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VARGAS LLOSA, Mario

La casa verde

Ed. Seix Barral, Biblioteca Formentor, 13 ed., Barcelona 1979.

I. Argumento y estructura de la novela

Los núcleos argumentales que se van desarrollando alternativamente a lo largo de


la novela son cinco. Cada uno de ellos bastaría para configurar una novela
independiente. A cada una de las historias o núcleos argumentales los designamos con
las cinco primeras letras del alfabeto: A, B, C, D, E.

Las historias se apoyan en dos de los principales espacios geográficos del Perú: la
costa y la selva. Dentro de la costa, la acción transcurre en Piura, ciudad del norte del
Perú, que está en el desierto, rodeada de arenales. El otro lugar es Santa María de Nieva,
factoría cauchera de la Amazonia peruana, en el alto Marañón, donde hay además una
misión de religiosas españolas.

Iniciamos el relato argumental de cada historia por separado; luego, en un cuadro


esquemático, se podrá ver la estructura secuencial del relato, y la inserción de cada
historia dentro de la totalidad narrativa.

A. Las religiosas españolas del convento de Santa María de Nieva intentan


civilizar, al tiempo que evangelizar, a niños indígenas. La novela se inicia justamente
con una especie de recogida de futuras pupilas para el convento. Las niñas son
sorprendidas en su vida normal, semidesnudas y correteando por la selva. Con ayuda de
fuerzas policiales, puesto que las madres se resisten a entregar a sus hijas, éstas son
conducidas a la misión.

La primera parte se entretiene minuciosamente en contarnos la extraña convivencia


entre monjas y policías para lo que va tomando sesgo de cacería humana. El autor
somete al lector a una extraña visión donde las monjas son miradas bajo un prisma
antipático y ridiculizante: gordas, hipócritas, que mezclan sus rezos con la insólita
forma de recoger pupilas para el convento:

"La Madre Angélica se cubre la boca con un pañuelo, la polvareda crece y se


espesa, el Pesado estornuda y el Sargento listo, podían irse al barranco, muchachos,
Madre Angélica. Y al Rubio quién lo ayudaba, Sargento, ¿no veía que se le soltaban? El
Chiquito y la vieja ruedan al suelo abrazados, que el Oscuro fuera a ayudarlo, el
Sargento lo reemplazaría, vigilaría al calato. Las madres caminan hacia el barranco
tomadas del brazo, el Rubio arrastra dos figuras entreveradas y gesticulantes y el Oscuro
sacude furiosamente la melena de la vieja hasta que el Chiquillo queda libre y se
levanta. Pero la vieja salta tras ellos, los alcanza, los araña y el Sargento listo, Pesado,
se fueron. Siempre apuntando a los dos hombres retroceden, se deslizan sobre los
talones y los aguarunas se levantan al mismo tiempo y avanzan imantados por los
fusiles. La vieja brinca como un maquisapa, cae y apresa dos pares de piernas, el
Chiquito y el Oscuro trastabillean, Madre de Dios, caen también y que la Madre
Patrocinio no diera esos gritos. Una rápida brisa viene del río, escala la pendiente y hay
activos, envolventes torbellinos anaranjados y granos de tierra robustos, aéreos como
moscardones. Los dos aguarunas se mantienen dóciles frente a los fusiles y el barranco
está muy cerca. ¿Si se le aventaban, el Pesado disparaba? y la Madre Angélica bruto,
podía matarlos. El Rubio coge de un brazo a la chiquilla del pendiente, ¿por qué no
bajaban, Sargento?, a la otra del pescuezo, se le zafaban, ahorita se le zafaban y ellas no
gritan pero tironean y sus cabezas, hombros, pies y piernas luchan y golpean y vibran y
el práctico Nieves pasa cargado de termos: que se apurara, don Adrián, ¿no se le
quedaba nada? No, nada, cuando el Sargento quisiera. El Chiquito y el Oscuro sujetan a
la vieja de los hombros y los pelos y ellas está sentada chillando, a ratos los manotes sin
fuerza en las piernas y bendito era el fruto, Madre, Madre, de su vientre y al Rubio se le
escapaban, Jesús. El hombre del tatuaje mira el fusil del Pesado, la vieja lanza un
alarido y llora, dos hilos húmedos abren finísimos canales en la costra de polvo de su
cara y que el Pesado no se hiciera el loco. Pero si le aventaba, Sargento, él le abría el
cráneo, aunque fuera un culetazo. Sargento, y se acababa la broma. La Madre Angélica
retira el pañuelo de su boca: bruto, ¿por qué decía maldades?, ¿por qué se lo permitía el
Sargento?, y el Rubio ¿podía ir bajando?, estas bandidas lo despellejaban. Las manos de
las chiquillas no llegan a la cara del Rubio, sólo a su cuello, lleno de rayitas violáceas, y
han desgarrado su camisa y arrancado los botones. Parecen desanimarse a veces, aflojan
el cuerpo y gimen y de nuevo atacan, sus pies desnudos chocan contra las polainas del
Rubio, él maldice y las sacude, ellas siguen sordamente y que la Madre bajara, qué
esperaba, y también el Rubio y la Madre Angélica ¿por qué las apretaba así si eran
niñas?, de su vientre Jesús, Madrid, Madre. Si el Chiquito y el Oscuro la soltaban la
vieja se les echaría encima, Sargento, ¿qué hacían? y el Rubio que ella las cogiera, a
ver, Madre, ¿no veía cómo lo arañaban?"

Una vez en el convento, las niñas son educadas, y luego entregadas para el servicio
doméstico de familias conocidas o para otras labores. El autor de a entender que la
mayoría de ellas acaban en la prostitución. Es el caso de Bonifacia, una pupila que lleva
tiempo en la misión, que sabe cristiano (español) y no pagano (lengua indígena), que un
buen día deja la puerta libre para que se escapen las pupilas recién traídas a la misión.
Las monjas se enfadan con ella, y tras largos interrogatorios, utilizados para ridiculizar a
las Madres, se la lleva el gobernador de la zona, Reátegui, como doméstica (chica de
servicio). Una vez fuera, es violada por el Sargento en al campamento militar. El
Sargento decide casarse con ella, y la boda se celebra en plena guarnición de la selva.
Bonifacia volverá a aparecer en otro momento del relato con el nombre de Selvática,
convertida en ramera de La casa verde.

Los personajes principales entre las monjas que aparecen son: Madre Angélica,
Madre Leonor, Madre Griselda (la Superiora). Las pupilas pertenecen al pueblo de los
aguarunos y al de los huambisas.

B. El protagonista del segundo núcleo narrativo es Fushía, un contrabandista


japonés que vive en la región de los huambisas, en una isla del Río Santiago, cercana a
la frontera de Ecuador. Tiene una especie de banda, y se dedica a asaltar a las tribus
vecinas para llevarse su caucho. Pero la historia de Fushía la vamos conociendo según
avanza la narración, y a través de un Fushía ya viejo, que le cuenta sus memorias a su
amigo Aquilino. De esa manera, sabemos que estuvo en la cárcel y se escapó. Que pasó
una vida intensa en aventuras, peleas, traiciones, crueldades, y entre todo destaca su
amor por Lalita, con la que se escapa y a la que somete a continuas palizas por celos o
por peleas domésticas. Con Lalita tendrá hijos. Pero poco a poco, siente que la lepra le
va envejeciendo, y Lalita se escapa con el gobernador Reátegui; con él tiene dos hijos
también, para acabar con el Pesado, otro de los nombres con los que aparece el Sargento
del que hemos hablado en la narración A. En el epílogo de la novela vemos a Fushía,
esperando la muerte en una isla de leprosos, visitado una vez al año por su amigo
Aquilino, al que ha contado la historia de su vida en el trayecto por el río, hasta llegar al
leprosorio de San Pablo.

Esta parte la podríamos llamar la historia de la Casa verde, el prostíbulo de la


ciudad de Piura. Primero se nos cuenta cómo era Piura antes de la llegada de Don
Anselmo, personaje misterioso, fundador y constructor de la Casa verde. Don Anselmo
llega a la ciudad, busca un terreno y construye en medio del desierto, en los arrabales de
Piura, una casa pintada de verde. Todo el mundo se pregunta la finalidad: se disipan las
dudas cuando llegan las primeras "habitantas". El pueblo masculino va pasando casi en
su totalidad por la Casa. La pequeña ciudad se transforma. El Padre García clama
contra la amenaza moral, trata de sublevar a las gentes. Las personas de bien —que son
nombradas por el autor como gallinazas y beatas— acabarán quemando la Casa verde.
En el incendio muere Antonia, de la que se cuenta su historia y sus amores con Don
Anselmo. Antonia era muda y ciega. El autor se recrea en el relato de sus amores
turbios, con violaciones, y algún que otro momento lírico. De los amores de Anselmo y
Antonia había nacido la Chunga, que es salvada del incendio por Juana Baura, una
lavandera indígena. La Chunga, sin que aparezca muy claro en la novela, funda una
segunda casa verde y contrata a su padre, que había formado una orquesta con otros
mangaches (Mangachería es un barrio de Piura), Bolas y Alejandro. En el epílogo
muere Don Anselmo, y le revela la verdad de su vida: la muerte de Toñita (Antonia) y el
nacimiento de la Chunga en pleno prostíbulo. El Padre García llega a tiempo para
administrarle los últimos sacramentos y suyas son las palabras finales de la novela:

"Era para tener un velorio como Dios manda ¿ve usted? ¿A quién podríamos
llamar, entonces?

El Padre García se ha puesto de pie y está acomodándose el sombrero. El doctor


Zeballos también se ha levantado.

— Vendré yo —el Padre García hace un ademán impaciente—. ¿No ha pedido ese
marimacho que yo venga? Para qué tanta habladuría entonces.

— Sí, Padrecito — dice la Selvática —. La señora Chunga prefería que viniera


usted.

El Padre García se aleja hacia la puerta, curvo y oscuro, sin levantar los pies del
suelo. El doctor Zevallos saca su cartera.

— No faltaba más, doctor — dice Angélica Mercedes —. Es una invitación más,


por el gusto que me dio trayendo al Padre.

— Gracias, comadre — dice el doctor Zevallos —. Pero te dejo esto de todos


modos, para los gastos del velorio. Hasta la noche, yo vendré también.

La Selvática y Angélica Mercedes acompañan al doctor Zevallos hasta la puerta,


besan la mano del Padre García y regresan a la chichería. Tomados del brazo, el Padre
García y el doctor Zevallos caminan dentro de un terral, bajo un sol animoso, entre
piajenos cargados de leña y de tinajas, perros lanudos y churres, quemador, quemador,
quemador, de voces incisivas e infatigables. El Padre García no se inmuta: arrastra los
pies empeñosamente y va con la cabeza colgada sobre el pecho, tosiendo y
carraspeando. Al tomar una callecita recta, un poderoso rumor sale a su encuentro y
tienen que pegarse contra un tabique de cañas para no ser atropellados por la masa de
hombres y mujeres que escolta a un viejo taxi. Una bocina raquítica y desentonada
cruza el aire todo el tiempo. De las chozas sale gente que se suma al tumulto, y algunas
mujeres lanzan ya exclamaciones y otras elevan al cielo sus dedos en cruz. Un churre se
planta frente a ellos sin mirarlos, los ojos vivaces y atolondrados, se murió el arpista,
jala la manga al doctor Zevallos, ahí lo traían con el taxi, con su arpa y todo lo traían, y
sale disparado, accionando. Por fin, termina de pasar el gentío. El Padre García y el
doctor Zevallos llegan a la Avenida Sánchez Cerro, dando pasitos muy cortos,
exhaustos.

— Yo pasaré a buscarlo — dice el doctor Zevallos —. Vendremos juntos al


velorio. Trate de dormir unas ocho horas le menos.

— Ya sé, ya sé — gruña el Padre García —. No me esté dando consejos todo el


tiempo."

D. En la Guarnición de Borja, zona cauchera, ocurre un intento de levantamiento


contra los despiadados explotadores del caucho. La rebelión es acaudillada por el indio
Jum, para acabar con la explotación de los patrones del caucho. Intenta crear una
especie de cooperativa que venda directamente y a mejores precios. Las fuerzas del
orden, con Julio Reátegui, prenden a Jum. Lo torturan, lo rapan ("lo que para los
aguarunos es una atroz humillación"), lo cuelgan de un árbol durante un día, y le
queman las axilas con huevos calientes. La rebelión termina pronto. La explotación
continúa. Aquí aparece junto con el Sargento, ya conocido, otro personaje, Adrián
Nieves, el práctico, que deserta, se fuga con Lalita, y luego la abandona, para entregarse
a las autoridades.

Con lo que Lalita pasa por las siguientes manos: Fushía, Reátegui, Adrián Nieves,
y el Pesado, que es el Sargento.

E. La acción se desarrolla en la Mangachería, donde viven cuatro matones, los


inconquistables: Josefino Rojas, José, el Mono y Lituma. Son las más asiduos
visitadores de la Case verde (segunda casa). Tienen un himno triunfal y estúpido: "Eran
los Inconquistables, no sabían trabajar, sólo chupar, sólo timbear, eran los
Inconquistables y ahora iban a culear". Son la representación del machismo no piurano.
Políticamente se definen como urristas, es decir, simpatizantes de la Unión
Revolucionaria, fundada por los años treinta por el General Sánchez Cerro, militar de
tendencia conservadora, que llegó a ser Presidente de Perú. Existía la creencia de que el
general tenía origen Mangache, y por eso su partido gozaba de una audiencia más bien
sentimental en la Mangachería. De los cuatro inconquistables, el más importante es
Lituma, otro de los nombres con los que aparece e Sargento, ahora ex-policía, que tras
pasar por la cárcel, vuelve con los inconquistables. Al regresar se entera de que, en su
ausencia, Josefino Rojas, después de violar a su mujer, Bonifacia, la hace su amante, y
acaba en el burdel de la Casa verde. Conviene recordar que Bonifacia aparece ahora con
el nombre de la Selvática. Lituma propina una paliza de muerte a Josefino y a la
Selvática, para acabar todos viviendo de los beneficios del trabajo de la Selvática. Los
personajes de Lituma (el Sargento) y la Selvática (Bonifacia) son la obra personajes-
puente, que participan en todas las historias y así enlazan unas con otras, en los diversos
ámbitos geográficos, dando unidad a la novela.
Vamos a examinar ahora el cuadro secuencial de cómo van apareciendo las
historias, en un plazo de unos cuarenta años, sin que haya una sucesión temporal clara:
UNO DOS TRES CUATRO Epílogo

Prólogo Prólogo Prólogo Prólogo Prólogo

  (A) (A) (D) (B) (A)

I:ABCDE I:ABCDE I:ABCE I:ABCE I: B

II:ABCDE II:ABCDE II:ABCE II:ABCE II: C

III:ABCDE III:ABCDE III:ABCE III:ABCE III: B

IV: ABCDE IV:ABCE IV: EC

El libro está dividido en cuatro capítulos y un epílogo. Cada uno de estas partes se
inicia con un prólogo, una especie de narración flotante, que trata del relato A en los
capítulos UNO, DOS y Epílogo, de B en el CUATRO, y de D en el TRES. Estas
narraciones flotantes no se diferencian en estilo de las anteriores, pero están separadas
de lo que llamaríamos subcapítulos por espacios en blanco. Cada uno de los
subcapítulos (I, II, III, etc.) está constituido por unidades, separadas por espacios en
blanco, que alternativamente nos presentan las historias ABCDE, individualizadas
gráficamente por sus dos o tres primeras palabras escritas íntegramente con mayúsculas.

II. Los personajes

Quizá los únicos personajes no mencionados en el resumen del argumento son los
Maestros Benito Pérez y T. Cañas, que intentan enseñar a los indios las primeras letras.
También conviene recordar que el Sargento aparece con las denominaciones de Lituma
y el Pesado; y que Bonifacia y Selvática son la misma persona.

Para completar el análisis del argumento conviene ver el esquema que se adjunta al
final de la reseña.

III. Análisis del contenido

La novela, partiendo de un rigorismo estructural, está concebida como un inmenso


relato que sorprenda al lector. Es una novela de aventuras múltiples, que se suman en el
mosaico de la realidad peruana. En el libro están recogidas las propias experiencias
personales del autor, sobre asuntos vividos, con un cierto impulso objeticista, que sólo
se convierte en adscripción al realismo mágico — combinación de realidad y fantasía a
través de lo mítico y legendario o lo poético: como en Cien años de soledad — cuando
nos cuenta la historia de la fundación de la primera Casa verde. Vargas Llosa adopta un
tono alejado, donde los hechos vividos se mezclan con lo mítico.

"Se ha hablado tanto en Piura sobre la primitiva Casa Verde, esa vivienda matriz,
que ya nadie sabe con exactitud cómo era realmente, ni los auténticos pormenores de su
historia. Los supervivientes de la época, muy pocos, se embrollan y contradicen, han
acabado por confundir lo que vieron y oyeron con sus propios embustes. Y los
intérpretes están ya tan decrépitos, y es tan obstinado su mutismo, que de nada serviría
interrogarlos. En todo caso, la originaria Casa Verde ya no existe." (p. 97)
La perspectiva mítica de la Casa verde se manifiesta también en la atmósfera que
rodea a los inconquistables. Con sus absurdas hazañas y su vida vacía de contenido,
llenada únicamente por un machismo vago y ridículo, nos presentan una ambientación
esperpéntica de la realidad provinciana.

La historia de Fushía se encuentra también cercana a lo legendario. Él mismo al


contarla la magnífica.

La historia de las niñas, separadas de su pueblo para llevarlas a la civilización, está


tratada de forma minuciosa y con perspectiva objetivicista. El autor basa sus
acusaciones en una foto de antropólogo, Morote Best, en la cual se ve a dos monjas
llevando en compañía de soldados dos indias un poco asustadas. Sobre esa foto, ha
inventado la historia de la misión de Sta. María de Nieva.

Historia, con perspectiva más real, es la del caudillo Jum. Los personajes que
aparecen en este relato pertenecen rigurosamente a la realidad. El autor denuncia
directamente los abusos del capitalismo, y el expolio de la única riqueza de los indios: el
caucho. Jum intenta un arreglo más justo. Sólo consigue, y el autor se detiene en sus
pormenores, la tortura y la desgracia para su familia.

IV. Evaluación

La Casa verde nos presenta un fondo con resonancia trágica. Todos los personajes
intentan hacer algo, salir del medio, evadirse de su propia miseria, pero la frustración les
espera siempre al final. Los personajes, a veces, parecen movidos por un instinto sexual,
un tanto envilecido; son seres primarios, amargos, cuya vida es un letargo del que
siempre despiertan en la calamidad: Fushía, antes dueño de la selva, después viendo
cómo muere su piel en la lepra; Anselmo, ciego; Lituma, en la cárcel; Bonifacia, en la
Casa verde; Jum, torturado, etc.

El autor sigue la acción sin detenerse en comentarios más o menos sociales o


demagógicos. Simplemente, presenta hechos imaginarios que, por sí solos, bastan para
denunciar la sociedad en la que transcurre la acción. El manejo del autor está en la
disposición de los materiales, y en el objetivismo minucioso con que los describe.

Sin embargo, el gran problema de La Casa verde no es tanto su contenido, como su


estructura. Puede afirmarse que sólo un lector concentrado y acostumbrado logra
hacerse cargo del total de la novela, que está hecha para pasto de los críticos más o
menos estructuralistas. Un lector normal no acaba de enterarse de quién es Fushía, ni el
Sargento, ni la Selvática.

La estructura es minuciosamente perfecta. Vargas Llosa ha realizado ese alarde


estructural y organizativo partiendo de una narración lineal, en el más puro estilo de
Balzac. Luego ha ido trastocando el orden temporal y estructural hasta ofrecernos, bajo
una apariencia totalmente caótica, una novela perfectamente estructurada y con una
notable unidad.

VALORACIÓN DOCTRINAL

En esta novela se retratan ambientes en los que abundan los comportamientos


inmorales, descritos con crudeza y de un modo morboso, con desenvoltura y tolerancia.
De ese modo, la ciudad de Piura y la selva del Perú — los dos escenarios de la acción
del libro — aparecen configurados lejos de una vida humana decorosa, como lugares en
los que reina la miseria y el pecado.

Las monjas de Sta. María de Nieva son retratadas, en ocasiones, con un humor
satírico. Aparecen empeñadas en cristianizar a las indias, y para ello no dudan en poner
medios inmorales, como la cacería de niñas indias en contra de la voluntad de sus
padres. El cristianismo de las monjas es presentado frecuentemente con una perspectiva
formalista, con una rigidez moral caricaturesca.

El Padre García aparece como un predicador con aires esperpénticos: su carácter


irritable e intransigente lo hace blanco de burlas y desprecio constantes. Sin embargo,
los piuranos le buscan y le necesitan, pero llevados de una religiosidad supersticiosa, en
la que la verdadera fe queda muy desdibujada.

Otra expresión reveladora del ambiente de la novela es la acogida que el pueblo


dispensa al legendario D. Anselmo, considerado como un benefactor, por haber
aumentado las posibilidades de esparcimiento y diversión de las gentes, merced al
prostíbulo — la Casa verde — que instala en la ciudad, introduciendo la novedad de los
placeres en el horizonte decaído de la vida de sus habitantes. Casi todos —excepto el
Padre García y algunas beatas tristes— quieren y admiran a D. Anselmo.

Los personajes de la novela viven, en general, como si desconocieran la ley


natural; cuando se ayudan unos a otros es más bien por una bondad sentimental, que
parece nacer de la comunidad de dificultades en que deben convivir.

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