a su lado. Todos esos días le había hecho
tanta falta que se sentía como si algo le faltara, algo realmente importante. Se
sentía perdido sin ella.

— Ah… sí, está bien –respondió ella finalmente, encaminándose hacia la puerta,
siendo seguía por el guerrero rubio.

Cuando llegaron al centro del patio, ambos se detuvieron. Afuera el aire helado
formaba pequeños remolinos alrededor de ellos, haciendo que su murmullo
fuera todo lo que se escuchaba en ese momento. Ninguno de los dos pareció
demasiado incómodo para romperlo. O al menos así les pareció.

— Yo… ah… iba a venir a buscarte –dijo Hinata de forma sorpresiva- Pero no
sabía a qué hora saldrías para hacer rondas y… yo… no sé…

Mientras dejaba la frase en el aire, una fuerte brisa llegó hasta ellos e hizo
ondear el cabello de Hinata alrededor de su rostro. Ella se abrazó con fuerza a sí
misma, apretando el abrigo contra sí. Él quería rodearla con el brazo, pero se
contuvo y esperó que el abrigo estuviera haciendo bien su trabajo de mantenerla
lo suficientemente abrigada.

En el silencio, las palabras le venían a la mente de manera fugaz, todas ellas


pertenecían a la variedad de las disculpas, y todas resultaban completamente
inútiles en ese momento, todas ella no eran más sandeces. Ya había dicho que
lo sentía, y ella sabía que lo decía en serio, y que iba a pasar mucho tiempo
antes de que dejara de desear que hubiera algo más que pudiera hacer para
compensarlo.

En esa noche fría, todo lo que podía hacer era quedarse allí parado junto a ella
mirando fijamente la inmensa extensión del patio empedrado frente a ellos. El
mismo lugar donde semanas antes, él se había dado cuenta de la estupidez más
grande que había cometido al subestimarla.

— No recuerdo haber sido feliz fuera de estas paredes –susurró suavemente.

— ¿Ah, no?

Hinata pasó una mano por su rostro para apartar un par de mechones que caían
sobre sus ojos.

— Toda mi vida fui subestimada por mi padre, siempre siendo la débil ante sus
ojos, la que no era capaz de comprender nada de lo que él hacía. Incluso
cuando le dije que estudiaría medicina y que viviría sola, él dudó que yo lograra
hacer algo realmente importante. Siempre dudaba de mí… -susurró con
nostalgia- pero, ¿sabes que fue lo peor?

— ¿Qué cosa?

— Que había veces en las que creí que era verdad. Cuando era niña, era tanta
mi necesidad de que mi padre me aceptara que pensé "si yo creo que también
soy débil y le dio la razón, él entonces sabrá que estoy de su lado" –intentó reír,
pero sólo salió un sonido amargo, doloroso.

Naruto odiaba que ella hubiese tenido que pasar por el rechazo de su padre
estando sola.

— En verdad llegué a creer que no valía la pena, que era alguien dispensable,
alguien que podía ser reemplazada con facilidad como lo era un mueble o una
prenda de ropa arruinada. Porque yo no era bonita y lista como Hanabi, no tenía
ese brillo en la mirada ni esa luz que iluminaba cualquier lugar en el que se
hallara. Siempre fui la callada, la tímida, la que no podía articular dos palabras
sin tartamudear, a la que nadie notaba. Simplemente me sentía… invisible.

— Pero cuando llegaste aquí…

— Estas últimas semanas contigo han sido aún peor –respondió tajante
mirándolo a los ojos-. Cuando pienso en esas noches… sabía que algo estaba
mal. En el fondo de mi corazón yo lo sabía, podía sentirlo. Dejaste de venir a la
cama regularmente, ya no descansabas, pasabas todo el día entrenando o en el
estudio. Dejaste de ser el hiperactivo, ahora siempre estabas tenso. No comías,
ni siquiera venías a mí para alimentarte. Y cuando te preguntaba cómo te
sentías referente al sello, siempre me contestabas la misma frase. Siempre. –
volvió a mirar al frente- Yo sabía que algo andaba mal, pero no quería enfrentar
la realidad de que… tal vez… estuvieras mintiéndome en algo tan importante
como el asunto del kyubi.

— Mierda… lo siento. Nunca fue mi intención hacerte algo así, Hinata.

El perfil de ella estaba siendo iluminado por la luz de la luna, dándole a su piel
un extraño brillo que la hacía aún más hermosa ante sus ojos mientras
continuaba.

— Pienso que eso forma parte del enredo mental que hay en mi cabeza en este
momento. Todo el asunto me lleva de regreso al modo en que solía vivir cada
día de mi vida. Después de conocerte y de mudarme aquí me sentí tan aliviada,
porque finalmente tenía con seguridad todo lo que una vez pude haber deseado.
Increíblemente tenerte a mi lado me proporcionó una base. Me hizo sentir a
salvo. —Se volvió hacia él—. ¿Este asunto contigo? ¿El mentir? Hace que
sienta que no puedo volver a confiar en mi realidad. Sencillamente no me siento
a salvo, me refiero a que, todo mi mundo gira en torno a ti. Porque el más
reciente y más importante capítulo de mi vida está basado en ti, porque nuestro
emparejamiento es la base de mi vida. Así que esto implica mucho más que el
hecho de que tengas que retirar el sello ¿lo entiendes?

—Sí. —Demonios. ¿Qué más podía decir?

— Sé que tuviste tus razones.


— Sí.

— Y sé que no querías… ¿herirme?

—Definitivamente no tenía esa intención. –respondió con toda la firmeza que


pudo.

—Pero sabías que lo haría, ¿verdad?

Naruto agachó la cabeza y hundió las manos en los bolsillos.

— Sí, lo sabía. Es por eso que no había estado durmiendo. Sentía que estaba
haciendo mal al no decírtelo.

— ¿Tenías miedo de que me negara a permitirte hacerlo o algo? ¿A que no lo


comprendiera? ¿O…?

— El asunto es así… Al final de cada noche volvía a casa y me decía que no iba
a hacerlo otra vez. Que tú necesitabas saberlo porque no era justo que te tratara
así, que era necesario decirte la verdad. Y en cada puesta del sol me
encontraba subiendo las escaleras desde el salón de entrenamiento porque no
había podido decirte nada. No quería que te preocuparas, y me decía a mí
mismo que no te lastimaría más. Pero no podía pensar en otra manera que no
fuera alejarte de mí antes de que te hiciera más daño. –se frotó el rostro con
ambas manos al tiempo que enfocaba su mirada en el cielo- Estaba equivocado,
lo sé y no podía afrontar lo que te estaba haciendo. Simplemente eso me estaba
matando.

Ella le puso la mano en su antebrazo y él se congeló, su amable contacto era


más de lo que merecía. Mientras deslizaba su mano de un extremo a otro,
dándole una ligera caricia, él clavó su mira en ella y con cuidado le capturó la
mano. Ninguno de los dos pronunció palabra mientras se sujetaban uno al otro,
con sus dedos entrelazados.

A veces las palabras eran menos valiosas que el aire que las transportaba
cuando se trataba de acercarse.

Luego de unos segundos que a Naruto se le pasaron en un parpadeo, Hinata


soltó su mano y se aclaró la garganta.

— Será mejor que vuelva a la clínica. El amanecer se acerca y aún tengo cosas
por hacer.

— ¿Quieres que te acompañe allí? –preguntó Naruto en un fallido intento por no


sonar ansioso. Demonios, estar separados era de lo peor. Pero al menos ya
hablaban.

Ella negó con la cabeza.

— Estaré bien.

— No puedes imaginarte lo arrepentido que estoy –declaró en un susurro.


Hinata estiró la mano y le tocó el rostro.

— Lo sé. Puedo oírlo en tu voz.

Se acercó a él y depositó un beso en su mejilla.

— Trata de descansar, luces realmente abatido. –le susurró.

Entonces ella se desmaterializó en el aire. Su chakra y su cálida presencia


fueron reemplazados por el gélido aire de diciembre.

Naruto esperó cerca de dos minutos; luego se desmaterializó hacia la clínica de


Tsunade. Después de tanto tiempo alimentándose el uno del otro, había tanta de
su sangre en ella que podía sentir su presencia incluso dentro de las robustas
paredes de la instalación cargada de seguridad, y supo que estaba protegida.
Apesadumbrado, se desmaterializó otra vez y se dirigió de vuelta a la mansión.

Pronto llegaría el final de aquella larga noche.

Cuando Sasuke dejó la enfermería, traía sobre sus hombros un peso más. La
desaparición de la prima de Hidan era un hecho aislado, nunca antes se había
sabido sobre la desaparición de un civil, no a menos que cayera en manos de
akatsuki en dos formas: como uno de sus miembros, o como su víctima. Y dado
que Orochimaru sólo aceptaba varones en sus filas, la primera opción estaba
prácticamente descartada. Eso dejaba la opción que él temía. Sí, conocía a
Karin pues en las ocasiones en las que había acompañado a Ino a casa de sus
padres, esa mujer no había desaprovechado la oportunidad para insinuársele;
pero no era ese el motivo por el que temía por ella, sino porque ahora, siendo
rey, sentía que tenía el futuro y la vida de todos los miembros de su raza en sus
manos. Y eso le hacía sentir que cualquier cosa que les pudiera ocurrir, sin
importar de quién se tratase, él sería el culpable.

"Como rey vas a aprender que tienes que protegerlos. Porque si no lo haces tú,
¿quién lo hará?" le había dicho Hana antes de dejar la mansión minutos antes
de que las persianas de acero se corrieran.

— Ella tiene razón, pero no en el sentido que tú estás pensando –escuchó


repentinamente haciendo que detuviera su andar por el pasillo hacia su
habitación.
— Ahora no, Itachi. –dijo retomando su andar.

Cuando llegó a su habitación, su hermano ya estaba esperándolo recostado


contra uno de los muros.

— Nada de lo que ocurrió esta noche fue tu culpa. –Sasuke bufó hastiado.

— No, ¡sí es mi culpa! –dijo fuertemente, dispuesto a sacar sus frustraciones-.


Ino tenía razón, yo sabía que no era buena idea que Kiba me acompañara al
Refugio, no debí tomar esa decisión… Debí de haberlo pensado mejor. –
entonces explotó- ¡Es mi culpa, no tomé la decisión correcta y ahora esta guerra
se me está saliendo de las manos! –gritó recordando la alucinación del ex
prometido de Sakura con Akatsuki-. Debí de haberlo hecho mejor.

— Y aún así hubieran sido atacados por cazadores y muy probablemente otro
de tus guerreros o incluso tú pudieron resultar heridos. No eres responsable del
destino, no puedes manipularlo a tu antojo y no puedes culparte por los
resultados de las decisiones que toman las personas a tu alrededor, Sasuke. Si
no dejas de hacerlo terminarás vuelto loco.

El menor de los Uchiha estaba a punto de replicar cuando Sakura salió por la
puerta del baño. Él la miró y soltando todo el aire de sus pulmones se dejó caer
derrotado sobre la cama. El dolor de cabeza lo estaba matando y su hermano no
ayudaba.

Espero a que Sakura le preguntara con quién hablaba o le hiciera algún


comentario, pero ella no le dijo nada, sólo extendió su mano hacia él.

— Ven, luces cansado. Vamos a que te des un baño y así puedas descansar ¿te
parece?

Sasuke alzó la mirada completamente extrañado.

— ¿No vas a preguntarme si estoy bien, o decirme que todo estará bien?

— Bueno, ¿es lo que quieres? –preguntó ella causándole más confusión-. Me


refiero a que si estás discutiendo y estás tan tenso es obvio que no estás bien. Y
si es verdad lo que gritaste, también es obvio que las cosas no están bien
¿cierto? Pero sí, creo fervientemente que todo estará bien.

Sasuke permaneció en silencio durante unos segundos, pensando en la


respuesta que ella le había dado. Entonces se levantó y la abrazó con fuerza
agradeciendo una vez más al destino por haberla puesto en su camino. Era la
mujer más extraña que había conocido en su vida, nunca había conocido a
alguien que no se esforzara en hacerle creer que las cosas mejorarían aunque
todo pareciera indicar lo contrario; sino que sólo estuviera ahí, para reconfortarlo
mientras lo peor pasaba.

Pero así era ella. Y por eso la amaba más que a nada en el mundo.

— Creo que el baño es una buena idea –le susurró contra su cabello, sin dejar
de abrazarla.

— Me parece perfecto –respondió ella- Sólo una pregunta…

— ¿Qué cosa?

— ¿Quién es ese hombre?

Sasuke se apartó ligeramente para mirarla.

— ¿Qué hombre? –preguntó confundido.

Sakura extendió su brazo apuntando exactamente al sitio donde Itachi estaba


recostado contra el muro, mirándolos fijamente.

— Ése que está ahí.

De inmediato el mayor de los Uchiha se enderezó con una cara de sorpresa al


darse cuenta de que, efectivamente, Sakura tenía clavada su mirada en él.

— ¿P…puedes verme? –preguntó Itachi sin poder salir de su asombro.

— Ahm…Síp, puedo hacerlo. –entonces frunció el ceño, extrañada- ¿Por qué?

Ambos Uchiha no podían ocultar su sorpresa.


Capítulo 29

Ahí estaba él. De nuevo.

Era insano, era enfermizo y era irracional, pero no podía evitarlo. Las últimas
semanas ir a ese lugar se había convertido en parte de su rutina diaria. Sólo se
conformaba con verla alistándose para dormir. Sólo viéndola.

Cada noche, Gaara visitaba la casa donde ahora vivía Kaiya. Una vez al inicio
de la noche y otra al final. Sólo para asegurarse de que ella seguía ahí, de que
no había sido sólo un sueño. Desde las sombras que se proyectaban en el
jardín, él se dedicaba a observarla durante unos segundos, tal vez un par de
minutos antes de comenzar sus rondas; y luego, al final de la noche, volvía
cerca del amanecer.
"¡Fantástico! Ahora no eres mejor que un voyeurista", se dijo a sí mismo. "Eres
patético".

Observó cómo Kaiya iba hacia el reproductor de audio, ella oprimió un botón y la
suite para violonchelo solo de Bach dejó de escucharse a través de los cristales
de las ventanas. Ahora sabía que ella tenía una fuerte inclinación hacia la
música clásica, la escuchaba todas las noches durante un par de horas,
después iba a la cocina por un poco de té y luego se iba a la cama. Claro, eso lo
había averiguado en las últimas semanas donde puso en práctica sus
habilidades de espía barato, porque cuando ella había estado en la mansión, él
ni siquiera había hecho el intento por conocerla un poco. Ella se giró para
encaminarse hacia la cocina cuando tropezó con un taburete.

Sin pensarlo, Gaara se materializó dentro de la casa y logró atraparla antes de


caer.

Kaiya no fue del todo consciente de lo que ocurría a su alrededor. Había dejado
de escuchar música dispuesta a irse a dormir temprano cuando un error le había
hecho olvidar el taburete en el que había permanecido sentada, haciéndola
tropezar. Pero entonces… no cayó al suelo. Algo la sostuvo, un par de brazos
habían impedido su caída al rodearla por la cintura. De inmediato una ola de
pánico asaltó su cuerpo y ella comenzó a forcejear para liberarse del agarre,
intentó soltar manotazos y movió sus piernas con insistencia. Todo para librarse
de aquel desconocido.

Sólo que cuando su nariz percibió aquel aroma profundo se dio cuenta de que
aquel… no era un desconocido. Dejando de luchar y con los ojos abiertos por
completo, sólo atinó a decir una sola palabra:

— ¿Gaara?

El guerrero se quedó helado cuando le escuchó pronunció su nombre. Mierda.


Había cometido un error gigantesco. Súbitamente la soltó y luego de materializó
al otro lado de la habitación, procurando permanecer en el más absoluto de los
silencios.

— Gaara… -volvió a llamarlo, pero otra vez no obtuvo respuesta-. Escucha, sé


que estás aquí ¿okay? Puedo sentirte. –de nuevo, sólo le respondió el silencio.

Ella comenzó a moverse por la habitación, lentamente. Su brazo derecho


permanecía estirado frente a su cuerpo para así poder sortear el mobiliario de la
habitación. Le estaba buscando, podía sentirlo.

Luego de unos segundos ella dejó caer el brazo y exhaló profundo.

— Vamos a dejar esto claro ¿de acuerdo? –dijo sin mirar a algún lugar en
específico-. Ya me cansé. Sé que estás aquí, Gaara. Así como también sé que
has sido tú quién ha venido a mi casa cada noche desde que dejé la mansión.
Sé que eres tú quien apaga la cafetera cada noche cuando yo la dejo encendida,
y también sé que eres tú quien corre las persianas de mi habitación antes de
que amanezca.

Oh, mierda. Ahí estaba otro error aún más garrafal que el que acababa de
cometer: la había subestimado. Nunca creyó que ella pudiera percatarse de
todos esos pequeños detalles, pero claro, él había sido un imbécil al no recordar
que ella estaba ciega. No pudiendo ver, era más que obvio que los detalles que
él consideraba 'insulsos' pasaran a tomar gran relevancia para alguien que tenía
una percepción muy distinta a la suya.

— Sólo quiero saber que estás aquí, por favor –suplicó ella en un susurro-. Mira,
si hay algo que quieras hacer o decirme sólo hazlo ¿de acuerdo? –no obtuvo
respuesta y eso la hizo suspirar pesadamente-. Habla conmigo, Gaara.

Estaba a punto de darse por vencida cuando una presencia apareció


instantáneamente a sus espaldas, tan cerca que su calor alcanzaba su cuerpo,
saturando sus sentidos de ese aroma que tanto amaba. Él estaba ahí. Y pudo
sentir su corazón latir otra vez. Su aliento golpeaba contra su cabello, colándose
entre los mechones hasta llegar a su nuca, logrando hacer que un escalofrío
recorriera su columna vertebral.

— Lo lamento. No volveré a molestarte.

Kaiya contuvo la respiración al escuchar aquellas palabras. Rápidamente se giró


para encararlo pero en el mismo segundo escuchó cómo se abría la puerta de
cristal que daba al jardín posterior, la gélida brisa decembrina le caló hasta los
huesos, más no le importó. Con andar torpe, intentando avanzar lo más rápido
que pudo, caminó hacia la puerta. Se detuvo justo en el umbral, apoyando las
manos en ambos extremos mientras nuevamente sentía que el corazón se
desvanecía en un agujero negro dentro de su pecho. Su respiración era agitada,
más no por el esfuerzo físico.

— ¡Gaara! –gritó con todas sus fuerzas.

Gaara caminaba por el jardín trasero, alejándose de la casa de Kaiya, haciendo


todo lo posible para ignorar su llamado y enfocándose en que debía ir a luchar.
Su corazón se hacía pedazos ante la idea de perderla. Apretó los párpados con
fuerza pero gracias a su oído extremadamente desarrollado fue capaz de
escucharla sollozar. Por primera ver en toda su maldita, y sumamente jodida,
existencia él había hecho lo correcto ¿cierto? La había dejado ir, ahora sí de
forma definitiva para que ella pudiera retomar su vida.

¿Entonces porque dolía tanto?


Y realmente dolía. Él era un experto conocedor en las diversas y muy variadas
formas de dolor, es más, prácticamente estaba acostumbrado a él, pero ahora lo
sentía diferente. Esto dolía y quemaba profundamente dentro de su corazón
hasta que él estuvo seguro de que no podría soportarlo, era una sensación
aterradora, insoportable. Le daban ganas de arrancarse la piel él mismo y mirar
que se estaba quemando en su interior, aunque sabía que no hallaría nada.

Pero era para mejor.

Ella era humana y él... él era el vampiro que la amaba.

Gaara maldijo la realidad de aquella declaración. Él quería desesperadamente


negarlo y no podía. Toda su vida había desconocido ese sentimiento, lo había
visto en cada uno de los miembros de la cofradía y sus compañeras, y
prácticamente él había dado por sentado que había nacido negado a él, pero
ahora no podía evitar la verdad. Kaiya era todo a él.

No había nada en ella que él cambiaría. Le gustaba el modo en que le hablaba


sin ningún recelo o tapujo. La forma en que le enfrentaba sin temerle pero sin
ser cruel con él. La manera en que siempre se aseguraba de que él estuviera a
su lado. La forma de sentirla entre sus brazos y el sonido de su voz cuando
decía su nombre.

Ella había sido un remanso de tranquilidad dentro del infierno que era su vida
diaria y daría cualquier cosa por ella. Cualquiera. Tan sólo por un minuto, un
segundo para poder estar a su lado siendo simplemente él. Pero él no podía.

Porque él no la merecía.

No estaba realmente centrado en lo que estaba haciendo.

Su mente estaba divagando, a la deriva de sus pensamientos, ignorando casi


por completo el cuerpo que se movía contra el suyo. Sus embestidas eran
prácticamente un movimiento mecánico, tan solo algo que hacía sólo por
hacerlo. Los gemidos de su amante en turno llenaban sus oídos cubriendo el
estruendo de la música que se escuchaba fuera de las paredes de ese baño en
el club. Ella aferró sus brazos alrededor de su cuello cuando él aumentó el ritmo
de sus empujes, la elevó un poco más sobre la encimera de los lavamanos de
modo que pudiera entrar aún más profundo.

Y entonces ahí estuvo.

El orgasmo lo alcanzó como una ola enardecida que se extendió por todo su
cuerpo, arrancando un gruñido de sus labios. Y fue entonces cuando ese exceso
de energía que siempre tenía en su interior ahora había pasado hacia la mujer
incrementando considerablemente la cantidad de placer que ella sentía. Eso era
en realidad el truco detrás de su mal ganada fama. Ese era el secreto tras el
amante de ensueño que hacía delirar a todas las mujeres de su raza y que era
motivo de envidia y maldiciones entre los demás varones. Era tan patético que si
alguien lo llegara a descubrir toda su reputación se vendría abajo.

Lástima que nadie lo hubiese descubierto aún.

Como un ángel, o mejor dicho, como un mestizo era muy curioso lo que sucedía
con él. El poder de los de su clase estaba íntimamente ligado a sus emociones.
Así las emociones 'buenas' aumentaban su poder y las 'malas' lo disminuían.
Genial, pensaría cualquiera. Excepto que, al ser mestizo, el no podía tener bajo
control toda la energía y el poder que las emociones 'buenas' producían. Sí,
aunque él pretendía ser un jodido bastardo mal nacido la mayor parte del
tiempo, lo cierto era que no podía ser una mala persona del todo porque sus
hermanos dentro de la Cofradía le importaban más de lo que él quisiera. Ese
amor fraternal era lo que hacía que sus reservas de poder se mantuvieran
constantemente por encima de un nivel normal y cuando éste se descontrolaba,
era cuando él podía brillar como una linda lámpara incandescente que volvía
polvo todo lo que tocaba.

Su padre había intentado sellar ese poder y lo había conseguido… parcialmente.

Los tatuajes que cubrían el lado derecho de su cuello y brazo, ayudaban pero no
eran una solución permanente. Eran más que nada una forma de equilibrio que
ayudaba a distribuir la energía dentro de su cuerpo, por eso cuando se
descontrolaba, los tatuajes crecían en un intento por mantener ese equilibrio,
aunque ese pequeño truco le causaba demasiado dolor. Ahí era cuando
intervenía el sexo decadente, lujurioso y sin compromisos que, ciertamente,
también ayudaba. Basados en los términos del pueblo de su madre, la lujuria era
lo opuesto al amor real, era la simple expresión del deseo carnal que nublaba los
sentidos y hacía que alguien se alejara de la búsqueda del verdadero amor sólo
por la simple satisfacción de la carne. Bueno, contrario a lo que podría pensarse,
era ese pequeño principio el que le ayudaba a sobrevivir.

El simple sexo vacío servía de dos formas para deshacerse del exceso de
energía. Por un lado, un poco de esa energía pasaba a su amante para
aumentar su placer convirtiendo un simple orgasmo en una experiencia casi
divina. Y por el otro, disminuía su energía al ser precisamente eso: vacío. Siendo
simplemente el acto de follarse a alguien, sin ningún sentimiento involucrado, lo
convertía en el grado de expresión más alto de la lujuria.

Era por eso por lo que él no podría amar a nadie. 'Hacer el amor' en lugar de
tener sexo, era algo absolutamente imposible para él. Y había quedado más que
comprado hacía mucho tiempo.
Cuando el último estremeciendo del orgasmo desapareció de su cuerpo, él se
alejó de la mujer permitiendo así que ella pudiera apoyar ambos pies en el piso.
Con la respiración aún agitada, cerró la bragueta de sus pantalones e intentó
acomodar un poco sus ropas. Miró de soslayo a la mujer humana. Rubia, ojos de
un color verde pálido, cuerpo atlético, cara linda. La había visto desde que entró
a X-tasis, bailando con un grupo de amigas. Ella lo miró, él la miró, ella sonrió, él
se acercó, le susurró unas cuantas cosas, ella le dio unas cuantas sonrisas y lo
demás fue cuestión de tiempo. No fue muy difícil convencerla de alejarse de sus
amigas e ir con él a un lugar 'más tranquilo'.

Ella quería lo que él necesitaba.

Así que sin más preámbulos habían terminado dentro de uno de los baños de la
zona VIP del club.

Ella terminó de acomodarse la falda corta que cubría la mitad de sus muslos y
abrochó los botones de su blusa. Entonces notó que él la miraba. Le sonrió
traviesa y se acercó a él.

— Soy Kazumi –le susurró al oído en un tono demasiado sugerente mientras


metía un trozo de papel en el bolsillo de su abrigo- Llámame.

Neji se limitó a recibir un rápido beso en los labios y luego dejó el baño. Atravesó
el pequeño mar de gente que bailaba en la zona VIP, bajó las escaleras
lentamente intentando ignorar a las personas que se movían a su alrededor y el
estruendo de la música que sonaba en aquel instante. Finalmente detuvo su
andar cuando se encontró fuera del club. Metió la mano al bolsillo donde la
humana había metido el pequeño trozo de papel donde él sabía que estaba su
número de teléfono.

Sostuvo el pedazo de papel entre sus dedos marcados por los tatuajes rojos, su
piel brilló ligeramente y entonces el papel se convirtió en simple polvo dorado
que se espació en el viento. No le interesaba. En realidad ninguna de ella lo
hacía.

Metió la otra mano en su otro bolsillo del que sacó un cigarro y su encendedor
dorado. Mientras lo encendía, tomó el camino a su izquierda dispuesto a
comenzar sus rondas.

Karin observaba horrorizada el enorme charco color carmesí que había frente a
ella. Sin poder evitarlo, se encogió más sobre la esquina en la que estaba, sus
uñas arañaban ligeramente la sólida pared que la envolvía, recordándole que
eso no era una pesadilla, que lo que estaba viviendo no era un terrible sueño del
que pronto iba a despertar para encontrarse con el, ahora no tan, odioso rostro
de Hidan quien la esperaría para cenar juntos.
Apretó los párpados con fuerza mientras recordaba lo ocurrido la noche
anterior…

Como al inicio de cada noche desde las últimas semanas, aquel cazador que la
tenía cautiva la dejó sola. Otro cazador había llamado a la puerta un poco antes
de que el sol se ocultara por completo, había mencionado algo sobre un plan y
que todo había quedado listo. No le había tomado mucho tiempo darse cuenta
que aquel que la mantenía encerrada era el cazador de mayor jerarquía después
de Orochimaru. Eso le extrañaba, pues era perfectamente consciente de que
ese cazador apenas había pasado por la transición, ella lo sabía por la cantidad
de veces que se había alimentado. Y era precisamente por eso por lo que le
resultaba difícil creer que alguien tan joven estuviera al mando.

Segundos después, su captor había despedido al akatsuki, le había dedicado


una fría mirada y luego había desaparecido tras la puerta que daba al cuarto de
baño.

La primera idea que cruzó su mente fue intentar huir, pero como siempre, se dio
cuenta de que era imposible. Su captor lo sabía y eso era lo que más la
torturaba. Él sabía que ella quería huir, también sabía que le refrenaba el hecho
de que, una vez dejando la habitación no tendría más a donde ir, los otros
cazadores la hallarían y muy probablemente la matarían. Él disfrutaba con su
sufrimiento, con su confusión, y por eso jugaba con ella. Por eso la mantenía a
su lado y le daba la libertad de hacer cuanto quisiera en la habitación, incluso
dejaba la puerta abierta; era como si quisiera ver hasta donde la llevaría su
dolor… o su estupidez.

En realidad, después de todo lo que había tenido que pasar durante las últimas
semanas, la muerte ya no sonaba tan aterradora como lo había pensado antes.
Ahora le parecía la única forma de escape que tenía, pero aún así no podía
hacerlo. Apretando la sábana de seda negra contra su pecho se dio cuenta de
que no quería morir, no sin antes ver a Hidan una vez más. Habían discutido por
nimiedades como siempre, pero ella se había extralimitado al decirle que
ninguna mujer lo tomaba en serio y que por eso Ino había preferido emparejarse
con un licántropo que con él. Había sido un golpe realmente bajo, incluso para
ella, y ahora no hacía más que arrepentirse de haberle dicho aquello.

Por eso no podía morir, debía tener una oportunidad para decirle a su primo, el
único hombre que no la veía como si sólo fuese una Barbie tonta, vacía y hueca,
que realmente lo sentía.

Cerró los ojos intentando que las lágrimas no volvieran a aparecer. Se sentía tan
sola, tan perdida, tan vejada por todo lo que había tenido que vivir las últimas
dos semanas. Dormir con él, ser su fuente de alimento… se sentía peor que una
esclava. Y en realidad lo era. Un sollozo escapó de sus labios contra su
voluntad. Ella se llevó una mano hacia su boca y entonces lo sintió: una
sensación mordiente que hacía encoger su estómago y enviaba escalofríos por
todo su cuerpo. De inmediato se tensó y abrió los ojos por completo al reconocer
esa sensación: Hambre.

Sin poder evitarlo su cuerpo tembló. Habían pasado un par de meses desde que
ella se había alimentado, además era la primera vez que era el sustento de un
primerizo y eso había agotado sus reservas de energía antes de lo imaginado.
De nuevo su cuerpo tembló. Ella no podía… moriría antes de…

En ese momento su captor apareció por la puerta vestido sólo con una toalla
enredada en las caderas. Ignorándola fue hacia el armario donde se vistió con
las ropas de combate, abrió un compartimiento sobre el que tecleó una clave y
sacó las armas necesarias para portar. Ella esperaba que continuara así, que la
ignorara, pero mientras comprobaba el cartucho de una de sus armas, de nuevo
esa sensación de hambre llegó a ella y no pasó desapercibida para él.

— ¿Qué te ocurre? –le preguntó escueto permaneciendo estático en su lugar.


Era obvio que ya lo había notado.

Karin hizo el intento de ignorarlo apartando la mirada hacia el lado opuesto de la


habitación. Él se acercó a la cama y se sentó frente a ella, la tomó con violencia
por el mentón y la obligó a mirarlo. Su oscura mirada la amedrentaba, la
agobiaba, le hacía pensar que en cualquier momento toda esa oscuridad que
reflejaba caería sobre ella. Él la escudriñaba con intensidad, como si intentara
resolver un enigma que sólo él sentía. Su cuerpo temblaba al sentirse estudiada,
pero más aún cuando el sonido de su sangre comenzó a llamarla. Sin poder
evitarlo, dirigió sus ojos hacia la yugular del cazador.

Él percibió el gesto y una cruenta sonrisa se dibujó en su rostro, como si el


hecho le divirtiera.

— ¿Tienes hambre? –preguntó con ironía. La mueca se hizo aún más amplia
dejando al descubierto sus colmillos. Él la soltó y se levantó de la cama para
volver a lo que estaba haciendo cerca del armario-. No te preocupes, lo
resolveré cuando vuelva. –le dijo antes de abandonar la habitación.

Durante las siguientes horas, el hambre fue incrementándose en su interior, esa


sensación de vacío en el estómago estaba comenzando a hacerse insoportable.
Permaneció toda la noche recostada en la cama, apretando las manos contra su
abdomen intentado amortiguar un poco aquel doloroso hueco que parecía
comerse su interior. Nunca había sido débil, su línea de sangre era lo
suficientemente fuerte como para hacerla capaz de lidiar con el hambre en
condiciones normales… pero las actuales no lo eran. Lo que estaba viviendo
también la tenía agotada psíquicamente y por eso le era más difícil de soportar
su condición.
Cuando creyó que no podría aguantar más, su captor apareció en la puerta, la
tomó del brazo y la hizo levantarse. A trompicones la hizo avanzar por el
corredor, bajar unas escaleras y luego llegaron a lo que parecían ser unas
mazmorras. No era extraño que estuviesen en una fortaleza. Él abrió la enorme
puerta de acero y con su voluntad un par de antorchas se encendieron
revelando al hombre que permanecía encerrado en ese lugar.

— Aquí tienes, disfrútalo. –le dijo su captor empujándola hacia el interior de la


celda.

Karin no pudo ocultar su cara de espanto cuando vio al civil. Ella lo conocía. Era
el compañero de una de las mujeres a las que ella solía considerar sus amigas,
en realidad, era el compañero de la única mujer que no había sido tan hipócrita
con ella. Tan sólo lo había visto en un par de ocasiones, pero su amiga no
dejaba de hablar acerca de él. Su nombre era Shigeo Okiyama, un hombre de
estatus social respetable debido a la fortuna que había hecho gracias a un
manejo impecable de la bolsa de valores y que se había emparejado hacía unos
sesenta años.

El civil tampoco pudo ocultar su sorpresa al verla.

— ¿Qué ocurre? ¿Por qué no te alimentas? –preguntó mientras caminaba por la


habitación.

— No lo haré –respondió ella en un susurro lo suficientemente alto para que


llegara a oídos de su captor. De inmediato el cazador detuvo su andar.

— ¿Perdón?

— No voy a alimentarme de él.

— ¿Ah, no? –preguntó alzando una ceja.

— No.

El cazador se colocó detrás del civil y la miró con una frialdad que le heló
profundamente los huesos.

— ¿Segura?

— Sí –dijo con firmeza- Yo no…

Estuvo a punto de decirle que no podía porque lo conocía y ya tenía compañera,


y que ella por ningún motivo se alimentaría de alguien emparejado, pero antes
de que pudiera expresarlo el cazador había desenfundado un cuchillo y había
atravesado la garganta del civil, degollándolo.
— No me interesa lo que pienses o desees. –sentenció fríamente antes de
encaminarse hacia la puerta sin inmutarse, como si no acabara de quitarle la
vida a alguien-. Yo no juego. Y ya va siendo hora de que lo entiendas.

Karin estaba tan horrorizada por ver aquel cuerpo inerte sobre el sucio piso de
aquella habitación que ni siquiera notó cuando su captor cerró la puerta de la
celda con ella adentro. Cuando fue consciente de ello, comenzó a gritar pidiendo
que la sacara, pero nadie respondió sus ruegos.

Y peor aún, gracias a la sangre ahora derramada en el piso, su hambre se


acrecentó.

Todo el día había permanecido encerrada en esa habitación, junto al cuerpo de


alguien a quien ella solía conocer. Su mente había divagado hasta el rostro de
su amiga, de la compañera de aquel que ahora estaba muerto. Se preguntó
cómo iba a tomarlo cuando se enterara, intentó imaginarse el dolor que le
causaría saber que su compañero había sido muerto por un cazador… por su
causa.

Todos esos pensamientos la marearon provocándole un dolor de cabeza que le


hacía pensar que en cualquier momento estallaría. El hambre se había
disparado volviéndose tan intensa que la hacía doblarse del dolor, ni siquiera
cuando pasó por la transición hacía sentido algo tan doloroso como aquello. Un
par de cazadores habían aparecido minutos antes para llevarse el cuerpo del
civil a rastras, pero la habían dejado en la celda, junto a ese enorme charco de
sangre que no hacía más que recordarle cuán al límite estaba. Su respiración
era tan agitada que se había convertido en fuertes jadeos que resonaban a
través de las cuatro paredes, el pulso le latía en las sienes con fuerza y el vacío
en el estómago prácticamente le carcomía las entrañas.

Necesitaba alimentarse, ahora más que nunca. Podía sentir como el


racionalismo iba siendo poco a poco nublado por el simple instinto biológico de
subsistir. Ella sabía que no podía beber sangre muerta, eso era venenoso para
los vampiros y por demás asqueroso… pero no sabía cuanto tiempo podría
mantener la cordura en esa situación.

Cerró los ojos buscando serenarse cuando repentinamente escuchó murmullos


de voces que iban acercándose a ella.

— Todo resultó conforme al plan. Sin contratiempos. –ella reconoció aquella voz:
era la del cazador que la mantenía cautiva-. La colonia quedó prácticamente
aniquilada.

Una risa sofocada llena de satisfacción reverberó haciendo eco.


— Me alegra que hayas podido ejecutar mis órdenes al pie de la letra, Sai –dijo
otra voz. También reconoció aquel tono siseante, como el de una serpiente:
Orochimaru-. No cabe duda de que no me equivoqué al elegirte.

La conversación se interrumpió, escuchó unos pasos irse alejando y luego la


puerta de acero volvió a abrirse dejando ver a su captor. Ella no pudo hacer más
que dedicarle una mirada cargada de furia, odio y rencor que esperaba que lo
molestara lo suficiente como para matarla. No lo hizo. Se acercó a ella, con
gesto indiferente la tomó del brazo y bruscamente la hizo levantarse. Karin no
pudo sostenerse por sí sola así que él la cargó y la llevó en brazos hasta la
habitación. Al llegar ahí, la depositó sobre la alfombra.

— Ve a asearte –le ordenó. Ella no se movió-. Ve a asearte o mandaré traer a


alguien que lo haga.

Karin tembló ante la idea de las asquerosas manos de un cazador sobre ella, así
que juntando fuerzas de flaqueza logró ponerse en pie y llegar hasta el baño.
Milagrosamente consiguió darse una ducha, intentado de forma inútil hacer que
el olor a muerte desapareciera de su piel. Algo le decía que ese olor nunca la
abandonaría. Con todo su cuerpo temblando, alcanzó una bata de baño color
negra y se vistió con ella.

Cuando volvió a la habitación su captor estaba parado frente a la ventana con el


torso desnudo. Él la miró y con un gesto le indicó que se sentara en la cama, ella
obedeció sin más opción y esperó con todas sus fuerzas que sólo por ese día él
decidiera no estar en esa habitación, que el aspecto tan demacrado que estaba
segura de que tenía lo alejara de ella, pero cuando su captor fue a sentarse
frente a ella, supo que sus ruegos nuevamente no iban a ser escuchados.

Él la sostuvo con fuerza e intentó acercarla a su cuello, pero ella se resistió.

— No voy a dejarte morir tan fácil, ¿me escuchaste? –le susurró junto a su oído.
Luego la apartó ligeramente para observarla, su mirada se tornó aún más fría-.
Así que podemos hacer esto por las buenas o por las malas. Elige.

Karin lo miró muerta de miedo, peor… sintiendo que su cuerpo pedía por él. La
sensación de hambre ya la había sobrepasado, sus sentidos estaban tan alertas
que fue perfectamente consciente del delicioso ruido que hacía la sangre de él
corriendo a través de sus venas, del latido de su corazón bombeando aquel
preciado líquido hasta al más recóndito lugar de su interior, de su aroma
reflejando vida, un aroma que la invitaba a tomar lo que necesitaba.

Su estómago se encogió aún más, exigiéndole dejar de pelear.

Sin poder negarlo más, lentamente fue inclinándose sobre el cuello del cazador,
sus colmillos se habían alargado lo suficiente para que perforar la piel no fuera
para nada difícil. Lo escuchó soltar un gemido ahogado y sintió la sangre
emanar por la herida, llenando su boca con aquel sabor que ahora no podía
parecerle más amargo. El nudo de la bata fue desecho, las manos de él
recorrieron su cuerpo, abrieron sus muslos y lo sintió adentrarse en ella. Esta
vez su cuerpo no lo rechazó, ni siquiera opuso resistencia. Aferró sus uñas a los
hombros del cazador y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras
sentía la fuerza de él pasar a ella, quemando su interior, desgarrando el lugar
por donde pasaba.

Nunca en toda su vida creyó que se podía odiar tanto a sí misma. Pero ahora lo
hacía.

Se odiaba por ser débil.

Kiba inhaló profundo y al instante se arrepintió de haberlo hecho. Maldijo para su


fuero interno cuando esa simple acción había hecho que le doliera incluso en
partes en las que él no sabía que pudiera sentir dolor. Apretó los párpados con
intensidad mientras su cuerpo era abarrotado por todas las sensaciones de lo
que ocurría a su alrededor. Lentamente fue abriendo los ojos, siendo
deslumbrado parcialmente por la lámpara que colgaba sobre él. Parpadeó un
poco para librarse del ardor por la irritación de sus retinas y luego intentó
incorporarse. Fue inútil. Apenas logró levantar la cabeza.

De nuevo maldijo. Jamás había sentido tanto dolor, pero sentirlo era bueno
porque eso significaba que seguía con vida ¿no?

— No te levantes.

Esa voz sonó como un coro de ángeles, rápidamente giró la cabeza hacia su
derecha obviando el terrible mareo que sintió por esa acción. Ino, su Ino estaba
ahí, sentada en una silla de metal, cerca de la camilla.

— ¿Cómo te sientes?

Sus labios se movieron trémulos haciendo vanos sus intentos por articular una
sola palabra. Fantástico, si no había muerto, había quedado mudo o peor…
estúpido. Ella se levantó de su asiento y se acercó a él, sentándose a su lado
sobre la camilla. Estiró su mano para acariciar un poco su cabello y ese simple
roce de sus dedos le pareció pedazos de cielo directos en su corazón. Él la miró
fijamente, memorizando y repasando una y otra vez cada una de sus perfectas
facciones que por un instante creyó no volver a ver. Era hermosa, más que
hermosa para él. Ella significaba todo, algo sin lo que podría seguir respirando si
le faltara, algo que era más importante que su corazón o su alma.

Ino lo miró y le sonrió ligeramente pero con ternura.


— Vuelves a darme un susto como ese y juro por la diosa que yo misma te
castraré antes de empalarte en el jardín ¿entendido?

Él sonrió un poco.

— Fuerte y claro, amor. –respondió luego de unos segundos de batallar para


que las palabras salieran de su garganta.

La sonrisa de ella se amplió un poco más antes de desvanecerse y ser


reemplazada por una línea en la que se habían convertido sus labios mientras
las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.

— Perdóname, Kiba –susurró con la voz quebrada incapaz de evitar que las
lágrimas se deslizaran por sus mejillas-. Nunca fue mi intención lastimarte, te lo
juro amor. Yo…

Él la silenció poniendo un dedo sobre sus labios.

— Shh… no digas nada –acunó su rostro entre sus manos y acarició sus
mejillas- Yo también lo siento. No quise decirte todas esas cosas, eres lo más
importante para mí, Ino. Y no importa lo que el mundo pueda creer, por mí
pueden joderse todos en el infierno con sus estúpidas ideas sobre diferencias
entre razas –tomó la mano de ella y la apoyó contra su pecho, justo en su
corazón, haciendo caso omiso al ligero dolor que sintió- Tú estás aquí, amor.
Eres lo único que hay dentro de mí y primero moriré antes que me faltes ¿me
crees, verdad?

Por toda respuesta, ella unió sus labios a los de él con intensidad. Kiba logró
incorporarse un poco, pasó su mano hasta la nuca de ella y la aferró contra su
cuerpo, ignorando las reacciones dolorosas que eso provocaba en sus heridas
aún sin curar. No le importaba, estando tan cerca de perder al amor de su vida,
lo único que le interesaba en ese momento era sentirla ahí, con él, saber que
había regresado a la realidad donde sólo ellos dos importaban.

Hinata no pudo evitar sonrojarse al ser testigo de aquella escena. Tan pronto
como había caído el anochecer, había ido a la clínica para arreglar un par de
pendientes y luego se había trasladado hacia la mansión para ver cómo seguía
el estado de Kiba. Según Shikamaru, en una de la media docena de llamadas
que tuvieron, le dijo que se estaba recuperando conforme lo planeado y que
estaba respondiendo positivamente a los medicamentos, pero aún así ella quiso
asegurarse en persona.

Y ahora, siendo una espectadora de la intensidad de aquel amor que cualquiera


podría calificar como imposible, viendo la fuerza que Ino y Kiba tenían para
poder seguir juntos sin importar que tan mal estuviera el panorama para ellos;
recordó esa fuerza interna que había creído perder hacía un par de semanas.
Esa fuerza que creyó perdida y que viéndolos a ellos volvió a surgir.

Naruto bajó las escaleras con un aire de fastidio envolviéndolo. No había podido
dormir ni siquiera dos horas seguidas. Otra vez. Bufó con hastío mientras
atravesaba el vestíbulo, luego el enorme comedor hasta llegar finalmente a la
cocina. Abrió el refrigerador, mirando sin mirar el contenido dentro de él. Ni
siquiera tenía hambre. Suspiró mientras tomaba un recipiente que contenía
sobras de la tercera comida del día anterior y cerró la puerta sin el menor
entusiasmo.

Entonces sintió una presencia detrás de él que rápidamente hizo que se tensara.
Miró sobre su hombro, Hinata estaba de pie en medio de la cocina, con una
mano apoyada ligeramente sobre la mesa de mármol.

— Yo no me doy por vencida.

Naruto se giró bruscamente para encararla.

— Hi… Hinata ¿qué estás…? ¿q…? ¿cómo está Kiba? –preguntó aturdido antes
de escuchar en su mente lo que ella había dicho. Apretó los párpados mientras
se maldecía en su fuero interno y luego volvió a abrirlos para mirarla- ¿Perdón?

Ella se acercó un poco más.

— Dije que yo no me doy por vencida –repitió mirándolo a los ojos con una
determinación que le dejó sin aliento-. No me importa qué tan mal se vean las
cosas para nosotros, yo no huyo. Así que no importa lo que tengamos que
hacer, no te librarás de mí tan fácilmente, Naruto Uzumaki.

El movió los labios totalmente atónito. No sabía que era lo que más sorpresa le
causaba si el hecho de que ella estuviera ahí, en casa; o las palabras que había
pronunciado. Al menos eso fue hasta que su cerebro procesó la última frase.

¡¿Qué él no qué?

— ¡Oh, por el amor de la diosa, Hinata! Yo… -las palabras se acabaron en ese
instante. Arrojó el recipiente de plástico con las sobras por encima de la mesa de
mármol, haciendo que se patinara un poco sin volcarse; estiró los brazos y la
atrajo hacia su pecho, abrazándola con fuerza-. Amor, nunca dudes de que lo
único que me hace seguir respirando es que tú estés a mi lado ¿okay? Sin ti no
soy nada, Hinata.

Dándose cuenta de lo que había hecho, iba a soltarla, pero ella permaneció con
él, con el rostro hundido en su pecho y sus brazos rodeándole la espalda.
Estremecido, dejó caer la cabeza sobre su fragante y sedoso cabello y la apretó
lo más que pudo contra su cuerpo. Dios, amaba la forma en la que olía: lilas. No
había en todo el mundo olor más acogedor y magnífico que el de ella.

— Te he echado tanto de menos –susurró él, agotado. Era como si por el simple
hecho de tenerla entre sus brazos toda la presión que había sentido se hubiera
desvanecido.

— Yo también te he echado de menos.

Apartándose un poco, ella volvió a encararlo.

— No importa lo que tengamos que hacer. –se aclaró la garganta-. Si… si tienes
que retirar el sello, entonces lo haremos juntos ¿okay?

Él la miró fijamente, dando gracias a todas las divinidades que se le vinieron a la


mente por permitirle tenerla nuevamente a su lado.

— Claro, amor. Lo haremos juntos.

Volvió a abrazarla aún con más fuerza y respiró profundo llenando sus pulmones
de aquel aroma floral que parecía resucitarlo en ese instante. No era tan tonto
como para creer que eso sería una panacea instantánea, pero él tomaría lo que
le había sido dado.

Se echó un poco para atrás, elevó el mentón de ella con dos de sus dedos y
reclamó sus labios con delicadeza. El simple contacto fue tan
desgarradoramente familiar y al mismo tiempo le pareció algo tan lejano. Sentía
que había pasado una eternidad desde la última vez que habían hecho algo más
que besarse y la verdad no estaba seguro de que pudieran volver a hacerlo. Su
separación no había sido sólo por lo que él había hecho. Era por todo. El kyubi.
La guerra. La cofradía. Las muertes. La familia. La vida se había convertido en
un obstáculo para sus propias vidas.

Pero como ella dijo: él tampoco huía. De hecho, ahora más que nunca se sentía
preparado para luchar contra lo que fuera con tal de tenerla de nuevo a su lado.
Habiendo estado tan cerca de perderla ahora no iba a tener reservas, pelearía
hasta con el último aliento que saliera de su cuerpo. Sólo por ella.

Luego de un instante, se vio forzado a dejar sus labios y conformarse sólo con
abrazarla. Fue entonces cuando Hinata se apartó un poco de él al ver el
recipiente con sobras de comida sobre la mesa.

— ¿Quieres que te prepare algo para comer? Luces como si estuvieras a punto
de caer.

Estuvo a punto de decir: Nah, estoy bien. Pero se refrenó al darse cuenta de que
una verdad a medias o una simple mentira pequeña, no era en absoluto lo que
su relación necesitaba en esos momentos. Así que respirando profundo, tomó
una de las frágiles manos de ella, la llevó hasta sus labios para besarla y dijo:

— Eso sería genial. Me encantaría.

Ella lo soltó para guiarlo hacia una silla y hacerle tomar asiento. Naruto miró
como Hinata se movía grácil a través de la cocina, estudiando con detalle cada
uno de sus movimientos. Minutos después un par de sándwiches estuvieron
sobre un plato frente a él, Hinata se sentó a su lado mientras él comía ambos y
luego de permanecer en silencio unos segundos, disfrutando de la simple
presencia del otro, ella se puso de pie.

— Debo ir a revisar a Kiba. ¿Vienes?

No tuvo que preguntarlo dos veces. En un segundo Naruto se había levantado


de su asiento, llevado el plato hacia la tarja del fregadero y un segundo después
la tomó de la mano para guiarla a través del comedor hacía el vestíbulo y luego
a través de la puerta debajo de las escaleras hacia la parte inferior de la
mansión.

Cuando llegaron a la enfermería, Kiba estaba sentado con la espalda apoyada


contra el pecho de Ino. La rubia no dejaba de pasar sus dedos por el cabello de
su compañero y darle cortos besos en las sienes. Y no cabía duda de que a él le
encantaba ser mimado.

— No deberías estar levantado, Kiba –le reprendió Hinata suavemente.

— Lo lamento, doc.

Ino se bajó de la camilla de un salto, le dio un último beso a Kiba y luego se dejó
guiar por Naruto fuera de la enfermería para que Hinata pudiera hacer su
trabajo. La doctora se acercó a un estante que tenía varios medicamentos y
equipo médico, y donde Shikamaru había dejando las notas que había tomado
durante el día. Luego volvió hacia donde estaba Kiba.

— ¿Cómo te sientes?

— Alegre de estar de vuelta y listo para rockear otra vez –respondió feliz
sacándole una sonrisa a Hinata.

— Es bueno oírlo –dijo mientras comenzaba a examinarlo- Pero quiero que te


tomes las cosas con calma ¿sí?

Kiba asintió con la cabeza y luego ambos permanecieron en silencio mientras


Hinata terminaba de revisar detalladamente cada una de sus heridas así como
sus signos vitales. Cerca de veinte minutos después, la doctora permitió que Ino
y Naruto acompañados de Sasuke y Sakura quienes se habían unido a ellos
mientras esperaban, entraran.

— ¿Cómo está, Hinata? –le preguntó la rubia.

— Está bien, su recuperación está siendo plenamente satisfactoria. Necesita


alimentarse y descansar. Ha respondido muy bien a los medicamentos y
afortunadamente su reacción a la plata no fue fatal, pero fue bastante severa por
lo que ahora su cuerpo sigue requiriendo gran parte de su energía para terminar
de controlarla y eso implica que le tomará más tiempo recuperarse de sus
heridas. Tal vez cuatro o cinco días. Todo depende de cómo siga evolucionando.

Sasuke asintió pensativo.

— Está bien, nosotros nos encargaremos de mantener su trasero en la cama –


dijo Naruto con una sonrisa.

— Entonces creo que sería mejor que lo llevaran a su habitación, -miró a Kiba-
ya que me imagino que no querrás permanecer aquí ¿cierto?

— Definitivamente no quiero.

Sólo eso bastó para que en cuestión de minutos, el hokage estuviera de vuelta
en la habitación que compartía con Ino. Miró a su alrededor y no pudo más que
suspirar con alivio al sentir la frescura de las sábanas de seda contra su piel. Oh
síp, amaba estar de vuelta.

Hinata dio un par de indicaciones más acerca de lo que no debería hacer el


guerrero mientras se recuperaba y una vez que todos estuvieron de acuerdo,
decidieron darle un poco de espacio para que descansara. Sasuke esperó a que
todos abandonaran la habitación, miró a Kiba e Ino por última vez y luego él
también salió, cerrando la puerta tras de sí.

— Te dije que estaría bien.

El rey dio un ligero respingo antes de volverse y ver a Itachi recostado sobre el
muro.

— Al menos sigue en una pieza –respondió mientras comenzaba a caminar por


el pasillo. Su hermano lo siguió.

— ¿Has averiguado algo con nuestra madre? Yo intenté hacerlo, pero dado que
ella sólo me siente y no puede escucharme, pues fue algo bastante inútil.

Sasuke miró a su hermano con el ceño fruncido. Itachi no solía ser de los que
ironizaban las cosas y que lo hiciera en referencia al hecho de que Sakura podía
verlo, era símbolo de inquietud.

— No, aún no. Por si no lo has notado, no he tenido tiempo. ¿Sigues en shock?

— Por supuesto que sigo en shock. Yo creí que tú eras el único que podía
verme y de repente me doy cuenta de que también tu mujer puede, anoche fue
definitivamente una situación bastante escabrosa.

— Imagina lo que fue para Sakura conocer al fantasma de su cuñado. –por toda
respuesta, Itachi sonrió ligeramente-. Planeo ir al otro lado en unas horas, sólo
espero que nuestra madre pueda decirme el porqué, y que lo haga sin un tonto
acertijo como suele hacerlo.

La sonrisa de Itachi se hizo un poco más amplia.

— Oye, recuerda que es la Oráculo. ¿Qué tendría de divertido si te dijera las


cosas tal y como las preguntas? –dijo socarrón. Entonces toda expresión de
burla se borró de su rostro-. Hablando de decir cosas… ¿Por qué no le han
dicho a Kiba el asunto de la colonia?

— Se lo diremos a su tiempo –respondió Sasuke mientras abría la puerta del


estudio-. No creo que él necesite saberlo en estos momentos.

Miró hacia el interior de la habitación y la convicción sobre su decisión le llegó


aún más intensa. No, Kiba no necesitaba saberlo.

Gaara se materializó con dificultad en el patio de la mansión. La noche todavía


no terminaba y él apenas podía sostenerse en pie. Su respiración era agitada y
no podía definir con claridad lo que había a su alrededor. Las últimas horas se
había dedicado a perseguir a los cazadores con más asiduidad que en
ocasiones anteriores, todo para intentar aminorar un poco la increíble opresión
que sentía en el pecho luego de dejar ir a Kaiya, resultando todos sus esfuerzos
inútiles.

Lo único que había conseguido había sido que su chakra quedara por los
suelos… y que su necesidad de sangre se volviera insoportable.

Durante décadas enteras había aprendido a lidiar con el hambre, es más, esa
sensación mordiente en el estómago le había servido como recordatorio de que
todavía seguía vivo, de que desgraciadamente todavía respiraba. Pero ahora,
después de tan arduas batallas con enemigos que había subestimado, se
encontraba al borde del colapso. Habían pasado varios meses desde que él se
había alimentado y ahora era algo que necesitaba con suma urgencia.

Ver a Kaiya había sido un error. Recordar el dulce sabor de su sangre lo había
sido aún más.

Las ideas dejaron de formarse coherentemente en su cabeza cuando atravesó


las puertas de su habitación. Dirigiéndose al baño, tropezó un par de veces
antes de lograr alcanzar la puerta. Los sonidos a su alrededor se magnificaban
convirtiendo al silencio en un tortuoso zumbido que hacía palpitar sus sienes.
Arrojó sus armas sobre el lavamanos de mármol, abrió la llave de la ducha y se
metió bajo el chorro del agua helada con toda la ropa puesta.

La luz se volvió un taladro visual que lo obligó a reventar el foco con la mente.
En medio de la oscuridad, teniendo como sonido de fondo sus propios jadeos,
cerró los ojos y con lo último que quedaba en sus reservas de chakra envió un
llamado.

Su llamado mental fue para Kakashi al Otro Lado. Esperaba que el hombre
comprendiera lo que él necesitaba y que estuviera en la disposición de ayudarlo.

Porque no creía ser capaz de soportar mucho tiempo.

En realidad no sabía los verdaderos motivos por los que su vida había ido a
parar a aquel sobrio camino de soledad. Mirando a su alrededor en el Santuario,
Matsuri no dejaba de preguntarse si alguna vez podría ser capaz de vivir lejos de
todo ese sitio monocromático.

Y entonces un hombre pelirrojo llegó a sus pensamientos.

Había conocido a Gaara prácticamente desde que había nacido. Él siempre fue
el más joven de los dueños de la casa, aquel que la veía con curiosidad cuando
la atrapaba mirándolo fijamente, aquel que le ayudaba a alcanzar las manzanas
de las ramas más altas cuando ella era la encargada de cosecharlas. Siempre
pensó que serían lo mismo: amo – sirvienta, pero su corazón no podía entender
esa relación y quería más. Un día simplemente dejó de verlo como el dueño del
castillo y comenzó a verlo a él, al hombre en el que se estaba convirtiendo.
Aquel que seguía mirándola con curiosidad. Aquel que hacía que algo en su
interior comenzara a entibiarse poco a poco.

Pero todo eso cambió un día. Aquel día en el que la tragedia se posó sobre ese
castillo que tanta gente solía alabar.

Cerrando los ojos los recuerdos volvían a ella como imágenes nítidas. Verlo a él
siendo arrastrado por su padre. Los gritos. La conmoción total dentro del castillo.
Pero había algo más, algo que ella mantenía guardado en su corazón
celosamente como pocas cosas: la tortura. Todavía se recordaba a ella misma
acurrucada en una esquina contra las mohosas rocas de las mazmorras,
observando como Gaara era encadenado y luego azotado por su padre una y
otra vez haciendo caso omiso a sus súplicas por piedad.
Fue la primera de muchas veces.

Ella se convirtió en testigo anónimo de lo que ocurría en aquel tenebroso lugar al


caer la noche, de las injustas acciones que recaían sobre un inocente. Fue una
espectadora de lo que había marcado el alma de Gaara durante décadas
enteras, de cada golpe, de cada azote, de cada herida. Siempre observando
como él intentaba recoger los pedazos de su espíritu cuando su padre lo dejaba
solo después de torturarlo.

Hasta que un día simplemente dejó de hacerlo. Tal vez por cansancio. Tal vez
por desesperanza.

Y una parte en su interior no dejaba de preguntarse si ella hubiese podido hacer


que las cosas fueran diferentes. Porque ella siempre fue eso. Alguien anónimo.
Invisible. Silente.

Nunca tuvo el valor de externarle su apoyo, de correr hacia él y ayudarle a


recoger esos pedazos de alma. La única manera que encontró de ayudarle fue
siendo su sustento, ser lo que él necesitaba biológicamente. Porque cuando ella
decidió esforzarse para ser lo que él necesitaba para sanar su alma ya fue
demasiado tarde. Ya no había alma que sanar. Al menos eso fue lo que siempre
escuchó de todo aquel que los conoció a ambos, aunque ella no lo creyó así.
Dentro de su pecho siempre ha estado albergando la posibilidad de que aquella
mirada curiosa y cálida volviera a reflejarse en esos ojos aguamarina.

Por eso había decidido no separarse de él, hacerse una servidora del templo de
Amaterasu como su única probabilidad de no separar sus caminos. Estar ahí
para cuando él la necesitara sin importar qué tan malo fuera, qué tan fría o
hiriente fuera su personalidad. Porque a diferencia de la mayoría, ella conocía el
alma de Gaara, la conocía de verdad, aún si no hubieran cruzado más de una
centena de palabras en toda su vida.

Ella lo conocía. Y por eso lo amaba.

En ese momento, se encontraba sentada sobre el borde de la fuente, leyendo un


par de antiguos cánticos ceremoniales que debía estudiar, cuando la presencia
de Kakashi la interrumpió.

— ¿Necesita algo, su Excelencia?

Kakashi se descubrió la cabeza y tomó asiento junto a ella. Ambos quedaron en


silencio durante unos segundos antes de que el hombre decidiera hablar.

— ¿No te cansas de esperar, Matsuri?


Ella lo miró extrañada durante un segundo antes de comprender a qué se
refería. Kakashi suspiró ligeramente.

— No tienes que responderme si no quieres. –se puso de pie- Sólo vine para
decirte que Gaara necesita de tu asistencia.

Esa era la frase para la que vivía esperando.

Se levantó de un salto haciendo volar su túnica color cian mientas los


pergaminos cayeron de su regazo, los recogió torpemente antes de hacer una
reverencia y utilizar su chakra para ir al otro lado. Hacia él.

El perfume de Matsuri le llegó a Gaara desde el otro lado de la puerta, en su


habitación.

— ¿Mi señor? -llamó ella al entrar.

El guerrero se tambaleó un poco mientras se envolvía una toalla alrededor de


las caderas. Apoyó una mano en el muro y comenzó a desplazarse hacia la
puerta. Todo parecía ondular frente a él, la pared, el piso, la puerta.

— Necesito...

Kaiya, pensó, alucinando. La necesidad había velado por completo sus sentidos,
la vio ante él, escuchó su voz en su cabeza. Extendió la mano. No tocó nada.

— ¿Mi señor? –preguntó Matsuri haciendo que las luces de la habitación se


encendieran con su mente. Pero no sirvió. Dio un paso hacia delante y notó los
pedazos de cristal esparcidos en la alfombra. Los focos habían estallado en
miles de pequeños trozos.

Gaara frotó su rostro con una mano, barriendo el sudor mezclado con agua de
su frente. Entonces las piernas le flaquearon y tuvo que apoyarse en el umbral
de la puerta para no caer. El aire abandonó sus pulmones, él intentó recuperarlo
pero sólo consiguió una rasposa sensación en el pecho, como papel lija
frotándose contra su piel.

Rápidamente Matsuri corrió hacia él. Pasó un brazo por el perfecto torso del
pelirrojo y lo ayudó a reincorporarse. Él estaba prácticamente apoyado sobre
ella, recargando todo su peso y haciéndole dificultoso el camino hacia la cama,
pero a ella no le importaba. Sin más fuerzas en su interior, Gaara se dejó caer
sobre la cama y la arrastró consigo.

Pero él sintió a Kaiya.

Su mente vagó de inmediato hacia la noche en la que se habían conocido,


cuando él estaba igual que en ese momento: abatido, sin esperanza. Respiró
hondo para intentar estabilizarse, pero su cerebro se había dejado ir desde
hacía mucho tiempo.

Todo lo que le quedaba era aquel recuerdo que ahora volvía a ser realidad.
Abrió los ojos y la vio ahí, frente a él, extremadamente cerca. Esos brillantes
ojos azules reflejando el rubor de sus mejillas por estar tan cerca de él. Ya no
estaba en su habitación en la mansión, estaba en la estancia de la casa de ella.

— Mi señor, necesitas alimentarte –esa voz le sonaba lejana, en un eco casi


indescifrable. Trató de mirar hacia el lugar donde salía aquella voz, pero no
distinguió nada. Todo lo que podía ver era el rostro de Kaiya.

— Mi señor, bebe. Toma mi muñeca –escuchó como una súplica.

Sintió la cálida y suave piel contra su palma. Arrastró la mano a través de aquel
brazo ofrecido, tocó un hombro, una clavícula y la curva de un cuello que se
amoldó perfectamente a su mano.

Y vio el rostro de Kaiya.

El hambre lo dominó, y se apoderó del cuerpo femenino. Con un rugido hundió


los dientes en la suave carne hasta llegar a la arteria. Bebió profundamente y
con fuerza, viendo imágenes de la mujer morena que era suya, soñando que se
entregaba a él, imaginándola entre sus brazos. Imaginando que podía tenerla
así, para siempre. Sin barreras. Sólo ellos dos.

Matsuri ahogó un grito.

Los brazos de Gaara casi la estaban partiendo en dos, su cuerpo era como una
jaula en torno a ella que se estaba estrechando a cada segundo mientras bebía.
Por primera vez, sintió cada uno de los músculos de su cuerpo, incluyendo lo
que pensó que debía de ser una erección, algo que nunca antes había percibido.
Se quedó sin fuerzas y trató de respirar.

Esto era lo que siempre había querido de él. Su aceptación. Su cariño. Y él


finalmente se había dado cuenta de que la necesitaba.

La satisfacción ocupó el lugar del malestar. Matsuri quiso ver el interior de su


mente, una invasión a la que nunca se había arriesgado por temor a ofenderlo.
Pero ahora todo era diferente. Tal vez quisiera besarla cuando terminara.
Hacerle el amor. Quizás ahora pudiera quedarse con él.

Cerró los ojos y exploró sus pensamientos. Pero sólo pudo ver a la mujer en la
que él realmente estaba pensando. Una mujer humana. Era una belleza de
cabello oscuro y ojos azules, entrecerrados. Sonriéndole. Susurrando su nombre
una y otra vez.

Matsuri trató de deshacerse de aquella imagen como si fuera un cristal roto. Con
fuerza intentó empujarlo lejos de ella, huir de ahí, de esa imagen que no quería
dejarla en paz. Gaara no estaba allí con ella. No bebía de su cuello. No era el
cuerpo de ella el que oprimía contra el suyo. Nada de lo que ocurría era por ella.

Nada.

Todo el dolor que sentía se acomodó en su pecho, haciéndole imposible siquiera


respirar. En medio de esa oscuridad deseó con todas sus fuerzas que acabara
ahí. Con todo. Que bebiera toda su sangre, que la dejara seca, que la dejara
morir. Dentro de su corazón gritó con fuerza, reclamándole por su amor, por sus
esperanzas perdidas.

Había tardado años en darse cuenta de la verdad. Toda una eternidad. Él nunca
había sido suyo. Nunca lo sería.

Y darse cuenta de ello le había dejado vacía.

En el silencio que le siguió, no supo cuánto tiempo pasó hasta que finalmente
Gaara liberara su cuerpo. Tan pronto como sus colmillos habían dejado su
garganta, el guerrero se había dejado caer sobre la cama y se había quedado
profundamente dormido. Con el cabello desordenado y un fuerte ardor en el
cuello, Matsuri se levantó, intentando distinguir entre la oscuridad ese rostro que
ahora maldecía con fuerza.

Se encaminó hacia la salida y desapareció tras la puerta. Gracias al favor de la


diosa, no se encontró con nadie en su camino hacia la puerta principal de la
mansión. Abrió la enorme puerta de caoba y se detuvo al sentir el drástico
cambio de temperatura. Eso la hizo sobresaltarse. Había pasado tanto tiempo en
el Santuario, refugiada bajo la protección de la monotonía que había olvidado lo
extremista y cruel que podía ser ese plano del mundo.

Qué mejor momento para recordarlo, pensó con ironía.

La gélida brisa alborotó su cabello y su túnica formó remolinos a su alrededor.


Quería salir de ahí. Alejarse de él. Olvidarlo. Pero no podía volver al Santuario,
no mientras tuviera esa asfixiante opresión en el pecho. Miró a su alrededor y sin
pensar en ningún lugar en específico, desapareció.

Cuando volvió a tomar forma segundos después, se dio cuenta de que se


encontraba en medio de la ciudad. Habían pasado décadas enteras desde la
última vez que había estado ahí. Cada vez que Gaara la necesitaba, ella iba, le
dejaba alimentarse y luego volvía al Santuario. Esa había sido su rutina, hasta
que una vez Kakashi se ofreció a llevarla a conocer la ciudad. Fue la única
atención que recibió por parte de alguien estando ahí. Y ella hubiera dado lo que
fuera porque Gaara hubiese sido ese que le llevara a la ciudad.

Gaara…

El dolor en su pecho volvió mientras caminaba por las solitarias calles. Entonces
se dio cuenta de que no sabía a donde ir y terminó refugiándose en un callejón.
Llevó una mano a su rostro y apartó con brusquedad las lágrimas que
amenazaban con correr por sus mejillas. Parte de la culpa era suya. Había
creído que desempeñar el papel de mujer buena era lo correcto, la única manera
de tenerlo, la única posibilidad de compartir, finalmente, una vida con él.

¿Pero cuál había sido el resultado? Que él había encontrado a alguien más. Sus
esfuerzos, todos ellos, se habían visto recompensados de manera injusta y
absolutamente cruel.

Matsuri cerró los ojos mientras todas las imágenes de lo ocurrido volvían a su
mente, sus emociones se desbordaron taladrando su cerebro con una fuerza
inconmensurable. Cerró la mano, hasta clavar sus uñas en la palma haciendo
caso omiso al dolor.

Lo único que deseaba era que experimentara el dolor que ella había soportado.

Y fue entonces cuando sintió una presencia justo a sus espaldas, un olor dulce y
frío llegó hasta ella. Miró sobre su hombro, temerosa: un cazador estaba justo en
la entrada del callejón. Y sus fríos ojos negros estaban clavados en ella.
Capítulo 30

— ¿De verdad crees que esté vestida para ir allá?

Sasuke terminó de colocarse la túnica negra y no pudo evitar esbozar una media
sonrisa ante la enésima vez que Sakura le hacía la misma interrogante. Desde
que le había dicho que iban a ir juntos al otro lado para visitar a su madre y
preguntar sobre el motivo por el cuál ella veía a Itachi, se había convertido en un
manojo de nervios. Se giró y desde el armario la miró ahí, sentada en el borde
de la cama.

— Ya te dije que sí –respondió sereno-. No hay ningún problema con la manera


en la que estás vestida –ella alzó una ceja, escéptica y luego señaló con ambas
manos a la blusa roja y los jeans desgastados que traía puestos. Él cerró los
ojos y respiró profundo-. De acuerdo, iré con Ino y le pediré una de sus túnicas
para ti si eso te hace feliz.

Dos segundos después salió por la puerta y diez segundos después regresó con
una túnica negra para complacencia de Sakura.
Una vez que ella se vistió, ambos se encaminaron al espejo que aguardaba en
la biblioteca del primer piso. Sasuke rasgó su palma con la punta de la daga,
dejando que la sangre manchara la superficie del espejo, pues de ningún modo
iba a permitir que una sola gota de sangre de su mujer corriera fuera de sus
venas, y así inició el ritual de acceso al otro lado.

Sakura tuvo que cerrar los ojos mientras sus pupilas se acoplaban a la inmensa
brillantez de la que gozaba cada uno de los pulcros y níveos centímetros del
santuario. Cuando los abrió de nuevo, no pudo más que quedar completamente
estupefacta por la visión. El lugar era absolutamente perfecto, hermoso… o al
menos lo sería si no estuviera cubierto por una fría capa de blancura que haría
envidiar al mejor detergente del mercado.

Mirando a su alrededor con detalle, se dio cuenta de que todo ahí parecía tan
irreal, tan vacío. Había una extraña mezcla entre pureza y nostalgia que hacía
que el corazón se le encogiera dentro del pecho. No sabía cómo podía alguien
vivir en un lugar así, rodeado de aquella monotonía, de aquella abrumadora
tranquilidad.

— Hola, madre –la voz de Sasuke la sacó de sus pensamientos. Parpadeó un


par de veces y entonces enfocó su mirada en la mujer ataviada de blanco frente
a ellos.

Sasuke se adelantó un paso al tiempo que la capucha de su madre caía sobre


sus hombros para dejar al descubierto su rostro. Sakura se encogió
internamente ante la visión de la perfecta belleza de la madre de Sasuke que
parecía deslumbrar entre toda la blancura, intercambiar un breve abrazo y un
beso antes de prestarle atención nuevamente. Nunca se había sentido del todo
cómoda siendo testigo de esa clase de muestras de afecto. Se alegraba por
Sasuke, en verdad lo hacía. Pero verlo con su madre le recordaba algo que ella
había dejado de tener hacía ya mucho tiempo.

Y le hacía pensar en su madre biológica, preguntarse qué hubiera pasado, cómo


hubieran sido las cosas en su vida si ella hubiera estado a su lado.

Pestañeó para alejar las incipientes lágrimas que amenazaban con anidar en
sus ojos. No era momento para pensar en ello. Ahora había otro asunto de
mayor prioridad que requería de toda su atención.

— Sé por qué están aquí, Sakura –la aludida volvió su vista al frente-. Sé cuáles
son sus dudas y todo lo que puedo deducir es que tú heredaste el don de tu
madre.

Sakura frunció el ceño, extrañada. La expresión de Sasuke no distaba mucho de


la de ella.
— N…no entiendo. ¿A qué se refiere con don?

— Tu madre fue una sacerdotisa nigromante. A diferencia de mí que sólo estoy


en contacto con nuestra diosa, ella tenía una noción más amplia del otro lado,
ese lugar al que van las almas de las personas al morir. Es un don
extremadamente raro, tanto así que tu madre fue la última sacerdotisa
nigromante que ha habido desde hace más de quinientos años, pero tú debiste
heredarlo.

— Pero… yo nunca he visto…

— Por supuesto que has visto fantasmas –le interrumpió-. Seguramente cuándo
eras pequeña, tenías lo que los humanos llaman amigos imaginarios ¿no es
verdad?

Sakura desvió ligeramente la mirada al intentar hacer que los recuerdos de su


niñez emergieran a la superficie. Sí, recordaba vagamente hablar con personas
que, en teoría, no debían haber estado con ella. Recordó las veces en las que
su madre serenamente le intentaba hacer comprender que no podía seguir
teniendo amigos imaginarios porque ya era un poco 'mayor' para ello. Durante
los primeros once años de su vida tuvo que luchar contra las burlas y las
constantes conversaciones con sus padres debido al tema, intentando ignorar
las presencias a su alrededor hasta que un día simplemente desaparecieron.

¿Quién hubiera imaginado que en realidad se habían tratado de fantasmas?

— Cuando no se entrena y se perfecciona ese don desaparece hasta el


momento de la transición –dijo Mikoto respondiendo a la pregunta que ella aún
no formulaba.

Y entonces una memoria más llegó a su mente. Cuando estaba en medio del
cambio, aquella silueta de una mujer que vislumbró entre la neblina que era su
mente aquella noche. ¿Realmente… existía la posibilidad de que se tratara de
su madre? Repentinamente el aire abandonó sus pulmones mientras esa idea
daba vueltas en su cabeza.

Un par de manos tomaron las suyas y cuando volvió a levantar la mirada vio a la
madre de Sasuke frente a ella con sus ojos llenos de comprensión.

— No te preocupes, querida. Te ayudaré a que puedas controlarlo. Créeme no


hay nada que temer.

Por toda respuesta, Sakura sólo pudo sonreír tenuemente. Confiaba en su


suegra, inexplicablemente no tenía duda sobre sus palabras, pero descubrir que
podía hablar con muertos era más de lo que su sistema podía procesar en esos
momentos.
"Así que nunca había sido alguien normal… incluso siendo vampiro yo… soy
diferente"

Suspiró hondo mientras intentaba aplacar esa bola de pensamientos en su


interior.

— Entonces, ¿no hay nada por qué preocuparse? –preguntó Sasuke, queriendo
cerciorarse.

— En absoluto. De hecho, una vez que sepa manejarlo correctamente no


tendrán más inconvenientes. –respondió con una sonrisa, la cual se hizo más
amplia cuando vio a su hijo suspirar aliviado antes sus palabras-. Ahora, si no
tienes inconveniente, ¿te importaría ir con Kakashi?

— ¿Kakashi? –preguntó ceñudo-. ¿Para qué?

— Naruto llegó hace unos minutos, parece que está decidido a retirar el sello así
que me pareció que tal vez necesite tu ayuda.

Sasuke permaneció en silencio durante algunos segundos antes de mirar de


nuevo a Sakura. Bastó solamente que sus ojos se encontraran para que ella
entendiera sin palabras lo que él quería pedirle.

— Ve, yo esperaré aquí. No tienes por qué preocuparte. –dijo sonriéndole con
ternura.

— ¿No preferirías regresar a la mansión? Podría llevarte de vuelta y regresar.

— Entonces estarías perdiendo mucho tiempo –respondió-. Vete, estoy segura


de que Naruto te necesita. –dijo con tranquilidad aunque no estaba segura de
qué se trataba el asunto, pero algo le decía que era algo para lo que Naruto
necesitaba a Sasuke.

El azabache se acercó a ella y plantó un beso en su frente antes de alejarse un


par de pasos. Su madre se acercó a él y repitió el gesto que había tenido con
Sakura.

Luego de dedicarles una última mirada a las dos mujeres más importantes en su
vida, Sasuke dio media vuelta y se encaminó hacia el templo del Consejo, donde
era más que obvio que encontraría a Kakashi y a Naruto.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Hinata suspiró por enésima vez. Estar en el Santuario la ponía sumamente


nerviosa. La energía se movía ahí de una manera tan diferente a como lo hacía
en el plano real que lograba erizarle cada centímetro de su piel. Sentía su
chakra chisporrotear dentro de ella, como si el ambiente lo incitara a ponerse en
sincronía con él, como si fuera una nave siendo guiada por un radar. Las palmas
de las manos le sudaban gracias a la ansiedad y comenzaba a sentir que el
estómago se le revolvía a causa de los nervios.

Que su primera visita a aquel lugar sagrado fuera para, posiblemente, alejarse
del hombre que amaba, tampoco ayudaba.

Ahí, estando solamente ella y Naruto dentro de esas cuatro paredes, estaba a
punto de gritar. No importaba que esos muros se extendieran a una altura de
varios metros sobre sus cabezas, ella tenía la sensación de que iban
encogiéndose poco a poco, tanto que en cualquier momento sentiría el techo
golpear contra su coronilla. El silencio la asfixiaba lentamente, casi podía jurar
que escuchaba el propio latido agitado de su corazón como un constante
tamborileo que estaba en la labor de reventarle los tímpanos. Su respiración se
estaba transformando en imperceptibles jadeos que parecía que solamente ella
podía escuchar.

¿En verdad tenemos que hacer esto?, se preguntó nuevamente, sabiendo que la
respuesta seguía siendo la misma que había obtenido la última vez que se había
preguntado lo mismo, y la anterior y la anterior.

Volvió a suspirar.

Miró a Naruto que permanecía de pie junto a ella, su mano firmemente agarrada
a la suya, como si supiera que en cualquier momento ella saldría corriendo de
ahí. Aunque Hinata tenía la firme intención de no hacerlo. El rostro de Naruto era
una máscara de la más fría seriedad y en el tiempo que llevaban estando juntos,
ella había aprendido que eso, bajo ninguna circunstancia, no era una buena
señal. Intentó imaginar lo que estaría pensando en esos momentos, pero cuando
no funcionó, decidió intentarlo adentrándose en su mente directamente. No era
algo a lo que estuviera acostumbrada a hacer, pero en ese momento… no creía
tener más opción. Ni siquiera se dignaba a mirarla. Aunque no podía culparlo.

Sin embargo, también falló. Era como si el propio chakra de Naruto se hubiera
convertido en una barrera infranqueable que lo mantenía alejado de ella. Y ella
sólo pudo contener las lágrimas para evitar que la situación se tornara aún más
bizarra.

Repentinamente las puertas del templo se abrieron de par en par y Sasuke


apareció por ellas.

— ¿Por qué no me dijiste que retirarías el sello hoy? –cuestionó el rey mientras
se acercaba a ellos. Su presencia pareció sacar a Naruto de su estupor.
— No sabía donde estabas –respondió el rubio con un toque de indignación en
su tono. Como si él no quisiera tener el apoyo de su mejor amigo en ese
momento tan crucial de su vida-. Te busqué por toda la mansión, en cada
maldito rincón ¡y ni rastro tuyo!

— Estaba justo aquí, cosa que sabrías si pusieras atención al chakra que te
rodea, idiota.

— ¡Ah, mira quién lo dice! –exclamó enérgico-. ¿Quieres que te recuerde la


ocasión en la que los cazadores trapearon el suelo con nuestros traseros porque
alguien no puso atención al chakra que lo rodeaba, imbécil?

Hinata no pudo evitar mirarlos, extrañada. ¿Acaso estaban discutiendo?

Tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de que lo que ocurría era
real. ¿Cómo podían estar discutiendo en un momento como ese? ¡y por
nimiedades! Estaba dispuesta a intervenir para callarlos cuando se dio cuenta de
lo que estaba ocurriendo. El rostro de Naruto había recuperado esa expresividad
que lo caracterizaba mientras estaba ahí gritándole a Sasuke a lo que éste el
respondía con comentarios ácidos y llamándole idiota siempre que podía.
Parecía tan extraño que decidieran pelear como lo harían en cualquier momento
en la mansión, pero le dio la impresión de que, de alguna manera que ella no
llegaba a comprender, se estaban diciendo más cosas de las que aparentaban.
Era como si Sasuke le expresara su apoyo y aliviara la tensión que sentía
Naruto haciéndolo concentrarse en otra cosa, siendo más específicos, su
discusión con él.

Sencillamente no podía creerlo… pero se sintió aliviada al verlos.

— Veo que hoy están de buen humor –irrumpió Kakashi poniéndole un fin súbito
a la pelea-. ¿Están listos? –preguntó mirando significativamente a Hinata.

El silencio se instaló abruptamente dentro de las paredes del templo mientras


Kakashi se acercaba hacia donde ellos estaban. Y entonces la expresividad otra
vez fue reemplazada por la frialdad en el rostro de Naruto.

Sin mediar palabra con nadie, el rubio dio un par de pasos alejándose de Hinata
y de Sasuke, se despojó de la túnica dejando ver su desnudez e inclinó la
cabeza. Entonces le dedicó una última mirada a Hinata. Y fue una mirada que le
expresó más de lo que él alguna vez pudo haberle dicho con palabras, sintió su
dolor y el inmenso amor que sentía por ella y que no duda en profesar a cada
minuto que estaban juntos. Un par de segundos después, él volvió a mirar hacia
el piso.

— Hazlo, Kakashi –musitó derrotado.


El hombre de cabello plateado asintió en silencio, se levantó las mangas de su
propia túnica y se preparó para hacer lo que el guerrero le pedía. Hinata no
sabía a ciencia cierta qué hacer, quería acercarse a Naruto, pero el temor de ser
un estorbo en vez de una ayuda había enterrado sus piernas en ese lugar y no
podía moverse. Sasuke se aproximó a ellos, pasó ambos brazos por debajo de
los de Naruto y formó un agarre que sería difícil de romper.

Antes de que ella pudiera pensar en otra cosa, las yemas de los dedos de
Kakashi destellaron contra el abdomen de Naruto iluminando un tatuaje en forma
de espiral del que ella desconocía su existencia.

Vio como Sasuke se tensaba por completo mientras trataba de controlar a


Naruto, quien se retorcía víctima de un dolor inconmensurable que ella no podía
percibir y que, sin embargo, comenzaba a llenarla de impotencia y dolor propio.

— ¡Vamos, resiste Naruto!

Naruto dejó escapar un grito que le erizó cada centímetro de su cuerpo


haciéndola reaccionar. Rápidamente se acercó a él y tomó su mano. No le
importó que él estuviera destrozándole los huesos por la fuerza con la que ceñía
su agarre, todo lo que quería era confortarlo, hacerle saber que ella estaba ahí,
junto a él, dándole su apoyo. El labio inferior de Naruto comenzó a sangrar
gracias al intento que él hacía por no gritar otra vez. Hinata puso la otra mano
sobre su hombro y acercó su rostro a él, buscando que su cara fuera lo único
que viera.

— Está bien, amor. –dijo mientras intentaba mantener el contacto visual con
Naruto, obviando el dolor que sentía en la mano que él apretaba-. Yo estoy aquí
y no voy a dejarte. Resiste.

Resiste…

Fue la última palabra que captó Naruto antes de que todo a su alrededor se
desvaneciera y lo dejara en completa oscuridad.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El atardecer teñía el cielo de tonalidades rojizas justo frente a ella. La helada


brisa del invierno soplaba con fuerza contra ella, golpeando su cuerpo en un
intento por recordarle que seguía viva, más en todo lo que se podía concentrar
era en el rojo del cielo. Rojo como la sangre.

De nuevo tenía sangre en sus manos. Sangre de inocentes.

Gruesas columnas de humo gris emanaban de las enormes pilas donde yacían
el resto de los cuerpos de los caídos. Más de la mitad de los miembros del clan
habían sido asesinados hacía dos noches durante el ataque de los cazadores de
Akatsuki. Había fallado en su misión por protegerlos. De nuevo había fallado. Su
madre le había hecho creer que el enemigo a vencer eran los vampiros, que su
misión como líder del clan era evitar que esos bastardos chupasangres volvieran
a aprovecharse de su raza y la esclavizaran de nuevo. Incluso le había dicho
que no había necesidad de preocuparse por los cazadores. "Su guerra es contra
los vampiros, no contra nosotros", le decía cada vez que la cuestionaba al
respecto.

Su madre nunca había imaginado que llegaría el día en el que esa guerra
traspasaría las barreras del Refugio y descargaría toda su ola de destrucción
sobre ellos. No pudo evitar sonreír irónica ante esa verdad, realmente su madre
se había equivocado. Ese maldito bastardo de Orochimaru… su guerra era
contra los vampiros que no estaban a favor de sus ideas elitistas, era contra la
mezcla con humanos… tal vez su madre había pensado de esa manera, pero se
había equivocado. La guerra de Orochimaru era contra cualquier otra raza que
no fueran los hijos benditos de Amaterasu. ¿Qué le había hecho pensar a su
madre que esa serpiente no iba a arrojar su veneno contra ellos? Tal vez por
esa falsa paz en la que los había dejado. Ahora Hana comprendía que tal vez
los habían dejado vivir tranquilos durante los últimos siglos porque hubo un
tiempo en el que los licántropos habían estado al borde de la extinción. Ahora
que la colonia había estado recuperándose…

Apretó los puños con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a nublar sus
ojos. ¿Cómo pudo pasar? Todo parecía indicar que nada malo ocurriría, ella
llegó a creer que su objetivo como protectora había sido alcanzado… ¿y ahora?
Ahora estaba cremando los cuerpos de veinte de los suyos añadidos a los
treinta y seis que habían cremado la noche anterior.

Todo a su alrededor le recordaba cuán grande había sido su error, su fallo. Las
bodegas estaban destruidas casi por completo, el olor a sangre y podredumbre
era un fuerte recordatorio de la tragedia que acababa de suscitarse en ese lugar,
ella casi podía jurar que los lamentos de los sobrevivientes seguían
escuchándose en medio de esa cruda tranquilidad que seguía a esa sangrienta
tragedia. Parada entre todo eso su garganta escocía pidiéndole que gritara con
todas sus fuerzas, que demostrara que no era tan fuerte como aparentaba, que
ver toda esa destrucción a su alrededor le rompía el alma en mil pedazos y la
desangraba por dentro, que aceptara que había sido sobrepasada por lo
ocurrido y que lo único que deseaba en ese momento era acurrucarse en un
rincón de su habitación y llorar como una niña pequeña.

Que no era tan fuerte como aparentaba.

— Hana –escuchó que la llamaban mientras una mano se posaba en su hombro.


Genma estaba ahí, junto a ella-. La colonia ha sido evacuada, los sobrevivientes
ya están en camino al refugio del norte.
Recomponiéndose a sí misma, Hana dio media vuelta para encararlo. De nuevo
su rostro era esa máscara de firmeza digna de cualquiera que se preciara de ser
una líder.

— Está bien, gracias Genma. Ahora podemos encargarnos nosotros del resto.

— En realidad… -musitó dudoso, haciéndose a un lado para que ella viera al


pequeño grupo que estaba detrás de él. Media docena de lobos y otros tantos
en forma humana, permanecían firmes esperando órdenes sobre el siguiente
paso a dar.

— ¿Qué están haciendo aquí, todavía? –inquirió Hana con severidad- Deberían
estar en camino hacia el norte, protegiendo al resto de la manada.

— No vamos a dejarte sola ahora, jefa. –escuchó en su mente proveniente de


uno de los lobos, siendo más precisos, del más grande de ellos, uno de pelaje y
ojos en un profundo color negro-. Así que dinos, ¿qué es lo que hay que hacer?

Eso le recordó quién era. Era Hana Inuzuka, hija de Tsume Inuzuka y líder de la
sagrada raza de los licántropos. En ese instante su mirada adquirió un brillo
metálico que destellaba lleno de resolución

— Iremos tras los cazadores. –ordenó-. Quiero a cada bastardo de akatsuki que
encuentren empalado al amanecer.

Sí, sus hombres le recordaban quién era. Era una mujer a la que le había
costado mucho llegar al lugar donde se encontraba… y era alguien que no
dejaba pasar una agresión sin castigo. Nunca. Esos malnacidos seguidores de
Orochimaru iban a comprobarlo en su propia piel. Si querían guerra, pues
debían estar preparados porque una vez que ellos entraran a la lucha… no iba a
haber otro resultado más que el de su pueblo como vencedor.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

La espera estaba volviéndose realmente larga, en la percepción de Sakura.


Caminar por todo el lugar siendo de un brillante color blanco todo lo que veía,
creaba la ilusión de que estaba viendo lo mismo una y otra vez. ¿Cómo era
posible que existiera un lugar así? O mejor dicho, ¿cómo podía alguien vivir en
un lugar así?

Permanecer rodeada de todo aquello era tan… irreal. No podía imaginarse lo


que sería vivir ahí, viendo siempre lo mismo, del mismo color. ¿Cómo podía
alguien vivir sin conocer el color verde del césped, los de las flores, los cambios
de temperatura del cálido verano al crudo invierno? Ahora ella parecía apreciar
de una nueva forma esas simples cosas. Definitivamente ella no podría ser
capaz de vivir ahí. Llevaba tan sólo unos cuantos minutos en el lugar y ya creía
estar enloqueciendo porque estaba segura de que el césped blanco al otro lado
de la cuarta fuente de mármol que había encontrado, parecía estar llorando.

No, espera. Alguien estaba llorando.

Sin estar muy segura de su aseveración, cambió de dirección y se apartó de la


pequeña vereda en la que había estado andando, para comenzar a acercarse
hacia el lugar del que provenían los sollozos. Con cada paso que daba iba
convenciéndose más de que, en realidad, había alguien llorando oculta detrás
de una estatua con forma de una mujer que tenía las manos apretadas contra el
pecho, como si estuviera realizando una plegaria.

Cuando se acercó lo suficiente, pudo ver a una joven mujer sentada en el suelo,
abrazando sus piernas con fuerza. Sus hombros temblaban al ritmo de sus
tímidos sollozos. Verla ahí, tan desprotegida, definitivamente le rompió el
corazón a Sakura. Así que, sin más opción por hacer, estiró su brazo y tocó
suavemente el hombro de la joven.

— ¿Te encuentras bien? –preguntó suavemente. Sin embargo, la joven pareció


sobresaltarse por su presencia.

— Oh, su Alteza –gimió mientras se levantaba y desarrugaba su túnica con las


manos-. Mis más sinceras disculpas, no sabía que estaba aquí.

— ¿Estás bien? –volvió a cuestionar, dando un paso más hacia ella- ¿Te sucede
algo?

— No, estoy bien –respondió intentando aparentar una tranquilidad que,


honestamente, no sentía. Inclinó la mitad de su cuerpo e hizo una profunda
referencia-. No quise importunarla, yo…

Entonces sus hombros comenzaron a moverse trémulamente y, sin poder


contenerse, la joven volvió a romper en llanto frente a la reina. Antes de poder
pensar en otra cosa, Sakura envolvió sus brazos alrededor de la sacerdotisa,
logrando que los sollozos de la joven se convirtieran en auténticos gemidos de
dolor que lograron hacer que el corazón se le encogiera aún más dentro del
pecho.

— He hecho algo terrible… algo terrible… -sollozaba una y otra vez la joven
contra la tela de la blusa de Sakura- Lo que hice no tiene perdón… he hecho
algo terrible…

— Tranquila, trata de calmarte. –susurró Sakura mientras le acariciaba las


hebras color caoba de su cabello, hasta que finalmente, luego de unos minutos,
logró hacer que la chica recobrara un poco de su compostura. La joven llenó sus
pulmones de aire y cuando fue capaz de entablar conversación nuevamente,
ambas se sentaron en el césped

— Lo lamento, su Alteza –dijo de nueva cuenta.

— Mi nombre es Sakura, así que puedes llamarme de esa manera –respondió la


reina logrando que los orbes color chocolate de la joven se fijara en ella con
sorpresa-. ¿Puedo preguntar por qué llorabas?

La sacerdotisa volvió su vista hacia la blancura frente a ella. Sus ojos reflejaban
una mezcla de dolorosas emociones que le impedían a Sakura hacerse una idea
sobre el posible motivo de su llanto.

— He hecho algo terrible –susurró la joven luego de un par de minutos-. He


hecho algo terrible a quien menos lo merece en este mundo. Lo hice sin pensar
y ahora sé que no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. Yo… soy alguien
horrible.

Sus labios comenzaron a temblar mientras intentaba contener las lágrimas que
amenazaban con volver a hacerse presentes. Sakura apoyó su mano
suavemente sobre las de ella y le brindó una tierna sonrisa.

— Si me lo preguntas, alguien que es capaz de ver cuando se equivoca no


puede ser alguien horrible –dijo con dulzura, mirándola comprensivamente-. Lo
que hiciste no puede ser tan malo y estoy segura de que, sin importar de lo que
se trate, esa persona sabrá perdonarte. Así que ya no llores más por favor.

La sacerdotisa permaneció atónita ante sus palabras.

— ¿En verdad usted cree que me perdonarán? ¿aun cuando vaya a condenarlo
para siempre?

Sin poder evitarlo, Sakura sostuvo el aliento. Un oscuro presentimiento se


apoderó de su cuerpo, pero no pudo imaginarse de qué se trataba.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Gaara despertó con un fuerte dolor de cabeza, de brazos, de piernas… y de


cualquier parte que hubiera decidido formar parte de su anatomía. A duras
penas lograba enfocar su atención en algo que no fuera el dolor que sentía.
Intentó recordar lo ocurrido la noche anterior, pero sólo recibió puras imágenes
difusas que no le decían nada en concreto. ¿Qué había sucedido?

Intentó indagar con más fuerza dentro de su mente, pero ésta se negaba a darle
respuestas. Todo eran sensaciones difusas, voces que se desvanecían en la
nada. Decidió utilizar algo que, realmente, era desconocido para él: la lógica
pura. Naturalmente Matsuri había llegado en su auxilio, podía oler su aroma en
la habitación. Pero aún más, podía olerlo en su piel, profundamente arraigado en
cada uno de sus poros.

Ese conocimiento lo tomó por sorpresa, sobre todo por todas las descabelladas
teorías que se formaron en su mente en tan sólo segundos. No, nada podría
haber ocurrido entre ellos. De ser así, él… lo recordaría ¿verdad? Sí,
obviamente lo recordaría. Además, sólo estaba desnudo del torso y…

¿En qué diablos estaba pensando? No había manera alguna posible en este
plano o en algún otro, de que él hubiera hecho algo con Matsuri. Siempre había
tenido noción de los sentimientos que ella guardaba hacia él, pero él mismo se
encargaba a cada oportunidad de refregarle en el rostro que él no la veía de
ninguna forma, aunque, internamente, la chica se había convertido en su única
compañía en los momentos oscuros, era algo así como una muy, muy lejana
amiga.

— ¿Ya estás despierto? –escuchó cerca de él. Con lentitud fue abriendo los
ojos, teniendo cuidado de que sus retinas no se irritaran con la luz, pero, para su
suerte, sólo estaba encendida una pequeña lámpara al otro lado de su
habitación. Parpadeó un par de veces y, cuando fue capaz de enfocar su
mirada, la dirigió hacia el lugar del que provenía la voz.

Era Kiba.

— ¿No deberías estar en cama?

— ¿Y tú no deberías ya estar levantado? Son casi las ocho.

Gaara apoyó las palmas en el colchón y se impulsó para recargar su espalda en


la cabecera de la cama. Entonces miró al hombre que permanecía sentado en
un sofá junto a la puerta del baño.

— Es lo que estoy haciendo –gruñó el pelirrojo-. Vuelvo a decir… ¿no deberías


estar en cama?

— Estás hecho un desastre. –sonrió de lado-. ¿Tan mal lo haces sin mí?

Gaara resopló con fuerza.

— Vete a la mierda, Kiba. No estoy de humor para que me jodas.

El licántropo inspiró profundo mientras se enderezaba en su asiento.

— Sé que has estado yendo a la casa de Kaiya –dijo cambiando el tema y


haciendo caso omiso a su comentario.
— Si lo que vienes a hacer es regañarme, pierdes tu tiempo. Ya no volveré ahí
nunca más. –se quitó las sábanas de encima y se arrastró para poner los pies
sobre la alfombra-. Ahora, si no tienes nada más que decir…

— No es eso lo que vengo a hacer, Gaara –se apresuró a decir antes de que el
vampiro lo echara de la habitación-. Vine a preguntarte ¿a qué esperas para
dejar de pelear con lo que sientes?

Una macabra sonrisa se dibujó en el rostro de Gaara. Sus ojos destellaban con
una mezcla de pura ironía y furia.

— Y según tú, ¿qué es lo que siento, ah? Vamos Doctora Corazón, dime lo que
estoy sintiendo en estos momentos. Tal vez tengas más idea de la que yo tengo.

— Pues aunque estés utilizando tu maldito humor de mierda, sí. Sé lo que estás
sintiendo. Sé que amas a Kaiya…

— Oh, por favor… -bufó irónico.

— Sé que por eso la has visitado durante cada noche las últimas semanas y
más que eso, también sé la basura que te estás sintiendo por dentro al saberla
como algo inalcanzable ¿o me equivoco?

Soltando una carcajada, que le pareció a Kiba por demás sobre actuada, Gaara
juntó todas sus fuerzas para lograr ponerse en pie y acercarse al hombre.

— Sí, te equivocas. ¿Acaso te olvidas con quién estás hablando? Soy yo, Kiba,
la viva imagen del monstruo bajo la cama, el demonio que habita las pesadillas
de cualquiera en esta casa, ¿no lo comprendes? Un monstruo como yo no ama
a nadie, no sé como hacerlo y aún cuando lo supiera, nadie me amaría. Estoy
roto, tú lo sabes.

Cuando terminó de decirlo, su distancia con el licántropo era escasa. A pesar de


que esperaba lucir aterrador con la poca iluminación y la expresión que haría a
Satanás mojar los pantalones, Kiba no pareció presenciarlo así. Al contrario, una
sonrisa traviesa amenazaba con dibujarse en sus labios.

— Ahora que te tiraste al piso con un mal diálogo de una pésima película,
¿quieres que te levante? –pronunció el castaño luego de unos segundos-. Tus
monólogos de "¡miren lo malo que soy, cómo sufro!" no funcionan conmigo, tú
eres el que olvida con quién está hablando.

Los orificios nasales de Gaara se dilataron por la furia que estaba comenzando a
destilar desde su interior.
— Gaara, ambos sabemos que toda esa mierda no es verdad. Tú no eres un
monstruo, un demonio tal vez, pero no en el sentido que esperas, y mucho
menos alguien que no sepa lo que es amar. ¿Y sabes por qué? Porque es justo
lo que estás sintiendo en estos momentos. Se necesita mucha fuerza de
voluntad para dejar ir esa parte que no creías que habías perdido hasta que la
liberaste, pero se necesita aún más fuerza y coraje para aceptar que no puedes
vivir sin ella. En esta casa tienes los ejemplos vivientes más claros. Cada uno de
los hombres que te rodean lo han experimentado, algunos con más suerte que
otros, pero de alguna manera u otra hemos estado en tus zapatos.

Esas palabras parecieron quebrar algo en el interior del demonio pelirrojo, quien
no pudo resistir más la mirada del vampiro. Se dio la espalda, dispuesto a
ignorar toda esa 'sarta de tonterías', imaginando que Kiba había sufrido un daño
cerebral permanente gracias a la plata. Abrió el cajón de armas en su armario y
comenzó a revisar cada una de ellas.

Contrario a lo que pensaba, Kiba continuó con su perorata.

— Tan sólo mira a Neji y mira a Naruto. Esos dos sí que tienen problemas. –dijo
levantándose del sillón para sentarse en la cama que estaba más cerca del
armario-. Neji, siendo mitad ángel mitad vampiro se emparejó con Tenten y,
aunque él se atreva a negarlo, no soportó la presión de hacer todo lo que estaba
a su alcance para mantener a Tenten a su lado. Sí, se emparejaron y no dudo
que hayan sido felices, pero conociendo a Neji, puedo asegurar que una parte
de él tenía miedo a la felicidad y aunque pudo haber hecho lo posible para
desaparecerla hizo todo lo contrario, la alimentó con sus inseguridades y eso
provocó que poco a poco fuera alejando a Tenten hasta que finalmente ella se
fue de su lado. ¿Tienes alguna idea de lo mucho que le ha dolido todo ese
asunto? Con honestidad, pienso que todos aquellos que lo envidian por follarse
a cuanta fémina se le cruza enfrente, son una bola de imbéciles. Las cosas para
Neji hubieran sido diferentes si él se hubiera abierto realmente a Tenten y
hubiera aceptado lo que ella le ofrecía, si no la hubiera dejado fuera de su vida,
pero lo hizo y creo que aún sigue pagando muy caro su decisión.

En vano esperó unos segundos a que Gaara emitiera alguna palabra, incluso un
sonido, pero al ver que no sucedía, decidió continuar.

— Ahora, mira a Naruto: él sí tiene un demonio en su interior, algo que es letal y


que está fuera de su alcance. Pero también tiene a Hinata. No sé tú, pero yo
creo, con todo el respeto que mi mujer me merece, que la doctora es la cosa
más dulce que he visto en mi vida. Él selló al kyubi, se emparejó con Hinata y
todo parecía ser color rosa, al menos hasta que se dio cuenta de que el kyubi
era más parte de él de lo que él pensaba. Entonces cometió el error que la
mayoría de los hombres con complejo de héroes cometemos: intentó proteger a
Hinata alejándola. ¿Te suena conocido? –hizo una pausa de algunos segundos,
pero de nuevo, Gaara no respondió-. Bueno, contrario a lo que hizo Neji, quien
prefirió mantener a Tenten alejada de él porque, aunque él lo niegue, le era más
fácil a él así poder lidiar con sus propias inseguridades; Naruto hizo lo opuesto,
fue capaz de ver su error, admitirlo y ofrecerle a Hinata una opción. No sé si el
hecho de que retiren el sello les vaya a unir o separar para siempre, pero de
algo sí estoy seguro: ellos no se arrepentirán de hacerlo porque lo han hecho
juntos y sé que de alguna manera u otra terminarán por superarlo.

Soltó un sonoro suspiro mientras se levantaba de la cama y comenzaba a jugar


con un abrecartas que encontró en el cajón de un buró.

— En resumen todos nosotros somos una jauría de descerebrados desalmados


que nacimos con la fortuna de saber amar, no es algo fácil en nuestro mundo,
pero ¿qué podemos hacer? ¿terminar como Neji o como Naruto?
Personalmente, y aunque me amargue la boca tener que admitirlo, confieso que
admiro a Naruto por lo que está haciendo. –entonces se acercó a Gaara lo
suficiente como para poder murmurarle-: No seas imbécil, Gaara si la amas
búscala, que no te importen las diferencias de especie o lo que los demás dirán,
Ino y yo somos la viva expresión de que nada de eso importa. Una mujer así,
que es capaz de llenar el vacío interno que tienes y que es capaz de curar las
heridas del alma, sólo se presenta una vez en la vida, una sola vez ¿me
escuchaste? No todo en la vida es sufrimiento, Gaara, y aunque tarde o
temprano tengan que separarse, deberías de aprovechar cada segundo que
pases a su lado antes de que sea demasiado tarde, ella no va a estar ahí para
siempre. –volvió a suspirar y se dio media vuelta para alejarse- Como dicen las
galletas de la fortuna: más vale haber amado y perdido que nunca haber amado
¿no? Piénsalo.

Kiba caminó hasta la puerta y dejó a Gaara con un mar de dudas en su mente.

Todas y cada una de las palabras que el vampiro había pronunciado se repetían
dentro de su cabeza como una grabación. Intentó concentrarse en otra cosa,
contó cada una de las municiones que tenía, afiló cada uno de los cuchillos y
navajas que había en su habitación, tomó una ducha helada esperando que la
sensación de opresión desapareciera.

Nada funcionó.

Incluso pensó en la idea de patear traseros Akatsuki como medio curativo para
despejar su mente de toda la mierda que Kiba había dejado sembrada, pero esa
pequeña parte en su cerebro, conocida como inteligencia, le dijo cuán estúpido
era por pensar que eso podría llegar a tener un buen resultado. Muy
probablemente terminaría con varios agujeros en el cuerpo o con una gigantesca
pateada de trasero si peleaba así, sin concentración.

¿Qué se suponía que debía hacer?


Si la amas, búscala.

Pero si lo hacía… de todas formas no funcionaría, él era un vampiro que viviría,


si bien le iba, durante los próximos seis siglos y ella tal vez viviría unas cuantas
décadas más.

Deberías aprovechar cada segundo que pases a su lado.

¿Y qué tal si lo que él sentía por ella no era real?

Una mujer así, que es capaz de llenar el vacío interno que tienes y que es capaz
de curar las heridas de tu alma…

Pero entonces, ¿ella sería capaz de soportar lo que él era? ¿realmente lo


aceptaría?

Las cosas para Neji hubieran sido diferentes si él se hubiera abierto realmente a
Tenten y hubiera aceptado lo que ella le ofrecía, si no la hubiera dejado fuera de
su vida, pero lo hizo y creo que aún sigue pagando muy caro su decisión…

¿Y si las cosas no funcionaban entre ellos?

Naruto hizo lo opuesto, fue capaz de ver su error, admitirlo y ofrecerle a Hinata
una opción. No sé si el hecho de que retiren el sello les vaya a unir o separar
para siempre, pero de algo sí estoy seguro: ellos no se arrepentirán de hacerlo
porque lo han hecho juntos y sé que de alguna manera u otra terminarán por
superarlo…

Nada de eso tenía sentido y lo estaba llevando más allá de los límites de la
cordura. Se dejó caer en la cama y recargó la cabeza entre sus manos.
Finalmente, luego de varios minutos sumergido en el silencio de su habitación,
supo lo que tenía que hacer. Y esperaba no tener que arrepentirse por el resto
de sus días.

Kiba se disponía a dar un paseo por la mansión, porque, honestamente, estar


todo el día en la cama ya lo estaba volviendo loco cuando vio pasar al pelirrojo
directo hacia la salida. Sin poder evitarlo, una sonrisa se dibujó en su rostro al
pensar en lo que sucedería. De todo corazón esperaba que funcionara.

Ve por ella tigre, ya es hora de que seas feliz…

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Varios minutos después, mientras la luz de la luna llena dibujaba su silueta


sobre el césped, Gaara todavía se preguntaba qué estaba haciendo en ese lugar
otra vez. Era un error. Cada maldita neurona en su cerebro le repetía que era un
error lo que estaba a punto de hacer, un garrafal error del que terminaría
arrepintiéndose. Sin embargo, una parte dentro de él, una muy ínfima, era la que
lo incitaba a continuar.

Era esa parte que continuaba susurrándole al oído las palabras de Kiba: "Si la
amas búscala, que no te importen las diferencias de especie o lo que los demás
dirán… Una mujer así, que es capaz de llenar el vacío interno que tienes y que
es capaz de curar las heridas del alma, sólo se presenta una vez en la vida… No
todo en la vida es sufrimiento, Gaara… deberías de aprovechar cada segundo
que pases a su lado antes de que sea demasiado tarde… ella no va a estar ahí
para siempre."

Inhalando profundo, decidió, por una vez en su vida, escuchar al hermano. Estiró
su brazo lo suficiente para que su índice lograra oprimir aquel pequeño botón. El
timbre comenzó a sonar al interior de la casa.

— ¿Q…quién es? –la escuchó preguntar temerosa detrás de la puerta.

— S…soy yo –respondió con la voz hecha un hilo. ¿A dónde se había ido el


demonio pelirrojo que era el terror de los cazadores de Akatsuki? Ahora más
bien parecía un niño intimidado y esa sensación no le agradaba en lo absoluto.

Diez segundos después la puerta fue abierta y él se quedó estático al verla ahí.
El latido de su corazón se convirtió en un zumbido en sus oídos, las manos le
sudaban y el aire se resistió a entrar a sus pulmones. Repentinamente, un puño
invisible se había cerrado en su garganta e impedía la salida de cualquier sonido
a través de ella.

— Yo sólo… -comenzó a decir antes de que, inesperadamente, Kaiya rodeara


su torso con sus brazos.

— Shhh… no digas nada… -susurró ella con la voz quebrada-. Sólo… no digas
nada.

Ese abrazo significó el cielo para él. ¿Cómo podía significar tanto para él? No lo
entendía, pero de algo estaba seguro: le haría caso a Kiba y no iba a dejar la ir.
Sí, ella era humana y él un vampiro, y, honestamente, no sabía cómo iba a
terminar aquello, porque él era consciente de que habría un final. No sabía el
cómo ni el cuando, pero eso ya lo vería después. Por ahora, sólo le importaba
tenerla así, entre sus brazos.

Quería que esa calidez que comenzaba a sentir en el pecho se extendiera por
cada rincón de su cuerpo y le dejara sentir la paz que durante toda su vida había
sido negada para él.

Y con ese pensamiento rigiendo sus acciones, dejó que lo tomara de la mano y
lo condujera al interior de la casa sin darse cuenta que, entre las sombras que
jugaban en la noche, alguien los vigilaba.

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