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EL CARDENAL, su hermano.
DELIO, su amigo.
CASTRUCCIO.
EL MARQUES DE PESCARA.
EL CONDE MALATESTI.
RODRIGO
SILVIO.
GRISOLANO.
EL DOCTOR.
VARIOS LOCOS.
LA DUQUESA DE MALFI.
CARIOLA, su doncella.
UNA DUEÑA.
CARDENAL: Ya lo veo.
DELIO: ¿Geometría?
FERNANDO: ¿No?
FERNANDO: ¿No?
BOSOLA: No.
FERNANDO: ¡Largo!
FERNANDO: Más manchados están sus hígados que las ovejas de Labán.
(Entra ANTONIO.)
ANTONIO: Sí.
ANTONIO: ¿Dónde?
DUQUESA: En el cielo. Voy a hacer testamento, como deben
hacerlo los príncipes, en cabal juicio, y os ruego que me digáis,
señor, si no es preferible hacerlo así, sonriendo, que entre
profundos gemidos y terribles miradas cadavéricas, como
si los dones que repartimos nos procuraran tan violenta
perturbación.
DUQUESA: ¡Todo!
ANTONIO: En matrimonio.
DUQUESA: Echadle.
DUQUESA: Arrodillaos.
ANTONIO: ¡Eh!
DUQUESA: ¿Y en su cámara?
ANTONIO: Sí.
ANTONIO: Sí.
RODRIGO: Forobosco.
CRIADO SEGUNDO:
¡Lo que hace el diablo!
CRIADOS: Sí.
ANTONIO: Es voluntad de la duquesa que cada cual se
encierre en su habitación hasta el amanecer, y que se
lleven las llaves de todos los cofres y de todas las puertas
exteriores a su dormitorio. Está enferma de cuidado.
DELIO: De mí no dudéis.
(Entra CARIOLA)
(Entra ANTONIO.)
(Entra un CRIADO)
(Entra DELIO)
CARDENAL: Desvariáis.
CARDENAL: Os dejo.
(Entra BOSOLA.)
BOSOLA: La tengo.
BOSOLA: No.
El dormitorio de la duquesa.
DUQUESA: Señor...
FERNANDO: No habléis.
FERNANDO: ¡Cómo!
DUQUESA: ¿Por qué solo yo, entre todos los príncipes del
mundo, he de estar encerrada como santa reliquia? Soy
joven y no me falta hermosura.
DUQUESA: Estoy como si fuera a estallar una mina bajo mis pies.
CARIOLA: Es Bosola.
(Entra BOSOLA)
ANTONIO: Bien armado estoy para sufrir este golpe, así como
los hombres suelen soportar un año de escasez; no vitupero a
quien lo causa, pero creed que la necesidad de mi maligna
estrella lo impone y no el capricho de mi señora. ¡Oh, inconstante
y podrido sostén de la servidumbre! Es como el que, en noche
de invierno, se queda mucho tiempo dormido junto a un fuego
que se apaga, muy apartado de él, y se levanta más frío que
al echarse.
DELIO: Empleo, no, señor, sino ir anotado al margen del rol como
caballero voluntario.
SILVIO: Sí, y jura que es capaz de mucho por tan poca tela.
(Entra BOSOLA.)
PESCARA: ¡Bosola aquí! ¿Qué le podrá traer? Algún jaleo
entre los cardenales. Esas disputas entre grandes hombres,
cuando las cabezas están divididas, son como zorras con
fuego en la cola y llevan la ruina al país entero.
Loreto.
Cerca de Loreto.
ANTONIO: Sí; ya veis qué poder emana del aliento de los grandes.
ANTONIO: ¿Cuál?
¿A mí me buscáis, no es verdad?
BOSOLA: A ninguna.
DUQUESA: Sí.
Acto Cuarto, Escena Primera: Malfi.- Aposento en el palacio de la duquesa.
Acto Cuarto, Escena II: Malfi.- Otro aposento de las habitaciones de la duquesa.