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Lavado de cerebro

José Del Grosso

A pesar de las enormes implicaciones y repercusiones del lavado de


cerebro sobre la sociedad y sus miembros, el tema ha venido pasando
por debajo de la mesa como una curiosidad que carece de importancia.
El lavado de cerebro es una técnica que puede aplicarse masivamente
y, por ende, configurar la realidad de al menos una parte significativa
de las poblaciones.
El lavado de cerebro, control mental o conversión, como también es
conocido este fenómeno, se refiere al conjunto de técnicas psicológicas
coercitivas, aplicadas de manera sistemática, para que una persona
modifique su personalidad y junto con ella cambie, sin su
conocimiento, su manera de percibir, pensar, sentir y actuar, es decir,
modifique sus actitudes, en una dirección específica: la del objetivo u
objetivos que se propone o proponen aquel o aquellos quienes
manipulan la o las técnicas psicológicas. Se trata, pues, de una
tecnología de control encubierta, que actúa sobre la capacidad de
percibir, razonar y responder.
Usualmente, los objetivos que se pretenden alcanzar a través del
lavado del cerebro están vinculados a obtener algún tipo de ganancia
y/o ventaja de tipo económico, político o religioso.
El lavado de cerebro es una técnica coercitiva que no se vale de la
fuerza física, sino de algo mucho más sutil, como lo es el uso de
técnicas psicológicas para influir sobre la personalidad de las personas
sin su consentimiento.
Para doblegar la voluntad de la víctima e inducirla a hacer algo
concreto se procede mediante aproximaciones sucesivas o pasos
graduales. En primer lugar, se utilizan estrategias para refrenar o
inhibir el libre uso de su capacidad de razonamiento, evaluación y
crítica, es decir, se inhibe su forma normal de percibir, razonar y sentir.
Para ello, se ponen en duda su percepción de la realidad, su capacidad
para apreciarla y evaluarla, sus conceptos e incluso sus relaciones
interpersonales y, simultáneamente, poco a poco, se va introduciendo
una realidad distinta en el individuo, la cual es calificada de “la
verdadera”, es decir, de la única verdad. Esta forma de percibir y
pensar la realidad se caracteriza por ser selectiva y simplista. La única
información válida y confiable y que debe ser admitida es la que
transmiten los victimarios y la única forma de apreciarla y valorarla es
la que ellos sugieren al inconsciente. Se les hace ver a las víctimas que

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deben tener cuidado con las personas que no piensan como ellos y se
les hace ver que la contrainformación es engañosa, distorsionada y que
tiene por objetivo manipularlas. Cualquier intento racional de
confrontar el punto de vista impuesto a la víctima es percibido como
una agresión, razón por la que puede observarse que, al intentar hacer
esto, la víctima se pone iracunda e, incluso, puede agredir físicamente.
Una vez que la víctima ha alcanzado la fase en que ella reconoce “lo
equivocado de su percepción e ideas anteriores” y ha adoptado las
creencias, modo de percibir y razonar de sus victimarios, estos últimos
proceden a incitarlo a actuar de una cierta manera.
Tanto la inhibición de la forma habitual de la víctima de percibir,
razonar y sentir, como la aceptación de la nueva realidad y el
comportarse de cierto modo, es reforzado por el hecho de que al salir a
la calle, encuentra a otras víctimas que “confirman” que la nueva forma
de percibir, razonar y actuar es la única válida.
En general, todos los seres humanos somos propensos a ser
influenciados y a modificar nuestra manera de percibir, pensar, sentir
y actuar.
De hecho, constantemente sufrimos la influencia del ambiente y de
las personas más cercanas a nosotros y modificamos nuestra
personalidad de forma permanente (la personalidad es dinámica). Sin
embargo, cuando, por ejemplo, un amigo o nuestra pareja intenta
influenciarnos, tenemos la posibilidad de defendernos, dado que nos
hace la petición de manera explícita y, a pesar de las presiones, aún
podemos decidir si cambiar o no. Con el lavado de cerebro esta
posibilidad se ve reducida, debido a que se busca expresamente la
manera de inhibir el patrón usual de percepción y razonamiento de la
potencial víctima a través de estrategias psicológicas sutiles.
Concretamente, en relación al lavado de cerebro, hay que tener en
cuenta, que no todas las estrategias tienen en sí el mismo nivel de
efectividad y que, además, pueden surtir efectos diversos aparte de los
esperados.
Las variables individuales también cuentan mucho a la hora de
evaluar quienes son susceptibles a un lavado de cerebro. Una persona
consciente, con alta autoestima, independiente, autónoma en su
manera de pensar y con criterios propios, la cual antes de emitir una
opinión trata de contrastar lo que le dicen con la realidad y, además,
busca la mayor cantidad de información posible, es muy difícil que sea
propensa a ser víctima del control mental. Mientras que aquellas
personas inseguras de sí mismas, sugestionables, nerviosas, inestables

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emocionalmente, dependientes de otras personas, que buscan siempre
la aprobación y aceptación de los demás, que pueden encontrarse en el
grupo de los resentidos sociales, frustrados y oportunistas, son más
susceptibles de una “conversión”.
En este sentido, podemos afirmar que los niños son los más
propensos a ser víctimas de un lavado de cerebro, pues son
dependientes, inseguros, necesitan de la aceptación y aprobación de los
adultos, son sugestionables y no cuentan con una consciencia, un
“aparato defensivo” y criterios de evaluación de la realidad como un
adulto.
Un niño sometido a la influencia de la TV de manera sostenida y que,
además, en su casa tiene el ejemplo y modelo de unos adultos que han
sido víctimas del lavado de cerebro, termina por estar convencido de
que las cosas son como dice la TV. Lo peor de esta situación es que todo
ello va a quedar registrado en su inconsciente y, como decía Freud, y lo
han dicho otra serie de especialistas de la salud mental, por el hecho de
que esos mensajes, generalmente de odio, estén en el inconsciente, no
significa que en un futuro cercano o lejano éstos no vayan a impulsar al
individuo a actuar en consecuencia.
Después de los niños, podríamos decir, que las personas más
influenciables son aquellas que no están habituadas a ser conscientes
de sí mismos, es decir, ni de su manera de pensar ni de su modo de
proceder, especialmente, si son corruptas y de alguna manera perciben
que sus intereses pueden verse afectados. Aquí no importa cuál es el
nivel de educación alcanzado. Es indiferente que se trate de un
analfabeto o un profesor universitario o un intelectual.
Toda persona sometida a la confusión y que sólo cuenta con una
misma clase de fuente de información es propensa al lavado de cerebro.
Los seres humanos tenemos poca tolerancia a la confusión, pues entre
otras cosas, nos crea tensión, un vacío interior, incertidumbre y
ansiedad intolerables, de modo que la víctima termina prefiriendo
acomodar su personalidad a las nuevas exigencias en vista de que no
encuentra información alternativa que le ayude a liberarse de la
tensión.
Los incautos, digamos la gente distraída, que presta poca atención a
lo que sucede en su entorno, que vive en la Luna y no sabe lo que está
pasando, también es muy propensa a los efectos del control mental,
particularmente, porque estas son personas que necesitan que ocurra
algo “fuerte” en su entorno para que “aterricen”.

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Un hecho interesante acerca del lavado de cerebro o “conversión”, es
que, usualmente las víctimas de la conversión jamás llegan a darse
cuenta de haber sido víctimas del lavado del cerebro. Estas personas
están convencidas de que los que cambios ocurridos en su personalidad
han sido el producto de su propia voluntad, de su experiencia con la
realidad y sus propios razonamientos. Más aún, aunque resulte
increíble, aquellos quienes han sido víctimas del lavado de cerebro,
generalmente, defienden apasionadamente a sus manipuladores.

delgrosso.jose@gmail.com

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