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Origen
de la
Literatu
ra
Infantil
Facilitadora:
Reina Hurtado
Participante.
Mayra Rojas
C.I.. 14.991.039
Literatura infantil
Se entiende por literatura infantil la literatura dirigida hacia el lector infantil, más el
conjunto de textos literarios que la sociedad ha considerado aptos para los más pequeños,
pero que en origen se escribieron pensando en lectores adultos (por ejemplo Los viajes de
Gulliver, La isla del tesoro o Platero y yo). Podríamos definir entonces la literatura infantil
(y juvenil) como aquella que también leen niños (y jóvenes).
En otro sentido del término, menos habitual, comprende también las piezas literarias
escritas por los propios niños. Por otro lado, a veces se considera que el concepto incluye la
literatura juvenil, escrita para o por los Ilustración de una casa, de un estilo que podría
aparecer en una obra de literatura infantil adolescentes; pero lo más correcto es denominar
al conjunto literatura infantil y juvenil o abreviado LIJ.
Objetivos
Incentiva la creatividad (Estimula la imaginación).
Reconocimiento gráfico-verbal (Relaciona grafemas con fonemas).
Ampliación del léxico (Adopción de nuevas palabras).
Funciones
Transmisión de valores.
Transmisión de la cultura.
Incentivar la creación.
Literatura Infantil
Como antecedente de la literatura infantil, la oralidad en Venezuela recopiló la rica y
variada tradición de una herencia que sería recogida más tarde por los libros para niños.
Sin embargo, cuando la imprenta hizo su aparición en el país se editaron los primeros
libros para niños, que se alejaron de la oralidad para que se ubiquen bajo los preceptos del
didactismo.
Cuando el país había transitado años de independencia y era necesario trazar los
límites de la identidad nacional, los libros para niños volvieron la mirada hacia los héroes y
la tradición oral, poblada de personajes como Tío Tigre y Tío. El nombre de Rafael Rivero
Oramas se hace presente como pionero y gran divulgador de la tradición oral. Antonio
Arráiz publica en esa misma línea. Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo en la década de los
cuarenta, Pilar Almoina saca a la luz Carrera Y El camino de Tío Conejo en 1970 y Luis
Eduardo Egui Cuentos para niños, en 1971.
El criollismo narrativo dejó su impronta cuando varios de sus cultores como Luis
M. Urbaneja Achelpohl y José Rafael Pocaterra- incursionaron en la literatura para niños.
El modernismo se hizo presente con El diente roto de Pedro Emilio Coll, mientras la
modernidad irrumpe con Mamanita (1951) de Julio Garmendia, un clásico de la Literatura
infantil venezolana. Miguel Vicente Pata Caliente (1971) de Orlando Araujo sigue esta
senda y entre ellos, se sitúan autores como Osear Guaramato Ramón Palomares, David
Alizo, Carlos Izquierdo, Francisco Massiani y Marisa Vannini.
En poesía. Femando Paz Castillo con La huerta de Doñana (1920) y Manuel Felipe
Rugóles con su libro Canta Pirulero (1954) inician, con propiedad, el cultivo del género
poético para niños. Rafael Olivares Figueroa y Efraín Subero publican antologías
fundamentales. Y son referencias obligadas los nombres de Elizabeth Schón, Beatriz
Mendoza Sagarzazu, Ana Teresa Hernández, Velia Bosch, Aquiles Nazca y Jesús Rosas
Marcano, este último gran promotor — desde distintas aristas— de la literatura infantil.
A partir de los años setenta se siente un impulso en el libro para niños, surgen varias
editoriales y se crea -bajo la batuta de Monika Doppert desde ediciones Ekaré- una escuela
en el campo de la ilustración del que dan muestra los trabajos de Morella Fuenmayor,
Rosana Facías, Irene Savino, María Fernanda Oliver y Cristina Keller. En otra tendencia
más cercana a lo que se conoce como ilustración de libros para niños se sitúan Marcela
Cabrera, Carmen Salvador, Vicky Sampere, María Elena Repiso, Jorge Blanco y Menena
Cottin. Mención aparte merecen Carlos Cotte, Gloria Calderón y, más recientemente,
Geraid Espinoza.
La contemporaneidad, ya con otra visión del libro para niños, presenta un conjunto
de autores que siguen líneas diferentes. Salvador Garmendia, con una obra consolidada,
incursiona revitalizando la narrativa. Los nombres de Daniel Barbot, Verónica Uribe y
Carmen Diana Dearden asumen distintas posturas con un objetivo común: recuperar el
espacio de la cotidianidad y de la realidad, con una buena dosis de imaginación. Laura
Antillano y Mercedes Franco revisitan temas con propuestas novedosas, mientras Yolanda
Pantin consolida una presencia importante con un trabajo continuo.
Rafael Arraiz Lucca y Ednodio Quintero muestran visiones diferentes a la hora de
abordar el género. María del Pilar Quintero y Aminta Díaz recuperan el ámbito de lo
tradicional, mientras Armando José Sequera y Luiz Carlos Neves ejercen -con conciencia y
disciplina- el oficio de escritor; el primero dentro del campo de la narrativa y el segundo
con una obra poética extensa que ha marcado el curso de la poesía infantil en nuestro país.
Aurora de La Cueva y Fanuel Díaz han asumido el riesgo de trabajar el libro informativo y
nuevos nombres como el de Mireya Tahuas, Reyva Franco y Rafael Rodríguez Calcaño
anuncian otros derroteros.
BIBLIOGRAFIA